picnic familiar (privado) Thumery Family

Sol, despertó, apenas los primeros gorjeos de los pájaros, se dejaron sentir en el balcón del cuarto matrimonial.  Se rebujó entre las sabanas y sonrió, cerrando sus ojos y recordando el hermoso reencuentro con su amado. Pensó, que jamás hubiera imaginado encontrarlo así, de un modo tan sencillo y a la vez tan mágico a la vez. Cuando recordaba los besos de Dieter se juró que de ahora en mas, no permitiría que nadie, - ni aun su padre - volvieran a a separarlos.  y que desde ese momento no se volverían a separar por nada de éste mundo.

Pensando en ello, y sintiéndose sumamente dichosa, a pesar de  un dolor que hacía años llevaba en el centro de su pecho, -  aquel dolor que la acompañaría de por vida, la ausencia de su niña, la  que habían arrancado de sus brazos, y la que, según le dijeron, había muerto lejos de ella -, se dedicó a pensar en el plan que tenía su esposo, para unir mas a la familia, ya que con tantos años de separación, la relación entre padre e hijo, se mantenía un poco tirante, o por lo menos, así lo percibía, desde hacía días.

Tras prepararse, con un traje de amazonas, para poder cabalgar, o pasear por el bosque, se dedicó a desayunar, esperando que pronto sus dos amores le hicieran compañía.   Como pensó, no se demoraron mucho en hacerle compañía, y en su rostro no pudo dejar de emerger una enorme sonrisa, al contemplarlos, - mis amores, cuanto los amos - caviló, al terminar su desayuno y dejarlos en el comedor, para dirigirse a la cocina en donde ya tenían preparada la canasta para el picnic.  

El paseo en carruaje hasta el lugar elegido, había pasado velozmente, tal vez, mas rápido de lo que ella hubiera querido, pero eso no impedía que estuviera viviendo un día memorable. Al llegar al lugar, caminaron hasta lograr encontrar el sitió mas adecuado para desenvolver todo lo necesario y disfrutar de un día en familia, sin tener que estar pensando en la mirada extraña o de los peligros de sus enemigos.

Todo iba muy bien, hasta que observaron, caminar por el sendero, a una niña, entre sus manos portaba un cofre, al principio, Sol, no lo reconoció, mas cuando la jovencita se encontraba mas cerca de ellos, reconoció el objeto. Era un cofre que le había pertenecido de niña, y que había regalado a su hijo, cuando era un niño inquieto y que gustaba de coleccionar objetos, sus tesoros, como solía llamar a un montón de cascaras de caracoles.
Al observar con detenimiento el rostro de la niña, su mirada quedó clavada a la ajena y sus manos se unieron en su pecho, como si estuviera intentando decir una plegaria, - Dios bendito, si parece nuestra pequeña - susurró, antes de que sus piernas fallaran y cayera al suelo, sollozando en silencio.

Su corazón, palpitaba como un caballo desbocado, sus ojos, bañados en llanto, abiertos de manera desorbitada no dejaban de contemplar a esa niña. Por mas que le fuera casi imposible creerlo, allí, delante de ellos, se encontraba su pequeño tesoro, ese que creyó perdido. Aquella bebé que su padre le arrebató de las manos, en cuanto nació. - Si apenas la pude tener entre mis brazos - caviló.

Quiso llamarla por su nombre, ese que ella le había elegido, pero no sabía si su padre abría respetado su deseo. En todo ese tiempo que vivieron con el rey, éste le permitía ver a su hija, en contadas ocasiones, solo, cuando ella hacía lo que él pedía. Cuando por fin pudo huir de Venecia, junto con su hijo. Tuvo que hacerlo dejando a su pequeña Astra, pues, el maldito monarca, siempre llevaba uno de sus nietos consigo, solo para asegurarse de que su rebelde e ingobernable hija, jamás lo volviera a enfrentar. Pero por mas que su corazón se destrozó, pensando en que dejaba a su niña en manos de un monstruo como su propio padre, primero estaba la seguridad de su primogénito, el verdadero objetivo del monarca, pues sería su sucesor, al que de seguro quería moldear a su imagen y semejanza. Por eso, huyó con Lionel, con la esperanza de encontrar a su amado Dieter, y ya juntos podrían ir por su hija, enfrentando de una vez y por todas a ese maldito tirano.

