AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Shut up and give me your best shot [Lylah]
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Shut up and give me your best shot [Lylah]
La búsqueda de víctimas adecuadas es probablemente la tarea más importante en la vida de un vampiro. Por no decir la única que realmente tiene importancia. No sé cuántas noches han pasado, cuántos días sin probar un bocado decente. La verdad es que cuando intentas mantener un perfil bajo para no ser descubierto, la selección de aperitivos es bastante limitada, por lo que acaba siendo imposible obtener una satisfacción que en cualquier otro momento hubiera sido muy sencilla de alcanzar. La comida siempre sabe mejor cuando te entra por los ojos, cuando inunda tus sentidos. Cuando el paladar, el tacto, y especialmente el olor, te seducen por completo. Pero si te ves obligado a tomar lo primero que encuentras, por muy decente que haya sido seguirá sin ser bastante. Para mi no es suficiente. Cuando no se me permite elegir a mi presa, me vuelvo más violento, más necesitado. Y sigo bebiendo, sigo devorando, porque por muchos cadáveres que se acumulen, mi sed no se calma. Igual que un humano que sólo puede alimentarse de un mendrugo de pan, un vampiro que debe conformarse con presas mediocres, siempre seguirá hambriento. Y yo estoy hambriento. Desesperado. Furioso. Intranquilo. Y esa no es una buena combinación.
Cobijado por las sombras, me desplazo a paso rápido por la ciudad, hasta uno de esos lugares donde humanos de toda clase, condición y sabor acuden a ocultarse de miradas indiscretas, para pasar a dejarse llevar por diversos vicios. Creo que este hecho es el único que aún soy capaz de comprender, acerca de la naturaleza humana. La necesidad de romper de la rutina, de escapar de ella, y de hacerlo guiándose por sus más bajos impulsos, por deseos que los asemejan a animales. Lo comprendo porque para mi también es necesario. Ellos beben, tienen sexo, se vuelven violentos. Yo anhelo su sangre. La busco de forma desesperada. Por eso este es el mejor lugar para encontrar un manjar digno de mi estricto paladar. Una comida que, por fin, me haga sentir totalmente satisfecho. Además, los humanos desesperados por escapar de la realidad, a menudo se hacen menos preguntas acerca de sus compañías. Esto es beneficioso por varios motivos. En primer lugar, me ahorra el molesto paso previo de tener que correr y cazar activamente a mi víctima. Los escándalos no son algo que necesite en estos momentos. Sobretodo porque ella se percataría de que he vuelto a hacerlo. ¿Quién necesita añadir más fuego a una relación que ya de por sí es bastante complicada? Y en segundo lugar, la sangre sabe mejor cuando la presa no se da cuenta hasta el último momento de que estaba siendo acechada.
La gente se mezcla de forma desordenada en el interior de este tugurio. Y así como las personas se esparcen por el lugar, también lo hacen los aromas, que golpean de forma molesta mis fosas nasales. Alcohol, en gran medida, pero también una compleja mezcla de colonias (caras, baratas, dulces, chispeantes) y sudor. De estar vivo probablemente me causaría náuseas, pero hace mucho que respirar no es necesario para mi. Me acerco a la atestada barra con la mirada fija en la joven camarera que se pasea de un lado a otro tomando órdenes. Es lo bastante hermosa y lo bastante joven para mantener a los clientes masculinos ocupados, y probablemente ese es el motivo de que se encuentre ahí. Pido una copa del vino más caro que se me ocurre, como temporal sustituto de la sangre que, más tarde, voy a consumir. Y así empiezo mi búsqueda. Como el ave nocturna que permanece escondida, acechando a la presa, me mantengo alerta pero sin ser detectado. Después de todo, no hay ninguna diferencia a simple vista entre mi persona y el resto de borrachos que están ahogando sus penas a mi alrededor. Y es que el mejor depredador es aquel capaz de camuflarse con su entorno.
Cobijado por las sombras, me desplazo a paso rápido por la ciudad, hasta uno de esos lugares donde humanos de toda clase, condición y sabor acuden a ocultarse de miradas indiscretas, para pasar a dejarse llevar por diversos vicios. Creo que este hecho es el único que aún soy capaz de comprender, acerca de la naturaleza humana. La necesidad de romper de la rutina, de escapar de ella, y de hacerlo guiándose por sus más bajos impulsos, por deseos que los asemejan a animales. Lo comprendo porque para mi también es necesario. Ellos beben, tienen sexo, se vuelven violentos. Yo anhelo su sangre. La busco de forma desesperada. Por eso este es el mejor lugar para encontrar un manjar digno de mi estricto paladar. Una comida que, por fin, me haga sentir totalmente satisfecho. Además, los humanos desesperados por escapar de la realidad, a menudo se hacen menos preguntas acerca de sus compañías. Esto es beneficioso por varios motivos. En primer lugar, me ahorra el molesto paso previo de tener que correr y cazar activamente a mi víctima. Los escándalos no son algo que necesite en estos momentos. Sobretodo porque ella se percataría de que he vuelto a hacerlo. ¿Quién necesita añadir más fuego a una relación que ya de por sí es bastante complicada? Y en segundo lugar, la sangre sabe mejor cuando la presa no se da cuenta hasta el último momento de que estaba siendo acechada.
