Stuck in reverse | Privado

por **Wolfgang Leisser** Sáb Abr 15, 2017 9:17 pm

Sometimes the only way to fix a mistake is to make it twice

El destino de Miklós DeGrasso era estar refundido en una sucia mazmorra, o muerto, en el mejor de los casos; pero seguía libre, más vivo que nunca y haciendo de las suyas. A la fecha, eran especulaciones, rumores que circulaban y que de manera irremediable habían llegado recientemente a oídos de algunos miembros de la Inquisición. No obstante, de confirmarse este hecho, Leisser se vería envuelto en una situación complicada y su permanencia en dicha organización estaría en riesgo. Él, que se negaba a abandonar a toda costa aquel lugar sin antes haber completado su venganza, no dejaba de dar motivos para ser reprendido. Era un tonto. Pero, de todos sus errores, éste era el peor, el que más ameritaba una expulsión, porque no solo quedaría como un incompetente, sino también como un mentiroso y, por ende, un traidor.

Nada de esto estaría pasando si él se hubiera limitado a hacer bien su trabajo, si hubiera sabido dejar de lado su antipatía y falta de interés por la persecución de sobrenaturales y blasfemos. Porque era cierto, a Wolfgang poco le importaba la supresión de la herejía. Ir por ahí, levantándose el cuello y buscando castigar los delitos contra la fe, le hacía sentir inmensamente hipócrita, ya que según la Iglesia, los homosexuales como él no eran menos detestables al ejercer sus “aberraciones”. Y si él continuaba viviendo como un hombre libre de pecado, ¿por qué condenar a otros cuya naturaleza, en la mayoría de los casos, quizá ni siquiera habían elegido? La Iglesia se jactaba de justa, pero era cruel, y la misión que le habían designado seis meses atrás, no había sido menos despiadada: capturar o en su defecto eliminar al cambiante de apellido DeGrasso. Él había optado por no completar dicha misión, creyendo estúpidamente que como en otras ocasiones, nunca se sabría. Había hecho un pacto con Miklós y, como era de esperarse, éste lo había traicionado vilmente. Entre otras cosas, se arrepentía de haberle dado tanta libertad.

Así, decidido a encarar al bastardo malagradecido, se encaminó a aquella zona boscosa donde todo había ocurrido, y pronto la visión de una enorme roca plana que le resultó muy familiar le indicó que había llegado al lugar exacto donde viera por última vez a DeGrasso. Se detuvo para estudiar el área un momento, recordando todo como si hubiera sido ayer y de paso recriminándose internamente con amargura, al fin consciente de la imprudencia cometida. Y es que dejarlo libre no había sido su única equivocación. La realidad era que Leisser no había sido capaz de acallar aquella repentina empatía que el fugitivo había logrado despertar en él. Aunque el cambiante resultara en primera instancia sumamente desesperante y engreído, también era poseedor de un encanto del que debía estar muy consciente, de lo contrario no se habría atrevido jamás a persuadirlo como lo había hecho. Wolfgang se había dejado seducir, y no supo si por debilidad o simple gusto, pero había cedido a sus instintos, terminando echando un polvo sobre aquella roca con DeGrasso.

El crujir de una rama lo alertó. Wolfgang alzó la mirada, sintiendo sus músculos tensarse con expectación. Miró en todas direcciones, y aunque se dio de bruces con un silencio absoluto, supo que alguien estaba allí, oculto, observándole.

—Sé que eres tú —se arriesgó a decir, aun cuando las posibilidades de coincidir con DeGrasso eran pocas. Puso la mano sobre el puñal de plata que llevaba en el cinturón—. Muéstrate.

