Risposte [Soren]

Recuerdo del primer mensaje :

Aquella decisión era una completa locura. ¿Para qué quería buscarle si ya había pasado un tiempo considerable después de lo de la fiesta? ¿De qué me servía buscar explicaciones? Las necesitaba, por mucho que quisiera negarlo. Necesitaba una razón por la cual me había atacado, necesitaba comprenderlo. No me bastaba el miedo... ¿a qué loco se le podía pasar por la cabeza que yo quisiera hacerle daño a Anuar? ¡Y él había logrado que le dañara! Aquello no iba a olvidarlo así por así, no. No iba a dejarlo pasar como si nada cuando me culpaba una y otra vez por haberle daño a aquel chico que se había vuelto tan importante para mí en tan poco tiempo.
Tenía que encontrarle, estaba decidido. Soren, creía recordar que se llamaba. Su apellido ya era más complicado, sonaba a ruso para mí. ¿De donde sería aquel dichoso bastardo?
Caminé por las calles de París lentamente, guardando las manos en los bolsillos, observando como mi aliento se convertía en vaho cada vez que respiraba, o al menos fingía hacerlo.
Intentaba recopilar toda la información posible sobre aquel tipo. Recordaba su nombre, su aspecto y algo que había nombrado sobre la Universidad. Entendía pues, que debía trabajar allí, así que fue a la Universidad a donde me dirigí.
Entrar allí fue algo un tanto extraño, donde todos parecían mirarme como si fuera alguna clase de monstruo. Me reí ante aquella suposición antes de que mi mente hiciera aparición para recordarme que verdaderamente era un monstruo.
Recorrí los pasillos hasta encontrar lo que parecía una sala de profesores, donde tras dar unos leves golpes en la puerta, logré llamar la atención de uno de los presentes. Al principio me miró un tanto extraño, haciéndome sentir incómodo y obligándome a cubrir la cicatriz de mi cuello con una mano de forma disimulada. Me costó conseguir que se percatara de quién hablaba, pero finalmente entendí que se trataba del profesor Kaarkarogf. ¿Profesor? Evité darle vueltas al tema y conseguir mi propósito: saber donde podía encontrarle.
Me indicó que ya no se hallaba en la Universidad, pues sus clases terminaban a las 10, y que a esa hora se dirigía a una tiendita cercana cuyo nombre me fue difícil entender y memorizar.
Agradecí la amabilidad a aquel hombre de mediana edad y salí del lugar con paso tan lento como el que había usado al entrar. Suspiré frotándome los ojos por el cansancio, los días sin dormir, la falta de alimento y los recuerdos dolorosos hacían que mi cuerpo entrara en una espiral de decadencia de la que parecía no querer salir.
Oculté de nuevo mis manos en los bolsillos del chaquetón y caminé por las calles casi perdido, hasta encontrar una tienda con extraño nombre que parecía similar al que había oído momentos antes, ¿sería aquella?
Entré sin pensarlo dos veces y observé la estancia con detenimiento, examinando el lugar concienzudamente. Entrecerré los ojos molesto por el brillo de algunos objetos y busqué con la mirada al dueño del lugar. Solo me faltaba que no estuviera, sería el colmo.
-Soren, mi eternidad no está a tu merced, así que si estás por ahí... sal.- murmuré dando una vuelta sobre mi mismo aún observando el lugar.
Esperaba que realmente fuera el dueño del lugar. Necesitaba hablar con él, necesitaba saber hasta donde podía llegar, porque a fin de cuentas, también me preocupaba el hecho de que fuera importante para Anuar. ¿Y si le hacía daño? Negué con la cabeza rápidamente, no iba a comportarme como aquel tipo, no iba a atacarle sin motivos.

[Lo siento, es un tanto soso, pero no sabía bien cómo comenzar x__x]

Flavio – Repitió tranquilamente – Bonito nombre – Soren se sentía fatigado por el esfuerzo mental que hacía la mantener la concentración y no regresar al mundo real, no era fácil entrar en la cabeza de alguien y mucho menos hablar con un recuerdo. El chico parecía amable y dulce. Al parecer todos los hermanitos pequeños de todo el mundo eran adorables, su propia hermana Annika era adorable a su modo. El pequeño Flavio comenzó a hablar de una jaula, el vampiro miró hacía ambos lados y ciertamente no logró verla. Quizás aquello era una cuestión metafórica y la jaula a la que se refería no era algo tangible.

