AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dos mejor que una. (Priv +18)
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Como la mayoria de cosas que tenían lugar en la clandestinidad, las peleas movían mucho dinero y entrañaban mucho peligro. No sólo para los que se dejaban la piel entre golpes, sino para los que apostaban, porque más de una vez les habían asaltado en un callejón para robarles las ganacias o habían visto comprometida su situación al descubrirse ese vicio oculto por la violencia gratuita y el juego.
Mas esa sensación de peligro acrecentaba su atractivo. La mayoria de los que probaban, repetían. Era una forma rápida de hacerse con un buen puñado de monedas.
Y para alguien como Esthia, que acababa de llegar hacía apenas unos días, el dinero fácil era una necesidad. No tenía un trabajo ni una casa ni nadie a quien acudir, así que tenía que buscarse una fuente de ingresos rápida. Pelear era sencillo y divertido. Dolía en algunos momentos, sí, pero nada que su naturaleza lupina no pudiera solucionar. Estaba tan orgulloso de ella, con sus pros y sus contras. Adoraba la forma en que la luna brillaba en el cielo y cómo le hacía sentir, seguro y protegido bajo su influjo. Abrazaba al lobo, no luchaba contra él, no se resistía, no era como tantas y tantas personas que se veían a sí mismos como monstruos con una bestia interior a la que subyugar. No. Esthia era un lobo. Un lobo blanco. No se consideraba un humano con una maldición, se creía un privilegiado, porque su parte humana y su parte animal convivían como un solo ser. Había crecido en una manada, había visto lo que un lobo descontrolado podía hacer, sabía que cuando uno oprimía a la fiera, ésta se rebelaba y surgía con mayor ferocidad, arrasando todo a su paso. Pero cuando uno aceptaba la pura y llana verdad, todo iba bien.
Tal vez por eso nada ni nadie podía borrarle la sonrisa demasiado tiempo. Esthia era una sonrisa con patas. Podía ver el lado bueno de todo. Del sol y de la lluvia, del calor y del frío, de la vida y de la muerte.
En esos días, el lado bueno de la vida era que se divertía peleando, que sus rivales no estaban a la altura de su fuerza y su resistencia. Vale, sí, él jugaba con ventaja porque ellos eran humanos y él tenía un as bajo la manga. O un lobo bajo la piel. Pero las normas no especificaban que fuera delito ser más potente que su oponente. El dinero le permitía pagar un cuartucho en una posada y comer caliente todos los días. Aunque no descartaba la idea de salir al bosque y cazar algo para devorarlo así, crudo y sangrante.
El lado menos bueno de esos días de sonriente victoria era que vencerle parecía un reto. Era el nuevo, el recién llegado, el que nadie sabía de dónde venía ni a dónde iba. El que tenía un raro acento mediterráneo al hablar francés, pero se manejaba bien con él a pesar de no ser su lengua materna. Aquel al que había que borrar la sonrisa a base de golpes.
Un reto complicado, como ya había demostrado en más de una ocasión.
Sin embargo, sus rivales eran cada vez más y más fuertes. Incluso se había topado ya con algún no humano. La suerte había estado de su lado en esas ocasiones, pero podría no estarlo siempre. Un hombre, cuyo nombre no sabía, pero al que había visto prácticamente a diario observando las peleas desde una discreta posición le hizo llegar un mensaje. Una pelea, el sábado por la noche, contra uno de los tipos duros del lugar, apuestas al doble de lo normal.
Podía recibir una paliza, lo sabía. Pero bueno, se curaría más tarde o más temprano. Así que aceptó. Durmió hasta tarde ese día, se bañó y se vistió con un pantalón y una camisa limpios. Hasta se puso una chaqueta.
-La ocasión lo merece -se dijo a sí mismo frente al espejo-. ¡Qué guapo estás, jodío! ¡Si no fuera porque es más divertido follar con otros, te empotrabas a ti mismo!
Alegría.
Y con su preciosa sonrisa en los labios, abandonó la habitación que ocupaba, rumbo a los bajos fondos de París, donde nadie conocía a nadie, donde todos se conocían, donde la vida de un hombre valía todo y nada, donde su sangre teñía a menudo el suelo, mezclada con la de otros, rodeándole con ese olor que tanto le excitaba.
No sabía muy bien por qué, pero iba a ser una buena noche. Ganar o perder daba lo mismo, él iba a divertirse.
Mas esa sensación de peligro acrecentaba su atractivo. La mayoria de los que probaban, repetían. Era una forma rápida de hacerse con un buen puñado de monedas.
Y para alguien como Esthia, que acababa de llegar hacía apenas unos días, el dinero fácil era una necesidad. No tenía un trabajo ni una casa ni nadie a quien acudir, así que tenía que buscarse una fuente de ingresos rápida. Pelear era sencillo y divertido. Dolía en algunos momentos, sí, pero nada que su naturaleza lupina no pudiera solucionar. Estaba tan orgulloso de ella, con sus pros y sus contras. Adoraba la forma en que la luna brillaba en el cielo y cómo le hacía sentir, seguro y protegido bajo su influjo. Abrazaba al lobo, no luchaba contra él, no se resistía, no era como tantas y tantas personas que se veían a sí mismos como monstruos con una bestia interior a la que subyugar. No. Esthia era un lobo. Un lobo blanco. No se consideraba un humano con una maldición, se creía un privilegiado, porque su parte humana y su parte animal convivían como un solo ser. Había crecido en una manada, había visto lo que un lobo descontrolado podía hacer, sabía que cuando uno oprimía a la fiera, ésta se rebelaba y surgía con mayor ferocidad, arrasando todo a su paso. Pero cuando uno aceptaba la pura y llana verdad, todo iba bien.
Tal vez por eso nada ni nadie podía borrarle la sonrisa demasiado tiempo. Esthia era una sonrisa con patas. Podía ver el lado bueno de todo. Del sol y de la lluvia, del calor y del frío, de la vida y de la muerte.
En esos días, el lado bueno de la vida era que se divertía peleando, que sus rivales no estaban a la altura de su fuerza y su resistencia. Vale, sí, él jugaba con ventaja porque ellos eran humanos y él tenía un as bajo la manga. O un lobo bajo la piel. Pero las normas no especificaban que fuera delito ser más potente que su oponente. El dinero le permitía pagar un cuartucho en una posada y comer caliente todos los días. Aunque no descartaba la idea de salir al bosque y cazar algo para devorarlo así, crudo y sangrante.
El lado menos bueno de esos días de sonriente victoria era que vencerle parecía un reto. Era el nuevo, el recién llegado, el que nadie sabía de dónde venía ni a dónde iba. El que tenía un raro acento mediterráneo al hablar francés, pero se manejaba bien con él a pesar de no ser su lengua materna. Aquel al que había que borrar la sonrisa a base de golpes.
Un reto complicado, como ya había demostrado en más de una ocasión.
Sin embargo, sus rivales eran cada vez más y más fuertes. Incluso se había topado ya con algún no humano. La suerte había estado de su lado en esas ocasiones, pero podría no estarlo siempre. Un hombre, cuyo nombre no sabía, pero al que había visto prácticamente a diario observando las peleas desde una discreta posición le hizo llegar un mensaje. Una pelea, el sábado por la noche, contra uno de los tipos duros del lugar, apuestas al doble de lo normal.
Podía recibir una paliza, lo sabía. Pero bueno, se curaría más tarde o más temprano. Así que aceptó. Durmió hasta tarde ese día, se bañó y se vistió con un pantalón y una camisa limpios. Hasta se puso una chaqueta.
-La ocasión lo merece -se dijo a sí mismo frente al espejo-. ¡Qué guapo estás, jodío! ¡Si no fuera porque es más divertido follar con otros, te empotrabas a ti mismo!
Alegría.
Y con su preciosa sonrisa en los labios, abandonó la habitación que ocupaba, rumbo a los bajos fondos de París, donde nadie conocía a nadie, donde todos se conocían, donde la vida de un hombre valía todo y nada, donde su sangre teñía a menudo el suelo, mezclada con la de otros, rodeándole con ese olor que tanto le excitaba.
No sabía muy bien por qué, pero iba a ser una buena noche. Ganar o perder daba lo mismo, él iba a divertirse.
Última edición por Esthia Vikorida el Lun Mar 06, 2017 4:33 pm, editado 1 vez
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
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Uryan llevaba ya tiempo en las calles de París. Años y años de miseria, de costillas partidas, de robos, de drogas, mujeres y vida intensa en general. Los barrios bajos eran su día a día. Los golpes lo que había mamado. La basura y la inmundicia eran el lecho donde dormía y entre las moscas y las cucarachas, los estafadores, tullidos, drogadictos y enfermos mentales él era el rey y señor.
Pocos conocían su verdadero nombre, pero todos sabían su historia. Las cicatrices de su cuerpo hablaban de un hombre cuyos orígenes fueron en las mismísimas calles de París en un nauseabundo rincón donde una mujer parió y murió, donde el niño para para alimentarse peleó y se comió a la rata que intentaba comérselo a él. Él era The Fear. El invicto. El loco.
O eso decía a voces el hombre que anunciaba aquella noche las peleas ilegales, que fuera verdad era otra cosa diferente. Pero no era un local cualquiera, era una de las decenas de grietas que se sumergían en las entrañas de París. Clandestinas. Lejos de los ojos de los terratenientes, nobles e hijos de puta varios que se engordaban a base de puddin y té inglés. Allí la escoria era la dueña, allí no importaba el dinero que tuvieras, los años, los títulos o el poder. Quien entraba en la arena entraba sin nada más que su cuerpo y su vida, sin nombre, sin pasado y sin importancia, pero se podía salir con fama y mucho dinero. De todas las nauseabundas zonas de pelea, aquella era una de las más bestiales, cabían decenas de personas..De todo tipo color y condición. Sudaban, fumaban, se emborrachaban y hasta follaban en las esquinas, pero en el centro..Ay..En el centro estaba la arena.
No había una zona cercada, ni marcada, era la puñetera y mismísima gruta. Las ratas se movían a su antojo sin que nadie les prestase atención, las apuestas corrían como la adrenalina de los participantes o las babas entre las piernas de la puta de la esquina. La gente enardecida por el ambiente gritaba a los dos patéticos cabrones que se dejaban la piel en mitad de la cloaca, las propias personas eran el límite de la arena, se alejaban y se acercaban, azuzando a sus favoritos. Allí no había reglas, no había jueces. El que se quedaba en pie se lo llevaba todo y el que perdía...Si lograba sobrevivir, no se humillaba. Era un capullo con suerte, listo para la siguiente pelea, alguien que había sobrevivido a la paliza de otro ser anónimo y no había vergüenza en ello.
Uryan era la sensación y no podía decir que le molestase. Llevaba allí metido desde los doce años y había perdido más de una vez, de invicto nada, pero no desde que tuvo diecisiete años. Para entonces se había ganado tantas palizas como para saber lo que se hacía, para entonces su cuerpo era tan potente que muy pocos lo igualaban, para entonces le gustaba tanto partirse la cara que era el único hijo de puta que disfrutaba de los golpes. La arena era su patio de recreo.
Desde una esquina, rodeado de gente, con un vaso de cristal en la mano se reía de los que estaban peleándose. Quedaba poco y había sido entretenido, pero ninguno de los dos estaba en forma así que se cansaron rápido y hacía un rato que sólo se revolcaban por la tierra y se intentaban atrapar uno al otro. La gente creía que se iba allí por el dinero..La cruda realidad era que iban por la sangre y nada más. Los combates así acababan por aburrir, pero cuando se anunció que el siguiente era un desafío a The Fear todo cambió. Las apuestas volvieron a correr, el dinero, las felicitaciones, los rugidos, el alcohol..Las drogas. Uryan no era precisamente de los que se privaba y mientras caminaba al centro de la sala, de donde estaban retirando el cuerpo inconsciente del perdedor. Recibía palmadas y sacudidas de todos lados, una mujer se acercó gritándole alguna gilipollez, pero como el licántropo no era de los que le hacías ascos a nada miró a la rubia que abrió la boca y le sacó en la lengua. Algo vio el lobo allí, que sonrió de oreja a oreja y se inclinó para llevarse su pedazo de droga de la boca de la mujer que se llevó su buen pedazo antes de que finalmente el hombre llegara al centro.
Estaba esperando al pobre capullo que iba a comer tierra esa noche. Lo estaban anunciando ahora. Era el momento fuerte de la noche, el culmen, de aquí se pasaba a los fumaderos de opio, a los prostíbulos y las peleas menos importantes. Allí el espectáculo era él. Y ni corto ni perezoso se quitó la camisa canela, seguramente de la cantidad de mierda que ya llevaba encima. Levantó los brazos y dio un rodeo. Su cuerpo era digno de admirar, la musculatura se marcaba en zonas imposibles, las cicatrices que hablaban de su nacimiento estaban allí, como cortes por todo el hombro, brazo, omóplato y costado derecho, además de algunas otras, fruto de la mala vida. Se echó a un lado, para dejar entrar al novato. Al novato que no había perdido una pelea desde que entró en la arena. Un novato que daban ganas de partir en dos. De muchas maneras.
- Spoiler:
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 74
Fecha de inscripción : 22/02/2017
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
(Para no llenarlo todo con mil post pequeños, los hemos concentrado.)
En el momento en que Esthia se abrió paso entre la gente para llegar a la arena se hizo un tenso silencio a su alrededor. Todos contenían la respiración, esperando el inicio de la contienda, que se preveía interesante, cargada de buenos golpes, de vaivenes, del correr del dinero a favor de uno u otro.
El lobo blanco miró de arriba a abajo a su oponente y sonrió apliamente. Algunos apreciaron su sonrisa, otros empezaron a jalear para que aquel tipo enorme que tenía en frente se la borrase de un puñetazo. Pero Esthia no les prestaba atención. Estaba mirando a su rival, estudiándole a conciencia. ¿Quién no lo haría, por favor? Buscaba puntos débiles, por supuesto, pero...¡Anda! Qué curva tan mona le hace la piel ahí. ¿Cómo puede pelear con esos pantalones? ¿Se los pone para distraer?
Tsk. Los espectadores ya estaban poniendose nerviosos, lo veía. Había llegado la hora de la verdad. Supo que tenía las de perder desde que lo tuvo en frente. Era un licántropo, igual que él, podía olerlo con claridad. Y era más grande y más fuerte, además de más experimentado, por lo que había oído. Iba a pasarse un montón de días en la cama... Pero estaba seguro de que cada hueso roto por esas manos merecería la pena. Además, la suerte siempre estaba de su lado, a lo mejor hasta conseguía ganar.
Uryan estaba mirando al pequeño muchacho con los mismos ojos que él. Iba a ser una auténtica lástima partirle la cara, procuraría no ensañarse con esa parte de su cuerpo. Movió la cabeza de un lado a otro, estudiando al tipo. Un lobo, como él. Ahora tenía mucho más sentido que hubiera llegado invicto y que por esa misma razón hubiera llegado a representar una amenaza para él y la gente deseara aquella pelea. Uryan era consciente de que era más grande, más fuerte ...y que no tenía por qué contenerse. No con uno de los suyos. Sonrió también, aunque la suya fue una sonrisa de anticipación, para él no había dudas en cuanto a quién iba a salir peor parado pero..Lo iba a disfrutar de lo lindo.
Al ver que el muchacho no se movía, él lo hizo, se movió hacia él y levantó los brazos con los puños cerrados, para ser grande Uryan se movía cambiando de posición, vigilando en todo momento a Esthia. El lobo rojo no tenía cicatrices recientes, al parecer, pero una contusión a la altura de las costillas delataba que aquella se había roto y no hacía demasiado.
El novato eran más pequeño y, por ello, más rápido. Era una cuestión puramente física, tenía menos masa que mover y menos resistencia al movimiento. No era que fuera pequeño, porque llegaba tranquiliamente al metro ochenta... ¡¡Pero es que Uryan eran enorme!! Le sacaba cómodamente una cabeza y, manteniendo proporciones, un buen trozo de espalda. Ummm, si la espalda era tan interesante como el frente...
Los brillantes ojos azules de Esthia chispearon cuando lo vio acercarse para atacar y alzó la guardia, aunque no serviría de demasiado. Se mordió el labio y comenzó a moverse sobre un pie y sobre el otro, no a saltitos o demasiado rápido, sino buscando mantener el equilibrio controlado para que no pudiera tirarlo al suelo y agacharse a evitar el primer gancho.
El nuevo era más rápido,d e eso no cabía duda, pero a ver quién de los dos tenía más resistencia, en eso iba a resumirse todo. Había pasado demasiado tiempo en esa mugre de lugar como para saberlo, así que sencillamente jugarían a desgastarse mientras Esthia esquivaba cuanto podía y él encajaría los golpes, hasta que enganchase al pequeño cachorro. Que..jodidamente apetecible era el puto cachorro. Uryan sonrió, enseñando la fila blanca de dientes antes de lanzar el primer golpe, directo a sus costillas flotantes.
Era un golpe previsible y fácil de evitar. Muy típico para iniciar una pelea y que hizo a Esthia pensar que Uryan creia tener las de ganar. Y seguramente las tuviera, pero iba a plantarle cara todo lo que pudiera. Se agachó, dejando que el brazos de Uryan le llegase al hombro y trató de golpearle en la boca del estómago, aunque no llegaría con demasiada fuerza, a causa del movimiento anterior. Eso sí, la sonrisa que le adornaba el rostro no se iba. Aquello era lo que quería, la adrenalina, la tensión, el sudor de otro cuerpo junto al suyo, sangre.
En el momento en que Esthia se abrió paso entre la gente para llegar a la arena se hizo un tenso silencio a su alrededor. Todos contenían la respiración, esperando el inicio de la contienda, que se preveía interesante, cargada de buenos golpes, de vaivenes, del correr del dinero a favor de uno u otro.
El lobo blanco miró de arriba a abajo a su oponente y sonrió apliamente. Algunos apreciaron su sonrisa, otros empezaron a jalear para que aquel tipo enorme que tenía en frente se la borrase de un puñetazo. Pero Esthia no les prestaba atención. Estaba mirando a su rival, estudiándole a conciencia. ¿Quién no lo haría, por favor? Buscaba puntos débiles, por supuesto, pero...¡Anda! Qué curva tan mona le hace la piel ahí. ¿Cómo puede pelear con esos pantalones? ¿Se los pone para distraer?
Tsk. Los espectadores ya estaban poniendose nerviosos, lo veía. Había llegado la hora de la verdad. Supo que tenía las de perder desde que lo tuvo en frente. Era un licántropo, igual que él, podía olerlo con claridad. Y era más grande y más fuerte, además de más experimentado, por lo que había oído. Iba a pasarse un montón de días en la cama... Pero estaba seguro de que cada hueso roto por esas manos merecería la pena. Además, la suerte siempre estaba de su lado, a lo mejor hasta conseguía ganar.
Uryan estaba mirando al pequeño muchacho con los mismos ojos que él. Iba a ser una auténtica lástima partirle la cara, procuraría no ensañarse con esa parte de su cuerpo. Movió la cabeza de un lado a otro, estudiando al tipo. Un lobo, como él. Ahora tenía mucho más sentido que hubiera llegado invicto y que por esa misma razón hubiera llegado a representar una amenaza para él y la gente deseara aquella pelea. Uryan era consciente de que era más grande, más fuerte ...y que no tenía por qué contenerse. No con uno de los suyos. Sonrió también, aunque la suya fue una sonrisa de anticipación, para él no había dudas en cuanto a quién iba a salir peor parado pero..Lo iba a disfrutar de lo lindo.
Al ver que el muchacho no se movía, él lo hizo, se movió hacia él y levantó los brazos con los puños cerrados, para ser grande Uryan se movía cambiando de posición, vigilando en todo momento a Esthia. El lobo rojo no tenía cicatrices recientes, al parecer, pero una contusión a la altura de las costillas delataba que aquella se había roto y no hacía demasiado.
El novato eran más pequeño y, por ello, más rápido. Era una cuestión puramente física, tenía menos masa que mover y menos resistencia al movimiento. No era que fuera pequeño, porque llegaba tranquiliamente al metro ochenta... ¡¡Pero es que Uryan eran enorme!! Le sacaba cómodamente una cabeza y, manteniendo proporciones, un buen trozo de espalda. Ummm, si la espalda era tan interesante como el frente...
Los brillantes ojos azules de Esthia chispearon cuando lo vio acercarse para atacar y alzó la guardia, aunque no serviría de demasiado. Se mordió el labio y comenzó a moverse sobre un pie y sobre el otro, no a saltitos o demasiado rápido, sino buscando mantener el equilibrio controlado para que no pudiera tirarlo al suelo y agacharse a evitar el primer gancho.
El nuevo era más rápido,d e eso no cabía duda, pero a ver quién de los dos tenía más resistencia, en eso iba a resumirse todo. Había pasado demasiado tiempo en esa mugre de lugar como para saberlo, así que sencillamente jugarían a desgastarse mientras Esthia esquivaba cuanto podía y él encajaría los golpes, hasta que enganchase al pequeño cachorro. Que..jodidamente apetecible era el puto cachorro. Uryan sonrió, enseñando la fila blanca de dientes antes de lanzar el primer golpe, directo a sus costillas flotantes.
