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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Esthia Vikorida Sáb Feb 25, 2017 6:00 am

Recuerdo del primer mensaje :

Como la mayoria de cosas que tenían lugar en la clandestinidad, las peleas movían mucho dinero y entrañaban mucho peligro. No sólo para los que se dejaban la piel entre golpes, sino para los que apostaban, porque más de una vez les habían asaltado en un callejón para robarles las ganacias o habían visto comprometida su situación al descubrirse ese vicio oculto por la violencia gratuita y el juego.
Mas esa sensación de peligro acrecentaba su atractivo. La mayoria de los que probaban, repetían. Era una forma rápida de hacerse con un buen puñado de monedas.

Y para alguien como Esthia, que acababa de llegar hacía apenas unos días, el dinero fácil era una necesidad. No tenía un trabajo ni una casa ni nadie a quien acudir, así que tenía que buscarse una fuente de ingresos rápida. Pelear era sencillo y divertido. Dolía en algunos momentos, sí, pero nada que su naturaleza lupina no pudiera solucionar. Estaba tan orgulloso de ella, con sus pros y sus contras. Adoraba la forma en que la luna brillaba en el cielo y cómo le hacía sentir, seguro y protegido bajo su influjo. Abrazaba al lobo, no luchaba contra él, no se resistía, no era como tantas y tantas personas que se veían a sí mismos como monstruos con una bestia interior a la que subyugar. No. Esthia era un lobo. Un lobo blanco. No se consideraba un humano con una maldición, se creía un privilegiado, porque su parte humana y su parte animal convivían como un solo ser. Había crecido en una manada, había visto lo que un lobo descontrolado podía hacer, sabía que cuando uno oprimía a la fiera, ésta se rebelaba y surgía con mayor ferocidad, arrasando todo a su paso. Pero cuando uno aceptaba la pura y llana verdad, todo iba bien.

Tal vez por eso nada ni nadie podía borrarle la sonrisa demasiado tiempo. Esthia era una sonrisa con patas. Podía ver el lado bueno de todo. Del sol y de la lluvia, del calor y del frío, de la vida y de la muerte.
En esos días, el lado bueno de la vida era que se divertía peleando, que sus rivales no estaban a la altura de su fuerza y su resistencia. Vale, sí, él jugaba con ventaja porque ellos eran humanos y él tenía un as bajo la manga. O un lobo bajo la piel. Pero las normas no especificaban que fuera delito ser más potente que su oponente. El dinero le permitía pagar un cuartucho en una posada y comer caliente todos los días. Aunque no descartaba la idea de salir al bosque y cazar algo para devorarlo así, crudo y sangrante.
El lado menos bueno de esos días de sonriente victoria era que vencerle parecía un reto. Era el nuevo, el recién llegado, el que nadie sabía de dónde venía ni a dónde iba. El que tenía un raro acento mediterráneo al hablar francés, pero se manejaba bien con él a pesar de no ser su lengua materna. Aquel al que había que borrar la sonrisa a base de golpes.
Un reto complicado, como ya había demostrado en más de una ocasión.

Sin embargo, sus rivales eran cada vez más y más fuertes. Incluso se había topado ya con algún no humano. La suerte había estado de su lado en esas ocasiones, pero podría no estarlo siempre. Un hombre, cuyo nombre no sabía, pero al que había visto prácticamente a diario observando las peleas desde una discreta posición le hizo llegar un mensaje. Una pelea, el sábado por la noche, contra uno de los tipos duros del lugar, apuestas al doble de lo normal.
Podía recibir una paliza, lo sabía. Pero bueno, se curaría más tarde o más temprano. Así que aceptó. Durmió hasta tarde ese día, se bañó y se vistió con un pantalón y una camisa limpios. Hasta se puso una chaqueta.

-La ocasión lo merece -se dijo a sí mismo frente al espejo-. ¡Qué guapo estás, jodío! ¡Si no fuera porque es más divertido follar con otros, te empotrabas a ti mismo!

Alegría.
Y con su preciosa sonrisa en los labios, abandonó la habitación que ocupaba, rumbo a los bajos fondos de París, donde nadie conocía a nadie, donde todos se conocían, donde la vida de un hombre valía todo y nada, donde su sangre teñía a menudo el suelo, mezclada con la de otros, rodeándole con ese olor que tanto le excitaba.
No sabía muy bien por qué, pero iba a ser una buena noche. Ganar o perder daba lo mismo, él iba a divertirse.


Última edición por Esthia Vikorida el Lun Mar 06, 2017 4:33 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Esthia Vikorida Lun Abr 03, 2017 3:34 pm

Uryan apareció en forma de lobo, moviendo lentamente el maltratado cuerpo. Bajar las escaleras fue un auténtico horror, pero no se quejó, solo bufó, cagándose en todo lo cagable. No sabía dónde se habían metido, al despertar no había encontrado a Esthia, ni a Hania.
-Mira, princesa, puedes preguntárselo, porque creo que viene. -Le olía y le oía bufar. -Estamos en la biblioteca, grandullón -Dijo al aire, sin alzar la voz demasiado, sin gritarle a pesar de la distancia, porque sabía que podía oírle perfectamente.
Era Uryan el que venía resoplando, porque Slang estaba a por uvas. Hania quería preguntarle como estaba, pero como iba en forma de lobo no podía hablar, aunque ella sí escuchase su voz mental.
—Ven a sentarte aqui, se está calentito. Nos hemos bañado en la fuente, espero que no te importe...

Uryan tenía un día de mierda, como muchos otros, pero este era especial. Le dolía el alma. Los puntos tiraban de su piel, sentía la cabeza embotada, el cuerpo pesado. Si algo ocurriera pasaría las de caín. Caminó siguiendo la voz de Esthia, extrañado. ¿Estamos? ¿Cómo que estamos? Cuando pasó el umbral de la puerta hacia al biblioteca, les observó... Y echó las orejas hacia atrás.
Esthia estaba riendo, contándole historias y mitos a la rubia. Desvió los ojos azules hacia la puerta cuando entró el lobo rojo y sacó la mano de debajo de la toalla, provocando que la tela cayera hacia atrás, sobre su hombro, quedando colgada del otro y arrugada en la parte que tocaba el suelo.
-Ey, Hola, grandullón. ¿Cómo estás?
La rubia estaba tan feliz allí acurrucada con Esthia, como si estuviera agazapada con su hermano, el que nunca tuvo pero le hubiera encantado tener. Le daba igual no llevar ropa, no había nada de sucio o malo en ello.
Uryan observó la manta caer y volvió a echar las orejas hacia atras. ¿Qué estaba pasando allí? No tenía muy claro si salir de allí y dejjarles o liarse a mordisco limpio. Gruñó... Aunque no supo decir por qué motivo.

