Una figura en la noche (Bloondy)

Lluvia. Las gotas incesante parecían agujas contra mi cara. El aire soplaba con furia, colándose entre los recovecos de las paredes, tan afilado y fiero que hasta llegaba a cortar la cara. Tenía la gabardina empapada, las botas chorreaban y mi montura, cansada por el viaje, a punto de desfallecer. La noche se ha tornado más oscura en la última media hora y mi figura debe ser de todo menos tranquilizadora porque han sido tres las patrullas de guardias que me han dado el alto y preguntado sobre mis intenciones. No les culpo, huelo a forastero desde lejos y mi pésimo francés con acento no es lo suficientemente creíble como para hacer creer que soy de un remoto pueblo de la Francia más profunda.

Ya ni dirijo las riendas de mi caballo; su instinto natural le ha llevado sólo hasta un callejón con un techado lo suficientemente grande como para acoger a cuatro o cinco personas. Una anciana gitana asa unas castañas y me las ofrece de buena fe junto a una botella polvorienta con un licor extraño pero delicioso. Trato de pagarla pero se niega en rotundo a pesar de mi insistencia y, finalmente, decido aprovechar mi suerte; ya se sabe la naturaleza de esa gente y, entre ellos, es de buen fario las invitaciones de terceros.

Tras el receso, camino por los callejones, doblando esquinas y viendo a los vagabundos que se animan a salir ante la visión de la lluvia escampando. Me miran con recelo, temerosos de que se trate de algún soldado o de algún inquisidor. Ni tanto, ni tan poco aunque me permito un momento de satisfacción al enturbiar la mente de uno de ellos, haciéndole creer que su miseria se ha acabado, sólo por ver su decepción al volver a la realidad y verse envuelto en el mismo manto de marginación y pobreza. Son tan patéticos.

No conocer la ciudad tiene sus desventajas y, cuando me quiero dar cuenta, descubro que ya he pasado por la misma acera que mis pies pisan en ese momento. El laberinto que supone el entramado de calles es complicado para un extranjero acostumbrado a una finca cerrada y a una tutela casi inquisistiva durante la mayor parte de su vida.

las luces de una taberna de mala muerte me dan un respiro y decido entrar, dejando atado a mi caballo a la entrada. Mi figura llama la atención de nuevo y todas las miradas se centran en mí. Nadie conoce al hombre que acaba de cruzar el humbral de la puerta y, por un momento, siento la suculenta tentación de volver locos a unos pocos y que se ocupen de sesgar las vidas de sus compañeros. Pero tan pronto la música del violín vuelve a sonar, aparco ese pensamiento, acercándome a la barra tratando de no llamar demasiado la atención.

-Licor... el que sea, pero fuerte. Dos-

Andando en la calle sin rumbo fijo quizás entró en mal lugar, miraba la oscuridad no le incomodaba más los susurros sus pasos guiaban, con sugerencías, con ideas, ella simplemente se limitaba a seguir sus instruciones, era muy dificil para ella no hacerles caso. Miró el callejon de lado a lado, sus ropajes eran bonitos, sencillos, pero elegantes, quizás eso era llamativo para un barrio como ese. Pero si la atacaban desde luego la sorpresa podría ser desagradable....para ellos. Bloondy saco su espejo de bolsillo observando su aspecto que se manteniese impecable, incluso dulce se podría añadir. Se sonrió a su propio reflejo, quizás ahora encontrase un destino que fuese interesante, o ese era el plan de la joven vampires.

