AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Give me adrenaline (privado)(+18)
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Give me adrenaline (privado)(+18)
Apenas me enteré de lo que había sucedido en la taberna, mis intentos por ponerme en pie eran contrarrestados por la pesadez de mi cuerpo, el frio que sentía y la sequedad de mi boca.
Mis ojos se entrecerraban, apenas veía bailar sombras frente mis ojos. Mirada que se achicaba cada vez que intentaba mantenerme despierto sin apenas lograr nada.
Sabia de sobra que si me dejaba vencer moriría, el veneno que corría por mis venas era letal, paralizaría no solo mi cuerpo, si no mis órganos y mi corazón si me dormía y bajaba con ello mi ritmo cardíaco, pero pensar era un suplicio, solo quería dormir.
Me movían, oía voces, la de Dritt y Bróok pidiendo que aguantara, iba muy colocado, apenas entendía nada de nada, mis pies caían pesados en el suelo y ellos tiraban de mi colocados cada uno a un lado pasando mis brazos por encima de los hombros.
Desconozco el tiempo que tardé en llegar, solo se que cuando lo hice las voces de las dos mujeres retumbaron en mi cabeza.
Quería bromear, pero no me quedaban fuerzas para ello, entreabrí los labios intentando centrar mis ojos en la silueta de la hechicera.
-Necesito adrenalina- bromeé enredando las palabras.
Bröok y Dritt se rieron, al menos no había perdido mi sentido del humor, era un hecho y aunque le estaba pidiendo un polvo dudaba que se me levantara ahora mismo para complacer los designios del destino.
Me dejaron caer en una cama, un paño húmedo mojó mi frente, secaron el sudor perlado que me resbalaba por le rostro, escuchaba las voces lejanas y cerré los ojos ahora que el trasiego había terminado.
Un golpe en la cara me hizo gruñir y abrirlo de nuevo, era ella, sus ojos se hundieron en mi mirada, me tomó por la barbilla para que la mirara.
“no te duermas” o eso es lo que entendí
-sube y no lo haré -replique tirando mi mano hacia sus nalgas para atraparla.
O se si era capaz de entenderme, yo no hablaba Francés, ademas enredaba cada palabra, peor mi gesto era claro, tiraba de ella para subirla sobre mi.
Pocas o ningunas eran mis fuerzas y de nuevo mis ojos se cerraron dejándome a oscuras, mi mano falló deslizándose por su culo hasta caer inerte a un lado del lecho, después de eso solo oscuridad.
Mis ojos se entrecerraban, apenas veía bailar sombras frente mis ojos. Mirada que se achicaba cada vez que intentaba mantenerme despierto sin apenas lograr nada.
Sabia de sobra que si me dejaba vencer moriría, el veneno que corría por mis venas era letal, paralizaría no solo mi cuerpo, si no mis órganos y mi corazón si me dormía y bajaba con ello mi ritmo cardíaco, pero pensar era un suplicio, solo quería dormir.
Me movían, oía voces, la de Dritt y Bróok pidiendo que aguantara, iba muy colocado, apenas entendía nada de nada, mis pies caían pesados en el suelo y ellos tiraban de mi colocados cada uno a un lado pasando mis brazos por encima de los hombros.
Desconozco el tiempo que tardé en llegar, solo se que cuando lo hice las voces de las dos mujeres retumbaron en mi cabeza.
Quería bromear, pero no me quedaban fuerzas para ello, entreabrí los labios intentando centrar mis ojos en la silueta de la hechicera.
-Necesito adrenalina- bromeé enredando las palabras.
Bröok y Dritt se rieron, al menos no había perdido mi sentido del humor, era un hecho y aunque le estaba pidiendo un polvo dudaba que se me levantara ahora mismo para complacer los designios del destino.
Me dejaron caer en una cama, un paño húmedo mojó mi frente, secaron el sudor perlado que me resbalaba por le rostro, escuchaba las voces lejanas y cerré los ojos ahora que el trasiego había terminado.
Un golpe en la cara me hizo gruñir y abrirlo de nuevo, era ella, sus ojos se hundieron en mi mirada, me tomó por la barbilla para que la mirara.
“no te duermas” o eso es lo que entendí
-sube y no lo haré -replique tirando mi mano hacia sus nalgas para atraparla.
O se si era capaz de entenderme, yo no hablaba Francés, ademas enredaba cada palabra, peor mi gesto era claro, tiraba de ella para subirla sobre mi.
Pocas o ningunas eran mis fuerzas y de nuevo mis ojos se cerraron dejándome a oscuras, mi mano falló deslizándose por su culo hasta caer inerte a un lado del lecho, después de eso solo oscuridad.
Última edición por Orn el Vie Feb 16, 2018 4:59 am, editado 1 vez
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Brökk y Drittsekk entraron de golpe con Orn colgado de sus hombros. El cuerpo del vikingo estaba completamente distendido, sus pies se arrastraban por las baldosas y su mirada se perdía en el infinito mientras balbuceaba alguna que otra palabra que la hechicera no alcanzó a comprender. Desconcertadas por el estado del hombre, ambas mujeres se acercaron para indagar por lo sucedido, mas por cara que traían los otros dos entendieron que se trataba de una historia para otro momento, no sólo por la salud de su amigo sino por el peso que representaba, pues su masa muscular le hacía bastante pesado y aparente le habían cargado todo el camino.
Como era usual Brökk tomo la iniciativa y, por ende, el control de la situación. No entró en detalle, pero les explicó que Orn había sido envenenado y que era menester encontrar un antídoto cuanto antes, tarea que se otorgó a sí mismo. Una vez conociera los ingredientes necesarios para la preparación del purgante, Drittsekk se ocuparía se conseguirlos y Soleil de la preparación.
— ¿Qué puedo hacer yo? —Indagó curiosa interrumpiendo el discurso del hechicero
No podía quedarse sin aportar a la causa. Drittsekk, sin sutileza alguna, sugirió debía ella quien se encargase de mantener despierta la consciencia de Orn, aunque Kattrina estaba segura de que lo insinuado era algo diferente; nada decente, supuso. Brökk le advirtió que era la tarea más importante pues el veneno reducía el ritmo cardiaco paulatinamente hasta detener el corazón por completo. Permitirle perder el conocimiento no era una opción.
Kattrina tragó saliva y por un instante deseó haber permanecido en silencio. La que le confiaban era una responsabilidad muy grande. Echó un vistazo al hombre, la cabeza le caía sin fuerza, el mentón casi le tocaba el pecho y un par de cabellos remojados en sudor le caían rebeldes sobre la frente; quien allí a duras penas se mantenía en pie, distaba enormemente del formidable vikingo que atravesó las puertas de la biblioteca. Vaciló un instante, pero finalmente asintió en afirmativa a la solicitud, no iba a permitirle morir. Comprendía que todos intentaban tomárselo de forma jovial… con calma, pero alcanzaba a percibir un aire de tensión en el rostro de los presentes.
— Café — mencionó en un comentario suelto — Si lo que intentamos es mantenerle despierto una buena dosis de cafeína hará el trabajo y de paso mantendrá activo su corazón.
Había leído en algún libro que la cafeína estimulaba los receptores en las células dentro del corazón, acelerando el ritmo cardiaco y el flujo de la sangre. Momentos como aquel dotaban de valor a las incontables horas que dedicó a las letras. Todos asintieron y la doncella partió de inmediato a la cocina en busca de algunos granos de café. Drittsekk y Brökk dejaron a Orn tendido en el lecho de una habitación en la segunda plana y se marcharon a realizar sus respectivas tareas. Kattrina les siguió y aguardó en silencio hasta que salieron. En su partida, el grandulón le lanzó una mirada de picardía abogando en favor de su abatido amigo, en respuesta, la bruja de mandó un zape que lo dejó maldiciendo y sobándose el brazo. Soleil hizo una rápida parada en la habitación y dejó una pequeña cubeta de agua fría sobre la mesa de noche y una toallita pequeña; en el interior del recipiente, flotaba sobre el líquido una pequeña esponja.
Volvió su atención a Orn, era evidente que los párpados le pesaban pues sus pestañeos eran cansinos y prolongados. Se acercó a él, humedeció la toallita y tras colocársela en la frente, le dio un suave golpe en la mejilla que lo hizo abrir los ojos de par en par. El vikingo gruñó, pero ella hizo caso omiso.
— No te duermas — Ordenó
Con pocas fuerzas y de indecorosa manera, el hombre mandó la mano hasta sus intentando acercarla. Mascullaba inentendibles palabras entre dientes, mas el gesto era bastante claro: quería que lo montara, así como lo hacían las mujeres de su tierra. Entretenida la hechicera negó con la cabeza mientras hacía amague de retirarse. La petición era bastante descarada, pero si llegaba a mostrarse molesta era más porque se suponía de tal forma debía reaccionar una dama y no porque lo sintiera así. Se mordió el labio; incluso en el lecho de muerte, sexo era lo único en lo que ese hombre pensaba.
La atrevida mano se resbaló y cayó endeble al borde de la cama mientras los párpados de Orn se sellaron nuevo. Kattrina lo observó consternada y tomando la mano del hombre entre las suyas la alzó nuevo hasta sus nalgas. No hubo reacción; definitivamente estaba noqueado. Resopló y dejando caer la pesada extremidad, volvió a golpearlo el rostro, un par de veces más hasta que reaccionó.
— No, no te vas a morir bajo mi guardia.
Haciendo uso de todas sus fuerzas, la hechicera alzó el torso del hombre, le dejó sentado con la espalda apoyada en la cabecera de la cama y de un tirón le sacó la camisola dejando al descubierto el esculpido torso que ocultaba. La mirada del hombre brilló con picardía.
— No es lo que te imaginas — Renegó
Sumergió la esponja en el agua helada y procedió a exprimir el exceso. Entonces repasó la blanda y húmeda superficie sobre la piel del hombre, desde su cuello hasta su abdomen, dejándola perlada por cristalinas gotas. El frío lo mantendría despierto. Apartó la mirada, jugando al escondite con los zafiros ajenos intentando encontrar sus verdes. Ahora que había logrado su cometido y el hombre hacía un esfuerzo por mantener los ojos abiertos caía en cuenta de que la intimidad de ese momento era suficiente para hacerla sonrojar.
De repente Soleil entró en la habitación y adyacente a la cubeta de agua helada, situó un pocillo con café recién preparado. Sin decir palabra la doncella abandonó la estancia tan rápido como ingresó. Kattrina se sintió tentada a pedirle que se quedara, pero sus labios se quedaron entreabiertos y la petición no formulada se desvaneció en un suspiro. Deslizó una tímida mirada hacia Orn, quien la observaba con tanta diversión como su estado se lo permitía. Las comisuras de la hechicera se extendieron en media sonrisa que pronto se tornó en una mueca nerviosa.
Carraspeó. Tomó la taza de porcelana fina entre sus manos, deleitó ligeramente su olfato con el aroma entre caramelizado y amargo del café y entonces acercó el recipiente a los labios del vikingo.
— Bebe — Demandó[
Como era usual Brökk tomo la iniciativa y, por ende, el control de la situación. No entró en detalle, pero les explicó que Orn había sido envenenado y que era menester encontrar un antídoto cuanto antes, tarea que se otorgó a sí mismo. Una vez conociera los ingredientes necesarios para la preparación del purgante, Drittsekk se ocuparía se conseguirlos y Soleil de la preparación.
— ¿Qué puedo hacer yo? —Indagó curiosa interrumpiendo el discurso del hechicero
No podía quedarse sin aportar a la causa. Drittsekk, sin sutileza alguna, sugirió debía ella quien se encargase de mantener despierta la consciencia de Orn, aunque Kattrina estaba segura de que lo insinuado era algo diferente; nada decente, supuso. Brökk le advirtió que era la tarea más importante pues el veneno reducía el ritmo cardiaco paulatinamente hasta detener el corazón por completo. Permitirle perder el conocimiento no era una opción.
Kattrina tragó saliva y por un instante deseó haber permanecido en silencio. La que le confiaban era una responsabilidad muy grande. Echó un vistazo al hombre, la cabeza le caía sin fuerza, el mentón casi le tocaba el pecho y un par de cabellos remojados en sudor le caían rebeldes sobre la frente; quien allí a duras penas se mantenía en pie, distaba enormemente del formidable vikingo que atravesó las puertas de la biblioteca. Vaciló un instante, pero finalmente asintió en afirmativa a la solicitud, no iba a permitirle morir. Comprendía que todos intentaban tomárselo de forma jovial… con calma, pero alcanzaba a percibir un aire de tensión en el rostro de los presentes.
— Café — mencionó en un comentario suelto — Si lo que intentamos es mantenerle despierto una buena dosis de cafeína hará el trabajo y de paso mantendrá activo su corazón.
Había leído en algún libro que la cafeína estimulaba los receptores en las células dentro del corazón, acelerando el ritmo cardiaco y el flujo de la sangre. Momentos como aquel dotaban de valor a las incontables horas que dedicó a las letras. Todos asintieron y la doncella partió de inmediato a la cocina en busca de algunos granos de café. Drittsekk y Brökk dejaron a Orn tendido en el lecho de una habitación en la segunda plana y se marcharon a realizar sus respectivas tareas. Kattrina les siguió y aguardó en silencio hasta que salieron. En su partida, el grandulón le lanzó una mirada de picardía abogando en favor de su abatido amigo, en respuesta, la bruja de mandó un zape que lo dejó maldiciendo y sobándose el brazo. Soleil hizo una rápida parada en la habitación y dejó una pequeña cubeta de agua fría sobre la mesa de noche y una toallita pequeña; en el interior del recipiente, flotaba sobre el líquido una pequeña esponja.
Volvió su atención a Orn, era evidente que los párpados le pesaban pues sus pestañeos eran cansinos y prolongados. Se acercó a él, humedeció la toallita y tras colocársela en la frente, le dio un suave golpe en la mejilla que lo hizo abrir los ojos de par en par. El vikingo gruñó, pero ella hizo caso omiso.
— No te duermas — Ordenó
Con pocas fuerzas y de indecorosa manera, el hombre mandó la mano hasta sus intentando acercarla. Mascullaba inentendibles palabras entre dientes, mas el gesto era bastante claro: quería que lo montara, así como lo hacían las mujeres de su tierra. Entretenida la hechicera negó con la cabeza mientras hacía amague de retirarse. La petición era bastante descarada, pero si llegaba a mostrarse molesta era más porque se suponía de tal forma debía reaccionar una dama y no porque lo sintiera así. Se mordió el labio; incluso en el lecho de muerte, sexo era lo único en lo que ese hombre pensaba.
La atrevida mano se resbaló y cayó endeble al borde de la cama mientras los párpados de Orn se sellaron nuevo. Kattrina lo observó consternada y tomando la mano del hombre entre las suyas la alzó nuevo hasta sus nalgas. No hubo reacción; definitivamente estaba noqueado. Resopló y dejando caer la pesada extremidad, volvió a golpearlo el rostro, un par de veces más hasta que reaccionó.
— No, no te vas a morir bajo mi guardia.
Haciendo uso de todas sus fuerzas, la hechicera alzó el torso del hombre, le dejó sentado con la espalda apoyada en la cabecera de la cama y de un tirón le sacó la camisola dejando al descubierto el esculpido torso que ocultaba. La mirada del hombre brilló con picardía.
— No es lo que te imaginas — Renegó
Sumergió la esponja en el agua helada y procedió a exprimir el exceso. Entonces repasó la blanda y húmeda superficie sobre la piel del hombre, desde su cuello hasta su abdomen, dejándola perlada por cristalinas gotas. El frío lo mantendría despierto. Apartó la mirada, jugando al escondite con los zafiros ajenos intentando encontrar sus verdes. Ahora que había logrado su cometido y el hombre hacía un esfuerzo por mantener los ojos abiertos caía en cuenta de que la intimidad de ese momento era suficiente para hacerla sonrojar.
De repente Soleil entró en la habitación y adyacente a la cubeta de agua helada, situó un pocillo con café recién preparado. Sin decir palabra la doncella abandonó la estancia tan rápido como ingresó. Kattrina se sintió tentada a pedirle que se quedara, pero sus labios se quedaron entreabiertos y la petición no formulada se desvaneció en un suspiro. Deslizó una tímida mirada hacia Orn, quien la observaba con tanta diversión como su estado se lo permitía. Las comisuras de la hechicera se extendieron en media sonrisa que pronto se tornó en una mueca nerviosa.
Carraspeó. Tomó la taza de porcelana fina entre sus manos, deleitó ligeramente su olfato con el aroma entre caramelizado y amargo del café y entonces acercó el recipiente a los labios del vikingo.
— Bebe — Demandó[
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Dos guantazos me hicieron de nuevo abrir mis grises centrándome en las dos valles que la joven lucia en su rostro.
Bastante colocado por la droga los contemplé ladeando el rostro mientras ella con su menudo cuerpo pasaba sus brazos por debajo de mis sobacos haciendo un gran esfuerzo por sentarme contra el respaldo de la cama.
De un tirón me sacó por la cabeza la camisa, ladeé la sonrisa manteniendo los ojos abiertos mientras mi mano sobrevolaba de nuevo la distancia hasta su cuerpo para subirla sobre mi a horcajadas.
Sentí como escurría la esponja que llevaba en la mano contra mi cuello ,el agua gélida resbalo como una cascada por mi piel muriendo en mis pantalones. Agotada el agua, se lazaba de rodillas echando ligeramente su cuerpo hacia delante para volver a mojar la esponja en la palangana que en la mesa de noche de la izquierda se apoyaba.
Con cada movimiento nuestros rostros se encontraban, miradas ancladas, la mía bailaba hasta su boca prendiéndola del candor de mi aliento que en la humedad de sus labios chocaba hambriento.
-Se me ocurre como mantenerme despierto -le dije juntando los labios pidiendo un beso -ladeé de nuevo la sonrisa cuando sus mejillas se ruborizaron.
Ciertamente contemplarla era mas que suficiente para mantenerme despierto, mi mano se alzó hasta su nuca, yo era un tipo rudo, no pedía permiso, si algo me gustaba lo tomaba.
Tiré de ella hasta que mis labios rozaron suavemente los suyos, se entreabrieron fruto del cansancio, respirando de forma pesada contra ellos hasta que la puerta fue golpeada.
Esta se separó alzándose de golpe, Sol entro por la puerta, mis ojos se entrecerraban nuevamente.
Fue el portazo el que me hizo abrirlos, eso y la cercanía de la hechicera que me ayudaba a colocar las manos entorno a la taza de café mientras se sentaba a mi lado empujando mis manos para que la llevara a mis labios.
Di un sorbo, me relamí y tosí ligeramente incapaz de mantener el liquido. El veneno debía haber abrasado mi garganta, o haberla adormecido, apenas podía tragar.
-Espera -le pedí paciencia para ir bebiendo mientras un sudor perlado resbalaba por mi rostro.
Hice a un lado la taza relamiendome, necesitaba una pausa, estaba bueno, fuerte, con aquel olor intenso y el sabor potente.
-Y si vuelves a trepa por mi cuerpo, me sentía mejor antes-dije ladeando la sonrisa son la voz entrecortada.
Me costaba articular palabra, me adormecía y mi cabeza daba tumbos cayendo en ocasiones contra mi pecho forzándome de nuevo a abrir los ojos y alzar la mirada para enfrentar a la dama.
-Ven -le pedí posando mi mano en sus nalgas para empujarla hacia mi completamente ido -ven.
Bastante colocado por la droga los contemplé ladeando el rostro mientras ella con su menudo cuerpo pasaba sus brazos por debajo de mis sobacos haciendo un gran esfuerzo por sentarme contra el respaldo de la cama.
De un tirón me sacó por la cabeza la camisa, ladeé la sonrisa manteniendo los ojos abiertos mientras mi mano sobrevolaba de nuevo la distancia hasta su cuerpo para subirla sobre mi a horcajadas.
