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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Valenka N. Dragomir Miér Abr 12, 2017 9:50 am

La noche ya se alzaba sobre el firmamento y la luna daba por la ventana con su nacarada luz iluminando todo a su paso, podía ver a mí perra tumbada en el suelo justo por donde el halo de luz entraba bañando su pelaje, que de normalidad era negro, ahora de color plata mientras me miraba cambiarme con esos ojos que tenía y que me produjo una risa al sentirme observada por ella. La tenía desde hacía unos años y me encantaba estar con ella, al menos el tiempo que podía estar en casa y no estaba “trabajando”. A veces pensaba que debía de dedicarle más tiempo, y por eso pasaba todo el tiempo libre que tenía con ella. Como si supiera que mis pensamientos estaban dirigidos hacia ella se acercó moviendo el rabo de un lado a otro hasta que su cabeza, que llegaba un poco por debajo de mí cadera, se rozó contra mí buscando un cariño y que le hiciera caso.


-¿Qué pasa, bonita? –Pregunté mientras miraba ahora qué vestido debía de ponerme, iba a dar una vuelta y a despejarme porque notaba que lo necesitaba, además aprovecharía para visitar a Nai que hacía tiempo que no lo hacía, a ver si tenía un poco de suerte y la encontraba en casa, desde que era directora del departamento de antigüedades egipcias en el museo tenía mucho trabajo que hacer al llegarle hacia unos días un cargamento con cosas que catalogar para el museo. Decidí ponerme un vestido sencillo de color azul que hacía juego con el color de mis ojos, acaricié a mí perra cuando ya estaba vestida del todo y salí por la puerta con la mirada de ella puesta en mí. Mañana iba a tener el día libre así que lo pasaría con ella y la llevaría al parque como sabía que le gustaba con su juguete favorito, quizás si Nai tuviera el día libre, o incluso si no, podría pasar por su perra Isis y que fueran las dos juntas, se habían hecho amigas y así podían pasar el tiempo juntas de vez en cuando.

El buen tiempo ya se iba notando por las calles de París y eso hacía que la gente saliera más por la noche, la ciudad comenzaba a cobrar más vida durante esta y los jóvenes salían a dar una vuelta, también podía ver a parejas cogidas de la mano y del brazo paseando por las calles… amor, algo a lo que yo no tendría nunca, o eso era lo que creía debido a mí trabajo. Fui caminando sin poner ningún rumbo fijo, dejé que mis pies por ese momento fueran los que decidieran a dónde ir. Las tabernas estaban llenas de gente porque incluso desde fuera se podía oír el jaleo que había dentro y negué con la cabeza, en su mayoría hombres que se juntaban para beber y contar sus “batallitas”, como las chicas del burdel las llamábamos.

No me di cuenta que al pasar por una de ellas hubo un hombre, de mediana edad, que salía y que había fijado sus ojos en mí. Seguí caminando sin pensar que podría ir tras mis pasos, incluso desde esa distancia podía oler el fuerte alcohol que desprendía. No miré hacia atrás en ningún momento y mucho menos cuando me llamó, y supe que era yo porque añadió un “pelirroja” notorio por el color de mí pelo. Aceleré el paso intentando despistarlo pero cuando quise darme cuenta, y a pesar del estado en el que el hombre estaba, cogió mí brazo y me empujó hacia el lateral de un callejón donde me estampó contra la pared.

Quise moverme y alejarlo pero me agarró una de las muñecas y comenzó a decirme de todo, iba bastante borracho y lo único que quería era que me soltara y que me dejara tranquila. Parecía empeñado en que quería, claramente, follarme como él había dicho. Lo alejé de un empujón y antes de que pudiera irme corriendo me cogió del brazo, tiró hacia él y me dio una bofetada para girarme y poner mí cara contra la pared. No paraba de decirme lo que era, una vulgar fulana, y que realmente lo que quería era aquello. Intenté revolverme pero cogió ambas muñecas con una de sus fuertes manos y las dejó sobre mí cabeza, podía oír como se desabrochaba el pantalón en una clara intención de lo que pretendía hacer. Por más que grité, chillé para que alguien me oyera y me ayudara… parecía que nadie fuera hacerlo. Lamenté ser tan débil en ese momento, incapaz de defenderme ante agresores como aquel cuando lo único que quería era darle una paliza por lo que iba a hacerme.

