The darkest night in town [Priv. Theron]

Llevaba siguiéndole toda la noche. Al principio simplemente lo había visto en aquella taberna y había dudado en cuanto a si acercarse o no. Por lo poco que conocía de aquel gato, no le gustaban los extraños. Pero justo cuando iba a dejar su copa y acercarse con su mejor actitud de cazadora, digna de su madre, un chico de su edad, castaño y que pasaba bastante desapercibido, se acercó a hablarle al oído.

El pelirrojo escuchó con un gesto de disgusto y Arya no pudo escuchar la conversación por el gentío, pero sí pudo leer sus movimientos. El cambiante estaba incómodo, enfadado, incluso diría que... tenía miedo. La joven cazadora le observó girar la cabeza con un golpe seco en la mesa, pero el chico insistió y un par de minutos después, se levantó. Nada del otro mundo si no fuera por esa intuición de que el miedo que parecía tener Theron no era a algo usual o rutinario, como una bronca por llegar tarde o el ataque de celos de una chica. No, parecía... algo más.

Theron salió por la puerta de la taberna bastante ofuscado y Arya no dudó en seguirlo. Por suerte, había venido andando y él tampoco se subió a ningún vehículo. Mantuvo una distancia prudencial y su sigilo era impecable, no por nada había aprendido de dos de las mejores cazadoras de la Orden. Supuso que el fino oído de Theron podía haberla descubierto si se hubiera empeñado, pero parecía bastante metido en lo que se traía entre manos como para darse cuenta de mucho más que de sus propios pensamientos. Era todo muy extraño.

No sabía por qué la intrigaba aquel chico callado y en ocasiones arisco, suponía que porque ella era un poco así a veces. Quizás en el fondo quería descubrir si también era una coraza, como la suya, o simplemente se podía suprimir así al mundo exterior. Esperó para ver a dónde se dirigía.

El breve momento de relax en la taberna había terminado con el mensaje de uno de sus compañeros callejeros. Tal como le prometió a su tío Kellan, había dejado de lado el mundo de las drogas. Ni vendía, ni compraba, ni consumía. Estaba limpio, al menos su sangre, pues su consciencia... no. La calle siempre fue su hogar, huir de ella era imposible, así como perder las viejas costumbres. Sabía que su tío tampoco iba sobrado de dinero, por muy bien que le tratara Theron tenía otras necesidades y, acostumbrado a sobrevivir, le daba apuro tener que pedirle dinero para lienzos, pintura o cualquier otra cosa. Así que, con tal de no romper la promesa que le hizo, tuvo que decantarse por otro negocio... Uno más turbio, menos deseado y, por desgracia, más peligroso.

Salió disparado del local perdiéndose entre el gentío, demasiado preocupado por fijarse en si alguien le seguía. Solía ser invisible, nadie le prestaba la más mínima atención si no chocaban directamente con él y, siendo felino, eso era algo difícil que ocurriera. Con las manos metidas en los bolsillos de un abrigo negro, caminaba cabizbajo por las estrechas y húmedas calles en dirección a una pequeña pensión cercana al puerto. Solía evitar esa zona por el alto contenido de problemas que uno podía encontrarse, pero eran los clientes quienes mandaban, él con tal de obtener el dinero no podía más que callar.

Ahí de pie, bajo la luz de una farola, se perfilaba la silueta de un hombre alto y delgado que, nada más tenerle al lado, le cogió del mentón para verle bien el rostro. Theron se controló para no apartarle de un manotazo, simplemente se mantuvo rígido y le siguió a la pensión una vez pasó el visto bueno. Era la primera vez que veía a aquel cliente, al parecer uno más habitual le había hablado de él. Detestaba que hicieran aquello, prefería ser él quien eligiera a sus clientes, pero le había prometido una buena suma de dinero y no pudo negarse.

El vampiro parecía estar ansioso, no esperó siquiera a cruzar la puerta. Ahí mismo, en plena noche, le empotró contra el muro de piedra y le cogió una vez más del mentón inclinando con violencia su cabeza para lanzarse a morder su cuello. Theron gimió, aunque ya hubiera accedido a aquel trabajo en varias ocasiones la mordida siempre dolía, no podía acostumbrarse. Apretó los puños con los ojos bien abiertos, tocándose nervioso el bolsillo del pantalón donde tenía una navaja de plata por si al cliente se le ocurría traspasar la línea. Si su tío se enteraba que se dedicaba a vender su sangre, habría bronca asegurada.