El lobo blanco alargó la mano hacia Uryan, esperando que se acercara, con claras intenciones de acariciarlo en cuanto lo tuviera a tiro.
-No me habías dicho que tenías una princesita tan encantadora. -Rodeó con el otro brazo a Hania, como si le quisiera dar calor, aunque eso no pasaría.
Hania sabe que eso a Uryan no le hace gracia, así que coge su ropa y empieza a ponersela suspirando.
—Ya me voy... no quería molestar. Mañana te traeré galletas, y si quieres te cepillaré el pelo.— Se lo estaba diciendo a Uryan, para compensar que hoy le había dado mimos a Esthia.

Uryan no se acercó a ninguno de los dos. Aun mirándoles mal, no solo a Hania a ambos por igual. Observó cómo se levantaba y se alejaba. Que le diera galletas y le peinara no mejoraba en nada. Él hecho mierda arriba y ellos dos allí... De arrumacos.
Esthia, sin perder la sonrisa, se movió, apoyado en sus rodillas y una mano, la que no tenía extendida hacia Uryan. La toalla ya estaba completamente olvidada en el suelo.
-No le gruñas a la princesa, que te ha estado cuidando toda la noche.
Una vez se vistió por completo se acercó a Esthia y le dio un beso en la mejilla y despues se acercó al lobo rojo y se abrazó a su cuello dandole un beso en la trufa.
— Hasta mañana.— y se marchó rumbo a su casa, o lo que es lo mimsmo... la carcel en la que vivía ahora mismo.

Uryan miró mal a Esthia. No estaba gruñendo a Hania, les estaba gruñendo a los dos. Cerró los ojos y bufó. ¿Podía vestirse por una vez? no podía concentrarse en el enfado si iban los dos en pelotas por ahí. Dejó al rubia se colgara de él y la vio marchar sin oponerse. Luego volvió a mirar a Esthia.

El lobo blanco había aprovechado el momento para acercarse a Uryan y su mano se perdió entre el pelaje rojizo, con una sonrisa.
-Nos tenías preocupados, no es normal que tardaras tanto en despertar. ¿Cómo te encuentras?
Uryan se sentía como una mierda, pero no iba a decirlo. gruñó de nuevo y le miró mal. Arrugó el morro y cambió, para poder hablar. Estaba con el ceño fruncido, el cuerpo cosido aquí y allá.
-¿Qué estabais haciendo vosotros dos?
-Hemos estado corriendo desnudos por el jardín y bañándonos en la fuente. Ha sido divertido. Luego nos hemos venido aquí a calentarnos... bueno, a calentarme yo, que la princesita siempre está fría, ya sabes, cosas de ser vampiro. Y luego has venido tú. ¿Tienes hambre? Aunque no sé si hay algo que podamos comer por aquí. -Y ahí seguía, sin vergüenza ni nada, de rodillas, mirando al grandullón como si no hubieran estado gravemente heridos.
Uryan estaba también desnudo, después de cambiar, tampoco le importó demasiado... Aunque no solía estar totalmente desnudo delante de Esthia, no del todo. Las cicatrices eran incontables por todo su cuerpo, lo que decían que eran antiguas, anteriores a su cambio.
-....¿Princesita? -Cada vez se estaba cabreando más.
-Sí. Es que es tan mona. -se dejó caer sobre sus talones. Sus ojos recorrieron las cicatrices del cuerpo de Uryan. Él apenas tenía, se había criado con una manada y eso le había proporcionado mucha protección y facilidad para sanar heridas.
A Uryan se le estaba agotando la paciencia. Notó la mirada de Esthia sobre su cuerpo, le dejó un rato. la más basta cubría todo su brazo derecho hasta la muñeca y se perdía en su hombro hacia la escápula, era como si algo hubiera desgarrado toda la piel, desfigurando completamente esa parte de su anatomía.
-¿Qué?
-¿Qué te pasó? -así, a bocajarro, porque realmente tenía curiosidad. Ya había visto su cuerpo desnudo antes, pero había estado más centrado en otros detalles, como la tensión en sus músculos, el sudor en su piel y la forma en que se movía su pelo mientras se empujaba en su cuerpo.
Uryan arqueó una ceja, tenía varias, pero se miró el brazo, olvidándose de por qué estaba tan cabreado, aunque ni él podía decirlo. Movió el hombro.
-¿Esto? Una rata se estaba dando un festín. O eso me dijeron.
-¿Una rata? Vaya. Pero no puedo culparla, ¿sabes? Has tenido suerte de que estuviera medio muerto o yo también me habría dado un festín contigo. -Uy, esa sonrisa.
-.......Tenía meses. Creo que deberías reconsiderar ese comentario. -Ni él estaba tan de la cabeza como para comer niños, pero fue cuando le abandonaron a su suerte en el callejón donde su padre y mentor le encontró.- No me cambies de tema... No toques a la rubia. Es mi rubia, Mi Princesa. No tuya.
-¡Pero si tú no la llamabas princesa! Además, da igual, yo voy a llamarla Dama de Plata. ¿Sabes que en mi tierra tenemos una historia superbonita sobre la Luna? Y es así, una mujer muy rubia, pálida... Es un poco Hania. Pero sin estar muerta, porque es una diosa y las diosas son inmortales -le dijo alegremente-. Oye... ¿No será que estás celoso? ¿Eh? ¡¡No tienes que preocuparte, hombre!! A mí sólo me gusta uno de los dos lados. Pero podías haberme dicho que tenías algo con ella, a ver si voy a meter la pata. De todos modos... creo que se huele algo, porque antes, en la fuente, me ha hecho algún comentario.
Uryan frunció el ceño. Qué celos ni qué niño muerto. ¿Dama de Plata? De qué diablos estaban hablando allí. Pero, ya le preguntaría por ello... Después.
-... ¿Qué comentario?
-Algo como que ya tenía a Slang.
Uryan frunció el ceño de nuevo, pero esta vez estaba confuso. ¿Cómo que tenía a Slang?
-... Qué dijo exactamente. ¿Por qué te dijo que tenía a Slang?
-Pues... fue algo así como que Assur, estaba enfadado con ella por cuidarnos, así que le dije que iba a ir a hablar con Assur para que me dejara visitarla. Y ella me dijo que para qué quería cortejarla a ella si ya tenía a Slang. Lo siento si he metido la pata, no sabía que tenías algo con nadie... ¿yo que sé? Yo no soy de los que van engañando a sus parejas. Así que creo que ella intuye que hemos tenido algo.
Uryan empezó a ponerse serio. Assur. Se quedó pensativo, lo que requería la máxima concentración porque. Tampoco era de los que tenían una mente brillante, no para la lógica por lo menos. Assur debería ser el mentor de Hania. Levantó la vista hacia Esthia.
-No tengo na... -Slang le soltó un mordisco. Uryan se llevó una mano a la nuca y frotó.- No tengo nada de ese tipo, con ella. Es... raro... No es como si fueramos... Pareja o algo así.
-Pues entonces no lo entiendo, porque parecía muy segura de que ibas a enfadarte por lo de la biblioteca. Y al parecer ha acertado. Lo que no entiendo es por qué.
El más grande gruñó, porque tampoco iba a explicarlo. No había nada que explicar, joder, qué hacían ellos dos ahí de arrumacos, tan felices, mientras él estaba medio muerto arriba. joder. Le cabreaba. Punto.
-Ni tienes por qué entender.
El lobo blanco se encogió de hombros. Sí, Uryan tenía razón, no tenía por qué entenderlo. No era asunto suyo. Que podía habérselo dicho con menos brusquedad, pues también. Pero Esthia estaba más que acostumbrado a ese tipo de carácter, su hermano era igual o peor, así que se limitó a ponerse en pie y recoger la toalla, que dejó arrugada en su mano.
-Lo siento, lo que tengas con ella no es asunto mío. Gracias por dejar que me curara las heridas. Ah, ha dejado ahí ropa para ti. Yo voy a buscar la mía, que la he dejado en el jardín, y a dormir un poco. Mañana me iré temprano.
Uryan Lockwood miró a Esthia mientras se iba, pero tampoco le impidió hacerlo. Cogió aire y suspiró, solo pensar en subir las escaleras le dejaba con ganas de quedarse dormido allí y punto. Cerró los ojos y se recostó, hasta quedarse tirado en el suelo, pensando. ¿El mentor de Hania se había cabreado? ¿Hasta qué punto? ¿Dónde estaba ella ahora?
-Cachorro. ¿Dónde vive? ¿te lo ha dicho?
El "cachorro" se detuvo en la puerta cuando le llamó así, a pesar de ser el mayor de los dos. Le miró por encima del hombro, sin girarse más de eso.
-No, no me lo ha dicho. Pero es "tu" princesa, deberías preguntárselo a ella, ¿no crees?
Uryan Lockwood se incorporó, lo justo para colocar un codo en el suelo y poder mirarle.
-¿Qué pasa? ¿Ahora te jode que sea mia y no tuya?

