Encuentros que exorcizan el pasado (privado)

¿Porque había regresado a París? se preguntó en varias ocasiones, mientras observaba el lento movimiento de los carruajes por la calle, desde la ventana del hotel Des Arenes. La brisa jugó con sus largos cabellos color azabache, secando sus mejillas, que aún se humedecían con las continuas lagrimas. Una débil sonrisa quiso aparecer en su bello rostro, pero la tristeza había caído sobre ella, como un animal sobre su frágil presa, no permitió que se convirtiera mas que en una mueca vacía. Aquel pasado que por tantos años había logrado mantener oculto en su corazón, se removía intentando resurgir de las cenizas. Su mirada de un celeste cobalto, observaron los cielos que lentamente comenzaban a teñirse de un naranja rojizo, - Es hora - se dijo, mientras retrocedía, para cerrar la ventana de su habitación y comenzar a prepararse, pues esa noche asistiría a una función especial, a beneficio de los niños del Orfanato, pero no de cualquier institución, sino de una que dependía de la Inquisición, era una casa hogar para niños de inquisidores muertos en pos de la Iglesia, ¿como no asistiría a una gala como aquella? claro que debía ir, pues, si su hija hubiera quedado sola en el mundo, seguramente habría terminado criándose en aquella institución. Pensar en la vida que le hubiera tocado vivir a su pequeña, si no fuera por la intervención de Razhé, le hacía temblar, pues de seguro ella habría terminado asesinada por aquellos enemigos de su esposo. Sus manos, corrieron las cortinas, cerrando todo contacto con el exterior, - animo, debes ser valiente - volvió a cavilar, mientras se preparaba para darse un baño caliente que le ayudara a templar su espíritu, ya que un frío de muerte invadía su cuerpo.

Cuando estuvo lista, se contempló en el espejo, lucia un bello traje de terciopelo color borgoña, con un cuello alto, pero con encaje que le proporcionaba un toque seductor, se abrigó usando una capa y un manguito de piel. Sus cabellos recogidos en un elevado peinado, dejaban al descubierto su largo cuello, una pequeña tiara de diamantes, engalanaba aquel peinado y un juego de aros y collar realzaban la belleza de la italiana. Mas aquellos hermosos orbes, conservaban la tristeza con la que fueran hechizados, apenas llegar a París. Demasiados recuerdos, atormentaban su cabeza, impidiéndole disfrutar de la velada o de sus corta estadía en la ciudad. Su mirada contempló el reflejo que le devolvía el espejo, suspiró, no tenía ánimos de concurrir al evento aquella noche, pero, no podía negarse. Tras agradecer la generosa ayuda de la joven doncella, se despidió de su pequeña y de la niñera que cuidaría de la niña en las horas que ella no estuviera en el hotel, - no te preocupes, mamá volverá pronto y partiremos de vuelta a Italia, para vivir felices junto a Razhé, Autumn y Aelius -, le prometió, dándole un beso en la frente y pensando como cada día, se parecía mas a su padre.

Estaba a punto de abandonar la habitación, pero, de pronto tuvo la necesidad de correr hasta su joyero, tomar un objeto y meterlo en su pequeño bolso de terciopelo, guardándolo luego en el manguito, - ahora si - se dijo mientras intentaba sonreír. Bajó las escaleras, saludando a los empleados del hotel, mientras seguía acercándose a la puerta del edificio - su coche está esperándola en la puerta - dijo el conserje, mientras la acompañaba hasta que uno de los botones le abrió la portezuela del vehículo y ella pudo subir.

Eterno le pareció el recorrido que la separaba hasta el teatro, pues al ir sola, los recuerdos que se habían mantenido encerrados en un lugar oculto en su cabeza, comenzaron a hacerse cada vez mas presentes. - Te vez hermosa - dijo una voz, que conocía y la que casi había logrado olvidar, levantó la mirada y sentado en el asiento opuesto a ella, creyó observar a su difunto esposo, - no eres real, vete... déjame tranquila - dijo bajando nuevamente la mirada e intentando prestar atención al paisaje que se veía por la ventanilla. Apretó con sus manos, el pequeño bolso, oculto dentro del manguito. Para asegurarse que aquel objeto se encontraba allí.

Un nuevo botones, le abrió la portezuela y le ayudó a descender, el lobby del teatro ya se encontraba completamente repleto de gente, algunos curiosos se giraron a contemplar la entrada de la joven mujer, algunos inclinaron sus cabezas, saludándola desde lejos, con cierta mirada de disgusto, - vaya, parece que las noticias vuelan - caviló, inclinando levemente su cabeza, devolviendo el escueto saludo. Entendía que los ex compañeros de su difunto esposo, no comprendieran porqué había decidido intentar rehacer su vida, al lado de un hombre como el cambiante, cuando ella pertenecía a una familia de nobles, tanto de parte de su familia política, como propia. Ademas, algunas malas lenguas, insinuaban que la pequeña era en verdad hija de Razhé, sonrió al pensar aquello, era verdad, aquellos dos se amaban como jamás lo había esperado, su pequeña hija solo tenía ojos para aquel gato, era sus debilidad y su mundo.

Volvió a sentir que los recuerdos intentaban aflorar nuevamente, en el momento en que entre la gente, creyó ver a un hombre de cabellos dorados, sonrisa socarrona, el pasado comenzaba a pesar demasiado en aquel lugar.