AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Le Havre {Brökk Tollak}
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Le Havre {Brökk Tollak}
Perder es cuestión de método
LE HAVRE - FRANCIA
Gruesas y poco sutiles gotas de agua me mojaban el rostro. Ya esperaba escuchar a mi espalda la voz angustiada y algo manipuladora de mi madre, pidiéndome que me alejara de allí, que no siguiera con la excusa real de que podría enfermarme. "Ya deberías conocerme, madre...no pararé..." supe que esa sería mi respuesta si la escuchara y la repetí en palabras más altas que un pensamiento, pero a mi alrededor el único sonido claro era el del agua chocar violenta entre si y contra las rocas.
Sí, perder era cuestión de método.
Tal parecía que para mis padres era una realidad aprendida desde hace unos largos dos años, o mejor, desde que la familia tuvo que dividir su corazón de ciervo en dos mitades, lugares y continentes.
New Orleans y París como protectoras de una sangre con legado, uno que aunque no era único en el mundo y lo sabíamos, seguía siendo preciado y antiguo y también lo recordábamos con un orgullo que infla con sutileza las fosas nasales y el pecho con violencia. Los Moore como cambiantes llevábamos siglos presentes en los bosques del mundo, sobretodo de América.
Mi padre, Tom Moore, había sido el primer afectado por nuestra ausencia. La de su esposa y sus hijos menores que antes imaginaba como solo un plus a su vida.
Si bien él sentía que estos meses junto a su heredero y primer hijo habían sido fructíferos, que mejor no los habrían poder aprovechado para la conveniencia de la familia, extrañaba las palabras cálidas de su esposa, los regaños disimulados que no pasaban de ser consejos y las voces e irrealidades de sus hijos, esos que no parecían querer ser sombras similares de él. Los que parecían no tomar nada en serio. Yo pensaba en los irreal de creer algo así, si tan solo supiera...
Y el hacendado en sus inmensas tierras gringas con un vaso de su mejor whisky en la mano y el calor de la ciudad del mardi gras, comenzaba a sentir fuerte la ausencia y le sabía a soledad en las mañanas y tardes.
La soledad calaba hondo en los ancianos, me había dado cuenta de ello al ver a mi abuelita, la razón por la que mi madre refinada, mi hermano menor sin ningún despertar como cambiante y yo misma, estuviéramos en Francia.
¿Estaba permitido alegrarse aunque fuera un poco y solo, solo por la libertad y las posibilidades de vida que la enfermedad de un pariente traían a mi vida?
No lo sabía, pero aún con culpabilidad si entendía y reconocía como alegría la pequeña llama en mi pecho, al darme cuenta de todo lo que había logrado desde que madre había recibido la carta de París en puño y letra de mi abuela.
Lo gracioso es que la soledad no calaba hondo para mi, de hecho parecía insuflarme energías estar retirada del núcleo familiar, del mismo que conocía desde hace diecinueve años.
Parecía motivarme a que corriera o caminara cada vez más sola, que creciera a mi voluntad y eso me llenaba el pecho de vida, mucho más que el viento que recio soplaba mientras seguía avanzando hasta el final del alargado fragmento de tierra y piedra que terminaba con un alto faro en la ciudad de Le Havre.
Perder era cuestión de método y mi madre debía estarlo entendiendo bien, sentada en la cómoda al lado de la cama de mi abuela, debía estarse preguntando con desasosiego dónde estaba, cómo estaba, qué pensaba y qué habría pasado si no hubiera sido tan explosiva. Quizás se estaría mordiendo las uñas al mirar por la ventana las calles llenas de carruajes, vendedores y mendigos más allá de la alta reja de metal que nos separaban de la París diaria, se preguntaría...¿Algún día regresaría?
Y yo me preguntaba lo mismo, pero si llevaba mi mano carente de guante a la mejilla que ella me había abofeteado, podía sentir dolor y coraje, no solo la violencia en mi piel del viento de la ciudad costera a la que había escapado como último recurso a las expectativas que mi madre había creado para mi al llegar a Europa y el dinero que ser independiente me daba.
Tuve que esconder la mano bajo mi abrigo, hacía demasiado frío y la humedad de la que me estaba cubriendo no cesaba, era seguro que tendría al regresar al hotel que tomar una gran y caliente taza de té de verde, con canela y un buen baño con algunas notas de esencia de coco y vainilla, dejaría que la habitación se llenara del humo perfumado y dormiría como un cervatillo.
- ¡Niña!¡No se acerque más a la orilla! ¡Aléjese! - las palabras fueron claras, algo extraño con las olas incrementando de tamaño a ambos lados del puente que dejé de atravesar para detenerme y con una sonrisa muy suave mirar de reojo al marinero, ese que movía sus manos en la distancia como si pudiera entender su angustia.
Si no hubiera sido tan obstinada habría obedecido después de escuchar, si no fuera tan terca habría corrido a buscar refugio antes de ver la ola sobre mi y sentirla golpearme, de mecerme mientras me golpeaba contra la roca y me hundía en el agua.
Sí, perder era cuestión de método, el mío había sido sencillo: salir corriendo de casa con una valija prolijamente dotada con útiles de aseo, un libro, mi cuchillo favorito, dinero suficiente y algunos vestidos, comprar un pasaje lo más lejos posible de París con el rostro rojo por el bofetón de mi madre y la rabia del sorprendido, un barco, caballos y chofer, una habitación sencilla con una vista hermosa que suplía cualquier carencia y la gotera en uno de los extremos del cuarto, al igual que el fatal café que hacían en el hotel, un paseo al faro en día de lluvia y tempestad más la importante realidad de nadie saber dónde me encontraba. Por lo menos nadie a quien le importara mi muerte o desaparición.
Mantuve los ojos abiertos por la belleza y la paz que solo siente quien se hunde en el mar, los brazos extendidos y la boca apretada sosteniendo el poco aire que había alcanzado a recolectar de mi alrededor antes de carecer por completo de el.
Ahora parecía estar encerrada en una cúpula, los sonidos se escuchaban lejanos y casi ausentes, el dolor en mi brazo herido no tenía cabida y el hilillo escarlata aún no manchaba del todo mi abrigo blanco para mezclarse con el agua. Tenía mucho frío y sin embargo no era incómodo, podría nadar hasta arriba...pero...me sentía cansada y ausente, demasiado relajada.
Perder...¿a quién le gustaba perder? Solo una cuestión de un método...y a veces era inevitable hacerlo... Pero, ¿a quién le gusta perder?...¿Y ganar? ¿También lo era? ¿Se tenía un método?
¿Habría alguno para una situación así?
Inevitable seguir hundiéndome. La oscuridad seguía bajo mis pies y la verdad temía tocarla.
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April Moore- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2017
Localización : En la cocina de Le Moulin de la Galette
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
Desembarcaban en Le Havre tras su última misión en el norte. Esta vez abatidos, los hombres no entonaban canciones de victoria, no había ido bien. El rey Rannulf recrudecía la guerra que duraba ya más de veinte años, su tiranía no conocía fin, había masacrado un pueblo pesquero y habían ido a recuperarlo, pero cayeron en una emboscada muy bien planificada. Habían regresado dos tercios de los hombres, que no era una mala cifra siendo objetivos, pero su orgullo estaba tocado de muerte. La tempestad les había alcanzado inexorablemente sin más opción que la retirada. El ejército del rey se había permitido el lujo de perseguirlos hasta que embarcaron en Bergen y se perdieron los barcos en dirección a la vecina Francia.
La mayoría bebían ron para calmar el frío y tratar de sobrellevar lo que era la peor ofensa para un vikingo: la retirada. Preferían luchar y blandir el acero hasta morir y alcanzar el Valhalla donde les esperaría una silla en la gran cena.
Pero Brökk no bebía. Era el que peor llevaba aquello. No lo había visto venir, sus dioses no le habían avisado de la masacre que se perpetraría, su legendaria capacidad para hablar con Loki, su dios protector, había fallado al cien por cien y aunque los hombres no se lo recriminaban, él mismo se torturaba al pensarlo. Atracaban en Le Havre, la tempestad los había seguido desde que salieron de Bergen. Serio, taciturno y apartado del resto mascaba su enfado consigo mismo, trataba de digerir tan agrio bocado cuando la voz de un marinero le hizo levantar la vista observando el trajín del puerto. Un bulto vestido de blanco fue engullido con una ola y arrastrado al fondo marino.
¿Por qué lo hizo? quién sabe, realmente era una locura saltar a un mar embravecido y más cuando portaba heridas abiertas, pero quizás su instinto así se lo dictó. Pocas veces se negaba a seguir a ese instinto, pues los dioses lo protegían y más de una vez había hecho verdaderes insensateces con las cuales se había ganado una sonora bronca de Loki y un castigo, amén de cargar con lo que su padre decidiera castigarle. Pero el hechoe s que saltó y en el barco se hizo el revuelo.
Nadó hacia donde había visto caer a la figura de blanco y tuvo que bucear, sintiendo cómo la sal escocía en sus cortes y la sangre que ya había dejado de salir al coagular las heridas, de nuevo brotaba por algunas de ellas. Nada de eso lo detuvo: era un guerrero norteño forjado en acero y hielo. Pasó sus brazos por debajo de las axilas de la mujer, ahora sabía que era una "ella" porque llevaba vestido y cabellos largos y tiró hacia arriba. Jadeó cuando de nuevo entró aire en sus pulmones. La mar estaba embravecida y los mecía como si fueran pequeños corchos, nadó y braceó hasta alcanzar de nuevo el barco, donde sus compañeros lo ayudaron a subir y subieron también a la mujer. Algunos no podían separarse de los aparejos, tenían que atracar el bote antes de que la tormenta los estampase contra las rocas. Los que sí podían se reunieron alrededor de ambas figuras empapadas.
Brökk volteó a la mujer del abrigo blanco y le separó los cabellos pegados de la cara. No respiraba. Sin dudarlo tapó la nariz y aplicó los labios contra su boca insuflándole aire y después repitiendo la maniobra un par de veces hasta que ella tosió y sacó toda el agua que anidaba en sus pulmones. Agotado, con el hombro y el costado sangrando, se retiró su propio pelo de la cara y miró a la muchacha, ahora que la miraba bien, se percató de que era joven y su aura era como la de su padre, una cambiante.
— ...a quién se le ocurre salir a pasear con una tormenta así...— masculló entre dientes.
La mayoría bebían ron para calmar el frío y tratar de sobrellevar lo que era la peor ofensa para un vikingo: la retirada. Preferían luchar y blandir el acero hasta morir y alcanzar el Valhalla donde les esperaría una silla en la gran cena.
Pero Brökk no bebía. Era el que peor llevaba aquello. No lo había visto venir, sus dioses no le habían avisado de la masacre que se perpetraría, su legendaria capacidad para hablar con Loki, su dios protector, había fallado al cien por cien y aunque los hombres no se lo recriminaban, él mismo se torturaba al pensarlo. Atracaban en Le Havre, la tempestad los había seguido desde que salieron de Bergen. Serio, taciturno y apartado del resto mascaba su enfado consigo mismo, trataba de digerir tan agrio bocado cuando la voz de un marinero le hizo levantar la vista observando el trajín del puerto. Un bulto vestido de blanco fue engullido con una ola y arrastrado al fondo marino.
¿Por qué lo hizo? quién sabe, realmente era una locura saltar a un mar embravecido y más cuando portaba heridas abiertas, pero quizás su instinto así se lo dictó. Pocas veces se negaba a seguir a ese instinto, pues los dioses lo protegían y más de una vez había hecho verdaderes insensateces con las cuales se había ganado una sonora bronca de Loki y un castigo, amén de cargar con lo que su padre decidiera castigarle. Pero el hechoe s que saltó y en el barco se hizo el revuelo.
Nadó hacia donde había visto caer a la figura de blanco y tuvo que bucear, sintiendo cómo la sal escocía en sus cortes y la sangre que ya había dejado de salir al coagular las heridas, de nuevo brotaba por algunas de ellas. Nada de eso lo detuvo: era un guerrero norteño forjado en acero y hielo. Pasó sus brazos por debajo de las axilas de la mujer, ahora sabía que era una "ella" porque llevaba vestido y cabellos largos y tiró hacia arriba. Jadeó cuando de nuevo entró aire en sus pulmones. La mar estaba embravecida y los mecía como si fueran pequeños corchos, nadó y braceó hasta alcanzar de nuevo el barco, donde sus compañeros lo ayudaron a subir y subieron también a la mujer. Algunos no podían separarse de los aparejos, tenían que atracar el bote antes de que la tormenta los estampase contra las rocas. Los que sí podían se reunieron alrededor de ambas figuras empapadas.
Brökk volteó a la mujer del abrigo blanco y le separó los cabellos pegados de la cara. No respiraba. Sin dudarlo tapó la nariz y aplicó los labios contra su boca insuflándole aire y después repitiendo la maniobra un par de veces hasta que ella tosió y sacó toda el agua que anidaba en sus pulmones. Agotado, con el hombro y el costado sangrando, se retiró su propio pelo de la cara y miró a la muchacha, ahora que la miraba bien, se percató de que era joven y su aura era como la de su padre, una cambiante.
— ...a quién se le ocurre salir a pasear con una tormenta así...— masculló entre dientes.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/07/2017
Localización : París-Bergen-Nueva Orleans
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
La oscura nada
LE HAVRE - FRANCIA
Alguna vez escuché a dos esclavos en casa - mi verdadera casa en New Orleans- hablar sobre la vida, nada fue tan entretenido como escucharlos dentro del mismo tema hablar de la muerte. Porque si abarcas lo que lo origina todo, debes incluir lo que parece acabarlo y extinguirlo, sobre todo porque algún día será tu turno.
Con extrema exquisites había puesto mis oídos en sus palabras, mientras me mecía en la banca de madera, una que aún cuelga del alto fresno que da la bienvenida a la construcción inmensa donde dormíamos los Moore. Bueno, donde aún mi padre y mi hermano viven. Incluso logré atrasar mi hora de dormir para no perderme tan interesante conversación.
Siempre había hallado apasionante las conversaciones entre negros, poseían una alegría, magia y sinceridad que parecía fuera del mundo en el que habían nacido. Muchas veces me preguntaba si lo mismo que mis ojos veían era lo que ellos vivían, al final me rendí por no poder entenderlos del todo...muchos le llaman cojones, yo también le digo valentía, esperanza y algo de triste conformismo.
Hablaban de una luz muy brillante al final de un túnel negro cuando era la hora de partir, de una voz que claramente se escuchaba y decía "es hora", "aún no", "vuelve". Y hablaban también de extrema paz...
Paz fue lo que yo sentí al ver como los rayos de luz gris del exterior cruzaban el agua, iluminándome y a la gran e interminable masa de líquido azul marino que me rodeaba. Mi mente me engañaría con la ilusión de calidez mientras me aferraba a la última idea, la de ver esa luz de la que había escuchado teniendo siete años.
Nunca he sido una mujer interesada en morir joven, ni he sido triste por mis fracasos y desaciertos más allá de lo normal y mi seriedad, disciplina innata y adquirida por lo que es y han hecho de mi mi familia, sin olvidar por lo que he decidido ser. He llorado, lo acepto y odio hacerlo, eso...eso también lo acepto.
¿Ideas suicidas? Nunca, sabores que probar y paladares que admirar, esa era mi recompensa y habían cosas que hacían la vida mucho más llevadera, muchas otras que seguían asombrándome.
Pero quería saber a lo que mi método para perder me llevaría. - Deberías nadar. - una voz se escuchó en medio del inmenso vacío, pensaba que estaba sola...tonta...sería un desperdicio de espacio estarlo.
- Deberías nadar, te vas a ahogar. - Vi al pez de escamas plateadas nadar frente a mis ojos, los de él que eran grandes, amarillos y saltones me miraban curiosos.
Supe que tenía razón, pero mientras más me dejaba hundir sin ninguna protesta, todo se hacía más cómodo y sencillo. La vida estaba yéndose de mi cuerpo y yo sabía que era el término muerte, pero no sabía su verdad, qué venía más allá, ni para mi ni para los míos. ¿Y si no había nada?
Debía haberlo. Cerré los ojos para la luz que me guiaría, para la voz que me hablaría...aún tenía fe en las historias de los esclavos y en mi actual situación de inminente ahogada se resumía todo a fe ciega.
- Déjala...- chistó una voz más aguda. - Lo que es del mar es del mar. - fue un consejo burdo pero real en una segunda voz acuática, una hembra. Pensé que si fuera una cambiante marina, podría haber sorteado sin dificultad aquel obstáculo que me la comería a ella por su sinceridad dolorosa, imaginé que no temería...¿pero en realidad temía? Un poco, no había sol, ni luna, ni luz de vela que iluminara mi mente oscura en aquel momento y ya sentía que no podía respirar.
Y entonces un pensamiento cruzó. ¿Y si así era la forma en que el mar abrazaba lo que era suyo? ¿Y si era la forma en que me guiaba al túnel? ¿O a la luz? Y entonces ninguna verdad me pareció tan cierta...- Lo que es del mar es del mar. - acepté y así fue como solté sin apego el poco aire que quedaba en mis pulmones y supe que comencé a hundirme más rápido, lo sentía, igual supe que no lo evitaría.
Curioso que los peces, de hecho, los animales fueran los que dictaban mi sentencia...como yo había hecho con algunos, me pareció lo justo antes de sentir un ardor en el pecho.
El futuro más cercano fue frío, silencioso, oscuro y vacío. Los cuatro igual de gigantes y desapercibidos para mi como la nada.
¿Y la vida?
La vida dolió, mucho más de lo que había esperado de morir.
Sentía que mi pecho se incendiaba, mi cuerpo se convulsionó sintiendo la dura superficie bajo el, e incontrolable fue la sensación de toser que pareció poseerme hasta vaciar toda el agua salada que había tragado en mi misterioso e inexplicable descenso a las aguas de Le Havre.
Los sonidos acusaron mis sentidos de ciervo asustado, escuchaba hombres y murmullos, vocablos y voces de asombro, comentarios para esas palabras, algunas risas, silencio, hombres en la distancia trabajando veloces, las olas chocar entre sí y contra una superficie hueca, la tormenta que antes me acompañaba y una frase en una voz gruesa y masculina, muy cercana.
La especie de reproche que escuché me habría hecho sonrojar sin ninguna duda en otro momento, me habría hecho responder como creía debía hacerlo o como mejor me saldría. Lo cierto era que si tenía respuesta, pero era una básica: solo había querido salir a pasear y ya, no había medido consecuencias, ni hecho énfasis en el hecho de que en el hotel habían anunciado temporales a todos los visitantes y yo no lo había escuchado.
Podía intentar encontrar una de esas excusas que tanto odiaba escuchar, pero por ahora solo quería respirar y así lo hice, con calma en una inhalación profunda que en nada fue tímida, seguida de muchas más que se confundieron incluso con suspiros.
