In nomine Satanis magna veritas (privado)

Mis pasos sonaron huecos por las calles, la farola iluminaba el empedrado creando luces y sombras que contrarrestaban con mis ojos.
La bestia caminaba suelta, el rostro gacho y la sonrisa afilada como la del demonio que habitaba en ella.
Mis uñas afiladas como garfios chirriaban por la pared que me llevaría al piso franco, ese loft donde el consejo se reunía para tramar sus nuevas acusaciones contra mi y mi familia.

Mi mente fija en un nombre, si me lo entregaban, perdonaría la vida al resto siempre y cuando clavaran su rodilla en EL suelo prometiéndome eterna pleitesia.
El tiempo del dialogo se había esfumado, hoy mi bestia les declaraba la guerra.
El caos es el camino hacia un nuevo mundo y en el que yo pensaba sembrar hoy no había espacio para los dos.

Dos de los guerreros que protegían la puerta me miraron con los ojos fuera de las órbitas, ni por un segundo borré aquella sonrisa pérfida. Sin tiempo de reacción mis manos se hundieron en su esternón ,al tiempo agarré sendos corazones y  de un brusco tirón estos quedaron latiendo en mis manos sin ton ni son.
Una patada y la puerta se abrió, los cuerpos cayeron en una eterna reverencia inertes a mi paso y los corazones resbalaron de mis manos ensangrentadas como presentación.

Allí estaban los seis, sentados en esos tronos que les hacían creerse los reyes de la ciudad, cuando en el fondo solo existían porque yo se lo permitía.
Pobres infelices que habían osado desafiarme, nada de ellos hoy quedaría si no me entregaban a ese Titan para un duelo singular.
Pude ver ladeando la cabeza como Jacob se ponía en pie dispuesto a llamarme al orden, estaba muy molesto por mi beligerante actitud, una lastima pues no había visto nada aun.
-Entregarme a Hector, el titan que se esconde tras ese necio y os permitiré que presenciéis un nuevo anochecer. -rugí mientras señalaba al Sr Flemin, títere de ese rufián que pretendía arrebatarme todo cuanto poseía.

Anut la diosa fenicia trató de poner paz, mis ojos delataban que la bestia no conocía esa palabra y pronto enmudeció cuando mi mirada la atravesó como una estaca afilada.
No estaba jugando y si no me creían era hora de comenzar la matanza que allí ocasionaría, uno a uno todos caerían hasta que solo el pequeño inútil espía quedaría.
Me relamí los labios, la distancia fue acortada por Boudica, la pelirroja que desafió el imperio romano, alegaba el amor que siempre sintió por mi persona y que ese y no otro, era el motivo por el que me pedía paciencia y tiempo para averiguar de que trataba este desafortunado incidente que tanto podía molestarme.
-Amor, esa sera tu maldición -gruñí desafiante
Miedo, eso olía en todos los presentes.
No acabó la frase cuando mi mano se apodero de su yugular y de un brusco tirón la oí gemir quedándome con el cuello en mis manos, su cabeza colgando y el cuerpo convulsionando.
-Si a ella la apreciaba ¿que creéis que con vosotros haré? Rugí preso de la ira, no era tiempo de palabras, el odio me consumía.

No esperarn una invitacion los romanos Lucio cornelio y su beligerante sobrino Nunio se unieron al baile, mi sonrisa ladina se ensancho, tenia hamnber, hambre de destrucion.
En el centro de l ala la batalla se desató, mordiscos, golpes y rugidos que unosy otros nso dedicamos con brio.
Ellso eran lso guerreros del grupo y admito que sus hazañas eran bien conocidas en este y otros milenios.
Anout, presa de la inteligencia saco un arma, arco largo ocn el que me disparó envenenando mi sangre para ayudar a sus congéneres desde la distancia.
Si ellos caían, ella seria la siguiente.
El cuello del sobrino fue partido por mi brazo, saqueé una de las flechas hundiéndola en su corazón ,en polvo este se convirtió y mi letal bramido los pilares retumbó.
Cornelio seguía prestándome batalla, tenia que admitir que su valor nada tenia que ver con el buen juicio que presentó.
Lo partí en dos de un zarpazo, me relamí cuando su sangre impactó en mi rostro con la violencia inusitada y celebré el cuadro sádico que en las paredes quedaba grabado con un precioso rojo escarlata.

Jacob y Anout, ellos serian los siguientes. Me tambaleé ligeramente, el veneno, las heridas hacían mella en el cuerpo del vampiro, pero la bestia seguía pidiendo mas sangre ,mas muerte, era el momento de la Vendetta y me la tomaría aunque me costara la existencia.
Anout me lleno de flechas, peor yo protegí con mi brazo el corazón, mientras me acercaba a ella con el rostro desencajado por el dolor.
La alcé por el cuello, el arco calló al suelo con un ruido estridente que en la sala retumbó, directo su cuello a mi boca, mordí rasgando su piel, arrancando todo a mi paso, hasta que los ojos de la bestia todo lo fulminaron y su cuerpo quedo tendido inerte en el trono de hierro forjado.

Jacob de rodillas pidió clemencia, juró por los dioses en los que creía que me daría el paradero de ese tal Hector y que me juraba fiel obediencia.
Tardé, no había perdón para ninguno de los dos, su cabeza rodó por el suelo hasta quedar a los pies del alquimista que me miraba con los ojos inyectados en sangre.
-Yo soy Assur Black -gruñí contra su rostro rasgando con mis uñas su pecho marcando ese nombre a fuego en su piel -se que no lo olvidaras.

