AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
3 participantes
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Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
Dicen que las desgracias nunca vienen solas. Y es verdad. Aletheia acababa de comprobarlo la semana anterior, cuando había descubierto, con el correspondiente ataque de pánico, que no le pasaba lo que le tenía que pasar. Había sacado a flote algunos conocimientos de ésos que solía mantener en la intimidad de su casa y ¡Voilá! Ahí estaba el primero de los problemas.
Una manchita azul, tan intensa, que no daba lugar a dudas. Estaba embarazada. Y sólo podía ser de Leif.
Lloró todo el día y se planteó seriamente si debía o no hacer uso de sus dones para arrancar el problema de raíz. Sin embargo... era lo que siempre había deseado. No en esas circunstancias: soltera, lejos de su familia y sin opciones a un buen matrimonio para que hijo no fuera un bastardo. Pero era lo que había e iba a salir adelante, como siempre había hecho.
Habló con Adele y Loui y les expuso la situación, a sabiendas de que ellos la comprenderían y la apoyarían. No se equivocó. Adele la llamó inconsciente y la reprendió como hubiera hecho su propia madre, pero le dijo que contaba con ella para todo. Loui, impulsado por la vigorosa juventud que le corría por las venas, quiso salir a decirle cuatro verdades al hombre que se había atrevido a tocar a su señorita.
Loui se encargó con más ahínco de sus tareas y Adele tenía siempre un discreto control sobre su señora, vigilando que comiera adecuadamente y ofreciéndole algo de consuelo cuando se agobiaba demasiado por toda aquella situación. Sin embargo, Adele ya no tenía edad para echarse toda la carga encima ella sola y, de forma inesperada, les dio un susto una tarde.
Estaba limpiando la cocina y, con un movimiento mal hecho, se quedó doblada como una alcayata, afectada de un fuerte lumbago que le impedía moverse.
Aletheia mandó a Loui a buscar al médico y, cuando éste se hubo marchado, usó sus poderes para aliviar el dolor de la mujer. Pero la prescripción facultativa de guardar reposo fue indiscutible. Apenas ella o Loui intuían que Adele estaba saltándosela, iban a reprenderla, como a una chiquilla, y la devolvían a la cama, al sofá junto a la chimenea o a un butacón cómodo y confortable. Aletheia se encargaba de la cocina -haciendo uso de lo que había ido aprendiendo en esos años de la propia Adele-, y Luoi hacía lo que podía en la casa.
Pero uno no se daba las mañas de la misma forma que su tía y la otra estaba demasiado acostumbrada a la ayuda de Adele, por lo que, a pesar de que podía hacerlo sola, decidió que no le daba la gana, que bastante tenía ella con su embarazo y con cuidar de la mujer que había estado diez años a su lado. Necesitaban ayuda en esa casa y, dado que se lo podía permitir, iba a contratar a alguien más para el servicio. Así Adele estaría más descansada y ella tendría, seguramente, otra cosa en qué pensar que no fuera lo que crecía en sus entrañas y el padre de la criatura.
Había escrito una nota para el periódico. Escueta, concisa. Necesitaba una persona para el servicio y se limitaba a dar una dirección a la que acudir a unas determinadas horas. Era un abanico amplio, pero tampoco quería que su casa se convirtiera en un ir y venir de gente de forma aleatoria, sobre todo por el descanso de Adele.
Así que allí estaba, esperando a que alguien tuviera a bien responder al anuncio que había salido publicado un par de días antes. Mientras tanto, se entretenía charlando con Adele, intentando mejorar sus dotes culinarias y enseñando a leer a Corbin.
Una manchita azul, tan intensa, que no daba lugar a dudas. Estaba embarazada. Y sólo podía ser de Leif.
Lloró todo el día y se planteó seriamente si debía o no hacer uso de sus dones para arrancar el problema de raíz. Sin embargo... era lo que siempre había deseado. No en esas circunstancias: soltera, lejos de su familia y sin opciones a un buen matrimonio para que hijo no fuera un bastardo. Pero era lo que había e iba a salir adelante, como siempre había hecho.
Habló con Adele y Loui y les expuso la situación, a sabiendas de que ellos la comprenderían y la apoyarían. No se equivocó. Adele la llamó inconsciente y la reprendió como hubiera hecho su propia madre, pero le dijo que contaba con ella para todo. Loui, impulsado por la vigorosa juventud que le corría por las venas, quiso salir a decirle cuatro verdades al hombre que se había atrevido a tocar a su señorita.
Loui se encargó con más ahínco de sus tareas y Adele tenía siempre un discreto control sobre su señora, vigilando que comiera adecuadamente y ofreciéndole algo de consuelo cuando se agobiaba demasiado por toda aquella situación. Sin embargo, Adele ya no tenía edad para echarse toda la carga encima ella sola y, de forma inesperada, les dio un susto una tarde.
Estaba limpiando la cocina y, con un movimiento mal hecho, se quedó doblada como una alcayata, afectada de un fuerte lumbago que le impedía moverse.
Aletheia mandó a Loui a buscar al médico y, cuando éste se hubo marchado, usó sus poderes para aliviar el dolor de la mujer. Pero la prescripción facultativa de guardar reposo fue indiscutible. Apenas ella o Loui intuían que Adele estaba saltándosela, iban a reprenderla, como a una chiquilla, y la devolvían a la cama, al sofá junto a la chimenea o a un butacón cómodo y confortable. Aletheia se encargaba de la cocina -haciendo uso de lo que había ido aprendiendo en esos años de la propia Adele-, y Luoi hacía lo que podía en la casa.
Pero uno no se daba las mañas de la misma forma que su tía y la otra estaba demasiado acostumbrada a la ayuda de Adele, por lo que, a pesar de que podía hacerlo sola, decidió que no le daba la gana, que bastante tenía ella con su embarazo y con cuidar de la mujer que había estado diez años a su lado. Necesitaban ayuda en esa casa y, dado que se lo podía permitir, iba a contratar a alguien más para el servicio. Así Adele estaría más descansada y ella tendría, seguramente, otra cosa en qué pensar que no fuera lo que crecía en sus entrañas y el padre de la criatura.
Había escrito una nota para el periódico. Escueta, concisa. Necesitaba una persona para el servicio y se limitaba a dar una dirección a la que acudir a unas determinadas horas. Era un abanico amplio, pero tampoco quería que su casa se convirtiera en un ir y venir de gente de forma aleatoria, sobre todo por el descanso de Adele.
Así que allí estaba, esperando a que alguien tuviera a bien responder al anuncio que había salido publicado un par de días antes. Mientras tanto, se entretenía charlando con Adele, intentando mejorar sus dotes culinarias y enseñando a leer a Corbin.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
La suerte de Brianna había caído en picado desde que regresó de Venecia, donde había pasado unos meses con la señorita Elisabetta y con el galán Gianetti. Éste le había costado el puesto de trabajo al final del cuento. Se lamentaba profundamente por esa oportunidad perdida, porque los marqueses de Castelgandolfo eran muy pudientes y ella era la ayuda de cámara de la señorita, no era una simple fregona. Pero Elisabetta no era tonta y se dio cuenta de la atracción que sentía Efferon por la criada y la despidió sin miramientos.
Por un lado, era una desgracia para ella porque ahora no tenían forma de sustentarse y Elaine necesitaba medicinas para poder respirar, pero por otro, casi que fue un alivio. Brianna había luchado contra viento y marea por no caer bajo el atractivo del italiano, y aunque le gustaba, sabía que no era un hombre para ella. Era un casanova, un vividor, un conquistador lleno de deudas... y ella ya tenía suficiente con sobrevivir y sacar a delante a su pequeña, no necesitaba más cargas.