Moví los dedos de las manos y sí, podía hacerlo sin ninguna dificultad, coloqué una de ellas en mi pecho, se sentía pesada por el abrigo empapado. Intenté hacerme un suave masaje, como si así pudiera dejar de dolerme la cercanía de la muerte y la realidad de la vida.
Abrí los ojos y el cielo no era muy amable con su gris abundante y negro entre nubes que solo auguraba que las lluvias seguirían y con mucha más fuerza, pero ante mis orbes azules seguía siendo hermoso.
Con pesadez giré la cabeza y lo vi. Por su cercanía y lo empapado que estaba, pensé que él había sido quien me había salvado, pero parecía enojado y esperé no fuera conmigo...aunque tendría sentido si lo veía desde el exterior o desde su lugar...debía parecer una loca o una suicida.
Seguí la ruta de mis ojos hasta sus cabellos rubios y mojados, el camino de las gotas que rodaban por su rostro hasta caer por un varonil mentón, desde mi posición parecía muy alto, de hecho también muy grande. Parpadeos entre una respiración queda que intentaba ser silenciosa para no llamar su atención - mejor sus ojos- sobre mi.
Me sentía cansada, agotada como cuando corría kilómetros siendo un ciervo tras mi hermano y mi padre. Al pasar un poco más de tiempo pude sentarme con esfuerzo, pero no me rendiría, estaba viva...¿habría algo porque rendirse?
Miré a los que me rodeaban con el mismo asombro y detalle que ellos a mi, aunque era claro que por diferentes razones. Eran marineros, pero parecían guerreros y muchos estaban heridos. - ¿Dón...?- por fin pude hablar, o quise hacerlo. La garganta me ardía y la sensación de dolor en el pecho no había desaparecido. Cerré los ojos, pasé saliva con dificultad, carraspeé con suavidad y lo intenté de nuevo.
- ¿Dónde estoy?- Mi voz nunca fue muy alta o dominante, era firme y un poco ronca sin dejar de ser suave y elegante. No pregunté al viento o a quién pudiera responder, me dirigí a él, al que sabía me había salvado. Sin esperar respuesta me arrodillé sobre la madera para ponerme en pie como el cervatillo que apenas aprende a caminar temerosa de caerme, pero yo no era un bebé...así que con coraje apoyé las manos en el suelo y me mantuve erguida una vez lo estuve.
Aún en medio de la tripulación, sentí un sinuoso pero constante bamboleo, lo lógico es que me sintiera mareada, acababa de...morir y renacer...o casi, no lo sabía. Y pude ver que...que...¿estaba en un barco?
Aterrada. Así me sentí al dimensionar que podría jamás volver a casa.
Perder.
Cuestión de método...¿seguía perdiendo acaso?
Un primer paso me sirvió de impulso para seguir avanzando, las gotas que resbalaban desde mis cabellos y toda yo, se mezclaron con las que mojaban el piso por la lluvia. Nadie habría podido seguir mi rastro, pero no fue necesario, los marineros me abrieron paso hasta donde podría ver todo el paisaje.
- ¿Iremos a la costa?- pregunté asustada entre pasos temblorosos, apoyando mis manos y el peso de mi cansancio, de mis ropajes y de mi miedo en la borda. - Quizás sí, quizás no...mademoiselle. - respondió con un extraño acento uno de los hombres a mi espalda.
Giré para verlo, mi rostro mostraría que poco me parecía adecuado el momento para ambivalencias o bromas, de inmediato mi mirada iría al joven, el que que estaba cerca de mi antes de querer explorar por mi misma. Había relajado el semblante y eran suplicas mis ojos, unos orgullosos que no querían decir un "ayúdame" en voz alta y Le Havre parecía cercana, al igual que sus aguas recién conocidas.
Yo era desconfiada por naturaleza y volver a hundirme en el agua que estar con completos desconocidos rumbo a inciertilandia no parecía tan descabellado.- Por favor, por favor...di que sí.- pensé apretando la madera sin dejar de verle.
Con extrema exquisites había puesto mis oídos en sus palabras, mientras me mecía en la banca de madera, una que aún cuelga del alto fresno que da la bienvenida a la construcción inmensa donde dormíamos los Moore. Bueno, donde aún mi padre y mi hermano viven. Incluso logré atrasar mi hora de dormir para no perderme tan interesante conversación.
Siempre había hallado apasionante las conversaciones entre negros, poseían una alegría, magia y sinceridad que parecía fuera del mundo en el que habían nacido. Muchas veces me preguntaba si lo mismo que mis ojos veían era lo que ellos vivían, al final me rendí por no poder entenderlos del todo...muchos le llaman cojones, yo también le digo valentía, esperanza y algo de triste conformismo.
Hablaban de una luz muy brillante al final de un túnel negro cuando era la hora de partir, de una voz que claramente se escuchaba y decía "es hora", "aún no", "vuelve". Y hablaban también de extrema paz...
Paz fue lo que yo sentí al ver como los rayos de luz gris del exterior cruzaban el agua, iluminándome y a la gran e interminable masa de líquido azul marino que me rodeaba. Mi mente me engañaría con la ilusión de calidez mientras me aferraba a la última idea, la de ver esa luz de la que había escuchado teniendo siete años.
Nunca he sido una mujer interesada en morir joven, ni he sido triste por mis fracasos y desaciertos más allá de lo normal y mi seriedad, disciplina innata y adquirida por lo que es y han hecho de mi mi familia, sin olvidar por lo que he decidido ser. He llorado, lo acepto y odio hacerlo, eso...eso también lo acepto.
¿Ideas suicidas? Nunca, sabores que probar y paladares que admirar, esa era mi recompensa y habían cosas que hacían la vida mucho más llevadera, muchas otras que seguían asombrándome.
Pero quería saber a lo que mi método para perder me llevaría. - Deberías nadar. - una voz se escuchó en medio del inmenso vacío, pensaba que estaba sola...tonta...sería un desperdicio de espacio estarlo.
- Deberías nadar, te vas a ahogar. - Vi al pez de escamas plateadas nadar frente a mis ojos, los de él que eran grandes, amarillos y saltones me miraban curiosos.
Supe que tenía razón, pero mientras más me dejaba hundir sin ninguna protesta, todo se hacía más cómodo y sencillo. La vida estaba yéndose de mi cuerpo y yo sabía que era el término muerte, pero no sabía su verdad, qué venía más allá, ni para mi ni para los míos. ¿Y si no había nada?
Debía haberlo. Cerré los ojos para la luz que me guiaría, para la voz que me hablaría...aún tenía fe en las historias de los esclavos y en mi actual situación de inminente ahogada se resumía todo a fe ciega.
- Déjala...- chistó una voz más aguda. - Lo que es del mar es del mar. - fue un consejo burdo pero real en una segunda voz acuática, una hembra. Pensé que si fuera una cambiante marina, podría haber sorteado sin dificultad aquel obstáculo que me la comería a ella por su sinceridad dolorosa, imaginé que no temería...¿pero en realidad temía? Un poco, no había sol, ni luna, ni luz de vela que iluminara mi mente oscura en aquel momento y ya sentía que no podía respirar.
Y entonces un pensamiento cruzó. ¿Y si así era la forma en que el mar abrazaba lo que era suyo? ¿Y si era la forma en que me guiaba al túnel? ¿O a la luz? Y entonces ninguna verdad me pareció tan cierta...- Lo que es del mar es del mar. - acepté y así fue como solté sin apego el poco aire que quedaba en mis pulmones y supe que comencé a hundirme más rápido, lo sentía, igual supe que no lo evitaría.
Curioso que los peces, de hecho, los animales fueran los que dictaban mi sentencia...como yo había hecho con algunos, me pareció lo justo antes de sentir un ardor en el pecho.
El futuro más cercano fue frío, silencioso, oscuro y vacío. Los cuatro igual de gigantes y desapercibidos para mi como la nada.
¿Y la vida?
La vida dolió, mucho más de lo que había esperado de morir.
Sentía que mi pecho se incendiaba, mi cuerpo se convulsionó sintiendo la dura superficie bajo el, e incontrolable fue la sensación de toser que pareció poseerme hasta vaciar toda el agua salada que había tragado en mi misterioso e inexplicable descenso a las aguas de Le Havre.
Los sonidos acusaron mis sentidos de ciervo asustado, escuchaba hombres y murmullos, vocablos y voces de asombro, comentarios para esas palabras, algunas risas, silencio, hombres en la distancia trabajando veloces, las olas chocar entre sí y contra una superficie hueca, la tormenta que antes me acompañaba y una frase en una voz gruesa y masculina, muy cercana.
La especie de reproche que escuché me habría hecho sonrojar sin ninguna duda en otro momento, me habría hecho responder como creía debía hacerlo o como mejor me saldría. Lo cierto era que si tenía respuesta, pero era una básica: solo había querido salir a pasear y ya, no había medido consecuencias, ni hecho énfasis en el hecho de que en el hotel habían anunciado temporales a todos los visitantes y yo no lo había escuchado.
Podía intentar encontrar una de esas excusas que tanto odiaba escuchar, pero por ahora solo quería respirar y así lo hice, con calma en una inhalación profunda que en nada fue tímida, seguida de muchas más que se confundieron incluso con suspiros.
Moví los dedos de las manos y sí, podía hacerlo sin ninguna dificultad, coloqué una de ellas en mi pecho, se sentía pesada por el abrigo empapado. Intenté hacerme un suave masaje, como si así pudiera dejar de dolerme la cercanía de la muerte y la realidad de la vida.
Abrí los ojos y el cielo no era muy amable con su gris abundante y negro entre nubes que solo auguraba que las lluvias seguirían y con mucha más fuerza, pero ante mis orbes azules seguía siendo hermoso.
Con pesadez giré la cabeza y lo vi. Por su cercanía y lo empapado que estaba, pensé que él había sido quien me había salvado, pero parecía enojado y esperé no fuera conmigo...aunque tendría sentido si lo veía desde el exterior o desde su lugar...debía parecer una loca o una suicida.
Seguí la ruta de mis ojos hasta sus cabellos rubios y mojados, el camino de las gotas que rodaban por su rostro hasta caer por un varonil mentón, desde mi posición parecía muy alto, de hecho también muy grande. Parpadeos entre una respiración queda que intentaba ser silenciosa para no llamar su atención - mejor sus ojos- sobre mi.
Me sentía cansada, agotada como cuando corría kilómetros siendo un ciervo tras mi hermano y mi padre. Al pasar un poco más de tiempo pude sentarme con esfuerzo, pero no me rendiría, estaba viva...¿habría algo porque rendirse?
Miré a los que me rodeaban con el mismo asombro y detalle que ellos a mi, aunque era claro que por diferentes razones. Eran marineros, pero parecían guerreros y muchos estaban heridos. - ¿Dón...?- por fin pude hablar, o quise hacerlo. La garganta me ardía y la sensación de dolor en el pecho no había desaparecido. Cerré los ojos, pasé saliva con dificultad, carraspeé con suavidad y lo intenté de nuevo.
- ¿Dónde estoy?- Mi voz nunca fue muy alta o dominante, era firme y un poco ronca sin dejar de ser suave y elegante. No pregunté al viento o a quién pudiera responder, me dirigí a él, al que sabía me había salvado. Sin esperar respuesta me arrodillé sobre la madera para ponerme en pie como el cervatillo que apenas aprende a caminar temerosa de caerme, pero yo no era un bebé...así que con coraje apoyé las manos en el suelo y me mantuve erguida una vez lo estuve.
Aún en medio de la tripulación, sentí un sinuoso pero constante bamboleo, lo lógico es que me sintiera mareada, acababa de...morir y renacer...o casi, no lo sabía. Y pude ver que...que...¿estaba en un barco?
Aterrada. Así me sentí al dimensionar que podría jamás volver a casa.
Perder.
Cuestión de método...¿seguía perdiendo acaso?
Un primer paso me sirvió de impulso para seguir avanzando, las gotas que resbalaban desde mis cabellos y toda yo, se mezclaron con las que mojaban el piso por la lluvia. Nadie habría podido seguir mi rastro, pero no fue necesario, los marineros me abrieron paso hasta donde podría ver todo el paisaje.
- ¿Iremos a la costa?- pregunté asustada entre pasos temblorosos, apoyando mis manos y el peso de mi cansancio, de mis ropajes y de mi miedo en la borda. - Quizás sí, quizás no...mademoiselle. - respondió con un extraño acento uno de los hombres a mi espalda.
Giré para verlo, mi rostro mostraría que poco me parecía adecuado el momento para ambivalencias o bromas, de inmediato mi mirada iría al joven, el que que estaba cerca de mi antes de querer explorar por mi misma. Había relajado el semblante y eran suplicas mis ojos, unos orgullosos que no querían decir un "ayúdame" en voz alta y Le Havre parecía cercana, al igual que sus aguas recién conocidas.
Yo era desconfiada por naturaleza y volver a hundirme en el agua que estar con completos desconocidos rumbo a inciertilandia no parecía tan descabellado.- Por favor, por favor...di que sí.- pensé apretando la madera sin dejar de verle.
.
April Moore- Cambiante Clase Alta
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
El marinero que le había respondido a la mujer estaba en lo cierto. La intención era amarrar en el puerto de Le Havre, pero la tormenta estaba tan rabiosa que acercarse a tierra podía ser peligroso. Se dolió del hombro herido, metió los dedos por debajo de la placa de la hombrera y los sacó manchados de carmesí. Torció el gesto, no iba a morirse de infección, estaba protegido por las salvaguardas que su tía abuela había tejido antes de nacer, pero eso no quitaba que escociese y doliese como un infierno.
Cambió de postura y rotó los hombros, ateridos del frío de la zambullida y miró a la mujer, observando su vestimenta, tenía todas las costuras de una dama de alta clase, la delicadeza propia de quien no ha trabajado jamás bajo el ardiente sol ni ha sufrido los rigores del hambre y el frío. Una niña rica que paseaba al borde de las rocas, inconsciente y caprichosa como presuponía que debía ser. Dirigió sus helados ojos hacia ella cuando lo interpeló.
— Como ha dicho antes Osvald, tal vez sí o tal vez no. La intención es atracar en el puerto pero con esta tormenta ya nos hemos arriesgado bastante a chocar contras las rocas sólo por rescatarte... y ahora... será mejor que te apartes y dejes trabajar. Vamos.— la agarró del codo y la guió hacia una puerta que bajaba hacia la bodega. Aquello era un barco de transporte de mercancías, no había camarotes ni lujosas estancias, sólo barriles, cajas y aperos. La hizo sentar sobre una caja rectangular y pesada y rebuscó por allí entre los petates de los hombres, una manta que sustituyera su abrigo empapado. Cuando la encontró se la tendió.— será mejor que te quites el abrigo o te dará una neumonía. ¿Cómo te llamas? yo soy Brökk, y los hombres de la cubierta son mis compañeros, somos del octavo destacamento del ejército del norte...sólo queremos llegar a tierra.
Se apoyó sobre la pared y sacó del petate un trozo de tela que en algun momento debió ser blanca pero ahora era marrón. Se desabrochó las hombreras y el peto y se quitó la camisa negra que estaba debajo, tenía el hombro con un corte profundo que no había podido curar bien. Se empezó a vendar, pero no podía hacerlo él solo con precisión.
Cambió de postura y rotó los hombros, ateridos del frío de la zambullida y miró a la mujer, observando su vestimenta, tenía todas las costuras de una dama de alta clase, la delicadeza propia de quien no ha trabajado jamás bajo el ardiente sol ni ha sufrido los rigores del hambre y el frío. Una niña rica que paseaba al borde de las rocas, inconsciente y caprichosa como presuponía que debía ser. Dirigió sus helados ojos hacia ella cuando lo interpeló.
— Como ha dicho antes Osvald, tal vez sí o tal vez no. La intención es atracar en el puerto pero con esta tormenta ya nos hemos arriesgado bastante a chocar contras las rocas sólo por rescatarte... y ahora... será mejor que te apartes y dejes trabajar. Vamos.— la agarró del codo y la guió hacia una puerta que bajaba hacia la bodega. Aquello era un barco de transporte de mercancías, no había camarotes ni lujosas estancias, sólo barriles, cajas y aperos. La hizo sentar sobre una caja rectangular y pesada y rebuscó por allí entre los petates de los hombres, una manta que sustituyera su abrigo empapado. Cuando la encontró se la tendió.— será mejor que te quites el abrigo o te dará una neumonía. ¿Cómo te llamas? yo soy Brökk, y los hombres de la cubierta son mis compañeros, somos del octavo destacamento del ejército del norte...sólo queremos llegar a tierra.
Se apoyó sobre la pared y sacó del petate un trozo de tela que en algun momento debió ser blanca pero ahora era marrón. Se desabrochó las hombreras y el peto y se quitó la camisa negra que estaba debajo, tenía el hombro con un corte profundo que no había podido curar bien. Se empezó a vendar, pero no podía hacerlo él solo con precisión.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
EL SOLDADO
LE HAVRE - FRANCIA
Tan incierto mi futuro…tan sinceras y certeras las palabras del joven de cabellos claros como los míos que todos deberían llamar héroe, que yo ya llamaba de esa manera aunque no lo hubiera pronunciado en voz alta y que estaba completando en mi mente.
Tan helada la mirada que me dedicó mientras buscaba con esperanza un sí, regresaremos y aunque el miedo por un mal destino junto a tan particular tripulación iba menguando, aún mantenía la prudencia de siempre, si no me alejaba de la borda podría en serio zambullirme de nuevo ante cualquier sutil amenaza.
Pero según las palabras del que deseaba me respondiera, April Moore...Yo, era la real amenaza para todos en el barco, por mi el destino de los marineros se había tornando indescifrable y el trabajo había aumentado. No percibí mis mejillas rojas, pero lo estaban y llevé mis ojos al faro, tan cercano y tan inalcanzable poder abrazarlo, ambos perdidos entre olas, sal y lluvia.
Será mejor que te apartes y dejes trabajar.
Escuché. ¿Podría enojarme por su trato? Por supuesto, una dama de alta sociedad, con todo lo que había pedido entregado por mi padre y lo que no igual , con modales exquisitos, tratada de una manera que muchos dirían cortante y algo burda, tendría derecho a protestar y quejarme, incluso llorar o hacer pataleta.
Sin embargo no era mi estilo y encontraba la forma en que me dirigió similar a la mía. La forma en que trataba a los empleados en el restaurante, a los cocineros asistentes y mantenía en orden todo en el trabajo, en la hacienda cuando estaba y en mi vida...aunque después del intento de naufragio de hoy el control de mis años y decisiones quedaría en entredicho para muchos...sobretodo para los extraños.
No ofenderían sus palabras de más a mi ego, jamás serían tan frías como el trato de mis padres cuando me regañaban junto a mis hermanos al ser una niña. Ni siendo ahora lo que soy y errando lo que erro o incluso en mis mejores intentos de ser independiente. Crudas, elegantes y sin censura, así eran las opiniones de mis padres.