Me largué de allí dejando un rastro de sangre a mi paso y saetas que fui sacando de mi carne arrancando jirones de piel a su paso.
Mi respiración errática reflejaba que aquel duelo bien podía costarme la no vida.
El veneno de Anout, combinado con el de la licantropo y todas las enorme heridas que me habían desangrado en demasía hacían que mi cuerpo no encontrara cura.
La bestia se arrinconó en una gruta oscura perdida en el bosque, allí los rayos del sol no me alcanzarían.

Spoiler:

Desolada y destrozada era como me sentía en esos momentos en los que abandonaba la mansión donde Joe y su prometida residían, dejando atrás a la pareja me adentré entre los jardines sintiendo mi corazón inerte en un puño, como si fueran capaz de apretarlo hasta reducirlo a cenizas mientras en mi mente la imagen del vampiro tras beber mi sangre se sucedía una y otra vez. Sabía lo que había visto de aquella noche, el momento exacto en que todo había cambiado y lo había arruinado… esa fiesta, ese baile. Recordé las palabras que Joe me había dicho mientras bailábamos en su salón y me puse en su lugar, tal y como al parecer me dio a entender, y no podía culparlo… no porque de ser al revés, ¿qué habría hecho yo? Matarla, seguramente. Aunque no pasó nada, aunque no sentí nada en absoluto en esos momentos entendía cómo debía de sentirse el vampiro, la forma en la que me miró cuando terminó de beber, la forma fría en que se alejó y la bestia en sus ojos… fue todo lo que necesité saber.

Mis ojos observaron el lugar mientras intentaba hallar un rastro del vampiro, rastro que no encontraba por ninguna parte porque era como si se hubiera esfumado. Estaba destrozada, porque aunque no me hubiera dicho nada no hacía falta que lo hiciera, lo conocía demasiado y había visto esa misma mirada otras veces, sabía lo que significaba. Podría significar incluso el fin, si la pasada noche tenía dudas… ahora estaba acojonada. No por lo que pudiera hacerme, pese a todo sabía que no iba a hacerme nada, sino por realmente haber terminado con aquello y que se acabara. La verdad es que no encontraba una forma de expresar como me sentía en ese momento, salvo que era como si sentía la punta de una estaca afilada estuviera adentrándose lentamente en mi corazón, desgarrando, destruyendo todo a su paso. Me dolía el pecho, me dolía ese corazón que estando carente de toda vida es como si latiera por el vampiro, como si solo él lograra hacer aquello.

Incluso estando así y como se había ido el vampiro iba a buscarlo, no podía dejar que las cosas se quedaran así y me estaba desesperando con cada segundo que pasaba, quizás tenía merecido el dolor que estaba padeciendo en esos momentos, pero si algo era cierto y ya había comprobado es que su distancia me dolía y quemaba horrores, como la ponzoña quemaba la sangre del cuerpo, y que por mucho que pensara mi corazón estaba encadenado a ese vampiro que se había convertido en mi perdición absoluta, y no podía liberarlo… no quería liberarlo. ¿La verdad? Moriría sin él, sin ese demonio que me había despojado de mi orgullo,que había hecho que mi alma se rindiera, que había puesto mi corazón de rodillas frente a él… porque esa, y no otra, era la verdad más absoluta.

Mi mente intentaba pensar en algo rápido, en algo que pudiera hacer para encontrar al vampiro e ir a su encuentro pero, ¿cómo? Podría pedirle a Joe que me ayudara a buscarlo, pero sentía que esa guerra tenía que lucharla yo sola y no iba a meterle en esa batalla. No podía sentir al vampiro por ningún lado, ni siquiera la dirección que había tomado y me estaba desesperando con cada segundo que pasaba… hasta que una idea acudió a mí mente. Erlend. Ese vampiro que siempre me seguía a todas partes seguro que también estaba cerca, no podía notarlo pero sabía que estaba en el lugar. Había oído hablar de él, sabía de su fama, podría ayudarme a encontrarlo.


-Erlend –lo llamé estando ya fuera de la mansión esperando a que el vampiro apareciera- ¡Erlend! –volví a llamarlo de forma desesperada hasta que a los pocos segundos apareció de uno de los lados, parecía no comprender qué pasaba viéndome como estaba, respiración errática, ojos turbios y empañados- ayúdame a encontrarle… por favor –pedí con voz ahoga y trémula, intentando mantenerme solo con la idea de encontrarlo. No tuve que decir mucho más ni a quién debía de encontrar, asintió con la cabeza e intentando controlar mi respiración, mi nerviosismo y el malestar general que me recorría el cuerpo seguí al vampiro que sabía que podría encontrarle, él mucho mejor que yo. Lo seguí en silencio dejándole hacer con miles de pensamientos recorriendo mi mente, miles de cosas referente al vampiro, sin saber cómo lo iba a encontrar, si iba siquiera a querer verme, hablarme… volvía a tener miedo, y no de que me hiciera algo, sino de que me dijera que todo se había terminado, que me fuera de su vida para siempre y no volviera jamás. ¿Qué haría si me dijera eso? No quiera siquiera pensarlo mientras en silencio, no queriendo demostrar el estado en el que estaba pero que era demasiado evidente, seguí a Erlend.

Cada vez nos íbamos alejando más y más de la ciudad y aunque confiaba mejor en el rastreo del vampiro no sabía qué demonios estaría haciendo en el bosque, sabía que la bestia había emergido de nuevo a la superficie, quizás quería alimentarlo para no causar una masacre que sin duda alguna hubiera hecho en la mansión. Pero, ¿por qué no ir a la mansión entonces? No entendía nada pero esperaba encontrarlo, con una sensación extraña en mi interior que me aterrorizaba, como si esta me estuviera previniendo de algo que no fuera capaz de saber exactamente qué es lo que era. No fue hasta que encontramos un rastro de sangre que pensé en lo peor, que me puse en lo peor y que por un momento el miedo me atenazó todo el cuerpo. Podía reconocer esa sangre esparcida por el camino del bosque, un rastro nada pequeño que se adentraba por un lado del mismo, que olía a ese veneno que me era algo familiar.


