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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lusbella Toussaint Vie Jul 07, 2017 11:56 pm

"Cuando te busco no hay sitio en donde no estés."
Gustavo Cerati.


Llovía y el mar se hallaba embravecido. Golpeaba con fuerza contra el puerto, descargaba su odio contra su eterna rival, la tierra. Cuando el barco atracó, Lusbella Toussaint descendió, impaciente, de su carruaje, cuanto antes terminase con aquello mejor. Su fiel cochero, el anciano Horatio, la siguió de cerca cubriéndola con el paraguas negro.

Pocas veces había hecho aquello, en general se encargaba su esposo personalmente de la elección de los esclavos. Podría decirse que Jacquin no era un hombre dado a confiar, le costaba delegar, por eso él mismo gustaba de seleccionar a las negras que metía a su casa. Sí, bien dicho estaba: las negras. Los Toussaint jamás habían tenido un esclavo hombre, no de manera permanente, no desde que Jacquin se había casado con Lusbella.

Era media tarde, pero el cielo estaba oscuro. Amaba las tormentas, Lusbella estaría volando sobre aquella si no tuviera necesidad de una nueva planchadora para su hogar… Se acercó a la tarima de exposición donde se presentaba a los esclavos, todavía no habían bajado a todos del navío, suponía que los estarían desnudando para presentarlos. Sabía que los compradores debían examinar bien la mercancía antes de adquirirla, por eso había llevado a Horatio hasta allí en lugar de pedirle que la esperase junto al coche... lo que le faltaba a ella era tener que andar hurgando en los genitales de las esclavas para decidir si debía comprarlas o no.
Ciertamente no era un espectáculo que disfrutase. Le resultaba doloroso saber que en otro tiempo –tantos años atrás que bien podría parecer una vida pasada- Sambot, su adorado Sambot, había tenido que pasar por algo similar…


“¿Cuántas veces? ¿En cuantos puertos? ¿Dónde estaba yo y qué hacía cada vez que a él lo exponían como mercancía?”, Lusbella se torturaba, siempre que pensaba en él lo hacía.

Una veintena de personas se agolpó frente a la tarima, la mayoría eran hombres dispuestos a juzgar de cerca de los africanos.


-Comenzaremos por lo mejor: las negras embarazadas –anunció, con la sonrisa propia de quien sabe que ganará dinero, un hombre alto y calvo que parecía dirigirlo todo allí.

Lusbella estuvo a punto de preguntarle a Horatio por qué las embarazadas eran lo mejor, pero no necesitó hacerlo. Al ver como disputaban por las únicas tres que había, entendió que quien las comprara se haría dueño de dos esclavos por el precio de uno. Desnudas, temblando de frío y con los vientres visiblemente abultados, las tres tuvieron que soportar la marca a fuego de los carimbos, allí mismo, antes de ser entregadas a sus nuevos dueños.
Luego llegó el turno de la venta de niños y Lusbella necesitó desviar la mirada. Se consideraba una mujer fuerte -al menos físicamente-, mucho más que otras que conocía, pero aún había cosas que tocaban el alma endiabladamente sensible que tenía.

Cuando giró su cabeza en dirección al mar lo vio. De pie, encadenado como los demás; su porte lo hacía distinguir del resto. Iba desnudo como todos los negros que habían tocado el puerto de París esa tarde, de seguro estaba cansado y sucio como sus compañeros, pero ese esclavo mantenía la cabeza en alto. Por un segundo él giró en dirección a ella, sus miradas se encontraron y él la sostuvo.


“¡Qué descaro!”, pensó ella, absorbiendo la fuerza de esos ojos que parecían traspasarla aún a la distancia.

Finalmente fue Lusbella quien desvió la mirada, enojada por tener que hacerlo. ¿Quien era ese esclavo que la había obligado a bajar los ojos? Obedeciendo a un impulso, se volvió hacia Horatio para ordenarle hacer lo único que no debía hacer jamás en la vida, para romper el pacto que con Jacquin tenía hacía años:


-Horatio, quiero a ese esclavo –le dijo y se lo señaló para que no hubiera equivocaciones-, paga lo que sea por él.

-Pero, señora… No podemos comprar esclavos hombres, su esposo va a matarme.

-Lo quiero, Horatio. Ya veré como hacer para meterlo en la casa sin que nadie lo advierta.

-¿Y la planchadora?

-Compra cualquiera, la que mejor te parezca. Yo esperaré en el carruaje, todo esto me ha revuelto el estómago.

Antes de marcharse volvió a mirar al negro que aguardaba a un costado su turno para ser presentado, examinado y posteriormente marcado. Si fuera blanco, por sus poses y gestos, cualquiera diría que se trataba de un hombre de la realeza. Pero era negro, y eso lo hacía irremisiblemente esclavo.
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Mensaje por Invitado Dom Ago 13, 2017 10:11 pm

¡No! ¿Por qué aquellos que una vez fueron ayudados por Biohó fueron los culpables de que los hayan capturado? Los conspiraron, traicionaron a los de su misma raza, y solo por conseguir un aristócrata que diera buena paga, ¡conformistas, desestimables!, ahí es que debieron sacrificarse, morir como bien los Bijagós hacían, (estos preferían suicidarse antes de ser tomados como esclavos). ¡Mil veces es preferible ser emboscados por rebeldes, que sometidos como esclavistas!. Pero fue el peor acto que hizo el chamán, eso no lo vio venir, nadie le predijo esa jugada, siendo que podría ser ese su porvenir. Desde ese momento, en que su familia murió en el buque negrero europeo, todos murieron: familiares, amigos, conocidos, su pueblo. Y de haber sido su propia decisión, habría muerto con ellos. ¡Aun los escucha! El tiroteo, sus respiraciones, las miradas, todo en constantes pesadillas se presentan, duele, porque la dignidad que como patrón de su tribu, quedó manchada. Insultando aquel palenque de cimarrones con la peor de las expresiones, su jefe les falló y eso no tenía manera de remediar. Pesando cada vez más las vidas perdidas que estaban a su cargo. Que conforme el meneo se presenta en el barco, meciéndose entre todos entre las jaulas especiales, donde el sudor, la mugre y las enfermedades se embarran en unos a otros, tomados como animales, tratados como tal, porque, pronto llegaron a París, el último lugar de oportunidad para vender esa carga de mercancía, sino resultaban vendidos serian descuartizados y, en especial Biohó, amenazado después de la tortura, como líder de los cimarrones querían lo peor de él, y por ende era por el que más piden, pues resulta que con su comportamiento se hizo de varios enemigos, no era rey, sino un simple líder que guiaba a su etnia de Bijago. Por eso es que era el más despreciado, un negro que trato de luchar por la libertad de su pueblo, de los esclavistas.

Pronto arribaron, y se dio cuenta porque comenzaron a tirar baldes de agua sobre sus cabezas, así era la manera en la que les quitaban la porquería, y uno por uno con una violencia exagerada eran llevados, formando una fila y con las cadenas puestas en series, con los grilletes abarcando de ambos tobillos de los pies, y en las manos cruzadas por la espalda, amarradas, sin ropa, exponiéndose como objetos para la domesticación. No fue el peor momento, ni la humillación más cruel para él, una vez en sus pensamientos llegó esa escena. Resultando que no es un simple negro, proviene de un linaje de chamanes, y se vio como justo ahora iba, caminando, arribando del puente y siguiendo hasta subir al sitio de ventas. Todo comenzó, los precios, las ofertas y las entregas. Y recordó una presencia, aquel rostro ya lo había visto, era ella, quien le miro y sostuvo esa mirada. Fue solo hasta ahí que predijo lo que sucedería, lo demás era nuevo, y esperaba a descubrir porque salía en sus predicciones.

Más, la tormento llegó, y la lluvia comenzó a descender violentamente, tiraron de su cadena y fue obligado a ser visto por todos. Unos comenzaron a pedir desde un bajo precio, pero el hombre negro parecía el más resistente, necesitaban de alguien como él para explotar, y es que en esa tarde larga, sabía de antemano que no era su momento de morir. Y conforme avanzó, seguía mirándola, y pronto le jalaron para exponerse de espalda. Un desdén a todos arrojaba con su mirada pesada, le golpearon para educarlo como esclavo y pronto retiraban las ofertas aun cuando pedían su nombre y él se aferraba al de su raíz, "Benko, Benko, Benko Biohó” (y eso no era permitido, les otorgaban un nombre inglés para ser vendidos, porque si permanecían con su nombre de origen, significa que no abandonan la tierra en la que pertenecen), pero no cedió, jamás lo sería, y sin más alguien lo compro viendo que no sería nada fácil.

Procediendo a la marca del dueño, todos la llevan al ser comprados, y no era una excepción, por lo que llevaba dos insignias; una que pertenece a la tripulación de los contrabandistas y la otra, de quien goza de su explotación. Y dado el hecho de tener dueña, lo entregaron como se da un perro perdido al dueño, con su correa y amarrado para que no se escape o peor, para que no muerda. Sin embargo el no comprendió nada de cómo fue su venta, solo caminaba por ser arrastrado en pocas palabras y alado iba una compañera del buque, que sin duda alguna, la compraron igual que a él, mirándose uno al otro para protegerse mutuamente, eso era lo que todo negro al menos era leal, ayudarse por solo ser ellos.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Miér Ago 16, 2017 12:46 am

El tiempo pasaba lentamente para Lusbella que esperaba en su carruaje, sola y alejada de lo que se vivía en el muelle. Solo el sonido de las voces le llegaba, y porque ella poseía un oído superior al de los simples mortales. Comenzaba a desesperarse, a arrepentirse de la orden que a Horatio le había dado, pero quería a ese negro, su mirada desafiante la había impactado… Quería a ese esclavo altivo y cuando Lusbella Toussaint quería algo lo conseguía, como fuese. Para bien, o para mal, no podía dejar de ser fiel a sí misma.