Tras el estupor inicial, se puso en marcha deprisa, necesitaba un empleo pronto y acudió a todos los lugares donde se ofrecía trabajo. Estuvo planchando en una fábrica textil, donde se llevó una bonita quemadura en el antebrazo, más de 12 horas al día por un sueldo irrisorio, pero nada la hacía desfallecer cuando se trataba de llevar comida y medicinas a su pequeña habitación que hacía de casa para ambas. La fábrica se incendió y se quedó de nuevo en la calle, empezaba a perder toda esperanza cuando vio aquel anuncio e inmediatamente se fue a arreglarse y caminó hasta la residencia ubicada donde el periódica decía.
Se puso una falda marrón y una blusa blanca, se recogió el pelo en un moño trasero con el pelo retirado de la cara y cogió el abrigo de lana gris y los guantes. Su ropa era modesta y estaba desgastada pero limpia, y como siempre fue una constante en su vida, conjuntada de forma discreta y casi hasta elegante a pesar de su pobreza. Estaba nerviosa, porque necesitaba el empleo, y aunque la casa no fuera la mansión de los Castelgandolfo, era una casa respetable, y era probable que no quisieran sirvientas con cargas familiares "indignas". Cuando tuvo a Elaine, mucha gente le dijo que la dejase en un orfanato, pero sencillamente eso no era una opción para Brianna. Su pequeña era su vida, su corazón, lo mejor que le había pasado a pesar de todas las penurias y noches sin dormir.
Llamó a la puerta y se tocó los mechones los lados de la cara para comprobar que estaban en su lugar.
Por un lado, era una desgracia para ella porque ahora no tenían forma de sustentarse y Elaine necesitaba medicinas para poder respirar, pero por otro, casi que fue un alivio. Brianna había luchado contra viento y marea por no caer bajo el atractivo del italiano, y aunque le gustaba, sabía que no era un hombre para ella. Era un casanova, un vividor, un conquistador lleno de deudas... y ella ya tenía suficiente con sobrevivir y sacar a delante a su pequeña, no necesitaba más cargas.
Tras el estupor inicial, se puso en marcha deprisa, necesitaba un empleo pronto y acudió a todos los lugares donde se ofrecía trabajo. Estuvo planchando en una fábrica textil, donde se llevó una bonita quemadura en el antebrazo, más de 12 horas al día por un sueldo irrisorio, pero nada la hacía desfallecer cuando se trataba de llevar comida y medicinas a su pequeña habitación que hacía de casa para ambas. La fábrica se incendió y se quedó de nuevo en la calle, empezaba a perder toda esperanza cuando vio aquel anuncio e inmediatamente se fue a arreglarse y caminó hasta la residencia ubicada donde el periódica decía.
Se puso una falda marrón y una blusa blanca, se recogió el pelo en un moño trasero con el pelo retirado de la cara y cogió el abrigo de lana gris y los guantes. Su ropa era modesta y estaba desgastada pero limpia, y como siempre fue una constante en su vida, conjuntada de forma discreta y casi hasta elegante a pesar de su pobreza. Estaba nerviosa, porque necesitaba el empleo, y aunque la casa no fuera la mansión de los Castelgandolfo, era una casa respetable, y era probable que no quisieran sirvientas con cargas familiares "indignas". Cuando tuvo a Elaine, mucha gente le dijo que la dejase en un orfanato, pero sencillamente eso no era una opción para Brianna. Su pequeña era su vida, su corazón, lo mejor que le había pasado a pesar de todas las penurias y noches sin dormir.
Llamó a la puerta y se tocó los mechones los lados de la cara para comprobar que estaban en su lugar.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
La puerta se abrió para revelar a un muchacho espigado que rondaría los veinte. Tenía cara de estar hastiado de algo -Aletheia y Adele le habían estado leyendo la cartilla, seguramente-, pero se recompuso ante Brianna y adoptó una pose más formal.
-Buenas tardes, señorita. ¿Qué se le ofrece?
Como en las tres ocasiones anteriores, cuando supo que venían por el anuncio del periódico, le pidió que esperase en el hall.
-Adelante. ¿Me permite su abrigo, por favor? En seguida aviso a la señorita de que está usted aquí.
Colgó el abrigo en el perchero y se dirigió por el pequeño pasillo junto a la escalera, hasta el salón, donde Aletheia charlaba con Adele, que se había levantado un rato de la cama. Llamó a la puerta y asomó la cabeza.
-Ah, Loui. ¿Quién era?
-Es una mujer, ha venido por el anuncio. ¿La hago pasar?
-¡Pues claro, muchacho! -intervino Adele-. Ay, hija mía, este niño...
-Adele, no le trates como a un niño, ya es un hombre.
-Le he cambiado los pañales, así que le llamaré niño cuantas veces quiera.
Aletheia se echó a reír. Adele era un encanto, pero tenía un caracter muy firme que sacaba sobre todo con Loui. Quería hacer un buen hombre de él. El muchacho se sonrojó levemente, porque Aletheia tuviera que salir en su defensa, aunque le gustaba que lo hiciera. Aletheia era para él alguien muy especial. La respetaba como a una madre, la intentaba proteger como a una hermana, y la obedecía como "su señorita". Algún amigo le había llegado a insinuar que tenía un interés romántico en esa mujer, pero nada más lejos de la realidad, la admiraba y la adoraba, pero como alguien cercano y familiar.
De nuevo junto a Brianna:
-Por aquí, por favor.
La guió hasta el salón. Daba al jardín y tenía varios sofás y butacas tapizados a juego, en armonía con las cortinas. Sobrio y elegante, no especialmente recargado. Aletheia era una mujer de muy buena familia, pero práctica. En la mesita de té que había entre los dos sofás enfrentados que ocupaban el centro de la estancia, frente a la chimenea y en línea con la ventana central, había un servicio completo, una bandeja de pastas y croisantes y dos tazas a medias. Había una tercera, ya vacía, señal de que Loui había compartido con ellas la merienda, pero se había retirado hacía rato, dejándolas conversar.
Tanto Aletheia como Adele se levantaron -la última con algo más de esfuerzo- para recibirla.
-Buenas tardes, bienvenida -comenzó Aletheia-. Pase. Soy Aletheia Brutus. Ya conoce a Loui y ella es Adele. Siéntese. ¿Quiere una taza de té? Loui, por favor, ve por una taza para la señorita.
El muchacho asintió y salió, rumbo a la cocina.
-Buenas tardes, señorita. ¿Qué se le ofrece?
Como en las tres ocasiones anteriores, cuando supo que venían por el anuncio del periódico, le pidió que esperase en el hall.
-Adelante. ¿Me permite su abrigo, por favor? En seguida aviso a la señorita de que está usted aquí.
Colgó el abrigo en el perchero y se dirigió por el pequeño pasillo junto a la escalera, hasta el salón, donde Aletheia charlaba con Adele, que se había levantado un rato de la cama. Llamó a la puerta y asomó la cabeza.
-Ah, Loui. ¿Quién era?
-Es una mujer, ha venido por el anuncio. ¿La hago pasar?
-¡Pues claro, muchacho! -intervino Adele-. Ay, hija mía, este niño...
-Adele, no le trates como a un niño, ya es un hombre.
-Le he cambiado los pañales, así que le llamaré niño cuantas veces quiera.
