AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Criando malvas [Privado]
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Criando malvas [Privado]
Hacía dos semanas que vagaba sin rumbo por las calles parisinas. Acababa de perder un rastro reciente, y eso le traía aunténticos dolores de cabeza. Por un momento pensó que tal vez aquella sería la última pista necesaria para hallar la verdad. No era la primera vez que pensaba en eso, ni sería la última, seguro, pues él siempre estaba harto de aquella vida. Por momentos creía poder acostumbrarse a eso, pero, sobretodo las solitarias noches, le hacían ver que aquello no era vida en absoluto. Siempre justo de comida y dinero, delinquiendo, durmiendo la mayoría de las veces en el bosque. Eso le recordó que la noche anterior se quedó sin blanca gracias a la bebida que "facilitaba" su descanso. Dentro de poco anochecería, así que sintió que sería buen momento para darse un paseo a ver si podía conseguir algo de dinero.
Estaba en los barrios bajos de la ciudad, allí no había gente de bien con la que lucrarse, lo único que podría conseguir en un lugar como ese sería algún tipo de enfermedad infecciosa. Frustrado, entró a una tasca donde todavía no le conocían (de lo contrario, le habrían echado del lugar por moroso), dispuesto a ahogarse una noche más. Fue allí donde escuchó a un par de hombres hablar sobre un local de lo más peculiar. Allí iban a reunirse docenas de personas para presenciar un combate entre dos desgraciados. No le interesaba la pelea, ni mucho menos, pero sí el gentío que podía generarse entonces, todos distraídos, probablemente con dinero en sus bolsillos.
Estuvo atento a la conversación hasta que aquellos dos se marcharon, rumbo a la gresca. Aprovechó un único instante en el que el tabernero le perdió de vista para, terminándose la copa de un último trago, escaparse sin pagar y desaparecer detrás de ellos. Entonces los siguió hasta las afueras, manteniendo las distancias, no quería llamar la atención. Llegaron a un granero que, según tenía entendido y pudo incluso comprobarlo días atrás, estaba abandonado; o eso parecía, pues podía oírse a la muchedumbre gritar efusiva incluso desde fuera y estaba completamente iluminado.
Una vez dentro le dio en las narices un fuerte olor a sudor, a macho, a hierro, a sangre. Admitía haber estado en más de una como esta, todo fuera por conseguir unas monedas con las que seguir el viaje. Analizó un poco la situación: en el centro se construyó un improvisado círculo con bancos y demás muebles donde los combatientes se enzarzaban, mientras la gente los rodeaba, y en el altillo parecían estar las personas encargadas de organizar todo aquello, podía notarse enseguida que ellos tenían más dinero que todos los presentes. Alejados, junto a los carros de la parte trasera, estaban los esclavos que iban a batirse en duelo, vigilados por hombres armados.
Justo en aquél momento iba a empezar un combate: un enorme negro entraba al área de pelea y empezaron a gritarle una ingente cantidad de insultos racistas. Un segundo esclavo, de rasgos asiáticos en la cara y mucho más menudo, se unía al cuadrilátero. Desorientados y claramente asustados no estuvieron muy seguros de qué hacer, hasta que uno de sus dueños le ordenó que atacara o matarían a uno de sus compañeros, o algo así entendió Ethan. La pelea empezó y con ella el desmadre. El zorro astuto aprovechó para meter mano a aquella oportunidad. Nadie le llamó la atención todavía, así que siguió robando tantas billeteras como pudo.
Cuando terminó el combate salio de aquel gallinero y se escondió tras un viejo depósito de agua que había al lado. Allí empezó a sacar todas las carteras y a contar sus ganancias, sin duda había sido una buena noche, con un golpe como ese podría subsistir unos cuantos meses si lo hacía bien, incluso reemprender su búsqueda.
Estaba en los barrios bajos de la ciudad, allí no había gente de bien con la que lucrarse, lo único que podría conseguir en un lugar como ese sería algún tipo de enfermedad infecciosa. Frustrado, entró a una tasca donde todavía no le conocían (de lo contrario, le habrían echado del lugar por moroso), dispuesto a ahogarse una noche más. Fue allí donde escuchó a un par de hombres hablar sobre un local de lo más peculiar. Allí iban a reunirse docenas de personas para presenciar un combate entre dos desgraciados. No le interesaba la pelea, ni mucho menos, pero sí el gentío que podía generarse entonces, todos distraídos, probablemente con dinero en sus bolsillos.
Estuvo atento a la conversación hasta que aquellos dos se marcharon, rumbo a la gresca. Aprovechó un único instante en el que el tabernero le perdió de vista para, terminándose la copa de un último trago, escaparse sin pagar y desaparecer detrás de ellos. Entonces los siguió hasta las afueras, manteniendo las distancias, no quería llamar la atención. Llegaron a un granero que, según tenía entendido y pudo incluso comprobarlo días atrás, estaba abandonado; o eso parecía, pues podía oírse a la muchedumbre gritar efusiva incluso desde fuera y estaba completamente iluminado.
Una vez dentro le dio en las narices un fuerte olor a sudor, a macho, a hierro, a sangre. Admitía haber estado en más de una como esta, todo fuera por conseguir unas monedas con las que seguir el viaje. Analizó un poco la situación: en el centro se construyó un improvisado círculo con bancos y demás muebles donde los combatientes se enzarzaban, mientras la gente los rodeaba, y en el altillo parecían estar las personas encargadas de organizar todo aquello, podía notarse enseguida que ellos tenían más dinero que todos los presentes. Alejados, junto a los carros de la parte trasera, estaban los esclavos que iban a batirse en duelo, vigilados por hombres armados.
Justo en aquél momento iba a empezar un combate: un enorme negro entraba al área de pelea y empezaron a gritarle una ingente cantidad de insultos racistas. Un segundo esclavo, de rasgos asiáticos en la cara y mucho más menudo, se unía al cuadrilátero. Desorientados y claramente asustados no estuvieron muy seguros de qué hacer, hasta que uno de sus dueños le ordenó que atacara o matarían a uno de sus compañeros, o algo así entendió Ethan. La pelea empezó y con ella el desmadre. El zorro astuto aprovechó para meter mano a aquella oportunidad. Nadie le llamó la atención todavía, así que siguió robando tantas billeteras como pudo.
Cuando terminó el combate salio de aquel gallinero y se escondió tras un viejo depósito de agua que había al lado. Allí empezó a sacar todas las carteras y a contar sus ganancias, sin duda había sido una buena noche, con un golpe como ese podría subsistir unos cuantos meses si lo hacía bien, incluso reemprender su búsqueda.
Última edición por Ethan Lefou el Jue Abr 13, 2017 5:22 am, editado 1 vez
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
''Ten cuidado por ahí'', fueron las últimas palabras que le dijo su hermano aquella misma mañana. El resto del día había transcurrido con total tranquilidad y por supuesto una normalidad pasmosa. Todo se le estaba volviendo monótono. A diario veía a su hermano o al menos lo intentaba ya que éste estaba centrado en sus estudios y en sus quehaceres diarios que la mayoría de veces era un saludo rápido, un beso de despedida y unas palabras de cariño el uno al otro. No había mucho misterio en ello, eran hermanos pero tampoco tenían que estar todo el día pegados.
Por supuesto no era lo que su madre querría, la mujer seguía viviendo en el hogar que había sido el centro familiar desde que los hermanos nacieran. Ella seguía viviendo allí por amor a la casa y respeto y cariño hacia su marido fallecido. Cada vez que le recordaban Alec o Isabelle que podía vivir en la capital se negaba en rotundo y decía que la soledad no era problema alguno y que estaba más que segura. Ya que hacia tiempo que no la visitaba Izzy no podía asegurar tal cosa.
Se paseaba por las calles de aquí para allá con un vestido negro largo hasta taparle las piernas y unos zapatos que resonaban más de lo que habría deseado. Su atuendo de aquel día quedaba rematado por una especie de chal que le cubría la parte de arriba del vestido y por supuesto dejaba oculta el arma que llevaba atada a la cintura, a un cinturón color negro que disimulaba perfectamente con los colores que solía vestir.
Y tenía que admitirlo, la ropa le gustaba, vestía bien siempre que tenía la ocasión e ir arreglada era algo que en París se llevaba mucho por la época. Aún así aque día no iba especialmente emperifollada, simplemente natural, con su melena ondulada al viento.
Paseando por un sitio donde había bastantes personas tomando un aperitivo, la merienda el té o como quisieran llamarlo, hubo una conversación que le llamó la atención e hizo como la que se paraba a admirar los alrededores para escuchar mejor:
-¿Dices que esta noche hay...pelea? -La conversación era entre dos hombres que llevaban unos bigotes bastante frondosos y una ropa que decía por sí sola que pertenecían a la clase alta. ¿Qué hacían unos hombres de tal clase hablando de peleas?- ...sí señor, en el mismo sitio que hablamos la otra vez -El resto de la conversación trataba sobre el sitio del evento quiénes podrían acudir y la cantidad de dinero que podría manejarse.
Por supuesto el dinero a ella no le interesaba en absoluto, pero sí era más que consciente de que se trataba de una reyerta clandestina y por sentado no serían ni luchadores curtidos ni por supuesto gente que peleaba por su propia voluntad. No era la primera vez ni sería la última que se acercaba a un evento así.
En cuanto calculó más o menos que faltaba poco para que empezara la gresca, esperó pacientemente fuera del edificio sin llamar mucho la atención, escondida entre las sombras hasta que el jaleo comenzó en aquel sitio que en cualquier otro momento del día le habría parecido abandonado.
El hedor que desprendía aquel sitio no era más que a humanidad, humanidad que por cierto no le caía nada bien. Muchos de ellos nada más verla llegar si no hubiera sido por su contoneo y los aires de superioridad que se dio la habrían tomado por una ''mujer fresca''; muchas aprovechaban la ocasión para hacer su noche allí había demasiada testosterona junta.
Y sí, allí no podía andarse con chiquitas si quería desatascar un poco su rutina diaria y tener un poco de acción desde luego había escogido un buen sitio; se estaba haciendo pasar por una mujer de clase alta con vicios algo extraños pero claramente lucrativos para todos los presentes.
Muchos de ellos ya eran más que conscientes de su presencia pero durante las peleas pasó completamente desapercibida ya que se alejó más de lo normal y se dedicó a observar detenidamente a cada uno de los presentes. Sudor, puños apretados, dientes rechinando,...cada uno mostraba su nerviosismo de manera distinta porque ganara quien le convenía. Eso si, su método de ''observar'' iba mucho más allá. No solamente se fijaba en el comportamiento si no en la mirada, los ojos decían muchos de todos. Incluso se percató de que había cierto individuo que durante un rato se paseó con cierta astucia; supo perfectamente que se trataba de un ladrón, carterista o como lo llamaran pero no le interesaba en absoluto contar a todos aquellos hombres que estaban siendo robados. Probablemente la pagarían con ella, o algo peor.
La idea tan pronto se le vino a la cabeza sucedió después y ya hacía otro rato más largo que perdió de vista al carterista.
Cuando la pelea terminó para muchos era el momento de pagar y para otros el de cobrar, las apuestas movían mucho dinero por ahí y en cuanto fueron a echar mano a sus bolsillos se percataron poco a poco de que no tenían sus carteras. Algunos echaron la culpa al que tenían al lado y pelearon entre sí, otros salieron fuera voz en grito y rojos de enfado.
Al instante Izzy se escurrió entre todo el caos que se estaba creando y, de nuevo en el exterior, se dio cuenta que por desgracia haberse ido con tal cautela no fue la mejor elección:
-¿No es esa la mujer que estaba antes dentro?-De lejos y gritando comenzó a señalarla uno de los hombres por los cuales se había enterado de la pelea-...¡esa es la ladrona!
Inmediatamente y sin pensarlo dos veces todos los demás salieron a correr detrás suya y sin comerlo ni beberlo y alejada de las zonas transitadas de la ciudad, comenzó a correr por unas calles y otras huyendo de unas personas que se equivocaban de culpable. Ella solamente había estado en el lugar equivocado y salió de la manera equivocada, todo de lo más oportuno.
Algunos de sus perseguidores fueron perdiéndose entre calle y calle o simplemente no aguantaban el ritmo pero dos de ellos continuaban con insistencia la persecución y ni siquiera se les notaba que estuviesen haciendo algún tipo de esfuerzo yendo detrás de la muchacha.
Por supuesto no era lo que su madre querría, la mujer seguía viviendo en el hogar que había sido el centro familiar desde que los hermanos nacieran. Ella seguía viviendo allí por amor a la casa y respeto y cariño hacia su marido fallecido. Cada vez que le recordaban Alec o Isabelle que podía vivir en la capital se negaba en rotundo y decía que la soledad no era problema alguno y que estaba más que segura. Ya que hacia tiempo que no la visitaba Izzy no podía asegurar tal cosa.
Se paseaba por las calles de aquí para allá con un vestido negro largo hasta taparle las piernas y unos zapatos que resonaban más de lo que habría deseado. Su atuendo de aquel día quedaba rematado por una especie de chal que le cubría la parte de arriba del vestido y por supuesto dejaba oculta el arma que llevaba atada a la cintura, a un cinturón color negro que disimulaba perfectamente con los colores que solía vestir.
Y tenía que admitirlo, la ropa le gustaba, vestía bien siempre que tenía la ocasión e ir arreglada era algo que en París se llevaba mucho por la época. Aún así aque día no iba especialmente emperifollada, simplemente natural, con su melena ondulada al viento.
Paseando por un sitio donde había bastantes personas tomando un aperitivo, la merienda el té o como quisieran llamarlo, hubo una conversación que le llamó la atención e hizo como la que se paraba a admirar los alrededores para escuchar mejor:
-¿Dices que esta noche hay...pelea? -La conversación era entre dos hombres que llevaban unos bigotes bastante frondosos y una ropa que decía por sí sola que pertenecían a la clase alta. ¿Qué hacían unos hombres de tal clase hablando de peleas?- ...sí señor, en el mismo sitio que hablamos la otra vez -El resto de la conversación trataba sobre el sitio del evento quiénes podrían acudir y la cantidad de dinero que podría manejarse.
Por supuesto el dinero a ella no le interesaba en absoluto, pero sí era más que consciente de que se trataba de una reyerta clandestina y por sentado no serían ni luchadores curtidos ni por supuesto gente que peleaba por su propia voluntad. No era la primera vez ni sería la última que se acercaba a un evento así.
En cuanto calculó más o menos que faltaba poco para que empezara la gresca, esperó pacientemente fuera del edificio sin llamar mucho la atención, escondida entre las sombras hasta que el jaleo comenzó en aquel sitio que en cualquier otro momento del día le habría parecido abandonado.
El hedor que desprendía aquel sitio no era más que a humanidad, humanidad que por cierto no le caía nada bien. Muchos de ellos nada más verla llegar si no hubiera sido por su contoneo y los aires de superioridad que se dio la habrían tomado por una ''mujer fresca''; muchas aprovechaban la ocasión para hacer su noche allí había demasiada testosterona junta.
Y sí, allí no podía andarse con chiquitas si quería desatascar un poco su rutina diaria y tener un poco de acción desde luego había escogido un buen sitio; se estaba haciendo pasar por una mujer de clase alta con vicios algo extraños pero claramente lucrativos para todos los presentes.
Muchos de ellos ya eran más que conscientes de su presencia pero durante las peleas pasó completamente desapercibida ya que se alejó más de lo normal y se dedicó a observar detenidamente a cada uno de los presentes. Sudor, puños apretados, dientes rechinando,...cada uno mostraba su nerviosismo de manera distinta porque ganara quien le convenía. Eso si, su método de ''observar'' iba mucho más allá. No solamente se fijaba en el comportamiento si no en la mirada, los ojos decían muchos de todos. Incluso se percató de que había cierto individuo que durante un rato se paseó con cierta astucia; supo perfectamente que se trataba de un ladrón, carterista o como lo llamaran pero no le interesaba en absoluto contar a todos aquellos hombres que estaban siendo robados. Probablemente la pagarían con ella, o algo peor.
La idea tan pronto se le vino a la cabeza sucedió después y ya hacía otro rato más largo que perdió de vista al carterista.
Cuando la pelea terminó para muchos era el momento de pagar y para otros el de cobrar, las apuestas movían mucho dinero por ahí y en cuanto fueron a echar mano a sus bolsillos se percataron poco a poco de que no tenían sus carteras. Algunos echaron la culpa al que tenían al lado y pelearon entre sí, otros salieron fuera voz en grito y rojos de enfado.
Al instante Izzy se escurrió entre todo el caos que se estaba creando y, de nuevo en el exterior, se dio cuenta que por desgracia haberse ido con tal cautela no fue la mejor elección:
-¿No es esa la mujer que estaba antes dentro?-De lejos y gritando comenzó a señalarla uno de los hombres por los cuales se había enterado de la pelea-...¡esa es la ladrona!
Inmediatamente y sin pensarlo dos veces todos los demás salieron a correr detrás suya y sin comerlo ni beberlo y alejada de las zonas transitadas de la ciudad, comenzó a correr por unas calles y otras huyendo de unas personas que se equivocaban de culpable. Ella solamente había estado en el lugar equivocado y salió de la manera equivocada, todo de lo más oportuno.
Algunos de sus perseguidores fueron perdiéndose entre calle y calle o simplemente no aguantaban el ritmo pero dos de ellos continuaban con insistencia la persecución y ni siquiera se les notaba que estuviesen haciendo algún tipo de esfuerzo yendo detrás de la muchacha.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
No se paró a contar la cantidad exacta de francos que consiguió, tan solo vació las carteras en un pequeño saco y lo ató a su cintura, deshaciéndose de ellas tirándolas a un lado. Cuando iba a salir escuchó gritos de muchedumbre encolerizada, y no pudo esbozar una ladina sonrisa, ya se habrían dado cuenta de que les faltaba algo. Iba a huir en dirección al bosque cuando puso más atención a una voz en particular que gritaba: "-¡esa es la ladrona!-"
Se giró por instinto, curioso, -¿una ladrona?- pensó. Observó tras aquél depósito de agua lo que ocurría, y es que aquella gente la había tomado con una mujer que debió pasar por allí, cosa que tampoco le extrañó en exceso, enseguida pensó que se trataba de alguna señorita de la calle que buscaba hacer dinero esa noche. Sin embargo, no pudo evitar pensar que esos brutos iban a tomarla con una pobre inocente, y eso le reconcomía por dentro. Apenas dudó un segundo y salió de su escondite, corriendo tras ellos.
Los alcanzó sin ninguna dificultad, pues en su mayoría eran hombres pertenecientes a otro círculo social, que comían bien y no necesitaban hacer esfuerzos en sus trabajos. Las calles estaban vacías, sí, pero el suelo estaba húmedo y algo resbaladizo, se preguntaba cómo aquella mujerzuela podía correr tanto con semejante calzado... algunas habilidades del sexo opuesto eran un completo misterio.
Pronto perdió al grupo, guiándose únicamente por el ruido de sus zapatos. Tras doblar una esquina encontró a un par de hombres que también seguían el rastro, pero había algo extraño en ellos. Uno de los dos volvió la vista atrás, mirando a Ethan directamente a los ojos. En su mirada había algo que paralizó un instante al ladrón, haciéndole tropezar torpemente. Ya había visto miradas como esa antes, pero no quería creerlo, de lo contrario aquella chica... Se levantó, resoplando, imaginando lo que ocurriría aquella noche, y apresuró su marcha corriendo como si la vida le fuera en ello.
Se la jugó, corriendo por otras calles diferentes a las que tomaron aquel par de hombres, apostando que así llegaría antes; y así fue.
Saltando unas escaleras aterrizó a unos metros por delante de la muchacha. -¡No te pares, joder!- le gritó cuando, sorprendida, quiso detenerse. Tiró de su brazo un instante para que reaccionara. -¡Me buscan a mí!- seguía sin dejar de correr, entre bufidos. -¡Pero estos no se pararan a escuchar, vamos!-
Lo cierto era que Ethan sabía hacia dónde iba. No muy lejos de allí tenía uno de sus escondites, preparado para cualquier cosa. Sólo necesitaba llegar allí antes de que aquellos dos los alcanzaran.
Se giró por instinto, curioso, -¿una ladrona?- pensó. Observó tras aquél depósito de agua lo que ocurría, y es que aquella gente la había tomado con una mujer que debió pasar por allí, cosa que tampoco le extrañó en exceso, enseguida pensó que se trataba de alguna señorita de la calle que buscaba hacer dinero esa noche. Sin embargo, no pudo evitar pensar que esos brutos iban a tomarla con una pobre inocente, y eso le reconcomía por dentro. Apenas dudó un segundo y salió de su escondite, corriendo tras ellos.
Los alcanzó sin ninguna dificultad, pues en su mayoría eran hombres pertenecientes a otro círculo social, que comían bien y no necesitaban hacer esfuerzos en sus trabajos. Las calles estaban vacías, sí, pero el suelo estaba húmedo y algo resbaladizo, se preguntaba cómo aquella mujerzuela podía correr tanto con semejante calzado... algunas habilidades del sexo opuesto eran un completo misterio.
Pronto perdió al grupo, guiándose únicamente por el ruido de sus zapatos. Tras doblar una esquina encontró a un par de hombres que también seguían el rastro, pero había algo extraño en ellos. Uno de los dos volvió la vista atrás, mirando a Ethan directamente a los ojos. En su mirada había algo que paralizó un instante al ladrón, haciéndole tropezar torpemente. Ya había visto miradas como esa antes, pero no quería creerlo, de lo contrario aquella chica... Se levantó, resoplando, imaginando lo que ocurriría aquella noche, y apresuró su marcha corriendo como si la vida le fuera en ello.
Se la jugó, corriendo por otras calles diferentes a las que tomaron aquel par de hombres, apostando que así llegaría antes; y así fue.
