AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Widow's Harbor — Privado
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Widow's Harbor — Privado
Tenía que huir, tenía que hacerlo; lo estaba haciendo. No sabía muy bien cómo, pero así se encontraba: vagando por un trecho desconocido, aunque su mente lo asociaba con algo. Por supuesto, ese camino era muy parecido al que debió recorrer en antaño, cuando apenas era una humana y vivía con esa mujer llamada Helga. La única, desde luego, que sabía cómo poder deshacerse del homúnculo ese que la fastidiaba. ¡Cierto! Pero Helga estaba muerta, y eso significaba que, quizás, no pudiera cumplir con su misión. Bien, tampoco podía rendirse tan fácilmente y no intentarlo. Eloise estaba decidida a hacer lo que fuera necesario para librarse, de una vez por todas, de ese gusano sin identidad, a pesar de no saber muy bien cómo. Simplemente, y no entendía si era por estupidez o desesperación, hizo caso a las palabras de ese hermano parásito, pues él le aseguraba que si hallaban la antigua bitácora de Helga, tal vez ahí se encontraba la respuesta a sus dudas, pues también quería separarse de ella. ¡Bingo! Eso era un trato bastante justo.
Claro, hubiera podido llegar antes de no ser porque, mientras buscaba alguna pista en la tumba de la bruja, Gaspard de Grailly había hecho acto de aparición. ¡Muy mal! Y, como era de suponerse, ella terminó retenida en contra de su voluntad, sólo porque al cazador se le ocurrió la brillante idea de fastidiar al homúnculo. ¿Qué quería? ¿Desaparecerlo? Bastante bueno para ser verdad. Además, si Eloise quiso huir en un principio, y prácticamente le echó a los inquisidores encima a Gaspard, era porque no quería que se involucrara en sus cosas; mucho más de lo que ya lo había hecho. Pero él resultaba ser más terco que una mula, y pues, así habían terminado, sólo que ella logró zafarse de su prisión temporal.
Eloise-Átropos (a partir de aquí la definiremos de ese modo), aunque se lamentó de tener que acudir a algo extremo para lograr atontar a Gaspard, no se detuvo en ningún momento. Tenía una meta en mente y no pensaba quedarse de brazos cruzados. Lamentablemente, él la odiaría en ese instante, porque no eran pocas las cosas que le había hecho. Pero, y a pesar del caos que tenía el cazador en su cabeza, lo único que le pedía era que comprendiera cómo se sentía ella; al menos que hiciera el esfuerzo en hacerlo. Había vivido toda su existencia atada a ese ser del averno, y ya habiendo recuperado su poca sensatez, quería acabar con todo de una vez, y sin anestesia. Prácticamente, Eloise-Átropos llegó a su límite. Y Gaspard de Grailly tenía mucho que ver con eso, aunque ahora se estaría lamentando del dolor de cabeza.
Y bien, centrándonos mejor en la vampira, que ya había llegado a su destino, y lo sabía porque reconocía el paraje a pesar del tiempo que transcurrió desde que abandonó todo, ella no pudo sentirse menos satisfecha. Aunque, estar en esa propiedad (ya en ruinas por el pasar de los años), le removió los recuerdos, como si ese mínimo porcentaje de humanidad, que alguna vez tuvo, aún permaneciera ahí, enterrado entre su propio caos mental.
–Nada perderemos con intentarlo, Eloise. El diario debe de estar escondido en alguna parte; la bruja no era idiota...
—Ya cállate, por favor. Cada vez que dices algo, haces que me duela la cabeza —murmuró, mientras apartaba algunos escombros de la entrada principal—. Espero que tengas razón esta vez, y ese hombre sepa hacer las cosas.
No confiaba por completo en el bicho ese sin nombre propio, pero no tenía más opciones, y él... ¿Él quién era en realidad? Por las cosas que le mencionó durante el tiempo en que tardó en llegar a la antigua propiedad, tal parecía que su relación con Helga había sido de mucho tiempo atrás, incluso desde antes que ella misma existiera. ¿Podría ser cierto? Aquello despertó más la curiosidad en Eloise-Átropos; sin embargo, y dada la situación en la que se hallaba implícita, lo mejor que podía hacer era estarse quieta y buscar el maldito diario en donde la hechicera guardaba sus recuerdos. El único problema que tenía era lo exageradamente amplia que resultaba ser aquella mansión. Ni siquiera cuando vivió ahí, logró conocer a ciencia exacta todas las habitaciones. A Helga le gustaba exagerar, pensó. ¿O acaso pertenecía a los antiguos reyes de Francia? Probablemente sería de sus verdaderos padres, porque una nana corriente no podía tener tanto con su mísera paga.
En fin, y para no seguir desviándonos del objetivo principal, ya Eloise-Átropos empezaba a hurgar entre todos los lugares posibles, guiada, como era de esperarse, por su hermano-homúnculo-gusano-bicho. Pero antes de que pudieran avanzar más, algo definitivamente no pintó bien. ¿Gaspard la había seguido? ¡Por todos los seres del abismo! Qué cansino era algunas veces...
Claro, hubiera podido llegar antes de no ser porque, mientras buscaba alguna pista en la tumba de la bruja, Gaspard de Grailly había hecho acto de aparición. ¡Muy mal! Y, como era de suponerse, ella terminó retenida en contra de su voluntad, sólo porque al cazador se le ocurrió la brillante idea de fastidiar al homúnculo. ¿Qué quería? ¿Desaparecerlo? Bastante bueno para ser verdad. Además, si Eloise quiso huir en un principio, y prácticamente le echó a los inquisidores encima a Gaspard, era porque no quería que se involucrara en sus cosas; mucho más de lo que ya lo había hecho. Pero él resultaba ser más terco que una mula, y pues, así habían terminado, sólo que ella logró zafarse de su prisión temporal.
Eloise-Átropos (a partir de aquí la definiremos de ese modo), aunque se lamentó de tener que acudir a algo extremo para lograr atontar a Gaspard, no se detuvo en ningún momento. Tenía una meta en mente y no pensaba quedarse de brazos cruzados. Lamentablemente, él la odiaría en ese instante, porque no eran pocas las cosas que le había hecho. Pero, y a pesar del caos que tenía el cazador en su cabeza, lo único que le pedía era que comprendiera cómo se sentía ella; al menos que hiciera el esfuerzo en hacerlo. Había vivido toda su existencia atada a ese ser del averno, y ya habiendo recuperado su poca sensatez, quería acabar con todo de una vez, y sin anestesia. Prácticamente, Eloise-Átropos llegó a su límite. Y Gaspard de Grailly tenía mucho que ver con eso, aunque ahora se estaría lamentando del dolor de cabeza.
Y bien, centrándonos mejor en la vampira, que ya había llegado a su destino, y lo sabía porque reconocía el paraje a pesar del tiempo que transcurrió desde que abandonó todo, ella no pudo sentirse menos satisfecha. Aunque, estar en esa propiedad (ya en ruinas por el pasar de los años), le removió los recuerdos, como si ese mínimo porcentaje de humanidad, que alguna vez tuvo, aún permaneciera ahí, enterrado entre su propio caos mental.
–Nada perderemos con intentarlo, Eloise. El diario debe de estar escondido en alguna parte; la bruja no era idiota...
—Ya cállate, por favor. Cada vez que dices algo, haces que me duela la cabeza —murmuró, mientras apartaba algunos escombros de la entrada principal—. Espero que tengas razón esta vez, y ese hombre sepa hacer las cosas.
No confiaba por completo en el bicho ese sin nombre propio, pero no tenía más opciones, y él... ¿Él quién era en realidad? Por las cosas que le mencionó durante el tiempo en que tardó en llegar a la antigua propiedad, tal parecía que su relación con Helga había sido de mucho tiempo atrás, incluso desde antes que ella misma existiera. ¿Podría ser cierto? Aquello despertó más la curiosidad en Eloise-Átropos; sin embargo, y dada la situación en la que se hallaba implícita, lo mejor que podía hacer era estarse quieta y buscar el maldito diario en donde la hechicera guardaba sus recuerdos. El único problema que tenía era lo exageradamente amplia que resultaba ser aquella mansión. Ni siquiera cuando vivió ahí, logró conocer a ciencia exacta todas las habitaciones. A Helga le gustaba exagerar, pensó. ¿O acaso pertenecía a los antiguos reyes de Francia? Probablemente sería de sus verdaderos padres, porque una nana corriente no podía tener tanto con su mísera paga.