Aletheia se echó a reír. Adele era un encanto, pero tenía un caracter muy firme que sacaba sobre todo con Loui. Quería hacer un buen hombre de él. El muchacho se sonrojó levemente, porque Aletheia tuviera que salir en su defensa, aunque le gustaba que lo hiciera. Aletheia era para él alguien muy especial. La respetaba como a una madre, la intentaba proteger como a una hermana, y la obedecía como "su señorita". Algún amigo le había llegado a insinuar que tenía un interés romántico en esa mujer, pero nada más lejos de la realidad, la admiraba y la adoraba, pero como alguien cercano y familiar.
De nuevo junto a Brianna:
-Por aquí, por favor.
La guió hasta el salón. Daba al jardín y tenía varios sofás y butacas tapizados a juego, en armonía con las cortinas. Sobrio y elegante, no especialmente recargado. Aletheia era una mujer de muy buena familia, pero práctica. En la mesita de té que había entre los dos sofás enfrentados que ocupaban el centro de la estancia, frente a la chimenea y en línea con la ventana central, había un servicio completo, una bandeja de pastas y croisantes y dos tazas a medias. Había una tercera, ya vacía, señal de que Loui había compartido con ellas la merienda, pero se había retirado hacía rato, dejándolas conversar.
Tanto Aletheia como Adele se levantaron -la última con algo más de esfuerzo- para recibirla.
-Buenas tardes, bienvenida -comenzó Aletheia-. Pase. Soy Aletheia Brutus. Ya conoce a Loui y ella es Adele. Siéntese. ¿Quiere una taza de té? Loui, por favor, ve por una taza para la señorita.
El muchacho asintió y salió, rumbo a la cocina.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Edad : 254
Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
— buenas tardes me llamo Brianna...— le explicó al muchacho los motivos que la llevaban allí y pasó, esperando donde le indicaron. Después le tendió el abrigo y pasó al salón donde tomaban el té las dos mujeres. La casa se veía grande, con buenos textiles y muebles, no tan rococó como la mansión de los marqueses, pero todo rezumaba buena calidad. Quizás la familia que habitase allí fueran comerciantes o algo similar, gente con dinero que podía permitirse una vida cómoda aunque no tan lujosa como la alta nobleza.
Cuando entró al salón saludó a ambas con un un apretón de manos, como estaba mandado por educación, y esperó que ellas tomasen asiento para sentarse también.
— Leí el anuncio del periódico y pensé que podría serles de utilidad. — Juntó las manos sobre el regazo y se sentó bastante erguida, como las señoritas, no era una barragana de provincias.— He trabajado en otras casas y sé hacer todas las labores, aunque la cocina no es mi fuerte, en la mansión Castelgandolfo tenían cocineros muy buenos, yo sólo preparaba desayunos o meriendas. Pero puedo aprender rápidamente, no me importa trabajar duro y hacer todas las horas que sean necesarias.
Loui entró con una tetera nueva y la dejó sobre la bandeja junto a una taza más. Brianna esperío a que las mujeres apurasen su té y se levantó, atenta, a servirles otro a ellas, no sabía que Adele fuera del servicio así que supuso que sería la madre o tía de la mujer que parecía la dueña de la casa. La mujer mayor tenía pinta de estar enferma, de no haber salido de la cama en días.
— Si necesita que le den unas friegas...se las puedo hacer con mucho gusto, yo... estoy acostumbrada a hacerselas a mi pequeña.— lo soltó sutilmente, porque si no querían empleadas que tuvieran esa carga familiar, cuanto antes lo dijeran mejor. Esta vez no iba a ocultar a Elaine, porque en un servicio tan pequeño, la confianza era la clave y no quería empezar mintiendo a aquella gente.
Cuando entró al salón saludó a ambas con un un apretón de manos, como estaba mandado por educación, y esperó que ellas tomasen asiento para sentarse también.
— Leí el anuncio del periódico y pensé que podría serles de utilidad. — Juntó las manos sobre el regazo y se sentó bastante erguida, como las señoritas, no era una barragana de provincias.— He trabajado en otras casas y sé hacer todas las labores, aunque la cocina no es mi fuerte, en la mansión Castelgandolfo tenían cocineros muy buenos, yo sólo preparaba desayunos o meriendas. Pero puedo aprender rápidamente, no me importa trabajar duro y hacer todas las horas que sean necesarias.
Loui entró con una tetera nueva y la dejó sobre la bandeja junto a una taza más. Brianna esperío a que las mujeres apurasen su té y se levantó, atenta, a servirles otro a ellas, no sabía que Adele fuera del servicio así que supuso que sería la madre o tía de la mujer que parecía la dueña de la casa. La mujer mayor tenía pinta de estar enferma, de no haber salido de la cama en días.
— Si necesita que le den unas friegas...se las puedo hacer con mucho gusto, yo... estoy acostumbrada a hacerselas a mi pequeña.— lo soltó sutilmente, porque si no querían empleadas que tuvieran esa carga familiar, cuanto antes lo dijeran mejor. Esta vez no iba a ocultar a Elaine, porque en un servicio tan pequeño, la confianza era la clave y no quería empezar mintiendo a aquella gente.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
-Deje, deje, muchacha, ya lo sirvo yo, que no estoy tan acabada -le dijo Adele con una sonrisa, cogiéndole con cuidado la tetera.
-Adele, ¿es que no puedes relajarte ni cuando estás convaleciente?
-Si lo hiciera, esta casa se caería a pedazos.
-Exagerada. Discúlpela. Es una mujer muy activa y no está llevando bien tener que guardar reposo. Así que tiene una hija... ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene?
En otro tiempo, cuando todavía vivía en casa de sus padres y no sabía lo que sabía ahora de la vida, cuando pensaba que todo era como en los cuentos, hubiera pensado que la niña era una carga para la casa. Una boca más que alimentar que no era productiva. Pero eso hubiera sido cuando no era ella la que llevaba la casa, sino que era una niña tonta, rodeada de más niñas tontas que sólo pensaban en buscarse un buen partido y en vestidos y joyas.
Luego había conocido a Leon y la magia. Y había empezado a cambiar, a madurar. Y luego había venido todo lo demás. Así que, igual que aceptó en su momento a Adele con un sobrino y había disfrutado enseñando a Loui, esa chiquilla no supondría un problema. Si elegía o no a Brianna, sería únicamente por ella.
-Verá, Brianna. Le seré sincera. Necesito una persona a largo plazo, de confianza. Alguien a quien pueda meter en mi casa, con todo lo que ello conlleva -que era, entre otras cosas, saber que estaba embarazada, porque no iba a fingir en su propia casa, y saber qué había en el sótano-. Alguien que ayude a Adele con las tareas de la casa, no sólo mientras se recupera. Mi intención es liberarla de carga de trabajo. Le ofrezco una habitación en esta casa, dos si quiere una para su hija, aquí sobran habitaciones, un sueldo digno, y dos días libres al mes, más las ausencias que pudiera necesitar para atender sus asuntos, que consideraríamos en cada momento. Si prefiere no trasladarse aquí, podríamos plantear un horario para su jornada. Estaría a prueba una semana, antes de mudarse si finalmente llegamos a un acuerdo. Me gusta pensar en mis empleados como algo más que personas a las que pago por su trabajo -En realidad, para ella, Adele y Loui eran como su familia, pero eso era algo que no podía ofrecerle a Brianna aún.
-Adele, ¿es que no puedes relajarte ni cuando estás convaleciente?
-Si lo hiciera, esta casa se caería a pedazos.
-Exagerada. Discúlpela. Es una mujer muy activa y no está llevando bien tener que guardar reposo. Así que tiene una hija... ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene?
