Give me adrenaline (privado)(+18)

Recuerdo del primer mensaje :

Apenas me enteré de lo que había sucedido en la taberna, mis intentos por ponerme en pie eran contrarrestados por la pesadez de mi cuerpo, el frio que sentía y la sequedad de mi boca.
Mis ojos se entrecerraban, apenas veía bailar sombras frente mis ojos. Mirada que se achicaba cada vez que intentaba mantenerme despierto sin apenas lograr nada.
Sabia de sobra que si me dejaba vencer moriría, el veneno que corría por mis venas era letal, paralizaría no solo mi cuerpo, si no mis órganos y mi corazón si me dormía y bajaba con ello mi ritmo cardíaco, pero pensar era un suplicio, solo quería dormir.

Me movían, oía voces, la de Dritt y Bróok pidiendo que aguantara, iba muy colocado, apenas entendía nada de nada, mis pies caían pesados en el suelo y ellos tiraban de mi colocados cada uno a un lado pasando mis brazos por encima de los hombros.
Desconozco el tiempo que tardé en llegar, solo se que cuando lo hice las voces de las dos mujeres retumbaron en mi cabeza.
Quería bromear, pero no me quedaban fuerzas para ello, entreabrí los labios intentando centrar mis ojos en la silueta de la hechicera.
-Necesito adrenalina- bromeé enredando las palabras.

Bröok y Dritt se rieron, al menos no había perdido mi sentido del humor, era un hecho y aunque le estaba pidiendo un polvo dudaba que se me levantara ahora mismo para complacer los designios del destino.
Me dejaron caer en una cama, un paño húmedo mojó mi frente, secaron el sudor perlado que me resbalaba por le rostro, escuchaba las voces lejanas y cerré los ojos ahora que el trasiego había terminado.

Un golpe en la cara me hizo gruñir y abrirlo de nuevo, era ella, sus ojos se hundieron en mi mirada, me tomó por la barbilla para que la mirara.
“no te duermas” o eso es lo que entendí
-sube y no lo haré -replique tirando mi mano hacia sus nalgas para atraparla.

O se si era capaz de entenderme, yo no hablaba Francés, ademas enredaba cada palabra, peor mi gesto era claro, tiraba de ella para subirla sobre mi.
Pocas o ningunas eran mis fuerzas y de nuevo mis ojos se cerraron dejándome a oscuras, mi mano falló deslizándose por su culo hasta caer inerte a un lado del lecho, después de eso solo oscuridad.

último beso, lento, distinto a los que hasta hoy me habían dado. Recordaba la noche anterior, nuestro salvaje encuentro en el lecho e iba a abrazarla con fuerza cuando me di cuenta aun sumido en ese duerme vela que ya no estaba.
Rugi furioso abriendo de golpe los ojos, se había marchado sola y no entendía los motivos de no cumplir lo prometido. Yo acostumbraba a follar y después volver a mi lecho sin más, pero a nadie le prometía una noche si no pensaba cumplir mi palabra.
Vivíamos en un mundo donde la verdad al parecer no significaba nada, donde las promesas se diluian como el agua y donde un hombre no se rige por nada.
Me puse en pie buscando mis pantalones por el suelo, me los calce con rapidez y coloque las botas en mis pies antes de correr escaleras abajo.
Un extraña sensación me invadía ¿y si solo pretendía robar el libro?
No me equivocaba, ojalá pudiera decir que para mi sorpresa, más no era así ni de lejos, la hechicera estaba plantada frente al tomo deslizando la yema de sus dedos por la curtida cubierta.
Su gesto de sorpresa lo dijo todo al verme allí abajo y sentirse descubierta.
Mil escudos plante frente a mi y el sarcasmo, arma letal que solía usar no se hizo de esperar.
-¿Que no encontrabas la frase perfecta para nuestra despedida? - pregunte la dejando la sonrisa.
Negué con la cabeza mientras me reía.
-¿O quizás te olvidaba el libro?
Me acerque con el gesto tenso y de un tirón brusco alce el tomo de la mesa entregándose lo con desprecio.
-Toma, te lo has ganado a pulso, cierra la puerta al salir -, dije con indiferencia dándole la espalda para subir las escaleras.