Persiguió al cambiante pelirrojo en la oscuridad. Como pudo comprobar Theron ni siquiera reparó en su presencia, sumido por completo en lo que parecían oscuros pensamientos cuando... la silueta de algo todavía más oscuro apareció recortada en la luz de una farola. Arya había entrenado la visión nocturna desde que entró en la Orden y estaba más que acostumbrada a trabajar en la más completa oscuridad, pero aquella figura... rozaba lo inquietante hasta para ella.

Alto y delgado, con la postura erguida de quien se cree todopoderoso y el rostro oculto por un sombrero de ala ancha extraño, cogió a Theron por el mentón y lo examinó detenidamente. Arya frunció el ceño, escondida tras una esquina observando inmóvil la escena. ¿Quién era aquel hombre? ¿Y por qué Theron se dejaba tocar por él? Por lo poco que sabía del gato por su primo Ian, era bastante esquivo con los desconocidos y apenas se dejaba tocar. Todo eso añadiéndole la pinta que tenía el hombre misterioso no hizo más que darle muy mala espina. Se tocó la bota, donde escondía el puñal de plata reforzado con titanio casi inquebrantable que le había regalado su madre, la Muerte Negra, cuando se graduó en la Academia de Cazadores hace un par de meses. Siempre lo llevaba encima para... bueno, suponía que para ocasiones como aquella.

Porque por muy segura y seria que fuera Arya, en el fondo sólo se había enfrentado a ghouls y criaturas menores, nunca a vampiros y mucho menos en solitario. Y algo le decía que aquel hombre no quería regalarle caramelos a Theron en una esquina. Echaron a andar hacia la oscuridad y Arya les siguió a una distancia prudencial. No solía ponerse nerviosa en las misiones, pero percibía que aquello era de una magnitud a la que todavía no se había enfrentado.
Pero de repente, un golpe sordo resonó frente a ella, lo que hizo que su corazón latiera desenfrenado ante lo que alcanzaron a ver sus ojos de hielo. El vampiro estaba mordiendo a Theron, inclinado sobre su cuello y absorbiendo como un poseso ante los gemidos inconscientes de Theron, que... estaba permitiéndolo. Estaba permitiendo aquello y ni siquiera se resistía.

La mente de Arya giraba vertiginosamente, pero de pronto las piezas encajaron. ¿Ese era el nuevo negocio de Theron? ¿Aquello era a lo que se dedicaba en vez de a vender porros en el instituto? La joven cazadora se quedó paralizada durante unos segundos, donde el único sonido procedía de la boca de aquel ser inmundo que estaba desangrando al chico. No se lo pensó. Salió a la luz pobre de la farola que iluminaba aquel callejón con los brazos cruzados, mientras su instinto de cazadora de alguna manera conseguía prevalecer sobre su miedo y hacía que sus ojos, como témpanos en el Ártico, escrutaran la escena con fingida indiferencia.
- Me parece que se te ha terminado el aperitivo.

Mis sentidos e instintos, tan latentes mientras vagaba perdido por las calles, despertaban en el mismo instante que estaba cerca de un vampiro. Se trataba de simple supervivencia. Debía estar atento no solo a las posibles malas intenciones que pudiera tener mi cliente, sino a cualquier transeúnte fortuito que nos encontrara en plena acción. De modo que en cuanto Arya empezó a acercarse a la pensión contra la que estábamos apoyados, pude sentirla de inmediato. No la reconocí en ese mismo momento, me puse más ansioso por el hecho de que alguien fuera a descubrirme. Podría tratarse de la policía, la inquisición o cualquier cazador que jodiera mi negocio, que tan celosamente mantenía en secreto.

No me esperaba en absoluto que fuera una conocida tan cercana.

El vampiro se separó rápidamente de mi, sin delicadeza alguna, por lo que sus colmillos me dañaron más de lo normal el cuello por la forma abrupta en la que se distanció. Me quejé, un gemido teñido de dolor mientras me cubría la herida con la mano y lanzaba mi gélida ira hacia la pequeña cazadora. Estaba cabreado, mucho más en el momento que vi a mi cliente alejarse sin pagar su deuda.

-¿¡Qué demonios te crees que haces?! - exploté, no fui capaz de medirme en ese instante. Arya acababa de joderme un negocio y quién sabía si volvería a tenerlo por cliente. Me miré la mano, manchada de sangre, y volví a cubrirme el cuello esperando que dejara de sangrar. - ¿Por qué no te metes en tus asuntos?