A mi no me piensa el corazón (Dastan)

por **Ladislav Pekkus** Miér Mar 08, 2017 9:59 am

Sabía bien que no era conveniente, pero aún así no podía dejar de hacerlo. Ladislav podía evitar cientos de cosas, menos dejar de ser quien realmente era.
Había acudido a aquella zona de la ciudad ante el pedido desesperado de una niña –de unos catorce años- que se había llegado hasta su herrería pidiéndole por su abuela que estaba muy enferma. La anciana era su única familia y, pese a que sabía que acudir era en extremo peligroso, no puso evitar sensibilizarse de manera especial.

Cerró su herrería –ubicada en la zona portuaria- y junto con la jovencita se montó en su caballo, Ludo. Se lo habían dado como pago por unos trabajos de aberturas que había hecho y le había cambiado la vida, ahora tenía mucho más tiempo pues tardaba menos en llegar de un sitio a otro de la ciudad y hacía las entregas en menos tiempo.
No tardaron en llegar a los bajos fondos de la ciudad, a la casilla precaria en la que ambas vivían. La mujer estaba realmente mal, no iba a bastar solo con los preparados de hierbas que él había llevado… sería necesario algo más de parte de Ladislav.

-Necesito que me dejes unos momentos a solas con tu abuela –le pidió a la niña y esta salió a la calle sin cuestionar nada.
Es que la casa era tan pequeña que para darles algo de intimidad aquella muchachita solo podía salir de la vivienda.

-¿Cómo te llamas?

-Moorea.

-Moorea, intentaré ayudarte –le dijo y se arrodilló junto a ella, al costado de esa tabla elevada que hacía de cama y que seguramente la mujer compartía con su nieta-, pero debes prometer no decir nada de esto pues podrías ponerme en peligro.

Le acarició la cabeza con cariño, sintiendo su dolor y las pocas energías que la mujer tenía ya. Estaba tan fría…
Moorea asintió, para asegurarle que nunca lo entregaría, y le buscó la mano para apretársela sin fuerzas y por allí empezó Lad. Tomó su mano e intentó pasarle de su energía, llenarla de sus fuerzas. Cerró los ojos y se concentró en susurrar aquellas palabras que no entendía, pero que permitía que en libertad salieran de sus labios.
Permanecieron así durante varios minutos: Ladislav arrodillado junto a ella, tomándo su mano izquierda y con los ojos cerrados recitando frases que nunca nadie comprendería.

-Estarás bien, Moorea –le dijo cuando todo terminó.

-Dios te bendiga –le susurró la mujer y se esforzó por llevarse la mano de Ladislav a los labios para besarla agradecida. El color le había vuelto al rostro.

Ladislav se incorporó, algo mareado. Había sido una tarea realmente difícil y le había quitado sus fuerzas. Se despidió de la mujer y salió, allí encontró a la niña.

-Estará bien, debes mezclar estos polvos con cada comida que ingiera. Hasta que se acaben, de seguro que mejorará cada día un poco más.

-No, no me los dé –se negó ella y le devolvió el frasquito-, no tenemos dinero para pagarlo.

-No debes darme dinero. Es una ayuda de parte de Dios, tómalo como eso –puso el frasco en sus manos otra vez-. Sería ideal que coma caldo de pollo…

Lo dijo sin pensar. Tardó unos instantes en comprender que aquella niña de seguro no había probado un buen caldo en mucho tiempo. Se apoyó contra la pared, estaba agotado, y sacó de entre sus ropas la bolsita de dinero que siempre llevaba. Tomó algunas monedas y se las dio, pidiéndole que se ocupase de que su abuela se alimentase bien.
Volvió a guardar su bolsita y se despidió de la niña, con paso lento y cansado caminó hacia el final de la calle… Allí veía a su caballo, al menos nadie se lo había robado.

No supo de qué costado llegó el golpe, creía que hacía solo unos segundos atrás estaba solo en la calle. Pero sí que le habían dado y derribado. Cayó de cara al suelo, la nuca le ardía. Unas manos se perdieron en su cuerpo, buscando quitarle todo lo que encontrasen. Voces le gritaban, demandando algo que él no llegaba a comprender puesto que, producto del golpe, los oídos le zumbaban. Rápidamente encontraron la bolsita de monedas y unas pisadas resonaron sobre el sucio suelo, alejándose.