Más de tres cuartos de hora después, Lusbella los observó acercarse, empapados los dos ya que su cochero no les compartía del refugio de su paraguas. Un hombre –seguramente empleado del transporte negrero- tiraba de las cadenas de las dos nuevas adquisiciones de la familia Toussaint, una planchadora era ella y un terrible error era él. Sí, así lo veía Lusbella. Un error, un acto impulsivo que no acabaría bien. Pero no se arrepentía de haberlo hecho, al menos no de momento.

El carro de la familia contaba con una jaula adherida a la parte trasera, la habían adjuntado especialmente para la ocasión ya que no estaría bien, bajo ningún punto de vista, que un negro por completo desconocido –o dos en este caso- compartiese el pequeño habitáculo del carruaje con su señora. Eso sólo estaba reservado para los esclavos de suma confianza.
No pudo verlos acomodarse allí, pero sintió los movimientos del carro que se sacudía levemente ante el nuevo peso agregado. Impulsiva, siempre impulsiva, Lusbella tomó la manta de lanilla que guardaba debajo de uno de los asientos. Bajó del coche y lo rodeó hasta quedar frente a la jaula. Los esclavos todavía estaban acomodándose allí, ambos desnudos y de rodillas intentando dejarle espacio al otro. Siempre admiraría eso, aún en las peores circunstancias los esclavos buscaban cuidarse y respetarse entre ellos.


-Tomen –dijo y tendió la manta. El hombre la miró, pero no se movió, la planchadora en cambio extendió su mano dudosa y aceptó al abrigo. Incluso amagó a compartirlo con su compañero-. Sí, compartan, pues solo tengo una y no quiero esclavos enfermos en mi casa –les dijo, sin emoción en su voz.

No podía dejar de observarlo. De seguro las heridas de las marcas recientes debían estar ardiéndole –como parecían arderle a la mujer-, pero él no se quejaba. ¿Por qué? No era que Lusbella deseara verlo sufrir, pero esa falta de expresión la estaba intrigando.


-¿Cómo te llamas? –le preguntó a la mujer en francés, pero al ver que no le entendía lo hizo en inglés, recién en ese momento la jovencita respondió que se llamaba Beth. De seguro era el nombre que le habían dado. Caminó un paso hacia su costado para quedar frente al hombre. Aunque lo observaba con la altura que le proporcionaba estar de pie, cualquiera diría que la mirada del negro pesaba más que la de ella-. ¿Cómo te llamas? –preguntó en francés. Ante la inexpresividad de él volvió a hacerlo en inglés y luego en italiano. Él no respondió. Y, cuando creía que lo mejor era rendirse y volver a montarse en la carrocería, pues ya comenzaba a empaparse ella también, Lusbella atinó a hacerle aquella misma pregunta en portugués, su lengua madre. Y así fue que el hombre pareció hacer un gesto pequeño, casi imperceptible, pero que le dio a ella la certeza de que le había al fin comprendido.
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Mensaje por Invitado Sáb Sep 09, 2017 1:09 am

Llovía a impulso revoltoso, agitándose un poco las aguas en el muelle, una tormenta anunciada, escandalosa y recia, que podía servir para Biohó en que le lave el cuerpo, su compañera y él a pesar de haber sido limpiados con cubetazos, bien se sabía que el agua seguía siendo de las puercas, solo requerían de que la mugre y el estiércol en que ellos mismos defecaban, se cayera y no olieran tan mal. Así mismo se les trata a los esclavos, y era inadmisible. Por ello es que caminan, mojándose; descalzos, desnudos y siempre expuestos a la denigración, sin hablar, dirigiéndose a su jaula, una vez más encerrados, una vez más tratados como animales. Mientras que la dueña, se jacta de su poderío, jamás cuidó de que la mercancía comprada era lo que realmente quería (aunque del sirviente ese que los inspecciono venía siendo otra cosa), ni una mirada les hecho, o eso al menos se creyó, que Biohó por un instante miraba hacia el carruaje, con demasiadas intrigas, donde la fuerza resurgió en querer tomar un arma y disparar en ese instante, el hacer explotar todo, pero quedó en un vano deseo, la realidad es que tiraban de sus cadenas, viéndose como un esclavo, aunque él aún no lo acepte. En cambio la mujer, desde un principio se hizo llamar como tal, obedecía sin reproche, se consideraba un objeto por lo que más rabia le dio. No hizo mención de nada, simplemente le dirigió unas palabras de que le protegería, y por ello fueron jaloneados hasta subir a la jaula, sin comprender el habla del hombre con paraguas, con la dificultad del espacio del lugar, apretados, de rodillas se situaron, primero la mujer subió, en seguida él, y una sombra se percibió, unos pasos y esa voz, ya lo que ocurriese de ahí en adelante ya era algo nuevo, eso los espíritus no le han dicho, por lo que va en su camino a ciegas, aprendiendo de lo que le espera ya por delante.

Ni aunque le muestre un poco de amabilidad, accedería a situarse en ese rol, ni porque cubrieran sus templos desnudos, lastimados y sobre todo marcados le daría lo que demanda. Así le quieran educar como tal, no lo realizaría, ni con los golpes, ni con los castigos sería un esclavo. Y se agradece que su compañera le compartiera de la manta, y el que respondiera con el mismo valor. Pero algo era diferente, ellos dos no compartían el mismo pensar, quizás ella lo hacía por supervivencia, pero él ni por ello lo ejecutaría.

En silencio, observaba directamente a la blanca, (si, de manera grosera lo gritarían ellos), no le interesaba, no era nada aquello comparado con lo que tuvo que pasar con su familia, con su etnia, toda su gente… Siendo una maldita ofensa que no quieran a un enfermo, ¿por culpa de quienes enfermaban ellos? De ellos, de gente como ella. Que, ¿cómo esperaban a que actuara? Y ante la interrogante de su nombre, su gesto de altanería mostro, volviendo a repetir su nombre, sin esconder sus raíces, y lo que representa.

— Benko, Benko Biohó —,cortante e indiferente a lo que generaría el decir su nombre de origen y no el que le proporcionaron como venta, exponiendo que tipo de negro era, y lo comenzó a ver desde que se dirigió a ellos, sin cambiar nada al verse arrodillado, sufriendo la represalia por parte del sirviente al dirigirse de aquella forma, siendo innecesario porque nunca aprenderá lo que ellos esperan recibir, solo requería de tiempo para descubrir por qué pusieron en su camino a esa mujer y así poder continuar con su batalla personal, así este cansado, sin fuerza alguna, jamás lo demostraría, así son los cimarrones.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Vie Sep 15, 2017 11:32 pm

No le molestó la altanería en la mirada de esclavo, después de todo esa era la causa por la que lo había comprado. Y tal vez debería de sentirse arrepentida de haberlo hecho, de adquirirle, pero no lo hacía. Había hecho lo correcto.
No amonestó a Horatio por el maltrato efectuado a Benko Biohó, aunque hubiese querido hacerlo, pues no quería que el negro creyese que podía faltarle el respeto con total descaro… Mas nuevamente se recordó que lo había adquirido precisamente por eso, por no mostrar respeto, porque eso le causaba una enorme curiosidad y le hacía sentir que él tenía una percepción del mundo completamente diferente a la de ella. Por supuesto, era esclavo, pero había algo más, algo que ella no lograba discernir.


-Ya hablaremos cuando estemos a resguardo, en la casa –les dijo a ambos (primero en inglés y luego en portugués), sabiendo que tenía por delate largo rato antes de que pudiese desparramarse en su cama para descansar-. Nos vamos, Horatio –ordenó y se tomó del brazo del anciano que la ayudó a subir otra vez al carruaje. Por suerte tenía el bracero allí adentro, lo que hacía que la temperatura se mantuviese.

Así, no tardaron en partir rumbo a la casa y llegaron en menos de media hora. Lusbella agradecía que fuese de noche… Jacquin no se molestaría en bajar a ver a la nueva esclava hasta la mañana siguiente, tenía algunas horas para esconder al negro o inventarse alguna explicación medianamente creíble acerca de por qué, de pronto, poseían al tal Benko Biohó.

Amó a su cochero más que nunca –porque cierto era que el hombre la trataba como a una hija y vivía salvándola de los apuros en los que se metía- al ver que no paraba en el frente de la casa, sino que instaba a los caballos a ir directamente hacia el fondo, a las casetas de las esclavas.

Amaé, la negra que estaba a cargo de las demás esclavas, les salió al encuentro de inmediato y Lusbella maldijo por lo bajo, a penas hubo bajado del coche, hubiera preferido que no se enterase nadie de que ahora tendrían un esclavo macho entre ellas. La negra miraba fijamente la jaula y no podía entender lo que ocurría.


-Amaé, lleva a Beth a tu barraca, que coma y se vista, pero antes mírale las marcas que le han hecho, de seguro necesitará algún ungüento –supuso, mientras Horatio abría la puerta de hierro pesado para dejar salir a la negra-. Aprenderá de ti las reglas de esta casa y le enseñarás cómo deberá desempeñarse con las planchas, tenla bajo tu cuidado hasta que te asegures que ha aprendido todo –ordenó y observó como la muchachita descendía.

-¿Y él? –Amaé tenía el valor de preguntar, pues sabía que el ama Lusbella no era dada a castigar las imprudencias y solía darles explicaciones-. ¿Le debo enseñar también? Me asusta un poco, no estamos acostumbradas a que haya un negro entre nosotras y…


-Tranquila, a él le enseñaré yo. ¿Es la última caseta en la que no duerme ninguna? –la negra asintió, visiblemente aliviada-. Ese será su espacio para que las muchachas no tengan que compartir con él, podría ser incómodo “y darnos problemas”, se dijo-. Lleva allí del ungüento que le podrás a Beth, él también necesitará, bien lo sabes. Trae comida y algo de ropa grande que encuentres, como para él –Cuando las dos esclavas se hubieron alejado, Lusbella miró al hombre, al esclavo. Entendía que tanto Beth como él estarían algo asustados, era todo nuevo para ellos, de hecho su nueva vida acababa de comenzar. Necesitarían tiempo para asimilar aquello. Suspiró, intentando relajarse, y le pidió en portugués ya segura de que le entendería-: Sígueme, te mostraré dónde vivirás.