-En absoluto -sonrió-. Simplemente es que mi vida ya es bastante complicada teniendo que guardar dos secretos -a saber: la licantropía y la homosexualidad-; no quiero ser el tercero en discordia si puedo evitarlo.
Uryan se llevó la mano al rostro y se presionó. El que no entendía nada era él.
-¿De qué estás hablando ahora? Aquí no hay una pareja, ¿cómo cojones va a haber un tercero en discordia? No veo a la rubia así. Te lo vuelvo a repetir.
-Acabas de decir que es tuya. Y en mi mundo, cuando reclamas a alguien como tuyo, es porque tú eres suyo igualmente. Esa chica es preciosa, encantadora. Y me cae bien. Así que si te vas a poner territorial, yo paso. Me lo paso genial contigo, pero el sexo de callejón no es difícil de conseguir después de pasar por la arena.
Uryan se incorporó del todo. El cuerpo le chirrió, pero estaba obcecado en algo más. Se acercó a Esthia con el ceño realmente fruncido.
-¿Qué problema tienes con ninguna de las dos cosas? hasta ayer no te oía quejarte sobre el sexo de callejón.
-Y no me quejo. -Al ver que se acercaba hasta él, se giró para encararlo de nuevo-. Eres tú el que ha hablado aquí de propiedades. Y yo soy un lobo que respeta los territorios ajenos tanto como le gustan que respeten el suyo. Que no pasa nada, por Dios. Hemos follado, ya está. No hay que hacer un drama.
-¿No hay que hcer un drama? ¿Y eres tú el que me lo dice?
-Se presionó el puente de la nariz- ¿Y cuál es tu territorio? ¿Ella? Porque entonces tenemos un problema.
-Ella es tu territorio, acabas de marcármelo muy claramente. Ya está, lo pillo, la rubia no se toca. Es una pena, porque podríamos divertirnos mucho juntos ella y yo -como dos críos jugando con barro. Literalmente-. Pero por suerte hace tiempo que he aprendido a saber cuándo hay que retirarse. Buenas noches, Uryan. -Quiso dar por zanjado el tema y marcharse de allí, porque realmente no entendía esa reacción. Si decía que no tenía nada con Hania, ¿por qué se enfadaba con él? Más aún con lo que había pasado entre ellos y que la rubia parecía saber. Lo que tenía claro era que no quería acabar a malas con Uryan... y eso, a veces, implicaba saber cuándo marcharse.
Uryan le hubiera dejado marchar, pero no después del comentario sobre pasárselo bien con Hania. ¿Él qué era, un cáctus? Cogió a Esthia del brazo, con firmeza, con la fuerza que imprimiría para aprtirle la cara acto seguido, pero no lo hizo, todavía.
-¿Divertirte con ella? ¡Es una cría, joder! -Se acercó, casi como si se lo fuera a comer allí mismo-. ¿No tienes suficiente conmigo que necesitas una chiquilla que no sabe ni lo que son las serpientes? Si tocas a la rubia te arranco la cabeza. -Lo dijo con toda sinceridad, aunque no se hubiera dado cuenta, estaba tan rabioso que ni se planteó lo que decía. Pero lo que tenía claro era que Slang haría correr la sangre si alguien tocaba a Hania.
-Suéltame -se quejó, liberándose de un tiró de su agarre-. No sé a qué viene todo este numerito de celos cuando eres tú el que me ha metido en esto. ¿Ahora te molesta que hayamos estado jugando a los animalitos en la fuente? ¡Pues te jodes! Mira, ¿sabes qué? Que no voy a esperar ni a mañana. Me largo. -Y le dio la espalda para echar mano al picaporte, pero recordó que había llevado con él su ropa y la había dejado junto a la estufa, así que no le quedaron más opciones que volver sobre sus pasos, hacia el interior de la habitación. Se agachó para cogerla, ya se vestiría cuando saliera. Y volvió a la puerta, con claras intenciones de salir.

