AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
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Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Había despertado sobresaltado una vez más. Las pesadillas recurrentes de sus padres ausentes aún seguían causando cierto temor en el pequeño, se sujetó fuertemente a las suaves fibras de la almohada mullida e intentó cerrar los ojos para conciliar el sueño. Suspiró con cierto desgano en su conato fallido. A pesar de ser un desconocido en la capital francesa debía adaptarse rápidamente, hallar la manera de no regresar sus memorias hacia el pasado empolvado que yacía bajo los cimientos nevados de Rusia. Frotó sus ojos de mala gana, los gritos y peticiones de la nana en turno le ponían de malas en algunas ocasiones. La mujer presurosa le atavió apropiadamente. Era bastante tarde esta vez y seguramente se quedaría castigado por no asistir a misa de domingo. El cochero le condujo enseguida encaminándole después hacia el interior de edificio.
El golpeteo constante de sus pasos a través de los pasillos hería la tranquilidad matutina. A su paso un par de caras largas se toparon con la suya, otras tantas sonreían curiosos al verle asistir con rapidez al recinto. Finalmente sus orbes cristalinos devoraron la magnificencia del edificio, no era la primera vez que se hallaba ahí, se respiraba una paz indescriptible y era así mismo un remanso para el alma del chiquillo. La ofrenda principal había terminado minutos atrás y tan solo el susurro de algunas religiosas se escuchaba a lo lejos. Decidió no ser imprudente y esperó en la última hilera de asientos. Se persignó y ofertó un Padre Nuestro antes de hincarse. Dado que era un evento solemne se le obligó a portar una diminuta capa escarlata, así como la corona con diminutas incrustaciones turquesa.
Poca era la concurrencia ya a esa hora y sin embargo la vista curiosa de más de un desconocido se posó sobre él. Yuri nunca había comprendido porque el hecho de vestir así en un día domingo llamaba la atención de todas esas personas. Algunos reverenciaron cuando pasaron a su lado y otros tantos mantuvieron su camino hacia la salida. Las bóvedas portentosas mostraban frescos singulares y las imágenes de yeso parecían dirigir sus miradas de anuencia hacia el chiquillo que se mostraba como un querubín perdido en un jardín de demonios. No sabía exactamente cuánto tiempo debía permanecer en el recinto, dado que aquellas visitas siempre estaban vigiladas por mamá o papá. Suspiro y no pudo evitar perder sus orbes en las tonalidades coloridas de los vitrales que permitían la escasa refracción de luz.
Un ligero golpe en su espalda se produjo un sobresalto y de inmediato giró su cuerpo para toparse con la efigie de una bella mujer.
–Bue…buenos días madmoiselle ¿Quién es usted? –
El golpeteo constante de sus pasos a través de los pasillos hería la tranquilidad matutina. A su paso un par de caras largas se toparon con la suya, otras tantas sonreían curiosos al verle asistir con rapidez al recinto. Finalmente sus orbes cristalinos devoraron la magnificencia del edificio, no era la primera vez que se hallaba ahí, se respiraba una paz indescriptible y era así mismo un remanso para el alma del chiquillo. La ofrenda principal había terminado minutos atrás y tan solo el susurro de algunas religiosas se escuchaba a lo lejos. Decidió no ser imprudente y esperó en la última hilera de asientos. Se persignó y ofertó un Padre Nuestro antes de hincarse. Dado que era un evento solemne se le obligó a portar una diminuta capa escarlata, así como la corona con diminutas incrustaciones turquesa.
Poca era la concurrencia ya a esa hora y sin embargo la vista curiosa de más de un desconocido se posó sobre él. Yuri nunca había comprendido porque el hecho de vestir así en un día domingo llamaba la atención de todas esas personas. Algunos reverenciaron cuando pasaron a su lado y otros tantos mantuvieron su camino hacia la salida. Las bóvedas portentosas mostraban frescos singulares y las imágenes de yeso parecían dirigir sus miradas de anuencia hacia el chiquillo que se mostraba como un querubín perdido en un jardín de demonios. No sabía exactamente cuánto tiempo debía permanecer en el recinto, dado que aquellas visitas siempre estaban vigiladas por mamá o papá. Suspiro y no pudo evitar perder sus orbes en las tonalidades coloridas de los vitrales que permitían la escasa refracción de luz.
Un ligero golpe en su espalda se produjo un sobresalto y de inmediato giró su cuerpo para toparse con la efigie de una bella mujer.
–Bue…buenos días madmoiselle ¿Quién es usted? –
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
El pequeño. Ese niño era el motivo por el cual se había trasladado a aquella ciudad. Todo lo demás –el puesto de profesora de astronomía en la Académie de París y la posibilidad de incursionar en la magia negra- era algo agregado, casi sin importancia si se lo comparaba con el poder que aquel niño tenía, pero que de seguro desconocía.
Como la mayoría de las cosas importantes en su vida, la localización del pequeño Duque le llegó en sueños. Ilanka jamás dudaba de lo que en visiones nocturnas le era revelado, confiaba con su vida en ese don extraordinario con que la vida la había coronado.
Ese era el motivo por el cual se había llegado a la maravillosa Notre Dame esa mañana: el niño estaría allí, Ilanka lo había visto.
Embozada con su capa negra -no solo por el frío, sino también porque no quería revelar del todo su identidad-, Ila salió del Hotel Des Arenes –que haría las veces de su hogar durante el tiempo que permaneciese en la ciudad- y cruzó la calle rumbo a Notre Dame.
En Dios no creía, suponía que existía mas no le profesaba devoción alguna, tampoco iba a fingir ni actuar de manera reverente, ¿quién osaría cuestionarla por no arrodillarse en la entrada o hacerse las típicas señales? ¿Acaso alguien se atrevería a llamarle la atención por no llevar un rosario enredado en las manos? Ya estaba deseando que algún pacato parisino la mirase de mal modo, nada le gustaba más que pelear por las mañanas… Más si era con los religiosos hipócritas.
Dejó todos aquellos pensamientos de lado porque allí estaba él. Su sueño no se había equivocado, no le había fallado, ¡hasta vestía la misma ropa que ella había visto! Su corona pequeña brillaba.
Sin importarle que alguien la viese, Ilanka se acercó a él –que afortunadamente estaba ubicado en los asientos del fondo, los más próximos a la puerta-, descubriéndose el rostro, y lo tocó. Ese era el momento perfecto para presentarse ante el verdadero Duque ruso, aunque no sabía de cuanto tiempo dispondría ya que de seguro estaría bien custodiado. ¿Cómo debía presentarse? ¿Qué motivos debía darle? No estaba segura... Ni siquiera sabía como empezar a explicar porqué lo buscaba.
El niño la miró, tal vez un poco temeroso y era comprensible; una perfecta desconocida se le acercaba por detrás. ¿Quien no se llevaría un buen susto? A pesar de todo, él la saludó de manera educada y rápidamente inquirió sobre su identidad.
-Buenos días –le dijo, dirigiéndose a él en ruso, e hizo una pequeña reverencia-. Mi nombre es Ilanka y lo he estado buscando. -Le dijo la verdad, no solo su nombre verdadero sino también el motivo por el cual lo importunaba. Los años pasaban y el peor defecto de Ila no se marchaba, seguía siendo peligrosamente sincera. Pero, ¿qué más podía decirle? No era el mejor lugar para hablar.
Como la mayoría de las cosas importantes en su vida, la localización del pequeño Duque le llegó en sueños. Ilanka jamás dudaba de lo que en visiones nocturnas le era revelado, confiaba con su vida en ese don extraordinario con que la vida la había coronado.
Ese era el motivo por el cual se había llegado a la maravillosa Notre Dame esa mañana: el niño estaría allí, Ilanka lo había visto.
Embozada con su capa negra -no solo por el frío, sino también porque no quería revelar del todo su identidad-, Ila salió del Hotel Des Arenes –que haría las veces de su hogar durante el tiempo que permaneciese en la ciudad- y cruzó la calle rumbo a Notre Dame.
En Dios no creía, suponía que existía mas no le profesaba devoción alguna, tampoco iba a fingir ni actuar de manera reverente, ¿quién osaría cuestionarla por no arrodillarse en la entrada o hacerse las típicas señales? ¿Acaso alguien se atrevería a llamarle la atención por no llevar un rosario enredado en las manos? Ya estaba deseando que algún pacato parisino la mirase de mal modo, nada le gustaba más que pelear por las mañanas… Más si era con los religiosos hipócritas.
Dejó todos aquellos pensamientos de lado porque allí estaba él. Su sueño no se había equivocado, no le había fallado, ¡hasta vestía la misma ropa que ella había visto! Su corona pequeña brillaba.
Sin importarle que alguien la viese, Ilanka se acercó a él –que afortunadamente estaba ubicado en los asientos del fondo, los más próximos a la puerta-, descubriéndose el rostro, y lo tocó. Ese era el momento perfecto para presentarse ante el verdadero Duque ruso, aunque no sabía de cuanto tiempo dispondría ya que de seguro estaría bien custodiado. ¿Cómo debía presentarse? ¿Qué motivos debía darle? No estaba segura... Ni siquiera sabía como empezar a explicar porqué lo buscaba.