Cerré los ojos con el viento y la lluvia sin orden o pasividad alguna en mi rostro, entendía su preocupación, en verdad lo hacía y me avergonzaba aún más acciones, pero no podría arrepentirme.
Vamos.
Lo miré y descendería a la mano que tomaba mi brazo, a los demás hombres y de nuevo a la costa mientras nos alejábamos, un último vistazo antes de sumergirme en otro enigma junto a un desconocido. ¿Estaba segura de querer hacerlo? ¿Por qué no? Si intentaba sobrepasarse siempre tenía mi verdadera naturaleza y las habilidades que ella traía, el haber caído al agua por un fenómeno natural no me hacía débil.
Y el enigma sería una bodega, allí descansaríamos ambos de la lluvia más no del vaivén del barco, no me mareaba, solo me hacía sentir intranquila. Pero el silencio que allí abajo se sentía fue un bálsamo para todo lo que acababa de pasar y mi estado de aparente serenidad yo en el fondo sentía que era por él.
Tomé el improvisado asiento sobre la caja, escuché su consejo y pregunta, supe su nombre y me gustó preguntarme si significaría algo, supe quienes eran sus compañeros y él y me intereso, aunque una mezcla de tristeza y desazón por su posible destino me embargó...¿cómo devolverle al hombre de guerra el haberme salvado? Cuánta impotencia, aunque habían hombres protegidos.
Seguí sus movimientos y encontré junto a él pero con mis ojos desde la distancia lo que buscaba. - Lamento lo de allí afuera.- dijo con timidez y vergüenza, bajando la mirada. Me refería a mi cadena de decisiones desafortunadas. - Me llamó April.- dije tomando la manta devolviéndole su presentación.
No vi conveniente levantarme del lugar donde él me había dejado hace unos segundos, como si de una niña se tratara. Debía retomar fuerzas y entrar en calor antes de enfermarme, pero con el pensamiento anterior me fue inevitable preguntarme... ¿acaso me veía como una niña? ¿Y cuántos años tenía él? Se veía de una edad muy similar a la mía.
Quizás era de esos hombres que tenía la necesidad de protegerlo todo, de siempre tener la razón y de que las cosas se hicieran a su manera, tal vez era como mi padre.
Y la simple idea de estar bajo la influencia y el influjo de Tom Moore otra vez, aún hallándome tan lejos de él me calentó las mejillas con un rosa encendido y me hizo sentir odioso el sencillo y reconfortante acto de estar sentada. Suspiré profundo y me quité con dificultad el empapado abrigo, dejándolo a un lado con extremo cuidado, como si estuviera en casa de un Rey o una baronesa tomando té.
Tenía el vestido igual que el abrigo, me incomodaba al moverme y noté una herida en el codo, una que toque con suavidad para saber que tan profunda era y cuánto dolía, era más dolor que sangre y preferí no verla. Escurrí mis cabellos con cuidado e iba secar mi cuello y rostro pensando en que habían algunas velas, además de estar en una habitación de madera y pronto entraríamos en calor cuando vi lo que hacía al dirigir curiosa mis ojos a él. Tenía una herida.
El marrón de la tela no me pareció para nada confiable, a no ser que lo que él deseara fuera contraer una infección o que le amputaran el brazo. Ya había visto heridas en mi vida, graves y superficiales, también tontas. En la familia tienen nuestros hombres Moore la mala costumbre de pelear con otros ciervos o animales cuando desean y deben, y mi hermano menor suele caerse seguido...-sé que suena curioso que hoy me haya pasado al similar...en fin-, debo reconocer que se caía mucho más al empezar a caminar o correr. Incluso yo había corrido con poca suerte en algunas de las cacerías y en mis paseos como cambiante más tranquilos. Así que la sangre no me abochornaba más que un hombre con el torso desnudo.
Me levanté de inmediato dejando el pudor a un lado y caminé a él con determinación, aunque mis movimientos no carecían de suavidad y elegancia.
-No. - dije posando la mano en una de las de él. Me incliné y con facilidad rasgué parte de la falda de mi vestido, nada escandaloso, ya tenia suficiente con que la tela dejara ver algunas formas de mi cuerpo por el agua. Volví a erguirme y comencé la labor mirando antes la herida. - Es profunda y debes tratarla con cuidado. ¿Lo sabías?- le dije mirándolo fijo un instante y seguí en mi tarea, tenía un rasgo peculiar en su mirada...tal vez era la poca luz.
- ¿Entonces eres un soldado?- le pregunté, mientras colocaba el trozo de tela sobre el corte, con una limpieza patrocinada por un reciente chapuzón en agua de mar, esperaba fuera de ayuda para que se curara.
Tan helada la mirada que me dedicó mientras buscaba con esperanza un sí, regresaremos y aunque el miedo por un mal destino junto a tan particular tripulación iba menguando, aún mantenía la prudencia de siempre, si no me alejaba de la borda podría en serio zambullirme de nuevo ante cualquier sutil amenaza.
Pero según las palabras del que deseaba me respondiera, April Moore...Yo, era la real amenaza para todos en el barco, por mi el destino de los marineros se había tornando indescifrable y el trabajo había aumentado. No percibí mis mejillas rojas, pero lo estaban y llevé mis ojos al faro, tan cercano y tan inalcanzable poder abrazarlo, ambos perdidos entre olas, sal y lluvia.
Será mejor que te apartes y dejes trabajar.
Escuché. ¿Podría enojarme por su trato? Por supuesto, una dama de alta sociedad, con todo lo que había pedido entregado por mi padre y lo que no igual , con modales exquisitos, tratada de una manera que muchos dirían cortante y algo burda, tendría derecho a protestar y quejarme, incluso llorar o hacer pataleta.
Sin embargo no era mi estilo y encontraba la forma en que me dirigió similar a la mía. La forma en que trataba a los empleados en el restaurante, a los cocineros asistentes y mantenía en orden todo en el trabajo, en la hacienda cuando estaba y en mi vida...aunque después del intento de naufragio de hoy el control de mis años y decisiones quedaría en entredicho para muchos...sobretodo para los extraños.
No ofenderían sus palabras de más a mi ego, jamás serían tan frías como el trato de mis padres cuando me regañaban junto a mis hermanos al ser una niña. Ni siendo ahora lo que soy y errando lo que erro o incluso en mis mejores intentos de ser independiente. Crudas, elegantes y sin censura, así eran las opiniones de mis padres.
Cerré los ojos con el viento y la lluvia sin orden o pasividad alguna en mi rostro, entendía su preocupación, en verdad lo hacía y me avergonzaba aún más acciones, pero no podría arrepentirme.
Vamos.
Lo miré y descendería a la mano que tomaba mi brazo, a los demás hombres y de nuevo a la costa mientras nos alejábamos, un último vistazo antes de sumergirme en otro enigma junto a un desconocido. ¿Estaba segura de querer hacerlo? ¿Por qué no? Si intentaba sobrepasarse siempre tenía mi verdadera naturaleza y las habilidades que ella traía, el haber caído al agua por un fenómeno natural no me hacía débil.
Y el enigma sería una bodega, allí descansaríamos ambos de la lluvia más no del vaivén del barco, no me mareaba, solo me hacía sentir intranquila. Pero el silencio que allí abajo se sentía fue un bálsamo para todo lo que acababa de pasar y mi estado de aparente serenidad yo en el fondo sentía que era por él.
Tomé el improvisado asiento sobre la caja, escuché su consejo y pregunta, supe su nombre y me gustó preguntarme si significaría algo, supe quienes eran sus compañeros y él y me intereso, aunque una mezcla de tristeza y desazón por su posible destino me embargó...¿cómo devolverle al hombre de guerra el haberme salvado? Cuánta impotencia, aunque habían hombres protegidos.
Seguí sus movimientos y encontré junto a él pero con mis ojos desde la distancia lo que buscaba. - Lamento lo de allí afuera.- dijo con timidez y vergüenza, bajando la mirada. Me refería a mi cadena de decisiones desafortunadas. - Me llamó April.- dije tomando la manta devolviéndole su presentación.
No vi conveniente levantarme del lugar donde él me había dejado hace unos segundos, como si de una niña se tratara. Debía retomar fuerzas y entrar en calor antes de enfermarme, pero con el pensamiento anterior me fue inevitable preguntarme... ¿acaso me veía como una niña? ¿Y cuántos años tenía él? Se veía de una edad muy similar a la mía.
Quizás era de esos hombres que tenía la necesidad de protegerlo todo, de siempre tener la razón y de que las cosas se hicieran a su manera, tal vez era como mi padre.
Y la simple idea de estar bajo la influencia y el influjo de Tom Moore otra vez, aún hallándome tan lejos de él me calentó las mejillas con un rosa encendido y me hizo sentir odioso el sencillo y reconfortante acto de estar sentada. Suspiré profundo y me quité con dificultad el empapado abrigo, dejándolo a un lado con extremo cuidado, como si estuviera en casa de un Rey o una baronesa tomando té.
Tenía el vestido igual que el abrigo, me incomodaba al moverme y noté una herida en el codo, una que toque con suavidad para saber que tan profunda era y cuánto dolía, era más dolor que sangre y preferí no verla. Escurrí mis cabellos con cuidado e iba secar mi cuello y rostro pensando en que habían algunas velas, además de estar en una habitación de madera y pronto entraríamos en calor cuando vi lo que hacía al dirigir curiosa mis ojos a él. Tenía una herida.
El marrón de la tela no me pareció para nada confiable, a no ser que lo que él deseara fuera contraer una infección o que le amputaran el brazo. Ya había visto heridas en mi vida, graves y superficiales, también tontas. En la familia tienen nuestros hombres Moore la mala costumbre de pelear con otros ciervos o animales cuando desean y deben, y mi hermano menor suele caerse seguido...-sé que suena curioso que hoy me haya pasado al similar...en fin-, debo reconocer que se caía mucho más al empezar a caminar o correr. Incluso yo había corrido con poca suerte en algunas de las cacerías y en mis paseos como cambiante más tranquilos. Así que la sangre no me abochornaba más que un hombre con el torso desnudo.
Me levanté de inmediato dejando el pudor a un lado y caminé a él con determinación, aunque mis movimientos no carecían de suavidad y elegancia.
-No. - dije posando la mano en una de las de él. Me incliné y con facilidad rasgué parte de la falda de mi vestido, nada escandaloso, ya tenia suficiente con que la tela dejara ver algunas formas de mi cuerpo por el agua. Volví a erguirme y comencé la labor mirando antes la herida. - Es profunda y debes tratarla con cuidado. ¿Lo sabías?- le dije mirándolo fijo un instante y seguí en mi tarea, tenía un rasgo peculiar en su mirada...tal vez era la poca luz.
- ¿Entonces eres un soldado?- le pregunté, mientras colocaba el trozo de tela sobre el corte, con una limpieza patrocinada por un reciente chapuzón en agua de mar, esperaba fuera de ayuda para que se curara.
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
Trató de amarrar la tela alrededor del hombro sujetándola con los dientes mientras intentaba sin éxito anudarla con una mano. Soltó el bocado al escuchar su nombre.
— Yo nací en abril, bajo el signo del carnero. Mi madre dice que somos tozudos y determinados hasta el extremo...— hizo un breve gesto enarcando las cejas.— supongo que algo de cierto hay.
El barco daba sacudidas por el movimiento recio de las aguas y algunos barriles se habían soltado de debajo de las redes que los sujetaban. Raudo como un conejo saltó una caja pequeña y se lanzó contra uno que iba rodando hacia la chica. Lo detuvo y lo metió bajo la red de cuerda tensando ésta hasta alcanzar el clavo del suelo en el que debía ir enganchada. El esfuerzo hizo que sus músculos tirasen y la herida se abriera de nuevo empapando la tela marrón que ya era un completo desastre.
— Cualquiera diría que te han echado mal de ojo! el universo quiere quitarte de en medio, yo que tú me preocuparía... no voy a estar siempre para salvarte.— le dedicó una sonrisa socarrona, pero sólo porque estaba apretando los dientes, el tirón del hombro le había dado un pinchazo intenso que le había incluso descompuesto las tripas del dolor. Comprobó con la mirada que no había más objetos sueltos danzando por la bodega y finalmente se sentó sobre la caja, aguantando estoicamente el gesto de dolor. La chica se rasgó un trozo del vestido y fue derecha hacia él para curarle. Bien, porque lo necesitaba, y no estaba mal como muestra de agradecimiento por su ayuda.
Se dejó hacer, sentado sin rechistar, las heridas no eran cosa de broma. Los soldados dependían de su buen estado de forma física. Si una herida te impedía empuñar el acero correctamente, estabas muerto. Cuando acabó comprobó la sujeción del nudo de la tela y miró de nuevo a la muchacha.
— ¿en que te conviertes?.— disparó así a bocajarro.— tranquila, tengo cambiantes en la familia y por mi aura habrás notado lo que soy.
— Yo nací en abril, bajo el signo del carnero. Mi madre dice que somos tozudos y determinados hasta el extremo...— hizo un breve gesto enarcando las cejas.— supongo que algo de cierto hay.
El barco daba sacudidas por el movimiento recio de las aguas y algunos barriles se habían soltado de debajo de las redes que los sujetaban. Raudo como un conejo saltó una caja pequeña y se lanzó contra uno que iba rodando hacia la chica. Lo detuvo y lo metió bajo la red de cuerda tensando ésta hasta alcanzar el clavo del suelo en el que debía ir enganchada. El esfuerzo hizo que sus músculos tirasen y la herida se abriera de nuevo empapando la tela marrón que ya era un completo desastre.
— Cualquiera diría que te han echado mal de ojo! el universo quiere quitarte de en medio, yo que tú me preocuparía... no voy a estar siempre para salvarte.— le dedicó una sonrisa socarrona, pero sólo porque estaba apretando los dientes, el tirón del hombro le había dado un pinchazo intenso que le había incluso descompuesto las tripas del dolor. Comprobó con la mirada que no había más objetos sueltos danzando por la bodega y finalmente se sentó sobre la caja, aguantando estoicamente el gesto de dolor. La chica se rasgó un trozo del vestido y fue derecha hacia él para curarle. Bien, porque lo necesitaba, y no estaba mal como muestra de agradecimiento por su ayuda.
Se dejó hacer, sentado sin rechistar, las heridas no eran cosa de broma. Los soldados dependían de su buen estado de forma física. Si una herida te impedía empuñar el acero correctamente, estabas muerto. Cuando acabó comprobó la sujeción del nudo de la tela y miró de nuevo a la muchacha.
— ¿en que te conviertes?.— disparó así a bocajarro.— tranquila, tengo cambiantes en la familia y por mi aura habrás notado lo que soy.
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
EL GUERRERO
LE HAVRE - FRANCIA
Nacido en abril. Una risa curiosa apareció en mis labios.
Así que éramos parecidos en algo, tercos y obstinados.
- Eres un…- hice recuento de aquel recuerdo, tener memoria fotográfica sería de algo. - Un aries.- así se leía en los magazines más osados en norteamérica. - Es cierto lo que tu mamá dice.- asentí, debía ser una mujer muy interesante si le hablaba de aquellas cosas. Recordé a mamá.
- Yo soy virgo. - dije. - Nací en septiembre. Dicen que somos perfeccionistas.- sonreí. - Y todos nacimos en el mismo mes en mi familia. - era algo curioso. - Aunque también soy terca como tu carnero.- sonreí de nuevo mirándolo. Había colocado la venda marrón y fruncí el ceño.
De nuevo el barco se meció y fue un momento extraño y peligroso lo que se desencadenaría. Un barril tras otro y el guerrero los apartó, salvándome de nuevo. Estaba débil, aunque aún podría moverme rápido para esquivarlos. Lo seguí con curiosidad, sabiéndome protegida y era rápido, no era un simple soldado.
Cuando todo estuvo controlado lo escuché, enarqué una ceja asintiendo por su burla, el nórdico era divertido y altanero. - Parece que el agua no es mi elemento.- recordé el suceso cuando viajé a Francia con mi familia, el barco se había mecido por fuertes vientos y algunos días con tormenta y mi hermanito menor había tenido algunas pesadillas.
- Lo sé, pero quién dice que no sé defenderme. - me acerqué y ví la sangre manchar esa tela horrible, la quite de inmediato y miré la herida. - ¿Al llegar a la costa dejarás que te curé como es debido?- le pregunté, aunque tal vez tuviera algo que hacer, lo de la guerra sonaba una cuestión a la cual se le debe dedicar tiempo, supuse que como a todo y la forma al decírmelo me hacía creer que para él era algo cierto.
Seguí en el trabajo, apretando las vendas y colocando una parte en su torso. ¿Jamás me perdonaría ser la chica que se ahogaba en el faro por una ola? Me quedé en silencio mirando si todo había quedado bien y así era, ahora tenía una un trozo de tela de mi vestido en un extraño guerrero noruego.
Su pregunta me hizo estremecer…¿qué era? Hasta ahora reparaba en su aura. Era como la de los chamanes y brujos vudú en casa, había conocido a varios de ellos y los esclavos ya los identificaban contándome quienes eran, aunque nunca había tenido contacto para ningún conjuro, solo había sido curiosidad.
- Si sabes lo que soy deberías saber que somos rápidos.- le dije habiéndome alejado para sentarme sobre la caja de antes. - No suelo meterme en los asuntos de las personas, mi trabajo es servir y va ligado a mi signo según mi padre.- seguí con la corriente del zodiaco. Mi padre siendo el cambiante ahora líder, era el que pregonaba junto al abuelo qué éramos, pero no cualquiera. - Quiero saber por tus labios qué eres.- miré los barriles y sí, habían quedado perfectamente organizados, ya podían estar a salvo en el navío.
- Soy un ciervo. - dije observándolo . Tenía hambre y frío, tomé la manta que estaba un poco húmeda pero no como el abrigo y lo miré. Deseaba ver su reacción, quién diría que algunos años después se mostraría al mundo en las pantallas un final más dulce para una madre que protegiendo a un pequeño cervatillo que conocería amigos animales. Y yo era una mezcla de animal y hombre.
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
— un brujo. Tengo el don de la magia ¿no habías visto ninguno antes? supuse que te lo chivó mi aura, al igual que yo sabía que eras una cambiante por el color de la tuya. Lo que no sabía era el animal en el que cambiabas, eso no me lo dice tu aura.
Se acomodó sobre una de las cajas y con una manta vieja y algo sucia se secó el pelo, la olioó y la terminó por lanzar a un lado, prefería estar mojado que volver a acercarse esa asquerosidad a la piel. Después se sacó las botas un momento para vaciarlas de agua y se quitó los calcetines que colgó de un clavo que sobresalía de las maderas.
— así que un ciervo... vaya. Siento decirte que he cazado a muchos como tú...así que no te pongas a tiro cuando me veas en el bosque, porque puedes acabar en la cazuela.
Eso era una realidad del día a día de los soldados, cazaban para mantenerse y desde luego nunca se había planteado si la pieza cobrada era cien por cien animal o tenía parte de humano. A su pregunta de si le dejaría curarlo bien enarcó una ceja.