¿Que se iba a joder? Ya lo creía que iba a joderse... Pero bien. Le observó moverse, tenso como la cuerda de un piano. ¿Celoso? ¿Celoso de quién? ¿De Esthia? Le iba a arrancar la cabeza. ¿tenía que estar celoso? ¿Lo tenía que estar? Estalló, cuando pasó por su lado para coger la puerta. Y la cogió. Con la cara.

Esthia no se esperaba el golpe y no pudo evitarlo. Soltó la ropa, que cayó al suelo mientras trataba de empujarse contra la hoja de madera para separarse de ella.
-¿Qué haces? ¿Te has vuelto loco? No tengo ni idea de qué te pasa hoy, Uryan, pero suéltame.
-¡Tú eres lo que me pasa! ¿Qué me ha pasado a mi? ¡Qué cojones te ha pasado a ti! -Mantuvo la manaza contra su cráneo, apretando, tenso, temblando... Como si estuviera conteniéndose para no aplastarle la cabeza con ella. -Yo no me he vuelto loco, ya estaba loco. No vas a irte de aquí. Cuál es tu jodido problema. Qué ha cambiado de ayer a hoy.
-Explícamelo tú. Porque hace un rato estaba tan feliz jugando inocentemente con Hania en el jardín, esperando que te despertases y con unas ganas locas de follar. Y, de repente, te pones hecho un basilisco porque hemos estado divirtiéndonos un rato. ¿Tan malo es?

Era difícil, muy difícil escucharle y no sacar otras conclusiones. ¿Jugando inocentemente? Cómo podía mezclar inocencia y follar en la misma jodida frase. Aun así, no aflojó su agarre.
-¡Cállate! ¡Me vuelves loco!
- Había llego un punto en el que no sabía ni lo que decía, ni lo que sentía, que no debería sentir nada en realidad. Pero le cabreó, joder que si le cabreó verles allí, tan felices, mientras él estaba arriba pasándolas putas. Y él, qué. Joder y él dónde cojones encajaba ahí. -¡Nadie va a tocar a la rubia delante de mi! Ni a mis espaldas tampoco... ¿Qué cojones hacías desnudos? ¿Inocentemente? ¡YA!
-¡¿Qué mierda estás pensando, Uryan?! -consiguió decir, mientras intentaba desesperadamente resistirse a la fuerza del otro lobo, que era más grande que él-. Te lo he dicho antes. Hemos estado jugando en la fuente y nos quitamos las ropa para meternos en el agua. ¡¡Joder!! ¿En qué... -el golpe que recibió de nuevo contra la puerta le cortó la respiración-. ¡¡Que no me gustan las mujeres!! Creía que eso ya lo tenías claro. ¡Suéltame! Esto no tiene gracia.
-¡No me importa si te gustan las mujeres! ¡¡Ella no es una mujer!!
- gritó, ya a la desesperada. Le pegó un nuevo empujón contra la puerta pero esta vez le liberó inmediatamente después del golpe, mirándole mientras respiraba agitado, con una de las colecciones de puntos chorreando nuevamente sangre, aunque no pareció darse ni cuenta.- Ella es mia. Y tú. Tú eres MÍO. No os quiero juntos. No os quiero juntos si yo no estoy.
Esthia aprovechó el momento para girarse y quedar de frente a Uryan. Vio en su mirada que estaba a punto de perder el control. Había crecido rodeado de hombres lobo. Sus padres lo eran, sus hermanos lo eran... la mayoria de su entorno lo era. Y él también. Así que sabía perfectamente las consecuencias de que eso ocurriera. Tenía que evitarlo, por el bien de ambos.
-Vale. Pues si soy tuyo, márcame. -El sexo siempre era una buena vía de escape a la furia. Y era más fácil de sobrevivir a un licántropo excitado que a uno furioso-. Si soy tuyo, quiero que me muerdas la boca, que me toques y te metas tan dentro de mí que no pueda oler a otra cosa. -Y mientras lo decía, cogió la mano de Urían para llevarla a su espalda, entre su culo y la puerta-. Despacio. Tómate tu tiempo para devorarme, para tenerme. Para que me dé tiempo a aprender a quien pertenezco. ¿Puedes hacerlo o realmente no soy tan tuyo como dices? -Esperaba que funcionase y que aquella provocación no acabase con él destripado en aquel orfanato. Lo de la posesividad y el acercarse o no a Hania era algo que podrían tratar cuando Uryan -o Slang- se calmase.

No sabía ni lo que estaba diciendo, ni se había parado a pensarlo, pero la reacción de Esthia volvió a descolocarle. Frunció el ceño pensando que solo intentaba distraerle y que se iría a la menor posibilidad, pero si ese era el plan...Funcionaba. Su pecho empezó a coger aire de más. Despacio. No sabía cómo hacerlo despacio. Se lanzó a por él en cuanto terminó de provocarle. ¿Que quería sentirle dentro? Que quería que se lo hiciera despacio? Slang aullaba, de frustración, de rabia. ¿Con quiéns e creía que estaba hablando? ¿Es que no había dejado marcas suficientes en él todavía?
Devoró su boca, mordió, besó y lamió. Apretó el cuerpo de Esthia contra la puerta, presionándole contra su cuerpo con la mano firmemente anclada en su trasero, como si no quisiera el más mínimo espacio entre los dos. Echó la cabeza hacia atrás y gruñó, totalmente frustrado, con tanta tensión que hasta temblaba. Despacio. Despacio. Se contuvo mientras le miraba con los ojos ardiendo, las pupilas dilatadas. Despacio. Rugió, desesperado e inclinó la cabeza hasta morder el hombro de Esthia, con fuerza.
Tenía su límite e intentar ir contra su naturaleza tenía su precio. Su otra mano viajo entre ambos, atrapando el miembro del lobo en la palma de su mano, presionó antes de empezar a tocarle, pero eso no aliviaba sus ganas de comérselo vivo. Uryan no sabía ser lento.