Ni siquiera se porque me jodio tanto su traicion, apenas la conocía de un par de dias, no sabía nada de ella aparte de que había luchado por salvar mi vida, que tenia un cuerpo que me gustaba y que sus besos sabian bien. Ella tenía el libro desde el inicio, estaba seguro que algo tenía que ver con esa orden que buscábamos y había esperado hasta ahora para poder escapar de nosotros con el libro, lo demas era solo lo que tenía que hacer para que nadie sospechara.

“Lo siento” como si eso bastara para aguantar la traición que la hechicera había urdido para recuperar su maldito libro y salir a hurtadillas de la casa.
Puede que mi hermano no estuvieran de acuerdo con que la dejara ir, puede que mi acto fuera estúpido y que aquella sensación que ahora invadía mi pecho fuera un absurdo pues ¿de que la conocía? ¿De un polvo ebrios?
Rugí furibundo en mi cámara, las sabanas aun olían a ella, calientes me recordaban la pasión desatada y la sangre que las teñía de carmesí su honor perdido.

Esa noche fui incapaz de pegar ojo, no es que en el norte las mujeres no practicaran el sexo habitualmente solo por diversión, pero en este caso, ella no parecía de esas, ninguna mujer, ni las nuestras entregan su virginidad al primer bárbaro que se les cruza, algo no me encajaba y decidí con las primeras luces del alba buscarla.

Me costó lo mío dar con ella, seguiré la pista en una ciudad como aquella parecía un imposible, en esencia porque yo era incapaz de ubicarme en aquel lugar de mujeres pomposas y hombres cobardes, mas entonces se me ocurro ir a la biblioteca, allí, el punto de partida, al parecer ella frecuentaba aquel lugar y tras ganarme a la doncella que regentaba aquel silencioso antro conseguí una dirección.

Mi montura galopó sobre el adoquinado rumbo a un zona algo retirada pero por las enormes mansiones que había de seguro de gente adinerada.
Katt no se me antojo una mujer rica, mas bien parecía sencilla, dulce, me había cuidado y o era una gran actriz o su preocupación fue real y yo así la sentí.

No era un hombre enamoradizo, ni un burdo parisino que por echar un polvo prometía mar eterno, peor queía respuestas para que no se me quedar cara de idiota y para que negarlo, esa mujer me gustaba, no sabía como lo había conseguido peor no había conseguido sacarla de mi maldita cabeza y eso no era justo, al menos necesitaba que escupiera en mi cara que no lo sentía que era una zorra dispuesta a todo para conseguir su objetivo y que yo solo era el palurdo al que tenía que engatusar para conseguirlo.

Tras seguir varias instrucciones llegué frente a un caserón, al otro lado escuché los gritos de la hechicera, enarqué una ceja sin comprender, según lo que había oído viva en ese lugar, así que de una patada la puerta cedió ante mi, la escena que encontré no me gustó un hombre zarandeaba a Katt recriminándole no se bien que.

Un puñetazo bastó para separarla de su carcelero e interponiendome entre ambos con actitud desafiante reté al muy hijo de puta a tocarla de nuevo mientras Katt a mis espaldas me gritaba que me detuviera, que me estaba equivocando.
-¿Quien es este? -rugí plagado de ira mientras con mi zurda buscaba apartarla para que no me sujetara para que no le diera justo merecido a ese tipo.

Al ver como alzaba la pistola encañonando a Katt un gruñido gutural escapó ronco de mi garganta.
-Baja el arma, solucionemos esto como hombres -le reté.
Para mi las armas de fuego eran de cobardes, era tan facil como presionar un gatillo, hasta los monos son capaces de eso, son destructivas, no tiene honor al arrancar la vida y no permiten al adversario demostrar que es digno del Valhalla.
-Baja el arma, luchemos como hombres.

Pero su sonrisa se ladeó como la de un demente ¿como encontrar honor en el que golpea a una mujer incapaz de defenderse.
-Katt -pedí con una suplica.
Ella poseía magia, lo había visto, Brook podría desviar una bala, podía hacer que la empuñadura quemara forzando al hijo de puta ese a soltarla pero ella por contra parecía un conejo asustado.