-¡NO! –Dije adelantando al vampiro para correr siguiendo aquel rastro que me llevó a una pequeña gruta totalmente a oscuras, donde me encontré en el suelo al vampiro, donde ahogué un gemido quedándome parada, horrorizada con lo que veía que me destrozaba a su vez por dentro- ¡Assur! –Lo llamé arrodillándome a su lado, mi vestido se manchó con la sangre del vampiro cuando lo acuné entre mis brazos, débil, tremendamente débil con el cuerpo masacrado por todos lados. Agujeros de flechas donde manaba olor a ponzoña, mordiscos, desgarros de piel, heridas que no curaban y de las cuales manaba la sangre sin detenerse, su ropa estaba impregnada totalmente en sangre. Cogí su rostro todavía contra mi pecho para mirarlo, intentando que despertara- Assur… ¡Assur! –Pero el vampiro estaba inconsciente con toda la pérdida de sangre que había tenido, lo notaba muy débil, mucho más que cuando pasó lo de Batshiva con el veneno de la loba en el organismo del vampiro. Sentí miedo, un miedo atroz recorriendo mi cuerpo ante la mera idea de perderlo, mi cuerpo comenzó a temblar aun con el vampiro entre mis brazos, jamás en toda mi existencia había pasado más miedo que en ese momento- ¿qué has hecho, maldito demonio? –Tenía que llevármelo de allí, curarle las heridas, darle sangre para que se repusiera… y el amanecer quedaba pronto, debía de ponerme en marcha o nos pillaría allí, y quedarnos allí supondría la muerte del vampiro que bastante débil estaba ya- no puedes morirte ¿me oyes? ¡No puedes dejarme! –Unas gotas cayeron sobre el rostro del vampiro al que le limpiaba la sangre que tenía su mejilla, dándome cuenta de que no caían del techo, sino que eran lágrimas, mis lágrimas… siendo la primera vez, en toda mi existencia, que lloraba. Desconocía ese hecho, y ahora lloraba por cómo estaba el vampiro, culpándome de su estado. Me giré, sin soltarlo, para mirar a Erlend que quedaba observando la escena- ayúdame a llevarlo –pedí mirándolo, sabiendo que el amanecer pronto nos alcanzaría y que él tenía una mujer, un hogar al que volver junto a ella- no puedo perderlo –dije con la voz rota, desgarrada. No supe qué fue lo que hizo moverse al vampiro, si mi voz, la forma en la que estaba ante aquella situación, o el hecho de contemplar la verdad y las lágrimas cayendo de mis ojos. Dijo que cerca había una cabaña donde él solía quedarse, que era lo más cerca que había donde dejar al vampiro y no me lo pensé.

Me puse en pie sosteniendo a Assur y el vampiro enseguida me ayudó a llevarlo, entre los dos íbamos mucho más rápido y pronto alcanzamos esa cabaña que él había dicho que tenía. Nos adentramos en su interior y en el momento en que lo dejé en la cama que había le agradecí la ayuda para dejar que se marchara, él tenía que volver y no quería que el sol le pillara de vuelta a su hogar. Pasé todas las cortinas, cerré todo para que la luz no entrara en aquella pequeña habitación y cogí lo necesario para curar al vampiro. Lo primero que hice fue quitar las flechas que tenía incrustadas en su piel y que no dejaban que se curara, tenía bastantes y encima estaban envenenadas. Lo siguiente que hice fue un corte en mi muñeca dejando que la sangre saliera, para ponerla en su boca y que cayera para que pudiera cerrar sus heridas… pero tenía muchas, y aunque algunas cerraron aquellas que tenían el veneno seguían abiertas.

Mi desesperación crecía por momentos en los que en aquella cabaña, con la luz del sol fuera, no podía hacer más por el vampiro que velar ese día por él, curándolo con mi sangre para que regenerara las heridas y sobreviviera a ese día. Pero estaba débil y me preocupaba en exceso, no podía perderlo bajo ninguna circunstancia, tenía que mantenerlo con vida costara lo que costara. Cada cierto tiempo le daría de mi sangre para que se recuperara de las heridas aunque las del veneno eran las que más me preocupaban, eran muchas y temía que no lograran curarse del todo en esas horas que estábamos allí encerrados. Incapaz de estar lejos y de no poder hacer otra cosa, me tumbé al lado del vampiro, rodeé su pecho con mi brazo y dejé un beso corto sobre sus labios, fríos como el témpano, más fríos de lo normal.


-Resiste Assur, por favor… -rogué contra él apoyando mi rostro contra su cuerpo- no puedes dejarme, no puedo perderte…  la reina no es nada sin su rey -durante esas horas interminables, en las que le iba dando de nuevo de mi sangre sin poder hacer otra cosa, velé. Velé por él, porque volviera, porque resistiera a sus heridas, porque si lo perdía… si lo perdía ya nada tendría sentido. Lo quería, lo amaba y perderlo sería como morir con él.

Assur salió tan rápido que no pudo seguirlo, se perdió en la noche y la oscuridad lo engulló como si no hubiera un mañana. Es que quizás no hubiero uno. La recorrió un escalofrío al pensarlo, cuando Assur se ofuscaba era capaz de hacer cualquier cosa, de masacrar una ciudad entera, de enfrentarse él solo a mil enemigos, porque ya no pensaba, su bestia tomaba el control y lo guiaba por un infierno de odio y sangre.

