De vuelta al hogar (Salamandra)

Llevaba mucho tiempo fuera de casa (si a su hogar semipermanente se le podía llamar así) y quería regresar para ver cómo estaban sus cachorros. No aparentaba muchos más de veinte años, pero tenía el doble y a pesar de que la gente en general le generaba un sentimiento de rechazo o simplemente indiferencia, aquellos niños de la calle sacaban su instinto protector a relucir. Si bien es cierto que la mayoría eran unos sinvergüenzas sin remedio y que su estilo de vida no era el más honrado según aquella hipócrita sociedad, componían de un extraño modo una familia desestructurada pero que cuidaba de los suyos.

Ya había asumido que algunos se perderían por el camino y que algunos serían viejos antes que él, pero les tenía verdadero cariño y eran su manada, sólo esperaba que en su ausencia no hubiese ocurrido nada de gravedad y que la vida siguiese su curso inquieto e incierto, que también era la gracia de vivir en la calle de las migajas del resto. Sólo de pensar en un trabajo de verdad con una rutina le daban sudores fríos, aunque dormir abrigado siempre era una novedad agradable.

Con los rojizos bucles ocultos por la capa, camino lentamente entre la muchedumbre. Mi mirada vaga con avidez sobre las personas que me rodean, examinando hasta el más mínimo dato de mi entorno. Edad, profesión, clase social; todos los detalles son importantes para mi. Una bolsa poco sujeta puede suponer un botín fácil y rápido; una daga oculta en la bota, una advertencia que es mejor ver antes de atacar. Un remiendo en un vestido podría indicar peor fortuna de la esperada, y por lo tanto, alguien a quien mi código moral no está de acuerdo en robar por oficio.

Estoy examinando el maletín de un caballero cuando advierto la presencia de un hombre sospechoso a sólo un par de metros de distancia. Porta un par de espadas a ambos lados de la cintura, algo lo suficientemente llamativo como para destacar entre la muchedumbre. Normalmente nadie las lleva en público, quedando reservadas para los nobles y sus convenciones sociales. De modo que llevarlas no es una buena estrategia para pasar desapercibido.

Fingiendo examinar la mercancía de uno de los puestos del mercado, me calo más la capa antes de continuar observándole. Su largo abrigo, de grueso paño de gran calidad, está más abultado de lo que es habitual. Podría ocultar más armas debajo, y si es así, sólo hay dos adjetivos que se ajusten a él: Orden o Inquisición. Cualquiera de las dos opciones me parecen tan malas como la propia peste, y más desde lo que sucedió con Varek y Geralt.

Maldiciendo entre dientes, cojo una de las bandejas de cobre de la parada en la que me encuentro. Está muy bruñida, lo suficiente como para permitirme ver reflejado mi rostro. Y el paisaje que hay tras él, atestado de compradores madrugadores. Un ligero movimiento hacia la izquierda me permite ver mejor su aspecto; y sin mirarle directamente, para evitar captar su atención. Ahora que me fijo, parece evidente que las formas bajo su abrigo son las propias de pistolas; un mínimo de cuatro, que imagino llevará cargadas para evitar verse sorprendido. Lo mire como lo mire, son demasiadas. Y seguro que no son la única sorpresa que oculta, sólo la única que soy capaz de ver desde aquí.

No tardo demasiado en tomar una decisión: sea quien sea ese hombre, no merece la pena correr el riesgo. La ganancia de unas pocas monedas no compensa que puedan descubrirme, y seguir mis pasos hasta donde se esconden el resto de niños. Así que dejo la mercancía de vuelta en la mesa, dedicándole una sonrisa de disculpa al abatido vendedor. Si voy a marcharme, que sea cuanto antes; mis rasgos son demasiado reconocibles. Y los cazadores de sobrenaturales suelen tener muy buena memoria.

Colándome entre los peatones, atravieso la avenida hasta llegar a la seguridad de los callejones. No es hasta que giro la esquina de una calleja que me percato de que no estoy sola; hay una alta figura detenida frente a mi, observando con expresión pensativa el bullicio que desprende el mercado.

- ¿Duncan?- Pregunto tímidamente, notando cómo mis sienes palpitan con fuerza. He sido algo temeraria al dirigirme a él directamente, pero reconocería la figura de mi amigo en cualquier lugar. Si el cambiante no es el más alto de París, poco le falta para serlo. Y desde luego, es el más amistoso que conozco. - ¿Eres tú?

De repente una figura femenina giró la esquina y una sonrisa se dibuja en mi cara al distinguir a una de mis chicas preferidas, Salamandra, con sus bucles y ese aire cándido aunque hay que ser tonto para no ver que esa carita de ángel te puede costar un buen disgusto si crees que es una presa fácil. Sin embargo, el entrar tan confiada a un callejón de una ciudad tan peligrosa le podría costar un disgusto, teniendo en cuenta de que un humano con un cuchillo puede ser el menor de tus problemas.