Sentí como escurría la esponja que llevaba en la mano contra mi cuello ,el agua gélida resbalo como una cascada por mi piel muriendo en mis pantalones. Agotada el agua, se lazaba de rodillas echando ligeramente su cuerpo hacia delante para volver a mojar la esponja en la palangana que en la mesa de noche de la izquierda se apoyaba.
Con cada movimiento nuestros rostros se encontraban, miradas ancladas, la mía bailaba hasta su boca prendiéndola del candor de mi aliento que en la humedad de sus labios chocaba hambriento.
-Se me ocurre como mantenerme despierto -le dije juntando los labios pidiendo un beso -ladeé de nuevo la sonrisa cuando sus mejillas se ruborizaron.
Ciertamente contemplarla era mas que suficiente para mantenerme despierto, mi mano se alzó hasta su nuca, yo era un tipo rudo, no pedía permiso, si algo me gustaba lo tomaba.
Tiré de ella hasta que mis labios rozaron suavemente los suyos, se entreabrieron fruto del cansancio, respirando de forma pesada contra ellos hasta que la puerta fue golpeada.
Esta se separó alzándose de golpe, Sol entro por la puerta, mis ojos se entrecerraban nuevamente.
Fue el portazo el que me hizo abrirlos, eso y la cercanía de la hechicera que me ayudaba a colocar las manos entorno a la taza de café mientras se sentaba a mi lado empujando mis manos para que la llevara a mis labios.
Di un sorbo, me relamí y tosí ligeramente incapaz de mantener el liquido. El veneno debía haber abrasado mi garganta, o haberla adormecido, apenas podía tragar.
-Espera -le pedí paciencia para ir bebiendo mientras un sudor perlado resbalaba por mi rostro.
Hice a un lado la taza relamiendome, necesitaba una pausa, estaba bueno, fuerte, con aquel olor intenso y el sabor potente.
-Y si vuelves a trepa por mi cuerpo, me sentía mejor antes-dije ladeando la sonrisa son la voz entrecortada.
Me costaba articular palabra, me adormecía y mi cabeza daba tumbos cayendo en ocasiones contra mi pecho forzándome de nuevo a abrir los ojos y alzar la mirada para enfrentar a la dama.
-Ven -le pedí posando mi mano en sus nalgas para empujarla hacia mi completamente ido -ven.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Resopló con frustración cuando Orn se atoró con el café. ¿Paciencia? Poco a poco, la consciencia del hombre desfallecía y ella se quedaba sin ideas para mantenerle lúcido. Calma era la última sensación en la que Kattrina podía pensar cuando en sus manos recaía responsabilidad tan grande como la vida de otro ser vivo; por supuesto, incluso en su lecho de muerte, el bárbaro no se amedrentaba por la situación y, en contraste, intentaba amenizarla a su manera, mas ella no lo encontraba gracioso. Frunció el entrecejo, recibió la taza aún medio llena el negruzco líquido, situándola sobre la mesa de noche a su lado y volvió la atención al vikingo quien hacia un esfuerzo por mantener la cabeza en alto, luchando contra el cansancio producido por el veneno.
Suspiró y volvió a remojar la esponja, accediendo así a la petición del hombre que reconoció sentirse mejor en tanto ella retomó la labor de refrescarle la piel; en cualquier otra ocasión hubiese requerido más de una sonrisa encantadora para convencerla, pero el estado de Orn parecía empeorar minuto a minuto y aquello lo complacía lo suficiente como para convertirse en estímulo y distraerlo. Suave y despacio serpenteó la esponja por el marcado abdomen, con sus dedos repasando etéreos la dermis que ardía bajo el tenue tacto. El hombre tenía un cuerpo perfecto, los músculos bien trabajados se marcaban bajo la tensa piel. La hechicera se esforzó por no distraerse, más sus esmeraldas se desplazaron curiosas, revoloteando con sutileza los abdominales del vikingo. Se mordió el labio inferior y apartó la mirada cuando la ajena se percató de su desliz.
Sus mejillas se encendieron en un rosáceo intenso, mas intentó aparentar que nada sucedía, enfocando sus pupilas en la esponja y prosiguiendo en la tarea sin decir palabra. No fue hasta que sintió las manos del vikingo posarse atrevidas sobre sus nalgas que la hechicera se sintió capaz de devolverle la mirada. Del sobresalto apretó la esponja cuando su brazo se extendió para humedecerle la frente y el exceso de líquido se desbordó, regándose sobre el rostro del hombre y forzándole a abrir los ojos como platos. Ella soltó una carcajada y, por primera vez, él la observó sin ese toque de diversión que constante acompañaba a sus pícaros orbes.
— ¿Sabes que lo que estás haciendo está muy lejos de ser apropiado? — Indagó divertida.
Orn gruñó aún medio fuera de sí y aplicó fuerza al agarre, atrayéndola hacia su cuerpo; él era un hombre fornido y ella delgada y pequeña, por lo que incluso debilitado a causa de la toxina que se extendía implacable en su interior, no le fue difícil tirar de ella hasta hacerle perder el equilibrio y caer sobre él. Por supuesto, él desconocía el significado de inapropiado, o por lo menos, lo que ello significaba allí, en París.
Sintió el cadencioso movimiento del pecho de Orn, aspirando e inspirando aire bajo el suyo, con la piel húmeda y desnuda, abrasando bajo la tela de su corsé. Levantó sus verdes, lentos y tímidos, encontrándose de frente con el semblante entre victorioso y fatigado que surcaba el rostro del vikingo. La hechicera entreabrió los labios para protestar, mas cuando sintió el tibio aliento del hombre golpeando suave su boca, ningún sonido se articuló en sus cuerdas vocales. Pasó saliva nerviosa y contuvo el aire; el palpitar de su corazón se aceleró en un instante, colisionando tan fuerte y enérgico contra su pecho que estaba segura él podía sentirlo también.
El vikingo enredó los dedos entre sus cabellos ondulados y presionó contra su nuca, acercando sus rostros, mientras sus bocas, ahora a la misma altura, friccionaban volátiles a escasa —prácticamente inexistente— distancia. Una oleada emocional la golpeó accionando su magia; Orn siseó adolorido pues su piel hirvió ante el tacto como el metal de una olla al fuego. Velozmente, la hechicera se puso en pie, y se acomodó el vestido, estirando con su mano las arrugas de su falda. Avergonzada volvió su glauca mirada sobre el hombre en el lecho, que le devolvía la suya perplejo.
— No… no fue mi intención… —Comenzó titubeante más detuvo en seco cuando una nueva idea le asaltó — espera, eso es… ya sé qué hacer — las comisuras de sus labios se elevaron sutilmente, el vikingo no lucía menos desorientado. Ella se acercó y le colocó la mano en frente — la razón por la cual la temperatura de tu cuerpo aumenta es porque intenta eliminar el veneno mediante el sudor… —Se golpeó la cara con la palma— he sido una tonta, el agua fría te refresca, pero eso es luchar contra lo que tu organismo intenta hacer… — Ella divagaba y aunque el discurso se dirigía al hombre, era más como si conversara consigo misma pues él permaneció en silencio con cara de no entender a qué se refería — tu cuerpo no puede generar el calor necesario para ello por sí mismo... necesita ayuda para sudar, pero a penas te puedes mover y… —Hizo una pausa cuando las cejas del hombre se enarcaron sugestivas, ella frunció el ceño y negó ligeramente no la cabeza — no, no vamos a hacer… eso — Declaró haciendo énfasis en la última palabra, entonces relajó el gesto y volvió a sonreír, esta vez con aire un tanto presumido — Así que voy a utilizar mi magia, canalizarla fuera de mi cuerpo para hacer de la habitación una especie de sauna.
La expresión del bárbaro palideció ante su explicación, para nadie era un secreto que ella no era versada en el uso de la magia y así como el plan podía funcionar, una emoción encauzada de manera incorrecta podría hacer explotar la habitación. Él no se veía muy convencido, de nada le servíría morir antes de tiempo, pero ella estaba segura de que poder llevarlo a cabo, entonces tomó asiento a su lado.
— No soy como Brökk, no puedo accionar mi magia por medio de palabras, pero sí puedo hacerlo con emociones… — explicó — esto no es ninguna cura, pero estoy segura de que te dará algo de tiempo, te hará sentir mejor y… — Se acalló un instante, sus mejillas se sonrosaron de nuevo y escondió la mirada, jugueteando nerviosa con sus dedos — quizá la otra parte del plan te agrade más… como te dije, necesito enfocarme, despertar alguna sensación, así que… tendrías que ayudarme con eso, como… seguir lo que hacías antes, prometo que esta vez no quemará.
No estaba segura si entendía lo que le estaba pidiendo, él se veía somnoliento y agotado, mas por el momento, fue aquella la única idea que a Kattrina se le ocurrió.
Suspiró y volvió a remojar la esponja, accediendo así a la petición del hombre que reconoció sentirse mejor en tanto ella retomó la labor de refrescarle la piel; en cualquier otra ocasión hubiese requerido más de una sonrisa encantadora para convencerla, pero el estado de Orn parecía empeorar minuto a minuto y aquello lo complacía lo suficiente como para convertirse en estímulo y distraerlo. Suave y despacio serpenteó la esponja por el marcado abdomen, con sus dedos repasando etéreos la dermis que ardía bajo el tenue tacto. El hombre tenía un cuerpo perfecto, los músculos bien trabajados se marcaban bajo la tensa piel. La hechicera se esforzó por no distraerse, más sus esmeraldas se desplazaron curiosas, revoloteando con sutileza los abdominales del vikingo. Se mordió el labio inferior y apartó la mirada cuando la ajena se percató de su desliz.
Sus mejillas se encendieron en un rosáceo intenso, mas intentó aparentar que nada sucedía, enfocando sus pupilas en la esponja y prosiguiendo en la tarea sin decir palabra. No fue hasta que sintió las manos del vikingo posarse atrevidas sobre sus nalgas que la hechicera se sintió capaz de devolverle la mirada. Del sobresalto apretó la esponja cuando su brazo se extendió para humedecerle la frente y el exceso de líquido se desbordó, regándose sobre el rostro del hombre y forzándole a abrir los ojos como platos. Ella soltó una carcajada y, por primera vez, él la observó sin ese toque de diversión que constante acompañaba a sus pícaros orbes.
— ¿Sabes que lo que estás haciendo está muy lejos de ser apropiado? — Indagó divertida.
Orn gruñó aún medio fuera de sí y aplicó fuerza al agarre, atrayéndola hacia su cuerpo; él era un hombre fornido y ella delgada y pequeña, por lo que incluso debilitado a causa de la toxina que se extendía implacable en su interior, no le fue difícil tirar de ella hasta hacerle perder el equilibrio y caer sobre él. Por supuesto, él desconocía el significado de inapropiado, o por lo menos, lo que ello significaba allí, en París.
Sintió el cadencioso movimiento del pecho de Orn, aspirando e inspirando aire bajo el suyo, con la piel húmeda y desnuda, abrasando bajo la tela de su corsé. Levantó sus verdes, lentos y tímidos, encontrándose de frente con el semblante entre victorioso y fatigado que surcaba el rostro del vikingo. La hechicera entreabrió los labios para protestar, mas cuando sintió el tibio aliento del hombre golpeando suave su boca, ningún sonido se articuló en sus cuerdas vocales. Pasó saliva nerviosa y contuvo el aire; el palpitar de su corazón se aceleró en un instante, colisionando tan fuerte y enérgico contra su pecho que estaba segura él podía sentirlo también.
El vikingo enredó los dedos entre sus cabellos ondulados y presionó contra su nuca, acercando sus rostros, mientras sus bocas, ahora a la misma altura, friccionaban volátiles a escasa —prácticamente inexistente— distancia. Una oleada emocional la golpeó accionando su magia; Orn siseó adolorido pues su piel hirvió ante el tacto como el metal de una olla al fuego. Velozmente, la hechicera se puso en pie, y se acomodó el vestido, estirando con su mano las arrugas de su falda. Avergonzada volvió su glauca mirada sobre el hombre en el lecho, que le devolvía la suya perplejo.
— No… no fue mi intención… —Comenzó titubeante más detuvo en seco cuando una nueva idea le asaltó — espera, eso es… ya sé qué hacer — las comisuras de sus labios se elevaron sutilmente, el vikingo no lucía menos desorientado. Ella se acercó y le colocó la mano en frente — la razón por la cual la temperatura de tu cuerpo aumenta es porque intenta eliminar el veneno mediante el sudor… —Se golpeó la cara con la palma— he sido una tonta, el agua fría te refresca, pero eso es luchar contra lo que tu organismo intenta hacer… — Ella divagaba y aunque el discurso se dirigía al hombre, era más como si conversara consigo misma pues él permaneció en silencio con cara de no entender a qué se refería — tu cuerpo no puede generar el calor necesario para ello por sí mismo... necesita ayuda para sudar, pero a penas te puedes mover y… —Hizo una pausa cuando las cejas del hombre se enarcaron sugestivas, ella frunció el ceño y negó ligeramente no la cabeza — no, no vamos a hacer… eso — Declaró haciendo énfasis en la última palabra, entonces relajó el gesto y volvió a sonreír, esta vez con aire un tanto presumido — Así que voy a utilizar mi magia, canalizarla fuera de mi cuerpo para hacer de la habitación una especie de sauna.
La expresión del bárbaro palideció ante su explicación, para nadie era un secreto que ella no era versada en el uso de la magia y así como el plan podía funcionar, una emoción encauzada de manera incorrecta podría hacer explotar la habitación. Él no se veía muy convencido, de nada le servíría morir antes de tiempo, pero ella estaba segura de que poder llevarlo a cabo, entonces tomó asiento a su lado.
— No soy como Brökk, no puedo accionar mi magia por medio de palabras, pero sí puedo hacerlo con emociones… — explicó — esto no es ninguna cura, pero estoy segura de que te dará algo de tiempo, te hará sentir mejor y… — Se acalló un instante, sus mejillas se sonrosaron de nuevo y escondió la mirada, jugueteando nerviosa con sus dedos — quizá la otra parte del plan te agrade más… como te dije, necesito enfocarme, despertar alguna sensación, así que… tendrías que ayudarme con eso, como… seguir lo que hacías antes, prometo que esta vez no quemará.
No estaba segura si entendía lo que le estaba pidiendo, él se veía somnoliento y agotado, mas por el momento, fue aquella la única idea que a Kattrina se le ocurrió.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Tiré de ella hacia mi, según sus palabras esto no era lo correcto, pero yo me preguntaba ¿lo correcto para quien?
Yo lo sentía correcto, el roce de su piel me mantenía despierto, su pecho subía y bajaba de forma violenta mientras sus verdes asedian para enfrentar mi turbia mirada.
El agua escurría ligera por mi pecho muriendo sobre las sabana, su corseé se humedecía mientras ambos nos contemplamos de frente.
Mi rostro ademas de cansancio mostraba la satisfacción de haber salido victorioso en este encuentro mientras sus mejillas encendidas descifraba la timidez que tanto me atraía de esa mujer.
Nuestro aliento se acarició, podía haber luchado por escapar de mis brazos, mas no lo hizo, lo que me hizo ladear la sonrisa y dar el siguiente paso, enrede en un puño mis dedos en el pelo de su nuca, ondulado cayó como una cascada por mi mano.
Mis labios envolvieron los ajenos despacio.
Con otra el beso hubiera sido rudo, pasional, pero en esta ocasión estuvo plagado de deseo, apenas un roce que me hizo entreabrir la boca pidiéndole mas.
Un quemazón me llevó a tocar retirada acompañado de un siseo y con una ligera expresión de dolor mientras ahora si ella se incorporaba rápidamente alisando los pliegues de su ropa evitado mi interrogante mirada cansada.
Su cuerpo era una deliciosa droga, fue abandonarme y el sopor regresó a mi, mis ojos se cerraron nuevamente mientras por mis labios salia el aire de forma lenta.
Sus palabras dichas de golpe me sobresaltaron ligeramente, abrí de nuevo los ojos intentando ubicarme en ella.
-¿una idea? -pregunté arrastrando las palabras.
El inicio de su explicación me hizo sonreír, decía que tenia que sudar y por Odin que ese plan podía habérselo dado yo mismo aun siendo catalogado de un bárbaro
Montarla no solo me haría sudar, si no que insuflara a mi cuerpo la adrenalina necesaria para mantenerme despierto, claro que su negativa mando a la mierda mis planes y una mueca de desesperación se paseó por mi rostro.
Mueca que se trasformó en incertidumbre tal y como seguía escuchando esa descabellada idea, que no terminaba de entender y que me daba sueño otra vez.
El final de la explicación implicaba continuar aquel beso, lo que de nuevo me llevaba al punto clave de la noche.
-Ven conmigo, yo te haré arder -aseguré al sentirla gatear con timidez pr mi piel.
Su aliento volvió a encontrarse con el mio, parecía no terminar de decidirse, como si el contacto pudiera de nuevo quemarme o hacerme algún tipo de daño.
-¿no es ese el plan? -pregunté incorporando el torso hasta chocar con sus labios de forma ruda, mi lengua trepó por ellos humedeciéndolos, pidiéndoles permiso, mi pecho subía y bajaba al tiempo que mis manos contoneaban sus nalgas sin un ápice de arrepentimiento.
-Espera -jadeé contra sus labios al sentirla temblar entre mis manos -me aparté ligeramente dejando que mi cuerpo regresara sobre las sabanas.
-¿me tienes miedo? -pregunté apretando los dientes por el dolor que sentía en ese momento en el que el veneno parecía ascender hacia mi corazón.
Mis ojos repasaron su boca, en un baile de miradas que denotaban que ella me atraía, que me importaba y no era ni de lejos mi intención tomarla como si fuera una fulana, estas eran mis formas,rudas, voraces, pero ¿y las suyas?
Deslicé mis dedos por su pelo despacio tratando de calmarla.
-Me siento mejor -mentí -creo que con algo de café podré seguir despierto -aseguré -¿cuéntame algo de ti? Algo interesante por Odin -bromeé -o me dormiré. Ven, apóyate -le pedí - ofreciéndole mi pecho
Yo lo sentía correcto, el roce de su piel me mantenía despierto, su pecho subía y bajaba de forma violenta mientras sus verdes asedian para enfrentar mi turbia mirada.
El agua escurría ligera por mi pecho muriendo sobre las sabana, su corseé se humedecía mientras ambos nos contemplamos de frente.
Mi rostro ademas de cansancio mostraba la satisfacción de haber salido victorioso en este encuentro mientras sus mejillas encendidas descifraba la timidez que tanto me atraía de esa mujer.
Nuestro aliento se acarició, podía haber luchado por escapar de mis brazos, mas no lo hizo, lo que me hizo ladear la sonrisa y dar el siguiente paso, enrede en un puño mis dedos en el pelo de su nuca, ondulado cayó como una cascada por mi mano.
Mis labios envolvieron los ajenos despacio.
Con otra el beso hubiera sido rudo, pasional, pero en esta ocasión estuvo plagado de deseo, apenas un roce que me hizo entreabrir la boca pidiéndole mas.
Un quemazón me llevó a tocar retirada acompañado de un siseo y con una ligera expresión de dolor mientras ahora si ella se incorporaba rápidamente alisando los pliegues de su ropa evitado mi interrogante mirada cansada.
Su cuerpo era una deliciosa droga, fue abandonarme y el sopor regresó a mi, mis ojos se cerraron nuevamente mientras por mis labios salia el aire de forma lenta.
Sus palabras dichas de golpe me sobresaltaron ligeramente, abrí de nuevo los ojos intentando ubicarme en ella.
-¿una idea? -pregunté arrastrando las palabras.