Se paró un segundo en mitad de la calle, observando a aquellos vagabundos que se encontraban, algunos demasiado borrachos como para percatarse de la presencia de la dama, arrugó la nariz por el horrible olor alcohol que percibía de la sangre de aquellos vagabundos. Los susurros hacían comentarios jocosos sobre la mortalidad que turbiaron el humor de la joven vastago. Por un segundo eschuchó algo trás ella y se giró quedandose varios segundos con la mirada perdida escuchando algo que realmente no estaba ahí, chasqueo los dedos a modo tic nervioso, y prosiguió su camino, parecía que había una taberna al fondo, no parecía un buen lugar para alguien de la clase social de ella, pero incluso a Bloondy se le olvidaba realmente su sangre noble, riquezas que aun conservaba.
Para eso era de familia noble, aunque su falta de cordura a veces hiciese dudar de tal posición social, se decidió finalmente por dirigirse a esa taberna, un trago de alguien, o quizás solo por observar un antro de malamuete. Sonrió, y aceleró el paso hasta plantarse frente a la puerta, se quedo observandola mientras susurraba para sí misma, o mejor dicho para contestar a los susurros de su mente, finalmente se decidió a entrar en esa taberna.

Observo alrededor, "Vaya sitió ¿por que me habran sugerido que venga?" ladeó la cabeza cuando percibió algo interesante, entre todos los que allí había un aroma le llegaba a sus fosas nasales, sangre especial...poco usual, le miró y sonrió, ¿como sabrá la sangre de ese joven? avanzó con cautela, llego a su lado sonriendole levemente, procurando no mostrar sus colmillos, generalmente se mostraba cuidadosa en ello. -Buenas noches...¿quien es este extraño que se muestra ante mi? .- Dijo con el tono más amable que pudo, observandole de arriba a abajo con notable curiosidad, aunque uno de los susurros la advertía de peligro con aquel hombre.

Un piano y un violín desafinados eran el poco entretenimiento que podía encontrar en un lugar como aquel. Fulanas, borrachos y soldados gastando el dinero que no tenían de una paga demasiado escasa como para permitirse más de un vistazo rápido a las enaguas de una vieja. Jugaba con un reloj de bolsillo, haciéndolo bailar sobre la madera oscura y desgastada. Hasta en dos ocasiones tuve que poner buena cara y contestar con un "Creo que se equivoca de hombre" cuando un soldado, visiblemente ebrio y con una total falta de equilibrio, creyó confundirme con alguno de sus superiores. Más no habían sido ni mi aspecto si su imaginación la que le habían convencido. Mi acento era tan malo como para hablar por si solo, dando testimonio de que no podía ser un capitán de la guardia si no era ni francés.

La música cambió al mismo tiempo que una mujer diferente a las demás cruzaba el umbral de la puerta. Apenas presté atención, una fulana seguía siendo una fulana por muchos vestidos y perfumes caros que pudiese costearse y no me iba a quitar más segundos de mi tiempo aunque me sobrasen; el reloj era, sin duda, mucho más interesante que cualquier otra cosa en aquel tugurio. De fondo escuchaba una marcha militar venida a melodía de taberna que animaba a algunos a bailar o, al menos, a intentarlo, haciendo las delicias de algunos que se mofaban y lanzaban monedas al aire como si de simples gitanos se tratasen. Como eran los franceses...

Su voz se escuchó por encima de la desagradable melodía y los gritos etílicos del gentío. Mis ojos la escudriñaron fugaz, haciendo un uso discreto de los poderes con los que había nacido. Su aura se me mostró nítida, como el vaso, la mesa o las mismas vestimentas que cubrían su cuerpo, y entonces comprendí que su falta de similitud con cualquier mujer de aquel antro era más que una mera cuestión de riqueza. Su tez blanquecina poseía un brillo extraordinario que parecía pasar desapercibido para cualquier otra persona allí presente.

Mi cabeza giró nuevamente, haciéndome fijar mi vista en el licor que bailaba junto al reloj, dejando un rastro de alcohol en las paredes del vaso. Mis manos se alargaron hasta tocar la capucha de mi abrigo, aún mojado, y me la eché por encima de la cabeza, cubriéndome el rostro -Remény- susurré antes de vaciar el vaso de un solo trago.