Saltando unas escaleras aterrizó a unos metros por delante de la muchacha. -¡No te pares, joder!- le gritó cuando, sorprendida, quiso detenerse. Tiró de su brazo un instante para que reaccionara. -¡Me buscan a mí!- seguía sin dejar de correr, entre bufidos. -¡Pero estos no se pararan a escuchar, vamos!-
Lo cierto era que Ethan sabía hacia dónde iba. No muy lejos de allí tenía uno de sus escondites, preparado para cualquier cosa. Sólo necesitaba llegar allí antes de que aquellos dos los alcanzaran.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
Detrás suya comenzó a oír cómo poco a poco de todos los que querían perseguirla pensando que era la culpable del robo iban quedando menos hasta que solamente dos le pisaban los talones. Y era sorprendente porque incluso con la adrenalina subida por la ''carrera'', se le coló el pensamiento de que no entendía demasiado bien cómo unas personas de esa clase social aguantaban el ritmo siendo en su mayoría personas que no conocían lo que era un buen paseo por el campo o el desgaste físico en si; sobretodo porque ni siquiera trabajarían en algo realmente duro, si es que necesitaban trabajo.
Aún así, después de doblar en el final de una calle para introducirse en otra inesperadamente más estrecha, se topó de lleno con un hombre que no conocía en absoluto, una cara nueva que encima la instaba a seguir cuando su respiración por aguante que tuviera, era humana y estaba empezando a resultar dificultoso llevar el ritmo:
-¿Quién se supone que eres tú? -Se zafó de su mano en el instante en el que quiso tirar de ella para no parar y aunque le hizo caso sin dudarlo pues los pasos que se oían a sus espaldas cada vez eran más sonoros, no le gustó para nada que alguien viniera y de repente hiciera eso- ¿Has dicho que te buscan a ti? -Una mirada de odio cruzó su semblante y, pensando que más tarde se vengaría de alguna forma de aquel hombre, apretó el paso siguiéndolo aparentemente a un sitio que desconocía.
Fueron unos segundos después cuando introduciéndose ambos en un callejón para acortar camino hacia otra calle, se le enganchó el chal que llevaba en un saliente de la pared y lo dejó ahí, pero al llevarlo bien puesto le faltó más bien poco para ahogarla. Uno de los perseguidores sin que ellos lo supieran, tomó instantes después la prenda y se la pegó a la nariz como si fuera una especie de premio. Solamente se le oyó susurrar: ''...hm...cazadora...'', parecía más un cazador llegando poco a poco hacia su presa.
Mientras tanto todo sucedía tan rápido que ni siquiera pudieron darse cuenta de que al final acabaron acorralados. Ella no podía decir que se conociera precisamente bien las calles, así que no le extrañó para nada:
-¡¿Qué es lo que queréis?! Ni siquiera fui yo quien lo hizo -Se encontraban en una calle donde solamente había una luz tenue que alumbraba y parpadeaba de vez en cuando, era de lo más tétrico e inquietante.
En uno de los parpadeos de la luz la muchacha colocó su mano derecha sobre el arma que llevaba atada al cinturón y, preparada para cualquier cosa, contempló cómo los individuos, uno por delante suya y otro mirando hacia el ladrón por el lado contrario, tenían un comportamiento un tanto peculiar. Un comportamiento que por desgracia no era la primera vez que lo veía.
Ambos atacantes se echaron poco a poco hacia delante, como agazapándose para tirarse contra ellos y, con un brillo rojizo en los ojos, uno de ellos espetó algo:
-Ya no nos importa que seas o no la culpable, eres nuestra presa -La recorrió un escalofrío cuando se percató de que el mismo que había hablado y tenía delante, conservaba su chal en una de sus manos y lo tomaba de nuevo para aspirar su aroma.
Lo que vino después sucedió tan rápido que el tiempo de reacción fue esencial. Desenvolvió su látigo en el aire y con un chasquido del mismo lo enredó en las piernas del vampiro que en el mismo salto que había dado provocó que cayera en el suelo dándose un fuerte golpe. Sabía cómo matar a uno de los de su calaña no era el primero ni sería el último y tiró del arma que sujetaba para que apretara aún más sus piernas y pudiera tenerlo inmóvil.
-...tendré que ocuparme yo mismo -El otro vampiro por el lado contrario al suyo pues a ella la pillaba de espaldas, comenzó a acercarse de forma más cautelosa al ladrón. Le hizo creer que no iba a actuar de forma tan impulsiva como su compañero hasta que de un segundo a otro se abalanzó contra el desconocido que la había metido en aquello; se le paró el corazón por un segundo al ver que si soltaba el látigo y dejaba libre al otro ella también se vería vulnerable, no tendría oportunidad de defenderse ni de defenderlo.
Aún así, después de doblar en el final de una calle para introducirse en otra inesperadamente más estrecha, se topó de lleno con un hombre que no conocía en absoluto, una cara nueva que encima la instaba a seguir cuando su respiración por aguante que tuviera, era humana y estaba empezando a resultar dificultoso llevar el ritmo:
-¿Quién se supone que eres tú? -Se zafó de su mano en el instante en el que quiso tirar de ella para no parar y aunque le hizo caso sin dudarlo pues los pasos que se oían a sus espaldas cada vez eran más sonoros, no le gustó para nada que alguien viniera y de repente hiciera eso- ¿Has dicho que te buscan a ti? -Una mirada de odio cruzó su semblante y, pensando que más tarde se vengaría de alguna forma de aquel hombre, apretó el paso siguiéndolo aparentemente a un sitio que desconocía.
Fueron unos segundos después cuando introduciéndose ambos en un callejón para acortar camino hacia otra calle, se le enganchó el chal que llevaba en un saliente de la pared y lo dejó ahí, pero al llevarlo bien puesto le faltó más bien poco para ahogarla. Uno de los perseguidores sin que ellos lo supieran, tomó instantes después la prenda y se la pegó a la nariz como si fuera una especie de premio. Solamente se le oyó susurrar: ''...hm...cazadora...'', parecía más un cazador llegando poco a poco hacia su presa.
Mientras tanto todo sucedía tan rápido que ni siquiera pudieron darse cuenta de que al final acabaron acorralados. Ella no podía decir que se conociera precisamente bien las calles, así que no le extrañó para nada:
-¡¿Qué es lo que queréis?! Ni siquiera fui yo quien lo hizo -Se encontraban en una calle donde solamente había una luz tenue que alumbraba y parpadeaba de vez en cuando, era de lo más tétrico e inquietante.
En uno de los parpadeos de la luz la muchacha colocó su mano derecha sobre el arma que llevaba atada al cinturón y, preparada para cualquier cosa, contempló cómo los individuos, uno por delante suya y otro mirando hacia el ladrón por el lado contrario, tenían un comportamiento un tanto peculiar. Un comportamiento que por desgracia no era la primera vez que lo veía.
Ambos atacantes se echaron poco a poco hacia delante, como agazapándose para tirarse contra ellos y, con un brillo rojizo en los ojos, uno de ellos espetó algo:
-Ya no nos importa que seas o no la culpable, eres nuestra presa -La recorrió un escalofrío cuando se percató de que el mismo que había hablado y tenía delante, conservaba su chal en una de sus manos y lo tomaba de nuevo para aspirar su aroma.
Lo que vino después sucedió tan rápido que el tiempo de reacción fue esencial. Desenvolvió su látigo en el aire y con un chasquido del mismo lo enredó en las piernas del vampiro que en el mismo salto que había dado provocó que cayera en el suelo dándose un fuerte golpe. Sabía cómo matar a uno de los de su calaña no era el primero ni sería el último y tiró del arma que sujetaba para que apretara aún más sus piernas y pudiera tenerlo inmóvil.
-...tendré que ocuparme yo mismo -El otro vampiro por el lado contrario al suyo pues a ella la pillaba de espaldas, comenzó a acercarse de forma más cautelosa al ladrón. Le hizo creer que no iba a actuar de forma tan impulsiva como su compañero hasta que de un segundo a otro se abalanzó contra el desconocido que la había metido en aquello; se le paró el corazón por un segundo al ver que si soltaba el látigo y dejaba libre al otro ella también se vería vulnerable, no tendría oportunidad de defenderse ni de defenderlo.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
No con delicadeza apartó la mano del ladrón cuando este tiró de ella, y además pudo sentir el odio en su mirada en cuanto confesó que él era el culpable de aquella persecución. No tuvo oportunidad de fijarse en mucho más, la situación así lo dictaba. De hecho, apenas se dio cuenta de que la mujer perdió algo de ropa por el camino, acto que comprobó un par de veces, para estar seguro de ello. Aquél vistazo iba a costarle caro, pues fue tan solo un despiste, un instante en el que tomó un camino incorrecto, de lleno en la boca del lobo, acorralados. Miró un segundo a la joven, casi podría entenderse que pedía un "perdón" que no merecía, y se volteó del todo con la respiración agitada.
Observó el breve intercambio de palabras entre la muchacha y aquel tipo, que pronto comprobaría que, por desgracia, estaba en lo cierto: vampiros.
-Esto...- vaciló. -Creo que me buscabais a mí, y aquí me tenéis.- confesaba con los brazos abiertos. Sin embargo, aunque eso no cogería por sorpresa a Ethan, ya habían decidido cazar a ambos. Se llevó las manos al cinto, palpando su arma, listo para lo que se avecinaba.
Sin avisar, uno de ellos se abalanzó sobre la joven y a punto estuvo de sacar su arma, pero en un rápido movimiento, la muchacha sorprendió al ladrón (y al vampiro) haciendo uso de un látigo, apresando la pierna del agresor y haciéndolo caer al suelo. No pudo evitar soltar un soplido que casi era un halago a la vez que sonreía a medias.
El segundo atacó, pero fue demasiado lento para lo que Ethan estaba acostumbrado. Seguramente aquella criatura gozaría de ciertos privilegios y, acomodado, perdió parte de aquél instinto asesino. Desenfundó su arma rápidamente y, sin apartar la mirada, le disparó entre ceja y ceja. El vampiro cayó al suelo, aturdido, pues aquello no iba a matarlo, claro que no, eso ya lo sabía. Pero les daría tiempo.
-Veo que no somos tan distintos.- dijo mientras, sin previo aviso, disparó en la cabeza del que seguía allí agarrado por el látigo. Ya había encontrado a más como él durante los últimos años, aquellos que llaman "cazadores". -No me mires así.- lo dijo todo lo serio que pudo, pero se le escapó cierto tono burlón, por algún motivo le hacía gracia que lo mirase con aquel desprecio. Comprobó la munición del revólver un momento y luego volvió a enfundarlo, a pesar de ser su única arma en aquel instante no debía volver a apretar el gatillo.
Un disparo, o dos, seguramente no fuera la elección más acertada. El ruido bien podría alertar a las autoridades que a menudo husmeaban demasiado o también podría atraer la atención de más similares. -No llevo nada encima para cortar cabezas, ni estaca alguna.- asumió que sabía lo que debía hacer. -No lejos de aquí tengo un lugar con herramientas para esto, ¿qué quieres hacer?- decía mientras se aseguraba de que ambos vampiros permanecían aturdidos. -Porque yo no suelo dejar el trabajo a medias.- afirmaba, sugiriendo acercarse al escondite donde conseguir los útiles para rematarlos. Lo cierto era que la idea de arrastrar a dos de esas criaturas era demasiado descabellada. Podría verle alguien y pensar erróneamente o, en el peor de los casos, despertar y darle un buen susto. Y dejar los cuerpos allí tanto tiempo tampoco era mejor idea.
Observó el breve intercambio de palabras entre la muchacha y aquel tipo, que pronto comprobaría que, por desgracia, estaba en lo cierto: vampiros.
-Esto...- vaciló. -Creo que me buscabais a mí, y aquí me tenéis.- confesaba con los brazos abiertos. Sin embargo, aunque eso no cogería por sorpresa a Ethan, ya habían decidido cazar a ambos. Se llevó las manos al cinto, palpando su arma, listo para lo que se avecinaba.
Sin avisar, uno de ellos se abalanzó sobre la joven y a punto estuvo de sacar su arma, pero en un rápido movimiento, la muchacha sorprendió al ladrón (y al vampiro) haciendo uso de un látigo, apresando la pierna del agresor y haciéndolo caer al suelo. No pudo evitar soltar un soplido que casi era un halago a la vez que sonreía a medias.
El segundo atacó, pero fue demasiado lento para lo que Ethan estaba acostumbrado. Seguramente aquella criatura gozaría de ciertos privilegios y, acomodado, perdió parte de aquél instinto asesino. Desenfundó su arma rápidamente y, sin apartar la mirada, le disparó entre ceja y ceja. El vampiro cayó al suelo, aturdido, pues aquello no iba a matarlo, claro que no, eso ya lo sabía. Pero les daría tiempo.
-Veo que no somos tan distintos.- dijo mientras, sin previo aviso, disparó en la cabeza del que seguía allí agarrado por el látigo. Ya había encontrado a más como él durante los últimos años, aquellos que llaman "cazadores". -No me mires así.- lo dijo todo lo serio que pudo, pero se le escapó cierto tono burlón, por algún motivo le hacía gracia que lo mirase con aquel desprecio. Comprobó la munición del revólver un momento y luego volvió a enfundarlo, a pesar de ser su única arma en aquel instante no debía volver a apretar el gatillo.
Un disparo, o dos, seguramente no fuera la elección más acertada. El ruido bien podría alertar a las autoridades que a menudo husmeaban demasiado o también podría atraer la atención de más similares. -No llevo nada encima para cortar cabezas, ni estaca alguna.- asumió que sabía lo que debía hacer. -No lejos de aquí tengo un lugar con herramientas para esto, ¿qué quieres hacer?- decía mientras se aseguraba de que ambos vampiros permanecían aturdidos. -Porque yo no suelo dejar el trabajo a medias.- afirmaba, sugiriendo acercarse al escondite donde conseguir los útiles para rematarlos. Lo cierto era que la idea de arrastrar a dos de esas criaturas era demasiado descabellada. Podría verle alguien y pensar erróneamente o, en el peor de los casos, despertar y darle un buen susto. Y dejar los cuerpos allí tanto tiempo tampoco era mejor idea.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
Al momento en el que su corazón se encogió ante lo inminente, la muerte del verdadero ladrón por su incapacidad en aquel instante de defenderlo, se quedó completamente perpleja ante el sonido que escuchó luego. No le hizo falta más que echar un rápido vistazo al destrozo que había dejado en la cara de ambos vampiros aún vivos para darse cuenta de que aquel no era un simple carterista; la cosa se estaba poniendo mejor de lo que esperaba, salía de su rutina por la puerta grande, encontrándose con otro de los suyos.
Normalmente no se encontraba con ninguno y los pocos que había visto no la reconocían como cazadora por ser una mujer o por hacerlo mejor o peor, o simple y llanamente porque no les daba la gana tenerle cierto respeto.
-¿Se puede saber qué hace un cazador robando carteras en una pelea clandestina? -La pregunta se le escapó a la vez que se daba cuenta de que ella también había estado en los "combates" pero no le importó en absoluto, no había robado nada a nadie ni pensaba hacerlo.
De hecho no tenía en muy alta estima a los ladrones y a la gente de "libre conciencia" como las mujeres que se paseaban por las calles vendiendo su cuerpo. Ella siempre había pensado que era mejor darse a otras opciones para ganarse la vida y no a eso. Tal vez pensaba así porque no había tenido que lidiar con vivir en la calle día y noche. Actualmente dormía casi a diario bajo techo gracias a su hermano pues lo viera o no, dejaba que su hermana al menos tuviera un lecho donde descansar; lo demás tenía que ganarlo ella.
-¿Eres un carterista pero tienes casa? -No entendía muy bien porqué se sentía enfadada con el hombre que tenía delante pero las palabras le salían con un tono que no era precisamente de calma- Aunque solamente hayas disparado una vez, estamos rodeados de negocios, negocios cuyos dueños tienen sus casas encima del mismo -Hizo un ademán para indicarlo que aunque se encontraban en un sitio al que no acudiría por voluntad propia pues los alrededores no le agradaban, era cierto que había casas alrededor y alguien podría haber oído todo aquel jaleo-, no sabemos si alguien ha dado ya la voz de alarma, y lo cierto es que no quiero quedarme a comprobarlo -Le lanzó una media sonrisa fingida y se giró dispuesta a seguirlo dondequiera que estuviera ese escondite que tenía.
La frase de que no solía dejar sus trabajos a medias le dio que pensar. Ella tampoco solía hacerlo pero la situación era más complicada que otras veces. De hecho no entendía cómo él seguía vivo y en libertad usando un arma tan ruidosa como lo era un revólver. Tenía que admitir que era mucho más efectivo que su látigo pero no muy discreto que digamos:
-Esperemos que se levanten y se marchen antes de que pase alguien, no querría que cualquiera los viese y al levantarse lo mataran al instante, ¿alguna vez has visto con qué hambre se levanta un vampiro después de estar en ese estado? -No supo porqué pero mientras caminaban comenzó a hablarle, en un tono de voz bajo para que no lo oyera nadie más y mientras ponía en un círculo casi perfecto el látigo atado a su cinturón.
La noche todavía se cernía sobre ellos y quedaban varias horas aún para que amaneciera. A sus atacantes poco les costaría volver a sus casas como si no hubiera pasado absolutamente nada y a ella le volvió a pasar un pensamiento que recordaba demasiado a menudo por la cabeza, su padre, su padre y la sociedad que la rodeaba. ¿Cómo podían pasearse criaturas así por su alrededor sin saberlo nadie? Era como ser una oveja rodeada de cien lobos, aunque no era exactamente así en su caso, pero sí para todos los demás que no conocían lo sobrenatural y no tenían forma de defenderse.
Una o dos calles más lejos de donde se encontraban ellos comenzaron a oírse pasos y susurros pertenecientes a los otros presentes en las peleas, lo cual alertó bastante a Izzy e hizo que apretara el paso. Con suerte serían de la misma calaña que los otros y si los encontraban no estarían en peligro. Y sin tener esa suerte...serían lo suficientemente listos como para quitarse del medio a tiempo y no tener que explicar a las autoridades cómo había ocurrido todo a raíz de las grescas ilegales.
Normalmente no se encontraba con ninguno y los pocos que había visto no la reconocían como cazadora por ser una mujer o por hacerlo mejor o peor, o simple y llanamente porque no les daba la gana tenerle cierto respeto.
-¿Se puede saber qué hace un cazador robando carteras en una pelea clandestina? -La pregunta se le escapó a la vez que se daba cuenta de que ella también había estado en los "combates" pero no le importó en absoluto, no había robado nada a nadie ni pensaba hacerlo.
De hecho no tenía en muy alta estima a los ladrones y a la gente de "libre conciencia" como las mujeres que se paseaban por las calles vendiendo su cuerpo. Ella siempre había pensado que era mejor darse a otras opciones para ganarse la vida y no a eso. Tal vez pensaba así porque no había tenido que lidiar con vivir en la calle día y noche. Actualmente dormía casi a diario bajo techo gracias a su hermano pues lo viera o no, dejaba que su hermana al menos tuviera un lecho donde descansar; lo demás tenía que ganarlo ella.
-¿Eres un carterista pero tienes casa? -No entendía muy bien porqué se sentía enfadada con el hombre que tenía delante pero las palabras le salían con un tono que no era precisamente de calma- Aunque solamente hayas disparado una vez, estamos rodeados de negocios, negocios cuyos dueños tienen sus casas encima del mismo -Hizo un ademán para indicarlo que aunque se encontraban en un sitio al que no acudiría por voluntad propia pues los alrededores no le agradaban, era cierto que había casas alrededor y alguien podría haber oído todo aquel jaleo-, no sabemos si alguien ha dado ya la voz de alarma, y lo cierto es que no quiero quedarme a comprobarlo -Le lanzó una media sonrisa fingida y se giró dispuesta a seguirlo dondequiera que estuviera ese escondite que tenía.
La frase de que no solía dejar sus trabajos a medias le dio que pensar. Ella tampoco solía hacerlo pero la situación era más complicada que otras veces. De hecho no entendía cómo él seguía vivo y en libertad usando un arma tan ruidosa como lo era un revólver. Tenía que admitir que era mucho más efectivo que su látigo pero no muy discreto que digamos:
-Esperemos que se levanten y se marchen antes de que pase alguien, no querría que cualquiera los viese y al levantarse lo mataran al instante, ¿alguna vez has visto con qué hambre se levanta un vampiro después de estar en ese estado? -No supo porqué pero mientras caminaban comenzó a hablarle, en un tono de voz bajo para que no lo oyera nadie más y mientras ponía en un círculo casi perfecto el látigo atado a su cinturón.
La noche todavía se cernía sobre ellos y quedaban varias horas aún para que amaneciera. A sus atacantes poco les costaría volver a sus casas como si no hubiera pasado absolutamente nada y a ella le volvió a pasar un pensamiento que recordaba demasiado a menudo por la cabeza, su padre, su padre y la sociedad que la rodeaba. ¿Cómo podían pasearse criaturas así por su alrededor sin saberlo nadie? Era como ser una oveja rodeada de cien lobos, aunque no era exactamente así en su caso, pero sí para todos los demás que no conocían lo sobrenatural y no tenían forma de defenderse.
Una o dos calles más lejos de donde se encontraban ellos comenzaron a oírse pasos y susurros pertenecientes a los otros presentes en las peleas, lo cual alertó bastante a Izzy e hizo que apretara el paso. Con suerte serían de la misma calaña que los otros y si los encontraban no estarían en peligro. Y sin tener esa suerte...serían lo suficientemente listos como para quitarse del medio a tiempo y no tener que explicar a las autoridades cómo había ocurrido todo a raíz de las grescas ilegales.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
Ante la pregunta de aquella mujer no pudo más que esbozar una sonrisa durante un segundo, era una pregunta a la que ya estaba habituado. Parecía ser que el resto de "cazadores" se ganaban bien la vida cazando o con otros quehaceres, la realidad era que a Ethan no le quedaba nada, y nadie le pagaba nunca por "cazar", pues él no o hacía, tan solo buscaba recuperar lo que le fue arrebatado.
