AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sombras en la Noche[Libre]
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Sombras en la Noche[Libre]
Tomó aire, muy lentamente, mientras esperaba a que su presa abandonara el local que descansaba justo al otro lado de la calle, una taberna que, por lo que podía ver desde dónde se encontraba, era bastante popular entre la clase alta.
Suspiró, llevaba meses siguiendo a aquella cosa, semanas de su vida enfrascadas en atrapar a aquella asesina despiadada y, por fin, había conseguido adelantarse a ella, finalmente tenía una oportunidad de ajusticiarla por sus crímenes, de hacer justicia. Desgraciadamente, había sido en un lugar en el que si fallaba, no solo la mujer volvería a desaparecer sin dejar rastro, sino que toda la aristocracia parisina querría quedarse con la cabeza del asesino que había osado disparar contra su ostentoso bar.
- ¿A que estas esperando preciosa? Sal que te vea… – Susurró para sí al mismo tiempo que colocaba el rifle que portaba en la cornisa que tenía frente a él. – No seas tímida – Analizó la entrada del local a través de la arcaica mira telescópica que había podido conseguir a cambio de la mayor parte de sus ahorros, un torrente de individuos entraban y salían del lugar con cierta satisfacción en sus rostros, muchos de ellos casi parecían arrepentirse de abandonar el lugar. – Menudas fiestas se montan - Dijo ahora con cierto resentimiento en su voz, el apenas tenía dinero para permitirse unas pocas balas de plata, resultaba, cuanto menos, insultante ver todo aquel derroche, no obstante, había aprendido hacía ya años que por mucho que estos se rodeasen de lujos y placeres, la vida de todos aquellos sujetos estaba tan vacía como la suya propia.
Finalmente su objetivo salió del lugar, frunció el ceño y se ajustó el abrigo de color marrón al mismo tiempo que colocaba la cabeza de la mujer en el centro de la mira. Como de costumbre, no iba sola, un hombre de mediana edad de aspecto bonachón y corpulento la acompañaba, sus manos estaban entrelazadas y no dejaban de hablar entre ellos, si Christopher no hubiese sabido que aquella mujer planeaba dejar a aquel pobre diablo tan reseco como un pastizal en mitad del verano, quizás habría pensado que no eran sino otra pareja más en aquel mar de personas.
Pero no, aquella mujer de belleza inaudita, de cabellos tan rubios que podrían pasar por plateados era una vampiresa, uno de los señores de la noche que se habría propuesto a cazar. En cierto sentido era hasta poético que fuese Paris la ciudad en la que por fin la había alcanzado, la propia vampiresa era una personificación de la urbe francesa, bella por fuera, casi angelical, y totalmente corrupta si te parabas un instante mirarla con detenimiento.
Siguió la silueta de la mujer y su acompañante con el cañón del rifle, acarició el gatillo, sintió como su corazón se ralentizaba con cada paso que la peliblanca daba. Llevaba el tiempo suficiente dedicándose a matar seres técnicamente inmortales como para saber que no iba a conseguir gran cosa disparándole, aun con el calibre que estaba usando; no obstante, con aquella estratagema conseguiría dos cosas, en primer lugar, convertiría su cerebro, sus memorias y emociones, en una mancha sanguinolenta en la pared que tenía directamente tras ella durante varios minutos, eso siempre le alegraba la noche, y por otro lado, aquello le garantizaría el suficiente margen para acercarse hasta su cuerpo y cercenarle la cabeza, matándola definitivamente.
Tenía que admitirlo, no era el plan que mejor había pensado, había más de un centenar de razones por la que podía salir mal. Para empezar el sonido que el rifle iba a hacer era el suficiente como para poner en alerta a la agradable fuerza policial de parís, por no hablar de los ejércitos de guardaespaldas que los nobles del lugar comandaban.
Expulsó el aire de sus pulmones, y entornó los ojos, algo no iba exactamente bien, al menos no como esperaba que lo hiciese, lejos de conducir al hombre que acompañaba a un oscuro callejón en el que arrebatarle la sangre, la vampiresa se detuvo en mitad de la calle y, con una sonrisa que, para sorpresa del cazador parecía realmente genuina, abrazó al hombre.
Apartó su mirada de la mira y miró la escena desde la distancia, temiendo que todo podía ser un juego mental de la mujer, una parte muy cansada de su trabajo era intuir que todo era un juego mental de un vampiro, pero no, sus ojos no le engañaban, la joven peliblanca parecía estar disfrutando realmente de la compañía de aquel hombre.
Enarcó una ceja y volvió a apuntar a la pareja que volvía a emprender la marcha a un ritmo lento, pero constante. La peliblanca, entonces, entre risas, dio una pequeña carrera alrededor del hombre y le golpeó levemente en la espalda, dejando escapar una carcajada que, aún desde la distancia, Christopher pudo escuchar con facilidad.
- Tienes que estar de broma… - Dijo en voz alta, bajando el arma ¿De verdad estaba viendo a una vampiresa comportarse como una adolescente enamorada? Sí que era cierto que su aspecto era el de una, probablemente aquella mujer tendría varios lustros a sus espaldas. Suspirando cansado, observó como el dúo, finalmente, desaparecía al final de la calle. - …Eso es nuevo.
Se pasó la mano por el pelo, no estaba seguro de por qué la había dejado ir, ¿Curiosidad por saber si aquel hombre acabaría convertido en mojama? Conocía las tácticas que usaban muchos de los vampiros para “encantar” a sus capturas, conocía el modus operandi de aquella mujer, después de todo llevaba ya bastante tiempo tras ella, casi podían afirmar que se conocían mutuamente. Le gustaba mostrarse fría, distante, pero con cierto encanto misterioso que hacía que el incauto individuo que se había fijado en ella se obsesionase por conocerla, al menos en el caso de la peliblanca, esta evitaba mostrarse vulnerable, siempre parecía querer llevar las riendas de aquel “juego” en la que era, sin lugar a dudas, una campeona.
Torció el gesto y atrajo la pesada maleta de madera que yacía a pocos metros de dónde se encontraba, dónde procedió, metódicamente, a introducir el rifle con el que casi abatía a una mujer entre una multitud de niños ricos. Una vez desmontado el voluminoso rifle, dencendió a la calle principal.
