La verdad siempre sale a la luz · Libre ·

Las peores etapas eran las que venían de la mano de problemas que no podían evadirse por mucho que se quisiese. Él no podía desaparecer de la noche a la mañana sin que ésto le trajese consecuencias negativas a su trabajo, vida o incluso poderes. Éstos parecían aumentar significativamente sin necesidad de conjuro alguno, pero al estar tan relacionado con la nigromanci, él tenía la necesidad de usar esos poderes en cualquier lugar alejado de la ciudad, sinó las consecuencias podrían ser nefastas para todos. Parecía increíble ver cómo un nigromante pretendía usar sus poderes para "el bien" y no para el concepto dañino que siempre se tenía de poder. Lo que sí que era fácil de entender era que eran una serie de Dones muy difíciles de domar y aunque éstos estén seguros bajo una mano llena de conocimiento, éstos parecían cobrar vida propia, llegando a dañar al portador de forma brutal.

Quizás fueran sus poderes, pero también el hecho de portar una maldición lo suficientemente fuerte como para sentir la muerte tan de cerca, como si estuviese a punto de entrar en las fauces de un monstruo mitológico. Pero pese a ese sentimiento de desasosiego, los otros sentimientos parecían ampliarse de forma proporcional, algo así como una empatía que funcionaba en ambos sentidos, haciendo que el contrario pudiese llegar a sentir lo que él siente sin necesidad de poseer un poder relacionado. Un problema para algunos, aunque él solía llevarlo con la mayor tranquilidad del mundo.

Como cada día, pasaba largo tiempo en las aulas, preparando o quizás sin hacer nada sino simplemente gastar el tiempo que le sobraba en demasía. No tenía a nadie que le esperase en casa, ni mucho menos tenía obligaciones más allá de aquellas cuatro paredes, por lo que en realidad la soledad se había convertido en una enfermedad para él mismo, para la cual no le interesaba cura alguna. Pero era tarde y no esperaba que nadie le irrumpiese ni mucho menos en aquel aula.

- ¿Quién me requiere? - Dijo con un tono naturalmente cordial, dando a entender que le sorprendía la extraña visita, al mismo tiempo que se quitó las lentes y las dejó encima de la recia mesa de madera que presidía la sala. Aquella mujer se le hacía extrañamente familiar, pero de primeras no le recordaba que fuese algún familiar de cualquiera de sus alumnos. Quizás alguien que viniese a por un tipo de información o simplemente viniese a pedir algo de ayuda para algún que otro acto al que él no solía acudir. Sea cual fuere el orígen de aquella visita, Tyler le instó a pasar para poder hablar de forma más privada. - Por favor, siéntese. No esperaba visita y creo que es muy tarde como para que sea algo poco urgente. ¿En qué puedo ayudarla señora...?- Dijo con la tan sola intención de saber su nombre, ya que aquello además de cortesía, le daría una leve pista de cómo tratar a aquella mujer.