El niño la miró, tal vez un poco temeroso y era comprensible; una perfecta desconocida se le acercaba por detrás. ¿Quien no se llevaría un buen susto? A pesar de todo, él la saludó de manera educada y rápidamente inquirió sobre su identidad.
-Buenos días –le dijo, dirigiéndose a él en ruso, e hizo una pequeña reverencia-. Mi nombre es Ilanka y lo he estado buscando. -Le dijo la verdad, no solo su nombre verdadero sino también el motivo por el cual lo importunaba. Los años pasaban y el peor defecto de Ila no se marchaba, seguía siendo peligrosamente sincera. Pero, ¿qué más podía decirle? No era el mejor lugar para hablar.
Ilanka Kratorova- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Nunca antes le había visto. Aunque el pequeño duque carecía de malicia y muchos otros atributos que solo se adquieren con el paso del tiempo y las buenas y malas experiencias, poseía un sexto sentido que de vez en cuando le alertaba de peligro en ciertos casos. Quizás una herencia ambigua por parte de las raíces sobrenaturales de su madre. Así mismo nunca olvidaba un rostro y el de esta mujer no había tenido la oportunidad de verlo con anterioridad. La primera suposición que se maquinó en su mente fue que se trataba de algún emisario de la corte dada la ostentosidad de su atuendo y el acento pronunciado que develaba sus raíces rusas. O quizás alguna nueva niñera que deberá vigilarle en el transcurso del día hasta que el cochero regresara por él para escoltarle de regreso a la mansión. Consciente estaba que en cualquiera de los casos su falta por haber llegado tarde le cobraría alguna factura. Trató de mantenerse soberbio aunque era un poco complicado teniendo en cuenta que hasta ahora no había hecho falta presentarse ante extraños.
Un ligero ápice de nerviosismo se situó en sus facciones.
–Por favor, no le diga nada a nadie, no pude llegar temprano a la celebración de misa–
Sonrió apenas mientras el balanceo constante de sus piernas iba de adelante hacia atrás, una vía de escape que utilizaba cuando se hallaba en este tipo de situaciones.
Yuri estaba consciente que no era culpa de la mujer el tener que lidiar con el todo el día o parte del mismo. Y era precisamente en ese tipo de situaciones donde anhelaba que las cosas fueran como antes. Sentarse a lado de mamá mientras le indicaba con suaves ademanes la forma de santiguarse, mientras el duque aguardaba pacientemente en una de las bancas adyacentes para dirigirle una mirada de condescendencia de vez en cuando. Si ella iba a increpar al término del día él estaría dispuesto a aceptar su falta, aunque en ese instante no hacía falta pensar de más y se dispuso a ser un niño bien portado.
Suspiró.
Recorrió su cuerpo unos centímetros para que ella pudiese sentarse a su lado.
–Tome asiento por favor Ilanka, mi nombre es Yuri–
Pronunció en un susurro mientras le ofrecía su diestra para saludarle como era debido.
–No le había visto anteriormente, debe ser nueva en la ciudad ¡Ya sé! ¿Eres la nueva nana que han enviado a vigilarme o…reprenderme?–
Sonrió apenas aguardando una respuesta positiva por parte de la mujer. Aparentemente su fachada dejaba de manifiesto un aire de tranquilidad y eso era lo que al pequeño le hacía falta últimamente en su vida, un poco de paz.
Un ligero ápice de nerviosismo se situó en sus facciones.
–Por favor, no le diga nada a nadie, no pude llegar temprano a la celebración de misa–
Sonrió apenas mientras el balanceo constante de sus piernas iba de adelante hacia atrás, una vía de escape que utilizaba cuando se hallaba en este tipo de situaciones.
Yuri estaba consciente que no era culpa de la mujer el tener que lidiar con el todo el día o parte del mismo. Y era precisamente en ese tipo de situaciones donde anhelaba que las cosas fueran como antes. Sentarse a lado de mamá mientras le indicaba con suaves ademanes la forma de santiguarse, mientras el duque aguardaba pacientemente en una de las bancas adyacentes para dirigirle una mirada de condescendencia de vez en cuando. Si ella iba a increpar al término del día él estaría dispuesto a aceptar su falta, aunque en ese instante no hacía falta pensar de más y se dispuso a ser un niño bien portado.
Suspiró.
Recorrió su cuerpo unos centímetros para que ella pudiese sentarse a su lado.
–Tome asiento por favor Ilanka, mi nombre es Yuri–
Pronunció en un susurro mientras le ofrecía su diestra para saludarle como era debido.
–No le había visto anteriormente, debe ser nueva en la ciudad ¡Ya sé! ¿Eres la nueva nana que han enviado a vigilarme o…reprenderme?–
Sonrió apenas aguardando una respuesta positiva por parte de la mujer. Aparentemente su fachada dejaba de manifiesto un aire de tranquilidad y eso era lo que al pequeño le hacía falta últimamente en su vida, un poco de paz.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
-Oh, no se preocupe. No le llamaré la atención ni se lo contaré a nadie, puede confiar en eso. Las misas a mí no me interesan en lo absoluto –le dijo con sinceridad, acompañando sus palabras con un gesto desdeñoso que cualquiera podría juzgar como una falta de respeto dado el sitio en el que se hallaban, mas poco le importaba a ella realmente-, pero no me molesta esta aquí y acompañarle, por el contrario, sería para mí un gran placer hacerlo.
Ilanka no era una mujer tranquila. Tampoco la paciencia estaba en su listado personal de virtudes. Pero por ese niño lo sería; se volvería una mujer paciente y tranquila aunque tuviese que morderse la lengua antes de hablar y pensar unas veinte veces las cosas antes de llevarlas a cabo. Trabajaría en ambos aspectos de su personalidad porque sabía que valdría la pena, el poder que podría obtener y manejar era suficiente motivación para el cambio. Quería ser su mentora, que de su mano descubriese todo lo que podía hacer gracias a lo heredado y que, cuando pudiera manejarse a sí mismo y a su entorno, el pequeño duque se diera cuenta que todo se lo debía a ella, a Ilanka Kratorova.
Sonrió sin poder contener la excitación, el plan era perfecto.
-Es un placer conocerle, Yuri –le dijo sin perder todavía la sonrisa y aceptó lo que él le ofrecía: sentarse a su lado-. Ya veremos cuan importante es para ambos habernos encontrado hoy en este lugar.
Tomó la pequeña y cálida mano que el duque tendía hacia ella y la estrechó, mostrándole que lo trataría como a un adulto si él así lo quería. Creía que aquello era algo que todos los niños de su edad deseaban: ser vistos como mayores.
Miró su entorno sin que éste le agradara mucho. ¿Por qué la gente creía en aquellas estatuas frías y distantes? ¿Por qué les rezaban y pedían si ellas no tenían vida? Nunca lo había comprendido y, como sus padres no le habían inculcado religión alguna, tampoco se sentía con el deber de hacerlo.
-Sí… -pensó en voz alta-. Creo que yo sería una muy buena nana, la nana que alguien como usted necesita en realidad. ¿Qué le parece? –le preguntó y decidió usar con él su habilidad de encandilamiento para que el pequeño deseara estar junto a ella. Mirándolo a los ojos, mientras hablaba de cualquier otra cosa, engrandeció la idea que él ya había tenido: Ilanka como su nana-. Soy nueva en la ciudad, está usted en lo cierto, he llegado hace apenas unos días… ¿Cuándo llegó usted?
Ilanka no era una mujer tranquila. Tampoco la paciencia estaba en su listado personal de virtudes. Pero por ese niño lo sería; se volvería una mujer paciente y tranquila aunque tuviese que morderse la lengua antes de hablar y pensar unas veinte veces las cosas antes de llevarlas a cabo. Trabajaría en ambos aspectos de su personalidad porque sabía que valdría la pena, el poder que podría obtener y manejar era suficiente motivación para el cambio. Quería ser su mentora, que de su mano descubriese todo lo que podía hacer gracias a lo heredado y que, cuando pudiera manejarse a sí mismo y a su entorno, el pequeño duque se diera cuenta que todo se lo debía a ella, a Ilanka Kratorova.
Sonrió sin poder contener la excitación, el plan era perfecto.
-Es un placer conocerle, Yuri –le dijo sin perder todavía la sonrisa y aceptó lo que él le ofrecía: sentarse a su lado-. Ya veremos cuan importante es para ambos habernos encontrado hoy en este lugar.
Tomó la pequeña y cálida mano que el duque tendía hacia ella y la estrechó, mostrándole que lo trataría como a un adulto si él así lo quería. Creía que aquello era algo que todos los niños de su edad deseaban: ser vistos como mayores.
Miró su entorno sin que éste le agradara mucho. ¿Por qué la gente creía en aquellas estatuas frías y distantes? ¿Por qué les rezaban y pedían si ellas no tenían vida? Nunca lo había comprendido y, como sus padres no le habían inculcado religión alguna, tampoco se sentía con el deber de hacerlo.