El tipo amartillo la pistola mas que dispuesto a dar sepultura a la joven a la que había llamado “zorra”
tampoco entendía bien esas normas de París en la que las mujeres debían ser castas para su marido mientras los maridos fornicaban con fulanas alegando que sus mujeres eran demasiado mojigatas.
Entendí en ese instante a padre porque odiaba París.
-Esta bien -dije elevando las manos finalmente mientras soltaba el mango de la espada -ella no ha tenido nada que ver en esto. No ha sido una ramera, su virtud sigue intacta -mentí – somos forasteros, mi hermana tuvo un percance, enfermo gravemente y su “hija” solamente se ha encargado de cuidar de ella durante la noche.

Con las primeras luces del alba salió corriendo de casa, mi hermana esta mejor, solo he venido para agradecer su buena acción, pero al escuchar como le gritaba me sentí en la obligación de interceder por ella.
Baje el arma, por favor, esa mujer no ha cometido pecado alguno, ni deshonrado nada.

Durante unos minutos el silencio invadió la cámara, aquel tipo meditaba la veracidad de mis palabras, la hechicera temblaba aterrada mientras yo trataba de buscar el movimiento de la siguiente jugada.
-El conde Höor Cannif, mi padre, le agradecerá haber salvado a Sol, no dude que esto que ha hecho su “hija” sera recompensado en cuanto informe al conde de su buena acción.

Deje entrever que por contra si disparaba ese gatillo, tendría el peso de la ira de un conde, algo que no era poca cosa pues con facilidad podría echarsele encima la realeza.
-Por favor baje el arma y hablemos como hombres. Estoy dispuesto a desposarme con ella, me agrada, mi dote será elevada, baje el arma.

Por unos instantes lo vi dudar, el nombre de mi padre era conocido en París porque hubo una época en la que vivió allí, era un hombre poderoso y muchos de los aristócratas hubieran casado con gusto a sus hijas con el bárbaro a cambio de un buena dote y posición, peor como todo mal mentiroso y bueno, no es que lo fuera, pues is era su hijo no caí en que en este tiempo padre era soltero y si bien era cierto estaba en París no tenía hijos, ni siquiera yo el mayor de todos ellos y que me encontraría años después en una aldea acogiéndome como hijo.

Todo pasó a cámara rápida, la pistola se alzó de nuevo y el ruido sordo me llevó a apretar los dientes y a cerrar los ojos.
Rugí furibundo corriendo para sujetar el cuerpo de Katt que ahora arrodillado trataba con sus manso de detener la hemorragia.
-Tranquila, voy a llevarte al medico -susurré acariciando la ternilla de su oreja con mis labios.
Presioné con fuerza la herida de su vientre arrugando sobre esta la tela de su propia falda, perdía demasiada vitae y de seguir así no habría mujer que salvar en aquella estancia.
-Si no hacemos nada se morirá -rugí alzándome de golpe para interponerme en la dirección que de ser disparada hubiera seguido la segunda bala.

Me lancé sobre el con violencia, ambos caímos al suelo enredados en una gesta que el viejo tenía ya perdida y tras un par de puñetazos que ensangrentaron su rostro logre que la pistola que aun llevaba presa de su agarre y que trataba de volver a disparar esta vez sobre mi saliera disparada hacia una de las esquinas de la sala.
En el forcejeo pudo ver el emblema de la casa, si era hijo del conde Cannif, mas este me confundió con mi padre, de seguro trataba de encajar porque había mentido pudiendo decir que era el mismo conde de los países bajos y no su hijo.

Un puñetazo llevo descanso a su mente frágil dejándolo noqueado y sin mas corrí hacia la hechicera alzándola en volandas.
-Dime donde esta el hospital y sobre todo, no te duermas -pedí corriendo hacia el exterior del caserón.
Mi corcel me esperaba fuera, así que tras ayudar a la joven ladrona a montar sobre le de un salto me encaramé en su lomo poniendo marcha hacia la dirección que marcaba el dedo de Katt.
-¿Por que lo hiciste? ¿Robar el libro? -pregunté presionando su herida con mis manos, sintiendo el fluir de la sangre caliente entre mis dedos -aguanta Katt, vas a salir de esta.

Cuando alcanzamos el edificio la hechicera era incapaz de mantenerse con los ojos abiertos, su cuerpo caía a plomo contra el mio y sus pulsaciones eran tan débiles que casi resultaban inaudibles.
-Vamos pequeña, un último esfuerzo -pedí al bajarla del caballo para entrar completamente ensangrentado al hospital con ella entre mis brazos.