Su hijo no dejaba de gritar y pedir explicaciones, enojado por que la pequeña tenía entre sus manos un cofre que había pertenecido a Solveig y que ella se lo había regalado, que por sorpresas del destino, volvía a manos de uno de sus hijos. Una manera de poder reconocer a la portadora. Mas, ¿como podría olvidar una madre, los ojos de su hija, la sonrisa de su amado replicada en los labios de aquella niña? Claro que estaba segura de que se trataba de su hija, mas la emoción la embargaba y paralizaba. Hasta que en un momento, su corazón, se normalizó, serenándose lentamente.

Inspiró hondo, y secó sus lagrimas, dejando que su rostro se iluminara con una enorme sonrisa, ella no sabía si su padre al final le habría cambiado el nombre a su pequeña, pero para Solveig, su hija siempre se llamaría Astra. Se levantó con dificultad y caminó, hasta volver a caer a los pies de la niña, - Pequeña... mi querida Astra - sollozo, tomando con sus manos los hombros de la jovencita para luego abrazarla, manteniendo fuerte el agarre, sintiendo su cuerpecito unido a su pecho, - Lionel, mi querido, ¿es que ya no recuerdas a tu hermana?, ¿como puedes haberla olvidado? - dijo, por un momento, mas era lógico que no se acordara pues el abuelo, siempre los mantenía separados, una forma cruel, de intentar matar el cariño entre madre e hijos.

Cuando se calmó, sentó a la niña en su falda y acarició sus cabellos, Sonrió a sus hijos y miró a su esposo, que se mantenía un poco apartado de ellos. - Amor,  el día en que mi padre nos separó, tenía una noticia importante que contarte... que volveríamos a ser padres - sonrió, con su rostro iluminado. - pensé que jamás volveríamos a estar juntos nuevamente... pero... aquí estas - dijo llevando su mirada a la de la niña. - pero... ¿como pudiste huir de mi padre? -, su hijo tenía razón, como había logrado dar con ellos, dejar la mansión en Venecia y estar en el bosque de París.

Dieter estaba atónito de lo que estaba pasando alrededor. ¿Cuántas más sorpresas le aguardaban? Levanto a su esposa de los suelos de aquel bosque bastante enfadado tras ver una actitud tan desesperada, pero después de eso fue inmediatamente para coger en brazos a la pequeña que solía llamarse Astra – No, tranquila. No creo que tenga sentido que hayas hecho un viaje tan largo tu sola si no es para poder encontrar a quien crees realmente que es tu familia – sujeto mejor a la pequeña Astra entre sus brazos - ¿Has venido con alguien? –Pregunto curioso, con alguien de mayor edad ha tenido que llegar Astra si no, no se lo podría explicar.

Mientras esperaba la respuesta o si es que quería que se la dijera, Dieter dijo a su hijo que se quedara con su casi hermana. En realidad esperaba que la muchacha no se enfadara debido a que no sabía que pensar todavía. Lionel hizo una mueca de mala gana, pero su padre le dio en el hombro en muestra de que se comportase – Cuida a tu casi-hermana – Con aquella orden dictada por su padre, tomo del brazo a Solveig sin darse cuenta de que la tomó de mala gana, llevándosela cual niño travieso hacia un rincón privado del bosque. Soltó el brazo de su esposa y comenzó a dar vueltas de un lado a otro. Se paró y se fijó en su esposa – ¿Dime Solveig, debo de esperar alguna otra sorpresa más? – Pregunto en busca de una respuesta inmediata – Te lo pregunto porque, a lo mejor ¡tengo otro hijo desaparecido en manos de tu asqueroso padre! – Su voz estaba comenzando a alterarse, no sabía porque le estaba pasando, bueno si, tal vez porque a cada paso que quería acercarse a su familia o a su esposa, un nuevo secreto salía a la luz.