En fin, y para no seguir desviándonos del objetivo principal, ya Eloise-Átropos empezaba a hurgar entre todos los lugares posibles, guiada, como era de esperarse, por su hermano-homúnculo-gusano-bicho. Pero antes de que pudieran avanzar más, algo definitivamente no pintó bien. ¿Gaspard la había seguido? ¡Por todos los seres del abismo! Qué cansino era algunas veces...
Átropos- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 18/05/2017
Localización : En alguna parte de esta enorme ciudad...
Re: Widow's Harbor — Privado
Brujería y mar. ¿Amantes o aliados? Y sí, se las planteaba como dos opciones porque no siempre eran algo compatible. Aquel viejo lobo de mar que había presenciado los inicios de la piratería y que aún continuaba domándolos a lomos del vampirismo y de un Skyfall distinto, daba fe de aquel hecho a pesar de su herejía cristiana —incluso si 'herejía' no lo describía del todo bien, ¿qué otra palabra definía mejor a un jodido diablo que creía en Dios y precisamente por eso le tenía la guerra declarada mientras se cagaba en todo lo que tuviera que ver con la iglesia y sus creencias?—. Su experiencia con la magia o, mejor dicho, con quienes la practicaban tenía una bonita historia que contar... Y muy contrario a los botes imprudentes de su personalidad, se la guardaba receloso para sí mismo hasta que no tenía más remedio que confesarla. O hasta que no le convenía de verdad, pues todos sabíamos que el fiero Sangre Negra siempre encontraba una forma de salirse con la suya, y solía ser demasiado extraordinaria como para pensar que 'no tenía más remedio'.
¿Qué nombre de mujer se había ganado un lugar en su catastrófica memoria de vampiro aquella vez? Helga, de origen escandinavo, tan fuerte y falsamente bendito como su dueña en este caso. No iba a dedicarse a hacer una introducción memorable sobre el papel que jugó, y que de algún modo aún jugaba, en su vida mucho antes de que la no-vida le otorgara un poder que seguramente la muy ambiciosa no se llegaría a imaginar que aquel grumetillo dominaría algún día, algún decenio, algún siglo… O quizá supo verlo mejor que nadie cuando quiso usar su sangre para Dios-o-el-Diablo-sabrían-qué. ¿Exactamente qué recordaba de ella, además de los ocultos tratos que se llegó a traer con el legendario William Death? Vanidad en su máximo esplendor y unas habilidades que sólo la descendiente del alquimista Paracelso podía poseer. Explicar la relación de tensión entre ella y Thibault en términos más… ¿profundos? probablemente costaría mucho más tiempo del que éste había invertido en el motivo y el lugar que lo estaban conduciendo en el presente a su nueva aventura de loco ebrio de glorias. Mejor haría, pues, en reservarla para otra ocasión. O quizá sólo para más adelante, a juzgar por el rumbo que estaba tomando aquella misión. A fin de cuentas, sus pasos le habían llevado a la maldita propiedad en ruinas de la bruja en cuestión.
¿A qué santo volvía a rebuscar en la presencia de aquella hechicera del demonio después de tanto tiempo? A ninguno, ya puestos; pocos santos había cuando se trataba de magia negra, ¡muy gracioso, piratilla! ¿Planeas contestar seriamente a la pregunta o dejaremos que los lectores y las próximas almas que se topen en tu camino lo averigüen sobre la marcha? Bueno, por ahora lo dejaremos en que iba en busca de unos manuscritos, unos que económicamente valían más que sus últimos botines. ¡La historia de la monarquía no se andaba con remilgos y ésta podía cambiar en base a lo que descubriera en ellos! Pero Thibault no estaba allí sólo por los culebrones de la realeza, la rechazaba demasiado —con la firme excepción de la que implicaba a los Países Bajos y la razón era evidentemente subjetiva cuando se trataba de su madre vampírica— para que ocuparan verdaderamente sus preocupaciones. Como bien se había mencionado ya, su sangre había estado en los planes de la difunta Helga y dado el inmenso poder de aquella demente ése era un misterio que siempre le había atormentado. Así pues, el mórbido interés por encontrar cualquier cosa escrita sobre sus antiguos hechizos no se lo quitaba nadie. Ni siquiera los siglos.
Había alguien más en la vieja mansión derruida cuando se puso a husmear entre los escombros, como bien sabía que podía pasar, si no obviábamos la dudosa transparencia de sus fuentes, y la sintió de forma especialmente cruenta de un modo que nunca antes había experimentado. Y eso, viniendo de él, resultaba escalofriante porque muy pocas cosas lograban preocuparle de verdad. Afortunadamente, su curiosidad de adicto al peligro fue lo bastante efectiva como para que dicha preocupación durase apenas unos segundos, los que tardó en hacer uso de sus habilidades sobrenaturales y localizar aquella presencia… Presencias, en plural, por mucho que el cuerpo de una sola persona tratara de despistarle el sentido de la vista. Otra vampira que también había podido detectarlo y frente a la que no se había molestado en ocultarse, allí encima de una viga llena del polvo que se había alzado con su llegada y que le sirvió de entrada triunfal, pero inevitablemente peculiar. Típico de Thibault, quien mientras tanto analizó a la aparente joven desde lo alto con un pergamino hecho trizas que había encontrado colgando de la mano y la otra, sujeta a la madera donde permanecía medio agazapado, como un león distraído al que ni la siesta lo libraba de permanecer alerta. Contradictorio hasta la médula.
—¿Buscas algo, morena? Dudo que sea más indecente que lo mío. —Porque eso de 'qué hace una chica como tú en un sitio como éste' era demasiado anacrónico hasta para sus absurdeces.
¿Qué nombre de mujer se había ganado un lugar en su catastrófica memoria de vampiro aquella vez? Helga, de origen escandinavo, tan fuerte y falsamente bendito como su dueña en este caso. No iba a dedicarse a hacer una introducción memorable sobre el papel que jugó, y que de algún modo aún jugaba, en su vida mucho antes de que la no-vida le otorgara un poder que seguramente la muy ambiciosa no se llegaría a imaginar que aquel grumetillo dominaría algún día, algún decenio, algún siglo… O quizá supo verlo mejor que nadie cuando quiso usar su sangre para Dios-o-el-Diablo-sabrían-qué. ¿Exactamente qué recordaba de ella, además de los ocultos tratos que se llegó a traer con el legendario William Death? Vanidad en su máximo esplendor y unas habilidades que sólo la descendiente del alquimista Paracelso podía poseer. Explicar la relación de tensión entre ella y Thibault en términos más… ¿profundos? probablemente costaría mucho más tiempo del que éste había invertido en el motivo y el lugar que lo estaban conduciendo en el presente a su nueva aventura de loco ebrio de glorias. Mejor haría, pues, en reservarla para otra ocasión. O quizá sólo para más adelante, a juzgar por el rumbo que estaba tomando aquella misión. A fin de cuentas, sus pasos le habían llevado a la maldita propiedad en ruinas de la bruja en cuestión.
¿A qué santo volvía a rebuscar en la presencia de aquella hechicera del demonio después de tanto tiempo? A ninguno, ya puestos; pocos santos había cuando se trataba de magia negra, ¡muy gracioso, piratilla! ¿Planeas contestar seriamente a la pregunta o dejaremos que los lectores y las próximas almas que se topen en tu camino lo averigüen sobre la marcha? Bueno, por ahora lo dejaremos en que iba en busca de unos manuscritos, unos que económicamente valían más que sus últimos botines. ¡La historia de la monarquía no se andaba con remilgos y ésta podía cambiar en base a lo que descubriera en ellos! Pero Thibault no estaba allí sólo por los culebrones de la realeza, la rechazaba demasiado —con la firme excepción de la que implicaba a los Países Bajos y la razón era evidentemente subjetiva cuando se trataba de su madre vampírica— para que ocuparan verdaderamente sus preocupaciones. Como bien se había mencionado ya, su sangre había estado en los planes de la difunta Helga y dado el inmenso poder de aquella demente ése era un misterio que siempre le había atormentado. Así pues, el mórbido interés por encontrar cualquier cosa escrita sobre sus antiguos hechizos no se lo quitaba nadie. Ni siquiera los siglos.