-Sólo un extraño, mujer... extraño y además extranjero- mis orbes se clavaron en los ajenos, mirando por primera vez a una criatura como aquella fuera de los muros de aquella casa en la que había pasado mi infancia. Las viejas siempre nos contaban historias y cuando abríamos nuestras puertas a los visitantes de la noche, a nosotros siempre nos habían metido en los cuartos. Rebeldía infantil la nuestra que nos hacía escapar y espiar a viejas y vampiros desde lo alto de las escaleras, agarrados a la barandilla, fascinados ante aquellas criaturas que, más que andar, parecían levitar.

Ahora, ni yo era tan inocente, ni su divinidad era tan divina. Sólo veía una criatura, igual a mí pero diferente, curiosa y con un extraño don para acercarse a alguien como yo en medio de aquel grupo de bailarines ebrios.

-¿Con quien tengo el placer de hablar?-

La música aun resonaba por el recinto, ella miraba con notable curiosidad a aquel extraño que estaba junto a ella, Bloondy le miró acariciandose suavemente la barbilla, pues el aroma que desprendía no era como el del resto de los mortales que allí estaban, en concreto el aroma de la sangre con tanto alcohol disgustaba a la vastago.  Ladeó la cabeza mirandole, con curiosidad y observando su capucha, parecía a los ojos de ella alguien ¿timido tal vez? no...no creo que sea eso, más bien.. -Alguien con millones de secretos...- Murmuró en muy baja voz, apenas un susurro, aunque se alteró por si el desconocido había escuchado su conclusión, a veces se le escapaban pensamientos en voz alta, así como muchas veces las conversaciones con los susurros se manifestaban en respuestas reales así misma.

Ladeó la cabeza sonriendo con dulzura sin mostrar esos afilados colmillos que sus labios rojo burdeos ocultaban, más decidió mostrar su lado más encantador, se inclinó de elegante forma con una reverencia a modo de saludo al desconocido. -Lady Bloondy Blackbird mi Lord. - Recobró la compostura aun mirandole fijamente, por su primera respuesta parecía que aquel hombre no estaba muy con animo rebelador. Ya que se limitó solo a llamarse así mismo extraño..y extranjero, Bloondy sonrió de medio lado. -Seguro que mi Lord poseé un nombre como todos cuando venimos al mundo, y aunque no lo elegimos es como se nos identifica...o quizás este extraño es demasiado timido...¿no sera eso mi Lord?.- Dijo ella todo lo cordial que le permitía ser su mente retorcida, que susurraba cada vez más atropelladamente indicando cierta advertencia con quien frente a ella estaba. Más despues de un vistazo más detenidamente sobre aquel joven más deseo tenía por probar una gota de su sangre que pudiese revelarle algo más sobre lo que él no quería hablar.

Quizás se estuviese metiendo en lios, pero eso a Bloondy no hacía más que parecerle un excitante juego, echó un vistazo rapido por la taberna, parecía que por ahora nadie se iba a fijar en ellos, demasiado distraidos.  "Esperemos que su nombre revele, si no lo hace sus secretos grita" Susurro su propia cabeza. Dudaba mucho que solo fuese timidez...pero se quedó pensativa, si ella percibe ese particular aroma con apices resaltantes ¿es posible que él tenga esa percepción de ella? si es así la tensión de Bloondy aumentaría entrando en alerta por lo que pueda decir de más, y más aun donde no debiera, se relamío los labios lentamente sin quitarle una cautelosa mirada de encima.

-Lady...- susurro sin apartar la mirada del vaso y el reloj - Debo deducir, entonces, que eres Británica- hago una señal al tabernero, señalando con insistencia el vaso que no tarda en ser llenado otra vez con el mismo y fuerte licor -Ahorra en formalidades, no soy lord- pero sí acomodado, de clase alta o, al menos, así es como me habían educado en aquella casa y como seguía viviendo, a pesar de visitar tugurios como aquel. Aunque aquella noche había sido por mera necesidad, otras veces buscaba su calidez de manera voluntaria, un lugar donde respirar tranquilo la peste a alcohol, tabaco sucio y sudor, un lugar donde la gente no fingía ser lo que no era o donde, al menos, no lo ocultaba. Al menos, así solía ser hasta que aparecía alguien como Lady Blackbird, quien parecía tener reparos en mostrar su condición a alguien que, con seguridad, no se asombraría en absoluto.