-Sí… -pensó en voz alta-. Creo que yo sería una muy buena nana, la nana que alguien como usted necesita en realidad. ¿Qué le parece? –le preguntó y decidió usar con él su habilidad de encandilamiento para que el pequeño deseara estar junto a ella. Mirándolo a los ojos, mientras hablaba de cualquier otra cosa, engrandeció la idea que él ya había tenido: Ilanka como su nana-. Soy nueva en la ciudad, está usted en lo cierto, he llegado hace apenas unos días… ¿Cuándo llegó usted?
Ilanka Kratorova- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Mantuvo ese balanceo ligero en sus piernas hasta caer en la cuenta que quizás fuese algo desagradable para ella, pues más de una vez se le había enseñado a no mostrarse inquieto si cruzaba palabra con alguien extraño. De tajo detuvo el movimiento ligeramente apenado por la distracción que pudiera causar. Encogió sus hombros al sentirse atrapado en su retardo. Las palabras que nacían en los labios de Ilanka llenaron de una paz efímera el corazón del pequeño. Sintió como si una especie de complicidad naciera entre ellos por el simple hecho de no delatarle. Aun cuando ella estaba sentada a su lado Yuri se distrajo una vez más un par de segundos cuando un par de palomas volaron desde un ventanal hacia otro. El aleteo ligero le provocó un sobresalto. No resultaba nada nuevo en su actuar tomando en cuenta la edad que tenía.
Sus orbes inquietos no dejaban de recorrer lo largo y ancho del escenario pulcro. Si bien no era la primera vez que se hallaba en un sitio como lo era la catedral, agradecía de sobremanera que no tuviera un par de escoltas vigilándole o reprimiendo el hecho de mostrarse distraído mientras rezaba alguno de tantos salmos. Llevar al pequeño a orar resultaba una labor titánica si no se poseía la paciencia suficiente y es que podía estar absorto por horas pensando en muchas cosas y nada a la vez, hallando la forma a figuras caprichosas con las líneas en el techo o contando las estrellas que reposaban sobre el manto de las vírgenes de yeso. Cada detalle se tornaba en una nueva distracción si se encontraba aburrido o de mal humor. No obstante a pesar de desviar en ocasiones su mirada, regresaba a los ojos ajenos llenos de amor para asentir a los cuestionamientos.
–El gusto es mío Ilanka–
Espetó un poco más seguro. Asintió ante la idea de que en efecto, ese podría ser un buen día para dejarse llevar ante las órdenes de una nueva niñera en turno.
–¿Le puedo decir un secreto?– susurró mientras hacia un pequeño ademán para que la mujer se aproximara un poco más hacia él.
–No se parece en nada a las otras niñeras, ellas han sido estrictas y algunas incluso tienen demasiadas arrugas en el rostro– sonrió apenado ante tal confesión.
Era imposible que Yuri fuese hipócrita o falso en sus aseveraciones. Pues realmente hablaba con sinceridad, aunque bajo otros ámbitos se pudiesen tachar de impropias aquellas palabras.
–Estoy de acuerdo– dijo con un tono un poco más seguro, ahora que ella aceptaba su papel como tal.
No podía explicar el hecho que, sentía una tranquilidad inexplicable ante su presencia, decidió confiar y dejarse llevar. Si estaría bajo su cuidado debía comportarse.
–Hace no más de un año, casualmente también nací en Rusia, mi padre el conde Alekséyevich y mi madre seguramente no tardan en arribar a la capital– suspiró –¿Sus padres también viven con usted en Paris?–
Sus orbes inquietos no dejaban de recorrer lo largo y ancho del escenario pulcro. Si bien no era la primera vez que se hallaba en un sitio como lo era la catedral, agradecía de sobremanera que no tuviera un par de escoltas vigilándole o reprimiendo el hecho de mostrarse distraído mientras rezaba alguno de tantos salmos. Llevar al pequeño a orar resultaba una labor titánica si no se poseía la paciencia suficiente y es que podía estar absorto por horas pensando en muchas cosas y nada a la vez, hallando la forma a figuras caprichosas con las líneas en el techo o contando las estrellas que reposaban sobre el manto de las vírgenes de yeso. Cada detalle se tornaba en una nueva distracción si se encontraba aburrido o de mal humor. No obstante a pesar de desviar en ocasiones su mirada, regresaba a los ojos ajenos llenos de amor para asentir a los cuestionamientos.
–El gusto es mío Ilanka–
Espetó un poco más seguro. Asintió ante la idea de que en efecto, ese podría ser un buen día para dejarse llevar ante las órdenes de una nueva niñera en turno.
–¿Le puedo decir un secreto?– susurró mientras hacia un pequeño ademán para que la mujer se aproximara un poco más hacia él.
–No se parece en nada a las otras niñeras, ellas han sido estrictas y algunas incluso tienen demasiadas arrugas en el rostro– sonrió apenado ante tal confesión.
Era imposible que Yuri fuese hipócrita o falso en sus aseveraciones. Pues realmente hablaba con sinceridad, aunque bajo otros ámbitos se pudiesen tachar de impropias aquellas palabras.
–Estoy de acuerdo– dijo con un tono un poco más seguro, ahora que ella aceptaba su papel como tal.
No podía explicar el hecho que, sentía una tranquilidad inexplicable ante su presencia, decidió confiar y dejarse llevar. Si estaría bajo su cuidado debía comportarse.
–Hace no más de un año, casualmente también nací en Rusia, mi padre el conde Alekséyevich y mi madre seguramente no tardan en arribar a la capital– suspiró –¿Sus padres también viven con usted en Paris?–
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/06/2014
Edad : 36
Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Se tomó un instante para analizar la situación en la que se había metido, para ver de manera objetiva lo que vivía: Había sido más sencillo de lo que ella había pensado, ¡era casi increíble! Quería felicitarse a sí misma por haberse acercado, al fin, al pequeño que por ahora parecía recibirla con brazos abiertos en su vida. Había pasado días enteros cavilando acerca de la mejor forma de presentarse a él, de penetrar en su mundo, había esperado hasta hallar el mejor momento y lugar, había pensado algunos temas de conversación que pudieran parecer casuales y cotidianos... Y allí estaban los dos, él ya la había aceptado.
El niño era precioso, muy amable y educado. Había temido, creyendo que no sabría como manejarlo. Ilanka no tenía instinto maternal en lo absoluto –de hecho detestaba a los niños y más de una vez había tenido deseos de asesinar a alguno que la hubo importunado-, tampoco mucha paciencia, por lo que estar en esa ciudad buscándolo a él era todo un desafío personal en el que hasta el momento estaba teniendo éxito.
Creía que hasta podía llegar a tenerle cariño en algún momento, parecía estar tan aislado e inseguro… ¡Si tan solo supiera que podía ser alguien realmente importante en unos años! ¡Si entendiera que podía desatar un poder incalculable! Ilanka sentía euforia de solo imaginarse como mentora de alguien así, como administradora de un poder tal.
-Te aseguro que no soy como las otras niñeras, soy mucho más especial que cualquiera que hayas conocido antes –le dijo y se rió en voz baja, no quería importunar a nadie que estuviese rezando en aquel lugar. No le interesaba en realidad interrumpir a la gente en sus oraciones o no, simplemente sabía que le convenía no llamar la atención.
-Ah, así que sus padres están prontos a arribar –dijo, siguiendo los razonamientos del pequeño-. Mis padres están en Rusia, son personas muy ocupadas… A ellos no les gusta salir de nuestra tierra, a mi tampoco. ¿No le parece que esta ciudad es horrible comparada con San Petersburgo? París es tan sucia y ruidosa… Debemos estar orgullosos, Yuri, pues hemos nacido en la mejor tierra que existe.
El niño era precioso, muy amable y educado. Había temido, creyendo que no sabría como manejarlo. Ilanka no tenía instinto maternal en lo absoluto –de hecho detestaba a los niños y más de una vez había tenido deseos de asesinar a alguno que la hubo importunado-, tampoco mucha paciencia, por lo que estar en esa ciudad buscándolo a él era todo un desafío personal en el que hasta el momento estaba teniendo éxito.
Creía que hasta podía llegar a tenerle cariño en algún momento, parecía estar tan aislado e inseguro… ¡Si tan solo supiera que podía ser alguien realmente importante en unos años! ¡Si entendiera que podía desatar un poder incalculable! Ilanka sentía euforia de solo imaginarse como mentora de alguien así, como administradora de un poder tal.
-Te aseguro que no soy como las otras niñeras, soy mucho más especial que cualquiera que hayas conocido antes –le dijo y se rió en voz baja, no quería importunar a nadie que estuviese rezando en aquel lugar. No le interesaba en realidad interrumpir a la gente en sus oraciones o no, simplemente sabía que le convenía no llamar la atención.