Salió corriendo tras él, aunque lo perdió en seguida y de pronto se halló en mitad de algun lugar en la ciudad, sin rumbo y sin poder notar a Assur en su radar mental. Sólo un rato después notó el miedo y la desesperación de Jacob, suplicando por su vida. ¡Mierda! había ido a matar a los consejeros, quizás hubiera ido a por Héctor. Puso rumbo hacia la mansión del titán, y casi llegando a ella fue interceptada por Drakul. El vampiro la vigilaba, y acechaba a Assur Black.

— ¡Drakul! es Assur!! se ha marchado y creo que...
— Ha matado al Consejo.— Probablemente a Ardelean no le afectaba en absoluto, él cazaba vampiros, criaturas condenadas a hacer daño a la humanidad, así que no los echaría de menos. Pero comprendía la dimensión que tomaba aquello. El Consejo ya era un viejo conocido de los Cazadores e Inquisidores. Sin ese organismo regulador, los cainitas carecían de líderes, y se instalaría la anarquía y el caos. Se les venía encima una epoca complicada a aquellos que se dedicaban a exterminar seres de la noche.

El vampiro se llevó a la rubia hacia el bosque, él sabía hacia donde había encaminado sus pasos Black, lo había seguido cuando Assur salió de la mansión en tromba. Alcanzaron la cueva pero ya no estaba allí. La ansiedad iba haciendo presa de Hania, que trataba de rastrear la mente de su Sol, pero no la encontraba, estaba apagada, fuera del alcance de sus poderes. ¿Estaría muerto?

Entonces los pensamientos de Sunshine se cruzaron fugaces por su mente: estaba con él, le pedía que no muriese, que no la dejase sola. Se le encogió el corazón, Assur estaba muy malherido, moribundo quizás y estaban en una cabaña no muy lejos pero...el sol comenzaba a asomar y no podrían salir de allí.

El día fue un calvario, los minutos no pasaban, el tiempo parecía enlentecerse cada vez más y la estaba enloqueciendo. Necesitaba que los rayos de luz desapareciesen por el horizonte, necesitaba que la noche de nuevo extendiera sus alas y la cobijase para poder ir en busca de él. Drakul la acompañó todo el día,  intentando convecerla en vano de que debía descansar un poco, que Assur estaría vivo porque Sunshine no lo dejaría morir, pero Hania no podía aceptar que su Sol simplemente se apagase, dejase de existir, no podía, era impensable. Por fin la luz diurna se ocultó tras las montañas y el firmamento se tiñó de añiles cada vez más oscuros, plagados de pequeños guiños estrellados...pero ni se fijó en eso, sólo tenía en mente una cosa.

La puerta de la cabaña se abrió súbitamente y Hania entró corriendo en la estancia donde el cuerpo maltrecho de Assur se moría.

— Assur!! Assur!!

Se arrodilló al lado del catre y repasó su rostro frío con la manos, estaba muy malherido, inconsciente, débil y pálido por la falta de sangre y el veneno. Lo observó largamente, sus ojos brillaron por la humedad que contenían y que se desbordó al verlo así. El hijo de Caín vencido por la vida. Todo aquel asunto se le había ido de las manos, Assur había intentado lidiar con los sentimientos, con los acontecimientos, pero las circunstancias le habían ganado la partida. Cogió su mano entre las suyas y apoyó la mejilla en ellas susurrando entre lágrimas las misma palabras que le dijo cuando la sacó de las alcantarillas.

— estás horrible...niño, esa mano es tu única oportunidad, tu salvavidas, cógete a el o morirás... tu aspecto es la vergüenza de nuestra raza superior... no puedes morir, lucha!!

Parecía una estatua de Miguel Angel, frio como el mármol, quieto, inmóvil. Pero todavía estaba vivo, algo podrían hacer. Giró el rostro despacio hacia Sunshine, vio su gesto desencajado, notó el dolor de su muerto corazón revoloteando en aquella estancia. Lo quería, eso estaba claro. Pero en los ojos de Hania brilló un fuego que jamás había sentido al mirarla. Por su culpa Assur se moría. En esa mirada estaba contenida una velada amenaza, un "si Assur muere te volaré la cabeza por los aires." Hania no sabía lo que era el odio, ni la venganza, ni siquiera se enfadaba cuando recibía insultos o palizas, al revés. Siempre pensaba que no merecía otra cosa, que ella no encajaba en el mundo... pero Assur le había hecho ver que sí era digna de amor, de consideración. Le había dicho que era una Black en infinidad de ocasiones, que siempre lo sería, que pasase lo que pasase, él era su sire y quien quisiera tener a su chiquilla tendría que pasar por encima de su cadaver. La rubia jamás se sentiría segura, ni valorada, ni apreciada en general, pero sentía que a ojos de Assur lo era de verdad. No podía dejar que se muriera.

Agarró un cuhillo herrumbroso que yacía sobre una mesita y se cortó las venas de la muñeca acercándola a los labios de Assur, necesitaba sangre, necesitaba sustento que fuera eliminando el veneno y restituyendo su vida. Le temblaron las manos, ella no estaba hecha para la violencia ni la sangre, pero Assur la necesitaba y estaría allí con él.

El oscuro abismo me acogía, el umbral del dolor traspasaba mi cuerpo, mas no mi podrido corazón. Muchas fueron los recuerdos que mi febril estado evocó e un una mente rota, porque ya no era capaz de controlar la situación.
Derrotado, no porque no hubiera logrado una parte de mi venganza, si no porque tras hacerlo solo quedo mas vació.
Ya no sabia como lidiar con este mundo, entonces me di cuenta de que yo era el roto, quizás ir era lo mas sensato, dejarme vencer, dejar de luchar e ir en paz.