Por supuesto Soren, aquí nada es tangible.

Eric me dejó entrar – Le explicó asintiendo levemente – Pero no se si... pueda sacarte – Agregó, parpadeó confuso, si Flavio era un mero recuerdo, ¿Que pasaría si lograba sacarlo al exterior? ¿Desaparecería? Porque un recuerdo no podría materializarse en el mundo real, era ilógico, aquello que veía era sólo una visión, un juego creado por la mente de Eric. De repente, Soren fue consciente de que estaba completamente en las manos (metafóricamente hablando) de Eric, en ese mundo, el único Dios era el vampiro más joven, después de todo era su cabeza.

De repente el chico comenzó a actuar extraño, o eso fue lo que le pareció al vampiro, su rostro se desencajó en lo que parecía ser un profundo dolor. Soren observó la sangre extrañad de no sentir deseo de beberla, no podía olerla y si no podía olerla la sensación de que aquello era sólo una fantasía no le permitía confundirse, así que su mirada viajó al rostro del chico una vez más, escuchando sus palabras sin comprender muy bien.

¿Como puedo ayudarte? - Le preguntó con expresión preocupada - ¿Como puedo ayudarlos a ambos? No puedo controlar este mundo... -

((si, casi que no lo termino. ¿llevabas tiempo soñando esta escena? ¿en serio?... por cierto ando bastante perdido con este tema, realmente no se que escribir, porque no se como interferir ya que tu construyes la historia, entonces no se que puedo hacer y que no :/ por eso tardo ))

A cada letra que grababa con aquella daga sobre mi brazo, un grito más doloroso que el anterior salía de mi boca de forma desesperada. Y no podía pararle, no podía hacer otra cosa que no fuera ver aquella maldita sonrisa de superioridad en sus labios. Ni siquiera me alcanzaban las fuerzas para intentar pararle.
Cuando al fin paró, sentí que la vida se me había escapado en el último grito. El aire entró forzado en mis pulmones, logrando que arquease la espalda y comenzara a toser, sintiendo la sangre manchando mis labios de forma exagerada. No me atreví a llevarme la mano a la herida del brazo, quemaba demasiado.
A penas osé a lamer mis labios para limpiarlos de aquel líquido carmesí, clavando la mirada en aquel hombre: mi propia mente personificada, cuyo poder parecía aumentar hasta el punto de adjudicarse un nombre.
-¿No te gusta.- me preguntó, rompiendo el silencio levemente interrumpido por mi entrecortada respiración. Su mano se fue directa a mi brazo, alzándolo con crueldad, haciéndome gritar con fuerza. -Veremos cual de los dos sale vivo de aquí....- sonrió limpiando unas gotas de sangre de mi brazo con su dedo, para luego llevárselo a la boca y lamerlo sonriente.
Cerré los ojos desesperado, viendo allí mi propio final. ¿Qué podía hacer? ¿Rendirme? Dudaba que Soren pudiera saber lo que estaba ocurriendo.

● ● ●

Las palabras del vampiro no lograron calmar al chico. Al contrario. Se sintió aún más acorralado, sabiendo que su hermano estaba sufriendo y que no tenía ningún modo de ayudarle. Aquel nombre grabado con sangre en su brazo ardía al igual que si acabara de ser marcado como un pobre animal. Apretó los dientes viendo la sangre saliendo de aquella herida, y no pudo dejar de preguntarse si realmente a su hermano estaría pasándole lo mismo. ¿Estaba sufriendo Eric? Era lo único que le importaba.
Pero no sabía que hacer, no tenía a donde acudir, ni siquiera a un tatuaje con el nombre de su hermano en su muñeca como éste tenía con el suyo. Quiso tirarse del pelo, llorar y morirse allí mismo por aquella sensación de inutilidad que le invadía. Debía hacer algo. Lo que fuera.
Miró al profesor con gesto descompuesto, y cerró luego los ojos comenzando a rezar. Dudaba que sirviera de algo, dudaba que fuera a funcionar. Es más, sabía que no sería así. ¿Pero que más podía hacer? Si sentía su corazón dejando de latir a cada segundo que pasaba...