La gente se mezcla de forma desordenada en el interior de este tugurio. Y así como las personas se esparcen por el lugar, también lo hacen los aromas, que golpean de forma molesta mis fosas nasales. Alcohol, en gran medida, pero también una compleja mezcla de colonias (caras, baratas, dulces, chispeantes) y sudor. De estar vivo probablemente me causaría náuseas, pero hace mucho que respirar no es necesario para mi. Me acerco a la atestada barra con la mirada fija en la joven camarera que se pasea de un lado a otro tomando órdenes. Es lo bastante hermosa y lo bastante joven para mantener a los clientes masculinos ocupados, y probablemente ese es el motivo de que se encuentre ahí. Pido una copa del vino más caro que se me ocurre, como temporal sustituto de la sangre que, más tarde, voy a consumir. Y así empiezo mi búsqueda. Como el ave nocturna que permanece escondida, acechando a la presa, me mantengo alerta pero sin ser detectado. Después de todo, no hay ninguna diferencia a simple vista entre mi persona y el resto de borrachos que están ahogando sus penas a mi alrededor. Y es que el mejor depredador es aquel capaz de camuflarse con su entorno.
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 04/01/2014
Localización : Bajo tierra
Re: Shut up and give me your best shot [Lylah]
Eva y sus Trece Perfumes
-No entiendo aún porqué puso aquí la cita.- pensó al mirar el lugar, no era porque le molestara estar con todo tipo de personas o por la música, pero había que decir que no le gustaba estar fuera de casa, menos en otro entorno que no fuera el mercado por algo especial o su perfumería. La razón por la que le disgustaba estar en ese lugar era porque el ambiente estaba muy pesado, se sentía mareada y pesada, la piel la tenía por completo erizada bajo aquel vestido y fino abrigo. Sus cabellos de aquel dorado falso brillaban con las velas, el rojo como siempre estaba oculto bajo aquel conjuro y tintura, y para dejar pasar los minutos de espera, observó a los que la acompañaban en el bar y a los que llegaban, una rápida y ruidosa chica con un hombre mayor y notó a una prudente distancia a un joven de cabellos negros y aura de evidente de vampiro. - Lo sabía. - pensó, ahora hallaba la razón de su piel chinita. Supuso que estaba hambriento por el aura que tenía, más pálida y aún más descontrolada. Una camarera atravesó la mesa de él, era bella y Lylah notó cómo el vampiro la miraba, frunció un poco el ceño, pero no dejó de observar bajo perfil. La bruja tenía un pedido sobre el regazo, rectangular y no tan alto en papel rosa claro con un lazo de seda fucsia. Once fragancias para las hijas de un comerciante de especias. Todas diferentes y con los aromas que habían deseado. Pero en realidad llevaba doce. Coco, pachuli, vainilla, lila, frambuesa, azucena, cedro y cítricos, naranja, miel y frutos rojos, chocolate, manzana y canela y el suyo, rosas rojas. Lylah percibió un tercer perfume femenino. Cerró los ojos. -Bergamota y limón...- susurró. -¿Desea algo más de tomar o desea comer?- Lylah meneó la cabeza con una sonrisa al posar sus orbes sobre la moza que les había causado interés a ambos, bruja y vampiro, por diferentes razones. -Huele delicioso.- dijo animada la jovencita. - Buen olfato. Podéis ir a la perfumería donde trabajo, se llama La Rosa de los Vientos.- habló con su hilillo elegante y fino de voz, la mujer encontraría fácil el lugar donde una rosa dorada adornaba la fachada en un blanco letrero colgante. Sobre querer algo...-Sí, deseo otra buena copa de este vino y deseo...- miró al vampiro procurando evitar en contacto visual. - Quiero que os vayáis de este lugar.- terminó como un suave consejo, para no tener que usar sus poderes. La muchacha la miró confundida. -¿Por qué?- le preguntó asustada. -¿Hice algo malo, madame?- volvió a indagar y la Rosenkreuz movió su mano con suavidad casi etérea. -No. Pero si no os vais os va a pasar algo malo. No por mí. - aclaró, la muchacha paseó su mirada por el restaurante, sin encontrar quien pudiera significar o parecer una amenaza, y Lylah fue consciente de que sabía desde el principio, que casi nunca nada funcionaba por las buenas. - Dadme otra buena copa de este mismo vino e iros de este lugar.- fue más imperativa sin desearlo, luego de colocar su mano sobre la de ella, sin aún atreverse a intervenir con sus poderes. ¿Debía hacerlo o dejar vivir al vampiro? ¿No estaría sencillamente paranoica por estar en un lugar desconocido y poco deseado? La camarera la miró indignada, parecía triste. - No la entiendo, pero le traeré el pedido.- y la bruja la vio caminar a la cocina con cierta desazón y no miró al vampiro, malo porque no pudo saber si él había notado su sutil consejo o su vano intento o si la camarera había decidido escucharla, pero creía que no...debía haber usado su magia o haber buscado mejor las palabras para explicarle. Aún le faltaba demasiado para ser como su abuelo su padre. La espera la asesinaba lento, era difícil no poder creerse juez, así podría intervenir directamente con el curso de los acontecimientos y terminar con cualquier tragedia. O podría levantarse y saber si en realidad la mirada del vampiro a la camarera era de sed o su juventud y temores aún jugándole bromas. Largos segundos después y algo tarde entendió que si había intervenido en el ciclo de la vida, poco o nada daba igual y el interés por saber le ganó, giró la cabeza buscándolo con sus ojos esmeraldas y … |