También y esto su mujer lo sabía porque cuando se conocieron fue una de las cosas que le confesó y Solveig lo acepto de buena gana, pero a lo mejor también había sobrevivido Várhia, su lio amoroso y posible esposa si no le hubieran presentado a Solveig y este cayera rendido a sus pies - ¿Qué más sorpresas tiene tu padre guardadas? – cogió una rama y la lanzo al mar. Vio que su hijo y su supuesta hija los miraban pero volvió a Solveig, se le acerco y la tomo del rostro - ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada, mi rayo de sol? – miro un momento a Astra y de nuevo volvió a mirar a Solveig – O al menos ¿Pretendías decírmelo pronto? Habérmelo dicho en el momento en que sabías que estabas en estado, te habría apoyado….-Suspiro y termino por abrazarla, no quería enfadarse con Solveig, ella no tiene la culpa – Perdóname Solveig, no tienes la culpa de nada – Se quedó mirándola con ojos cristalinos – pero la próxima vez que haya noticias así dímelo…-le acaricio el rostro – Por poco te pierdo con ese asesino a sueldo y si no llego a estar a tu lado en aquel momento no sé qué habría hecho con mi vida – suspiro – Es una historia larga de contar, pero lo importante ahora es Astra – Tomo las manos de Solveig y beso cada una de ellas - ¿Cómo…sabes que ella es de nuestra sangre? – Pregunto, esperaba la respuesta hasta que un grito proviniendo de sus hijos le alertó yendo hacia el lugar en el que estaban.

La mirada de disgusto que su esposo le ofreció, al momento de ayudarla a levantarse del suelo, fue tan dolorosa, como si éste, le hubiera golpeado con el canto de una espada. Luego que pudo incorporarse correctamente, Dieter, se alejó de ella, sin mediar palabra, para correr al lado de su pequeña Astra, he intentar retenerla. Claro que lo logró, ya que la niña, era obediente y educada, una princesa, como debía ser. No pudo dejar de sonreír ,- aunque con tristeza-, pues estaba sumamente orgullosa del porte y la valentía que había adquirido su niña, en todos esos años de ausencia.

Cuando por fin Astra, se acercó a su hermano Lionel, pudo observar como su esposo se acercaba a ella, a tranco largo, aún con esa mirada irritada, y dispuesto a encontrar respuestas a preguntas que no sabía aun como podría contestárselas. El lobo, volvió a tomarla por los brazos, pero esta vez con un poco mas de suavidad, a lo que Solveig, no supo como reaccionar, aún estaba herida por aquella mirada, pero sobrepasaba la angustia de no saber como podría reaccionar su esposo, si le contaba realmente la verdad del porqué había dejado a su pequeña niña en manos de un demente.

Cuando por fin pudieron estar en un lugar mas privado, escuchó en silencio cada una de las palabras que su esposo decía, no pudo dejar de tensarse, cuando él, - Tal vez por los nervios, o por la extraña situación en que se encontraban metidos - le preguntaba si poseía mas secretos que fueran revelados mas tarde. Instintivamente cerró sus manos en puño e intentó calmarse, Dieter, aún creía que ella era la misma mujer que él dejó sola en un poblado, para salir a la guerra, pero aquella mujer no existía mas, ¿como podría seguir siendo la dulce Solveig, cuando había sido testigo de la matanza mas atroz de la historia de aquel poblado? no, no podía ser pacífica y dejarse tratar de aquella manera. Sus facciones se endurecieron, al igual  que su mirada que se clavó en la ajena, - ¿Pretendes decir que te he mentido, o he ocultado adrede una información tan feliz, como la de ser padres? - dijo mordiendo cada palabra, como si estuviera a punto de lanzarse sobre el lobo, en una lucha entre animales salvajes - No fui yo quien dejó a su familia en casa, mientras me iba a guerrear por semanas y meses, ¿como pretendías que pudiera avisarte que estaba embarazada, o que en la noche que nos atacaron uno de los soldados de mi padre me golpeó el estomago para así poder dejarme inconsciente, provocando que casi perdiera a nuestro bebé? -, fueron las palabras que surgieron de su mente y su boca, herida por los argumentos que había dicho su esposo al preguntarle sobre la posibilidad de que aquella niña fuera realmente hija de él.

Quiso seguir defendiendo su postura, pero apenas había dicho parte de su discurso cuando su esposo la dejó hablando sola, mientra corría a donde se encontraban Lionel y Astra. Por su parte, se apresuró a seguir a su amado, pues temía por la seguridad de sus pequeños. Al ver la sangre en la mano de la pequeña, su instinto de madre surgió y se adelantó a querer tomar la mano de la infante, pero una mujer que salió de la nada, se interpuso, ocupándose de la herida. La loba, se quedó petrificada, era Várhya, la esposa del mejor amigo de Dieter. Sol, la había perdido de vista, la noche de la invasión, cuando la joven, puso en peligro su propia vida, con tal de salvar al pequeño Lionel. Le debía tanto, pero jamás había podido darle las gracias, ni hacer nada por ella, en la trágica noche de la masacre.  Hasta ese momento, creía que su protectora había muerto en la jornada fatídica, pues nunca, en todos los años que pasó como prisionera de su padre, o tras adquirir la maldición de la licantropía, habían llegado a sus oído, noticia alguna de la joven o de Brömin, el amigo de Dieter. Mas ahora se la encontraba allí, y no solo eso, sino que cuidando de su pequeña hija. Sonrió con dulzura y agradecimiento, llevó una mano a su pecho, intentando no llorar, mientras susurraba el nombre de la mujer -Várya... ¿eres en realidad tu? querida, cuanto tiempo he suplicado a los dioses saber de ti - dijo, mientras las lagrimas de gratitud, descendían por sus mejilla.