● ● ●

Otra vez la risa de Éric torturándome me obligó a abrir los ojos y mirarle con desprecio. Aquello servía para aumentar aún más su rabia, su poder sobre mí. Ayudaba a sentirme más miserable.
Intenté moverme, alzando el brazo derecho para llevarlo hasta mi muñeca izquierda, apretando los dientes con cada centímetro que lo movía. Cuando finalmente lo logré, entreabrí los ojos para ver, aunque fuera por última vez, aquel nombre en mi muñeca. Flavio, susurré casi sin voz, dejando que los ojos se cerraran pesadamente. Allí terminaba todo. Había perdido la batalla contra el peor enemigo que había conocido nunca. No era mi creadora, ni cualquier ser al que me hubiera enfrentado, ni siquiera Soren o el mismísimo miedo con el que convivía noche tras noche. Era él, Éric... mi mente.
Sabiéndome perdido, dejé que las lágrimas cayeran finalmente. Dejé que los llantos quebrantaran el silencio, dándome ya por vencido.
-Adió....- las palabras de aquel hombre, que ya no era solo una voz en mi cabeza, se vieron calladas de pronto. -¿¡Qué mierda has hecho!?.- gritó furioso.
¿Qué?, alcancé a murmurar. ¿Por qué gritaba así? Yo no había hecho nada. ¿Qué iba a poder hacer en aquel estado?
Luché contra el dolor por la posibilidad de abrir levemente los ojos, y siendo la voluntad concedida, pude ver que todo el lugar se había iluminado con una brillante luz. Tan potente que tuve que entrecerrar los ojos un momento.
Busqué a Éric a mi alrededor, con temor a que aquello lograra que arremetiera una vez más contra mí... pero había desaparecido. Solo estaba aquella luz...

● ● ●

Sus plegarías no cesaron. Flavio no dejó de pedir una y otra vez por su hermano, no dejó de susurrar que no merecía sufrir. Palabras cargadas de amor que no serían oídas por nadie, tal vez ni por el mismo Soren. Pero qué más le daba. Solo necesitaba que se cumplieran, solo necesitaba que...
-¿Qué es esa luz...?.- murmuró asustado, agarrando con fuerza las ropas del vampiro que le acompañaba.
Aquella luz comenzó a desaparecer lentamente, como si solo hubiera sido un rayo de sol fugitivo entrando por una puerta. ¿Pero qué significaba? No podía comprender que era todo aquello, ni siquiera lo que estaba sucediendo. Todo escapaba de sus manos.
Pero su corazón había dejado de latir tan descontrolado, como si existiera algo que lo estuviera calmando. Alzó la vista hasta el vampiro una vez más, con la duda en su mirada, y la dirigió a donde había aparecido segundos atrás la luz. ¿Qué era aquello que sobresalía entre la oscuridad?
-¿Lo has hecho tú...?.- se atrevió a preguntar. Pero entre aquella oscuridad, podía distinguir que aquello que había aparecido de la nada era un cuerpo. El cuerpo de alguien. -¿...es Eric...?.- le preguntó de nuevo al profesor, sintiendo como sus manos comenzaban a temblar.


[Espero que se entienda bien... a partir de aquí ya podrás interactuar con normalidad. Lo dicho en el MP, lo siento!]

Era obvio que le chico sufría, Soren notó entonces como el dolor parecía provenir del brazo. No entendía su significado y se preguntaba como un recuerdo podría 'sufrir' cuando era un mero pensamiento sin existencia ni vida real. ¿Sentía Flavio de verdad como una persona normal? Porque a simple vista parecía tener consciencia independiente de la de Eric. Se le ocurrió entonces que quizás, aquello fuera obra de la magia negra o del Vodoo, algún brujo poderoso podría hacer sellos mágicos en la mente y cuerpo de las personas.