Había alguien más en la vieja mansión derruida cuando se puso a husmear entre los escombros, como bien sabía que podía pasar, si no obviábamos la dudosa transparencia de sus fuentes, y la sintió de forma especialmente cruenta de un modo que nunca antes había experimentado. Y eso, viniendo de él, resultaba escalofriante porque muy pocas cosas lograban preocuparle de verdad. Afortunadamente, su curiosidad de adicto al peligro fue lo bastante efectiva como para que dicha preocupación durase apenas unos segundos, los que tardó en hacer uso de sus habilidades sobrenaturales y localizar aquella presencia… Presencias, en plural, por mucho que el cuerpo de una sola persona tratara de despistarle el sentido de la vista. Otra vampira que también había podido detectarlo y frente a la que no se había molestado en ocultarse, allí encima de una viga llena del polvo que se había alzado con su llegada y que le sirvió de entrada triunfal, pero inevitablemente peculiar. Típico de Thibault, quien mientras tanto analizó a la aparente joven desde lo alto con un pergamino hecho trizas que había encontrado colgando de la mano y la otra, sujeta a la madera donde permanecía medio agazapado, como un león distraído al que ni la siesta lo libraba de permanecer alerta. Contradictorio hasta la médula.
—¿Buscas algo, morena? Dudo que sea más indecente que lo mío. —Porque eso de 'qué hace una chica como tú en un sitio como éste' era demasiado anacrónico hasta para sus absurdeces.
Thibault "Black Blood"- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/09/2016
Localización : Allá donde los puertos no alcanzan a ver
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Widow's Harbor — Privado
En una noche, ¡tan sólo en una noche!, había experimentado más cosas que en sus doscientos y tantos años de no-vida. ¡Qué decía de esa noche! Ya llevaba días actuando más diferente de lo que solía hacer como costumbre de existencia: estar metida en las Catacumbas como una criatura demente y poco agraciada. ¡Eso se había acabado! Porque no pretendía regresar a las galerías subterráneas de París, esas destinadas a resguardar a un montón de cadáveres y huesos durante siglos (a los que llegó a considerar sus súbditos, para colmo). Estaba decidida a no volver a esas raras andanzas, y menos ahora, que se hallaba muy enfocada en una misión tan particular como deshacerse de ese molesto hermano-homúnculo que había hecho su existencia menos tolerable. Incluso él mismo la había instigado a ello. ¿Estaría planeando algo terrible esa cosa? ¡Era lo menos que se le cruzaba por la mente a Eloise-Átropos! Porque lo único que deseaba era acabar con ese maldito karma de una vez por todas.
Sorprendente, pero puramente cierto. Quizá alguien que hubiera conocido a la loca de las Catacumbas en sus mejores tiempos (léase con ironía), habría asegurado que semejante criatura jamás guardaría alguna clase de pensamiento lógico, sin embargo, ¡cuán equivocado estaría! Porque debajo de todo ese desorden mental, se ocultaba la verdadera habitante de ese cuerpo y de esa mente. Sí, resultaba que Eloise sólo creó un personaje alterno de sí misma, motivada por aquel vampiro rarísimo y obstinado que había conocido en antaño, el mismo que la convirtió en esa vampira potencialmente inestable que se creía como la mismísima muerte encarnada.
Explicaciones aparte, lo cierto es que ahora Eloise se encontraba centrada en hallar muchas respuestas referentes a su pasado mortal. ¿Y cómo? Pues había llegado al límite en donde no pudo seguir escondiéndose más de sus propios demonios (algo que tenía muy molesto al homúnculo, obviamente). El honor se lo debemos a cierto humano con su apellido de Grailly, el mismo al que había tenido que dejar a muchísimos metros de distancia en contra de su voluntad. ¡Que sí! Que todos sabemos que tuvo que admitir muchas cosas con respecto a Gaspard, que ahora no merecía plantearse porque necesitaba centrarse en encontrar el diario en donde Helga escribía sus hechizos.
Ay, Helga... ¡cuántas cosas le habría ocultado! Hizo de su vida una mentira bastante elaborada. Sin embargo, la verdadera identidad de ella como Eloise, la hija de los reyes de Francia, no interesaba, sino la verdad con respecto a Helga y su origen. Más allá de ser una bruja talentosa, ¿qué más era? ¿Qué demonios ocultaba? Porque, para haberla dejado atada a ese gusano sin identidad, no debía ser ninguna estúpida, y de seguro existía un motivo bastante terrible tras todo eso. Origen del que no le habló mucho su odiado hermano, quien se hallaba bastante interesado en poder obtener un cuerpo propio. ¿Con qué fin? Le daba igual, siempre y cuando la dejara en paz a ella y también a Gaspard. O al menos eso era lo que pretendía... A saber si el bicho ese cumpliría.
–No te distraigas, Eloise. Estamos cada vez más cerca... Lo presiento.
Y faltaba menos, que aparte de molesto, también tenía intuición, ¡Bien! Debía considerar que sí había un poco de razón en sus palabras, así que decidió continuar indagando en las ruinas de la propiedad, la cual le traía recuerdos de su infancia. ¿Cómo había acabado así? Tal vez porque ese era su destino, aunque no creyera en esas cosas. Pero poco tiempo pudo seguir en su labor, porque justo una presencia ajena la había sacado de sus pensamientos. Y no, no se trataba de Gaspard, por desgracia. Esta vez, quien hizo acto de aparición fue otro sujeto, quien se creía particular, y de alguna manera lo fue, sólo por esa forma en que decidió abordarla. ¿Quién sería ese? Quizá algún bandido barato buscando alguna antigüedad, aparte de vampiro, ¡para más colmo!
–Ignora a ese tipo, ¡vamos por el diario y larguémonos de aquí!
—¿Y tú eres...? Dudo que el dueño de este lugar. La suya ya falleció hace tiempo —replicó, aunque no hubo nada de altanero en su respuesta, simplemente fue lo bastante directa como para dejar callado al otro por un momento—. ¿Y a ti qué te interesa si busco algo indecente o no? Presumido.
–Sí, eso. No le prestes atención, él es cualquier cosa.
—Tú cállate —refutó en voz baja, mientras se escabullía por un pasillo, reconociendo un tanto las habitaciones. Lo más probable era aquel manuscrito no se encontraba en cualquier parte. Ah sí, había dejado solo al otro invasor, porque no estaba de humor para hacer nuevos "amigos"; no esa vez—. Oye, parásito, ¿Helga hechizó la casa? Hay cosas que están diferentes a como las recuerdo. Y tú, al parecer, la conocías bastante bien...
Apenas susurró, sin importarle si el intruso la escuchaba o no. Eloise se encontraba muy ocupada en su búsqueda, y nada más iba a distraerla. O al menos eso pensaba.
Sorprendente, pero puramente cierto. Quizá alguien que hubiera conocido a la loca de las Catacumbas en sus mejores tiempos (léase con ironía), habría asegurado que semejante criatura jamás guardaría alguna clase de pensamiento lógico, sin embargo, ¡cuán equivocado estaría! Porque debajo de todo ese desorden mental, se ocultaba la verdadera habitante de ese cuerpo y de esa mente. Sí, resultaba que Eloise sólo creó un personaje alterno de sí misma, motivada por aquel vampiro rarísimo y obstinado que había conocido en antaño, el mismo que la convirtió en esa vampira potencialmente inestable que se creía como la mismísima muerte encarnada.
Explicaciones aparte, lo cierto es que ahora Eloise se encontraba centrada en hallar muchas respuestas referentes a su pasado mortal. ¿Y cómo? Pues había llegado al límite en donde no pudo seguir escondiéndose más de sus propios demonios (algo que tenía muy molesto al homúnculo, obviamente). El honor se lo debemos a cierto humano con su apellido de Grailly, el mismo al que había tenido que dejar a muchísimos metros de distancia en contra de su voluntad. ¡Que sí! Que todos sabemos que tuvo que admitir muchas cosas con respecto a Gaspard, que ahora no merecía plantearse porque necesitaba centrarse en encontrar el diario en donde Helga escribía sus hechizos.