Ladislav giró y quedó boca arriba en el suelo, sabiendo que sangraba. No podía levantarse, la cabeza le dolía de modo insoportable. Lo último que vio antes de perder el conocimiento fue a la luna que brillaba de un color casi antinatural.

por **Dastan B. Dittmar** Dom Mar 12, 2017 8:01 pm

La noche toca las puertas del cielo lento pero seguro, muy seguro de querer levantar a su hijos de su eterno descanso diurno, aquellos cuerpos fríos que entre sábanas de sedas en habitaciones oscuras dormitan, o en ataúdes en los sótanos de sus casas o simplemente ocultos por ahí en la oscuridad de sus mansiones, mansiones como aquella que alejada de toda la ciudad una hermosa casa de verano que parece abandonada y donde los cuervos rondan habita un ser que solo en las noches se lo logra ver, un ser que no busca matar a todos al contrario se sirve de ciertas personas con quienes mantiene una relación contractual de “negocio”, dar y recibir, ese el mayor negocio de un ser da la noche, de un vampiro y más para uno como Dastan que es director del hospital general de Paris, un hombre así no puede andar dejando cadáveres de inocentes a menos que sean escorias sociales, pero inocentes jamás.

El hospital presenta poco movimiento en este día, las enfermeras siguen en sus guardias con tranquilidad y por ende el director no pasea por los pasillos que se tragan toda sombra de algún humano paciente o médico, tampoco está su oficina en donde los papeles silban con el ligero soplido del aire entrando por una ventana; en los jardines mucho menos está, cuyas rosas cerradas aguardan la luz del sol. Unos pasos golpeando la gravita se puede oír a lo lejos, ahí se encuentra, en los exteriores. En aquella noche busca por todas las calles su alimento, una presa, alguien que calme esa sed, esa hambre que tiene. No quiere solo un cuerpo cálido quiere al menos alguien que valga la pena para hincarle los dientes hasta la agónica muerte. Lento, se va volviendo, más y más se adentra entre las calles, se aleja de su lugar de trabajo, no quiere que lo involucren al contrario mientras menos sepan de él mejor.

Una mujer divisa a lo lejos acompañada de otros caballeros, con sus reflejos observa con detenimiento que aquel grupo llevaba consigo una bolsa que comenzaron a repartirse entre ellos con risas y comentarios de manera sarcástica sobre la persona a la que han asesinado de la manera más cobarde; una palabra que conocía mejor que nadie ante las diferentes oportunidades que tuvo su cónyuge para dedicarle en ello o varias formas el mismo concepto. Sus manos se posaron en sus bolsillos ante la idea de acudir pero antes, se cruzó contra el joven que llevaba aquella bolsita haciéndolo caer con fuerza. Una pelea era lo que se tramaba en ese momento pero la fuerza empleada los alejo aun con un brazo dislocado y dedos torcidos. Caminó por los pasos de los jóvenes viendo un cuerpo tirado –La luna es bella pero si la mira mucho tiempo puede quedar ofuscado, o eso dicen los viejos antiguos para asustar a los niños– se inclinó sobre el hombre mirándole a simple vista alguna otro traumatismo -Debo llevarlo al hospital, pero no tengo caballo o carruaje- con sus dedos tocó la nuca de él sintiendo aquel líquido así como el aroma de la sangre que emanaba -Una gran fuerza emplearon, podría ayudarle pero hay implicaciones éticas que me abordan, el hecho de ayudarle o no en este momento o solo dejarlo en el hospital y que las enfermeras se hagan cargo de esta herida, usted me entiende- con delicadeza deja la cabeza del hombre mirándole en post de encontrar una mejor solución a su conflicto moral.

por **Ladislav Pekkus** Vie Mar 17, 2017 12:39 pm

Intentó incorporarse, deseaba sentarse para aclarar su mente, pero se sentía aturdido y le fue imposible hacerlo. ¿Cuánto tiempo había pasado sin conciencia? ¿Minutos? ¿Horas? No, aún era de noche, la luna seguía brillando como lejana testigo de lo que a Ladislav le había ocurrido.

