AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A tres largas manzanas (Priv. Tanish)
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A tres largas manzanas (Priv. Tanish)
“Maldito estúpido” pensó Carlotta al bajarse del carro y proferir una serie de insultos en italiano, muy al estilo de Donnafugatta
-¡Si no querías que te dijera que tu mujer te engañaba no haberme preguntado si lo hacía!- profirió de nuevo, esta vez en francés. Se revolvió la falda del vestido y se quitó el mantón de los hombros, agobiada por la calima primaveral de la ciudad. Tomó sus maletas mientras seguía refunfuñando- Vaya con los finados franceses. Tan cabelleroso “oh sí, sube en mi carro, te llevaré a esa dirección que necesitas en París”- reprodujo imitando en exceso el acento francés- “¡Oh si, bella donna, lee mi futuro dime si mi mujer me engaña!” y no va y se enfada porque le digo que sí ¡Ja! Si él mismo había intentado tocarme la pierna- Se sentó en un banco encima de todas sus maletas y suspiró. En algún momento de la noche llegaría a la posada pero ahora necesitaba sentarse a pensar. Mirando la noche estrellada de París, ciudad del amor (o del desamor según había podido ver)
Hacía ya un mes que había salido de Sicilia, en un acto impulsivo nada propio de ella. La soledad le había consumido, ahora entendía a su madre, pero nos e atrevía a cometer el acto de riesgo que a ella le parecía traer a una criatura a este mundo, sin conocer bien el futuro. Por ello Kalendish la había sorbido el seso y había conseguido que viera una solución, un mundo distinto. Pero ¿realmente existía ese mundo? Ahora mismo no. Estaba en un callejón, un tanto peligroso, sola. O parecía que no, porque de pronto oyó un ruido y al girar la cabeza vio una figura femenina en uno de los callejones. Quizá sólo era una prostituta inofensiva o una asesina peligrosa, nunca se podía saber, así que Carlotta llevó su mano al interior de su muslo, donde, enganchada en la liga, llevaba una navaja que le habían enseñado a usar sus amigos comunistas de Palermo.
-¿Quién anda ahí?- preguntó
-¡Si no querías que te dijera que tu mujer te engañaba no haberme preguntado si lo hacía!- profirió de nuevo, esta vez en francés. Se revolvió la falda del vestido y se quitó el mantón de los hombros, agobiada por la calima primaveral de la ciudad. Tomó sus maletas mientras seguía refunfuñando- Vaya con los finados franceses. Tan cabelleroso “oh sí, sube en mi carro, te llevaré a esa dirección que necesitas en París”- reprodujo imitando en exceso el acento francés- “¡Oh si, bella donna, lee mi futuro dime si mi mujer me engaña!” y no va y se enfada porque le digo que sí ¡Ja! Si él mismo había intentado tocarme la pierna- Se sentó en un banco encima de todas sus maletas y suspiró. En algún momento de la noche llegaría a la posada pero ahora necesitaba sentarse a pensar. Mirando la noche estrellada de París, ciudad del amor (o del desamor según había podido ver)
Hacía ya un mes que había salido de Sicilia, en un acto impulsivo nada propio de ella. La soledad le había consumido, ahora entendía a su madre, pero nos e atrevía a cometer el acto de riesgo que a ella le parecía traer a una criatura a este mundo, sin conocer bien el futuro. Por ello Kalendish la había sorbido el seso y había conseguido que viera una solución, un mundo distinto. Pero ¿realmente existía ese mundo? Ahora mismo no. Estaba en un callejón, un tanto peligroso, sola. O parecía que no, porque de pronto oyó un ruido y al girar la cabeza vio una figura femenina en uno de los callejones. Quizá sólo era una prostituta inofensiva o una asesina peligrosa, nunca se podía saber, así que Carlotta llevó su mano al interior de su muslo, donde, enganchada en la liga, llevaba una navaja que le habían enseñado a usar sus amigos comunistas de Palermo.
-¿Quién anda ahí?- preguntó
Carlotta de Dos Sicilias- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 01/06/2014
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Re: A tres largas manzanas (Priv. Tanish)
No debí haber salido de casa tan precipitadamente. No debí, no debí… Mis pasos ahora apresurados no sabían a dónde ir, no conozco la ciudad y pienso… Presiento que alguien viene siguiéndome. Pero estaba tan aburrida, tan sola en aquel pequeño apartamento que alquilé en el centro de la ciudad, que sentía asfixiarme. Faltaban algunos días para encontrarme con Mariano - si es que la buena fortuna me hacía el favor de entregar mi carta en sus manos- Mientras tanto debía cuidarme por mis propios medios. Siempre que la noche llegaba, sentía adentrarme en un mundo de desesperanza y desolación, porque imaginaba que en el momento menos esperado, una figura oscura deseosa de sangre, traspasaría la seguridad de mi habitación para alimentarse de mí, y yo nada podría hacer. Ésta noche fue una más, una más que se sumó a mi largas horas de desconsuelo y nerviosismo. No pude más y me vestí con las ropas modestas de las que me había proveído a hurtadillas para infiltrarme entre el resto de la población para pasar desapercibida. Cubrí mi rostro con una caperuza, ocultando así mis facciones. Me abrigué lo mejor que pude, guardando un poco de francos en los bolsillos de mi modesto abrigo por lo que pudiese ofrecerse.