-Lo cierto es, mujer.- dijo la última palabra con cierto rintintín. -Que la forma en la que yo me gane la vida no te importa.- hizo una breve pausa. -Te pido perdón por el barullo en el que te has visto envuelta.- lo cierto era que no lo sentía del todo, pues al fin y al cabo, ella también andaba merodeando por ahí en busca de Dios sabe qué. No quiso insinuar nada, pues el ambiente ya estaba suficientemente tenso.
Y la verdad es que tenía razón en todo lo que decía, Ethan simplemente no tenía excusa, le gustaba disparar. -Deberíamos irnos, aún sabiendo que estos dos nos querrán dar caza más adelante.- sabía que estas criaturas tenían un olfato bastante desarrollado, en cuanto captaban un aroma difícilmente lo olvidaban.
Empezaron a andar cuando a unas calles de distancia empezaron a oírse pasos y voces, seguramente serían los rezagados. Al doblar la esquina Ethan se asomó, descubriendo a por lo menos una docena de hombres sudorosos, sin duda no eran nada. Salió a la calle cuando apareció uno más, era un hombre rechoncho, bajito y con un frondoso bigote. En cuanto se vieron el pobre gordo echó a correr en dirección a su grupo, y entonces esprintó Ethan también, atrapando al hombre, y enseguida lo tenía agarrado del pescuezo contra la pared, con su revólver apuntándole la sien. Le hizo un gesto con el arma, a modo de que guardase silencio, a lo que el hombrecillo asintió nervioso, lo cierto era que parecía estar a punto de llorar. Cuando los pasos ya se oían lejanos lo liberó. -No olvidaré tu cara, más te vale no decir nada.- amenazó mientras lo echaba al callejón de una patada en el trasero. Se volteó y ladeó la cabeza a la muchacha, dándole indicación de hacia dónde seguir.
Caminaron durante unos diez minutos, corriendo hubieran llegado antes, pero a esas horas podrían opinar, y dado que los vecinos ya deberían haber alertado a las autoridades, más valía no llamar la atención. Llegaron a un callejón oscuro y sin salida. -Nunca dije que fuera una casa.- explicaba mientras agarraba una vara de metal que estaba escondida tras unas cajas de madera. Hizo palanca para abrir una tapa de alcantarilla que apenas podía verse entre la oscuridad del momento. -Las damas primero.- dijo mientras fingía una reverencia e invitaba a la joven a meterse por aquel agujero.
Bajó tras ella. Se trataba del sistema de alcantarillado de recogida pluvial, utilizado en fábricas y para la industria textil sobretodo. Olía a humedad, pero lo cierto era que Ethan ya estaba acostumbrado a ese olor y no le molestaba en absoluto. Todo estaba a oscuras hasta que prendió una antorcha que siempre estaba preparada para eso. La dejó en un soporte de la pared y abrió una caja de madera tratada que estaba ahí en medio. -Nadie baja aquí nunca.- explicaba mientras extraía fibras de yute de dentro la caja. Finalmente sacó un bulto de manto de lino muy bien atado, el cual desenvolvió con cuidado. Descubrió así un verdadero lote de armas de todo tipo: sólo cogió un cuchillo de hoja ancha, casi podría llamarse machete, y algo de munición para el revólver. -¿Necesitas algo o...?- preguntaba perezoso, en lo que recargaba su arma. Lo cierto era que no sabía qué pretendía hacer ahora aquella mujer, que parecía tenérsela jurada. En aquel momento empezaba a desconfiar de ella y se arrepentía de haberle mostrado uno de sus escondrijos. No iba a quitarle el ojo de encima, cosa que ya le resultaba ciertamente complicado evitar, dadas las circunstancias.
-Lo cierto es, mujer.- dijo la última palabra con cierto rintintín. -Que la forma en la que yo me gane la vida no te importa.- hizo una breve pausa. -Te pido perdón por el barullo en el que te has visto envuelta.- lo cierto era que no lo sentía del todo, pues al fin y al cabo, ella también andaba merodeando por ahí en busca de Dios sabe qué. No quiso insinuar nada, pues el ambiente ya estaba suficientemente tenso.
Y la verdad es que tenía razón en todo lo que decía, Ethan simplemente no tenía excusa, le gustaba disparar. -Deberíamos irnos, aún sabiendo que estos dos nos querrán dar caza más adelante.- sabía que estas criaturas tenían un olfato bastante desarrollado, en cuanto captaban un aroma difícilmente lo olvidaban.
Empezaron a andar cuando a unas calles de distancia empezaron a oírse pasos y voces, seguramente serían los rezagados. Al doblar la esquina Ethan se asomó, descubriendo a por lo menos una docena de hombres sudorosos, sin duda no eran nada. Salió a la calle cuando apareció uno más, era un hombre rechoncho, bajito y con un frondoso bigote. En cuanto se vieron el pobre gordo echó a correr en dirección a su grupo, y entonces esprintó Ethan también, atrapando al hombre, y enseguida lo tenía agarrado del pescuezo contra la pared, con su revólver apuntándole la sien. Le hizo un gesto con el arma, a modo de que guardase silencio, a lo que el hombrecillo asintió nervioso, lo cierto era que parecía estar a punto de llorar. Cuando los pasos ya se oían lejanos lo liberó. -No olvidaré tu cara, más te vale no decir nada.- amenazó mientras lo echaba al callejón de una patada en el trasero. Se volteó y ladeó la cabeza a la muchacha, dándole indicación de hacia dónde seguir.
Caminaron durante unos diez minutos, corriendo hubieran llegado antes, pero a esas horas podrían opinar, y dado que los vecinos ya deberían haber alertado a las autoridades, más valía no llamar la atención. Llegaron a un callejón oscuro y sin salida. -Nunca dije que fuera una casa.- explicaba mientras agarraba una vara de metal que estaba escondida tras unas cajas de madera. Hizo palanca para abrir una tapa de alcantarilla que apenas podía verse entre la oscuridad del momento. -Las damas primero.- dijo mientras fingía una reverencia e invitaba a la joven a meterse por aquel agujero.
Bajó tras ella. Se trataba del sistema de alcantarillado de recogida pluvial, utilizado en fábricas y para la industria textil sobretodo. Olía a humedad, pero lo cierto era que Ethan ya estaba acostumbrado a ese olor y no le molestaba en absoluto. Todo estaba a oscuras hasta que prendió una antorcha que siempre estaba preparada para eso. La dejó en un soporte de la pared y abrió una caja de madera tratada que estaba ahí en medio. -Nadie baja aquí nunca.- explicaba mientras extraía fibras de yute de dentro la caja. Finalmente sacó un bulto de manto de lino muy bien atado, el cual desenvolvió con cuidado. Descubrió así un verdadero lote de armas de todo tipo: sólo cogió un cuchillo de hoja ancha, casi podría llamarse machete, y algo de munición para el revólver. -¿Necesitas algo o...?- preguntaba perezoso, en lo que recargaba su arma. Lo cierto era que no sabía qué pretendía hacer ahora aquella mujer, que parecía tenérsela jurada. En aquel momento empezaba a desconfiar de ella y se arrepentía de haberle mostrado uno de sus escondrijos. No iba a quitarle el ojo de encima, cosa que ya le resultaba ciertamente complicado evitar, dadas las circunstancias.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
No entendió demasiado bien aquello de llamarla ''mujer'' con aquel tono pero si se ponía de esas formas y no sería el primero, no acabaría precisamente bien el encuentro. Si habían salido indemnes de los vampiros no lo saldría por parte de la morena:
-Oye tú no... -Comenzó a decir en voz alta y con tono de advertencia, se la oyó más de lo que pretendía pero calló al instante en el que se percató de lo que sucedía.
Vio desde la esquina de la calle, apoyada ahí como quien no quería la cosa, cómo el ladrón se acercaba al hombre rechoncho que pretendía avisar a los demás y lo amenazaba de muerte. Algo en ella se removió al ver esa escena, tal vez se fijó demasiado en el aspecto del muchacho, lo concentrado que se veía, su piel de un tono más oscuro,...sacudió la cabeza levemente para salirse de ese tipo de ideas que no supo muy bien de dónde venían. Además, en cuanto él regresó a su lado también volvió su enfado irremediablemente.
No tuvo objeción alguna en seguirlo hasta donde se suponía que iban a ir pero se quedó pasmada al ver que se trataba de una boca de alcantarilla. Algo le decía que aquello no iba a oler precisamente bien.
-¿Ahora me llamas ''dama''? -Espetó justo antes de deslizarse hacia abajo por las redondeadas paredes.
Conforme bajaba hacia aquel sitio y él venía detrás, la respiración se le hizo algo dificultosa porque no estaba acostumbrada a aquel ambiente. Pero como todo, se acostumbraría al rato a aquel desagradable olor que le recordaba a cuando de pequeña se asomaba a sitios abandonados y semejantes junto a su hermano Alec.
En el momento en el que antes de bajar volvió a cerrar la entrada por la que habían bajado prácticamente no se veía nada allí:
-...desde luego que no es una casa -Murmuró, pero al estar en un sitio tan ''cerrado'' y relativamente estrecho pues puestas una al lado de la otra cabrían solamente dos personas, se la oyó más de lo que pretendía y disimuló cruzándose de brazos en un gesto muy femenino.
Momento después entrecerró un poco los ojos ante la luz de la antorcha que luego agradeció y no pudo evitar observar con cierta curiosidad cómo el desconocido sacaba la caja de madera. ¿Qué se supone que guardaría en una caja de madera? Tuvo que admitir para si misma que tenía ganas de ver las sorpresas que encerraba aquel hombre, aunque no estaba muy segura si se refería solamente a su ''arsenal de armas''.
-¿Tienes algún tipo de arma blanca como una daga o algo por el estilo? -Preguntó y viendo que le permitía coger lo que necesitara, decidió rebuscar entre todo aquello una daga blanca, un cuchillo de mucho menor tamaño del que llevaba él que fuese fácil de esconder y arrojar si fuese necesario.
Al encontrar un arma parecida a lo que buscaba la tomó con una mano del mango y la observó haciendo mirar la hoja hacia la luz de la antorcha. Se veía más limpia de lo que esperaba para haber estado guardada allí desde no sabía cuánto, tal vez se esperaba una hoja roma y sucia pero estaba en muy buenas condiciones.
-Con la humedad que hay aquí me sorprende que la munición que llevas y todo lo demás funcione aún -Comentó y, como quien no quería la cosa, se subió el vestido por la parte derecha hasta la mitad del muslo y agarró ahí la daga a una especie de liga de tela modificada por ella misma para que pudiera soportar el peso de un cuchillo así sin caerse.
Después de eso se quedó unos segundos observando a la persona que tenía delante mientras que con la otra mano tapaba el resto de armas que quedaban allí, dándole a entender que podía guardarlas de nuevo si quería.
De repente pensó que si estuviera en el lugar de él habría sido complicado enseñar tal escondite a una persona que acababa de conocer, que sabía defenderse y que además cazaba, y no solamente por dinero, así que supuso que sería mejor relajar su semblante y mostrarse al menos algo agradecida, por aquello de no ganarse enemigos el primer día que hacía algo interesante después de semanas:
-No te preocupes, no tengo a muchos a quienes contar dónde tienes guardado todo esto -Sonrió levemente y cruzó la mirada con la suya para luego desviarla de nuevo, de repente parecía una mujer más seductora que cazadora, su actitud había vuelto a ser la normal y no la de una buscadora de venganza por una equivocación que casi les costó la vida a ambos.
Arriba y por suerte no se oía absolutamente nada. El único sonido a su alrededor en el momento en el que se hizo el silencio no era más que el de la llama ondeando de forma muy leve en la antorcha y el de unas gotas de agua cayendo por algún tipo de filtración en las paredes; aquello parecía unas catacumbas más que un sistema de recogida pluvial.
-Oye tú no... -Comenzó a decir en voz alta y con tono de advertencia, se la oyó más de lo que pretendía pero calló al instante en el que se percató de lo que sucedía.
Vio desde la esquina de la calle, apoyada ahí como quien no quería la cosa, cómo el ladrón se acercaba al hombre rechoncho que pretendía avisar a los demás y lo amenazaba de muerte. Algo en ella se removió al ver esa escena, tal vez se fijó demasiado en el aspecto del muchacho, lo concentrado que se veía, su piel de un tono más oscuro,...sacudió la cabeza levemente para salirse de ese tipo de ideas que no supo muy bien de dónde venían. Además, en cuanto él regresó a su lado también volvió su enfado irremediablemente.
No tuvo objeción alguna en seguirlo hasta donde se suponía que iban a ir pero se quedó pasmada al ver que se trataba de una boca de alcantarilla. Algo le decía que aquello no iba a oler precisamente bien.
-¿Ahora me llamas ''dama''? -Espetó justo antes de deslizarse hacia abajo por las redondeadas paredes.
Conforme bajaba hacia aquel sitio y él venía detrás, la respiración se le hizo algo dificultosa porque no estaba acostumbrada a aquel ambiente. Pero como todo, se acostumbraría al rato a aquel desagradable olor que le recordaba a cuando de pequeña se asomaba a sitios abandonados y semejantes junto a su hermano Alec.
En el momento en el que antes de bajar volvió a cerrar la entrada por la que habían bajado prácticamente no se veía nada allí:
-...desde luego que no es una casa -Murmuró, pero al estar en un sitio tan ''cerrado'' y relativamente estrecho pues puestas una al lado de la otra cabrían solamente dos personas, se la oyó más de lo que pretendía y disimuló cruzándose de brazos en un gesto muy femenino.
Momento después entrecerró un poco los ojos ante la luz de la antorcha que luego agradeció y no pudo evitar observar con cierta curiosidad cómo el desconocido sacaba la caja de madera. ¿Qué se supone que guardaría en una caja de madera? Tuvo que admitir para si misma que tenía ganas de ver las sorpresas que encerraba aquel hombre, aunque no estaba muy segura si se refería solamente a su ''arsenal de armas''.
-¿Tienes algún tipo de arma blanca como una daga o algo por el estilo? -Preguntó y viendo que le permitía coger lo que necesitara, decidió rebuscar entre todo aquello una daga blanca, un cuchillo de mucho menor tamaño del que llevaba él que fuese fácil de esconder y arrojar si fuese necesario.
Al encontrar un arma parecida a lo que buscaba la tomó con una mano del mango y la observó haciendo mirar la hoja hacia la luz de la antorcha. Se veía más limpia de lo que esperaba para haber estado guardada allí desde no sabía cuánto, tal vez se esperaba una hoja roma y sucia pero estaba en muy buenas condiciones.
-Con la humedad que hay aquí me sorprende que la munición que llevas y todo lo demás funcione aún -Comentó y, como quien no quería la cosa, se subió el vestido por la parte derecha hasta la mitad del muslo y agarró ahí la daga a una especie de liga de tela modificada por ella misma para que pudiera soportar el peso de un cuchillo así sin caerse.
Después de eso se quedó unos segundos observando a la persona que tenía delante mientras que con la otra mano tapaba el resto de armas que quedaban allí, dándole a entender que podía guardarlas de nuevo si quería.
De repente pensó que si estuviera en el lugar de él habría sido complicado enseñar tal escondite a una persona que acababa de conocer, que sabía defenderse y que además cazaba, y no solamente por dinero, así que supuso que sería mejor relajar su semblante y mostrarse al menos algo agradecida, por aquello de no ganarse enemigos el primer día que hacía algo interesante después de semanas:
-No te preocupes, no tengo a muchos a quienes contar dónde tienes guardado todo esto -Sonrió levemente y cruzó la mirada con la suya para luego desviarla de nuevo, de repente parecía una mujer más seductora que cazadora, su actitud había vuelto a ser la normal y no la de una buscadora de venganza por una equivocación que casi les costó la vida a ambos.
Arriba y por suerte no se oía absolutamente nada. El único sonido a su alrededor en el momento en el que se hizo el silencio no era más que el de la llama ondeando de forma muy leve en la antorcha y el de unas gotas de agua cayendo por algún tipo de filtración en las paredes; aquello parecía unas catacumbas más que un sistema de recogida pluvial.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
"Dama". Se quejó porque la llamaron "dama", ¿acaso le hizo algo? Fue ella sola la que se puso a pasear por donde no debía, más aún siendo mujer. Aquello le encendió un poco, pero se limitó a reír por lo bajo. No quería un mal ambiente en una situación como esa, simplemente tragó con ello y mantuvo su expresión indiferente.
Ahí en la alcantarilla, más bien apretados, se rozaron un par de veces cuando tuvo que moverse con la caja y demás. Mientras ella rebuscaba entre su arsenal pudo fijarse con más detenimiento en su cara, en los ojos sobretodo, tan brillantes por el fuego, casi casi podía bañarse en ellos. No pudo evitar quedarse mirando más rato del que debía. Más aún se embobó, con la boca entreabierta, cuando aquella morena se subió el vestido, mostrando buena parte del muslo derecho. Cuando su vista chocó con los ojos de la joven apretó los labios, tragando saliva, y enseguida agachó la cabeza. Se sintió avergonzado. Ya no sólo por el mero hecho de haberse quedado mirando y ser descubierto, sino porque a su parecer, seguía siendo un hombre casado. Daba igual que la verdad fuera que cada vez costaba más mantener la esperanza y la fuerza de voluntad para no caer en la tentación, él era (y todos esos años lo fue) un marido fiel.
Se aclaró la voz y respondió al último comentario: -Para eso son las fibras de yute y el manto de lino, absorben muy bien la humedad. Además, esta caja tiene varias capas de barniz, está bien protegida.- explicó con la mayor brevedad posible.
Ella trató de relajar el ambiente, calmándose, adoptando otro tipo de postura más amable, haciéndole saber que no iba a revelar su escondite y aunque tan solo fueran palabras de momento se fiaría de ella, pues entre cazadores no había tenido nunca ningún "susto" de ese tipo. Solían trabajar solos, pero no por ello se fastidiaban unos a otros.
-Eso espero, yo no olvido una cara, menos aún una como la tuya.- advirtió, bromeando. Lo cierto es que desde un principio la había tuteado, sin importarle la opinión de la joven al respecto, y es que la buena educación, por lo visto, se la dejó por el camino. Se quedó pensativo un instante, un instante donde un incómodo silencio se adueñó del lugar, y el ambiente estaba tan tenso que parecía poder cortarse con un cuchillo. Acababa de insinuar algo y todavía no tenía claro el qué, ni el por qué. Tragó saliva. -Este lugar no es del todo seguro, no sería la primera vez que me encuentro con alguna desagradable criatura aquí abajo.- cambió de tema, mientras terminaba de cerrar la caja, dándole firmes golpes con el puño para sellarla.
Allí, con esa perenne oscuridad, resultaba un verdadero hogar para los monstruos de la noche, allí no bajaba nunca nadie, y bien podían descansar sin ser perturbados. Quedaban pocas horas para el amanecer y seguramente muchas de esas criaturas estarían preparándose para volver a dormir, resguardadas de la luz solar.
De todas formas sus opciones eran limitadas; dos direcciones exactamente. -En esa dirección hay que pasar agachado un buen trecho, pero estaremos secos, saldríamos a la tenería de las afueras.- explicaba mientras señalaba una dirección del túnel. -Hacia ahí, en cambio.- indicaba hacia el lado opuesto. -Nos mojaremos, y saldremos en pleno centro de París.- se paró un instante a asegurar bien sus armas. -Sinceramente, yo iría por aquí.- y echó a andar dirección a la primera opción. Pasó por su lado, muy pegado por lo angosto del lugar, y tuvo la sensación de haberse quedado a su vera más tiempo del debido, incluso pudo sentir su cálido aliento en el cuello, y sin embargo no terminó de pasar, alegando dificultades por lo estrecho del alcantarillado. Finalmente la adelantó, con la respiración un tanto alterada y un carraspeo de garganta. Esperó unos segundos de cortesía, la verdad era que no iba a dejar a una mujer allí abajo y sola.
El túnel se estrechaba como predijo, pues ya se conocía aquel camino. La antorcha empezaba a apagarse, la cual mantenía atrás para poder dar lumbre a la joven.
Por el camino estuvo pensando en lo que sucedió hacía un momento. No era la primera vez que pensaba en algo así, que le ocurría algo similar, pero nunca era fácil. La carne es débil, eso lo sabía perfectamente; y por momentos se preguntaba si su amada le estaba siendo tan leal como lo era él, bueno, eso suponiendo que seguía viva, porque habían días donde perdía toda esperanza de volver a verla. Trató de no darle demasiadas vueltas, al fin y al cabo eran sólo necesidades menores y podían esperar. Lo importante ahora era volver al mundo exterior, tal vez descansar, y contar sus ganancias.
No quedaba mucho para llegar a la tenería, al pozo que utilizaban para sus labores de curtido. No estaba abandonada, pero tampoco la vigilaban por la noche, no había nada realmente valioso que saquear. Tampoco quedaba lejos de una de las entradas de la ciudad, así que le sería sencillo regresar a la muchacha, y eso en cierto modo relajaba a Ethan que, por su parte, dormiría en el bosque, donde más seguro se encontraba.
No estaba muy seguro del qué, pero sentía una presencia extraña, algo alarmó al ladrón y obligó a llevar su mano a la empuñadura del revólver mientras aminoraba la marcha y alargaba el brazo de la antorcha hacia adelante.
Ahí en la alcantarilla, más bien apretados, se rozaron un par de veces cuando tuvo que moverse con la caja y demás. Mientras ella rebuscaba entre su arsenal pudo fijarse con más detenimiento en su cara, en los ojos sobretodo, tan brillantes por el fuego, casi casi podía bañarse en ellos. No pudo evitar quedarse mirando más rato del que debía. Más aún se embobó, con la boca entreabierta, cuando aquella morena se subió el vestido, mostrando buena parte del muslo derecho. Cuando su vista chocó con los ojos de la joven apretó los labios, tragando saliva, y enseguida agachó la cabeza. Se sintió avergonzado. Ya no sólo por el mero hecho de haberse quedado mirando y ser descubierto, sino porque a su parecer, seguía siendo un hombre casado. Daba igual que la verdad fuera que cada vez costaba más mantener la esperanza y la fuerza de voluntad para no caer en la tentación, él era (y todos esos años lo fue) un marido fiel.