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Valenka N. Dragomir
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Mensaje por Skadi Rendahl Sáb Abr 29, 2017 1:15 am

La ciudad se alzaba nocturna cubierta por el astro de plata en el cielo. La observé con curiosidad, estaba en cuarto creciente y sabía que faltaba poco para que llegara otra vez una luna llena, lo cual me hacía recordar a los demonios erguidos en dos patas que se habían presentado frente a mis ojos en aquel pantano en el cual había estado determinada a acabar con la vida de aquel que alguna vez fue mi mejor amigo. Me percataba ahora de que la interrupción de aquel par de bestias feroces había impedido que prosiguiera con mi empeño de regresar a mi tierra con la cabeza de Höor adentro de una bolsa, y que por ello no podía maldecir la ponzoña que las garras afiladas de aquellos seres habían dejado en mi carne.

Las heridas que tenía en mi piel habían sido producidas hace semanas pero de vez en cuando sangraban, como también lo hacían otras que no estaban marcadas en mi piel. Ahora ya no odiaba a quien fuera mi blanco al llegar a Paris y poco a poco mis senderos se fueron alejando, llevándome a otros sitios de la ciudad. Dejé de quejarme interiormente de la superficialidad que encontraba en Paris, de lo absurdo que me parecían los hombres y las mujeres vestidos de gala y comencé a ver las vitrinas de las tiendas, fijándome en sus antigüedades, reparando en un colgante antiguo que provocó en mi algo de ilusión. Se parecía a uno que había tenido años atrás y que en el furor de la batalla había perdido.

Esa era la razón por la que caminaba recién caída la noche, movilizándome por callejuelas y calles empedradas que comenzaba a reconocer con facilidad, producto de haber transcurrido ya algunos meses desde que el barco que me vio venir de Noruega atracara en puerto francés. Sabía que la tienda de antigüedades cerraba tarde y un impulso me hizo abandonar el hostal en el cual me hospedaba dispuesta a saludar al viento que mecía con tranquilidad los árboles a los lados de las banquetas. Era esta una noche con un clima agradable, lo cual me desagradaba hasta cierto punto, pues prefería mil veces el frío. El frío me hacía sentir algo y últimamente me inquietaba la idea de percatarme de que cada vez sentía menos. ¿Tenía lógica? Si y no. Teniendo en cuenta a lo que me dedicaba el no sentir era una ventaja que no me había molestado en años, y luego estaba el maldito hecho de que irremediablemente los encuentros con Höor y con Ulf habían despertado algo adormilado en mi, algo persistente que lograba que abriera de nuevo los ojos y comenzara a ver a mi alrededor de forma distinta.

Un grito velado se diferenció de las voces que escuchaba provenientes de los peatones que veía ir y venir de algunas tabernas y antros de mala muerte en esta parte de la ciudad. No era poco común escucharlos, usualmente eran producidos por parejas que se dejaban llevar demasiado por sus ímpetus carnales y terminaban enredados en un callejón. Si lo sabría yo, me había topado con algunos de ellos por casualidad y para ser honesta, el espectáculo me había hecho alejarme de inmediato presa de la perturbación. No tanto por el hecho de que les hubiera visto si no por mi propia imposibilidad de permitir que alguien me tocara.

Un segundo grito atravesó el espacio nocturno y esta vez me pareció que este era producido por el terror y no por otra cosa. Provenía de un callejón al cual me dirigí sin saber bien por qué. El callejón estaba casi completamente oscuro pero en uno de los laterales, adonde los rayos de plata alumbraban pude ver a un hombre sosteniendo a una mujer mientras esta se retorcía y forcejeaba con él.

-Parece que le han dicho claramente que no, y según me percato está a punto de forzar a la chica por lo que sugeriría que se olvide del asunto y la deje ir.- Sonreí de medio lado de forma sombría. Hasta mis fosas nasales llegaba el apestoso olor a alcohol que el sujeto destilaba. Borracho se volteó para verme manteniendo aún sujetas las muñecas de la joven. -Estoy a punto de darle lo que quiere, es una golfa que está toda mojada, solo que se hace la rejega porque le gusta jugar. A la mejor a ti te excita ver y por eso estás aquí, si te unes mi polla tiene suficiente para las dos.-

El hombre recorrió mi cuerpo lascivamente un instante y luego se echó a reir. Lo vi alzar la falda de la chica a la cual regresó su atención. Antes de que pudiera hacer otra cosa me acerqué a él y de un tirón lo aparté de ella. -Maldita perra, ¿quieres que te de a ti primero?- El sujeto se abalanzó sobre mi, me hice a un lado esquivándolo con facilidad. Un segundo intento de alcanzarme y otro más. Estaba demasiado borracho para ser un contendiente que pudiera tomar en serio. Mi puño se alzó y se estampó con fuerza contra su nariz, la escuché quebrarse y un chorro de sangre salió raudo de ella, lo cual provocó que comenzara a pegar alaridos maldiciendo. Lo ignoré y mi mirada regresó a la joven pelirroja que me miraba sorprendida. Podía notar en ella el temor y la agitación. -¿Estás bien?- pregunté, y vi con el rabillo del ojo al sujeto justo en el momento en que volvía a la carga. Saltó sobre mi y me tumbó en el suelo. Esta vez un objeto brillaba en su mano. Había sacado un cuchillo.

