AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The devil in me [privado] [+18]
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The devil in me [privado] [+18]
Atravesé con rapidez la puerta principal de la mansión que compré un par de días atrás en un área alejada de la ciudad, una adonde mi presencia fuese más bien discreta ante cualquier ojo extraño. No volteé a ver a Cronos, podía ser una bestia a veces. Una que se creía con derechos sobre mi, a pesar de que era todo lo contrario. Cuando mi padre y yo le encontramos medio muerto años atrás, supe que deseaba apropiarme él. Aún en medio de su debilidad física me bastó echarle un vistazo a su aura para percatarme de que no me encontraba frente a otro vulgar cambiaformas, y a medida que se fue recuperando y fortaleciéndose pude cerciorarme de lo perfectamente adecuado que sería para servir a mi reinado en Mykonos.
El cambiante me pertenecía, era así de simple, podría decirse que le moldeé según mis propósitos, pero si en él no hubiese existido la tendencia a la crueldad y un deseo de sangre desmedidos, me hubiese deshecho de él enseguida. Muy por el contrario, me llevé una grata sorpresa al presenciar en qué se había convertido.
Volteé hacia él y lo abofeteé. -Se te olvida quien pertenece a quien.- Por supuesto él era el doble de mi tamaño, tan enorme que a su lado mi figura parecía más menuda, más delicada. Él podía ser un oso, una poderosa bestia destructiva pero yo no me quedaba atrás, mi apariencia era engañosa y él lo sabía. Yo era una bruja con dominio sobre las fuerzas oscuras, llevaba la magia negra en la sangre, tenía derecho legítimo sobre el reinado de Mykonos, y nada me amedrentaba.
Mis ojos parecían los rayos de Zeus cuando se detuvieron en los suyos, no era la primera vez que nos desafiábamos. Estábamos tan cerca que podíamos percibir perfectamente nuestras respiraciones, recordé como me volteó sobre la cama de la habitación de la mansión de Lucio. La manera en que me estrujó contra el lecho, inmovilizándome, su cuerpo prendiéndose en fuego contra el mio. -No recuerdo que me pidieras permiso para intentar tomarme.-
Nuestras voluntades estaban en pugna, lo observé altiva, fastidiada, podía infringirle dolor tan fácilmente si así lo quería. No le había dado oportunidad de tomarme en medio de la fiesta por más que me excitase. Cuando se creía con derechos sobre mi me tomaba sin miramientos, como si solo yo existiera, sus instintos primarios se desataban al igual que los míos, éramos dos demonios en celo salidos del mismo infierno. Por supuesto, eso no le daba derecho a cuestionarme o a preguntarme por qué me interesaba tal o cual persona, mis asuntos eran solo míos. -Otra vez te lo advierto, no le harás daño a Höor y eso es todo.-
Giré sobre mis pies ignorándolo y subí las escaleras para dirigirme a mi habitación adonde dejé caer mi bolso. A pesar del pequeño incidente causado por Cronos, la noche resultó productiva. Había ido en busca de Lucio y entre los dos pudimos realizar un hechizo de localización. El cazador había estado tratando de bloquear mi conexión con él, su mente me resistía a pesar de que le visitaba en sueños, haciéndole desearme, que doblegara su voluntad a la mía. Gracias a mi conexión con la herida infringida en él al final reducimos su posición a un área. Sería fácil buscarle en esa zona, estaba más cerca que nunca de encontrarle... y la idea me complacía como nada, pronto estaríamos el uno frente al otro y mis planes encontrarían el cauce del cual nunca debieron desviarse.
Comencé a deshacer mi peinado alto y a quitarme las joyas que llevaba en el cuello y en las manos. Escuché ruidos en el pasillo, el cambiante parecía un huracán, no era discreto para caminar precisamente. -¿Buscas algo?- pregunté, alzando mi mirada para clavarla en él justo cuando lo vi aparecer al otro lado de la puerta de la habitación.
El cambiante me pertenecía, era así de simple, podría decirse que le moldeé según mis propósitos, pero si en él no hubiese existido la tendencia a la crueldad y un deseo de sangre desmedidos, me hubiese deshecho de él enseguida. Muy por el contrario, me llevé una grata sorpresa al presenciar en qué se había convertido.
Volteé hacia él y lo abofeteé. -Se te olvida quien pertenece a quien.- Por supuesto él era el doble de mi tamaño, tan enorme que a su lado mi figura parecía más menuda, más delicada. Él podía ser un oso, una poderosa bestia destructiva pero yo no me quedaba atrás, mi apariencia era engañosa y él lo sabía. Yo era una bruja con dominio sobre las fuerzas oscuras, llevaba la magia negra en la sangre, tenía derecho legítimo sobre el reinado de Mykonos, y nada me amedrentaba.
Mis ojos parecían los rayos de Zeus cuando se detuvieron en los suyos, no era la primera vez que nos desafiábamos. Estábamos tan cerca que podíamos percibir perfectamente nuestras respiraciones, recordé como me volteó sobre la cama de la habitación de la mansión de Lucio. La manera en que me estrujó contra el lecho, inmovilizándome, su cuerpo prendiéndose en fuego contra el mio. -No recuerdo que me pidieras permiso para intentar tomarme.-
Nuestras voluntades estaban en pugna, lo observé altiva, fastidiada, podía infringirle dolor tan fácilmente si así lo quería. No le había dado oportunidad de tomarme en medio de la fiesta por más que me excitase. Cuando se creía con derechos sobre mi me tomaba sin miramientos, como si solo yo existiera, sus instintos primarios se desataban al igual que los míos, éramos dos demonios en celo salidos del mismo infierno. Por supuesto, eso no le daba derecho a cuestionarme o a preguntarme por qué me interesaba tal o cual persona, mis asuntos eran solo míos. -Otra vez te lo advierto, no le harás daño a Höor y eso es todo.-
Giré sobre mis pies ignorándolo y subí las escaleras para dirigirme a mi habitación adonde dejé caer mi bolso. A pesar del pequeño incidente causado por Cronos, la noche resultó productiva. Había ido en busca de Lucio y entre los dos pudimos realizar un hechizo de localización. El cazador había estado tratando de bloquear mi conexión con él, su mente me resistía a pesar de que le visitaba en sueños, haciéndole desearme, que doblegara su voluntad a la mía. Gracias a mi conexión con la herida infringida en él al final reducimos su posición a un área. Sería fácil buscarle en esa zona, estaba más cerca que nunca de encontrarle... y la idea me complacía como nada, pronto estaríamos el uno frente al otro y mis planes encontrarían el cauce del cual nunca debieron desviarse.