Ay, Helga... ¡cuántas cosas le habría ocultado! Hizo de su vida una mentira bastante elaborada. Sin embargo, la verdadera identidad de ella como Eloise, la hija de los reyes de Francia, no interesaba, sino la verdad con respecto a Helga y su origen. Más allá de ser una bruja talentosa, ¿qué más era? ¿Qué demonios ocultaba? Porque, para haberla dejado atada a ese gusano sin identidad, no debía ser ninguna estúpida, y de seguro existía un motivo bastante terrible tras todo eso. Origen del que no le habló mucho su odiado hermano, quien se hallaba bastante interesado en poder obtener un cuerpo propio. ¿Con qué fin? Le daba igual, siempre y cuando la dejara en paz a ella y también a Gaspard. O al menos eso era lo que pretendía... A saber si el bicho ese cumpliría.
–No te distraigas, Eloise. Estamos cada vez más cerca... Lo presiento.
Y faltaba menos, que aparte de molesto, también tenía intuición, ¡Bien! Debía considerar que sí había un poco de razón en sus palabras, así que decidió continuar indagando en las ruinas de la propiedad, la cual le traía recuerdos de su infancia. ¿Cómo había acabado así? Tal vez porque ese era su destino, aunque no creyera en esas cosas. Pero poco tiempo pudo seguir en su labor, porque justo una presencia ajena la había sacado de sus pensamientos. Y no, no se trataba de Gaspard, por desgracia. Esta vez, quien hizo acto de aparición fue otro sujeto, quien se creía particular, y de alguna manera lo fue, sólo por esa forma en que decidió abordarla. ¿Quién sería ese? Quizá algún bandido barato buscando alguna antigüedad, aparte de vampiro, ¡para más colmo!
–Ignora a ese tipo, ¡vamos por el diario y larguémonos de aquí!
—¿Y tú eres...? Dudo que el dueño de este lugar. La suya ya falleció hace tiempo —replicó, aunque no hubo nada de altanero en su respuesta, simplemente fue lo bastante directa como para dejar callado al otro por un momento—. ¿Y a ti qué te interesa si busco algo indecente o no? Presumido.
–Sí, eso. No le prestes atención, él es cualquier cosa.
—Tú cállate —refutó en voz baja, mientras se escabullía por un pasillo, reconociendo un tanto las habitaciones. Lo más probable era aquel manuscrito no se encontraba en cualquier parte. Ah sí, había dejado solo al otro invasor, porque no estaba de humor para hacer nuevos "amigos"; no esa vez—. Oye, parásito, ¿Helga hechizó la casa? Hay cosas que están diferentes a como las recuerdo. Y tú, al parecer, la conocías bastante bien...
Apenas susurró, sin importarle si el intruso la escuchaba o no. Eloise se encontraba muy ocupada en su búsqueda, y nada más iba a distraerla. O al menos eso pensaba.
Átropos- Vampiro Clase Baja
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Localización : En alguna parte de esta enorme ciudad...
Re: Widow's Harbor — Privado
¡Vaya con el 'saludito' de la niña! Porque sí, Thibault podía ver que se trataba de alguien más joven que él. ¿Ligeramente o bastante más? ¡Joder, eran dos jodidos vampiros! ¿Quién sabría decirlo con seguridad? Aunque claro, ¿desde cuándo nadie podía encontrar una explicación realmente lógica para ese hombre que todavía continuaba en pie a pesar de las fuerzas del océano, la tierra, la vida y la muerte? Pues en aquellos momentos no se estaba dejando llevar precisamente por la lógica a la hora de identificar la información que recibía de esa recién llegada en su historia. ¡Ah, qué última calificación tan irónica! Se habría hartado a reír como un poseso de conocer ya la verdad… Claro está, después de asimilar las nuevas formas que su bruja favorita parecía seguir teniendo para desbaratar la mismísima cabeza de alguien tan bravo como el capitán Black Blood.
No pudo evitar soltar un chistido ligeramente encantado ante el comentario de su nueva interlocutora. 'Presumido', ¿eh? ¿Por qué no? Llegaba hasta la casa de Helga y en su lugar, encontraba a una mujer con carácter. ¿Coincidencia? ¿La inmortalidad le había enseñado a creer en las casualidades? Por supuesto, el mundo era demasiado grande y su longevidad, demasiado eterna como para no hallar un respiro que, de todas maneras, ya le arrebataba su piratería. Si había algo más fijo que cualquier otro aspecto de su vida con más de dos siglos en su haber era que Thibault siempre rechazaría la paz.
—Anda, ¿qué te hizo a ti esa perra adicta a las sorpresas? —inquirió al comprobar que, como él, también conocía a Helga. Tal y como sospechaba, y más inquietante aún, tal y como sentía, aquella fierecilla no tenía una motivación casual, sabía a quién había pertenecido la morada en cuestión y, al igual que él, iba en busca de algo… Qué interesante, ¿acaso esa maldita condenada por la que estaba allí aún tenía más cosas que decirle desde el infierno en el que, quizá, algún día se reencontraran?— Y ya que lo mencionas, la verdad que me interesa bastante lo que busques. Si es indecente, pues mejor y más divertido.
Siguió moviéndose con la misma naturalidad con la que trepaba paredes cuando ella decidió ignorarle sin más y gracias a su habilidad para rastrear, la mantuvo localizada todo el tiempo mientras husmeaba cada recoveco del lugar por su cuenta. ¡Joder, podía haber ordenado un poco la casa si seguramente su intuición femenina de jodida hechicera y, bueno, de ella misma en toda su esencia, le había avisado años atrás de que en algún momento pasarían a invadirla dos personas tan cruciales en su existencia! Tampoco lograba concentrarse enteramente por culpa de la curiosa desconocida y… ¿Había alguien más? Si no se sacara el rabo sin pudor alguno para mearse en el señorito Jesucristo y su estirpe de biblias, juraría que sí. En cualquier otra situación, se hubiera mantenido a su aire, lejos de más personas que no tuvieran que ver con su cometido, pero seamos sinceros, no había ido hasta allí a revolver las pertenencias de una antigua... lo que fuera Helga, para derrochar respeto y menos cuando aquellas dos presencias que notaba no parecían exactamente ajenas a su misión.
Así pues, aprovechó que la otra sobrenatural se ponía a hablar en voz alta con alguien que, definitivamente, no era él para aparecer en un abrir y cerrar de ojos justo en frente y agarrar un libro extremadamente viejo que ella estaba a punto de ojear. Fue entonces que la distancia acortada entre ambos le sirvió para recrearse en su rostro más profundamente, como si de repente hubiera encontrado lo que buscaba allí mismo, en la extraña sensación de reconocimiento que, por unos instantes, ni siquiera le permitió hacerse el gracioso. Algo así no le había pasado nunca antes, ¿tan raro se había levantado esa noche? Si ni siquiera se acordaba de lo que se sentía durmiendo, a pesar de lo onírico que, de repente, parecía todo lo que los rodeaba a él y a su inesperada compañera de descubrimientos.
—¿Quién eres tú, criatura, y por qué me da la sensación de que no vienes sola?
Me pregunto si era así cómo quería que se conocieran...
No pudo evitar soltar un chistido ligeramente encantado ante el comentario de su nueva interlocutora. 'Presumido', ¿eh? ¿Por qué no? Llegaba hasta la casa de Helga y en su lugar, encontraba a una mujer con carácter. ¿Coincidencia? ¿La inmortalidad le había enseñado a creer en las casualidades? Por supuesto, el mundo era demasiado grande y su longevidad, demasiado eterna como para no hallar un respiro que, de todas maneras, ya le arrebataba su piratería. Si había algo más fijo que cualquier otro aspecto de su vida con más de dos siglos en su haber era que Thibault siempre rechazaría la paz.
—Anda, ¿qué te hizo a ti esa perra adicta a las sorpresas? —inquirió al comprobar que, como él, también conocía a Helga. Tal y como sospechaba, y más inquietante aún, tal y como sentía, aquella fierecilla no tenía una motivación casual, sabía a quién había pertenecido la morada en cuestión y, al igual que él, iba en busca de algo… Qué interesante, ¿acaso esa maldita condenada por la que estaba allí aún tenía más cosas que decirle desde el infierno en el que, quizá, algún día se reencontraran?— Y ya que lo mencionas, la verdad que me interesa bastante lo que busques. Si es indecente, pues mejor y más divertido.