El fin de semana pasado, una bruja había usado el cuerpo de Anuar como un mero estuche para introducir el espíritu de su hijo muerto 50 años atrás y volver a verlo. El 'experimento' como ella lo había llamado había funcionado y por el resto de la noche, Anuar había dejado de ser Anuar para convertirse en un joven del cual nunca supo cual era el nombre y que quiso visitar su tumba y la casa vieja donde había crecido.

No le sorprendería que, de alguna manera, la consciencia de Flavio hubiese podido quedar atrapada en lo más profundo de la psiquis de Eric.

El chico comenzó a rezar y Soren no supo que hacer, no solía abrazar a la gente, el solo contacto físico le repudiaba, sólo podía abrazar a aquellos a los cuales tenia una confianza muy grande o a quienes realmente apreciaba, pero en esos momentos el pobre chico pareció tan desprotegido y triste, que cuando menos pensó se encontraba rodeándole con sus brazos y abrazándole contra su pecho. Una luz llamó la atención de ambos, Soren giró su rostro aún sin soltar el abrazo en el que tenía envuelto a Flavio.

- ¿Eric? - Exclamó dudoso, entrecerrando los ojos mientras la silueta se hacía más clara.

(( ok, veamos que pasa :3 ))

Flavio sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo cuando el vampiro le abrazó. De un modo extraño, se sintió protegido, aún siendo aquel hombre un completo desconocido. Pero si había llegado hasta allí, si había logrado entrar en aquella jaula, no podía ser malo. Quería creer que aquel vampiro intentaba ayudarle, tanto a él como a su hermano. Necesitaba creerlo para no huir de aquellos fríos brazos que ahora le protegían del miedo.
Tragó saliva con dificultad, sintiendo un fuerte nudo en la garganta producido por el temor que le había vencido.
Cuando escuchó de aquella voz el nombre de su hermano, sintió que el corazón iba a salirle del pecho. ¿Era realmente él? ¿Y si era otro vampiro que había entrado al igual que el profesor con intención de dañarle?
-Eric....- susurró sin separarse de aquellos brazos que lo rodeaban, sintiéndose un completo débil.


Cuando al fin desapareció aquella brillante luz, logré abrir los ojos para observarlo todo a mi alrededor. Seguía tan oscuro como antes, pero parecía un sitio completamente distinto. ¿Como podía ser aquello posible si todo era oscuro?
Había algo, algo allí que lo hacía diferente. Luché por incorporarme e intentar ver algo, descubrir que era lo que lo hacía diferente al lugar en el que había estado momentos atrás.
Tosí manchando una vez más mis labios de sangre, limpiándolos con la mano izquierda, que parecía ser la única que se movía con normalidad.
Logré finalmente incorporarme ligeramente, quedando sentado, gimiendo dolorosamente cuando doblé intenté mover las piernas y ejercer algún tipo de esfuerzo sobre mis costados.
Debía respirar, necesitaba tomar aire, buscar fuerzas e investigar que era aquel lugar. Y entonces...
-Eric....- escuché, resonando aquel leve susurro en mi mente una y otra vez. Aquella voz... aquella voz...
Cerré los ojos con fuerza, llevándome la mano hasta éstos para cubrirlos y aplacar el llanto que estaba a punto de estallar.
Flavio. Aquella voz era la suya. Aquella inconfundible voz que había dado sentido a mi existencia, aquella que buscaba desesperado en cada momento, aquella que me hacía creer en la posibilidad de que mi corazón llegase a latir.
Me negué a creer que fuera real en un primer momento, tal vez por el miedo de que fuera otra jugarreta de mi mente. Más bien, de Éric. No podría soportarlo si fuera así, no en aquel... penoso estado.
Calmé el nudo que forzaba mi garganta, aquel que precedía al llanto, y me esforcé por ponerme de pie. Debía buscar, debía caminar hasta aquella voz.
Fueron varios los gruñidos producidos por el dolor los que escaparon de mi boca al ponerme de pie, y cuando finalmente me vi erguido sobre mis pies, me llevé la mano al pecho para cubrir aquella herida en mi pecho. ¿Habría llegado al corazón? Si era así, ¿como no había muerto? ¿Podría?
Comencé a caminar, o a arrastrar los pies lentamente, creyendo que podría alcanzar realmente aquel sueño irreal que suponía la voz de Flavio.
Tan pesado se hizo el camino que a cada instante debía pararme para tomar aire. De haber sido humano, todas aquellas heridas habrían supuesto mi muerte.
No me atreví a alzar la mirada en ningún momento, pero cuando osé a hacerlo, dos figuras parecieron crearse en aquella oscuridad.
-¿Soren...?.- musité sin voz, tosiendo una vez más.
No quise detenerme allí, y continué caminando hasta aquellas figuras que parecían volverse cada vez más reales con cada paso.
Podía distinguir una más alta que la otra, ambas con cabellos rubios, con diferentes tonalidades. Ambas delgadas, con ropas que dejaban claro que eran dos hombres y...
Mis pasos se detuvieron al ver finalmente los rostros de aquellas siluetas. No. No podía ser cierto. Debía estar soñando.
-F-Flavio....- logré decir.
La voz se quebró con facilidad. Ya no por el dolor, sino por la... ¿emoción? No. La felicidad. Aquella pequeña silueta que había brillado a lo largo de aquel camino, era la suya. La de mi hermano. La de Flavio.
No pude sonreír, ni siquiera pude moverme. Solo sentir un frío rastro caer por mis mejillas.
Eran aquellos los cabellos rubios con los que había soñado tantas veces. Eran aquellos los ojos verde mate que daban luz a mi oscuridad. Eran aquellos los labios que emitían aquella voz cuyas palabras se grababan en mi mente como oraciones. Era él... era simplemente él.