Era un golpe previsible y fácil de evitar. Muy típico para iniciar una pelea y que hizo a Esthia pensar que Uryan creia tener las de ganar. Y seguramente las tuviera, pero iba a plantarle cara todo lo que pudiera. Se agachó, dejando que el brazos de Uryan le llegase al hombro y trató de golpearle en la boca del estómago, aunque no llegaría con demasiada fuerza, a causa del movimiento anterior. Eso sí, la sonrisa que le adornaba el rostro no se iba. Aquello era lo que quería, la adrenalina, la tensión, el sudor de otro cuerpo junto al suyo, sangre.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Uryan se echó hacia atrás, el lobo no le había pegado de milagro. Levantó una ceja. ¿Así que sabía lo que se hacía? ¿No solo iba soltando golpes como un idiota? Lanzó una patada desde abajo, ahora que le tenía agachado.
La patada tiró a Esthia al suelo, como era de esperar, porque no tenía el mejor equilibrio ahí agazapado, pero rodó sobre su espalda para coger algo de distancia y poder levantarse. Sonreía, parecía divertirse o ser demasiado inconsciente. El tiempo que había tardado en levantarse le hizo perder ese segundo de ventaja que podría haber tenido para tirar a Uryan mientras lanzaba su patada, pero no importaba, acababan de empezar. Se cubrió la mandíbula con la izquierda y trató de golpear de nuevo con la derecha. Era consciente de su menor tamaño, por eso buscaba alcanzar la zona del abdomen mientras pensaba cómo hacerle caer.
Uryan intentó pisarle, claro que no llegó a hacerlo proque el pequeño cabrón era escurridizo. Chasqueó la lengua y se acercó, para tener la ventaja del tamaño a su favor, no esquivó el puñetazo de Esthia que acabó dolorsamente en sus costillas, es más bajó el codo apra atraparle la muñeca contra su cuerpo una vez golpeó y lanzó un directo a esa cara jodidamente potente.
La mano atrapada dejaba a Esthia indefenso, pero también le permitía hacer gala de un pequeño truquito que en otras circunstancias no podía emplear. Oculta su mano a ojos indiscretos, sus garras endieron la piel de Uryan. No sería nada grave y su propia condición haría que las pequeñas heridas sanaran antes de que nadie se diera cuenta, pero esperaba que fuera suficiente para soltarle. El primer golpe se lo iba a comer entero, pero esperaba al menos evitar el segundo y tener un poco de margen a que se le pasara el aturdimiento que le provocaría el puñetazo contra la cabeza.
Aquello no se lo esperaba, desde luego. Uryan se encogió con el pinchazo y se echó rápidamente hacia atrás. ¿Qué cojones? ¿El cabrón tenía armas? Miró hacia el pequeño diablo y algo se encendió en uryan. Sus ojos se inyectaron en rabia, se lanzó a por él, intentando atraparle. A la mieda el espectáculo, iba a comerse sus ojos.
Los ojos azules de Esthia destilaron diversión por un momento. ¡¡Sorpresa!! Uy, maldición, ahora lo había cabreado. ¡Anda, si se le movían las aletas de la nariz cuando resoplaba! Y venía como un toro hacia él. Ay, ¿y ahora qué? Se agachó levemente para intentar pasar por debajo de su brazo, rodar pegado a su costado y golpearle la espalda, a ver si conseguía hacerlo caer, cosa que dudaba muy mucho. Pero, sobre todo, porque sabía que si lo atrapaba, iba a doler. Que no le importaba mucho tampoco, mientras pudiera contarlo al día siguiente.
A Uryan se le clavó el codo en la espalda y dio pasos hacia delante pero al volverse estaba aun más cabreado, solo que serio, muy serio. Si pudiera, se transformaba en ese mismo momento y se lo comía entero. Pero en vez de hacerlo se concentró en seguirle, fintó para golpearle con uno de los puños, pero al ver que no hacía más que escapar por debajo levantó al rodilla segundos después de lanzar el puñetazo.
Esthia no esperaba ese último gesto y le cortó la huida por completo. La rodilla de Uryan impactó contra su abdomen y le hizo doblarse. Ahí ya estaba perdido, porque ahora Uryan lo tenía a su merced y podría golpearle por la espalda, el costado o la cabeza sin problemas.
Uryan no le golpeó, al menos no directamente, pero le cogió de la cabeza y le lanzó contra la pared más cercana. la gente se alejó a la carrera para no comerse a Esthia mientras Uryan le estampaba.
Esthia salió, literalmente, volando contra la pared. Cayó al suelo, mareado, como un jodido muñeco de trapo. Le dolía horrores la cabeza. Seguramente se hubiera abierto el cráneo o algo, se dijo. Se llevó la mano a la nuca para comprobarlo. Olía a su propia sangre, así que seguramente hubiera brecha. Se apoyó con el brazo en la pared para poder levantarse.
Uryan le ayudó a levantarse, la gente empezó a gritar, a revolverse, como unos poseídos, cuando el hombre volvió a estampar al licántropo contra la pared. Le rompería su bonita cara, pero sabía que se lo merecía y que después de un tiempo estaría intacta.
Esthia gruñó un quejido y agarró el brazo de Uryan en un vano intento de liberarse. El golpe contra la pared le había roto una o dos costillas, esperaba que no se hubieran movido de su sitio y soldaran bien. Entre el fragor de los gritos, con los ojos fijos en el otro lobo y la sonrisa manchada de sangre, murmuró, tan bajito que sólo él podía oirlo:
-Si querías empotrarme, sólo tenías que haberlo pedido. -Una provocación en toda regla.
Uryan le iba a estampar por segunda vez, pero lo que dijo, por encima del griterio, le dejó quieto. Miró al chico, mientras sonreía, con toda esa sangre... Uryan le devolvió la sonrisa, de oreja a oreja y le agarró con más fuerza. Esta vez pretendía dejarle inconsciente pegándole con la frente contra el muro.
Pretendía y lo consiguió, porque Esthia era fuerte y resistente, pero no inmune al dolor. Sintió que le sobrevenía un mareo, que se le nublaba la vista y que perdía las fuerzas. Se le redujo la sonrisa y se le apagaron los ojos al tiempo que perdía la consciencia. Sus manos soltaron a Uryan, quedando a ambos lados de su cuerpo. Si le soltaba en ese instante, caería al suelo, de cualquiera manera, sobre la sangre que iba goteando y escurriendo por la pared.
Le soltó. Claro que lo hizo. La gente se arremolinó a su alrededor de pronto, felicitándole y sacudiéndole mientras dejaban a Esthia allí tirado.
A saber cuánto tiempo pasó, pero cuando Esthia empezó a abrir los ojos, estaba en mitad de un callejón, fuera ya de las catacumbas, seguramente le hubieran dejado tirado por allí.
Esthia abrió los ojos. Otra vez le dolía todo. Había sido una buena paliza. Corta, pero intensa. Porque llamarlo pelea sería muy pretencioso por su parte. No sabía cuántas horas habían pasado desde que le habían tirado alli, a morir, en mitad de la peor zona de París. Era lo que hacían con los perdedores, se les sacaba del recinto y se les dejaba por ahí, en un sitio oscuro y apartado, hasta que despertasen. Si tenían suerte, nadie les veía ni les hacía nada, volvían a sus casa y se lamían las heridas. Si no, pues algún ladrón les robaba, algún vampiro les mordia, alguna alimaña les devoraba o a saber qué. Pero era a lo que uno se arriesgaba cuando se metía en peleas clandestinas. Y más, cuando, como él, lo hacía solo. Porque muchos tenían a alguien que velaba por que irreversible les pasara. Los huesos se le habían soldado, creía. Las heridas habian sanado, pero tenia restos de sangre reseca y el sabor pastoso en la boca. Sonrió. Al menos había caído ante alguien interesante. Una derrota justa.
Alguien estaba fumando cerca, se podía oler perfectamente. Uryan se apartó de la pared en la que estaba apoyado y tiró el cigarro a medio acabar contra el rostro ensangrentado de Esthia. Se acercó a él y le levantó del suelo, pero no lo hizo con delicadeza y finura, lo estampó contra la pared, por enésima vez, solo que esta vez no lo hizo con tanta fuerza. Apretó su cuerpo contra el suyo, arrinconándole en el callejón.
-Yo no pido las cosas, sonrisas. Yo las cojo -Susurró, a un lado de su cuello, coolocando una mano contra su cabeza, fuera a ser que se el ocurriera pegarle un cabezazo y dejarle sin dientes.
-¡Eh! Cuidado. Eso quema. Y si me sacas un ojo tendrás que casarte conmigo. -Se quejó, todavía en el suelo.
¿Qué hacía aquel tipo allí? No podía saberlo, pero si quisiera haberle hecho algo malo, ya lo habría hecho mientras no podía defenderse. Porque en aquel callejón, lejos de todo -o a plena luz, en realidad-, si tenía que defenderse con garras y colmillos, lo haría. Sintió el tirón cuando le levantó y le pegó contra la pared.
-Guau. Relaja, amigo, que la pelea hace rato que terminó. -¿No pedía las cosas? ¿En serio? Sonrió de medio lado-. ¿Entonces por qué parece que has venido aquí a dar más de lo que vas a llevarte?
-¿Estás seguro de que no me voy a llevar nada? -Le gruñó, cerca de la mejilla y acabó mordiéndole el cuello, apretando de nuevo aquel cuerpo contra la pared-. Jugando con garritas... ¿Eh? -Raspó su piel con los dientes antes de soltarle la cabeza y bajar la mano directamente a su pantalón, con la intención de deshacerse del estorbo.
-¿No te gusta jugar? -murmuró Esthia roncamente cuando sintió los dientes de Uryan contra su piel. Apretado entre la pared y el cuerpo del lobo se sintió emparedado, pero no era una sensación desagradable en absoluto. Sentir la mano del hombre en el pantalón le dio la clave para empujar hacia adelante las caderas, buscando aumentar el roce.
Uryan gruñó, no tenía claro si el lobo iba a quejarse o no, por eso le tenía arrinconado, sin darle posibilidad a escaparse, quisiera o no.
-¿Te parece que no hayamos jugado? Huelo mi sangre con la tuya -Murmuró de nuevo, tirando del pantalón hacia abajo, lo suficiente para dejarle en ropa interior. Gruñó, cuando pasó la mano por su cadera, directamente hasta su entrepierna, que apretó con firmeza-. Y voy a volver a olerla...
El lobo blanco sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El pinchazo de dolor en su entrepierna por el repentino apretón le hizo subir las pulsaciones y le cortó la respiración. Su sangre comenzaba a concentrarse peligrosamente lejos de su cerebro. No que le importara demasiado, pero escuchar a aquel tipo que le sacaba fácilmente una cabeza y le hacía sentir pequeño, cuando él mismo era de los que hacían subir la media, era una sensación desconocida, interesante.
-¿Te gusta como huele mi sangre? -Apoyó la cabeza hacia atrás, contra el muro, y le miró hacia arriba, a los ojos, para que viera lo en serio que lo decía: -Hazme sangrar.
Uryan abrió los ojos cuando le contestó de esa manera. El tipo estaba jugando con fuego y se iba a quemar. Se puso tenso y le recorrió un escalofrío que no trató de disimular, ni de contener. Inclinó la cabeza para comerse esa boca. Lamió y mordió, comiéndose literalmente a Esthia antes de separarse con un gruñido. le cogió del hombro y le dio la vuelta, pegándole otro golpe contra la pared, esta vez de cara. Le mordió con fuerza a la altura de la nuca y le bajó la ropa que le quedaba.
Esthia apoyó las manos en la pared para no dejarse la piel contra la piedra más de lo necesario, aunque sabía que había partes que no podría evitar que acabaran desolladas. Separó las piernas lo que podía con el pantalón a medio bajar y apretó los dientes cuando sintió el muerdo en su cuello. Había hecho sangre, lo sentía, lo olía. Y no sería lo único de él que iba a sangrar, pero... ¿qué importaba? El alegre licántropo encontraba un morboso placer en el olor y el sabor de la sangre, propia o ajena. O mezcladas.
No era de los que se molestaba precisamente en muchos preliminares, sobre todo cuando alguien le soltaba alegremente que le hiciera sangrar, así que se bajó parte de su ropa, lo justo para reirse entre dientes. Esthia era nuevo. Sorpresa. Sorpresa. Lamió su nuca, donde la sangre corría en un fino hilo, hasta desviarse a su oreja, que también mordió. Se pegó a él, rozándose.
-Prepárate, cachorro -Gruñó, prácticamente, antes de separarse lo justo para poder entrar en él, con una, que no quería partirle tan pronto.
El dolor le partió en dos, pero le dejó la mente en blanco y una sensación de plenitud que no podía describir. Llevaba mucho tiempo vagando solo por el mundo y esos momentos sentía que entraba en comunión con su verdadero ser. Todo el mundo se volvía blanco, como el pelaje de su lobo, como lo que verdaderamente era. Sintió la sangre correr entre sus muslos, un fino hilo que empaparía la ropa, pero que no llamaría demasiado la atención al difuminarse entre las que se debían a la pelea. Se mordió el labio con fuerza y dejó salir a la superficie su verdadera esencia. Echó la cabeza hacia atrás, sobre el hombro de Uryan, y aulló.
Esthia no fue el único en sentir dolor, su cuerpo estaba apretado, así que la presión le consumía y le ponía tenso, vibrante. Se tensó, marcando cada músculo de su cuerpo mientras cabalgaba aquella ola de placer y dolor. Luego le llegó el olor a sangre y no mucho más tarde el aullido del licántropo. Se había quedado quieto unos momentos, asimilando la unión, pero tras escucharle sonrió, de medio lado y se inclinó sobre su cuello, mordiéndole de nuevo. Apoyó las manos en su cintura, clavándole los dedos en la carne antes de empezar a moverse. El aullido le había puesto la piel de gallina.
Esthia recibió el primer empujón y sintió como toda la parte anterior de su cuerpo se rozaba contra la fría y rugosa piedra. Notó la dureza contra el pecho, arañando la piel tensa y sensible. Los dedos de Uryan sujetando sus caderas y apretándole contra las contrarias, hundiéndose en él y apretándolo contra cu cuerpo, dejando un pequeño hueco de separación de la piedra y esa venosa carne que escapaba entre la tela abierta. La rugosidad de la pared contra esa piel tan sensible era una mezcla entre el placer y el dolor que combinaba a la perfección con la fiereza de Uryan a su espalda, sometiendole, rompiéndole y mordiéndole.
A decir verdad, no había estado con alguien como Esthia antes, nadie le había pedido que le hicieran sangrar o al menos no alguien que luego no se arrepintiera. Así que gruñó, en una de esas firmes invasiones, al ver que el muchacho no se resistía ni se quejaba. Volvió a gruñir, mezclándolo con un jadeo, clavando con fuerza las dedos en su piel, apretándolo cada vez con más fuerza, empujándolo con más ansiedad como si quisiera arrancarle otro aullido.
Cada envite le provocaba una descarga, un ramalazo de dolor que le hacía temblar. Se sujetó a la pared con una mano, mientras metía la otra en el estrecho hueco entre la pared y su cuerpo para apretarse contra su palma y saciar un poco ese ansia de contacto. Se mordió el labio, entre bufidos y quejidos, pero no quería apartarse.
-Rómpeme de una vez, maldita sea -Le dijo entrecortadamente, escondiendo la cara en el hueco del brazo con el que se sostenía.
¿Estaba escuchando bien o el loco le estaba pidiendo más? Aquello le cabreo. Gruñó y alzó una de las manos para atrapar la mano de Esthia, se la cogió con firmeza, sosteniéndole. Se detuvo, del todo, retirándose de él, vaciándole. Dejó también de cogerle de la cintura, usó su mano para guiarse de nuevo al interior, pero esta vez no lo hizo rápido, le invadió lentamente, dejando que sintiera cada tramo de sus dos miembros.
-¿Así...?
La sensación de vacío fue tan repentina que no supo si sentía alivio o desesperación. Pero no tuvo tiempo de discernirlo cuando Uryan se hundió en él de nuevo. Dolía más de lo que nunca le había dolido un encuentro de ese tipo. La sangre le caía serpenteando por la pierna y quiso alejarse de ese cuerpo de dios griego que le calentaba la espalda. Quiso huir, llorar, gritar. Pero al mismo tiempo, el olor a sangre, a sudor, a sexo, le envolvía, le excitaba. Su mente no era capaz de asimilar lo que estaba ocurriendo de una forma racional. No entendía qué le estaba haciendo Uryan realmente, porque no le había visto o tocado en ningún momento aún, pero fuera lo que fuera, le había roto, literalmente, tal y como había pedido, mucho más de lo que había esperado. No podía controlarse, el lobo estaba a flor de piel, a punto de tomar el control y destrozarlo todo a su paso, a punto de bullirle en las venas. Pero sólo podía ser eso, a punto, porque en el momento en que se sintió completamente lleno, estalló, dejando como recuerdo la marca en la pared, contra la que se sostenía, porque las piernas ya no eran capaces de aguantar su peso. Un largo aullido, más profundo y visceral que el anterior, desgarró la noche parisina mientras el lobo blanco estallaba por dentro.
Uryan no era un alarde de paciencia así que necesitó todo su control para no dejarse llevar por la necesidad que le provocaba ese desconocido, si ya era agresivo, alguien como Esthia no hacía más que llevarle a los límites de su propia locura. La sangre fresca le embotaba los sentidos, incapaz de oler nada más que no fuera él, usando aquellos fluidos como lubricante entre ellos, estaba extasiado. Apenas llegó al final de su invasión, cuando su cuerpo se pegó completamente al del licántropo que notó temblar... Cuando notó que no era capaz de sostenerse por él mismo le rodeó la cintura con firmeza y le sostuvo. El aullido le dejó sordo y un temblor sacudió su propio cuerpo.
-Vas a tener que aguantar. -Gruñó, más que habló y le levantó del suelo, atrapándole entre el muro de roca y su cuerpo de nuevo.
El lobo le había llevado lejos, pero él necesitaba más. Empezó a moverse, temblar, gruñendo, cada vez que lo hacía. Jadeó y mordió el cuello de Esthia. Los minutos pudieron parecer una eternidad para el lobo blanco, pero para él estaba lo más cerca del paraíso que se pudiera imaginar. Gruñía y mordía con más fuerza con cada movimiento, hasta que el mordisco fue realmente potente, sobre uno de sus hombros. Él no gritó, ni aulló, lo descargó todo en el cuerpo de Esthia, en las últimas embestidas, rabioso, mordiendo, hasta hundir los dientes en la carne.
Aguantar... El cuerpo de Esthia había llegado a ese punto de extrema relajación en el que ya no distinguía el bien del mal, el dolor del placer, el cielo del infierno. Cada penetración, desgarradora y profunda, le llenaba por completo. Cada bocado de Uryan en su cuerpo hacía revolverse al lobo en su interior. Pero no con esa rabia de confrontación, sino con un sentimiento de total y absoluta plenitud. Con la resistencia al límite, en ese punto previo al abismo del frenesí, el licántropo se dejó caer, como quien salta de un acantilado, sumergiéndose en las tranquilas aguas de la inconsciencia.
La patada tiró a Esthia al suelo, como era de esperar, porque no tenía el mejor equilibrio ahí agazapado, pero rodó sobre su espalda para coger algo de distancia y poder levantarse. Sonreía, parecía divertirse o ser demasiado inconsciente. El tiempo que había tardado en levantarse le hizo perder ese segundo de ventaja que podría haber tenido para tirar a Uryan mientras lanzaba su patada, pero no importaba, acababan de empezar. Se cubrió la mandíbula con la izquierda y trató de golpear de nuevo con la derecha. Era consciente de su menor tamaño, por eso buscaba alcanzar la zona del abdomen mientras pensaba cómo hacerle caer.
Uryan intentó pisarle, claro que no llegó a hacerlo proque el pequeño cabrón era escurridizo. Chasqueó la lengua y se acercó, para tener la ventaja del tamaño a su favor, no esquivó el puñetazo de Esthia que acabó dolorsamente en sus costillas, es más bajó el codo apra atraparle la muñeca contra su cuerpo una vez golpeó y lanzó un directo a esa cara jodidamente potente.
La mano atrapada dejaba a Esthia indefenso, pero también le permitía hacer gala de un pequeño truquito que en otras circunstancias no podía emplear. Oculta su mano a ojos indiscretos, sus garras endieron la piel de Uryan. No sería nada grave y su propia condición haría que las pequeñas heridas sanaran antes de que nadie se diera cuenta, pero esperaba que fuera suficiente para soltarle. El primer golpe se lo iba a comer entero, pero esperaba al menos evitar el segundo y tener un poco de margen a que se le pasara el aturdimiento que le provocaría el puñetazo contra la cabeza.
Aquello no se lo esperaba, desde luego. Uryan se encogió con el pinchazo y se echó rápidamente hacia atrás. ¿Qué cojones? ¿El cabrón tenía armas? Miró hacia el pequeño diablo y algo se encendió en uryan. Sus ojos se inyectaron en rabia, se lanzó a por él, intentando atraparle. A la mieda el espectáculo, iba a comerse sus ojos.
Los ojos azules de Esthia destilaron diversión por un momento. ¡¡Sorpresa!! Uy, maldición, ahora lo había cabreado. ¡Anda, si se le movían las aletas de la nariz cuando resoplaba! Y venía como un toro hacia él. Ay, ¿y ahora qué? Se agachó levemente para intentar pasar por debajo de su brazo, rodar pegado a su costado y golpearle la espalda, a ver si conseguía hacerlo caer, cosa que dudaba muy mucho. Pero, sobre todo, porque sabía que si lo atrapaba, iba a doler. Que no le importaba mucho tampoco, mientras pudiera contarlo al día siguiente.