Todo aquello había despertado en él un temor añejo, uno de su niñez pues recordaba y revivía ahora la vez que había caído de lo alto de un árbol golpeándose la misma zona que en esos momentos le dolía y latía. Estaba vivo por la mano de una mujer que le había ayudado esa tarde, pero ¿quién le ayudaría ahora? La calle parisina estaba desierta, no había nadie allí. Ladislav ya era un hombre, poco quedaba en él de ese niño que había caído esa lejanísima tarde en Prusia. Tendría que ayudarse a sí mismo.
El golpe había sido duro en la base del cráneo, sabía que la sangre se apuraba por escapar de su cuerpo al igual que le había ocurrido en su infancia.

¡Qué ironía! ¡Qué injusticia! Había ayudado a tantas personas a lo largo de su vida… a que sanasen, a que recuperasen sus fuerzas, incluso a que no murieran, mas ahora que lo necesitaba no podía ayudarse a sí mismo.

“Si me hubieran pedido el dinero se los hubiera dado”, pensó sin entender por qué habían empleado tamaña violencia con él que no representaba en lo absoluto una amenaza. Simplemente había acudido allí para ayudar a una pobre vecina enferma.

Confundido como Ladislav se hallaba, no supo en qué momento el hombre se acercó a él ni por dónde lo había hecho, pero allí estaba y con delicada firmeza le sostenía. Experimentó algo de tranquilidad al saber que ya no estaba solo. Le oía hablar y quería responderle, pero antes debía acomodar sus pensamientos.

-Ayúdeme –le pidió y no reconoció su voz débil y rasposa.

Le pareció entender que había alguna segunda lectura posible de sus palabras, mas no tenía cabeza en esos momentos para hacerla. Al parecer podía ayudarle llevándolo al hospital o, incluso, de otra manera. ¿Cuál era? Tal vez se tratase de un hechicero que no quería revelar del todo la verdad sobre su persona ni sobre las formas de ayuda que podía brindarle. Convencido de aquello –pues era algo que a él mismo podía sucederle-, Ladislav se esforzó por hacer foco con sus ojos para mirar los del hombre y le dijo:

-No me importan los modos que tenga, simplemente le pido que me ayude. Por allí está mi caballo, eso si no me lo han robado también, para que lo usemos en caso de que nos sea necesario.

por **Dastan B. Dittmar** Miér Abr 12, 2017 5:20 pm

Confundido ante la petición del cabellero, desorientado se hallaba y la luna esta vez no le brinda consuelo o consejo alguno. En esta ocasión estaría solo bajo sus propios preceptos que lo atacarían o permitirían tal acto.

Suspiró alzando la vista a los cielos buscando alguna señal antigua pero solo estaban las estrellas relucientes con alguna que otra nube que les cubría a su paso; estaba solo decidiendo sobre el ayudar o no de manera rápida o de formas convencionales. Su mente rápido dibujo el camino al hospital a caballo, tardaría mucho vinculando el peso del joven, junto al de él con el transitar de las calles nocturnas, además de no poder ir muy rápido o estropearía el golpe aun más; otras opciones se sorteaban en su mente pero en ellas mostraba alguna posibilidad de descubrir lo que era, solo quedaba una, y de esa no era muy fanático hasta descartarla a menos hasta que le mismo joven tomó la audacia de desear esa última forma.

Un suspiro más ahogado dejó escapar con el puente de su nariz siendo oprimido con fuerza tanta fuerza que en un ser normal podría fracturar tan delicados huesos pero en él solo calmaba un poco la furia del león de Persia –Hombre, no sabe lo que pide– susurró al hincarse frente al joven, la zurda tomó la cabeza de él alzándola un poco. Sus colmillo se mostraron ante los ojos ajenos pero fue a su muñeca diestra la que atacó soltando un poco de aquel vitae. Acercó la herida a los labios del muchacho –No te hará como yo, y menos un adicto a esto pero en una pequeña cantidad podrá ayudar a que cierre tu herida, al menos lo suficiente para que no te desangres aquí hasta morir; luego podemos ingresarte al hospital como un traumatismo leve tratando solo un golpe subcutáneo – mira hacia otro lado, era la segunda ocasión que brindaba su sangre y siempre en por tratar de ayudar al prójimo pero no era algo que lo aprobara o gustase hacer.