Al reconocer a Eric, Soren no pudo más que sonreír. Realmente no tenía idea de la historia entre ellos dos, así que no sabía con exactitud en que situaciones se separaron o que cosas habían compartido, como tampoco sabía como era una buena relación de hermanos. En esos momentos mientras Flavio sollozaba en sus brazos, el vampiro más viejo recordó a Casper su hermano mayor y el tiempo que pasaron juntos en el castillo Kaarkarogf.

Le odiaba. Simplemente eso. Nunca compartían nada, ni tampoco tenían conversaciones que quizás sólo los hermanos tenían. Nunca supo lo que era ir de pesca con su hermano o jugar en la nieve. Con Casper todo eran competencias y bromas pesadas para demostrar quien era el digno heredero del baron Kaarkarogf, porque Alvar, su padre, no iba a darle toda su riqueza a un hijo débil que no supiera llevar el honor del apellido de la familia.

Por supuesto, no un hijo como Soren y esa era la razón por la cual, ahora era profesor, tenía una tienda que vendía poco y vivía en un barrio sucio y alejado de París. ¿Como habría sido la relación de Flavio y Eric? A simple vista, parecían bastante unidos.

- Creo que alguien tiene muchas ganas de hablar contigo – Le susurró a Flavio – No tengas miedo ahora, él está aquí, lo demás no importa – Agregó con un gesto tierno.