A Uryan se le clavó el codo en la espalda y dio pasos hacia delante pero al volverse estaba aun más cabreado, solo que serio, muy serio. Si pudiera, se transformaba en ese mismo momento y se lo comía entero. Pero en vez de hacerlo se concentró en seguirle, fintó para golpearle con uno de los puños, pero al ver que no hacía más que escapar por debajo levantó al rodilla segundos después de lanzar el puñetazo.
Esthia no esperaba ese último gesto y le cortó la huida por completo. La rodilla de Uryan impactó contra su abdomen y le hizo doblarse. Ahí ya estaba perdido, porque ahora Uryan lo tenía a su merced y podría golpearle por la espalda, el costado o la cabeza sin problemas.
Uryan no le golpeó, al menos no directamente, pero le cogió de la cabeza y le lanzó contra la pared más cercana. la gente se alejó a la carrera para no comerse a Esthia mientras Uryan le estampaba.
Esthia salió, literalmente, volando contra la pared. Cayó al suelo, mareado, como un jodido muñeco de trapo. Le dolía horrores la cabeza. Seguramente se hubiera abierto el cráneo o algo, se dijo. Se llevó la mano a la nuca para comprobarlo. Olía a su propia sangre, así que seguramente hubiera brecha. Se apoyó con el brazo en la pared para poder levantarse.
Uryan le ayudó a levantarse, la gente empezó a gritar, a revolverse, como unos poseídos, cuando el hombre volvió a estampar al licántropo contra la pared. Le rompería su bonita cara, pero sabía que se lo merecía y que después de un tiempo estaría intacta.
Esthia gruñó un quejido y agarró el brazo de Uryan en un vano intento de liberarse. El golpe contra la pared le había roto una o dos costillas, esperaba que no se hubieran movido de su sitio y soldaran bien. Entre el fragor de los gritos, con los ojos fijos en el otro lobo y la sonrisa manchada de sangre, murmuró, tan bajito que sólo él podía oirlo:
-Si querías empotrarme, sólo tenías que haberlo pedido. -Una provocación en toda regla.
Uryan le iba a estampar por segunda vez, pero lo que dijo, por encima del griterio, le dejó quieto. Miró al chico, mientras sonreía, con toda esa sangre... Uryan le devolvió la sonrisa, de oreja a oreja y le agarró con más fuerza. Esta vez pretendía dejarle inconsciente pegándole con la frente contra el muro.
Pretendía y lo consiguió, porque Esthia era fuerte y resistente, pero no inmune al dolor. Sintió que le sobrevenía un mareo, que se le nublaba la vista y que perdía las fuerzas. Se le redujo la sonrisa y se le apagaron los ojos al tiempo que perdía la consciencia. Sus manos soltaron a Uryan, quedando a ambos lados de su cuerpo. Si le soltaba en ese instante, caería al suelo, de cualquiera manera, sobre la sangre que iba goteando y escurriendo por la pared.
Le soltó. Claro que lo hizo. La gente se arremolinó a su alrededor de pronto, felicitándole y sacudiéndole mientras dejaban a Esthia allí tirado.
A saber cuánto tiempo pasó, pero cuando Esthia empezó a abrir los ojos, estaba en mitad de un callejón, fuera ya de las catacumbas, seguramente le hubieran dejado tirado por allí.
-o0o-
Esthia abrió los ojos. Otra vez le dolía todo. Había sido una buena paliza. Corta, pero intensa. Porque llamarlo pelea sería muy pretencioso por su parte. No sabía cuántas horas habían pasado desde que le habían tirado alli, a morir, en mitad de la peor zona de París. Era lo que hacían con los perdedores, se les sacaba del recinto y se les dejaba por ahí, en un sitio oscuro y apartado, hasta que despertasen. Si tenían suerte, nadie les veía ni les hacía nada, volvían a sus casa y se lamían las heridas. Si no, pues algún ladrón les robaba, algún vampiro les mordia, alguna alimaña les devoraba o a saber qué. Pero era a lo que uno se arriesgaba cuando se metía en peleas clandestinas. Y más, cuando, como él, lo hacía solo. Porque muchos tenían a alguien que velaba por que irreversible les pasara. Los huesos se le habían soldado, creía. Las heridas habian sanado, pero tenia restos de sangre reseca y el sabor pastoso en la boca. Sonrió. Al menos había caído ante alguien interesante. Una derrota justa.
Alguien estaba fumando cerca, se podía oler perfectamente. Uryan se apartó de la pared en la que estaba apoyado y tiró el cigarro a medio acabar contra el rostro ensangrentado de Esthia. Se acercó a él y le levantó del suelo, pero no lo hizo con delicadeza y finura, lo estampó contra la pared, por enésima vez, solo que esta vez no lo hizo con tanta fuerza. Apretó su cuerpo contra el suyo, arrinconándole en el callejón.
-Yo no pido las cosas, sonrisas. Yo las cojo -Susurró, a un lado de su cuello, coolocando una mano contra su cabeza, fuera a ser que se el ocurriera pegarle un cabezazo y dejarle sin dientes.
-¡Eh! Cuidado. Eso quema. Y si me sacas un ojo tendrás que casarte conmigo. -Se quejó, todavía en el suelo.
¿Qué hacía aquel tipo allí? No podía saberlo, pero si quisiera haberle hecho algo malo, ya lo habría hecho mientras no podía defenderse. Porque en aquel callejón, lejos de todo -o a plena luz, en realidad-, si tenía que defenderse con garras y colmillos, lo haría. Sintió el tirón cuando le levantó y le pegó contra la pared.
-Guau. Relaja, amigo, que la pelea hace rato que terminó. -¿No pedía las cosas? ¿En serio? Sonrió de medio lado-. ¿Entonces por qué parece que has venido aquí a dar más de lo que vas a llevarte?
-¿Estás seguro de que no me voy a llevar nada? -Le gruñó, cerca de la mejilla y acabó mordiéndole el cuello, apretando de nuevo aquel cuerpo contra la pared-. Jugando con garritas... ¿Eh? -Raspó su piel con los dientes antes de soltarle la cabeza y bajar la mano directamente a su pantalón, con la intención de deshacerse del estorbo.
-¿No te gusta jugar? -murmuró Esthia roncamente cuando sintió los dientes de Uryan contra su piel. Apretado entre la pared y el cuerpo del lobo se sintió emparedado, pero no era una sensación desagradable en absoluto. Sentir la mano del hombre en el pantalón le dio la clave para empujar hacia adelante las caderas, buscando aumentar el roce.
Uryan gruñó, no tenía claro si el lobo iba a quejarse o no, por eso le tenía arrinconado, sin darle posibilidad a escaparse, quisiera o no.
-¿Te parece que no hayamos jugado? Huelo mi sangre con la tuya -Murmuró de nuevo, tirando del pantalón hacia abajo, lo suficiente para dejarle en ropa interior. Gruñó, cuando pasó la mano por su cadera, directamente hasta su entrepierna, que apretó con firmeza-. Y voy a volver a olerla...
El lobo blanco sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El pinchazo de dolor en su entrepierna por el repentino apretón le hizo subir las pulsaciones y le cortó la respiración. Su sangre comenzaba a concentrarse peligrosamente lejos de su cerebro. No que le importara demasiado, pero escuchar a aquel tipo que le sacaba fácilmente una cabeza y le hacía sentir pequeño, cuando él mismo era de los que hacían subir la media, era una sensación desconocida, interesante.
-¿Te gusta como huele mi sangre? -Apoyó la cabeza hacia atrás, contra el muro, y le miró hacia arriba, a los ojos, para que viera lo en serio que lo decía: -Hazme sangrar.
Uryan abrió los ojos cuando le contestó de esa manera. El tipo estaba jugando con fuego y se iba a quemar. Se puso tenso y le recorrió un escalofrío que no trató de disimular, ni de contener. Inclinó la cabeza para comerse esa boca. Lamió y mordió, comiéndose literalmente a Esthia antes de separarse con un gruñido. le cogió del hombro y le dio la vuelta, pegándole otro golpe contra la pared, esta vez de cara. Le mordió con fuerza a la altura de la nuca y le bajó la ropa que le quedaba.
Esthia apoyó las manos en la pared para no dejarse la piel contra la piedra más de lo necesario, aunque sabía que había partes que no podría evitar que acabaran desolladas. Separó las piernas lo que podía con el pantalón a medio bajar y apretó los dientes cuando sintió el muerdo en su cuello. Había hecho sangre, lo sentía, lo olía. Y no sería lo único de él que iba a sangrar, pero... ¿qué importaba? El alegre licántropo encontraba un morboso placer en el olor y el sabor de la sangre, propia o ajena. O mezcladas.
No era de los que se molestaba precisamente en muchos preliminares, sobre todo cuando alguien le soltaba alegremente que le hiciera sangrar, así que se bajó parte de su ropa, lo justo para reirse entre dientes. Esthia era nuevo. Sorpresa. Sorpresa. Lamió su nuca, donde la sangre corría en un fino hilo, hasta desviarse a su oreja, que también mordió. Se pegó a él, rozándose.
-Prepárate, cachorro -Gruñó, prácticamente, antes de separarse lo justo para poder entrar en él, con una, que no quería partirle tan pronto.
El dolor le partió en dos, pero le dejó la mente en blanco y una sensación de plenitud que no podía describir. Llevaba mucho tiempo vagando solo por el mundo y esos momentos sentía que entraba en comunión con su verdadero ser. Todo el mundo se volvía blanco, como el pelaje de su lobo, como lo que verdaderamente era. Sintió la sangre correr entre sus muslos, un fino hilo que empaparía la ropa, pero que no llamaría demasiado la atención al difuminarse entre las que se debían a la pelea. Se mordió el labio con fuerza y dejó salir a la superficie su verdadera esencia. Echó la cabeza hacia atrás, sobre el hombro de Uryan, y aulló.
Esthia no fue el único en sentir dolor, su cuerpo estaba apretado, así que la presión le consumía y le ponía tenso, vibrante. Se tensó, marcando cada músculo de su cuerpo mientras cabalgaba aquella ola de placer y dolor. Luego le llegó el olor a sangre y no mucho más tarde el aullido del licántropo. Se había quedado quieto unos momentos, asimilando la unión, pero tras escucharle sonrió, de medio lado y se inclinó sobre su cuello, mordiéndole de nuevo. Apoyó las manos en su cintura, clavándole los dedos en la carne antes de empezar a moverse. El aullido le había puesto la piel de gallina.
Esthia recibió el primer empujón y sintió como toda la parte anterior de su cuerpo se rozaba contra la fría y rugosa piedra. Notó la dureza contra el pecho, arañando la piel tensa y sensible. Los dedos de Uryan sujetando sus caderas y apretándole contra las contrarias, hundiéndose en él y apretándolo contra cu cuerpo, dejando un pequeño hueco de separación de la piedra y esa venosa carne que escapaba entre la tela abierta. La rugosidad de la pared contra esa piel tan sensible era una mezcla entre el placer y el dolor que combinaba a la perfección con la fiereza de Uryan a su espalda, sometiendole, rompiéndole y mordiéndole.
A decir verdad, no había estado con alguien como Esthia antes, nadie le había pedido que le hicieran sangrar o al menos no alguien que luego no se arrepintiera. Así que gruñó, en una de esas firmes invasiones, al ver que el muchacho no se resistía ni se quejaba. Volvió a gruñir, mezclándolo con un jadeo, clavando con fuerza las dedos en su piel, apretándolo cada vez con más fuerza, empujándolo con más ansiedad como si quisiera arrancarle otro aullido.
Cada envite le provocaba una descarga, un ramalazo de dolor que le hacía temblar. Se sujetó a la pared con una mano, mientras metía la otra en el estrecho hueco entre la pared y su cuerpo para apretarse contra su palma y saciar un poco ese ansia de contacto. Se mordió el labio, entre bufidos y quejidos, pero no quería apartarse.
-Rómpeme de una vez, maldita sea -Le dijo entrecortadamente, escondiendo la cara en el hueco del brazo con el que se sostenía.
¿Estaba escuchando bien o el loco le estaba pidiendo más? Aquello le cabreo. Gruñó y alzó una de las manos para atrapar la mano de Esthia, se la cogió con firmeza, sosteniéndole. Se detuvo, del todo, retirándose de él, vaciándole. Dejó también de cogerle de la cintura, usó su mano para guiarse de nuevo al interior, pero esta vez no lo hizo rápido, le invadió lentamente, dejando que sintiera cada tramo de sus dos miembros.
-¿Así...?
La sensación de vacío fue tan repentina que no supo si sentía alivio o desesperación. Pero no tuvo tiempo de discernirlo cuando Uryan se hundió en él de nuevo. Dolía más de lo que nunca le había dolido un encuentro de ese tipo. La sangre le caía serpenteando por la pierna y quiso alejarse de ese cuerpo de dios griego que le calentaba la espalda. Quiso huir, llorar, gritar. Pero al mismo tiempo, el olor a sangre, a sudor, a sexo, le envolvía, le excitaba. Su mente no era capaz de asimilar lo que estaba ocurriendo de una forma racional. No entendía qué le estaba haciendo Uryan realmente, porque no le había visto o tocado en ningún momento aún, pero fuera lo que fuera, le había roto, literalmente, tal y como había pedido, mucho más de lo que había esperado. No podía controlarse, el lobo estaba a flor de piel, a punto de tomar el control y destrozarlo todo a su paso, a punto de bullirle en las venas. Pero sólo podía ser eso, a punto, porque en el momento en que se sintió completamente lleno, estalló, dejando como recuerdo la marca en la pared, contra la que se sostenía, porque las piernas ya no eran capaces de aguantar su peso. Un largo aullido, más profundo y visceral que el anterior, desgarró la noche parisina mientras el lobo blanco estallaba por dentro.
Uryan no era un alarde de paciencia así que necesitó todo su control para no dejarse llevar por la necesidad que le provocaba ese desconocido, si ya era agresivo, alguien como Esthia no hacía más que llevarle a los límites de su propia locura. La sangre fresca le embotaba los sentidos, incapaz de oler nada más que no fuera él, usando aquellos fluidos como lubricante entre ellos, estaba extasiado. Apenas llegó al final de su invasión, cuando su cuerpo se pegó completamente al del licántropo que notó temblar... Cuando notó que no era capaz de sostenerse por él mismo le rodeó la cintura con firmeza y le sostuvo. El aullido le dejó sordo y un temblor sacudió su propio cuerpo.
-Vas a tener que aguantar. -Gruñó, más que habló y le levantó del suelo, atrapándole entre el muro de roca y su cuerpo de nuevo.
El lobo le había llevado lejos, pero él necesitaba más. Empezó a moverse, temblar, gruñendo, cada vez que lo hacía. Jadeó y mordió el cuello de Esthia. Los minutos pudieron parecer una eternidad para el lobo blanco, pero para él estaba lo más cerca del paraíso que se pudiera imaginar. Gruñía y mordía con más fuerza con cada movimiento, hasta que el mordisco fue realmente potente, sobre uno de sus hombros. Él no gritó, ni aulló, lo descargó todo en el cuerpo de Esthia, en las últimas embestidas, rabioso, mordiendo, hasta hundir los dientes en la carne.
Aguantar... El cuerpo de Esthia había llegado a ese punto de extrema relajación en el que ya no distinguía el bien del mal, el dolor del placer, el cielo del infierno. Cada penetración, desgarradora y profunda, le llenaba por completo. Cada bocado de Uryan en su cuerpo hacía revolverse al lobo en su interior. Pero no con esa rabia de confrontación, sino con un sentimiento de total y absoluta plenitud. Con la resistencia al límite, en ese punto previo al abismo del frenesí, el licántropo se dejó caer, como quien salta de un acantilado, sumergiéndose en las tranquilas aguas de la inconsciencia.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Uryan se deslizó hasta el suelo, con el cuerpo de Esthia rodeado fuertemente por su brazo. También había perdido las fuerzas, así que acabó sentado con el lobo blanco contra su pecho que tenía el corazón desbocado, bombeando sangre como un loco, lleno de alegría, como él. Echó la cabeza hacia atrás y exhaló un fuerte gruñido al aire, porque..Joder..Aquello había sido...Se sentía extasiado. Vacío. Lleno. Saciado. Terriblemente cansado. Cogió aire con toda su energía, varias veces y lo soltó despacio. Sonrió, oliendo aun la mezcla de sus cuerpos, el olor de la sangre de Esthia era verdaderamente singular, acaparador. Inclinó la cabeza y enterró la cabeza en el cuello de Esthia, allí donde había mordido con tanta fuerza como para dejar un cardenal y que poco a poco empezaría a desaparecer. Aspiró con firmeza y le apretó contra su cuerpo, impregnándose de aquel olor. Dioses. Había sido un jodido buen encuentro. De los mejores que había tenido. Ningún capullo le pedía más, más bien le suplicaban que acabase cuanto antes, que los dejara. Este cachorro no.
Gruñó y le dejó en el suelo, lentamente, cuando ya notó que sus piernas podrían volver a mantener su peso. Se incorporó, estirando los brazos y expandiendo sus pulmones. Se sentía más vivo que nunca. Se metió lo que el colgaba dentro de los pantalones, se ajustó la prenda y sonrió mientras miraba al licántropo tirado allí. Levantó una ceja divertido y se giró, dejándole allí. Se encendió un cigarro, tranquilamente y cerró los ojos al tomar la primera calada. Aquello era vida.
Mientras caminaba, con una mano en el bolsillo de la chaqueta, pensó en que realmente había sido bueno..Que le apetecía más. Se quedó quieto, parado en mitad de la calle, volvió a aspirar el perjudicial humo. Al desconocido tampoco le había molestado, ni le había pedido que se fuera, era el mejor compañero de cama que había tenido, le gustaba sangrar..Le gustaba sentir dolor. Bueno. Aquello no había por qué desaprovecharlo. Se giró, decidido y volvió al callejón donde el moreno seguía tirado tal cual le dejó, con los pantalones sin poner, con la sangre cayendo y resecándose..- Eres un sensual hijo de puta..-Dijo a la nada, sonriendo ampliamente cuando se colocó de cuclillas a su lado. Vistió al joven semental y lo levantó, no sin esfuerzo, que un peso muerto era lo que era por muy grande que se fuera.- Con mucha suerte...- Le llevó prácticamente a rastrar, rodeando su pecho con uno de los brazos, hasta que se hartó y se lo cargó al hombro. Bufó, pensando si realmente había sido buena idea..Pero si se despertaba con lo mismo que se iba a acostar esa noche tenía claro que si lo sería.
Llevó a Esthia a una de sus guaridas temporales, porque realmente no tenía una casa propiamente dicha. Estaba fuera de toda jerarquía social, no encajaba con el mundo de los trabajadores, ni de los ladrones, ni siquiera de los vagabundos, así que iba ocupando casas o reductos abandonados. En este caso era una chabola en la que él apenas cabía en pie, pero que estaba claramente deshabitada. Uryan había colocado piezas de madera tapando las goteras y las paredes estropeadas, había juntado mantas y pieles en el suelo y en ellas dejó caer a Esthia. Él se sentó al lado, fumándose lo que quedaba de cigarrillo. No se durmió inmediatamente, más bien se quedó con la espalda apoyada en las nefastas paredes que apenas alejaban el frío, pero al menos no había corrientes y mientras se fumaba el segundo cigarrillo, se quedó dormido allí sentado, en una postura rígida, horas después.
Gruñó y le dejó en el suelo, lentamente, cuando ya notó que sus piernas podrían volver a mantener su peso. Se incorporó, estirando los brazos y expandiendo sus pulmones. Se sentía más vivo que nunca. Se metió lo que el colgaba dentro de los pantalones, se ajustó la prenda y sonrió mientras miraba al licántropo tirado allí. Levantó una ceja divertido y se giró, dejándole allí. Se encendió un cigarro, tranquilamente y cerró los ojos al tomar la primera calada. Aquello era vida.
Mientras caminaba, con una mano en el bolsillo de la chaqueta, pensó en que realmente había sido bueno..Que le apetecía más. Se quedó quieto, parado en mitad de la calle, volvió a aspirar el perjudicial humo. Al desconocido tampoco le había molestado, ni le había pedido que se fuera, era el mejor compañero de cama que había tenido, le gustaba sangrar..Le gustaba sentir dolor. Bueno. Aquello no había por qué desaprovecharlo. Se giró, decidido y volvió al callejón donde el moreno seguía tirado tal cual le dejó, con los pantalones sin poner, con la sangre cayendo y resecándose..- Eres un sensual hijo de puta..-Dijo a la nada, sonriendo ampliamente cuando se colocó de cuclillas a su lado. Vistió al joven semental y lo levantó, no sin esfuerzo, que un peso muerto era lo que era por muy grande que se fuera.- Con mucha suerte...- Le llevó prácticamente a rastrar, rodeando su pecho con uno de los brazos, hasta que se hartó y se lo cargó al hombro. Bufó, pensando si realmente había sido buena idea..Pero si se despertaba con lo mismo que se iba a acostar esa noche tenía claro que si lo sería.