En otro tiempo, cuando todavía vivía en casa de sus padres y no sabía lo que sabía ahora de la vida, cuando pensaba que todo era como en los cuentos, hubiera pensado que la niña era una carga para la casa. Una boca más que alimentar que no era productiva. Pero eso hubiera sido cuando no era ella la que llevaba la casa, sino que era una niña tonta, rodeada de más niñas tontas que sólo pensaban en buscarse un buen partido y en vestidos y joyas.
Luego había conocido a Leon y la magia. Y había empezado a cambiar, a madurar. Y luego había venido todo lo demás. Así que, igual que aceptó en su momento a Adele con un sobrino y había disfrutado enseñando a Loui, esa chiquilla no supondría un problema. Si elegía o no a Brianna, sería únicamente por ella.
-Verá, Brianna. Le seré sincera. Necesito una persona a largo plazo, de confianza. Alguien a quien pueda meter en mi casa, con todo lo que ello conlleva -que era, entre otras cosas, saber que estaba embarazada, porque no iba a fingir en su propia casa, y saber qué había en el sótano-. Alguien que ayude a Adele con las tareas de la casa, no sólo mientras se recupera. Mi intención es liberarla de carga de trabajo. Le ofrezco una habitación en esta casa, dos si quiere una para su hija, aquí sobran habitaciones, un sueldo digno, y dos días libres al mes, más las ausencias que pudiera necesitar para atender sus asuntos, que consideraríamos en cada momento. Si prefiere no trasladarse aquí, podríamos plantear un horario para su jornada. Estaría a prueba una semana, antes de mudarse si finalmente llegamos a un acuerdo. Me gusta pensar en mis empleados como algo más que personas a las que pago por su trabajo -En realidad, para ella, Adele y Loui eran como su familia, pero eso era algo que no podía ofrecerle a Brianna aún.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
¿Le había preguntado el nombre de su hija? nadie lo hacía, los empleadores sólo la miraban de reojo y ponían gesto de "una menos a considerar". Pero al hacerlo se le iluminó el rostro, porque hablar de Elaine sin miedo a que la echaran a la calle, era refrescante y ella estaba muy orgullosa de lo valiente y madura que era esa pequeña.
— Se llama Elaine y tiene siete años...pero no causa problemas, es una niña muy buena y obediente.— Se retorció las manos cuando escuchó las condiciones laborales porque eran mucho más de lo que estaba acostumbrada a escuchar.— Señorita Brutus, entiendo que quiera una prueba, y por mí puedo empezar hoy mismo. Todavía puedo pagar la habitación donde vivimos mi hija y yo... al menos hasta el lunes, y no quiero causarle más molestias de las necesarias. Si paso ese periodo de evaluación, estoy de acuerdo con todas las condiciones del trabajo, son mucho más de lo que esperaba.
Suponía que necesitaban a alguien que hiciera las labores más físicas, y ella no era la más robusta de las sirvientas, pero esperaba compensarlo con su educación, discreción y otros talentos. Hablaba varios idiomas, era culta y entendía cuales podían ser las preocupaciones de una señorita de la alta sociedad, porque un día lo fue.
Se levantó y recogió el servicio de té llevándolo a la cocina y allí mismo se puso a fregar las tazas y los cubiertos. Cuando acabó se presentó de nuevo en el saloncete y se puso a las órdenes de la señora y Adele, que era como un ama de llaves en aquella casa.
— Se llama Elaine y tiene siete años...pero no causa problemas, es una niña muy buena y obediente.— Se retorció las manos cuando escuchó las condiciones laborales porque eran mucho más de lo que estaba acostumbrada a escuchar.— Señorita Brutus, entiendo que quiera una prueba, y por mí puedo empezar hoy mismo. Todavía puedo pagar la habitación donde vivimos mi hija y yo... al menos hasta el lunes, y no quiero causarle más molestias de las necesarias. Si paso ese periodo de evaluación, estoy de acuerdo con todas las condiciones del trabajo, son mucho más de lo que esperaba.
Suponía que necesitaban a alguien que hiciera las labores más físicas, y ella no era la más robusta de las sirvientas, pero esperaba compensarlo con su educación, discreción y otros talentos. Hablaba varios idiomas, era culta y entendía cuales podían ser las preocupaciones de una señorita de la alta sociedad, porque un día lo fue.
Se levantó y recogió el servicio de té llevándolo a la cocina y allí mismo se puso a fregar las tazas y los cubiertos. Cuando acabó se presentó de nuevo en el saloncete y se puso a las órdenes de la señora y Adele, que era como un ama de llaves en aquella casa.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
Aletheia aprovechó que Brianna fue a llevar el servicio de té a la cocina, ayudada por Luoi, quien tenía instrucciones de enseñarle las cuatro indicaciones básicas de esa habitación, para intercambiar impresiones con Adele.
-¿Cómo la ves?
-Desde luego, mucho mejor que las tres anteriores.
-¿Y lo de que tenga una hija?
-Bueno, con eso te arriesgas a que la niña rompa algo, o enferme y tenga que atenderla y deje algún trabajo pendiente...
La dueña de la casa se echó a reír. Si ése era todo el problema que podía dar la niña, bienvenida fuera. Así estaría acostumbrada a los gritos, los juegos y los desastres infantiles para cuando naciera su hijo. La infancia de Loui había quedado atrás hacía demasiado tiempo.
-Oh, vamos, las dos sabemos que esa niña no es el problema. Yo también cargaba con un niño cuando entré a trabajar aquí.
-Pero la situación es diferente ahora.
-¿Por la Inquisición?
-No suelo frecuentar la Logia, pero... hay rumores de que están volviendo a poner a más de un hechicero entre la espada y la pared. ¿Y si, por accidente, se descubre algo? ¿O si amenazan a la pequeña?
-El peligro está ahí, siempre. Si la Inquisición registrara esta casa hasta los cimientos, todos los que aquí vivimos tendríamos problemas. Pero Loui y yo te queremos, Aletheia. Son demasiados años juntos para que pese más que el miedo a la Inquisición.
-Sí, si sé que vosotros jamás me traicionaríais, pero a esta mujer... no podría culparla por delatarme si tuviera que elegir entre su hija o mi secreto.
-Entonces tú solita te estás contestando. No te pongas en lo peor y piensa que, si en diez años no les has dado motivos para venir a por ti, ¿por qué habrían de hacerlo ahora?
-La Inquisición no siempre necesita tener un motivo.
-Pero tampoco quiere enfrentarse a la Logia. Aparte... esto no te lo has planteado con las otras mujeres que hemos entrevistado.
-Porque ésta me gusta. Su aura es cálida y sincera. Creo que podría ser una buena adición a esta casa.
-Pero...
-Pero siempre me causa desasosiego confesarle a alguien nuevo que soy una hechicera.
-Tampoco tienes que decírselo hoy. Déjala unos días de prueba, como has dicho. Si eso sale bien, se lo dices.
-Pufff. Y tendré que decirle también...
-Oh, sí, porque ella, que tiene una hija, va a juzgarte por eso, ¿verdad?
-¡Adele!
-Ni Adele ni nada. Has sido descuidada, vale, pero no es el fin del mundo. Y todavía tienes tiempo de sentar por fin la cabeza con un hombre decente.
-Sí, de esos que tengo haciendo cola en mi puerta.
-Podrías retomar conversaciones con Monsiur de la Tour.
-Ni loca.
-¿Por qué no? La última vez se mostró muy interesado en ti.
-Y en meter su mano bajo mi falda. No, gracias.
-Tal vez deberías volver a frecuentar las reuniones sociales.
-Me aburren.
-Entonces deja de quejarte por los comentarios maliciosos de personas que no te importan.
-Los que me preocupan son los de las personas que sí me importan.