Dio media vuelta y comenzó a caminar, esperando que él fuese tras ella. Tal vez debía temer como temía Amaé, pero no lo hacía, le daba la espalda creyendo que él no intentaría lastimarla. Esperaba no equivocarse. Pasó junto a su viejo cochero que la observaba confundido, supuso que a él también debía darle una explicación, pero no sabía qué decirle; ella misma no se entendía. ¿Por qué era así de impulsiva?

-Sólo quédate por aquí cerca, supongo que no tardaré.
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Mensaje por Invitado Dom Oct 08, 2017 12:36 am

1, 2, 3 golpes, tan insuficientes, y los necesarios para que así encare su postura delante de quien quiera verlo como esclavo, lo ha sido, y ¿cómo ser alguien que nunca admitiría a ser ya? imposible que sea manso, subordinado ante una mirada, una palabra, o una acción. Su estado de salvajismo vuelve a él, eso es lo que trasuda; su piel apesta a animal, sus ojos representan un desdén profundo, pues la vida ha sido una batalla de enseñanzas y cicatrices que le han endurecido el ser, volviendo a pasar por la aprehensión, situado en una jaula, ordenándosele, pero una parte derecha de él le obliga a luchar, ha alcanzado una madurez del mundo que sabe que hay cabida para los de su gente, para alguien como él, y verse reducido en ese espacio, en la lengua en la que se le habla, y las distinciones que cada uno entona, siempre se demostrara la dominación de su país, y por el que jamás negara su raíces, ¡así sea lo que tenga que soportar! Es un negro, de las islas de Bijagós; proviene de ahí, de un mundo que está en constante lucha, batallas enfurecidas para protegerse a sí mismos, a su linaje, a su hábitat, por lo que solo mantenía la mirada en ella, en la mujer que después de palabras desconocidas y a su vez entendidas al final en su lengua, jamás bajó su rostro, jamás demostró respeto, cosa contraria a su compañera, ella siempre sumisa, amable y obediente ante todo. Sin faltarle al respeto por ello, cada quien tiene su concepción del mundo, de la manera en la que sobrevivirá ante este y es respetable pero para él es el camino que jamás aceptaría. Así tan pronto fueron dejados en ese lugar, el que se retiraran y el carro comenzara a marchar, la mujer susurraba, asustada, y temerosa. Le calmó con un viejo cuento, uno el que solía decirles a sus pequeños hijos: Siempre habrá luchas enfurecidas, un embestir embravecido hacia maravillosas personas, pero confianza habrá entre ellos, sus cuerpos podrán resistir cada golpe, cada paso, están creados de profundas cicatrices por estragos de la vida misma, sabiendo lo que quieren, y por ello es lo que lucharan, ellos quieren vivir, más la humanidad les acorrala, tienen precios algunos, ya lo han visto, pero la libertad es lo que cazaran.  No temen, porque yo les protegeré, a partir de hoy me llaman y les cubriré.

Y en silencio se desplegaron hasta sus destinos, agradecía la mujer, aún con cierta calma, y que no estaba sola, y es algo que su naturaleza jamás olvida, siempre ayudando a los demás por sobre todas las cosas. Por eso fue el jefe de su etnia. Algún día volverán esos tiempos, hasta tanto, debía averiguar su función en esa residencia, con ella, con ese país. Atentos ante el ruido del cerrojo, y era el anuncio que ya habían llegado. Primero la mujer fue retirada de la jaula, él enseguida salió, situándose al lado de con quién iba, les miraban, siempre queriendo juzgar, recriminar, y maldecir. Hasta que ella marcó la diferencia, una atención se vio. Sí, era claro que su compañera por ser más frágil le pesaban las marcas, y al menos le trataran aquello, al parecer será bien atendida que es lo único que esperaba ya dada las circunstancias, aunque no comprendiera nada de lo que se platicó en ese encuentro, sólo podía enfocar la mirada en aquella mujer, ¿por qué? no sabe, su rehumanización gritaba por libertad, por destruir cada obstáculo de ser necesario.

Ella tan pronto se marchó con la mujer que al parecer era otra esclava, ¿cuantas personas eran necesarias para servir solo a una? Es lo que maldecía, lo que hiere su honor, y mancha su valor como hombre, porque si se desvaneció el presenciar las muertes de su gente, si merecía haber sido llamado jefe en ese entonces. Las dudas y el despertar tan brutalmente, y ahí, comenzó a seguir, no por su requerimiento, sino por querer resolver la visión, y lo que representa ella en él. Difícil era caminar en el suelo, caliente estaba, y sus pies helados permanecían, observando su silueta, y el camino que marcaba, era dirigido a dónde viviría, pero como siempre, observado, deteniéndose en una especie de cobijo, y estuvo a punto de detenerle, pero se giró, mirando por todas partes, inspeccionando quizás, esperando, si, a ella, porque cuando tenga oportunidad de hablarle lo hará, no ahí, porque detesta que le vigilen como los demás lo hacen, discriminando, ofendiendo, y sobre todo haciendo de menos, y hasta entonces, en silencio permanece, percibiendo como su cuerpo sufre un cambio por el clima, ¡maldita sea si se enferma! Pero no será lo suficiente para hacerlo caer, no se quejara, y saldrá solo, como debe de ser.

En cuanto la sirviente de hace un momento llegó a donde él estaba, abrió aquella puerta, dando paso para que se adentrará y le agradeció, situándose en el suelo (en vez de aquella especie de catre), negándose a recibir curaciones por parte de ella, y está preocupada al notar su fiebre, quiso tocarlo pero se negaba, con la justificación de que es un hombre fuerte y solo con descansar se repondrá. No podían obligarlo, no ella al menos, y regreso por la comida, como fue demandado. Mientras tanto ahí se quedo, cerrando un momento los ojos.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Miér Oct 18, 2017 12:47 am

No dejó que Amaé lo curase, se sentó en el suelo sin permiso y no quiso beber agua. Lusbella lo observaba, entre confundida y maravillada. ¿Qué clase de esclavo no aceptaba la benevolencia de sus dueños? ¿Quién era ese hombre que, aún estando desnudo y claramente desmejorado en cuanto a su salud, se atrevía a desafiar sus órdenes de ese modo? Sentía que estaba ante alguien único en su especie, ante una obra maestra de la cual jamás podrían hacerse copias. Aún así, sabía que debía tomar las riendas de la situación cuanto antes, no podía permitir que la viese dudar, que él creyese que tenía el control de lo que allí sucedía.

-Ya déjalo, vé por un plato de comida caliente para él –le ordenó a la negra, pues era evidente que su nuevo esclavo no se dejaría curar de momento. La mujer salió con paso rápido y Lusbella se dirigió a él en portugués-: He pagado por ti, Benko Biohó –dijo su nombre con cierta dubitación, pues no sabía si lo estaba pronunciando bien. Tomó una manta fina del catre y se la arrojó, no solo para que se abrigase, sino también porque era indecente que anduviese exponiendo su desnudez más de lo necesario ante ella, una dama-, y mi dinero vale por un esclavo sano y fuerte… No por uno herido, afiebrado y hambriento. Así que bebe el agua, deja que se te curen las marcas que los hierros calientes han dejado en tu piel y come cuando traigan tu plato. Créeme, hay amos mucho más severos que yo y deberías agradecer mis contemplaciones.

Evidencia de eso era la pequeña casilla en la que se hallaban. Tenía un catre limpio, el techo sólido y sin fisuras por donde entrase el agua y se les permitía tener algunas posesiones que fuesen pequeñas e inofensivas.

-En esta casa hay algunas reglas –se apuró a decirle antes de que Amaé llegase, pues no le daría las mismas pautas a él que al resto de las esclavas, el tal Benko era especial, una excepción a la regla familiar-. Unas estrictas que a veces hasta yo debo cumplir… Amaé te indicará cuál será tu función aquí, aunque seguramente debas hacer un poco de todo. Lo primero que he de decir es que la altanería es sumamente castigada aquí. La violencia y el robo de un esclavo a un blanco son motivos de muerte, como sabrás eso rige sobre todos los negros por igual. No puedes traspasar los límites de la propiedad a menos que se te haya ordenado alguna diligencia fuera. No debes acercarte a las esclavas de esta casa a no ser que se te haya ordenado y eso incluye el índole sexual.

Tuvo que aclararlo, pues ya veía que aquel negro le preñaría a todas las esclavas en menos de lo que canta el gallo. Eso podía ser muy positivo, las leyes negreras decían que el dueño de la esclava era quien se quedaba con el nuevo negrito, agregando al pequeño a sus posesiones, pero aún así no le convenía que se le embarazasen todas a la vez pues tendría que salir corriendo al puerto a adquirir otras que las reemplazasen en sus labores.

-Cualquier falta será severamente castigada, claro que no por mí –le aclaró, pues sabía que no tenía pinta de mujer severa-, esas órdenes las da mi esposo –le aclaró, ya que sería bueno que a él le temiese-, creo que deberías agradecer mi advertencia y tenerla en gran consideración a la hora de decidir cómo te comportarás aquí. Todos los domingos a las cinco de la mañana es la bendición con agua bendita para los esclavos de esta casa, faltar está prohibido. Mandaremos a hacerte una cruz para que puedas colgarla de tu cuello y un brazalete con tu nombre y nuestro apellido y escudo, por si alguna vez te pierdes. No debes quitártelo jamás. Por ahora permanece aquí hasta que se te de otra orden. –Debía antes anunciarle a su esposo que había comprado un esclavo hombre, cosa que ya sabía que no le gustaría en lo absoluto, pero si le decía que lo podían hacer servir a las negras para preñarlas… tal vez así Jacquin pudiese cambiar de opinión en cuanto a eso.