Llevó a Esthia a una de sus guaridas temporales, porque realmente no tenía una casa propiamente dicha. Estaba fuera de toda jerarquía social, no encajaba con el mundo de los trabajadores, ni de los ladrones, ni siquiera de los vagabundos, así que iba ocupando casas o reductos abandonados. En este caso era una chabola en la que él apenas cabía en pie, pero que estaba claramente deshabitada. Uryan había colocado piezas de madera tapando las goteras y las paredes estropeadas, había juntado mantas y pieles en el suelo y en ellas dejó caer a Esthia. Él se sentó al lado, fumándose lo que quedaba de cigarrillo. No se durmió inmediatamente, más bien se quedó con la espalda apoyada en las nefastas paredes que apenas alejaban el frío, pero al menos no había corrientes y mientras se fumaba el segundo cigarrillo, se quedó dormido allí sentado, en una postura rígida, horas después.
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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El sol estaba ya muy arriba cuando Esthia despertó. Seguramente hasta hubiera pasado la hora de la comida. Pero siempre era igual después de una pelea, sobre todo si salía mal parado. Su cuerpo necesitaba una buena sesión de sueño para sanar. Los huesos soldaban relativamente bien si no había desplazamiento, los músculos se resentían, pero era una sensación parecida a tener agujetas. Se desperezó y fue consciente por primera vez de que no estaba en la cama de la habitación que había alquilado en una pensión de dudosa reputación y que pagaba con el dinero de las peleas. Abrió los ojos y parpadeó varias veces. Se los frotó con los puños. Y finalmente los paseó por el lugar. Pse, había dormido en sitios peores. Al menos tenía paredes y techo. Apartó las pieles con que estaba cubierto y se levantó, volviendo a estirarse. Le crujió la espalda.
Vio a Uryan por allí y se le acercó con una sonrisa impropia de alguien que había sufrido lo que él había sufrido la noche anterior. Parecía realmente complacido.
-Hola, grandullón. Te lo tenías muy calladito. -Sus ojos bajando por el cuerpo de Uryan hasta su entrepierna dejaron más que claro a qué se refería-. Después de la paliza de anoche, creo que me merezco la revancha.
Y le agarró de los pelos, hacia la nuca, levantando los talones del suelo -le hacía gracia tener que hacerlo, no estaba acostumbrado- para poder llegar a devorarle la boca como si no hubiera un mañana. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que le pegase y le echase a patadas de allí? Para eso podía haberle dejado en el callejón y no hubiera pasado nada.
Vio a Uryan por allí y se le acercó con una sonrisa impropia de alguien que había sufrido lo que él había sufrido la noche anterior. Parecía realmente complacido.
-Hola, grandullón. Te lo tenías muy calladito. -Sus ojos bajando por el cuerpo de Uryan hasta su entrepierna dejaron más que claro a qué se refería-. Después de la paliza de anoche, creo que me merezco la revancha.
Y le agarró de los pelos, hacia la nuca, levantando los talones del suelo -le hacía gracia tener que hacerlo, no estaba acostumbrado- para poder llegar a devorarle la boca como si no hubiera un mañana. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que le pegase y le echase a patadas de allí? Para eso podía haberle dejado en el callejón y no hubiera pasado nada.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
No estaba pensando precisamente en sacarle de allí a patadas, si le había llevado hasta su guarida era precisamente para tener un buen despertar. Uryan estaba haciendo algo para desayunar, no olía precisamente a la mejor comida de París, pero abría el apetito y había cantidad suficiente para alimentar a un regimiento. Estaba pensando qué demonios estaba haciendo, no por hacer el desayuno, más bien estaba dándole vueltas al motivo por el cual se dio la vuelta y volvió a por el chico. En aquel momento le pareció buena idea, ahora no lo tenía tan claro.
Se dio cuenta de que Esthia se despertaba por el crujido de su espalda, giró la cabeza para mirar al licántropo desperezándose y pegándose a él. Levantó una ceja, gratamente sorprendido, suponía que ahora venían los gritos y los insultos, pero no, el cachorro de ojos azules parecía más que contento de tenerle allí. Eso era algo muy nuevo teniendo en cuenta que le había partido, literalmente, por la mitad. Alzó una ceja cuando tiró de su pelo y buscó sus labios. Sonriendo, Uryan rodeó el cuerpo del lobo con un brazo hasta que su mano diestra se cerró con firmeza sobre uno de sus glúteos y le apretó contra su cuerpo al corresponderle al beso. Él no era mucho de besos, pero aquel no tenía nada de tierno, era visceral y salvaje, algo que encajaba mucho con la personalidad del grandullón, así que le correspondió con la misma intensidad. Su cuerpo respondió de la misma manera. Uryan gruñó, echándose hacia atrás y mirando aquel par de pozos profundos. Ya empezaba a recordar por qué le pareció tan buena idea traerle.- Y tú, cachorro, ¿Dónde has estado metido..?- No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que eran totalmente compatibles y eso era..Raro raro. Sonrió, por su mención a su extraña tara genética que no parecía molestar lo más mínimo a Esthia.- Después de la pasta que me has hecho ganar, supongo que puedo darte esa revancha...A no ser que te moleste comer comida quemada.
Se dio cuenta de que Esthia se despertaba por el crujido de su espalda, giró la cabeza para mirar al licántropo desperezándose y pegándose a él. Levantó una ceja, gratamente sorprendido, suponía que ahora venían los gritos y los insultos, pero no, el cachorro de ojos azules parecía más que contento de tenerle allí. Eso era algo muy nuevo teniendo en cuenta que le había partido, literalmente, por la mitad. Alzó una ceja cuando tiró de su pelo y buscó sus labios. Sonriendo, Uryan rodeó el cuerpo del lobo con un brazo hasta que su mano diestra se cerró con firmeza sobre uno de sus glúteos y le apretó contra su cuerpo al corresponderle al beso. Él no era mucho de besos, pero aquel no tenía nada de tierno, era visceral y salvaje, algo que encajaba mucho con la personalidad del grandullón, así que le correspondió con la misma intensidad. Su cuerpo respondió de la misma manera. Uryan gruñó, echándose hacia atrás y mirando aquel par de pozos profundos. Ya empezaba a recordar por qué le pareció tan buena idea traerle.- Y tú, cachorro, ¿Dónde has estado metido..?- No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que eran totalmente compatibles y eso era..Raro raro. Sonrió, por su mención a su extraña tara genética que no parecía molestar lo más mínimo a Esthia.- Después de la pasta que me has hecho ganar, supongo que puedo darte esa revancha...A no ser que te moleste comer comida quemada.
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
-Me molesta muchísimo, en realidad -Sí, se le notaba claramente que le molestaba horrores. Vamos, para morirse-. Así que no deberías descuidar la cocina. No querrás que salgamos ardiendo, ¿verdad? -Sonrió de medio lado, con esa expresión de niño travieso a punto de perpetrar una trastada.
Bajó las manos por el cuerpo de Uryan. Dios tenía que existir, en alguna parte, porque había hecho un muy buen trabajo esculpiendo a ese tipo. Ríete tú de los héroes griegos tallados en mármol -y él de esas cosas sabía bastante-. Se mordió el labio mientras sus manos abría la tela que ocultaba la malformación del otro licántropo. Malformación... Sí, claro. Había sido algo inesperado, sorprendente, que en otras circunstancias hubiera despertado su curiosidad acerca de la historia que había detrás. No descartaba preguntar más adelante. Pero en ese instante, su curiosidad no era acerca del porqué o el cómo ese "defecto" estaba ahí. En ese momento su curiosidad se centraba única y exclusivamente en conocer el tacto de esa piel venosa y candente, en descubrir los suaves matices bajo sus manos, el cómo iba a reaccionar aquel hombre a las caricias de su lengua.
Tiró de la tela hacia abajo, separando las rodillas en el suelo para mantener el equilibrio, y levantó la vista hacia Uryan, sonriendo como quien acaba de romper el papel de un maravilloso regalo. El primer roce fue sólo un leve toque, la antesala del banquete que iba a darse.
Bajó las manos por el cuerpo de Uryan. Dios tenía que existir, en alguna parte, porque había hecho un muy buen trabajo esculpiendo a ese tipo. Ríete tú de los héroes griegos tallados en mármol -y él de esas cosas sabía bastante-. Se mordió el labio mientras sus manos abría la tela que ocultaba la malformación del otro licántropo. Malformación... Sí, claro. Había sido algo inesperado, sorprendente, que en otras circunstancias hubiera despertado su curiosidad acerca de la historia que había detrás. No descartaba preguntar más adelante. Pero en ese instante, su curiosidad no era acerca del porqué o el cómo ese "defecto" estaba ahí. En ese momento su curiosidad se centraba única y exclusivamente en conocer el tacto de esa piel venosa y candente, en descubrir los suaves matices bajo sus manos, el cómo iba a reaccionar aquel hombre a las caricias de su lengua.
Tiró de la tela hacia abajo, separando las rodillas en el suelo para mantener el equilibrio, y levantó la vista hacia Uryan, sonriendo como quien acaba de romper el papel de un maravilloso regalo. El primer roce fue sólo un leve toque, la antesala del banquete que iba a darse.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Uryan observaba al muchacho con media sonrisa, estaba claro que no le importaba demasiado que la comida se quemara porque se iba a servir un plato de carne ahora mismo. Vigiló las acciones del chico y le miró de reojo siguiendo interesado sus movimientos. Una cosa era empotrar a un desconocido en un callejón cuando tenía todo el control y otra muy diferente dejar que alguien jugara con su cuerpo, él entendía de locos y en cualquier momento el chico de ojos azules podía perder el norte y soltarle un mordisco, que no le iba a hacer ni puñetera gracia. En otra ocasión no le hubiera permitido jugar de esa manera, pero el descaro del licántropo le hizo sonreír. Quería ver hasta dónde llegaba porque su mirada le gritaba que desearle no era ningún teatro. Esthia estaba loco y le gustaba.
Entrecerró los ojos cuando empezó a enredar con su ropa, apoyó las palmas de las manos sobre la encima donde había estado preparando el desayuno y empezó a notar cómo todo su cuerpo reaccionaba al anticiparse a lo que iba a ocurrir. La mirada de esos ojazos justo antes de sentir el primer roce le puso la piel de gallina y terminó de ponerle al día. No estaba un muy por la labor de dejarse llevar, pero quién podía negarle algo a esa mirada de cachorro que ponía. Extendió la mano diestra, enredando sus dedos firmemente en su nuca en torno al cabello, le agarró con agresividad, tirando de él pero no lo suficiente como para apartarle de su cuerpo, más bien era lo que necesitaba para poder liberarse. Cerró los ojos y le atrajo hacia él, para que dejara de jugar con la comida.
Uryan echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, gruñó de satisfacción.
Entrecerró los ojos cuando empezó a enredar con su ropa, apoyó las palmas de las manos sobre la encima donde había estado preparando el desayuno y empezó a notar cómo todo su cuerpo reaccionaba al anticiparse a lo que iba a ocurrir. La mirada de esos ojazos justo antes de sentir el primer roce le puso la piel de gallina y terminó de ponerle al día. No estaba un muy por la labor de dejarse llevar, pero quién podía negarle algo a esa mirada de cachorro que ponía. Extendió la mano diestra, enredando sus dedos firmemente en su nuca en torno al cabello, le agarró con agresividad, tirando de él pero no lo suficiente como para apartarle de su cuerpo, más bien era lo que necesitaba para poder liberarse. Cerró los ojos y le atrajo hacia él, para que dejara de jugar con la comida.
Uryan echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, gruñó de satisfacción.
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Pero Esthia adoraba jugar. Y con la comida más. Por eso siempre que podía comía con los dedos. Y este desayuno era algo que pensaba disfrutar lenta y tortuosamente. Su lengua envolvió la carne venosa de Uryan, mojándola con su saliva, sintiendo cómo rozaba el final de su boca, empujándola contra el paladar para dejarla atrapada. Tragó y eso hizo que la contracción de los músculos succionara un poco más. Incapaz de vencer la presión de Uryan en su nuca, cerró los ojos y se concentró en las sensaciones que le provocaba.
Su mano no quedó quieta, porque tenía otra porción de desayuno que atender, bombeándolo contra su palma. Hasta que Uryan aflojó su agarre y pudo darle la atención que merecía entre sus labios. Lamió con gula, casi con deseperación, devorando cada centímetro de ese hombre. ¿En que momento los dioses habían puesto en su camino esta quimera? Porque tenia claro que aquello era un extraño don. Uno que él iba a disfrutar al menos una vez más.
Ah, qué temendo placer encontrarse con alguien que no le tratara como si fuera de cristal, que no le importase marcar su piel a mordiscos y guardar en sus besos el sabor de la sangre.
Pasó su boca de una a otra, de otra a una, jugando en cada ocasión a presionar y succionar, a intentar llevarle al límite. Límite hacia el que él mismo se dirigía sin remedio.
Su mano no quedó quieta, porque tenía otra porción de desayuno que atender, bombeándolo contra su palma. Hasta que Uryan aflojó su agarre y pudo darle la atención que merecía entre sus labios. Lamió con gula, casi con deseperación, devorando cada centímetro de ese hombre. ¿En que momento los dioses habían puesto en su camino esta quimera? Porque tenia claro que aquello era un extraño don. Uno que él iba a disfrutar al menos una vez más.
Ah, qué temendo placer encontrarse con alguien que no le tratara como si fuera de cristal, que no le importase marcar su piel a mordiscos y guardar en sus besos el sabor de la sangre.
Pasó su boca de una a otra, de otra a una, jugando en cada ocasión a presionar y succionar, a intentar llevarle al límite. Límite hacia el que él mismo se dirigía sin remedio.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Uryan era desconfiado por demás, pero en qué momento iba a hacerlo cuando tenía a alguien tan entregado como el chico trabajando entre sus piernas. Permaneció con los ojos cerrados, se le escapó un nuevo jadeo acompañado de un gruñido antes de abrirlos y contemplarle mientras jugaba. Él no parecía asqueado por su condición, ni siquiera sorprendido, estaba actuando como si no pasara nada, como un crío con juguetes nuevos y ver que alguien no ponía pegas a su cuerpo le enardeció aun más. Soltó la nuca de Esthia, pero no le liberó del todo, dejó su enorme mano en torno a su cráneo, sin apretar, acompañando los movimientos de su cabeza y estremeciéndose con los de su lengua. El licántropo tenía un aguante digno de mención pero el muchacho le estaba rompiendo, sobre todo por lo inesperado que era todo. Lo más lógico hubiera sido huir del tío que te había pegado una paliza y que, además, te había asaltado en un callejón. Pero no, Esthia estaba allí y veía claramente que se lo estaba pasando teta.
Uryan gruñó y sufrió una sacudida cuando el lobo empezó a prestar atención indistintamente, a una y a otro, de nuevo a otra. El placer que sentía estaba multiplicado por dos, viniendo de diferentes zonas erógenas que respondían del mismo modo a las atenciones del chico. Cuando terminaba de una de las olas de placer que le provocaban las caricias de su lengua, acto seguido empezaba a cabalgar otra, sin darle tiempo a recuperarse de ninguna, sufría una estimulación constante y para eso poca resistencia se podía tener.
Cada vez respiraba con más amplitud, su pecho subiendo y bajando en toda potencia, hasta que los músculos de su cuerpo se tensaron. Gruñó una vez más, a medias, antes de separar los labios para soltar un ligero rugido al sentir el alivio. No había podido callárselo y tampoco quiso, no era hombre dado a hacer sonidos pero..Joder, esto no se lo había podido callar. Gritó una vez más cuando llegó por segunda vez y sacudió la cabeza, el siguiente rugido no fue de placer, fue de clímax, pletórico, rabioso. Empujó a Esthia de los hombros, repentinamente, con tanta fuerza como para dejar que su espalda chocara contra el duro suelo de la maltrecha estancia.
No sabía la reserva de ropa que tendría el lobo, pero le dio igual, empezó a desgarrar las prendas, sacándoselas a desesperados tirones hasta que tuvo tanta carne expuesta como necesitaba. Uryan hizo lo mismo con las suyas, solo que ni siquiera se molestó en quitarse la maltrecha camisa, ni en quitarse del todo los pantalones, no tenía tiempo para eso. Clavó los dedos sobre una de las piernas de Esthia, separándolas para poder encajar entre ellas, sin dar opción a negarse a ello. Su cuerpo se cernió sobre el suyo, hasta que sus dientes marcaron nuevamente su cuello al hacerse uno con él nuevamente, gruñendo de ansiedad, completamente hambriento, ardiendo por lo que podía darle. ¿Sería capaz de dejar marchar a esos ojos azules?
Uryan gruñó y sufrió una sacudida cuando el lobo empezó a prestar atención indistintamente, a una y a otro, de nuevo a otra. El placer que sentía estaba multiplicado por dos, viniendo de diferentes zonas erógenas que respondían del mismo modo a las atenciones del chico. Cuando terminaba de una de las olas de placer que le provocaban las caricias de su lengua, acto seguido empezaba a cabalgar otra, sin darle tiempo a recuperarse de ninguna, sufría una estimulación constante y para eso poca resistencia se podía tener.
Cada vez respiraba con más amplitud, su pecho subiendo y bajando en toda potencia, hasta que los músculos de su cuerpo se tensaron. Gruñó una vez más, a medias, antes de separar los labios para soltar un ligero rugido al sentir el alivio. No había podido callárselo y tampoco quiso, no era hombre dado a hacer sonidos pero..Joder, esto no se lo había podido callar. Gritó una vez más cuando llegó por segunda vez y sacudió la cabeza, el siguiente rugido no fue de placer, fue de clímax, pletórico, rabioso. Empujó a Esthia de los hombros, repentinamente, con tanta fuerza como para dejar que su espalda chocara contra el duro suelo de la maltrecha estancia.
No sabía la reserva de ropa que tendría el lobo, pero le dio igual, empezó a desgarrar las prendas, sacándoselas a desesperados tirones hasta que tuvo tanta carne expuesta como necesitaba. Uryan hizo lo mismo con las suyas, solo que ni siquiera se molestó en quitarse la maltrecha camisa, ni en quitarse del todo los pantalones, no tenía tiempo para eso. Clavó los dedos sobre una de las piernas de Esthia, separándolas para poder encajar entre ellas, sin dar opción a negarse a ello. Su cuerpo se cernió sobre el suyo, hasta que sus dientes marcaron nuevamente su cuello al hacerse uno con él nuevamente, gruñendo de ansiedad, completamente hambriento, ardiendo por lo que podía darle. ¿Sería capaz de dejar marchar a esos ojos azules?
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
El fuerte empujón le hizo perder el equilibrio y caer hacia atrás. Sintió como si todo pasara lentamente cómo sus rodillas se separaban del suelo y su cuerpo caía sobre sus talones para chocar fuertemente contra el suelo. Se golpeó en la cabeza contra la piedra y soltó un quejido. Por un momento no entendió que pasaba. Estaba disfrutando del cuerpo de Uryan, completamente entregado a devorarle y exprimir cada gota de su placer y, de repente, se veía apartado con brusquedad.
Pero oh, esto era mucho mejor. Sonrió cuando las rudas manos de Uryan le despojaron de la ropa, ansioso por llegar a su piel. Y rió. Rió de esa forma tan suya, alegre y limpia, sincera, como la risa de un niño en la ronca vibración de la madurez. Le recibió entre sus piernas con el rostro contraído por el dolor de la repentina invasión, aferró las manos a los brazos de Uryan, en una muda súplica para que aguardase unos segundos para que su cuerpo cediera ante él. El olor a su sangre se esparció, sutil, entre ellos. Los orbes azules ocultos tras los apretados párpados, el labio inferior maltratado entre sus fuertes fauces, todos ellos liberados en el preciso instante en que fue mordido. Uryan le arrancó el aire de los pulmones y toda su mente volvió a quedarse en blanco. Un total y absoluto blanco, brillante y cálido.
-Ahora sí son buenos días -susurró en su oido.
Pero oh, esto era mucho mejor. Sonrió cuando las rudas manos de Uryan le despojaron de la ropa, ansioso por llegar a su piel. Y rió. Rió de esa forma tan suya, alegre y limpia, sincera, como la risa de un niño en la ronca vibración de la madurez. Le recibió entre sus piernas con el rostro contraído por el dolor de la repentina invasión, aferró las manos a los brazos de Uryan, en una muda súplica para que aguardase unos segundos para que su cuerpo cediera ante él. El olor a su sangre se esparció, sutil, entre ellos. Los orbes azules ocultos tras los apretados párpados, el labio inferior maltratado entre sus fuertes fauces, todos ellos liberados en el preciso instante en que fue mordido. Uryan le arrancó el aire de los pulmones y toda su mente volvió a quedarse en blanco. Un total y absoluto blanco, brillante y cálido.
-Ahora sí son buenos días -susurró en su oido.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Sentirse abrigado por el cuerpo de Esthia y el olor a sangre fue el cóctel perfecto para estremecerse. Notó la tensión en el cuerpo del lobo, la presión rodeándole le hacía hasta sentirse incómodo y lo que el cuerpo le pedía era ignorar esa muda súplica de delicadeza, sin embargo no se movió. Sus brazos temblaron, manteniéndose completamente quieto, esperando que la resistencia del dolido cuerpo del licántropo se acostumbrara un poco a él. Gruñó y enterró la cara en su cuello, no para morderle, si no para buscar de alguna forma la fuerza de voluntad que le hacía falta para no volverse loco e ignorar sus deseos. No le dio mucha tregua, en realidad, Uryan tenía los límites de la decencia y la razón muy difuminados, así que en cuanto le escuchó decir que aquellos eran buenos días se dejó llevar.