— ¿sabes de cuidados de enfermería? no te lo tomes a mal, pero prefiero que me vea alguien que controle ese campo. Además mi madre no dejaría que nadie me tocase nada sin asegurarse de que es el mejor en su especialidad. Es un poco sobreprotectora. Me hizo prometerle que yo no le discutiría como mi padre, que con él ya tiene bastante cruz a cuestas y un hombre vale lo vale su palabra.
Rebuscó otros calcetines en su petate y se los puso, anudando después las botas de nuevo y poniéndose en pie.
— tenemos que atracar este bote en Le Havre, estoy hasta los huevos de pelarme de frío y de este olor a pescado. Ha sido una mala campaña y los hombres sólo quieren irse a casa o a una taberna a olvidarla. Voy arriba a echar una mano, tú quédate aquí y procura no liarla, no te caigas ni te metas bajo los barriles...cuando lleguemos desembarcaremos y todo esta pesadilla acabará... April.
De nuevo apretó los dientes y se sobrepuso al cansacio, al esfuerzo, al frío del chapuzón y al dolor de la herida y subió la escaleta a proa para ayudar a los compañeros a guiar aquel cascarón de nuez a tierra firme. Les costó un par de horas bordear los escollos y atracar finalmente en puerto.
Se acomodó sobre una de las cajas y con una manta vieja y algo sucia se secó el pelo, la olioó y la terminó por lanzar a un lado, prefería estar mojado que volver a acercarse esa asquerosidad a la piel. Después se sacó las botas un momento para vaciarlas de agua y se quitó los calcetines que colgó de un clavo que sobresalía de las maderas.
— así que un ciervo... vaya. Siento decirte que he cazado a muchos como tú...así que no te pongas a tiro cuando me veas en el bosque, porque puedes acabar en la cazuela.
Eso era una realidad del día a día de los soldados, cazaban para mantenerse y desde luego nunca se había planteado si la pieza cobrada era cien por cien animal o tenía parte de humano. A su pregunta de si le dejaría curarlo bien enarcó una ceja.
— ¿sabes de cuidados de enfermería? no te lo tomes a mal, pero prefiero que me vea alguien que controle ese campo. Además mi madre no dejaría que nadie me tocase nada sin asegurarse de que es el mejor en su especialidad. Es un poco sobreprotectora. Me hizo prometerle que yo no le discutiría como mi padre, que con él ya tiene bastante cruz a cuestas y un hombre vale lo vale su palabra.
Rebuscó otros calcetines en su petate y se los puso, anudando después las botas de nuevo y poniéndose en pie.
— tenemos que atracar este bote en Le Havre, estoy hasta los huevos de pelarme de frío y de este olor a pescado. Ha sido una mala campaña y los hombres sólo quieren irse a casa o a una taberna a olvidarla. Voy arriba a echar una mano, tú quédate aquí y procura no liarla, no te caigas ni te metas bajo los barriles...cuando lleguemos desembarcaremos y todo esta pesadilla acabará... April.
De nuevo apretó los dientes y se sobrepuso al cansacio, al esfuerzo, al frío del chapuzón y al dolor de la herida y subió la escaleta a proa para ayudar a los compañeros a guiar aquel cascarón de nuez a tierra firme. Les costó un par de horas bordear los escollos y atracar finalmente en puerto.
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
WELCOME TO THE JUNGLE
LE HAVRE - FRANCIA
Un brujo. sí, había conocido varios en mi vida y aunque mi madre solía rehuirles al abandonar Europa, con los Moore entendería que a veces era bueno aceptar y descifrar lo extraño en vez de repudiarlo, nuestros ancestros habían sobrevivido con cautela y con amigos normales o algo más...mágicos.
Y así debía ser, así seguir siendo y así yo lo había aprendido fácil.
Aunque siguiera férrea en creer que aún corriendo en cuatro patas, aún al aullar a la luna, al conjurar lo inexistente, al tener la sangre como obsesiva y real fuente de vida, al solo respirar contando una hora de muerte viviendo una experiencia solo humana o al tener una que acobarde a cualquiera mientras susurras en las sombras todos somos iguales, todos sentimos furia, el abandono y las bienvenidas, el amor, deseo, la tristeza, sed...el HAMBRE.
¿Y a los fantasmas?
¿Cómo se les alimentaba?
Yo solía rehuir a mis poderes, quizás sentía que debían estar enfocados en satisfacer los apetitos de los demás, lo que de paso sentía que me satisfarían si veía una sonrisa o escuchaba un suspiró profundo en el primer bocado.
Y aún rehuyéndolos, debía aceptar que el aura de él era diferente, siempre lo sería y la mía para él igual aún siendo hijo de cambiante. Me pregunté entre contemplaciones y las pausas entre sus respuestas...¿qué clase de cambiante era su padre? Y no solo pensé en lo que su exterior me diría...perro, lobo, corneja o mirlo, tiburón o pez espada, búho o cuervo, gato o tigre, quizás fuera otro como yo.
Piel, garras, escamas, dientes... no... fui más allá, si mis capacidades eran hablar con nuestros hermanos menores, si me fortalecía al sentir dolor llegando a casi olvidarlo como la honda herida en mi codo y si mi memoria lo recordaba todo desde el vientre, si mi hermano mayor podía como mi padre ver kilómetros de tierra con los ojos cerrados y poder ver lo que veo para dejarme ver lo que él...¿el padre de Brökk con que asombraría a los que lo conocían? ¿Y el mismo?
Mis ojos viajaron con una intriga silenciosa por su rostro.
De vivir con cambiantes en una gran extensión de tierra y pantanos, pasé a extender mis horizontes a otro panorama, había conocido a una gitana y ahora a un brujo nórdico y guerrero, era algo para contar de mi vida, algún día, el arte era encontrar a alguien que mereciera escuchar mis importantes trivialidades y que quisiera escucharlas.
- Sí.- asentí lento con sus movimientos en los orbes. - Te ves como un brujo, solo que tu aura es....- me quedé en silencio mirando un poco más. Es más brillante, especial... un humano diferente. Sonreí por lo grato de la experiencia, quizás era el clima, el clima y el continente.
Escuchar que él también era un depredador de los nuestros me causó cierto recelo, uno claramente hipócrita al pensar que solo entre ciervos nos podíamos devorarnos por mentiras tales como para controlar nuestra población mundial o los apetitos, pero pensar en la posibilidad que plantearía de ser devorada por él fue improbable y divertida, meneé la cabeza con confusión por unos segundos y volví a sonreír.
- No debes disculparte, también he cazado algunos de los míos.- dije con suavidad y honestidad. Esperaba no se alarmara con ello, tampoco era algo que me diera honor pero en mi cabeza tampoco carecía de el. - Lo único que no me agrada es que desees llevarme a tu cazuela.- otra negativa con la cabeza y un encogimiento de hombros, yo no era comida de nadie a no ser que la ley de la jungla lo sentenciara.
¿Cuántos cambiantes habrían muerto de esa manera? ¿Con su único y último pensamiento animal y silencioso? ¿Dejaba de ser diferente que fuera solo un ciervo el que moría? Un escalofrío me recorrió y mi cuerpo buscó calor en la delgada manta sobre mis hombros.
- Creo que si nos encontráramos de esa manera, me transformaría en una mujer de nuevo...tendrías que perdonar mi vida, no cenar ciervo aunque sería seguro que te ayudaría a encontrar algo para tu cazuela y de paso tendrías...que verme desnuda.- un corto pero profundo silencio. - ¿Podrías con eso o huirías?- contuve la risa traviesa por la premisa, me encogí de hombros mirando a otro lugar. Volvería a él con mis ojos azules, mirándole de reojo.
Por supuesto que no había calculado bien la realidad de un encuentro así, pero bastaba con imaginarlo en boceto para sonreír y sonrojarme, para imaginarlo a él incluso sonrojado. ¿Un hijo de Noruega conocería la palabra sonrojo?
- ¿Me reconocerías?- aún más importante. - ¿Detendrías tu flecha?- le interrogué sin esperar una respuesta...aunque la quería. Yo a él no lo olvidaría, mucho había hecho por mi en esa tarde lluviosa, quizás me detendría a preguntarle en el mismo lugar donde nos encontráramos el destino de su guerra y si habría final. Yo tenía una corazonada de que sería larga y dura.
Escuchar sobre su madre y su padre me haría sonreír, se notaba una relación hermosa y equilibrada, un amor por sus hijos sincero. ¿Cómo estaría mamá?¿Le habría ganado el sueño en París? ¿Aún seguiría esperando que volviera?¿Hasta cuando? Mi mente decía, hasta siempre, era mi madre y como la de él, me amaba, a su modo, a su refinado y lejano modo, pero lo hacía.
- De acuerdo, podría intentarlo. Tengo manos suaves, pero tal vez no debemos contradecir a tu madre.- acepté sin rechistar, a veces era mejor no salir en busca del peligro, no confiar en sonrisas de rubias que parecían no controlar su entorno o por lo menos no llevarse cordialmente con sus pasos, menos enojar una madre.
- Encontraremos el mejor médico en la ciudad. dije y me comprometí con la misión, aunque yo no dudaba de mis capacidades, el día de hoy no parecía ser de mis mejores siete y me sentiría aún más culpable si errará...tal vez lo cierto es que hoy si dudaba de mis capacidades. Esperaba que el incluirme no estuviera mal de mi parte, pero era lo mínimo que podía hacer por él, eso y una cena...y aún así estaba segura que seguiría sintiéndome como una deudora el resto de mi vida.
Enarcando una ceja cada vez que sus palabras aparecían graciosas contuve mi sonrisa, aunque era clara por mis ojos azules que brillaban, por mis labios que se curvaban para terminar en mis mejillas sonrojadas. Sí, Brökk pensaba que era una torpe y a mi se me antojaban sus comentarios divertidos, más si salían de los labios que compartían hogar con ese semblante serio que él tenía.
- Creo que sobreviviré.- le dije segura de ello, respondiendo a su preocupación con un poco de dramatismo.
- Has lo que debas hacer.- a mi me gustaban las almas independientes y entendía de largos viajes, tampoco me gustaban excepto por la inmensidad del mar y sus criaturas, el cielo y su silencio, suponía que la guerra y las heridas debía ser un agravante al tedio de meses en alta mar.
Podría jurarle que no era torpe, que no solían pasarme estás cosas...¿pero me creería? Me quedé en silencio y le sonreí con ternura antes de verle partir. - Para mi no ha sido una pesadilla.- susurré muy bajo para encontrarme por completo sola casi en el fondo del barco. Suspiré profundo sin calcular lo que demoraríamos en llegar, en realidad pensé que serían minutos, quizás 30, jamas calculé todo lo que podría hacer en lo que en realidad fue el tiempo allí abajo.
Horas.
Eso costó mi vulnerabilidad y torpeza. Horas en las que el hambre no mermó, el frío seguía siendo un velo delgado entre la manta y mi piel, a pesar de haber pensado que pronto sería la misma April de siempre, de manos tibias y pulso firme y no tembloroso.
Horas divinas. Estuve en esa bodega horas, al principio decidí dormir, muy seguido pensé que era más útil sentarme y observar, luego deduje que sería aburrido ver solo paredes y un suelo de madera de una caja que no dejaba de mecerse. ¿Qué estaría siendo de todos allí arriba?
Sin poder saberlo, terminé buscando como niña tesoros en cajas. Más trapos viejos y ocres que dejaban rastros de polvo en el aire, tosí, agité mi mano intentando limpiar el aire viciado de tiempo y olvido, algunos catalejos bajo las telas, hermosos pero inútiles si no podían ver a través de los muros, otras cajas con trastes y ropa. Algunos libros en la siguiente caja, lecturas de otros tiempos, cartas de viajes, periódicos de varios lugares del mundo ya amarillentos, algunos más nuevos en los que entretuve mi mente.
Pasar unas cuantas páginas esperando ver lo que me encontraría a la vuelta eran una pausa a mis dedos fríos y temblorosos. Noticias del mundo que aún no recorría, datos curiosos sobre temas que yo no conocía en su mayoría y un crucigrama que no quise intentar llenar, no habría tenido ya con qué hacerlo, no había pluma. Que ridícula pensar que si.
Unos bonitos poemas me hicieron buscar el improvisado pero algo cómodo asiento que él me había dejado, mientras ubicaba el periódico por completo en la hoja de mi interés.
Una carta rumbo a Gales
Me pregunta usted dulce señora
qué veo en estos días a este lado del mar.
Me habitan las calles de este país
para usted desconocido,
estas calles donde pasear es hacer un
largo viaje por la llaga,
donde ir a limpia luz
es llenarse los ojos de vendas y murmullos.
Me pregunta
qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
la luz de un frenocomio
que llega serena a entibiar
las más profundas heridas
nacidas de un poblado de días incoloros.
¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque sabe usted, dulce señora,
es este país una confusión de calles y de heridas.
La entero a usted:
aquí hay palmeras cantoras
pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
hasta Java y Burdeos,
hasta el Nepal y su pueblito de Gales,
donde supongo que bebía sombras su querido Dylan Thomas.
Las mujeres de este país son capaces
de coserle un botón al viento,
de vestirlo de organista.
Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo,
no sospecha usted lo que es un país
como un viejo animal conservado
en los más variados alcoholes,
no sospecha usted lo que es vivir
entre lunas de ayer, muertos y despojos.
Me pregunta usted dulce señora
qué veo en estos días a este lado del mar.
Me habitan las calles de este país
para usted desconocido,
estas calles donde pasear es hacer un
largo viaje por la llaga,
donde ir a limpia luz
es llenarse los ojos de vendas y murmullos.
Me pregunta
qué siento en estos días a este lado del mar.
Un alfileteo en el cuerpo,
la luz de un frenocomio
que llega serena a entibiar
las más profundas heridas
nacidas de un poblado de días incoloros.
¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
Porque sabe usted, dulce señora,
es este país una confusión de calles y de heridas.
La entero a usted:
aquí hay palmeras cantoras
pero también hay hombres torturados.
Aquí hay cielos absolutamente desnudos
y mujeres encorvadas al pedal de la Singer
que hubieran podido llegar en su loco pedaleo
hasta Java y Burdeos,
hasta el Nepal y su pueblito de Gales,
donde supongo que bebía sombras su querido Dylan Thomas.
Las mujeres de este país son capaces
de coserle un botón al viento,
de vestirlo de organista.
Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo,
no sospecha usted lo que es un país
como un viejo animal conservado
en los más variados alcoholes,
no sospecha usted lo que es vivir
entre lunas de ayer, muertos y despojos.
Tan hermoso me pareció que pensé que podría ser una canción.
Con avidez seguí en las letras hasta que lo terminé, una avidez que fue superada solo por el cansancio. Busqué el suelo, no por cómodo, fue por extenso. Apoyé la cabeza sobre una de las paredes y con una última visión de aquella bodega, cerré los ojos.
No sospecha usted lo que es vivir
entre lunas de ayer, muertos y despojos.
¿Sería aún tarde o ya la noche caería sin poder nadie evitarlo?¿Había dormido al llegar a Le Havre? No lo recordaba, pero con los versos de la carta que no sabía si llegó a Gales supe que tenía algunas preguntas para Brökk, supe además que quería saber aún porqué el silencio y la completa nada al morir que había sentido. ¿Él habría muerto alguna vez? ¿Y sus padres? ¿Y los mí…
Una canción a la guerra… Abril en un barco de guerra.
Me quedé dormida y recuerdo que mi mente fue toda negra como en el agua. Un azul muy hermoso y luego oscuridad. Desperté algo agitada y noté que me sentía mucho mejor, ser un cambiante era algo bueno, se sentía como mil venados corriendo por las venas junto al viento en las llanuras de la vida. Rojas como los atardeceres de los venados. Mis cabellos ya se habían secado, junto a la ropa y podía levantarme completamente bien. Pero debía salir.
Toqué el abrigo y supe que se había echado a perder. Lamentable, era hermoso y me gustaba. Lo dejé y me aventure a la selva.
Abrí la puerta y salí a las escaleras. En el cielo se veía un arcoiris, noté desde allí abajo dos colores, verde y azul. Respiré el aire fresco y comencé a subir para ver si ya la tranquilidad me decía que habíamos llegado a desembarcar. Vi como todos trabajaban, de un lado a otro en sus oficios que me hizo sentir inútil no hacer algo y me acerqué a uno de los marineros.-¿Puedo ayudar en algo?- el hombre me miró con cara de querer que me quedara quieta, hasta que lo miré odiosa y fui a buscar a Brökk. Él quizá me diría en qué ayudar y cómo seguía del hombro.
April Moore- Cambiante Clase Alta
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
Antes de subir por las escaleras rumbo a la cubierta, la chica le dijo que su aura era...
— Mi madre dice que mi aura es más brillante porque Loki es tan presumido, que hasta a sus protegidos los ilumina más que al resto. Algún día te contaré la historia.— el rostro de April era como una función de teatro completa, tan expresiva, con tantos matices que casi podría decirse que sus gestos, ojos y sonrisas hablaban por sí solos sin necesidad de la voz. Pero claro, si era un ciervo, normalmente esas criaturas mostraban sus "emociones" a través de las miradas. Cuando le dijo aquello de que acabaría transformándose en humana pero tendría que lidiar con su desnudez, enarcó una ceja.— evidentemente no. Los vikingos no sabemos lo que son las mujeres desnudas, nos reproducimos como los hongos ¿lo sabías?. Y claro, del susto seguramente la flecha se dispararía, así que mejor no te pongas a tiro. Y tampoco desnuda, no todos somos vikingos.— le estaba tomando el pelo, pero parecía muy serio al respecto.
Abandonó la bodega para echar una mano arriba, mientras durase la tormenta todos debían arrimar el hombro, el suyo particularmente estaba herido, así que tampoco pudo hacer mucho. Tras unas horas regresó la calma y poco a poco fueron llegando al puerto de Le Havre. El sol se alzó sobre el horizonte arrojando sus infinitos rayos sobre el cascado destacamento norteño. Los hombres estaban exahustos, hambrientos y con ganas d eponer los pies en tierra y olvidar aquella campaña.
La vio llegar mmientras enroscaba unas jarcias y se pasó las manos por el pelo para retirarselo de la cara, su flequillo tenía la longitud exacta para meterse en sus ojos.
— Buenos días "Primavera".— acababa de darle un apodo cariñoso, porque su nombre era el del mes de la primavera, el que nació él. Podría haberla llamado "kamikaze, suicida o sirena" haciendo alusión a lo del día anterior, pero no lo hizo, le gustaban las bromas como al que más, pero no si eran hirientes.— estamos llegando a Le Havre, en pocos minutos bajaremos a tierra. Te acompaño a tu casa, no quiero que te vuelvas a despeñar, porque esta vez no iré a buscarte, estoy demasiado cansado. ¿Cómo piensas recompensar mi ayuda? me debes un buen desayuno o cena.— un marinero gritó algunas cosas y el rubio se apartó para dejar que los que de verdad sabían manejar el barco realizaran las maniobras adecuadas.