Amaé llegó con un plato hondo de sopa. El olor llegó a ella, que todo lo captaba gracias al desarrollo de sus sentidos, y le aguó la boca. Le dio hambre, pero ya comería luego en su casa lo que hubieran preparado para ella, la comida de los negros era para los negros.


-Come, acepta el alimento. No me iré de aquí hasta que lo hagas, hasta que comas y que podamos verte las marcas en tu espalda.
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Mensaje por Invitado Sáb Oct 28, 2017 9:43 pm

Entre ellos, los Biohó, su valor como hombres, como guías se mide en la misma fortaleza, es por ello que no se doblega a una enfermedad, al parecer débil ante sus hombres, ante el mismo porque es derribar todo lo que se ha venido construyendo en el paso de esta guerra, por ningún motivo podía ceder a un simple capricho de la misma naturaleza, si ha soportado peores cosas, esta no era nada en comparación, por lo que equilibró sus sensaciones, reposaba el cuerpo ya que debía cuidarlo, y si, está consciente que para llegar a ejecutar su fin debía estar sano, y vivo, pero nadie comprende ese pensamiento, creen que es un arrogante esclavo, o un cimarrón cualquiera, que es tan egoísta que ni un objetivo entendible tendría, pero no es así, todo lo contrario. Que el estar siendo observado, le incomodo, por primera vez hay un sentir en él que claramente desconoce, no sumisión, ni una clase de relación a esta, era algo grande, extraño y desatendible. Que por más que tratase de descubrirlo, era inútil, es por ello que cuando se quedaron solos, le seguía observando, en su etnia para saber las verdades guardadas en su gente, solo bastaba con atrapar las pupilas y desnudarlas, un poder que Benko poseía, podría ver grandes extensiones de vida pasar, escuchando una y otra vez las demandas que un dueño encara a su esclavos, más con él. ¿Qué es lo que esperaba? y solo por no querer mostrar más su desnudez, es que tomo esa manta que arrojó y se cubrió su parte íntima, aunque ya para qué servía si ya había visto más de lo que él hubiese querido.

— Nadie ha pedido que pagara por mí, ¿por qué razón lo ha hecho? No, no obedeceré, si cree que puede tratarme como a uno más de sus esclavos, esta equivocada, el dinero que ha pagado, fue un objetivo blando, y si porque se sitúa en el alto de un pedestal por ser bondadosa, no dejara de pertenecer a la índole anodina, ustedes y sus ideas, no tengo que agradecer, más que mi vida, fui salvado por un gesto estúpido, pago y no fui ejecutado. Ahí se cruzaron nuestros caminos.

Su acento portugués parecía ofensivo, si, en su mayoría pero era su propia naturaleza, aun a pesar de su fiebre, de la transpiración, no había forma de cómo despegar la mirada sobre de ella, despreciando esa boca, sus palabras del como su voz con un acento extranjero le quiere demandar, no, no podía ni tan siquiera permitirse que por haberle salvado la vida hará lo que ella quiera.

— Si es castigada, ¿por qué aun no lo ha hecho? No pienso ceder, y si realmente me conociera se arrepentiría de haberme comprado, ¿no conoce mi nombre? Benko Biohó, Biohó , ¿no le dice nada? ¿Quién diablos se cree para ser capaz de decir sandeces? Índole sexual, prohibiciones, ¿cree que lo carnal es algo que me interese? Conozcame, no soy esa clase de animal que ustedes mismos tratan de inculcar, sabe bien que los blancos son los que han venido a corromper nuestro mundo, a destrozarlo, habla de prohibiciones, ¿quién le prohíbe de que venga, de que tome a un negro como objeto? Quizás y es como otras, como otros, mascotas sexuales tratan a uno, los explotan por ser tan inútiles ustedes, si en verdad fuera una dueña como lo son las negras, le obedeceria, pero no llega ni a la mitad de una.

Enfurecido estaba, ¿quién lo estaría por las fachas que están insinuando? piensan que el prejuzgar a los negros es porque es lo cierto, que son animales mal educados, fáciles de domar y maltratar, eso le hervía la sangre, le sacaba de sus casillas, pero no ahí perdería el control, se levantó, enrollando en su cadera la manta, fastidiado, sentándose en el catre y mirando en dirección a la mujer que traía comida y le servía, los olores jamás los había percatado antes, si, se sentía mareado, confundido con el aroma y hasta podría decir que era un asco lo que presentía en ese instante, pero ya solo deseaba pagar por su acción, no servir como tal, pero dar el trabajo suficiente como para no deber nada a nadie, y es por ello que señaló la puerta…

— Debe guardar sus advertencias, solo regresare lo que ha pagado por mí con la retribución del trabajo, no soy un esclavo que eso le quede muy claro, no seguiré ordenes por tal concepto, sino porque tengo una deuda que pagar, no quiero recibir esos detalles, ni querer bautizar con semejante tontería, déjeme con mis cosas, cargare esa cosa de a quien le trabajo, más no a quien le pertenezco.

Indico, y señalo porque necesitaba estar solo, aclaro que no escaparía, y por consiguiente, permanecería ahí, comiendo, recuperándose y lo necesario para que se marchara, no la quería cerca, y al menos de cierta manera le despertó interés, cuando se enteró que tenía esposo, ¿por qué una mujer hace negociaciones? ¿Porque es ella quien trate a sus empleados y demás?
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Mensaje por Lusbella Toussaint Sáb Dic 16, 2017 9:57 pm

En verdad ni ella sabía por qué lo había hecho, no entendía qué la había impulsado a comprar ese a ese esclavo en particular. Algo en su mirada altiva le había atraído, algo en su porte que hablaba de alguien que no aceptaba ser quien era, que no se resignaba a la realidad en la que vivía (casualmente le había atraído lo mismo que ahora le repelía de él). Pero claro que Lusbella no podría explicarle aquello, ¿qué sentido tenía? Él no lo entendería porque ella a penas podía hacerlo.

-Puedo comprar al esclavo que quiera  –le dijo, sin saber que podía sonar altanera o engreída. En realidad no lo decía con mala intención, solo para justificarse-, me ha parecido que podrías ser bueno para el trabajo pesado de esta casa. Como has visto, solo tenemos esclavas mujeres y eso a veces nos dificulta las cosas.

¡Ja! Pero sí que el altanero era él, ¿que sus caminos se habían cruzado? ¡No! ¡Ella había forzado los caminos! ¡Era Lusbella quien lo había elegido! El negro debería aprender cuál era su lugar pronto, porque probable era que acabase pasándola realmente mal en la ciudad.

-No me importa lo que pienses, mucho menos que te esfuerces por explicar cosas sin sentido con palabras cultas. Eres mío y ya –le dijo y dio un paso hacia él-, eres mío aunque aún no te hayas dado cuenta. El tiempo ya me dará la razón y abrirá tus ojos, Benko Biohó. Sabrás también que por más blanca que mi piel sea yo no soy tu enemiga, no he intentado matarte –le recordó, alzando sus palmas extendidas en un gesto de tregua-. Además me conoces hace menos de media hora, ¿te atreves a juzgar si soy buena o mala dueña? Yo no te he juzgado a ti.

¿Por qué tantas explicaciones? El tal Biohó debía ubicarse en su rol de esclavo, ¿se creía que estaban en Versalles, copa de brandy de por medio, debatiendo sobre esclavitud? ¡Pero qué irreal era aquello! No debía aclararle nada, si algo no le gustaba y si se rebelaba, Lusbella no tendría más remedio que castigarle. Y pese a todo eso, las palabras del negro le habían dolido. Que pusiese en duda que ella fuese una buena mujer, humanitaria, que la tratase como malvada y cruel… él no la conocía, no sabía de todos sus esfuerzos por devolverle a sus esclavas la dignidad, de cómo las protegía de todos.

-Come, recupera tus fuerzas. Pídele a Amaé que te hable de mí –dijo, señalando a la mujer que acababa de entrar con el alimento-, que te diga como trato a mis negros y cuánto hago por cuidarles. Mañana preséntate a las ocho de la mañana en la parte trasera de la casa y ahí volveremos a hablar.

Sin más palabras, pero con el orgullo herido por las injustas apreciaciones del negro al que había salvado, Lusbella se marchó de allí. Que el negro le pagase lo que quisiera pagarle, si se sentía en deuda que hiciera entonces lo que sintiese en consecuencia, pero las faltas de respeto no las toleraba, no sabía cómo lidiar con ellas. Amaé podría hablar bien en nombre de ella, era una negra dulce de corazón bondadoso que podía ablandar al corazón más encallecido.
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Mensaje por Invitado Jue Dic 28, 2017 10:15 pm

¿Qué más podía hacer el negro? No estaba en sus tierras, ese mundo es tan desconocido como alguna vez lo fue en la vida de cimarrón que llevo (tristemente, y que aún se aferra pese a quien le pese), por lo que no temía, siempre mantenía la cabeza fría y enfocándose en su lucha. Sin engañar, no quiere herir a nadie pero se empeñan muchos en atacar y entonces ¿cómo evadir aquello?, no llegó a ese lugar por su voluntad y la vida es cruel al haber caído a esa casa, con esa mujer. De alguna manera le alteraba, no importaba al parecer lo que le dijese, lo que quiere lo hace y eso le molesta. Como la maldita comida, su olor es desagradable, no le gusta y por como dijo aquella, para recuperar energías debía de comer (y que tan extraño comía, sin modales pero sin ser asquerosos para ellos).

Junto con una risa siendo imposible de callar, al parecer se sentía ofendida pero ella fue quien comenzó a juzgar, a catalogar bajezas que como hombre le denigran su honor. Y no se diga de los rumbos que los cruzaron, del parentesco en el coraje y la ira en las palabras. Y lo hiciste, replicó en su pensamiento, con ganas de gritarle, liberar toda esa euforia que carga, pero debía detenerse. Era una mujer después de todo, y debía hacer un esfuerzo por no querer callarla. Porque las ganas estaban siempre ahí, de luchar contra ella. Pudiendo ser cualquiera, pero ¿por qué a él, justo tenía que ser ella? ¡Que ni se le acerque! Porque explotara, aunque ya haya aceptado el trabajo, lo único que quedaba era evadir esas disputas.