Tomó del lobo blanco todo cuanto quiso y más, los buenos días pasaron por el mediodía y finalmente hasta entrada la tarde. Uryan sació cada deseo, por más bajo que fuera, por más que la el olor de la sangre de Esthia llenase su rústica vivienda, hasta que el propio licántropo no pudo más. Era la primera vez que se agotaba, la primera vez que de verdad se había sentido totalmente vacío. Gruñó cuando se apartó del cuerpo de Esthia, que le había mordido en todos los sitios donde había alcanzado, a esas alturas no se podía distinguir a quién pertenecía cada olor, estaban totalmente entremezclados, como si fueran una sola entidad, con la cabeza llena del sabor de Esthia. Agotado.
Se dejó caer boca abajo sobre el lecho de mantas y pieles, jadeando, el cuerpo empapado en sudor y sangre. Usó sus brazos como almohada y soltó un fuerte jadeo, a mitad de camino entre rugido y gruñido. Dios. ¿Alguna vez había dejado de sentir necesidades? Ya fueran de fornicar, destruir o comer carne, siempre había algo que quería, algo que no dejaba de pincharle hasta que lo conseguía, pero ahora no. Ahora estaba..Libre. Cerró los ojos, olvidándose de que el copo de nieve estaba allí, a su lado, no sabía si había perdido la consciencia en alguno de los momentos de éxtasis pero si él estaba roto no hacía falta ser un genio para suponer que Esthia también. Más tranquilo no se podía estar, las serpientes de su cabeza dormitaban, el lobo rojo clamando vidas se había quedado mudo. Abrió los ojos, contemplando a Esthia. - ¿Quién eres?
Tomó del lobo blanco todo cuanto quiso y más, los buenos días pasaron por el mediodía y finalmente hasta entrada la tarde. Uryan sació cada deseo, por más bajo que fuera, por más que la el olor de la sangre de Esthia llenase su rústica vivienda, hasta que el propio licántropo no pudo más. Era la primera vez que se agotaba, la primera vez que de verdad se había sentido totalmente vacío. Gruñó cuando se apartó del cuerpo de Esthia, que le había mordido en todos los sitios donde había alcanzado, a esas alturas no se podía distinguir a quién pertenecía cada olor, estaban totalmente entremezclados, como si fueran una sola entidad, con la cabeza llena del sabor de Esthia. Agotado.
Se dejó caer boca abajo sobre el lecho de mantas y pieles, jadeando, el cuerpo empapado en sudor y sangre. Usó sus brazos como almohada y soltó un fuerte jadeo, a mitad de camino entre rugido y gruñido. Dios. ¿Alguna vez había dejado de sentir necesidades? Ya fueran de fornicar, destruir o comer carne, siempre había algo que quería, algo que no dejaba de pincharle hasta que lo conseguía, pero ahora no. Ahora estaba..Libre. Cerró los ojos, olvidándose de que el copo de nieve estaba allí, a su lado, no sabía si había perdido la consciencia en alguno de los momentos de éxtasis pero si él estaba roto no hacía falta ser un genio para suponer que Esthia también. Más tranquilo no se podía estar, las serpientes de su cabeza dormitaban, el lobo rojo clamando vidas se había quedado mudo. Abrió los ojos, contemplando a Esthia. - ¿Quién eres?
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
El lobo blanco despertó desorientado y físicamente agotado. No tenía claro si había caido dormido o inconsciente. Pero había merecido la pena. Un día perdido del mundo, en a saber qué sitio, porque no tenía ni idea de dónde estaba, pero dejándose llevar por la pasión arrolladora y dominante de ese hombre al que llamaban Miedo. ¿Miedo? Ja. The Fear debería ser The Fucker. No podía moverse, le dolían hasta las pestañas y dudaba que pudiera moverse de la cama en una semana. Aunque no importaba, Uryan podía moverle sin problemas. No sabían cuánto tiempo había pasado con él ni le importaba. Tampoco es que hubiera alguien esperándole.
Incapaz de abrir los ojos, volvió a dejarse llevar por el sueño un poco más, cabalgando entre el mundo onírico y el real, sin saber qué pertenecía a cuál realmente, hasta que la voz de Uryan lo atrajo hasta uno de los dos universos.
¿Que quién era? Pufff, era una pregunta complicada. Una que requería mucho esfuerzo para contestar. Su cerebro apenas daba para respirar y porque si no, moría, que si no... Pero logró juntar las letras y dejar que escaparan entre sus labios manchados de blanco y rojo.
-Esthia.
¿Era suficiente respuesta? Porque en ese momento tendrían que sacárselas con cuchara.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Uryan no estaba buscando una respuesta profunda, más bien todo lo contrario, una frase sencilla con la que poder comprender que alguien como Esthia existiera. Solo había una explicación posible y era que estaba tan jodido como él..o que tenía gustos refinados. Ninguna de las dos cosas le molestaban en realidad, pero de corriente el lobo no tenía nada. Estaba seguro que su nombre se quedaba muy corto para describirle, pero tampoco necesitaba mucho más. Le vio más dormido que despierto, tal vez a medias entre la inconsciencia y el sueño. Extendió el brazo, sacándolo de debajo de su cabeza y le cogió del mentón, moviéndolo ligeramente hacia un lado y a otro. Barrió con su pulgar los restos de sangre y de fluidos diversos, apartándolos de la piel de sus labios mientras le miraba, como si así pudiera adivinar de dónde había salido ese cachorro.
- Esthia.- Aun no había recuperado el aliento del todo y no le apetecía otra cosa que no fuera quedarse allí tirado hasta que sus energías volvieran al nivel habitual. Deslizó la mano por su cuello. No sabía si esta situación y este encuentro le beneficiaba o si le traería problemas. Lo más normal era atajar las dudas de raíz, muerto el perro se acabó la rabia y ese licántropo le traería más mal que bien, lo intuía, aunque ese momento fuese lo más cercano al Edén que había vivido hasta el día de hoy. Sería tan fácil, sería tan placentero escuchar su cuello romperse bajo sus manos, ¿Estaría la carne de Esthia tan buena como sabía su sangre? Se humedeció los labios y se acercó, arrastrándose ligeramente por las pieles para quedarse más cerca. Descendió la mano, pasándola por su pecho, deteniéndose en una zona cuyos dientes habían marcado profundamente y se le dibujó una sonrisa. No. El cachorro le valía más vivo que muerto, tal vez algún día.
Se incorporó, cogiendo impulso. Sus huesos crujieron, pero odiaba la sensación de estar alertagado, con la guardia baja. Se quedó sentado mirando al susodicho, suponía que no iba a moverse de allí pese a dejarle solo y..Siempre podría encontrarle. Se recolocó la ropa y se calzó unas botas raídas antes de dejar al chico a solas. Volvería después de unas horas, cuando el sol de la tarde estuviera escondiéndose. Apareció de nuevo en el lugar, acompañado de lluvia, aunque había arreglado las goteras de modo que el frío se quedó fuera. Observó al lobo, prácticamente en la misma postura donde le había dejado. Se colocó a su lado y se puso de cuclillas. Le acercó un pedazo de carne asada y sazonada a la nariz.
- Esthia.- Aun no había recuperado el aliento del todo y no le apetecía otra cosa que no fuera quedarse allí tirado hasta que sus energías volvieran al nivel habitual. Deslizó la mano por su cuello. No sabía si esta situación y este encuentro le beneficiaba o si le traería problemas. Lo más normal era atajar las dudas de raíz, muerto el perro se acabó la rabia y ese licántropo le traería más mal que bien, lo intuía, aunque ese momento fuese lo más cercano al Edén que había vivido hasta el día de hoy. Sería tan fácil, sería tan placentero escuchar su cuello romperse bajo sus manos, ¿Estaría la carne de Esthia tan buena como sabía su sangre? Se humedeció los labios y se acercó, arrastrándose ligeramente por las pieles para quedarse más cerca. Descendió la mano, pasándola por su pecho, deteniéndose en una zona cuyos dientes habían marcado profundamente y se le dibujó una sonrisa. No. El cachorro le valía más vivo que muerto, tal vez algún día.
Se incorporó, cogiendo impulso. Sus huesos crujieron, pero odiaba la sensación de estar alertagado, con la guardia baja. Se quedó sentado mirando al susodicho, suponía que no iba a moverse de allí pese a dejarle solo y..Siempre podría encontrarle. Se recolocó la ropa y se calzó unas botas raídas antes de dejar al chico a solas. Volvería después de unas horas, cuando el sol de la tarde estuviera escondiéndose. Apareció de nuevo en el lugar, acompañado de lluvia, aunque había arreglado las goteras de modo que el frío se quedó fuera. Observó al lobo, prácticamente en la misma postura donde le había dejado. Se colocó a su lado y se puso de cuclillas. Le acercó un pedazo de carne asada y sazonada a la nariz.
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/02/2017
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
No se había enterado de que Uryan se había marchado. Tan cansado estaba y tan necesitado estaba su cuerpo de reposo para poder recuperarse de las heridas, del agotamiento, del desgaste que suponía cada encuentro con el lobo. Pero era un agotamiento tan placentero... El olor de la comida le hizo reaccionar. Arrugó la nariz, disfrutando del aroma, y empezó a salivar.
-Ummm. ¿Me traes el desayuno? -se pasó la mano por el pelo.
¿Qué hora era? No tenía ni idea, ni le importaba. Se sentó en la cama, sin preocuparse por estar desnudo. Y volvió a dejarse caer medio de lado, porque estar sentado aún le dolía demasiado y allí no tenía que fingir nada.
Comió algo, sin apartar los ojos de Uryan. Era tan grande, tan guapo, su cuerpo estaba tan bien definido... que podía tirarse horas mirándolo. No por nada especial, estaba claro que no había sentimientos implicados en ese encuentro. Se habían conocido, habían tenido sexo -mucho y muy bueno-, y fin de la historia. Pero tenía ojos en la cara y había que reconocer que ese hombre era muy atractivo. Además, allí podía mirarlo sin molestarse en disimular, porque nadie iba a ser testigo de sus "desviadas" preferencias.
-Creo que debería irme -murmuró un largo rato después, cuando la comida se hubo acabado y ya la falta de luz indicaba que era de nuevo de noche-. Gracias. Por hoy. Ha estado bien. Muy bien. ... Supongo que volveremos a cruzarnos en la arena.
-Ummm. ¿Me traes el desayuno? -se pasó la mano por el pelo.
¿Qué hora era? No tenía ni idea, ni le importaba. Se sentó en la cama, sin preocuparse por estar desnudo. Y volvió a dejarse caer medio de lado, porque estar sentado aún le dolía demasiado y allí no tenía que fingir nada.
Comió algo, sin apartar los ojos de Uryan. Era tan grande, tan guapo, su cuerpo estaba tan bien definido... que podía tirarse horas mirándolo. No por nada especial, estaba claro que no había sentimientos implicados en ese encuentro. Se habían conocido, habían tenido sexo -mucho y muy bueno-, y fin de la historia. Pero tenía ojos en la cara y había que reconocer que ese hombre era muy atractivo. Además, allí podía mirarlo sin molestarse en disimular, porque nadie iba a ser testigo de sus "desviadas" preferencias.
-Creo que debería irme -murmuró un largo rato después, cuando la comida se hubo acabado y ya la falta de luz indicaba que era de nuevo de noche-. Gracias. Por hoy. Ha estado bien. Muy bien. ... Supongo que volveremos a cruzarnos en la arena.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Observó al cachorro incorporándose y cambiando de idea casi al mismo tiempo, sonrió de medio lado, porque sabía el motivo, al ser el responsable sentía una especie de..Orgullo. Le metió el pedazo de carne a la boca y luego le tendió un cuenco de barro, con su buena ración de carne asada. Él ya había comido por el camino, así que se quedó allí contemplándole, aun tenía sus marcas, pese a que al dormir el lobo en su interior lamía sus heridas con más rapidez, pero eso no quitaba que hubieran sido muchas en muy poco tiempo, todo tenía su límite. Él se había sentido más tranquilo, podría decirse que hasta la sed de sangre se le habían olvidado por un instante, pero a medida que pasaba el tiempo volvían, las serpientes de su cabeza se retorcían, el lobo mordía sus entrañas por salir, recordándole que había cosas que jamás se podían extinguir por mucho tiempo pero había sido..gratificante, extraño, no tener ningún tipo de necesidad salvo la de quedarse allí tumbado, impregnado en el olor del cachorro. Cachorro. Daba igual cuántos años tuviera, para Uryan lo que tenía delante era eso. Un cachorro sin dirección y él..Él nunca había tenido una brújula. - En la arena no tienes nada que hacer si estoy yo, aunque supongo que es una ventaja, no apostarán por ti. Puedes irte - Levantó una ceja, divertido.- o quedarte aquí, hasta que te recuperes.- Si se recuperaba alguna vez, porque si se quedaba demasiado cerca de Uryan no iba a poder sentarse con normalidad en lo que le quedaba de vida.- A no ser que tengas algún motivo para volver...A donde sea que pertenezcas.
El lobo rojo no era de los que aceptaban visitas, ni ayudaba a nadie y en realidad no lo estaba haciendo, pensaba en un culo caliente en el que desfogarse sin la necesidad de ir a buscarlo cada vez que tuviera ganas. Esthia era un buen compañero de cama y sabía que podía partirle la cabeza en cualquier momento si se hartaba, así que pensándolo con frialdad, tenerle cerca solo le daba ventajas, pero se lo propondría una vez, Uryan no era hombre de súplicas. Si alguna vez le apetecía un pedazo de aquel lobo iría a buscarlo y lo obtendría, tal y como hizo la primera vez.
El lobo rojo no era de los que aceptaban visitas, ni ayudaba a nadie y en realidad no lo estaba haciendo, pensaba en un culo caliente en el que desfogarse sin la necesidad de ir a buscarlo cada vez que tuviera ganas. Esthia era un buen compañero de cama y sabía que podía partirle la cabeza en cualquier momento si se hartaba, así que pensándolo con frialdad, tenerle cerca solo le daba ventajas, pero se lo propondría una vez, Uryan no era hombre de súplicas. Si alguna vez le apetecía un pedazo de aquel lobo iría a buscarlo y lo obtendría, tal y como hizo la primera vez.
Uryan Lockwood- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 22/02/2017
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Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
-Bueno, no estaría mal quedarme un poco más, sobre todo hasta que pueda volver a caminar con normalidad. Todavía me duele. -Sí, le dolía, pero lo decía tan ricamente, como quien dice que el cielo es azul-. No quiero volver al sitio al que pertenezco... En realidad, ni siquiera tengo claro que siga perteneciendo allí. La manada de mis padres, o la de mi hermano, cuando se convierta en el alfa, siempre será un sitio al que volver, pero... ahora no es mi sitio. Supongo que acabaré encontrándolo, pero de momento creo que daré tumbos por París un poco más.
Se acomodó lo mejor que pudo, sentado, con las piernas cruzadas. Tuvo aún un gesto de incomodidad, pero fue sólo hasta que encontró la postura. Gracias fueran dadas a la Dama de Plata por la capacidad de regeneración que tenían los licántropos.
-¿Y tú qué, grandullón? ¿De dónde viene The Fear? -tampoco le iba a insistir si no quería contárselo, era simplemente por hablar de algo, sin entrar en nada demasiado personal. El apodo que tenía en la arena supuso que era algo que podrían tratar sin problemas, al menos para hacer tiempo hasta que su cuerpo acabara de curarse, en unas horas más, para regresar a la habitación de la pensión y dormir a pierna suelta -como si allí no hubiera dormido casi en coma profundo- hasta que el sol estuviera bien alto.
Los días pasaron y el encuentro entre ambos licántropos fue cayendo en el recuerdo. No coincidieron en la arena en ese tiempo y el destino tampoco quiso que se cruzaran en las calles de los bajos fondos. Y ni Esthia ni Uryan sintieron la necesidad de ir en busca del otro. ¿Por qué habrían de hacerlo? Los dos tenían claro que aquello había sido algo fortuito y a lo que no había que dar más importancia de la que realmente tenía.
En ese tiempo, Esthia siguió en la pensión y las peleas, como si nada hubiera pasado; Uryan siguió con sus asuntos... Y conoció a Hania. (Tema aquí)
Sin embargo, de la misma forma que se habían conocido, el azar quiso que volvieran a encontrarse:
[Roleado en CB con Hania.]
Cayó la noche del domingo, era noche cerrada y la luna menguante parecía lánguida y perezosa en el cielo. La vampira le había dicho a Uryan que unas voces en su cabeza habían expresado la intención de ir a por el licántropo armados con plata. Un tal Jack El Sacatripas y sus secuaces, a quienes Slang conoció en el pasado en las peleas clandestinas, habían querido incorporarlo a su banda pero el lobo iba por libre. Eso no les hizo mucha gracia y más cuando vieron el potencial de Slang y el dinero que podian ganar con él. Ahora les estaba haciendo perder pasta al enfrentarse a algunos de sus púgiles y aquellos matones decidieron ir a por él. Sabían que era un licántropo asi que portaban armas de plata y le superaban en número, nada más y nada menos que 12 tipos grandes y peleones con ganas de partir caras.
La vampira le había advertido sobre el ataque del domingo y una cosa era hacer oidos sordos a una loca y otra no estar atento por si acaso. Así que Uryan estaba en una de sus guaridas, la que había compartido con Esthia, en realidad, pero le había mandado a paseo hacía unos días y le había echado de allí, pudiera ser que se metiera en medio de algo que no le incumbía. Esperaba sin estar armado, sentado, tranquilamente, como quien espera misa.
El lobo blanco sabía cuándo llegaba el momento de abandonar un sitio y ése había llegado ya en la guarida de Uryan, así que se marchó apenas notó que su presencia ya no era deseada. Habían sido unos días muy interesantes, pero no tenía sentido forzar la situación. Así que había pasado por la pensión, se había aseado y cambiado de ropa y echado unas horas a dormir. Cuando su cuerpo había recuperado las fuerzas, salió a pasear por los bajos fondos de París, a buscar un par de botellas de alcohol y algo que comer. Nunca se sabía cuando podía necesitar invitar a alguien a un trago.
Llegó un momento en la noche que Uryan prefería encontrarse a los cabrones en un lugar que no fuera ese, más que nada apra que no le destrozasen la guarida y si ya había sido descubierta de poco le servía. Empezó a caminar, hacia los bajos fondos, iría a un bar cualquiera, a llenarse la panza y tomar algo de alcohol, mientras pensaría a cuál del resto de guaridas debería ir.
Esthia entró en un local que ya había probado un par de veces. La muchacha tras la barra ya le conocía de esas pocas ocasiones, porque siendo como era, había acabado contándole su vida entre vasos a medio llenar. Bueno, no toda, sólo la parte en la que habían atacado a su familia -sin especificar por qué- y habían matado a su pareja -sin aclarar tampoco que no se trataba de una mujer-, así que había dejado Lesbos y llegado hasta París. Risas y anecdotas varias et voilá, Esthia ya era conocido por su nombre y apellido. Como iba solo, se sentó en la barra y entabló conversación con la muchacha.
Uryan no tardó en coincidir, él conocía a la camarera..De otras cosas. Su reputación era conocida solo en París y así preferiría que fuera, no podía evitar que su nombre se escuchase entre callejones, en el mundo secreto y oscuro que ocultaba la ciudad, pero era muy diferente a ser apreciado. Por lo general, ver al licántropo en un lugar público significaban problemas. Aun así, en cuanto entró, notó una espalda familiar en la barra. Se acercó, como si nada, hasta que su pecho estuvo a muy pocos centímetros de su cuerpo.
-¿Invades todos los lugares que son mios, cachorro?
La banda de matones se encontraba a unos callejones de allí, contando las armas y recursos con los que contaban, pues sabían que esos bichos eran muy fuertes.
—Irá drogado, como siempre, hay que esperar a que esté un poco más debilitado.
—Eso da igual, somos 12, y llevamos plata para hacer una cubertería.
—Vamos ya, Jack, cuanto antes mejor.
—No, esperemos un poco, al menos que salga. No quiero que nos vean en la taberna.
Un chico que les informaba salió corriendo a decirles que acababa de entrar, posiblemente en un par de horas saliese ya contento.
El licántropo más pequeño giró la cabeza para mirarle.
-No es tuyo, grandullón, es de la preciosa Amy. Y será mío cuando me case con ella, porque como cocina... es un desperdicio que ningun hombre se haya dignado a casarse con ella. -Estaba claro que no hablaba en serio, pero daba igual. La muchacha se rió y le quitó importancia al comentario, yendo a prepararles algo para cenar. Un par de horas entre comida y bebida pasaban muy rápido.
La mirada que le echó Uryan fue fulminante, igual que el apretón en la entrepierna sin ninguna delicadeza. Gilipolleces a él. Después de un par de horas, miró a Esthia, no estaba tan borracho como de costumbre, ni se había drogado, porque más valía prevenir que curar. No era el más listo de la clase, pero tonto tampoco. Le pegó un toque en el costado.
-Deja de beber.
La rubia salió del hotel a hurtadillas, para variar, Assur se había ido a saber donde, y casi que prefería no saberlo. Tenía prohibido salir de allí, pero le daba igual, lo iba a hacer de todos modos, no era una medida justa y hasta Assur lo sabía. Caminó por las calles enfundada en un vestido de color malva con una capa de terciopelo azul oscuro por encima, con la capucha echada para que no se distinguieran sus rasgos fácilmente. No iba a meterse en la pelea, ella no era fuerte ni rápida como su sire, pero al menos podía avisar o… Bueno, podía hacer que la sangre les hirviese y les explotase la cabeza. Se estremeció al pensarlo. No quería repetir aquello que le hizo a Ramsés, pero si era necesario… se detuvo cuando escuchó las voces a varias manzanas. Estaban esperándolo a la salida del tugurio.