-Ah, así que sus padres están prontos a arribar –dijo, siguiendo los razonamientos del pequeño-. Mis padres están en Rusia, son personas muy ocupadas… A ellos no les gusta salir de nuestra tierra, a mi tampoco. ¿No le parece que esta ciudad es horrible comparada con San Petersburgo? París es tan sucia y ruidosa… Debemos estar orgullosos, Yuri, pues hemos nacido en la mejor tierra que existe.
Ilanka Kratorova- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Aguardó con paciencia la respuesta de Ilanka y fue casi imposible no sentir una especie de complicidad con aquella extraña. Las facciones bien delineadas en el rostro ajeno, así como el acento eran particularidades que le acercaban de cierto modo a sus raíces. Era como si de cierto modo el mundo le regalara en esa mañana un pedacito de su hogar. Dejó de balancear las piernas pensando que ese acto podría molestarla e incluso pensó que sería reprendido por dicha acción. La mirada de Yuri a pesar de proyectar cierta calidez, se mostraba penetrante cuando su atención se volcaba de lleno hacia algo. Sin duda había heredado eso de Fyodor, su padre. Miles de veces la servidumbre murmuraba en silencio que aquel don había sido conferido de manera natural, sin intervención de la magia y el misterio que rodeaba su estirpe.
Ahora que la mujer le permitía un trato más cercano y de confianza, era natural querer saciar esa curiosidad y más ahora que sabía ella también procedía de tierras gélidas.
Sonrió ampliamente.
–Ya lo creo Ilanka, no me pareces ser una niñera como las anteriores, incluso creo que podemos ser grandes amigos–
Confirió y dio un pequeño sobresalto, encogió los hombros rápidamente al notar que un par de superioras voltearon hacia la parte donde ellos se encontraban.
Yuri se llevó ambas manos a la boca para retractarse de su acción imprudente. Era justo ese tipo de acciones en él que el resto de los sirvientes de la familia real reprobaban, pues se esperaban grandes cosas del niño ahora con el título nobiliario sobre sus hombros.
Escuchó con atención la confesión de la mujer y en su inocencia, pensó que ella había sido abandonada quizás, que también podría echar de menos los días de júbilo a lado de sus padres, justo como él se sentía en ocasiones.
–Debes echar de menos mucho a tus padres ¿Verdad?– suspiró y posó su mano sobre la ajena en señal de solidaridad.
El término horrible no era muy común dentro de su vocabulario, le pareció haberlo escuchado alguna vez de los labios de su madre cuando solía narrarle historias antes de dormir y de inmediato lo asoció con algo malo, algo que no estaba permitido.
Asintió inmediatamente.
–Las casas aquí no son igual de bonitas, no hay nieve todo el tiempo como en Rusia, creo que a veces los adultos solo piensan en cosas– Se mostró meditabundo por unos segundos –Cosas horribles, porque siempre los veo serios, la gente no sonríe muy a menudo ¿Será posible que también echen de menos a un ser querido?–
Buscó con cuidado algo dentro de su abrigo.
–Mi madre decía que los recuerdos son un arma muy poderosa, algo que es imposible de destruir, por siempre cargo esto conmigo–
Hizo un ademán para que Ilanka pudiera ver una de las pequeñas muñecas que le habían obsequiado.
Ahora que la mujer le permitía un trato más cercano y de confianza, era natural querer saciar esa curiosidad y más ahora que sabía ella también procedía de tierras gélidas.
Sonrió ampliamente.
–Ya lo creo Ilanka, no me pareces ser una niñera como las anteriores, incluso creo que podemos ser grandes amigos–
Confirió y dio un pequeño sobresalto, encogió los hombros rápidamente al notar que un par de superioras voltearon hacia la parte donde ellos se encontraban.
Yuri se llevó ambas manos a la boca para retractarse de su acción imprudente. Era justo ese tipo de acciones en él que el resto de los sirvientes de la familia real reprobaban, pues se esperaban grandes cosas del niño ahora con el título nobiliario sobre sus hombros.
Escuchó con atención la confesión de la mujer y en su inocencia, pensó que ella había sido abandonada quizás, que también podría echar de menos los días de júbilo a lado de sus padres, justo como él se sentía en ocasiones.
–Debes echar de menos mucho a tus padres ¿Verdad?– suspiró y posó su mano sobre la ajena en señal de solidaridad.
El término horrible no era muy común dentro de su vocabulario, le pareció haberlo escuchado alguna vez de los labios de su madre cuando solía narrarle historias antes de dormir y de inmediato lo asoció con algo malo, algo que no estaba permitido.
Asintió inmediatamente.
–Las casas aquí no son igual de bonitas, no hay nieve todo el tiempo como en Rusia, creo que a veces los adultos solo piensan en cosas– Se mostró meditabundo por unos segundos –Cosas horribles, porque siempre los veo serios, la gente no sonríe muy a menudo ¿Será posible que también echen de menos a un ser querido?–
Buscó con cuidado algo dentro de su abrigo.
–Mi madre decía que los recuerdos son un arma muy poderosa, algo que es imposible de destruir, por siempre cargo esto conmigo–
Hizo un ademán para que Ilanka pudiera ver una de las pequeñas muñecas que le habían obsequiado.
Última edición por Yuri Alekséyevich el Miér Abr 19, 2017 11:54 pm, editado 1 vez
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Deseando que aquel encuentro se hubiera dado en otro sitio mucho más cómodo y tranquilo, Ilanka fulminó con la mirada a las dos religiosas que se habían vuelto hacia el niño con actitud juzgona. ¿Qué les pasaba? Viejas aburridas y patéticas. Que se acercasen a decirles algo si se atrevían…
Oía al pequeño duque hablar, mas no le estaba prestando atención. Su mirada se concentraba más allá, buscando algún peligro visible, asegurándose de que no eran oídos ni observados por nadie que pudiera entrometerse en esos momentos en los que ella intentaba que un vínculo naciese, que la confianza creciera. Una intromisión indeseada –de quien fuera- podía arruinar las cosas.
-Con que los recuerdos son un arma poderosa, eh –meditó, repitiendo parte de las últimas palabras que de él había oído-. Sí, yo creo que es eso muy cierto. Su madre es una mujer muy inteligente, muy sabia, se lo aseguro. Siempre cargamos con nuestros recuerdos, con los buenos y con los malos… Es algo de lo que no podemos deshacernos jamás, por eso hay que procurar tomar siempre las mejores decisiones, aunque sabido es que a veces resulta extremadamente difícil…
Interrumpió de inmediato su palabrería cuando el niño le mostró la pequeña muñequita rusa. ¿Qué era eso? ¿Por qué sentía esa energía tan particular? Quiso tocarla, tocarla para entender qué clase de poder ocultaba ese objeto tan pequeño… pero no se atrevió.
-¿Quién le ha dado eso? –le preguntó, intentando sonar casual y relajada-. Es muy hermosa en verdad y me recuerda a una que tenía de pequeña –mintió para que el favor que ya se había ido ganando en el niño aumentase todavía un poco más-. Parece algo realmente especial…
De hecho era algo especial, su energía era realmente fuerte, pero no podía decírselo al pequeño duque, Yuri no lo entendería, al menos no de momento.
¿Cuándo terminaría el servicio religioso? Necesitaba salir de allí pronto para poder observar y estudiar detenidamente el objeto que ese niño atesoraba, esa fuente de energía y poder que él tenía entre manos podía ser parte de lo que ella tanto había buscado.
Oía al pequeño duque hablar, mas no le estaba prestando atención. Su mirada se concentraba más allá, buscando algún peligro visible, asegurándose de que no eran oídos ni observados por nadie que pudiera entrometerse en esos momentos en los que ella intentaba que un vínculo naciese, que la confianza creciera. Una intromisión indeseada –de quien fuera- podía arruinar las cosas.
-Con que los recuerdos son un arma poderosa, eh –meditó, repitiendo parte de las últimas palabras que de él había oído-. Sí, yo creo que es eso muy cierto. Su madre es una mujer muy inteligente, muy sabia, se lo aseguro. Siempre cargamos con nuestros recuerdos, con los buenos y con los malos… Es algo de lo que no podemos deshacernos jamás, por eso hay que procurar tomar siempre las mejores decisiones, aunque sabido es que a veces resulta extremadamente difícil…
Interrumpió de inmediato su palabrería cuando el niño le mostró la pequeña muñequita rusa. ¿Qué era eso? ¿Por qué sentía esa energía tan particular? Quiso tocarla, tocarla para entender qué clase de poder ocultaba ese objeto tan pequeño… pero no se atrevió.
-¿Quién le ha dado eso? –le preguntó, intentando sonar casual y relajada-. Es muy hermosa en verdad y me recuerda a una que tenía de pequeña –mintió para que el favor que ya se había ido ganando en el niño aumentase todavía un poco más-. Parece algo realmente especial…
De hecho era algo especial, su energía era realmente fuerte, pero no podía decírselo al pequeño duque, Yuri no lo entendería, al menos no de momento.