El inicio de su explicación me hizo sonreír, decía que tenia que sudar y por Odin que ese plan podía habérselo dado yo mismo aun siendo catalogado de un bárbaro
Montarla no solo me haría sudar, si no que insuflara a mi cuerpo la adrenalina necesaria para mantenerme despierto, claro que su negativa mando a la mierda mis planes y una mueca de desesperación se paseó por mi rostro.
Mueca que se trasformó en incertidumbre tal y como seguía escuchando esa descabellada idea, que no terminaba de entender y que me daba sueño otra vez.
El final de la explicación implicaba continuar aquel beso, lo que de nuevo me llevaba al punto clave de la noche.
-Ven conmigo, yo te haré arder -aseguré al sentirla gatear con timidez pr mi piel.
Su aliento volvió a encontrarse con el mio, parecía no terminar de decidirse, como si el contacto pudiera de nuevo quemarme o hacerme algún tipo de daño.
-¿no es ese el plan? -pregunté incorporando el torso hasta chocar con sus labios de forma ruda, mi lengua trepó por ellos humedeciéndolos, pidiéndoles permiso, mi pecho subía y bajaba al tiempo que mis manos contoneaban sus nalgas sin un ápice de arrepentimiento.
-Espera -jadeé contra sus labios al sentirla temblar entre mis manos -me aparté ligeramente dejando que mi cuerpo regresara sobre las sabanas.
-¿me tienes miedo? -pregunté apretando los dientes por el dolor que sentía en ese momento en el que el veneno parecía ascender hacia mi corazón.
Mis ojos repasaron su boca, en un baile de miradas que denotaban que ella me atraía, que me importaba y no era ni de lejos mi intención tomarla como si fuera una fulana, estas eran mis formas,rudas, voraces, pero ¿y las suyas?
Deslicé mis dedos por su pelo despacio tratando de calmarla.
-Me siento mejor -mentí -creo que con algo de café podré seguir despierto -aseguré -¿cuéntame algo de ti? Algo interesante por Odin -bromeé -o me dormiré. Ven, apóyate -le pedí - ofreciéndole mi pecho
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Recelosa, la hechicera se inclinó sobre el vikingo, aun indecisa ante su propia sugerencia. Entreabrió los labios, conteniendo el aliento por instinto, mientras el ajeno, acompasado y tibio murió en su boca. “¿No era ese el plan?” Sí, era exactamente lo que había propuesto, pero la duda había evolucionado en miedo e incluso dejando de lado aquella variable, la escasa distancia que se oponía entre ambos accionaba el estado más puro de su timidez, haciendo de ella un manojo de nervios. Fue Orn quien tomó la iniciativa, acercándose con prisa a sus labios, contorneando su figura con la lengua a la espera de que ella correspondiese. No fue consciente de ello, mas su corporeidad, exhibiendo la emoción que le asaltaba, retembló inquieta y para nada sutil entre las gruesas y pesadas manos que lo surcaban sin un ápice de culpa o decoro.
Apretó los párpados decidida, debía concentrarse o de nada serviría todo aquello, entonces, sintió el halo fantasmal del tenue roce desvanecerse en el aire tan pronto como el hombre se apartó, indagando si le temía. Instantáneamente, Kattrina abrió los párpados a su máxima expresión y procedió a negar con la cabeza reiteradas veces, con semblante consternado. Era cierto que temía, pero no era él el causante de su turbación. Le asustaba perder el control, lastimarlo o peor, herirlo de muerte; no obstante, su mayor inquietud era involucrarse más de lo debido y vaya que para entonces ya se sentía bastante comprometida considerando el corto tiempo transcurrido desde su primer encuentro.
Contempló al hombre en silencio, los gestos que sutiles se moldeaban tras su temple sereno manifestaban una evidente la expresión de dolor que iba más allá de las palabras que le dedicaba —supuso ella— para tranquilizarla. Respiro hondo, estaba al tanto de que le mentía y no estaba dispuesta a permitir que un instante de su propia cobardía le arrebatara la vida. Cuando el hombre le ofreció el pecho como soporte, la hechicera sacudió la mueca de angustia de sus facciones y curvó la sonrisa afable, elevando su mano hasta el rostro de Orn, piel adornada por una barba naciente que acarició apacible y con delicadeza en un instante de silencio absoluto en el que incluso pudo escuchar las dificultosas respiraciones de su opuesto.
Repentinamente fue la castaña quien se inclinó sobre el hombre, deteniéndose justo cuando las puntas de sus narices friccionaron gráciles, repasando entonces sus esmeraldas sobre los egeos ajenos un segundo antes del encuentro de sus labios. El beso comenzó pausado y tersó, lento, permitió que sus lenguas se contornearan, danzando cadenciosamente mientras sus pequeñas y delicadas manos abrazaban el cuello del hombre. El instinto de Orn tendía a apresurar el acto, volverlo pasional e intenso, mas ella lo mantuvo a su ritmo, melódico y plácido, con sus labios friccionándose ligeros deseosos de más; un momento que decía más de ella de lo que podía expresar en palabras. Concentró su atención en el armónico movimiento de sus bocas, canalizando las sensaciones evocadas que removían la magia adormecida bajo su piel.
Su temperatura corporal se elevó considerablemente y su piel ardió tanto como la del bárbaro y su cuerpo emanó el calor rápidamente, aclimatando entonces cada rincón de la habitación, las ventanas se empañaron y sus labios, humedecidos por la fusión, contrastaban con el candoroso ambiente en el que se sumían. Se detuvo, súbitamente, su frente, perlada en sudor por los grados de más en la habitación, se recostó un segundo sobre la ajena antes de tomar distancia, con sus parpados abriendo paso al verde intenso de sus irises. Sus comisuras se elevaron victoriosas.
— Funcionó — Declaró sin ocultar su emoción, su magia era muy variable y mantenerla le era difícil, sin embargo, era la primera vez que encontraba tan sencillo el control de su poder.
Haciendo caso a la petición que le había hecho antes el hombre. Tomó apoyo sobre su pecho escuchando atenta el palpitar del corazón que latía bajo la piel en la que descansaba y entonces suspiró. No tenía idea de lo que le pedía.
— ¿Algo interesante? Vaya, ahora sí que estás perdido, no creo que con eso te pueda ayudar, pero déjame pensar…—bromeó e hizo el amague de cavilar— Mmmm… sé cómo voy a morir —comentó tranquila, como si se tratase de una cuestión bastante ordinaria — he tenido una premonición recurrente de mi propia muerte por años. No sé cuando pasará, sólo sé cómo y bueno… que pasará, pero ya he hecho las paces con ello. — volvió la cabeza hacia Orn, apoyándole el mentón sobre el pecho para enfrentarlo — Pero de ahí en más no se pone interesante — No mentía, a pesar de lo sucedido en el pasado, su vida transcurría con bastante calma, incluso teniendo la constante sensación de sentirse vigilada, bien sabía que en la orden nadie se fiaba de ella y buena razón tenían en no hacerlo— así que ¿qué hay de ti? Tu tierra suena mágica… guerras, reyes malvados, dioses, criaturas fantásticas… toda una aventura, seguro tienes mejores historias.
Apretó los párpados decidida, debía concentrarse o de nada serviría todo aquello, entonces, sintió el halo fantasmal del tenue roce desvanecerse en el aire tan pronto como el hombre se apartó, indagando si le temía. Instantáneamente, Kattrina abrió los párpados a su máxima expresión y procedió a negar con la cabeza reiteradas veces, con semblante consternado. Era cierto que temía, pero no era él el causante de su turbación. Le asustaba perder el control, lastimarlo o peor, herirlo de muerte; no obstante, su mayor inquietud era involucrarse más de lo debido y vaya que para entonces ya se sentía bastante comprometida considerando el corto tiempo transcurrido desde su primer encuentro.
Contempló al hombre en silencio, los gestos que sutiles se moldeaban tras su temple sereno manifestaban una evidente la expresión de dolor que iba más allá de las palabras que le dedicaba —supuso ella— para tranquilizarla. Respiro hondo, estaba al tanto de que le mentía y no estaba dispuesta a permitir que un instante de su propia cobardía le arrebatara la vida. Cuando el hombre le ofreció el pecho como soporte, la hechicera sacudió la mueca de angustia de sus facciones y curvó la sonrisa afable, elevando su mano hasta el rostro de Orn, piel adornada por una barba naciente que acarició apacible y con delicadeza en un instante de silencio absoluto en el que incluso pudo escuchar las dificultosas respiraciones de su opuesto.
Repentinamente fue la castaña quien se inclinó sobre el hombre, deteniéndose justo cuando las puntas de sus narices friccionaron gráciles, repasando entonces sus esmeraldas sobre los egeos ajenos un segundo antes del encuentro de sus labios. El beso comenzó pausado y tersó, lento, permitió que sus lenguas se contornearan, danzando cadenciosamente mientras sus pequeñas y delicadas manos abrazaban el cuello del hombre. El instinto de Orn tendía a apresurar el acto, volverlo pasional e intenso, mas ella lo mantuvo a su ritmo, melódico y plácido, con sus labios friccionándose ligeros deseosos de más; un momento que decía más de ella de lo que podía expresar en palabras. Concentró su atención en el armónico movimiento de sus bocas, canalizando las sensaciones evocadas que removían la magia adormecida bajo su piel.
Su temperatura corporal se elevó considerablemente y su piel ardió tanto como la del bárbaro y su cuerpo emanó el calor rápidamente, aclimatando entonces cada rincón de la habitación, las ventanas se empañaron y sus labios, humedecidos por la fusión, contrastaban con el candoroso ambiente en el que se sumían. Se detuvo, súbitamente, su frente, perlada en sudor por los grados de más en la habitación, se recostó un segundo sobre la ajena antes de tomar distancia, con sus parpados abriendo paso al verde intenso de sus irises. Sus comisuras se elevaron victoriosas.
— Funcionó — Declaró sin ocultar su emoción, su magia era muy variable y mantenerla le era difícil, sin embargo, era la primera vez que encontraba tan sencillo el control de su poder.
Haciendo caso a la petición que le había hecho antes el hombre. Tomó apoyo sobre su pecho escuchando atenta el palpitar del corazón que latía bajo la piel en la que descansaba y entonces suspiró. No tenía idea de lo que le pedía.
— ¿Algo interesante? Vaya, ahora sí que estás perdido, no creo que con eso te pueda ayudar, pero déjame pensar…—bromeó e hizo el amague de cavilar— Mmmm… sé cómo voy a morir —comentó tranquila, como si se tratase de una cuestión bastante ordinaria — he tenido una premonición recurrente de mi propia muerte por años. No sé cuando pasará, sólo sé cómo y bueno… que pasará, pero ya he hecho las paces con ello. — volvió la cabeza hacia Orn, apoyándole el mentón sobre el pecho para enfrentarlo — Pero de ahí en más no se pone interesante — No mentía, a pesar de lo sucedido en el pasado, su vida transcurría con bastante calma, incluso teniendo la constante sensación de sentirse vigilada, bien sabía que en la orden nadie se fiaba de ella y buena razón tenían en no hacerlo— así que ¿qué hay de ti? Tu tierra suena mágica… guerras, reyes malvados, dioses, criaturas fantásticas… toda una aventura, seguro tienes mejores historias.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Se inclinó suavemente hacia mi, podía notar su timidez, nerviosismo o una desesperada mezcla de ambas cosas ahora mismo.
Su acelerada respiración impactaba contra mis labios, su pelo en cascada cubría nuestros rostros dándonos una intimidad necesaria para lo que sentíamos
Su corazón era un tambor que contra mi pecho retumbaba, ladeé la sonrisa tomando el control, la punta de mi lengua dibujó el lienzo de sus labios, perfilandolos paladeándolos.
Miedo, sentí como su cuerpo tenso como las cuerdas de un arpa se quebraba entre mis enormes manos, temblaba como una hoja azuzada por el viento frio del otoño.
Mis ojos la contemplaron, devolviendo la lengua a su húmedo hogar, no era mi intención forzarla, menos asustarla, yo solo quería que disfrutara.
Negó, como si no quisiera que me apartara, como si al hacerlo le molestara la ausencia del aire que mi boca le otorgaba.
Ladeé la sonrisa, esa mujer era un misterio, fusionan y nada atrapa mas a un ladrón que la necesidad de robar la razón.
Sus actos no se correspondían con esa turbia mirada plagada de deseo, me necesitaba, solo que aun no lo sabia.
Me temía, no estaba dispuesto a arrancarle su primer beso de esta forma, así que le ofrecí mi pecho como almohada, el dolor me invadía pero jamas lo reconocería.
Pude ver su desconcierto mientras seguía negando con la cabeza, como si esa solución no conformara exactamente lo que anhelaba.
Me relamí los labios secos ante su expresiva mirada, sus dedos serpentearon por mi rostro, en una caricia fantasmal que sintió el candor de las altas fiebres.
Esta vez, fuera de todo pronostico fue ella y no yo, la que acortó la distancia, mi dificultosa respiración choco contra su boca mientras nuestras narices friccionaban en un duelo de miradas, esmeraldas contra el humo gris de mis ojos.
Ladeé la sonrisa, allí estaba eso que llamaban magia, sentía las chispas chocar en mis labios, mientras nuestras miradas se perdían en la ajena con la voracidad de un rayo.
Su boca se posó como un ave sobre una rama, despacio, sin prisa sus manso acunaron mi cuelo mientras el húmedo beso era calma.
Nuestras lenguas bailaban descubriéndose, senderos desconocidos que nos convertían en exploradores del beso ajeno, jadeé cuando mi mano se enredó en el pelo de su nuca en un puño, la atraje mas contra mi boca buscando intensificar ese beso que ella sosegaba.
Mi hombría alzada contra su vientre, el calor nos inundaba, mas bien sentía que mi cuerpo ardía bajo el placido contacto de su tez.
La habitación era Hel, los cristales empañados, su cuerpo eran brasas y yo los maderos que se consumían en un encuentro.
Mi frente contra la suya cuando separó los labios para enfrentarme.
“Funciono”
-No lo suficiente -gruñí intentando recuperar su boca pero se apartó con una sonrisa encontrándose con un divertido mohin lleno de frustración.
Ahora si se acomodó en mi pecho para contestar mi pregunta inicial, hablaba de premoniciones, de la de su propia muerte ni mas ni menos, como si fuera irrelevante.
-Si predices la mía, mejor no me lo digas, no es por miedo, es mas bien porque no quiero perdérmela -bromeé guiñándole un ojo mientras colaba mi mano por la cinturilla del pantalón y me recolocaba mi hombría que se había desenfundado y me rozaba.
-El norte es una tierra plagada de magia, no solo porque hay brujas y oráculos que nos ayudan y complican mas la vida, si no porque observar sus tierras verdes, sus mares, su picos, sus islas y sus lagos te hacen darte cuenta de la importancia de por lo que luchamos.
Mis tierras y sus gentes son aniquiladas por le yugo de un rey que no las merece, mi padre lleva sumido en guerra desde antes de que yo naciera.
Algún día le norte será libre.
No era verdad del todo que Hóor era mi padre, pues ciertamente llegué a su cuidado con la edad de 8 años, tenia otra familia en una aldea a la que visitaba con frecuencia, pero Höor para mi era un padre porque como tal actuó hasta que me convertí en un hombre.
Ladeé la sonrisa bajando mi mirada hasta sus esmeraldas.
-¿Te ha gustado? ¿el beso? -pregunté con aire engreído -¿y si repetimos? -pregunté con una ladeada sonrisa mientras mi mano se apoyaba en sus nalgas -creo que necesito mas candor -bromeé.
Me encontraba mucho mejor gracias a ella, mi respiración se normalizaba y mi pecho subía y bajaba de forma rítmica bajo su precioso cuerpo.
-Y si ahora me besas porque tienes ganas -apunté sin dejar de tentarla con el roce de mis manos sobrevolando su piel.
Su acelerada respiración impactaba contra mis labios, su pelo en cascada cubría nuestros rostros dándonos una intimidad necesaria para lo que sentíamos
Su corazón era un tambor que contra mi pecho retumbaba, ladeé la sonrisa tomando el control, la punta de mi lengua dibujó el lienzo de sus labios, perfilandolos paladeándolos.
Miedo, sentí como su cuerpo tenso como las cuerdas de un arpa se quebraba entre mis enormes manos, temblaba como una hoja azuzada por el viento frio del otoño.
Mis ojos la contemplaron, devolviendo la lengua a su húmedo hogar, no era mi intención forzarla, menos asustarla, yo solo quería que disfrutara.
Negó, como si no quisiera que me apartara, como si al hacerlo le molestara la ausencia del aire que mi boca le otorgaba.
Ladeé la sonrisa, esa mujer era un misterio, fusionan y nada atrapa mas a un ladrón que la necesidad de robar la razón.
Sus actos no se correspondían con esa turbia mirada plagada de deseo, me necesitaba, solo que aun no lo sabia.
Me temía, no estaba dispuesto a arrancarle su primer beso de esta forma, así que le ofrecí mi pecho como almohada, el dolor me invadía pero jamas lo reconocería.
Pude ver su desconcierto mientras seguía negando con la cabeza, como si esa solución no conformara exactamente lo que anhelaba.
Me relamí los labios secos ante su expresiva mirada, sus dedos serpentearon por mi rostro, en una caricia fantasmal que sintió el candor de las altas fiebres.
Esta vez, fuera de todo pronostico fue ella y no yo, la que acortó la distancia, mi dificultosa respiración choco contra su boca mientras nuestras narices friccionaban en un duelo de miradas, esmeraldas contra el humo gris de mis ojos.
Ladeé la sonrisa, allí estaba eso que llamaban magia, sentía las chispas chocar en mis labios, mientras nuestras miradas se perdían en la ajena con la voracidad de un rayo.
Su boca se posó como un ave sobre una rama, despacio, sin prisa sus manso acunaron mi cuelo mientras el húmedo beso era calma.
Nuestras lenguas bailaban descubriéndose, senderos desconocidos que nos convertían en exploradores del beso ajeno, jadeé cuando mi mano se enredó en el pelo de su nuca en un puño, la atraje mas contra mi boca buscando intensificar ese beso que ella sosegaba.
Mi hombría alzada contra su vientre, el calor nos inundaba, mas bien sentía que mi cuerpo ardía bajo el placido contacto de su tez.
La habitación era Hel, los cristales empañados, su cuerpo eran brasas y yo los maderos que se consumían en un encuentro.
Mi frente contra la suya cuando separó los labios para enfrentarme.
“Funciono”
-No lo suficiente -gruñí intentando recuperar su boca pero se apartó con una sonrisa encontrándose con un divertido mohin lleno de frustración.
Ahora si se acomodó en mi pecho para contestar mi pregunta inicial, hablaba de premoniciones, de la de su propia muerte ni mas ni menos, como si fuera irrelevante.
-Si predices la mía, mejor no me lo digas, no es por miedo, es mas bien porque no quiero perdérmela -bromeé guiñándole un ojo mientras colaba mi mano por la cinturilla del pantalón y me recolocaba mi hombría que se había desenfundado y me rozaba.
-El norte es una tierra plagada de magia, no solo porque hay brujas y oráculos que nos ayudan y complican mas la vida, si no porque observar sus tierras verdes, sus mares, su picos, sus islas y sus lagos te hacen darte cuenta de la importancia de por lo que luchamos.
Mis tierras y sus gentes son aniquiladas por le yugo de un rey que no las merece, mi padre lleva sumido en guerra desde antes de que yo naciera.
Algún día le norte será libre.
No era verdad del todo que Hóor era mi padre, pues ciertamente llegué a su cuidado con la edad de 8 años, tenia otra familia en una aldea a la que visitaba con frecuencia, pero Höor para mi era un padre porque como tal actuó hasta que me convertí en un hombre.
Ladeé la sonrisa bajando mi mirada hasta sus esmeraldas.
-¿Te ha gustado? ¿el beso? -pregunté con aire engreído -¿y si repetimos? -pregunté con una ladeada sonrisa mientras mi mano se apoyaba en sus nalgas -creo que necesito mas candor -bromeé.