Se llevó la mano hasta la cara y cerró los ojos unos instantes. Desde la fría estepa rusa hasta los bellos canales de Venecia, nunca había conseguido atraparla, ni siquiera había llegado a disparar contra ella, siempre se desvanecía en las sombras tan pronto como sentía que la seguían.
- Necesito una copa.
Y la había dejado escapar.
Suspiró, llevaba meses siguiendo a aquella cosa, semanas de su vida enfrascadas en atrapar a aquella asesina despiadada y, por fin, había conseguido adelantarse a ella, finalmente tenía una oportunidad de ajusticiarla por sus crímenes, de hacer justicia. Desgraciadamente, había sido en un lugar en el que si fallaba, no solo la mujer volvería a desaparecer sin dejar rastro, sino que toda la aristocracia parisina querría quedarse con la cabeza del asesino que había osado disparar contra su ostentoso bar.
- ¿A que estas esperando preciosa? Sal que te vea… – Susurró para sí al mismo tiempo que colocaba el rifle que portaba en la cornisa que tenía frente a él. – No seas tímida – Analizó la entrada del local a través de la arcaica mira telescópica que había podido conseguir a cambio de la mayor parte de sus ahorros, un torrente de individuos entraban y salían del lugar con cierta satisfacción en sus rostros, muchos de ellos casi parecían arrepentirse de abandonar el lugar. – Menudas fiestas se montan - Dijo ahora con cierto resentimiento en su voz, el apenas tenía dinero para permitirse unas pocas balas de plata, resultaba, cuanto menos, insultante ver todo aquel derroche, no obstante, había aprendido hacía ya años que por mucho que estos se rodeasen de lujos y placeres, la vida de todos aquellos sujetos estaba tan vacía como la suya propia.
Finalmente su objetivo salió del lugar, frunció el ceño y se ajustó el abrigo de color marrón al mismo tiempo que colocaba la cabeza de la mujer en el centro de la mira. Como de costumbre, no iba sola, un hombre de mediana edad de aspecto bonachón y corpulento la acompañaba, sus manos estaban entrelazadas y no dejaban de hablar entre ellos, si Christopher no hubiese sabido que aquella mujer planeaba dejar a aquel pobre diablo tan reseco como un pastizal en mitad del verano, quizás habría pensado que no eran sino otra pareja más en aquel mar de personas.
Pero no, aquella mujer de belleza inaudita, de cabellos tan rubios que podrían pasar por plateados era una vampiresa, uno de los señores de la noche que se habría propuesto a cazar. En cierto sentido era hasta poético que fuese Paris la ciudad en la que por fin la había alcanzado, la propia vampiresa era una personificación de la urbe francesa, bella por fuera, casi angelical, y totalmente corrupta si te parabas un instante mirarla con detenimiento.
Siguió la silueta de la mujer y su acompañante con el cañón del rifle, acarició el gatillo, sintió como su corazón se ralentizaba con cada paso que la peliblanca daba. Llevaba el tiempo suficiente dedicándose a matar seres técnicamente inmortales como para saber que no iba a conseguir gran cosa disparándole, aun con el calibre que estaba usando; no obstante, con aquella estratagema conseguiría dos cosas, en primer lugar, convertiría su cerebro, sus memorias y emociones, en una mancha sanguinolenta en la pared que tenía directamente tras ella durante varios minutos, eso siempre le alegraba la noche, y por otro lado, aquello le garantizaría el suficiente margen para acercarse hasta su cuerpo y cercenarle la cabeza, matándola definitivamente.
Tenía que admitirlo, no era el plan que mejor había pensado, había más de un centenar de razones por la que podía salir mal. Para empezar el sonido que el rifle iba a hacer era el suficiente como para poner en alerta a la agradable fuerza policial de parís, por no hablar de los ejércitos de guardaespaldas que los nobles del lugar comandaban.
Expulsó el aire de sus pulmones, y entornó los ojos, algo no iba exactamente bien, al menos no como esperaba que lo hiciese, lejos de conducir al hombre que acompañaba a un oscuro callejón en el que arrebatarle la sangre, la vampiresa se detuvo en mitad de la calle y, con una sonrisa que, para sorpresa del cazador parecía realmente genuina, abrazó al hombre.
Apartó su mirada de la mira y miró la escena desde la distancia, temiendo que todo podía ser un juego mental de la mujer, una parte muy cansada de su trabajo era intuir que todo era un juego mental de un vampiro, pero no, sus ojos no le engañaban, la joven peliblanca parecía estar disfrutando realmente de la compañía de aquel hombre.
Enarcó una ceja y volvió a apuntar a la pareja que volvía a emprender la marcha a un ritmo lento, pero constante. La peliblanca, entonces, entre risas, dio una pequeña carrera alrededor del hombre y le golpeó levemente en la espalda, dejando escapar una carcajada que, aún desde la distancia, Christopher pudo escuchar con facilidad.
- Tienes que estar de broma… - Dijo en voz alta, bajando el arma ¿De verdad estaba viendo a una vampiresa comportarse como una adolescente enamorada? Sí que era cierto que su aspecto era el de una, probablemente aquella mujer tendría varios lustros a sus espaldas. Suspirando cansado, observó como el dúo, finalmente, desaparecía al final de la calle. - …Eso es nuevo.
Se pasó la mano por el pelo, no estaba seguro de por qué la había dejado ir, ¿Curiosidad por saber si aquel hombre acabaría convertido en mojama? Conocía las tácticas que usaban muchos de los vampiros para “encantar” a sus capturas, conocía el modus operandi de aquella mujer, después de todo llevaba ya bastante tiempo tras ella, casi podían afirmar que se conocían mutuamente. Le gustaba mostrarse fría, distante, pero con cierto encanto misterioso que hacía que el incauto individuo que se había fijado en ella se obsesionase por conocerla, al menos en el caso de la peliblanca, esta evitaba mostrarse vulnerable, siempre parecía querer llevar las riendas de aquel “juego” en la que era, sin lugar a dudas, una campeona.
Torció el gesto y atrajo la pesada maleta de madera que yacía a pocos metros de dónde se encontraba, dónde procedió, metódicamente, a introducir el rifle con el que casi abatía a una mujer entre una multitud de niños ricos. Una vez desmontado el voluminoso rifle, dencendió a la calle principal.