-Ésos no te juzgarán. Y, si lo hacen, pues ya sabes a qué atenerte. Eres una bruja, por Dios. Ellos deberían tener miedo de ti. Podrías matarlos con chasquear los dedos, si quisieras.
-Yo no quiero hacer daño a nadie.
-No, claro que no, pero tampoco deberías vivir con miedo a que ellos te lo hicieran a ti. Tienes un don, un don maravilloso con el que puedes hacer mucho bien... no lo desperdicies.
-Nos estamos desviando del tema -quiso zanjar.
-Ya, ya... no insistiré en ello, por ahora. Además, creo que Loui y la muchacha ya vuelven.
Efectivamente, la puerta se abrió para dejar paso a ambos y Brianna se puso a su disposición. Aletheia le sonrió.
-No es necesario que te quedes hoy, Brianna. Seguramente contabas con una conversación corta y no quiero que dejes a tu hija mucho tiempo sola. Volved mañana, antes del mediodía. Así ya tendré organizada una lista de tareas que puedas ir haciendo. ¿Te parece bien?
Porque una cosa era que ella fuera la jefa, que diera las órdenes, que para eso pagaba, y otra que no tomara en consideración lo que sus empleados tuvieran que decir.
-¿Cómo la ves?
-Desde luego, mucho mejor que las tres anteriores.
-¿Y lo de que tenga una hija?
-Bueno, con eso te arriesgas a que la niña rompa algo, o enferme y tenga que atenderla y deje algún trabajo pendiente...
La dueña de la casa se echó a reír. Si ése era todo el problema que podía dar la niña, bienvenida fuera. Así estaría acostumbrada a los gritos, los juegos y los desastres infantiles para cuando naciera su hijo. La infancia de Loui había quedado atrás hacía demasiado tiempo.
-Oh, vamos, las dos sabemos que esa niña no es el problema. Yo también cargaba con un niño cuando entré a trabajar aquí.
-Pero la situación es diferente ahora.
-¿Por la Inquisición?
-No suelo frecuentar la Logia, pero... hay rumores de que están volviendo a poner a más de un hechicero entre la espada y la pared. ¿Y si, por accidente, se descubre algo? ¿O si amenazan a la pequeña?
-El peligro está ahí, siempre. Si la Inquisición registrara esta casa hasta los cimientos, todos los que aquí vivimos tendríamos problemas. Pero Loui y yo te queremos, Aletheia. Son demasiados años juntos para que pese más que el miedo a la Inquisición.
-Sí, si sé que vosotros jamás me traicionaríais, pero a esta mujer... no podría culparla por delatarme si tuviera que elegir entre su hija o mi secreto.
-Entonces tú solita te estás contestando. No te pongas en lo peor y piensa que, si en diez años no les has dado motivos para venir a por ti, ¿por qué habrían de hacerlo ahora?
-La Inquisición no siempre necesita tener un motivo.
-Pero tampoco quiere enfrentarse a la Logia. Aparte... esto no te lo has planteado con las otras mujeres que hemos entrevistado.
-Porque ésta me gusta. Su aura es cálida y sincera. Creo que podría ser una buena adición a esta casa.
-Pero...
-Pero siempre me causa desasosiego confesarle a alguien nuevo que soy una hechicera.
-Tampoco tienes que decírselo hoy. Déjala unos días de prueba, como has dicho. Si eso sale bien, se lo dices.
-Pufff. Y tendré que decirle también...
-Oh, sí, porque ella, que tiene una hija, va a juzgarte por eso, ¿verdad?
-¡Adele!
-Ni Adele ni nada. Has sido descuidada, vale, pero no es el fin del mundo. Y todavía tienes tiempo de sentar por fin la cabeza con un hombre decente.
-Sí, de esos que tengo haciendo cola en mi puerta.
-Podrías retomar conversaciones con Monsiur de la Tour.
-Ni loca.
-¿Por qué no? La última vez se mostró muy interesado en ti.
-Y en meter su mano bajo mi falda. No, gracias.
-Tal vez deberías volver a frecuentar las reuniones sociales.
-Me aburren.
-Entonces deja de quejarte por los comentarios maliciosos de personas que no te importan.
-Los que me preocupan son los de las personas que sí me importan.
-Ésos no te juzgarán. Y, si lo hacen, pues ya sabes a qué atenerte. Eres una bruja, por Dios. Ellos deberían tener miedo de ti. Podrías matarlos con chasquear los dedos, si quisieras.
-Yo no quiero hacer daño a nadie.
-No, claro que no, pero tampoco deberías vivir con miedo a que ellos te lo hicieran a ti. Tienes un don, un don maravilloso con el que puedes hacer mucho bien... no lo desperdicies.
-Nos estamos desviando del tema -quiso zanjar.
-Ya, ya... no insistiré en ello, por ahora. Además, creo que Loui y la muchacha ya vuelven.
Efectivamente, la puerta se abrió para dejar paso a ambos y Brianna se puso a su disposición. Aletheia le sonrió.
-No es necesario que te quedes hoy, Brianna. Seguramente contabas con una conversación corta y no quiero que dejes a tu hija mucho tiempo sola. Volved mañana, antes del mediodía. Así ya tendré organizada una lista de tareas que puedas ir haciendo. ¿Te parece bien?
Porque una cosa era que ella fuera la jefa, que diera las órdenes, que para eso pagaba, y otra que no tomara en consideración lo que sus empleados tuvieran que decir.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
La chica asintió y tras servir el té le preguntó a Adele si necesitaban alguna cosa más ya que estaba convaleciente y suponía que tendrían tareas atrasadas, pero como Aletheia le dijo que regresasen al día siguiente antes del mediodía, se retiró dando las buenas tardes. Recogió su abrigo y salió a la calle respirando con más alivio de lo que llegó. "Volved mañana" le había dicho, con lo cual había contado con Elaine. Por un lado estaba contenta de que quisieran conocerla y por otro un poco nerviosa. Elaine era una niña que sabía ganarse a quienes la conocían, siempre que le dieran la oportunidad de traspasar la primera barrera de su primera imagen.
—————————— ~oOo~ ——————————
Al día siguiente se levantaron temprano, le dio un baño a la niña y la vistió de forma sencilla, como siempre, ya que no tenían demasiados enseres ni ropa, y se presentaron en la puerta de la casa a la hora del desayuno. Las tareas de una casa comenzaban al amanecer, y ya habían dejado pasar un par de horas desde entonces, no era de recibo retrasarse más.
Elaine llevaba un vestido claro con unas florecillas bordadas en el bajo, medias blancas y el pelo recogido en las sienes con dos trencitas y atado con un lazo. Brianna le había dicho que fuese educada, que no molestase y que si tenía que pasar tiempo allí mientras trabajaba, que leyese o dibujase, pero que no fisgara ni metiera las narices donde no la llamaban, porque no podían permitirse perder el empleo.
Loui abrió la puerta y ambas lo saludaron, de hecho Elaine le hizo una reverencia, no sabía si era alguien de la casa o también del servicio.
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Al día siguiente se levantaron temprano, le dio un baño a la niña y la vistió de forma sencilla, como siempre, ya que no tenían demasiados enseres ni ropa, y se presentaron en la puerta de la casa a la hora del desayuno. Las tareas de una casa comenzaban al amanecer, y ya habían dejado pasar un par de horas desde entonces, no era de recibo retrasarse más.
Elaine llevaba un vestido claro con unas florecillas bordadas en el bajo, medias blancas y el pelo recogido en las sienes con dos trencitas y atado con un lazo. Brianna le había dicho que fuese educada, que no molestase y que si tenía que pasar tiempo allí mientras trabajaba, que leyese o dibujase, pero que no fisgara ni metiera las narices donde no la llamaban, porque no podían permitirse perder el empleo.