Comencé a deshacer mi peinado alto y a quitarme las joyas que llevaba en el cuello y en las manos. Escuché ruidos en el pasillo, el cambiante parecía un huracán, no era discreto para caminar precisamente. -¿Buscas algo?- pregunté, alzando mi mirada para clavarla en él justo cuando lo vi aparecer al otro lado de la puerta de la habitación.
Última edición por Nessanië el Vie Mar 24, 2017 8:11 pm, editado 1 vez
Nessanië- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 30/09/2016
Re: The devil in me [privado] [+18]
Nessanie parecía una tormenta cargada de truenos y centellas, así se adentro en la mansión sin tan siquiera echar la vista atrás. Poco o o nada le importaba haber dejado a su paso un caos cargado de devastación, ella era así el infierno en la tierra. Fuego y viento que alzaba las mareas consumiendo la tierra. Yo tras ella contemplaba ese trasero que se movía de forma abrasadora, mas que el ron calcinaba mi entrepierna sedienta de ella.
Cerré la puerta tras de mi, sus pasos se detuvieron volteando como una tempestad, no había calma en ella, su mano contra mi cara, un guantazo que no me inmuto, mas que si calcino mi orgullo.
Un gruñido contra sus labios, nuestros alientos se entremezclaron, nos desafiamos incendiandonos de ganas, el infierno era hielo comparada con la química que desprendían nuestros cuerpos.
Hablo de que yo era de su propiedad, puede que estuviera en lo cierto, pero su menudo cuerpo no podría evitar si yo así lo deseaba, que la tomara en cualquier momento. Mantuve mis ojos en los suyos, podía atisbar en ellos la oscuridad del mas profundo de los abismos, en ese momento solo necesitaba su boca contra la mía para aferrarme a algo de nuevo, mas eso no sucedió, sabia como llevarme a la locura, como de una patada empujarme hasta la oscuridad mas absoluta.
Empezaba a pensar que simplemente le gustaba verme resurgir de las llamas.
Sonreí de medio lado la decirme que no había pedido permiso para tomarla. A estas alturas ya debía saber que yo no era de los que piden si no de los que toman y aunque ella era la dueña de Mykonos y yo solo un cambiante, mi valor y arrojo era considerable.
Sabia que me deseaba, acaso creía que yo no sabia interpretar sus ojos cuando encendidos se oscurecían, pero su obsesión ,el príncipe Agarwaen era el motivo de su distancia, de solo sucumbir en ocasiones como desfogo personal, mas nunca tomándome en serio como a un igual.
Su ultima frase me hizo rugir de nuevo, no tenia bastante con el enclenque del cazador, como para que ahora se hubiera encaprichado de ese humano de la fiesta.
Mi mano se dirigió a su cuello, pero se detuvo a medio camino al ver como se daba esta la vuelta con total indiferencia dejándome calcinado en la rabia y el odio.
Sus pasos se perdieron por las escaleras, desde abajo podía oler su satisfacción, su autosuficiencia mientras recogía del suelo los pedazos rotos de mi orgullo y honor.
No iba a quedar así, esta vez no.
Con grandes zancadas subí las escaleras tras ella, no se puede decir que fuera experto en la sutileza, un golpe a la puerta basto para que esta cediera y así volver a enfrentar mis pardos en su mirada.
Una pregunta absurda, desde cuando este tipo de cuestiones merecen una repuesta. Acorté la distancia que nos separaba, mi brazo rodeo sus nalgas elevándola del taburete donde estaba sentada.
Con mi otro brazo aparte todos los enseres que sobre el tocador reposaban. Cristales en el suelo, liquido de perfumes, pinturas, todo aquello que usan las damas y que la mía no necesitaba.
Rugí contra su boca colisionando con ella con violencia mientras mi entrepierna empuja con rudeza su sexo frozandola a abrirme las piernas.
De nuevo no pedí permiso, no pensaba hacerlo, eso seria admitir que era suyo y ella por el contrario no era mía.
Mi lengua recorrió su boca con urgencia, sepultando cada resquicio de ella, mordiendo sus labios sin clemencia completamente ebrio por su sabor a alcohol, a fuego y a incienso.
-Admite que ningún otro puede follarte como lo hago yo -rugí apoyándola de golpe sobre el mueble y alzando la falda sin miramientos buscando con necesidad su sexo mojado.
Cerré la puerta tras de mi, sus pasos se detuvieron volteando como una tempestad, no había calma en ella, su mano contra mi cara, un guantazo que no me inmuto, mas que si calcino mi orgullo.
Un gruñido contra sus labios, nuestros alientos se entremezclaron, nos desafiamos incendiandonos de ganas, el infierno era hielo comparada con la química que desprendían nuestros cuerpos.
Hablo de que yo era de su propiedad, puede que estuviera en lo cierto, pero su menudo cuerpo no podría evitar si yo así lo deseaba, que la tomara en cualquier momento. Mantuve mis ojos en los suyos, podía atisbar en ellos la oscuridad del mas profundo de los abismos, en ese momento solo necesitaba su boca contra la mía para aferrarme a algo de nuevo, mas eso no sucedió, sabia como llevarme a la locura, como de una patada empujarme hasta la oscuridad mas absoluta.
Empezaba a pensar que simplemente le gustaba verme resurgir de las llamas.
Sonreí de medio lado la decirme que no había pedido permiso para tomarla. A estas alturas ya debía saber que yo no era de los que piden si no de los que toman y aunque ella era la dueña de Mykonos y yo solo un cambiante, mi valor y arrojo era considerable.
Sabia que me deseaba, acaso creía que yo no sabia interpretar sus ojos cuando encendidos se oscurecían, pero su obsesión ,el príncipe Agarwaen era el motivo de su distancia, de solo sucumbir en ocasiones como desfogo personal, mas nunca tomándome en serio como a un igual.
Su ultima frase me hizo rugir de nuevo, no tenia bastante con el enclenque del cazador, como para que ahora se hubiera encaprichado de ese humano de la fiesta.
Mi mano se dirigió a su cuello, pero se detuvo a medio camino al ver como se daba esta la vuelta con total indiferencia dejándome calcinado en la rabia y el odio.
Sus pasos se perdieron por las escaleras, desde abajo podía oler su satisfacción, su autosuficiencia mientras recogía del suelo los pedazos rotos de mi orgullo y honor.
No iba a quedar así, esta vez no.
Con grandes zancadas subí las escaleras tras ella, no se puede decir que fuera experto en la sutileza, un golpe a la puerta basto para que esta cediera y así volver a enfrentar mis pardos en su mirada.
Una pregunta absurda, desde cuando este tipo de cuestiones merecen una repuesta. Acorté la distancia que nos separaba, mi brazo rodeo sus nalgas elevándola del taburete donde estaba sentada.