Aún, sin salir de aquel asombro, la voz de un viejo y querido conocido, surgió detrás de ellos. Parecía que su esposo había tenido razón, ese sería un día de muchas sorpresas,- y todas una tras otra - caviló, aun emocionada por el encuentro con su salvadora. - Bröming - alcanzó a decir, mientras observaba como el soldado y fiel aliado de su esposo, se acercaba a ellos y a Várhya.

Dieter queda sorprendido de las dos personas que nunca pensaba que se iba a encontrar.

Brömir y Varhya.

Dos personas que a la primera le dejo el cuidado de su poblado y a la segunda que cuidaba bien de sus hijos cuando Solveig y Dieter querían darse una pequeña escapada. Pero ahora los veía enfrente de sus hijos y de ellos mismos, solamente, le inquietaba la presencia de Brömir. Algo ha debido de ocurrirle al poblado, algo que seguramente ha tenido que tener su dichoso suegro – Brömir…. ¿Qué narices haces aquí? Te mande cuidar de mi poblado mientras estaba fuera, antes de volver con mi familia – diciendo aquello, miró a su amigo el cual no sabía por dónde empezar a contar.

Suspirando se rasco los ojos de manera pesada. Se llevo a su amigo hacia un lado. Lo primero de todo fue abrazarlo como si tuviera a un hermano delante suyo, lo abrazaba y escucho un “lo siento” y Dieter parecía haber entendido algo de lo que podría haber pasado en realidad. Se lo estaba viendo venir - ¿Qué ha pasado con el poblado? Te deje a cargo de dicho poblado, que lo defendieras con todo lo que teníamos de armamento – Pero al parecer su amigo Brömir se derrumbo en aquel momento, vio como su amigo soltaba todo el equipamiento que llevaba consigo y que se sentaba en la tierra del bosque.

Dieter en cambio estaba de pie con los brazos cruzados sobre su pecho. Pregunto sobre su esposa que estaba a pasos de ellos y que había cuidado a su reciente descubierta hija, aunque también pregunto por aquella mujer que sabía que se veía en secreto con su amigo Brömir, aquella amante de la que Dieter estaba enterado pero que no quería saber demasiado del tema. Miro hacia un lado y pudo entrever la figura de su esposa, esbelta y orgullosa, hermosa y joven y a su lado estaban sus hijos los cuales su suegro le había quitado el privilegio de pasar una vida con ellos, de verlos crecer y de disfrutar cada trozo de vida a su lado. Deseaba tanto matar a ese viejo de su suegro que esperaba que su esposa le diera el visto bueno.

- Como odio a ese hombre – Se agacho en cuclillas para estar a la altura de su amigo Brömir y animarle con una mano en el hombro- Brömir, tranquilízate. Todo saldrá bien ¿si? – Dijo para poder tranquilizar a su amigo – Tendríamos que encontrar nuevos aliados, buscar gente que nos quiera apoyar…en nuestra venganza. –Diciendo aquello se reincorporó, se ajusto su ropa descolocada y lentamente se fue hacia donde estaban los demás esperando que su amigo lo estuviera siguiendo.

Seguía de igual manera conmocionado. Dieter en estos casos no sabría qué hacer en realidad. Ahí miraba a una niña frente a ellos y a Varhya, a Brömir y Lionel…bueno. Lionel. Estaban todos. ¿Sería alguna señal del destino? Observo a todos alrededor y era como si el destino o el momento en su vida querían que reuniera a sus fieles de nuevo, formar un nuevo comienzo entre todos…pero sinceramente ¿Cómo podría hacerlo? No tenía un lugar propio, no tenía nada a lo que poder aferrarse tan solo su familia. En ese momento en que duda que decir o que hacer frente a todos, mira hacia su derecha que es donde está Lionel bien alejado de todos.