Friðþjófr Yngvarr | Taberna | París
TY Yconia
Lylah Rosenkreuz- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 24/08/2017
Localización : París
Re: Shut up and give me your best shot [Lylah]
No tardo demasiado en darme cuenta de que probablemente este viaje hacia el centro de la ciudad ha sido en vano. Primero, porque es difícil identificar los aromas entre tanto olor diferente, y segundo, porque la sangre de borrachos nunca ha sido de mi agrado, y así es como está la mayoría. Las pocas mujeres que hay se contonean de mesa en mesa, buscando ellas mismas una presa pero de otro estilo, dejando bastante claro a lo que se dedican. Una de ellas se acerca a mi, y trata de darme charla tras sentarse en mi regazo sin que yo le haya dado permiso para hacerlo. Arrugo la nariz, entre molesto y asqueado. Apesta a colonia barata y a esencia de incontables hombres. Si recordara cómo se siente al tener náuseas probablemente éstas me asaltaran en este preciso momento. Dejo de respirar mientras está encima mío, y me dedico a mirarla con expresión de aburrimiento, examinándola. Es lo bastante joven para que su sangre pueda llegar a saber bien, pero el aspecto de su piel y, sobre todo, de sus dientes, me hace dudar honestamente de que esté completamente sana. La sangre de enfermos me deja un regusto extraño y no es nada sabrosa, así que la descarto de inmediato. Tomo la copa de vino y bebo de ella con avidez, ignorándola, hasta que ésta se cansa de mi silencio y comienza a hacer aspavientos y a contarme su vida. No me interesa, así que no la escucho.
- ¡Oh, vamos! Hágame un poco de caso, de todos los presentes usted es el más atractivo, y una chica como yo no quiere irse sola a casa, es peligroso, ¿sabe? -"No hace falta que lo jures", quise decir, pero me mantuve callado para luego alzarla y dejarla de pie, sin inmutarme ni hacer demasiado esfuerzo.
- Lo siento pero yo no necesito esa clase de compañías. No pienso pagar por algo que consigo fácilmente gratis. Y de mejor calidad -Mi falta de modales la hace fruncir el ceño, y la lleva a arrojarme lo que queda de mi vino a la cara. Me limpio sin darle mayor importancia. Todo lo que quiero es que se marche de mi vista, y eso ya lo he conseguido. Entonces, ella se acerca a mi, y ahora sí, una blanca y brillante sonrisa se instala en mi semblante. Ella se ruboriza levemente, y me doy cuenta de que probablemente en su trabajo, no se encuentre a clientes que se fijen más en su rostro que en el escote que seguramente el dueño le obligue a llevar.
- Disculpe lo sucedido, por desgracia no tenemos forma de controlar quien entra al local, así que a veces pasan cosas como esta. ¿Se encuentra bien? -Me dice mirándome de reojo, tímidamente, mientras hace un gesto con la mano, ofreciéndose para limpiarme las pequeñas manchas de vino que ahora decoran mis ropajes. Asiento con simpleza, y dejo que haga, aprovechando su despiste para respirar su aroma con sutileza. Magnífico. No es difícil notar que es la única en el antro capaz de satisfacer mis expectativas. Desde ese preciso momento, y a pesar de que se aleja al cabo de unos minutos para seguir con sus tareas, no la pierdo de vista. Así que tampoco se me pasa por alto su reacción ante la conversación con una de las pocas clientas de la taberna. Enarco una ceja, clavando la mirada en la otra joven, y olvidándome momentáneamente de la camarera. Aunque ahora que ya la tengo en la mira, no hay forma de que se me escape. Es mía.
- Vaya, vaya, qué sorpresa. -No se me escapa el modo en que la mira, ni tampoco la forma de articular sus palabras. A pesar de haber fallado, es más que evidente lo que intentaba. ¡Curioso! Que en un sitio como este me encuentre no sólo a un magnífico aperitivo, sino también a alguien diferente. Me giro en el asiento y me coloco de forma que la joven y yo nos veamos frente a frente. La noto nerviosa, más a medida de que mi mirada se clava en su rostro volteado. Justo en ese momento, nuestras miradas coinciden, y sonrío de forma descarada, sin molestarme en esconder los colmillos. - Bonsoir, mademoiselle. -Digo articulando con vehemencia, de modo que aunque no me escuche, sea capaz de entender lo que le he dicho. Ahora tengo dos presas a mi alcance, ¿cuál será la escogida?