-Shhh. Así. Muy bien. Despacio -susurró en su oído, mientras le mordía el hombro, con la voz cargada de oscuro deseo. Deseo que no tenía donde esconder, completamente en cueros, contra la puerta de la biblioteca. La mano de Uryan tocándole le arrancó un jadeo. Bajó las suyas entre ambos cuerpos, una, para apartar la de Uryan de su excitada carne y guiarla hacia su boca, donde lamió sus dedos hasta dejarlos empapados en su saliva. La otra, para sustituir a la del lobo rojo, atrapándoles a ambos en el reducido espacio de su puño, uno contra otro, envueltos en sus dedos, aprovechando las primeras gotas para facilitar la fricción. -Mírame -susurró, liberando los dedos de Uryan de entre sus labios-. Ya sabes lo que tienes que hacer, grandullón. Despacio.

La voz de Esthia susurrada le provocaba mucho más de loq ue conseguía calmarle, no sabía si era lo que realmente buscaba el lobo pero estaba a punto de volverse loco. Despacio. Sin tocarle. No podía. Sencillamente no podía. Dejó de morderle, jadeando, bufando, como si estuviera a punto de pegarle una paliza, con todos sus músculos sobrecargados de tensión y la mirada digna de cualquier loco que no tiene lo que quiere. Apartó la mano de él, no sin resistirse o gritar su desesperación. ¿Ni siquiera eso podía?
Se estremeció cuando vio cómo se llevaba sus dedos a la boca y prácticamente se lo comía con los ojos, contemplando cómo su mano desaparecía en el interior de la boca del licántropo. Inclinó la cabeza y levantó la otra mano golpeando con tanta firmeza la puerta de la biblioteca que la hizo retumbar. Intentaba contenerse, pero sentir su lengua humedeciendo sus dedos y sus miembros rozándose era más de lo que podía soportar.
Bufó, rabioso y levantó la cabeza para poder mirarle. Estaba jadeando, como si estuviera haciendo el mayor esfuerzo de su vida. Se acercó algo más a él, aunque impidiera que Esthia les acariciase sencillamente necesitaba sentirle cerca. Bajó su mano humedecida hasta llegar directamente a su entrada, rozó el exterior con los dedos, sintiendo un nudo en el estómago por la presión. Respiraba como un toro mientras le acariciaba y le invadió, sin apartar los ojos de los suyos.

Los ojos azules se apretaron en el preciso instante en que la corriente que le provocó la invasión de Uryan le subió por la espalda. Respiró por la boca, a grandes bocanadas, aguantando esa primera incomodidad. Cuando volvió a abrirlos, le sonrió.
-Ah. Dios, sí. -porque no podía estar calladito ni en esas circunstancias-. Llevo todo el día deseándote. Sigggg. Despacio, Uryan. Ábreme despacio -porque después de las heridas y la fiebre de la noche anterior, su cuerpo se resentiría demasiado si simplemente se limitaba a destrozarle como las veces anteriores, por mucho que le gustara la idea. Pero ese lobo necesitaba espacio en su cuerpo, mucho espacio. -Poco a poco, grandullón. Y luego podrás destrozarme, como a los dos nos gusta. -Porque le encantaba que le partiera por la mitad, que le dejara sin conocimiento, que le hiciera sentirse lleno, más de lo que nadie podría hacerle sentir. Le besó, con fuerza, buscando su lengua para jugar con ella como había jugado antes con sus dedos.

Lo intentaba, podría parecer que no, pero estaba completamente enfocado en no perder el control e ignorar a Esthia. Estaba siendo lento, joder... ¿Cómo podía serlo menos? Se retorció y gruñó, jadeó, desesperado, quería partirle ya. Que él no dejase de hablar seguía sin ayudar. Coló un segundo dedo sin avisar, porque no estaba por la labor y él mismo se estremeció. Jadeó como si fuera su miembro el que estuviera allí y no sus dedos. Esthia atrapó su boca en esos momentos y le devolvió un agresivo beso, él podría querer jugar, pero Uryan solo deseaba comérselo. Cambió el apoyo de la mano por el codo, sobre la puerta y le cogió del pelo con demasiada fuerza, tirando de él hacia atrás mientras saboreaba su boca y le mordía siempre que podía,e staba tan desesperado que no sabía ni lo que hacía.

Y Esthia adoraba esa voracidad, ese abandono, eso besos decadentes. Sentirse atrapado entre la puerta y Uryan, sus dedos sometiéndole, su boca devorándole.
-Uryan... -su nombre brotó estrangulado, entre sus labios enrojecidos por los muerdos-. Uryan... métemela ya, joder. -Con lo mono y educadito que era siempre, lo sucia que se podía volver su lengua durante el sexo. Y aquello sólo era la punta del iceberg.

Gruñó de nuevo y le mordió los labios. Ahora se lo decía como si hubiera sido idea suya no estar dentro de él ya. Le liberó de sus dedos y le movió, pero no quería perder tiempo. Agarró a Esthia, casi sin darle opción a negarse y se coló entre sus piernas, prácticamente le elvantó a pulso del suelo y clavó su espalda contra la puerta antes de apretarle con su cuerpo y ayudarse de una de sus manos para enterrarse en él. Bien, lo hizo lento. Echó la cabeza hacia atrás, muy tenso y cogió la cintura del lobo con fuerza, clavándole tanto los dedos como para dejarle las marcas. Empezó a entrar, despacio, centímetro a centímetro. El lobo empezó a temblar mientras entraba, sus labios entreabiertos y sin aliento cuando ocupaba poco a poco el espacio que antes había sido de sus dedos, todo era mucho más intenso, abrirle lentamente era desquiciante. Echó la cabeza hacia atrás y rugió, haciendo temblar toda la biblioteca, cuando estuvo profundamente enterrado en el lobo.

