La risa - libre

por **Forrester Finnly** Mar Abr 18, 2017 12:51 pm

La taberna de París. ¿Cuántas historias se habían escrito en él? Cientos, seguramente: historias de encuentros furtivos en los sanitarios, de peleas en las mesas, historias de sangre manchando las paredes, de besos detrás de los pilares. Historias de vasos rotos, de mesas resquebrajadas, de tabiques desviados y, ¿por qué no? –y mis menos favoritas- historias de amor. Era un lugar con vida propia, una vez que dabas un paso dentro de él lo notabas y a mí me gustaba ese ambiente porque el ruido era tan fuerte y estruendoso que lo único que podías escuchar era el sonido de tus pensamientos, y eso si es que estabas lo suficientemente sobrio para pensar cosas coherentes. De cualquier modo, yo lo único que buscaba era relajarme, tomar un poco –no mucho-, quizá conversar con alguien y luego irme. Acababa de salir del llegar, ¿no?, me merecía un pequeño respiro.

Caminé hacia la barra, ignorando algún que otro comentario banal, y pedí mi acostumbrado whiskey. El alcohol era lo único en lo que no innovaba, me gustaba el whiskey y lo seguiría pidiendo hasta morir. Reí por mi propio comentario. De hecho, me sentía como nuevo. Ser un fantasma tenía sus ventajas. Podía hacer lo que me viniera en gana. Estar muerto era un estado en el que podía sacar una gran ventaja.

Me giré hacia la multitud con el trago en mis manos en busca de nada en especial. Deseaba encontrar algo diferente, algo que prometiera. Omití a los típicos guapos que bebían en la barra y me enfoqué más bien en los que se hallaban sentados en las mesas. Un individuo captó mi atención y no precisamente porque se encontraba solo, porque había muchos que estaban solos, sino porque estaba riéndose. ¿Qué era tan gracioso? no parecía estar tan bebido aún como para hacerlo. Tenía que descubrirlo. ¡Ah esa curiosidad!

Esquivé a algunos ebrios y me abrí paso entre el mar de gente hasta la abandonada mesa.

-¿De qué se ríe?- Pregunté así sin más. Lo correcto hubiera sido un “hola, ¿cómo te llamas?”, pero lo correcto hoy en día y debido a mi estatus de espectro, me daba ventaja para brincarme los modales, porque me sentía intocable, haciendo lo que me viniera en gana.

por **Natasha Stroganóva** Miér Jun 07, 2017 3:39 am

Por todos los diablos del averno, Natasha necesitaba respirar. Respirar de verdad. Oséase; huir del fastidiosos olor de los perfumes caros. ¡Uf! Cuánto lo aborrecía. Despidíose del orondo embajador ruso -con quien malamente había aceptado una cena con su esposa, por pura cortesía- y cambíose por ropa más cómoda. Los volantes nunca habían sido de su agrado. Como pordiosera que hubo sido en la infancia marchó la Gran Duquesa hasta la taberna más cercana.

¡Ah, la fragancia a fetidez, orina y conjuntivitis! ¡Por las barbas que no tenía, sí que había echado de menos la inmundicia! Y es que, queridos lectores, antes de ser la fastuosa duquesa Natasha Pavelóvna Stroganóva, la rusa con cara de duende se había alimentado de restos, dormido entre cartones y lavado sólo una vez cada tres semanas. Y sí, lo echaba en falta. Un poco. Sólo quería jugar. Siempre se le había dado bien timar a los borricos que por allí se emborrachaban. Y eso que ya no necesitaba el dinero. Pero las risas, ya se sabe.

Retó al primer desgraciado que vio, que no dudó en aceptar pensando que la moza iba a ser buena víctima. ¡Já! ¡Dos cuernos que te comes!
-Vamos a ver, majadero. Tengo escalera de color. ¡Ya me puedes estar dando los cinco francos que me retaste! -díjole la rusa agitando sus rapaces dedos- Si quieres llorar, creo que he visto a tu madre en el burdel de enfrente.

Otro hombre que había presenciado la timada de la muchacha estalló en carcajadas tan fuertes que las lágrimas se le salieron de los ojillos porcinos.
-¡JAJAJAJA! -la risa de un gigante- ¡Esta zagala tiene la cara más larga que Pepito de los Palotes!
-Mientras no tenga tu cara todo irá bien. -respondióse la duquesa. El hombre, lejos de irritarse, volvió a reír.
Aquel alboroto llamó la atención de otro señor, que le preguntó al de la risotada que qué tenía tanta gracia.
-¿Pero es que no ves que se ríe por no llorar? Normal, si yo tuviera su pequeño cerebelo también lo haría.
Y el campesino aplaudió. O lo intentó, porque iba tan encebollado que no acertó ni a adar una palmada.
-¿Tú también quieres que te desplume, petimetre? -se dirigió al nuevo mientras contaba los cinco francos ganados-Te saldría más rentable invitarme a uno de esos. -señaló con la cabeza el vaso de whiskey.

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