- ¡Oh, vamos! Hágame un poco de caso, de todos los presentes usted es el más atractivo, y una chica como yo no quiere irse sola a casa, es peligroso, ¿sabe? -"No hace falta que lo jures", quise decir, pero me mantuve callado para luego alzarla y dejarla de pie, sin inmutarme ni hacer demasiado esfuerzo.
- Lo siento pero yo no necesito esa clase de compañías. No pienso pagar por algo que consigo fácilmente gratis. Y de mejor calidad -Mi falta de modales la hace fruncir el ceño, y la lleva a arrojarme lo que queda de mi vino a la cara. Me limpio sin darle mayor importancia. Todo lo que quiero es que se marche de mi vista, y eso ya lo he conseguido. Entonces, ella se acerca a mi, y ahora sí, una blanca y brillante sonrisa se instala en mi semblante. Ella se ruboriza levemente, y me doy cuenta de que probablemente en su trabajo, no se encuentre a clientes que se fijen más en su rostro que en el escote que seguramente el dueño le obligue a llevar.
- Disculpe lo sucedido, por desgracia no tenemos forma de controlar quien entra al local, así que a veces pasan cosas como esta. ¿Se encuentra bien? -Me dice mirándome de reojo, tímidamente, mientras hace un gesto con la mano, ofreciéndose para limpiarme las pequeñas manchas de vino que ahora decoran mis ropajes. Asiento con simpleza, y dejo que haga, aprovechando su despiste para respirar su aroma con sutileza. Magnífico. No es difícil notar que es la única en el antro capaz de satisfacer mis expectativas. Desde ese preciso momento, y a pesar de que se aleja al cabo de unos minutos para seguir con sus tareas, no la pierdo de vista. Así que tampoco se me pasa por alto su reacción ante la conversación con una de las pocas clientas de la taberna. Enarco una ceja, clavando la mirada en la otra joven, y olvidándome momentáneamente de la camarera. Aunque ahora que ya la tengo en la mira, no hay forma de que se me escape. Es mía.
- Vaya, vaya, qué sorpresa. -No se me escapa el modo en que la mira, ni tampoco la forma de articular sus palabras. A pesar de haber fallado, es más que evidente lo que intentaba. ¡Curioso! Que en un sitio como este me encuentre no sólo a un magnífico aperitivo, sino también a alguien diferente. Me giro en el asiento y me coloco de forma que la joven y yo nos veamos frente a frente. La noto nerviosa, más a medida de que mi mirada se clava en su rostro volteado. Justo en ese momento, nuestras miradas coinciden, y sonrío de forma descarada, sin molestarme en esconder los colmillos. - Bonsoir, mademoiselle. -Digo articulando con vehemencia, de modo que aunque no me escuche, sea capaz de entender lo que le he dicho. Ahora tengo dos presas a mi alcance, ¿cuál será la escogida?
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 04/01/2014
Localización : Bajo tierra
Re: Shut up and give me your best shot [Lylah]
Papel y lápiz prestados
"Siempre se ha de conservar el temor, más jamás se debe mostrar." F.Q Sí, la estaba mirando. Sí, eran hermosos y gélidos ojos. Sí, su corazón se paró, un segundo que fue casi como ver su futuro y solo uno de silencio absoluto en su interior y en su pensamiento bastó, para que volviera a latir con la fuerza del que no desea morir... Pero del que tampoco desea vivir sin ser verbo, sin ser nada. El miedo no era una carencia de los Rosenkreuz, apodados Saint Germain como nuevo comienzo para sobrevivir. Para ellos dormir, trabajar, socializar - a su modo-, ayudar, investigar y aprender, respirar o siquiera soñar estaba cargado de pesado pero flexible miedo desde que se habían convertido en un objetivo que extinguir para la Iglesia y su Inquisición. Como humanos, alquimistas y brujos, como sabios y místicos, sabían que existía el miedo porque debía, era un elemento divino y así como llegaba, se aceptaba y así como se aceptaba, así se iba... Y así como para ellos dormir, trabajar, socializar - a su modo-, ayudar, investigar y aprender, respirar o siquiera soñar, estaba cargado de pesado pero mutable miedo, también había flexible y sincero coraje. Porque imposible cambiar la forma en que las cosas y el exterior habían llegado y llegaban a ella, pero si la forma de percibirlo, recibirlo y mucho más importante...qué hacer con él. Quizás sí había aprendido, aprendía y crecía más de lo que creía, quizás su tristeza y melancolía no era un impedimento para ello, quizás si podría con lo que debía. Con la obra y vida de su abuelo, con sus deseos. La alemana pensó que iba a levantarse al verlo moverse, debía temer con el conocimiento de que en menos de un segundo podía estar a su lado, que con solo el doble podría bañar la taberna con la sangre de todos y nadie se daría cuenta. Pero entre sus nervios y espera, vio como con calma y cinismo él se acomodaba sobre su asiento para verle mejor, para quedar