Atrapado entre Uryan y la puerta, notando cómo iba penetrándole lentamente, se sintió tan completo que podría morir. Apoyó los antebrazos en los hombros de Uryan para mantenerse, ya que sus pies no tocaban el suelo, todo su pecho repartido entre la puerta y el lobo rojo. Tan tortuosamente placentero, tan intenso, tan... perfecto. Resopló con cada porción de carne que se enterraba en su cuerpo, invadiendo sus entrañas, conquistando un territorio que cada vez le pertenecía un poco menos. Cuando era físicamente imposible estar más unidos con sólo uno de los miembros de Uryan desgarrándole, respiró a amplias bocanadas, dejando que su cuerpo se amoldase a él.
-Ah. Me encanta la forma en la que me llenas, grandullón. Shhh. No te muevas. No aún. Déjame sentirla así un poco más. Diooooos. ¿Notas cómo palpita? -Contrajo los músculos para apretarle en su interior. -¿Notas eso? ... ... Bien. Porque -le apretó otra vez, empujándose con los brazos en sus hombros, para elevarse un poco y volver a caer, recibiéndole por completo- voy a -lo repitió otra vez- voy -una más- a hacer -otra- que te corras -de nuevo- dentro de mí -una última, antes de dejarse caer contra el pecho de Uryan, para que hiciese con él lo que quisiera, entregado al placer que le provocaba.
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Mensaje por Esthia Vikorida Mar Abr 18, 2017 7:16 pm

Uryan resoplaba, totalmente estremecido, con los músculos trabajando a todo rendimiento tanto para sostener el peso del cuerpo de Esthia como para contenerse y no partirle de verdad. Cerró los ojos mientras le escuchaba, sintiendo cómo el chico controlaba la presión que ejercía y le hacía gruñir. Si, claro que lo sentía, maldita sea. Apretó con más fuerza sus dedos contra su carne y le sostuvo estremeciéndose cada vez que bajaba contra su miembro. Gruñó, con firmeza, por sus palabras, por sus movimientos.
Uryan se pegó a él, los espíritus sabían que había ido todo lo despacio como podía haber ido. Apretó los dientes e inclinó la cabeza, empezó a moverse, manteniendo a Esthia arriba contra la puerta mientras él embestía, tal vez no rápido pero si con fuerza. El lobo le había tenido en el borde todo el tiempo.

Esthia le recibía completamente entregado, rendido a cada estocada. Se apoyaba en los hombros de Uryan y resoplaba con esfuerzo. Sabía que el lobo rojo había ido todo lo despacio que podía. De hecho, le sorprendía que lo hubiera hecho tan despacio.
-Dios, Uryan... tan profundo... -más y más. Eso quería. Quería más de ese hombre. Más tiempo para respirar su olor. Más tiempo para reírse en la arena. Más tiempo para no tener que fingir algo que no eran. Más y más.

Uryan gruñó, mientras seguía moviéndose, todo era culpa del cachorro. Le volvía loco, él sabía que no era una buena desde el principio, que debía haberlo matado en cuanto se dio cuenta, no lo hizo y pagaría las consecuencias. Volvió a salir un gutural gruñido de su garganta, su rostro se contrajo un instante antes de sentir la sobrecarga de placer que culminó en el interior de Esthia mientras Uryan temblaba y soltaba un fuerte jadeo que volvió a hacer temblar las paredes del orfanato. Nunca llegaba de esa forma, tan rápida, tan contundente, ni inesperada... pero tampoco nadie le había hecho ir despacio.

Sentir a Uryan derramarse por su cuerpo era una sensación arrolladora. Tanto, que le hizo caer repentinamente en el abismo del orgasmo. Así quedó, laxo como un pelele, colgado de la pared como una marioneta que ya había hecho todo lo que tenía que hacer en esa vida, con las piernas de cualquier manera, a los costados de Uryan, sin llegar al suelo, susteniéndose entre la pared y el enorme cuerpo del lobo rojo. Cayó hacia adelante, contra su amplio pecho, ahora manchado de blanco, respirando como si le costara la misma vida ese simple movimiento involuntario. Sus brazos resbalaron por los hombros de Uryan, ya no podía sostenerse. Sangraba, pero ni punto de comparación con su primer encuentro.
-Así soy tuyo las veces que quieras -murmuró entre jadeos.

Uryan sostuvo a Esthia, tanto como pudo. Volvió a rugir, temblando por el itnenso encuentro. Le escuchó, casi en segundo plano y se quedó un momento con el chico contra su pecho. Se movió despacio, hasta dejarse caer lentamente hacia atrás porque ni ánimo tenía de acercarse a la lumbre o a un lecho. Dejó a Esthia todavía encima, con los brazos rodeándole posesivamente, aun sin salir de él, hasta que poco a poco se fue relajando mientras jadeaba. Miraba de reojo al copo de nieve. ¿Le había dicho él eso?

Esthia, en cambio, no se planteaba absolutamente nada. Se había quedado tal y como Uryan le había dejado, porque no tenía ni ganas de moverse. Tenía algo de frío, pero sobreviviría.

Uryan estaba sudando y olía a sangre... A la suya y a la de Esthia. gruñó... ¿Cómo habían acabado así? Cerró los ojos, jadeando, mataría por una cama pero no tenía ningún ánimo de moverse. Se quedó allí, con el cálido cuerpo de Esthia sobre el suyo y cuando consiguió que algo de fuerza le volviera a las piernas se incorporó. Tomó a Esthia en por las piernas, dejándole estar contra su pecho y hasta subió las escaleras, aunque se iba a arrepentir de ello en cuanto dejó caer el cuerpo del licántropo en su catre. Eran pequeños, pero a pesar de todo Uryan insistió en invadirlo y casi sacarle del camastro. Ahora sangraba más del corte abierto, pero no le prestó atención. Mientras seguía jadeando, se intentó acomodar en el pequeño espacio.

El lobo blanco intentó resistirse a que le moviera. Apenas un instante, porque realmente estaba cansado y no tenía ganas de pelear. Le sorprendió que Uryan le llevase a la cama y que se quedase con él, pero no dijo nada al respecto, se limitó a darle la espalda y ponerse de costado, con las piernas flexionadas, de forma que su cadera encajaba en el hueco de la de Uryan. Tiró suavemente de su mano para dejarla bajo su brazo.
-Buenas noches, mi grandullón.