El barco atracó en puerto y colocaron la pasarela para desembarcar. Los norteños bajaron tratando de ir erguidos y orgullsos, pero lo cierto es que parecían algo perjudicados y estaban agotados de aquella misión fallida.
— Tendremos un permiso de una semana seguramente. Podrías saldar tu deuda conmigo mañana. ¿Hm?— No era una sugerencia, era una auto-invitación con toda su jeta vikinga. Lo hecho, hecho estaba, ya no podían cambiar el sino de lo que había sucedido en ese campo de batalla, sólo restaba hacerlo mejor la próxima vez. Al menos había salvado una vida, la de esa cambiante, y eso siempre lo consideraba algo bueno. La vida era un don muy valioso, su madre se había matado para ayudar a su padre acabando con el rey Rannulf, y éste, cabezota como era, había ido tras ella hasta el infierno vudú. Y habían regresado, porque la vida era para vivirla, para abrazarla y aceptarla como venía, luchando contra lo que no fuera justo.
— Mi madre dice que mi aura es más brillante porque Loki es tan presumido, que hasta a sus protegidos los ilumina más que al resto. Algún día te contaré la historia.— el rostro de April era como una función de teatro completa, tan expresiva, con tantos matices que casi podría decirse que sus gestos, ojos y sonrisas hablaban por sí solos sin necesidad de la voz. Pero claro, si era un ciervo, normalmente esas criaturas mostraban sus "emociones" a través de las miradas. Cuando le dijo aquello de que acabaría transformándose en humana pero tendría que lidiar con su desnudez, enarcó una ceja.— evidentemente no. Los vikingos no sabemos lo que son las mujeres desnudas, nos reproducimos como los hongos ¿lo sabías?. Y claro, del susto seguramente la flecha se dispararía, así que mejor no te pongas a tiro. Y tampoco desnuda, no todos somos vikingos.— le estaba tomando el pelo, pero parecía muy serio al respecto.
Abandonó la bodega para echar una mano arriba, mientras durase la tormenta todos debían arrimar el hombro, el suyo particularmente estaba herido, así que tampoco pudo hacer mucho. Tras unas horas regresó la calma y poco a poco fueron llegando al puerto de Le Havre. El sol se alzó sobre el horizonte arrojando sus infinitos rayos sobre el cascado destacamento norteño. Los hombres estaban exahustos, hambrientos y con ganas d eponer los pies en tierra y olvidar aquella campaña.
La vio llegar mmientras enroscaba unas jarcias y se pasó las manos por el pelo para retirarselo de la cara, su flequillo tenía la longitud exacta para meterse en sus ojos.
— Buenos días "Primavera".— acababa de darle un apodo cariñoso, porque su nombre era el del mes de la primavera, el que nació él. Podría haberla llamado "kamikaze, suicida o sirena" haciendo alusión a lo del día anterior, pero no lo hizo, le gustaban las bromas como al que más, pero no si eran hirientes.— estamos llegando a Le Havre, en pocos minutos bajaremos a tierra. Te acompaño a tu casa, no quiero que te vuelvas a despeñar, porque esta vez no iré a buscarte, estoy demasiado cansado. ¿Cómo piensas recompensar mi ayuda? me debes un buen desayuno o cena.— un marinero gritó algunas cosas y el rubio se apartó para dejar que los que de verdad sabían manejar el barco realizaran las maniobras adecuadas.
El barco atracó en puerto y colocaron la pasarela para desembarcar. Los norteños bajaron tratando de ir erguidos y orgullsos, pero lo cierto es que parecían algo perjudicados y estaban agotados de aquella misión fallida.
— Tendremos un permiso de una semana seguramente. Podrías saldar tu deuda conmigo mañana. ¿Hm?— No era una sugerencia, era una auto-invitación con toda su jeta vikinga. Lo hecho, hecho estaba, ya no podían cambiar el sino de lo que había sucedido en ese campo de batalla, sólo restaba hacerlo mejor la próxima vez. Al menos había salvado una vida, la de esa cambiante, y eso siempre lo consideraba algo bueno. La vida era un don muy valioso, su madre se había matado para ayudar a su padre acabando con el rey Rannulf, y éste, cabezota como era, había ido tras ella hasta el infierno vudú. Y habían regresado, porque la vida era para vivirla, para abrazarla y aceptarla como venía, luchando contra lo que no fuera justo.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
Extranjeros
LE HAVRE - FRANCIA
Mientras buscaba el rostro que para mí simbolizaba confianza en medio de la luz del alba entre una etérea y tímida neblina de madrugada y entre incontables hombres muy lejos de casa como yo, pensé en lo que había dicho él acerca de la desnudez.
¿Así que los Vikingos no conocían de eso?
Si se pensaba más allá de lo que yo sabía sobre ella era y de tal mentira, era para sonreír y si era más osada, soñar en los campos elíseos donde ninfas y ondinas bailarían entre velos y transparencias para él.
¿Sería atrevido decir que en medio de mi propia fantasía deseé ser una de ellas?
¿Y él? Claro que se negaría al ser un termino nuevo y tan extraño, nadie quería contradecir a un guerrero y menos uno nórdico, aunque alguien podría enseñarle a él aquella bella y algo prohibida palabra de ocho letras...Desnudez....Me sonrojé sin reconocer su rostro en el siguiente grupo de marinos sobre cubierta.
¿Y qué sabía yo de la desnudez?
No mucho, pero tenía mis íntimos momentos, tenía la propia como todos y la vivía a mi modo, ¿la disfrutaba? Sí, despojarse de prendas era más fácil que descubrir pensamientos y emociones sentada en el borde negro y blanco de la vida. No había pasado de contemplarme en el espejo en completa soledad o en una tina de agua tibia como la que ahora necesitaba. A solas, entre velas o luz de hora, sola con mi piel y la suavidad de la alfombra latente bajo las plantas de los pies. April Moore con April Moore.
Recordaba la de mi madre, cuando a veces dejaba que su silueta se colara juguetona y carente de ropa entre pasillos llenos de cortinas de seda, seduciendo a mi padre por la hacienda en New Orleans. La de mi hermano menor al ser bañado y vestido por las esclavas o al querer serlo, aún hacía eso de correr por el lugar que estuviese desnudo, poniendo a prueba la resistencia y paciencia de la servidumbre y nanas a la hora de querer darle una ducha.
Y aún así nunca había visto la de otro hombre, bueno...la de un hombre, Misha, mi hermano, el Moore más joven tiene 8 años, lo que estoy segura le da el título de niño aún.
Desnudez... la conocía también de estar con las esclavas que con sonrisas y amenas charlas tomaban sus baños de luna y sol en los lagos y ríos de casa, baños que yo misma a veces tomaría, incluso en las cercanías de París y la cierta distancia de mi hogar.
¿El chapuzón de hoy contaba de luna o de sol?
Reí sola mientras caminaba, me tenía que detener y seguir para no ser una carga...de nuevo. ¿Donde dormirían todos ellos? Era increíble que un barco tan grande tuviera tan pocos lugares para descansar. Algunos hombres estaban heridos, pero seguían trabajando. Y él, el de aura brillante porque según lo entendido Loki le protegía y esa era su vanidosa muestra, seguía inmerso en su tarea sin aún verme, me seguí acercando, esquivando con naturalidad los obstáculos, los hombres, el sudor y su olor, la forma en que muchos se veían exhaustos por el viaje con cargas finales en su día.
Pero ya estábamos en buen puerto, aunque la bienvenida hubiera sido algo intensa.
Supe que sabía de mi presencia, lo vi peinarse sin detener mi avance a él, mis labios le darían una sonrisa casi invisible, pero existente y llena de alivio al haberlo encontrado, acompañada de unas mejillas que se tiñeron con un sonrojo carmesí tenue.
Creo que el ser ya de día jamás fue tan claro como al escucharlo de sus labios, Incliné la cabeza a modo de saludo y lo miré. - Brökk, hijo de esporas.- porque si por hongos se reproducían, de brillantes esporas de colores debían nacer. - Acepto que me acompañes a casa.- amplié un poco más la sonrisa y mi corazón latió por unos segundos más rápido.
Ciervo quédate quieta, me dije.
- Y por supuesto que recompensaré tu ayuda.- le sonreí y tomé unas cuerdas, inclinándome para ayudar a enroscarlas. No me sentía cansada, pero mi parte humana me pedía un sueño, una cama cómoda y caliente, más claramente algo de comer. Parte a parte del mismo lazo con facilidad fue pasando y asegurando entre mis manos.
- Sé que estás cansado, pero debemos revisar primero tu herida.- lo contemplé. Era algo que me parecía importante y le debía. - Ya podrás ir a dormir lo que desees, pero no toda la vida.- negué con la cabeza, lo miré y me levanté con la soga para entregársela, el tono fue en broma pero iba cargado de cierta melancolía. La guerra, ¿dónde había dejado la hoja del periódico con el poema?
Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo.
Levanté la mirada al cielo, el arco se hacía más visible entre nubes y el sol. -¿Los vikingos tampoco conocen los arcoiris?- bajé a tomar otra cuerda sin sonreír, como él anteriormente. - ¿Llovió toda la noche?- le pregunté con curiosidad y volví a asentir.
- Nos veremos mañana y te daré una cena, si gustas un desayuno también si llegas temprano.- le dije cortés sin sostenerle la mirada, acepté que un encuentro al día siguiente y qué mejor que cocinando para quien me había salvado. De alguna manera lo haría en el hotel, esperaba fuera de su agrado. ¿Qué podría salir mal? Era el pago que se debía, parte de el.
- Así podrías acompañarme a hacer algo antes de volver a París.- le guiñé un ojo y miré al faro, era una idea que sola o acompañada persistiría en crear o en intentarlo. - Por cierto, ¿Primavera?- pensé menos de un instante o fingí que lo hacía. - Me gusta.- no lo había pasado por alto, era dulce el ser nombrada de esa manera.
¿Así que los Vikingos no conocían de eso?
Si se pensaba más allá de lo que yo sabía sobre ella era y de tal mentira, era para sonreír y si era más osada, soñar en los campos elíseos donde ninfas y ondinas bailarían entre velos y transparencias para él.
¿Sería atrevido decir que en medio de mi propia fantasía deseé ser una de ellas?
¿Y él? Claro que se negaría al ser un termino nuevo y tan extraño, nadie quería contradecir a un guerrero y menos uno nórdico, aunque alguien podría enseñarle a él aquella bella y algo prohibida palabra de ocho letras...Desnudez....Me sonrojé sin reconocer su rostro en el siguiente grupo de marinos sobre cubierta.
¿Y qué sabía yo de la desnudez?
No mucho, pero tenía mis íntimos momentos, tenía la propia como todos y la vivía a mi modo, ¿la disfrutaba? Sí, despojarse de prendas era más fácil que descubrir pensamientos y emociones sentada en el borde negro y blanco de la vida. No había pasado de contemplarme en el espejo en completa soledad o en una tina de agua tibia como la que ahora necesitaba. A solas, entre velas o luz de hora, sola con mi piel y la suavidad de la alfombra latente bajo las plantas de los pies. April Moore con April Moore.
Recordaba la de mi madre, cuando a veces dejaba que su silueta se colara juguetona y carente de ropa entre pasillos llenos de cortinas de seda, seduciendo a mi padre por la hacienda en New Orleans. La de mi hermano menor al ser bañado y vestido por las esclavas o al querer serlo, aún hacía eso de correr por el lugar que estuviese desnudo, poniendo a prueba la resistencia y paciencia de la servidumbre y nanas a la hora de querer darle una ducha.
Y aún así nunca había visto la de otro hombre, bueno...la de un hombre, Misha, mi hermano, el Moore más joven tiene 8 años, lo que estoy segura le da el título de niño aún.
Desnudez... la conocía también de estar con las esclavas que con sonrisas y amenas charlas tomaban sus baños de luna y sol en los lagos y ríos de casa, baños que yo misma a veces tomaría, incluso en las cercanías de París y la cierta distancia de mi hogar.
¿El chapuzón de hoy contaba de luna o de sol?
Reí sola mientras caminaba, me tenía que detener y seguir para no ser una carga...de nuevo. ¿Donde dormirían todos ellos? Era increíble que un barco tan grande tuviera tan pocos lugares para descansar. Algunos hombres estaban heridos, pero seguían trabajando. Y él, el de aura brillante porque según lo entendido Loki le protegía y esa era su vanidosa muestra, seguía inmerso en su tarea sin aún verme, me seguí acercando, esquivando con naturalidad los obstáculos, los hombres, el sudor y su olor, la forma en que muchos se veían exhaustos por el viaje con cargas finales en su día.
Pero ya estábamos en buen puerto, aunque la bienvenida hubiera sido algo intensa.
Supe que sabía de mi presencia, lo vi peinarse sin detener mi avance a él, mis labios le darían una sonrisa casi invisible, pero existente y llena de alivio al haberlo encontrado, acompañada de unas mejillas que se tiñeron con un sonrojo carmesí tenue.
Creo que el ser ya de día jamás fue tan claro como al escucharlo de sus labios, Incliné la cabeza a modo de saludo y lo miré. - Brökk, hijo de esporas.- porque si por hongos se reproducían, de brillantes esporas de colores debían nacer. - Acepto que me acompañes a casa.- amplié un poco más la sonrisa y mi corazón latió por unos segundos más rápido.
Ciervo quédate quieta, me dije.
- Y por supuesto que recompensaré tu ayuda.- le sonreí y tomé unas cuerdas, inclinándome para ayudar a enroscarlas. No me sentía cansada, pero mi parte humana me pedía un sueño, una cama cómoda y caliente, más claramente algo de comer. Parte a parte del mismo lazo con facilidad fue pasando y asegurando entre mis manos.
- Sé que estás cansado, pero debemos revisar primero tu herida.- lo contemplé. Era algo que me parecía importante y le debía. - Ya podrás ir a dormir lo que desees, pero no toda la vida.- negué con la cabeza, lo miré y me levanté con la soga para entregársela, el tono fue en broma pero iba cargado de cierta melancolía. La guerra, ¿dónde había dejado la hoja del periódico con el poema?
Aquí crecen la rabia y las orquídeas por parejo.
Levanté la mirada al cielo, el arco se hacía más visible entre nubes y el sol. -¿Los vikingos tampoco conocen los arcoiris?- bajé a tomar otra cuerda sin sonreír, como él anteriormente. - ¿Llovió toda la noche?- le pregunté con curiosidad y volví a asentir.
- Nos veremos mañana y te daré una cena, si gustas un desayuno también si llegas temprano.- le dije cortés sin sostenerle la mirada, acepté que un encuentro al día siguiente y qué mejor que cocinando para quien me había salvado. De alguna manera lo haría en el hotel, esperaba fuera de su agrado. ¿Qué podría salir mal? Era el pago que se debía, parte de el.
- Así podrías acompañarme a hacer algo antes de volver a París.- le guiñé un ojo y miré al faro, era una idea que sola o acompañada persistiría en crear o en intentarlo. - Por cierto, ¿Primavera?- pensé menos de un instante o fingí que lo hacía. - Me gusta.- no lo había pasado por alto, era dulce el ser nombrada de esa manera.
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April Moore- Cambiante Clase Alta
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
Ahogó media carcajada cuando escuchó a April llamarle "hijo de las esporas", habían perdido hermanos y compañeros en esa batalla y reir en ese momento habría sido de mal gusto. Pero estaban forjados en la guerra y los nórdicos sabían que el Valhalla les esperaba, el salón y la mesa para el Gran Banquete estaban listos para todo aquel que luchara por sus dioses, las Valquirias preparadas y el lugar reservado.
No eran pocos los que le preguntaban cómo era Asgard, ya que él había estado. Y siempre contestaba que era el lugar más increíble jamás pisado por sus pies, y aunque no había estado en ese lugar prometido a la muerte de cada vikingo, si les contaba como era el Bifröst, el puente arcoiris que custodiaba Heimdall con esmero. El guardián del puente que unía Midgard, la tierra de los hombres, con Asgard (la de los dioses, los Æsir) tenía tan buen oído que podía escuchar la hierba crecer, así que nada escapaba de su vigilancia, y si alguien se resentaba en sus puertas hacía sonar el cuerno.
Los norteños se unirían en alguna taberna a beber por los caidos y celebrar su cruce por el Bifröst hasta la tierra prometida. Pero hasta entonces, los semblantes sombrío marcaban el comportamiento.
— De acuerdo, te acompaño, me curas y después regresaré con los míos a honrar a los caídos, es lo que debo hacer. Dejaremos para mañana el pago por mi zambullida. Claro que conocemos los arcoiris ¿no has oído hablar del Bifröst? te lo contaré mientras cenamos.
Tomó el cabo de la cuerda que le ofrecía la muchacha y lo enroscó antes de dejarlo en manos del personal de a bordo porque ya llegaban.
Desembarcaron por la pasarela a tierra firme y en los restos del ejército cada cual se marchó por su camino en busca de una taberna, posada, burdel o lo que cada cual gustase. Brökk la acompañó como habían pactado.
— Primavera porque tu nombre recuerda a esa época del año. A mi madre le gustaba el invierno, porque entre nieves heladas es cuando conoció a mi padre. Pero dice que mi llegada le cambió de parecer, que fui el sol que necesitaban en medio del caos y lo oscuro.
No eran pocos los que le preguntaban cómo era Asgard, ya que él había estado. Y siempre contestaba que era el lugar más increíble jamás pisado por sus pies, y aunque no había estado en ese lugar prometido a la muerte de cada vikingo, si les contaba como era el Bifröst, el puente arcoiris que custodiaba Heimdall con esmero. El guardián del puente que unía Midgard, la tierra de los hombres, con Asgard (la de los dioses, los Æsir) tenía tan buen oído que podía escuchar la hierba crecer, así que nada escapaba de su vigilancia, y si alguien se resentaba en sus puertas hacía sonar el cuerno.
Los norteños se unirían en alguna taberna a beber por los caidos y celebrar su cruce por el Bifröst hasta la tierra prometida. Pero hasta entonces, los semblantes sombrío marcaban el comportamiento.
— De acuerdo, te acompaño, me curas y después regresaré con los míos a honrar a los caídos, es lo que debo hacer. Dejaremos para mañana el pago por mi zambullida. Claro que conocemos los arcoiris ¿no has oído hablar del Bifröst? te lo contaré mientras cenamos.
Tomó el cabo de la cuerda que le ofrecía la muchacha y lo enroscó antes de dejarlo en manos del personal de a bordo porque ya llegaban.
Desembarcaron por la pasarela a tierra firme y en los restos del ejército cada cual se marchó por su camino en busca de una taberna, posada, burdel o lo que cada cual gustase. Brökk la acompañó como habían pactado.