frente a frente con ella. A pesar de las mesas, clientes, espacio y aire de París, ondas musicales y vocales, aromas, perfumes agradables y nauseabundos, Lylah vio su sonrisa, sus blancos y perfectos colmillos que no le asustaban, vampiros había visto, más le asustaban sus intenciones. Escuchó susurrante en su oído, erizándose su piel, el claro y vocalizado "Bonsoir, mademoiselle". Y Lylah al sentir el avanzar de la mirada del vampiro en ella la evadió. Porque era así, la sentía en su piel, intentando entrar en sus pensamientos más allá de sus orbes esmeraldas, como dos dagas de hielo golpeando en su espíritu. Pero no la evadió para correr, quizás pensó en marcharse como una opción, pero fue lejana. Sintiéndose una mujer con una misión, era una niña aún para pretender querer hacer algo más concreto o gigante por el mundo, a veces sentía que podía, otras que no, que nunca como sabría sus hermanos y sus antecesores, su tío y miembros de la orden lo harían. Pero...un grano de mostaza, pensó en lo que su abuelo decía...solo uno basta. Lylah dejó pasar clientes y meseras antes de verlo de nuevo. Dejó que llenara su copa la mesera, tal y como le había pedido, la vio volver a su trabajo y desatender su consejo, se notaba la atracción que sentía por el vampiro, la podía entender, ser joven y no haber probado algunos placeres, no la eximía de sentirlos, de verlos, de percibirlos, de maravillarse por ellos y de querer sentirlos...incluso quizás los malos, quizás. Para ella tal como para los Rosacruces, el problema en cuanto a placeres radicaba en los excesos. No pronunció otra palabra o consejo a la mujer, más allá de un gracias muy suave con la cabeza. Pero su deseo de que no fuera víctima, era fuerte, no desapareció por no ser escuchada, la soberbia no era uno de sus defectos por pulir, aunque siendo ser la sentía como desazón en la boca del estómago. La rubia falsa lo miraría unos segundos más, entre pestañeos tímidos y un semblante pacífico. Para el vampiro ojos humildes pero dignos, curiosos. Él se daría cuenta. Para ella reflexivos, meditativos...Él igual se daría cuenta. ¿Cómo entablar una conversación con tal ser sin exponerse demasiado? ¿Debería hacerlo? ¿Crear una conversación? Pero y si no... ¿Cómo dar a la camarera por lo menos un día más de vida sin usar sus dones con violencia? ¿Podría si los usaba ganar al vampiro?... El olor a vino llegó a su nariz, el recuerdo de la prostituta lanzarlo fue una guía. - Gracias.- dijo a la fuerza divina. - Tierra y agua, serán mis elementos como pluma y papel. Como en la tierra es en el cielo, como es en cielo es en la tierra y como el reflejo es el espejo. Tú mi espejo, yo tu reflejo.- invocó al su dedo índice posarse sobre la mesa, con él en sus pensamientos y ojos antes de que Lylah los bajara a la madera, el dedo se movió ligero y fluido sobre la lisa y a veces tosca superficie... Leería el vampiro a medida que las gotas de vino que olvidaron limpiar, tomaban sentido ante sus ojos sobre su mesa. Un saludo formal que para Lylah era un paso gigantesco. Y solo al darlo, pensó en lo que vendría. Sus ojos aguardaron, así como el miedo seguía respirando a su lado. |
Friðþjófr Yngvarr | Taberna | París
TY Yconia
Lylah Rosenkreuz- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/08/2017
Localización : París
Re: Shut up and give me your best shot [Lylah]
Mi presencia suele provocar, esencialmente, dos tipos de reacciones. Por un lado, están esos que se sienten irremediablemente atraídos por mi persona. Ya sea un añadido o una consecuencia de mi condición de inmortal, era algo que desde mi conversión ha sucedido. Como había pasado con aquella pesada prostituta, o con la dulce e inocente camarera que va a convertirse en mi manjar nocturno. Los ojos de ambas se ven arrastrados a mi rostro, a mis orbes, a mi cuerpo. Me analizan, se estremecen, y eso las hace reaccionar fisiológicamente. El ritmo de sus corazones se altera, empiezan a sudar, se relamen más de la cuenta o juguetean con sus cabellos de forma inconsciente. Todas esas señales muestran su receptividad, lo mucho que ansían que pose mis ojos sobre ellas. Y no, no es algo que esté limitado al género femenino. Un buen ejemplo era Eszti, o uno de los jóvenes que se acaba de voltear en la barra, y me está mirando con descaro. No es difícil saber qué es lo que todas estas personas quieren, y tampoco voy a negar que me resulta agradable que mis dones sobrenaturales tengan este tipo de efecto. No siempre es divertido estar corriendo tras mis presas. A veces el deseo ajeno me facilita mucho las cosas, y me ofrece un sinfín de posibilidades. ¿Quién dice que torturar a alguien dispuesto no es divertido? Se convierte en un juego, aunque el final de éstos siempre sea la noche eterna.