¿Cuándo terminaría el servicio religioso? Necesitaba salir de allí pronto para poder observar y estudiar detenidamente el objeto que ese niño atesoraba, esa fuente de energía y poder que él tenía entre manos podía ser parte de lo que ella tanto había buscado.
Ilanka Kratorova- Hechicero Clase Alta
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Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Un par de minutos atrás se hallaba perdido entre la iconografía sacra de la catedral y ahora el pequeño confiaba ciegamente en aquella mujer. Pero ¿De qué manera se podía evitar esa reacción en él? ¿Cómo prevenirle de ser más receloso con cosas tan personales? Si había aprendido bien los preceptos de la familia real, su inocencia seguía siendo un arma de doble filo aunque él no lo viera de ese modo. Pero ahí estaba, abriendo su corazón a Ilanka puesto que aquellas muñecas poseían un significado aún más profundo, dejando de lado el alcance mágico que estas ostentaban. La mirada serena del niño se trastornó ligeramente cuando le escuchó hablar de las virtudes que su madre poseía. Era cierto. Ana siempre mantuvo un lazo demasiado estrecho con él y aunque no entendía momentáneamente el porqué de la lejanía entre ellos confiaba en que el amor de ella sería fuerte para no olvidarle.
–Sí, lo era, es decir lo es. Mamá me cuida desde lejos estoy seguro–
Cerró los ojos por unos segundos y confió en que aquellas plegarias llegasen hasta Rusia.
Sonrió nuevamente cuando Ilanka le confesaba que también poseía una muñeca como la suya. Para Yuri estaba más que claro que aquel encuentro tan solo traería cosas buenas, había tantas coincidencias entre ellos que no podía solo dejarse como un evento fortuito. Repentinamente los rezos en la parte frontal habían cesado y las pocas personas que aún se mantenían en oración poco a poco se levantaban de sus lugares. Yuri guardó el objeto nuevamente entre su ropa y se persignó. Miró con desgano hacia la parte de la entrada donde se suponía el cochero debía esperarle al término de la homilía.
–Ilanka, parece que mi cochero se ha olvidado de venir por mí– encogió ligeramente sus hombros y le miró nuevamente con determinación –¿Le molestaría esperar conmigo fuera de la iglesia? Prometo portarme bien y no darle problemas–
Levantó su diestra en señal de juramento.
Aparentemente ella había accedido y de inmediato ambos se dirigían afuera del recinto, justo a un lado de la Catedral donde reposaron bajo la sombra de un árbol. Yuri pudo entonces mostrarle con mayor detenimiento la muñeca esta vez.
–Fue un obsequio de mi madre cuando cumplí ocho años, me dijo que ella estaría siempre conmigo cuando me sintiera solo–
Admiró los detalles grabados en el objeto de madera y sus pequeños dedos les recorrían con suavidad.
–¿Quieres verla?–
Cuestionó al momento que entregaba en las manos de Ilanka el objeto.
–¿Cómo es tu matrioska Ilaka? ¿Es grande, pequeña? ¿Por qué no la traes contigo?–
Sus ojos se clavaron de lleno en la mujer quien parecía analizar a detalle el objeto entregado previamente.
–Sí, lo era, es decir lo es. Mamá me cuida desde lejos estoy seguro–
Cerró los ojos por unos segundos y confió en que aquellas plegarias llegasen hasta Rusia.
Sonrió nuevamente cuando Ilanka le confesaba que también poseía una muñeca como la suya. Para Yuri estaba más que claro que aquel encuentro tan solo traería cosas buenas, había tantas coincidencias entre ellos que no podía solo dejarse como un evento fortuito. Repentinamente los rezos en la parte frontal habían cesado y las pocas personas que aún se mantenían en oración poco a poco se levantaban de sus lugares. Yuri guardó el objeto nuevamente entre su ropa y se persignó. Miró con desgano hacia la parte de la entrada donde se suponía el cochero debía esperarle al término de la homilía.
–Ilanka, parece que mi cochero se ha olvidado de venir por mí– encogió ligeramente sus hombros y le miró nuevamente con determinación –¿Le molestaría esperar conmigo fuera de la iglesia? Prometo portarme bien y no darle problemas–
Levantó su diestra en señal de juramento.
Aparentemente ella había accedido y de inmediato ambos se dirigían afuera del recinto, justo a un lado de la Catedral donde reposaron bajo la sombra de un árbol. Yuri pudo entonces mostrarle con mayor detenimiento la muñeca esta vez.
–Fue un obsequio de mi madre cuando cumplí ocho años, me dijo que ella estaría siempre conmigo cuando me sintiera solo–
Admiró los detalles grabados en el objeto de madera y sus pequeños dedos les recorrían con suavidad.
–¿Quieres verla?–
Cuestionó al momento que entregaba en las manos de Ilanka el objeto.
–¿Cómo es tu matrioska Ilaka? ¿Es grande, pequeña? ¿Por qué no la traes contigo?–
Sus ojos se clavaron de lleno en la mujer quien parecía analizar a detalle el objeto entregado previamente.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Sin lugar a dudas, ese era su niño favorito en todo el mundo. En realidad no era dada a tratar con pequeños, le eran un fastidio por lo general… Pero Yuri se estaba ganando su aprecio y admiración, tanto que cuando le sugirió salir de aquel lugar gris y aburrido, Ilanka casi lo besó.
Salieron al bullicioso exterior y quedaron muy juntos a la espera de que el cochero del niño llegase por él. ¿Cómo podían olvidarlo allí? Un retraso así era algo imperdonable, si Ilanka estuviera a cargo de Yuri aquel hombre podía darse por despedido, humillado y magullado también. La incompetencia de las personas era una de las tantas cosas que la fastidiaban. Mientras aguardaban la llegada del estúpido cochero, se entretuvieron hablando una vez más de la muñeca. El niño desconocía que ese objeto inanimado que sostenía tenía poder.
-Su madre ha sido muy inteligente al darte algo como esto a modo de obsequio –le dijo y pocas veces había sido tan sincera-, realmente fue muy amorosa con usted al hacerlo. Y sí, yo creo que esto podrá cuidarlo siempre. ¿No siente nada cuando la toma en sus manos? –inquirió, porque ella solo viéndola sentía una atracción difícil de contener.
Yuri le pasó la perfecta pieza y ella no pudo evitar acariciarla, cerró los ojos para concentrarse y poder leer ese cosquilleo que sentía en la piel de sus manos que estaba en contacto con la delicada muñeca.
-Oh, que maravilla –susurró y volvió a mirar al pequeño. Se agachó junto a él para devolvérsela-: Creo que es especial… ¿Recuerda que su madre le haya dicho algo más acerca de este regalo? Yo… dejé mi muñeca en Rusia. En realidad tenía miedo de que se me rompiera con tanto viaje. No he podido viajar con sirvientes esta vez, de modo que he estado sola durante gran parte del trayecto –le explicó.
No pudieron hablar mucho más. Un hombre algo y robusto se acercó a ellos e Ilanka dedujo que debía de ser el cochero que llegaba por su pequeño señor.
-¿No le da vergüenza aparecerse a estas horas? –lo increpó-. ¿Y si algo le sucedía al niño? ¡Con los tiempos que corren! –se horrorizó, dispuesta a montar un escándalo para que el hombre se avergonzase y para que Yuri se sintiese protegido por ella y, a la vez, un poco más unido-. ¡Llévenos a la casa de inmediato! –ordenó, tomando al niño de la mano y acercándose al coche-. Soy una amiga de la familia, me han enviado a cuidar del niño –mintió cuando el hombre dudó en obedecer sus órdenes. Al verla tan segura, y al oír su acento característico, él ya no dijo más e Ilanka acabó en el interior del rodado sentada frente al pequeño que la observaba intrigado.
Salieron al bullicioso exterior y quedaron muy juntos a la espera de que el cochero del niño llegase por él. ¿Cómo podían olvidarlo allí? Un retraso así era algo imperdonable, si Ilanka estuviera a cargo de Yuri aquel hombre podía darse por despedido, humillado y magullado también. La incompetencia de las personas era una de las tantas cosas que la fastidiaban. Mientras aguardaban la llegada del estúpido cochero, se entretuvieron hablando una vez más de la muñeca. El niño desconocía que ese objeto inanimado que sostenía tenía poder.
-Su madre ha sido muy inteligente al darte algo como esto a modo de obsequio –le dijo y pocas veces había sido tan sincera-, realmente fue muy amorosa con usted al hacerlo. Y sí, yo creo que esto podrá cuidarlo siempre. ¿No siente nada cuando la toma en sus manos? –inquirió, porque ella solo viéndola sentía una atracción difícil de contener.
Yuri le pasó la perfecta pieza y ella no pudo evitar acariciarla, cerró los ojos para concentrarse y poder leer ese cosquilleo que sentía en la piel de sus manos que estaba en contacto con la delicada muñeca.