Y entonces escuchó aquella grave voz que tanto anhelaba. Era su hermano, estaba allí, a unos pasos de ellos. Aún no lograba verle la cara, pero su corazón ya latía con fuerza en su pecho como si fuera a salirse de un momento a otro.
Miró al vampiro que había estado abrazándolo al escuchar sus palabras, y sonrió asintiendo. Sonrió, feliz, dichoso, sintiendo que las lágrimas que caían de sus ojos ya no tenían nada que ver con la herida de su brazo. Eran, igual que su sonrisa, de pura felicidad.
Se separó del profesor lentamente, intentando no parecer brusco, pues a pesar de no conocer de nada a aquel hombre, le estaba agradecido por haberle, simplemente, abrazado.
Aguardó unos segundos, esperando que su hermano se acercara aún más, pues aún no podía ver su rostro, y cuando se sintió incapaz de seguir esperando, comenzó a correr hacia la silueta que se hallaba pocos pasos más allá de ellos.
Corrió todo lo que pudo, sintiendo que la distancia se hacía cada vez mayor. Pero era solo una ilusión, pues su hermano no se estaba moviendo. Estaba allí, estático. ¿Por qué no se movía? ¿Por qué no corría hacia él?
Y cuando la sombra se deshizo, Flavio comprendió por qué.
El corazón dejó de latir desenfrenado, se le paró un momento y luego fue lento. Muy lento.
Dejó de correr para quedarse allí, a escasos centímetros de aquel al que tanto deseaba abrazar, a aquel que tanto quería. Quería arrancarse el corazón del pecho, quitarse los ojos y tragárselos para no ver aquella imagen. No podía. No podía soportarlo.
Se llevó una mano a la boca, tapando el compungido gesto de ésta, apretando con fuerza sus mejillas, queriendo así contrarrestar las heridas de su hermano con su dolor. Pero no serviría de nada. Y lo sabía.
Lloró con rabia, mordiéndose el labio inferior cada vez más fuerte, y echó a correr para abrazar a su hermano con toda la fuerza que escondía en lo que él creía, era su alma.
Lloró agarrando su ensangrentada camisa, lloró sin atreverse a mirarlo a los ojos, sin saber si tendría algún consuelo para aquel dolor que le invadía. ¿Quién podía haberle hecho aquello a su hermano? ¿Quién podía ser tan cruel? ¡¿Quién?!
Quiso exigirle cuentas al mismisimo creador. Gritarle por aquello, preguntarle como podía permitir aquello.
Dejó de llorar paulatinamente, sintiendo la necesidad de mirar a los ojos de su hermano. Y así lo hizo. Alzó la mirada para mirarlo, viendo las lágrimas que caían de sus oscuros ojos, limpiando la sangre que manchaba sus labios.
-Eric....- fue lo único que logró decir, volviendo a llorar mientras lo abrazaba esta vez por el cuello.


Era tal la felicidad que sentía que podría gritar a los cuatros vientos que por fin sentía el corazón latir. Paralizado, tal vez por los dolores, quise creer que todo era una reacción de mi cuerpo ante tal felicidad. Tal vez estaba mintiéndome, ¿pero qué me importaba ahora?
No pude distinguir bien qué sucedía, pero pronto comenzaron a escucharse los apresurados pasos de alguien. Tenían que ser los de Flavio. No podía verle pero tenían que ser los suyos, tenía que ser él.
Y así era.
Allí estaba, a escasos centímetros de mí, con aquella inocente sonrisa en los labios, corriendo hacia mí sin abandonar aquel gesto que me daba la vida. Pero de pronto se detuvo... y todo terminó. Su sonrisa, el brillo de sus ojos, el imaginario palpitar de mi pecho. La expresión de sus labios dejó de ser inocente para volverse triste y desesperada. Sus ojos ya no brillaban con aquellas lágrimas de felicidad, como lo habían sido las mías. Lloraba de dolor, como lo había hecho yo tantas noches sin él.
Comenzó a morder su labio inferior con fuerza, logrando que cada latido se volviera ahora un gesto doloroso, y cuando corrió hacia mí creí que me traspasaría como si fuera un fantasma. Pero no fue así.
Me abrazó. Me abrazó extremadamente fuerte, y ninguno de mis dolores me hizo quejarme. No. Aquel abrazo me daba la vida, y aunque sus lágrimas y sus gestos fueran de dolor... él estaba allí. ¡Conmigo!
No me atreví a moverme, temiendo que fuera a desaparecer, y solo cuando se separó de mí supe que no sería así.
Sus ojos verde mate chocaron con los míos, sus manos limpiaron la sangre de mis labios y los suyos, pronunciaron mi nombre. Juré en aquel instante grabarme todo aquello en mi mente, castigándome si osaba olvidarlo.
Cuando sus brazos rodearon mi cuello y volvió a abrazarme, rodeé su pequeño cuerpo con ambos brazos apretándolo con fuerza contra mí. Y lloré, pero de felicidad.
-Flavio....- susurré incrédulo, apretándole aún más contra mi cuerpo.
Besé entonces sus dorados cabellos, y separándome levemente de él, dirigí mis ojos a los suyos, viéndome reflejado en el maravilloso color de éstos.
-No... no llores....- susurré finalmente. -Estás aquí... estás aquí....- repetí cerrando los ojos, volviendo a abrazarle mientras una sonrisa curvaba mis labios.
Memoricé el tacto de sus cabellos con mis labios, el brillo de sus ojos, el tacto de sus ropas, el aroma a libertad que desprendía, la fuerza con la que me abrazaba, el cariño que desprendían sus dedos al limpiar mis heridas, su preocupación y su sonrisa de felicidad.
Le miré una vez más, sonriendo como el hombre más feliz del mundo, viendo preciosa sonrisa cargada de inocencia. Y justo cuando volví a abrazarle...
...desapareció.

