Colmillos - priv

Era de una de esas noches despejadas, donde la luna y las estrellas se encargaban de iluminarlo todo, de aquellas noches que por su sola belleza presagiaban ser mágicas. La noche se había convertido en el mudo testigo de su nueva vida, a la que simplemente había recurrido para ayudar a su familia, los astros del cielo nocturno se habían convertido en sus silentes compañeros. Se dirigía a la mansión de un cliente, la habían enviado del burdel, al parecer era un cliente muy especial por que nunca la habían enviado fuera del local. Había tenido que pedir las instrucciones a una de las cortesanas, que la guiaran hacia su destino, pues de nada le servía el pequeño papel con la dirección escrita que le había dado su jefa, para ella no eran más que garabatos, no sabía leer ni escribir, pero aquello no la acomplejaba. Había salido del burdel poco después que había anochecido, debía dar gracias porque podía guiarse por medio de las estrellas, porque había extraviado de su rumbo rápidamente, su abuelo le había enseñado esa útil técnica allá en el campo, más aun le era difícil guiarse en la gran ciudad, aun se sentía ajena a ese lugar, aun no lograba establecer lazos suficientes que la hicieran sentirse mas o menos a gusto, pero no por eso se deprimía, Marie-Faith era de esas personas que no se daban por vencidas.

Caminaba por las calles con pasos rápidos y torpes, eso le pasaba por que intentaba caminar meneando las caderas como hacían todas en el burdel, más ella no lo lograba hacer del todo bien si caminaba tan rápido. Tropezó una vez, dos veces, a la tercera cayó al suelo, se levantó con dificultad y sacudió su vestido, ese ropaje que delataba en lo que se había convertido, una prostituta, pero aun mantenía ese aire inocente y dulce que tenía cuando llegó del campo, aun su corazón no había sido corrompido por los vicios y los malos sentimientos que la rodeaban. Caminó con más cuidado, esquivando las miradas de reprobación de la poca gente que se cruzaba en su camino, su paso parecía resonar en toda la cuadra. A pesar de la belleza de la noche y la aparente protección de las estrellas, sentía miedo y un recelo enorme, tenía esa sensación abrumante de sentirse perseguida, pero desde que había llegado a París aquella sensación era recurrente cada noche. Aunque no quisiera admitirlo podía intuir la existencia de seres tan desconocidos para ella como poderosos, de esos que solo parecían morar en los cuentos que les contaban en el campo a los niños para que se comportaran. Esos seres que quizás eran más poderosos incluso que su Dios, pero hay veces en que es preferible la ignorancia, ya que otorga una falsa tranquilidad que es ajena a la verdad. La verdad que sólo despertaría más miedos y temores se encontraba próxima, a la vuelta de la esquina, literalmente, ahí donde se alzaba la mansión de su cliente.

Apenas me estoy adaptando a mi nueva rutina diaria. Han sido las últimas tres semanas más estresantes de mi vida. Dar clases a adolescentes en el highschool y después dirigirme a la universidad a seguir dando clases a jóvenes que parecen más pubertos que los niños de quince años con los que trabajo. Bueno, uno nunca termina de madurar del todo, pero hablo en serio cuando digo que los adolescentes a los que les doy clases a veces son más tranquilos que los de la universidad. Luego mi hija Pixie que no para de preguntar por su madre y las ronchitas que le han salido en la piel a causa del sol, supongo que tendré que llevarla nuevamente al médico. Aunque con tantas cosas por hacer terminaré pidiéndole el favor a mi hermano mayor de que la lleve él mismo. Tengo que conseguir una niñera antes de que ninguno de mis hermanos quiera hacerse cargo de cuidar a una niña de seis años. Me despido de mi hija, esta vez mi hermano Haddid se puede hacer cargo de ella. Sabe que tengo tantos problemas en la cabeza y que necesito un suspiro. Por muy responsable que sea no dejo de ser joven, por lo cual también tiene derecho a salir una noche a tomar un par de copas con mis amigos. Me he quedado de ver con el mejor de ellos en el Karoke-Bar que está aquí cerca. A veces anhelo tanto los momentos entrando a los veinte que me imagino una vida distinta. Luego elimino esas ideas de mi mente sabiendo que no hay mejor satisfacción que la de ser padre.