________________________________________________________________________________

CODE BY NIGEL QUARTERMANE

por Invitado Mar Abr 25, 2017 2:39 pm

Pese a que Miklós se considerara, a sí mismo, un hombre bastante apático, no podía negar que se recreaba en el pasado mucho más de lo que una persona normal (primer error: él jamás se consideraría algo tan vulgar como normal, y más cuando sabía que ni lo era ni lo sería), e incluso que un cínico como él, lo debía hacer. Sus recuerdos favoritos eran aquellos que tenían la calidez propia de la memoria, ese halo como dorado que los hacía parecer mejor de lo que realmente habían sido; así era como rememoraba las tardes eternas educando a su Imara para convertirla en una señorita, y esa clase de recuerdos lo hacían particularmente feliz. Sin embargo, su preciosa hermana no era la única persona a la que recordaba el magyar; a veces, fragmentos de otros momentos felices se le escapaban entre las rendijas de las murallas de sus defensas contra esos momentos casi tiernos, y veía rostros, en su mayoría amables, que le traían a la mente encuentros y momentos variados, en su mayoría agradables. Y si bien los ojos, sin duda igual de rasgados que los propios, de su mente tendían a incidir con particular inquina en el pasado más antiguo, a veces le regalaban imágenes del más reciente, como una especie de broma privada que servía para amargarle el día, en el peor de los casos, o para garantizarle que sería interesante, en el mejor. Así pues, ante la imagen que, sin motivo alguno, había evocado, la del inquisidor rubio y germano al que se había pasado por la piedra (nunca mejor dicho ante el escenario del coito en cuestión), no tenía muy claro si sentirse esperanzado para el día o cauto ante el mismo, y tal vez para decidirse entre un extremo y otro, decidió hacer lo que ninguna persona lógica (recordemos: él no lo era) haría en su situación: volver al lugar del crimen.

¡Así, sin más dilación, sin motivos que lo justificaran, y casi sin vestirse, como si ese no fuera el estado natural del húngaro...! Esta vez no es que sus ropas se encontraran ajadas, sino que apenas las portaba: unos pantalones, una camisa abierta que dejaba poco a la luz su pecho musculoso y ya, ni siquiera unos zapatos porque, a fin de cuentas, ¿qué gato necesita llevar botas en medio del bosque...? Si bien la pantera no salió completamente a la luz, fueron sus instintos los que condujeron a Miklós entre los árboles, guiado por los recuerdos al claro en el que se suponía que debían capturarlo y, en realidad, él había capturado y enredado a otro, nada menos que a un inquisidor... Y esos sí que eran difíciles, en su experiencia. Aunque aún no tenía muy claro por qué Darko había decidido dar la orden de busca y captura contra él, sobre todo teniendo en cuenta que el viejo lo había reconocido y sabía que su criatura era un maldito cambiante, sí que había sabido que lo buscaban, y por supuesto había huido despavorido, claro. Eso por si a alguien le quedaba alguna duda más acerca de lo supuestamente suicida que era el húngaro, como si no fuera lo suficientemente animal para mantener intacto el instinto de supervivencia. En fin, la cuestión fue que había logrado separar a sus perseguidores a través de los árboles, a todos salvo a uno, y a ese fue precisamente al que sedujo sin ni siquiera pretenderlo del todo, aunque lo cierto era que, desde el inicio, le había parecido atractivo. ¿Tal vez porque sus rasgos, centroeuropeos y marcados, le habían recordado a otros...? ¿O tal vez porque no había podido resistirse a una presa muy fácil? Poco importaba; ante sus ojos pasaban las imágenes del encuentro, que lo hicieron sonreír, y su sonrisa se amplió aún más cuando, sobre sus recuerdos, se interpuso la imagen real de Wolfgang Leisser, buscándolo y reclamándole que se mostrara ante él. Obediente, contra todo pronóstico, Miklós lo hizo, apoyándose indolentemente en un árbol y sonriéndole con su mueca torcida habitual, a juego con su psique. – Qué intuitivo, Wolfgang. ¿Qué te lo ha revelado, mi fascinante presencia, tus ganas de verme o que soy el único con el que te has revolcado aquí? – preguntó.

Estaba jugando con fuego, lo sabía; probablemente lo de la otra vez no se repetiría, ¡era consciente aunque le pareciera una desgracia!, pero ni podía ni quería parar, y al final, con él, siempre se trataba de eso... De lo que quisiera o no quisiera hacer, no tanto de lo que le dejaran o no le dejaran hacer.

por **Wolfgang Leisser** Dom Ene 21, 2018 6:38 pm

Wolfgang se quedó muy quieto y esperó, paciente, observando, con la respiración contenida. Había alguien allí, estaba seguro; percibía su presencia, aunque éste aún no se le presentara. Agudizó el sentido del oído, todo lo que su condición de humano le permitió, pero el bosque le respondió con más silencio, y apenas cinco segundos después, el ulular lejano de un búho. Eso no lo haría desistir, pues si algo había aprendido en todos los años que llevaba al servicio de la Inquisición, era que los sobrenaturales eran cautelosos, o al menos la mayoría de ellos. Ni hablar de los cambiantes. El inquisidor opinaba que no había criatura capaz de moverse tan sigilosamente como uno de ellos, en especial si se trataba de un felino. Ni siquiera los vampiros, capaces de levitar, eran tan discretos.