-Oh, que maravilla –susurró y volvió a mirar al pequeño. Se agachó junto a él para devolvérsela-: Creo que es especial… ¿Recuerda que su madre le haya dicho algo más acerca de este regalo? Yo… dejé mi muñeca en Rusia. En realidad tenía miedo de que se me rompiera con tanto viaje. No he podido viajar con sirvientes esta vez, de modo que he estado sola durante gran parte del trayecto –le explicó.
No pudieron hablar mucho más. Un hombre algo y robusto se acercó a ellos e Ilanka dedujo que debía de ser el cochero que llegaba por su pequeño señor.
-¿No le da vergüenza aparecerse a estas horas? –lo increpó-. ¿Y si algo le sucedía al niño? ¡Con los tiempos que corren! –se horrorizó, dispuesta a montar un escándalo para que el hombre se avergonzase y para que Yuri se sintiese protegido por ella y, a la vez, un poco más unido-. ¡Llévenos a la casa de inmediato! –ordenó, tomando al niño de la mano y acercándose al coche-. Soy una amiga de la familia, me han enviado a cuidar del niño –mintió cuando el hombre dudó en obedecer sus órdenes. Al verla tan segura, y al oír su acento característico, él ya no dijo más e Ilanka acabó en el interior del rodado sentada frente al pequeño que la observaba intrigado.
Ilanka Kratorova- Hechicero Clase Alta
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Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Mantuvo sus pequeños orbes en la mujer que analizaba minuciosamente las pequeñas figuras. Yuri nunca había sido alguien receloso a pesar de las muchas advertencias de sus padres, sobre todo del Duque. Y es que la inocencia que le caracterizaba resaltaba a cada momento y era por esa misma razón que aunque dichas figuras poseían un poder mucho más grande de lo que hubiese imaginado, confiaba plenamente en que ellas las sujetara y las analizara de tal manera. Sus ojos ahora ligeramente sorprendidos, aguardaban a que Ilanka hiciera algún comentario al respecto, era parte de la naturaleza del pequeño noble también esa expectativa y asombro.
–Ella dijo que llegado el momento, estas muñecas me servirían para salvaguardarme, que poseían mucho más poder del que yo había imaginado y que en cada una de ellas estaba depositado el amor que ella y mi padre sentían por mí–
Todo aquel discurso se había grabado en su memoria de manera mecánica casi, pero en ningún instante se detuvo a analizar lo que realmente aquello quería decir. Una mente corrupta de inmediato habría tomado ventaja de la soledad y la inocencia del niño, sin embargo la mujer de cabellos rubios parecía ser la excepción. ¿O acaso estaba aguardando a acercarse un poco más? Sea cual fuere el caso, Yuri pensaba haber encontrado una verdadera amiga, una persona en quien podía correr a contarle cualquier secreto o pesadilla.
–Ojalá pronto puedas tener tu muñeca junto a ti nuevamente, me gustaría ver como es–
El niño se sobresaltó repentinamente cuando vio que el cochero había arribado, por su mente pasó la posibilidad de ser reprendido por haber llegado a misa tarde, era la única preocupación que le quitaba la calma en esa mañana. Aunque dicha hipótesis quedó derrumbada cuando la mujer que lo acompañaba tomó las riendas de la situación. Se mantuvo callado y a pesar de que el chofer era un hombre mayor poseía un carácter poco paciente, bajo cualquier otra circunstancia hubiera gritado. Pero acalló cuando Ilanka mencionó ser alguien cercana a la familia real la demanda fue acatada de inmediato, sintió el leve jalón hacia dentro del carruaje. Se mantuvo callado y asombrado durante esos minutos. Quizás por temor a ser reprendido también.
El relinche de los caballos y las ruedas en movimiento dieron inicio al camino de regreso.
–¿Estás molesta Ilanka?–
Susurró con cierto temor.
–El cochero es un poco severo pero no es un hombre malo–
Dijo, esperando a que la mujer no se molestara más que lo que ya aparentaba. El suave vaivén de las piernas del niño bajo el taburete inició nuevamente y al ver que Ilanka aún no respondía nada se aventuró a hacer una pregunta más.
–Ahora que ya vio las muñecas ¿Cree que posean algo más en ellas? Una vez leí en una historia, mejor dicho– corrigió –Mi madre me leyó acerca de un niño a quien los espíritus del bosque le protegían al mínimo peligro que lo amenazara, pero esas son solo viejas historias ¿Verdad? ¿Crees en la magia Ilanka?–
–Ella dijo que llegado el momento, estas muñecas me servirían para salvaguardarme, que poseían mucho más poder del que yo había imaginado y que en cada una de ellas estaba depositado el amor que ella y mi padre sentían por mí–
Todo aquel discurso se había grabado en su memoria de manera mecánica casi, pero en ningún instante se detuvo a analizar lo que realmente aquello quería decir. Una mente corrupta de inmediato habría tomado ventaja de la soledad y la inocencia del niño, sin embargo la mujer de cabellos rubios parecía ser la excepción. ¿O acaso estaba aguardando a acercarse un poco más? Sea cual fuere el caso, Yuri pensaba haber encontrado una verdadera amiga, una persona en quien podía correr a contarle cualquier secreto o pesadilla.
–Ojalá pronto puedas tener tu muñeca junto a ti nuevamente, me gustaría ver como es–
El niño se sobresaltó repentinamente cuando vio que el cochero había arribado, por su mente pasó la posibilidad de ser reprendido por haber llegado a misa tarde, era la única preocupación que le quitaba la calma en esa mañana. Aunque dicha hipótesis quedó derrumbada cuando la mujer que lo acompañaba tomó las riendas de la situación. Se mantuvo callado y a pesar de que el chofer era un hombre mayor poseía un carácter poco paciente, bajo cualquier otra circunstancia hubiera gritado. Pero acalló cuando Ilanka mencionó ser alguien cercana a la familia real la demanda fue acatada de inmediato, sintió el leve jalón hacia dentro del carruaje. Se mantuvo callado y asombrado durante esos minutos. Quizás por temor a ser reprendido también.
El relinche de los caballos y las ruedas en movimiento dieron inicio al camino de regreso.
–¿Estás molesta Ilanka?–
Susurró con cierto temor.
–El cochero es un poco severo pero no es un hombre malo–
Dijo, esperando a que la mujer no se molestara más que lo que ya aparentaba. El suave vaivén de las piernas del niño bajo el taburete inició nuevamente y al ver que Ilanka aún no respondía nada se aventuró a hacer una pregunta más.
–Ahora que ya vio las muñecas ¿Cree que posean algo más en ellas? Una vez leí en una historia, mejor dicho– corrigió –Mi madre me leyó acerca de un niño a quien los espíritus del bosque le protegían al mínimo peligro que lo amenazara, pero esas son solo viejas historias ¿Verdad? ¿Crees en la magia Ilanka?–
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Ya estaba de pésimo humor. Todo se había ennegrecido y tuvo que esforzarse en verdad para mantener la calma. Si bien el descuido del cochero le servía –porque podía bien usarlo para sus propósitos, y de hecho lo había hecho-, Ilanka estaba indignada. ¿Cómo podía alguien, contratado para cuidar de un pequeño, retrasarse de ese modo? ¡Cualquiera habría podido acercarse a Yuri con las más variadas intenciones! Bueno, la propia Ilanka lo había hecho…
-Si todo sale según mis planes –le dijo, sin darle demasiados detalles sobre sus ideas a futuro-, algún día te podré mostrar mis muñecas, pequeño. Creo que te gustarían, también tienen una buena historia que contar… son especiales.
Sí, estaba enfurecida –y Yuri lo había notado (¡maldición!), pese a sus esfuerzos-, pero podría controlarse. A pesar de eso, sabía que debía darle alguna respuesta creíble al niño pues era inteligente y no era conveniente mentirle, quizás eso acabara por hacer que él desconfiase de ella y era lo último que Ilanka quería.
-No estoy molesta, tampoco enfadada, es que me ha parecido peligroso que te hayan dejado allí sin cuidado de nadie. Hay gente malvada, Yuri, tú no debes confiar en todos. ¡Mira si tú y yo no nos hacíamos amigos hoy! ¡Habrías tenido que aguardar solito! Eso no está nada bien, eres bueno y obediente... de seguro no te habrías metido en problemas, pero igual no está nada bien.
“Debes confiar en mí, sólo en mí. Cuéntame tus miedos, dime tus secretos”, le dijo mentalmente mientras lo miraba a los ojos de forma fija.
Debía hacer todo lo que estuviese en sus manos para lograr que el niño le tuviese una confianza ciega, y su familia también. Pero con los adultos no le sería sencillo, segura estaba de que la mayoría tenían tanto o más poder que ella.
-Ese niño, el del cuento que te contó tu madre, ¿cómo era? ¿Recuerdas la historia? –Necesitaba conocerla, pues de seguro la mujer hablaba de él, de su niño especial-. Claro que creo en la magia. Ella está todo el tiempo y en todos lados. Aquí –hizo un gesto con la mano para señalar el espacio del carruaje amplio que se movía, conteniéndolos, al trote de los caballos-, en este sitio que compartimos, hay magia. ¿Alguna vez la has sentido? ¿Crees que hay magia en ti o en tu familia? –Se arriesgó, se aventuró a preguntarlo, y que sucediese lo que debiera suceder.