Se llevó la mano hasta la cara y cerró los ojos unos instantes. Desde la fría estepa rusa hasta los bellos canales de Venecia, nunca había conseguido atraparla, ni siquiera había llegado a disparar contra ella, siempre se desvanecía en las sombras tan pronto como sentía que la seguían.
- Necesito una copa.
Y la había dejado escapar.
Christopher Tale- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 19/03/2017
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Sombras en la Noche[Libre]
¡Oh! ¡Que pesadumbre de semana!. Llevaba una semana completamente desastrosa, totalmente alejada de pelas y conflictos, pero sin un solo franco para poder llevarme algo a la boca, aunque fuera un trozo de pan en buen estado, no como el que había cogido de la basura por la mañana. Totalmente desagradable, no es que estuviera yo muy hecha a finuras precisamente, pero he de admitir que, por lo menos, intentaba permitirme algo decente para comer.
Aquella mañana me había levantado bastante cansada y, tras recoger la pequeña habitación en donde vivía gracias a la generosidad de aquel cura, me dispuse a salir en busca de cuartos.
Pregunté en todas las tiendas que pudieran tener alguna chapuza por hacer, vecinos, algunos que ya me habían dado trabajo anteriormente y otros que no me conocían, incluso le pregunté a algún extranjero que pasaba por allí, pero nada, parecía que tenían todas sus vidas en perfecto estado y no necesitaban la ayuda de una gitana muerta de hambre. Normal, no les culpo, si yo llevara su vida, probablemente tampoco la necesitaría.
Estuve a punto de tener suerte en la pastelería, pero resultó ser mi gozo en un pozo, cuando apareció el querido sobrino de la mujer que hacía los pasteles y que, por supuesto, haría mi trabajo gratis por ser familia. Tuve suerte al salir, cuando encontré aquel trozo de pan tirado en la basura, algo es algo.
El resto del día pasó sin mucho más que destacar, me acerqué a casa de una amable mujer (ya bastante mayor, supongo que por eso me tenía cierto cariño, si se puede llamar así) que me prestó un libro a cambio del que me había dejado días atrás.
- Vaya, vaya muchachita, nunca dejas de sorprenderme... - tosió un par de veces y después se aclaró la voz para continuar. - Ojalá todos los jóvenes tuvieran ese afán por la lectura y el conocimiento que tu tienes, en vez de andar haciendo el tonto todo el día. - tras esas últimas palabras dejó un ejemplar en mis manos que jamás había visto y cerró la puerta con una tierna sonrisa. Miré el libro: Amistades peligrosas. Tenía un buen título, ya vería después qué tal era.
Mucha gente era analfabeta, y yo tenía la gran suerte de haber podido aprender a leer y escribir, aunque el escribir se iba deteriorando con la falta de práctica, pero lo de aquella mujer sí que era totalmente increíble, tan mayor y con una colección de libros tan amplia. Nunca la había preguntado acerca de ello, ni de su vida, nuestra relación era más bien de una persona que le quiere "pasar su legado a otra", aunque sigo sin comprender porqué fui yo la afortunada, siempre he creído que se trataba de pena, pero luego comencé a dejar de pensar en ello y creer que simplemente había sido suerte el que le hubiera caído yo en gracia.
Caminé por las calles de París hasta que acabé en el centro. Que barbaridad, cuantísima gente. Ya había bastantes personas pululando por los alrededores, pero no cabía duda que el centro de todo el escándalo se encontraba allí. Las damas parisinas lucían a aquella hora sus mejores vestidos para ir a cenar junto con su querido marido o novio y éstos a su vez, lucían sus mejores trajes. Los restaurantes estaban completamente llenos, no cabía ni un alma, y sin embargo, la gente continuaba entrando.
En aquel momento un hombre se quedó mirándome con cara de completa repulsión a la que salía de una taberna con una pinta muy cara, estaba claro que yo iba complemente limpia ni con un vestido en el que me hubiera dejado los cuartos de un año trabajando en algún lugar, pero no iba ni mucho menos como una pordiosera, que fuera pobre no implicaba no lavarme en el río, aunque acabara helada. Suspiré observando con desgana al hombre y me alejé de allí hacia otro lado, queriendo evitar el conflicto, pues no me encontraba con ganas. Guardé el libro en el bolsillo de mi falda y me dispuse a caminar cuando visualicé a un hombre a lo lejos con un rifle que, al parecer, acabó desistiendo. Me acerqué a él como quien no quiere la cosa.
- ¿Te has arrepentido en el último momento? - pregunté, no con sorna, sino con simple curiosidad y ganas de entablar conversación real, alejada de los libros, ya que gracias a mi poder, sabía que no era una amenaza. - Matar no suele ser agradable, o eso me han comentado. - terminé de decir sentándome encima de una caja de madera que estaba tirada contra una pared.
Aquella mañana me había levantado bastante cansada y, tras recoger la pequeña habitación en donde vivía gracias a la generosidad de aquel cura, me dispuse a salir en busca de cuartos.
Pregunté en todas las tiendas que pudieran tener alguna chapuza por hacer, vecinos, algunos que ya me habían dado trabajo anteriormente y otros que no me conocían, incluso le pregunté a algún extranjero que pasaba por allí, pero nada, parecía que tenían todas sus vidas en perfecto estado y no necesitaban la ayuda de una gitana muerta de hambre. Normal, no les culpo, si yo llevara su vida, probablemente tampoco la necesitaría.
Estuve a punto de tener suerte en la pastelería, pero resultó ser mi gozo en un pozo, cuando apareció el querido sobrino de la mujer que hacía los pasteles y que, por supuesto, haría mi trabajo gratis por ser familia. Tuve suerte al salir, cuando encontré aquel trozo de pan tirado en la basura, algo es algo.
El resto del día pasó sin mucho más que destacar, me acerqué a casa de una amable mujer (ya bastante mayor, supongo que por eso me tenía cierto cariño, si se puede llamar así) que me prestó un libro a cambio del que me había dejado días atrás.