-¿Por qué? Sólo llevamos una botella. Y no tengo nada mejor que hacer que dormir la mona esta noche. ¿O me ofreces un plan alternativo? Ja. -se acercó para hablarle al oído-. ¿Es que temes que con el alcohol no rinda, grandullón? Con lo que me pones, sería imposible. -y volvió a la posición inicial, metiéndose un trozo de comida en la boca. Ya quedaba poco de comer y menos aún de beber. La idea de no dormir solo esa noche le hizo sonreír. No sabía que el plan se le iba a torcer.
Slang había estado sentado, a la espera, mucho más atento de lo que podría estar uryan en realidad, su lobo no dormitaba, observaba todo atentamente y de hecho, en algún momento se puso en pie y apuntó directamente a al entrada del bar con el morro. Estaba captando algo además de la peste a humanidad, algo que no tenía que ver con nada vivo y por alguna razón le arrastraba hacia allí. Uryan frunció el ceño, incómodo, en otra ocasión se hubiera llevado al cachorro de allí, a visitar un refugio nuevo, pero ni siquiera reaccionó a sus palabras. Se puso en pie. Cuando Slang tiraba, él tenía que seguir.
-Hay algo fuera. Vengo ahora.
Afuera estaban los de la banda del Sacatripas acechando en varios rincones de los callejones, y en cuanto Uryan puso el pie fuera de la taberna, empezaron a salir de las sombras hacia él, como si un enjambre de abejas volasen hacia el panal en formación de abanico.
–Vaya, vaya… mira quien sale hoy pronto de la taberna… ¿Cómo te va la vida? ya sé que bien… demasiado bien. Tienes que empezar a dejar de ganar tantas peleas, eso no le va bien a mi negocio —Jack habló desde detrás de dos moles que llevaban en la mano un cuchillo dentado bañado en plata y dos puños férreos también plateados, con pinchos en los nudillos.
Se acomodó lo mejor que pudo, sentado, con las piernas cruzadas. Tuvo aún un gesto de incomodidad, pero fue sólo hasta que encontró la postura. Gracias fueran dadas a la Dama de Plata por la capacidad de regeneración que tenían los licántropos.
-¿Y tú qué, grandullón? ¿De dónde viene The Fear? -tampoco le iba a insistir si no quería contárselo, era simplemente por hablar de algo, sin entrar en nada demasiado personal. El apodo que tenía en la arena supuso que era algo que podrían tratar sin problemas, al menos para hacer tiempo hasta que su cuerpo acabara de curarse, en unas horas más, para regresar a la habitación de la pensión y dormir a pierna suelta -como si allí no hubiera dormido casi en coma profundo- hasta que el sol estuviera bien alto.
Los días pasaron y el encuentro entre ambos licántropos fue cayendo en el recuerdo. No coincidieron en la arena en ese tiempo y el destino tampoco quiso que se cruzaran en las calles de los bajos fondos. Y ni Esthia ni Uryan sintieron la necesidad de ir en busca del otro. ¿Por qué habrían de hacerlo? Los dos tenían claro que aquello había sido algo fortuito y a lo que no había que dar más importancia de la que realmente tenía.
En ese tiempo, Esthia siguió en la pensión y las peleas, como si nada hubiera pasado; Uryan siguió con sus asuntos... Y conoció a Hania. (Tema aquí)
Sin embargo, de la misma forma que se habían conocido, el azar quiso que volvieran a encontrarse:
[Roleado en CB con Hania.]
Cayó la noche del domingo, era noche cerrada y la luna menguante parecía lánguida y perezosa en el cielo. La vampira le había dicho a Uryan que unas voces en su cabeza habían expresado la intención de ir a por el licántropo armados con plata. Un tal Jack El Sacatripas y sus secuaces, a quienes Slang conoció en el pasado en las peleas clandestinas, habían querido incorporarlo a su banda pero el lobo iba por libre. Eso no les hizo mucha gracia y más cuando vieron el potencial de Slang y el dinero que podian ganar con él. Ahora les estaba haciendo perder pasta al enfrentarse a algunos de sus púgiles y aquellos matones decidieron ir a por él. Sabían que era un licántropo asi que portaban armas de plata y le superaban en número, nada más y nada menos que 12 tipos grandes y peleones con ganas de partir caras.
La vampira le había advertido sobre el ataque del domingo y una cosa era hacer oidos sordos a una loca y otra no estar atento por si acaso. Así que Uryan estaba en una de sus guaridas, la que había compartido con Esthia, en realidad, pero le había mandado a paseo hacía unos días y le había echado de allí, pudiera ser que se metiera en medio de algo que no le incumbía. Esperaba sin estar armado, sentado, tranquilamente, como quien espera misa.
El lobo blanco sabía cuándo llegaba el momento de abandonar un sitio y ése había llegado ya en la guarida de Uryan, así que se marchó apenas notó que su presencia ya no era deseada. Habían sido unos días muy interesantes, pero no tenía sentido forzar la situación. Así que había pasado por la pensión, se había aseado y cambiado de ropa y echado unas horas a dormir. Cuando su cuerpo había recuperado las fuerzas, salió a pasear por los bajos fondos de París, a buscar un par de botellas de alcohol y algo que comer. Nunca se sabía cuando podía necesitar invitar a alguien a un trago.
Llegó un momento en la noche que Uryan prefería encontrarse a los cabrones en un lugar que no fuera ese, más que nada apra que no le destrozasen la guarida y si ya había sido descubierta de poco le servía. Empezó a caminar, hacia los bajos fondos, iría a un bar cualquiera, a llenarse la panza y tomar algo de alcohol, mientras pensaría a cuál del resto de guaridas debería ir.
Esthia entró en un local que ya había probado un par de veces. La muchacha tras la barra ya le conocía de esas pocas ocasiones, porque siendo como era, había acabado contándole su vida entre vasos a medio llenar. Bueno, no toda, sólo la parte en la que habían atacado a su familia -sin especificar por qué- y habían matado a su pareja -sin aclarar tampoco que no se trataba de una mujer-, así que había dejado Lesbos y llegado hasta París. Risas y anecdotas varias et voilá, Esthia ya era conocido por su nombre y apellido. Como iba solo, se sentó en la barra y entabló conversación con la muchacha.
Uryan no tardó en coincidir, él conocía a la camarera..De otras cosas. Su reputación era conocida solo en París y así preferiría que fuera, no podía evitar que su nombre se escuchase entre callejones, en el mundo secreto y oscuro que ocultaba la ciudad, pero era muy diferente a ser apreciado. Por lo general, ver al licántropo en un lugar público significaban problemas. Aun así, en cuanto entró, notó una espalda familiar en la barra. Se acercó, como si nada, hasta que su pecho estuvo a muy pocos centímetros de su cuerpo.
-¿Invades todos los lugares que son mios, cachorro?
La banda de matones se encontraba a unos callejones de allí, contando las armas y recursos con los que contaban, pues sabían que esos bichos eran muy fuertes.
—Irá drogado, como siempre, hay que esperar a que esté un poco más debilitado.
—Eso da igual, somos 12, y llevamos plata para hacer una cubertería.
—Vamos ya, Jack, cuanto antes mejor.
—No, esperemos un poco, al menos que salga. No quiero que nos vean en la taberna.
Un chico que les informaba salió corriendo a decirles que acababa de entrar, posiblemente en un par de horas saliese ya contento.
El licántropo más pequeño giró la cabeza para mirarle.
-No es tuyo, grandullón, es de la preciosa Amy. Y será mío cuando me case con ella, porque como cocina... es un desperdicio que ningun hombre se haya dignado a casarse con ella. -Estaba claro que no hablaba en serio, pero daba igual. La muchacha se rió y le quitó importancia al comentario, yendo a prepararles algo para cenar. Un par de horas entre comida y bebida pasaban muy rápido.
La mirada que le echó Uryan fue fulminante, igual que el apretón en la entrepierna sin ninguna delicadeza. Gilipolleces a él. Después de un par de horas, miró a Esthia, no estaba tan borracho como de costumbre, ni se había drogado, porque más valía prevenir que curar. No era el más listo de la clase, pero tonto tampoco. Le pegó un toque en el costado.
-Deja de beber.
La rubia salió del hotel a hurtadillas, para variar, Assur se había ido a saber donde, y casi que prefería no saberlo. Tenía prohibido salir de allí, pero le daba igual, lo iba a hacer de todos modos, no era una medida justa y hasta Assur lo sabía. Caminó por las calles enfundada en un vestido de color malva con una capa de terciopelo azul oscuro por encima, con la capucha echada para que no se distinguieran sus rasgos fácilmente. No iba a meterse en la pelea, ella no era fuerte ni rápida como su sire, pero al menos podía avisar o… Bueno, podía hacer que la sangre les hirviese y les explotase la cabeza. Se estremeció al pensarlo. No quería repetir aquello que le hizo a Ramsés, pero si era necesario… se detuvo cuando escuchó las voces a varias manzanas. Estaban esperándolo a la salida del tugurio.
-¿Por qué? Sólo llevamos una botella. Y no tengo nada mejor que hacer que dormir la mona esta noche. ¿O me ofreces un plan alternativo? Ja. -se acercó para hablarle al oído-. ¿Es que temes que con el alcohol no rinda, grandullón? Con lo que me pones, sería imposible. -y volvió a la posición inicial, metiéndose un trozo de comida en la boca. Ya quedaba poco de comer y menos aún de beber. La idea de no dormir solo esa noche le hizo sonreír. No sabía que el plan se le iba a torcer.
Slang había estado sentado, a la espera, mucho más atento de lo que podría estar uryan en realidad, su lobo no dormitaba, observaba todo atentamente y de hecho, en algún momento se puso en pie y apuntó directamente a al entrada del bar con el morro. Estaba captando algo además de la peste a humanidad, algo que no tenía que ver con nada vivo y por alguna razón le arrastraba hacia allí. Uryan frunció el ceño, incómodo, en otra ocasión se hubiera llevado al cachorro de allí, a visitar un refugio nuevo, pero ni siquiera reaccionó a sus palabras. Se puso en pie. Cuando Slang tiraba, él tenía que seguir.
-Hay algo fuera. Vengo ahora.
Afuera estaban los de la banda del Sacatripas acechando en varios rincones de los callejones, y en cuanto Uryan puso el pie fuera de la taberna, empezaron a salir de las sombras hacia él, como si un enjambre de abejas volasen hacia el panal en formación de abanico.
–Vaya, vaya… mira quien sale hoy pronto de la taberna… ¿Cómo te va la vida? ya sé que bien… demasiado bien. Tienes que empezar a dejar de ganar tantas peleas, eso no le va bien a mi negocio —Jack habló desde detrás de dos moles que llevaban en la mano un cuchillo dentado bañado en plata y dos puños férreos también plateados, con pinchos en los nudillos.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Esthia siguió con la mirada a Uryan. ¿Qué había fuera? Se encogió de hombros y se llevó otro trozo de comida a la boca, con los dedos, como solía comer normalmente, cuando la comida lo permitía. Porque adoraba chupárselos después. Y fue justamente eso lo que hizo. Primero uno, luego otro. Pero no pudo llegar al tercero, porque su fino oído de lobo captó algo en el exterior. O tal vez fue el instinto, ése que te dice que viene una tormenta cuando hay demasiada calma.
-Amy, bonita, luego te pago esto, que no me fío un pelo de Uryan.
A pesar de que había ido contadas veces, ya le echaba rostro al asunto para salir sin pagar. Volvería, por supuesto, a saldar la cuenta. Pero tras comprobar lo que ocurría fuera.
-Uryan, ¿qué oc...? -se calló de golpe cuando vio el grupo que rodeaba al otro licántropo. No había que ser demasiado listo para saber que aquello era un ataque. Sobre todo cuando él mismo había sufrido uno similar unos días atrás.
Uryan se fijó en las armas de plata, en los dos becerros que acompañaban a Jack... Estaba tenso, pero su lobo seguía pendiente de otra cosa. ¿Qué coño tenía Slang en la cabeza? A esas alturas ya debería estar aguantando sus mordiscos y conteniéndose para no dejarse llevar. El sonido de Esthia a su lado le hizo fruncir el ceño. Estaba esperando, a que el resto se moviera, antes de hacer nada.
-¿No te he dicho que esperes dentro?
Los matones miraron al jefe y al licántropo que salió de la taberna, y crujieron los nudillos, o se arremangaron las camisas. Allí había muchas ganas de partir cráneos, de oler sangre y repartir violencia gratuita. Hania observaba desde la oscuridad de un callejón cuatro calles más abajo, oculta tras unas cajas de desperdicios.
—No es nada personal, pero ya te dije que no te convendría rechazar mi oferta. Ultima oportunidad: trabaja para mi y con mi reglas o te vamos a partir los dientes y las piernas.
-Sí, lo has dicho.
Otra cosa es que fuera a hacerle caso. Que ya tenía una edad para andar rindiendo cuentas de las peleas en que se metía o se dejaba de meter. Además, que no iba a dejar a Uryan en la estacada con aquellos tipos. Que el lobo era enorme, pero ellos eran una docena y estaban armados.
Lo malo de estar en mitad de la calle era que no iba a poder transformarse, si, a Uryan no le importaba correr riesgos pero eso no suponía ser un inconsciente. No del todo. Hizo un movimiento con la cabeza, inclinándola a un lado como si estuviera encajándose correctamente las cervicales. Slang seguía a por pipas y Uryan no llegaba a entender por qué... Ya investigaría después.
El licántropo ni siquiera contestó, no iba armado, pero le dio igual. Se lanzó a por las moles, que parecían los que más problemas podrían darle.
Los secuaces del sacatripas impactaron contra Uryan a puñetazos y con los puños de metal y pinchos. Sin pensarselo dos veces cuatro tipos más se acercaron, dos de ellos yendo a por Esthia directamente. Al parecer seis contra dos era un buen ratio y de momento el resto se quedó como en segunda fila observado qué hacían los demás.
La sonrisa de Esthia apareció en su rostro. No podía evitarlo, era comenzar una pelea y sonreír. Su mente se puso a trabajar para buscar los puntos débiles de sus dos oponentes. Sabía que a fuerza y resistencia les ganaba, sí, pero ellos tenían armas de plata y él era un hombre lobo al que le daba un poquito de alergia el metal. Un poquito. Bastante. Tirando a mucho. Podía sobrevivir a heridas de plata, por supuesto, pero era difícil, doloroso, poco probable y siempre dejaban cicatriz. Esquivó el ataque del primero, intentando responderle con un fuerte golpe en la nuca, a ver si podía dejarle inconsciente un rato, pero eso le dejaba más expuesto al segundo.
Uryan no usaba ningún tipo de estrategia, en cuanto se metía en una pelea en desventaja su único objetivo era el de aprtir tantas cabezas como pudiera antes de irse al otro mundo, si es que le aceptaban allí. Se volvía totalmente loco y de haber estado en un lugar más resguardado conocerían a Slang en su máximo esplendor, pero como el maldito lobo lo único que hacía era mirar de un lado a otro, ansioso, fue el humano el que se dedicó a repartir sin ningún tipo de conciencia. le llovían golpes, cortes, dolor y cuanto más dolor, más loco se volvía él.
El olor de la sangre de Uryan llegó hasta Hania y ésta se puso nerviosa, de pronto las voces empezaban a ser un zumbido. Los otros secuaces se fueron acercando y ya no se podía distinguir de quien era cada pie o cada mano. Esthia y Uryan tenían encima al menos a nueve matones. La rubia se puso las manos en los oidos… ahí estaba… no!!! otra vez no!!! era como u rugido infernal y el calor que le subía por la garganta. De pronto dos de ellos empezaron a sangrar por nariz, orejas y ojos. Los hombres se apartaron sorprendidos, les quemaba la cara, la sangre que salía de sus cuencas parecía efervescer.
El olor de la sangre y el dolor de las heridas y golpes comenzó a guiar a Esthia en una peligrosa escalada. Estaba en clara desventaja y eso nunca era bueno, porque podría descontrolarse. Cuando se veía acorralado, cuando no tenía más opciones que matar o morir, el lobo tomaba el control de la situación y arrasaba con todo lo que veía a su paso. Podía soportar de mejor o peor manera el influjo de la luna, pero la desesperación por la supervivencia era algo demasiado visceral, puro instinto. Y conforme avanzaba la pelea y se veía más y más cansado y acorralado por un número mayor de enemigos, más cerca estaba de sucumbir y que el lobo mostrase su níveo pelaje y sus fuertes colmillos. Mas de repente algunos de ellos se apartaron. No lo entendía, pero no iba a plantearselo, no era el momento, todavía estaba demasiado arrinconado. Le habían hecho varios cortes en el brazo, en un muslo y tenía un pinchazo en un costado. Notaba la quemazón de las heridas y cómo la infección debida a la plata mermaba sus fuerzas.
Él no sabía ni lo que tenía ni lo que no, porque no había dejado de repartir en ningún momento, completamente loco, arrasando lo que veía sin estremecerse por el sonidod e los huesos al romperse o los alaridos que provocaba a su alrededor, ni siquiera escuchaba a Esthia pero en cuanto sus enemigos empezaron a alejarse y a mirarse confusos Uryan se detuvo. Jadeaba, estaba ensangrentado y no sabía hasta qué punto mal herido, pero vio cómo sangraban de los ojos... De los oidos, de todas partes... Ese no era él, si golpeaba los uficientemente fuerte hacía estallar cráneos, no les daba tiempo ni a sangrar... ¿Qué...?
Los alaridos de los infelices hicieron que Hania se hiciese un ovillo, pegando las rodillas al pecho y con las manos en los oidos, presionando, como si aquello pudiera evitar las voces.
—¡¡Brujería!!! ¡¡corred!!! ¡¡¡nos destrozarán a todos!!! -Alguien gritó aquello y los más cobardes se largaron a todo meter. Quedaban los que estaban peleando y que no habían visto a sus compañeros sangrar. Ahora estaban en el suelo convulsionando y sangrando por todos los orificios.
Esthia cayó de rodillas al suelo, respirando por la boca, a grandes bocanadas, algo entrecortadas porque cada intento de llevar oxígeno a sus pulmones era una punzada en la herida del costado que le drenaba la vida. El corte del muslo sangraba profusamente. El del brazo escocía, pero era bastante más pequeño. Tenía morados y golpes por muchos sitios, pero nada le borraba la sonrisa. Ni siquiera el no entender lo que estaba pasando. ¿Brujería? ¡Pues bienvenida fuera, porque acababa de salvarles la vida!
Uryan ajdeaba también, aunque eran más bufidos que otra cosa. Observaba lo que estaba ocurriendo pero no le dio tiempo a sopesarlo, algunos quedaban todavía. Por el parón, estaba un poco más lento y menos enérgico, le costó ahuyentarles o partirles los morros, pero no dejó de hacerlo hasta que no estuvo completamente seguro de estar solos.
Arrodillado, echado hacia adelante, con las manos apoyadas en el suelo y sentado sobre sus talones, incapaz de tenerse ya en pie, el lobo blanco levantó la vista hacia Uryan. La sangre le goteaba por la comisura de la boca. No recordaba en qué momento había mordido a alguien o si se había mordido a sí mismo a causa de un golpe. Todo había sido demasiado frenético.
Aun estaba tenso, porque no entendía nada, pero Slang seguía mirando y tirando de él hacia los callejones, sin embargo se acercó a Esthia primero. ¿A él también le estaba afectando esa brujería? Le cogió del mentón, levantándole la cara. No, a él no le sangraban los ojos. Gruñó, muy cabreado.
-¡Te dije que te quedaras dentro!
Cogió al hombre y se lo echó contra el pecho, cargó con él, aunque no sintió el chorro de sangre que se escapo de alguna parte por el esfuerzo y luego hizo caso al maldito lobo rojo... Siguiendo hacia el callejón. frenético.
La rubia se quitó las manos de la cabeza y miró hacia las dos figuras que renqueaban hacia ella. Apoyó una mano para ponerse de pie, estaba algo mareada, porque el Caldero de sangre la dejaba agotada mentalmente, el dolor era intenso y durante unos minutos no vería bien, sólo bultos desenfocados que se acercaban a ella.
—¿S…Slang?
-¿Quién es Slang? -preguntó, arrugando el ceño-. ¿Y quién es la rubia? ¿Es tu novia? ¡Es muy guapa! ¡Bajame, que quiero conocerla! -Se removió hasta que consiguió liberarse del agarre de Uryan y acercarse a la muchacha-. ¡Anda! ¡Si eres una vampira! -Desvió la mirada a Uryan otra vez-. Oye, pues es muy mona para estar así como muerta. -Sus ojos azules regresaron a encontrarse con los de Hania-. Yo soy Esthia.
Bajó al lobo, porque tampoco estaba como para retenerle, su cuerpo empezaba a estar falto de adrenalina y empezó a ver borroso. Su corazón latía en todas partes menos en su pecho. Miró su cuerpo, completamente ensangrentado, no tenía claro dónde tenía los cortes más profundos porque salía de todos lados y no lentamente. Cogió aire, varias veces. Ahora todo tenía sentido Slang sabía que hania estaba allí. Quería saber qué narices hacía la niña allí... Hizo una mueca y soltó un gruñido de rabia.