Con mi otro brazo aparte todos los enseres que sobre el tocador reposaban. Cristales en el suelo, liquido de perfumes, pinturas, todo aquello que usan las damas y que la mía no necesitaba.
Rugí contra su boca colisionando con ella con violencia mientras mi entrepierna empuja con rudeza su sexo frozandola a abrirme las piernas.
De nuevo no pedí permiso, no pensaba hacerlo, eso seria admitir que era suyo y ella por el contrario no era mía.
Mi lengua recorrió su boca con urgencia, sepultando cada resquicio de ella, mordiendo sus labios sin clemencia completamente ebrio por su sabor a alcohol, a fuego y a incienso.
-Admite que ningún otro puede follarte como lo hago yo -rugí apoyándola de golpe sobre el mueble y alzando la falda sin miramientos buscando con necesidad su sexo mojado.
Cronos- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 03/10/2016
Re: The devil in me [privado] [+18]
Cronos era una bestia en toda su extensión, no lo pensaba como algo negativo, muy por el contrario, me satisfacía que lo fuera. Tal y como lo veía, era precisamente esa bestialidad la que alimentaba sus dotes para ser mi segundo al mando. Un hombre de mi absoluta confianza no podía ser menos ni valer menos. Una vez más demostró lo que era al entrar como un demonio en la habitación, sin decir absolutamente nada me tomó por las nalgas y me lanzó contra la mesa que acababa de limpiar con una simple barrida de su brazo.
Su brutalidad siempre me excitaba, porque aunque derrochara fortaleza, sabía perfectamente cuál era su debilidad, la única que tenía aparte de ese deseo de conocer su pasado, su debilidad era yo y eso me daba la ventaja sobre él. Podía hacer y deshacer pero su mayor deseo era volver a mi lecho y arder en el interior de mi sexo. Gruñí ante el ataque del oso cuando me abrió las piernas con su miembro, clavándolo duro contra la tela de mis bragas. Era tan fuerte que si se mecía podía rasgarlas sin usar otra cosa más que el impulso de sus caderas.
Un jadeo violento escapó de mis labios, su boca ni siquiera se detuvo para pedir permiso, desesperada y brutal colisionó con la mía, luchando contra mi lengua entre jadeos y gruñidos. Mordidas intensas, succiones inclementes, si se creía que me amedrentaba o que me intimidaba debía analizarlo dos veces. Yo era el fuego del tártaro, si me deseaba tendría que estar dispuesto a quemarse en él.
Risas mías fue lo que encontró cuando quiso que le dijera que nadie me follaba como él, en respuesta simplemente moví mis caderas contra las suyas, trepando mis piernas sobre su espalda al sujetar su cintura con ellas para que mi sexo se moviera una y otra vez contra su miembro hasta que finalmente la tela cedió y este estuvo a punto de entrar en mis paredes. Mi mano agarró el colgante negro que llevaba alrededor de mi cuello y mi mirada de fuego se detuvo sobre él. -Motum.- susurré entre sus labios.
Pasé despacio mis labios sobre su mejilla hasta alcanzar su oído. Había quedado paralizado sobre mi y no se movería hasta que yo así lo quisiera. -Ya deberías saber que no puedes doblegarme.- Me deslicé un poco hacia atrás, observándolo desde la mesa. -¿Es esto lo que quieres Cronos?- Tiré de las cintas de mi corsé lo suficiente para que pudiera ver el inicio de mis pechos y deslicé mi falda hacia arriba para comenzar a acariciar mi sexo de forma plácida e intensa, mis dedos se hundieron en mi interior, masturbándome a mi misma, dándome placer con movimientos sobre mi clítoris, primero lentamente luego con mayor intensidad, entre jadeos me mojaba frente a él, disfrutando de ese placer efímero, unos minutos más y me correría sin necesidad de nada más.
Saqué los dedos de mi interior y los lamí despacio. Podía ver su excitación, su respiración agitada, la manera en que sus ojos lanzaban rayos al mirarme. Mi intimidad estaba caliente para él y sin embargo aún no le permitía entrar. Me puse de rodillas, desabroché su pantalón y lo bajé, acariciando su duro miembro sobre su ropa interior con mis dedos hasta meterlos por debajo. Su miembro latía en mi palma, sabía que le gustaba lo que le estaba haciendo, masturbándolo mi mano se movía con mayor velocidad sobre su tronco y su cabeza. Él jadeaba sin poder moverse y mis manos le orillaban a disfrutar, a intentar alcanzar ese desahogo final que se le escaparía irremediablemente debido a mi hechizo.
Mi boca regresó a la de él, salvaje luchó con esta, mordidas ardientes y urgidas le atraían y luego escapaban de él para hacerle desearme más. -Fóllame esta noche como nadie lo ha hecho y veremos si esas palabras salen de mis labios.- Susurré contra su boca y luego me eché hacia atrás. Recostada con los codos sobre la mesa observé como el volcán bullía a punto de hacer erupción. -Move.- exclamé, tocando nuevamente la piedra negra y con esa única palabra le devolví su libertad para que regresara a mi.
Su brutalidad siempre me excitaba, porque aunque derrochara fortaleza, sabía perfectamente cuál era su debilidad, la única que tenía aparte de ese deseo de conocer su pasado, su debilidad era yo y eso me daba la ventaja sobre él. Podía hacer y deshacer pero su mayor deseo era volver a mi lecho y arder en el interior de mi sexo. Gruñí ante el ataque del oso cuando me abrió las piernas con su miembro, clavándolo duro contra la tela de mis bragas. Era tan fuerte que si se mecía podía rasgarlas sin usar otra cosa más que el impulso de sus caderas.
Un jadeo violento escapó de mis labios, su boca ni siquiera se detuvo para pedir permiso, desesperada y brutal colisionó con la mía, luchando contra mi lengua entre jadeos y gruñidos. Mordidas intensas, succiones inclementes, si se creía que me amedrentaba o que me intimidaba debía analizarlo dos veces. Yo era el fuego del tártaro, si me deseaba tendría que estar dispuesto a quemarse en él.
Risas mías fue lo que encontró cuando quiso que le dijera que nadie me follaba como él, en respuesta simplemente moví mis caderas contra las suyas, trepando mis piernas sobre su espalda al sujetar su cintura con ellas para que mi sexo se moviera una y otra vez contra su miembro hasta que finalmente la tela cedió y este estuvo a punto de entrar en mis paredes. Mi mano agarró el colgante negro que llevaba alrededor de mi cuello y mi mirada de fuego se detuvo sobre él. -Motum.- susurré entre sus labios.