- Vaya, vaya muchachita, nunca dejas de sorprenderme... - tosió un par de veces y después se aclaró la voz para continuar. - Ojalá todos los jóvenes tuvieran ese afán por la lectura y el conocimiento que tu tienes, en vez de andar haciendo el tonto todo el día. - tras esas últimas palabras dejó un ejemplar en mis manos que jamás había visto y cerró la puerta con una tierna sonrisa. Miré el libro: Amistades peligrosas. Tenía un buen título, ya vería después qué tal era.
Mucha gente era analfabeta, y yo tenía la gran suerte de haber podido aprender a leer y escribir, aunque el escribir se iba deteriorando con la falta de práctica, pero lo de aquella mujer sí que era totalmente increíble, tan mayor y con una colección de libros tan amplia. Nunca la había preguntado acerca de ello, ni de su vida, nuestra relación era más bien de una persona que le quiere "pasar su legado a otra", aunque sigo sin comprender porqué fui yo la afortunada, siempre he creído que se trataba de pena, pero luego comencé a dejar de pensar en ello y creer que simplemente había sido suerte el que le hubiera caído yo en gracia.
Caminé por las calles de París hasta que acabé en el centro. Que barbaridad, cuantísima gente. Ya había bastantes personas pululando por los alrededores, pero no cabía duda que el centro de todo el escándalo se encontraba allí. Las damas parisinas lucían a aquella hora sus mejores vestidos para ir a cenar junto con su querido marido o novio y éstos a su vez, lucían sus mejores trajes. Los restaurantes estaban completamente llenos, no cabía ni un alma, y sin embargo, la gente continuaba entrando.
En aquel momento un hombre se quedó mirándome con cara de completa repulsión a la que salía de una taberna con una pinta muy cara, estaba claro que yo iba complemente limpia ni con un vestido en el que me hubiera dejado los cuartos de un año trabajando en algún lugar, pero no iba ni mucho menos como una pordiosera, que fuera pobre no implicaba no lavarme en el río, aunque acabara helada. Suspiré observando con desgana al hombre y me alejé de allí hacia otro lado, queriendo evitar el conflicto, pues no me encontraba con ganas. Guardé el libro en el bolsillo de mi falda y me dispuse a caminar cuando visualicé a un hombre a lo lejos con un rifle que, al parecer, acabó desistiendo. Me acerqué a él como quien no quiere la cosa.
- ¿Te has arrepentido en el último momento? - pregunté, no con sorna, sino con simple curiosidad y ganas de entablar conversación real, alejada de los libros, ya que gracias a mi poder, sabía que no era una amenaza. - Matar no suele ser agradable, o eso me han comentado. - terminé de decir sentándome encima de una caja de madera que estaba tirada contra una pared.
Zahara Carmona- Gitano
- Mensajes : 15
Fecha de inscripción : 15/03/2017
Localización : París
Re: Sombras en la Noche[Libre]
Alzó la mirada, una voz a su espalda le indicó que no estaba solo. Su mano derecha, firmemente sujeta en el pomo de su sable mostraba que, como mínimo, aquella persona le había pillado desprevenido, tantos años de entrenamiento, horas gastadas en saber ocultarse, en fundirse entre la multitud, y al final, una joven de cabellos cobrizos y expresivos ojos azules había sido capaz de verle con absoluta claridad entre el gentío.
- ¿…Como me has? – Negó con la cabeza y se cruzó de brazos, dejó escapar un ligero suspiro y se encogió de hombros – …Podría decirse que sí – Dijo como toda respuesta a las palabras que la muchacha dijo, las cuales dejaban entrever que no solo había sido capaz de detectarle, sino que muy probablemente también se había percatado de que había estado a punto de disparar un fusil en el centro de Paris.
Soltó su espada y, cruzándose de brazos, estudió a la joven que se acababa de sentar frente a él, en una de las tantas cajas que poblaban el apartado callejón. – ¿Matar? … No, no es agradable – Dijo echando un rápido vistazo a la maleta que descansaba junto a él, dónde había guardado el arma con el que planeaba cobrarse la vida de la vampira. – Pero te acostumbras – Añadió con sencillez, tomando la maleta de madera y dejando que esta tirase levemente de su cuerpo.
- ¿…cual decías que era tu nombre? - Inquirió ahora analizando a la muchacha, sus ropajes delataban que no era de clase alta, cosa que, en el barrio en el que se encontraban, era de extrañar, por otro lado, no aparentaba más de veinte años ¿Una pedigüeña? ¿Se habría perdido? Lo vivaz de su mirada parecía indicar lo contrario, la joven sabía exactamente qué estaba haciendo y, a juicio de Chris, solo parecía ser hablar.
- Christopher Tale – Dijo como toda presentación al cabo de unos segundo, pensando si lo mejor que podía hacer era presentarse de aquella forma ¿Nombre completo? Podía haber dicho Chris, simplemente. En cualquier caso, estaba trabajando, debía de dar aspecto profesional - ¿Sabes? La mayoría de las personas avisan a la policía cuando ven a alguien enarbolando un rifle en mitad de la calle – Añadió, dedicándole ahora una sonrisa a la muchacha – Y, créeme, normalmente es lo sensato – Advirtió encaminándose a la salida del callejón, aun de noche, la calle principal, el lugar por dónde habían desfilado la vampiresa y su acompañante, estaba repleta de personas.
Antes de abandonar el lugar comprobó que llevaba todo su equipo consigo, cosa que hizo palpando los bolsillos de su raído abrigo. Tanto el revolver como el sable que solía esgrimir yacían firmemente sujetos a su cinturón, era extraño, sentir el peso de aquellos dos objetos le reconfortaba, casi como si no estuviese rodeado de seres capaces de arrancarte un brazo de cuajo sin, realmente, esforzarse demasiado. – No deberías estar aquí – Aseguró deteniéndose en la salida, mirando hacia atrás, a la muchacha - No nos tienen mucho aprecio – Aseguró señalando a las persona finamente vestidas – Envidia, te digo yo que es eso lo que nos tienen – Dijo dejando escapar una leve carcajada, aquello le venía bien, hacía semanas que no hablaba con nadie. – Tienen pinta de que la ropa les aprieta ¿No? Deben ir bastante incomodos – Dijo al final, quedándose inmediatamente después en silencio, mirando a los transeúntes pasar de un lado a otro.