[No ha quedado como me gustaría...]

La escena frente a sus ojos fue conmovedora, pero rápidamente se convirtió en algo desgarrador y molesto. Quizás era envidia lo que sentía, de saber que, Eric había tenido una (y aún tenía) buena relación con su hermano menor. O quizás era un deseo malsano de querer recuperar lo que en vida había perdido. En vida nunca se había preocupado por tener una mejor relación con Casper, su hermano y él eran como el agua y el aceite, si se podía hacer una metáfora más clara de su relación y Soren nunca había hecho el menor esfuerzo por acercarse a él.

Recordó aquel momento en el que, a sus 8 años, se había perdido en el bosque por una noche en pleno invierno. Casper y sus amigos le habían jugado una muy mala broma mientras caminaban rumbo al claustro escolar desde el Castillo. Como consecuencia, Soren se había perdido en el bosque y había pasado una noche a la intemperie, bajo las extremas temperaturas decembrinas de Suecia, casi muriendo de hipotermia.

Recordaba haber despertado en su habitación, su madre, padre y hermana estaban allí, por primera vez, alrededor de su cama con algunos de sus esclavos, la carita de Izzak su adorado esclavo personal le observaba con sus enormes ojos negros como guijarros desde una esquina. Y Casper... se había disculpado, su madre le había obligado a hacerlo, pero aquello sólo había servidor para que el corazón de Soren se cerrara aún más en si mismo y la distancia entre ambos niños creciera.

Ver a Flavio abrazando a Eric con tal devoción simplemente dolía.

Y cuando Flavio desapareció, Soren no pudo más que cerrar los ojos exhausto, sintiendo una poderosa náusea invadiéndole el cuerpo en cuestión de segundos. Abrió los ojos y la tienda semi-drestruidia se materializó a su alrededor y frente suyo el rostro apacible de Eric.

- ¿Estás... bien? - Dijo al fin, llevándose una mano al costado de la cabeza, pues un molesto dolor punzante había surgido allí.

Abracé su ausencia un momento, cerrando los ojos desesperado, sabiendo desde aquel momento lo caro que me estaba saliendo aquello. ¿Qué iba a hacer entonces? ¿Qué iba a pasar? Las cosas ya no volverían a ser como antes.
Que la estancia volviera a convertirse en la tienda de Soren pasó casi desapercibido para mi cuerpo, que cuando todo terminó cayó sobre mis propias rodillas como una pesada carga que ya no podía soportar más.
Ni siquiera sentí el golpe, ni las lágrimas caer por mis mejillas, ni siquiera alcancé a oír las palabras de Soren. ¿Qué había dicho? Y qué mierda me importaba todo ahora...
-Te dije que recordarías mi nombre después de lo que iba a hacerte.- dijo de pronto mi mente, como un susurro a mi oído, como si estuviera allí a mi mente, materializado en aquel cuerpo usurpado y aquella voz robada.
Que me lo quitara todo ya no me importaba, podía acabar conmigo si quería. ¿Por qué no lo hacía? Vamos, lo animé en un susurro inaudible, esperando la estacada final. ¿Por qué no me clavaba ahora un puñal en el corazón? Ya lo había hecho, me había quitado a Flavio. Le había perdido una vez más...
Y aún podía sentir el calor de su cuerpo contra mi pecho, aún veía sus ojos brillando, su sonrisa iluminándome, sus cabellos bajo mis dedos...
-Mátame.- musité no sabiendo a quién iba referido, si a Soren, a mi mente, o a la vida misma.
Todo dejaba de tener sentido. ¿Cómo debía sentirme después de haber tocado el cielo y caer duramente al infierno? Ya no había salvación para mí. No existía nadie que pudiera acallar las lágrimas o los gritos, no había nadie que pudiera reconstruir mi corazón, destrozado en millones de pedazos.
No me servía el saber que había estado a su lado, no me servía aquel mísero instante, arañado una vez más a la vida. No era suficiente para aplacar mi dolor. Y no lo sería nunca, porque jamás iba a tener la posibilidad de sentirle a mi lado... había muerto, y Éric lo mataba una y otra vez, apartándolo de mí como si no fuera merecedor de él, de su cariño... de su luz. Y tal vez fuera así.