Cerró los ojos tratando de evitar sentir el deseo de alejar a quien bebiera de él por su juramento tan antiguo y olvidado como él, su mandíbula se tensa así como su cuerpo que se vuelve tan rígido como un cadáver dejando que el líquido carmesí cayera al mentón del humano –Esto lo hago solo porque tu pediste que te ayudara sin importar las consecuencias– murmura levemente. Ante todo su condición como doctor de no dejar morir a nadie, pero también estaba su moral como un ser de la noche que odiaba ese tipo de actos con humanos incluso rechazando la idea de esclavos adictos a la sangre.

por **Ladislav Pekkus** Lun Mayo 01, 2017 3:49 pm

¿Cómo no lo había notado antes? Tal vez a causa del golpe y del posterior mareo sus habilidades estuviesen debilitadas porque no había reparado en el color pálido de su aura hasta el momento en el que la sangre ya brotaba de él…
Lad se hallaba aturdido y confundido. Y el inmortal, al parecer, quería ayudarlo. Siempre había tenido reparos con los vampiros, no confiaba en ellos, todos le parecían asesinos despiadados, animales crueles. Había tendido a algunos como clientes incluso, pero no había entablado relación alguna con ellos, lo dicho: se mantenía a distancia. Pero ese parecía ser diferente, de hecho su aura era más… limpia. No era como los demás con los que se había cruzado y ahora lo notaba con mayor claridad. Puede que fuese por eso entonces, o por el aturdimiento general en el que se hallaba, que Ladislav confió en él y bebió lo que su salvador le daba.

Poco a poco la fuerza volvió a su cuerpo, pudo sentir una nueva vitalidad que comenzaba a recorrerlo. Bebió sólo un poco. Nunca había ingerido sangre de vampiro y no se detendría a pensar demasiado en lo que estaba haciendo. Suficiente le era con saber que no se volvería un loco adicto a ella y que, por supuesto, no sería transformado.
Cuando Ladislav se hubo sentido un poco mejor, se incorporó lentamente, sentándose allí, justo en medio de la calle donde sus agresores le habían dejado luego de robarle y golpearle innecesariamente.

-Gracias, señor. Gracias en verdad –le dijo, con cada respiro que daba se sentía más recuperado-, me ha sido de gran ayuda, sin dudas es usted una buena persona porque pocos harían lo que usted hizo recién por mí. -Se puso en pie y le costó estabilizarse, pero finalmente lo logró. Tras unos breves segundos en los que se acomodó, él extendió su mano derecha para estrechar la de su salvador-: Mi nombre es Ladislav, Ladislav Pekkus, y quiero que sepa que desde hoy estoy en deuda con usted. Tengo una herrería cercana al puerto –le dijo-, y bueno también tengo ciertas habilidades que Dios ha querido darme… Así que no lo dude, si alguna vez necesita ayuda, algún trabajo con hierro o ayuda del otro tipo –sugirió, porque no se animaba a hablar abiertamente de hechicería, nunca se sabía quien podría estar oyendo aquella conversación y además creía que el hombre se daría cuenta de su esencia solo leyendo de aura-, no dude en buscarme. Lo dicho: tengo una deuda grande con usted.

por **Dastan B. Dittmar** Vie Mayo 12, 2017 6:05 pm

Retiró su mano luego de ofrecer su sangre, un sacrilegio cometido que lo debatía internamente, como si fuera parte de una moralidad , que en los de su especie sería casi imposible de creer. Limpio la herida de su mano hasta que se cerró por completo optando por una postura serena donde se mantuvo un momento con la perspicacia ante las palabras expuestas por aquel caballero. Apartó un poco su presencia para dar espacio a que se incorporara pero como médico se mantuvo atento a cada uno de sus movimiento cuidado su salud y estado físico para ante le menor duda de queja atenderlo de mejor manera.

Soltó un suspiro negando ante las palabras del hechicero –No, no se equivoque señor. En mí no hay nada bueno, no soy una buena persona– el recuerdo de su esposa lo abordó instintivamente, uno a uno esos recuerdos hasta el más doloroso cruzó por su mente –Lo que he hecho por usted es lo que cualquier persona haría, más si está en mi condición de médico – mostró una ligera sonrisa tratando de acercarse al hechicero para ver la herida que presentada si estaba del todo cerrado, pero se mantuvo algo alejado observando cómo se iba cerrando lentamente –Mi sangre le ayudará, pero debemos ir al hospital ahí estará mejor al menos hasta que la receta de medicamentos para el dolor que tendrá después de que mi sangre deje de hacer efecto– se sentía mal consigo mismo pero trataba de disimularlo por el momento.