Me eché a reír al ver aquello. Honestamente, era irónico que después de haber sobrevivido a tantas cosas durante mi vida, a las peores batallas y torturas, ahora un borracho tuviera la intención de dominarme en un callejón por el simple hecho de satisfacer su entrepierna. Mi rodilla voló hacia esa zona, volví a escuchar como crujía parte de su anatomía, esta vez debía dolerle más, mucho más. La daga voló de su mano, cayendo al suelo, aproveché para recogerla con rapidez y la moví entre mis dedos. Un movimiento raudo y volteé al sujeto colocándome sobre él para dirigir la daga hacia el bulto en medio de sus piernas y detenerla sobre este. El hombre permaneció paralizado del terror al notarlo, no hizo falta que lo amenazara con cuales eran mis intenciones. -¿Qué opinas? ¿Debería de utilizarla o no?- Miré a la chica que había estado a punto de ser forzada por esa alimaña. Para mi el tipo no era más que basura de la peor calaña pero mis ojos buscaron los de ella y se detuvieron en ellos. Esta vez dejaría que alguien más dictara mis actos, por lo que aguardé su respuesta.
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Mensaje por Valenka N. Dragomir Jue Mayo 04, 2017 11:25 am

Aquel hombre me había pillado casi de una forma a traición y había estampado mí cuerpo contra la pared de aquel callejón y por más que grité en busca de alguien que me socorriera nadie parecía escucharme, el hombre por más que intentaba apartarlo era imposible, tenía mis manos sobre mí cabeza y ahora se bajaba los pantalones dispuesto a follarme como él decía, a clavarme su polla como la zorra que era para darme según él lo que era “lo mío” y lo que me correspondía como la fulana que era. Ya lo veía todo perdido sin poder hacer nada, su mano libre iba a subir la falda del vestido que llevaba cuando una voz procedente de nuestro lado hizo que miráramos en esa dirección. El miedo me atenazaba y las lágrimas pugnaban por salir de mis ojos, aterrorizada por aquello.

Allí estaba una joven, quizás de la misma edad que yo tenía, que le decía aquel hombre que le había dicho que no y que me soltara. ¿No se daba cuenta de que quizás también podría con ella? Pero algo me decía que no iba a ser así, la ropa que llevaba distaba mucho de ser la de cualquier joven de la ciudad, parecía decidida con lo que hacía como si supiera que aquel hombre no podía hacer nada contra ella. El hombre rió repasándola con la mirada mientras yo intentaba liberarme del agarre del hombre, pero tras decirle unas palabras a la joven que lo había interrumpido su mano siguió con lo que iba a hacer. Pero antes de que pudiera siquiera levantarme la falda ella se acercó con rapidez y lo apartó de mí, luego estampó su puño en la nariz del hombre.

Pude escuchar como esta crujió bajo el impacto y la sangre comenzó a brotar de esta, liberándome así de su agarre tras el grito del hombre que no se lo había esperado para nada. Me dolían las muñecas de lo que me había estado apretando, su mirada ahora fue a mí y la contemplé algo asombrada por lo que había hecho, ¿le había roto la nariz de un solo puñetazo? Asentí a su pregunta sin creérmelo todavía, odiándome por ser tan débil en ese momento y no poder haberme defendido como había hecho ella.


-Sí... Gracias por ayudarme –dije y antes de que pudiera seguir hablando el hombre volvió a la carga y ahora se abalanzó sobre ella tumbándola al suelo, le grité “cuidado” al ver el cuchillo que tenía en su mano pero ella volvió a la carga de nuevo, un rodillazo en las partes de aquel hombre que lo hizo gritar esa vez de más dolor de bastó para dominarlo de nuevo, le quitó la daga, la cogió entre sus manos y se puso encima de él con la daga sobre sus partes, mí boca entreabierta por lo que había contemplado, esa desenvoltura y rapidez para librarse de él no eran propias de cualquier mujer… la joven que tenía delante había sido claramente entrenada para ello, y por un momento, quise también defenderme como lo hacía ella. Su rostro se alzó hacia el mío ahora que tenía al hombre bajo control, me preguntaba qué era lo que debía hacer.