Me encontraba mucho mejor gracias a ella, mi respiración se normalizaba y mi pecho subía y bajaba de forma rítmica bajo su precioso cuerpo.
-Y si ahora me besas porque tienes ganas -apunté sin dejar de tentarla con el roce de mis manos sobrevolando su piel.
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Sus comisuras se elevaron divertidas cuando el vikingo confesó que no deseaba escuchar profecía alguna sobre su muerte, alegando la negación no al miedo sino, por el contrario, a la expectativa de una sorpresa. Kattrina soltó una pequeña risita en respuesta al comentario, no era propio de un guerrero como él ir por el mundo aceptando sentir temor, pero, al fin y al cabo, aunque no todos lo admitieran, todos lo sentían. A ella le petrificaba la idea de morir, sabía que sería doloroso, básicamente el infierno en la tierra, sin embargo, tenía presente que cualesquiera que fuesen sus decisiones, el curso de sus actos siempre le llevaría al mismo punto: arder en las llamas hasta las cenizas. Nada podía hacer para evitarlo. Sacudió su cabeza sutilmente y con ella sus cavilaciones, retornando su atención al hombre.
— No voy a predecir tu muerte, por que no vas a morir, al menos, no bajo mi guardia — advirtió con el entrecejo fruncido
Él sonrió y procedió a relatarle por qué la magia de sus tierras no yacía en las bestias que la habitaban sino en su geografía, en la naturaleza que aún reinaba por encima de la mano del hombre, en paisajes tan puros que en Francia le sería complejo encontrar semejante o, por lo menos, en la capital. Evidentemente él amaba el norte más que a nada. Aún con la mandíbula descansando sobre la piel desnuda del vikingo, la hechicera lo contempló a detalle con sus esmeraldas, repasándole las facciones mientras hablaba. El hombre tenía una estructura facial perfecta, varonil… las tierras de donde provenía no eran lo único atractivo. Su mirada cayó a los labios ajenos y ella mordió el interior de los propios con sutileza, recordándose no perder la compostura; demasiado tarde, pues, al parecer ya lo había notado. Cuando las manos del hombre le alcanzaron las nalgas, ella respingó sobre su pecho.
Orn ladeó la sonrisa entretenido y las mejillas de la castaña, ya de por sí sonrosadas por el caluroso ambiente, se encendieron como si acabara de correr una maratón. Cuando él indagó había disfrutado el beso ella lo observó pasmada, con los labios entreabiertos y sus reiterados pestañeos como única contestación pues no sabía que decir. Su sonrisa se extendió nerviosa y mientras se limpiaba la frente con con el dorso de su mano comenzó a balbucear.
— Ammm… bueno… pues… ufff — movió su mano rauda frente a su rostro haciendo las veces de un abanico — vaya, que hace calor.
Sólo entonces cayó en cuenta que no había calculado bien sus planes. Su corsé estaba bastante ajustado y la tela del vestido era demasiado gruesa como para soportar la abrasadora temperatura. Las manos del vikingo continuaban dando un inapropiado paseo por su cuerpo, mientras los grados del mismo iban en aumento. Se levantó de golpe, le faltaba el aire, la intimidad de la situación era intensa y ella no tenía la menor idea de como manejarse ante tal cercanía.
— Creo… creo que necesito un poco de aire — Musitó aquella declaración y sin esperar respuesta se apresuró a la puerta, cerrándola a sus espaldas.
Respiró hondo, recostando su espalda en la madera, sabía que no podía abandonar a Orn a su suerte por mucho tiempo, mas realmente necesitaba un instante para aclarar sus pensamientos. Jamás se había encontrado en posición semejante con otro hombre que removiera sus sentidos con un simple roce. El beso había sido especial, al menos para ella, relámpagos acaecieron la fricción de sus bocas, una sensación eléctrica que inicio en la cadenciosa danza de sus lenguas y se extendió sobre su dermis hasta el último rincón de su cuerpo. Suspiró, la verdad era que deseaba sentirlo de nuevo, mas comprendía las implicaciones de ceder a sus deseos. La verdad era que en el fondo deseaba que la recordara por algo más que un simple encuentro.
¿Qué era lo que estaba haciendo?
Inhaló con fuerza y con la misma rapidez con la que huyó de la habitación así mismo volvió, ingresando con los párpados apretados como si aquello le otorgara fuerzas para soltar su confesión.
— Sí me ha gustado… me ha gustado mucho — Reconoció sin titubear mordiéndose el labio
Aguardó por una respuesta para desenlazar sus pestañas, mas no encontró otro efecto que el de un pesado silencio. Angustiada por aquello que podría encontrar frente suyo, lentamente, abrió paso a sus verdes entre sus párpados, dando de frente con el cuerpo inmóvil del vikingo quien, finalmente, había perdido el conocimiento.
— ¿Orn? — Indagó en un hilo de voz — ¡¿ORN?! — Chilló alarmada, apresurándose sobre él
Tomándolo de los hombros lo agitó impaciente, mas aquello no resultó. Le asestó un par de palmaditas en la mejilla, pero de aquella acción tampoco obtuvo respuesta.
— No, no, no, no — Una densa opresión se posó en su pecho, por un instante, su corporeidad se sintió como una cáscara vacía, como si todo aquello que llevaba en el interior se hubiese esfumado en el aire — ¡Orn! ¡despierta, por favor! ¡Orn! — Repitió perdiendo la calma, suplicante y con la voz entrecortada.
Su mirada escoció, se cristalizó con rapidez y de repente un mar de lágrimas descendió de sus ojos, por sus mejillas, pendiendo del borde de su mandíbula y cayendo sobre el pecho del hombre que con persistencia oprimía en intento por devolver al corazón la energía.
— ¡Bröok! ¡Dritt! ¡Sol! — Llamó a gritos tan fuerte como sus pulmones se lo permitieron
En medio de su desespero, la magia se concentró en la yema de sus dedos, liberando pulsiones eléctricas semejantes a las de un desfibrilador, mientras el fornido cuerpo del Vikingo se sacudía bajo la presión de sus dedos. Drittsekk fue el primero en entrar, seguido por Sol y Brökk, quien en la mano llevaba lo que ella creía era el antídoto. No obstante, incansable, la castaña continuó presionando sobre el pecho del hombre hasta que Drittsekk la apartó de un tirón para darle paso al hechicero.
— Lo siento, lo siento, lo siento mucho, ha sido mi culpa — proclamó sin consuelo con sus tempestades enrojecidas por el llanto.
Brökk se dispuso a recitar un conjuro cuando, repentinamente, los ojos del vikingo, cansinos, se entreabrieron; aparentemente, la corriente eléctrica inducida había reanimado el ritmo de su corazón.
— No voy a predecir tu muerte, por que no vas a morir, al menos, no bajo mi guardia — advirtió con el entrecejo fruncido
Él sonrió y procedió a relatarle por qué la magia de sus tierras no yacía en las bestias que la habitaban sino en su geografía, en la naturaleza que aún reinaba por encima de la mano del hombre, en paisajes tan puros que en Francia le sería complejo encontrar semejante o, por lo menos, en la capital. Evidentemente él amaba el norte más que a nada. Aún con la mandíbula descansando sobre la piel desnuda del vikingo, la hechicera lo contempló a detalle con sus esmeraldas, repasándole las facciones mientras hablaba. El hombre tenía una estructura facial perfecta, varonil… las tierras de donde provenía no eran lo único atractivo. Su mirada cayó a los labios ajenos y ella mordió el interior de los propios con sutileza, recordándose no perder la compostura; demasiado tarde, pues, al parecer ya lo había notado. Cuando las manos del hombre le alcanzaron las nalgas, ella respingó sobre su pecho.
Orn ladeó la sonrisa entretenido y las mejillas de la castaña, ya de por sí sonrosadas por el caluroso ambiente, se encendieron como si acabara de correr una maratón. Cuando él indagó había disfrutado el beso ella lo observó pasmada, con los labios entreabiertos y sus reiterados pestañeos como única contestación pues no sabía que decir. Su sonrisa se extendió nerviosa y mientras se limpiaba la frente con con el dorso de su mano comenzó a balbucear.
— Ammm… bueno… pues… ufff — movió su mano rauda frente a su rostro haciendo las veces de un abanico — vaya, que hace calor.
Sólo entonces cayó en cuenta que no había calculado bien sus planes. Su corsé estaba bastante ajustado y la tela del vestido era demasiado gruesa como para soportar la abrasadora temperatura. Las manos del vikingo continuaban dando un inapropiado paseo por su cuerpo, mientras los grados del mismo iban en aumento. Se levantó de golpe, le faltaba el aire, la intimidad de la situación era intensa y ella no tenía la menor idea de como manejarse ante tal cercanía.
— Creo… creo que necesito un poco de aire — Musitó aquella declaración y sin esperar respuesta se apresuró a la puerta, cerrándola a sus espaldas.
Respiró hondo, recostando su espalda en la madera, sabía que no podía abandonar a Orn a su suerte por mucho tiempo, mas realmente necesitaba un instante para aclarar sus pensamientos. Jamás se había encontrado en posición semejante con otro hombre que removiera sus sentidos con un simple roce. El beso había sido especial, al menos para ella, relámpagos acaecieron la fricción de sus bocas, una sensación eléctrica que inicio en la cadenciosa danza de sus lenguas y se extendió sobre su dermis hasta el último rincón de su cuerpo. Suspiró, la verdad era que deseaba sentirlo de nuevo, mas comprendía las implicaciones de ceder a sus deseos. La verdad era que en el fondo deseaba que la recordara por algo más que un simple encuentro.
¿Qué era lo que estaba haciendo?
Inhaló con fuerza y con la misma rapidez con la que huyó de la habitación así mismo volvió, ingresando con los párpados apretados como si aquello le otorgara fuerzas para soltar su confesión.
— Sí me ha gustado… me ha gustado mucho — Reconoció sin titubear mordiéndose el labio
Aguardó por una respuesta para desenlazar sus pestañas, mas no encontró otro efecto que el de un pesado silencio. Angustiada por aquello que podría encontrar frente suyo, lentamente, abrió paso a sus verdes entre sus párpados, dando de frente con el cuerpo inmóvil del vikingo quien, finalmente, había perdido el conocimiento.
— ¿Orn? — Indagó en un hilo de voz — ¡¿ORN?! — Chilló alarmada, apresurándose sobre él
Tomándolo de los hombros lo agitó impaciente, mas aquello no resultó. Le asestó un par de palmaditas en la mejilla, pero de aquella acción tampoco obtuvo respuesta.
— No, no, no, no — Una densa opresión se posó en su pecho, por un instante, su corporeidad se sintió como una cáscara vacía, como si todo aquello que llevaba en el interior se hubiese esfumado en el aire — ¡Orn! ¡despierta, por favor! ¡Orn! — Repitió perdiendo la calma, suplicante y con la voz entrecortada.
Su mirada escoció, se cristalizó con rapidez y de repente un mar de lágrimas descendió de sus ojos, por sus mejillas, pendiendo del borde de su mandíbula y cayendo sobre el pecho del hombre que con persistencia oprimía en intento por devolver al corazón la energía.
— ¡Bröok! ¡Dritt! ¡Sol! — Llamó a gritos tan fuerte como sus pulmones se lo permitieron
En medio de su desespero, la magia se concentró en la yema de sus dedos, liberando pulsiones eléctricas semejantes a las de un desfibrilador, mientras el fornido cuerpo del Vikingo se sacudía bajo la presión de sus dedos. Drittsekk fue el primero en entrar, seguido por Sol y Brökk, quien en la mano llevaba lo que ella creía era el antídoto. No obstante, incansable, la castaña continuó presionando sobre el pecho del hombre hasta que Drittsekk la apartó de un tirón para darle paso al hechicero.
— Lo siento, lo siento, lo siento mucho, ha sido mi culpa — proclamó sin consuelo con sus tempestades enrojecidas por el llanto.
Brökk se dispuso a recitar un conjuro cuando, repentinamente, los ojos del vikingo, cansinos, se entreabrieron; aparentemente, la corriente eléctrica inducida había reanimado el ritmo de su corazón.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Seguí la estela de la bruja que escapaba de mis brazos con premura alegando necesitar aire y sentir calor, Tiré de la mano para atrapar la ajena, pero apenas rocé sus dedos y escapó de mi como lo hacen las inalcanzables estrellas.
La contemplé fijamente, la hubiera seguido, pus sabia perfectamente que esa necesidad de huir se la producía mi cuerpo, lo alterada que sobre el se encontraba, ese calor no había sido casualidad si no algo muy distinto, lujuria, pasión.
Ciertamente que el rocé de nuestros labios había sido magnético para ambos, ninguno podía negarlo, nuestro
La hubiera seguido de poder mantenerme en pie, pero aunque lo intenté, apreté los dientes ante el intenso dolor de mi pecho, sentí una presión al tiempo que la puerta se cerraba separándonos a los dos.
La habitación se enfrió ,como si solo ella tuviera el poder de mantenernos en calor, jadeé, apenas podía respirar, mis ojos se cerraron, mis labios se entreabrieron y me sobrevino la mas profunda oscuridad, ni siquiera tenia fuerzas para alcanzar la espada, no serian las Valquirias las que por mi vendrían si no Hela para llevarme a Hel donde mi alma se consumiría.
Abrí los ojos de forma pesada, me dolía todo el cuerpo, me costaba mantenerme despierto, Dritt, Sol y Brökk luchaban por traerme a la vida, tras ellos Katt bañada en lagrimas me buscaba con la mirada.
El antídoto cayó sobre mis labios, Brökk me incorporaba ligeramente para que lo bebiese con calma, era importante que lo apurara, peor sabia a meado de rata.
Tardó un poco en empezar a hacerme efecto, pero poco a poco empecé a encontrarme mejor, Dritt me golpeó el pecho asegurando le había dado un buen susto, Sol sonreía atenta mirando la escena mientras el hechicero mas cauto se aseguraba de que fuera cierto y que eso hubiera funcionado.
-Largó – les dije a los tres, lo que los hizo ladear la sonrisa sabiendo sobradamente que debía estar bien pues quería quedarme a solas con ella.
Temblaba, creo que aun asustada por lo que había pasado. Estiré la mano para que me diera la suya y que se sentara la borde de mi cama.
-Estoy bien Katt -aseguré deslizando mis dedos por sus nudillos -casi consigues que no venga las mujeres tetonas por mi -bromeé -pero como todo a salido bien no te lo tendré en cuenta -dije ladeando la sonrisa para que entendiera que nada de lo dicho lo pensaba.
Mis ojos buscaron los suyos, esquivos, avergonzados.
-Sobre lo que ha pasado antes, a mi me ha gustado, mucho, demasiado y ..-me relamí los labios desviando la mirada hacia los ajenos -quiero mas, no porque este enfermo, si no porque te deseo.
Yo no me andaba por las ramas, nunca lo hice, así que..era sencillo, dije lo que pensaba sin mas.
La contemplé fijamente, la hubiera seguido, pus sabia perfectamente que esa necesidad de huir se la producía mi cuerpo, lo alterada que sobre el se encontraba, ese calor no había sido casualidad si no algo muy distinto, lujuria, pasión.
Ciertamente que el rocé de nuestros labios había sido magnético para ambos, ninguno podía negarlo, nuestro
La hubiera seguido de poder mantenerme en pie, pero aunque lo intenté, apreté los dientes ante el intenso dolor de mi pecho, sentí una presión al tiempo que la puerta se cerraba separándonos a los dos.
La habitación se enfrió ,como si solo ella tuviera el poder de mantenernos en calor, jadeé, apenas podía respirar, mis ojos se cerraron, mis labios se entreabrieron y me sobrevino la mas profunda oscuridad, ni siquiera tenia fuerzas para alcanzar la espada, no serian las Valquirias las que por mi vendrían si no Hela para llevarme a Hel donde mi alma se consumiría.
Abrí los ojos de forma pesada, me dolía todo el cuerpo, me costaba mantenerme despierto, Dritt, Sol y Brökk luchaban por traerme a la vida, tras ellos Katt bañada en lagrimas me buscaba con la mirada.
El antídoto cayó sobre mis labios, Brökk me incorporaba ligeramente para que lo bebiese con calma, era importante que lo apurara, peor sabia a meado de rata.
Tardó un poco en empezar a hacerme efecto, pero poco a poco empecé a encontrarme mejor, Dritt me golpeó el pecho asegurando le había dado un buen susto, Sol sonreía atenta mirando la escena mientras el hechicero mas cauto se aseguraba de que fuera cierto y que eso hubiera funcionado.
-Largó – les dije a los tres, lo que los hizo ladear la sonrisa sabiendo sobradamente que debía estar bien pues quería quedarme a solas con ella.
Temblaba, creo que aun asustada por lo que había pasado. Estiré la mano para que me diera la suya y que se sentara la borde de mi cama.
-Estoy bien Katt -aseguré deslizando mis dedos por sus nudillos -casi consigues que no venga las mujeres tetonas por mi -bromeé -pero como todo a salido bien no te lo tendré en cuenta -dije ladeando la sonrisa para que entendiera que nada de lo dicho lo pensaba.
Mis ojos buscaron los suyos, esquivos, avergonzados.
-Sobre lo que ha pasado antes, a mi me ha gustado, mucho, demasiado y ..-me relamí los labios desviando la mirada hacia los ajenos -quiero mas, no porque este enfermo, si no porque te deseo.
Yo no me andaba por las ramas, nunca lo hice, así que..era sencillo, dije lo que pensaba sin mas.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
En tanto las nubes grises del vikingo se abrieron paso entre sus casinos párpados, la densa incertidumbre que pesaba en las miradas consternadas de los presentes se disipó al instante. No fue hasta que la sensación de asfixia punzó en su pecho, recordándole a su cuerpo la necesidad de respirar que Kattrina exhaló la vasta cantidad de aire retenida en sus pulmones. Ya la tensión del ambiente se había distendido y ahora todos reposaban en un estado de catarsis, sumidos en esa calma que prosigue a la tormenta. De inmediato, Brökk vertió el antídoto en la boca de Orn, prácticamente forzándolo a tragar, mientras este hacía muecas de disgusto que respondían al sabor del remedio. Dritt y Sol se carcajearon por la reacción, mientras el hechicero se pellizcaba el puente de la nariz negando sutilmente con la cabeza, exasperado por el poco caso que le hacía el bárbaro.
Tomó un par de minutos, pero finalmente Orn se recompuso; el brebaje ingerido fue como un trago de vida, su dermis palidecida por el efecto del veneno pronto recobró su tonalidad dorada como el beso fugaz de un rayo de sol y sus orbes nubosas se despejaron, resplandeciendo de nuevo como dos faros en medio de la noche que buscaban por ella, quien, a su vez, hacía un enorme esfuerzo por no dejarse encontrar. Los vikingos bromeaban y reían, sacudiéndose de encima la horrible experiencia. Drittsekk admitió que se había llevado un buen susto, Brökk acudía a la razón advirtiendo a sus compañeros que la próxima vez tendrían que ser más cautos y Sol simplemente los observaba sonriente como un caso perdido, sin embargo, la hechicera, con la punta de la nariz tan enrojecida como sus tempestades y el camino invisible de las lágrimas demarcado en la enardecida piel de sus pómulos, permaneció apartada del grupo, reduciendo su presencia a un fantasma que aguardaba silente en un rincón de la habitación.
Sus esmeraldas, ahora opacas como un par de amazonitas, inamovibles se anclaron a la pulida madera del suelo. Kattrina podía sentir el peso de los mares del vikingo sobre su cuerpo, rebuscándola, incitándola a ahogarse en ellos, mas no podía encontrar el nervio necesario para mirarlo de vuelta. Se sentía avergonzada y por sobre todo culpable. El hecho de que el hombre casi hubiese perdido la vida era toda culpa suya e incluso aunque su error no fue con dolo, no cesaba de reprocharse la tragedia que pudo haber sucedido como resultado de su cobardía.