Siguió moviéndose con la misma naturalidad con la que trepaba paredes cuando ella decidió ignorarle sin más y gracias a su habilidad para rastrear, la mantuvo localizada todo el tiempo mientras husmeaba cada recoveco del lugar por su cuenta. ¡Joder, podía haber ordenado un poco la casa si seguramente su intuición femenina de jodida hechicera y, bueno, de ella misma en toda su esencia, le había avisado años atrás de que en algún momento pasarían a invadirla dos personas tan cruciales en su existencia! Tampoco lograba concentrarse enteramente por culpa de la curiosa desconocida y… ¿Había alguien más? Si no se sacara el rabo sin pudor alguno para mearse en el señorito Jesucristo y su estirpe de biblias, juraría que sí. En cualquier otra situación, se hubiera mantenido a su aire, lejos de más personas que no tuvieran que ver con su cometido, pero seamos sinceros, no había ido hasta allí a revolver las pertenencias de una antigua... lo que fuera Helga, para derrochar respeto y menos cuando aquellas dos presencias que notaba no parecían exactamente ajenas a su misión.
Así pues, aprovechó que la otra sobrenatural se ponía a hablar en voz alta con alguien que, definitivamente, no era él para aparecer en un abrir y cerrar de ojos justo en frente y agarrar un libro extremadamente viejo que ella estaba a punto de ojear. Fue entonces que la distancia acortada entre ambos le sirvió para recrearse en su rostro más profundamente, como si de repente hubiera encontrado lo que buscaba allí mismo, en la extraña sensación de reconocimiento que, por unos instantes, ni siquiera le permitió hacerse el gracioso. Algo así no le había pasado nunca antes, ¿tan raro se había levantado esa noche? Si ni siquiera se acordaba de lo que se sentía durmiendo, a pesar de lo onírico que, de repente, parecía todo lo que los rodeaba a él y a su inesperada compañera de descubrimientos.
—¿Quién eres tú, criatura, y por qué me da la sensación de que no vienes sola?
Me pregunto si era así cómo quería que se conocieran...
Thibault "Black Blood"- Vampiro Clase Media
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Re: Widow's Harbor — Privado
Su última pregunta obtuvo de respuesta un silencio incómodo por parte del homúnculo (o gusano, o cosa deforme, o como quieran llamarlo), algo que, por supuesto, hizo que Eloise (que no Átropos, esa se había ido de vacaciones) sospechara. Se empezaba a asegurar a sí misma que algo no terminaba de encajar bien, y por eso, cuerda o no, tenía que hallar respuestas en esa casa, que alguna vez fue su hogar, cuando era humana; cuando realmente estaba bien consigo misma. ¡Cuando no tenía que refugiarse en las vastas tinieblas de las Catacumbas como una rata! No, como una rata no, como una bestia que no era capaz de controlar sus propias emociones, y que, además, tenía que lidiar con la molesta presencia de un parásito que ella nunca había pedido que estuviera ahí.
Justamente ese era el motivo por el cual había decidido regresar a ese lugar, tenía que buscar entre las ruinas de su pasado para, de una vez por todas, arrancarse a esa molestia que, no sólo la hacía ver estéticamente mal, sino porque consumía su cordura de manera lenta y nada sana. Lo del inmortal que la terminó de desquiciar, bueno, eso tan sólo era un agregado a su caótica existencia, nada más. Pero sí era verdad que ya venía arrastrando todo ese mal desde el momento de su nacimiento. Y ahora que recobraba parte de su lucidez, no quería perder oportunidad alguna de hacer algo de una vez por todas, para mayor descontento del humano que la había llevado a eso (no se le puede quitar su mérito a Gaspard de Grailly, después de todo).
Pero con lo que no llegó a contar Eloise, ni en sus refugios oníricos, o en sus ideas más hilarantes, era que aquel sitio, que alguna vez se conviritió en su más íntima morada, también iba a ser invadido por otra presencia. ¿Recordaba a aquel hombre que se presentaba ante ella con tanta imprudencia? No. Aun así, algo en su cabeza, quizá producto de todo lo que empezaba a ocurrir a su alrededor y era motor para hallar las piezas restantes de su antigua mortalidad, le invitaba a dudar. Dudas que inmediatamente fueron interrumpidas por el homúnculo, quien mostraba particular desesperación por encontrar esa bitácora que Helga llegó a custodiar con recelo.
–¿Qué tanto esperas, Eloise? No tenemos tiempo para el melodrama.
¿Y qué le importaba a él? Sólo le había dado problemas desde que era una niña. Por lo tanto, prefirió ignorarlo. Su ansiedad no iba a evitar que ella se permitiera rememorar parte de su infancia. Aunque ahora la residencia no presumiera de su encanto de antaño, igualmente le traía buenos recuerdos de su niñez. Por eso, y antes de ir por aquel manuscrito maldito, se dedicó a recorrer los sucios recovecos, como no lo había hecho en más de un siglo. ¡Qué vacío se sentía ese lugar sin Helga!
Fue entonces, estando sumida en sus pensamientos, y a punto de extender su mano hacia un libro casi raído por el tiempo, que nuevamente fue abordada por ese vampiro al que, por decisión propia y sin saber muy bien por qué, había ignorado. Él fue, incluso, más rápido, y terminó arrebatándole el objeto que ella había estado a punto de revisar. ¿Por qué? ¿Acaso el destino no pretendía que descubriera lo que se hallaba ahí escrito?
–¡Eso te pasa por no hacerme caso, niña! Pero tú preferiste estar de nostálgica, cuando sabes que se te da fatal...
¡Sin tan sólo se callara de una buena vez y la dejara en paz! Sí, en paz pensando en obtener una respuesta acertada de por qué ese otro vampiro era tan familiar. Desde luego, no le había gustado que se hubiera referido a Helga de forma tan soez, pero le restó importancia en ese preciso momento, porque le resultó hasta curioso.
—¿Por qué ella te molestó tanto? ¿Llegaste a conocer a Helga, verdad? No la ofendas en mi presencia —murmuró, sin apartar la mirada de ese invitado indeseado—. Por cierto, ¿qué te hace creer que no vengo sola?
–¡Que de seguro me ha descubierto! Ay, que miedo... ¡Ya deja lo de hacer amigos para otro día! Busca el maldito libro de hechizos.
Justamente ese era el motivo por el cual había decidido regresar a ese lugar, tenía que buscar entre las ruinas de su pasado para, de una vez por todas, arrancarse a esa molestia que, no sólo la hacía ver estéticamente mal, sino porque consumía su cordura de manera lenta y nada sana. Lo del inmortal que la terminó de desquiciar, bueno, eso tan sólo era un agregado a su caótica existencia, nada más. Pero sí era verdad que ya venía arrastrando todo ese mal desde el momento de su nacimiento. Y ahora que recobraba parte de su lucidez, no quería perder oportunidad alguna de hacer algo de una vez por todas, para mayor descontento del humano que la había llevado a eso (no se le puede quitar su mérito a Gaspard de Grailly, después de todo).
Pero con lo que no llegó a contar Eloise, ni en sus refugios oníricos, o en sus ideas más hilarantes, era que aquel sitio, que alguna vez se conviritió en su más íntima morada, también iba a ser invadido por otra presencia. ¿Recordaba a aquel hombre que se presentaba ante ella con tanta imprudencia? No. Aun así, algo en su cabeza, quizá producto de todo lo que empezaba a ocurrir a su alrededor y era motor para hallar las piezas restantes de su antigua mortalidad, le invitaba a dudar. Dudas que inmediatamente fueron interrumpidas por el homúnculo, quien mostraba particular desesperación por encontrar esa bitácora que Helga llegó a custodiar con recelo.
–¿Qué tanto esperas, Eloise? No tenemos tiempo para el melodrama.
¿Y qué le importaba a él? Sólo le había dado problemas desde que era una niña. Por lo tanto, prefirió ignorarlo. Su ansiedad no iba a evitar que ella se permitiera rememorar parte de su infancia. Aunque ahora la residencia no presumiera de su encanto de antaño, igualmente le traía buenos recuerdos de su niñez. Por eso, y antes de ir por aquel manuscrito maldito, se dedicó a recorrer los sucios recovecos, como no lo había hecho en más de un siglo. ¡Qué vacío se sentía ese lugar sin Helga!