Yo me encontraba contra la pared del callejón observando anonadada la escena y luego miré al hombre que sabiendo que podía librarse de aquello, me miraba como pidiéndome perdón. Yo no era dada de la violencia, jamás me había gustado pero lo que ella me planteaba… ¿estaba mal si le decía que la utilizara? Recordé como me había llamado el hombre y lo que pretendía hacerme sin remordimiento alguno, lo que luego iba a hacer también con ella con meterse… si no hubiera llegado a esas alturas me habría violado sin nadie que lo parara. ¿No merecía algún tipo de castigo por ello? Limpié las lágrimas que habían caído de mis ojos dejando que la respiración se normalizara poco a poco ahora que veía que había pasado el peligro.



-No soy partidaria de hacer mal a nadie… pero no puedo dejarlo pasar por alto. Tú has aparecido para ayudarme, quizás otra no tenga la misma suerte y aunque diga que no lo hará de nuevo ¿por qué debemos creerle? Él me iba a violar sin remordimiento alguno… y aunque no ha pasado, no me quedaría tranquila si otra sufre lo que tú has impedido –mí mirada pasó asqueada al hombre que me suplicaba que no lo hiciera, y a ella que tampoco muerto de miedo, para mirar a los ojos a aquella joven- yo te diría que lo hicieras, pero eres tú quien lleva la daga –aunque algo me decía que no le costaría nada hacerlo, que no era solamente una advertencia hacia aquel hombre, sino que podría hacerlo de verdad y entonces aquel hombre jamás osaría hacerle nada a nadie, porque no podría. Cerré los ojos porque no quería verlo, pero el grito fue más que suficiente para darme cuenta de que la joven al final lo había hecho, para cuando los abrí el hombre estaba desmayado en el suelo y no quise mirar demasiado, salí de nuevo hacia la calle en busca de aire apoyándome en la esquina de la entrada al callejón, y cuando la joven apareció de nuevo cogí su brazo mirándole de forma fija- Gracias… gracias por salvarme, pensé que… -me callé y me mordí el labio- Me llamo Alessia, ¿a quién debo de darle las gracias por haberme salvado? –Pregunté esperando que me dijera su nombre, miré un segundo hacia otro lado y luego volví a mirarla- ¿quién te ha enseñado a pelear así? Parecías tan segura de ti misma… ojalá yo pudiera defenderme como lo haces tú.
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Mensaje por Skadi Rendahl Vie Mayo 19, 2017 12:21 am

-Yo te diría que lo hicieras, pero eres tú quien lleva la daga.- Mi mirada se había anclado a la de la joven pelirroja mientras mis piernas continuaban haciendo presión contra el cuerpo del hombre y mi mano mantenía la daga directamente apuntando hacia sus partes. Sonreí de medio lado, una sonrisa fría afloró en mis labios. Ambas sabíamos que de dejar libre al sujeto este muy probablemente volvería a hacer lo mismo y ¿quién sabía en realidad cuántas veces lo habría hecho ya?

-Dime una cosa.- pregunté. –¿A cuántas has forzado en los negros callejones o cuando nadie te veía?- Pasé la punta de la daga por su miembro. El hombre ni respiraba, sabía que de intentar moverse tan solo un centímetro se la clavaría, el asunto estaba en que la joven pelirroja acababa de indicarme que lo hiciera, de forma indirecta por supuesto. Me imaginé que su conciencia la mantendría en una lucha interna. Lo que realmente deseaba que le hiciera al hombre versus algún sentido de misericordia mal situado en un caso como este.

El hombre sudaba a mares, negó con la cabeza al escuchar mi pregunta y abrió los ojos horrorizado al escuchar la respuesta de la joven que había estado a punto de forzar. Como bien lo había determinado ya, en esta ocasión dejaría que fuese alguien más quien me dirigiese. Mi sonrisa entonces se tornó sombría. Aún en la ciudad de Paris no había espacio para la benevolencia, la podredumbre se expandía por todos lados, la mayoría tendía a pasar de largo pero eso no la hacía menos presente. Los horrores existían, se escondían en los lugares menos pesados y no eran exclusivos de la gente de clase baja, si no podías verlo eras un tonto o un ciego. La mayoría prefería cubrirse los ojos con una venda y pretender que no habían monstruos en Paris, lo que fuera que les ayudara a dormir de noche.