Se aclaró la voz y respondió al último comentario: -Para eso son las fibras de yute y el manto de lino, absorben muy bien la humedad. Además, esta caja tiene varias capas de barniz, está bien protegida.- explicó con la mayor brevedad posible.
Ella trató de relajar el ambiente, calmándose, adoptando otro tipo de postura más amable, haciéndole saber que no iba a revelar su escondite y aunque tan solo fueran palabras de momento se fiaría de ella, pues entre cazadores no había tenido nunca ningún "susto" de ese tipo. Solían trabajar solos, pero no por ello se fastidiaban unos a otros.
-Eso espero, yo no olvido una cara, menos aún una como la tuya.- advirtió, bromeando. Lo cierto es que desde un principio la había tuteado, sin importarle la opinión de la joven al respecto, y es que la buena educación, por lo visto, se la dejó por el camino. Se quedó pensativo un instante, un instante donde un incómodo silencio se adueñó del lugar, y el ambiente estaba tan tenso que parecía poder cortarse con un cuchillo. Acababa de insinuar algo y todavía no tenía claro el qué, ni el por qué. Tragó saliva. -Este lugar no es del todo seguro, no sería la primera vez que me encuentro con alguna desagradable criatura aquí abajo.- cambió de tema, mientras terminaba de cerrar la caja, dándole firmes golpes con el puño para sellarla.
Allí, con esa perenne oscuridad, resultaba un verdadero hogar para los monstruos de la noche, allí no bajaba nunca nadie, y bien podían descansar sin ser perturbados. Quedaban pocas horas para el amanecer y seguramente muchas de esas criaturas estarían preparándose para volver a dormir, resguardadas de la luz solar.
De todas formas sus opciones eran limitadas; dos direcciones exactamente. -En esa dirección hay que pasar agachado un buen trecho, pero estaremos secos, saldríamos a la tenería de las afueras.- explicaba mientras señalaba una dirección del túnel. -Hacia ahí, en cambio.- indicaba hacia el lado opuesto. -Nos mojaremos, y saldremos en pleno centro de París.- se paró un instante a asegurar bien sus armas. -Sinceramente, yo iría por aquí.- y echó a andar dirección a la primera opción. Pasó por su lado, muy pegado por lo angosto del lugar, y tuvo la sensación de haberse quedado a su vera más tiempo del debido, incluso pudo sentir su cálido aliento en el cuello, y sin embargo no terminó de pasar, alegando dificultades por lo estrecho del alcantarillado. Finalmente la adelantó, con la respiración un tanto alterada y un carraspeo de garganta. Esperó unos segundos de cortesía, la verdad era que no iba a dejar a una mujer allí abajo y sola.
El túnel se estrechaba como predijo, pues ya se conocía aquel camino. La antorcha empezaba a apagarse, la cual mantenía atrás para poder dar lumbre a la joven.
Por el camino estuvo pensando en lo que sucedió hacía un momento. No era la primera vez que pensaba en algo así, que le ocurría algo similar, pero nunca era fácil. La carne es débil, eso lo sabía perfectamente; y por momentos se preguntaba si su amada le estaba siendo tan leal como lo era él, bueno, eso suponiendo que seguía viva, porque habían días donde perdía toda esperanza de volver a verla. Trató de no darle demasiadas vueltas, al fin y al cabo eran sólo necesidades menores y podían esperar. Lo importante ahora era volver al mundo exterior, tal vez descansar, y contar sus ganancias.
No quedaba mucho para llegar a la tenería, al pozo que utilizaban para sus labores de curtido. No estaba abandonada, pero tampoco la vigilaban por la noche, no había nada realmente valioso que saquear. Tampoco quedaba lejos de una de las entradas de la ciudad, así que le sería sencillo regresar a la muchacha, y eso en cierto modo relajaba a Ethan que, por su parte, dormiría en el bosque, donde más seguro se encontraba.
No estaba muy seguro del qué, pero sentía una presencia extraña, algo alarmó al ladrón y obligó a llevar su mano a la empuñadura del revólver mientras aminoraba la marcha y alargaba el brazo de la antorcha hacia adelante.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
Había un deje extraño y nuevo en la actitud del hombre que no supo identificar demasiado bien, principalmente porque no tenía experiencia alguna con ellos. Sabía hacerse valer, sabía chantajearlos cuando le había hecho falta algún tipo de transporte, sabía cómo llevarlos hasta su terreno para que acabaran muriendo pues la mayoría habían sido hombres sobrenaturales,...pero no entendía qué pasaba con aquel, un simple humano como ella.
-Nadie me enseñó que todo eso absorbiera tan bien -Confesó, era algo que se apuntaría mentalmente para crear algún escondite así por la ciudad. Nunca estaba de más tener un arsenal de armas contra todo tipo de especies guardado en un punto de París.
Eso la hizo preguntarse cuántos posibles cazadores podían merodear en la capital y cuántos de ellos tendrían sus casas, casas que seguramente serían como fuertes y si no lo fueran...esbozó una media sonrisa al pensar en todos los tipos de "instrumentos" de caza que podrían tener guardados tales personas.
-¿Qué le pasa a mi cara? -No esperaba que aquel carterista fuese a soltarle algún piropo así que en vez de tomarlo como tal, pensó que se estaba metiendo con ella. Igualmente no volvió a torcer su gesto ni a enfadarse, más bien parecía divertida.
Escuchó más tarde su plan y le tentó la idea de dirigirse por el camino contrario al que él pretendía, sobretodo porque si los dejaban aproximadamente en el centro, no estaría muy lejos de la casa de Alec, un lugar que por supuesto consideraba seguro. Claro que al instante se le pasó la idea, no estaba segura de si aunque tomasen el otro camino sería buena opción volver a su "casa". No quería que, si aún seguían buscándolos, encontraran a su hermano y a ella en el día. Y pensó que durante el día porque los vampiros también podían llegar a tener esclavos y otro tipo de lacayos que les hicieran el trabajo mientras descansaban.
-... -Frunció levemente el ceño al notar cómo se entretenía a su lado intentando pasar que, aunque para su sorpresa no fue desagradable tenerlo cerca, no estaba acostumbrada a ese tipo de cosas y por un segundo se puso algo nerviosa.
Optó claramente por ir detrás de él mientras guiaba el camino; tampoco había mucha pérdida, el trayecto era en su mayor parte recto y lo máximo que llegaban a encontrarse por el camino eran entradas superiores con paredes redondeadas como la entrada por la cual habían llegado ellos hasta allí. Básicamente era un sistema de alcantarillado, dijera lo que dijese quien la acompañaba.
-¿Viajas solo o...? -La pregunta le salió más indiscreta de lo que pretendió. Lo cierto es que estaba pensando en su propio hermano y en que no quería que todo aquello le salpicase y quiso saber si él también tendría a alguien por quien preocuparse. Tal vez otro hermano, hermana o incluso una...mujer. Cabe decir que esto último la perturbó por un instante que ni siquiera quiso que fuese así.
Los movimientos de la antorcha cada vez eran más rápidos y difíciles de seguir, lo que significaba que cerca había una entrada por donde pasaba el aire y llegaba hasta ellos con más fuerza y a la vez que pronto se quedarían sin luz. Tenían que darse prisa, y bastante, porque un ambiente extraño comenzó a rodearlos y ni siquiera había espacio para que eso pasara.
-¿Tú también lo sientes? -Susurró pegándose a él más de lo normal para que nada les pillara por sorpresa pero no esperó una respuesta, observando su mano en el arma ella hizo lo mismo con la suya, estarían listos para lo que sea que viniera.
Pero la idea de estar alerta se despejó completamente de su cabeza cuando de lejos y dando unos pasos más distinguió una figura en el suelo. ¿Una persona? No podía ser, se adelantó incluso dejando unos pasos atrás al hombre y tomó entre sus manos la tela: era su chal. Al instante reaccionó y entendió que estaban en una trampa pero mucho antes de poder tomar su látigo y arrojar la prenda al suelo, algo la tomó por la muñeca y la arrastró hacia la oscuridad. Ni siquiera gritó, no pudo hacerlo, la habían pillado por sorpresa después de tantos años de experiencia.
En su intento de zafarse de aquel agarre pataleó y le propinó un puñetazo en el mentón al captor sin siquiera darse cuenta pues no veía absolutamente nada. Lo único que distinguió de la criatura eran sus ojos, esos ojos rojizos que les habían atacado horas antes.
-¡Suéltame, no te conviene dañar a una cazadora, vendrán más a por ti! -La frase que acababa de soltar no se la creía ni ella que sabía perfectamente que estaba más sola que la una, pero no pensaba perder los nervios y mucho menos entregarle su sangre al ser en bandeja de plata.
Este mismo comenzó a desarmarla empezando por el látigo que llevaba atado a la cintura, el cual tiró muy lejos del alcance de la muchacha y luego rebuscó entre sus ropas por si guardaba alguna otra arma por ahí.
-Nadie me enseñó que todo eso absorbiera tan bien -Confesó, era algo que se apuntaría mentalmente para crear algún escondite así por la ciudad. Nunca estaba de más tener un arsenal de armas contra todo tipo de especies guardado en un punto de París.
Eso la hizo preguntarse cuántos posibles cazadores podían merodear en la capital y cuántos de ellos tendrían sus casas, casas que seguramente serían como fuertes y si no lo fueran...esbozó una media sonrisa al pensar en todos los tipos de "instrumentos" de caza que podrían tener guardados tales personas.
-¿Qué le pasa a mi cara? -No esperaba que aquel carterista fuese a soltarle algún piropo así que en vez de tomarlo como tal, pensó que se estaba metiendo con ella. Igualmente no volvió a torcer su gesto ni a enfadarse, más bien parecía divertida.
Escuchó más tarde su plan y le tentó la idea de dirigirse por el camino contrario al que él pretendía, sobretodo porque si los dejaban aproximadamente en el centro, no estaría muy lejos de la casa de Alec, un lugar que por supuesto consideraba seguro. Claro que al instante se le pasó la idea, no estaba segura de si aunque tomasen el otro camino sería buena opción volver a su "casa". No quería que, si aún seguían buscándolos, encontraran a su hermano y a ella en el día. Y pensó que durante el día porque los vampiros también podían llegar a tener esclavos y otro tipo de lacayos que les hicieran el trabajo mientras descansaban.
-... -Frunció levemente el ceño al notar cómo se entretenía a su lado intentando pasar que, aunque para su sorpresa no fue desagradable tenerlo cerca, no estaba acostumbrada a ese tipo de cosas y por un segundo se puso algo nerviosa.
Optó claramente por ir detrás de él mientras guiaba el camino; tampoco había mucha pérdida, el trayecto era en su mayor parte recto y lo máximo que llegaban a encontrarse por el camino eran entradas superiores con paredes redondeadas como la entrada por la cual habían llegado ellos hasta allí. Básicamente era un sistema de alcantarillado, dijera lo que dijese quien la acompañaba.
-¿Viajas solo o...? -La pregunta le salió más indiscreta de lo que pretendió. Lo cierto es que estaba pensando en su propio hermano y en que no quería que todo aquello le salpicase y quiso saber si él también tendría a alguien por quien preocuparse. Tal vez otro hermano, hermana o incluso una...mujer. Cabe decir que esto último la perturbó por un instante que ni siquiera quiso que fuese así.
Los movimientos de la antorcha cada vez eran más rápidos y difíciles de seguir, lo que significaba que cerca había una entrada por donde pasaba el aire y llegaba hasta ellos con más fuerza y a la vez que pronto se quedarían sin luz. Tenían que darse prisa, y bastante, porque un ambiente extraño comenzó a rodearlos y ni siquiera había espacio para que eso pasara.
-¿Tú también lo sientes? -Susurró pegándose a él más de lo normal para que nada les pillara por sorpresa pero no esperó una respuesta, observando su mano en el arma ella hizo lo mismo con la suya, estarían listos para lo que sea que viniera.
Pero la idea de estar alerta se despejó completamente de su cabeza cuando de lejos y dando unos pasos más distinguió una figura en el suelo. ¿Una persona? No podía ser, se adelantó incluso dejando unos pasos atrás al hombre y tomó entre sus manos la tela: era su chal. Al instante reaccionó y entendió que estaban en una trampa pero mucho antes de poder tomar su látigo y arrojar la prenda al suelo, algo la tomó por la muñeca y la arrastró hacia la oscuridad. Ni siquiera gritó, no pudo hacerlo, la habían pillado por sorpresa después de tantos años de experiencia.
En su intento de zafarse de aquel agarre pataleó y le propinó un puñetazo en el mentón al captor sin siquiera darse cuenta pues no veía absolutamente nada. Lo único que distinguió de la criatura eran sus ojos, esos ojos rojizos que les habían atacado horas antes.
-¡Suéltame, no te conviene dañar a una cazadora, vendrán más a por ti! -La frase que acababa de soltar no se la creía ni ella que sabía perfectamente que estaba más sola que la una, pero no pensaba perder los nervios y mucho menos entregarle su sangre al ser en bandeja de plata.
Este mismo comenzó a desarmarla empezando por el látigo que llevaba atado a la cintura, el cual tiró muy lejos del alcance de la muchacha y luego rebuscó entre sus ropas por si guardaba alguna otra arma por ahí.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
La pregunta de su ahora compañera le recordó el motivo de todo aquello, ayudándole así a olvidar la situación de antes. -Con el tiempo he aprendido que esta vida no es una para alguien con seres queridos. No se puede proteger a todo el mundo.- se sinceraba con aquella mujer. -Yo intento no mirar atrás y solo voy.- aunque lo hipócrita de aquella frase es que hacía todo eso por algo que quizás debió dejar atrás, en el pasado. Tomó aire, aunque fuera aquél tan cargado, y siguió avanzando con cautela.
Asintió a la pregunta que le lanzó cuando ambos sintieron algo perturbador. Agudizando la vista pudo ver algo en el suelo, todavía no tenía claro el qué, pero no se fiaba. Sin embargo la chica se apresuró, adelantando a Ethan. -¡Espera, no!- le gritó cuando se agachó a recoger lo que fuera del suelo. Pero demasiado tarde, algo la atrajo hacia la oscuridad y la perdió de vista. Un sudor frío le recorrió el cuello y enseguida comprendió que no podía hacer nada desde allí. No podía disparar, el ruido del arma podría dejarle sordo o en el mejor de los casos aturdir a ambos cazadores; y estaba demasiado lejos para usar el machete. Pero cuando se dispuso a correr escuchó unos débiles pasos a su espalda. Sin pensárselo dos veces se volteó y rajó tan pronto como lo hizo, segando así el brazo de su atacante en el acto. Un grito de dolor resonó por todo el lugar y pudo notar como lo embarraban en sangre pegajosa. Se tapó la boca con el brazo de la antorcha, sabía lo peligrosa que era la sangre de aquellos seres, lo había visto. Aprovechando que el vampiro se retorcía de dolor sujetándose el miembro amputado se abalanzó sobre él, dando machetazos brutos en su cuello, decapitándolo sin mucho esfuerzo. Nunca le gustó la brutalidad de aquellos actos, pero era necesario para asegurarse de haber acabado con esas criaturas. Se miró las manos un segundo, completamente ensangrentadas y algo temblorosas. Tenía miedo, y el corazón le dio un vuelco cuando escuchó el forcejeo de la muchacha.
Se levantó del suelo dándose la vuelta y, sin dudar más, disparó en cuanto vio aquellos destellos rojos. No fallaría, de hecho no lo hizo, pero el estruendo fue ensordecedor. Incluso habiendose tapado un oído no pudo hacer nada por el otro, que ahora le pitaba dolorosamente. Corrío un tanto confuso hacia la oscuridad, descubriendo a la joven aturdida, el vampiro en el suelo con las fauces abiertas, y restos de sesera esparcidos por la pared. Se dejó caer de rodillas junto a la criatura y sin perder más tiempo empezó a cortar el tierno cuello.
Recogió la antorcha del suelo, que apenas tenía brasas ya en el extremo, y se alzó mareado. Le tendió la mano a la morena, pero se dio cuenta al momento de lo sucísima que estaba y la apartó, limpiándose con el pantalón. -Tenía que hacerlo, perdona.- se disculpaba así por el disparo. No estaban a salvo ni mucho menos, si dos bajaron aquí pudieron hacerlo muchos más. Se preguntaba, siendo egoísta, cuanto dinero llevaba encima para llamar tanto la atención.
Trató de volver a caminar, pero le costaba mantener el equilibrio todavía, así que iba dando tumbos por el túnel, de lado a lado. Notó un calor extraño en su mejilla y al palparse se dio cuenta de que estaba sangrando por la oreja derecha. Sintió miedo por un instante, probablemente acababa de perder un oído para siempre. Se limpió rápidamente con un paño que sacó del bolsillo, para no infectarse con la sangre de vampiro, pero siguió el camino.
Llegaron a una escalera distinta a las demás, pues era más baja que el resto y la tapadera tenía una palanca para poder abrirla desde aquí abajo. Esta vez no le ofreció el paso a la señorita, no se dio ni cuenta la verdad, tan solo quería salir de allí lo antes posible. Y por fin lo lograron, dieron con un pequeño cuarto con escobas y demás herramientas de limpieza o mantenimiento. Se sentó en el suelo bajo una ventana y suspiró.
-Que le den por culo al escondite, en serio.- sopló con aire divertido a sabiendas que no era buen momento para bromear. Con la cabeza recostada en la pared rió mirandola a ella, y enseguida recordó su oído, el cual corrió a tapar. Con ese gesto le vino un pensamiento mucho mayor a la cabeza: acababa de hacer algo horrible. Sin decir palabra se levantó y salió de aquel cuarto, corriendo hacia la zona donde trataban la piel con el agua. Efectivamente no era un simple presentimiento. El agua que salía del sistema del alcantarillado estaba sucia, sangre de vampiro, esto era un problema mucho mayor de lo que podía imaginar. Se dio la vuelta con la cara completamente pálida. -Tenemos un problema.- dijo mientras mostraba un cuenco de esa agua rojiza.
No podía ni pensar en la cantidad de gente que podría sufrir por su culpa, debía remediar aquello aunque no supiera cómo. -¿Drenar el sistema? ¿Eso como se hace?- se preguntaba en su mente, hecho un amasijo de nervios. Dio un par de vueltas a la habitación. -¿Avisamos a las autoridades? Deberían saber qué hacer.- luego pensó que la gente en cuanto vieran el agua contaminada no trabajarían con ella, por supuesto, pero no terminaba de fiarse. Lo cierto era que se sentía un poco estúpido por estar tan preocupado por algo así, que seguramente no fuera nada, pero simplemente no podía evitarlo.
Asintió a la pregunta que le lanzó cuando ambos sintieron algo perturbador. Agudizando la vista pudo ver algo en el suelo, todavía no tenía claro el qué, pero no se fiaba. Sin embargo la chica se apresuró, adelantando a Ethan. -¡Espera, no!- le gritó cuando se agachó a recoger lo que fuera del suelo. Pero demasiado tarde, algo la atrajo hacia la oscuridad y la perdió de vista. Un sudor frío le recorrió el cuello y enseguida comprendió que no podía hacer nada desde allí. No podía disparar, el ruido del arma podría dejarle sordo o en el mejor de los casos aturdir a ambos cazadores; y estaba demasiado lejos para usar el machete. Pero cuando se dispuso a correr escuchó unos débiles pasos a su espalda. Sin pensárselo dos veces se volteó y rajó tan pronto como lo hizo, segando así el brazo de su atacante en el acto. Un grito de dolor resonó por todo el lugar y pudo notar como lo embarraban en sangre pegajosa. Se tapó la boca con el brazo de la antorcha, sabía lo peligrosa que era la sangre de aquellos seres, lo había visto. Aprovechando que el vampiro se retorcía de dolor sujetándose el miembro amputado se abalanzó sobre él, dando machetazos brutos en su cuello, decapitándolo sin mucho esfuerzo. Nunca le gustó la brutalidad de aquellos actos, pero era necesario para asegurarse de haber acabado con esas criaturas. Se miró las manos un segundo, completamente ensangrentadas y algo temblorosas. Tenía miedo, y el corazón le dio un vuelco cuando escuchó el forcejeo de la muchacha.
Se levantó del suelo dándose la vuelta y, sin dudar más, disparó en cuanto vio aquellos destellos rojos. No fallaría, de hecho no lo hizo, pero el estruendo fue ensordecedor. Incluso habiendose tapado un oído no pudo hacer nada por el otro, que ahora le pitaba dolorosamente. Corrío un tanto confuso hacia la oscuridad, descubriendo a la joven aturdida, el vampiro en el suelo con las fauces abiertas, y restos de sesera esparcidos por la pared. Se dejó caer de rodillas junto a la criatura y sin perder más tiempo empezó a cortar el tierno cuello.
Recogió la antorcha del suelo, que apenas tenía brasas ya en el extremo, y se alzó mareado. Le tendió la mano a la morena, pero se dio cuenta al momento de lo sucísima que estaba y la apartó, limpiándose con el pantalón. -Tenía que hacerlo, perdona.- se disculpaba así por el disparo. No estaban a salvo ni mucho menos, si dos bajaron aquí pudieron hacerlo muchos más. Se preguntaba, siendo egoísta, cuanto dinero llevaba encima para llamar tanto la atención.
Trató de volver a caminar, pero le costaba mantener el equilibrio todavía, así que iba dando tumbos por el túnel, de lado a lado. Notó un calor extraño en su mejilla y al palparse se dio cuenta de que estaba sangrando por la oreja derecha. Sintió miedo por un instante, probablemente acababa de perder un oído para siempre. Se limpió rápidamente con un paño que sacó del bolsillo, para no infectarse con la sangre de vampiro, pero siguió el camino.