Me había pasado la vida dando lecciones de moralidad a mis hermanos.
Como manejar la situación, como tratar de convivir con la humanidad, tomar de ella lo necesario y hacer del vampirismo una sociedad bien definida, con sus reyes, estatutos, normas que nos facilitaran nuestra vida.
Los contratos lo eran todo, eran la ley, la palabra que no se quiebra y creía que tras ellos podría mantener el equilibrio necesario.

Esa noche me di cuenta de que el Caos sabe bien cuando es desatado, que por momentos te llena y que al menos no te sientes como un idiota que ve perder las fichas del ajedrez sin hacer nada por evitarlo, mas después, todo sigue igual.
¿Ha cambiado que por las venas de Hania corra la sangre de ese titan? ¿o que Sun pueda sentirse atraída por ese hombre?
No, nada a cambiado excepto que el consejo haya sido aniquilado, y que yo este postrado debatiéndome entre la no vida y la muerte.

En mi mente evoco ese momento de destrucción y admito que me siento bien, que paladeo el férreo sabor de esos que un día se alzaron contra el rey y en esa venganza me regocijo.
Mas después vuelve el vació, si no puedo confiar en los míos ¿en quien?
Quizás quiero caer, no quiero luchar, me he cansado ya, padre me pegaría una paliza si escuchara esas palabras, los Black no se rinden... A la mierda los Black, yo no puedo mas.

Vomito sangre, no puedo mantenerla en un cuerpo que se colapsa, que se consume.
Entre la consciencia y la semi inconsciencia las veo a ellas, ladeo la sonrisa, estoy seguro de que solo es una visión, una mentira que mi mente crea para hacerme mas dulce la transición.
-¿estáis de velatorio? -es todo cuanto alcanzo a decir con mi mordaz lengua afilada antes de volver a caer en un letargo que me arrastro de nuevo a mis delirios

No se el tiempo que pasé en ese lugar, Mesopotamia, mi vida se dibujaba frente a mis ojos, tiempos duros, otros felices, el lugar donde nací, donde me crie y donde me convertí. Era tan fácil perderse ahí, devolver mi alma errante a esas tierras doradas a las que siempre pertenecí, mas solo se que ellas lo impedían, sus palabras  parecían tirar de mi como si fueran sogas, no dejándome ir.
Gruñía porque quería escapar, pero mis ojos rojos como el fuego se abrieron a esta realidad contrastando con la palidez casi cristalina de mi piel.
Una cabaña, un lecho y las dos mujeres que esa noche había perdido de un modo u otro se aferraban a mi mano.

Las horas del día se hicieron interminables mientras en aquella cabaña no podía hacer mucho más por salvar la vida de Assur, no me despegaba del vampiro en ningún momento y le daba de beber mi sangre para que las heridas que llevaban veneno empezaran a curar. Cuando sucedió lo de Batshiva el vampiro no estaba ni de lejos tan mal como estaba ahora, me costó hacer que aquella noche siguiera con vida, desangrándolo, volviendo a darle de mi sangre… pero aquella vez solo podía ofrecerle mi sangre. Solo podía esperar a que fuera suficiente, a que despertara y se recuperara para llevármelo de allí y poder tratarlo mejor, más gente que darle sangre y no solo la mía pues yo también me desgastaba, aunque a esas alturas eso me importaba más bien poco.

Volví a darle otra vez de beber de mi sangre y aparté la muñeca de su boca para lamer la herida que me había hecho con los colmillos, desgarrando en parte la piel para que pudiera caer de mejor forma. Seguí tumbada a su lado rogando porque se recuperara, diciéndole que no podía dejarme sola y que luchara, si me oía quizás le ayudara a luchar contra aquel estado que se encontraba, no se dejaría vencer tan fácilmente y eso lo sabía, ¿cómo hacerlo si era un Black? Siempre me lo había dicho durante aquellos siglos que nos conocíamos… ni se rendían, ni pedían perdón. Aunque él ya me había pedido perdón una vez esperé que solo fuera una excepción a la regla y no se rindiera, nunca. Y si él no tenía las fuerzas suficientes para seguir adelante yo le prestaría las mías, sin pensarlo, sin dudarlo.

Tumbada a su lado contemplaba como las horas de luz cada vez iban a menos, nunca había deseado que pasaran más rápidas que ese momento, que lo que llevaba por nombre se ocultara en el firmamento. Cuando la noche volvió de nuevo a reinar comenzando otro día sentí la presencia del vampiro que me había ayudado a encontrarlo, Erlend apareció por la puerta y mis ojos se fijaron en él sin despegarme de Assur, seguía más frío de lo normal pero estaba mejor de como lo había encontrado. No supe qué hacía allí pero había oído lo que había sucedido, ese vampiro se movía muy bien h no había tardado en saber lo que Assur hizo esa noche para acabar así. Me lo contó todo y yo le di las gracias, por eso, por ayudarme y por dejar que nos quedáramos allí, hizo un gesto con la cabeza y se marchó dejándonos solos, yo no iba a moverme de allí y era innecesario que me vigilara.

Mis ojos se alzaron para contemplar el rostro del vampiro, había ido contra el consejo él solo y ahora estaba pagando las consecuencias, acaricié su rostro dejando mi mano contra su pálida y fría mejilla, acariciándola con el pulgar sentada a su lado en la cama, cogiendo su mano con la otra sin querer soltarle. Mucho antes de que la joven vampira apareciera por la puerta sentí su presencia acercándose, entró en la habitación abriendo la puerta de golpe y se arrodilló al otro lado de la cama, la dejé hacer porque sabía que estaba preocupada por él, se podía notar en su tono de voz y en la desesperación que tenía. Las dos queríamos a aquel hombre, aunque de una manera diferente, y sabía que siempre estaríamos ancladas a él y que sería lo único que tendríamos en común.