Este era un callejón oscuro, negro como las almas de muchos, como la mía quizás, para mi hace mucho había dejado de existir una luz que me alumbrara. Mi mano se movió con rapidez, el alarido de dolor del hombre hizo eco en las paredes de piedra. Un movimiento rápido y directo le había castrado. Él se había llevado las manos a esa zona ahora vacía y se había retorcido en el horror de su dolor antes de perder el conocimiento.

Me puse de pie entonces y salí del callejón. No había sentido nada al hacerlo. Pasé mi daga por la pared, limpiándola de los restos de sangre antes de devolverla a mi cinto. La mano de la joven pelirroja me sorprendió tomándome del brazo. Un breve roce que bastó para hacerme dar un casi imperceptible respingo. Cuando peleaba, cuando me defendía, cuando hacía mi trabajo podía tocar a otros, pero ahora un breve roce, uno de lo más casual provocaba en mi esa respuesta instintiva. Odiaba que sucediera más no podía evitarlo.

Me extrañó que ella aún estuviera allí en lugar de caminar para alejarse, la miré con algo de interés. Se presentó luego de desviar la mirada, otras mujeres se hubieran desmayado por menos, no solo por el intento de violación si no por como las cosas habían culminado. -Soy Skadi.- respondí, y le hice una pequeña seña con la cabeza para que me siguiera mientras poníamos distancia entre ambas y el callejón. -Las gracias no son necesarias.-  

Un par de pasos sobre la banqueta oscura y la escuché, parecía interesada en cómo había aprendido a defenderme. -Harías bien en saber manejarte mejor.- La observé con el rabillo del ojo, yo no era precisamente alguien sociable pero también me irritaba que la mayoría de las mujeres francesas no tuvieran al menos nociones básicas sobre como defenderse. -Me enseñó mi padre…- respondí, con la mirada algo turbia. Su pregunta me había tomado desprevenida. -Él puso los cimientos cuando era una niña.- Mi padre me había entregado mi primera espada, antes de que su devoción por el rey fuera su perdición. Luego seguí mi entrenamiento como escudera... Los rayos de luna iluminaban la calle por la que nos movilizábamos, mi mente se había distraído un momento pero volvió a la realidad al escuchar pasos que corrían a lo lejos y un silbato. -Rápido, sígueme.-

La apremié a que corriera. Eso que oíamos eran los sonidos de gendarmes, a ninguna nos convenía que la ley nos viera en las cercanías. La vi algo indecisa lo cual provocó que me detuviera sobre mis pasos. Podía ser una extranjera pero llevaba el suficiente tiempo en la ciudad como para conocer las más oscuras callejuelas y escondrijos, mi línea de trabajo me exigía ser una sombra en todo momento. -Apresúrate a menos que quieras perder la libertad por causa de un pedazo de basura que se ha llevado su merecido castigo.- Comencé a correr mientras el sonido de silbatos se escuchaba de nuevo.
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Mensaje por Valenka N. Dragomir Sáb Mayo 27, 2017 11:58 am

Ella decía que no era necesario darle las gracias y yo no lo creía así en absoluto, porque cuando había pensado que ya nada podría pasar para que aquel hombre no me violara, cuando vi que todo estaba oscuro y que nadie pese a mis gritos venía a ayudarme… había aparecido ella, de la nada, se había encarado con aquel hombre y había hecho que me soltara, no poco con eso, le había dado un merecido al hombre para que nunca más ninguna joven, ni ninguna mujer, pudiera sufrir a manos de él. Cierto era que yo no quería hacer daño a nadie, pero si ni lo había pensado en hacerlo conmigo ¿quién no decía que no habrían más y que sería la última? Yo me había librado pero podría ser que la siguiente no tuviera esa oportunidad.

Salí del callejón buscando un poco de aire y esperándola, así que no dudé en pararla cuando salió tras haber acabado y dejado al hombre sin una parte que seguro echaría de menos y que estaría lamentando su error durante el resto de su miserable existencia. Skadi, sin duda alguna un nombre que no era Francés y por las pintas que tenía no era una joven típica del país. Se le veía más ruda, más fuerte, más independiente que las jovencitas que encorsetadas con esos vestidos llamaban la atención de los hombres ella ni siquiera llevaba vestido y se la veía una mujer fuerte, capaz de defenderse y protegerse a sí misma… y por un momento, yo quise también poder hacerlo.