Loui abrió la puerta y ambas lo saludaron, de hecho Elaine le hizo una reverencia, no sabía si era alguien de la casa o también del servicio.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
Procuraba que no pasaran muchos días de una visita a otra a Aletheia, después de la que le había montado por haber desaparecido no le apetecía otra bronca igual. Además, estaba empezando a cogerle el gusto a leer, no era algo que fuese a admitir en voz alta pero le daba curiosidad lo que le contaban en los cuentos..Estaba por los infantiles, que al fin y al cabo no eran especialmente dramáticos, pero ya había suficiente oscuridad en su vida como para llenarla de más. Había algo en la infantil literatura que le hacía estar tranquilo, que le hacía olvidarse de lo que le esperaba al otro lado de la puerta.
Como no estaba completamente recuperado todavía, no trasnochaba demasiado, con lo que las noches aprovechaba para leer o dormir, que era bastante extraño para alguien como él el tener un horario normal. Se había arreglado como siempre, sin darse demasiadas ceremonias y se había encaminado a la casa de la bruja. Después de lo ocurrido había tenido que contarle lo que era, a fin de cuentas era difícil de explicar para él por qué alguien tan grande había recibido ese trato sin oponerse, aun era un tema un poco..Delicado, para él, pero como ella no actuó diferente él tampoco lo hizo. Llegó a la casa, encontrándose con una mujer desconocida y..Con un bicho.
Se quedó detrás, no muy lejos, pero sin querer interrumpir..Estaban demasiado limpias para ir a pedir limosna pero no las había visto nunca así que..Decidió quedarse en silencio, viendo cómo la niña hacia una reverencia.
Como no estaba completamente recuperado todavía, no trasnochaba demasiado, con lo que las noches aprovechaba para leer o dormir, que era bastante extraño para alguien como él el tener un horario normal. Se había arreglado como siempre, sin darse demasiadas ceremonias y se había encaminado a la casa de la bruja. Después de lo ocurrido había tenido que contarle lo que era, a fin de cuentas era difícil de explicar para él por qué alguien tan grande había recibido ese trato sin oponerse, aun era un tema un poco..Delicado, para él, pero como ella no actuó diferente él tampoco lo hizo. Llegó a la casa, encontrándose con una mujer desconocida y..Con un bicho.
Se quedó detrás, no muy lejos, pero sin querer interrumpir..Estaban demasiado limpias para ir a pedir limosna pero no las había visto nunca así que..Decidió quedarse en silencio, viendo cómo la niña hacia una reverencia.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/02/2017
Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
Loui abrió la puerta y sonrió a Brianna y a su hija.
-Buenos días. No os esperábamos hasta más tarde. Tú debes de ser Elaine, ¿no? -observó a la niña hacer una reverencia-. Yo soy Loui. Ya verás, te va a encantar la señorita. Y el pastel de frambuesas que ha mandado traer. ¿Te gustan las frambuesas?
Les dejó pasar, ya con menos formalismo que el día anterior; después de todo, iban a ser compañeros en aquella casa, iban a trabajar codo con codo, a compartir la mesa y la comida.
-La señorita está en el salón, con mi tía Adele. Creo que han conseguido ponerse de acuerdo en una lista de tareas para ti. Ya te acostumbrarás a verlas manejar entre ellas.
Porque él tenía claro que aquella mujer y su hija venían para quedarse, si la cosa no se torcía. Conocía a Aletheia y a su tía demasiado bien y sabía que ambas se sentían muy identificadas con Brianna, porque su tía había llegado a aquella casa sola, con él, que entonces era un niño, que no era su hijo, pero era su sobrino. Y Aletheia iba a verse en unos meses con un bebé en los brazos.
Iba a cerrar la puerta cuando se percató de la presencia de Corbin, así que la dejó abierta y esperó que se acercase. Ese hombre empezaba a ser una constante en esa casa, lo cual le alegraba, porque así Aletheia estaba entretenida y no pensaba tanto en los problemas que le acarrearía su nueva situación. Su tía, la señorita y él habían discutido acerca de él, por su oficio. Adele no lo veía apropiado y él tampoco, pero Aletheia era terca como una mula y no había cedido, bajo el argumento de que era su casa y dejaba entrar a quien quería y que le daban igual las habladurías, porque total, más iba a hablar cuando se le notase el embarazo.
Y habían tenido que ceder. Pero luego habían visto a Corbin interactuar con Aletheia y esa tensión inicial se había relajado. Su comportamiento en aquella casa era intachable.
-Buenos días, sr. Lockwood. ¿La señorita le espera? Pase, por favor, le diré que está aquí.
El muchacho se retiró para ir a informar a Aletheia de que Brianna ya había llegado y que Corbin había ido a visitarla.
Casi al momento, Aletheia estaba saliendo por la puerta de la biblioteca, con una sonrisa amistosa.
-Buenos días, Brianna. Qué madrugadora. Y tú debes de ser Elaine. Tenía muchas ganas de conocerte. -le ofreció la mano a la niña-. Ah, Corbin. Buenos días. No sabía que ibas a venir tan pronto, ¿te quedas a desayunar? -Llevó la mirada de Corbin a Brianna-. Corbin, te presento a Brianna. Va a echarle una mano a Adele con las tareas en casa. Brianna, éste es el sr. Lockwood, un amigo. Y bien, hechas las presentaciones, porque en su casa las clases sociales se dejaban en la puerta últimamente, les invitó a todos hacia el saloncito donde Adele repartía platillos en una mesa.
-Adele, seremos seis, espero que haya pastel suficiente.
Iban a desayunar y luego ya comenzarían con las obligaciones.
-Buenos días. No os esperábamos hasta más tarde. Tú debes de ser Elaine, ¿no? -observó a la niña hacer una reverencia-. Yo soy Loui. Ya verás, te va a encantar la señorita. Y el pastel de frambuesas que ha mandado traer. ¿Te gustan las frambuesas?
Les dejó pasar, ya con menos formalismo que el día anterior; después de todo, iban a ser compañeros en aquella casa, iban a trabajar codo con codo, a compartir la mesa y la comida.
-La señorita está en el salón, con mi tía Adele. Creo que han conseguido ponerse de acuerdo en una lista de tareas para ti. Ya te acostumbrarás a verlas manejar entre ellas.
Porque él tenía claro que aquella mujer y su hija venían para quedarse, si la cosa no se torcía. Conocía a Aletheia y a su tía demasiado bien y sabía que ambas se sentían muy identificadas con Brianna, porque su tía había llegado a aquella casa sola, con él, que entonces era un niño, que no era su hijo, pero era su sobrino. Y Aletheia iba a verse en unos meses con un bebé en los brazos.
Iba a cerrar la puerta cuando se percató de la presencia de Corbin, así que la dejó abierta y esperó que se acercase. Ese hombre empezaba a ser una constante en esa casa, lo cual le alegraba, porque así Aletheia estaba entretenida y no pensaba tanto en los problemas que le acarrearía su nueva situación. Su tía, la señorita y él habían discutido acerca de él, por su oficio. Adele no lo veía apropiado y él tampoco, pero Aletheia era terca como una mula y no había cedido, bajo el argumento de que era su casa y dejaba entrar a quien quería y que le daban igual las habladurías, porque total, más iba a hablar cuando se le notase el embarazo.
Y habían tenido que ceder. Pero luego habían visto a Corbin interactuar con Aletheia y esa tensión inicial se había relajado. Su comportamiento en aquella casa era intachable.