-Hablad después. Larguémonos.
La vampira se levantó del suelo rápidamente algo temblorosa y cogió de la mano a Uryan para llevarlo al antiguo orfanato y cuando miró a Esthia y vio sus ojos, tan limpios, tan cálidos y con esa voz tan reconfortante, también le dio la mano. Se alejaron los tres por el callejón y en menos de cinco minutos habían alcanzado el muro del convento. Para entrar debían rodear toda la manzana, con jardines y bosque incluido, pero ella sabía otra entrada. Apartó un montón de hiedras que crecían sobre la piedra y se coló por el agujero, los lobos también cabrían aunque más apretados. Corrió hasta la puerta de la cocina y buscó la llave bajo una maceta, donde todavía permanecía, abriendo la puertecilla lateral y entrando por ella. Lo primero que hizo fue prender carbón en la cocina de hierro colado. Después fue a la bomba del agua y la puso en marcha. Al principio salió marrón pero al instante era cristalina y llenó un cubo que vertió en una olla para calentarla. Los paños estaban limpios en los cajones, algo polvorientos pero nada más.
Al lobo blanco le gustó aquella mujer. Agarró su mano, entrelazando sus dedos, y se dejó guiar hacia el orfanato, mirando por encima de ella a Uryan, que iba al otro lado. Pero la perdida de sangre era mucha y la infección de la plata le estaba dando fiebre. Apenas llegaron a la cocina del orfanato, sintiéndose a salvo, colapsó.
Uryan aceptó la mano de la rubia, aunque no tenía mucha más opción. Su cerebro empezaba a enviarle señales de lo jodido que realmente estaba, la sangre que le llenaba las fosas nasales no solo le pertenecían a él, pero estaba saturado con la de Esthia. Sacudió la cabeza y caminó. Podría haberle llevado directo a una trampa porque por una vez, el lobo rojo no tenía ni pizca de ganas de discutir. Observó el orfanato y lo reconoció, pasó al interior, prácticamente en la misma situación que Esthia, de hecho parecía a punto de caerse de bruces en cualqueir momento, hasta que vio al cachorro caer. Entonces, pareció espabilar. gruñó y fue a recogerle. Dejó a Hania haciendo cosas, mientras él buscaba un lugar medianamente cómodo y alejado del frío donde dejar a Esthia.
La rubia parecía una hormiga de aquí para allá. Ayudó a Slang a colocar a Esthia en una cama y arrimó la otra para él.
—Tu también tienes que tumbarte.
Hundió el paño en el agua y limpió las heridas del lobo blanco, cosiendolas como si estuviera bordando el mantel del altar de la iglesia, con mucho cuidado y con puntadas simétricas y paralelas. No había restos de plata que hubiera que sacar, así que sólo se trataba de cuidar heridas y parar la pérdida de sangre. Fue a cambiar el agua y a por más paños y realizó la misma operación con el lobo rojo, a oscuras porque no necesitaba de luz para todo aquello. Al terminar los dejó descansar y fue a recogerlo todo y a encender un brasero que les diera calor, mantas limpias y por último quemó unas ramas de salvia en un pebetero, haciendo que al menos oliera un poco menos a moho.
-Amy, bonita, luego te pago esto, que no me fío un pelo de Uryan.
A pesar de que había ido contadas veces, ya le echaba rostro al asunto para salir sin pagar. Volvería, por supuesto, a saldar la cuenta. Pero tras comprobar lo que ocurría fuera.
-Uryan, ¿qué oc...? -se calló de golpe cuando vio el grupo que rodeaba al otro licántropo. No había que ser demasiado listo para saber que aquello era un ataque. Sobre todo cuando él mismo había sufrido uno similar unos días atrás.
Uryan se fijó en las armas de plata, en los dos becerros que acompañaban a Jack... Estaba tenso, pero su lobo seguía pendiente de otra cosa. ¿Qué coño tenía Slang en la cabeza? A esas alturas ya debería estar aguantando sus mordiscos y conteniéndose para no dejarse llevar. El sonido de Esthia a su lado le hizo fruncir el ceño. Estaba esperando, a que el resto se moviera, antes de hacer nada.
-¿No te he dicho que esperes dentro?
Los matones miraron al jefe y al licántropo que salió de la taberna, y crujieron los nudillos, o se arremangaron las camisas. Allí había muchas ganas de partir cráneos, de oler sangre y repartir violencia gratuita. Hania observaba desde la oscuridad de un callejón cuatro calles más abajo, oculta tras unas cajas de desperdicios.
—No es nada personal, pero ya te dije que no te convendría rechazar mi oferta. Ultima oportunidad: trabaja para mi y con mi reglas o te vamos a partir los dientes y las piernas.
-Sí, lo has dicho.
Otra cosa es que fuera a hacerle caso. Que ya tenía una edad para andar rindiendo cuentas de las peleas en que se metía o se dejaba de meter. Además, que no iba a dejar a Uryan en la estacada con aquellos tipos. Que el lobo era enorme, pero ellos eran una docena y estaban armados.
Lo malo de estar en mitad de la calle era que no iba a poder transformarse, si, a Uryan no le importaba correr riesgos pero eso no suponía ser un inconsciente. No del todo. Hizo un movimiento con la cabeza, inclinándola a un lado como si estuviera encajándose correctamente las cervicales. Slang seguía a por pipas y Uryan no llegaba a entender por qué... Ya investigaría después.
El licántropo ni siquiera contestó, no iba armado, pero le dio igual. Se lanzó a por las moles, que parecían los que más problemas podrían darle.
Los secuaces del sacatripas impactaron contra Uryan a puñetazos y con los puños de metal y pinchos. Sin pensarselo dos veces cuatro tipos más se acercaron, dos de ellos yendo a por Esthia directamente. Al parecer seis contra dos era un buen ratio y de momento el resto se quedó como en segunda fila observado qué hacían los demás.
La sonrisa de Esthia apareció en su rostro. No podía evitarlo, era comenzar una pelea y sonreír. Su mente se puso a trabajar para buscar los puntos débiles de sus dos oponentes. Sabía que a fuerza y resistencia les ganaba, sí, pero ellos tenían armas de plata y él era un hombre lobo al que le daba un poquito de alergia el metal. Un poquito. Bastante. Tirando a mucho. Podía sobrevivir a heridas de plata, por supuesto, pero era difícil, doloroso, poco probable y siempre dejaban cicatriz. Esquivó el ataque del primero, intentando responderle con un fuerte golpe en la nuca, a ver si podía dejarle inconsciente un rato, pero eso le dejaba más expuesto al segundo.
Uryan no usaba ningún tipo de estrategia, en cuanto se metía en una pelea en desventaja su único objetivo era el de aprtir tantas cabezas como pudiera antes de irse al otro mundo, si es que le aceptaban allí. Se volvía totalmente loco y de haber estado en un lugar más resguardado conocerían a Slang en su máximo esplendor, pero como el maldito lobo lo único que hacía era mirar de un lado a otro, ansioso, fue el humano el que se dedicó a repartir sin ningún tipo de conciencia. le llovían golpes, cortes, dolor y cuanto más dolor, más loco se volvía él.
El olor de la sangre de Uryan llegó hasta Hania y ésta se puso nerviosa, de pronto las voces empezaban a ser un zumbido. Los otros secuaces se fueron acercando y ya no se podía distinguir de quien era cada pie o cada mano. Esthia y Uryan tenían encima al menos a nueve matones. La rubia se puso las manos en los oidos… ahí estaba… no!!! otra vez no!!! era como u rugido infernal y el calor que le subía por la garganta. De pronto dos de ellos empezaron a sangrar por nariz, orejas y ojos. Los hombres se apartaron sorprendidos, les quemaba la cara, la sangre que salía de sus cuencas parecía efervescer.
El olor de la sangre y el dolor de las heridas y golpes comenzó a guiar a Esthia en una peligrosa escalada. Estaba en clara desventaja y eso nunca era bueno, porque podría descontrolarse. Cuando se veía acorralado, cuando no tenía más opciones que matar o morir, el lobo tomaba el control de la situación y arrasaba con todo lo que veía a su paso. Podía soportar de mejor o peor manera el influjo de la luna, pero la desesperación por la supervivencia era algo demasiado visceral, puro instinto. Y conforme avanzaba la pelea y se veía más y más cansado y acorralado por un número mayor de enemigos, más cerca estaba de sucumbir y que el lobo mostrase su níveo pelaje y sus fuertes colmillos. Mas de repente algunos de ellos se apartaron. No lo entendía, pero no iba a plantearselo, no era el momento, todavía estaba demasiado arrinconado. Le habían hecho varios cortes en el brazo, en un muslo y tenía un pinchazo en un costado. Notaba la quemazón de las heridas y cómo la infección debida a la plata mermaba sus fuerzas.
Él no sabía ni lo que tenía ni lo que no, porque no había dejado de repartir en ningún momento, completamente loco, arrasando lo que veía sin estremecerse por el sonidod e los huesos al romperse o los alaridos que provocaba a su alrededor, ni siquiera escuchaba a Esthia pero en cuanto sus enemigos empezaron a alejarse y a mirarse confusos Uryan se detuvo. Jadeaba, estaba ensangrentado y no sabía hasta qué punto mal herido, pero vio cómo sangraban de los ojos... De los oidos, de todas partes... Ese no era él, si golpeaba los uficientemente fuerte hacía estallar cráneos, no les daba tiempo ni a sangrar... ¿Qué...?
Los alaridos de los infelices hicieron que Hania se hiciese un ovillo, pegando las rodillas al pecho y con las manos en los oidos, presionando, como si aquello pudiera evitar las voces.
—¡¡Brujería!!! ¡¡corred!!! ¡¡¡nos destrozarán a todos!!! -Alguien gritó aquello y los más cobardes se largaron a todo meter. Quedaban los que estaban peleando y que no habían visto a sus compañeros sangrar. Ahora estaban en el suelo convulsionando y sangrando por todos los orificios.
Esthia cayó de rodillas al suelo, respirando por la boca, a grandes bocanadas, algo entrecortadas porque cada intento de llevar oxígeno a sus pulmones era una punzada en la herida del costado que le drenaba la vida. El corte del muslo sangraba profusamente. El del brazo escocía, pero era bastante más pequeño. Tenía morados y golpes por muchos sitios, pero nada le borraba la sonrisa. Ni siquiera el no entender lo que estaba pasando. ¿Brujería? ¡Pues bienvenida fuera, porque acababa de salvarles la vida!
Uryan ajdeaba también, aunque eran más bufidos que otra cosa. Observaba lo que estaba ocurriendo pero no le dio tiempo a sopesarlo, algunos quedaban todavía. Por el parón, estaba un poco más lento y menos enérgico, le costó ahuyentarles o partirles los morros, pero no dejó de hacerlo hasta que no estuvo completamente seguro de estar solos.
Arrodillado, echado hacia adelante, con las manos apoyadas en el suelo y sentado sobre sus talones, incapaz de tenerse ya en pie, el lobo blanco levantó la vista hacia Uryan. La sangre le goteaba por la comisura de la boca. No recordaba en qué momento había mordido a alguien o si se había mordido a sí mismo a causa de un golpe. Todo había sido demasiado frenético.
Aun estaba tenso, porque no entendía nada, pero Slang seguía mirando y tirando de él hacia los callejones, sin embargo se acercó a Esthia primero. ¿A él también le estaba afectando esa brujería? Le cogió del mentón, levantándole la cara. No, a él no le sangraban los ojos. Gruñó, muy cabreado.
-¡Te dije que te quedaras dentro!
Cogió al hombre y se lo echó contra el pecho, cargó con él, aunque no sintió el chorro de sangre que se escapo de alguna parte por el esfuerzo y luego hizo caso al maldito lobo rojo... Siguiendo hacia el callejón. frenético.
La rubia se quitó las manos de la cabeza y miró hacia las dos figuras que renqueaban hacia ella. Apoyó una mano para ponerse de pie, estaba algo mareada, porque el Caldero de sangre la dejaba agotada mentalmente, el dolor era intenso y durante unos minutos no vería bien, sólo bultos desenfocados que se acercaban a ella.
—¿S…Slang?
-¿Quién es Slang? -preguntó, arrugando el ceño-. ¿Y quién es la rubia? ¿Es tu novia? ¡Es muy guapa! ¡Bajame, que quiero conocerla! -Se removió hasta que consiguió liberarse del agarre de Uryan y acercarse a la muchacha-. ¡Anda! ¡Si eres una vampira! -Desvió la mirada a Uryan otra vez-. Oye, pues es muy mona para estar así como muerta. -Sus ojos azules regresaron a encontrarse con los de Hania-. Yo soy Esthia.
Bajó al lobo, porque tampoco estaba como para retenerle, su cuerpo empezaba a estar falto de adrenalina y empezó a ver borroso. Su corazón latía en todas partes menos en su pecho. Miró su cuerpo, completamente ensangrentado, no tenía claro dónde tenía los cortes más profundos porque salía de todos lados y no lentamente. Cogió aire, varias veces. Ahora todo tenía sentido Slang sabía que hania estaba allí. Quería saber qué narices hacía la niña allí... Hizo una mueca y soltó un gruñido de rabia.
-Hablad después. Larguémonos.
La vampira se levantó del suelo rápidamente algo temblorosa y cogió de la mano a Uryan para llevarlo al antiguo orfanato y cuando miró a Esthia y vio sus ojos, tan limpios, tan cálidos y con esa voz tan reconfortante, también le dio la mano. Se alejaron los tres por el callejón y en menos de cinco minutos habían alcanzado el muro del convento. Para entrar debían rodear toda la manzana, con jardines y bosque incluido, pero ella sabía otra entrada. Apartó un montón de hiedras que crecían sobre la piedra y se coló por el agujero, los lobos también cabrían aunque más apretados. Corrió hasta la puerta de la cocina y buscó la llave bajo una maceta, donde todavía permanecía, abriendo la puertecilla lateral y entrando por ella. Lo primero que hizo fue prender carbón en la cocina de hierro colado. Después fue a la bomba del agua y la puso en marcha. Al principio salió marrón pero al instante era cristalina y llenó un cubo que vertió en una olla para calentarla. Los paños estaban limpios en los cajones, algo polvorientos pero nada más.
Al lobo blanco le gustó aquella mujer. Agarró su mano, entrelazando sus dedos, y se dejó guiar hacia el orfanato, mirando por encima de ella a Uryan, que iba al otro lado. Pero la perdida de sangre era mucha y la infección de la plata le estaba dando fiebre. Apenas llegaron a la cocina del orfanato, sintiéndose a salvo, colapsó.
Uryan aceptó la mano de la rubia, aunque no tenía mucha más opción. Su cerebro empezaba a enviarle señales de lo jodido que realmente estaba, la sangre que le llenaba las fosas nasales no solo le pertenecían a él, pero estaba saturado con la de Esthia. Sacudió la cabeza y caminó. Podría haberle llevado directo a una trampa porque por una vez, el lobo rojo no tenía ni pizca de ganas de discutir. Observó el orfanato y lo reconoció, pasó al interior, prácticamente en la misma situación que Esthia, de hecho parecía a punto de caerse de bruces en cualqueir momento, hasta que vio al cachorro caer. Entonces, pareció espabilar. gruñó y fue a recogerle. Dejó a Hania haciendo cosas, mientras él buscaba un lugar medianamente cómodo y alejado del frío donde dejar a Esthia.
La rubia parecía una hormiga de aquí para allá. Ayudó a Slang a colocar a Esthia en una cama y arrimó la otra para él.
—Tu también tienes que tumbarte.
Hundió el paño en el agua y limpió las heridas del lobo blanco, cosiendolas como si estuviera bordando el mantel del altar de la iglesia, con mucho cuidado y con puntadas simétricas y paralelas. No había restos de plata que hubiera que sacar, así que sólo se trataba de cuidar heridas y parar la pérdida de sangre. Fue a cambiar el agua y a por más paños y realizó la misma operación con el lobo rojo, a oscuras porque no necesitaba de luz para todo aquello. Al terminar los dejó descansar y fue a recogerlo todo y a encender un brasero que les diera calor, mantas limpias y por último quemó unas ramas de salvia en un pebetero, haciendo que al menos oliera un poco menos a moho.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Dos mejor que una. (Priv +18)
Esthia estuvo inconsciente toda la noche. Su cuerpo estaba agotado y necesitaba cada ápice de energía para curarse. Las heridas que había cosido Hania dejaron de sangrar tan abundantemente, hasta dejar de hacerlo finalmente. Como su cuerpo se regeneraba, no dejarían cicatrices demasiado evidentes, de ésas en las que pueden contarse los puntos y la piel queda levemente abultada, pero sí se apreciaría una línea blanquecina en el lugar donde la carne se había unido tras el contacto con la plata.
La infección causada por el metal en contacto con su sangre le mantuvo toda la noche hirviendo en fiebre, sudando y temblando a intervalos.
Cuando el sol despuntaba, pareció que comenzaba a remitir y que el lobo blanco podía por fin descansar y dejar que su cuerpo se recuperara.
Ya estaba bastante arriba en el cielo cuando abrió los ojos, quejándose roncamente porque le dolía absolutamente todo el cuerpo y estaba mareado. Luchar contra la infección siempre era agotador.
El lobo rojo no fue capaz de despertarse con el sol. Se había quedado despierto, observando cómo Hania cuidaba primero de Esthia y luego a él, pero estaba tan tenso que fue incapaz de conciliar el sueño hasta que la pérdida de sangre lo hizo por él. Entre horas se despertó y se transformó en el lobo rojo que en esos momento descansaba en el lecho, había sangre manchando su pelaje y las heridas parecían no regenerar con tanta rapidez como le ocurría al copo de nieve.
La rubia debía volver cada noche al hotel, no quería provocar las iras de Assur, y no sabía cuanto más conseguiría burlar su vigilancia, pero esa vez era necesaria su intervención, lo escuchó en las voces, y se había cumplido.
Esthia aprovechó que Uryan dormía y lo observó a placer. Cuando Hania llegó, charló un poco con ella y volvió a dormirse. Todavía estaba muy débil, pero tenía que empezar a pensar en volver a la pensión y arreglar algunas cosas. Sobre todo porque no le había pagado a Amy la cena de antes de la pelea.
Uryan no parecía muy por la labor de despertarse, las heridas no estaban regenerando como lo hacían las de Esthia, tardaban mucho más, no tanto como si fuera alguien normal, pero aun así podía ser algo realmente irremediable si las más graves no mejoraban rápido.
Mientras tanto, Esthia y Hania se encontraban, al regreso de la muchacha al orfanato para atender las heridas de ambos lobos, que se recuperaban poco a poco.
-¡¡Rubia!! -Hania Doe se abrazó al lobo blanco y le besó los morretes. Esthia Vikorida sorió, levantó a Hania por la cintura, por encima de su cabeza, y la bajó de nuevo, abrazándola por la cintura, de forma que quedara pegada a su cuerpo, sin tocar el suelo, todavía su cabeza más alta que la de él-. ¿Dónde has estado todo el día, preciosa?
-Escondida en un armario -le dijo tan tranquila al lobo.— Es que Assur aún está enfadado.
-Tsk... Debería ir a hablar con Assur para que me permita cortejarte como un caballero, con planes de boda y todo eso.
-¿para qué te quieres casar conmigo si ya tienes a Slang?...— miró a Esthia extrañada, que eso es lo que más raro se le hacía, no que le dijera que iba a hablar con Assur sobre cortejarla ni nada de eso...
-Jajajajaja. No puedo casarme con Slang. De hecho, es un secreto que me gusta Slang. Nadie puede saberlo, sólo tú. Ni siquiera puedes decírselo a Uryan, ¿vale? Y lo digo sólo para que Assur me deje visitarte. No tienes que casarte conmigo. Tú eres una princesa y yo soy el lobo del cuento. -La dejó en el suelo, pero mantuvo sus manos en su cintura.
La pequeña rubia se quedó pensativa y acabó poniendo un gesto de resignación.
—No querrá. Es un cabezota y cree... cree que quien me toque merece la muerte, pero yo creo que sólo es miedo a perderme. ¡¡Es un tonto!! ¡¡yo siempre le voy a querer!! ¡¡es mi sol y no hay otro!! —Suspiró y se sentó en una butaca—. ¿me dejas que te cepille el pelo?
-¡¡Claro!! -Se sentó en el suelo, de espaldas a ella, para que pudiera cepillarle el pelo con comodidad. -Es normal que no quiera perderte, princesa. ¿Quién querría? Pero nosotros no queremos robarte de tu sol, queremos disfrutarte un poquito. ¡Tambien tenemos derecho!
-Eso ya lo sé, pero él no lo y no me deja explicárselo, se pone furibundo.— Sacó un peine del bolsillo y empezó a cepillarle el pelo. Si estuviera allí Uryan le haría buena falta ese acicalado y seguro que se quejaría y gruñiría y diría que no lo quería.— ¿cómo están tus heridas?
-Mejor, mira -le enseñó la del brazo, que todavía tenía el hilo, que no se había caído, pero ya estaba completamente cerrada. -Esta noche me quitaré los puntos para que se cierre del todo. ¡¡Me va a quedar una cicatriz!! Pero lejos de afearme, resaltará mi virilidad.