-Sí tengo que dar las gracias, nadie iba a venir a ayudarme y si no fuera por ti ese malnacido me habría violado –porque poco había faltado, la verdad- así que gracias, Skadi –dije mirándola con el pelo rubio que le caía y esa seguridad en sí misma, comenzó a andar y yo la seguí para luego sentir su mirada puesta en mí. Sí, quizás no me vendría mal saber defenderme pero no había conocido a nadie que pudiera enseñarme. Respondió a mi pregunta y dijo que la había enseñado su padre, que había puesto los cimientos desde niña… mi padre por el contrario desde niña no me había dado muchas muestras de amor y de cariño, a mi madre no la quería y conmigo se sentía defraudado porque esperaban a un varón que heredaría y se haría cargo de sus empresas, pero sin embargo había nacido yo. En un matrimonio por conveniencia donde no había amor mi madre no volvió a quedarse embarazada, y la desesperación de mi padre crecía ante la idea de no tener un hijo… tanto, que llevó a la depresión a mi madre, y yo por defenderle sufrí las consecuencias. Me echó de casa y me relegó a la calle amenazándome con que si volvía me mataría. El sonido de un silbato me distrajo de mis pensamientos y me hizo mirarla cuando dijo que la siguiera, comenzó a correr algo que para mí era algo más dificultoso al llevar aquella falda y el corsé que me oprimía el pecho. Volvió a apremiarme a que me apresurara si no quería que me cogieran por culpa de aquel hombre, y finalmente cogiendo el borde del vestido tiré con fuerza, haciendo una raja, que me permitió moverme con mayor fluidez- ¿A dónde vamos? –Pregunté echando a correr tras ella, parecía que sabía por dónde debía de meterse porque me llevó por callejones, mezclándonos con las sombras dejando atrás aquel callejón donde nos habíamos encontrado.

No supe el tiempo que pasamos corriendo, escapando de esos silbatos que hacía ya un tiempo nos habían perdido la pista si es que en algún momento fuimos sospechosas, entre callejón y callejón moviéndonos por ellos como si fuéramos sus sombras, pasando desapercibidas alejándonos todo lo que podíamos del lugar. Al final acabamos metidas en uno de los parques que había algo lejos de la zona del callejón, tenía la respiración entrecortada y la frente perlada de sudor, apoyé mis manos en las rodillas y traté de recobrar el aliento notando que el corsé me oprimía dificultando el respirar bien, quería quitármelo pero no podía hacerlo porque no era el momento adecuado. Ella sin embargo parecía mucho más entera que yo, como si estuviera acostumbrada a recorrer grandes distancias corriendo porque su respiración aunque era acelerada, nada que ver con como estaba la mía.

Me acerqué a una pequeña fuente que había y me mojé un poco el rostro y apartando el pelo mojé la nuca para refrescarme mientras poco a poco recobraba el aliento, bebí agua para calmar la sed de mi boca y la miré ahora ya notando un alivio al sentir más la leve brisa que me refrescaba al estar mi piel mojada. No solo sabía que no era del país por su nombre si no también por el acento marcado que tenía que la distinguía del acento parisino, aunque hablaba bastante bien el idioma.


-No eres de París, ¿verdad? –Le pregunté acercándome de nuevo a ella- tú nombre no es muy común y es la primera vez que lo oigo, pero tú acento te delata –le sonreí levemente y luego la miré de forma fija- sé que es una locura esto que voy a decirte pero, si te pido que me enseñes a defenderme como sabes tú… ¿lo harías? –Era una locura, pero eso mejor a que pudieran violarme- puedo pagarte si eso ayuda a que me enseñes. Quiero saber defenderme, si me vuelve a pasar otra vez, poder darle su merecido sin pensar en que me van a violarme y nadie va a hacer nada por ayudarme.
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Mensaje por Skadi Rendahl Dom Jul 02, 2017 12:14 am

La joven pelirroja no se lo pensó mucho. Comenzó a correr a un lado mío y entre las dos nos escabullimos por callejones y callejuelas oscuras. Era mejor hacerlo así, el castrado podría irse de la lengua, aunque antes de dejarlo en el callejón le advertí que si me delataba lo encontraría y terminaría de cortarle cada trozo de él que considerase importante. Debe haber visto en mi mirada lo serias que eran mis palabras, yo nunca amenazaba en vano, ni advertía algo que no estuviese dispuesta a hacer. En mi línea de trabajo no te andabas con chiquitas, hacías de todo, y a mí nunca me temblaba la mano, aunque en las últimas noches me había alejado de esas encomiendas, buscando tiempo para mí misma. Sentía una urgencia en mi interior, algo que tironeaba de mi desde debajo de mi piel y que me orillaba a reencontrarme, algo que seguramente enfadaría a algunos, pero eso poco me importaba. Nada me asustaba en realidad, estaba completamente adormecida, entumecida, había perdido la capacidad de encontrar algo que con facilidad hiciera hormiguear mi piel y despertara mi interés.