Uryan se giró, por comodidad, porque no cabían allí... pero cualquiera le dejaba solo, fuera a ser que mientras dormía se las piraba. De eso nada. No necesitó insistir demasiado, el lobo le pasó el brazo por la cintura y le apretó con firmeza contra su pecho antes de acomodar la cabeza en la mugrienta almohada... Y gruñó, como toda respuesta.

-o0o-

A la mañana siguiente...

Uryan no se había movido de la cama, con la puñalada que se había abierto se habían manchado algo de sangre pero en algún momento había dejado de salir sí que el desastre no era muy grande. Mantenía al lobo completamente cerrado con uno de sus brazos, con la frente apoyada en su espalda, prácticamente anclado al copo de nieve como una garrapata.

Esthia despertó, había dormido muy bien. No se había movido casi nada durante la noche, así que seguía acurrucado contra el cuerpo de Uryan, con el brazo del lobo rodeándole. Gruñó un poco y tiró de la mano de Uryan hacia arriba, hacia su pecho.
-Ummmm nos días -murmuró, dándose la vuelta, con cierto trabajo, para mirarle a la cara, con una sonrisa somnolienta-. ¿Ya no estás enfadado?

Uryan movió el brazo, por inercia y apretó más el cuerpo de Esthia contra el suyo sin darse cuenta. Estaba en ese momento intermedio entre el sueño profundo y el despertar definitivo, así que notó al lobo moverse y decir algo. Gruñó, como toda respuesta y volvió a apretarle... Al parecer con toda la intención de volver a recuperar el sueño.

El lobo blanco sonrió y dejó que le pegara a su cuerpo, esta vez de frente. No tenía prisa por levantarse, no tenía nada que hacer en todo el día y estar allí, pegado a Uryan, le parecía un gran plan. No le dijo nada, porque lo vio demasiado dormido aún. Pero sonrió y se acomodó con un brazo bajo la cabeza.

Intentó recuperar el ritmo del sueño, pero como solía ocurrir, no pudo hacerlo. Se encabezonó durante unos cuantos minutos, pero finalmente abrió los ojos y soltó a Esthia solo para estirarse despacio haciendo crujir sus huesos y las articulaciones. El camastro era demasiado enano para él solo, ni qué decir para dos. Miró a su alrededor y dejó el brazo en torno a Esthia, el que él estaba usando de almohada.
-Mmmgrrr... Tenemos que buscar otra cama..

-No te preocupes, yo volveré a la pensión esta noche y tendrás todo el espacio para ti. -A él no le importaba dormir apretado contra Uryan, pero tampoco iba a imponerle su presencia. -Tengo hambre. ¿Me sueltas para que vaya a buscar algo que desayunar?

Ahora no tenía tan claro que quisiera soltarle... Pero lo hizo, pensando en ello. ¿Iba a volver a la pensión?..Para qué.
-...¿por qué quieres volver?

-Bueno, es el único sitio al que puedo volver. No es que le tenga especial aprecio, pero es mejor que dormir al raso cuando llueve. -al verse libre, se levantó y se estiró. -Au. -Se quejó, tenía el cuerpo resentido de la paliza del callejón y de la noche con Uryan. -¿Hay aquí algo para comer o me vuelvo directamente a la pensión?

Se frotó la nuca. Había galletas. Las había dejado Hania. Se puso en pie despacio. Él no se sentía mucho mejor, pero se quejaba menos que la bola blanca. Miró a Esthia y se encogió de hombros.
-¿Te importa comer con barro?-A él no y seguro que tenía comida por ahí, tenía al costumbre de ir dejando cosas en sus diferentes guaridas, por si acaso y no le apetecía nada cazar.

-¿Barro? Creo que dejé de comer barro a los tres años, Uryan. Prefiero comida de persona. O cazar algo. Pero tampoco soy escrupuloso si tiene un poco... -Se encogió de hombros. -¿Dónde narices he dejado mi ropa? ¿La dejamos abajo?

Puso los ojos en blanco. El barro no hacía daño. Ni siquiera los gusanos. Empezó a caminar hacia la biblioteca, donde Hania le había dejado también la ropa.
-Si..Supongo que si... Voy a por algo de comer...-Se frotó la nuca. Se frotó al cabeza intentando reactivar su circulación y despejarse, empezó a vestirse. Estaba lleno de fluidos de muchos tipos pero..pfff..Qué más daba. Caminó hacia la salida y de pronto se detuvo. Se giró para buscar al lobo.- Espera aquí.

-¿Aquí? ¿Para qué? -sonrió y se dispuso a seguirle de todos modos. -Si voy contigo acabaremos antes. Me lavo un poco, me visto, como algo y me voy.

Frunció el ceño.
-Porque son mis guaridas, así que quédate aquí.-Le señaló el suelo, justo en el sitio donde estaba. Nada de irse por ahí, nada de volver a la pensión...

-Uryan... sabes que si quisiera descubrir tu guarida para algo malo sólo tendría que seguir tu rastro, ¿verdad? Además, ¿de qué tienes miedo? ¿De que te viole?

-No, de que lleves allí a otra persona.-Suspiró.- Son..Mis guaridas. ¿Entiendes? Refugios. Conoces dos, ¿Por qué quieres saber más?

-¿Y a quién iba a llevar? ¡Si yo no conozco a nadie aquí! Tsk. Me molaba más la idea de la violación. -se echó a reír alegremente-. Puedes confiar en mí, Uryan. Sé guardar un secreto. Llevo toda la vida guardando dos.

Puso los ojos en blanco. El cachorro y su humor.
- ¿Qué dos?- frunció el ceño, al menos le podía pagar secretos con secretos.

-Dos que tú ya conoces. Que soy un lobo y que no me gustan las mujeres. Cualquiera de los dos podría valerme un cepo de plata o una hoguera. Así que supongo que si ya sabes eso, no tengo secretos para ti.