-Has acertado... soy demasiado tímido. Como tú al ocultar lo que eres ¿o eso es por miedo?- no era cauto, ni precavido, ni siquiera me preocupaba lo más mínimo en  girar mi cuerpo para prevenirme de algún tipo de represalia al haber insinuado que una criatura como ella podía tener miedo. Mi arrogancia a veces había sido un obstáculo, pero también lo había sido mi indiferencia y mis tretas para complacer a todo el mundo e mi beneficio asique ¿porque no divertirme por una vez?

-Es obvio que te has acercado a mí por algo ¿Cierto?- Mi cuerpo se puso en pie enfrentando mi mirada con la suya. Mis ojos habían cambiado casi por completo. Mi pupila había crecido hasta convertir ambos ojos en dos fosas de oscuridad azabache, brillante como si fuera una perla del color de la más negra de las noches. La gente parecía no vernos o no querer hacerlo. Era como si el alcohol hubiera nublado sus sentidos de una manera tan violenta que ni siquiera la presencia de dos seres sobrenaturales era capaz de turbarles. -En caso contrario, deja a un hombre beber tranquilo y júntate con ellas- mi pulgar señaló a las fulanas que se apoyaban en las mesas de póker, buscando hacer su particular negocio a costa de la falta de control de sus potenciales clientes.

En aquella ocasión, con las circunstancias siendo como eran, quizá era un acto demasiado temerario incluso para mí no tener el más mínimo atisbo de preocupación o recelo a las intenciones de aquella extraña. Tal era mi confianza que me permití volver a compartir tiempo con el citado reloj y el vaso, de nuevo, dando la espalda a la chupasangre. A fin de cuentas, la estaba haciendo un favor y no podía parar de pensar en lo diferente e interesante que habría sido si hubiera dado conmigo un día de esos en los que mi hija estuviera presente.

Ania era una dulzura escondida en una coraza de poder semicontrolado. Sus aptitudes habían salido a relucir cuando se enteró de que ella había sido la causa de la muerte de su madre al nacer. Fueron necesarios cuatro hechiceros adultos y bien formados para frenar el vórtice de energía sin control que casi nos liquida. -Me sé de alguien a quien le caerías bien... "mi Lady", pero sin duda, sería esa persona quien disfrutaría más contigo que al revés...- dije con sorna, volviendo a beber del vaso, vaciándolo de un trago rápido y violento, de esos que hacían inclinar hacia atrás la cabeza para poder pasarlo.

Bloondy miraba a aquel misterioso hombre, mientras ladeaba la cabeza, una vez más volvía a ocurrir lo de siempre, la gente de París parece tener una tremenda alergia a la palabra "Lord" o eso fue lo que pensó Bloondy al oir una vez más las repetidas palabras de "no soy un Lord", la vampiresa lo encontraba rozando lo gracioso, ciertamente. No entendía el por qué de la insistida negación a su forma de llamar a las damas y a los caballeros, pero no iba a insistir en eso, eran miniedades a fin de cuentas. Observo al joven con detenimiento. -Has acertado...soy inglesa, supongo que se nota el acento.- Dijo ella con aire tranquilo, mientras los susurros en su mente parecían discutir entre sí, Bloondy hizo lo posible por ignorarlos y seguir con la vista fijada en aquel extraño, que de aroma particular percibía su sangre, incluso se relamió involuntariamente, pero de manera disimulada.