— Primavera porque tu nombre recuerda a esa época del año. A mi madre le gustaba el invierno, porque entre nieves heladas es cuando conoció a mi padre. Pero dice que mi llegada le cambió de parecer, que fui el sol que necesitaban en medio del caos y lo oscuro.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/07/2017
Localización : París-Bergen-Nueva Orleans
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
THE WOUND
LE HAVRE - FRANCIA
Un asentimiento -quizás demasiado enérgico de mi parte- se dejó ver desde mi cabeza hasta mi torso, al escucharlo decir que me permitiría curarlo, había obtenido una victoria sin insistir demasiado y eso siempre era gratificante, lo sería en cualquier escenario y mucho más en uno que hablara de deudas de vida, de los pagos voluntarios y de corazón.
Lo único que podría llegar a ser malo, una mancha en mi celebración y que me hizo sonrojar fue dejar tan fácilmente notorio que me gustaba que hubiera aceptado, que se diera cuenta que en mucha o poca medida había disfrutado del escaso tiempo a su lado, que disfrutaría del que venía sin importar si eran horas o minutos y que en realidad pensaba que el no haberme ahogado no se hubiera hecho más celebre y trascendental sin su presencia...si hubiera sido yo la que ascendía sola al exterior. Si no hubiera necesitado un héroe, la historia aunque sería un ejemplo y triunfo de mi fuerza, sería uno que compartir en soledad con una copa de vino, luego de un baño con el crepitar de la llama en la chimenea de mi habitación en el hotel y en completo silencio...a punto de morir...
Además del sencillo hecho de que lograr lo que se deseaba con ayuda o no, y sin ningún esfuerzo, era siempre satisfactorio...supongo que la satisfacción era igual para todos, la mía se sentía como un abrazo cálido y una paleta luego de una apacible visita al odontólogo.
Sonreí. - Prometo que seré suave con tu herida.- era un compromiso, me aseguraría de que no sintiera nada. - Y puedes ir a honrar a tus hermanos caídos. Es justo.- terminé de entregar la otra cuerda.
- El bifrost...- hice memoria, curiosa esa frase en un ser como yo. - He leído sobre un puente entre mundos. Pero nunca lo he visto…- deseaba preguntar... ¿es un arcoiris?¿Es gigante? ¿Tiene fin? Pero esperaría hasta la cena. - Lo que me cuentes quedara en mi memoria para siempre, al igual que esto. Tengo buena memoria - decir eso era poco, - y son flashes que toma mi cabeza. ¿Conoces a alguien así?- le pregunté. Sería interesante alargar mi lista de personas con aquella habilidad, por ahora los únicos éramos mi abuelo paterno y yo. ¿Lo sentirían los demás como nosotros?
Caminamos a tierra con una ciudad que recién despertaba, parecíamos los más cansados en medio de los rostros franceses frescos rumbo al trabajo. Yo me sentía llena de vida, radiante. ¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
El sol mañanero calentaba la piel con timidez y aún hacía frío. Guíe a Brökk hasta el bello y sencillo hotel en las cercanías del faro. - El invierno es muy bello, sentir la piel erizada y ver el vaho salir de tus labios. Como se hunden tus patas sobre la nieve blanca y suave. Los copos caer y posarse sobre tu hocico o tus labios... - cerré los ojos evocando recuerdos de nevadas pasadas en New Orleans y las europeas, caminando a su lado con la entrada abriéndose de par en par y el calor de un lugar seguro y cerrado abrazándonos.
Porque sabe usted, dulce señora, es este país una confusión de calles y de heridas.
- Estamos en primavera, es una época muy bella, al igual que el incandescente verano... Te queda bien, ricitos de oro.- otro inocente comentario estaba valido para el hombre de humor impredecible. - ¿También eres temperamental e impetuoso?- lo miraría de reojo con una sonrisilla traviesa, mientras dos mozas del hotel avanzaban a nosotros con sus sonrisas serviles y sus miradas de arriba a abajo en ambos, sus orbes solo decían ¿qué le ha sucedido, Srta. Moore?. Borré la mía, seria como la mayoría del tiempo los miraría, seria y casi severa.
Ordenes precisas y corteses saldrían de mis labios, como si estuviera en mi restaurante junto a ayudantes y meseros a mi cargo, o en la hacienda junto a los esclavos que ya me conocían, sin importar el hecho de que era de mañana, todos en el hotel debían ya haber constatado que no había dormido en mi cuarto y al ver que llegaba acompañada debían haber comenzado sus suposiciones. En realidad no me interesaban más que para escucharlas y reír, no los conocía y mucho polvo había levantado ya la presencia de una dama americana tan joven sin ninguna compañía pidiendo un cuarto con verdadero y buen dinero la noche anterior.
Miré a Brökk, esperando él también ignorara cualquier curiosidad de más por parte de entrometidos, sonreí sabiendo que solo los dos en aquella construcción de cuatro pisos sabíamos lo sucedido y caminé delante de él como guía a mis aposentos, en silencio queriendo ver pronto la hermosa vista de parte de la ciudad y del arisco faro, queriendo dejar de lado el horrible café del hotel y la manta húmeda sobre mis hombros.
El cuarto olía a mi perfume de lirios y café. - Sigue y toma asiento donde desees. Finjamos que estamos en casa.- me encogí de hombros y sonreí. Avancé erguida, más que el día anterior sentía aquel espacio mío, supuse que era la territorialidad que da el sentimiento de sentirse seguro.
Una de las ventanas había sido abierta, la chimenea encendida y avancé sintiendo el aire cálido en busca de un poco de agua que no fuera salada. Ignoré las dos tazas de café oscuro y humeante. - ¿Quieres agua, ron o un poco de jugo de naranja?- le pregunté mientras miraba las jarras sobre la mesa junto al ventanal. - También hay cerveza, creo que es negra.- estaba segura. Coloqué la tapa al oler el líquido y sentir su aroma fermentado y fuerte. Esperando con paciencia su decisión, llené mi vaso y transparente, simple pero llena de vida sería la bebida que recorrería mis labios y bajaría por mi garganta. Un gajo de naranja dejaría su jugo y dulzura en mis labios.
Caminé a él, entregándole su pedido. De nuevo volvería a perderme en la caja cuadrada en la tercera planta del hotel y en las múltiples tareas que pensaba tenía que hacer antes de poder dedicar mi atención por completo a él.
Saqué de mi mesa de noche una botella de cuello corto y cuerpo redondo y ancho, de líquido incoloro pero de olor muy fuerte. Sobre su etiqueta azul decía Everclear en letras mayusculas y blancas.
Y el Everclear se usaba en Estados Unidos para todo, desde una buena borrachera hasta como antiséptico. No había marino o granjero que no conociera su poder y beneficios.
Enlacé mi cabello en una coleta alta y ya estaba lista para volver a mi paciente, para dedicar mi completa atención en él y su herida que era mi prioridad. - Déjame ayudarte. - Con suavidad desnudé su torso, con timidez y entre roces contemplaría sus cicatrices, su piel...sentiría su calor y la suavidad del guerrero sin atreverme a más que ser una espectadora.
- De… acuerdo. Veamos cómo está. - suspiré, entrecerré los ojos mirando la lesión mientras comenzaba a retirar el vendaje improvisado que no terminaba siendo más que una parte de mi vestido. - ¿Recuerdas que te dije que no dolería? - lo miré mordiendo mi labio inferior. - Quizás desinfectarla si duela.- un mohín avergonzado por mi pasada mentira. Tomé el alcohol y vertí de el en la herida, mirándolo para saber su reacción. Limpié con paños limpios y delicadeza el agua manchada de sangre que de su herida salía.
No dije nada, mi padre y mi hermano, al igual que mi abuelo no se quejaban de sus cortes, de sus llagas, de las cornadas, menos de la sangre. Algunos soldados llegaban heridos a veces a casa, nosotros no diferenciábamos entre amigos o enemigos, territorios neutro era nuestra hacienda. De eso también sabía un poco...de soldados, eran aplicados y resistían como guerreros, como lo que eran. - Quizás también duela coserla, muy poco...Pero supongo que has tenido peores. - ladeé el rostro con una sonrisa complice, dando un largo trago al Everclear. Sabía horrible, pero qué fuerte era.
También sabía lo buena que yo era cosiendo heridas, la favorita de mi padre y hermano mayor.
Había pedido vendas limpias, ya las había encontrado brillantes a la luz de los candelabros de la habitación sobre la mesa. Busqué lo que necesitaba ahora. - ¿Cómo sentiste los vendajes que te hice en el barco?- le pregunté tomando la aguja curva y el fino hilo para comenzar con la segunda parte. Lo enhebré sin dificultad más que mis finos dedos temblando un poco porque su desnudez si bien no era completa y no era mía, también me cautivaba.
- ¿Estás listo? - di un paso al frente para acercarme más a él y a su hombro, le extendí el licor multiusos para que diera un largo trago y mientras yo también me preparaba, lo miré y
acaricié muy lento un mechón de sus cabellos dorados y lisos, sin ningún propósito más que el sincero querer hacerlo.
Lo único que podría llegar a ser malo, una mancha en mi celebración y que me hizo sonrojar fue dejar tan fácilmente notorio que me gustaba que hubiera aceptado, que se diera cuenta que en mucha o poca medida había disfrutado del escaso tiempo a su lado, que disfrutaría del que venía sin importar si eran horas o minutos y que en realidad pensaba que el no haberme ahogado no se hubiera hecho más celebre y trascendental sin su presencia...si hubiera sido yo la que ascendía sola al exterior. Si no hubiera necesitado un héroe, la historia aunque sería un ejemplo y triunfo de mi fuerza, sería uno que compartir en soledad con una copa de vino, luego de un baño con el crepitar de la llama en la chimenea de mi habitación en el hotel y en completo silencio...a punto de morir...
Además del sencillo hecho de que lograr lo que se deseaba con ayuda o no, y sin ningún esfuerzo, era siempre satisfactorio...supongo que la satisfacción era igual para todos, la mía se sentía como un abrazo cálido y una paleta luego de una apacible visita al odontólogo.
Sonreí. - Prometo que seré suave con tu herida.- era un compromiso, me aseguraría de que no sintiera nada. - Y puedes ir a honrar a tus hermanos caídos. Es justo.- terminé de entregar la otra cuerda.
- El bifrost...- hice memoria, curiosa esa frase en un ser como yo. - He leído sobre un puente entre mundos. Pero nunca lo he visto…- deseaba preguntar... ¿es un arcoiris?¿Es gigante? ¿Tiene fin? Pero esperaría hasta la cena. - Lo que me cuentes quedara en mi memoria para siempre, al igual que esto. Tengo buena memoria - decir eso era poco, - y son flashes que toma mi cabeza. ¿Conoces a alguien así?- le pregunté. Sería interesante alargar mi lista de personas con aquella habilidad, por ahora los únicos éramos mi abuelo paterno y yo. ¿Lo sentirían los demás como nosotros?
Caminamos a tierra con una ciudad que recién despertaba, parecíamos los más cansados en medio de los rostros franceses frescos rumbo al trabajo. Yo me sentía llena de vida, radiante. ¿Y el sol?
El sol, un viejo drogo que ha lamido esas heridas.
El sol mañanero calentaba la piel con timidez y aún hacía frío. Guíe a Brökk hasta el bello y sencillo hotel en las cercanías del faro. - El invierno es muy bello, sentir la piel erizada y ver el vaho salir de tus labios. Como se hunden tus patas sobre la nieve blanca y suave. Los copos caer y posarse sobre tu hocico o tus labios... - cerré los ojos evocando recuerdos de nevadas pasadas en New Orleans y las europeas, caminando a su lado con la entrada abriéndose de par en par y el calor de un lugar seguro y cerrado abrazándonos.
Porque sabe usted, dulce señora, es este país una confusión de calles y de heridas.
- Estamos en primavera, es una época muy bella, al igual que el incandescente verano... Te queda bien, ricitos de oro.- otro inocente comentario estaba valido para el hombre de humor impredecible. - ¿También eres temperamental e impetuoso?- lo miraría de reojo con una sonrisilla traviesa, mientras dos mozas del hotel avanzaban a nosotros con sus sonrisas serviles y sus miradas de arriba a abajo en ambos, sus orbes solo decían ¿qué le ha sucedido, Srta. Moore?. Borré la mía, seria como la mayoría del tiempo los miraría, seria y casi severa.
Ordenes precisas y corteses saldrían de mis labios, como si estuviera en mi restaurante junto a ayudantes y meseros a mi cargo, o en la hacienda junto a los esclavos que ya me conocían, sin importar el hecho de que era de mañana, todos en el hotel debían ya haber constatado que no había dormido en mi cuarto y al ver que llegaba acompañada debían haber comenzado sus suposiciones. En realidad no me interesaban más que para escucharlas y reír, no los conocía y mucho polvo había levantado ya la presencia de una dama americana tan joven sin ninguna compañía pidiendo un cuarto con verdadero y buen dinero la noche anterior.
Miré a Brökk, esperando él también ignorara cualquier curiosidad de más por parte de entrometidos, sonreí sabiendo que solo los dos en aquella construcción de cuatro pisos sabíamos lo sucedido y caminé delante de él como guía a mis aposentos, en silencio queriendo ver pronto la hermosa vista de parte de la ciudad y del arisco faro, queriendo dejar de lado el horrible café del hotel y la manta húmeda sobre mis hombros.
El cuarto olía a mi perfume de lirios y café. - Sigue y toma asiento donde desees. Finjamos que estamos en casa.- me encogí de hombros y sonreí. Avancé erguida, más que el día anterior sentía aquel espacio mío, supuse que era la territorialidad que da el sentimiento de sentirse seguro.
Una de las ventanas había sido abierta, la chimenea encendida y avancé sintiendo el aire cálido en busca de un poco de agua que no fuera salada. Ignoré las dos tazas de café oscuro y humeante. - ¿Quieres agua, ron o un poco de jugo de naranja?- le pregunté mientras miraba las jarras sobre la mesa junto al ventanal. - También hay cerveza, creo que es negra.- estaba segura. Coloqué la tapa al oler el líquido y sentir su aroma fermentado y fuerte. Esperando con paciencia su decisión, llené mi vaso y transparente, simple pero llena de vida sería la bebida que recorrería mis labios y bajaría por mi garganta. Un gajo de naranja dejaría su jugo y dulzura en mis labios.
Caminé a él, entregándole su pedido. De nuevo volvería a perderme en la caja cuadrada en la tercera planta del hotel y en las múltiples tareas que pensaba tenía que hacer antes de poder dedicar mi atención por completo a él.
Saqué de mi mesa de noche una botella de cuello corto y cuerpo redondo y ancho, de líquido incoloro pero de olor muy fuerte. Sobre su etiqueta azul decía Everclear en letras mayusculas y blancas.
Y el Everclear se usaba en Estados Unidos para todo, desde una buena borrachera hasta como antiséptico. No había marino o granjero que no conociera su poder y beneficios.
Enlacé mi cabello en una coleta alta y ya estaba lista para volver a mi paciente, para dedicar mi completa atención en él y su herida que era mi prioridad. - Déjame ayudarte. - Con suavidad desnudé su torso, con timidez y entre roces contemplaría sus cicatrices, su piel...sentiría su calor y la suavidad del guerrero sin atreverme a más que ser una espectadora.
- De… acuerdo. Veamos cómo está. - suspiré, entrecerré los ojos mirando la lesión mientras comenzaba a retirar el vendaje improvisado que no terminaba siendo más que una parte de mi vestido. - ¿Recuerdas que te dije que no dolería? - lo miré mordiendo mi labio inferior. - Quizás desinfectarla si duela.- un mohín avergonzado por mi pasada mentira. Tomé el alcohol y vertí de el en la herida, mirándolo para saber su reacción. Limpié con paños limpios y delicadeza el agua manchada de sangre que de su herida salía.
No dije nada, mi padre y mi hermano, al igual que mi abuelo no se quejaban de sus cortes, de sus llagas, de las cornadas, menos de la sangre. Algunos soldados llegaban heridos a veces a casa, nosotros no diferenciábamos entre amigos o enemigos, territorios neutro era nuestra hacienda. De eso también sabía un poco...de soldados, eran aplicados y resistían como guerreros, como lo que eran. - Quizás también duela coserla, muy poco...Pero supongo que has tenido peores. - ladeé el rostro con una sonrisa complice, dando un largo trago al Everclear. Sabía horrible, pero qué fuerte era.
También sabía lo buena que yo era cosiendo heridas, la favorita de mi padre y hermano mayor.
Había pedido vendas limpias, ya las había encontrado brillantes a la luz de los candelabros de la habitación sobre la mesa. Busqué lo que necesitaba ahora. - ¿Cómo sentiste los vendajes que te hice en el barco?- le pregunté tomando la aguja curva y el fino hilo para comenzar con la segunda parte. Lo enhebré sin dificultad más que mis finos dedos temblando un poco porque su desnudez si bien no era completa y no era mía, también me cautivaba.
- ¿Estás listo? - di un paso al frente para acercarme más a él y a su hombro, le extendí el licor multiusos para que diera un largo trago y mientras yo también me preparaba, lo miré y
acaricié muy lento un mechón de sus cabellos dorados y lisos, sin ningún propósito más que el sincero querer hacerlo.
April Moore- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/07/2017
Localización : En la cocina de Le Moulin de la Galette
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
— Si, mi madre tiene una memoria portentosa, no sé cómo lo hace pero se acuerda de hechizos que ha leído una o dos veces aunque sean en otro idioma. A mi no me gusta memorizar, pero tengo que hacerlo. Tiene razón en que nunca se sabe cuando van a ser útiles. Normal que no hayas visto el Bifröst, sólo unos pocos pueden, y tú no crees en los Æsir, no puedes llegar allí.
Acompañó a la muchacha hasta el hotel, por supuesto hubo miraditas y cuchicheos, como era de esperar, pero lo cierto es que le importaba más bien poco. Venían del norte, de librar una dura batalla que los había dejado muy maltrechos, la tormenta había truncado el descanso merecido y no estaba para tonterías de alachuetas con ganas de meterse en la vida de los demás, así que no hizo comentario alguno, pero mantuvo el rostro pétreo, severo, desafiando con aquellos ojos color hielo a que alguien osara preguntarle por su parentesco con la señorita rubia.
— Los vikingos somos invierno, somos nieve y ventisca. No me molesta el frío, es también parte de mi, pero la verdad es que recuerdo los veranos en Louisiana en la casa del pantano...el ritmo, los sonidos de los sauces sobre el agua... no está mal de vez en cuando no pelarme el culo de frío en los campos de batalla.— sonrió de medio lado a April.— ¡Eh! ¿cómo que ricitos de oro? no tengo rizos!!! a ti sí que te quedaría bien.— cazó uno de los rizos de April haciéndole una mueca de "¿lo ves? esto es un rizo dorado".
Ascendieron las escaleras en busca del alojamiento de la joven, que ahora que lo pensaba ¿por qué se alojaba ella sola en un hotel? se lo preguntaría después.