Fue entonces, estando sumida en sus pensamientos, y a punto de extender su mano hacia un libro casi raído por el tiempo, que nuevamente fue abordada por ese vampiro al que, por decisión propia y sin saber muy bien por qué, había ignorado. Él fue, incluso, más rápido, y terminó arrebatándole el objeto que ella había estado a punto de revisar. ¿Por qué? ¿Acaso el destino no pretendía que descubriera lo que se hallaba ahí escrito?
–¡Eso te pasa por no hacerme caso, niña! Pero tú preferiste estar de nostálgica, cuando sabes que se te da fatal...
¡Sin tan sólo se callara de una buena vez y la dejara en paz! Sí, en paz pensando en obtener una respuesta acertada de por qué ese otro vampiro era tan familiar. Desde luego, no le había gustado que se hubiera referido a Helga de forma tan soez, pero le restó importancia en ese preciso momento, porque le resultó hasta curioso.
—¿Por qué ella te molestó tanto? ¿Llegaste a conocer a Helga, verdad? No la ofendas en mi presencia —murmuró, sin apartar la mirada de ese invitado indeseado—. Por cierto, ¿qué te hace creer que no vengo sola?
–¡Que de seguro me ha descubierto! Ay, que miedo... ¡Ya deja lo de hacer amigos para otro día! Busca el maldito libro de hechizos.
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Re: Widow's Harbor — Privado
La inmortalidad era, definitivamente, un juego de locos y haber decidido soltar en mitad del tablero a una pieza como Black Blood sólo podía tener consecuencias devastadoras en un millar de sentidos que la tierra y el mar llevaban presenciando desde hacía más de dos siglos. Su memoria, por otra parte, tampoco se quedaba atrás, y siempre había creído que el modo de gestionar los recuerdos hablaba de la persona que se escondía detrás de cada criatura mínimamente longeva. En su caso, como en otras de sus muchas facetas, sacábamos en conclusión que se trataba de un cajón desastre, pero lo bastante contundente como para que sentir el repentino impacto de la nostalgia fuera un hecho extraño. Extraño y significativo, sobre todo respecto a alguien que no recordaba haber visto nunca antes. Es decir, no con ese cuerpo.
No con esa edad.
Parpadeó deliberadamente al darse cuenta de que, por mucho que se devanara los sesos para situar aquel rostro en algún tiempo pasado, no encontraba nada en su acaudalado historial. ¿La memoria de los vampiros empezaba a fallar tan pronto? A pesar de todo, no dejaba de ser un jovenzuelo para la eternidad, que tampoco se consideraba un pipiolo y nunca había experimentado una sensación tan ambigua y, a la vez, tan auténtica como aquélla.
¡Vaya! No tenía bastante con detectar una doble presencia que tampoco acababa de comprender, ahora además también se añadían otras complicaciones que lo situaban en una especie de paleta oscura de visiones, no sabía si reales o no, extrañamente emborronada por otros colores un poco más chillones. Era como si algo dentro de su cabeza estuviera rebuscando entre sus memorias, sin pararse después a ordenar todo lo revuelto, para hallar alguna imagen clave que relacionar con aquella aparente desconocida. Y así fue cómo llegó a vislumbrar un cuerpo diminuto acompañado de una pequeña carcajada infantil sentada sobre sus hombros y asida a su cara, de forma que la mata de pelo que a él le tapaba la vista entonces se confundió con la que poseía su interlocutora del presente, hasta ser imposibles de distinguir en su extrema similitud.
Pero, ¿qué diablos…
—¿Cuándo la he ofendido yo? Ni los perros son una ofensa, ni tampoco voy desencaminado al afirmar que a esa mujer le gustaban las sorpresas. ¿O me vas a decir que tú tampoco has acabado aquí por algo que jamás pudiste entender de ella? ¡Si de verdad no le gustaban las sorpresas, créeme, lo parecía, de eso estoy tan seguro como de que mi sangre es negra! —corroboró, y decidió apartar finalmente los ojos de la otra moradora de la noche para ponerse a ojear con distraída rapidez el libro que le había arrebatado y descubrir que se trataba de un diario. ¡El diario de Helga, eso sí que era todo un hallazgo! Si no conseguía averiguar nada trascendental, por lo menos tendría el mayor entretenimiento que pudiera obsequiarle desde la tumba con su puño y letra. ¿Figuraría alguna anécdota 'íntima'? ¿Alguna confesión mundana de las que solía ocultarle con la severidad de sus gestos y el remilgo de sus estufidos? ¡No te vayas del tema, salido mental, y menos cuando esa vampira te hablaba directamente sobre Helga!— Yo he preguntado primero, ¿no es así? Pero si tanto te interesa, 'molestar' no sería exactamente la palabra que yo escogería, incluso si ella la usaba muchas veces conmigo. El orgullo la perdía, como también parece ser tu caso, criatura. —Y en cabezonería, además, se parecía a alguien no muy lejano, ¿verdad?— ¿Que qué me hace pensar que no vienes sola? Nada, a decir verdad, es más bien una sensación, que tú tampoco desmientes mucho poniéndote a conversar en voz alta con alguien que, definitivamente, no soy yo. —La había escuchado con claridad, que los vampiros lo tenían complicado para la sordera— Dime, ¿está en alguna parte de ti y es lo que hace que bufes tanto? No vengo a buscar pelea, de eso ya tengo de sobras nada más cruzar la puerta, siempre podemos echarnos una mano si los dos queremos respuestas. —lanzó la propuesta al tiempo que jugueteaba con el diario de la hechicera, de momento más pendiente de la persona que tenía delante que de la que había ido a investigar. Por mucho que lo intentara disimular por fuera, no podía ignorar aquel enigma caótico que estaba asaltándole con su improvisada acompañante.
No con esa edad.
Parpadeó deliberadamente al darse cuenta de que, por mucho que se devanara los sesos para situar aquel rostro en algún tiempo pasado, no encontraba nada en su acaudalado historial. ¿La memoria de los vampiros empezaba a fallar tan pronto? A pesar de todo, no dejaba de ser un jovenzuelo para la eternidad, que tampoco se consideraba un pipiolo y nunca había experimentado una sensación tan ambigua y, a la vez, tan auténtica como aquélla.
¡Vaya! No tenía bastante con detectar una doble presencia que tampoco acababa de comprender, ahora además también se añadían otras complicaciones que lo situaban en una especie de paleta oscura de visiones, no sabía si reales o no, extrañamente emborronada por otros colores un poco más chillones. Era como si algo dentro de su cabeza estuviera rebuscando entre sus memorias, sin pararse después a ordenar todo lo revuelto, para hallar alguna imagen clave que relacionar con aquella aparente desconocida. Y así fue cómo llegó a vislumbrar un cuerpo diminuto acompañado de una pequeña carcajada infantil sentada sobre sus hombros y asida a su cara, de forma que la mata de pelo que a él le tapaba la vista entonces se confundió con la que poseía su interlocutora del presente, hasta ser imposibles de distinguir en su extrema similitud.
Pero, ¿qué diablos…
—¿Cuándo la he ofendido yo? Ni los perros son una ofensa, ni tampoco voy desencaminado al afirmar que a esa mujer le gustaban las sorpresas. ¿O me vas a decir que tú tampoco has acabado aquí por algo que jamás pudiste entender de ella? ¡Si de verdad no le gustaban las sorpresas, créeme, lo parecía, de eso estoy tan seguro como de que mi sangre es negra! —corroboró, y decidió apartar finalmente los ojos de la otra moradora de la noche para ponerse a ojear con distraída rapidez el libro que le había arrebatado y descubrir que se trataba de un diario. ¡El diario de Helga, eso sí que era todo un hallazgo! Si no conseguía averiguar nada trascendental, por lo menos tendría el mayor entretenimiento que pudiera obsequiarle desde la tumba con su puño y letra. ¿Figuraría alguna anécdota 'íntima'? ¿Alguna confesión mundana de las que solía ocultarle con la severidad de sus gestos y el remilgo de sus estufidos? ¡No te vayas del tema, salido mental, y menos cuando esa vampira te hablaba directamente sobre Helga!— Yo he preguntado primero, ¿no es así? Pero si tanto te interesa, 'molestar' no sería exactamente la palabra que yo escogería, incluso si ella la usaba muchas veces conmigo. El orgullo la perdía, como también parece ser tu caso, criatura. —Y en cabezonería, además, se parecía a alguien no muy lejano, ¿verdad?— ¿Que qué me hace pensar que no vienes sola? Nada, a decir verdad, es más bien una sensación, que tú tampoco desmientes mucho poniéndote a conversar en voz alta con alguien que, definitivamente, no soy yo. —La había escuchado con claridad, que los vampiros lo tenían complicado para la sordera— Dime, ¿está en alguna parte de ti y es lo que hace que bufes tanto? No vengo a buscar pelea, de eso ya tengo de sobras nada más cruzar la puerta, siempre podemos echarnos una mano si los dos queremos respuestas. —lanzó la propuesta al tiempo que jugueteaba con el diario de la hechicera, de momento más pendiente de la persona que tenía delante que de la que había ido a investigar. Por mucho que lo intentara disimular por fuera, no podía ignorar aquel enigma caótico que estaba asaltándole con su improvisada acompañante.