— ¿Palabras cultas? Por favor, o quizás tenga un mal entendimiento en lo que digo. Pero, ¡basta! Si no quiere que le responda, no siga tratando de ofender que comenzó primeramente. Yo no juzgo por la cascara, ni por lo que llevan dentro, fueron sus acciones las que me impulsaron y sus insinuaciones. Pero por más que me aferre en decirle que no tendré dueño, veo que hará caso omiso. Bien, trabajaré aquí ya dije, pagare por lo que ha dado por mí. Estaré ahí sin falta, señora.

¿Por qué se enojaba? Sí ella era culpable de que perdiese el control, ya era momento de calmarse, por lo que desvió la mirada, y se enfocó en el plato, y después a la mujer que le atendía. Jamás miro a la que alega ser su dueña, en cuanto a la muchacha, hizo un gesto de agradecimiento al juntar las palmas e inclinarse, para después proseguir con la comida. Sin escuchar más de aquella mujer, dio sus indicaciones y en cuanto se marchó, él continuo comiendo del caldo, el sabor no estaba tan mal al olor que desprende, sin preguntar nada acerca de la dueña, pero ella habló, y no la calló, conocía su lengua, y agradeció que no fuese el único con un acento extraño en ese lugar (que al parecer hubo una confusión de términos y por eso se malinterpretaron las cosas), jamás preguntó algo, pero si escuchaba con atención, sin faltarle al respeto, y al último agradeció por la atención cuando termino, y ella comenzó a llevarse los trastos. Cerró la puerta y se recostó en el catre, y sin más se durmió.

Las horas transcurrieron, y en cuanto salió el sol, el cimarrón ya se hallaba de pie, lavándose las manos por haber arreglado unas viejas cosas donde sería su hogar momentáneamente (o eso es lo que pensaba), y al dar la hora, se fue hacia la parte trasera de la casa, con un mejor semblante del anterior, la fiebre descendió, y aunque aún no se acostumbra al ambiente, hacia lo posible por continuar, pero parecía ser temprano, que ahí espero, mirando hacia el frente, y viendo la vestimenta que se le cedió, era cómoda, pero lleva el pensamiento de que parece un títere más en esa casa. Y al capturar una sombra, era ella, no quería pelear, por lo que fue el primero en hablar, pero jamás le miro, no desvió la mirada del paisaje en el frente. Y que no pidan que hable de mi señora, porque eso es decir que tiene dueño, y no lo acepta.

— Buen día, señora. No me disculpare por lo sucedido de ayer, pero también quiero decirle que no soy ese tipo de persona que se aprovecha de los débiles, solo tenga eso en mente. Y a partir de hoy me dijo que comienzo, así que dígame, ¿cuáles serán las actividades que llevare?
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Mensaje por Lusbella Toussaint Vie Ene 19, 2018 9:31 pm

Había pasado una noche pésima, llena de desvelo. Hacía tiempo que no pensaba en algunas cosas y la llegada del nuevo esclavo no había hecho más que removerle todos los recuerdos de su infancia, de su primera adolescencia. Lusbella dio decenas de vueltas en la cama, en la que dormía sola -por fortuna-, incluso pensó en un momento que lo mejor que podía hacer era salir hacia los jardines traseros de su hogar y allí cambiar a cuervo para poder volar durante al menos una hora… Sí que podía ser su salvación mental, pero no lo hizo, transformarse en su casa no era opción pues no solo podía ponerla en peligro a ella -el fantasma de la inquisición estaba siempre presente-, sino también a su familia y eso, que sus hijos o su esposo pasasen un mal momento por culpa suya, sería algo que no podría perdonarse jamás. Se quedó con las ganas, lamentablemente.

Desayunó rápidamente, nada la ponía de peor humor que despertar cansada y era eso lo que le había ocurrido. Lamentablemente para ella, tenía la mañana cargada de diligencias, lo único que esperaba era que el esclavo estuviese menos altivo y maleducado que la noche anterior porque no iba a poder soportarlo y sí que requeriría de su ayuda.

Se despidió de su esposo –que todavía no sabía que había un esclavo hombre en la casa- y de su hija. Tomó al pequeño Ígor de la mano y salieron al jardín trasero, el esclavo ya estaba allí. A Lusbella le hubiera gustado mirarlo a los ojos, principalmente porque necesitaba saber si podía confiar en él, no solo por ella, sino también por Ígor que los acompañaría esa mañana, era demasiado pequeño para ser expuesto a la maledicencia con la que Benko le había hablado a Lusbella en la noche.


-Confiaré en ti y en tu palabra que afirma que no eres dado a aprovecharte de los débiles –le respondió, sin dejarse conmover. Quería quedarse tranquila en presencia del esclavo, que su aura le diera seguridad, pero no lo conseguía y tampoco era algo que dependiera de ella, lo sabía-. Hoy nos acompañará mi hijo de tres años. Saluda, Ígor –instó al pequeño que, como era de risa fácil, le sonrió al esclavo-. Debemos probarnos ropa pues se acercan las épocas en las que París se llena de fiestas.

El niño iría con la muchacha que cuidaba de él, Danielle, pero también era una buena forma de pasar tiempo de madre e hijo. Había lugar para los cuatro en el carruaje, pero ¿no sería riesgoso meter a un negro que a penas conocían junto a ellas y el niño? Se encontraba en esa disyuntiva, pero quería poder confiar en él.

-Pasar estas horas juntos ayudará a conocernos mejor, seguramente luego podamos buscarte otras tareas, pero por lo pronto hoy deberás cuidar de nosotros y ayudarnos con los paquetes que compremos. Vamos -Se encaminó junto a Ígor, que andaba demasiado lento, hacia donde el cochero los aguardaba, Danielle también estaba allí-. Subamos.
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Mensaje por Invitado Miér Ene 24, 2018 9:48 pm

Ya no se sabe lo que más duele, si el hecho de que su familia fue sumergida en la oscuridad o el resultado fatídico de involucrarse en ese lugar, enviándolo al vacío sin ningún retorno. Por qué no lo sabía, no supo que aquella mujer quien le alteraba, quien le salvó, tenía progenie. No había llegado a esa parte, y Amaé no hizo mención de nada, pero ¿por qué le sorprendía, porque es que le resulta afectado?... Si la soledad pudiera contar tantas veces que fue destruido y resistiendo entre el dolor y el miedo posiblemente se pudiera entender el porqué era así. El por qué mira la luz del dia con recelo, y con dolor. ¿Preguntando si es posible que fuese otro castigo por no salvar a su familia?...  ¡Ya no podía regresar! Solo bastaba mirarle, el girarse y el ver como un pequeña sonrisa podía traer un momento de esperanza, tranquilidad y anhelo. (Si pudieran interpretar el interior del cimarrón, verían que está llorando, porque el pequeño Ígor le dio un semblante a su hijo muerto, a sus hijos...tan tortuoso) pero su semblante no cambio, solo inclino la cabeza, dirigiendo el respeto al niño. — Joven Igor, soy Benko, estoy para servirle—. ¡Tan sinceras palabras! El pequeño no tenía culpa de lo sucedido, de los motivos de que un negro haya caído a su hogar, y el que sienta este repudio a la sociedad discriminadora. Sin embargo, la confusión se dio, aún es pequeño, y claro, solo su madre comprende lo que quiso decir Benko.

— Como usted diga, haré todo lo posible por protegerlos en ese caso. Solo dígame que es lo que debo hacer cuando lo requiera, y lo haré. — Comentó el cimarrón. Aunque, ¿se podría seguir diciendo, cimarrón?... Sin más, siguió el paso de ambos, a quien no pudo dejar de mirar a Ígor, realmente el perder a alguien de esa naturaleza, nunca se olvidaría. Pero tuvo que alzar el rostro, ahí estaba una mujer y el cochero, se apresuró para llegar primero y estirar la mano para ayudar a la señora a subir y enseguida al niño. Más faltaba ella, la cuidadora, no hizo de menos e hizo lo mismo… Sin conocer si hizo bien o mal, esa acción lo veía en otros lados, y solo seguía su instinto. Tan así que no sabía si sentarse ahí mismo, y demás acciones que vendrían después, totalmente era una ciudad muy distinta a la que estaba acostumbrado, y hasta que el chofer le hablo, indicando que subiera a donde estaba. Cerró la puerta y al tomar una especie de vara, se deslizó, llegando a este y tomo asiento.

¡Tan sorprendente! El poder mirar el paisaje de esa manera, mirando de un lado a otro. Conversando con el chofer de cómo llegó y quien era. ( o al menos eso trataba, pues su lengua no es común en ese lugar, y con movimientos de manos y confusiones el viaje fue de esa manera) Siendo rara la vez que quisiera que alguien le comprendiera. Lo inusual de ese viaje es que, todo parecía estar a una cierta distancia, al cual llegaron a un espacio muy amplio, conocido como plaza, y esto solo fue a escasos minutos, y del mismo modo que subió, bajo.  Abriendo la puerta del coche, (más porque el hombre a su lado le dio un pequeño empujón, y comprendió lo que quiso decir). — Señora, hemos llegado—. Siguiendo el gesto de ofrecer la mano para ayudar a descender, uno por uno, y al final de la cuidadora, avanzo detrás de ellas, y del pequeño Ígor, examinando el entorno como si fuese un campo de guerra. Ya que nadie sabe lo que podría suceder, y más si desconoce su territorio.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Lun Feb 19, 2018 7:51 pm

Su aura había cambiado significativamente al conocer a Ígor y eso a ella le daba tranquilidad. Subió al coche y viajó hasta el centro de la ciudad en silencio, pensando en el marcado cambio que el esclavo mostraba ese día, en como se había hasta dulcificado –si fuese eso posible- al ver al niño. Podía quedarse tranquila, lo presentía, el esclavo no la traicionaría. Aún así Lusbella no bajaba la guardia como no lo haría jamás una paloma al estar en el nido, cuando de sus hijos se trataba ella era más desconfiada de lo habitual.