La miré cuando sentí su mirada puesta en mí, como si me culpara a mí del estado que tenía el vampiro en esos momentos, ¿y la verdad? Es que me importaba una mierda la forma en la que me mirara, lo que pudiera salir de sus labios para echarme la culpa de todo. Sabía por qué el vampiro había ido al consejo de esa forma y por qué se había enfrentado a ellos. Ambas éramos las culpables de que estuviera de esa forma, la dos por un mismo vampiro en concreto aunque de diferente manera, y me importaba más bien nada lo que ella pudiera pensar o creer… en esos momentos solo me importaba el vampiro que tenía en aquella cama.

Lo miré cuando lanzó aquella pregunta volviendo de nuevo a caer en la inconsciencia, con las dos allí se curaría mejor porque nos turnaríamos para darle de nuestra sangre. La cabaña permaneció en silencio mientras cuidábamos de aquel vampiro, las dos aferrábamos cada mano del vampiro hasta que finalmente tras pasar un buen rato que pareció eterno el vampiro despertó, siendo algo más consciente de lo que había estado la última vez. Lancé un suspiro de alivio dándome cuenta de que si estaba así es porque saldría de esa, parecía confundido y no me extrañaba en absoluto. Sonreí quitando un poco el malestar que había sentido aquellas últimas horas y mis ojos se tornaron vidriosos al saber que estaba bien, muy débil, pero que había pasado ya lo peor.


-Assur –su nombre salió de mis labios como si jamás hubiera podido pronunciar aquel nombre sin tener una respuesta por el que lo ostentaba, sabía cómo habíamos acabado los dos, sabía que nos debíamos una conversación y que ese no era el momento. Sin perder siquiera el tiempo me hice un corte en la muñeca que llevé a sus labios para que bebiera, necesitaba recuperarse y entre las dos podríamos hacerlo turnándonos. No opuso resistencia porque él mismo notaba cómo estaba, tampoco iba a dejar que gastara fuerzas innecesarias- Sssh tranquilo, estamos aquí contigo –mis dedos se entrelazaron con los suyos sin soltar el agarre.

Sonrió expulsando el aire contenido en los pulmones, aire que no la oxigenaba ni servía para nada en su organismo, pero alivió la tensión que acumulaba dentro. Como siempre Assur esgrimiendo el humor ácido, eso significaba que estaba luchando, que no se rendía, que a pesar de que estaba débil y moribundo se aferraba a la vida.

Se quedó a su lado sosteniendo su mano y murmurándole.— Assur... la eternidad es tan sólo una palabra. El tiempo corre y con él se van tejiendo las distancias...yo no quiero alejarme de ti...no te alejes tú de mi...sé que estás cansado...que quieres apartar de ti ese hastío...pero no puedo dejarte ir, no quiero hacerlo...quiero que desees quedarte, que en vez de tanto odio sientas paz, quiero que seas feliz y que el mundo siga girando. Sé que eres el caos, la destrucción, el apocalipsis... pero también sé que eres capaz de sentir amor, lo sé porque me quieres, lo siento cuando me miras...y tienes el mío para toda la eternidad. ¿Lo oyes? para toda la eternidad.

No sabía la oía, pero ella le hablaba igualmente, porque las palabras a veces tenían el poder de conectar con los sentimientos más profundos, dormidos u olvidados, y ella quería acariciar la maltrecha alma del cainita. Tan vacío, tan solo, tan asustado de ser débil. A menudo se perdía en su maraña de pensamientos inconexos, pero estaba hablándole al Assur que a veces la escuchaba, que se olvidaba de su bestia y sintonizaba con el universo de la rubia. —... sé cuanto te cuesta dar en tu soledad...pero es mentira que vivir sea sólo salvar la realidad, la vida es como una canción y quiero aprendarla, y tú también deberías. Enséñamela, yo te cantaré la mía... pero no puedo hacerlo si no despiertas. No despiertes hoy si no quieres, hazlo mañana,pasado o al otro ...pero hazlo. No quiero que el dolor te toque, enséñame a guardarlo para mi, pero no me envíes lejos...

Miré a ambas, me sentía débil pero yo era un Black y eso no iba a reconocerlo.
Hania suplicaba por que luchara y mi mano soltó la suya llevándola a sus cabellos doradas, su cabeza cedió contra mi pecho y recordé esa canción que me tarareó una vez, una nana.
Ladeé la sonrisa deslizando mis dedos por su pelo, mi madre no tuvo tiempo de cantarme muchas canciones de cuna para que me durmiera, digamos que no tuvo una vida fácil, tampoco Hania y aun así había perdido su tiempo por mi, para mi.

Tenia que reconocer que ella era la menos culpable de todo esto, ella no había elegido que por sus venas corriera la sangre de un Titan, mas, la verdad es que si Hectro quería reclamarla para si, antes tendría que pasar por encima de mi cadáver y yo no era de esos que se rinden fácilmente.
Solo Hania por su propio pie me abandonaría, si Hector buscaba la guerra, la tendría.
-Estoy bien -mentí sin dejar de acunarla contra mi.
Estaba asustada y lo notaba, pero ella me conocía, no iba a escudarme en un ataque de locura, yo era así, cuando me llevaban al limité la bestia emergía y el resultado era caotico, descontrolado.