-Si todo sale según mis planes –le dijo, sin darle demasiados detalles sobre sus ideas a futuro-, algún día te podré mostrar mis muñecas, pequeño. Creo que te gustarían, también tienen una buena historia que contar… son especiales.
Sí, estaba enfurecida –y Yuri lo había notado (¡maldición!), pese a sus esfuerzos-, pero podría controlarse. A pesar de eso, sabía que debía darle alguna respuesta creíble al niño pues era inteligente y no era conveniente mentirle, quizás eso acabara por hacer que él desconfiase de ella y era lo último que Ilanka quería.
-No estoy molesta, tampoco enfadada, es que me ha parecido peligroso que te hayan dejado allí sin cuidado de nadie. Hay gente malvada, Yuri, tú no debes confiar en todos. ¡Mira si tú y yo no nos hacíamos amigos hoy! ¡Habrías tenido que aguardar solito! Eso no está nada bien, eres bueno y obediente... de seguro no te habrías metido en problemas, pero igual no está nada bien.
“Debes confiar en mí, sólo en mí. Cuéntame tus miedos, dime tus secretos”, le dijo mentalmente mientras lo miraba a los ojos de forma fija.
Debía hacer todo lo que estuviese en sus manos para lograr que el niño le tuviese una confianza ciega, y su familia también. Pero con los adultos no le sería sencillo, segura estaba de que la mayoría tenían tanto o más poder que ella.
-Ese niño, el del cuento que te contó tu madre, ¿cómo era? ¿Recuerdas la historia? –Necesitaba conocerla, pues de seguro la mujer hablaba de él, de su niño especial-. Claro que creo en la magia. Ella está todo el tiempo y en todos lados. Aquí –hizo un gesto con la mano para señalar el espacio del carruaje amplio que se movía, conteniéndolos, al trote de los caballos-, en este sitio que compartimos, hay magia. ¿Alguna vez la has sentido? ¿Crees que hay magia en ti o en tu familia? –Se arriesgó, se aventuró a preguntarlo, y que sucediese lo que debiera suceder.
Ilanka Kratorova- Hechicero Clase Alta
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Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
En tan poco tiempo el niño empezaba a confiar en aquella mujer. De algún modo u otro inexplicablemente cedía a los cuestionamientos no sin antes soltar en cada frase algo de su pasado, algo de la historia que estaba repleta de secretos. En realidad no es que Yuri fuese un niño distraído, era su inocencia lo que le orillaba a decir cosas que no debía y que en su momento mamá le había pedido callar. ¿Pero cómo saber realmente quien era un amigo en quien confiar? A pesar de la seriedad que había posesionado el humor de Ilanka, Yuri sonrió ligeramente cuando ella le prometió mostrarle sus muñecas. Para él, eso era una prueba de confianza, una especie de lazo que se creaba al mostrarse reciproca permitiéndole también conocer una parte de ella. Entonces antes de decir cualquier otra cosa, analizó con detenimiento aquellas frases. Sí. Estaba solo, a merced de que cualquier malintencionada persona se acercase a él para hacerle daño o sacar provecho de la situación por la cual atravesaba la familia Alekséyevich.
–Realmente espero poder verlas Ilanka, seguramente son muy bonitas– dijo con un tono de voz un poco más suave, había molestia en el rostro ajeno y el niño aguardó el momento indicado para volver a tomar la palabra.
–A veces– susurró –Aguardó en la banca o dentro de la misma Catedral, mamá me decía que resultaba peligroso moverse en un lugar que no conocemos, como le había dicho, soy nuevo en Paris. Así que yo pensé, que quizás... lo más conveniente sería aguardar quieto–
Si la servidumbre le viera ahí, recibiría una buena reprimenda, así que espero que aquella retorica le salvara de un regaño de su nueva acompañante.
Parpadeó un par de veces cuando notó que ella le miraba fijamente. Era una mujer sin duda bonita, casi tan bella como lo era mamá, con los cabellos rubios bien delineados en su tocado y un aroma terso que envolvieron el espacio dentro del carruaje. Pasó saliva y suspiró antes de responder.
–Mamá decía que por las noches los espíritus que viven en los bosques nevados de Rusia velan por la seguridad de aquellos que son menos afortunados. No recuerdo el nombre del niño en la historia, pero sé que era alguien especial, un niño con cabellos rubios y tez muy muy clara, casi como yo– rió nervioso –También en el relato decía que así como existen poderosos espíritus benevolentes existe la oscuridad de la noche que es la esencia de la maldad en el mundo–
Pausó unos segundos y balanceó sus piernas sobre el taburete del carruaje.
–¿Magia aquí mismo Ilanka? ¿De verdad?– Dijo asombrado, porque era exactamente lo que su madre en ocasiones le decía cuando pasaba horas con él en su habitación.
–¿Será posible Ilanka que tú también sepas hacer trucos de magia como lo hace mamá?– Asintió –Creo que en casa, en Rusia, siempre hubo magia y algo oculto en las habitaciones, incluso en el jardín, también creo o me gustaría creer que yo algún día podré ser tan bueno en la magia, como lo es mamá–
–Realmente espero poder verlas Ilanka, seguramente son muy bonitas– dijo con un tono de voz un poco más suave, había molestia en el rostro ajeno y el niño aguardó el momento indicado para volver a tomar la palabra.
–A veces– susurró –Aguardó en la banca o dentro de la misma Catedral, mamá me decía que resultaba peligroso moverse en un lugar que no conocemos, como le había dicho, soy nuevo en Paris. Así que yo pensé, que quizás... lo más conveniente sería aguardar quieto–
Si la servidumbre le viera ahí, recibiría una buena reprimenda, así que espero que aquella retorica le salvara de un regaño de su nueva acompañante.
Parpadeó un par de veces cuando notó que ella le miraba fijamente. Era una mujer sin duda bonita, casi tan bella como lo era mamá, con los cabellos rubios bien delineados en su tocado y un aroma terso que envolvieron el espacio dentro del carruaje. Pasó saliva y suspiró antes de responder.
–Mamá decía que por las noches los espíritus que viven en los bosques nevados de Rusia velan por la seguridad de aquellos que son menos afortunados. No recuerdo el nombre del niño en la historia, pero sé que era alguien especial, un niño con cabellos rubios y tez muy muy clara, casi como yo– rió nervioso –También en el relato decía que así como existen poderosos espíritus benevolentes existe la oscuridad de la noche que es la esencia de la maldad en el mundo–
Pausó unos segundos y balanceó sus piernas sobre el taburete del carruaje.
–¿Magia aquí mismo Ilanka? ¿De verdad?– Dijo asombrado, porque era exactamente lo que su madre en ocasiones le decía cuando pasaba horas con él en su habitación.
–¿Será posible Ilanka que tú también sepas hacer trucos de magia como lo hace mamá?– Asintió –Creo que en casa, en Rusia, siempre hubo magia y algo oculto en las habitaciones, incluso en el jardín, también creo o me gustaría creer que yo algún día podré ser tan bueno en la magia, como lo es mamá–
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
¿Qué pretendía hacer cuando llegase junto al niño a la residencia familiar? No lo sabía, pero debería de ir pensándolo… Tal vez lo mejor sería presentarse como institutriz, suponía que el muchachito no tenía una pues no había llegado hacía mucho a la ciudad, ¿cierto? ¿Qué probabilidades había de que Yuri ya tuviese maestros? Y hasta se podía decir más, ¿qué probabilidades había de que una institutriz francesa fuese mejor que una rusa? IMPOSIBLE. Sí, podría presentarse como institutriz, como una que además de enseñarle educación básica también podría hablarle sobre el mundo sobrenatural. Era eso, en definitiva, lo que necesitaba -lo que necesitaban ambos a decir verdad-, poder unir sus poderes a los de Yuri.
-Sí, cuando uno se pierde es mejor estarse quieto y aguardar ser hallado, tu madre te dice cosas muy sabias –le respondió, casi mecánicamente con algo que ya le había dicho antes-. Que bueno que no estabas perdido, que bueno que yo estaba contigo.
Su mente estaba solo de forma parcial con el niño, pues Ilanka Kratorova se empeñaba en armar un plan convincente. Se había apresurado al seguir su impulso y meterse en el coche del niño, tendría que haberlo meditado mejor antes, pero ahora eso ya estaba hecho y ella debía estar mentalmente lista para lo que ese día podría llegar a propiciarse.
-¡Oh, cuanto se parece tu madre a la mía! A veces extraño mi hogar, a mi familia, nuestra tierra… ¡Claro que Rusia tiene magia, y magia de la poderosa! –Lo decía de verdad, Ilanka estaba muy orgullosa de ser rusa, creía que no había un mejor país en el mundo ni gente mejor que los suyos, ¡cuánto más si se trataba de la magia! Los rusos no tenían, ni tendrían, rivales en eso. -¿Qué clase de magia hace tu madre, Yuri? ¿Te ha contado al respecto? ¿Recuerdas tú algo que ella haya hecho? ¿Algo especial? –se aventuró a preguntar mientras el carruaje se detenía en una esquina para dejar paso a los peatones-. Es solo que me recuerda tanto a mi madre… Me gustaría hablar de la tuya para sentir que estoy un poco más cercana a la mía.