Descendieron en el sector más exclusivo del centro de la ciudad pues esa mañana iban en busca de una renovación total de guardarropas.


-Primero vamos a ver la ropa de Ígor –le anunció a Danielle y Benko mientras el coche se alejaba para esperarlos cerca de la esquina-, luego la mía. ¡Buenos días, Phillipe! –Saludó, cuando ingresaron en la tienda, al anciano que le tomaba siempre las medidas al pequeño-. ¿No olvidó que vendríamos, cierto?

Ígor marchó junto a Danielle dispuesto a que el anciano se ocupase de él. Su hijo crecía rápido y se quedaba demasiado pronto sin ropa. Claro que aquello era algo de lo que Lusbella podría desligarse, delegar aquel trámite, pero le gustaba mucho ocuparse de aquello, disfrutaba de visitar las tiendas y elegir.

Pasó su mano por distintos géneros, eligió algunos y ordenó, al hombre que había quedado al frente del negocio, que se usasen para la confección de trajes y chalecos para su esposo y su hijito. En eso estaba cuando su mirada cayó nuevamente en el esclavo que aún la acompañaba.


-¿Tienen ropa como para él? –preguntó y señaló a su esclavo-. Sé que es de espalda muy ancha, pero espero que haya algo ya confeccionado que puedan vendernos…

El joven la miró durante unos segundos, pero no la contrarió y se dispuso a buscar lo que ella le pedía. Lusbella lo entendía, ¿quién compraría en una tienda tan exclusiva ropa para un esclavo? Ella. Le gustaba que todos los que trabajasen en la casa se sintieran a gusto y eso de tener ropa cómoda y buen calzado era fundamental. El hombre le tendió algunas camisas y dos pantalones que parecían que podían irle a Benko.

-Puede probárselo en aquel rincón pero todo lo que él toque deberá pagarlo, señora Toussaint.


-Ya lo sé –le dijo de mal modo ella-, por supuesto que lo pagaré. Toma, Benko –le dijo y le tendió la ropa para que midiese qué le iba bien y qué no-. Prueba tranquilo, todavía tendremos que esperar al menos unos cuarenta minutos aquí.

Lo que no le fuese igual lo pagaría, pues sabía que ellos no podrían venderle a ningún caballero algo que antes se hubiera probado un negro. No importaba, lo que le quedase chico podrían regalarlo en la colecta de beneficencia, o él podría llevarlo a los esclavos de las casas vecinas, seguro que le iría bien llegar con regalos para poder tener algunos amigos.
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Mensaje por Invitado Vie Feb 23, 2018 8:05 pm

Se dirigían a tiendas prestigiosas; edificaciones amplias con ventanales expuestos, así como también locales pequeños pero toda la zona era demasiado llamativa, destacada en el mundo de los ricos, pues a cada paso que daban y el lugar a donde iban, las personas vestían pomposos atuendos, hasta peinados exagerados. Lo que le disgustó fue que cada uno, iba acompañados con un criado, para ya no ser tan expectantes con los esclavos. Tratando de no mirar a ellos, a nadie, pero era imposible en un lugar habitado por estos. Se sintió intimidante, tan despreciable y no hizo mención de su incomodidad conforme iban llegando a una tienda de ropa, ella anunció lo esperado del día, el comprar ropa para el pequeño Ígor y para ella. Siendo un anciano quien recibía a la señora, sorprendido actuó cuando ella les pidió que ingresaran al lugar, la mayoría o quizás lo que siempre se hace es esperar afuera, mientras ellos hacen sus compras. Por lo que siguió los movimientos de la cuidadora, no miraba fijo a los señores, solo se enfocó en bajar la cabeza, pero ¿cómo iba el cimarrón a bajarla? No podía, solo miro en dirección a un mostrador, hasta que le sacó de sus casillas lo que pidió ella. Lo que el señor Phillipe expreso con desagrado en lo que realizaban las medidas para la vestimenta del niño, sin moverse, esperando y siendo observados por las demás señoras. Podía sentir cómo eran criticados, y para no causar problemas solo miro en dirección a la señora Toussaint, pero algo le molesta cuando la mira, cuando es mirado por ella, y su asombro terminó en caminar hacia ella, iba a pedirle que no lo hiciera, que no gastara en él en ese sentido, pero no lo hizo, todos miraban, y el hacerlo pensó que pondría en una difícil situación a la señora. No tenía nada que hacer más que solo obedecer. Tomando los pantalones y las camisas, asintiendo que sigue al muchacho para una especie de vestidor aislado, sin molestar a nadie pero seguían esos susurros, quejándose, llegando al grado de que unas señoras se dispusieron a abandonar la zona, y mientras pasaban, arrojaron la ropa en los pies de Benko, se tragó su coraje, podía notarse como las venas de sus ojos se marcaban, ¡pero no podía quejarse, ni poner en boca a ella!, solo se adentró al hueco solitario al alzar la cortina, se quitó lo que llevaba, y podía decir que estaba cómodo como estaba, pero ya que tenía que comprar lo que tocase. Se lo probó al irse despojando de la que llevaba, donde le quedaron muy bien las camisas pero los pantalones algo cortos y de la cintura le sobraba un poco.

Termino de ponerse como estaba anteriormente, saliendo de ahí que había notado como era vigilado. Él lo comprendió, traduciendo a que no se llevara nada, nadie le dirigía la palabra. Y él llegó a Toussaint.— Me ha quedado todo, señora —. Se quedó frente a ella, sosteniendo aun la ropa, ya que nadie querría tomarla después de que él las usó.

Solo quería irse de ese lugar, transpiraba por el nerviosismo, y el pequeño Ígor ya estaba aguardando, habían terminado de completar las medidas para la ropa, por lo que solo demoraban por Benko, ya necesitaba salir de ahí, el respirar el aire, sentirse libre porque ahí se sintió acorralado, dañado con simples miradas y movimientos silenciosos. ¡Una tremenda grosería! Tan desconocido para él, tan insultante como lo es para cualquiera. Y le salvo un apretón en su brazo, miro distraído hacia este, notando al niño a su lado, sujetando como apoyo para que no caiga, parece el pequeño Ígor haber descubierto su herida de Benko, y solo sonrió, el que jamás quiso ser esclavo y un simple gesto le ayudo, diferenciando a las personas en ese preciso momento. Y le siguió, le llevaba hacia la calle, emitiendo un gesto de inclinación a la señora para retirarse, llevándose la ropa en las manos. Y por primera vez, a un blanco, a  un ser que no noto diferencia de piel, ni de razas, le agradeció su decisión.
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Mensaje por Lusbella Toussaint Miér Abr 18, 2018 8:47 pm

-¡Qué alegría, Benko! –exclamó con sinceridad cuando él le contó que todo le quedaba bien. Deseaba que el esclavo se sintiese cómodo, no solo porque siempre había sentido especial unión con esa raza, sino porque lo mismo había hecho con cada esclava que antes de Benko había tenido. A todas les había obsequiado ropa buena, estaba convencida que la vestimenta fina le daba dignidad a quien la portase.

Lusbella le pasó su cartera a Danielle para que fuera ella quien pagase, pues detestaba manipular dinero. Mientras la mujer saldaba cuentas, ella le hizo una seña al esclavo para que marchase junto a ella y al pequeño pues tenían todavía cosas que hacer. Tocaba ahora cruzar la calle, hacia el salón femenino de telas donde madame Fleur confeccionaba especialmente para Lusbella.


-Benko, lleva al carruaje los paquetes y luego acercarte aquí –le dijo y se metió en la tienda.

Se entretuvo probando sombreros, eran enormes y no le gustaban, pero la moda avisaba que comenzarían a ser de uso obligado para las buenas damas mientras estuviesen en las calles. Ella odiaba esas imposiciones sociales, le parecían absurdas, pero hacía tiempo que había comprendido que no le convenía ser el centro de atención del resto de las mujeres de la alta sociedad, que hablasen mal de ella implicaba que también hablaran mal de su familia y Lusbella no quería exponer a eso a ninguno de sus seres amados, era por eso que se limitaba a llevar lo que debía llevar aunque no le gustase.

Eligió media docena de sombreros y los acercó para que los envolviesen en glamorosos paquetes. Cuando los vio apilados, Lusbella comenzó a inquietarse pues madame Fleur no aparecía con sus vestidos y la hora de la cita ya estaba cumplida.


-¿Le han informado a madame Fleur que he llegado? –preguntó impaciente y la empleada se apuró para responderle que la dueña del lugar estaba con un cliente, que no tardaría en recibirla.

Ah, pero Lusbella se impacientaba cada vez más y su hijo también, el pequeño no dejaba de correr de un lugar al otro, luego en círculos alrededor de su madre, y ni siquiera Danielle podía controlarlo.


-Danielle, vuelve a casa con Ígor y luego dile a Horatio que vuelva a buscarme a mí. Yo me quedaré con Benko –le dijo y la mujer se apresuró a cumplir lo pedido-. ¡Espera, espera –la detuvo-, lleva mis sombreros también!

Tras unos veinte minutos más de espera, Lusbella harta de no tener respuestas se coló por la puerta que daba al taller de madame Fleur dispuesta a presentar su queja. ¿Cómo podía hacer esperar tanto a una clienta de años como era ella? Su enojo se disipó en el acto porque cuando ingresó sintió la presencia de la muerte en la sala. Y no tardó en corroborar que no se equivocaba, la mujer yacía en su charco de sangre y alguien le había cortado la garganta.

Lusbella gritó con todas sus fuerzas antes de acabar desmayada sobre el alfombrado.