Desvié mi mirada hacia Sun, no sabia que decirle, tampoco es que me sobraran fuerzas para hacerlo, ni siquiera sabia si entre nosotros había una conversación pendiente o con las imágenes vistas tenia suficiente.
Ella a diferencia de Hania si había optado por bailar con él, acompañarlo en una noche de miradas, tonteos y largas conversaciones, entre los dos surgió algo, no era ciego, ni un estúpido.

Llevó su muñeca a mi boca, estuve tentado de apartarla, estaba cabreado y mi febril estado no cambiaba el hecho de sentirme traicionado, pero lo que tuviera que pasar entre nosotros no seria allí, no seria ahora.
Me alimente cuanto apenas de su muñeca y la aparte de mis labios, no aparté la mano que sujetaba, aunque admito que su tacto me abrasaba.
Una parte de mi la necesitaba, otra parte de mi...me odiaba por necesitarla.
-Sun...-susurré sin saber que mas aportar tras nombre.

Tomé aire como si lo necesitara e hice ademan de levantarme, no había lecho que pudiera retenerme y aunque mis heridas seguían sangrando tenia que salir de esa cabaña, tras mi acto las cosas se complicarían, el consejo había caído y ahora todos moverían sus fichas en una dirección u otra, no podía permitirme el lujo de estar débil, no podía permitirme el lujo de no ponerme en pie y oponer resistencia, era hora de cerrar filas y eso es exactamente lo que haría, estaba en guerra y quien no estuviera a mi lado, estaría contra mi.

No me pasó desapercibido que aunque bebió de la sangre que manaba de mi muñeca parecía reticente a beber de ella, de hecho, cuando terminó de beber apartó mi muñeca como si no quisiera de alguna forma tenerme cerca en esos momentos, como si le costara después de lo que había pasado… y no le culpaba. Aunque apartó la muñeca que le había dado para beber de mi sangre, sin embargo, el agarre que tenía entorno a su mano no lo quitó en ningún momento ni hizo ademán de apartarse… como si estuviera en un debate interno de qué hacer conmigo, qué hacer con nosotros… y la verdad es que era lo que más me dolía. Sabía que no era el momento para hablar de lo que había pasado, antes tenía que recuperarse y estar en condiciones para mantener esa conversación que los dos necesitábamos.

Sus ojos se fijaron en los míos y sin necesidad de decir nada supe lo que pasaba por su mente, no me hacía falta leerla para leer en esos ojos todo lo que no me decía con palabras, estaba en una incertidumbre como yo, mi nombre de sus labios aunque salió en un susurro fue un alivio para mí corazón porque al menos no me decía que me largara y lo dejara, porque al menos él estaba en la misma tesitura que yo en la que teníamos que hablar, y ya que pasara lo que pasara. Apreté el agarre entorno a su mano y no dije demasiado, no tenía mucho que decir en ese momento y la verdad es que me encontraba mal… no por estar débil, ni por estar cansada de aquellos días intensos que había vivido junto al vampiro, sino mal por el punto en el que nos encontrábamos.

Un “luego hablamos” formulé con mis labios pero no salió sonido alguno de ellos, dándole a entender que por mí parte sí quería hablar las cosas, solucionarlo, arreglarlo, demostrarle lo equivocada que había estado, la gran gilipollez que había cometido y lo tremendamente mal que lo había pasado al encontrarle de esa forma. Llevé la mano que tenía entrelazada con la suya a mis labios y dejé un beso en el dorso, quizás no lo quería pero yo no pude evitar hacerlo. Fue entonces cuando se incorporó aún con lo débil que estaba y seguramente el dolor que recorriera todo su cuerpo… pero lo entendía, en ese aspecto los dos éramos completamente iguales en los que no soportábamos que nos vieran débiles, y seguro que estaba odiando ese hecho aunque no lo dijera.

Cuando se incorporó lo miré más de cerca, de forma detenida… su piel seguía más pálida de lo normal, parecía como si unas pocas ojeras le hubieran salido bajo sus ojos y se notaba la enorme factura que le había pasado ir contra el consejo. Mi mano subió a su mejilla acariciándola sin poder evitar tocarlo, lancé un suspiro y a los pocos segundos aparté la mano como si su piel quemara a mi tacto, quizás no quería que lo tocara en esos momentos y dejé que la mano cayera sobre esa cama a la que había estado pegada un día entero sin moverme.


-Volvamos a casa, allí podrás descansar mejor –y no solo eso, también alimentarse mejor. Sabía que quería levantarse e irse de allí, así que aunque sabía que no iba a poder andar y moverse bien esperé para ver como reaccionaba, y entonces si veía que no podía ayudarlo. Pero lo conocía lo suficiente para saber que iba a aguantar el tipo solo por no preocuparnos más de la cuenta.

Llevarlo a la mansión era lo mejor, allí podrían proveerlo de sangre humana para que acabase de curar sus heridas y descansara. Allí podían atrincherarse si venían a por él, cerrar filas. La rubia no estaba hecha para la guerra ni la violencia, pero ya demostró en el ataque del orfanato que si la atacaban, se defendía y que si atacaban a Assur, las cabezas iban a empezar a explotar.

Se suponía que quien supiera de su poder no sería tan imbécil de ir a provocarla ¿cierto? bueno, algun científico dijo una gran verdad: que hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de lo primero no estaba seguro.

A duras penas alcanzaron el palacete, aunque lo llevaban entre las dos, ayudándole a caminar, y las puertas se cerraron a cal y canto tras su entrada. Les dijo a Erlend y a Ilhan que organizasen la guardia y todo lo necesario porque podrían venir a por él, y llevaron a Assur a su habitación, allí estaría seguro y podría recuperarse.