Más pareció que aquel extraño dejaba de lado ese halo de misticismo, al menos asi fué hasta que parecío que su caracter cambiaba levemente, cuando preguntó por que ella ocultaba su naturaleza, sabía más de lo que parecía, los susurros tienen razón. Ella entrecerraba los ojos mirandole, parecía saber demasiado, se llevo un dedo a los labios con el rostro algo sombrío. -Deberias tener mas cuidado con lo que farfullas oidos inocentes estan alrededor, no debe romperse.- Respondió la vastago con aire lugubre...pero suspiró y volvió a sonreir con cierta dulzura, aunque parecía que él no seguía ese mismo camino, le preguntó si quería algo o que se fuese a divertir con aquellas mujeres que buscaban ganarse la vida, Bloondy cambio su dulce sonrisa timida por una simple sonrisa de medio lado en un gran esfuerzo por que los susurros no la animasen para un enfado. Se mordió un tanto la lengua acariciandose los colmillos.

Bloondy se estiró un poco aun con esa sonrisa de medio lado, pero el ultimo comentario sonó tan desconcertante como amenazador, los susurros se dispararon en miles de ideas que Bloondy intentaba controlar con menos empeño que antes, abrío los ojos y ladeo un tanto la cabeza. -Vaya...eso...¿Eso ha sido una amenaza? ¿deseas que me torturen solo por ser amable? que curioso...que curioso...y eso me lo dice alguien que busca sus soluciones en el fondo de un vaso...a veces la mortalidad tiene cosas tán incomprensibles....¿que qué quiero?  un dulce trago...pero se me antoja cada vez menos dulce...por el limon agrio que parece acariciar la lengua de este extraño de millones de secretos que parece que desea gritar a más no poder. Si...si... que cosas tan curiosas da la vida.- Se acariciaba la barbilla observandole, hablando más con los susurros que con quien delante de ella tenía, volvió a sonreir de medio lado, pero sus grandes ojos abiertos daban su naturaleza mental, imaginandose grotescas escenas que le mostraban estos en su mente, cosas horribles que enseñarian a ese extraño a ser más encantador, Bloondy seguía con esa escalofriante mirada, ya que su rostro mostraba una mirada de alguien que con la cordura no solía jugar.

Migas de pan que, como en los cuentos para niños, que se van cayendo de los bolsillos del narrador, ésta vez a modo de reloj que desaparece de encima de la mesa. La mujer, esa criatura de la noche, sin duda parece alguien interesante con quien hablar, pero no tengo ni tiempo, ni ganas y mucho menos la confianza en ella como para sentarnos a tomar café como si fueramos amigos de toda la vida. No era por ser quien era sino, más bien por lo que era. A mi modo de ver, el vampiro era una criatura fascinante a efectos de estudios de la magia y lo sobrenatural, un ejemplar estupendo para meterlo en una torre, encadenarlo con grilletes de plata y estudiarlo pero la propia naturaleza de esos seres, ya me hacía desconfiar de ellos de entrada y su arrogancia, enfrentada a la mía, no servía para aliviar tensiones.

-¿Amenazas?- esa es la primera vez en la que mi nueva compañera de desavíos me veía reír desde que habíamos intercambiado caminos. Risa orgullosa que se acompaña de mi cabeza, negando, diciéndome a mi mismo que ella no entiende nada o, más bien no quiere entenderlo -Si eso hubiera sido una amenaza, lo tendrías tan claro que no tendrías ni que haber vuelto a preguntar. Sólo era una afimación; un apunte o pensamiento dicho en voz alta...- rectifico, dejando sobre la mesa que, en efecto, no hay frase mal dicha sino mal entendida. Tras un breve silencio y una risa sardónica perfilada en mis labios, guiño un ojo y levanto el vaso, mirando a través de él a la mujer como si de un catalejo se tratase -Recuerda, Lady Blackbird, que todo en esta vida es relativo, que todo es como crees que es y nada es como te gustaría que fuera... o al menos eso decía mi maestra- Sonrío divertido y me encojo de brazos, volviendo a dar la espalda a la británica, justo en el momento en el que, como si de mi propia magia se tratase, un nuevo vaso se desliza hasta mi mano.