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Mensaje por Invitado Mar Mayo 15, 2018 12:02 am

Cómo explicar la sensación de calma que le invadió luego de escuchar a la señora Toussaint, posteriormente  de ser atacado con miradas, acciones marginales y situaciones extremadamente incómodas. ¡Si en verdad supiera ella que se sintió confortable cuando le miro y terminó saliendo del lugar! No por las prendas costosas, ni el sentirse consolado por el pequeño Igor es que se esmera en complacerlos. Lo hacía porque al parecer era lo correcto, ella poseía buenas intenciones y observa cuando alguien porta humanidad. Siendo esa la razón por la que le seguía sin dudarlo, liberándose de la carga que representó entrar en esa tienda, pero no era todo, se dirigen a otra y con mayor prestigio y exigencias dadas.  ¿Cómo terminaría Benko de este recorrido? Mal, muy mal. Y tan pronto salieron, cruzaron la calle con el niño, pensando si era conveniente que la acompañase hasta el interior del local, y como si hubiese leído el pensamiento de Benko, ella habló, pidiendo llevar las cosas, asintió de inmediato, (por él, es que prefiere permanecer afuera), y tomó los paquetes, dirigiéndose al carruaje como lo demandó. ¡Sintiéndose agradecido de esa elección! Pero lastima, tenía que regresar.

Más, el camino fue corto, no gasto demasiada energía para llevar el cargamento, el cochero le ayudo a guardar las cosas y al concluir fue de vuelta a la tienda. Sin embargo, en cuanto ingresó con las pocas ganas, escucho a la señora Toussaint, al parecer no le brindaban un buen servicio y por su tono de voz permaneció a una cierta distancia, pero anunciada su llegada. Optando por mantenerse en silencio pero el pequeño Igor jugaba, estaba intranquilo, y desesperado por la demora en la entrega de prendas, iba a ayudar a la cuidadora para entretener al niño pero ella pidió que regresaran, y se llevaran todo. Él se acercó a la cuidadora y tomó las bolsas y cajas para ayudarle a llevar las cosas y marcharan con cuidado. Sin demorar, llego al cochero y los ayudó a situarse a este, asegurándose de que no olvidasen nada y recordarle que debía regresar por ellos.

Terminando lo más pronto posible por si necesitaba algo la señora, al momento de su regreso se distinguió un grito y después un golpe, ¿que había sido eso? Él corrió olvidándose del lugar si le prohibían la entrada, entro como si fuese dueño del lugar, aventando las puertas y buscando a la señora, siguiendo la poca luz y el pasadizo del local hasta que ahí la vio, tirada, a lado de otra mujer. ¡Sangre! Se asustó que estuviese herida y peor, muerta. Hincándose de inmediato ante ella, la tomó entre sus brazos, alzando con cuidado su cabeza y se agachó para escuchar si respiraba, lo hacía, ¡qué alivio! pero era muy lento, y posó el índice por debajo de sus fosas nasales para sentir el aire, en efecto estaba bien, fue el desmayo provocado por el susto de lo que presenció. Lo cual le hizo recordar la otra mujer, tenía que asegurarse de que estuviese bien la señora, por lo que prosiguió a cargarla, llevándola hacia el sofá más próximo, poniéndola ahí a que descansara y despertara, y fue a ver a la degollada, estaba muerta, demasiada sangre que alcanzo a manchar las ropas de la señora Toussaint, y lo que hizo fue cubrir el cadáver con una extensa prenda, pensando en que podría hacer, porque en sus condiciones no era factible que llamara a la policía, eran los únicos en el local, y por la situación de denigración lo culparían, y traerían mala imagen a la familia. No tenía nada que hacer ya por la difunta, y la señora no despertaba, no podían permanecer más en el lugar, y si la lleva a la casa en ese estado y con las fachadas en las que quedo, asustaría a niño, y no era conveniente hacerlo, ¿qué es lo que debe hacer? ¿A dónde debería llevarla? Estaba con la cabeza en blanco, y su cuerpo por inercia se movió, yendo por ella y la sostiene entre sus brazos, saliendo del local y camina por las calles más solitarias, escuchándose de alguna gente murmullos y críticas, pero él continuo sin detenerse, y pidió en una casa lejana, desconocida, arriesgándose a pedir ayuda.

Era una señora grande, humilde a simple vista y la cual se unió a ayudarlos, brindándole asilo, y un cuarto donde debía de ser de algún hijo le guió, posándola sobre la cama, lucia vieja y reflejaba como si no fuese usada, ella preguntó lo sucedido. Y él respondió con toda sinceridad, era lo menos que podía hacer, la cual deposito una suma confianza, extraño lo era, y quiso que ella le despojara de su ropa y él se saliera, pero ella no tenía manos y apenas se percató de ello, sintió dolor, y frente a ella lo hizo, le fue retirando la ropa ensangrentada, con la más pura intención y con todo el respeto que se merece, nunca fluyo en él algún sentimiento obsceno, la desnudo y le cubrió con la seda blanca, dejando que reposara en aquel lugar, era seguro más en los ojos de la anciana decía que ella estaba en cinta, no sabía con exactitud si era cierto, podría equivocarse pero ahí nació ese deseo de protegerla, inconscientemente su cuerpo se movía para ser un escudo.

— Vamos muchacho, dejémosla dormir, debes también cambiarte, y cuando termines toma una taza de té para que te tranquilice, estas asustado, pero ella estará bien. — . ¿lo estaba? No podía decirlo, pero algo dentro de él le atemorizo el hecho de que algo le sucediera a ella, y por cargar a Lusbella es que apenas se percató de que se manchó de sangre la ropa.  

Yendo detrás de la anciana, con las prendas en manos, se fue a lo que era el patio y ahí, coloco las prendas en un cesto, y percibió la presencia de un niño, como de unos 7 años, escondido.— ¿Quién es ese pequeño?…—La anciana lo llamo y le pidió que lavar la ropa, Benko no permitió eso, no frente a él, y el mismo al despojarse de la ropa y cubrirse con un desgastado pantalón, se dedicó a hacerlo mientras le cuenta quien era ese pequeño y por qué termino sin manos.

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Mensaje por Lusbella Toussaint Jue Mayo 17, 2018 10:31 pm

Se removió lentamente en esa cama que reconoció como ajena. Lusbella iba semidesnuda y eso la asustó mucho más que no comprender lo que había ocurrido con ella. ¿Cómo había llegado hasta allí? No recordaba haberse quitado el vestido. De pronto un pensamiento cruzó su mente con la rapidez de un ave que escapa de la tempestad: Ígor.

-¡Ígor! –gritó y la voz le salió entrecortada-. ¡Ígor! –clamó una vez más y se incorporó bruscamente en la cama, una puntada le respondió en el vientre, recordándole que en ese cuerpo no vivía solo ella.

Ahora que no llevaba el ajustado ropaje, su vientre redondeado despuntaba. Tenía cuatro meses de embarazo, de un embarazo que no había deseado pero que su esposo le había impuesto en pos de la imagen familiar. Así habían nacido sus otros dos hijos también, en cuando su marido tenía algún problema con su familia por los negocios heredados él le pedía tener un hijo para dar imagen de familia seria… éste último había sido producto de las habladurías que indicaban que Jacquin había sido visto en cercanísima compañía de un muchacho en uno de los bares del centro de la ciudad. ¿Qué hizo su esposo entonces? Pedirle a ella que le permitiese embarazarla –por tercera vez- para que su hombría no fuese menoscabada ante la sociedad parisina. Y ahí estaba ella, que no podía negarse nunca a eso -ni a nada que él le pidiese- pues le debía todo a Jacquin Toussaint, incluso su vida.

Lusbella se puso en pie y el suelo le pareció demasiado frío, su naturaleza le pedía despegar de él, abrir alas y volar de un rincón a otro para descubrir dónde estaba. Dio algunos pasos hacia la ventana que daba a un patio algo descuidado, muy antiguo, y descubrió que estaba anocheciendo ya. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que estaba en el centro junto a su Ígor? Poco a poco su mente se aclaró… estaba comprando ropa, necesitaba vestidos un poco más holgados para los meses venideros pues no quería ajustar su vientre con lazos que la lastimasen para esconder su embarazo –como era costumbre entre la alta sociedad-, ella necesitaba comodidad. Había ido a ver a su modista de siempre, pero… La imagen llegó a ella como una bofetada, Madame Fleur en un charco de sangre, muerta.


-Ígor –susurró, pero recordó que lo había enviado a casa con su cuidadora, su pequeñito estaba a salvo.

Sí, se estaban aclarando en ella los recuerdos, pero seguía sin saber dónde estaba. Lusbella oyó voces en el exterior y volvió a asomarse por la ventana, descubrió a Benko –su más reciente esclavo- allí junto a un niño y una anciana, parecían participar de una conversación amena. Solo en ese momento volvió a pensar en qué era esa casa y cómo había llegado hasta allí…


-¡Benko! –lo llamó, esperando ser oída-. ¡Benko, quiero mi ropa!
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Mensaje por Invitado Dom Jun 03, 2018 12:48 am

Parece que la tristeza y el sufrimiento deben marcar el camino de Benko, el escuchar lo sucedido con la familia de la anciana; el cómo termino sin manos, y de aquel pequeño; el único superviviente, le hacían reconocer que las personas son las mismas en diferentes lugares, mismas vivencias que hacen a uno comprenderse y entablar un lazo de gratitud, y nunca de lástima entre ellos. El tener que vivir confrontando esos temores porque al fin de cuentas en eso se convierte, y Benko después de lo que escuchó, contó su historia a la anciana, el cómo perdió a su familia y el que estuviera como esclavo, protegiendo a la señora Toussaint. Mientras tanto, se dedicaba a lavar las prendas, tanto como las de la señora como las suyas, pero no se percató de que el tiempo estaba avanzando demasiado rápido, cayó la noche y ellos seguían hablando, y ella aún no despertaba, o al menos eso creía él hasta que la escucho, se giró (porque estaba de espaldas hacia la ventana donde se asomaba la señora) y se levantó con rapidez, la ropa aún no estaba seca, y con la ayuda de la anciana, fueron a la habitación, y él entró, viéndola como la dejó con anterioridad, con pocas prendas y se giró, por respeto, pero fue por poco tiempo, el grito del niño le hizo voltear, y sostuvo a la señora Toussaint quien había tenido un desequilibrio, la cargo, y la llevó a la cama, recostándola que la vuelve a cubrir.  