De repente la voz del vikingo se alzó por encima de las de sus amigos, ordenándoles que se largaran. La castaña se sobresaltó un poco, elevando por instinto sus verdes sólo para encontrarse con las miradas de los demás que revoloteaban de Orn hacia ella, tiznadas con picardía, mientras abandonaban la habitación. Sus cachetes, ya de por sí colorados por el llanto, se ruborizaron aún más, esta vez de vergüenza.
Suspiró. De nuevo se encontraron solos en la habitación. Orn le extendía la mano, invitándola a acercarse, a posar la suya sobre la de él. Ella lo observó con los ojos abiertos como platos, pestañeando un par de veces sin entender muy bien la situación; por todo lo que sabía él debía odiarla, mas allí se encontraba, obsequiándole media sonrisa entre traviesa y condescendiente, pidiéndole con el solo gesto que le acompañara en el lecho. Kattrina vaciló un instante mas finalmente cedió, enredando sus dedos en los del vikingo y tomando asiento a su lado mientras él acariciaba su mano, mofándose de la situación a su modo. Todo lo que ella le pudo brindar fue una mirada de agridulce.
— Yo te traeré mujeres tetonas, dime cuantas… no… espera, las traeré todas — Quizá sonaba gracioso, pero la castaña hablaba enserio, lo cierto era que estaba en deuda con él y se esforzaba por encontrar forma de compensárselo.
Orn sonrió por el comentario, en ese momento no quería mujeres tetonas, en ese momento la quería a ella y lo había dejado bastante claro. La hechicera lo contempló nerviosa sintiendo el calentón que sonrosaba de nuevo sus mejillas. La que le manifestaba el vikingo no era ninguna novedad, mas escuchárselo decir de forma tan directa le dejó impresa en el rostro una genuina expresión de sorpresa.
— A mi también — confesó a media voz, con sus esmeraldas fijas sobre él — A mi también me gustó… me gustas — aclaró y se mordió el labio inferior nerviosa — Pero… — Orn no era un hombre de rodeos, así que no le sorprendió verlo alzarse ávido en busca de sus labios, mas aquella sola palabra lo hizo detenerse en seco.
Hizo una pausa, él la observaba expectante. Existían muchos peros que complicaban aquella situación. Bien sabía que Orn no era hombre de una sola mujer, no sé conocían de mucho y, a ciencia cierta, tampoco estaba segura el tipo de mujer que era ella. Kattrina guardaba secretos, estaba vinculada a la orden en la que los vikingos indagaban... y él, él era un guerrero, provenía del futuro, tenía una vida complicada, una lejos de allí, en otro tiempo y otro lugar. Era complejo...
¿Por qué estaba dándole tantas vueltas? No podía mencionarle todo eso, la tomaría por una loca, él quería que se acostaran, no que se casaran; tal vez era más simple de lo que imaginaba y no podía negar que estaba tentada a sucumbir en los brazos del hombre, pero bien sabía que lo mejor era no involucrarse más de lo debido.
— Pero por todo lo que sé yo podría ser tu abuela — bromeó, yéndose por la tangente, entonces posó su mano en la mejilla del vikingo, removiéndole la barba con el pulgar — Me alegra que estés bien y espero puedas perdonar mi imprudencia, nunca quise que salieras lastimado — Se acercó a él y sus labios atraparon los ajenos, en un beso suave y fugaz — Debo irme a casa, mi... tío debe estar preguntándose por mí. — Vaciló un instante antes de ponerse en pie, ciertamente, quien le esperaba en casa no era su tío, pero eso Orn no lo podía saber— Volveré mañana, no me he olvidado del libro y… quizá también puedas enseñarme cómo pelear con una de esas — Señaló la espada del hombre que reposaba en un mueble frente a la cama, dedicándole una sonrisa.
Tomó un par de minutos, pero finalmente Orn se recompuso; el brebaje ingerido fue como un trago de vida, su dermis palidecida por el efecto del veneno pronto recobró su tonalidad dorada como el beso fugaz de un rayo de sol y sus orbes nubosas se despejaron, resplandeciendo de nuevo como dos faros en medio de la noche que buscaban por ella, quien, a su vez, hacía un enorme esfuerzo por no dejarse encontrar. Los vikingos bromeaban y reían, sacudiéndose de encima la horrible experiencia. Drittsekk admitió que se había llevado un buen susto, Brökk acudía a la razón advirtiendo a sus compañeros que la próxima vez tendrían que ser más cautos y Sol simplemente los observaba sonriente como un caso perdido, sin embargo, la hechicera, con la punta de la nariz tan enrojecida como sus tempestades y el camino invisible de las lágrimas demarcado en la enardecida piel de sus pómulos, permaneció apartada del grupo, reduciendo su presencia a un fantasma que aguardaba silente en un rincón de la habitación.
Sus esmeraldas, ahora opacas como un par de amazonitas, inamovibles se anclaron a la pulida madera del suelo. Kattrina podía sentir el peso de los mares del vikingo sobre su cuerpo, rebuscándola, incitándola a ahogarse en ellos, mas no podía encontrar el nervio necesario para mirarlo de vuelta. Se sentía avergonzada y por sobre todo culpable. El hecho de que el hombre casi hubiese perdido la vida era toda culpa suya e incluso aunque su error no fue con dolo, no cesaba de reprocharse la tragedia que pudo haber sucedido como resultado de su cobardía.
De repente la voz del vikingo se alzó por encima de las de sus amigos, ordenándoles que se largaran. La castaña se sobresaltó un poco, elevando por instinto sus verdes sólo para encontrarse con las miradas de los demás que revoloteaban de Orn hacia ella, tiznadas con picardía, mientras abandonaban la habitación. Sus cachetes, ya de por sí colorados por el llanto, se ruborizaron aún más, esta vez de vergüenza.
Suspiró. De nuevo se encontraron solos en la habitación. Orn le extendía la mano, invitándola a acercarse, a posar la suya sobre la de él. Ella lo observó con los ojos abiertos como platos, pestañeando un par de veces sin entender muy bien la situación; por todo lo que sabía él debía odiarla, mas allí se encontraba, obsequiándole media sonrisa entre traviesa y condescendiente, pidiéndole con el solo gesto que le acompañara en el lecho. Kattrina vaciló un instante mas finalmente cedió, enredando sus dedos en los del vikingo y tomando asiento a su lado mientras él acariciaba su mano, mofándose de la situación a su modo. Todo lo que ella le pudo brindar fue una mirada de agridulce.
— Yo te traeré mujeres tetonas, dime cuantas… no… espera, las traeré todas — Quizá sonaba gracioso, pero la castaña hablaba enserio, lo cierto era que estaba en deuda con él y se esforzaba por encontrar forma de compensárselo.
Orn sonrió por el comentario, en ese momento no quería mujeres tetonas, en ese momento la quería a ella y lo había dejado bastante claro. La hechicera lo contempló nerviosa sintiendo el calentón que sonrosaba de nuevo sus mejillas. La que le manifestaba el vikingo no era ninguna novedad, mas escuchárselo decir de forma tan directa le dejó impresa en el rostro una genuina expresión de sorpresa.
— A mi también — confesó a media voz, con sus esmeraldas fijas sobre él — A mi también me gustó… me gustas — aclaró y se mordió el labio inferior nerviosa — Pero… — Orn no era un hombre de rodeos, así que no le sorprendió verlo alzarse ávido en busca de sus labios, mas aquella sola palabra lo hizo detenerse en seco.
Hizo una pausa, él la observaba expectante. Existían muchos peros que complicaban aquella situación. Bien sabía que Orn no era hombre de una sola mujer, no sé conocían de mucho y, a ciencia cierta, tampoco estaba segura el tipo de mujer que era ella. Kattrina guardaba secretos, estaba vinculada a la orden en la que los vikingos indagaban... y él, él era un guerrero, provenía del futuro, tenía una vida complicada, una lejos de allí, en otro tiempo y otro lugar. Era complejo...
¿Por qué estaba dándole tantas vueltas? No podía mencionarle todo eso, la tomaría por una loca, él quería que se acostaran, no que se casaran; tal vez era más simple de lo que imaginaba y no podía negar que estaba tentada a sucumbir en los brazos del hombre, pero bien sabía que lo mejor era no involucrarse más de lo debido.
— Pero por todo lo que sé yo podría ser tu abuela — bromeó, yéndose por la tangente, entonces posó su mano en la mejilla del vikingo, removiéndole la barba con el pulgar — Me alegra que estés bien y espero puedas perdonar mi imprudencia, nunca quise que salieras lastimado — Se acercó a él y sus labios atraparon los ajenos, en un beso suave y fugaz — Debo irme a casa, mi... tío debe estar preguntándose por mí. — Vaciló un instante antes de ponerse en pie, ciertamente, quien le esperaba en casa no era su tío, pero eso Orn no lo podía saber— Volveré mañana, no me he olvidado del libro y… quizá también puedas enseñarme cómo pelear con una de esas — Señaló la espada del hombre que reposaba en un mueble frente a la cama, dedicándole una sonrisa.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
“Me gustas” eso bastó para que mi torso se incorporara como un resorte, mi boca se entreabrió hambrienta, ávida de rozarse de nuevo con su lengua.
Pero la palabra “Pero” continuó la frase deteniéndome en seco.
Siempre con las mujeres de París parecía haber un pero, me relamí los labios fijando mi atención en su boca.
Deslicé mis dedos por su boca, apoyando mi mano en su nuca.
-¿pero? - la invité a terminar la frase.
Su respuesta fue tan absurda que me dejé caer hacia atrás con cara de resignación.
-si fueras mi abuela, no me importaría fornicar ella -aseguré con la misma ironía con la que ella lo había dicho.
No entendía cuales eran los problemas que la empujaban a no avanzar conmigo, le atraía, eso lo veía, ella lo había dicho ¿entonces? ¿cual era el puto problema? Un beso, no tenia nada de malo ¿no?
Como premio de consolación su boca atrapó la moa de forma fugaz, mas si creía que se libraría de mi con una burda excusa, no me conocía, antes de que se separara, mi mano afianzó su nuca, cerca, nuestras respiraciones cálidas se entremezclaron.
Me relamí mirándola fijamente con los labios entreabiertos y la mirada turbia de deseo, mis ganas de perdernos en el lecho eran evidentes.
-No se cual es el verdadero “pero” -susurré contra sus labios -pero quiero conocerte, quiero entenderte... -mi francés era pésimo, pero lo intenté -vé
La solté, no quería obligarla a permanecer allí, no si no era lo que quería.
-En el norte las cosas funcionan de otra manera, cuando dos personas como tu y yo se desean pues...
-dejé escapar el aire frustrado -anda ve, nos vemos mañana y quizás, solo quizás pueda enseñarte a manejar el acero.
Mis ojos siguieron su silueta camino a la puerta, admito que me hubiera gustado pasar la noche acompañado, pero algo me decía que eso no pasaría.
-Dile a Dritt que suba algo de beber -le pedí antes de que se largara y cerrara la puerta o si quieres quedarte un rato podemos beber juntos -alcé las manos -te prometo que no me pasaré, no te tocare si tu no me lo pides ¿que me dices?
Ladeé la sonrisa mirándola con picarda.
-Una hora ...y te acompañaré a casa de tu tío como un buen chico dejándote allí sana y salva –la tenté mirándola de arriba a bajo -por favor, un par de copas y te llevo a casa ¿quieres? Háblame de ti.
.
Pero la palabra “Pero” continuó la frase deteniéndome en seco.
Siempre con las mujeres de París parecía haber un pero, me relamí los labios fijando mi atención en su boca.
Deslicé mis dedos por su boca, apoyando mi mano en su nuca.
-¿pero? - la invité a terminar la frase.
Su respuesta fue tan absurda que me dejé caer hacia atrás con cara de resignación.
-si fueras mi abuela, no me importaría fornicar ella -aseguré con la misma ironía con la que ella lo había dicho.
No entendía cuales eran los problemas que la empujaban a no avanzar conmigo, le atraía, eso lo veía, ella lo había dicho ¿entonces? ¿cual era el puto problema? Un beso, no tenia nada de malo ¿no?
Como premio de consolación su boca atrapó la moa de forma fugaz, mas si creía que se libraría de mi con una burda excusa, no me conocía, antes de que se separara, mi mano afianzó su nuca, cerca, nuestras respiraciones cálidas se entremezclaron.
Me relamí mirándola fijamente con los labios entreabiertos y la mirada turbia de deseo, mis ganas de perdernos en el lecho eran evidentes.
-No se cual es el verdadero “pero” -susurré contra sus labios -pero quiero conocerte, quiero entenderte... -mi francés era pésimo, pero lo intenté -vé
La solté, no quería obligarla a permanecer allí, no si no era lo que quería.
-En el norte las cosas funcionan de otra manera, cuando dos personas como tu y yo se desean pues...
-dejé escapar el aire frustrado -anda ve, nos vemos mañana y quizás, solo quizás pueda enseñarte a manejar el acero.
Mis ojos siguieron su silueta camino a la puerta, admito que me hubiera gustado pasar la noche acompañado, pero algo me decía que eso no pasaría.
-Dile a Dritt que suba algo de beber -le pedí antes de que se largara y cerrara la puerta o si quieres quedarte un rato podemos beber juntos -alcé las manos -te prometo que no me pasaré, no te tocare si tu no me lo pides ¿que me dices?
Ladeé la sonrisa mirándola con picarda.
-Una hora ...y te acompañaré a casa de tu tío como un buen chico dejándote allí sana y salva –la tenté mirándola de arriba a bajo -por favor, un par de copas y te llevo a casa ¿quieres? Háblame de ti.
.
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
La reacción del vikingo la tomó por sorpresa. Sus párpados se abrieron de par en par y sus gemas verdes contemplaron el rostro que se posó a escasos centímetros del suyo. De nuevo el aliento tibio de Orn acarició sus labios entreabiertos, colándose en el interior de su boca donde se extinguió. Kattrina contuvo la respiración, sus turbulentos orbes se resbalaron hasta la curvatura que marcaba la entrada a la caverna en la que su esencia se había perdido minutos atrás. Susurrando contra su boca en un terrible francés que a cualquier otro le hubiese reprochado pero que en él se escuchaba seductor, el hombre cuestionó sus razones, incitándola a dejarse conocer. La hechicera, embelesada por aquel rostro de atractivas facciones y el roce electrizante que le produjo un cosquilleo en su abdomen, que indecoroso descendió y acarició etéreo su feminidad, tentada se sintió a ceder, a pedirle que la tomara, mas cuando sus fronteras se separaron para admitir lo que su cuerpo deseaba, él finalmente cedió y le dejó ir.
Dejo escapar el aire contenido y con las mejillas encendidas en un vibrante tono rosáceo la hechicera se apartó del hombre de su perdición y se apresuró hacia la puerta; sin embargo, no alcanzó a girar la perilla cuando la voz del vikingo la detuvo en seco. Lentamente Katt giró el cuello y dando un vistazo por encima del hombro dando con Orn, quien se había puesto en pie, permitiéndole contemplar a detalle su torneado torso, tan perfecto que bien podría haber sido cincelado por alguno de los griegos helenísticos, Miguel Ángel o los mismísimos dioses.
Nerviosa, la hechicera asintió a la petición del hombre y de nuevo se dispuso a partir, mas el vikingo, persistente, no dio el brazo a torcer y con una simpática que la hizo tragar saliva, le pidió que se quedara un rato más haciendo uso de una oferta bastante caballerosa y difícil de rechazar. Las argentadas constelaciones del bárbaro recorrieron su cuerpo con indecencia; su labio inferior retembló y aunque intentó formular una frase lo único que se escapó de sus labios fue un tenue “de acuerdo” acompañado de una sonrisita nerviosa.
Sin decir más Kattrina abandonó la habitación y fue en busca de Drittsekk, quien, tras conocer la petición de su amigo, no vaciló un instante en hurgar en la reserva de licores de la mansión y, pasando de las advertencias de Brökk, se llenó los brazos con todo lo que pudo cargar, arrastrándose a Sol consigo hasta la habitación donde reposaba Orn. La castaña se carcajeó por lo bajo y ligeramente apenada procedió a preguntarle al hechicero si los acompañaría, pero este se negó explicando que todo el drama lo había dejado exhausto y prefería ir a descansar. Ella asintió sonriente, le deseó buena noche y siguió a los otros dos.
Tan pronto como Katt puso un pie en la habitación de nuevo pudo sentir el peso de la mirada del bárbaro que rodeaba su cuerpo como lo haría la presión del fondo del océano. Sintió el calentón en sus mejillas cuando Drittsekk arrastró una mirada sugestiva de ella a Orn y viceversa, mas al ver lo nerviosa que se encontraba le ofreció un trago para apaciguar su timidez. Un tanto menos cohibida, la castaña aceptó el trago y tras apurarlo de un solo sorbo tomó asiento junto a Sol, huyendo de los impuros deseos que le asaltaban cuando se acercaba al rubio.
Aquella fue su oportunidad para conocerlos mejor; conversaron, rieron y bromearon, incluso también le contaron de las jugarretas con las que tomaban del pelo a Bröok y le relataron algunas de las aventuras que vivieron en Akershus, el hogar que les esperaba en Noruega. A Kattrina todo aquello le sonaba salido de alguna exquisita novela, a la aventura de toda una vida y en medio de la fluida conversación se encontró a sí misma deseando algún día conocer aquellas mágicas tierras.
El tiempo fue transcurriendo y las botellas se fueron vaciando; Dritt y Sol se habían calentado así que no tardaron en abandonar la habitación, dejándolos solos a ella y a Orn.
— Ya es hora — le avisó al vikingo, resquebrajando el silencio y la tensión en la que se habían sumido.
El noruego era un hombre de palabra así que sin protestar se puso en pie dispuesto a acompañarla a su hogar. Katt imitó la acción, mas se tomó un segundo antes de andar pues, aunque conservaba su juicio, era cierto que el licor la había prendido un poco causándole un sutil mareo. En tanto se recuperó, la bruja se dirigió hacia la puerta, pero antes de poder alcanzarla tropezó; de no ser por que estaba cerrada la escena hubiese sido mucho más aparatosa. Riéndose hasta quedar falta de aire, ella apoyó la espalda en la madera, Orn le sonreía divertido, mas su gesto se desvaneció cuando elevó la mirada y pantanos contra mares se enfrentaron de nuevo.
No lo resistió más. Atajando al hombre del cuello lo atrajo hasta ella y atrapó los labios ajenos con los suyos, fundiendo el sabor alicorado de sus bocas en un apasionado encuentro mientras sus lenguas danzaban ávidas, contendiendo por más. La castaña jadeó, apartándose un instante para recuperar el aliento, descansando su frente contra la opuesta.
— Quizá sea un buen momento para aclarar que nunca he hecho… esto.
Dejo escapar el aire contenido y con las mejillas encendidas en un vibrante tono rosáceo la hechicera se apartó del hombre de su perdición y se apresuró hacia la puerta; sin embargo, no alcanzó a girar la perilla cuando la voz del vikingo la detuvo en seco. Lentamente Katt giró el cuello y dando un vistazo por encima del hombro dando con Orn, quien se había puesto en pie, permitiéndole contemplar a detalle su torneado torso, tan perfecto que bien podría haber sido cincelado por alguno de los griegos helenísticos, Miguel Ángel o los mismísimos dioses.
Nerviosa, la hechicera asintió a la petición del hombre y de nuevo se dispuso a partir, mas el vikingo, persistente, no dio el brazo a torcer y con una simpática que la hizo tragar saliva, le pidió que se quedara un rato más haciendo uso de una oferta bastante caballerosa y difícil de rechazar. Las argentadas constelaciones del bárbaro recorrieron su cuerpo con indecencia; su labio inferior retembló y aunque intentó formular una frase lo único que se escapó de sus labios fue un tenue “de acuerdo” acompañado de una sonrisita nerviosa.