Parpadeó como saliendo de un sueño. Hacía tiempo que no se metía tan profundamente en la mente de una persona, solía hacerlo siempre con humanos cuando tenía necesidad de consumir sus vidas y quería darles una muerte digna, también había usado dichas técnicas como ataque para escapar de enemigos o exterminarlos, pero sus días de soldado habían pasado hacía mucho tiempo, ahora se encontraba haciendo aquello sin un verdadero motivo en concreto.

Eric no era su amigo, tampoco su enemigo, estaba ahora en una especie de limbo sin categorizar. Tenía sentimientos encontrados al ver su rostro compungido por el dolor, eran muchas cosas complejas de aceptar, ahora podía decir que sentía algo que podría llamar 'lástima' por él. Después de todo, Soren había perdido a su familia también, pero, él tenía a Anuar, y no sólo por Anuar, él no tenía un recuerdo atormentándolo, con el tiempo había aprendido a aceptar todos los pormenores de su vida y tener una existencia más bien tranquila.

-No... puedo hacer eso que me pides – Dijo al fin cuando le escuchó pedirle que lo matara. No tenía motivos, no mataría a otro de su especie sin una buena justificación. Además la rabia que había sentido durante la pelea y sus instintos asesinos ahora estaban relegados en lo más recóndito de su ser.

- Siento... haberte mostrado todo eso... pero Flavio, él estaba feliz de verte – Continuó luchando contra su propio dolor de cabeza - ¿No valió la pena sólo por ver su sonrisa brillar una vez más? Yo a veces ni siquiera recuerdo a mis hermanos... he olvidado si alguna vez les vi sonreírme o abrazarme -

Las palabras de Soren resonaron en mi cabeza como el sonido más tormentoso de todos. Como si fueran a hacer explotar cada una de mis neuronas. Ojalá, creí pensar un momento, apoyando la cabeza en la pared para quedarme allí quieto, estático, inmóvil y muerto.
-N-no....- titubeé cerrando los ojos, dejando escapar una dolorosa risa. -¿Su sonrisa brillar...? Han vuelto a arrebatármelo...
Mordí entonces mi labio inferior, ahogando así mis ganas de romper a llorar. Estaba tan seco como mi alma, que se había vuelto incapaz de sentir. ¿Qué importaba todo ya? Verle solo servía para necesitarle más, para desear tenerle a mi lado... y recordar una y otra vez que él ya no volvería. Que ya estaba muerto.
¿Y qué había hecho yo? Nada, igual que minutos atrás. Había perdido la batalla contra el mundo y la vida, pero sobre todo, la había perdido contra aquel ser que vivía dentro de mi. Éric, susurré separando los labios con dificultad. Él era el causante de todo, culpable de mi dolor, beneficiario directo de éste.
Me llevé desesperado las manos a la cabeza, queriendo arrancármela. Deshacerme de mi vida y con ello de la suya, acabar con el dolor y descansar, descansar para siempre... si es que yo aún tenía esa posibilidad.
-No puedo vivir sin él....- susurré inconscientemente, no esperando que nadie escuchase aquella dolorosa súplica.
Comenzaba a sentirme tan atado a Flavio que el imaginarme el mañana era absurdo, cuando yo simplemente vivía en el pasado. Aquel que apenas recordaba... pero en el que ambos vivíamos.
-Si Anuar te faltase ahora... ¿podrías vivir sin él...?.- musité alzando la vista hasta Soren, esperando que planteando así la idea, comprendiera mi dolor.

[Disculpa la excesiva demora! Estudios+milcosas...]