Pasé despacio mis labios sobre su mejilla hasta alcanzar su oído. Había quedado paralizado sobre mi y no se movería hasta que yo así lo quisiera. -Ya deberías saber que no puedes doblegarme.- Me deslicé un poco hacia atrás, observándolo desde la mesa. -¿Es esto lo que quieres Cronos?- Tiré de las cintas de mi corsé lo suficiente para que pudiera ver el inicio de mis pechos y deslicé mi falda hacia arriba para comenzar a acariciar mi sexo de forma plácida e intensa, mis dedos se hundieron en mi interior, masturbándome a mi misma, dándome placer con movimientos sobre mi clítoris, primero lentamente luego con mayor intensidad, entre jadeos me mojaba frente a él, disfrutando de ese placer efímero, unos minutos más y me correría sin necesidad de nada más.
Saqué los dedos de mi interior y los lamí despacio. Podía ver su excitación, su respiración agitada, la manera en que sus ojos lanzaban rayos al mirarme. Mi intimidad estaba caliente para él y sin embargo aún no le permitía entrar. Me puse de rodillas, desabroché su pantalón y lo bajé, acariciando su duro miembro sobre su ropa interior con mis dedos hasta meterlos por debajo. Su miembro latía en mi palma, sabía que le gustaba lo que le estaba haciendo, masturbándolo mi mano se movía con mayor velocidad sobre su tronco y su cabeza. Él jadeaba sin poder moverse y mis manos le orillaban a disfrutar, a intentar alcanzar ese desahogo final que se le escaparía irremediablemente debido a mi hechizo.
Mi boca regresó a la de él, salvaje luchó con esta, mordidas ardientes y urgidas le atraían y luego escapaban de él para hacerle desearme más. -Fóllame esta noche como nadie lo ha hecho y veremos si esas palabras salen de mis labios.- Susurré contra su boca y luego me eché hacia atrás. Recostada con los codos sobre la mesa observé como el volcán bullía a punto de hacer erupción. -Move.- exclamé, tocando nuevamente la piedra negra y con esa única palabra le devolví su libertad para que regresara a mi.
Nessanië- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 30/09/2016
Re: The devil in me [privado] [+18]
Sus caderas incendiaron mi entrepierna, trepando como un felino por mi cintura sus piernas me enredaron en una peligrosa soga sin escapatoria, rujo contra su boca, quería escucharlo de sus labios, que me dijera lo que yo ya sabia, que solo yo era capaz de hacerla gemir como lo hacia.
Mas su risa inundo la estancia, combativa hasta decir basta, no parecía dispuesta a entregarme la victoria.
Mi virilidad se abría paso entre la tela que me separaba de su húmedo sexo, tela que cedía frente a mis embestidas, estaba tan ido, hacia tanto que no me permitía ser su abrigo.
La bruja hizo lo de siempre, hundirme en el naufragio de mis propios sentimientos, apretó el colgante negro se su pecho y una palabra me dejo inmóvil frente a sus ojos.
Rabia, frustración, odio y un sinfín de sentimientos que inundaron mi cuerpo mientras sus verdes me recorrían con descrédito.
Ella tenia mas poder sobre mi que cualquiera, sabia que era el demonio con cara de ángel, mas también sabia que no me dañaría, al menos no mientras el fuera útil.
Sus manos se pasearon por mi pecho, cálidas, entreabrí los labios cuando esta se dejo caer ligeramente hacia atrás aflojando las cintas de su corseé sus palabras eran una provocación, mas la imagen que me regalo era mas que eso, era un pecado capital montado por el jinete muerte.
Esa mujer la había esculpido la misma afrodita, pues de otro modo nada tenia sentido, mas albergaba el lama de Ares entre sus piernas, pues así me hacia sentir ahora mientras veía sus dedos recorrer su feminidad, en guerra.
Jadeaba con mis ojos lanzando rayos y centellas, ella sola podía llegar al clímax y la veía capaz de joderme y dejarme presenciando aquello mientras ardía entre las llamas.
Se arrodillo frente a mi logrando que un sonido gutural de pura excitación escapara de mis labios, mis pantalones cedieron frente a sus dedos y mi virilidad lucho contra su boca por ser devorada.
Palpitaba contra sus labios, necesitada de ser lamida por aquella boca que podía sentenciar a un hombre con una sola palabra.
Sus dedos me masturbaron, no su boca, creo que me castigo pues sabia que lo deseaba de un modo desesperado, frustrado me sentí al borde del orgasmo.
Fue entonces cuando se alzó y devoró mis labios mordiéndolos como una cobra, serpenteando con mi lengua en ese baile demencial que me hizo gruñir sin poder parar.
Volvió a dejarse caer hacia atrás, permitiéndome la movilidad, desafió velado en sus palabras un “follame” que me daba permiso para empezar. Permiso que no tardé en tomar, pues loco me adentre en sus caldas paredes, empapadas para mi, un gruñido contra la piel de su cuello, mi aliento impactando en su piel y las embestidas cada vez mas salvajes, brutales.
Jadeé contra sus labios estaba tan excitado, mi boca bajó por su mandíbula, su cuello que fue sentenciado por un sin fin de mordiscos y morír en esos pechos duros, que desafiantes rozaban mi nariz con sus pezones erguidos.
Mas su risa inundo la estancia, combativa hasta decir basta, no parecía dispuesta a entregarme la victoria.
Mi virilidad se abría paso entre la tela que me separaba de su húmedo sexo, tela que cedía frente a mis embestidas, estaba tan ido, hacia tanto que no me permitía ser su abrigo.
La bruja hizo lo de siempre, hundirme en el naufragio de mis propios sentimientos, apretó el colgante negro se su pecho y una palabra me dejo inmóvil frente a sus ojos.
Rabia, frustración, odio y un sinfín de sentimientos que inundaron mi cuerpo mientras sus verdes me recorrían con descrédito.
Ella tenia mas poder sobre mi que cualquiera, sabia que era el demonio con cara de ángel, mas también sabia que no me dañaría, al menos no mientras el fuera útil.
Sus manos se pasearon por mi pecho, cálidas, entreabrí los labios cuando esta se dejo caer ligeramente hacia atrás aflojando las cintas de su corseé sus palabras eran una provocación, mas la imagen que me regalo era mas que eso, era un pecado capital montado por el jinete muerte.
Esa mujer la había esculpido la misma afrodita, pues de otro modo nada tenia sentido, mas albergaba el lama de Ares entre sus piernas, pues así me hacia sentir ahora mientras veía sus dedos recorrer su feminidad, en guerra.