Luego están los otros, esos que al verme, que al notar mi esencia, se ven asaltados por una intensa sensación de miedo, de pánico. Éstos se dedican a mirarme de reojo, a evitar todo contacto, como si fingir que no están presentes o no se han dado cuenta de lo que soy, los descartara automáticamente, como si eso fuera a salvarles del peligro. Evidentemente, se equivocan. Si su aroma es lo bastante satisfactorio, poco o nada importa lo mucho que se resistan. Cuando quiero algo hago cualquier cosa para conseguirlo. Y si no puedo lograrlo por medio de los dones, tampoco descarto el uso de la fuerza. Después de todo, no es como si tuvieran nada que hacer contra mi. Soy más rápido. Más fuerte. Más viejo y, por tanto, mucho más listo. Este pensamiento, esta certeza, me hace sonreír. Algunos lo llamarían complejo de superioridad, pero yo lo llamo simplemente ser realista. Al principio de esta lucha de miradas furtivas, no cabe duda de que esa muchacha de pelo rojizo se encuentra dentro de esta segunda categoría. El hecho de que ella sea diferente le facilita saber la verdad de mi naturaleza. El miedo que siente es palpable. En la rigidez de su cuerpo, en cómo evita enfrentarse cara a cara. Incluso en su aroma. Pero lo que ocurre a continuación me hace dudar de esta afirmación. Leo las palabras que se forman ante mis ojos con una ceja alzada, y me carcajeo levemente. Curioso, muy curioso.
¿Es una invitación? ¿Una provocación? ¿O una simple forma de devolverme la ironía demostrada con mi repentino saludo? Sea como sea, me apetece jugar, sobre todo cuando el premio que se avista a lo lejos resulta tan visiblemente gratificante. La sangre de los humanos tiene muchos matices, y aquellos que se salen de lo común resultan especialmente excepcionales. No creo que vaya a ser fácil cazarla, sin embargo. Los dos sabemos del otro, y eso dificulta las cosas, pero no por eso deja de ser divertido. Cuando la camarera se acerca la tomo del brazo, obligándola a acercarse mucho más de lo necesario. Arrimo mis labios al oído ajeno, colocándole los cabellos tras la oreja, haciendo que se estremezca. - ¿Me haces el favor de preguntarle a aquella señorita de allí, por su nombre? -Susurro, para luego notar cómo se tensa de repente, la decepción recorriéndole el rostro en oleadas. Sus ojos gritan claramente, ¿por qué ella, y no yo? Lo que me hace sonreír de oreja a oreja. Antes de que se aleje para cumplir mi petición, la agarro de la cintura para atraerla hacia mi nuevamente. Un delicioso rubor recorre sus mejillas. - No te preocupes, sigues pareciéndome la más hermosa de este antro. -El alivio sustituye lo que antes era frustración, y ahora sí se aleja, contoneándose más de lo necesario, hacia la mesa señalada.
- Aquel caballero me pregunta por su nombre, señorita. Y también se ha ofrecido a pagar por lo que ha bebido. -Aunque quiere que no se note, es obvio que está incómoda. Señala en dirección hacia yo me encuentro, y cuando la otra muchacha me mira, vuelvo a sonreír de forma abierta y relajada, pero sin esconder mis malas intenciones. Sólo el tiempo dirá quién de los dos saldrá vencedor en aquella persecución. El astuto gato, o el valiente ratón.
Luego están los otros, esos que al verme, que al notar mi esencia, se ven asaltados por una intensa sensación de miedo, de pánico. Éstos se dedican a mirarme de reojo, a evitar todo contacto, como si fingir que no están presentes o no se han dado cuenta de lo que soy, los descartara automáticamente, como si eso fuera a salvarles del peligro. Evidentemente, se equivocan. Si su aroma es lo bastante satisfactorio, poco o nada importa lo mucho que se resistan. Cuando quiero algo hago cualquier cosa para conseguirlo. Y si no puedo lograrlo por medio de los dones, tampoco descarto el uso de la fuerza. Después de todo, no es como si tuvieran nada que hacer contra mi. Soy más rápido. Más fuerte. Más viejo y, por tanto, mucho más listo. Este pensamiento, esta certeza, me hace sonreír. Algunos lo llamarían complejo de superioridad, pero yo lo llamo simplemente ser realista. Al principio de esta lucha de miradas furtivas, no cabe duda de que esa muchacha de pelo rojizo se encuentra dentro de esta segunda categoría. El hecho de que ella sea diferente le facilita saber la verdad de mi naturaleza. El miedo que siente es palpable. En la rigidez de su cuerpo, en cómo evita enfrentarse cara a cara. Incluso en su aroma. Pero lo que ocurre a continuación me hace dudar de esta afirmación. Leo las palabras que se forman ante mis ojos con una ceja alzada, y me carcajeo levemente. Curioso, muy curioso.