-.........Ninguno es digno de mención.- Dijo, sin más, antes de suspirar y darse por vencido, de todas maneras el copo no parecía fácil de convencer. Abrió la puerta y pasó primero mientras se colocaba el pelo. No sabía muy bien para qué se había vestido si de todas formas tenía que usar el olfato para buscar comida enterrada.
Irían a la zona del bosque, donde tenía una guarida de lobo en toda regla, no sabía por qué, pero Slang le arrastraba hacia allí y tuvo ganas de buscar un lugar cómodo donde había enterrado todo tipo de comida de supervivencia.
-¿Tienes mucha hambre? hay que caminar.

-Tengo hambre, pero si voy a tener que caminar más que hasta la pensión... Pues ya me dirás. Que te recuerdo que no estoy yo para muchos paseos hoy, precisamente.

Gruñó, cabreado.
- Por eso te he dicho que te quedes aquí.- Bufó.- Está bien, elige dónde quieres desayunar y te vuelves al orfanato.- Ya recopilaría él cosas para que aquello empezase a parecer un refugio de verdad y no un lugar cualquiera donde estar tirados.

Esthia levantó las manos como si le estuviera apuntando con un arma.
-Ey, tranquilo, grandullón. Está bien, te esperaré aquí, en la camita, como un niño bueno. ¡¡Qué genio gastas por la mañana!!

- Contigo gasto este genio todos los días. Si me hicieras caso desde el principio no lo tendría.- Frunció de nuevo el ceño y le señaló el orfanato.- Quédate donde pueda vigilarte.- Irónico, porque se iba a largar a saber por cuántas horas.

-Bla bla bla. Si te hiciera caso desde el principio no sería divertido. Estás muy guapo cuando gruñes y bufas y me amenazas -porque en el punto en el que estaban, era absurdo fingir y no decirle que lo encontraba guapo. ¡Era más que evidente! -Ya te he dicho que te esperaría aquí. Soy un lobo de palabra.

Le miró, no muy convencido. ¿En qué momento tuvo que elegir al copo de nieve entre todos los chicos que podía trajinarse en un callejón? Cogió aire buscando paciencia. Iba a decir algo más..pero cambió de idea y se giró para marcharse. Más le valía estar ahí cuando volviera..

Y allí estaba, echado en la cama, que se había vuelto a quedar dormido, arropado con una de las mantas, acurrucado en el camastro que habían compartido.

Había tardado algo más, pero finalmente había vuelto. le acompañaba el olor a algo dulce y a café fuerte. Procuró no hacer demasiado ruido pero la verja del jardín chirriaba como una vaca pariendo, así que había muy poco que hacer al respecto. Se fue a al biblioteca, que era el único lugar donde habían encendido unas brasas cuando necesitaron calentarse, él no lo hubiera hecho, el humo de las chimeneas podría indicar que allí había alguien..Pero no había más remedio.
No despertó al cachorro todavía, prefirió ir a buscar leña primero y encender la chimenea, antes de ir a por él para que no se le enfriase el café. le miró ahí dormido y frunció el ceño.
- Tsk..-Le dio un golpe en el hombro.

Esthia había despertado con la llegada de Uryan. El lobo siempre estaba alerta, pero al reconocer que no había peligro, se había vuelto a quedar en duermevela.
-Ummm. Hueles bien -porque llevaba el olor del desayuno con él. Salió de debajo de la manta y se levantó, todavía somnoliento. Su ropa seguía abajo, así que no le quedaba otra que ir desnudo. Que tampoco era que le importara demasiado.

Observó a Esthia un segundo, de arriba abajo... pero necesitaba comer, él también tenía hambre y le había costado reunir comida que no tuviera excesiva porquería ni mala pinta.
- Y tú sabes bien, pero quiero comer.- Dijo, sin más, antes de girarse e ir a al biblioteca de nuevo, porque no le gustaba la idea de verse arrastrado otra vez por él. Aun no entendía cómo había ido "despacio".
Había colocado los cafés junto con los crepes con miel que había comprado y estaban en un montoncito sobre un plato de barro. Avivó el fuego, necesitaba las brasas para luego aumar la carne o bien freirlas, que todavía no tenía claro qué le apetecería más al chico.

Los ojos azules de Esthia se abrieron enormemente cuando vio los crepes. Tanto como su sonrisa. Avanzó con más rapidez y se sentó, con las piernas cruzadas, delante del plato, con la taza de café al lado. La ropa podía esperar. Si podía esperar el darse un baño, con lo pegajoso que estaba, podía esperar a vestirse. Agarró uno de los crepes y lo enrolló. Lo levantó por encima de su cabeza, echándola hacia atrás, y metiéndoselo en el boca desde arriba, de forma que se veía claramente el movimiento de su nuez al masticar y tragar.

Uryan estaba pendiente del fuego, normalmente no gastaba casi nada, ni en ropa ni en comida. Más bien lo hacía en drogas y alcohol. Prefería cazar si tenía la ocasión e iba dejando su reserva de emergencia, pero tenía dinero de sobra después de la pelea con él, así que no le importó desayunar caliente por una vez. Le miró mientras comía, pero al ver lo que hacía giró la cabeza y perdió de vista el fuego para observar cómo comía.
-......

Ajeno a la mirada de Uryan, Esthia disfrutó del dulce desayuno hasta que acabó por lamerse los restos de azúcar de los dedos.
-Ummm. Qué rico -comentó con la mayor de las inocencias. Y se dispuso a enrollarse otro, que metió en el café. Al levantarlo, algunas gotas cayeron por su piel, pero las desechó con un gesto de la mano.

-.......-Seguía mirándole. ¿Esa era forma de comer? Bien, él era el menos indicado para sorprenderse..pero de decente aquello no tenía nada. Frunció el ceño cuando las gotas de café mancharon su cuerpo y cogió aire, buscando paciencia. -¿Quieres dejar de chuparte los dedos?

Esthia le miró, con un dedo todavía en la boca. Parpadeó varias veces, como si no entendiera a qué venía ese comentario. Se sacó el dedo de la boca, con un leve sonido de succión.
-¿Qué pasa?

-....-Señaló el desayuno.- Cómetelos en silencio o te los quito.-Su ceño fruncido era prácticamente permanente desde que se había levantado.

-Ja. No me calla mi madre, me van a callar unos crepes. -Pero no discutió más. Mojó la mitad del dulce que tenía en la mano de nuevo en el café y siguió disfrutando del desayuno.






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