Más cargado que el anterior, me arranca una mueca al pasar por mi garganta -Aún "Su excelencia" no me ha dicho que es lo que quiere. ¿Whiskey Escocés? ¿Un buen vino quizá para no hacer patria de esos traidores? ¿O esque las de su condición prefieren algo con más... vitalidad?- la propuesta suena a mofa en mis labios antes de que éstos mismos pidan un vaso de whiskey, uno de vino y una copa vacía. Mis ojos examinan cada uno de los tres recipientes con curiosidad, haciendo cábalas mentales sobre qué es lo que podrá beber alguien como ella. "El whiskey quizá por orgullo, el vino por sofisticación y, la tercera copa, lo mismo hasta prefiere no usarla" mi mano hace un gesto al aire, quitandole importancia a mi duda y mi cuerpo se gira, encarando a la no-muerta con desparpajo -¿Qué va a ser?-

La vampiresa le observaba, mientras seguía relamiendo sus colmillos, mientras su pupila se dilataba más y sus negros ojos se fijaban en aquel hombre tán presentuoso, ladeó la cabeza observandole hablar, como parecía buscar una provocación más fuerte en ella, mientras los susurros le mostraban las terribles cosas que le podía hacer a ese impertinente hombre. Se mofó cuando dijo que si amenazaba Bloondy habría sido más consciente. Ella alzaba su ceja "Arañalo, sacale los ojos" recomendó uno de los susurros de más que maliciosa forma, eso estaba claro. Ella entrecerro los ojos. -¿Quizás las dobles preguntas vengan por que el extraño no es claro ni conciso? si, yo creo que es eso...claro que es eso. - Musitó ella mientras emitió un bufido bajo pero algo sobrenatural.

Entrecerró los ojos mientras el parecía dar un galimatias cosas de seres como él, supuso la vampiresa, mientras le miraba arrugando su nariz mostrando su enfado por ese caracter que mostraba el hostil hombre. Ella toco con la punta de las uñas la barra mostrando su esfuerzo por mantener la paciencia, incluso dejó de prestarle atención para mirar algo que solo ella veia y despues pasear su vista por aquel sitio. Sacudió la cabeza para negar a los susurros sus sadicas ideas que arrastraría a unos cuantos que no lo merecieran. Le observo..¿Maestra? Asi que no andaba tán equivocada sobre lo que pensaba de él. Si tenía maestro era que necesitaba ser guiado en las oscuras artes, Bloondy ladeo la cabeza observandole fijamente, le recordaba a alguien, tambien tán egocentrico.

Incluso ese recuerdo hizo sonreir a la vampiresa e incluso llegar hasta calmarse de las mofas y las palabras del extraño misterioso, se balanceó más calmadamente mientras el hombre le empezó a ofrecer primero bebidas normales y despues sugirió la sangre, eso hizo sorprender muchisimo a Bloondy, que abrió los ojos repentinamente, observo las copas que ante ella se mostraron, una con whisky, una con vino y otra vacia, Bloondy miró al misterioso hombre. -Oh, supongo...podría apelar a la tercera copa...- Derrepente miró al hombre y le dedico una dulce sonrisa acariciando su pecho con un dedo. -Mal interpretación tal vez....pero algo se podría hacer antes de que tu vitae se impregne de alcohol corriendo por tus venas...- Dijo en voz baja, incluso se acercó descaradamente a besarle en la mejilla. - Bueno...un trago vital me gusta más, pero dime..¿acasó vas a ofrecerme un muy dulce trago? o temes hacerlo...lo comprendo...puedo ser delicada si lo deseo. - Le sonrió mirandole fijamente, estudiando sus movimientos y se llevo una mano a su mejilla. -Sois tán agridulce...