-Buenos días, sr. Lockwood. ¿La señorita le espera? Pase, por favor, le diré que está aquí.
El muchacho se retiró para ir a informar a Aletheia de que Brianna ya había llegado y que Corbin había ido a visitarla.
Casi al momento, Aletheia estaba saliendo por la puerta de la biblioteca, con una sonrisa amistosa.
-Buenos días, Brianna. Qué madrugadora. Y tú debes de ser Elaine. Tenía muchas ganas de conocerte. -le ofreció la mano a la niña-. Ah, Corbin. Buenos días. No sabía que ibas a venir tan pronto, ¿te quedas a desayunar? -Llevó la mirada de Corbin a Brianna-. Corbin, te presento a Brianna. Va a echarle una mano a Adele con las tareas en casa. Brianna, éste es el sr. Lockwood, un amigo. Y bien, hechas las presentaciones, porque en su casa las clases sociales se dejaban en la puerta últimamente, les invitó a todos hacia el saloncito donde Adele repartía platillos en una mesa.
-Adele, seremos seis, espero que haya pastel suficiente.
Iban a desayunar y luego ya comenzarían con las obligaciones.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
Brianna saludó educadamente a Corbin, a Loui, a Adele y a la señorita Aletheia, como estaba mandado. Abrió la boca para protestar y decirle que no era necesario ese desayuno, que podían hacerlo en la cocina pero las órdenes de la señora eran ley. Le susurró a Adele que no querían molestar y que no se sintieran obligadas con eso, pero la mujer le dijo que eso eran tonterías y que desayunarían todos juntos.
Brianna se apresuró a ayudarla a poner la mesa y se acercó a Elaine.
— sé buena ¿de acuerdo? come con la boca cerrada y habla sólo cuando te pregunten ¿si?.— la niña asintió y se quedó sentada observando el trajín, con las manos sobre el regazo.
Brianna se fue rumbo a la cocina y ayudó a preparar la comida que servirían, porque el desayuno era la más importante del día y era primordial que hubiera de todo y variado, desayunar sólo dulces no era bueno. Le preguntóa Adele cómo le gustaba el té a la señorita y ésta le dio indicaciones que ella siguió obedientemente, mas puso su toque personal dejando caer media ramita de canela en la tetera e infusionándola tres minutos. Era una tontería y no le cambiaba el sabor, pero sí desprendía un ligro aroma muy agradable.
Elaine fijó los ojos en Corbin, como si estuviera viendo a un coloso, a una criatura imtológica de los cuentos. Intentaba no hablar, como le había dicho su madre, y fruncía los labios reteniéndose, pero al final no pudo más.
— Te pareces a Adrano. Él también tenía el pelo largo y barba y era grande y fuerte porque vivía en el interior del volcán Etna en Sicilia. Los griegos lo llamaban Hefesto, el dios del fuego y de la fragua...lo decía el libro que me estaba leyendo hasta que...— Brianna asomó la cabeza y le hizo un gesto a la niña para dejase de hablar. No debía ir contando a nadie sus cosas, nunca se sabía qué podían hacer con esa información.
Brianna se apresuró a ayudarla a poner la mesa y se acercó a Elaine.
— sé buena ¿de acuerdo? come con la boca cerrada y habla sólo cuando te pregunten ¿si?.— la niña asintió y se quedó sentada observando el trajín, con las manos sobre el regazo.
Brianna se fue rumbo a la cocina y ayudó a preparar la comida que servirían, porque el desayuno era la más importante del día y era primordial que hubiera de todo y variado, desayunar sólo dulces no era bueno. Le preguntóa Adele cómo le gustaba el té a la señorita y ésta le dio indicaciones que ella siguió obedientemente, mas puso su toque personal dejando caer media ramita de canela en la tetera e infusionándola tres minutos. Era una tontería y no le cambiaba el sabor, pero sí desprendía un ligro aroma muy agradable.
Elaine fijó los ojos en Corbin, como si estuviera viendo a un coloso, a una criatura imtológica de los cuentos. Intentaba no hablar, como le había dicho su madre, y fruncía los labios reteniéndose, pero al final no pudo más.
— Te pareces a Adrano. Él también tenía el pelo largo y barba y era grande y fuerte porque vivía en el interior del volcán Etna en Sicilia. Los griegos lo llamaban Hefesto, el dios del fuego y de la fragua...lo decía el libro que me estaba leyendo hasta que...— Brianna asomó la cabeza y le hizo un gesto a la niña para dejase de hablar. No debía ir contando a nadie sus cosas, nunca se sabía qué podían hacer con esa información.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
Se acercó cuando Loui le descubrió y saludó a Brianna con una inclinación de cabeza. No pudo negarse a entrar o a insinuar que volvería más tarde para no molestar, porque sabía que a Aletheia no le gustaría que rechazara la invitación, así que fue a la salita y se sentó. Nunca diría que no a la comida, comer era de sus pocos placeres y no podía negarse. Esperó algo incómodo, la inseguridad se apoderaba de él cuando estaba frente a desconocidos fuera del burdel y si los ojos que le miraban eran los de un niño curioso mucho peor. Intentó no moverse del asiento, con la espalda muy recta mirando de vez en cuando a la chiquilla descarada de reojo. Notó que quería decir algo, que prácticamente estaba mordiéndose la lengua para obedecer a su madre pero..Como venía temiéndose, la niña no pudo callar más.
Observó a la joven mientras le hablaba de cosas que no entendía, no era la primera vez, así como a veces visitaban bestias el burdel, también lo hacían los más estudiosos, contando historias, describiendo lugares que habían visitado y que él no podía ni soñar, estaba acostumbrado a que le contaran cosas pero por lo general hablaban sobre ellos mismos. Que le comparase con un Dios herrero le dejó algo confuso y no supo que decir, no agradeció para nada que Brianna interrumpiera a la chiquilla porque mientras la gente hablaba, se suponía que él permanecía callado, pero ahora tendría que decir algo y no tenía ni idea de qué.-…-...No sabía dar conversación a la gente, menos todavía a un niño. Permaneció en silencio un buen rato, hasta que se le ocurrió lo más absurdo y evidente que podía sacar de esa frase.- ¿Qué libro lees?- Le importaba poco, pero...Si tenía que elegir prefería que la niña no dejase de hablar para que él pudiera mantener la boca cerrada.
Observó a la joven mientras le hablaba de cosas que no entendía, no era la primera vez, así como a veces visitaban bestias el burdel, también lo hacían los más estudiosos, contando historias, describiendo lugares que habían visitado y que él no podía ni soñar, estaba acostumbrado a que le contaran cosas pero por lo general hablaban sobre ellos mismos. Que le comparase con un Dios herrero le dejó algo confuso y no supo que decir, no agradeció para nada que Brianna interrumpiera a la chiquilla porque mientras la gente hablaba, se suponía que él permanecía callado, pero ahora tendría que decir algo y no tenía ni idea de qué.-…-...No sabía dar conversación a la gente, menos todavía a un niño. Permaneció en silencio un buen rato, hasta que se le ocurrió lo más absurdo y evidente que podía sacar de esa frase.- ¿Qué libro lees?- Le importaba poco, pero...Si tenía que elegir prefería que la niña no dejase de hablar para que él pudiera mantener la boca cerrada.
Corbin Lockwood- Humano Clase Baja
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Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
La mesa dispuesta y todos alrededor. Aletheia sonrió. Hacía mucho tiempo que no estaba en una mesa tan concurrida en la intimidad y le parecía algo maravilloso. Y pronto habría una carita nueva en ese conjunto. Se emocionó al pensarlo.
