Llevo secretos que son comunes en el mundo de las sombras. → Privado.

por **Wiesje Urretabizkala** Sáb Feb 04, 2017 10:16 pm

"La finalidad del arte
es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas.
No copiar su apariencia."
- Aristóteles.

Wiesje se encontraba muy aburrida en casa. Demasiado para ser exactos, y aquella situación era en demasía, algo muy extraño para ella. La jovencita buscaba siempre cosas con que entretenerse, hasta lo más mínimo le ayudaba a estar enfocada y no encontrarse como en ese momento. Faltaban cosas por decorar en casa, misma que adquirió unas semanas atrás, pero que había dejado hasta el final porque le interesaba inscribirse a clases y todas las actividades necesarias para estar al día, sin embargo parecía que su grado adelantado en su ciudad natal, le daban privilegios en París, por esa razón los días libres se habían vuelto cotidianos en ella, le quedaban unos meses así, y ya se encontraba vuelta loca por su falta de actividad. ¿Qué debía hacer? El decorador llegaría dentro de una semana.

Sin duda era un desastre total.

Raina, una de sus criadas, entró a la sala, la jovencita iba a desempolvar los muebles, sacar libros de cajas, y acomodarlos en orden alfabético como Wiesje le había pedido. Se detuvo a observarla, seguramente se vería graciosa porque dejó escapar una risita traviesa, misma que hizo salir a la bruja de su ensimismamiento, y buscar a quien invadía su espacio de dolor y sufrimiento.

Negó un par de veces hacía su trabajadora, no es que la regañara, más bien le pedía que no la quitara de su miseria. ¡de verdad que era una dramática! ¿Acaso iba a cambiar? Jamás.

- Señorita, si me permite, no encontrará nada interesante viendo el polvo de las estanterías, debía salir de casa y buscar hacer algo nuevo, existen muchas actividades por hacer en esta gran ciudad - No estaba siendo inoportuna la joven, mucho menos atrevida, pero quizás Wiesje sólo deseaba sufrir en soledad su aburrimiento, para no tener que sufrir a causa de su orientación sexual.

La hechicera no le hizo caso en un principio, dejó caer de nuevo su cabeza a aquel cómodo sofá, contempló las nubes que se alcanzaban a ver a través del cristal de los ventanales. Inevitablemente su rostro se tornó endurecido y mostró una mueca clara. Ni siquiera las nubes llegaban a formar algo en especial, todas eran iguales, sin forma, con el color blanco que no poseía su alma, y más aburridas que ella, aunque claro, ellas tenían la ventaja de estar en el cielo, andar de un lado a otro, y observar la miseria de seres humanos como ella.

Sin imaginarlo, dejó salir una risita traviesa, absurda y complice, algo que hizo que Raina se preocupara, pero al final terminó por sonreír con ella. Cuando ambas se calmaron, la sirvienta le entregó un pedazo de papel, y se dirigió a hacer sus labores en aquel salón que se volvería una gran biblioteca.

De un saltó Wiesje se levantó de aquel sillón, ya no deseaba estar en ese estado, así que corrió a su cuarto para cambiar de ropa. Una de sus doncellas la ayudó a que ese proceso no fuera tan prolongado, y con la misma que llegó al cuarto, se fue al carruaje en busca de aquella dirección escrita en el papel que le dio Raina. Todo era cuestión de actitud, y sin duda ella estaba cambiando el suyo para pasar días maravillosos antes de entregarse por completo a su pasión.

El carruaje siempre estaba listo al igual que el chofer. James era como su mejor amigo, complice de muchas de sus fechorías, y también conocía sus oscuros secretos, aquel empleado era como una imagen paterna, aunque nunca se lo decía, prefería que él lo sintiera. Aquello debía ser un vinculo más interesante y significativo.

Aunque conversaron un poco, entre gritos,claro, por culpa del sonido que generaba el carruaje, su conversación fue corta, dado que James conocía el lugar a donde iban. Aquel museo era reconocido, y por lo que había entendido tenían exposiciones de otras culturas, algo que ayudaría a Wiesje a inspirarse.

Sin mucho preámbulo, Wiesje se despidió de su cochero y caminó hasta la entrada del lugar. Sintió emoción al ver tiras enormes de tela roja que caían alrededor de la puerta de aquel museo, sin duda aquello era elegante y vistoso. ¿Qué le esperaría? Lo que fuera iba a disfrutarlo.