–No me debe nada, lo he hecho de buena voluntad, pero si pudiera pedir algo sería el poder hacer feliz a una persona, poder darle lo que más desea y que sea de mi propia mano, un hijo pero ¿es imposible para mí, verdad? – alzó la vista a los cielos aun sumido en ese dolor que le provocaba la lejanía de su amada latifa. Miró a los ojos del hombre como pidiendo el consuelo que su perdida alma necesitaba.

por **Ladislav Pekkus** Vie Jun 16, 2017 1:22 am

No sabía si era buena idea acudir al hospital, estaba más cerca de descartarlo que de considerarlo, en verdad. ¿Para qué? Definitivamente no le veía el sentido, la razón de ser. ¿Para qué si tenía todo lo que pudiera llegar a necesitar en su casa? Era experto en herbolaria... Ah, pero se sentía hambriento, pese a que la sangre de aquel hombre le había dado las fuerzas que antes no tenía, Ladislav moría de hambre.

-Creo que lo mejor que puedo hacer es salir de aquí, ir a comer algo… -conjeturó en voz alta mientras su estómago gruñía, pidiendo comida o quejándose al haber recibido sangre en lugar de caldo… Imposible saber cual de las opciones era la correcta-. Sería lo más prudente.

Su caballo estaba allí y eso le tranquilizaba. Aún así no podía dejar de pensar en lo que su repentino e impensado salvador le estaba confiando.

-Es cierto, yo no puedo saber si usted es bueno o malo pues poco le conozco, más bien nada… Pero aquí y ahora usted ha hecho algo bueno por mí, ha sido generoso conmigo, y eso me permite hacerme una idea acerca de cómo es usted y de qué está hecho.

-Dado mi condición –dijo con temor y en un susurro, aunque la calle estuviese desolada Ladislav no se confiaba, no cuando se trataba de aquello pues la Inquisición jamás descansaba-, tengo muchos curativos naturales en mi hogar. Pero ya que es usted un médico, dígame qué aconseja que haga…

Dio unos pasos para aproximarse a su animal y sintió que la presión sanguínea disminuía en su cuerpo. Aún así, pese a que no se sentía el hombre fuerte de siempre, Lad no quería exponerse yendo al hospital. Ya había obrado mal al ir allí, a los barrios bajos, pero no se arrepentía. Jamás se arrepentiría de ayudar a alguien necesitado.

-Tal vez, si usted pudiera venir a mi casa y ver mis medicinas… -se atrevió a ofrecer, pues le parecía lo más seguro.

“Un momento, ¿lo más seguro? ¿Meter a un vampiro a la casa, con Ivasmila allí?”, a pesar de la condición de él, Ladislav confiaba. Había algo en el médico que le daba seguridad, nada le pasaría ni a él ni a su hermana.

-Cuénteme más acerca de esa mujer, ¿desea que le haga llegar algún recado? ¿Qué le diga algo? –ofreció pues era lo mínimo que podía hacer por él.

por **Dastan B. Dittmar** Sáb Ago 12, 2017 5:55 pm

En silencio se mantuvo ante la propuesta de acudir a su hogar para ser quien verifique las opciones de curativos medicinales; por el aura del humano el pudo identificar su especie, conocía a muchos como él y sabía sus aclances en la medicina y uso se hierbas curativas adecuadas para cada tratamiento, pero aun así, estaba algo receloso de poner un pie en casa ajena más la espera por llegar a un hogar donde encontraría la desilusión en el rostro de quien es dueña del corazón inmortal, es quien obliga a aceptar.