Sin decir más Kattrina abandonó la habitación y fue en busca de Drittsekk, quien, tras conocer la petición de su amigo, no vaciló un instante en hurgar en la reserva de licores de la mansión y, pasando de las advertencias de Brökk, se llenó los brazos con todo lo que pudo cargar, arrastrándose a Sol consigo hasta la habitación donde reposaba Orn. La castaña se carcajeó por lo bajo y ligeramente apenada procedió a preguntarle al hechicero si los acompañaría, pero este se negó explicando que todo el drama lo había dejado exhausto y prefería ir a descansar. Ella asintió sonriente, le deseó buena noche y siguió a los otros dos.
Tan pronto como Katt puso un pie en la habitación de nuevo pudo sentir el peso de la mirada del bárbaro que rodeaba su cuerpo como lo haría la presión del fondo del océano. Sintió el calentón en sus mejillas cuando Drittsekk arrastró una mirada sugestiva de ella a Orn y viceversa, mas al ver lo nerviosa que se encontraba le ofreció un trago para apaciguar su timidez. Un tanto menos cohibida, la castaña aceptó el trago y tras apurarlo de un solo sorbo tomó asiento junto a Sol, huyendo de los impuros deseos que le asaltaban cuando se acercaba al rubio.
Aquella fue su oportunidad para conocerlos mejor; conversaron, rieron y bromearon, incluso también le contaron de las jugarretas con las que tomaban del pelo a Bröok y le relataron algunas de las aventuras que vivieron en Akershus, el hogar que les esperaba en Noruega. A Kattrina todo aquello le sonaba salido de alguna exquisita novela, a la aventura de toda una vida y en medio de la fluida conversación se encontró a sí misma deseando algún día conocer aquellas mágicas tierras.
El tiempo fue transcurriendo y las botellas se fueron vaciando; Dritt y Sol se habían calentado así que no tardaron en abandonar la habitación, dejándolos solos a ella y a Orn.
— Ya es hora — le avisó al vikingo, resquebrajando el silencio y la tensión en la que se habían sumido.
El noruego era un hombre de palabra así que sin protestar se puso en pie dispuesto a acompañarla a su hogar. Katt imitó la acción, mas se tomó un segundo antes de andar pues, aunque conservaba su juicio, era cierto que el licor la había prendido un poco causándole un sutil mareo. En tanto se recuperó, la bruja se dirigió hacia la puerta, pero antes de poder alcanzarla tropezó; de no ser por que estaba cerrada la escena hubiese sido mucho más aparatosa. Riéndose hasta quedar falta de aire, ella apoyó la espalda en la madera, Orn le sonreía divertido, mas su gesto se desvaneció cuando elevó la mirada y pantanos contra mares se enfrentaron de nuevo.
No lo resistió más. Atajando al hombre del cuello lo atrajo hasta ella y atrapó los labios ajenos con los suyos, fundiendo el sabor alicorado de sus bocas en un apasionado encuentro mientras sus lenguas danzaban ávidas, contendiendo por más. La castaña jadeó, apartándose un instante para recuperar el aliento, descansando su frente contra la opuesta.
— Quizá sea un buen momento para aclarar que nunca he hecho… esto.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Mi sonrisa se ensanchó cuando un imperceptible, esta bien, escapó de sus labios. Mis ojos se deslizaron por ese cuerpo curvilíneo que había prometido no tocar, solo beber y conocernos un poco mas. Después, como todo un caballero, la acompañaría a casa, así lo había prometido y por Odin que yo era hombre de palabra.
Dritt y Sol subieron para compartir con nosotros unas jarras, nos reíamos contando hazañas pasadas, historias de nuestras tierras donde el acero era el protagonista de todo.
Íbamos calentándonos, el alcohol corría por nuestras venas y nosotros cada vez mas animados no podíamos dejar de reír enardecidos.
Drit y sol acabaron largándose a la habitación, se habían calentado mas de la cuenta y el modo en el que se devoraban dejaba claro como acabarían la noche.
Katt me pidio que la acompañara, iba ebria y yo bastante contento, así que asentí sujetándola por la cintura al ver como se tambaleaba ligeramente fruto del mareo.
-Espera pequeña que coja unas pieles para abrigarte -dije permitiendola apoyarse en la puerta, allí nos miramos, nuestros alientos se fundieron en uno cando sus brazos se alargaron atrapando mi cuello, ladeé la sonrisa.
-Deberías quedarte -susurré sintiendo sus dedos enredados en mi pelo, me atrajo por la nuca y mis labios se entreabrieron voraces colisionando con su boca.
Nuestras lenguas se envolvieron en una danza peligrosa, paladeé el sabor a alcohol mientras los jadeos se hicieron patentes en esa habitación.
Su espalda golpeó la espalda, mi cuerpo se convirtió en cárcel y mi entrepierna en una dura arma afilada que contra su vientre se mojaba.
Deslicé mis manos contorneando sus caderas, lamiendo sus labios, mordiendo su inferior hasta engrasarlo.
Se apartó un instante, su frente reposó serena contra la mía, su aliento calcinaba mis labios húmedos entreabiertos donde se adentraba su respiración encendiendo mi deseo como brasas y fuego.
-quédate -pedí.
Suponía que era virgen antes incluso de que me lo confesara, por como se comportaba, por como se encendía y a su vez temblaba.
-Iré muy despacio, pararé si tu me lo pides, te deseo Katt -gruñí volviendo a adentrare en su boca, tornando ese beso húmedo en un tornado odeón nuestras lenguas daban vueltas como nuestras cabezas.
Mis manos lazaron sus caderas, sus piernas se enredaron a mi cintura y ahora sexo contra sexo mojamos la tela que los separaba restregándonos contra el otro en una fricción que prendía llamas.
-Quédate -repetí con la voz ronca -voy a mostrarte el valhalla.
La llevé hacia el lecho, iba bastante borracha, no se si era muy consciente de lo que hacia porque se reía sujetándose a mi sin dejar de bailar contra mi bastarda.
-Me estas excitando mucho Katt.
Dritt y Sol subieron para compartir con nosotros unas jarras, nos reíamos contando hazañas pasadas, historias de nuestras tierras donde el acero era el protagonista de todo.
Íbamos calentándonos, el alcohol corría por nuestras venas y nosotros cada vez mas animados no podíamos dejar de reír enardecidos.
Drit y sol acabaron largándose a la habitación, se habían calentado mas de la cuenta y el modo en el que se devoraban dejaba claro como acabarían la noche.
Katt me pidio que la acompañara, iba ebria y yo bastante contento, así que asentí sujetándola por la cintura al ver como se tambaleaba ligeramente fruto del mareo.
-Espera pequeña que coja unas pieles para abrigarte -dije permitiendola apoyarse en la puerta, allí nos miramos, nuestros alientos se fundieron en uno cando sus brazos se alargaron atrapando mi cuello, ladeé la sonrisa.
-Deberías quedarte -susurré sintiendo sus dedos enredados en mi pelo, me atrajo por la nuca y mis labios se entreabrieron voraces colisionando con su boca.
Nuestras lenguas se envolvieron en una danza peligrosa, paladeé el sabor a alcohol mientras los jadeos se hicieron patentes en esa habitación.
Su espalda golpeó la espalda, mi cuerpo se convirtió en cárcel y mi entrepierna en una dura arma afilada que contra su vientre se mojaba.
Deslicé mis manos contorneando sus caderas, lamiendo sus labios, mordiendo su inferior hasta engrasarlo.
Se apartó un instante, su frente reposó serena contra la mía, su aliento calcinaba mis labios húmedos entreabiertos donde se adentraba su respiración encendiendo mi deseo como brasas y fuego.
-quédate -pedí.
Suponía que era virgen antes incluso de que me lo confesara, por como se comportaba, por como se encendía y a su vez temblaba.
-Iré muy despacio, pararé si tu me lo pides, te deseo Katt -gruñí volviendo a adentrare en su boca, tornando ese beso húmedo en un tornado odeón nuestras lenguas daban vueltas como nuestras cabezas.
Mis manos lazaron sus caderas, sus piernas se enredaron a mi cintura y ahora sexo contra sexo mojamos la tela que los separaba restregándonos contra el otro en una fricción que prendía llamas.
-Quédate -repetí con la voz ronca -voy a mostrarte el valhalla.
La llevé hacia el lecho, iba bastante borracha, no se si era muy consciente de lo que hacia porque se reía sujetándose a mi sin dejar de bailar contra mi bastarda.
-Me estas excitando mucho Katt.
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Jadeante, mascullando entre voraces besos y unos cuantos gruñidos que fenecieron en el interior de su boca, Orn prometió tomarla despacio. Ella, contemplándolo con los labios entreabiertos y sus esferas esmeralda turbias por el alcohol consumido y la necesidad que calcinaba su piel, asintió sutilmente con la cabeza, obsequiándole así el consentimiento para proceder. Las palabras sobraban, ese era un instante que ambos deseaban y no tenía ningún caso postergarlo más.
Predadora, la boca del vikingo se precipitó en busca de la suya, apresando sus labios, mordisqueándolos, saqueando los confines de su humedad, entrelazando la lengua con la suya en un torbellino cálido y devastador. Las manos de la hechicera abrazaron el cuello de Orn y ascendiendo ligeras por su nuca perdiéndose entre esa rebelde dorada y cabellera que desordenó aún más en el recorrido.
Su espalda colisionó contra la puerta mientras el tacto del hombre se deslizaba ansioso sobre la tela de su vestido, recorriendo sus curvas, tanteando la geografía inexplorada de su cuerpo en busca de esas tierras vírgenes que esperaban ser conquistadas. En un intento por igualar la altura del bárbaro, Kattrina se colocó de puntillas, pero él, ofreciéndole mejor solución, sin esfuerzo alguno aferró ambas manos a su cintura y la elevó unos centímetros por encima del suelo, permitiendo que le rodeara la cadera con sus piernas, en una posición que facilitó el encuentro de sus sexos.
Sin separarse si quiera para respirar, sus bocas continuaron consumiéndose en incesante duelo e instintivamente, las caderas de la castaña, en sutiles pero acertados movimientos, circundaron el erecto miembro que bajo su provocadora danza se endureció más. Un delicioso cosquilleó serpenteó por su centro como fruto de la indecorosa fricción; un gemido de placer se escapó de sus labios acallado por los hambrientos besos de Orn, quizá de ser otra la situación sus mejillas se hubiesen encendido en rojo intenso de la vergüenza, mas con los tragos que llevaba en la cabeza desaparecieron sus restricciones.
Curiosa de aquella abrasadora sensación que por primera vez le invadía, los movimientos de su pelvis se acompasaron a un tempo más presto y codicioso, presionando contra la abultada entrepierna, acomodándola entre los labios de su feminidad y la tela que, humedecida por el néctar que lubricaba sus profundidades, separaba el candor de las más íntimas zonas de sus cuerpos.
— Enséñame — susurró contra los labios del vikingo— Por favor — pidió casi en un ruego con la voz quebrada por la excitación.
Orn se aproximó al lecho y tomó asiento a un costado; la hechicera quedó sentada encima de él, con una pierna a cada lado de la caballería y, completamente desinhibida, continuó con el afanoso vaivén que encendía su epicentro de placer. Apoyó las manos en los pectorales del rubio y echó la cabeza hacia atrás cuando los labios de este se resbalaron por su mentón, humedeciendo el camino en su descenso; sin embargo, una vez el blando y tibio tacto alcanzó la piel de su cuello, la hechicera, entre risas, se apartó juntando el hombro con la mejilla.
— Tu barba me hace cosquillas — admitió con una sonrisita nerviosa con sus gemas verdes rehuyendo apenadas de la oceánica mirada del vikingo.
Para entonces ya se habían detenido; no era que el deseo mermase, mas sí que la espontaneidad del momento se había desvanecido. Orn le contempló inquisitivo, algo le dijo que él no tendría problema en retomar el acto.
Apenada se mordió el labio inferior y lentamente alzó sus pantanosos orbes para enfrentarlo. No dijo nada. Se llevó las manos a la espalda y allí sus dedos desenlazaron los nudos del corsé que enfundaba, aflojando la tensión lo suficiente como para retirar el vestido. Lentamente y con su mirada incrustada como arpón en la ajena, Kattrina apartó de sus hombros la tela que grácil se deslizó por su piel hasta que no quedó más que la desnudez de su mitad superior.
Orn abrió los ojos como platos. Delicadamente, la castaña acunó con sus manos las mejillas del vikingo y aproximó su rostro al ajeno, extinguiendo por completo el aire que les separaba.
— Prometiste mostrarme el Valhalla — Musitó acariciando la boca del bárbaro con sus labios y el hálito de sus palabras — Cumple tu palabra.
Predadora, la boca del vikingo se precipitó en busca de la suya, apresando sus labios, mordisqueándolos, saqueando los confines de su humedad, entrelazando la lengua con la suya en un torbellino cálido y devastador. Las manos de la hechicera abrazaron el cuello de Orn y ascendiendo ligeras por su nuca perdiéndose entre esa rebelde dorada y cabellera que desordenó aún más en el recorrido.
Su espalda colisionó contra la puerta mientras el tacto del hombre se deslizaba ansioso sobre la tela de su vestido, recorriendo sus curvas, tanteando la geografía inexplorada de su cuerpo en busca de esas tierras vírgenes que esperaban ser conquistadas. En un intento por igualar la altura del bárbaro, Kattrina se colocó de puntillas, pero él, ofreciéndole mejor solución, sin esfuerzo alguno aferró ambas manos a su cintura y la elevó unos centímetros por encima del suelo, permitiendo que le rodeara la cadera con sus piernas, en una posición que facilitó el encuentro de sus sexos.
Sin separarse si quiera para respirar, sus bocas continuaron consumiéndose en incesante duelo e instintivamente, las caderas de la castaña, en sutiles pero acertados movimientos, circundaron el erecto miembro que bajo su provocadora danza se endureció más. Un delicioso cosquilleó serpenteó por su centro como fruto de la indecorosa fricción; un gemido de placer se escapó de sus labios acallado por los hambrientos besos de Orn, quizá de ser otra la situación sus mejillas se hubiesen encendido en rojo intenso de la vergüenza, mas con los tragos que llevaba en la cabeza desaparecieron sus restricciones.
Curiosa de aquella abrasadora sensación que por primera vez le invadía, los movimientos de su pelvis se acompasaron a un tempo más presto y codicioso, presionando contra la abultada entrepierna, acomodándola entre los labios de su feminidad y la tela que, humedecida por el néctar que lubricaba sus profundidades, separaba el candor de las más íntimas zonas de sus cuerpos.
— Enséñame — susurró contra los labios del vikingo— Por favor — pidió casi en un ruego con la voz quebrada por la excitación.
Orn se aproximó al lecho y tomó asiento a un costado; la hechicera quedó sentada encima de él, con una pierna a cada lado de la caballería y, completamente desinhibida, continuó con el afanoso vaivén que encendía su epicentro de placer. Apoyó las manos en los pectorales del rubio y echó la cabeza hacia atrás cuando los labios de este se resbalaron por su mentón, humedeciendo el camino en su descenso; sin embargo, una vez el blando y tibio tacto alcanzó la piel de su cuello, la hechicera, entre risas, se apartó juntando el hombro con la mejilla.
— Tu barba me hace cosquillas — admitió con una sonrisita nerviosa con sus gemas verdes rehuyendo apenadas de la oceánica mirada del vikingo.
Para entonces ya se habían detenido; no era que el deseo mermase, mas sí que la espontaneidad del momento se había desvanecido. Orn le contempló inquisitivo, algo le dijo que él no tendría problema en retomar el acto.
Apenada se mordió el labio inferior y lentamente alzó sus pantanosos orbes para enfrentarlo. No dijo nada. Se llevó las manos a la espalda y allí sus dedos desenlazaron los nudos del corsé que enfundaba, aflojando la tensión lo suficiente como para retirar el vestido. Lentamente y con su mirada incrustada como arpón en la ajena, Kattrina apartó de sus hombros la tela que grácil se deslizó por su piel hasta que no quedó más que la desnudez de su mitad superior.
Orn abrió los ojos como platos. Delicadamente, la castaña acunó con sus manos las mejillas del vikingo y aproximó su rostro al ajeno, extinguiendo por completo el aire que les separaba.
— Prometiste mostrarme el Valhalla — Musitó acariciando la boca del bárbaro con sus labios y el hálito de sus palabras — Cumple tu palabra.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Katt con sendas rodillas sobre el lecho y con su centro bailando lento sobre mi abultada entrepierna me miraba con sus dos orbes turbios, su aliento bañado en licor penetró en mi boca, deseaba aprender a complacerme, que la llevara al Valahalla y esa petición, acompasada del modo en el que desató las lazadas a su espalda me volvió completamente loco.
Mordió mis labios para acallar mi gruñido ,mientras la tela caía en su regazo dejando su pecho al desnudo
-Claro que voy a enseñarte a complacerme - aseguré repasando con mis manos sus dos montañas alzadas.
Su espalda se arqueó ofrecida, gimiendo cuando mi boca coronó sus cumbres con la lengua y mis dientes las poseyeron con hambruna.
-Eres preciosa -susurré con mi aliento cálido sobre sus dos astas endurecidas.
La volteé despacio, sin apartar mis mares de sus dos pantanos, lentamente, sin dejar de acariciar su cuerpo desnudé con paciencia su parte baja.
La contemplé desde arriba, su cuerpo cincelado por los dioses para el pecado de cualquier hombre se movía sobre el lecho ardiendo de deseo por un encuentro.
En mi caso, con mucha mas premura, me quité la ropa, hasta que el tronco de mi verga quedó entre los dedos de mi mano. Empecé a masturbarme mojando de mi propio elixir la punta sin apartar de ella mi mirada oscurecida.
-quiero que la chupes, yo te enseñaré -susurré con mis labios entreabiertos y la voz ronca que se fundía con el sonido de sus jadeos.
Llevé mis dos dedos a su centro, deslizándolos despacio por su mojada trinchera, muy dispuesta a dar cobijo a mi verga
-Estas excitada -aseguré jugando con su clítoris, acariciándolo con la yema de los dedos mientras empezaba a dar premura al ritmo.
Se abrió mas de piernas, cuando dos de mis dedos se hundieron despacio en su centro, hasta el fondo, allí los moví metiendolos y sacándolos, sintiendo sus paredes vibrar con fuerza, caliente, mojada, dispuesta.
Su boca abierta dejaba escapar jadeos pesados, guturales, sus manso acariciaban sus propios pechos, el alcohol la había arrancado su vergüenza y ahora simplemente disfrutaba de mis atenciones.
-Así pequeña ¿lo notas? Esa caída en picado.
Gemía aferrada a las sabanas bajo mi atenta mirada, era preciosa, con sus mejillas rojas por el placer y el alcohol que recorría su cuerpo.
-Despacio, pequeña, susurré cuando esta alzó su tronco quedando de frente a mi glande mojado mientras seguía masturbandola con mi diestra. -lámela -pedí apartando mi mano del tronco y dejándolo palpitante frente a su boca.
Mordió mis labios para acallar mi gruñido ,mientras la tela caía en su regazo dejando su pecho al desnudo
-Claro que voy a enseñarte a complacerme - aseguré repasando con mis manos sus dos montañas alzadas.
Su espalda se arqueó ofrecida, gimiendo cuando mi boca coronó sus cumbres con la lengua y mis dientes las poseyeron con hambruna.
-Eres preciosa -susurré con mi aliento cálido sobre sus dos astas endurecidas.
La volteé despacio, sin apartar mis mares de sus dos pantanos, lentamente, sin dejar de acariciar su cuerpo desnudé con paciencia su parte baja.