Llegaron a una escalera distinta a las demás, pues era más baja que el resto y la tapadera tenía una palanca para poder abrirla desde aquí abajo. Esta vez no le ofreció el paso a la señorita, no se dio ni cuenta la verdad, tan solo quería salir de allí lo antes posible. Y por fin lo lograron, dieron con un pequeño cuarto con escobas y demás herramientas de limpieza o mantenimiento. Se sentó en el suelo bajo una ventana y suspiró.
-Que le den por culo al escondite, en serio.- sopló con aire divertido a sabiendas que no era buen momento para bromear. Con la cabeza recostada en la pared rió mirandola a ella, y enseguida recordó su oído, el cual corrió a tapar. Con ese gesto le vino un pensamiento mucho mayor a la cabeza: acababa de hacer algo horrible. Sin decir palabra se levantó y salió de aquel cuarto, corriendo hacia la zona donde trataban la piel con el agua. Efectivamente no era un simple presentimiento. El agua que salía del sistema del alcantarillado estaba sucia, sangre de vampiro, esto era un problema mucho mayor de lo que podía imaginar. Se dio la vuelta con la cara completamente pálida. -Tenemos un problema.- dijo mientras mostraba un cuenco de esa agua rojiza.
No podía ni pensar en la cantidad de gente que podría sufrir por su culpa, debía remediar aquello aunque no supiera cómo. -¿Drenar el sistema? ¿Eso como se hace?- se preguntaba en su mente, hecho un amasijo de nervios. Dio un par de vueltas a la habitación. -¿Avisamos a las autoridades? Deberían saber qué hacer.- luego pensó que la gente en cuanto vieran el agua contaminada no trabajarían con ella, por supuesto, pero no terminaba de fiarse. Lo cierto era que se sentía un poco estúpido por estar tan preocupado por algo así, que seguramente no fuera nada, pero simplemente no podía evitarlo.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
La mano que tenía libre el ser mientras con la otra le aprisionaba con la fuerza que tenía tan superior a la humana, la usaba en el momento para seguir buscando en su ropa algo que se asemejara a un arma. Se le cortó la respiración cuando rozó con la yema de sus asquerosos dedos sus muslos y tocó el cuchillo que había cogido un rato antes de la caja.
-Aquí está... -Susurró el vampiro con satisfacción, le había costado encontrarlo la chica era demasiado lista escondiendo sus armas aunque tal vez era algo muy típico hacerlo en una liga.
Le faltó tiempo para quitarla de ahí bajando el trozo de tela hacia abajo y dejándolo caer en el suelo, por el camino la hoja fría rozó con su piel haciéndola estremecer. El arma hizo un ruido bastante sonoro al caer acompañado de otro más extraño más hacia el fondo del pasillo. Su captor se distrajo con este unos segundos y pudo distinguir como si hiciera un mohín, como cuando alguien olía algo que le desagradaba. Al instante la morena recordó que podía tratarse del carterista y esperó que no le pasara nada pues habían sido dos vampiros los que les atacaron.
-...suéltame... -Aprovechó para usar una de sus piernas y asestarle una patada pero fue en vano. El susto llegó cuando de repente un disparo resonó en toda la estancia, en esas paredes que eran tan sumamente estrechas y el sonido retumbó por todo su interior, al instante se llevó las manos a los oídos y cayó al suelo junto al vampiro sin saber todavía qué había pasado.
La antorcha estaba en el suelo y la estancia estaba poco iluminada pero se distinguía perfectamente lo que había ocurrido. Cuando ella consiguió abrir los ojos mientras confusa, el carterista terminaba su tarea, buscó con la mirada alrededor sin saber muy bien qué había pasado. ¿Aquello era producto de su error? Esperaba que no, pero le iba a deber bastante a aquel hombre.
En cuanto recogió la luz automáticamente sus ojos se dirigieron a esta y tomó la mano que le tendía como si se tratara de un ángel:
-...gracias -Le dio las gracias por haberla ayudado y soltó su mano en cuanto se recompuso estando de pie. Era difícil mirar a un punto fijo o concentrarse en algo, pero no se le olvidó recoger su látigo del suelo y la daga junto a la liga como buenamente pudo. Ató ambas cosas a su cinturón y tiró hacia delante detrás del hombre que no estaba segura si se tambaleaba porque ella también estaba mareada o porque iba con su misma sensación; seguramente sería lo segundo.
No se percató de nada a su alrededor durante el trayecto, ni siquiera cuando pasaron por al lado del cadáver destrozado del segundo vampiro que había matado el cazador.
De hecho hubo cierto momento en el que llegaron a una escalera en el cual se tuvo que apoyar en la pared para no caerse, le dolía la cabeza más de lo que admitiría y aunque no sería la primera vez que la hirieran, sí era la primera vez que recibía el sonido de un disparo en un espacio tan reducido, el efecto era demasiado peligroso.
No sabía dónde se encontraba pero agradeció que ya no hiciera falta la antorcha para ver algo. El cuartillo donde se encontraban estaba vagamente iluminado pero no le hizo falta mucha más luz para darse cuenta de que su compañero estaba sangrando:
-¿Estás bien? ¿Necesitas algo? -No sabía muy bien qué hacer y tampoco tenía nada con lo que ayudarle, solamente rompió un trozo de su vestido por la parte de abajo y se lo entregó para que siguiera taponando su oreja. Le importaba muy poco su ropa si él había salido mal parado y aunque no entendía bien porqué, insistió demasiado en que usara el trozo de prenda para cubrirse.
El siguiente problema que le presentó no fue nada agradable de ver. Si bien era consciente de que la sangre de un vampiro no era nada bueno para la salud, no entendía qué podían hacer ellos para evitar que cundiera el caos si alguien se encontraba con aquello:
-...no creo que podamos hacer nada por eso -Estuvo a punto de decir que ellos ya hacían más que suficiente salvando las vidas de los inocentes y no tan inocentes que no tenían ni idea de la existencia de los vampiros y otros seres pero se cayó.
Vio cómo empezó a comportarse y quiso que no le pegara ese nerviosismo. Los que revisaran aquel sistema se darían cuenta del problema y no dejarían que el agua contaminada llegara a nadie, estaba añadiendo un problema donde no lo había; o eso pensaba ella.
-Tienes que tratarte esa herida, ahora mismo no estás como para seguir preocupándote de otros problemas -De repente se le ocurrió una idea pero no sabía hasta qué punto estaría dispuesto a seguirla- Ven conmigo a mi casa, quiero decir, a la de mi hermano, allí podrás limpiarte y coger ropa nueva y... -Su hermano con las pocas horas que quedaban para que amaneciera, solía levantarse temprano así que para cuando llegaran él ya no estaría allí y si lo estuviera se las apañaría para explicar lo ocurrido. No tendría problemas por lidiar con él.
Mientras esperaba que le diera una respuesta, miró a su alrededor esperando encontrar alguna salida que les llevara directamente al exterior para al fin estar a salvo al menos de más vampiros a la luz del sol.
-Aquí está... -Susurró el vampiro con satisfacción, le había costado encontrarlo la chica era demasiado lista escondiendo sus armas aunque tal vez era algo muy típico hacerlo en una liga.
Le faltó tiempo para quitarla de ahí bajando el trozo de tela hacia abajo y dejándolo caer en el suelo, por el camino la hoja fría rozó con su piel haciéndola estremecer. El arma hizo un ruido bastante sonoro al caer acompañado de otro más extraño más hacia el fondo del pasillo. Su captor se distrajo con este unos segundos y pudo distinguir como si hiciera un mohín, como cuando alguien olía algo que le desagradaba. Al instante la morena recordó que podía tratarse del carterista y esperó que no le pasara nada pues habían sido dos vampiros los que les atacaron.
-...suéltame... -Aprovechó para usar una de sus piernas y asestarle una patada pero fue en vano. El susto llegó cuando de repente un disparo resonó en toda la estancia, en esas paredes que eran tan sumamente estrechas y el sonido retumbó por todo su interior, al instante se llevó las manos a los oídos y cayó al suelo junto al vampiro sin saber todavía qué había pasado.
La antorcha estaba en el suelo y la estancia estaba poco iluminada pero se distinguía perfectamente lo que había ocurrido. Cuando ella consiguió abrir los ojos mientras confusa, el carterista terminaba su tarea, buscó con la mirada alrededor sin saber muy bien qué había pasado. ¿Aquello era producto de su error? Esperaba que no, pero le iba a deber bastante a aquel hombre.
En cuanto recogió la luz automáticamente sus ojos se dirigieron a esta y tomó la mano que le tendía como si se tratara de un ángel:
-...gracias -Le dio las gracias por haberla ayudado y soltó su mano en cuanto se recompuso estando de pie. Era difícil mirar a un punto fijo o concentrarse en algo, pero no se le olvidó recoger su látigo del suelo y la daga junto a la liga como buenamente pudo. Ató ambas cosas a su cinturón y tiró hacia delante detrás del hombre que no estaba segura si se tambaleaba porque ella también estaba mareada o porque iba con su misma sensación; seguramente sería lo segundo.
No se percató de nada a su alrededor durante el trayecto, ni siquiera cuando pasaron por al lado del cadáver destrozado del segundo vampiro que había matado el cazador.
De hecho hubo cierto momento en el que llegaron a una escalera en el cual se tuvo que apoyar en la pared para no caerse, le dolía la cabeza más de lo que admitiría y aunque no sería la primera vez que la hirieran, sí era la primera vez que recibía el sonido de un disparo en un espacio tan reducido, el efecto era demasiado peligroso.
No sabía dónde se encontraba pero agradeció que ya no hiciera falta la antorcha para ver algo. El cuartillo donde se encontraban estaba vagamente iluminado pero no le hizo falta mucha más luz para darse cuenta de que su compañero estaba sangrando:
-¿Estás bien? ¿Necesitas algo? -No sabía muy bien qué hacer y tampoco tenía nada con lo que ayudarle, solamente rompió un trozo de su vestido por la parte de abajo y se lo entregó para que siguiera taponando su oreja. Le importaba muy poco su ropa si él había salido mal parado y aunque no entendía bien porqué, insistió demasiado en que usara el trozo de prenda para cubrirse.
El siguiente problema que le presentó no fue nada agradable de ver. Si bien era consciente de que la sangre de un vampiro no era nada bueno para la salud, no entendía qué podían hacer ellos para evitar que cundiera el caos si alguien se encontraba con aquello:
-...no creo que podamos hacer nada por eso -Estuvo a punto de decir que ellos ya hacían más que suficiente salvando las vidas de los inocentes y no tan inocentes que no tenían ni idea de la existencia de los vampiros y otros seres pero se cayó.
Vio cómo empezó a comportarse y quiso que no le pegara ese nerviosismo. Los que revisaran aquel sistema se darían cuenta del problema y no dejarían que el agua contaminada llegara a nadie, estaba añadiendo un problema donde no lo había; o eso pensaba ella.
-Tienes que tratarte esa herida, ahora mismo no estás como para seguir preocupándote de otros problemas -De repente se le ocurrió una idea pero no sabía hasta qué punto estaría dispuesto a seguirla- Ven conmigo a mi casa, quiero decir, a la de mi hermano, allí podrás limpiarte y coger ropa nueva y... -Su hermano con las pocas horas que quedaban para que amaneciera, solía levantarse temprano así que para cuando llegaran él ya no estaría allí y si lo estuviera se las apañaría para explicar lo ocurrido. No tendría problemas por lidiar con él.
Mientras esperaba que le diera una respuesta, miró a su alrededor esperando encontrar alguna salida que les llevara directamente al exterior para al fin estar a salvo al menos de más vampiros a la luz del sol.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
Parecía definitivo, había perdido audición. Aquel disparo tal vez les salvara la vida, pero ahora no estaba seguro de poder recuperar su tímpano. Un intenso pitido seguía en su cabeza, acompañado de una tremenda jaqueca y el dolor intenso en el oído. Aquella chica le ofreció su ayuda, y a pesar de haber negado con la cabeza mientras se llevaba la mano a la oreja con un paño ya sucio, ella desgarró parte de su vestido para que pudiera seguir cubriendo la herida. Tomó el pedazo de tela mientras le resultaba imposible resistirse a mirar la pierna descubierta en aquella posición. -No hacía falta, era un bonito vestido, pero gracias...- agradeció con la voz baja, casi rasgada. Seguía mareado y le estaba entrando sueño allí medio tumbado.
Se convenció, con la ayuda de la morena, de despreocuparse, confiando en que alguien se daría cuenta del estropicio y nadie correría peligro por el agua contaminada. Lo cierto era que, bien pensado, no tuvo motivos en ningún momento para preocuparse. Lo achacó al dolor de cabeza y los nervios de la situación. Ahora se sentía un poco más a salvo, pero sabía que no podía relajarse, todavía corrían peligro. Fue entonces cuando ella le propuso acompañarla a su casa, bueno, a la de su hermano. Y lo cierto es que no tenía mejor opción, pero el mero hecho de pensar en ello le hizo sentir incómodo. Carraspeó mientras meditaba la propuesta. -No puedo aceptar, menos aún tratándose del hogar de tu hermano, que ni tú ni él sabéis quién soy. Además, mira cómo estoy...- dijo señalándose entero, completamente cubierto de sangre.
Trató de negarse, pero ante la insistencia de la joven no tuvo más remedio que aceptar. -Si tu hermano lo considera inoportuno, me iré de inmediato, no voy a ser una molestia para nadie.- advirtió.
Se levantó no sin esfuerzo, pues el haberse tumbado le sentó bastante mal, ahora se encontraba el doble de mareado y sentía hasta náuseas. Odiaba estar así, tan maltrecho, por culpa de un acto tan estúpido. -¿A quién coño se le ocurre disparar en un lugar cerrado? A mí...- se reprochaba a sí mismo. Hizo ademán de ayudar a la chica a ponerse en marcha pero lo cierto era que ella estaba mucho mejor que él y no necesitó ayuda. Dio una vuelta a su alrededor, buscando algo, y al final caminó hacia una puerta. -Por aquí se sale, la ciudad está a cinco minutos.- explicaba en lo que se ajustaba la camisa, algo tonto, pues había quedado hecha un asco. Se agachó frente a la puerta que estaba cerrada con llave y, con una ganzúa que sacó de su bolsillo se dispuso a forzar la cerradura. -Las damas primero.- repitió, con tono divertido, mientras le abría la puerta. Mantuvo la vista al suelo cuando pasó por su lado, con una media sonrisa en el rostro. Le resultaba gracioso que a pesar de su lamentable estado siguiera con ganas de hacer el tonto. Sacudió la cabeza cuando no le vio y salió tras ella. -Te sigo, morena.-
Quedaba poco para el amanecer, y a pesar de que no creía encontrar a ningún vampiro a esas horas ya, sabía que tenían lacayos capaces de salir a hacer su trabajo bajo la luz del sol, así que no podía relajarse demasiado. Sin embargo, las calles seguían desiertas salvo por algún tendero que madrugó demasiado o los panaderos, que siempre salían los primeros.
-Supongo que tu nombre no es "morena", ¿cómo debo llamarte?- rompió el silencio al poco rato. -El mío es Ethan, y si te molesta que te tutee sólo tienes que decírmelo.- añadió. Aunque la verdad es que iba a seguir tratándola de "tú" por mucho que dijese, hacía tiempo que perdió las formas, le parecían absurdas e hipócritas, como la gente de clase alta. Con los años había llegado a odiar a esas personas, tan suyas, tan creídas, tan poco honestas, tan pícaras. Y lo que más le frustraba era que a ojos de la sociedad, él era un ladrón pero ellos no.
Tenía ganas de llegar, la verdad, hacía demasiado tiempo que no estaba en una casa de verdad, no necesitaba ningún lujo, pero le producía ilusión poder sentirse "normal" en cierta forma. Siempre añoraba un poco su antigua vida, joder, si hacía todo lo que hacía era para poder recuperarla algún día. Pero cada vez resultaba más difícil creer en el perdón de la ley, de su propia familia, y en la esperanza de volver a ver a su Morgaine.
En cuanto llegara querría darse un baño lo antes posible, pero tampoco iba a abusar de la hospitalidad de nadie y si no le daban permiso, tampoco iba a pedirlo, bastante iban a hacer ya por un vulgar carterista.
El "paseo" transcurrió con normalidad, no sintió que nadie les siguieran u observaran, todo parecía en calma, incluso trató de buscar algún indicio de que alguien viera algo la noche anterior, pero tampoco fue así.
-Allí abajo me preguntaste si viajaba solo, ¿qué hay de ti? ¿Tu hermano también...? ¿Es algo familiar?- tal vez estaba siendo demasiado indiscreto, pero sentía curiosidad. Jamás se planteó terminar haciendo lo que estaba haciendo, ni siquiera lo consideraba un oficio, y sin embargo sabía de mucha gente que se ganaba la vida haciendo eso.
Se convenció, con la ayuda de la morena, de despreocuparse, confiando en que alguien se daría cuenta del estropicio y nadie correría peligro por el agua contaminada. Lo cierto era que, bien pensado, no tuvo motivos en ningún momento para preocuparse. Lo achacó al dolor de cabeza y los nervios de la situación. Ahora se sentía un poco más a salvo, pero sabía que no podía relajarse, todavía corrían peligro. Fue entonces cuando ella le propuso acompañarla a su casa, bueno, a la de su hermano. Y lo cierto es que no tenía mejor opción, pero el mero hecho de pensar en ello le hizo sentir incómodo. Carraspeó mientras meditaba la propuesta. -No puedo aceptar, menos aún tratándose del hogar de tu hermano, que ni tú ni él sabéis quién soy. Además, mira cómo estoy...- dijo señalándose entero, completamente cubierto de sangre.
Trató de negarse, pero ante la insistencia de la joven no tuvo más remedio que aceptar. -Si tu hermano lo considera inoportuno, me iré de inmediato, no voy a ser una molestia para nadie.- advirtió.
Se levantó no sin esfuerzo, pues el haberse tumbado le sentó bastante mal, ahora se encontraba el doble de mareado y sentía hasta náuseas. Odiaba estar así, tan maltrecho, por culpa de un acto tan estúpido. -¿A quién coño se le ocurre disparar en un lugar cerrado? A mí...- se reprochaba a sí mismo. Hizo ademán de ayudar a la chica a ponerse en marcha pero lo cierto era que ella estaba mucho mejor que él y no necesitó ayuda. Dio una vuelta a su alrededor, buscando algo, y al final caminó hacia una puerta. -Por aquí se sale, la ciudad está a cinco minutos.- explicaba en lo que se ajustaba la camisa, algo tonto, pues había quedado hecha un asco. Se agachó frente a la puerta que estaba cerrada con llave y, con una ganzúa que sacó de su bolsillo se dispuso a forzar la cerradura. -Las damas primero.- repitió, con tono divertido, mientras le abría la puerta. Mantuvo la vista al suelo cuando pasó por su lado, con una media sonrisa en el rostro. Le resultaba gracioso que a pesar de su lamentable estado siguiera con ganas de hacer el tonto. Sacudió la cabeza cuando no le vio y salió tras ella. -Te sigo, morena.-
Quedaba poco para el amanecer, y a pesar de que no creía encontrar a ningún vampiro a esas horas ya, sabía que tenían lacayos capaces de salir a hacer su trabajo bajo la luz del sol, así que no podía relajarse demasiado. Sin embargo, las calles seguían desiertas salvo por algún tendero que madrugó demasiado o los panaderos, que siempre salían los primeros.
-Supongo que tu nombre no es "morena", ¿cómo debo llamarte?- rompió el silencio al poco rato. -El mío es Ethan, y si te molesta que te tutee sólo tienes que decírmelo.- añadió. Aunque la verdad es que iba a seguir tratándola de "tú" por mucho que dijese, hacía tiempo que perdió las formas, le parecían absurdas e hipócritas, como la gente de clase alta. Con los años había llegado a odiar a esas personas, tan suyas, tan creídas, tan poco honestas, tan pícaras. Y lo que más le frustraba era que a ojos de la sociedad, él era un ladrón pero ellos no.
Tenía ganas de llegar, la verdad, hacía demasiado tiempo que no estaba en una casa de verdad, no necesitaba ningún lujo, pero le producía ilusión poder sentirse "normal" en cierta forma. Siempre añoraba un poco su antigua vida, joder, si hacía todo lo que hacía era para poder recuperarla algún día. Pero cada vez resultaba más difícil creer en el perdón de la ley, de su propia familia, y en la esperanza de volver a ver a su Morgaine.
En cuanto llegara querría darse un baño lo antes posible, pero tampoco iba a abusar de la hospitalidad de nadie y si no le daban permiso, tampoco iba a pedirlo, bastante iban a hacer ya por un vulgar carterista.
El "paseo" transcurrió con normalidad, no sintió que nadie les siguieran u observaran, todo parecía en calma, incluso trató de buscar algún indicio de que alguien viera algo la noche anterior, pero tampoco fue así.
-Allí abajo me preguntaste si viajaba solo, ¿qué hay de ti? ¿Tu hermano también...? ¿Es algo familiar?- tal vez estaba siendo demasiado indiscreto, pero sentía curiosidad. Jamás se planteó terminar haciendo lo que estaba haciendo, ni siquiera lo consideraba un oficio, y sin embargo sabía de mucha gente que se ganaba la vida haciendo eso.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
Se le iluminó medianamente el rostro al oír que vendría con ella. En un principio había pensado que se negaría en rotundo y por otro lado que su hermano se pondría hecho una furia sobretodo con ella, pero esto segundo no le importaba en absoluto. Si era un carterista no tendría sitio alguno al que acudir a darse un simple baño y cambiarse de ropa e incluso comer algo y ella tenía su casa, por muy de su hermano que fuese. Por eso quería llevarle, y además por estar herido...y por el "detalle" de que le había salvado la vida.
Obviamente sin estar en su piel no notaba que estaba tan mal porque desde el exterior parecía mareado y sangraba por la oreja. En su lugar no sabría muy bien lo que había hecho al respecto de eso, al menos a ella le quedaba un dolor de cabeza curioso y las manchas de sangre salpicaban su ropa también y parte de su piel pero nada más, sin ningún otro daño:
-Mi hermano vive algo más alejado del centro, pero está más cerca de lo que creo entonces -Comentó cuando le dijo que la ciudad estaba prácticamente a cinco minutos.