Alzó la mano y llamó al camarero, que se acercó y preguntó a la señorita lo que quería beber, y mientras ésta pedía, Heath aprovechaba para echar un último vistazo a la carta, viendo que era lo que podía pedir. Alzó la vista, como dijo que se llamaba, sobresaltado por su voz ante el comentario. Frunció levemente el ceño antes de responderle — Pues no entiendo el porqué. Es una costumbre de Jeremy siempre que tiene algún... Asunto turvio, mandar a su representante a las entrevistas. Contesto lo justo y necesario, y al no ser él mismo los preriodistas se ahorran indagar en sus temas personales. Al menos más de lo necesario — respondió, encogiéndose de hombros seguidamente, y cerrando la carta de golpe, para colocarla junto a su plato, donde el camarero tendría facilidad para cogerla. Cuando el camarero llegó con labebida de su acompañante éste decidió que era hora de pedir — Me conformaré con unos Tagliatelli a la carbonara — y seguidamente posó la mirada, esperando que ésta pidiera su plato. Esperó a que el camarero se fuera para poder continuar con la conversación.

Asintió con la cabeza y chasqueó la lengua, antes de proceder con el asunto — Por lo que, volviendoa nuestro tema, ya sabe los límites que debe tener. Respetando eso, podrá hablar de todo lo que quiera saber, las preguntas que desee y tenga pensadas serán bien recibidas — Sonrió con amabilidad, la guapa periodista, y sin tener claro en que momento quería comenzar la entrevista, si en ese momento, esperando la llegada de su cena, o con los postres, esperaba a que hablara con aquella dulce voz que encajaba a la perfección con su aspecto.

— Verás que llegas a serlo.Y que el esfuerzo valdrá la pena.— Sonrió de medio lado.— A mi también al igual que la música,pero digamos que un infarto a la vez para la reina de Mónaco. Pero le hice caso a mi Nonna, e hice lo que me gustaba, estudiar fotografía.— El chico se había adaptado bien en cuanto al acento, pero a su abuela nunca la llamaba más que Nonna, no podía llamarla de otra forma, así le salía desde que aprendió a decirla con apenas año y medio. Aunque si era cierto que muchas veces su acento Italiano salía a flote sin poder evitarlo, más cuando hablaba con sus hermanas o llamaba a sus padres y, cuando estos podían dejar de ser los reyes solo para ser sus padres y a su abuela materna.

—Te las enseñaré otro momento.— Sonrió de medio lado,sin poder evitarlo, realmente la chica lograba en el esas sonrisas, sin siquiera darse cuenta realmente.—Bueno realmente la lleva la silla, yo siquiera me entero de su peso, además mi guitarra no pesa tanto. Así que no hay problema con que la lleve todo el día conmigo.— Se encogió levemente de hombros, ya que realmente si que pesaba poco.

— Entonces descartado el enseñarte aquí no quiero que te me mueras de vergüenza.—Así que la otra idea le agradaba de verdad, ir los dos al jardín y enseñarle a tocar la guitarra en ese lugar.— Me gusta la idea de ir los dos a por los libros y luego ir al jardín, ya sabes adoro tu compañía, sea donde sea y el jardín me gusta mucho y más para tocar la guitarra, suelo ir muy a menudo ahí.— Se puso rumbo la biblioteca junto a Lottie para así luego ir los dos al jardín.

Por suerte para ella, encontró una heladería y se gastó todo lo que tenía en los bolsillos en dos bolas de helado que la ayudarían a combatir el calor. Supuso que aquello la pondría de mejor humor, puesto que estaba cargada de negatividad en aquel momento. Aunque su sorpresa al reconocer una silueta delante de ella la sacó de sus pensamientos al instante. Siempre era extraño encontrarse a un profesor fuera de clase, sin embargo para ella era bastante emocionante que fuese precisamente ESE profesor. Camino detrás de él por unos cuantos metros para asegurarse, ya que no quería saludar a alguien que no conocía por error, pero fue lo suficientemente obvia como para que él se diese cuenta. Ella no destacaba por su disimulo.

Detuvo su paso, esbozando una sonrisa nada más alzar la vista hacia él. - ¡Hola, profe! - Exclamó con completa confianza como si se conociesen de toda la vida. - Me he tenido que comprar un helado para sobrevivir al calor. - Comentó como respuesta y estaba tan absorta que comió tal cantidad de su helado que provocó que su cerebro se congelara. Por supuesto, estaba delante de su profesor favorito y tenía que pasarle aquello. ¡Y con ese calor! Más ironía no podía haber. Cerró los ojos llevándose su mano libre a la cabeza esperando que el dolor parase. Era una sensación insufrible mientras duraba. - Agh… Se me congeló el cerebro. - Se quejó cuando por fin abrió de nuevo los ojos y poco después hasta se rió al respecto. - Es el karma, porque estaba a punto de decir que trasladásemos la Universidad a Alaska. - Bromeó volviendo a comer del helado, pero esta vez de poco en poco. - ¿Por qué está por aquí, profe? ¿Vive cerca? - Optó por preguntar de modo formal, aunque es algo que se le olvidaba de vez en cuando. Parecía contenta, quizás por encontrárselo, o por el helado. Lo que estaba claro es que no tenía las ojeras y la actitud de zombie en busca de cafeína que solía tener en clase.