Jadeaba con mis ojos lanzando rayos y centellas, ella sola podía llegar al clímax y la veía capaz de joderme y dejarme presenciando aquello mientras ardía entre las llamas.
Se arrodillo frente a mi logrando que un sonido gutural de pura excitación escapara de mis labios, mis pantalones cedieron frente a sus dedos y mi virilidad lucho contra su boca por ser devorada.
Palpitaba contra sus labios, necesitada de ser lamida por aquella boca que podía sentenciar a un hombre con una sola palabra.
Sus dedos me masturbaron, no su boca, creo que me castigo pues sabia que lo deseaba de un modo desesperado, frustrado me sentí al borde del orgasmo.
Fue entonces cuando se alzó y devoró mis labios mordiéndolos como una cobra, serpenteando con mi lengua en ese baile demencial que me hizo gruñir sin poder parar.
Volvió a dejarse caer hacia atrás, permitiéndome la movilidad, desafió velado en sus palabras un “follame” que me daba permiso para empezar. Permiso que no tardé en tomar, pues loco me adentre en sus caldas paredes, empapadas para mi, un gruñido contra la piel de su cuello, mi aliento impactando en su piel y las embestidas cada vez mas salvajes, brutales.
Jadeé contra sus labios estaba tan excitado, mi boca bajó por su mandíbula, su cuello que fue sentenciado por un sin fin de mordiscos y morír en esos pechos duros, que desafiantes rozaban mi nariz con sus pezones erguidos.
Cronos- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 03/10/2016
Re: The devil in me [privado] [+18]
Me eché a reír otra vez. Las carcajadas resonaban en la habitación, haciendo eco en el espacio entre ambos en desafío nada sutil hacia él mientras mis ojos continuaban cargados de rayos que descendiendo sobre los suyos le observaban con nada disimulado disfrute basada en el hecho de que él solo se atormentase. El problema que notaba en Cronos tenía mucho que ver con el hecho de que no se percatase de que me gustaba como me follaba y de que disfrutaba con él como pocos lo habían logrado. Mis pasados amantes habían terminado aburriéndome y cuando eso sucedía no les encontraba mayor provecho por lo que no era extraño que terminase deshaciéndome de ellos, aunque pasado el interés en el sexo al menos lograba excitarme de algún modo el observarles sometidos a torturas poco ortodoxas.
El cambiante constituía una paradoja porque a pesar de ser el mejor de mis guerreros y el más sanguinario, a pesar de que aún no había hombre alguno que le hubiese vencido, aún necesitaba escuchar de mis labios la reafirmación de que me hacía disfrutar como ninguno. Ese era precisamente el poder que ejercía sobre él, mi cuerpo era su debilidad y contrario a él, no necesitaba la confirmación de su boca para saber que conmigo disfrutaba como no lo hacía con ninguna otra. Y no es que le permitiría tener otra, antes le cortaría toda posibilidad en su anatomía; con él no me andaba con chiquitas, su cuerpo y su alma eran míos, si lo encontraba en otro lecho con alguna fulana, a ella la mataría después de despellejarla y a él le haría sangrar como nadie lo había logrado hasta ahora.
Sus ansias le dominaban y me lo demostró internándose en mis paredes. Su falo potente se adentró en mi estrechez, el hecho de que fuésemos tan distintos en tamaño lograba que nuestros cuerpos encajaran de tal manera que el disfrute se presentaba de forma inminente. Su miembro fuerte y duro palpitaba entrando y saliendo salvajemente y mis uñas como espinas arañaban su carne, clavándose en su piel para hacerle arder. Los jadeos de ambos se cernían en la habitación junto al golpeteo incesante de nuestras caderas. Sus manos recorrieron mis muslos, deteniéndose en mis nalgas para alzarme más contra él, sus embestidas brutales me empotraban contra la mesa, llegando hasta muy dentro.
Mis piernas rodearon su espalda, apretándolo duro como una hiedra venenosa que se enredaba en él para asfixiarle el caliente miembro y estrujárselo placenteramente en el interior de mi húmeda cavidad bajo el baile incesante de mis caderas. Sus gruñidos se perdían en mi cuello, mordidas desaforadas surcaban mi piel, la bestia en él se había desatado y para mi no era suficiente, tan solo el comienzo. -¿Esto es todo lo que tienes para dar Cronos?- Me carcajeé y mi risa de demonio golpeó su aliento mientras mi mirada le incitaba, esa misma mirada que le hechizaba, que le mantenía atado a mi sin necesidad de cadenas, necesitaba que me clavara su miembro con más fuerza, que me hiciera rugir en medio del placer y el dolor.
Agarré su pelo antes de que pudiera atrapar mis pechos, premio que aún no ganaba y para el cual debía hacer más méritos. Tiré de su pelo con brusquedad, mordiendo su mandíbula, devorando sus labios, follándole la boca mientras nuestras lenguas batallaban sin tregua. Contra su piel y sus músculos tensos, mis pezones se endurecían como pitones que le incitaban envenenando su piel sin dejarse alcanzar aún.
Paseé mi boca por su cuello, lamí su manzana de Adán y al llegar a su clavícula la mordí con fuerza arrancándole un trozo de carne mientras su sangre chorreaba por mi boca y mis labios succionaban probando ese líquido férreo y luego se relamían antes de regresar a sus labios para regalarle el sabor de la misma. -¿Quién es tu dueña?- pregunté, sentenciándole con esa pregunta a que no lo olvidara jamás, a que supiera que era mio, aunque sabía que le volvía loco el que no le dijera que era de él. Lo prefería así, ser su única, su más grande obsesión hasta el final de los días.
El cambiante constituía una paradoja porque a pesar de ser el mejor de mis guerreros y el más sanguinario, a pesar de que aún no había hombre alguno que le hubiese vencido, aún necesitaba escuchar de mis labios la reafirmación de que me hacía disfrutar como ninguno. Ese era precisamente el poder que ejercía sobre él, mi cuerpo era su debilidad y contrario a él, no necesitaba la confirmación de su boca para saber que conmigo disfrutaba como no lo hacía con ninguna otra. Y no es que le permitiría tener otra, antes le cortaría toda posibilidad en su anatomía; con él no me andaba con chiquitas, su cuerpo y su alma eran míos, si lo encontraba en otro lecho con alguna fulana, a ella la mataría después de despellejarla y a él le haría sangrar como nadie lo había logrado hasta ahora.