Paris era una ciudad bastante singular, lo tenía todo y, al mismo tiempo, no tenía nada. Era una especie de caja, una de enormes proporciones pero vacía en su interior. - ¿Eres Parisina? – Preguntó, en realidad no sabía siquiera si estaba hablando bien francés, los idiomas nunca habían sido su fuerte. - ¿Qué tal se vive aquí?
Por su aspecto la joven debida de vivir en la periferia, en los suburbios, y no le extrañaba, ya que era el único lugar en dónde él podía permitirse una habitación, era sin lugar a dudas, la zona más barata en la que alojarse.
Suspiró, todos los Francos con los que se había hecho al llegar a la ciudad se habían volatilizado al cabo de apenas unos días. Favores, direcciones y, en general, el tipo de acciones que debía tomar si quería seguir un rastro se habían encargado de vaciar sus ya de por si vacíos bolsillos. Fuese como fuese, iba a estar en aquella ciudad mucho más tiempo.
- ¿Te vas quedar ahí sola o vienes? Tengo trabajo que hacer – Dijo, girándose a mirar a la joven.
¿De verdad tenía algo más que hacer él aquella noche? Aunque el primer impulso después de dejar irse a la peliblanca había sido emborracharse hasta perder el conocimiento, lo cierto es que aquella pregunta tenía una respuesta positiva, debía empezar a ordenar sus prioridades.
No estaba en Paris solo por la vampiresa, aunque había hecho de aquella caza algo personal, aunque había desobedecido órdenes expresas de su madre siguiéndola por todo el mundo, seguía teniendo más cosas que hacer en Francia. Entre ellas, cuidar de la dichosa cría con la que compartía sangre - ...Novatos – Susurró para sí, lo suficienteme bajo como para que su inesperada compañera de callejón no le oyese. Más que una obligación el “ayudar” a aquella joven era más bien deber familiar, no obstante, dudaba mucho que se la encontrase aquella noche, ni siquiera la había localizado en las escasas semanas que llevaba en la metrópolis.
– ¿Qué dices? Me vendría bien otro par de ojos, por el momento. Y estoy casi... - Hizo enfasis en el casi, haciendola resaltar entre todas las palabras - ...casi seguro de que no voy a tener que disparar a nadie – Ensanchó su sonrisa y aguardó la respuesta la muchacha - Te aviso, ir con el tipo que acabas de ver con un fusil no es de las mejores decisiones que podrías tomar – Advirtió sin perder el buen humor - …Aunque de todas formas ¿Quién se acerca a hablarle a alguien con un arma?
- ¿…Como me has? – Negó con la cabeza y se cruzó de brazos, dejó escapar un ligero suspiro y se encogió de hombros – …Podría decirse que sí – Dijo como toda respuesta a las palabras que la muchacha dijo, las cuales dejaban entrever que no solo había sido capaz de detectarle, sino que muy probablemente también se había percatado de que había estado a punto de disparar un fusil en el centro de Paris.
Soltó su espada y, cruzándose de brazos, estudió a la joven que se acababa de sentar frente a él, en una de las tantas cajas que poblaban el apartado callejón. – ¿Matar? … No, no es agradable – Dijo echando un rápido vistazo a la maleta que descansaba junto a él, dónde había guardado el arma con el que planeaba cobrarse la vida de la vampira. – Pero te acostumbras – Añadió con sencillez, tomando la maleta de madera y dejando que esta tirase levemente de su cuerpo.
- ¿…cual decías que era tu nombre? - Inquirió ahora analizando a la muchacha, sus ropajes delataban que no era de clase alta, cosa que, en el barrio en el que se encontraban, era de extrañar, por otro lado, no aparentaba más de veinte años ¿Una pedigüeña? ¿Se habría perdido? Lo vivaz de su mirada parecía indicar lo contrario, la joven sabía exactamente qué estaba haciendo y, a juicio de Chris, solo parecía ser hablar.
- Christopher Tale – Dijo como toda presentación al cabo de unos segundo, pensando si lo mejor que podía hacer era presentarse de aquella forma ¿Nombre completo? Podía haber dicho Chris, simplemente. En cualquier caso, estaba trabajando, debía de dar aspecto profesional - ¿Sabes? La mayoría de las personas avisan a la policía cuando ven a alguien enarbolando un rifle en mitad de la calle – Añadió, dedicándole ahora una sonrisa a la muchacha – Y, créeme, normalmente es lo sensato – Advirtió encaminándose a la salida del callejón, aun de noche, la calle principal, el lugar por dónde habían desfilado la vampiresa y su acompañante, estaba repleta de personas.
Antes de abandonar el lugar comprobó que llevaba todo su equipo consigo, cosa que hizo palpando los bolsillos de su raído abrigo. Tanto el revolver como el sable que solía esgrimir yacían firmemente sujetos a su cinturón, era extraño, sentir el peso de aquellos dos objetos le reconfortaba, casi como si no estuviese rodeado de seres capaces de arrancarte un brazo de cuajo sin, realmente, esforzarse demasiado. – No deberías estar aquí – Aseguró deteniéndose en la salida, mirando hacia atrás, a la muchacha - No nos tienen mucho aprecio – Aseguró señalando a las persona finamente vestidas – Envidia, te digo yo que es eso lo que nos tienen – Dijo dejando escapar una leve carcajada, aquello le venía bien, hacía semanas que no hablaba con nadie. – Tienen pinta de que la ropa les aprieta ¿No? Deben ir bastante incomodos – Dijo al final, quedándose inmediatamente después en silencio, mirando a los transeúntes pasar de un lado a otro.
Paris era una ciudad bastante singular, lo tenía todo y, al mismo tiempo, no tenía nada. Era una especie de caja, una de enormes proporciones pero vacía en su interior. - ¿Eres Parisina? – Preguntó, en realidad no sabía siquiera si estaba hablando bien francés, los idiomas nunca habían sido su fuerte. - ¿Qué tal se vive aquí?
Por su aspecto la joven debida de vivir en la periferia, en los suburbios, y no le extrañaba, ya que era el único lugar en dónde él podía permitirse una habitación, era sin lugar a dudas, la zona más barata en la que alojarse.