La contemplé desde arriba, su cuerpo cincelado por los dioses para el pecado de cualquier hombre se movía sobre el lecho ardiendo de deseo por un encuentro.
En mi caso, con mucha mas premura, me quité la ropa, hasta que el tronco de mi verga quedó entre los dedos de mi mano. Empecé a masturbarme mojando de mi propio elixir la punta sin apartar de ella mi mirada oscurecida.
-quiero que la chupes, yo te enseñaré -susurré con mis labios entreabiertos y la voz ronca que se fundía con el sonido de sus jadeos.
Llevé mis dos dedos a su centro, deslizándolos despacio por su mojada trinchera, muy dispuesta a dar cobijo a mi verga
-Estas excitada -aseguré jugando con su clítoris, acariciándolo con la yema de los dedos mientras empezaba a dar premura al ritmo.
Se abrió mas de piernas, cuando dos de mis dedos se hundieron despacio en su centro, hasta el fondo, allí los moví metiendolos y sacándolos, sintiendo sus paredes vibrar con fuerza, caliente, mojada, dispuesta.
Su boca abierta dejaba escapar jadeos pesados, guturales, sus manso acariciaban sus propios pechos, el alcohol la había arrancado su vergüenza y ahora simplemente disfrutaba de mis atenciones.
-Así pequeña ¿lo notas? Esa caída en picado.
Gemía aferrada a las sabanas bajo mi atenta mirada, era preciosa, con sus mejillas rojas por el placer y el alcohol que recorría su cuerpo.
-Despacio, pequeña, susurré cuando esta alzó su tronco quedando de frente a mi glande mojado mientras seguía masturbandola con mi diestra. -lámela -pedí apartando mi mano del tronco y dejándolo palpitante frente a su boca.
Orn Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Orn le dejó recostada sobre el lecho y, cuidadosamente, la despojó completamente de su vestido, descubriendo la parte inferior de su cuerpo, procediendo a tomarse un instante para admirar su desnudez con esos dos celestiales orbes, turbios por el deseo, pero adornados con tenues destellos de pasión, justo como el firmamento tras el ocaso. Kattrina se sonrojó al sentir el peso etéreo de aquellos mares desbordándose por sus curvas, fluyendo sobre su piel en una mirada tan atestada de deseo que su sólo influjo humedeció aún más su ya lubricada intimidad. Quizá de no ser por el alcohol que se filtraba en su torrente sanguíneo alguna de sus tantas inseguridades salido a flote y removido su vergüenza, después de todo era la primera vez que permitía a otro par de ojos que no fuesen los propios deslizarse por su cuerpo; no obstante, la forma en la que aquellas esferas azuladas se posaron sobre ella, contrario a cualquier incomodidad, le hicieron sentirse bonita y deseada, demoliendo sus barreras, rebasando todos sus límites… desinhibiéndola por competo.
Él se deshizo de sus ropajes con mucha más prontitud quedando como había llegado a este mundo frente a la mirada esmeralda de la castaña. Kattrina hizo un esfuerzo por mantener la vista fija en el rostro del vikingo mas pronto aquella tarea se convirtió en imposible y cediendo al instinto, tentada desplazó sus esferas por aquella dorada piel y ese torso perfecto que parecía cincelado por algún escultor renacentista en un descenso que concluyó en el erecto y robusto miembro que él mismo se encargaba de estimular. Curiosa y atenta siguió los movimientos del hombre mientras este se masturbaba y cuando él le dejó en claro lo que deseaba que hiciese, ella asintió en un sutil movimiento de cabeza, disponiéndose a saciar aquella petición.
La detuvo en su intento, no era el momento, aún no. Muy despacio el rubio insertó un dedo en su intimidad, deslizándolo entre sus calientes y empapadas paredes, introduciéndolo y retirándolo reiteradas veces mientras oprimía suavemente su clítoris con el pulgar, moviéndolo en placenteros círculos que amenazaron con arrancarle alguno que otro jadeo. Contuvo la respiración cuando sintió otro dedo abrirse paso en su interior, apretó los párpados, un seísmo de placer hacia epicentro en el capullo hinchado que custodiaba la entrada de su feminidad mientras las ondas de aquel caos se desplazaban arrasadoras por el resto de su cuerpo.
Nunca había sido presa de sensación semejante, exótica, desconocida… sus respiraciones eran agitadas, su corazón latía con vigor y sus mejillas, coloreadas en rosáceo intenso, ardían como las brasas. Desenlazó las pestañas cuando un tercer dedo irrumpió en sus profundidades, sus esmeraldas centellaron vidriosas, tuvo que morderse los labios con fuerza para que un fragoroso gemido quedase preso entre ellos mientras apretaba el cubrecama entre sus manos.
Él abría el paso de su estrecha caverna, dispuesta a ser descubierta, explorada y conquistada por él y sólo él y aunque la estimulación se había tornado ligeramente dolorosa, no por ello era menos placentera. La hechicera se removía sobre las cobijas, apretaba entre sus piernas la mano que le atendía y sus caderas danzaban sensuales, acompando el deleitoso ritmo de los dedos que se sumergían en su abismo. Su voluntad desbocada, subyugada a la satisfacción que el hombre proveía; era aquella una experiencia completamente nueva y ella, al igual que siempre, estaba más que dispuesta a aprender. Rastreando los gozos de su propio cuerpo Kattrina deslizó su tacto sobre el abdomen, ascendiendo hasta sus senos, estrujándolos, jugueteando con ellos, serpenteando por su cuello, tanteándose los labios aún cautivos del sabor de los ajenos.
Cerca estuvo de alcanzar la cumbre del éxtasis cuando los afanosos movimientos que la estimulaban se detuvieron. Enardecida por las mil y un sensaciones que cosquilleaban bajo su piel, castaña elevó el torso quedando a la altura del grueso y palpitante falo que ante ella se erguía. Su mirada se alzó, en busca de los irises azulados del vikingo, observándolo en contrapicado cual cachorro sumiso a la espera de una orden.
La demanda fue clara. La hechicera se inclinó un poco hacia el miembro y tomándolo entre sus manos con timidez, tras tantearlo un poco delicadamente, dio un pequeño lametazo a la cabeza. Elevó de nuevo la mirada, Orn respiraba agitado, su mirada se había opacado por completo y apretaba la mandíbula con fuerza; realmente no tuvo que pronunciar palabra para que ella comprendiera lo que aquel semblante le comunicaba: quería más que eso, mucho más que eso.
Sus labios se entreabrieron y se posaron despacio sobre la punta, circundándola y presionándola con ellos suavemente, descendiendo poco a poco mientras el palpitante tronco a su paso, acogido en la calidez de su boca. Para entonces el vikingo había comenzado a tocarla de nuevo, introduciendo los dedos en su vagina, despacio, pero hasta el fondo, simulando el ritmo en el que ella hundía el falo entre su boca.
— ¿Así está bien? — Inquirió con expresión inocente tras detenerse un instante.
Orn asintió y ella se dedicó a continuar a su labor. Él gruñía guturalmente y ella ahogaba sus gemidos desesperados en el placer entregado al hombre. Su lengua dibujaba la elongada forma mientras el interior de su humedad friccionaba la erección, succionando, chupeteando cada vez más rápido al ritmo que él orquestaba pues había enredado los dedos entre sus rizos castaños, dirigiendo así sus movimientos.
Él se deshizo de sus ropajes con mucha más prontitud quedando como había llegado a este mundo frente a la mirada esmeralda de la castaña. Kattrina hizo un esfuerzo por mantener la vista fija en el rostro del vikingo mas pronto aquella tarea se convirtió en imposible y cediendo al instinto, tentada desplazó sus esferas por aquella dorada piel y ese torso perfecto que parecía cincelado por algún escultor renacentista en un descenso que concluyó en el erecto y robusto miembro que él mismo se encargaba de estimular. Curiosa y atenta siguió los movimientos del hombre mientras este se masturbaba y cuando él le dejó en claro lo que deseaba que hiciese, ella asintió en un sutil movimiento de cabeza, disponiéndose a saciar aquella petición.
La detuvo en su intento, no era el momento, aún no. Muy despacio el rubio insertó un dedo en su intimidad, deslizándolo entre sus calientes y empapadas paredes, introduciéndolo y retirándolo reiteradas veces mientras oprimía suavemente su clítoris con el pulgar, moviéndolo en placenteros círculos que amenazaron con arrancarle alguno que otro jadeo. Contuvo la respiración cuando sintió otro dedo abrirse paso en su interior, apretó los párpados, un seísmo de placer hacia epicentro en el capullo hinchado que custodiaba la entrada de su feminidad mientras las ondas de aquel caos se desplazaban arrasadoras por el resto de su cuerpo.
Nunca había sido presa de sensación semejante, exótica, desconocida… sus respiraciones eran agitadas, su corazón latía con vigor y sus mejillas, coloreadas en rosáceo intenso, ardían como las brasas. Desenlazó las pestañas cuando un tercer dedo irrumpió en sus profundidades, sus esmeraldas centellaron vidriosas, tuvo que morderse los labios con fuerza para que un fragoroso gemido quedase preso entre ellos mientras apretaba el cubrecama entre sus manos.
Él abría el paso de su estrecha caverna, dispuesta a ser descubierta, explorada y conquistada por él y sólo él y aunque la estimulación se había tornado ligeramente dolorosa, no por ello era menos placentera. La hechicera se removía sobre las cobijas, apretaba entre sus piernas la mano que le atendía y sus caderas danzaban sensuales, acompando el deleitoso ritmo de los dedos que se sumergían en su abismo. Su voluntad desbocada, subyugada a la satisfacción que el hombre proveía; era aquella una experiencia completamente nueva y ella, al igual que siempre, estaba más que dispuesta a aprender. Rastreando los gozos de su propio cuerpo Kattrina deslizó su tacto sobre el abdomen, ascendiendo hasta sus senos, estrujándolos, jugueteando con ellos, serpenteando por su cuello, tanteándose los labios aún cautivos del sabor de los ajenos.
Cerca estuvo de alcanzar la cumbre del éxtasis cuando los afanosos movimientos que la estimulaban se detuvieron. Enardecida por las mil y un sensaciones que cosquilleaban bajo su piel, castaña elevó el torso quedando a la altura del grueso y palpitante falo que ante ella se erguía. Su mirada se alzó, en busca de los irises azulados del vikingo, observándolo en contrapicado cual cachorro sumiso a la espera de una orden.
La demanda fue clara. La hechicera se inclinó un poco hacia el miembro y tomándolo entre sus manos con timidez, tras tantearlo un poco delicadamente, dio un pequeño lametazo a la cabeza. Elevó de nuevo la mirada, Orn respiraba agitado, su mirada se había opacado por completo y apretaba la mandíbula con fuerza; realmente no tuvo que pronunciar palabra para que ella comprendiera lo que aquel semblante le comunicaba: quería más que eso, mucho más que eso.
Sus labios se entreabrieron y se posaron despacio sobre la punta, circundándola y presionándola con ellos suavemente, descendiendo poco a poco mientras el palpitante tronco a su paso, acogido en la calidez de su boca. Para entonces el vikingo había comenzado a tocarla de nuevo, introduciendo los dedos en su vagina, despacio, pero hasta el fondo, simulando el ritmo en el que ella hundía el falo entre su boca.
— ¿Así está bien? — Inquirió con expresión inocente tras detenerse un instante.
Orn asintió y ella se dedicó a continuar a su labor. Él gruñía guturalmente y ella ahogaba sus gemidos desesperados en el placer entregado al hombre. Su lengua dibujaba la elongada forma mientras el interior de su humedad friccionaba la erección, succionando, chupeteando cada vez más rápido al ritmo que él orquestaba pues había enredado los dedos entre sus rizos castaños, dirigiendo así sus movimientos.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
La hechicera con el alcohol aun corriendo por sus venas y con esa sonrisa que la delataba recorría con sus labios mi punta, besadolos, estrangulándola con ellos de forma deliciosa.
Cerré los ojos gruñendo, con la cabeza hacía atrás y los labios entreabiertos deje que el aire saliera por ellos pesados.
Enloquecí al sentir su lengua sobre mi frenillo estimulándolo con la punta, lamiéndolo con fiereza, mis ojos destilaban pasion y de una cornada la metí dentro sintiéndola caliente, húmeda y envuelta entre sus paredes. Con la lengua saboreó el tronco, acariciando las venas que se marcaban en mi verga palpitante. Enardecida ocupaba toda su boca que la succionaba y la engullía con hambre.
Gruñí cachondo por como Katt me la mamaba, me estaba volviendo completamente loco y en una de esas empotré mi falo hasta el fondo. La rubia dio una arcada, mi punta quedó presa por los espasmos, gruñí casi aullé de puro placer al sentir esa sensación placentera que provenía de su garganta estrangulando mi verga. La joven era novata y no aguantó, dio una nueva arcada y tosiendo se aparto.
Con la izquierda limpió los restos de saliva que en hebras unía su boca de mi verga, mi diestra aun se enlazaba a su melena, quería mas..
-Lo siento -susurré con la voz ronca.
Los vikingos no nos caracterizábamos precisamente por ser calmos, el sexo era parte de nosotros y como las mismas hogueras frente a las que bailábamos, tomábamos, saqueábamos y follábamos.
Enredé de nuevo mis dedos en los mechones lacios de su nuca, tiré de ella hasta que nuestras bocas colisionaron rudas, en un baile de lenguas que dentro y fuera de nuestras bocas se acariciaban y lamían ansiosas.
Tiré de sus nalgas subiéndola sobre mi, apreté su culo incitándola a bailar sobre mi verga completamente alzada y dura.
-Cabalga hechicera -susurré mordiendo sus pechos, deslizando mi lengua por sus dos pezones duros, con mi torso ligeramente alzado y con mi diestra juntando sus pechos para torturarlos sin tregua noté como su espalda se arqueaba.
-Así preciosa -susurré al notar como sus caderas se movían solas, sus mejillas sonrosadas denotaban su excitación, mis gruñidos contra sus pechos, lo sumamente cachondo que estaba yo y el alcohol nos movía a los dos como dos dementes.
Se dejó caer despacio, acogiendo entre sus paredes mi hombría, estaba aun empapada de su saliva y ahora también de la esencia caliente de su coño mojado.
-No pares -pedí azotando su culo -sigue -dije fuera de mi -sigue -rugí jadeado.
La hechicera empezó a cabalgar enloquecida, tocándose los pechos, ofreciendomelos, pellizcando sus pezones, estaba borracha y no sentía vergüenza, así que sin detenerse arqueó su espalda con el cuerpo perlado en sudor, gimiendo, gritando.
-Me estas poniendo muy burro -gruñí a punto de llegar al clímax.
Cerré los ojos gruñendo, con la cabeza hacía atrás y los labios entreabiertos deje que el aire saliera por ellos pesados.
Enloquecí al sentir su lengua sobre mi frenillo estimulándolo con la punta, lamiéndolo con fiereza, mis ojos destilaban pasion y de una cornada la metí dentro sintiéndola caliente, húmeda y envuelta entre sus paredes. Con la lengua saboreó el tronco, acariciando las venas que se marcaban en mi verga palpitante. Enardecida ocupaba toda su boca que la succionaba y la engullía con hambre.
Gruñí cachondo por como Katt me la mamaba, me estaba volviendo completamente loco y en una de esas empotré mi falo hasta el fondo. La rubia dio una arcada, mi punta quedó presa por los espasmos, gruñí casi aullé de puro placer al sentir esa sensación placentera que provenía de su garganta estrangulando mi verga. La joven era novata y no aguantó, dio una nueva arcada y tosiendo se aparto.
Con la izquierda limpió los restos de saliva que en hebras unía su boca de mi verga, mi diestra aun se enlazaba a su melena, quería mas..
-Lo siento -susurré con la voz ronca.
Los vikingos no nos caracterizábamos precisamente por ser calmos, el sexo era parte de nosotros y como las mismas hogueras frente a las que bailábamos, tomábamos, saqueábamos y follábamos.
Enredé de nuevo mis dedos en los mechones lacios de su nuca, tiré de ella hasta que nuestras bocas colisionaron rudas, en un baile de lenguas que dentro y fuera de nuestras bocas se acariciaban y lamían ansiosas.
Tiré de sus nalgas subiéndola sobre mi, apreté su culo incitándola a bailar sobre mi verga completamente alzada y dura.
-Cabalga hechicera -susurré mordiendo sus pechos, deslizando mi lengua por sus dos pezones duros, con mi torso ligeramente alzado y con mi diestra juntando sus pechos para torturarlos sin tregua noté como su espalda se arqueaba.
-Así preciosa -susurré al notar como sus caderas se movían solas, sus mejillas sonrosadas denotaban su excitación, mis gruñidos contra sus pechos, lo sumamente cachondo que estaba yo y el alcohol nos movía a los dos como dos dementes.
Se dejó caer despacio, acogiendo entre sus paredes mi hombría, estaba aun empapada de su saliva y ahora también de la esencia caliente de su coño mojado.
-No pares -pedí azotando su culo -sigue -dije fuera de mi -sigue -rugí jadeado.
La hechicera empezó a cabalgar enloquecida, tocándose los pechos, ofreciendomelos, pellizcando sus pezones, estaba borracha y no sentía vergüenza, así que sin detenerse arqueó su espalda con el cuerpo perlado en sudor, gimiendo, gritando.
-Me estas poniendo muy burro -gruñí a punto de llegar al clímax.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
El ritmo del vikingo era acelerado y enérgico, demasiado para la joven e inexperta hechicera que, con su pudor desinhibido, sus vergüenzas alcoholizadas y sus sentidos alborotados, hizo su mejor esfuerzo por acoplarse al ávido compás en el que este guiaba sus movimientos.
El erecto, grueso y palpitante miembro se estremecía contra su lengua, asaltando las profundidades de su humedad, hundiéndose con violencia hasta alcanzar la entrada a su garganta. Fue entonces cuando se vio obligada a desistir del intento, era la primera vez que intentaba complacer a un hombre con su boca, en efecto, era la primera vez que intentaba complacer a un hombre en absoluto, por lo que el menor contacto con su úvula le hizo sentirse atragantada, provocándole un par de arcadas.
Se apartó tosiendo, apenada por su evidente falta de destreza en la labor y, sumisa como un cachorro que ha decepcionado a su amo mantuvo la mirada gacha, limpiándose los residuos de saliva con el dorso de la mano. A Orn no pareció importarle y tras elevar su rostro con la zurda, pues la contraria aún la mantenía enredada en su castaña cabellera, repasó sus labios con el pulgar y tiró de ella hasta sus bocas flotaron a la misma altura, buscándose con ansia, colisionando entre besos hambrientos, y mordiscos interrumpidos por el arrasador encuentro de sus lenguas que se consumían en incesables ciclones.
Sin esfuerzo alguno el bárbaro alzó su menudo cuerpo y la acomodó sobre él, necesitado del postergado encuentro de sus sexos, tirando de ella hasta sumergirse tanto como fue posible en la calidez de su centro, deslizándose con un poco de dificultad entre sus estrechas paredes que le comprimían la endurecida hombría. Kattrina dejó escapar un grito que acalló mordiendo el inferior del rubio, sus gemas verdes y oscurecidas se cristalizaron, un dolor punzante recorrió su feminidad, si su himen no se había roto con el rudo movimiento de los dedos que tantearon el camino de su abismo, definitivamente lo hizo en la rudeza de la primera penetración.
Orn deslizó las manos por sus piernas y atrapó sus nalgas, apretándolas con fuerza. Ella lo observó confundida, no sabía bien cómo proceder así que, tras incitarla a cabalgar, él fijó las manos sobre sus caderas y guio su compás, indicándole cómo moverse de forma apropiada. Poco a poco, presa sensaciones que nunca antes invadieron su cuerpo, ya acoplándose al ritmo de aquella danza de mil pasiones, el dolor se desvaneció entre la suma de todos sus placeres mientras subía y bajaba por el endurecido falo, acogiéndolo en su interior, impregnándolo de los néctares de su interior, cada vez más húmeda y excitada.