¿Es una invitación? ¿Una provocación? ¿O una simple forma de devolverme la ironía demostrada con mi repentino saludo? Sea como sea, me apetece jugar, sobre todo cuando el premio que se avista a lo lejos resulta tan visiblemente gratificante. La sangre de los humanos tiene muchos matices, y aquellos que se salen de lo común resultan especialmente excepcionales. No creo que vaya a ser fácil cazarla, sin embargo. Los dos sabemos del otro, y eso dificulta las cosas, pero no por eso deja de ser divertido. Cuando la camarera se acerca la tomo del brazo, obligándola a acercarse mucho más de lo necesario. Arrimo mis labios al oído ajeno, colocándole los cabellos tras la oreja, haciendo que se estremezca. - ¿Me haces el favor de preguntarle a aquella señorita de allí, por su nombre? -Susurro, para luego notar cómo se tensa de repente, la decepción recorriéndole el rostro en oleadas. Sus ojos gritan claramente, ¿por qué ella, y no yo? Lo que me hace sonreír de oreja a oreja. Antes de que se aleje para cumplir mi petición, la agarro de la cintura para atraerla hacia mi nuevamente. Un delicioso rubor recorre sus mejillas. - No te preocupes, sigues pareciéndome la más hermosa de este antro. -El alivio sustituye lo que antes era frustración, y ahora sí se aleja, contoneándose más de lo necesario, hacia la mesa señalada.
- Aquel caballero me pregunta por su nombre, señorita. Y también se ha ofrecido a pagar por lo que ha bebido. -Aunque quiere que no se note, es obvio que está incómoda. Señala en dirección hacia yo me encuentro, y cuando la otra muchacha me mira, vuelvo a sonreír de forma abierta y relajada, pero sin esconder mis malas intenciones. Sólo el tiempo dirá quién de los dos saldrá vencedor en aquella persecución. El astuto gato, o el valiente ratón.
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
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Localización : Bajo tierra
Re: Shut up and give me your best shot [Lylah]
Deseos y anhelos. Tiempo.
"NECESITO del mar porque me enseña: no sé si aprendo música o conciencia: no sé si es ola sola o ser profundo o sólo ronca voz o deslumbrante suposición de peces y navios. El hecho es que hasta cuando estoy dormido de algún modo magnético circulo en la universidad del oleaje. No son sólo las conchas trituradas como si algún planeta tembloroso participara paulatina muerte, no, del fragmento reconstruyo el día, de una racha de sal la estalactita y de una cucharada el dios inmenso. Lo que antes me enseñó lo guardo! Es aire, incesante viento, agua y arena. Parece poco para el hombre joven que aquí llegó a vivir con sus incendios, y sin embargo el pulso que subía y bajaba a su abismo, el frío del azul que crepitaba, el desmoronamiento de la estrella, el tierno desplegarse de la ola despilfarrando nieve con la espuma, el poder quieto, allí, determinado como un trono de piedra en lo profundo, substituyó el recinto en que crecían tristeza terca, amontonando olvido, y cambió bruscamente mi existencia: di mi adhesión al puro movimiento." P.N Su abuelo siempre decía que el tiempo es una de las más importantes circunstancias y realidades a la que el ser humano debe adaptarse, darse cuenta de su lugar ante tan grande titán, devorador de vida, de deseos y sueños, de acciones y hubieras, de amores, dador de vida, de experiencias y de canas y arrugas. Tiempo...tiempo que le mataba, esperando la reacción del vampiro a su intrépido acto. Tiempo que era ansiedad que ella disfrazaba de paciencia, de esa que solía tener siempre, la que de hoy en adelante tendría que decir... Lylah Rosenkreuz era casi siempre serena, casi. Y siguiendo cada paso de él, el cómo leía las letras líquidas y cómo sonreía, comenzó a pensar que quizás había cometido un gran error. Intentando alejar a la mesera del predador la estaba acercando, Lylah apretó las manos con fuerza, sentía impotencia, ¿por qué los humanos era tan tercos? ¿ por qué se esmeraban en seguir corriendo directo al abismo sabiendo su existencia al final del camino? Porque veía que su advertencia a la mujer había pasado en vano, que ella deseaba al hombre que creía él era, que lo que más anhelaba era que aquellos labios, aquellos ojos, sus manos, su sexo fuera suyo...Anhelos y deseos, para ellos también tenía su abuelo y su bisabuelo consejos y reservas. Pero había algo extraño en su conversación, en las pocas palabras que intercambiaron. Lylah supo que hablaban de ella por las miradas que ambos le dedicaron. Ella de enojo por una razón que no entendió en aquel momento, él de interés y diversión. La pelirroja frunció el ceño y bajó la mirada