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Re: Widow's Harbor — Privado
Se sentía extraño estar ahí, y mucho más al haber pasado tantos años fuera, lejos de lo que alguna vez fue su hogar, incluso cuando la locura empezó a remover todo en su cabeza; una locura que tenía un origen más nefasto que la misma existencia que había estado llevando. Pero aún lo ignoraba, y a pesar de haber regresado a esas ruinas de su pasado, intuía que desconocía muchas cosas, y por esa razón debía hacerse cargo de lo que se propuso noches atrás, mucho antes de tener un encuentro igualmente curioso con Gaspard, el humano que, sin duda alguna, le había echado una mano para sacarla de las Catacumbas, y de esa podredumbre a la que se acostumbró de mala gana. ¿Por eso el homúnculo lo detestaba tanto? No solamente odiaba a Gaspard, Eloise estaba casi segura de que esa cosa odiaba todo lo que era importante para ella, y más cuando lograba regresarla a estados de lucidez que no resultaban posibles para cualquiera.
No se engañaba, estar en su antiguo hogar, y sobre todo por encontrarse en un estado mental sobrio, empezaba a hacerle recordar. Quizá las memorias parecían aún difusas en su mente, pero eso no significaba que no dejara de luchar por mantenerlas ahí, haciendo un esfuerzo enorme en rememorar todo, junto con esas sensaciones que dejaban esos recuerdos. La nostalgia luchaba contra la demencia impuesta de Eloise, y casi parecía salir victoriosa, aunque el maldito gusano terminaba arruinándolo todo con su molesta voz; esa presencia que deseaba arrancar de un tajo de su cabeza. Necesitaba hallar ese libro de hechizos lo antes posible.
Helga lo había estado preparando por mucho tiempo; Helga quería separarla del homúnculo. Pero se agotó y no pudo continuar su obra. Helga la amaba...
Incluso cuando llegó a enterarse de inmediato de esa verdad que parecía resguardada en sus recovecos mentales, no aislaba su extrañeza ante ese vampiro. Sí que logró ignorarlo un breve instante, mientras se cuestionaba más cosas sobre su pasado, y sólo recordaba, y recordaba, o eso intentaba. ¿Acaso sería parte de algo de su pasado? Él también parecía confundido con respecto a la presencia de Eloise, y ella quiso encontrar ese rostro familiar en sus recuerdos. Fue difícil, porque apenas pensaba en Helga, también en Luisa, entonces todo era caos.
–¡Eloise! Despierta, no estamos para juegos. Si te apuras, podrás deshacerte de mí, ¿lo has pensado? Yo sé que sí.
Pero, y aún cuando el desgraciado le recitaba algo verídico, lo ignoró, porque prefirió centrarse en ese misterioso acompañante. ¿Sería importante para Helga? ¿Helga lo sería para él? La mirada de Eloise se clavó en aquella figura, curiosa como si tuviera cinco años y lo viera ir y venir por los corredores de ese lugar. O como si tuviera menos edad, cuando ni siquiera caminaba, y él la llevara en brazos...
–¡Basta! Deja de hacerte ilusiones. Son un par de desconocidos, eso...
¡Cállate! Sentenció ella en su cabeza, porque aquello que imaginó le agradó. Entonces se olvidó, por un nimio instante, de su propósito de esa noche, centrándose, sin poderlo evitar demasiado, en las palabras de ese vampiro.
—Yo no vine aquí para entender algo, vine aquí porque fue mi hogar alguna vez, y me apetecía recordar. Pero tú si quieres entender, ¿verdad? Pero, ¿entender qué? ¿Lo que significaba ella para ti? —habló, con una seguridad que distaba mucho de cuando era la loca de las Catacumbas—. No viniste a buscar problemas, viniste a buscar respuestas, cuando no te atreviste a pedírselas a ella. Y yo sólo quiero deshacerme de él...
Lo último apenas fue un murmullo, luego decidió que era mejor marcharse de donde estaba y ponerse a buscar. Era una hermosa residencia, con un jardín amplio, que vestía de muchos colores durante la primavera; que se bañaba de ocres y sienas en otoño, cuando las hojas danzaban al viento.
—Ella murió intentando acabarlo, pero la magia siempre es más poderosa y te consume, ¿comprendes? Yo sola no podía en ese entonces, ahora no sé —explicó, y ni sabía muy bien cuál era el motivo. Su casa vieja parecía hablarle a través de sus ruinas—. Tú no puedes echarme una mano. Si te sirve de algo, mi nombre es Eloise. Quizá ella te hablaría de mí. Fin del misterio.
No se engañaba, estar en su antiguo hogar, y sobre todo por encontrarse en un estado mental sobrio, empezaba a hacerle recordar. Quizá las memorias parecían aún difusas en su mente, pero eso no significaba que no dejara de luchar por mantenerlas ahí, haciendo un esfuerzo enorme en rememorar todo, junto con esas sensaciones que dejaban esos recuerdos. La nostalgia luchaba contra la demencia impuesta de Eloise, y casi parecía salir victoriosa, aunque el maldito gusano terminaba arruinándolo todo con su molesta voz; esa presencia que deseaba arrancar de un tajo de su cabeza. Necesitaba hallar ese libro de hechizos lo antes posible.
Helga lo había estado preparando por mucho tiempo; Helga quería separarla del homúnculo. Pero se agotó y no pudo continuar su obra. Helga la amaba...
Incluso cuando llegó a enterarse de inmediato de esa verdad que parecía resguardada en sus recovecos mentales, no aislaba su extrañeza ante ese vampiro. Sí que logró ignorarlo un breve instante, mientras se cuestionaba más cosas sobre su pasado, y sólo recordaba, y recordaba, o eso intentaba. ¿Acaso sería parte de algo de su pasado? Él también parecía confundido con respecto a la presencia de Eloise, y ella quiso encontrar ese rostro familiar en sus recuerdos. Fue difícil, porque apenas pensaba en Helga, también en Luisa, entonces todo era caos.
–¡Eloise! Despierta, no estamos para juegos. Si te apuras, podrás deshacerte de mí, ¿lo has pensado? Yo sé que sí.
Pero, y aún cuando el desgraciado le recitaba algo verídico, lo ignoró, porque prefirió centrarse en ese misterioso acompañante. ¿Sería importante para Helga? ¿Helga lo sería para él? La mirada de Eloise se clavó en aquella figura, curiosa como si tuviera cinco años y lo viera ir y venir por los corredores de ese lugar. O como si tuviera menos edad, cuando ni siquiera caminaba, y él la llevara en brazos...
–¡Basta! Deja de hacerte ilusiones. Son un par de desconocidos, eso...
¡Cállate! Sentenció ella en su cabeza, porque aquello que imaginó le agradó. Entonces se olvidó, por un nimio instante, de su propósito de esa noche, centrándose, sin poderlo evitar demasiado, en las palabras de ese vampiro.
—Yo no vine aquí para entender algo, vine aquí porque fue mi hogar alguna vez, y me apetecía recordar. Pero tú si quieres entender, ¿verdad? Pero, ¿entender qué? ¿Lo que significaba ella para ti? —habló, con una seguridad que distaba mucho de cuando era la loca de las Catacumbas—. No viniste a buscar problemas, viniste a buscar respuestas, cuando no te atreviste a pedírselas a ella. Y yo sólo quiero deshacerme de él...