-Hablando de libros, he seleccionado algunos nuevos -le comentó a Corbin, sin interrumpir demasiado su conversación con la niña-. Luego pasamos a la biblioteca.
Adele dejó que Brianna sirviera el desayuno en la mesa, para que se fuera soltando. Aletheia esperó a que todos estuvieran servidos y la conversación fluyera, aunque algo forzada, para dirigirse a la muchacha.
-Tenemos costumbre de desayunar juntos. No es obligatorio, por supuesto, pero me gusta que la gente que vive en mi casa conviva de verdad. Me deprimiría desayunando o comiendo sola en un salón mientras todos los demás estais en las cocinas. No tiene sentido. Adele y yo hemos pensado una pequeña lista de tareas principales para hoy. Como no le conviene hacer esfuerzos, tendrás que encargarte tú de hacer hoy la compra y la comida. Loui puede ayudarte si ves que necesitas cargar mucho peso. Hacer las camas y barrer un poco. Elaine puede coger algún libro o podemos buscar algo con lo que entretenernos juntas.
-Hablando de libros, he seleccionado algunos nuevos -le comentó a Corbin, sin interrumpir demasiado su conversación con la niña-. Luego pasamos a la biblioteca.
Adele dejó que Brianna sirviera el desayuno en la mesa, para que se fuera soltando. Aletheia esperó a que todos estuvieran servidos y la conversación fluyera, aunque algo forzada, para dirigirse a la muchacha.
-Tenemos costumbre de desayunar juntos. No es obligatorio, por supuesto, pero me gusta que la gente que vive en mi casa conviva de verdad. Me deprimiría desayunando o comiendo sola en un salón mientras todos los demás estais en las cocinas. No tiene sentido. Adele y yo hemos pensado una pequeña lista de tareas principales para hoy. Como no le conviene hacer esfuerzos, tendrás que encargarte tú de hacer hoy la compra y la comida. Loui puede ayudarte si ves que necesitas cargar mucho peso. Hacer las camas y barrer un poco. Elaine puede coger algún libro o podemos buscar algo con lo que entretenernos juntas.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Donde caben tres, caben cinco... [Priv.]
Brianna asintió y se afanó a disponer las cosas en la mesa. No sabía muy bien quién era Corbin, pero le bastaba con eso de que era un amigo de la señora. Se quedó en pie hasta que todos tomaron asiento y sirvió el té.
— Gracias, señorita, será un placer desayunar con ustedes. Elaine, da las gracias a la señorita por su amabilidad.
La niña la miró muy seria, con esos enormes ojos verdes que parecían contener la sabiduría de una persona de 80 años.
— Gracias señorita Aletheia. Es el mejor desayuno que he he visto nunca.
Y en eso tenía razón, porque en su casa comían bastante poco y sin lujo alguno. Brianna se sentó a su lado y le pasó una rebanada de pan con mantequilla y mermelada, y ella se sirvió otra. En la mesa habían algunos dulces de hojaldre, croissants y bollitos, y dejó esas delicatessen para la señorita y sus invitados. Elaine observó a Corbin y le contestó a la pregunta.
— Estoy leyendo la mitología griega y romana. Es un libro gordo y difícil, pero es que el de cuentos ya me lo sé de memoria.
Los libros que tenía Brianna los había conseguido cuando cerró una librería y tiraron algunos ejemplares a la basura. Tenía una docena de ellos y aunque Elaine ya los había leído, los repetía para no aburrirse.
— A veces mi abuela me llevaba a la biblioteca, pero como no hablaba no la dejaban sacar libros, sólo nos dejaban quedarnos allí hasta la hora de cerrar, pero los libros tenían que volver a sus estantes.
— Mi madre ya no vive con nosotras, está con mi hermana en Poitiers, allí quizás pueda recuperarse de sus probelmas de salud.
Por llamarlo de alguna manera, porque en realidad no era sólo salud, era una depresión tan profunda que le robó el habla, tras la muerte de su marido y la expropiación de todos sus bienes. Elaine mordisqueó la rebanada de pan observando al resto de comensales y haciéndose un esquema mental de cada uno de ellos. Le gustaban Adele y Loui, eran entrañables. La señorita Aletheia era extraña, era amable y agradable y al parecer se preocupaba por encontrar la armonía en su casa, pero intuía una parte oscura, oculta, que sólo los ojos inocentes pueden percibir sin juzgar. Y Corbin era un oso bonachón, como un caballo de grande y con la misma maldad de éste.
En cuanto acabó su desayuno, Brianna pidió permiso para levantarse y comenzar con las tareas. La compra, la comida, la limpieza... bien.
— ¿Tiene alguna preferencia para la comida? desconozco sus gustos y no quisiera cocinar algo que les desagrade.
Elaine estuvo tentada de abrir la boca para decir que si Corbin se quedaba a comer, tendría que comprar comida para un regimiento, pero luego decidió que su madre seguramente consideraría inadecuado el comentario, asi que no llegó a salir de sus labios.
— Gracias, señorita, será un placer desayunar con ustedes. Elaine, da las gracias a la señorita por su amabilidad.
La niña la miró muy seria, con esos enormes ojos verdes que parecían contener la sabiduría de una persona de 80 años.
— Gracias señorita Aletheia. Es el mejor desayuno que he he visto nunca.
Y en eso tenía razón, porque en su casa comían bastante poco y sin lujo alguno. Brianna se sentó a su lado y le pasó una rebanada de pan con mantequilla y mermelada, y ella se sirvió otra. En la mesa habían algunos dulces de hojaldre, croissants y bollitos, y dejó esas delicatessen para la señorita y sus invitados. Elaine observó a Corbin y le contestó a la pregunta.
— Estoy leyendo la mitología griega y romana. Es un libro gordo y difícil, pero es que el de cuentos ya me lo sé de memoria.
Los libros que tenía Brianna los había conseguido cuando cerró una librería y tiraron algunos ejemplares a la basura. Tenía una docena de ellos y aunque Elaine ya los había leído, los repetía para no aburrirse.
— A veces mi abuela me llevaba a la biblioteca, pero como no hablaba no la dejaban sacar libros, sólo nos dejaban quedarnos allí hasta la hora de cerrar, pero los libros tenían que volver a sus estantes.
— Mi madre ya no vive con nosotras, está con mi hermana en Poitiers, allí quizás pueda recuperarse de sus probelmas de salud.
Por llamarlo de alguna manera, porque en realidad no era sólo salud, era una depresión tan profunda que le robó el habla, tras la muerte de su marido y la expropiación de todos sus bienes. Elaine mordisqueó la rebanada de pan observando al resto de comensales y haciéndose un esquema mental de cada uno de ellos. Le gustaban Adele y Loui, eran entrañables. La señorita Aletheia era extraña, era amable y agradable y al parecer se preocupaba por encontrar la armonía en su casa, pero intuía una parte oscura, oculta, que sólo los ojos inocentes pueden percibir sin juzgar. Y Corbin era un oso bonachón, como un caballo de grande y con la misma maldad de éste.
En cuanto acabó su desayuno, Brianna pidió permiso para levantarse y comenzar con las tareas. La compra, la comida, la limpieza... bien.
— ¿Tiene alguna preferencia para la comida? desconozco sus gustos y no quisiera cocinar algo que les desagrade.
Elaine estuvo tentada de abrir la boca para decir que si Corbin se quedaba a comer, tendría que comprar comida para un regimiento, pero luego decidió que su madre seguramente consideraría inadecuado el comentario, asi que no llegó a salir de sus labios.
Brianna de Montreil- Licántropo/Realeza
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Fecha de inscripción : 10/04/2016
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