-¡¡¡Tendrás tus propias serpientes!!! a ver... hum.. no.. son más bien culebrillas. ¡Oh! sabes qué? leí en un libro que me trajo Assur de la biblioteca de Alejandría que hay un compuesto que lo echas donde ha habido plata y la desompone. Creo que debería conseguir un poco para traeroslo.
-Pues estaría genial, porque si vuelven a atacarnos, nos vendría bien poder curar la infección con rapidez. Quizás otra vez no tengamos tanta suerte. Y seguro que a Uryan le viene bien, que siempre acaba más herido.
-¿Cuando es tu cumpleaños?— Hablando de escopetas. La rubia saltó de un tema a otro con una facilidad pasmosa.— El mio es en febrero, pero no sé el día.
-El mío es el 31 de diciembre. Así que todavía falta mucho. ¿En febrero? ¡Anda, el mi hermano mayor tambien!
-¿El último día del año? que bonito!! es como ser el último en llegar a la fiesta y por eso no estás aburrido!! ¿me ayudas a elegir un día? no sé cual.
-Pues... mi hermano es el 1... qué tal... no sé...el 28 o el 27, al final del mes, como yo. Así le llevamos la contraria. Tú no lo conoces, pero a mí me gusta molestarle.
Hania Doe le siguió peinando los mechones a Esthia escuchando las historias de su hermano, ojalá ella tuviera alguno.
—¿Puedo quedarme el 28? así será el último dia del mes como tu. — Ni que Esthia fuera el dueño del calendario.— ¿Cuándo será el de Uryan? se lo preguntaré cuando lo vea.
-Puedes quedarte el que quieras, princesa. Así no me olvidaré. El 28 de febrero. Es una fecha genial. Y Uryan... Pues no lo sé, tenemos que preguntárselo. ¡¡Y le haremos una fiesta!!
-¡¡Ah! ya casi se me olvidaba!! le he traido esto.— fue a buscar un paquete que se había dejado en afuera.— Tiene la ropa hecha trizas y...parece un mendigo. Es como cuando yo llevaba el camisón de la morgue, Assur lo quemó. Decía que olía a miseria.
-Assur hizo muy bien, estás mucho más guapa así. Aunque tú estarías guapa con cualquier cosa. O sin nada. Se lo daré a Uryan cuando le vea. Y conseguiré que se lo ponga.
-¿Sin nada? La hermana Adolfina se caería muerta del susto...jijijijij.— Se puso en pie y tiró de Esthia hacia fuera del orfanato, a la fuente del jardín. Se quitó la ropa tirándola por ahi y correteando.— Hermana Adolfina!!! estoy sin ropa!! ¿lo ve? no pasa nada!! no estoy ardiendo en el infierno!!!...— se metió en la fuente, total... no sentía más frío del que anidaba en su interior, y como estaba muerta no podía resfriarse..qué más daba.
Esthia la siguió con una sonrisa. La observó quitarse la ropa y corretear desnuda, gritándole a la nada. Se despojó de su ropa y la dejó tal y como cayó en el suelo, reuniéndose con ella en la fuente. Le agarró la mano y la miró a los ojos, bajo la luz de la luna, que hacía que sus pieles brillaran.
-¿Ves como eres preciosa, mi Dama de Plata?
Preciosa o no, le da igual, Hania sólo estaba contenta porque ella ya sospechaba que lo que la monja le decía no era verdad, pero ahora lo había comprobado. Metió la mano en el agua y salpicó a Esthia riéndose.
El licántropo se rió y comenzó a salpicarla también, riendose a carcajadas, como dos crios pequeños, desnudos en una fuente, sin pensar en las consecuencias y sin verse obligados a odiarse simplemente por lo que eran.
Hania gritaba cuando el agua la salpicaba, entre risas y correteos, aproximándose a Esthia y tratando de hacerlo caer al agua, de sumergirlo. Alguna vez había hecho eso mismo en verano, cuando apretaba el calor, sólo que las monjas los reprendían porque la ropa se estropeaba al mojarse asi, y sin duda, no iban a dejarlos sin ropa.
Él le seguía el juego con esa alegría infantil que siempre tenía, hasta que finalmente cayó al agua, completamente sumergido. Pero aprovechó para levantarse, cogiéndola de las piernas y echándosela al hombro.
-¡Ahhh! Ahora te tengo, princesa. ¡¡Y puedo tirarte al agua!! Oh, sí, soy así de malvado. Y te tiraré si no haces lo que yo quiera. -Todo esto, con fingida voz de malo de cuento.
-¡Oh, no!! socorro!! me ha raptado el lobo malo!!! pero...¿qué es esto?...— agarró con las manos la melena de Esthia y tiró suavemente.— ¡pero si eres un caballito!! arre!! al trote!!
Esthia dejó caer un poco a Hania para tenerla de frente, pero aún en volandas.
-¡¡No soy un caballo!! ¡¡Soy un dragóoooon!! ¡¡Y te voy a comer!! Aaaaaarrrrrg!!
-¡¡nooooooo!!! jajajajaja... —salió corriendo por la fuente le lanzó un nenúfar-. yo soy una bruja y te lanzaré mis hechizos!! toooma!! una bola de fuego!!!...— le lanzó otro nenufar mientras correteaban por la fuente. Quien pasase por allí como poco se quedaría alucinado de la escena.
Esthia recibió un nenufarazo en el pecho y otro en la cabeza.
-¡¡Oh, no, la terrible bruja me ha herido!! Ahora me ha convertido en un tritón. -Se metió en el agua de la fuente y nadó por el otro lado, para encontrarsela de frente, apoyandose en las manos, con los brazos extendidos, para dejar fuera medio cuerpo.
-Ya no soy ua bruja! soy una sirena, y no puedo salir del agua o moriré.— Se sumergió en el agua y sacó los pies cruzados como si fueran una cola.— te cantaré la canción de la sirena... cuando mi barco navega por las llanuras del mar, pongo atención por si escucho a una sirena cantar. Dicen que murió de amores, quien su cansión escuchó. Yo doy gustoso la vida siempre que muera de amor. Coreeee vuelaaaa surca las olas del mar...quien pudiera a una sirena escuchar...
El lobo le hizo los coros, aunque había que reconocer que no estaba a la altura. Al poco se levantó, se puso las manos en la cintura, hechas puños, y sacó pecho.
-¡¡Yo soy Odiseo y puedo sobrevivir al canto de las sirenas!! -porque quisieras que no, el muchacho era griego y conocía esas historias.
-¿Quién es Odiseo? ¿me cuentas su historia? Pero mejor vamos a secarte, que te puedes resfriar.— se encogió de hombros, porque ella ya no, se acabaron para siempre las toses y el dolor de pecho. Recurrió al armario de la ropa de cama para sacar dos toallas y prendió la estufa de hierro que había en la biblioteca, acomodandose sobre la alfombra en frente de ésta.
Esthia Vikorida la siguió, desnudo, con la ropa en la mano (así), se sentó junto a a estufa, envuelto en la toalla, con las piernas cruzadas.
-Pues Odiseo era un héroe griego, como yo. No era tan guapo, pero contaba con los favores de la diosa Palas Atenea. Ella sí que era guapa. Y fuerte. Y lo mandó a conquistar una ciudad. Estuvo diez años en la guerra, y luego, cuando volvió a casa, tuvo un viaje muy divertido, con un montón de aventuras.
-¿Y está vivo? quiero decir que... bueno. Conzco a Veturia, la madre de Cayo Marcio, y a la diosa Anut, y también a Jacob el hijo de Isaac... son todos vampiros. Ramsés segundo tambien lo era hasta que... lo maté sin querer. Como al sacatripas.
-Pues... yo tenía entendido que no. Pero la verdad es que no lo sé. Y prefiero no saberlo, me gusta más pensar que es un héroe antiguo y todo eso. Si fuera un vampiro, se me caería el mito. No sé, es como un dios o un semidiós... si fuera un vampiro... sería raro. No te ofendas, tú eres una vampira preciosa, pero otros que he conocido no lo eran tanto.
-Buscaré su historia y otro día me lees.— Se acercó a Esthia y se colocó entre sus piernas buscando el calorcito que emanaba.— No quiero que Uryan se enfade porque te dé mimos cuando él no está.
-Uryan no va a enfadarse por eso. No si eres tú. -arrugó el ceño-. En realidad no debería enfadarse fuese quien fuese, porque él y yo no hemos hablado de nada... bueno, da igual. El caso es que no se enfadará si eres tú y eso es lo que importa. -la abrazó, pegándola a su cuerpo y dejándolos a los dos bajo la toalla.
La infección causada por el metal en contacto con su sangre le mantuvo toda la noche hirviendo en fiebre, sudando y temblando a intervalos.
Cuando el sol despuntaba, pareció que comenzaba a remitir y que el lobo blanco podía por fin descansar y dejar que su cuerpo se recuperara.
Ya estaba bastante arriba en el cielo cuando abrió los ojos, quejándose roncamente porque le dolía absolutamente todo el cuerpo y estaba mareado. Luchar contra la infección siempre era agotador.
El lobo rojo no fue capaz de despertarse con el sol. Se había quedado despierto, observando cómo Hania cuidaba primero de Esthia y luego a él, pero estaba tan tenso que fue incapaz de conciliar el sueño hasta que la pérdida de sangre lo hizo por él. Entre horas se despertó y se transformó en el lobo rojo que en esos momento descansaba en el lecho, había sangre manchando su pelaje y las heridas parecían no regenerar con tanta rapidez como le ocurría al copo de nieve.
La rubia debía volver cada noche al hotel, no quería provocar las iras de Assur, y no sabía cuanto más conseguiría burlar su vigilancia, pero esa vez era necesaria su intervención, lo escuchó en las voces, y se había cumplido.
Esthia aprovechó que Uryan dormía y lo observó a placer. Cuando Hania llegó, charló un poco con ella y volvió a dormirse. Todavía estaba muy débil, pero tenía que empezar a pensar en volver a la pensión y arreglar algunas cosas. Sobre todo porque no le había pagado a Amy la cena de antes de la pelea.
Uryan no parecía muy por la labor de despertarse, las heridas no estaban regenerando como lo hacían las de Esthia, tardaban mucho más, no tanto como si fuera alguien normal, pero aun así podía ser algo realmente irremediable si las más graves no mejoraban rápido.
Mientras tanto, Esthia y Hania se encontraban, al regreso de la muchacha al orfanato para atender las heridas de ambos lobos, que se recuperaban poco a poco.
-¡¡Rubia!! -Hania Doe se abrazó al lobo blanco y le besó los morretes. Esthia Vikorida sorió, levantó a Hania por la cintura, por encima de su cabeza, y la bajó de nuevo, abrazándola por la cintura, de forma que quedara pegada a su cuerpo, sin tocar el suelo, todavía su cabeza más alta que la de él-. ¿Dónde has estado todo el día, preciosa?
-Escondida en un armario -le dijo tan tranquila al lobo.— Es que Assur aún está enfadado.
-Tsk... Debería ir a hablar con Assur para que me permita cortejarte como un caballero, con planes de boda y todo eso.
-¿para qué te quieres casar conmigo si ya tienes a Slang?...— miró a Esthia extrañada, que eso es lo que más raro se le hacía, no que le dijera que iba a hablar con Assur sobre cortejarla ni nada de eso...
-Jajajajaja. No puedo casarme con Slang. De hecho, es un secreto que me gusta Slang. Nadie puede saberlo, sólo tú. Ni siquiera puedes decírselo a Uryan, ¿vale? Y lo digo sólo para que Assur me deje visitarte. No tienes que casarte conmigo. Tú eres una princesa y yo soy el lobo del cuento. -La dejó en el suelo, pero mantuvo sus manos en su cintura.
La pequeña rubia se quedó pensativa y acabó poniendo un gesto de resignación.
—No querrá. Es un cabezota y cree... cree que quien me toque merece la muerte, pero yo creo que sólo es miedo a perderme. ¡¡Es un tonto!! ¡¡yo siempre le voy a querer!! ¡¡es mi sol y no hay otro!! —Suspiró y se sentó en una butaca—. ¿me dejas que te cepille el pelo?
-¡¡Claro!! -Se sentó en el suelo, de espaldas a ella, para que pudiera cepillarle el pelo con comodidad. -Es normal que no quiera perderte, princesa. ¿Quién querría? Pero nosotros no queremos robarte de tu sol, queremos disfrutarte un poquito. ¡Tambien tenemos derecho!
-Eso ya lo sé, pero él no lo y no me deja explicárselo, se pone furibundo.— Sacó un peine del bolsillo y empezó a cepillarle el pelo. Si estuviera allí Uryan le haría buena falta ese acicalado y seguro que se quejaría y gruñiría y diría que no lo quería.— ¿cómo están tus heridas?
-Mejor, mira -le enseñó la del brazo, que todavía tenía el hilo, que no se había caído, pero ya estaba completamente cerrada. -Esta noche me quitaré los puntos para que se cierre del todo. ¡¡Me va a quedar una cicatriz!! Pero lejos de afearme, resaltará mi virilidad.
-¡¡¡Tendrás tus propias serpientes!!! a ver... hum.. no.. son más bien culebrillas. ¡Oh! sabes qué? leí en un libro que me trajo Assur de la biblioteca de Alejandría que hay un compuesto que lo echas donde ha habido plata y la desompone. Creo que debería conseguir un poco para traeroslo.
-Pues estaría genial, porque si vuelven a atacarnos, nos vendría bien poder curar la infección con rapidez. Quizás otra vez no tengamos tanta suerte. Y seguro que a Uryan le viene bien, que siempre acaba más herido.
-¿Cuando es tu cumpleaños?— Hablando de escopetas. La rubia saltó de un tema a otro con una facilidad pasmosa.— El mio es en febrero, pero no sé el día.
-El mío es el 31 de diciembre. Así que todavía falta mucho. ¿En febrero? ¡Anda, el mi hermano mayor tambien!
-¿El último día del año? que bonito!! es como ser el último en llegar a la fiesta y por eso no estás aburrido!! ¿me ayudas a elegir un día? no sé cual.
-Pues... mi hermano es el 1... qué tal... no sé...el 28 o el 27, al final del mes, como yo. Así le llevamos la contraria. Tú no lo conoces, pero a mí me gusta molestarle.
Hania Doe le siguió peinando los mechones a Esthia escuchando las historias de su hermano, ojalá ella tuviera alguno.
—¿Puedo quedarme el 28? así será el último dia del mes como tu. — Ni que Esthia fuera el dueño del calendario.— ¿Cuándo será el de Uryan? se lo preguntaré cuando lo vea.
-Puedes quedarte el que quieras, princesa. Así no me olvidaré. El 28 de febrero. Es una fecha genial. Y Uryan... Pues no lo sé, tenemos que preguntárselo. ¡¡Y le haremos una fiesta!!
-¡¡Ah! ya casi se me olvidaba!! le he traido esto.— fue a buscar un paquete que se había dejado en afuera.— Tiene la ropa hecha trizas y...parece un mendigo. Es como cuando yo llevaba el camisón de la morgue, Assur lo quemó. Decía que olía a miseria.
-Assur hizo muy bien, estás mucho más guapa así. Aunque tú estarías guapa con cualquier cosa. O sin nada. Se lo daré a Uryan cuando le vea. Y conseguiré que se lo ponga.
-¿Sin nada? La hermana Adolfina se caería muerta del susto...jijijijij.— Se puso en pie y tiró de Esthia hacia fuera del orfanato, a la fuente del jardín. Se quitó la ropa tirándola por ahi y correteando.— Hermana Adolfina!!! estoy sin ropa!! ¿lo ve? no pasa nada!! no estoy ardiendo en el infierno!!!...— se metió en la fuente, total... no sentía más frío del que anidaba en su interior, y como estaba muerta no podía resfriarse..qué más daba.
Esthia la siguió con una sonrisa. La observó quitarse la ropa y corretear desnuda, gritándole a la nada. Se despojó de su ropa y la dejó tal y como cayó en el suelo, reuniéndose con ella en la fuente. Le agarró la mano y la miró a los ojos, bajo la luz de la luna, que hacía que sus pieles brillaran.
-¿Ves como eres preciosa, mi Dama de Plata?
Preciosa o no, le da igual, Hania sólo estaba contenta porque ella ya sospechaba que lo que la monja le decía no era verdad, pero ahora lo había comprobado. Metió la mano en el agua y salpicó a Esthia riéndose.
El licántropo se rió y comenzó a salpicarla también, riendose a carcajadas, como dos crios pequeños, desnudos en una fuente, sin pensar en las consecuencias y sin verse obligados a odiarse simplemente por lo que eran.
Hania gritaba cuando el agua la salpicaba, entre risas y correteos, aproximándose a Esthia y tratando de hacerlo caer al agua, de sumergirlo. Alguna vez había hecho eso mismo en verano, cuando apretaba el calor, sólo que las monjas los reprendían porque la ropa se estropeaba al mojarse asi, y sin duda, no iban a dejarlos sin ropa.
Él le seguía el juego con esa alegría infantil que siempre tenía, hasta que finalmente cayó al agua, completamente sumergido. Pero aprovechó para levantarse, cogiéndola de las piernas y echándosela al hombro.
-¡Ahhh! Ahora te tengo, princesa. ¡¡Y puedo tirarte al agua!! Oh, sí, soy así de malvado. Y te tiraré si no haces lo que yo quiera. -Todo esto, con fingida voz de malo de cuento.
-¡Oh, no!! socorro!! me ha raptado el lobo malo!!! pero...¿qué es esto?...— agarró con las manos la melena de Esthia y tiró suavemente.— ¡pero si eres un caballito!! arre!! al trote!!
Esthia dejó caer un poco a Hania para tenerla de frente, pero aún en volandas.
-¡¡No soy un caballo!! ¡¡Soy un dragóoooon!! ¡¡Y te voy a comer!! Aaaaaarrrrrg!!
-¡¡nooooooo!!! jajajajaja... —salió corriendo por la fuente le lanzó un nenúfar-. yo soy una bruja y te lanzaré mis hechizos!! toooma!! una bola de fuego!!!...— le lanzó otro nenufar mientras correteaban por la fuente. Quien pasase por allí como poco se quedaría alucinado de la escena.
Esthia recibió un nenufarazo en el pecho y otro en la cabeza.
-¡¡Oh, no, la terrible bruja me ha herido!! Ahora me ha convertido en un tritón. -Se metió en el agua de la fuente y nadó por el otro lado, para encontrarsela de frente, apoyandose en las manos, con los brazos extendidos, para dejar fuera medio cuerpo.
-Ya no soy ua bruja! soy una sirena, y no puedo salir del agua o moriré.— Se sumergió en el agua y sacó los pies cruzados como si fueran una cola.— te cantaré la canción de la sirena... cuando mi barco navega por las llanuras del mar, pongo atención por si escucho a una sirena cantar. Dicen que murió de amores, quien su cansión escuchó. Yo doy gustoso la vida siempre que muera de amor. Coreeee vuelaaaa surca las olas del mar...quien pudiera a una sirena escuchar...
El lobo le hizo los coros, aunque había que reconocer que no estaba a la altura. Al poco se levantó, se puso las manos en la cintura, hechas puños, y sacó pecho.
-¡¡Yo soy Odiseo y puedo sobrevivir al canto de las sirenas!! -porque quisieras que no, el muchacho era griego y conocía esas historias.
-¿Quién es Odiseo? ¿me cuentas su historia? Pero mejor vamos a secarte, que te puedes resfriar.— se encogió de hombros, porque ella ya no, se acabaron para siempre las toses y el dolor de pecho. Recurrió al armario de la ropa de cama para sacar dos toallas y prendió la estufa de hierro que había en la biblioteca, acomodandose sobre la alfombra en frente de ésta.
Esthia Vikorida la siguió, desnudo, con la ropa en la mano (así), se sentó junto a a estufa, envuelto en la toalla, con las piernas cruzadas.
-Pues Odiseo era un héroe griego, como yo. No era tan guapo, pero contaba con los favores de la diosa Palas Atenea. Ella sí que era guapa. Y fuerte. Y lo mandó a conquistar una ciudad. Estuvo diez años en la guerra, y luego, cuando volvió a casa, tuvo un viaje muy divertido, con un montón de aventuras.
-¿Y está vivo? quiero decir que... bueno. Conzco a Veturia, la madre de Cayo Marcio, y a la diosa Anut, y también a Jacob el hijo de Isaac... son todos vampiros. Ramsés segundo tambien lo era hasta que... lo maté sin querer. Como al sacatripas.
-Pues... yo tenía entendido que no. Pero la verdad es que no lo sé. Y prefiero no saberlo, me gusta más pensar que es un héroe antiguo y todo eso. Si fuera un vampiro, se me caería el mito. No sé, es como un dios o un semidiós... si fuera un vampiro... sería raro. No te ofendas, tú eres una vampira preciosa, pero otros que he conocido no lo eran tanto.
-Buscaré su historia y otro día me lees.— Se acercó a Esthia y se colocó entre sus piernas buscando el calorcito que emanaba.— No quiero que Uryan se enfade porque te dé mimos cuando él no está.
-Uryan no va a enfadarse por eso. No si eres tú. -arrugó el ceño-. En realidad no debería enfadarse fuese quien fuese, porque él y yo no hemos hablado de nada... bueno, da igual. El caso es que no se enfadará si eres tú y eso es lo que importa. -la abrazó, pegándola a su cuerpo y dejándolos a los dos bajo la toalla.
Esthia Vikorida- Licántropo Clase Baja
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