¿Mi última noche? - Libre

Dublín, 1 de enero de 1807

Año nuevo, vida nueva. La fecha elegida para viajar a su hogar por mucho tiempo, al menos que los negocios no prosperasen como él deseaba. Abandonaba su hogar, su amada ciudad ¿cuándo regresaría? Pregunta que navegaba por su mente , sin respuesta. Tendría que volver a acostumbrarse al idioma, las costumbres… al igual que estos diez años en los que vivió en Londres. Demasiado tiempo alejada de los suyos, solo visitas contadas… con tiempo limitado. Londres, ciudad elegante pero sin vida, gris y solitaria… le recordaba a ella misma. ¿Cómo sería Paris?

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El color esmeralda, fue el elegido para el vestido de aquel evento. Presentación de la recién llegada pareja a tierras parisinas. Recogido alto, cuello enjoyado con una esmeralda igual de grande que mi pulgar, pendientes a juego. El conjunto de joyas favorito de mi marido, el cual insistió en que me lo pusiese esa noche ¿motivo? Alardear. Me miré al espejo una última vez, mejillas sonrosadas me daban ese toque que buscaba, apenas un poco de polvo en el rostro y carmín rosado. Lista para una presentación, una que seguramente no sería distinta al resto.

Cerré los ojos un instante, el traqueteo del carruaje me recordaba lo bien unida que me encontraba con aquel dichoso corsé, mi peor mi enemigo... mi otro verdugo. “No debes mostrar tus encantos, ni insinúes…eres mía.” Con esa frase lo arreglaba todo, claro que era suya, su esposa… la única a la que deber lealtad y respeto, tener ojos solo para ella pero como siempre resonaba en mi cabeza "Haz lo que yo diga pero no lo que yo haga". La verdad, los negocios fuera de las faldas de la Iglesia ocupaban casi todo el tiempo libre, o eso quería que pensase. Siempre he sabido que mi marido me es infiel pero como algunas mujeres alegaban "era normal y comprensible". Me preguntaba, si de verdad lo era...pues tampoco conocía la vida más allá de mis cuatro paredes, de esas fiestas repleta de personas con máscaras.


Mi vida era muy rutinaria, ir a la Iglesia, coser o tejer, dar clases de protocolo cuando requerían de mmiss servicios y poco más. Una vida cuadriculada, sin nada en especial… una a la que me había acostumbrado. Y lo cierto, es que en más de una ocasión me pregunté... ¿qué había más? me sentía incompleta, ¿si era feliz? no lo sabía con certeza pues tampoco conocí más, solo a  él y lo que me ofreció. Una vida acomodada, una vida por la que pagué mi libertad...mi propia vida.

Siempre lo mismo, el mismo tipo de gente, lujosa comida, mansiones, sonrisas falsas y amigas que tras la espalda terminaban cuchicheando y describiendo una imagen muy diferente a la que en realidad era de mí misma. Orbes verdes, se terminaron de perder en el cristal empapado del carruaje. Se detuvo con suavidad y retuve un suspiro que detonaba pesadez. Tomé su brazo con elegancia y lo seguí ¿acaso tenía opción?, hasta que abrieron las puertas de la bonita mansión, sentí como si fuese ir a la horca... una cárcel en la que estaría sumergida de por vida.

Y allí, una fiesta más. Todas iguales, cortadas a imagen y semejanza de las demás… no se diferenciaban a las de Londres, al menos… eso pensaba. Pensamientos de alguien aburrida de su propia existencia.

-Querida, debo hablar con los Golden, discúlpame un segundo. Puedes tomar algún canapé, pero no demasiados…ya sabes porqué -hizo referencia hacia abajo, consiguiendo que girase el rostro para no sentirme aún peor de lo que ya me sentía. El corsé le apretaba tanto que con tan solo tomar aire le apretaba. -Claro, no se preocupe , no tomaré más de lo que ya sé. -le dediqué una reverencia con una sonrisa, sonrisa que se desvaneció al ir encaminándome a la mesa de las bebidas. No podía respirar, sentía como poco a poco aquel maldito hilo de ratón me torturaba. ¡Endemoniado corsé!  Aceleré el paso, sirviéndome agua aprisa y tomándomela de golpe -No puede ser -murmuré , mordiéndome los labios, buscando ese aire que no podía obtener con tanta gente a mi alrededor -Aire…aire…aire… -fui diciendo sin poder detenerme, la visión se me nublaba…. Y por unos instantes sentí como… todo se volvía gris.