Suspiré.
Decidida, abrí la puerta y salí, cerrando la puerta con llave. Mis manos temblaban tanto, que el manojo de llave se me resbaló de las manos. Lo levanté, guardándolo inmediatamente. Bajé los treinta y cinco escalones que me separaban de la puerta de entrada. Me quedé parada en el marco de la puerta, observando a mi derecha y a mi izquierda ¿A dónde podría ir una mujer como yo que no conocía casi nada de la vida en “libertad”? el camino hacia la derecha parecía ser una buena opción, así que me atreví a dar los primeros pasos, aún temerosa de estar haciendo lo correcto. Comencé a sentirme tranquila al percibir que nadie reparaba en mí, se limitaban a pasar a mi lado, sumidos en sus propios asuntos. Una leve sonrisa enmarcó su rostro.
Caminó apreciando todo cuanto sus ojos pudiesen percibir. ¡Estaba fascinada de lo viva que parecía la ciudad de Paris en aquellas horas! Todo era nuevo y diferente. Jamás en Rumania podría encontrar tanta vida, tanta algarabía.
Caminé sin llevar un orden, si algo me gustaba, iba y lo observaba, así de sencillo. Todo marchaba perfectamente bien, hasta que la luminosidad comenzó a escasear. Fue que me di cuenta de que había perdido el rumbo caminando al azar. ¿Cómo iba a regresar a casa? ¿Dónde me encontraba? el miedo y la incertidumbre me inundaron. Estaba perdida y no tenía el suficiente valor para pedir ayuda, pues su “acento” al hablar le delataría como extranjera. Un inmenso nudo se le hizo en la garganta. Podría intentar regresar sobre sus pasos, pero había estado tan distraída que ni siquiera se tomó la molestia de tomar algún punto como referencia. Ahora se encontraba a las afueras de una calle, que más bien tenía la pinta de ser un callejón oscuro.
-¿Quién anda ahí?
La voz de una mujer me hizo brinca en mi lugar. ¿Qué debía hacer? ¿responder a su pregunta? ¿podría ella indicarle el camino de regreso, y ser de confianza?
-¿Hola? - decidió responder en un hilo de voz, no sabiendo qué esperar al respecto. Esperaba que se tratara de una mujer amable dispuesta ayudarla a cambio de algunos francos.
Suspiré.
Decidida, abrí la puerta y salí, cerrando la puerta con llave. Mis manos temblaban tanto, que el manojo de llave se me resbaló de las manos. Lo levanté, guardándolo inmediatamente. Bajé los treinta y cinco escalones que me separaban de la puerta de entrada. Me quedé parada en el marco de la puerta, observando a mi derecha y a mi izquierda ¿A dónde podría ir una mujer como yo que no conocía casi nada de la vida en “libertad”? el camino hacia la derecha parecía ser una buena opción, así que me atreví a dar los primeros pasos, aún temerosa de estar haciendo lo correcto. Comencé a sentirme tranquila al percibir que nadie reparaba en mí, se limitaban a pasar a mi lado, sumidos en sus propios asuntos. Una leve sonrisa enmarcó su rostro.
Caminó apreciando todo cuanto sus ojos pudiesen percibir. ¡Estaba fascinada de lo viva que parecía la ciudad de Paris en aquellas horas! Todo era nuevo y diferente. Jamás en Rumania podría encontrar tanta vida, tanta algarabía.
Caminé sin llevar un orden, si algo me gustaba, iba y lo observaba, así de sencillo. Todo marchaba perfectamente bien, hasta que la luminosidad comenzó a escasear. Fue que me di cuenta de que había perdido el rumbo caminando al azar. ¿Cómo iba a regresar a casa? ¿Dónde me encontraba? el miedo y la incertidumbre me inundaron. Estaba perdida y no tenía el suficiente valor para pedir ayuda, pues su “acento” al hablar le delataría como extranjera. Un inmenso nudo se le hizo en la garganta. Podría intentar regresar sobre sus pasos, pero había estado tan distraída que ni siquiera se tomó la molestia de tomar algún punto como referencia. Ahora se encontraba a las afueras de una calle, que más bien tenía la pinta de ser un callejón oscuro.
-¿Quién anda ahí?
La voz de una mujer me hizo brinca en mi lugar. ¿Qué debía hacer? ¿responder a su pregunta? ¿podría ella indicarle el camino de regreso, y ser de confianza?
-¿Hola? - decidió responder en un hilo de voz, no sabiendo qué esperar al respecto. Esperaba que se tratara de una mujer amable dispuesta ayudarla a cambio de algunos francos.
Sandra Liebharts-Koth- Realeza Rumana
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 19/05/2014
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