Sonreí de medio lado al correr, notando que la joven era de pensar rápido y se había rasgado la falda para de esa manera mantenerse a buen trote. Me imaginaba lo incómoda que debía sentirse debajo de tantas capas de ropa, de un apretado corsé y de una falda demasiado estrecha. Honestamente no tenía idea de cómo las damas francesas lograban respirar o moverse, afortunadamente me movilizaba con mi ropa noruega, con un par de pantalones que aunque mal vistos por los citadinos me permitían mantener mi libertad de movimiento. Ni loca me pondría un corsé encima.

Tras correr durante un buen rato hasta dejar los sonidos de los silbatos atrás llegamos a un parque en una zona algo alejada del centro. Había allí una fuente a la que la joven se acercó primero. Me detuve junto a ella, mojándome el rostro y refrescándome de esa forma antes de sentarme en el borde. En realidad no estaba tan cansada, había sido una buena correría pero estaba acostumbrada a caminar largas distancias, así que pronto me encontraba relajada, observando a mi acompañante. Me pregunté si había hecho bien al decirle mi nombre, después de todo, aunque se mostrase ahora agradecida, no dejaba de ser una desconocida. -Nadie debe saber que te has topado conmigo, ni tampoco debes revelarle a nadie mi nombre.- dije de improviso. -Te meterías en problemas si ciertas personas se enteran de que me conoces o si llegan a asumir que eres mi amiga.- Sonreí con ironía al decir esa palabra, las amistades en Francia no era un lujo que pudiera darme.

Mi mirada la siguió despacio mientras la veía sentarse a la orilla de la fuente. La brisa nocturna nos refrescaba y ante nuestra vista se desplegaban diversas flores que adornaban el parque, dispuestas así para adornar el lugar. Alcé una ceja al ver aquello, hasta los parques en esta tierra debían de tener un absurdo aire a elegancia. Nunca iba a comprender a los franceses, o sus gustos.

-No, no soy de París. - Solté la risa por primera vez en meses. Por los dioses, me alegraba que se notara. Mi risa se desvaneció, entrecerré los ojos cuando escuché sus siguientes palabras y un tinte sombrío se reflejó en mi rostro. Hacía demasiado tiempo ya que la sombra no le hacía favores a nadie, no tenía tiempo para eso. Desvié mi mirada hacia ella y la clavé en esos ojos que parecían más emotivos de lo que nunca fueron los míos. Dejé salir el aire por mi boca despacio antes de responder.

-No necesito que me pagues.-
Desvié la mirada y la alcé al cielo con el ceño fruncido. El maldito Loki estaba con nosotras justo en este instante, me estaba susurrando al oído en tono de burla al vernos a mi y a la chica, seguro de que no perdería mi tiempo con ella. Apreté los dientes, y sacudí mi cabeza para alejarlo. Me fastidiaba que creyera que únicamente le servía a él y nadie más.

-Pero podría enseñarte.- dije, apretando con fuerza mis manos en el borde del bordillo de la fuente adonde me encontraba sentada, sintiendo como el aire a mi alrededor se despejaba y sus sombríos susurros se detenían, sorprendidos. -Lo haré si estás dispuesta a cambiar tus delicadas sedas por pantalones cuando te enseñe, y si crees que podrás levantarte tras caer, a pesar de todas las veces en las que suceda.- Sacudí la cabeza carraspeando y alejé mi mirada de la suya, me resultaba inquietante, parecía muchísimo más joven que yo. -¿Qué tan serio es tu deseo de aprender a defenderte? ¿Crees que podrás aguantar el aprendizaje antes de soltar las lágrimas y querer correr de regreso a casa?-
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Mensaje por Valenka N. Dragomir Sáb Jul 15, 2017 10:12 am

Cuando llegamos al parque lo primero que hice fue acercarme a la fuente para beber un poco de agua y mojarme el rostro un poco, la leve brisa que hacía aquella noche junto con el agua refrescaban mi cuerpo de la acalorada carrera que nos habíamos pegado escapando de aquel callejón donde ella como por arte de magia había aparecido para salvarme de lo que podría haber sido algo bastante horrible, pero al final había acabado bien la cosa… aunque no a aquel hombre al que ella, sin miramiento alguno, acabó por darle su justa y merecida justicia, una por la que si nos encontraban y nos pillaban podríamos pagar caras las consecuencias, pero después de todo el rato que habíamos estado corriendo metiéndonos por los callejones para despistar dudaba que a esas alturas ya nos encontraran. Eché un vistazo a mi lado donde estaba ella que bebía también algo de agua, se la veía tan tranquila, tan serena… sin duda alguna para ella la carrera no la había supuesto nada, estaría más que acostumbrada a hacer aquello o a correr incluso más distancia.