Sus ansias le dominaban y me lo demostró internándose en mis paredes. Su falo potente se adentró en mi estrechez, el hecho de que fuésemos tan distintos en tamaño lograba que nuestros cuerpos encajaran de tal manera que el disfrute se presentaba de forma inminente. Su miembro fuerte y duro palpitaba entrando y saliendo salvajemente y mis uñas como espinas arañaban su carne, clavándose en su piel para hacerle arder. Los jadeos de ambos se cernían en la habitación junto al golpeteo incesante de nuestras caderas. Sus manos recorrieron mis muslos, deteniéndose en mis nalgas para alzarme más contra él, sus embestidas brutales me empotraban contra la mesa, llegando hasta muy dentro.
Mis piernas rodearon su espalda, apretándolo duro como una hiedra venenosa que se enredaba en él para asfixiarle el caliente miembro y estrujárselo placenteramente en el interior de mi húmeda cavidad bajo el baile incesante de mis caderas. Sus gruñidos se perdían en mi cuello, mordidas desaforadas surcaban mi piel, la bestia en él se había desatado y para mi no era suficiente, tan solo el comienzo. -¿Esto es todo lo que tienes para dar Cronos?- Me carcajeé y mi risa de demonio golpeó su aliento mientras mi mirada le incitaba, esa misma mirada que le hechizaba, que le mantenía atado a mi sin necesidad de cadenas, necesitaba que me clavara su miembro con más fuerza, que me hiciera rugir en medio del placer y el dolor.
Agarré su pelo antes de que pudiera atrapar mis pechos, premio que aún no ganaba y para el cual debía hacer más méritos. Tiré de su pelo con brusquedad, mordiendo su mandíbula, devorando sus labios, follándole la boca mientras nuestras lenguas batallaban sin tregua. Contra su piel y sus músculos tensos, mis pezones se endurecían como pitones que le incitaban envenenando su piel sin dejarse alcanzar aún.
Paseé mi boca por su cuello, lamí su manzana de Adán y al llegar a su clavícula la mordí con fuerza arrancándole un trozo de carne mientras su sangre chorreaba por mi boca y mis labios succionaban probando ese líquido férreo y luego se relamían antes de regresar a sus labios para regalarle el sabor de la misma. -¿Quién es tu dueña?- pregunté, sentenciándole con esa pregunta a que no lo olvidara jamás, a que supiera que era mio, aunque sabía que le volvía loco el que no le dijera que era de él. Lo prefería así, ser su única, su más grande obsesión hasta el final de los días.
Nessanië- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 30/09/2016
Re: The devil in me [privado] [+18]
Sus piernas rodearon mi cintura, apretando fuerte como la soga del verdugo. Me condeno a muerte con sus palabras que entre gemidos me recordaban que si eso era todo lo que podía ofrecer en este encuentro que yo necesitaba mas que el oxigeno para vivir y a ella parecía por contra hacerle gracia.
Como si esto solo fuera un regalo por mi buen comportamiento devoró mis labios sin dejar de desafiarme con esa oscurecida mirada ni un segundo.
Ella sabia que tenia el poder mas absoluto sobre mi, ahí residía la fuerza de este juego, que yo era su esclavo fiel, su perro de presa, me humillaba a voluntad y cuanto mas lo hacia mas preso quedaba de ella, mas necesitado de una caricia cuando todo eran palos.
Mas yo era un luchador y puede que ella creyera que esa y no otra seria la situación que siempre reinaría entre los dos. Cuan equivocada estaba, pues a decir verdad mis planes, que los tenia, iban por otro lado bien distintos a los de mi dueña y señora.
Ella quería que Agarwaen se doblegara ante ella, un matrimonio concertado, un vástago y reinar juntos, bueno, juntos, con él siendo un pelele, toda Grecia.
Yo por ende pensaba aniquilarlo, conquistar Grecia a fuerza de acero ,sangre, sudor y muchas viudas de por medio.
Se que cuando acabara con el cazador recibiría justo castigo de las manos de esa mujer que ahora me abría las piernas sin remedio acogiendo la dureza de mi falo, mas estaba mas que dispuesto a correr ese riesgo.
Su mano tiro de mi pelo cuando mis labios rozaron la cumbre de sus pechos bien alzados, al parecer no había ganado aun el premio de poder devorarlo. Gruñí de forma salvaje, ronca, quería succionarlos, hacerlos arder con mi lengua de fuego, mas en su lugar fue su boca la que salio a mi encuentro marcando esos malditos tiempos que me convertían en súbdito.
Su pecho se pego al mio, fricción de pieles que marcaron sus pezones endurecidos contra mis músculos tensos. Mis manos al atrajeron con mas dureza de las nalgas, metiéndosela tan honda que creí por un momento que la desgarraría por dentro.
Rio al sentir el dolo, y repetí la misma acción, nada quedaba fuera de ese envolvente laberinto cuando mis ojos oscuros como la tormenta que arrecia en plena tempestad, la retaba a pedirme mas.
Mis dedos se hundieron entre nalgas y caderas, fuerza al empalarla una y otra vez, quedaba en vilo del madero cada vez que impactaba contra mi miembro. Sus pechos botaban frente a mis ojos y la sangre ahora manchaba mis dedos fruto de la fuerza impuesta por una bestia que en este momento nada tenia de hombre y demasiado de oso.
La oí gemir, placer y algo mas que bien sabia rozaba un dolor descomunal.
Pídeme que aflojé -le ordené.
Podía disfrutar, no teníamos porque quebrarnos en este acto, mas como respuesta sus dientes en mi cuello, lamió el recorrido hasta mi nuez, dulce bocado al pecado y por ultimo mi clavícula como destino, un mordisco plagado de rabia que me devolvió la sensación del desgarro en la carne del otro y sangre espesa rojo que brotó de esa herida infligida por mi verdugo.
La sangre se consumió entre nuestros labios que raudos, jadeantes y necesitados de nuevo colisionaron.
Cuerpos que en una danza demencial seguían buscándose, como si la sangre fuera parte de la vida, seguimos follando como animales, nada quedaba de razón en ese acto en el que habíamos comulgado con nuestra bestia interior.
Cronos- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 03/10/2016
Re: The devil in me [privado] [+18]
La piel caliente del cambiante me envolvía, sus músculos duros friccionaban mi cuerpo con cada nueva empalada que me propinaba llegando hasta lo más hondo. Sus labios duros colisionaban con los míos, sabor a sangre suya que se entremezclaba con la batalla de nuestras lenguas, su sabor métalico me excitaba. Él se había vuelto una bestia desatada que con su boca arrasaba mis sentidos y la mia poseía la suya, porque pensaba adueñarme no solo de ella, pensaba apropiarme de su cuerpo, de su alma, de la bestialidad del oso que no dejaba de empalarme con desgarradora violencia. El cambiante era mío, pensara lo que pensara, se resistiera cuanto se resistiera. O acaso creía que no sabía de sus celos enfermizos, de la oscuridad de su rostro cuando le hablaba de mis planes para con el príncipe de los cazadores, del odio que a menudo veía en su expresión, y a pesar de todo sabía perfectamente que me necesitaba más que a nada.