Echó la cabeza hacia atrás, sus largos cabellos ondearon al aire y su espalda se arqueó ofreciéndole al vikingo la posición perfecta para reclamar sus elevaciones con la boca y recorrer sus curvas con las manos mientras conquistaba el resquicio más íntimo de su cuerpo. La castaña jadeó, enredando sus dedos entre los lacios mechones dorados del hombre, mordiéndose los labios para no dejar escapar el placer a gritos, el éxtasis que calaba bajo su piel.
El erótico baile era cada vez más afanoso; su cuerpo se estremecía, su piel se perlaba en sudor, su tacto ardía, sus mejillas se teñían rosáceas y su corazón, desbocado, latía con violencia contra su pecho. Se detuvo un instante, hundiendo las uñas en los hombros de Orn, intentando recuperar el aliento. Por la forma en la que azotaba sus nalgas y estrujaba sus pechos era evidente que estaba muy cerca de alcanzar el clímax, mas ella se encontraba exhausta.
Con cuidado, Kattrina gateó por la cama y se acomodó en cuatro, ofreciéndole al bárbaro de nuevo su entrada, hundiendo el rostro en el colchón para silenciar los propios gemidos, comprimiendo el tendido entre la zurda y estimulando su hinchado clítoris con la diestra mientras el rubio la embistió con violencia hasta alcanzar el orgasmo.
El erecto, grueso y palpitante miembro se estremecía contra su lengua, asaltando las profundidades de su humedad, hundiéndose con violencia hasta alcanzar la entrada a su garganta. Fue entonces cuando se vio obligada a desistir del intento, era la primera vez que intentaba complacer a un hombre con su boca, en efecto, era la primera vez que intentaba complacer a un hombre en absoluto, por lo que el menor contacto con su úvula le hizo sentirse atragantada, provocándole un par de arcadas.
Se apartó tosiendo, apenada por su evidente falta de destreza en la labor y, sumisa como un cachorro que ha decepcionado a su amo mantuvo la mirada gacha, limpiándose los residuos de saliva con el dorso de la mano. A Orn no pareció importarle y tras elevar su rostro con la zurda, pues la contraria aún la mantenía enredada en su castaña cabellera, repasó sus labios con el pulgar y tiró de ella hasta sus bocas flotaron a la misma altura, buscándose con ansia, colisionando entre besos hambrientos, y mordiscos interrumpidos por el arrasador encuentro de sus lenguas que se consumían en incesables ciclones.
Sin esfuerzo alguno el bárbaro alzó su menudo cuerpo y la acomodó sobre él, necesitado del postergado encuentro de sus sexos, tirando de ella hasta sumergirse tanto como fue posible en la calidez de su centro, deslizándose con un poco de dificultad entre sus estrechas paredes que le comprimían la endurecida hombría. Kattrina dejó escapar un grito que acalló mordiendo el inferior del rubio, sus gemas verdes y oscurecidas se cristalizaron, un dolor punzante recorrió su feminidad, si su himen no se había roto con el rudo movimiento de los dedos que tantearon el camino de su abismo, definitivamente lo hizo en la rudeza de la primera penetración.
Orn deslizó las manos por sus piernas y atrapó sus nalgas, apretándolas con fuerza. Ella lo observó confundida, no sabía bien cómo proceder así que, tras incitarla a cabalgar, él fijó las manos sobre sus caderas y guio su compás, indicándole cómo moverse de forma apropiada. Poco a poco, presa sensaciones que nunca antes invadieron su cuerpo, ya acoplándose al ritmo de aquella danza de mil pasiones, el dolor se desvaneció entre la suma de todos sus placeres mientras subía y bajaba por el endurecido falo, acogiéndolo en su interior, impregnándolo de los néctares de su interior, cada vez más húmeda y excitada.
Echó la cabeza hacia atrás, sus largos cabellos ondearon al aire y su espalda se arqueó ofreciéndole al vikingo la posición perfecta para reclamar sus elevaciones con la boca y recorrer sus curvas con las manos mientras conquistaba el resquicio más íntimo de su cuerpo. La castaña jadeó, enredando sus dedos entre los lacios mechones dorados del hombre, mordiéndose los labios para no dejar escapar el placer a gritos, el éxtasis que calaba bajo su piel.
El erótico baile era cada vez más afanoso; su cuerpo se estremecía, su piel se perlaba en sudor, su tacto ardía, sus mejillas se teñían rosáceas y su corazón, desbocado, latía con violencia contra su pecho. Se detuvo un instante, hundiendo las uñas en los hombros de Orn, intentando recuperar el aliento. Por la forma en la que azotaba sus nalgas y estrujaba sus pechos era evidente que estaba muy cerca de alcanzar el clímax, mas ella se encontraba exhausta.
Con cuidado, Kattrina gateó por la cama y se acomodó en cuatro, ofreciéndole al bárbaro de nuevo su entrada, hundiendo el rostro en el colchón para silenciar los propios gemidos, comprimiendo el tendido entre la zurda y estimulando su hinchado clítoris con la diestra mientras el rubio la embistió con violencia hasta alcanzar el orgasmo.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Enloquecido por aquel vaivén de su cuerpo delicioso, pubis contra pubis se frotaban ansiosos mientras contra las bocas pegadas desatábamos la tormenta. Mi lengua envistió su húmeda cavidad enredándose como una sierpe con la ajena, enterré allí mi cordura en un duelo a muerte en el que ni vencedor ni vencido había,, solo los gruñidos de dos bestias que delataban el grado de locura alcanzado en aquella gesta unica.
El alcohol corría por mis venas y por las suyas de forma desaforada cuando se apartó dejando mi verga palpitando fuera.
Gruñí molesto, quería mas de ella, mi kraken furioso se lazó en su búsqueda reclamando lo que por derecho era suyo, ella gateó por el lecho ofrecida, destilando lujuria y posando aquellos ojos de gata en los míos al mirarme por encima del hombro en una invitación deliciosa.
Mi verga se adentró en sus confines, completamente empapada de liquido pre-seminal observé desde la altura como salía casi por completo dejando solo la punta del glande dentro y de nuevo dejándome caer sobre su trasero la corneaba escuchado el chapoteo de la charca de fluidos.
-eres preciosa -aseguré embriagandola con mi aliento.
Sus pechos rozaban sobre el lecho, las sabanas se arrugaban entre sus dedos, ambos a punto de explotar. No tardamos en alcanzar el valhalla, no i cena ni valquirias, ahora mismo solo la deseaba a ella, mi verga palpitó con fuerza escupiendo en su interior mientras sus paredes estrangularon mi falo de forma impetuosa dejándome la visión perfecta de una espalda arqueada y un grito que hizo tambalear los pilares de la casa.
Ladeé la sonrisa vencido sobre su cuerpo y así conmigo aun dentro caímos de lado en el lecho, abrazados, pecho contra espalda.
-Eres preciosa -aseguré dejando delicados besos por el cuello de la dama, no iba a olvida ahora que jamas había ofrecido su virginidad a nadie y la prueba inequívoca era la sangre que no solo manchaba las sabanas y sus muslos si no también mis dedos pues al haberla estado masturbando se habían embadurnado de carmesí.
-Eres perfecta -aseguré hundiendo mi cabeza en su cuello y cerrando los ojos por unos momentos -no te vayas, duerme aquí conmigo Katt -pedí esperando que no sintiera la necesidad de irse ahora mismo.
Había sido demasiado rudo, peor borracho no medí hasta que punto.
-¿Te ha dolido? -pregunté francamente preocupado. Podía ser un salvaje, un bárbaro, pero yo no era de los que violaban mujeres, en mis relaciones siempre hubo una gratificante simbiosis.
-Quédate hechicera, déjame cuidar de ti esta noche, mañana te acompañaré a casa, te doy mi palabra -susurré con una sonrisa dejando un beso en su mejilla.
El alcohol corría por mis venas y por las suyas de forma desaforada cuando se apartó dejando mi verga palpitando fuera.
Gruñí molesto, quería mas de ella, mi kraken furioso se lazó en su búsqueda reclamando lo que por derecho era suyo, ella gateó por el lecho ofrecida, destilando lujuria y posando aquellos ojos de gata en los míos al mirarme por encima del hombro en una invitación deliciosa.
Mi verga se adentró en sus confines, completamente empapada de liquido pre-seminal observé desde la altura como salía casi por completo dejando solo la punta del glande dentro y de nuevo dejándome caer sobre su trasero la corneaba escuchado el chapoteo de la charca de fluidos.
-eres preciosa -aseguré embriagandola con mi aliento.
Sus pechos rozaban sobre el lecho, las sabanas se arrugaban entre sus dedos, ambos a punto de explotar. No tardamos en alcanzar el valhalla, no i cena ni valquirias, ahora mismo solo la deseaba a ella, mi verga palpitó con fuerza escupiendo en su interior mientras sus paredes estrangularon mi falo de forma impetuosa dejándome la visión perfecta de una espalda arqueada y un grito que hizo tambalear los pilares de la casa.
Ladeé la sonrisa vencido sobre su cuerpo y así conmigo aun dentro caímos de lado en el lecho, abrazados, pecho contra espalda.
-Eres preciosa -aseguré dejando delicados besos por el cuello de la dama, no iba a olvida ahora que jamas había ofrecido su virginidad a nadie y la prueba inequívoca era la sangre que no solo manchaba las sabanas y sus muslos si no también mis dedos pues al haberla estado masturbando se habían embadurnado de carmesí.
-Eres perfecta -aseguré hundiendo mi cabeza en su cuello y cerrando los ojos por unos momentos -no te vayas, duerme aquí conmigo Katt -pedí esperando que no sintiera la necesidad de irse ahora mismo.
Había sido demasiado rudo, peor borracho no medí hasta que punto.
-¿Te ha dolido? -pregunté francamente preocupado. Podía ser un salvaje, un bárbaro, pero yo no era de los que violaban mujeres, en mis relaciones siempre hubo una gratificante simbiosis.
-Quédate hechicera, déjame cuidar de ti esta noche, mañana te acompañaré a casa, te doy mi palabra -susurré con una sonrisa dejando un beso en su mejilla.
Orn Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 76
Fecha de inscripción : 11/07/2017
Re: Give me adrenaline (privado)(+18)
Tras sucumbir a la cumbre de todos los placeres, su menudo cuerpo, tembloroso y extenuado, cayó sin fuerzas sobre el colchón. Kattrina se reacomodó con sutileza sobre la blanda superficie mientras Orn se situaba a su lado contra la curvatura de su espalda, rodeándole la cintura con el brazo tras apartar los largos mechones de cabello que gráciles cubrían su cuello, para así poder depositar allí delicados besos. Los labios del hombre, aún humedecidos por la propia saliva contrastaron contra la temperatura de su dermis que, perlada en sudor y aun ligeramente adormecida por el alcohol ardía por la vigorosidad del acto y el éxtasis alcanzado en él.
Orn le pidió que no se marchara, que pasara allí el resto de la noche y en la mañana, él mismo se comprometía en dejarle en su casa. La hechicera ladeó ligeramente la cabeza, contemplándolo por encima de su hombro, mientras sus cansinas esferas boscosas se perdían en el perfil del rostro del rubio. Parecía que lo meditaba, mas realmente solo intentaba recapitular todo lo sucedido y las consecuencias de sus actos. Así como nunca había estado con otro hombre, tampoco había pasado la noche fuera de casa ¿Qué le diría a su tío? Y aún más importante, si el vikingo cumplía su palabra y conservaba la intención de acompañarle a casa ¿Qué pasaría si se daba cuenta que ella convivía con la orden a la que investigaban?
Contuvo el aliento. Una amalgama de pensamientos sobrevolaba su cabeza, las emociones le nublaban el juicio y su razón aún no coordinaba del todo bien a causa del licor ingerido. Suspiró. sus labios se entreabrieron para darle la respuesta que ansiaba, pero retemblaron ante la duda y él, al percatarse de lo que, efectivamente, ante ojos ajenos se hubiese entendido como duda, inquirió preocupado si le había dolido.
— Sólo un poco — Susurró, deslizando su índice por el contorno los músculos del brazo del guerrero — Pero luego se ha sentido bien.
Orn persistió en la petición anterior y le aseguró Por un instante la castaña centró sus centellantes orbes esmeralda sobre los calmos mares del hombre que expectantes se fijaron sobre ella de vuelta y repentinamente acortó la distancia, atrapándole los labios en un beso suave y lento, uno de esos que probablemente no acostumbraba a recibir o que quizá, nunca lo había hecho.
En tanto sus bocas se separaron, la hechicera susurró un tenue “de acuerdo” que friccionó etéreo contra la cavidad ajena y, tras acomodar la cabeza sobre la almohada, extenuada cerró los párpados, entregándose a la voluntad de Morfeo; a fin de cuentas, incluso aunque mil y un cuestiones inquietaran su mente, sólo sería capaz de darles solución cuando tuviese plena lucidez de conciencia.
Él era un tipo rudo, un tanto tosco, pero, a pesar del salvaje desempeño que le había demostrado en la cama, se comportaba bastante dulce con ella, mucho más de lo que esperaba. Orn no paraba de recordarle lo bonita que la veía y lo perfecto que encontraba su cuerpo, a decir verdad, ella no conservaba la más remota esperanza de que su opuesto mostrase mucho interés después del sexo, pero se había equivocado y honestamente no quería arruinarlo.
Para cuando despertó hasta ahora los primeros rayos del sol se colaban por la ventana. Parpadeó un par de veces, los efectos del alcohol se habían mitigado, pero en cambio le habían dejado una terrible jaqueca. Despacio volvió la cabeza a su lado, junto a ella reposaba Orn, quien aparentaba encontrarse profundamente dormido. Sus comisuras se ladearon automáticamente, aun le envolvía el cuerpo con sus brazos y su respiración le acariciaba el cuello. Kattrina se mordió el labio y ensanchó la sonrisa mas cuando recordó las cuestiones que le preocupaban la expresión risueña se desvaneció de sus facciones.
Muy despacio y con extremo cuidado, Kattrina apartó el brazo del vikingo que envolvía su cintura y, haciendo un esfuerzo sobrehumano por de levantarse sigilosa, con cautela se desplazó por la habitación recopilando su ropa. Rauda y silente la hechicera se colocó los interiores y el vestido y como alma que lleva el diablo se precipitó fuera de la habitación; una vez fuera inspiró con fuerza y presurosa bajó las escaleras en dirección a la salida. A pesar de que no quería irse así, sabía que de permitir que el joven le escoltara a casa la situación podría tornarse mal.
Lo mejor era salir de allí lo más rápido que le fuese posible, lo último que necesitaba era que alguien más le encontrara allí, mucho menos si habían escuchado alguno de sus fuertes gemidos. La idea le sonrojó. Fue entonces cuando divisó el libro por el que había comenzado todo aquel embrollo, reposando sobre una mesa en la sala de estar. Se detuvo en seco, no podía irse así nada más, aún era su deber descubrir la verdad. Tragó saliva y a paso vacilante caminó en dirección al ejemplar, plantándose frente a él mientras barajaba en su mente las posibilidades.
Estiró la mano, las yemas de sus dedos rozaron la portada, entonces, en ese momento, escuchó un par de pasos aproximarse a sus espaldas. Inmediatamente de volvió y su corazón dio un brinco, era Orn.
Orn le pidió que no se marchara, que pasara allí el resto de la noche y en la mañana, él mismo se comprometía en dejarle en su casa. La hechicera ladeó ligeramente la cabeza, contemplándolo por encima de su hombro, mientras sus cansinas esferas boscosas se perdían en el perfil del rostro del rubio. Parecía que lo meditaba, mas realmente solo intentaba recapitular todo lo sucedido y las consecuencias de sus actos. Así como nunca había estado con otro hombre, tampoco había pasado la noche fuera de casa ¿Qué le diría a su tío? Y aún más importante, si el vikingo cumplía su palabra y conservaba la intención de acompañarle a casa ¿Qué pasaría si se daba cuenta que ella convivía con la orden a la que investigaban?
Contuvo el aliento. Una amalgama de pensamientos sobrevolaba su cabeza, las emociones le nublaban el juicio y su razón aún no coordinaba del todo bien a causa del licor ingerido. Suspiró. sus labios se entreabrieron para darle la respuesta que ansiaba, pero retemblaron ante la duda y él, al percatarse de lo que, efectivamente, ante ojos ajenos se hubiese entendido como duda, inquirió preocupado si le había dolido.
— Sólo un poco — Susurró, deslizando su índice por el contorno los músculos del brazo del guerrero — Pero luego se ha sentido bien.
Orn persistió en la petición anterior y le aseguró Por un instante la castaña centró sus centellantes orbes esmeralda sobre los calmos mares del hombre que expectantes se fijaron sobre ella de vuelta y repentinamente acortó la distancia, atrapándole los labios en un beso suave y lento, uno de esos que probablemente no acostumbraba a recibir o que quizá, nunca lo había hecho.
En tanto sus bocas se separaron, la hechicera susurró un tenue “de acuerdo” que friccionó etéreo contra la cavidad ajena y, tras acomodar la cabeza sobre la almohada, extenuada cerró los párpados, entregándose a la voluntad de Morfeo; a fin de cuentas, incluso aunque mil y un cuestiones inquietaran su mente, sólo sería capaz de darles solución cuando tuviese plena lucidez de conciencia.
Él era un tipo rudo, un tanto tosco, pero, a pesar del salvaje desempeño que le había demostrado en la cama, se comportaba bastante dulce con ella, mucho más de lo que esperaba. Orn no paraba de recordarle lo bonita que la veía y lo perfecto que encontraba su cuerpo, a decir verdad, ella no conservaba la más remota esperanza de que su opuesto mostrase mucho interés después del sexo, pero se había equivocado y honestamente no quería arruinarlo.
Para cuando despertó hasta ahora los primeros rayos del sol se colaban por la ventana. Parpadeó un par de veces, los efectos del alcohol se habían mitigado, pero en cambio le habían dejado una terrible jaqueca. Despacio volvió la cabeza a su lado, junto a ella reposaba Orn, quien aparentaba encontrarse profundamente dormido. Sus comisuras se ladearon automáticamente, aun le envolvía el cuerpo con sus brazos y su respiración le acariciaba el cuello. Kattrina se mordió el labio y ensanchó la sonrisa mas cuando recordó las cuestiones que le preocupaban la expresión risueña se desvaneció de sus facciones.
Muy despacio y con extremo cuidado, Kattrina apartó el brazo del vikingo que envolvía su cintura y, haciendo un esfuerzo sobrehumano por de levantarse sigilosa, con cautela se desplazó por la habitación recopilando su ropa. Rauda y silente la hechicera se colocó los interiores y el vestido y como alma que lleva el diablo se precipitó fuera de la habitación; una vez fuera inspiró con fuerza y presurosa bajó las escaleras en dirección a la salida. A pesar de que no quería irse así, sabía que de permitir que el joven le escoltara a casa la situación podría tornarse mal.
Lo mejor era salir de allí lo más rápido que le fuese posible, lo último que necesitaba era que alguien más le encontrara allí, mucho menos si habían escuchado alguno de sus fuertes gemidos. La idea le sonrojó. Fue entonces cuando divisó el libro por el que había comenzado todo aquel embrollo, reposando sobre una mesa en la sala de estar. Se detuvo en seco, no podía irse así nada más, aún era su deber descubrir la verdad. Tragó saliva y a paso vacilante caminó en dirección al ejemplar, plantándose frente a él mientras barajaba en su mente las posibilidades.
Estiró la mano, las yemas de sus dedos rozaron la portada, entonces, en ese momento, escuchó un par de pasos aproximarse a sus espaldas. Inmediatamente de volvió y su corazón dio un brinco, era Orn.
Kattrina Vinter- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
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