¿Cuánto tiempo le quedaba? ¿Cuánto faltaba para que se acercasen a la zona residencial de la ciudad? ¿Con qué, y quiénes, se contraría en el destino final de ese carruaje? Respiró profundamente y logró que en su rostro no se notaran sus preocupaciones, por el contrario Ilanka sonrió y se dirigió al pequeño:
-¿Puedo contarte algo? Debe ser un secreto –le dijo y bajó la voz para crear la atmósfera de confidencia allí-. Mi madre puede hacer magia, mi padre también, entonces yo puedo hacerla… Y, si tu madre puede… probablemente puedas tú en algún momento de tu vida.
-Sí, cuando uno se pierde es mejor estarse quieto y aguardar ser hallado, tu madre te dice cosas muy sabias –le respondió, casi mecánicamente con algo que ya le había dicho antes-. Que bueno que no estabas perdido, que bueno que yo estaba contigo.
Su mente estaba solo de forma parcial con el niño, pues Ilanka Kratorova se empeñaba en armar un plan convincente. Se había apresurado al seguir su impulso y meterse en el coche del niño, tendría que haberlo meditado mejor antes, pero ahora eso ya estaba hecho y ella debía estar mentalmente lista para lo que ese día podría llegar a propiciarse.
-¡Oh, cuanto se parece tu madre a la mía! A veces extraño mi hogar, a mi familia, nuestra tierra… ¡Claro que Rusia tiene magia, y magia de la poderosa! –Lo decía de verdad, Ilanka estaba muy orgullosa de ser rusa, creía que no había un mejor país en el mundo ni gente mejor que los suyos, ¡cuánto más si se trataba de la magia! Los rusos no tenían, ni tendrían, rivales en eso. -¿Qué clase de magia hace tu madre, Yuri? ¿Te ha contado al respecto? ¿Recuerdas tú algo que ella haya hecho? ¿Algo especial? –se aventuró a preguntar mientras el carruaje se detenía en una esquina para dejar paso a los peatones-. Es solo que me recuerda tanto a mi madre… Me gustaría hablar de la tuya para sentir que estoy un poco más cercana a la mía.
¿Cuánto tiempo le quedaba? ¿Cuánto faltaba para que se acercasen a la zona residencial de la ciudad? ¿Con qué, y quiénes, se contraría en el destino final de ese carruaje? Respiró profundamente y logró que en su rostro no se notaran sus preocupaciones, por el contrario Ilanka sonrió y se dirigió al pequeño:
-¿Puedo contarte algo? Debe ser un secreto –le dijo y bajó la voz para crear la atmósfera de confidencia allí-. Mi madre puede hacer magia, mi padre también, entonces yo puedo hacerla… Y, si tu madre puede… probablemente puedas tú en algún momento de tu vida.
Ilanka Kratorova- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 22/01/2017
Re: Rain On The Pretty Ones ♔ Privado
Durante mucho tiempo había tenido que ocultar ese secreto, pero pareciera que el destino estaba revelando una gran sorpresa ante él, llevando hasta su hogar a una mujer que entendía en gran medida lo que significaban sus raíces, no solo la nacionalidad y ese sentido de pertenencia, sino que también el lenguaje de un misterio por descubrir, uno que quizás no hubiese podido hallar con nadie más sin contar a su padre. El niño mantuvo sus ojos atentos a cada movimiento de la mujer, a sus palabras, como si en cada uno de ellos Ilanka revelara más de lo que él necesitaba escuchar.
–¡Magia poderosa!–
Exclamó con júbilo mientras una línea se enmarcaba en sus labios, encogiéndose de hombros al instante, pues pensó que podría ser de mala educación exaltarse dentro del carruaje y frente a esa mujer que apenas conocía, lo podría tomar a mal.
–Recuerdo que…–
Entonces sus recuerdos de antaño llegaron inevitablemente a su presente, la magia que su madre en algún momento cubrió con juegos era realmente el origen de su apellido, lo traía en la sangre. Yuri poseía más poder de lo que él podría imaginar, eso era innegable, solo hacía falta un detonante, algo que despertara en él sus habilidades ocultas. Por sus ojos pasaron imágenes de cada lección que Anna le confió, la luz destellante que emanaba de sus manos cuando las hacia girar con movimientos sutiles, simulando un pequeño conejo que corría por la habitación.
Se mostró dubitativo antes de empezar a describir lo que recordaba y llegó esa remembranza cuando charló por última vez con su padre, antes de abandonar las tierras del reino.
–Ilanka, la última vez que vi a papá le mostré algo que creo te puedo mostrar también–
Suspiró y prestó atención al secreto que la mujer estaba por revelarle. Su sexto sentido no estaba equivocado, sabía que estaba junto a alguien que le inspiraba hasta cierto punto confianza, ella en efecto era muy similar a mamá.
–Ya que tú me has contado un secreto, quiero decirte algo importante también. Mamá me relataba como bien te decía muchas historias y en cada una de ellas me mostraba imágenes de los mismos personajes, era para mí mucho más fácil comprender lo que ella quería decirme–
Aguardó unos instantes, se levantó de su asiento y llevó sus manos a las sienes de la mujer, pero sin hacer contacto físico.
–No sé si pueda hacer algún día lo que mamá hacía, pero quiero mostrarte lo que ella en algún momento me enseñó, respira hondo y cierra los ojos–
De las manos del niño una pequeña descarga eléctrica se dispersó a través del cuerpo de la mujer, envolviendo posteriormente a ambos en una especie de fulgor muy sutil. Lo que ella vislumbró en esa descarga de imágenes aleatorias fue un cuadro donde se veía a Ana sentada a lado de Yuri, abrazándole mientras le explicaba cómo había surgido el imperio Alekséyevich, a su padre cargándole en brazos poco después de haber nacido y finalmente el fuego que abrasaba con todo lo que el Castillo contenía dentro. Ese, ese era el verdadero origen del niño de cabellos rubios. La voz estridente del cochero anunciaba a la joven que estaban arribando a la zona residencial donde probablemente ella tendría mucho que explicar.
–¡Magia poderosa!–
Exclamó con júbilo mientras una línea se enmarcaba en sus labios, encogiéndose de hombros al instante, pues pensó que podría ser de mala educación exaltarse dentro del carruaje y frente a esa mujer que apenas conocía, lo podría tomar a mal.
–Recuerdo que…–
Entonces sus recuerdos de antaño llegaron inevitablemente a su presente, la magia que su madre en algún momento cubrió con juegos era realmente el origen de su apellido, lo traía en la sangre. Yuri poseía más poder de lo que él podría imaginar, eso era innegable, solo hacía falta un detonante, algo que despertara en él sus habilidades ocultas. Por sus ojos pasaron imágenes de cada lección que Anna le confió, la luz destellante que emanaba de sus manos cuando las hacia girar con movimientos sutiles, simulando un pequeño conejo que corría por la habitación.
Se mostró dubitativo antes de empezar a describir lo que recordaba y llegó esa remembranza cuando charló por última vez con su padre, antes de abandonar las tierras del reino.
–Ilanka, la última vez que vi a papá le mostré algo que creo te puedo mostrar también–
Suspiró y prestó atención al secreto que la mujer estaba por revelarle. Su sexto sentido no estaba equivocado, sabía que estaba junto a alguien que le inspiraba hasta cierto punto confianza, ella en efecto era muy similar a mamá.
–Ya que tú me has contado un secreto, quiero decirte algo importante también. Mamá me relataba como bien te decía muchas historias y en cada una de ellas me mostraba imágenes de los mismos personajes, era para mí mucho más fácil comprender lo que ella quería decirme–
Aguardó unos instantes, se levantó de su asiento y llevó sus manos a las sienes de la mujer, pero sin hacer contacto físico.
–No sé si pueda hacer algún día lo que mamá hacía, pero quiero mostrarte lo que ella en algún momento me enseñó, respira hondo y cierra los ojos–
De las manos del niño una pequeña descarga eléctrica se dispersó a través del cuerpo de la mujer, envolviendo posteriormente a ambos en una especie de fulgor muy sutil. Lo que ella vislumbró en esa descarga de imágenes aleatorias fue un cuadro donde se veía a Ana sentada a lado de Yuri, abrazándole mientras le explicaba cómo había surgido el imperio Alekséyevich, a su padre cargándole en brazos poco después de haber nacido y finalmente el fuego que abrasaba con todo lo que el Castillo contenía dentro. Ese, ese era el verdadero origen del niño de cabellos rubios. La voz estridente del cochero anunciaba a la joven que estaban arribando a la zona residencial donde probablemente ella tendría mucho que explicar.
Yuri Alekséyevich- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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