No se sorprendió de tal cosa porque desde que huyeron de los vampiros en su primer encuentro, le daba la impresión de que había caminado más de lo habitual. De hecho estaba empezando a notar el cansancio, algo de sueño tal vez.
Sonrió levemente al pillar la broma sobre las damas y pasó delante suya para luego esbozar una sonrisa mayor al escuchar aquello de "morena"; no supo muy bien porqué pero le gustó que la llamara así.
Salieron al exterior en muy poco tiempo, él llevaba razón, la ciudad estaba a cinco minutos porque estuvieron rodeados de calles y luces medianamente iluminadas en poco rato. Sí, la iluminación nocturna todavía seguía encendida mientras que si miraban al cielo verían cómo se mezclaban los colores oscuros con los naranjas y amarillos del amanecer. Si alguien estuviera contemplando tal cosa le parecería precioso.
-Me llamo Isabelle -Después de responder pensó por unos segundos el tema de tutearse. Si era sincera ni se había dado cuenta de tal cosa. La única persona con la que a diario mantenía una conversación de más de tres frases era con su hermano y estaba claro que no se hablaban de usted, por lo que no había notado ese cambio hablando con él- , suelen llamarme Izzy -Mentalmente comenzó a darle vueltas y a pensar en qué momento se había olvidado ella, tan educada como era, los modales en su casa.
Las presentaciones llegaban tarde también. Normalmente cuando conocía a una persona lo primero era presentarse, pero con él había sido algo totalmente imposible. Lo conoció en mitad de una persecución que además había provocado él y para colmo ahora estaba paseando a su lado por las calles de París, rumbo a casa de su hermano, con un aspecto más que lamentable y algo asqueroso, la sangre de vampiro comenzaba a oler.
De no ser porque era temprano, la gente habría puesto la voz en grito por culpa del aspecto de ambos. De hecho Izzy había pensado en tomarlo del brazo para parecer una pareja que había sido atacada, pero desechó la idea al ver que la sangre que llevaba encima el hombre, reseca o no, seguía siendo de una criatura ponzoñosa.
-¿Te refieres a que si mi hermano también es cazador? -Se río de repente, divertida ante la idea. Aunque curiosamente se le vino la imagen de su hermano a la cabeza con sus mismas marcas y un arco como arma, estaría realmente guapo- , no, no lo es, de hecho no creo ni que conozca este mundo. Hace años descubrí que mi padre sí lo fue, por...circunstancias que ahora mismo no puedo esforzarme en recordar, yo seguí sus pasos pero ni siquiera creo que tuviera la intención de que fuese así -Nunca le había dicho a nadie eso último, pero supuso que no tenía nada malo expresar tal pensamiento. Y tampoco podía esforzarse ahora en recordar cosas pasadas con el dolor de cabeza que llevaba.
Pasando por al lado de una panadería que había visto varias veces pero que jamás había visitado, se quedó mirando hacia el interior y vio como un hombre menudo se escondía detrás del mostrador al verlos. ¿Miedo? Supuso que sí pero le divirtió verlo. Aún así tomó como referencia aquel negocio para darse cuenta de que quedaba poco hasta el hogar de su hermano.
Vivía en un edificio de muy poca altura donde habría como mucho tres casas acinadas en apenas tres plantas. Dos de ellas abajo a izquierda y derecha al entrar, de por supuesto poco tamaño y la restante arriba, en el piso superior, solamente había que subir las escaleras y al doblar una esquina ahí estaba la puerta que ya tenía como familiar:
-Es probable que no esté, pero si está, prepara tus oídos para una buena...eh, perdona -Aún habiéndose dado cuenta de que la broma que iba a hacer no venía muy bien en aquel momento, se rió mientras abría la puerta y le dejaba pasar para luego cerrarla de nuevo con llave.
Lo primero que veías al llegar a la casa era una entrada diminuta sin decoración alguna y a su derecha la cocina donde predominaba el blanco y no había mucho capricho más que lo necesario. Nada más pasar la entrada encontrabas un salón donde su hermano sí se había esforzado en decorar.
Un sofá rojo oscuro adornaba el centro de la sala junto a una típica mesita de café delante de la misma. Atrás del asiento se encontraba una estantería repleta de libros y un sillón al lado: su rincón de lectura. Eso y otros adornos como jarrones y recuerdos varios estaban esparcidos por toda la casa.
-Te llevaré hasta el baño allí podrás limpiarte toda esa sangre y lo que necesites -Miró a un lado y a otro comprobando aún que su hermano no estaba en casa. No solía fallar en su horario madrugador y aquel día no iba a ser diferente- , te buscaré algo de ropa suya que ya no use, no tengo ganas de que grite por cogerle algo nuevo -Mientras hablaba lo llevó hasta la puerta del baño, que no es que tuviera muchos lujos pero servía más que de sobra.
Con una media sonrisa y recalcando que no se preocupara por pedirle algo si lo necesitaba, se escapó de su vista para dejarle intimidad y se fue para buscar algo de ropa en la habitación de su hermano.
Obviamente sin estar en su piel no notaba que estaba tan mal porque desde el exterior parecía mareado y sangraba por la oreja. En su lugar no sabría muy bien lo que había hecho al respecto de eso, al menos a ella le quedaba un dolor de cabeza curioso y las manchas de sangre salpicaban su ropa también y parte de su piel pero nada más, sin ningún otro daño:
-Mi hermano vive algo más alejado del centro, pero está más cerca de lo que creo entonces -Comentó cuando le dijo que la ciudad estaba prácticamente a cinco minutos.
No se sorprendió de tal cosa porque desde que huyeron de los vampiros en su primer encuentro, le daba la impresión de que había caminado más de lo habitual. De hecho estaba empezando a notar el cansancio, algo de sueño tal vez.
Sonrió levemente al pillar la broma sobre las damas y pasó delante suya para luego esbozar una sonrisa mayor al escuchar aquello de "morena"; no supo muy bien porqué pero le gustó que la llamara así.
Salieron al exterior en muy poco tiempo, él llevaba razón, la ciudad estaba a cinco minutos porque estuvieron rodeados de calles y luces medianamente iluminadas en poco rato. Sí, la iluminación nocturna todavía seguía encendida mientras que si miraban al cielo verían cómo se mezclaban los colores oscuros con los naranjas y amarillos del amanecer. Si alguien estuviera contemplando tal cosa le parecería precioso.
-Me llamo Isabelle -Después de responder pensó por unos segundos el tema de tutearse. Si era sincera ni se había dado cuenta de tal cosa. La única persona con la que a diario mantenía una conversación de más de tres frases era con su hermano y estaba claro que no se hablaban de usted, por lo que no había notado ese cambio hablando con él- , suelen llamarme Izzy -Mentalmente comenzó a darle vueltas y a pensar en qué momento se había olvidado ella, tan educada como era, los modales en su casa.
Las presentaciones llegaban tarde también. Normalmente cuando conocía a una persona lo primero era presentarse, pero con él había sido algo totalmente imposible. Lo conoció en mitad de una persecución que además había provocado él y para colmo ahora estaba paseando a su lado por las calles de París, rumbo a casa de su hermano, con un aspecto más que lamentable y algo asqueroso, la sangre de vampiro comenzaba a oler.
De no ser porque era temprano, la gente habría puesto la voz en grito por culpa del aspecto de ambos. De hecho Izzy había pensado en tomarlo del brazo para parecer una pareja que había sido atacada, pero desechó la idea al ver que la sangre que llevaba encima el hombre, reseca o no, seguía siendo de una criatura ponzoñosa.
-¿Te refieres a que si mi hermano también es cazador? -Se río de repente, divertida ante la idea. Aunque curiosamente se le vino la imagen de su hermano a la cabeza con sus mismas marcas y un arco como arma, estaría realmente guapo- , no, no lo es, de hecho no creo ni que conozca este mundo. Hace años descubrí que mi padre sí lo fue, por...circunstancias que ahora mismo no puedo esforzarme en recordar, yo seguí sus pasos pero ni siquiera creo que tuviera la intención de que fuese así -Nunca le había dicho a nadie eso último, pero supuso que no tenía nada malo expresar tal pensamiento. Y tampoco podía esforzarse ahora en recordar cosas pasadas con el dolor de cabeza que llevaba.
Pasando por al lado de una panadería que había visto varias veces pero que jamás había visitado, se quedó mirando hacia el interior y vio como un hombre menudo se escondía detrás del mostrador al verlos. ¿Miedo? Supuso que sí pero le divirtió verlo. Aún así tomó como referencia aquel negocio para darse cuenta de que quedaba poco hasta el hogar de su hermano.
Vivía en un edificio de muy poca altura donde habría como mucho tres casas acinadas en apenas tres plantas. Dos de ellas abajo a izquierda y derecha al entrar, de por supuesto poco tamaño y la restante arriba, en el piso superior, solamente había que subir las escaleras y al doblar una esquina ahí estaba la puerta que ya tenía como familiar:
-Es probable que no esté, pero si está, prepara tus oídos para una buena...eh, perdona -Aún habiéndose dado cuenta de que la broma que iba a hacer no venía muy bien en aquel momento, se rió mientras abría la puerta y le dejaba pasar para luego cerrarla de nuevo con llave.
Lo primero que veías al llegar a la casa era una entrada diminuta sin decoración alguna y a su derecha la cocina donde predominaba el blanco y no había mucho capricho más que lo necesario. Nada más pasar la entrada encontrabas un salón donde su hermano sí se había esforzado en decorar.
Un sofá rojo oscuro adornaba el centro de la sala junto a una típica mesita de café delante de la misma. Atrás del asiento se encontraba una estantería repleta de libros y un sillón al lado: su rincón de lectura. Eso y otros adornos como jarrones y recuerdos varios estaban esparcidos por toda la casa.
-Te llevaré hasta el baño allí podrás limpiarte toda esa sangre y lo que necesites -Miró a un lado y a otro comprobando aún que su hermano no estaba en casa. No solía fallar en su horario madrugador y aquel día no iba a ser diferente- , te buscaré algo de ropa suya que ya no use, no tengo ganas de que grite por cogerle algo nuevo -Mientras hablaba lo llevó hasta la puerta del baño, que no es que tuviera muchos lujos pero servía más que de sobra.
Con una media sonrisa y recalcando que no se preocupara por pedirle algo si lo necesitaba, se escapó de su vista para dejarle intimidad y se fue para buscar algo de ropa en la habitación de su hermano.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
Isabelle, Izzy. Así se llamaba la morena. Curioso cómo se presentaron después de todo aquello, y cómo había cambiado la actitud de la moza. Desde luego no parecía la misma de apenas un rato, en poco tiempo había visto dos mujeres muy distintas.
Se sentía mal por haberla juzgado desde un principio como "chica de compañía", de amargada y borde, cuando en realidad sólo era una persona que sufrió un percance por su culpa. Se le escapó una sonrisa mientras pensaba en ello, en la actitud distante del principio, en el momento que sintió su aliento tan cercano, y en la preocupación que demostró hacía nada.
El cielo anaranjado era agradable de ver, hacía mucho que no contemplaba un amanecer completamente sobrio.
Se quedó embelesado mirándola cuando echó a reír por la pregunta sobre su hermano. Era la primera vez que la oía y le gustó, quizás en exceso, y eso le hizo morderse el labio y bajar la vista al suelo. Luego le contó un pedacito de Izzy, un poco de su historia, lo cual le sorprendió y a la vez preocupó, por miedo a tener que contar algo suyo para compensar.
-Esta vida es dura, imagino que para una mujer, más, como todo. No soy quién para opinar, pero creo que ningún padre querría esta vida para sus hijos.- objetó, un tanto preocupado por si había sonado grosero. -Sinceramente, creo que no podría dedicarme a esto teniendo un hermano.- admitió, volviendo su tono de voz algo más serio, casi melancólico. -Yo cazo porque soy un hombre que ya no tiene nada que perder.- se dio cuenta de lo gris que se estaba volviendo y miró a la muchacha. -Pero algún día podré dejar de hacerlo, de eso estoy seguro.- dijo con una media sonrisa, creyéndose a medias sus propias palabras.
Llegaron al edificio donde vivía su hermano. Observó tres pisos de altura, no tenía claro el por qué pero se imaginaba otra cosa. El resto de cazadores que conocía vivían bastante miserablemente comparado a eso, o tal vez simplemente hacía demasiado que no prestaba atención a los detalles. Entró al portal tras ella, riéndole la gracia a pesar de todo, y esperó a que subiera las escaleras primera. Por mera educación, pero luego se dio cuenta de que podría malinterpretarse. Se dio cuenta tarde, cuando subía tras ella, pues no pudo evitar fijarse en su vestido rasgado, que mostraba más de lo que debería, y su mirada se clavaba en ella sin pudor.
Estaba muy nervioso cuando se detuvo frente a la puerta del piso superior, ya fuere por lo que acababa de sucederle o por el hecho de que su hermano podría estar en la casa y debería dar explicaciones y demás. Entró cauteloso, incluso asustado. La entrada era pequeña pero aún así era del mismo tamaño que su último dormitorio, así que no pudo opinar. Pudo ver algo que parecía ser la cocina pero siguió andando hasta el salón donde la morena se detuvo a buscar algo o a alguien. Ethan se fijó enseguida en las estanterías llenas de libros, aquello sí que era un lujo... no pudo resistirse a caminar hasta quedar a un par de pasos de distancia. Ensimismado leyendo los títulos de los libros, buscando nada, no se dio ni cuenta de que le estaban hablando. Distraído, dio un inapreciable brinco cuando volvió en sí. -No necesito gran cosa, de verdad, cualquier harapo hará el apaño.- dijo con modestia, lo cierto es que hasta la peor de las prendas de su hermano sería bastante mejor que lo que llevaba.
Siguió a la chica hasta el baño y, tras entrar, ésta le indicó que pidiese lo que hiciera falta y le dejó intimidad. -Isabelle.- la llamó cuando ésta se iba. -Gracias.- dedicándole su más amable sonrisa. Se volvió para mirarlo todo y suspiró aliviado. Dio un par de pasos por la blanca sala, parecía mármol, pero Ethan no era ningún entendido en la materia y para él aquello resultaba muy lujoso.
Se deshizo del cinto donde llevaba sus armas y el pequeño saco. Ni siquiera contó entonces cuánto dinero llevaba ahí dentro, prefirió olvidarse del tema por un instante. Siguió con su camiseta, la cual estaba pegada a su cuerpo por la sangre reseca, y al quitársela tuvo que sufrir un poquito para no arrancarse demasiados pelos. Se estiró entonces, sus agarrotados músculos lo agradecieron, acompañado de algún crujido. Buscó entonces una pastilla de jabón y descubrió una pequeña cesta con varias de ellas que olían a lavanda, que no es que fuera lo más varonil que le pasaba por la cabeza, pero sin duda era un aroma muy agradable. Lo siguiente fue llenar la bañera e introducirse en ella. El agua estaba templada, pero no le importó, se sentía caluroso, quizás febril, pero nada que no pudiera aguantar.
Pronto aquél agua se tornó rojiza, sucia, y tuvo que vaciarla para poder volver a bañarse. Allí permaneció cerca de media hora, frotándose con el jabón, librándose de mugre y suciedad. Pudo relajarse tanto que por poco se queda dormido, si no fuera porque empezaba a coger frío allí metido.
Se sentía mal por haberla juzgado desde un principio como "chica de compañía", de amargada y borde, cuando en realidad sólo era una persona que sufrió un percance por su culpa. Se le escapó una sonrisa mientras pensaba en ello, en la actitud distante del principio, en el momento que sintió su aliento tan cercano, y en la preocupación que demostró hacía nada.
El cielo anaranjado era agradable de ver, hacía mucho que no contemplaba un amanecer completamente sobrio.
Se quedó embelesado mirándola cuando echó a reír por la pregunta sobre su hermano. Era la primera vez que la oía y le gustó, quizás en exceso, y eso le hizo morderse el labio y bajar la vista al suelo. Luego le contó un pedacito de Izzy, un poco de su historia, lo cual le sorprendió y a la vez preocupó, por miedo a tener que contar algo suyo para compensar.
-Esta vida es dura, imagino que para una mujer, más, como todo. No soy quién para opinar, pero creo que ningún padre querría esta vida para sus hijos.- objetó, un tanto preocupado por si había sonado grosero. -Sinceramente, creo que no podría dedicarme a esto teniendo un hermano.- admitió, volviendo su tono de voz algo más serio, casi melancólico. -Yo cazo porque soy un hombre que ya no tiene nada que perder.- se dio cuenta de lo gris que se estaba volviendo y miró a la muchacha. -Pero algún día podré dejar de hacerlo, de eso estoy seguro.- dijo con una media sonrisa, creyéndose a medias sus propias palabras.
Llegaron al edificio donde vivía su hermano. Observó tres pisos de altura, no tenía claro el por qué pero se imaginaba otra cosa. El resto de cazadores que conocía vivían bastante miserablemente comparado a eso, o tal vez simplemente hacía demasiado que no prestaba atención a los detalles. Entró al portal tras ella, riéndole la gracia a pesar de todo, y esperó a que subiera las escaleras primera. Por mera educación, pero luego se dio cuenta de que podría malinterpretarse. Se dio cuenta tarde, cuando subía tras ella, pues no pudo evitar fijarse en su vestido rasgado, que mostraba más de lo que debería, y su mirada se clavaba en ella sin pudor.
Estaba muy nervioso cuando se detuvo frente a la puerta del piso superior, ya fuere por lo que acababa de sucederle o por el hecho de que su hermano podría estar en la casa y debería dar explicaciones y demás. Entró cauteloso, incluso asustado. La entrada era pequeña pero aún así era del mismo tamaño que su último dormitorio, así que no pudo opinar. Pudo ver algo que parecía ser la cocina pero siguió andando hasta el salón donde la morena se detuvo a buscar algo o a alguien. Ethan se fijó enseguida en las estanterías llenas de libros, aquello sí que era un lujo... no pudo resistirse a caminar hasta quedar a un par de pasos de distancia. Ensimismado leyendo los títulos de los libros, buscando nada, no se dio ni cuenta de que le estaban hablando. Distraído, dio un inapreciable brinco cuando volvió en sí. -No necesito gran cosa, de verdad, cualquier harapo hará el apaño.- dijo con modestia, lo cierto es que hasta la peor de las prendas de su hermano sería bastante mejor que lo que llevaba.
Siguió a la chica hasta el baño y, tras entrar, ésta le indicó que pidiese lo que hiciera falta y le dejó intimidad. -Isabelle.- la llamó cuando ésta se iba. -Gracias.- dedicándole su más amable sonrisa. Se volvió para mirarlo todo y suspiró aliviado. Dio un par de pasos por la blanca sala, parecía mármol, pero Ethan no era ningún entendido en la materia y para él aquello resultaba muy lujoso.
Se deshizo del cinto donde llevaba sus armas y el pequeño saco. Ni siquiera contó entonces cuánto dinero llevaba ahí dentro, prefirió olvidarse del tema por un instante. Siguió con su camiseta, la cual estaba pegada a su cuerpo por la sangre reseca, y al quitársela tuvo que sufrir un poquito para no arrancarse demasiados pelos. Se estiró entonces, sus agarrotados músculos lo agradecieron, acompañado de algún crujido. Buscó entonces una pastilla de jabón y descubrió una pequeña cesta con varias de ellas que olían a lavanda, que no es que fuera lo más varonil que le pasaba por la cabeza, pero sin duda era un aroma muy agradable. Lo siguiente fue llenar la bañera e introducirse en ella. El agua estaba templada, pero no le importó, se sentía caluroso, quizás febril, pero nada que no pudiera aguantar.
Pronto aquél agua se tornó rojiza, sucia, y tuvo que vaciarla para poder volver a bañarse. Allí permaneció cerca de media hora, frotándose con el jabón, librándose de mugre y suciedad. Pudo relajarse tanto que por poco se queda dormido, si no fuera porque empezaba a coger frío allí metido.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
Le dejó intimidad para que pudiera bañarse, asearse o lo que le apeteciera mientras ella se dirigía a la habitación de su hermano. Como siempre, tan temprano como era ya estaba todo recogido en el cuarto de Alec. La cama hecha, las sábanas perfectamente estiradas, la ventana abierta lo justo como para que entrara una pizca de sol y la brisa...era tan meticuloso a veces con sus cosas que hasta la morena se sorprendía.
Pero obviamente no iba a cotillear nada de su habitación, no como cuando eran pequeños y quería descubrir si guardaba algo que le hubiese dado alguna chica para bromear con él. Ahora buscaba entre los últimos cajones de su ropa, donde sabía que guardaba las prendas que ya usaba más bien poco o que dejaron de agradarle hace tiempo; ella también había cogido esa costumbre de guardar ese tipo de cosas en los últimos huecos.
Decidió que lo más sensato sería escoger una camisa de color azul marino oscuro y unos pantalones parecidos a los de un traje de chaqueta pero mucho menos formales, eran más de diario, a Alec nunca le habían gustado del todo, se los había puesto unas dos veces.
"Esto le quedará bien", se dijo para sí misma y cogiendo las prendas las dobló y las puso una encima de la otra para poder llevárselas más cómodamente. Lo cierto es que le hacía ilusión verlo con la ropa de su hermano, por algún motivo pensaba que le pegaba y que tenían una talla muy parecida. Tal vez Ethan era algo más musculoso que su hermano pero prácticamente tenían la misma constitución.
Se paró enfrente de la puerta del baño por unos cuantos minutos y al no oír nada se preocupó:
-Ethan, ¿estás bien? -Lo llamó desde fuera pero al escuchar el movimiento del agua supo que estaba bien, sólo relajándose y lo entendía, no le iba a dar prisa alguna...no la tenía.