Niego con la cabeza mientras hago un ruido con la lengua indicando desaprobación. - No sé si es peor que no me reconozcas o que vayas hablando con extraños por la vida -. Digo mientras me acerco a ella para darle un abrazo cariñoso. Miro alrededor, aquel callejón no es seguro, ninguno lo es. - ¿Como has estado? ¿te has portado bien?- pregunto mientras la vuelvo a dejar en el suelo. He extrañado a mis cachorros mientras he estado fuera haciendo nuevos amigos, quién lo iba a decir de un cambiante, con la fama bien merecida de antisociales y ariscos que tenemos y además sé a ciencia cierta que un día tendré que desaparecer cuando se den cuenta de que soy un niño eterno o casi y empiecen a sumar dos y dos.

El abrazo de Duncan me levanta un par de centímetros del suelo, tan fuerte y cálido como siempre. Me hace evocar todas esas tardes y risas, que hemos pasado desde que el cambiante se unió a nosotros hace ya varios años. Divertida, pataleo un poco para que vea que quiero volver a tocar el suelo y que así me deje de vuelta en él. Tiene mucho que contarme como para darme lecciones de moralidad, porque hace bastante tiempo que no sabía nada sobre su paradero.

- ¿Dónde habías estado, Duncan? Pensábamos que los cazadores o la inquisición te habían acabado encontrando - Le digo al moreno, cruzando los brazos desde mi imponente metro y medio. - Podrías haber dejado un mensaje o algo. Estaba preocupada, y no me atrevía a dar ningún golpe medianamente importante hasta que no supiera si te estabas pudriendo en alguna mazmorra. Por si te perjudicaba - No sería la primera vez que hacen pagar a alguno de nosotros el que otro de la banda haga algo que les moleste. - Nosotros hemos estado bien. O casi... - Hago una pausa, durante la cual me tiemblan los labios visiblemente. Es mejor que se lo cuente ahora, porque va a acabar enterándose de todos modos. Y más pronto que tarde. - Un cazador llamado Varek acabó con Geralt hace poco, Duncan, e hirió a Dave de gravedad. Hice lo que pude para salvarle, pero cuando llegué junto a él ya estaba muerto. Fue un tiro en la cabeza; ni siquiera la magia podía ayudarle. Pero me vengué del cazador. Le maldije. Y espero con toda mi alma que ahora mismo esté pagando las consecuencias.

Junto con Duncan, Geralt era el otro cambiante de la banda. Aunque el león aparentaba tener sólo catorce años, en realidad tenía veintiocho; era joven para los cómputos de su raza. No merecía morir. Ninguno lo merece. Pero eso no parece importarle a todos aquellos que en lugar de continuar con sus vidas, se dedican a acabar con las nuestras sin distinción.

Estuve a punto de decirle a mi amiga que donde había estado era sólo asunto mío, que era verdad, pero nunca o casi nunca tenía secretos con Sal, así que no iba a empezar ahora. - Me hirieron cuando estaba en el bosque y he estado recuperándome este tiempo, además, hice una nueva amiga... fue extraño.- digo mientras me rasco la cabeza, siempre había sido bastante introvertido y era raro que contase muchas cosas sobre míl, más si eran verdad, otra cosa era inventar alguna historia descabellada, con eso no esperéis que calle en ningún momento. - Siento no haber dicho nada, hasta hace poco no podía andar bien, así que me fue imposible.- era raro que un cambiante se disculpase, pero mis rasgos de lobo y su sentimiento de manada debían influir en aquella rareza por mi parte. 

Alzo una ceja cuando le oigo decir que todo había estado bien, nunca estaban las cosas bien en el lado de los pobres, esto era así desde el principio de los tiempos. Me acerco instintivamente a ella cuando veo que sus labios tiemblan, definitivamente, nada ha estado bien. - Vaya... lo siento... - dijo en voz baja mientras tomo la mano de mi amiga para atraerla de nuevo hacía mí, no debió ser nada agradable y menos para alguien tan joven. Grabo el nombre de aquel bastardo  en mi mente por si acaso escucho algo sobre él que pueda ser de utilidad, sobre todo para joderle la vida. - Espero que lo este pagando, pero también que no vaya detrás tuyo.- es muy bonito ser romántica y ayudar a los amigos, pero estamos demasiado perseguidos como para que no me piense dos veces eso de ser un héroe.