Sonreí con un deje de locura en mi mirada. Mi cuerpo no dejaba de moverse contra el suyo, sus enormes manos me mantenían alzada contra él, mi pelvis pegada a la suya, parecíamos dos enredaderas prendidas en llamas que enceguecidas por el deseo no dejaban de estrangularse. Sabía que ese hombre estaba tratando de imponerse en un duelo de voluntades en el que yo no pensaba quedarme atrás. Yo era la gobernante de Mykonos, no él. Yo era quien había superado con mi magia negra y mis pactos infernales a mis propios padres y les había demostrado quien era la hechicera más poderosa de Grecia.
La excitación nos sacudía, él me agarraba con tanta fuerza que me hacía sangrar, sus palmas esculpían mis glúteos tirando de ellos con fuerza como si quisiera desgarrarme por dentro, nuestros alientos se fundían en medio del dolor que ahora se apropiaba de mi tornando mi respiración pesada. Una poderosa embestida suya se hundió en lo más profundo de mi cuerpo llenándome, dilatándome y produciéndome un dolor desmedido. -¡Basta Cronos!- Mi mano golpeó su rostro, no una si no dos veces, un par de violentos guantazos atravesaron su rostro, dejándole en ella las marcas de mis dedos. Mis labios henchidos y separados, mis pechos apenas cubiertos por el corsé ahora medio abierto se movían con violencia al ritmo de mi respiración.
-Eres una bestia del averno.- Su duro y palpitante miembro me llenaba produciéndome algo más allá de placer y dolor. -Eres un bruto que no entiende por qué te permito estar entre mis piernas.- Me detuve en mis movimientos, acercándome a él lamí despacio la vena que palpitaba en su garganta. -Yo te elegí cuando te encontré, en el momento en que te vi por primera vez, supe que ibas a ser mío. Mío no de otra, yo misma me ocuparía de ti, de enseñarte, de descubrir tu potencial. Pude dejarte allí, tal y como estabas, medio muerto para que te devoraran los buitres pero no lo hice. ¿Lo entiendes?- Respiré contra su boca, concentrándome en su rígida virilidad adentro mío y me deslicé sobre ella despacio. -Te deseé desde que te vi.- Me balanceé seductoramente contra él, rozándole con mis pechos que con sus duros pezones le incitaban a tomarlos.
Acaricié sus pectorales, deslizando mis dedos por su oscuro vello, mi mano tomó una navaja de plata de una mesa lateral y la pasé por su cuello acariciándolo al serpentear contra el y provocándole una herida superficial. Mi lengua lamió la ardiente lesión y el arma blanca se detuvo amenazadora contra su piel. -Ahora toma lo que quieras, como quieras, y para de fastidiarme.- Me moví contra él para que sus manos me levantaran en el aire envolviendo su miembro con el calor de mi sexo mientras hundía mi lengua en su boca, encontrando la suya con el mismo ritmo húmedo y caliente de nuestros cuerpos.
Sonreí con un deje de locura en mi mirada. Mi cuerpo no dejaba de moverse contra el suyo, sus enormes manos me mantenían alzada contra él, mi pelvis pegada a la suya, parecíamos dos enredaderas prendidas en llamas que enceguecidas por el deseo no dejaban de estrangularse. Sabía que ese hombre estaba tratando de imponerse en un duelo de voluntades en el que yo no pensaba quedarme atrás. Yo era la gobernante de Mykonos, no él. Yo era quien había superado con mi magia negra y mis pactos infernales a mis propios padres y les había demostrado quien era la hechicera más poderosa de Grecia.
La excitación nos sacudía, él me agarraba con tanta fuerza que me hacía sangrar, sus palmas esculpían mis glúteos tirando de ellos con fuerza como si quisiera desgarrarme por dentro, nuestros alientos se fundían en medio del dolor que ahora se apropiaba de mi tornando mi respiración pesada. Una poderosa embestida suya se hundió en lo más profundo de mi cuerpo llenándome, dilatándome y produciéndome un dolor desmedido. -¡Basta Cronos!- Mi mano golpeó su rostro, no una si no dos veces, un par de violentos guantazos atravesaron su rostro, dejándole en ella las marcas de mis dedos. Mis labios henchidos y separados, mis pechos apenas cubiertos por el corsé ahora medio abierto se movían con violencia al ritmo de mi respiración.
-Eres una bestia del averno.- Su duro y palpitante miembro me llenaba produciéndome algo más allá de placer y dolor. -Eres un bruto que no entiende por qué te permito estar entre mis piernas.- Me detuve en mis movimientos, acercándome a él lamí despacio la vena que palpitaba en su garganta. -Yo te elegí cuando te encontré, en el momento en que te vi por primera vez, supe que ibas a ser mío. Mío no de otra, yo misma me ocuparía de ti, de enseñarte, de descubrir tu potencial. Pude dejarte allí, tal y como estabas, medio muerto para que te devoraran los buitres pero no lo hice. ¿Lo entiendes?- Respiré contra su boca, concentrándome en su rígida virilidad adentro mío y me deslicé sobre ella despacio. -Te deseé desde que te vi.- Me balanceé seductoramente contra él, rozándole con mis pechos que con sus duros pezones le incitaban a tomarlos.
Acaricié sus pectorales, deslizando mis dedos por su oscuro vello, mi mano tomó una navaja de plata de una mesa lateral y la pasé por su cuello acariciándolo al serpentear contra el y provocándole una herida superficial. Mi lengua lamió la ardiente lesión y el arma blanca se detuvo amenazadora contra su piel. -Ahora toma lo que quieras, como quieras, y para de fastidiarme.- Me moví contra él para que sus manos me levantaran en el aire envolviendo su miembro con el calor de mi sexo mientras hundía mi lengua en su boca, encontrando la suya con el mismo ritmo húmedo y caliente de nuestros cuerpos.
Nessanië- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 30
Fecha de inscripción : 30/09/2016
Re: The devil in me [privado] [+18]
Rugí cuando sus manos cruzaron repetidas veces mi cara, me instaba a dejar de hacer el salvaje y a comportarme como el hombre que era cuando la bestia no me dominaba.
Sabia de ese duelo de egos, de posición y jerarquía. Me pensaba dejar claro hasta en este momento que yo estaba por debajo de esa mujer que no solo había salvado mi vida si no que la dominaba por completo.
Aseguraba desearme pero aunque eso bien lo sabia, odiaba que del mismo modo su obsesión por el príncipe Agarwaen creciera en su interior como el fuego.