— Señora, su ropa aún no está seca, y tuve que retirarla porque estaba manchada de sangre y no podía llevarla en esas condiciones a la casa, la señora Margot junto con su nieto nos dieron alojo, y ella dijo que: está en cinta, no se debe de preocupar más, debe descansar. Ya le hice llegar una carta al señor de que está aquí, y lo que sucedió en la tienda. No pude dejarla inconsciente y mucho menos pedir ayudar allí mismo.

Le miro directo a sus irises, con la sinceridad le pedía, y sabiendo ella solamente lo sucedido en ese lugar, no sabe si halló muerta ya a la mujer o algo más pasó. Por lo que se escuchaba preocupado por ella, arropándola como lo haría un padre para con su hija, de un hombre hacia una mujer. — Descanse, y trate de dormir, ya no demorara el señor y pedí que trajera a su médico para que la revisen para saber que ambos están bien. La señora Margot aseguró que se encuentra bien pero para que esté más segura lo hice.

Parecía confiar en él, y solo Benko se encargó de dar explicaciones, nadie se metió, solo presenciaban el acto, pero pidió que le dejaran a solas con su esclavo la señora, estaba asustada, lo notaba, y algo más le inquietaba estaba seguro. — ¿Qué es lo que sucede? ¿Qué fue lo que sucedió allí? ¿Ya estaba muerta cuando entró? —; se atrevió a tomar sus manos entre las suyas, presionando un poco estás para reconfortar y preguntarle, sin ser correcto eso pero necesitaba saber que le inquietaba, y de inmediato agregó. — Su hijo está bien, se fueron antes de lo sucedido, la cuidadora está a su cargo. No tiene de qué angustiarse, ya no deben demorar en llegar, así que dígame, ¿qué es lo que necesita?

Se quedó en silencio, esperando su petición, pero por más que le pidiese que descansara, ella tenía la última palabra, y no podía hacer mucho en esas condiciones, tendría que dormir bajo ese techo y en cuanto amanezca regresar a la casa y tratar el asunto de la muerte de aquella modista, e informarle al señor lo sucedido, pero mientras tanto tenía que permanecer en esa cama, y no arriesgarse por su embarazo, y más por las emociones acumuladas que bien reciente el bebé.  Porque, para ser franco, ya estaba demorando el señor en llegar, ya tendrían que haber llegado desde hace rato, y no quiso darle otro motivo para que se alterara.  
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Mensaje por Lusbella Toussaint Dom Jun 17, 2018 11:08 pm

Se dejó cargar y arropar por su esclavo solo porque no tenía más alternativas, además hacía tiempo que no se sentía cuidada y contenida así que no iba a rechazar los cuidados porque creía necesitarlos y merecerlos luego de lo vivido hacía solo unas horas en la tienda de ropa. No se sentía débil, tenía fuerzas, pero estaba realmente cansada. No podía sacarse la imagen de la cabeza, era horrible y perturbadora, no quería pensar más en eso pero no podía apartar esas imágenes del cadáver de su mente.

-Debes darle las gracias en mi nombre a estas buenas personas. Han sido tan amables, recuérdame que les hagamos llegar algunos regalos en unos días –le pidió, ya desde la cama otra vez-. Se han portado tan bien con nosotros sin conocernos. Oh, quisiera ir a casa, ¿estamos muy lejos?

Benko había actuado bien y muy rápido, también debería premiarlo a él que, para ser solo su segundo día junto a ella había demostrado acostumbrarse pronto a eso de acompañarla y protegerla. Le parecía increíble que solo la noche anterior lo había comprado, que no había pasado casi nada desde el momento en el que se habían visto por primera vez.

-¿Y ella como lo ha sabido? ¿Como sabe de mi bebé si no le he contado a nadie más que a mi esposo? –le preguntó asustada y se llevó una mano al vientre-. Has hecho bien, Benko. Solo quédate conmigo, me asusté al despertarme y no ver a nadie… fue todo tan horrible, toda esa sangre y mi modista muerta, ¿quién podría hacerle algo así a una mujer tan buena y bondadosa?

Le sorprendió notarlo tan preocupado, tan cariñoso también. Benko había tomado sus manos y las acariciaba como si quisiese darle tranquilidad, lo conseguía a decir verdad, pero Lusbella estaba tan confundida… Ni siquiera podía precisar cuántas horas habían pasado desde el hecho. ¿Habría que dar aviso a la policía? Jacquin, cuando llegase a buscarla, se encargaría de todo como siempre hacía, ella no tendría que pensar en nada pero, ¿cómo iba a olvidar esa escena tan fea?

-Tengo hambre, Benko. ¿Hay algo que podamos comer? Tengo dinero en mi bolsita, aunque no sé dónde está porque cuando desperté estaba así. ¿Tú me has sacado la ropa? –la idea de que él la hubiera visto en enaguas la avergonzó, pese a que por su condición de cambiante estaba acostumbrada a andar sin ropa y a tener que vestirse a las apuradas luego de volver a su forma humana-. Creo que con el estómago lleno veré las cosas de otra forma, podré pensar con mayor claridad.
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Mensaje por Invitado Mar Jul 03, 2018 11:05 pm

¿Qué era lo que debía hacer Benko? ¿Decirle que ya su marido debió de haber llegado por ella, o que no podía ir a casa bajo esas condiciones y más del peligro que acecha hoy en la ciudad de París? Tenía que mantenerla segura, y el estar bajo ese techo le garantiza eso, por ello no era una opción contemplada para él llevarla de regreso, y el anunciarle de la carente presencia de su marido, complicaría la situación, por lo que tuvo que guardar silencio, no hizo mención de ello y por más que brindará el apoyo en presionar sus delicadas y temblorosas manos, tenía que convencerla de que era mejor permanecer donde estaba y esperar a mañana para afrontar lo venidero. Ya que no se sabe lo que está sucediendo allá afuera, y si hay un asesino suelto, y el saber si estaba ligado a ella o solo fue coincidencia, se tenía que analizar todo, pero no en esa noche, tenían que pensar en el bien de esa familia además. — No debería preocuparse por ello, no esperan nada a cambio, sin embargo sería mejor que al pequeño le brindaran apoyo y que la anciana exclusivamente se dedicara a su cuidado—. Comentó con el corazón en la boca, su preocupación por ellos radicó en las condiciones en las que viven, y que aquel niño no tuviera las armas suficientes para sobrevivir y ella que pudiera guiarlo y protegerlo. Siendo esto la debilidad de Benko, siempre quiere ayudar de los que más necesitan y no lo piden, por algo fue el jefe de su etnia, y sus tradiciones y costumbres las lleva con él.  

— Es arriesgado salir dada su condición, preferiría que pase la noche aquí y en cuanto amanezca partir a casa. —ella le soltó, y ¿qué podía hacer él por ella? realmente nada, se quedó observándola, sin moverse, porque tuvo una necesidad de abrazarla, mantenerla en su regazo y protegerla, hacer que se tranquilizara y cayera en sueño, pero a cambio de ello, solo miró, estaba asustada, lo veía en sus irises, tenía miedo lo podía percibir en ella, y ¿quién no lo tendría al presenciar tales actos?…

— A una anciana no se le pueden ocultar las cosas, han vivido más que uno y conocen, ese es el instinto de ser madres, y será mejor que por el bien del bebé y de usted, se quede aquí. —. Estaba invitándola a que descansara, que cerrara los ojos y no pensara más en lo sucedido, y el ver como se acariciaba su vientre, le dio tal sentimiento que simplemente desvió el rostro, claro sin ser notorio, tan reservado era, que ni su sonrisa se podía notar bajo esa dureza oscura.

— Aquí estaré, no debe porque tener miedo, jamás estará sola. Y ante ese suceso descabellado, ya la policía se encargará de hallar al culpable, tienen que pagar por el crimen y hacerle justicia a la modista. — Eso era lo alarmante dado que si hacían previas averiguaciones era un hecho notorio que irían a interrogar a la señora, y todos aquellos que estuvieron en la escena del crimen, como a él. Más no quería pensar más en ello, tenía que velar por ella, y en cuanto anuncio de su hambre, se levantó de la cama. — No se preocupe, la anciana ha preparado la cena, y en cuanto este le traeré para que coma; — pausó, hizo algo indebido, no tenía porqué haberla tocado, ni mucho menos haberla visto en paños menores. — Me disculpo por ello, no fue mi intención verla en esas condiciones, tuve que hacerlo, y no le falté al respeto, no podría. Pero sus prendas estaban manchadas de sangre, no podía permitir que siguiera de esa manera. Aquí deje sus cosas, todo lo que llevaba se encuentra en ese cajón…  

Se dirigió al mueble y señaló dicho cajón, pero al mismo instante alguien tocaba la puerta, y era la anciana, ya llevaba la cena para la señora, y fue a ayudar al pequeño quien llevaba todo. — Gracias, pero también deberían de comer, ya ha pasado tiempo desde nuestra instancia y no he visto que coman, yo me encargo de la señora, y ustedes vayan a comer, o no querrán que la señora los regañé, ¿verdad? — Una extrema cordialidad brindaban, se habían ganado la confianza y el cariño de Benko, personas como ellos hacían que se fortaleciera el cimarrón. Tal que llevó aquella especie de tabla a la cama, colocándola en las piernas de la señora cuando se acomodó. — Con cuidado que está caliente, le caerá muy bien—. Los tres en ese cuarto estaban al pendiente de ella, que ninguno se movió de ahí, hasta el pequeño se fue a sentar a la orilla de la cama, y la anciana tomo un banquillo y se sentó, al parecer no se moverían de ahí hasta que ella terminara.
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