Duncan me toma de la mano para expresarme de alguna manera su apoyo moral, por lo que ha sucedido durante su pequeña ausencia de la banda. Es un gesto pequeño, que aun así me reconforta más de lo que podría imaginarse. Me hace sentir que no estoy sola, no al menos ahora que ha vuelto. Y que no tengo porqué mantener mi fachada de indiferencia con él, porque sabe que las cosas están siendo más difíciles de lo que parecen.

- Nunca es fácil - Susurro, apretando su cálida mano para corresponderle su cariñoso gesto. - Pero no puedo permitir que esto me afecte más todavía. Imagínate cómo se pondrían los más pequeños si supieran todo lo que se esconde ahí fuera en realidad. - Niego con la cabeza, provocando que mis rizos hagan resbalar la tela de la capucha hasta mis hombros. Exceptuándonos a Duncan, Dave y yo, ninguno de los demás niños supera los diez años. Y aunque ya saben más cosas de las que un niño normal conocería, intentamos mantener ocultas las que podrían preocuparles más. No volverían a dormir por las noches si se enterasen de que hay un cazador que ronda nuestra guarida, o de la cantidad de ocasiones en las que he tenido que despistar a la Inquisición para evitar que siguieran nuestro rastro. No; es mejor que continúen con su sano temor a los gendarmes, como cualquier cortabolsas normal de la ciudad. - Y por mi no te preocupes. No es la primera vez que me encuentro con Varek. Sé cuidarme sola, y tengo algunos ases en la manga para si alguna vez no es así. Me preocupa mucho más el hecho de que hayan sido capaces de darte alcance. - Acabo mis palabras mirándole fijamente a los ojos, antes de continuar hablando con el cambiante. Duncan es tan alto que tengo que torcer bastante la cabeza hacia atrás, lo que me hace sentir más pequeña todavía. - Me alegro de que lograses escapar, y de que encontrases a alguien que te ayudase. Pero prométeme que no vas a dejar que pase de nuevo. La vida ya es bastante dura, como para perder a las pocas personas que me quedan en las que confío.

Asiento preocupado, en nuestra pequeña y loca familia tenemos que hacer en algún momento sino de padres, si de hermanos mayores porque, aunque aquellos pilluelos a veces nos dejen con la boca abierta con su astucia y esa madurez temprana que te da vivir en la calle, aún son niños y siguen llorando por las noches por el miedo de vivir solos, de no comer y, para que engañarnos, por si viene un monstruo y se los come. Lo que no saben es que tienen, tenían, algunos cerca que también les cuidan y es que no es todo blanco y negro. digo mientras hago un gesto despreocupado, aunque ella sabe que muchas veces hago más el tonto estando preocupado que estando sereno y Sal también es una niña en el fondo, poderosa pero una niña asustada al fin y al cabo.

- No te precoupes, ahora estoy yo para meter bulla y distraerles, no estás sola para cuidar de los cachorros.-  digo mientras hago un gesto despreocupado, aunque ella sabe que muchas veces hago más el tonto estando preocupado que estando sereno y Sal también es una niña en el fondo, poderosa pero una niña asustada al fin y al cabo. - Aun así, ten cuidado y no te confíes, esa gente es rencorosa y son fanáticos y los fanáticos siempre son doblemente peligrosos. - digo con gesto algo más serio para después poner los ojos en blanco. - Es... bastante humillante, pero fue un cazador normal el que me hirió una pata, todo por ir distraido y no fijarme, no ha habido nada peligroso realmente.- sonrío un tanto avergonzado, fue un descuido muy tonto. 

- No te preocupes, no te puedes librar de mi tan fácilmente, no sé cómo es que te importa lo que me pase con el carácter que tengo, pero yo tampoco puedo estar sin vosotros, soy así de raro.- y realmente es raro en un cambiante decir estas cosas, porque solemos ser demasiado ariscos y huraños con el resto, pero siempre he sido la oveja negra en todas partes, no iba a cambiar ahora.