Haciendo alarde de su talento, DeGrasso apareció de pronto, casi como si se tratara de un ente fantasmagórico. El corazón de Wolfgang dio un vuelco al escuchar aquella voz. Se giró para encararlo e instintivamente le lanzó una mirada crítica, examinándolo de la cabeza a los pies con discreción. No portaba calzado e iba a medio vestir, mostrando (quizá presumiendo) su figura atlética, la fortaleza de sus miembros y la perfecta piel ligeramente bronceada por el sol. No tenía caso negarlo: era un tipo demasiado varonil y tentador. Un maldito Adonis. Y lo peor era que él lo sabía. Se paseaba por ahí, con su facha estrafalaria, moviéndose con la cadencia de una pantera asesina, orgulloso, dueño de sí mismo. Wolfgang, que patéticamente no era inmune a sus encantos, se sintió traicionado por su cuerpo cuando notó que el pulso se le aceleraba, aunque se mantuvo estoico, luchando por no hacerlo demasiado notorio.

Así, ignoró las facciones perfectamente esculpidas del húngaro y se concentró específicamente en aquella sonrisa, insolente por donde se le viera. Wolfgang hubiera querido acercarse y borrársela a golpes, pero se quedó en su sitio, haciendo evidente su enfado. Su arrogancia le exasperaba. Le molestó (y sí, quizá también le avergonzó un poco, por lo que aquello significaba) que hiciera alusión a su encuentro sexual, y no porque le resultase verdaderamente desagradable recordar aquel día, el goce no estaba a discusión, pero odiaba que usara el incidente para echarle en cara su momento de debilidad.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué regresaste? —Replicó con voz gélida, ignorando sus preguntas, o mejor dicho, sus insinuaciones. Sabía que sólo buscaba provocarlo—. ¿Te fuiste al menos aquella vez, o debo asumir que nunca dejaste París? —Supo que gastaba su saliva cuestionando lo que era evidente—. No sé a qué diablos estás jugando Miklós, pero esto no era parte del plan. Tú y yo acordamos algo. Dijiste que te marcharías y no volveríamos a saber de ti. Rompiste nuestro trato.

Hasta ese momento, Wolfgang había demostrado su descontento, pero luego de analizar con más detenimiento la situación y descubrir que el cambiante le había visto la cara, súbitamente su rabia aumentó. Qué imbécil había sido por creer en él, un maldito extraño al final de cuentas. Por más simpatía (lo cual era irónico, pues DeGrasso no era una persona simpática) que hubiera despertado en él, por más jodidamente atractivo que fuese, nada lo diferenciaba de todos los demás. Y él no confiaba en nadie, no podía hacerlo, debía recordarlo.

—Maldito bastardo —le espetó cuando la sonrisa en sus labios se le antojó aún más cínica. Avanzó hasta plantársele enfrente, y lo miró directamente a los ojos, sin pestañear—. ¿Que no tienes palabra? No tienes idea de lo que has provocado.

Y no, nadie la tenía. Nadie imaginaba la larga y dolorosa travesía de Leisser, lo decidido que estaba a llevar a cabo su venganza, y, aunque esa no fuera su intención, lo dispuesto que estaba a hacer a un lado, de la manera que fuese, a todo aquel que se interpusiera en su camino. En el fondo, deseaba que DeGrasso no se convirtiera en un obstáculo, en su enemigo directo (pues nada tenía en su contra), pero lastimosamente todo indicaba lo contrario.