Y me sentía brasa a su lado y eso no iba a permitírselo por muy preso de su cuerpo y sus besos que fuera en este momento.
Lamió la vena de mi cuello, engrosada por el esfuerzo mientras jadeaba de forma ronca, aun empujándola contra mis caderas, penetrándola por completo.
-Si, me salvaste de la muerte y me condenaste a la esclavitud. ¿Cuando demonios te darás cuenta de que soy yo y no él tu hombre -gruñí tirando de su pelo para que alzara la mirada y me enfrentara.
Nuestro aliento se fundió en uno, salvaje, titanico. Caderas que dejaron de buscarme castigándome por la desfachatez de hacerle frente.
-Me utilizas para aplacar el deseo de tu cuerpo, el candor de tu vientre, peor es en él en quien piensas, él copa tu mente durante día y noche.
Solo contemplas la idea de hacerlo tuyo y eso te ha traído a París persiguiendo tu propia marca en su piel.
¿Esperas que asuma que eso es lo que hay sin luchar? -rugí contra sus labios -tu no me salvaste, me condenaste a convertirme en tu perro, en ese hombre que te sigue de forma fiel, pero no pidas que sumisa también.
Mi mano tomo su cuello, apretándolo excitandonos mutuamente, gimiendo contra nuestros labios mientras mi hombría se adentraba mas en su interior, entrando y saliendo sin pausa alguna.
-No permitiré que ese hombre se convierta en nuestro rey, lo mataré e indiferente me es tu plan. Ten cuidado Nessanie, los animales salvajes, acorralados tendemos a morder.
Parecía incapaz de ver lo que yo le decía, era el mas bravo de sus guerreros, una bestia indestructible que no se paraba frente a nada ni nadie, sin embargo ella parecía decidida a no soltar mis grilletes, a mantenerme así, atado a su voluntad viendo como protegía a un humano insignificante en la fiesta y a otro humano que su único don era ser cazador y príncipe de nuestras tierras.
Me pidió que la tomara como quisiera, que la hiciera arder, pero que dejara de retarla de una vez, acaso no se daba cuenta de que estaba furioso.
-Se que antes de ti tenia una vida -la amenacé relamiendome los labios frente a ella -te aconsejo que no me hagas indagar en ella.
Las amenazas salieron de mis labios sin tregua antes de volver a empalarla contra la madera.
Salvaje mi bestia hacia aparición en mi, sacudiéndome en su interior con tanta violencia que su menudo cuerpo apenas lograba recibir mis embestidas.
Mi boca contra sus pechos, mordiéndolos, apropiadandome de ellos, coronando la cima, tirando de sus pezones endurecidos, lamiéndolos sin descanso mientras su espalda se arqueaba fruto del placer y mis manso como enredaderas surcaban su piel haciéndola arder.
Me sacudí en su interior con violencia, ultima embestida que la hizo irse conmigo, nuestras respiraciones salvajes se desafiaron de nuevo mientras nuestros labios se fundían en un beso que decía demasiado aunque ella fuera incapaz de entenderlo pues estaba cegada pro un hombre que ni la merecía, ni la correspondía.
Sabia de ese duelo de egos, de posición y jerarquía. Me pensaba dejar claro hasta en este momento que yo estaba por debajo de esa mujer que no solo había salvado mi vida si no que la dominaba por completo.
Aseguraba desearme pero aunque eso bien lo sabia, odiaba que del mismo modo su obsesión por el príncipe Agarwaen creciera en su interior como el fuego.
Y me sentía brasa a su lado y eso no iba a permitírselo por muy preso de su cuerpo y sus besos que fuera en este momento.
Lamió la vena de mi cuello, engrosada por el esfuerzo mientras jadeaba de forma ronca, aun empujándola contra mis caderas, penetrándola por completo.
-Si, me salvaste de la muerte y me condenaste a la esclavitud. ¿Cuando demonios te darás cuenta de que soy yo y no él tu hombre -gruñí tirando de su pelo para que alzara la mirada y me enfrentara.
Nuestro aliento se fundió en uno, salvaje, titanico. Caderas que dejaron de buscarme castigándome por la desfachatez de hacerle frente.
-Me utilizas para aplacar el deseo de tu cuerpo, el candor de tu vientre, peor es en él en quien piensas, él copa tu mente durante día y noche.
Solo contemplas la idea de hacerlo tuyo y eso te ha traído a París persiguiendo tu propia marca en su piel.
¿Esperas que asuma que eso es lo que hay sin luchar? -rugí contra sus labios -tu no me salvaste, me condenaste a convertirme en tu perro, en ese hombre que te sigue de forma fiel, pero no pidas que sumisa también.
Mi mano tomo su cuello, apretándolo excitandonos mutuamente, gimiendo contra nuestros labios mientras mi hombría se adentraba mas en su interior, entrando y saliendo sin pausa alguna.
-No permitiré que ese hombre se convierta en nuestro rey, lo mataré e indiferente me es tu plan. Ten cuidado Nessanie, los animales salvajes, acorralados tendemos a morder.
Parecía incapaz de ver lo que yo le decía, era el mas bravo de sus guerreros, una bestia indestructible que no se paraba frente a nada ni nadie, sin embargo ella parecía decidida a no soltar mis grilletes, a mantenerme así, atado a su voluntad viendo como protegía a un humano insignificante en la fiesta y a otro humano que su único don era ser cazador y príncipe de nuestras tierras.
Me pidió que la tomara como quisiera, que la hiciera arder, pero que dejara de retarla de una vez, acaso no se daba cuenta de que estaba furioso.
-Se que antes de ti tenia una vida -la amenacé relamiendome los labios frente a ella -te aconsejo que no me hagas indagar en ella.
Las amenazas salieron de mis labios sin tregua antes de volver a empalarla contra la madera.
Salvaje mi bestia hacia aparición en mi, sacudiéndome en su interior con tanta violencia que su menudo cuerpo apenas lograba recibir mis embestidas.
Mi boca contra sus pechos, mordiéndolos, apropiadandome de ellos, coronando la cima, tirando de sus pezones endurecidos, lamiéndolos sin descanso mientras su espalda se arqueaba fruto del placer y mis manso como enredaderas surcaban su piel haciéndola arder.
Me sacudí en su interior con violencia, ultima embestida que la hizo irse conmigo, nuestras respiraciones salvajes se desafiaron de nuevo mientras nuestros labios se fundían en un beso que decía demasiado aunque ella fuera incapaz de entenderlo pues estaba cegada pro un hombre que ni la merecía, ni la correspondía.
Cronos- Cambiante Clase Baja
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