Suspiró, todos los Francos con los que se había hecho al llegar a la ciudad se habían volatilizado al cabo de apenas unos días. Favores, direcciones y, en general, el tipo de acciones que debía tomar si quería seguir un rastro se habían encargado de vaciar sus ya de por si vacíos bolsillos. Fuese como fuese, iba a estar en aquella ciudad mucho más tiempo.
- ¿Te vas quedar ahí sola o vienes? Tengo trabajo que hacer – Dijo, girándose a mirar a la joven.
¿De verdad tenía algo más que hacer él aquella noche? Aunque el primer impulso después de dejar irse a la peliblanca había sido emborracharse hasta perder el conocimiento, lo cierto es que aquella pregunta tenía una respuesta positiva, debía empezar a ordenar sus prioridades.
No estaba en Paris solo por la vampiresa, aunque había hecho de aquella caza algo personal, aunque había desobedecido órdenes expresas de su madre siguiéndola por todo el mundo, seguía teniendo más cosas que hacer en Francia. Entre ellas, cuidar de la dichosa cría con la que compartía sangre - ...Novatos – Susurró para sí, lo suficienteme bajo como para que su inesperada compañera de callejón no le oyese. Más que una obligación el “ayudar” a aquella joven era más bien deber familiar, no obstante, dudaba mucho que se la encontrase aquella noche, ni siquiera la había localizado en las escasas semanas que llevaba en la metrópolis.
– ¿Qué dices? Me vendría bien otro par de ojos, por el momento. Y estoy casi... - Hizo enfasis en el casi, haciendola resaltar entre todas las palabras - ...casi seguro de que no voy a tener que disparar a nadie – Ensanchó su sonrisa y aguardó la respuesta la muchacha - Te aviso, ir con el tipo que acabas de ver con un fusil no es de las mejores decisiones que podrías tomar – Advirtió sin perder el buen humor - …Aunque de todas formas ¿Quién se acerca a hablarle a alguien con un arma?
Última edición por Christopher Tale el Mar Mar 21, 2017 8:46 pm, editado 2 veces
Christopher Tale- Cazador Clase Baja
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Re: Sombras en la Noche[Libre]
En el momento en el que observé que ponía su mano en lo que parecía una especie de arma blanca caí en la cuenta de que aquel hombre no se encontraba allí con un rifle de forma puntual, sino que, al parecer, se dedicaba a ello.
- Tranquilo, no soy una amenaza. - dije como si fuera a creerse lo que le decía porque sí.
No le debería haber sentado demasiado bien que una joven como yo hubiera sorprendido a alguien que se dedica al camuflaje y la discreción, se lo noté en la mirada cuando se giró para ver quién era, aunque el acto de suspirar no dejó muchas dudas acerca de ello. - Estabas muy bien escondido, te he visto porque suelo ver más allá de todos esos vestidos pomposos y las acciones cotidianas, me gusta buscar la novedad, y en la novedad te encuentras tú. - sonreí.
Observé con detenimiento a aquel hombre. Me superaba en edad, claramente, pero se le veía más vivaracho que muchas personas de una edad más temprana. Sus ropas eran bastante modestas y la maleta de madera que llevaba le daban una imagen de un hombre que más bien vivía en las afueras de París y no donde se encontraba.
- Supongo que sí, sobre todo si te da de comer. - contesté encogiéndome de hombros. Su respuesta confirmó lo que pensaba, cobraba por matar. No me sorprendió ni tampoco le juzgué por ello, simplemente cada uno tiene formas distintas de ganarse la vida, pero sí es verdad que yo poseía un gran honor y las injusticias eran de las cosas que peor llevaba, con lo que prefería no preguntar.
- No lo he dicho. - contesté. - Mi nombre es Zahara Carmona. - respondí a su presentación, con una sonrisa. - Se puede decir que me gusta la aventura. - dije con un tono entre afirmación y pregunta para después reír. Tras eso miré a nuestro alrededor mientras escuchaba las palabras que salían de su boca.
Sí, tenía toda la razón del mundo, no les gustábamos, y no era ningún secreto, incluso no se preocupaban precisamente por ocultarlo aunque fuera por educación. Yo no les gustaba si quiera a los de mi clan, así que estaba tan acostumbrada que ya ni me afectaba. - Prefiero no tener un franco para comer que tener que aguantar estar rodeada de toda esa gente. - respondí mirando con cierto asco en un sentido cómico a las personas que pasaban por enfrente del callejón. - Lo raro es que ellas puedan respirar con esas cosas que aprietan tanto las tetas que parecen que les van a explotar. - solté una carcajada y con mi mano derecha me coloqué un mechón de pelo que se me había puesto sobre la cara al reírme.
Eché la cabeza hacia atrás y miré al cielo. Las nubes dejaban que la luna apareciera de vez en cuando, iluminando las calles de París. Suspiré al escuchar su pregunta, estaba claro que mi acento me había delatado, era muy marcado y aún había veces que me costaba el francés. - No, soy de Sevilla.- me quedé un momento en silencio tras contestar a su pregunta. - España. - terminé por responder, ya que era muy posible que no supiera acerca de la ciudad donde nací. Siempre intentaba convencerme a mí misma que allí estaba bien, pero la realidad era que echaba de menos mi ciudad y sus calles. - Pues yo vivo en una pequeña habitación a la que de vez en cuando se le cae un trozo de techo, pared... Espero que el suelo dure. Los demás no sé cómo vivirán, pero espero que un poco mejor. - contesté intentando darle un punto de humor a mi... Pobre vida.
Me levanté de aquella caja al escuchar su proposición y me sacudí la falda. No me lo pensé dos veces, ya que llevaba un tiempo bastante aburrida y sin nada de emoción en mi vida, cosa que de vez en cuando necesitaba o acabaría muriéndome del asco. Siendo esa mi pequeña faceta inconsciente, pues la noche podría acabar de una forma muy diferente a si me quedaba en aquel callejón leyendo o me iba a mi casa, bueno, habitación. - De perdidos al río. - respondí a Christian dándome cuenta de que probablemente no conocía esa expresión. - Es una expresión de mi abuela. - reí y me acerqué a la salida del callejón, situándome junto a él. Me crucé de brazos. - Muy bien... Dime, ¿a dónde vamos?.
- Tranquilo, no soy una amenaza. - dije como si fuera a creerse lo que le decía porque sí.