Divertida ante la idea de que él pudiera asustarse si abría la puerta para darle la ropa, la abrió levemente y después un poco más rápido para hacerle creer que iba a verle pero no, ante todo era educada y con mucho disimulo la dejó encima del lavabo para que pudiera vestirse sin tener que salir del baño e ir a cualquier otra habitación.
Cerró la puerta de nuevo mientras se reía y decidió lavarse las manos, brazos y cara en la cocina. Necesitaba despejar un poco su mente y eso la ayudaba pues, aunque ahora estaba de buen humor, sabía perfectamente que en muy pocas horas habían pasado muchas cosas, cosas que un estómago normal no estaría dispuesto a soportar y que un humano corriente moriría infartado al encontrarse con criaturas así.
-Tengo que convencerlo para hacer un segundo baño -Musitó para sí misma mientras se miraba la ropa, estaba más horrible de lo que pensaba.
En su habitación, en un cajón con doble fondo donde tenía guardadas varias cosas, dejó el látigo y también la daga junto a la liga rasgada, le iba a costar hacerse otra igual. Lógicamente no podía dejar sus armas a la vista de su hermano, se daría cuenta de que pasaba algo extraño.
Después de sacar otro vestido, esta vez de color rojo oscuro y ceñido al cuerpo por la parte de arriba y con volumen por abajo, lo depositó encima de la cama y se dirigió de nuevo al salón. Si quería hacer lo mismo que Ethan tendría que esperar a que saliera del baño. La casa era mucho más de lo que Isabelle podía esperar pero aún no podían permitirse el lujo de tener un segundo aseo.
Se sentó en el sofá con todo el cuidado del mundo para no mancharlo, no le gustaría escuchar a su hermano preguntando cómo había manchado aquello y cómo se las arreglaría para limpiarlo, a veces le recordaba a su madre en ese sentido y otras tantas ella era la misma que se ponía de esa forma.
Estando en el sofá se dio cuenta de lo cansada que estaba. Si había pedido que su rutina cambiara desde luego lo consiguió pero bien, además con un carterista que, ojo, no paraba de verlo como un hombre que le llamaba la atención, algo a lo que no estaba para nada acostumbrada.
-...tiene buen aguante -hablaba en la intimidad sobre el muchacho y la carrera primera que había dado junto a ella cuando fueron perseguidos.
Abajo y en la calle comenzaban a oírse voces y pasos de gente que acababa de levantarse. Sobretodo en los pisos de abajo había el mismo jaleo diario con el que estaba familiarizada. Se sabía de sobra que en una de esas casas vivía un matrimonio con dos hijos que no podían caerle bien a nadie y en otra otro matrimonio de personas mayores que llevaban toda la vida atendiendo un negocio textil.
Mientras oía todos esos ruidos como cada día desde su cama, comenzó a bostezar y poco a poco se le fue yendo el cuerpo hasta que quedó tumbada en el sofá pero con las piernas por fuera del mismo. El vestido que ya de por si estaba rasgado se le había subido aún más en esta posición y dejaba sus muslos prácticamente al descubierto junto a sus marcas, las mismas que llevaba por todo el cuerpo, cada una distinta y con un significado propio. Pero aún así su piel lucía limpia, esas marcas eran más leves cicatrices que con el tiempo estaban comenzando a disimularse.
Los ojos se le cerraron poco a poco y en segundos estaba sumida en el mundo de los sueños, un mundo que quería abrazar desde hacía bastante rato y ni siquiera se había dado cuenta de que el cansancio la había dejado completamente derrotada.
Pero obviamente no iba a cotillear nada de su habitación, no como cuando eran pequeños y quería descubrir si guardaba algo que le hubiese dado alguna chica para bromear con él. Ahora buscaba entre los últimos cajones de su ropa, donde sabía que guardaba las prendas que ya usaba más bien poco o que dejaron de agradarle hace tiempo; ella también había cogido esa costumbre de guardar ese tipo de cosas en los últimos huecos.
Decidió que lo más sensato sería escoger una camisa de color azul marino oscuro y unos pantalones parecidos a los de un traje de chaqueta pero mucho menos formales, eran más de diario, a Alec nunca le habían gustado del todo, se los había puesto unas dos veces.
"Esto le quedará bien", se dijo para sí misma y cogiendo las prendas las dobló y las puso una encima de la otra para poder llevárselas más cómodamente. Lo cierto es que le hacía ilusión verlo con la ropa de su hermano, por algún motivo pensaba que le pegaba y que tenían una talla muy parecida. Tal vez Ethan era algo más musculoso que su hermano pero prácticamente tenían la misma constitución.
Se paró enfrente de la puerta del baño por unos cuantos minutos y al no oír nada se preocupó:
-Ethan, ¿estás bien? -Lo llamó desde fuera pero al escuchar el movimiento del agua supo que estaba bien, sólo relajándose y lo entendía, no le iba a dar prisa alguna...no la tenía.
Divertida ante la idea de que él pudiera asustarse si abría la puerta para darle la ropa, la abrió levemente y después un poco más rápido para hacerle creer que iba a verle pero no, ante todo era educada y con mucho disimulo la dejó encima del lavabo para que pudiera vestirse sin tener que salir del baño e ir a cualquier otra habitación.
Cerró la puerta de nuevo mientras se reía y decidió lavarse las manos, brazos y cara en la cocina. Necesitaba despejar un poco su mente y eso la ayudaba pues, aunque ahora estaba de buen humor, sabía perfectamente que en muy pocas horas habían pasado muchas cosas, cosas que un estómago normal no estaría dispuesto a soportar y que un humano corriente moriría infartado al encontrarse con criaturas así.
-Tengo que convencerlo para hacer un segundo baño -Musitó para sí misma mientras se miraba la ropa, estaba más horrible de lo que pensaba.
En su habitación, en un cajón con doble fondo donde tenía guardadas varias cosas, dejó el látigo y también la daga junto a la liga rasgada, le iba a costar hacerse otra igual. Lógicamente no podía dejar sus armas a la vista de su hermano, se daría cuenta de que pasaba algo extraño.
Después de sacar otro vestido, esta vez de color rojo oscuro y ceñido al cuerpo por la parte de arriba y con volumen por abajo, lo depositó encima de la cama y se dirigió de nuevo al salón. Si quería hacer lo mismo que Ethan tendría que esperar a que saliera del baño. La casa era mucho más de lo que Isabelle podía esperar pero aún no podían permitirse el lujo de tener un segundo aseo.
Se sentó en el sofá con todo el cuidado del mundo para no mancharlo, no le gustaría escuchar a su hermano preguntando cómo había manchado aquello y cómo se las arreglaría para limpiarlo, a veces le recordaba a su madre en ese sentido y otras tantas ella era la misma que se ponía de esa forma.
Estando en el sofá se dio cuenta de lo cansada que estaba. Si había pedido que su rutina cambiara desde luego lo consiguió pero bien, además con un carterista que, ojo, no paraba de verlo como un hombre que le llamaba la atención, algo a lo que no estaba para nada acostumbrada.
-...tiene buen aguante -hablaba en la intimidad sobre el muchacho y la carrera primera que había dado junto a ella cuando fueron perseguidos.
Abajo y en la calle comenzaban a oírse voces y pasos de gente que acababa de levantarse. Sobretodo en los pisos de abajo había el mismo jaleo diario con el que estaba familiarizada. Se sabía de sobra que en una de esas casas vivía un matrimonio con dos hijos que no podían caerle bien a nadie y en otra otro matrimonio de personas mayores que llevaban toda la vida atendiendo un negocio textil.
Mientras oía todos esos ruidos como cada día desde su cama, comenzó a bostezar y poco a poco se le fue yendo el cuerpo hasta que quedó tumbada en el sofá pero con las piernas por fuera del mismo. El vestido que ya de por si estaba rasgado se le había subido aún más en esta posición y dejaba sus muslos prácticamente al descubierto junto a sus marcas, las mismas que llevaba por todo el cuerpo, cada una distinta y con un significado propio. Pero aún así su piel lucía limpia, esas marcas eran más leves cicatrices que con el tiempo estaban comenzando a disimularse.
Los ojos se le cerraron poco a poco y en segundos estaba sumida en el mundo de los sueños, un mundo que quería abrazar desde hacía bastante rato y ni siquiera se había dado cuenta de que el cansancio la había dejado completamente derrotada.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
Estaba en la gloria, hacía mucho que no podía estar así de relajado, cuando lo cierto era que acababa de meterse en problemas, y sin embargo en aquel instante todo le daba igual. Cerró los ojos y se hundió por completo en el agua jabonosa. Allí su paz se veía perturbada por el dichoso pitido, que bien seguro podía durarle una semana entera. Sintió un dolor agudo en el oído dañado y tuvo que salir de bajo el agua, por un momento lo había olvidado. El agua ya no se quedaba roja entonces, y supo que estaba limpio del todo. Pudo relajarse un poco más cuando aquella voz femenina le hizo dar un torpe chapoteo del susto. -¡Todo bien, no entres!- vociferó, nervioso. Por algún motivo, sabía que iba a pasarle eso. Justo vio como la puerta se abría rápidamente y chapoteó todavía más, sin saber cómo taparse. Tan solo era el brazo de la morena, que pasó a dejarle la ropa junto al lavabo. -Serás atrevida...- murmuró divertido mientras ella cerraba la puerta. Volvió a tumbarse, resoplando entre risas. Se había puesto nervioso como un niño por una tontería, y aquello le hacía mucha gracia.
Todo eso, ese cúmulo de sensaciones que hacía tanto que no sentía, parecían estar poniéndolo a prueba. Y la verdad era que le faltaba nada y menos para terminar rindiéndose, muchas veces lo había pensado. Vivía obsesionado, y eso no es sano. Todavía era joven, podía rehacer su vida, quizás con algo de dinero podría empezar de nuevo en alguna parte lejana... Pero por otra parte, no quería pensar que había tirado su vida al vertedero, persiguiendo un fantasma, cazando y jugándose la vida en vano. Cuando pensaba en este tema solía entrarle una profunda jaqueca: con los años aprendió que eso se pasa con un buen licor. Con algo de suerte aquella noche podría tomar una copa o dos con lo que ganó esta pasada.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero, haciéndole dar un pequeño respingo dentro de la bañera. Sacó sus manos, mirándolas, arrugadas, y se acordó de que llevaba demasiado tiempo allí pensando en nada. Salió soltando el tapón, liberando toda aquella agua y dándose con un pequeño cubo que todavía tenía un poco más de la limpia, para terminar de aclararse.
Alcanzó una toalla y se secó el cabello primero, pues lo llevaba un poco largo para su gusto y no quería coger ningún resfriado. Tras continuar con apenas unas pasadas por su cuerpo la enrolló en su cintura. Se acercó al lavabo para ver la ropa que le trajo Isabelle. Era buena tela, sin duda, mucho mejor a lo que él estaba acostumbrado. Una camisa azul y unos pantalones de traje, no recordaba ya la última vez que vistió así. Arqueó una ceja y pensó que podría ser peor.
Se deshizo de la toalla, dejándola tendida en la barra de metal de la cortina. Tras ponerse la ropa interior hizo lo propio con los pantalones, que le sentaban sorprendentemente bien, tenían la misma talla él y el hermano de la morena. Luego fue a por la camisa, la cual le pareció incómoda, estaba acostumbrado a ropas mucho más simples, sin botones. Terminó de abotonarla excepto los últimos dos botones, pues los consideraba excesivos, le molestaban.
Se miró en el espejo, ciertamente maravillado con el resultado. Añoraba la vida de antes, y en cada momento se lo estaban recordando.
Quiso hacer algo con su pelo, que lo llevaba completamente enmarañado, así que rebuscó entre los cajones para encontrar un cepillo. No le gustaba pedir cosas a los demás, aunque en aquella situación hubiera sido más acertado pedir permiso. Por algún motivo sólo encontró un cepillo que parecía más bien de mujer, pues podía ver en él rastros de cabellos largos, no eran de hombre. A pesar de ello, se peinó un poco, deshaciendose los nudos.
Luego volvió a la bañera, limpiando los restos de jabón que quedaron y dejándolo todo tal y como lo encontró.
Abrió la puerta, había pasado una hora allí dentro y le daba vergüenza lo que pudiera pensar de él por abusar de tal forma. Se encontró con una casa en silencio absoluto. Caminó hacia la cocina, buscando a la morena, pero ni rastro. Siguió deambulando por la casa, de una habitación a otra. -¿Isabelle?- llamaba. Al final llegó al salón de la entrada, y por inercia se dirigió a la estantería de libros, cuando al rodear el sofá se encontró con unas vistas peculiares.
Apartó la vista enseguida que se dio cuenta pero al momento cayó en que estaba profundamente dormida. Estaría agotada, la verdad es que él también estaba muy cansado.
Y por muy respetuoso que quisiera ser, lo cierto era que no podía apartar la vista de semejante carne ligeramente tostada, una piel que lucía tan fina que parecía gritar "acaríciame". Y no le estaba resultando nada, pero nada, nada fácil resistirse. Se acercó con cuidado, como el felino que acecha al roedor, y no tenía claro lo que le sucedía por su cabeza. Desde ahí pudo ver unas extrañas cicatrices que parecían emanar de su cintura. Extremadamente curioso quería saber qué eran, y por qué no, hasta dónde llegaban. Quiso rozarla, pues no estaba seguro de si se trataba de un tatuaje o como bien pensaba que eran cicatrices, pero en cuanto alargó la mano la escondió en el acto. No pensaba con claridad, aquello estaba mal.
Se erguió, carraspeó y caminó despacio hasta el otro extremo del sofá. Allí volvió a agacharse un poco, a la altura de la cara de la morena. Se arrepintió al instante de aquello porque a esa distancia se sentía incluso más atraído que antes, y por suerte o por desgracia, desde ahí podía ver incluso más carne que antes si quería.
-Isabelle.- la llamó con la voz entrecortada. Sólo se dio cuenta de lo nervioso que se había puesto cuando pronunció aquellas palabras. Tragó saliva y trató de volver a intentarlo. -Izzy, perdona que te despierte, ya puedes utilizar el baño.- seguía con el pulso acelerado, pero desde luego mucho mejor disimulado que antes. Se sentó en el sillón de enfrente a esperar a que la morena se desperezara.
Todo eso, ese cúmulo de sensaciones que hacía tanto que no sentía, parecían estar poniéndolo a prueba. Y la verdad era que le faltaba nada y menos para terminar rindiéndose, muchas veces lo había pensado. Vivía obsesionado, y eso no es sano. Todavía era joven, podía rehacer su vida, quizás con algo de dinero podría empezar de nuevo en alguna parte lejana... Pero por otra parte, no quería pensar que había tirado su vida al vertedero, persiguiendo un fantasma, cazando y jugándose la vida en vano. Cuando pensaba en este tema solía entrarle una profunda jaqueca: con los años aprendió que eso se pasa con un buen licor. Con algo de suerte aquella noche podría tomar una copa o dos con lo que ganó esta pasada.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero, haciéndole dar un pequeño respingo dentro de la bañera. Sacó sus manos, mirándolas, arrugadas, y se acordó de que llevaba demasiado tiempo allí pensando en nada. Salió soltando el tapón, liberando toda aquella agua y dándose con un pequeño cubo que todavía tenía un poco más de la limpia, para terminar de aclararse.
Alcanzó una toalla y se secó el cabello primero, pues lo llevaba un poco largo para su gusto y no quería coger ningún resfriado. Tras continuar con apenas unas pasadas por su cuerpo la enrolló en su cintura. Se acercó al lavabo para ver la ropa que le trajo Isabelle. Era buena tela, sin duda, mucho mejor a lo que él estaba acostumbrado. Una camisa azul y unos pantalones de traje, no recordaba ya la última vez que vistió así. Arqueó una ceja y pensó que podría ser peor.
Se deshizo de la toalla, dejándola tendida en la barra de metal de la cortina. Tras ponerse la ropa interior hizo lo propio con los pantalones, que le sentaban sorprendentemente bien, tenían la misma talla él y el hermano de la morena. Luego fue a por la camisa, la cual le pareció incómoda, estaba acostumbrado a ropas mucho más simples, sin botones. Terminó de abotonarla excepto los últimos dos botones, pues los consideraba excesivos, le molestaban.
Se miró en el espejo, ciertamente maravillado con el resultado. Añoraba la vida de antes, y en cada momento se lo estaban recordando.
Quiso hacer algo con su pelo, que lo llevaba completamente enmarañado, así que rebuscó entre los cajones para encontrar un cepillo. No le gustaba pedir cosas a los demás, aunque en aquella situación hubiera sido más acertado pedir permiso. Por algún motivo sólo encontró un cepillo que parecía más bien de mujer, pues podía ver en él rastros de cabellos largos, no eran de hombre. A pesar de ello, se peinó un poco, deshaciendose los nudos.
Luego volvió a la bañera, limpiando los restos de jabón que quedaron y dejándolo todo tal y como lo encontró.
Abrió la puerta, había pasado una hora allí dentro y le daba vergüenza lo que pudiera pensar de él por abusar de tal forma. Se encontró con una casa en silencio absoluto. Caminó hacia la cocina, buscando a la morena, pero ni rastro. Siguió deambulando por la casa, de una habitación a otra. -¿Isabelle?- llamaba. Al final llegó al salón de la entrada, y por inercia se dirigió a la estantería de libros, cuando al rodear el sofá se encontró con unas vistas peculiares.
Apartó la vista enseguida que se dio cuenta pero al momento cayó en que estaba profundamente dormida. Estaría agotada, la verdad es que él también estaba muy cansado.
Y por muy respetuoso que quisiera ser, lo cierto era que no podía apartar la vista de semejante carne ligeramente tostada, una piel que lucía tan fina que parecía gritar "acaríciame". Y no le estaba resultando nada, pero nada, nada fácil resistirse. Se acercó con cuidado, como el felino que acecha al roedor, y no tenía claro lo que le sucedía por su cabeza. Desde ahí pudo ver unas extrañas cicatrices que parecían emanar de su cintura. Extremadamente curioso quería saber qué eran, y por qué no, hasta dónde llegaban. Quiso rozarla, pues no estaba seguro de si se trataba de un tatuaje o como bien pensaba que eran cicatrices, pero en cuanto alargó la mano la escondió en el acto. No pensaba con claridad, aquello estaba mal.
Se erguió, carraspeó y caminó despacio hasta el otro extremo del sofá. Allí volvió a agacharse un poco, a la altura de la cara de la morena. Se arrepintió al instante de aquello porque a esa distancia se sentía incluso más atraído que antes, y por suerte o por desgracia, desde ahí podía ver incluso más carne que antes si quería.
-Isabelle.- la llamó con la voz entrecortada. Sólo se dio cuenta de lo nervioso que se había puesto cuando pronunció aquellas palabras. Tragó saliva y trató de volver a intentarlo. -Izzy, perdona que te despierte, ya puedes utilizar el baño.- seguía con el pulso acelerado, pero desde luego mucho mejor disimulado que antes. Se sentó en el sillón de enfrente a esperar a que la morena se desperezara.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
En el mundo de los sueños no le esperaba otra cosa más que el revivir la noche anterior pero de forma mucho más atrevida. Ahí también estaba siendo perseguida y apareció el carterista de la nada tal y como había pasado en la realidad, pero luego no pasaba exactamente lo mismo. De hecho ocurría algo totalmente distinto: Ethan la agarraba con fuerza de la mano como si ya la conociera de antes y se la llevaba por ahí, a las afueras de la ciudad, a un bosque. Ahí comenzaba a besarla, a posar sus manos donde nadie lo había hecho antes y eso la puso nerviosa, se notaba cómo en el sofá respiraba de forma más entrecortada.
Por suerte ese sueño no duró mucho rato más pues no sabía muy bien cómo habría acabado pero era vergonzoso. Nada más despertarse y fue porque escuchó la voz del hombre, miró confusa a su alrededor dándose cuenta de lo que había pasado:
-Me he quedado dormida...y he soñado con algo un poco extraño -Confesó más para sí misma que si estuviera hablando con él.
Se levantó sin siquiera ser consciente de que unos segundos atrás había estado a punto de enseñar sus encantos más de lo que habría deseado y, adecentándose un poco el pelo en un gesto muy femenino, decidió que lo mejor era desaparecer de su vista un buen rato; se sentía ruborizada por el sueño que acababa de tener. Eso si, no pudo evitar fijarse antes de escapar de la situación que la ropa de su hermano le favorecía en sobremanera.
-Te queda realmente bien, no me equivoqué con la talla -Afirmó orgullosa desde el pasillo y tras coger las prendas necesarias para su baño se metió en el mismo.
Dentro del baño no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida por lo que acababa de pasar. Aunque se sentía culpable por haberse dormido ya que no le gustaba que le pasara eso, el sueño que tuvo le había dado bastante que pensar.
No tardó más que un momento en llenar una especie de cubo con agua caliente y ya desnuda se metió en el interior de la bañera. A base de cubos y restregarse con una pastilla de jabón de lavanda, se quitó todos los restos de sangre y cuando se sintió lo suficientemente limpia decidió que era momento de llenar la bañera.
Se hundió en el agua hasta la altura de los pechos, dejando la mitad de los mismos en el interior y la otra mitad fuera, la cabeza la echó completamente hacia atrás para que el pelo se le mojara de nuevo aunque ya se lo había lavado antes. No se había dado cuenta de que su cuerpo llevaba en tensión todo el rato hasta que el efecto calmante del agua la ayudó. Fue un alivio enorme sentir cómo se relajaba hasta dejarse caer hacia abajo en el agua y quedar varios segundos bajo la misma.
Al volver a salir a la superficie se dijo a sí misma que por muy a gusto que estuviera allí, tenía un invitado en casa y no podía hacerle esperar eternamente. Así pues salió dejando que el agua de la bañera se fuera poco a poco.
Cogiendo una toalla limpia se secó en nada de tiempo. Con lo que se entretuvo más fue con el pelo que, tras darse con la toalla para no ir soltando agua por toda la casa, se lo cepilló y arregló aunque estaba aún mojado solamente para no parecer una floja. Ahora mismo no iba a invertir la poca energía que tenía en secarse a mano el pelo con la toalla, prefería quedarse así.