Fue por eso mismo que se me pasó aquella idea loca por la cabeza, el que me entrenara y me ayudara a poder defenderme llegado cierto momento. No era cualquier cosa lo que le estaba diciendo, sabía las consecuencias que traería el que me entrenara: sufrir golpes, cansancio extremo, dolor, mucho dolor… pero me había hartado de ser débil, de que me consideraran débil. Ya desde pequeña no podía defenderme de cuando mi padre a veces me pegaba, tenía que morderme los labios y apretar los dientes para no gritar porque entonces me daba más y más fuerte… ahora, siendo algo mayor, tampoco podía hacer nada contra aquellos que decidían que podían hacer conmigo lo que querían, pegarme, tocarme a voluntad… ¿qué hubiera pasado si ella no llegara a aparecer? Pues que habría sido violada seguramente, pero si sabía defenderme ya nadie podría hacerme daño, ya no sería vulnerable, ya no sería débil.

Sabía que quizás no aceptaría mi propuesta, era una joven que como había quedado más que claro no sabía nada sobre defenderme, ¿por qué debería de perder ella su tiempo en enseñar a alguien como yo cuando no nos conocíamos de nada? No tenía por qué hacerlo, es más, nada la obligaba ni la ataba pero… si cabía la posibilidad, ¿por qué desperdiciarla? Se la veía una mujer segura, decidida, valiente y fuerte, un hombre seguramente no quisiera entrenarme y aunque conocía a varios cazadores estaba convencida de que se lo dirían a Nai y ella se opondría a que me ayudaran. Podría ser mi secreto, uno que solamente nosotras dos conociéramos y que nadie más supiera, así nadie podría decirme que no debería de hacerlo. Tampoco estaba pidiendo ser cazadora, tan sólo… saber defenderme.

Me fijé en ella cuando dijo que nadie debía de saber que nos conocíamos, a lo que asentí con la cabeza sin preguntarle demasiado, le haría caso a eso mientras la veía reír al decirle que no era de París, algo que al parecer le hizo gracia y a mí me hizo esbozar una leve sonrisa por ello mientras la contemplaba. La pregunta de si me enseñaba a defenderme como ella sabía pareció que se quedó en el aire por unos cuantos segundos, ella miró hacia el frente y se quedó callado durante unos segundos como si estuviera pensando qué responderme, o si lo hacía o no. Me esperaba una negativa por su parte, incluso aunque le había dicho que podía pagarle porque me enseñara, así que me mordí el labio cuando los segundos pasaban y ella no decía nada al respecto, ni sí ni no. Dijo que no hacía falta que le pagara y alzó la vista al cielo, terminando de pensárselo y yo lancé un leve suspiro. Bueno, el que dijera aquello era buena señal ¿no? Finalmente bajó la mirada hacia la mía y dijo que podría enseñarme, tanto como estuviera dispuesta a cambiar los vestidos por pantalones para entrenar, tanto como estuviera dispuesta a no salir corriendo cuando las cosas se complicaran, cuando la frustración me venciera.


-¿De verdad lo harías? –Francamente esperaba que me dijera que no, al fin y al cabo no me conocía de nada, pero eso me hizo sonreír algo más ilusionada por poder dejar de decir que iba a seguir siendo débil- estoy dispuesta, no quiero volver a sentirme débil frente a nadie, que tenga que ceder bajo amenazas de que si no lo hago me obligarán a hacerlo… -fruncí el ceño al recordar aquello, pero pronto lo cambié para centrar mis azules de nuevo en sus castaños- nada de vestidos, la verdad es que a veces son bastante incómodos y los corsé a veces te dejan sin respiración. Iré con pantalones cada vez que vayamos a entrenar, no me rendiré por mucho que duela, por muy difícil que sea y por mucho que me den ganas de desistir… no huiré cuando me caiga al suelo, me levantaré y seguiré luchando –dije con firmeza y convicción. En realidad no sabía qué más decirle para que creyera que iba en serio- ¿de verdad que no quieres que te page por enseñarme? Creo que es un precio justo por lo que piensas hacer por mí –porque aparte de dinero no había mucho más que pudiera ofrecerle a esa joven- Estoy dispuesta a empezar cuando tú me digas, iré a la hora que me digas y a donde me digas, solo así te demostraré cuán grande es mi deseo –me puse en pie para mirarla ahora de frente- Y bien, ¿cuándo comenzamos?
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