No le debería haber sentado demasiado bien que una joven como yo hubiera sorprendido a alguien que se dedica al camuflaje y la discreción, se lo noté en la mirada cuando se giró para ver quién era, aunque el acto de suspirar no dejó muchas dudas acerca de ello. - Estabas muy bien escondido, te he visto porque suelo ver más allá de todos esos vestidos pomposos y las acciones cotidianas, me gusta buscar la novedad, y en la novedad te encuentras tú. - sonreí.
Observé con detenimiento a aquel hombre. Me superaba en edad, claramente, pero se le veía más vivaracho que muchas personas de una edad más temprana. Sus ropas eran bastante modestas y la maleta de madera que llevaba le daban una imagen de un hombre que más bien vivía en las afueras de París y no donde se encontraba.
- Supongo que sí, sobre todo si te da de comer. - contesté encogiéndome de hombros. Su respuesta confirmó lo que pensaba, cobraba por matar. No me sorprendió ni tampoco le juzgué por ello, simplemente cada uno tiene formas distintas de ganarse la vida, pero sí es verdad que yo poseía un gran honor y las injusticias eran de las cosas que peor llevaba, con lo que prefería no preguntar.
- No lo he dicho. - contesté. - Mi nombre es Zahara Carmona. - respondí a su presentación, con una sonrisa. - Se puede decir que me gusta la aventura. - dije con un tono entre afirmación y pregunta para después reír. Tras eso miré a nuestro alrededor mientras escuchaba las palabras que salían de su boca.
Sí, tenía toda la razón del mundo, no les gustábamos, y no era ningún secreto, incluso no se preocupaban precisamente por ocultarlo aunque fuera por educación. Yo no les gustaba si quiera a los de mi clan, así que estaba tan acostumbrada que ya ni me afectaba. - Prefiero no tener un franco para comer que tener que aguantar estar rodeada de toda esa gente. - respondí mirando con cierto asco en un sentido cómico a las personas que pasaban por enfrente del callejón. - Lo raro es que ellas puedan respirar con esas cosas que aprietan tanto las tetas que parecen que les van a explotar. - solté una carcajada y con mi mano derecha me coloqué un mechón de pelo que se me había puesto sobre la cara al reírme.
Eché la cabeza hacia atrás y miré al cielo. Las nubes dejaban que la luna apareciera de vez en cuando, iluminando las calles de París. Suspiré al escuchar su pregunta, estaba claro que mi acento me había delatado, era muy marcado y aún había veces que me costaba el francés. - No, soy de Sevilla.- me quedé un momento en silencio tras contestar a su pregunta. - España. - terminé por responder, ya que era muy posible que no supiera acerca de la ciudad donde nací. Siempre intentaba convencerme a mí misma que allí estaba bien, pero la realidad era que echaba de menos mi ciudad y sus calles. - Pues yo vivo en una pequeña habitación a la que de vez en cuando se le cae un trozo de techo, pared... Espero que el suelo dure. Los demás no sé cómo vivirán, pero espero que un poco mejor. - contesté intentando darle un punto de humor a mi... Pobre vida.
Me levanté de aquella caja al escuchar su proposición y me sacudí la falda. No me lo pensé dos veces, ya que llevaba un tiempo bastante aburrida y sin nada de emoción en mi vida, cosa que de vez en cuando necesitaba o acabaría muriéndome del asco. Siendo esa mi pequeña faceta inconsciente, pues la noche podría acabar de una forma muy diferente a si me quedaba en aquel callejón leyendo o me iba a mi casa, bueno, habitación. - De perdidos al río. - respondí a Christian dándome cuenta de que probablemente no conocía esa expresión. - Es una expresión de mi abuela. - reí y me acerqué a la salida del callejón, situándome junto a él. Me crucé de brazos. - Muy bien... Dime, ¿a dónde vamos?.
Zahara Carmona- Gitano
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Localización : París
Re: Sombras en la Noche[Libre]
- ¡De perdidos al río entonces! – Afirmó asintiendo con contundencia a la respuesta de la joven, dándole una fuerte palmada en el hombro. No sabía que significado había detrás de aquella frase que, según acababa de explicar Zahara, la solía decir su abuela. Pero sonaba bien y aquello le bastaba; Para él significaría desde aquel momento “No desperdicies tus oportunidades”, y por el contexto en el que la muchacha la había pronunciado suponía que no estaba muy desencaminado de todos modos. – Por aquí, no te alejes, no está muy lejos – Dijo ahora saliendo, definitivamente, a la calle principal.
Tan pronto como salieron al exterior, la multitud se agolpó inmediatamente a su alrededor, como si acabasen de entrar en un río, el flujo de personas que caminaba en todas direcciones les envolvió, así como las miradas inquisitivas, algunas incluso de desprecio, que estos no tardaron en mostrarles. Nadie se detenía, dejando a un lado los instantes que los transeúntes gastaban en notar su presencia y quedar asqueados por esta, estos continuaban su camino como si el cazador y su joven acompañante no existiesen. – Invisibilidad natural – Dijo a Zahara con una sonrisa.
Mientras caminaban no pudo evitar pensar el lugar del que había dicho proceder la joven, “Sevilla”, una ciudad del sur de España, la conocía, sus viajes nunca le habían llevado hasta allí, pero, al menos, sabía de su existencia. - ¿Y qué ha traído a una humilde chica española hasta las ajetreadas calles de Paris? – Dijo ahora girándose sobre sí mismo, comenzando a caminar de espaldas para tener contacto visual con su interlocutora. – Si no es meterme dónde no me llaman, por supuesto – Añadió inmediatamente, sin perder la sonrisa.
Zahara había desvelado lo suficiente de sí misma como para captar su curiosidad, para empezar, sabía lo ridículamente complicado que era viajar con unos recursos tan reducidos como los que él contaba y la señorita Carmona, que caminaba junto a él, no parecía tener mucho más que él. Por mucho que tratase de acallar su curiosidad, quería saber cómo Zahara había acabado allí, en aquel callejón, aquella noche.