— bueno, tengo mi carácter, mi padre es muy explosivo, pero él puede ser así, yo tengo que tratar de mantener la calma, la magia es peligrosa. Me guardo la furia para la batalla.
La habitación ofrecía unas bonitas vistas sobre Le Havre, pero por su mente cruzó fugaz el pensamiento de que las vistas mejoraban si estaba la silueta de April incluida en ellas. Sacudió la cabeza un segundo. ¡No estaba para pensar en tonterías! lo necesitaban en el norte y estaba herido y... pamplinas. Los problemas seguirían en el mismo sitio que los últimos veinte años, en esa guerra fraticida. Y sin embargo esos ojos azules y limpios puede que no, porque ya había estado a punto de desaparecer, de fundirse con las guas y desvanecerse entre las mareas cambiantes delocéano. Así, sin más. Un paso en falso y dejas de existir, un gesto tan sencillo como cuando se apaga una vela. Por un segundo se sintió incómodo, disconforme con los dioses. ¿Qué sentido tenía llevarse a alguien como April? ¿para qué la necesitaban en el más allá?. Ellos creían en el Valhalla, en la recompensa por su honor y una vida de servicio, en que ocuparían su lugar en le banquete de honor... pero según su madre, cada cual iba a parar a un lugar diferente según sus creencias. ¿En qué creería April? quizás no creía en nada, y si era así, su alma podía ser reclamada por cualquiera o vagar por el mundo en forma de ente errante.
— sólo bebo para celebrar o para... es igual. Agua está bien.— Iba a decir que bebía para entrar en trance y poder hablar con sus dioses, para eso el sazerac, la bebida típica de Nueva Orleans compuesta por coñac, absenta, bitter y limón, era la mejor combinación. El resto del tiempo si celebraba con Orn y Dritt en una taberna ("El trío calavera" como los conocían) solían pedir hidromiel o cerveza, aunque no era de beber mucho. En eso se parecía a Sirius, el otro hijo de los Cannif, más reservado y contenido, porque portaba la más caótica de las magias en su interior, y en eso ambos sabían que era mejor no beber para no provocar desastres.
Se quitó el peto y las placas que lo recubrían, aflojó las correas que lo sujetaban y bajo éste estaba la camisa y su torso surcado de tatuajes rituales. Su madre había insistido en grabarle en la piel un montón de símbolos de protección celta, pues era bruja wiccana antes que vudú. Algunas cicatrices escapaban de la tinta en un pellizco de carne apretada. La herida del hombro era de unos cinco centímetros y requería sutura. Cuando le puso el alcohol sobre la carne abierta apretó los dientes, pero no se quejó. Vio el temblor de sus manos y decidió que sería mejor darle conversación para normalizar la situación, que era de todo menos usual.
— Tranquila, si me coses mal tan sólo me moriré de una infección entre terribles fiebres y dolores....— sonrio pícaramente.— ¡es broma! sólo bromeo! estoy tan cosido que parezco un colchón, no te preocupes. Y dime, Primavera, ¿qué haces en este hotel tú sola?
Acompañó a la muchacha hasta el hotel, por supuesto hubo miraditas y cuchicheos, como era de esperar, pero lo cierto es que le importaba más bien poco. Venían del norte, de librar una dura batalla que los había dejado muy maltrechos, la tormenta había truncado el descanso merecido y no estaba para tonterías de alachuetas con ganas de meterse en la vida de los demás, así que no hizo comentario alguno, pero mantuvo el rostro pétreo, severo, desafiando con aquellos ojos color hielo a que alguien osara preguntarle por su parentesco con la señorita rubia.
— Los vikingos somos invierno, somos nieve y ventisca. No me molesta el frío, es también parte de mi, pero la verdad es que recuerdo los veranos en Louisiana en la casa del pantano...el ritmo, los sonidos de los sauces sobre el agua... no está mal de vez en cuando no pelarme el culo de frío en los campos de batalla.— sonrió de medio lado a April.— ¡Eh! ¿cómo que ricitos de oro? no tengo rizos!!! a ti sí que te quedaría bien.— cazó uno de los rizos de April haciéndole una mueca de "¿lo ves? esto es un rizo dorado".
Ascendieron las escaleras en busca del alojamiento de la joven, que ahora que lo pensaba ¿por qué se alojaba ella sola en un hotel? se lo preguntaría después.
— bueno, tengo mi carácter, mi padre es muy explosivo, pero él puede ser así, yo tengo que tratar de mantener la calma, la magia es peligrosa. Me guardo la furia para la batalla.
La habitación ofrecía unas bonitas vistas sobre Le Havre, pero por su mente cruzó fugaz el pensamiento de que las vistas mejoraban si estaba la silueta de April incluida en ellas. Sacudió la cabeza un segundo. ¡No estaba para pensar en tonterías! lo necesitaban en el norte y estaba herido y... pamplinas. Los problemas seguirían en el mismo sitio que los últimos veinte años, en esa guerra fraticida. Y sin embargo esos ojos azules y limpios puede que no, porque ya había estado a punto de desaparecer, de fundirse con las guas y desvanecerse entre las mareas cambiantes delocéano. Así, sin más. Un paso en falso y dejas de existir, un gesto tan sencillo como cuando se apaga una vela. Por un segundo se sintió incómodo, disconforme con los dioses. ¿Qué sentido tenía llevarse a alguien como April? ¿para qué la necesitaban en el más allá?. Ellos creían en el Valhalla, en la recompensa por su honor y una vida de servicio, en que ocuparían su lugar en le banquete de honor... pero según su madre, cada cual iba a parar a un lugar diferente según sus creencias. ¿En qué creería April? quizás no creía en nada, y si era así, su alma podía ser reclamada por cualquiera o vagar por el mundo en forma de ente errante.
— sólo bebo para celebrar o para... es igual. Agua está bien.— Iba a decir que bebía para entrar en trance y poder hablar con sus dioses, para eso el sazerac, la bebida típica de Nueva Orleans compuesta por coñac, absenta, bitter y limón, era la mejor combinación. El resto del tiempo si celebraba con Orn y Dritt en una taberna ("El trío calavera" como los conocían) solían pedir hidromiel o cerveza, aunque no era de beber mucho. En eso se parecía a Sirius, el otro hijo de los Cannif, más reservado y contenido, porque portaba la más caótica de las magias en su interior, y en eso ambos sabían que era mejor no beber para no provocar desastres.
Se quitó el peto y las placas que lo recubrían, aflojó las correas que lo sujetaban y bajo éste estaba la camisa y su torso surcado de tatuajes rituales. Su madre había insistido en grabarle en la piel un montón de símbolos de protección celta, pues era bruja wiccana antes que vudú. Algunas cicatrices escapaban de la tinta en un pellizco de carne apretada. La herida del hombro era de unos cinco centímetros y requería sutura. Cuando le puso el alcohol sobre la carne abierta apretó los dientes, pero no se quejó. Vio el temblor de sus manos y decidió que sería mejor darle conversación para normalizar la situación, que era de todo menos usual.
— Tranquila, si me coses mal tan sólo me moriré de una infección entre terribles fiebres y dolores....— sonrio pícaramente.— ¡es broma! sólo bromeo! estoy tan cosido que parezco un colchón, no te preocupes. Y dime, Primavera, ¿qué haces en este hotel tú sola?
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
THE old gods
LE HAVRE - FRANCIA
Paciente lo escuché, todo lo que me contaba y salía de sus labios me parecía interesante. En este punto haber llegado a Francia de la mano de mi hermano y al lado de mi madre seguía teniendo sus ventajas, conocer personas, sus costumbres y sus historias era una muy agradable.
El asunto de la magia desde mi humilde e ignorante punto de vista como espectadora, era que su mayor potencial, existía en igual proporción que su mayor problema. Ser tan hipnotizante y un enigma para todos los que no la poseemos puede deberse a que sabemos que todo con magia puede ser probable, incluso el levantarse de una tumba luego de un pomposo funeral entre llantos familiares y allí era donde brillaba el contra en este caso...¿cómo se volvería de la muerte? ¿Se era el mismo envase de antes o solo un envase vacío?¿regresaba nuestra alma? ¿A qué religión me refería?
Recordé a los dioses vudú de casa y la piel se me erizó, yo escuchaba rumores y en New Orleans era mejor creer que era cierto lo que se movía bajo las alfombras.
- Cada vez me dan más ganas de conocer a tu madre. - dije sincera. Allí estaba yo queriendo conocer a la mujer que había dado a luz a Brökk, pensando en dioses nórdicos que no deseaban conocerme, en deidades de negros que de pequeña habían sido parte de mis pesadillas, para luego convertirse en respeto distante y que yo con una sonrisa compasiva había visto hace algunos años como el miedo había sido legado a mi hermanito, allí estaba yo sin ser aún consciente, aunque era probable que en realidad ignorara que estuve a punto de morir.
Quizás no me parecía tan grave morir, quizás era porque seguía viva, lo que si tenía seguro era que a mi madre todo esto la pondría histérica.
No podía ver el bifrost por no creer en los dioses que él había llamado Æsir y fue sin poder negarlo una decepción entre un suspiro profundo, una decepción que no borró mi comodidad con su compañía ni lo extraña que me sentía con todo mi reciente pasado y presente. ¿Cómo poder creer en lo que nunca me habían inculcado como fe?
Yo tenía dos creencias. Por mi padre le debía culto a la dama ciervo, ella a pesar de nuestra naturaleza inquieta nos había protegido como Moore con nuestros secretos desde hace siglos y por mi madre al dios católico, aunque la primera la practicaba más, no me terminaba de convencer un creador que con la misma seda de mi piel, con las mismas hebras doradas, los iris azules y la imaginación que se torna de varios colores en la diversidad del mundo, con eso mismo había creado a la Inquisición...¿pero Él la había creado? ¿No sería uno más de los extraños juegos y distracciones del hombre?
Pero a parte de mis dudas acerca de lo que debería creer, Brökk me hizo preguntarme ¿en qué creería en realidad? ¿a dónde iría? - Quizás algún día los Æsir me quieran conocer.- dije con una sonrisa que no era burlona, todo podía suceder en la vida y el futuro nos abrazaría con fortuna o pena, esperaba no fuera tomado mi anhelo con soberbia.
¿Deseaba ver a los padres nórdicos? Claro, ¿por qué no? El hijo de ellos que estaba conociendo se parecía a mi, incluso en sus más notorias diferencias, tenía 5 dedos en cada mano, dos ojos muy vivaces, una sonrisa sincera protegida por unos bellos labios que mezclaba lo interesante con un humor inesperado y una seriedad que volvía a hacer invierno el entorno.
Claro, mis rizos dorados, esos me delataban y me hacían ser en realidad la protagonista de la historia que yo contaba como burla. Moví la cabeza como negativa, dejando que tocará uno de mi tirabuzones, la verdad me había dado cuenta del error al decirlo. - ¿Rizos? ¿cuáles rizos?- ladeé mi cabeza con extrañeza. - Yo no veo ninguno y menos dorado, ninguno más que los tuyos.- un mohín de indignación y luego reí traviesa, fingiendo que ignoraba su alusión a mi cabellera.
-Entiendo lo de tu magia, aunque no de la forma en que tú la vives.- claramente él la sentía como yo ser lo que era. Como todos los hechiceros y cambiantes, como todos. Lo miré fijo. - ¿Y qué haces con la furia y la frustración diaria?- No lograba entender cómo podía y mi tono lo demostraba, pero si porqué lo hacía.
- ¿Dónde van a parar los sentimientos más oscuros y negativos que siente Brökk Tollak en su corazón?- Porque debía sentirlos como todos nosotros y los humanos como él. Mis dedos abandonaron su hombro y trazaron un camino con un roce suave y cadencioso desde su clavícula hasta el centro de su pecho, donde bajo parte de uno de sus tatuajes, de la piel, la carne y el hueso sentí fuertes sus latidos.
- ¿No te frustra tener que contenerlos?- no deseaba desmotivar su misión, desanimarlo no sería nunca mi objetivo...era solo ese horrible hábito llamado curiosidad, y un poco de consideración por su carga.
Un brillo destello en mis ojos al escuchar el nombre de un lugar que yo conocía porque yo era de el.
Louisiana...Entonces conocía Louisiana. ¿Habría estado en New Orleans? Lo más obvio sería pensar que sí. ¿Quién pasaría de largo con su encanto, trompetas y alegría? Imaginando sus palabras y escuchándolas solté un risa con su expresión. - El invierno aunque hermoso, como tú y yo no puede huir de una de las leyes inamovibles del mundo. Existe la saturación y siempre suele caer bien un clima más cálido de vez en cuando.- estaba de acuerdo con él, ya vería cómo caía el verano en París.
Los tatuajes eran curioso, me habría gustado preguntarle acerca de ellos, símbolos de otra cultura. Todos su torso, era un mapa de otras lenguas y estaba segura de protección.
- Buen chico…- susurré al ver que resistía y nada extraño pasaba con la herida. Con su fuerza estuve segura de poder continuar, así la aguja desinfectada atravesó la carne junto al hilo por primera vez. Dos más, tres veces más...y seguí el trabajo de largo hasta terminar con facilidad, cuando hubiera terminado seguro se preguntaría si en serio todo había terminado o bien podía decirme que el tiempo había sido demasiado. Supuse que la magia era aún más rápida.
-No eres muy bueno haciendo sentir mejor a las personas, tampoco siendo sincero.- lo miraría de reojo. Sonriendo, mientras tomaba las tijeras de la mesa, actuar como humana olvidando que tenía filosos colmillos para lo usual era una enseñanza de padre. Unas brillantes tijeras brillaron cortando el hilo. Y se escuchó el sonido de las hojas cerrándose entre si.
¿Lejos de casa o de hogar? Sola en un hotel, en una ciudad distante y lejos de su madre y familia. - Debía tomarme un tiempo. - hice el nudo del hilo safo. Me alejé tomando las vendas y le pase el espejo. Esperaba le gustara, se veía apenas una línea. - Como por arte de magia. - Levante las manos. - Tuve un buen paciente.- comencé con los vendajes, dije con desparpajo americano.
-Vivo en París. - dije. - Pero mañana brindaremos por Louisiana con un regalo mío para ti, si lo recuerdas con afecto. - las apunte bien pero no demasiado, que se sintiera libre de hacer lo que quisiera y dormir con ellas. - Por New Orleans en mi caso.- tomé las cosas y comencé a organizar, era una manía.
Pero lo hice lento. Al terminar me senté sobre la cama, quite de mis pies los zapatos, sentía que necesitaba un baño caliente y perfumado para descansar sin preocuparme por meditaciones nocturnas. - ¿ Has ido allí?- le pregunté para saber. - Debe ser obvia mi pregunta.- reí.
Afortunadamente no llevaba corsé, las personas en París solían llevarlo demasiado, en realidad pensaba que la mayoría, pero era una felicidad de vez en cuando vestir esas incómodas prendas por el amor a la vista. Cómo la de ahora, pensé mirando a Brökk, aunque era una mirada fingida, mis ojos expresaban curiosidad por mi pregunta.
Por un momento deseé levantarme el vestido un poco, abrir mis piernas y recostarme sobre la cama para decirle que tomara mi virginidad allí mismo. Pero no, no debía pensar en eso. No ahora, debía volver a casa en unos días y explicarle a mi madre dónde había estado. Si era que ya no sabía… quizás mi padre también.
El asunto de la magia desde mi humilde e ignorante punto de vista como espectadora, era que su mayor potencial, existía en igual proporción que su mayor problema. Ser tan hipnotizante y un enigma para todos los que no la poseemos puede deberse a que sabemos que todo con magia puede ser probable, incluso el levantarse de una tumba luego de un pomposo funeral entre llantos familiares y allí era donde brillaba el contra en este caso...¿cómo se volvería de la muerte? ¿Se era el mismo envase de antes o solo un envase vacío?¿regresaba nuestra alma? ¿A qué religión me refería?
Recordé a los dioses vudú de casa y la piel se me erizó, yo escuchaba rumores y en New Orleans era mejor creer que era cierto lo que se movía bajo las alfombras.
- Cada vez me dan más ganas de conocer a tu madre. - dije sincera. Allí estaba yo queriendo conocer a la mujer que había dado a luz a Brökk, pensando en dioses nórdicos que no deseaban conocerme, en deidades de negros que de pequeña habían sido parte de mis pesadillas, para luego convertirse en respeto distante y que yo con una sonrisa compasiva había visto hace algunos años como el miedo había sido legado a mi hermanito, allí estaba yo sin ser aún consciente, aunque era probable que en realidad ignorara que estuve a punto de morir.
Quizás no me parecía tan grave morir, quizás era porque seguía viva, lo que si tenía seguro era que a mi madre todo esto la pondría histérica.
No podía ver el bifrost por no creer en los dioses que él había llamado Æsir y fue sin poder negarlo una decepción entre un suspiro profundo, una decepción que no borró mi comodidad con su compañía ni lo extraña que me sentía con todo mi reciente pasado y presente. ¿Cómo poder creer en lo que nunca me habían inculcado como fe?
Yo tenía dos creencias. Por mi padre le debía culto a la dama ciervo, ella a pesar de nuestra naturaleza inquieta nos había protegido como Moore con nuestros secretos desde hace siglos y por mi madre al dios católico, aunque la primera la practicaba más, no me terminaba de convencer un creador que con la misma seda de mi piel, con las mismas hebras doradas, los iris azules y la imaginación que se torna de varios colores en la diversidad del mundo, con eso mismo había creado a la Inquisición...¿pero Él la había creado? ¿No sería uno más de los extraños juegos y distracciones del hombre?
Pero a parte de mis dudas acerca de lo que debería creer, Brökk me hizo preguntarme ¿en qué creería en realidad? ¿a dónde iría? - Quizás algún día los Æsir me quieran conocer.- dije con una sonrisa que no era burlona, todo podía suceder en la vida y el futuro nos abrazaría con fortuna o pena, esperaba no fuera tomado mi anhelo con soberbia.
¿Deseaba ver a los padres nórdicos? Claro, ¿por qué no? El hijo de ellos que estaba conociendo se parecía a mi, incluso en sus más notorias diferencias, tenía 5 dedos en cada mano, dos ojos muy vivaces, una sonrisa sincera protegida por unos bellos labios que mezclaba lo interesante con un humor inesperado y una seriedad que volvía a hacer invierno el entorno.
Claro, mis rizos dorados, esos me delataban y me hacían ser en realidad la protagonista de la historia que yo contaba como burla. Moví la cabeza como negativa, dejando que tocará uno de mi tirabuzones, la verdad me había dado cuenta del error al decirlo. - ¿Rizos? ¿cuáles rizos?- ladeé mi cabeza con extrañeza. - Yo no veo ninguno y menos dorado, ninguno más que los tuyos.- un mohín de indignación y luego reí traviesa, fingiendo que ignoraba su alusión a mi cabellera.