Lo último apenas fue un murmullo, luego decidió que era mejor marcharse de donde estaba y ponerse a buscar. Era una hermosa residencia, con un jardín amplio, que vestía de muchos colores durante la primavera; que se bañaba de ocres y sienas en otoño, cuando las hojas danzaban al viento.
—Ella murió intentando acabarlo, pero la magia siempre es más poderosa y te consume, ¿comprendes? Yo sola no podía en ese entonces, ahora no sé —explicó, y ni sabía muy bien cuál era el motivo. Su casa vieja parecía hablarle a través de sus ruinas—. Tú no puedes echarme una mano. Si te sirve de algo, mi nombre es Eloise. Quizá ella te hablaría de mí. Fin del misterio.
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Re: Widow's Harbor — Privado
No, definitivamente la nostalgia no formaba parte de su organismo, a pesar de que su entorno estuviera empeñado en arrojársela a la cara de un tiempo a esa parte —si él supiera que aquello sólo iba a ser la punta del iceberg…—. Un vampiro que dedicaba su inmortalidad a la piratería, o un pirata al que el vampirismo le había salvado la carrera, no encajaban con el apego a la vida y sus múltiples facetas. Thibault siempre le había mostrado sus respetos, pero sencillamente su camino iba por otro lado y estaba contento de que mantuvieran una relación cordial al otro lado del implacable Skyfall —y que sólo podía ser igualada por la que mantenía con la madre que le había acogido en ese grado de no-existencia al que debía la friolera de casi dos siglos—. Por eso se hacía tan curioso haber acabado en la casa de una antigua amante que revolucionaba aquella definición y que la volvía tan insuficiente como las eternas ganas de saber más por las que ahora estaba hablando de ella sin ni siquiera haberlo planeado. Black Blood era uno de los especímenes más descarados de la longevidad, así que nunca le había hecho ascos a la espontaneidad del momento y aun así, de golpe y porrazo, se había sentido incómodo con las palabras de aquella otra intrusa que conocía el nombre de Helga.
Se lo preguntaría las veces que fueran necesarias: ¿Qué diablos estaba pasando ahí y ahora?
—Lo que significa ella para mí... —repitió, mas no preguntó, porque no albergaba dudas sobre lo que había escuchado, aunque sí sobre lo que supondría una respuesta. No la dio de primeras porque aún se hallaba muy ocupado en su perpetuo reconocimiento de aquella completa desconocida que, sin embargo, estaba vaciando su incredulidad cada vez que abría la boca, o realizaba algún gesto que seguía haciéndole viajar por su memoria sin detenerse en un punto concreto. No tenía ni idea de hacia dónde le llevaban esa cara y esa voz del presente, pero si algo sabía era que pertenecía al pasado. Como todo lo demás en aquella casa— Me atreví a muchas cosas con ella, más de las que nos gustaran a ninguno de los dos, pero tampoco necesitaba volver a este lugar para abordarlas. Vengo a averiguar qué diablos se traía entre manos con sus jueguecitos hechiceros, que por mucho que yo preguntara, jamás me iba a reconocer. —Irónico que esa afirmación también se adaptara perfectamente a lo que jamás hubiera reconocido respecto a ese pirata que para acordarse de ella seguía descarnando a su inmortalidad, por los siglos de los siglos más horriblemente literales.
Continuó observándola con esa solemnidad en la mirada que tanto aturdía a los demás cuando la comprobaban de un hombre tan desenfadado en otros comportamientos y que, no obstante, lograba agenciarse los escalofríos de toda la sala sólo con la expresión de su rostro. Analizó cada reacción, cada frase misteriosa que surgía de aquella mujer que ahora, por fin, pasaba a tener un nombre. Uno que, por descontado, a él le decía algo a través del espacio y del tiempo, a pesar de que todavía no pudiera escucharlo con claridad.
—La conocías bien, estoy seguro. Dices que sólo te apetecía recordar, pero al mismo tiempo, te contradices con eso de que 'necesitas deshacerte de él'… —dijo, sin importarle que la chica decidiera mirarlo o no a la cara— ¿'Él' es la otra presencia que me ha parecido sentir y el responsable de que hayas evadido la pregunta que le iba dirigida? —inquirió de nuevo, entonces con la información que había ido acumulando de sus comentarios acerca de la magia y los intentos de Helga por 'acabarlo'— Llevas una carga muy jodida dentro de ti y ella intentó ayudarte, ¿verdad? La vieja no era mala con todo el mundo… —murmuró, otra vez nostálgico y otra vez contradiciéndose también por su parte. ¡Maldita bruja y malditos sus embrujos!— Sólo he visto a esa orgullosa bajar realmente la guardia ante una persona —habló de repente, sus ojos perdidos en algún lugar de aquella espiral de recuerdos que, con todos los datos de los que disponía, se apareció en el momento menos pensado—, una niña… que también vivió aquí. —y sus pupilas se volvieron a posar sobre la extraña.
Sonó a conclusión cuando, en realidad, aquella afirmación iniciaba todo el debate. Eloise había dicho que ese sitio fue su hogar alguna vez… y quizá su nombre también fuera mas familiar de lo que ninguno hubiera imaginado nunca.
Se lo preguntaría las veces que fueran necesarias: ¿Qué diablos estaba pasando ahí y ahora?
—Lo que significa ella para mí... —repitió, mas no preguntó, porque no albergaba dudas sobre lo que había escuchado, aunque sí sobre lo que supondría una respuesta. No la dio de primeras porque aún se hallaba muy ocupado en su perpetuo reconocimiento de aquella completa desconocida que, sin embargo, estaba vaciando su incredulidad cada vez que abría la boca, o realizaba algún gesto que seguía haciéndole viajar por su memoria sin detenerse en un punto concreto. No tenía ni idea de hacia dónde le llevaban esa cara y esa voz del presente, pero si algo sabía era que pertenecía al pasado. Como todo lo demás en aquella casa— Me atreví a muchas cosas con ella, más de las que nos gustaran a ninguno de los dos, pero tampoco necesitaba volver a este lugar para abordarlas. Vengo a averiguar qué diablos se traía entre manos con sus jueguecitos hechiceros, que por mucho que yo preguntara, jamás me iba a reconocer. —Irónico que esa afirmación también se adaptara perfectamente a lo que jamás hubiera reconocido respecto a ese pirata que para acordarse de ella seguía descarnando a su inmortalidad, por los siglos de los siglos más horriblemente literales.
Continuó observándola con esa solemnidad en la mirada que tanto aturdía a los demás cuando la comprobaban de un hombre tan desenfadado en otros comportamientos y que, no obstante, lograba agenciarse los escalofríos de toda la sala sólo con la expresión de su rostro. Analizó cada reacción, cada frase misteriosa que surgía de aquella mujer que ahora, por fin, pasaba a tener un nombre. Uno que, por descontado, a él le decía algo a través del espacio y del tiempo, a pesar de que todavía no pudiera escucharlo con claridad.
—La conocías bien, estoy seguro. Dices que sólo te apetecía recordar, pero al mismo tiempo, te contradices con eso de que 'necesitas deshacerte de él'… —dijo, sin importarle que la chica decidiera mirarlo o no a la cara— ¿'Él' es la otra presencia que me ha parecido sentir y el responsable de que hayas evadido la pregunta que le iba dirigida? —inquirió de nuevo, entonces con la información que había ido acumulando de sus comentarios acerca de la magia y los intentos de Helga por 'acabarlo'— Llevas una carga muy jodida dentro de ti y ella intentó ayudarte, ¿verdad? La vieja no era mala con todo el mundo… —murmuró, otra vez nostálgico y otra vez contradiciéndose también por su parte. ¡Maldita bruja y malditos sus embrujos!— Sólo he visto a esa orgullosa bajar realmente la guardia ante una persona —habló de repente, sus ojos perdidos en algún lugar de aquella espiral de recuerdos que, con todos los datos de los que disponía, se apareció en el momento menos pensado—, una niña… que también vivió aquí. —y sus pupilas se volvieron a posar sobre la extraña.
Sonó a conclusión cuando, en realidad, aquella afirmación iniciaba todo el debate. Eloise había dicho que ese sitio fue su hogar alguna vez… y quizá su nombre también fuera mas familiar de lo que ninguno hubiera imaginado nunca.
Thibault "Black Blood"- Vampiro Clase Media
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