– Irlanda – Dijo entonces señalándose ahora a sí mismo, momentos antes de que la muchacha respondiese a su pregunta, lo justo sería que, después de que la chica le hubiese desvelado algo de ella, el hiciese lo propio – Ahórrate los chistes de borrachos ¿Vale? Ya están todos muy vistos – Aseguró riendo, momento en el cual estuvo a punto de caerse de espaldas pues se tropezó con un ciudadano que, después de percatarse de la existencia de Tale , respondió a aquella aparente afrenta con una retahíla de insultos que, debía de admitirlo, eran bastante originales. – Me apuntó ese último – Volvió a carcajearse, ignorando las palabras del hombre y, tras recuperar el equilibrio, continuó caminando como las personas normales, mirando hacia dónde se dirigía.
Continuó el resto del camino de igual forma, charló amigablemente con la muchacha de todos los temas que pasaban por su cabeza, después de todo, aquella era una de sus habilidades principales, dar conversación. Principalmente habló de temas bastante inocuos, la mayor parte del trayecto la pasó comentando un par de libros que el cazador estaba leyendo en aquel momento, ejemplares bastante ajados y que habían visto mucho trote pero que, sin lugar a dudas, estaba disfrutando. Y aun cuando cabía la posibilidad de que Zahara ni siquiera supiese leer, cosa que no era extraña teniendo en cuenta su apariencia, era algo que simplemente no podía evitar contar.
Aún con toda la carga conversacional que el cazador se encargó de depositar sobre los hombros de la chica, Christopher no desveló mucho de sí mismo, no veía necesario el estropear una conversación perfectamente plausible, al menos desde su punto de vista, con detalles escabrosos de sus batallitas, y no era porque no quisiera exponerlas, le encantaba contar como combatía las bestias de la noche, pero Zahara parecía lo suficiente inocente como para que una parte de él se arrepintiese de haber decidido arrastrarla a lo que podía ser una cacería peligrosa.
- Ya casi hemos llegado – Dijo cuándo comenzó a notar como el afluente de personas descendía ligeramente, la vivienda a la que se dirigían estaba relativamente escondida a pesar de estar en pleno centro, era el ejemplo perfecto de “Esconder algo a simple vista”.
Mientras ojeaba los edificios, en busca del hogar de aquel cretino de ojos raros al que siempre solía pedir ayuda cuando pasaba por la ciudad, la vivienda que le había descrito la española, el lugar en el que esta decía pasar sus días en Paris, volvió a sus pensamientos. Por lo que la muchacha había dicho, esta no difería mucho del lugar en el que él mismo se había criado, suspiró y se pasó la mano por el pelo, deteniéndose momentáneamente a situarse, la pequeña casita de Limerick parecía ahora tan lejana, tan distante, que podía ser perfectamente un distante sueño al que, irónicamente, le apetecía volver.
Apartó aquellos pensamientos de su cabeza y volvió a sonreír a Zahara – Ahí es – Dijo señalando una enjuta puerta alojada entre una sastrería y un local que, por su aspecto, parecía ser una especie de burdel de poca monta. – Pase lo que pase – Añadió según se acercaba a la puerta – No le mires el ojo raro – Dijo al mismo tiempo que golpeaba fuertemente con sus nudillos la madera.
No pasó mucho tiempo hasta que, entre gruñidos e improperios, un hombre abrió la puerta que Christopher acababa de aporrear. - ¡Hola Jean! – Dijo el cazador levantando levemente su brazo derecho, de forma casi cómica, evitando hacer contacto visual con el rostro del hombre - ¿Qué tal la noche? – Preguntó a continuación, el susodicho Jean frunció el ceño, Chris nunca podía estar seguro si le estaba mirando a él o no; Sí, uno de los ojos estaba estudiandole detenidamente, pero el otro estaba perdido en alguna parte muy al oeste de dónde se encontraba, no podía evitar preguntarse si tendría visión periférica o algo similar - ¿Me estas mirando el ojo Tale? – Preguntó este inmediatamente, con cara de pocos amigos - ¿¡Qué!? ¡No! – Respondió Chris al instante - ¡Jamás se me ocurriría! – Dijo moviendo los brazos disconforme - ¡Me ofendes Jean! ¡Me ofendes! ¿Yo? ¿Mirarte el ojo? ¡No siento por ti más que el más profundo de los respetos! ¡Respeto te digo! – Contestó Christopher exagerando sus palabras con más delirantes movimientos de brazos. Jean se pasó una de sus manazas por la barbilla y gruñó de mala gana, ajustándose la amarillenta camisa de tela que vestia – Lo que tú digas… - Dijo negando con la cabeza - Es muy tarde Tale ¿Qué diablos quieres? ¿Estas borracho? – Preguntó a continuación, mirando ahora a Zahara fijamente durante unos instantes, analizándola. – ¿Quién es esta? ¿Una aprendiz nueva? ¿No eres tu el eslabón más bajo de tu clan? – Añadió a continuación, Christopher rió de buena gana – Digamos que es mi escudera por una noche – Dijo cruzándose de brazos – Y estoy aquí por información, lo de siempre, trabajo – El dueño de la casa enarcó una ceja y se dejó caer sobre el quicio de la puerta. – Esperad aquí.
Tras perderse unos segundos en el interior de su vivienda y juguetear con una estanteria en la penunmbra, el cariñoso anfitrión al que acababan de desvelar volvió, momentos después, con un papel del mismo color que su vestimenta – Deberías limpiar… bueno, nada – Dijo Chris tomando el papel con cierta reticencia – Tengo a dos licántropos y un vampiro en la zona – Dijo señalando el papel – Todos causando problemas – El cazador asintió – Ve a por el que quieras, el pago, si lo consigues, lo recibirá Lady Tale como de costumbre – Christopher ojeó por encima el papel y torció el gesto – Sujétame esto ¿Puedes? – Dijo entregándole la hoja a Zahara - ¿Hay alguien ya tras la pista del vampiro? – Desenfundó el revólver y comprobó que estaba cargado – No por lo pronto – Contestó el calvo encogiéndose de hombros – ¿Tienes alguna pista más acerca de cómo encontrarle? ¿Solo sabes que están por aquí? – Jean miró fijamente al benjamín de los Tale – Yo solo selecciono los rumores, los ordeno y los cribo para que tú puedas hacer tu trabajo, cazador. Encuéntrale tú.
Christopher Tale- Cazador Clase Baja
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