-Entiendo lo de tu magia, aunque no de la forma en que tú la vives.- claramente él la sentía como yo ser lo que era. Como todos los hechiceros y cambiantes, como todos. Lo miré fijo. - ¿Y qué haces con la furia y la frustración diaria?- No lograba entender cómo podía y mi tono lo demostraba, pero si porqué lo hacía.
- ¿Dónde van a parar los sentimientos más oscuros y negativos que siente Brökk Tollak en su corazón?- Porque debía sentirlos como todos nosotros y los humanos como él. Mis dedos abandonaron su hombro y trazaron un camino con un roce suave y cadencioso desde su clavícula hasta el centro de su pecho, donde bajo parte de uno de sus tatuajes, de la piel, la carne y el hueso sentí fuertes sus latidos.
- ¿No te frustra tener que contenerlos?- no deseaba desmotivar su misión, desanimarlo no sería nunca mi objetivo...era solo ese horrible hábito llamado curiosidad, y un poco de consideración por su carga.
Un brillo destello en mis ojos al escuchar el nombre de un lugar que yo conocía porque yo era de el.
Louisiana...Entonces conocía Louisiana. ¿Habría estado en New Orleans? Lo más obvio sería pensar que sí. ¿Quién pasaría de largo con su encanto, trompetas y alegría? Imaginando sus palabras y escuchándolas solté un risa con su expresión. - El invierno aunque hermoso, como tú y yo no puede huir de una de las leyes inamovibles del mundo. Existe la saturación y siempre suele caer bien un clima más cálido de vez en cuando.- estaba de acuerdo con él, ya vería cómo caía el verano en París.
Los tatuajes eran curioso, me habría gustado preguntarle acerca de ellos, símbolos de otra cultura. Todos su torso, era un mapa de otras lenguas y estaba segura de protección.
- Buen chico…- susurré al ver que resistía y nada extraño pasaba con la herida. Con su fuerza estuve segura de poder continuar, así la aguja desinfectada atravesó la carne junto al hilo por primera vez. Dos más, tres veces más...y seguí el trabajo de largo hasta terminar con facilidad, cuando hubiera terminado seguro se preguntaría si en serio todo había terminado o bien podía decirme que el tiempo había sido demasiado. Supuse que la magia era aún más rápida.
-No eres muy bueno haciendo sentir mejor a las personas, tampoco siendo sincero.- lo miraría de reojo. Sonriendo, mientras tomaba las tijeras de la mesa, actuar como humana olvidando que tenía filosos colmillos para lo usual era una enseñanza de padre. Unas brillantes tijeras brillaron cortando el hilo. Y se escuchó el sonido de las hojas cerrándose entre si.
¿Lejos de casa o de hogar? Sola en un hotel, en una ciudad distante y lejos de su madre y familia. - Debía tomarme un tiempo. - hice el nudo del hilo safo. Me alejé tomando las vendas y le pase el espejo. Esperaba le gustara, se veía apenas una línea. - Como por arte de magia. - Levante las manos. - Tuve un buen paciente.- comencé con los vendajes, dije con desparpajo americano.
-Vivo en París. - dije. - Pero mañana brindaremos por Louisiana con un regalo mío para ti, si lo recuerdas con afecto. - las apunte bien pero no demasiado, que se sintiera libre de hacer lo que quisiera y dormir con ellas. - Por New Orleans en mi caso.- tomé las cosas y comencé a organizar, era una manía.
Pero lo hice lento. Al terminar me senté sobre la cama, quite de mis pies los zapatos, sentía que necesitaba un baño caliente y perfumado para descansar sin preocuparme por meditaciones nocturnas. - ¿ Has ido allí?- le pregunté para saber. - Debe ser obvia mi pregunta.- reí.
Afortunadamente no llevaba corsé, las personas en París solían llevarlo demasiado, en realidad pensaba que la mayoría, pero era una felicidad de vez en cuando vestir esas incómodas prendas por el amor a la vista. Cómo la de ahora, pensé mirando a Brökk, aunque era una mirada fingida, mis ojos expresaban curiosidad por mi pregunta.
Por un momento deseé levantarme el vestido un poco, abrir mis piernas y recostarme sobre la cama para decirle que tomara mi virginidad allí mismo. Pero no, no debía pensar en eso. No ahora, debía volver a casa en unos días y explicarle a mi madre dónde había estado. Si era que ya no sabía… quizás mi padre también.
April Moore- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 55
Fecha de inscripción : 13/07/2017
Localización : En la cocina de Le Moulin de la Galette
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
Cazó la mano de April cuando ésta se deslizó pr su pecho hasta su corazón y levantó los ojos para enfrentar los de ella.
— ¿cómo soporto el retener la furia? hum...pues no sé, cuestión de disciplina, supongo. Explotar con quien quieres o en mala hora no suele traer nada bueno, y la magia corre en mis venas, así que he aprendido a pensar antes de actuar, porque la magia es peligrosa si no se controla. Pero a parte de eso, mi madre siempre dice que no sabemos qué batallas puede estar librando el otro, si pagas tu mal humor con los demás puedes conseguir complicar las cosas involuntariamente. — pasó el dedo pulgar sus nudillos, notando la suavidad de su piel. No en vano era un ciervo.— A veces no lo puedo evitar, soy humano, y supongo que nadie es perfecto.
La mano de la muchacha se había instalado en un tatuaje y después sobre su corazón, era pequeña y pálida, de dedos inquietos que habían estado cosiendo y curando sus cortes, como pequeñas hormigas que trabajan incansables.
— ¿por qué no? quizás los Æsir te quieran conocer algun dia, si tú crees en ellos. Yo nací en Baton Rouge, cerca de Nueva Orleans, en la casa de mi familia materna. A veces vamos a pasar una temporada allí. Pero mi lugar siempre será Noruega, mi padre nació allí, nos han criado a todos mis hermanos y a mi para sentir el norte como propio, pero respetamos también nuestras otras raíces.
Cuando April se levantó y se recostó en la cama, se dio cuenta de lo realmente cansados que estaban ambos. Seguramente querría tomar un baño, descansar, quizás comer...y sin embargo estaba allí ayudandole a él y curándole. Él también se levantó y recuperó su camisa.
— Debería marcharme ya, estarás deseando bañarte y ponerte ropa limpia. Mañana nos veremos, prometido. Y si quieres regresar a París, te puedo acompañar, yo también aprovecharé para visitar a mi familia que viven en la capital.
Por un segundo imaginó la bañera de ese hotel, llena de agua caliente y perfumada, espaciosa para acogerlos a los dos, su piel nívea y suave, aquellos bonitos labios acariciando los suyos...todo en contraposición al rigor del clima del que venía, a dolor de todos y cada uno de sus músculos, sucios y ateridos, todo tan lejos de la mugre y el frío de la guerra...un momento de paz, uno solo. Reaccionó a tiempo sacudiendo la cabeza y esgrimiendo una sonrisa sincera pero cansada.
— Hasta mañana, Primavera. Recuerda que vendré a desayunar.
Se colocó la camisa y el peto y se marchó rumbo a la fonda donde sus compañeros beberían por los caídos, dormirían unas horas, se asearían y escamparían hasta nueva orden. Orden que no sería dada al menos hasta una semana después como mínimo. Brökk quería ir a París, a ver sus hermanos y a su madre, a llevarle mensajes de su padre. Llevaban casados 20 años y seguían tan enamorados como el primer dia, tuvieron que superar muchas adversidades, pero consiguieron alzarse vistoriosos y eran su ejemplo a seguir.
— ¿cómo soporto el retener la furia? hum...pues no sé, cuestión de disciplina, supongo. Explotar con quien quieres o en mala hora no suele traer nada bueno, y la magia corre en mis venas, así que he aprendido a pensar antes de actuar, porque la magia es peligrosa si no se controla. Pero a parte de eso, mi madre siempre dice que no sabemos qué batallas puede estar librando el otro, si pagas tu mal humor con los demás puedes conseguir complicar las cosas involuntariamente. — pasó el dedo pulgar sus nudillos, notando la suavidad de su piel. No en vano era un ciervo.— A veces no lo puedo evitar, soy humano, y supongo que nadie es perfecto.
La mano de la muchacha se había instalado en un tatuaje y después sobre su corazón, era pequeña y pálida, de dedos inquietos que habían estado cosiendo y curando sus cortes, como pequeñas hormigas que trabajan incansables.
— ¿por qué no? quizás los Æsir te quieran conocer algun dia, si tú crees en ellos. Yo nací en Baton Rouge, cerca de Nueva Orleans, en la casa de mi familia materna. A veces vamos a pasar una temporada allí. Pero mi lugar siempre será Noruega, mi padre nació allí, nos han criado a todos mis hermanos y a mi para sentir el norte como propio, pero respetamos también nuestras otras raíces.
Cuando April se levantó y se recostó en la cama, se dio cuenta de lo realmente cansados que estaban ambos. Seguramente querría tomar un baño, descansar, quizás comer...y sin embargo estaba allí ayudandole a él y curándole. Él también se levantó y recuperó su camisa.
— Debería marcharme ya, estarás deseando bañarte y ponerte ropa limpia. Mañana nos veremos, prometido. Y si quieres regresar a París, te puedo acompañar, yo también aprovecharé para visitar a mi familia que viven en la capital.
Por un segundo imaginó la bañera de ese hotel, llena de agua caliente y perfumada, espaciosa para acogerlos a los dos, su piel nívea y suave, aquellos bonitos labios acariciando los suyos...todo en contraposición al rigor del clima del que venía, a dolor de todos y cada uno de sus músculos, sucios y ateridos, todo tan lejos de la mugre y el frío de la guerra...un momento de paz, uno solo. Reaccionó a tiempo sacudiendo la cabeza y esgrimiendo una sonrisa sincera pero cansada.
— Hasta mañana, Primavera. Recuerda que vendré a desayunar.
Se colocó la camisa y el peto y se marchó rumbo a la fonda donde sus compañeros beberían por los caídos, dormirían unas horas, se asearían y escamparían hasta nueva orden. Orden que no sería dada al menos hasta una semana después como mínimo. Brökk quería ir a París, a ver sus hermanos y a su madre, a llevarle mensajes de su padre. Llevaban casados 20 años y seguían tan enamorados como el primer dia, tuvieron que superar muchas adversidades, pero consiguieron alzarse vistoriosos y eran su ejemplo a seguir.
Brökk Tollak- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 13/07/2017
Localización : París-Bergen-Nueva Orleans
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Le Havre {Brökk Tollak}
Hermosas criaturas
LE HAVRE - FRANCIA
-¿Para qué ser perfectos? Quieres algo antinatural.- ladeé la cabeza con una sonrisa tierna, como si supiera que deseaba que estuviera bien. La guerra y sus dioses.
Arrebataba hermosas criaturas la Muerte, aunque para mí ella era una mujer hermosa con sonrisa de hada y de bello corazón, una infinita dulzura que te abrazaba. Explicarle a los muertos su realidad debía ser complicado.
¿Cómo era en realidad? Era incierto para mí. Lo único certero era que él y yo estábamos vivos, y yo le debía.
Me sonroje, por dos razones. Una era que me sentía una insensata por ser tan estricta y perfeccionista con mis subalternos, tenían que ir a mi marcha sin importarme buenos o malos días. Pero sintiéndome un poquito mal, creía que era por un objetivo: ser los mejores. Yo en cuanto a trabajo era exigente, decidida, activa, responsable y perfeccionista... Legado de padre y a quién engañaba...me gustaba serlo, me hacía ir bien hacía mis deseos.
También pensé en mi madre, a ella le había pasado eso que él estaba decía, extrañaba a mi padre y yo...yo no, y no había podido entenderlo sin gritar, subvalorar y darme un bofetón.
La segunda era por como sentí la mano de Brökk sujetando la mía. El corazón me latía, mientras me acompañó al recorrido hasta aquel fuego palpitante que tenía en su pecho. Lo miré fijo y me dispuse a escuchar aquellos labios que también miré y las palabras que me decía.
Éramos iguales. Los mortales, los cambiantes, los vampiros y licántropos…Todos sentíamos lo mismo, las emociones nos bombardeaban de montañas rusas, cada día traía su alegría o su tristeza, su ira, quizás todas. ¿Y los fantasmas?
Su mano era fuerte, grande como la de un guerrero, ruda pero suave con la mía. La caricia me erizó la piel, el pecho lo sentía agitado y deseé que me besara. Yo no era tonta, sabía que ellos si conocían sobre la desnudez y les gustaba.
Me dijo sobre dónde había nacido, Baton Rouge.
Lo conocía, era hermoso. Él era de Invierno, un hombre del norte.
-Me gustaría creer.- dije honesta porque era la verdad. -¿Me dejarías ver algo algo de ellos algún día?- pregunté intrigada. Algo, un chispazo de magia de ellos con que recordarlo y conocerlos.
-Y también me gusta la idea de que me acompañes a París.- asentí. En realidad así era, me latía el pecho aún, más de saber que estaría cerca de él, era una oportunidad para conocerlo y sentía cosquillas en el vientre como reales mariposas volando en mi interior. - No veremos mañana. Cuídate, guerrero. - si pudiera lo haría yo, sería su guardiana y lo protegería de todo como mi fiel pago, ¿pero quién me creía?¿Quién era yo para alguien como él si hasta ahora me conocía?
Lo observé vestirse, fue un placer lo poco que fue y lo que duró, lo hizo de manera metódica e impecable. Era una agradable compañía, parecía no importarle el haberse mojado aún estando herido, haberse cansado por mi, era un buen hombre. Mi padre lo miraría fijo largos instantes de arriba a abajo, intentando buscar alguna debilidad en el hombre honorable.
-Buena noche, Brökk.- alcancé a decir antes de que... Allí se había ido el nórdico, me mordí el labio inferior con uno de mis colmillos.
Me acosté sobre la cama, mirando el techo con los ojos azules brillantes y una mueca risueña que no demoró en transformarse en sonrisa, una amplia y radiante. El lecho se me hizo tan cómodo, que poco deseé levantarme para darme un baño. Deseaba que él se hubiera quedado. No era pereza, era absoluta comodidad y deseo.
Miré el humo salir del cuarto de baño, olía a rosillas silvestres de la ciudad y aceite de lirios míos. Me levanté con un impulso, apoyándome primero con un codo en la cama y luego sentada.
Caminaría con liviandad quitándome el vestido roto para dejarlo en mi camino al pequeño cuarto. Desnudé mi pelvis y trasero, estaría sin demora por el frío descansando dentro de la tina. Sintiendo el agua cálida en mi piel y el olor, el aroma tan justos para impregnar mi piel de los aceites, pensando en Brökk y en que quería verlo al día siguiente. El agua se sentía como una caricia, me preguntaba qué estaría haciendo o cómo terminaría su día de honrar a los que ya no estaban.
También pensé emocionada entre espuma qué platos le prepararía.
Arrebataba hermosas criaturas la Muerte, aunque para mí ella era una mujer hermosa con sonrisa de hada y de bello corazón, una infinita dulzura que te abrazaba. Explicarle a los muertos su realidad debía ser complicado.
¿Cómo era en realidad? Era incierto para mí. Lo único certero era que él y yo estábamos vivos, y yo le debía.
Me sonroje, por dos razones. Una era que me sentía una insensata por ser tan estricta y perfeccionista con mis subalternos, tenían que ir a mi marcha sin importarme buenos o malos días. Pero sintiéndome un poquito mal, creía que era por un objetivo: ser los mejores. Yo en cuanto a trabajo era exigente, decidida, activa, responsable y perfeccionista... Legado de padre y a quién engañaba...me gustaba serlo, me hacía ir bien hacía mis deseos.
También pensé en mi madre, a ella le había pasado eso que él estaba decía, extrañaba a mi padre y yo...yo no, y no había podido entenderlo sin gritar, subvalorar y darme un bofetón.
La segunda era por como sentí la mano de Brökk sujetando la mía. El corazón me latía, mientras me acompañó al recorrido hasta aquel fuego palpitante que tenía en su pecho. Lo miré fijo y me dispuse a escuchar aquellos labios que también miré y las palabras que me decía.
Éramos iguales. Los mortales, los cambiantes, los vampiros y licántropos…Todos sentíamos lo mismo, las emociones nos bombardeaban de montañas rusas, cada día traía su alegría o su tristeza, su ira, quizás todas. ¿Y los fantasmas?
Su mano era fuerte, grande como la de un guerrero, ruda pero suave con la mía. La caricia me erizó la piel, el pecho lo sentía agitado y deseé que me besara. Yo no era tonta, sabía que ellos si conocían sobre la desnudez y les gustaba.
Me dijo sobre dónde había nacido, Baton Rouge.
Lo conocía, era hermoso. Él era de Invierno, un hombre del norte.
-Me gustaría creer.- dije honesta porque era la verdad. -¿Me dejarías ver algo algo de ellos algún día?- pregunté intrigada. Algo, un chispazo de magia de ellos con que recordarlo y conocerlos.
-Y también me gusta la idea de que me acompañes a París.- asentí. En realidad así era, me latía el pecho aún, más de saber que estaría cerca de él, era una oportunidad para conocerlo y sentía cosquillas en el vientre como reales mariposas volando en mi interior. - No veremos mañana. Cuídate, guerrero. - si pudiera lo haría yo, sería su guardiana y lo protegería de todo como mi fiel pago, ¿pero quién me creía?¿Quién era yo para alguien como él si hasta ahora me conocía?
Lo observé vestirse, fue un placer lo poco que fue y lo que duró, lo hizo de manera metódica e impecable. Era una agradable compañía, parecía no importarle el haberse mojado aún estando herido, haberse cansado por mi, era un buen hombre. Mi padre lo miraría fijo largos instantes de arriba a abajo, intentando buscar alguna debilidad en el hombre honorable.
-Buena noche, Brökk.- alcancé a decir antes de que... Allí se había ido el nórdico, me mordí el labio inferior con uno de mis colmillos.
Me acosté sobre la cama, mirando el techo con los ojos azules brillantes y una mueca risueña que no demoró en transformarse en sonrisa, una amplia y radiante. El lecho se me hizo tan cómodo, que poco deseé levantarme para darme un baño. Deseaba que él se hubiera quedado. No era pereza, era absoluta comodidad y deseo.
Miré el humo salir del cuarto de baño, olía a rosillas silvestres de la ciudad y aceite de lirios míos. Me levanté con un impulso, apoyándome primero con un codo en la cama y luego sentada.
Caminaría con liviandad quitándome el vestido roto para dejarlo en mi camino al pequeño cuarto. Desnudé mi pelvis y trasero, estaría sin demora por el frío descansando dentro de la tina. Sintiendo el agua cálida en mi piel y el olor, el aroma tan justos para impregnar mi piel de los aceites, pensando en Brökk y en que quería verlo al día siguiente. El agua se sentía como una caricia, me preguntaba qué estaría haciendo o cómo terminaría su día de honrar a los que ya no estaban.
También pensé emocionada entre espuma qué platos le prepararía.
April Moore- Cambiante Clase Alta
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