Asintió acercándose a ayudar al hombre a montar su corcel, en silencio se mantuvo pensando que decir, realmente no lo necesitaba porque en sus pensamientos siempre estaba una sola persona. Sonrió y negó con la cabeza cuando lo ayudó a montar el caballo –No son las palabras, si no las acciones, aunque le diga lo que siento no puedo darle lo que ella más anhela en la vida, mi condición no me lo permite; y, además, ella desconoce la verdad del monstruo con él ha contraído nupcias y con quien estará casada hasta que la muerte nos separe, algo que nunca se dará, al menos de mi lado porque no puedo morir tan fácilmente a menos que sea por mano de algún hijo que sirva a la oscura iglesia católica– sonrío levemente, pues pocas veces se había encontrado con aquellos hombres y mujeres de servicios y cuyo nombre responde al de inquisidores

Se mantuvo de pie junto al caballo caminando a lado del hombre velando su condición, aun con la ingesta de su sangre, en pequeña cantidad, como médico temía las reacciones que producía ese elixir de vida en otros. Sus ojos y sentidos se mantuvieron alerta en todo momento, –He conocido a algunos que profesan su ocupación, no se preocupe mantendré en secreto sus labores, además yo también he mostrado lo que soy y estoy en desventaja, pero, llega en un momento de la vida que no nos preocupa la muerte porque Iblis nos espera con los brazos abiertos, además mi infierno lo vivo día a día al tener que ver los ojos de mi ghazala y ocultarle mi condición– soltó un suspiro lleno de lo que pocos podrían entender, era sentimientos ocultos los que llevaba el vampiro.

Siguió un tramo y luego miró al hombre –Vaya a su casa, estaré ahí en unos minutos, no es necesario conocer dirección ni nombre, con el aroma nos basta a nosotros para encontrar a quien deseemos, eso y la ayuda de ciertas habilidades, no tema, no pensaré en cenarlo, pero tengo que beber y debo ir por alguien que por unas monedas acepte darme de su vida para seguir con la mía, no tema amigo mío no soy un monstruo total aunque lo aparente– eso era algo que él nunca había utilizado, y algo que nadie creería en un vampiro como él, pero era cierto, aun con la presencia de oportunidades él ha mantenido el uso de sus habilidades a un poco uso.

por **Ladislav Pekkus** Miér Oct 18, 2017 12:24 am

Mentiría si dijese que confiaba ciegamente en el vampiro, pues no lo hacía. Las palabras de él –respecto a que no necesitaba una dirección o seña para llegar a la casa de Ladislav, le bastaba con seguir su olor- no eran sino una muestra de cuanto era el poder de aquella criatura. Aún así, Ladislav asintió y marchó del lugar directo hasta la zona del puerto, a su casa, porque ¿qué le hacía un acto más de inconciencia aquella noche? Parecía que no hubiera tenido suficiente con todo lo lamentablemente vivido.

El trayecto a caballo fue horrible. El galope no hizo más que acentuar el dolor de su cabeza que ya casi había desaparecido gracias a la ayuda del vampiro. No hacía más que pensar en por qué lo había invitado… ¿por qué le había propuesto alargar aquel encuentro? Tendría que haberle agradecido por la ayuda brindada y luego irse, lo sabía bien. Como fuese, ya estaba hecho y no podía volverse atrás. Además, Ladislav era curioso por naturaleza, aunque ya tuviese práctica en el arte del disimulo; él quería conocer más sobre los vampiros, siempre había deseado estudiarlos, aprender de ellos, entender… Por lo que tener a uno con quien hablar, dispuesto a contarle algunas de sus cosas, era una gran oportunidad.

Se despidió del animal, dejándolo en la pequeña caballeriza que él mismo le había construido junto a la casa. Ingresó en su vivienda directamente por la puerta de la herrería en la que trabajaba. Se sentía mentalmente agotado, cansado emocionalmente y –no podía negarlo- estaba triste también. La pobreza extrema, esa que lleva a algunos a dañar a otros para robarles, siempre le dolía en el alma. Pese al agotamiento de su mente, el cuerpo de Ladislav se sentía extrañamente vigoroso. De seguro se debía a la sangre que el vampiro le había compartido.

Buscó agua fresca para lavarse, cambió su ropa y comió algo de fruta asada que su hermana había dejado preparada en la cocina. Y esperó… esperó varios minutos, casi una hora, hasta que oyó movimientos en la parte delantera de su casa. Al parecer, el vampiro no le había mentido. Había, efectivamente, aceptado la invitación, además era cierto eso que le había dicho: podía rastrearlo. Ladislav no era un insensato, tenía mucho sentido común, por eso ante la certeza de la visita la sangre se le heló.

-Bienvenido –le dijo en cuanto abrió la puerta y le extendió una invitación mediante un ademán-: pase, por favor.

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