Hania fue en busca de unos paños limpios y agua jabonosa, aunque fuera un vampiro y cicatrizase rápidamente, las heridas estaban emponzoñadas y estaba sucio de sangre. Hundió el trapo en la palangana y comenzó a pasarlo suavemente por su piel quitando los restos de suciedad. Como siempre que le pasaba cuando cuidaba de alguien o de algo, o simplemente realizaba una tarea que requería su atención, tarareó una melodía con los labios cerrados, le ayudaba a concentrarase.

Tenía la cabeza en mil sitios a la vez, las voces que le llegaban eran rumores lejanos, mucha inquietud, mucho parloteo y nuevos líderes que empezaban a emerger entre los distintos clanes de vampiros. Antiguos y nuevos, ricos y ambiciosos, todos querían un asiento y todos querían darle caza a la Bestia. Muchos eran los postulantes: Iván el Terrible (el zar ruso que sembró el terror), María I de Inglaterra (Bloody Mary, la reina inglesa especialista en asesinar a sus enemigos), Gengis Khan el emperador mongol, o Edward Teach (Barbanegra)... por poner unos pocos ejemplos. La sociedad vampírica se había quedado sin algunas de sus personalidades y la forma más fácil de ser "rey de algo" era estar en el Consejo. Para alguien que se pasaba la eternidad confabulando y urdiendo planes, era un buen acicate.

Se oacuparían de los problemas más tarde, pero eso no quietaba que tuviera la antena puesta, esa información al final era poder. Estaba muy cansada, no se había alimentado y además le había dado sangre a Assur. Su menudo cuerpo ecusaba el esfuerzo, pero sobre todo era el mental el que más dolía. Una cabeza así estaba en tanto sitios a la vez que terminaba por doler. Suspiró apretándose el puente de la nariz.

El camino se me hizo eterno, las dos pusieron de su parte para que alcanzara la mansión y yo les agradecí a partes iguales que me hubieran ayudado cuando caí débil sobre el lecho.
Sabia en la maldita posición que las acababa de poner a ambas, pero yo era así, caotico, sanguinario, si querían a un buen tipo, se habían equivocado de escenario.
Tenia muchos defectos, pero desde luego el no quererlas por igual y con la misma fuerza no era uno de ellos.

Hania limpiaba mis heridas con un paño, la suciedad que se acumulaba en mi piel tras la masacre al consejo y no pude evitar extender la mano y detener el avance de la ajena por mi cuerpo.
Mis océanos se hundieron en sus inmensos mares, quizás nunca le había dicho cuanto la quería, o cuanto la necesitaba y como si supiera que aquello iba a ser una despedida, dudaba me quedara otro momento para hacerlo.

Sun había ido a por una de mis esclavas, necesitaba alimento, también descanso, pero antes tenia que decirle a mi chiquilla todo esto.
-Hania -susurré con la voz cansada.
Ella parecía en otra cosa, exactamente en las miles de voces que ahora mismo contra mi se alzaban, algo me decía que en parte mantenerla lejos de mi no era tan mala idea, no quería que sufriera daño alguno y si dejarla volar junto al titan era la mejor de las opciones para ella, la iba a dejar.

Cerré los ojos cansado, quebrado mas bien, aclaré la voz del nudo que ahogaba mi garganta, no me tembló la mano para asestar el golpe de gracia al consejo, sin embargo ante Hanai parecía una hoja azotada por el viento.
-Hania -volví a llamar su atención -se que muchas veces dudas de lo que siento o dejo de sentir por ti, se que no soy un padre ejemplar y que posiblemente todo lo he hecho mal.
Soy consciente del dolor que te he producido en millones de ocasiones, no he cedido a que vieras a esos lobos, no te he dado la mano para nadar juntos en las innumerables ocasiones que me lo has pedido, tampoco he sido capaz de ver a Drakul como alguien que se preocupa por ti y la ira me ha cegado ante la idea de perderte ante ese que a diferencia de mi si te une con su sangre.
Un día te ofrecí mi mano, te saqué de las alcantarillas y creo que es el único merito que puedo atribuirme, desde entonces te he obligado a ser mi muñeca tras una urna de cristal.
No voy a pedirte perdón, ni siquiera a decirte que puedo ser alguien mejor, porque mentiría, cometería los mismos errores una y otra vez, porque soy así..un monstruo que no te merece.

Ladeé la sonrisa y deslice mi dedo por sus mejillas, este era mi modo de pedirle perdón y de dejarla volar, ahora ya nada la ataba a mi, era libre de buscar un mejor sire, yo había sido un desastre y lo peor es que no podía prometer que iba a esforzarme por ser mejor persona, ni siquiera era persona.
-Nunca te he dicho que te quiero y lo voy ha hacer hoy...tampoco que te necesito y lo hago cada noche, a cada hora y tras cada minuto.
Me has enseñado mas tu con tu corta vida que yo con mis 6000 años y por ultimo, si algo has aprendido, olvídalo, desde luego no soy un ejemplo ni para ti, ni para nadie.
De allí de donde yo vengo las cosas no siempre se solucionan hablando, soy destructivo y por el contrario tu eres luz en todos los sentidos.
Es por eso que se que tu decisión sera irte antes de que yo apague la vela que te envuelve y si eres lista lo harás.

Cerré los ojos agotado, me había esforzado mucho y la verdad no quería replica a mis palabras, pues no las dije para recibirla.
Alcé la mirada cuando Sun entro por la puerta, mis colmillos se hundieron en la esclava y tras alimentarme lo justo pues mi cuerpo no toleraba grandes cantidades sin ser vomitadas me deje caer en un sueño profundo.
Así pasaron los días con sus respectivas noches en una mansión cerrada a cal y canto.
Fin.