- Los cazadores normales están dando cada vez más problemas - Respondo a Duncan, tras escuchar que fue uno de ellos el que lo hirió durante su ausencia. - Se han reunido en una antigua facultad, y ahora entrenan y hacen batidas bajo el nombre de la Orden de Hellsing. Imagino que era de esperar, porque la Inquisición les llevaba ventaja por el simple hecho de estar organizados. Pero eso sólo los hace más peligrosos para nosotros. - Cambio el peso de mi cuerpo de pierna, notándolas todavía débiles tras la sobredosis de efedra que tomé el día en que conocí a Maia. Uno de los efectos secundarios de la planta es la falta de energía los días posteriores a consumirla, a cambio de toda la que proporciona durante las dos horas siguientes a su uso. Pese a que utilizarla era la mejor opción que teníamos para escapar con éxito del bosque, las consecuencias son demasiado fuertes para masticarla con habitualidad. Y es que si no voy con cuidado con las drogas potenciadoras de magia, algún día me pasaré y no habrá vuelta atrás.- También se dice que siguen un estricto código, y se limitan a matar durante las misiones que les encargan, pero en realidad es todo mentira. Cada cazador hace lo que quiere mientras no le cause problemas, y si le descubren, nadie lamentará que haya un sobrenatural menos en el mundo. Por ponerte un ejemplo, firmaron un acuerdo con la Logia por el cual no matarían a más hechiceros. Pero sólo respetan a aquellos afiliados, y a los que no, los atacan sin mayor remordimiento. - Hago una pausa para girarme y mirar a mis espaldas, ya que me parece haber escuchado el sonido de unos pasos acercándose a nosotros. Sin embargo, cuando escudriño las sombras del callejón con los ojos entrecerrados, solamente veo a una rata deslizándose tras un hueco abierto entre unos barriles. Menos mal; eran sólo imaginaciones mías. - El cazador que mató a Geralt, Varek, ha sido visto en varias ocasiones en compañía de la Orden. Y no vaciló en perseguirnos a los tres, pese a que Dave y yo somos brujos. Para que veas lo que vale la palabra de la Orden: menos que cualquiera de los desechos que hay en esta misma calle.

Abrí la boca para hacer entender a miamiga a lo que me refería con "normales",  pero la información que la rubia me estaba dando de la nueva organización de los cazadores me hizo arquear una ceja, la gracia es que eran muy duros, pero no estaban nada organizados y era relativamente sencillo despistarlos o matarlos si no había otra alternativa, pero si ahora iban de dos en dos la cosa ya se complicaba demasiado. - Quien iba a decirnos que tenían sentido común y todo... - dijo con amargura, nunca les consideró gente con cerebro, como a los inquisidores, pero eran duros de pelar y tampoco eran tontos.

Todo eran malas noticias. - Desde luego, si alguien se creía que iban a jugar limpio y acatar unas normas, es mucho más ingenuo de lo que pensaba, esa gente adora la sangre y son como depredadores cuando huelen la sangre, siempre pueden más. - iba a hacer referencias perrunas, pero no me voy a insultar a mí, obviamente. Justo cuando Sal se giró, me puse tenso, llevábamos demasiado tiempo en aquel callejón como para que estuviese cómodo y no me parecía que estuviéramos solos.

- Ya veo que son la mejor gente. - digo mientras la tomo del brazo, con suavidad y le hago un gesto para que comience a moverse despacio pero sin llamar la atención, que se lleve la sorpresa quien quiera que venga. - Me da vergüenza admitirlo, pero el que me atacó a mí lo hizo con una escopeta de balines persiguiendo una cola roja.- digo haciendo una inflexión en la palabra roja, para que se de cuenta de que no iba en mi forma humana.

- Si algún día nos lo encontramos, puedo hacer que le aparezca temporalmente su propia cola roja - Esbozo media sonrisa pícara al pensar en lo divertido que sería eso. Lo mejor de crear ilusiones es que afectan directamente al cerebro, de manera que reproducen exactamente todo lo que yo quiera mostrarle a los demás. Si convirtiera al atacante de Duncan en zorro, él creería tener el tamaño, aroma y sentidos del animal; la única diferencia sería cómo lo percibirían los demás, lo cual sólo haría que aumentar la diversión del asunto. - Así aprenderá a no perseguir una piel que no necesita, y que ya tiene un propietario que sí lo hace.

Mientras hablo, me dejo guiar por Duncan a un rincón más apartado. La entrada del callejón, pese a tener una buena vista del mercado, es también un lugar en el que es mejor no permanecer demasiado rato. Te arriesgas a que la persona equivocada repare en ti, y hay demasiadas de esa clase repartidas por la ciudad. Por ello, nos adentramos en el entramado de estrechas callejuelas que conviven con las amplias avenidas de París. Sucias, húmedas y oscuras, es donde realmente hacen vida la mayor parte de sus habitantes. Y donde se encuentra, oculta en uno de los áticos que se alzan sobre la ciudad, la guarida de nuestra improvisada familia de huérfanos.

- Todos te han echado de menos. Anne incluso lavó durante la limpieza general tus mantas, segura de que volverías. - La pequeña Anne, una pecosa pelirroja de siete años, es la más pequeña de los niños. Y también la más cálida de todos, con una sonrisa siempre preparada para cualquiera que la necesite. Sería capaz de ofrecer lo poco que tiene a cualquiera si lo necesitase, por el mero hecho de ayudar; creo que jamás ha existido una niña más inocente que ella, cargada únicamente de buenas intenciones. - ¿Estás listo para subir?