- Manteneros todos juntos. Enseguida vengo… - Diciendo aquello miro a todos antes de ir hasta su hijo. Algo en su interior se alivió y sintiéndose como antaño, este fue hasta su hijo que estaba de mal humor al parecer desde que había aparecido él en el bosque – tienes temperamento. Igual que yo…hij...Lionel – No supo si sus palabras cabrían bien en ese tipo de contexto por el momento. Probablemente lo mejor sería que de momento lo llamara por su nombre, pero en lo que esperaba para poder ser respondido, no se dio cuenta de que Lionel se había sentado a sus pies, de una manera en la que había olvidado que su hijo hacía cuando este era pequeño.

Dieter se fijó en la postura de Lionel. Se había sentado a sus pies y Lionel se había agarrado a las patas de Dieter como un niño asustado, tenía la cabeza hundida, nada que fuera de un hombre pero en esos momentos al ser tan confusos lo mismo tendría que tener en cuenta de que a lo mejor su hijo pudiera tener razón aunque su hija…y Várhya hubieran ido con la verdad por delante. Primero hay un asesino a sueldo, después esto y se entera que su suegro volvió a atacar su aldea o lo que quedaba de ella haciendo un infierno a Brömir. En parte se sentía culpable. Le había cedido su aldea a Brömir y ahora le había fastidiado su vida. En realidad no se había percatado de las consecuencias de su propia decisión.

- Da una oportunidad a tu hermana….o a quien dice ser – Dieter decía las cosas con calma, ya había visto el temperamento de Lionel – Déjala una semana y veremos con problemas después, pero dale una oportunidad para que podamos ver si es de fiar o no…haz lo mismo con Várhya. Brömir te lo agradecerá y lo mismo no tendrá que ver la muerte de Várhya con sus propios ojos.

Pudo escuchar todo el jaleo que había a distancia de donde estaba con Lionel. Todo estaba descontrolándose y solamente quería que todo volviera a la normalidad. Se acerco cuando acabo con su hijo a la escena de donde todo estaba mal, pudo ver que Várhya era amenazada por Solveig, era evidente, pero no quería ponerse de lado de nadie aunque sabiendo que Solveig era loba sus hormonas estarían mas alborotadas que nunca. Suspiro observando a su esposa, a Várhya, a Brömir que estaba observándolo todo. Miro a Astra que estaba en una esquina observándolo todo y se peinó hacia atrás a modo de que estaba estresándose demasiado pronto.

- Haya calma por favor – Dijo Dieter para poder calmar las cosas – Várhya, no tienes porque asumir el papel de madre, ya esta Solveig para eso. Si quieres reprimir a nuestro hijo hazlo con la voz, pero para castigarle o mostrarle disciplina ya estamos nosotros, Várhya – Dijo Dieter para después acercarse a su esposa.– Solveig, calma. La luna esta cerca por lo que en nuestro estado estamos un poco estresados, por favor, tranquila, ve a hablar con Lionel – Dijo Dieter dulce y atento con su esposa, le acaricio la cara con suavidad, le beso la frente a modo de protección y cariño para después abrazarla.


Cuando estuvo preparado para ver a su mujer marchar hacia su hijo, Dieter se dirigió hacia Astra tendiéndole la mano.


- Vamos Astra. No puedo dejar que os vayáis y corráis peligro. Vayamos a ver a un amigo mio donde nos podrá dar cobijo a todos – miro hacia su hijo y su esposa – Eso incluye a todos – miraba a todos a la vez, queriéndose comportar como el líder que antaño fue, simplemente estaba comenzando a sentir como que lideraba a sus compañeros, a su familia de la que siempre quiso formar parte. Observo un momento a la muchacha. Era pelirroja pero la madre de Dieter siempre lo fue por lo que a lo mejor los genes de quien era supuestamente su hija, los habría heredado de su abuela. Hacía tiempo que no pensaba en su madre – No tengas miedo. Vamos a ir a casa… - Decía aun con cariño de que Astra no le temiera nada en absoluto.


Si era sincero, aquella tarde en un principio había sido bastante rara. Primero se había encontrado con su esposa, después vinieron uno a uno, todo se en reversó y habían acabado como habían acabado. En verdad odiaba a su suegro, y si su poblado ya no estaba era evidentemente que su suegro estaba pendiente de hacerle sufrir hasta que el licántropo gruñera de odio o hiciera alguna locura que pudiera incriminarlo.