Tras colocarse el vestido rojo limpio y todo lo demás, se puso unos botines marrones muy típicos de por allí y salió del baño con total decisión. Su cara era todo un poema que iba desde la relajación hasta el nerviosismo porque se acordaba del sueño que había tenido y de que esa misma persona estaba en su salón.
-Ethan -Lo llamó desde el pasillo incluso antes de aparecer por allí- , ¿qué te ha parecido el baño? ¿Relajante verdad? -Estaba casi segura de que él tenía tanto sueño como ella, podía ver en su cara el cansancio y estuvo a punto de pedirle que se quedara a descansar pero sería todo un atrevimiento. De todas formas tenía que preguntar cuáles serían sus intenciones ahora, qué era lo que pretendía hacer o a dónde ir aunque aquello no era asunto suyo- ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Ir a otra pelea clandestina esta noche? -Bromeó con todo el tono amable que pudo para que no pudiera malinterpretar lo que dijo, desde luego se notaba que no era la misma Isabelle del principio. Era una mujer mucho más alegre, una persona que era agradable tener al lado e incluso divertida.
Se sentó en el sofá de nuevo, no sin comprobar antes que no había manchado nada ella misma cuando se había quedado dormida y, tras eso, comenzó a mirarle esperando una respuesta. Sentía una curiosidad poco habitual por las intenciones de Ethan y quería que se las revelara cuanto antes.
Por suerte ese sueño no duró mucho rato más pues no sabía muy bien cómo habría acabado pero era vergonzoso. Nada más despertarse y fue porque escuchó la voz del hombre, miró confusa a su alrededor dándose cuenta de lo que había pasado:
-Me he quedado dormida...y he soñado con algo un poco extraño -Confesó más para sí misma que si estuviera hablando con él.
Se levantó sin siquiera ser consciente de que unos segundos atrás había estado a punto de enseñar sus encantos más de lo que habría deseado y, adecentándose un poco el pelo en un gesto muy femenino, decidió que lo mejor era desaparecer de su vista un buen rato; se sentía ruborizada por el sueño que acababa de tener. Eso si, no pudo evitar fijarse antes de escapar de la situación que la ropa de su hermano le favorecía en sobremanera.
-Te queda realmente bien, no me equivoqué con la talla -Afirmó orgullosa desde el pasillo y tras coger las prendas necesarias para su baño se metió en el mismo.
Dentro del baño no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida por lo que acababa de pasar. Aunque se sentía culpable por haberse dormido ya que no le gustaba que le pasara eso, el sueño que tuvo le había dado bastante que pensar.
No tardó más que un momento en llenar una especie de cubo con agua caliente y ya desnuda se metió en el interior de la bañera. A base de cubos y restregarse con una pastilla de jabón de lavanda, se quitó todos los restos de sangre y cuando se sintió lo suficientemente limpia decidió que era momento de llenar la bañera.
Se hundió en el agua hasta la altura de los pechos, dejando la mitad de los mismos en el interior y la otra mitad fuera, la cabeza la echó completamente hacia atrás para que el pelo se le mojara de nuevo aunque ya se lo había lavado antes. No se había dado cuenta de que su cuerpo llevaba en tensión todo el rato hasta que el efecto calmante del agua la ayudó. Fue un alivio enorme sentir cómo se relajaba hasta dejarse caer hacia abajo en el agua y quedar varios segundos bajo la misma.
Al volver a salir a la superficie se dijo a sí misma que por muy a gusto que estuviera allí, tenía un invitado en casa y no podía hacerle esperar eternamente. Así pues salió dejando que el agua de la bañera se fuera poco a poco.
Cogiendo una toalla limpia se secó en nada de tiempo. Con lo que se entretuvo más fue con el pelo que, tras darse con la toalla para no ir soltando agua por toda la casa, se lo cepilló y arregló aunque estaba aún mojado solamente para no parecer una floja. Ahora mismo no iba a invertir la poca energía que tenía en secarse a mano el pelo con la toalla, prefería quedarse así.
Tras colocarse el vestido rojo limpio y todo lo demás, se puso unos botines marrones muy típicos de por allí y salió del baño con total decisión. Su cara era todo un poema que iba desde la relajación hasta el nerviosismo porque se acordaba del sueño que había tenido y de que esa misma persona estaba en su salón.
-Ethan -Lo llamó desde el pasillo incluso antes de aparecer por allí- , ¿qué te ha parecido el baño? ¿Relajante verdad? -Estaba casi segura de que él tenía tanto sueño como ella, podía ver en su cara el cansancio y estuvo a punto de pedirle que se quedara a descansar pero sería todo un atrevimiento. De todas formas tenía que preguntar cuáles serían sus intenciones ahora, qué era lo que pretendía hacer o a dónde ir aunque aquello no era asunto suyo- ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Ir a otra pelea clandestina esta noche? -Bromeó con todo el tono amable que pudo para que no pudiera malinterpretar lo que dijo, desde luego se notaba que no era la misma Isabelle del principio. Era una mujer mucho más alegre, una persona que era agradable tener al lado e incluso divertida.
Se sentó en el sofá de nuevo, no sin comprobar antes que no había manchado nada ella misma cuando se había quedado dormida y, tras eso, comenzó a mirarle esperando una respuesta. Sentía una curiosidad poco habitual por las intenciones de Ethan y quería que se las revelara cuanto antes.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: Criando malvas [Privado]
La chica abrió los ojos, parecía desorientada, dijo que se había quedado dormida y que soñó con algo extraño. Ethan nunca soñaba, era algo que él mismo no consideraba extraño, pues no sabía qué tan raro era. Tampoco le dio más importancia a sus palabras. Se quedó ahí, sentado, con una mano atusándose la barba de apenas cuatro días que llevaba, observando fijamente a la morena. Terminó convenciéndose que por mirar y desear no pasaba nada, era completamente normal, era un hombre con necesidades después de todo. No se le escapó detalle viendo de reojo como aquel vestido seguía haciendo de las suyas, mostrando un poco más al levantarse. Se la veía cansada en su forma de andar hacia el pasillo.
-La camisa es la peor parte, pero me acostumbraré.- bromeó con lo incómoda que le resultaba la prenda. -Muchas gracias.- terminó con una sonrisa, aunque ya no le viera.
Cuando escuchó cerrarse la puerta del baño se puso en pie, rebuscando en la librería. De estar ella presente probablemente no lo hubiera hecho, por miedo a lo que pudiera pensar, "un carterista y vulgar ladrón rebuscando entre las cosas", hasta él mismo desconfiaría.
Estuvo ojeando entre los títulos, la mayoría no los conocía, pero hubo uno que le llamó en especial la atención. Se decía "El delincuente honrado", de Gaspar Melchor de Jovellanos. Le hizo gracia el nombre, obviamente se sintió ligeramente identificado con tan solo una frase, y se moría de ganas por leerlo. Por suerte estaba traducido, nunca había leído literatura española. De hecho, cuando lo pensaba, se arrepentía de no haber leído más cuando su nivel adquisitivo era mucho mayor al de ahora.
Se acomodó al sillón, estirándose la camisa que le molestaba al sentarse de cualquier forma, y echó en falta algo donde estirar las piernas. Empezó a devorar el libro, hacía semanas que no podía disfrutar del placer de la lectura y ya tenía ganas. Además, aquella distracción le valió para apartar de su cabeza los pensamientos adúlteros que le avasallaron momentos antes.
El sonido de la puerta al final del pasillo abriéndose le trajo de vuelta, pues estuvo completamente inmerso en aquel libro. Alzó la vista cuando escuchó que lo llamaban.
-Mucho, por poco no caigo rendido.- admitió, aunque lo cierto era que no quiso molestar y pedir agua caliente, la cual echó mucho en falta. -Ese jabón que usáis huele muy...- dejó la frase a medias cuando la morena apareció por el pasillo. Lucía un vestido ceñido al pecho, lo cual remarcaba encarecidamente sus atributos femeninos. -Disculpa, he olvidado lo que iba a decir.- se volvió educado de repente, sin saber muy bien qué decir. Francamente le cogió por sorpresa.
-No quisiera resultar una molestia para nadie, así que en cuanto avance un poco más la mañana me iré.- dijo mientras cerraba el libro y se sentaba correctamente en el sillón, que antes estaba casi tumbado. Se quedó pensativo un instante. -¿Tú qué vas a hacer?- lo preguntó instintivamente, ya que ella le formuló la misma pregunta. Se preocupó por un segundo por la muchacha, por culpa de aquellas criaturas, luego supuso que sabría cuidarse sola, pero no pudo evitar pensar en que sólo era una mujer. Sabía que los tiempos estaban cambiando, que habían cada vez más mujeres que se les permitía trabajar o incluso desempeñar tareas destinadas a los hombres, pero en un empleo como ese... tenía sus dudas.
Recordó entonces que se le olvidaba algo, y se levantó mientras hacía un gesto con el dedo para que aguardara allí. Caminó deprisa hasta el baño, recogiendo sus cosas. Vació el saco de dinero y metió en él la ropa que llevó antes. Por algún motivo comprobó su revólver, mirando que no hubiera sufrido daños. Metió en los bolsillos todo el dinero que le cabió y lo que no lo llevaba en la mano, mientras salía del baño. Se sentó al lado de la morena. -Toma, por las molestias.- mientras le soltaba, casi encima, lo que a simple vista calculó que sería la mitad de todo aquello. Le debía mucho, y en ese momento no se le ocurría nada más para compensarla. Se negaría rotundamente a que no aceptase el dinero.
Quiso dejar el tema a parte, para quitarle importancia, y se acomodó en el sofá. -¿Los libros son de tu hermano o tuyos?- preguntó, señalando la estantería. Le había gustado aquel en particular, y cuando a este ladrón le gustaba algo... solía tomarlo con o sin permiso.
Hubo un pequeño silencio y, sin saber muy bien cómo decirlo, preguntó: -¿Qué haces esta tarde?- lo hizo medio bromeando, pero lo cierto era que no se fiaba de dejarla a solas, con los peligros que ello conlleva. -A mí se me ocurre rematar lo sucedido esta noche.- obviamente se refería al encuentro con los vampiros, pero sonrió divertido al pensar que podía malinterpretarse.
-La camisa es la peor parte, pero me acostumbraré.- bromeó con lo incómoda que le resultaba la prenda. -Muchas gracias.- terminó con una sonrisa, aunque ya no le viera.
Cuando escuchó cerrarse la puerta del baño se puso en pie, rebuscando en la librería. De estar ella presente probablemente no lo hubiera hecho, por miedo a lo que pudiera pensar, "un carterista y vulgar ladrón rebuscando entre las cosas", hasta él mismo desconfiaría.
Estuvo ojeando entre los títulos, la mayoría no los conocía, pero hubo uno que le llamó en especial la atención. Se decía "El delincuente honrado", de Gaspar Melchor de Jovellanos. Le hizo gracia el nombre, obviamente se sintió ligeramente identificado con tan solo una frase, y se moría de ganas por leerlo. Por suerte estaba traducido, nunca había leído literatura española. De hecho, cuando lo pensaba, se arrepentía de no haber leído más cuando su nivel adquisitivo era mucho mayor al de ahora.
Se acomodó al sillón, estirándose la camisa que le molestaba al sentarse de cualquier forma, y echó en falta algo donde estirar las piernas. Empezó a devorar el libro, hacía semanas que no podía disfrutar del placer de la lectura y ya tenía ganas. Además, aquella distracción le valió para apartar de su cabeza los pensamientos adúlteros que le avasallaron momentos antes.
El sonido de la puerta al final del pasillo abriéndose le trajo de vuelta, pues estuvo completamente inmerso en aquel libro. Alzó la vista cuando escuchó que lo llamaban.
-Mucho, por poco no caigo rendido.- admitió, aunque lo cierto era que no quiso molestar y pedir agua caliente, la cual echó mucho en falta. -Ese jabón que usáis huele muy...- dejó la frase a medias cuando la morena apareció por el pasillo. Lucía un vestido ceñido al pecho, lo cual remarcaba encarecidamente sus atributos femeninos. -Disculpa, he olvidado lo que iba a decir.- se volvió educado de repente, sin saber muy bien qué decir. Francamente le cogió por sorpresa.
-No quisiera resultar una molestia para nadie, así que en cuanto avance un poco más la mañana me iré.- dijo mientras cerraba el libro y se sentaba correctamente en el sillón, que antes estaba casi tumbado. Se quedó pensativo un instante. -¿Tú qué vas a hacer?- lo preguntó instintivamente, ya que ella le formuló la misma pregunta. Se preocupó por un segundo por la muchacha, por culpa de aquellas criaturas, luego supuso que sabría cuidarse sola, pero no pudo evitar pensar en que sólo era una mujer. Sabía que los tiempos estaban cambiando, que habían cada vez más mujeres que se les permitía trabajar o incluso desempeñar tareas destinadas a los hombres, pero en un empleo como ese... tenía sus dudas.
Recordó entonces que se le olvidaba algo, y se levantó mientras hacía un gesto con el dedo para que aguardara allí. Caminó deprisa hasta el baño, recogiendo sus cosas. Vació el saco de dinero y metió en él la ropa que llevó antes. Por algún motivo comprobó su revólver, mirando que no hubiera sufrido daños. Metió en los bolsillos todo el dinero que le cabió y lo que no lo llevaba en la mano, mientras salía del baño. Se sentó al lado de la morena. -Toma, por las molestias.- mientras le soltaba, casi encima, lo que a simple vista calculó que sería la mitad de todo aquello. Le debía mucho, y en ese momento no se le ocurría nada más para compensarla. Se negaría rotundamente a que no aceptase el dinero.
Quiso dejar el tema a parte, para quitarle importancia, y se acomodó en el sofá. -¿Los libros son de tu hermano o tuyos?- preguntó, señalando la estantería. Le había gustado aquel en particular, y cuando a este ladrón le gustaba algo... solía tomarlo con o sin permiso.
Hubo un pequeño silencio y, sin saber muy bien cómo decirlo, preguntó: -¿Qué haces esta tarde?- lo hizo medio bromeando, pero lo cierto era que no se fiaba de dejarla a solas, con los peligros que ello conlleva. -A mí se me ocurre rematar lo sucedido esta noche.- obviamente se refería al encuentro con los vampiros, pero sonrió divertido al pensar que podía malinterpretarse.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: Criando malvas [Privado]
Sentada en el sofá miró hacia la ventana del salón por la cual estaba entrando la luz del sol, el tiempo estaba pasando más rápido de lo que esperaba, lo que significaba que pronto tendría que despedirse del ladrón. Porque si, por mucho que le hubiera salvado la vida era un carterista, por mucho también que supusiera que cada uno se ganaba la vida como podía:
-¿Qué voy a hacer? -No tenía muy claro qué podría hacer porque lo que realmente le pedía el cuerpo era meterse en la cama y quedarse ahí hasta reponerse por completo-...la verdad, no lo sé, creo que lo mejor sería estar alerta hasta que pueda quedarme tranquila y dormir -Lo pensó mejor, cayó en que no sería buena idea dormir de todas formas por si su hermano llegaba y la encontraba dormida o por si corría alguna amenaza al menos tener tiempo para reaccionar.
Fue entonces cuando le vio levantarse y dejar un libro en su lugar, ¿no era ese uno de los libros de su hermano? Leyó el título "El delincuente honrado" y casi le dio la risa, recordaba haber leído ese volumen hacía tiempo. Realmente había leído casi todos los libros que estaban en esa estantería, había días en los que no había mejor opción que sentarse y leer, aunque también era una posibilidad de evadirse de su hermano y sus preguntas, ya que él respetaba el momento en el que alguien se concentraba para leer.
-¿Qué es eso? -Al momento en el que regresó y le entregó aquellas monedas producto del botín que había sacado por la noche, no supo si sentirse halagada o ofendida. Lo cierto es que esperó alguna de esas dos reacciones pero quedó totalmente neutral, no supo qué decir-...no voy a quedarme con un dinero que no es mío -Y bien era verdad que no pensaba hacerlo, porque lo suyo no era robar y ese dinero no lo había conseguido precisamente trabajando duro. No estaba de acuerdo con ello y tampoco tenía que pagarle por nada, no había hecho nada especial. Y menos mal que segundos después la distrajo con otra pregunta porque no sabía bien si iba a llegar a enfadarse por lo que acababa de hacer-¿Los libros? -Repitió mientras dirigía la mirada hacia la estantería. No podía decirse que fuera una gran colección de volúmenes importantes o caros pero en la época en la que vivían tener cultura era algo que podía considerarse un lujo; al menos para ella sí que era un lujo poder sentarse en su propia casa a leer. No necesitaba de permisos para ir a una biblioteca general ni pagar por ir a alguna privada de un rico que había invertido dinero en "libros" o arte solamente por apariencias-Todos y cada uno de ellos son de mi hermano, comprados por él, algunos tienen muchos años -Se levantó y fue hacia la estantería, colocando una cara que denotaba claramente que estaba recordando algo agradable. De hecho era así, estaba acordándose de cómo su hermano gastó parte de sus primeros ahorros de niño en comprar un libro, un libro el cual seguía teniendo en la actualidad y que estaba guardado en esa casa-Este lo compró cuando aún éramos pequeños -Señaló un libro que solamente por el lado ya se veía viejo, algo desgastado pero seguía conservando las letras y tapa originales, se notaba que los hermanos habían tenido mucho cuidado con aquella colección, no solamente tenían valor monetario si no sentimental.
Después de eso se sonrojó levemente por la pregunta sobre qué iba a hacer aquella tarde, estaba claro que malinterpretó las intenciones del hombre-...no lo sé, ¿qué se supone que tengo que hacer esta tarde? -Le miró de reojo mientras esbozaba una sonrisa y desapareció de un momento a otro.
Se fue a la cocina, recordó claramente que lo suyo sería que tomasen algo, habían sido muchas emociones juntas, tomaron un baño y todo y como anfitriona se había olvidado por completo de un detalle como ese. Aún así revisando su despensa no es que tuvieran mucho donde elegir así que tuvo que coger dos piezas de fruta, dos manzanas para ser más exactos.
-Sé que no es mucho pero algo es algo... -Fue lo único que dijo al llegar al salón y entregarle la fruta, ella de un momento a otro ya volvía a estar sentada en el sofá dándole un bocado a su manzana.
-¿Qué voy a hacer? -No tenía muy claro qué podría hacer porque lo que realmente le pedía el cuerpo era meterse en la cama y quedarse ahí hasta reponerse por completo-...la verdad, no lo sé, creo que lo mejor sería estar alerta hasta que pueda quedarme tranquila y dormir -Lo pensó mejor, cayó en que no sería buena idea dormir de todas formas por si su hermano llegaba y la encontraba dormida o por si corría alguna amenaza al menos tener tiempo para reaccionar.
Fue entonces cuando le vio levantarse y dejar un libro en su lugar, ¿no era ese uno de los libros de su hermano? Leyó el título "El delincuente honrado" y casi le dio la risa, recordaba haber leído ese volumen hacía tiempo. Realmente había leído casi todos los libros que estaban en esa estantería, había días en los que no había mejor opción que sentarse y leer, aunque también era una posibilidad de evadirse de su hermano y sus preguntas, ya que él respetaba el momento en el que alguien se concentraba para leer.
-¿Qué es eso? -Al momento en el que regresó y le entregó aquellas monedas producto del botín que había sacado por la noche, no supo si sentirse halagada o ofendida. Lo cierto es que esperó alguna de esas dos reacciones pero quedó totalmente neutral, no supo qué decir-...no voy a quedarme con un dinero que no es mío -Y bien era verdad que no pensaba hacerlo, porque lo suyo no era robar y ese dinero no lo había conseguido precisamente trabajando duro. No estaba de acuerdo con ello y tampoco tenía que pagarle por nada, no había hecho nada especial. Y menos mal que segundos después la distrajo con otra pregunta porque no sabía bien si iba a llegar a enfadarse por lo que acababa de hacer-¿Los libros? -Repitió mientras dirigía la mirada hacia la estantería. No podía decirse que fuera una gran colección de volúmenes importantes o caros pero en la época en la que vivían tener cultura era algo que podía considerarse un lujo; al menos para ella sí que era un lujo poder sentarse en su propia casa a leer. No necesitaba de permisos para ir a una biblioteca general ni pagar por ir a alguna privada de un rico que había invertido dinero en "libros" o arte solamente por apariencias-Todos y cada uno de ellos son de mi hermano, comprados por él, algunos tienen muchos años -Se levantó y fue hacia la estantería, colocando una cara que denotaba claramente que estaba recordando algo agradable. De hecho era así, estaba acordándose de cómo su hermano gastó parte de sus primeros ahorros de niño en comprar un libro, un libro el cual seguía teniendo en la actualidad y que estaba guardado en esa casa-Este lo compró cuando aún éramos pequeños -Señaló un libro que solamente por el lado ya se veía viejo, algo desgastado pero seguía conservando las letras y tapa originales, se notaba que los hermanos habían tenido mucho cuidado con aquella colección, no solamente tenían valor monetario si no sentimental.
Después de eso se sonrojó levemente por la pregunta sobre qué iba a hacer aquella tarde, estaba claro que malinterpretó las intenciones del hombre-...no lo sé, ¿qué se supone que tengo que hacer esta tarde? -Le miró de reojo mientras esbozaba una sonrisa y desapareció de un momento a otro.
Se fue a la cocina, recordó claramente que lo suyo sería que tomasen algo, habían sido muchas emociones juntas, tomaron un baño y todo y como anfitriona se había olvidado por completo de un detalle como ese. Aún así revisando su despensa no es que tuvieran mucho donde elegir así que tuvo que coger dos piezas de fruta, dos manzanas para ser más exactos.
-Sé que no es mucho pero algo es algo... -Fue lo único que dijo al llegar al salón y entregarle la fruta, ella de un momento a otro ya volvía a estar sentada en el sofá dándole un bocado a su manzana.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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