por Invitado Dom Feb 11, 2018 3:58 pm

Había una parte de Miklós, demasiado a la vista para lo que le convenía, que disfrutaba en demasía de algo tan peligroso como jugar con fuego, hasta conociendo el riesgo de quemarse que eso entrañaba. Esa misma parte era la que lo arrastraba a peleas en las que amenazaban con destrozarlo, la que lo llevaba a meterse con otros más poderosos que él, la que disfrutaba con cada golpe que recibía y con cada vez que su vida estaba en peligro porque la sensación de saberse vivo valía la pena. Y, además de todo eso, la parte masoquista de Miklós era la que se había revolcado con él a sabiendas de que era un inquisidor y de que, además, se avergonzaba del hecho de sentirse atraído por hombres, como si tipos como el magyar no hubieran sido hechos para el pecado... Laborc lo tenía muy claro: podía ser un creyente fervoroso, y lo era, pero estaba condenado a acabar en el Infierno desde el mismo momento de su primera transformación animal, de modo que ¿por qué no echar más leña al fuego? Más, más y más, con él siempre se llegaba a los extremos, ya fuera el más puro y tierno amor de algunas de las víctimas de sus timos o el odio de aquellos a los que había enfadado en su larga vida, demasiados para contarlos. ¿Por qué no, a fin de cuentas...? Ya que iba a ir al Infierno, podía permitirse entrar a hombros y por la puerta grande; ya que estaba condenado, por lo menos se encargaría de ser recibido por el mismísimo Lucifer para que éste le hablara de Dios, y ¿qué tenía que ver eso con Wolfgang...? Muy sencillo: si el pecado ya había sido cometido, no servía de nada avergonzarse de él y tratar de olvidarlo, como hacía el germano; si esa era su elección, era problema suyo, no de Miklós, que no tenía la menor intención de obedecer a alguien que no tenía más poder sobre él que cualquier tipo que se encontrara por la calle.

– Soy un gato. No somos de fiar. ¿Desde cuándo has olvidado esa lección tan básica? Menudo inquisidor de pacotilla. – afirmó Miklós, apático como siempre, y aún más en comparación con la indignación de Wolfgang, incapaz de creerse que alguien fuera a danzar al ritmo de sus palabras sólo porque así lo deseaba. ¡Insólito, inaudito! Desde luego, necesitaba bofetadas de realidad más a menudo, y Miklós se ofrecía encantado a dárselas en el contexto apropiado... – ¿Por qué iba a irme de París? ¿Porque tú lo digas? Tengo mis cosas aquí, mi vida, y no iba a renunciar sólo por un inquisidor travieso que se mete donde no es capaz de manejarse él solito. – añadió. Aunque hubo tentación en sus palabras, su tono seguía manteniéndose gélido, indiferente a la realidad a la que estaba apuntando con escasa tirando a nula sutileza. Había descubierto que a Wolfgang le incomodaba recordar algo que a él le había gustado pero que no le cambiaba la vida, así que lo utilizaría para sacarlo de sus casillas todo lo que pudiera: a fin de cuentas, nadie como un tipo muerto por dentro para aprovecharse de la obvia debilidad de alguien que se aferraba demasiado a sus emociones. Pequeños trucos que había aprendido como consecuencia de su... llamémosla condición, aunque realmente no era tal porque siempre, en mayor o menor medida, había sido así. – ¿Qué quieres que te diga? No voy a seguir órdenes de la Inquisición en general, ni de mi padre, ni mucho menos tuyas. Por otro lado, no me he metido en demasiados problemas, no he buscado las cosquillas a ningún otro inquisidor y no hay nadie más que me persiga que los de siempre. – recitó, aunque se permitió hacer una pausa y acariciarle el vientre con los dedos, tan abajo que casi no podía llamarse ni vientre. – Lo de toquetearos lo reservo sólo para ti. – provocó.

Esa vez sí que hubo un cambio en él, en su actitud y su expresión: pasó de estar a la defensiva pero de forma relajada a tomar la iniciativa, a que sus pupilas se dilataran por el deseo que los dos compartían y a que su voz, ronca en condiciones normales, pareciera aún más un ronroneo que si se hubiera transformado en un animal. Algo le decía que Wolfgang por ahí ya no pasaría...

por Contenido patrocinado

Stuck in reverse | Privado

Stuck in reverse | Privado

Re: Stuck in reverse | Privado

Re: Stuck in reverse | Privado

Re: Stuck in reverse | Privado

Re: Stuck in reverse | Privado