sonrojada, era diferente cuando un asunto te tocaba directamente, todo se complicaba. Pronto levantó de nuevo su cabeza, digna, temiendo lo que se encontraría. Y que tuviera el cinismo de tocarle le hizo hervir la sangre. - Respira, Lylah. Céntrate, control, es solo una situación. Eres ama y señora de tus emociones. - se dijo para no levantarse y usar sus poderes, extendiendo sus órdenes a todos en aquella taberna. En momentos así, donde su paz se veía alterada, prefería y deseaba no tener ninguna misión familiar que continuar, ningún legado, no tener un mundo a quien proteger. Deseos y anhelos...suyos y de sus ancestros. ¿Deseo moverse de su lugar cuando la observó acercarse? No. Deseo saber lo que tenía para decirle, para contarle, lo que era claro él le había pedido. La miró a los ojos con cierta decepción, percibió y supo cuál era el sentimiento que los ojos de la mesera tenían para ella, eran celos mezclados con altivez, también escuchó lo que decía. La Rosacruz miró al vampiro sin semblante alguno que mostrara lo que su razón le había causado. Ni ella lo sabía, solo sentía que dentro de su pecho y su mente un mar se agitaba, confuso, curioso y deseoso de saber, de alejarla a la ingrata mujer del peligro, incluso era un mar perdido. - ¿Y qué desea que le diga, señorita?- allí iba la cordialidad falsa, la que deseaba que Lylah dijera que no para solazarse con él. No respondió, solo miraba al ser frente a ella entre parpadeos que deseaban seguir siendo valientes. - ¿Le digo que no?- insistieron, volvió a pestañear, más lento y la alemana la miró desde allí abajo. - ¿Que qué deseo?- le pregunto tomando su mano con pasmosa suavidad, si ya se lo había dicho hace unos minutos. - Deseo que te vayas.- esta vez solo dejó ir su don, lo dejó ser dominante y mandón como era, castrador, posesivo, abusivo. Y no se sintió bien, se sintió transgresora, mala, dictadora. Pero debía terminar lo que tenía pensado, debía hacer lo que debía hacer. Desenlazó con paciencia y con su otra mano libre el listón que cerraba su encargo, abrió la caja de fino papel rosa y sacó un pequeño envase de fino cristal azul celeste y tapa dorada, pachulí, demasiado fuerte para ocultar el olor de la mujer, demasiado normal para mezclarse con el olor de las calles en París. - Saldrás de aquí luego de que terminé de hablar, te aplicarás este perfume, todo. Luego irás directo a la ópera, evitando lugares solitarios y oscuros, comprarás un boleto para la planta baja, en el centro y al acabar, tomarás un carruaje que te lleve a mi perfumería la Rosa de los Vientos, ¿entendido?- colocó 20 francos sobre la mesa, la orden no perdió fuerza y contundencia a pesar de su culpa. Recibió como respuesta un asentimiento de cabeza y unos ojos lejanos, el perfume fue tomado y los pasos a la salida dados. El bamboleo de la puerta la tranquilizó, en parte. Ahora solo quedaba él y ella, o eso esperaba. Deseos y anhelos... Ahora lo siguiente. Lylah no necesitaba ser un vampiro o ser directamente de la realeza - ya que su bisabuelo había vivido sus últimos años como un conde, dándoles aquella fortuna tan misteriosa y aquel apellido elegante pero falso, que ahora portaban ella y su hermano mayor, que portaría su mellizo si estuviera con ellos - para exudar elegancia y etereidad, era algo con lo que había nacido, recordaba que siempre era la niña que todos deseaban cuidar, la que parecía más frágil, la que si el viento amenazaba con soplar fuerte corrían a proteger, la femenina y digna de exaltar, nunca le vieron como el bambú que su abuelo supo podía llegar a ser, flexible pero fuerte. Así que con la suavidad y finura que la rodeaban, se levantó de su asiento tomando la cajita que ahora sólo contenía 10 de los 11 perfumes, caminó erguida a la mesa que le esperaba como una cueva del lobo, una destapada y a simple vista, llena de personas que eran ignorantes al depredador que entre ellos estaba camuflado. Sus pasos fueron cortos, pausados y aún indecisos de ser, pero al final llegó, pocos metros, 2 o 3 tuvo que andar, para estar frente a él. Su pecho se expandía y distendía con el corazón latiendo agitado, ansioso bajo la capa, sus palmas se perlaron de sudor como su espalda, aún así su semblante se mantendría impertubablemente calmo. Dejó que sus ojos lo escrutaran con curiosidad e interés. Lo haría hasta que su inspección contemplativa acabó, hasta tener fuerza para apaciguar el mar de su interior. Una inclinación de cabeza como segundo saludo. - Mi nombre es Lylah, Lylah Rosenkreuz. ¿Y el vuestro?- dijo respondiendo a su duda. Y fue una sorpresa para ella decir su apellido real, fue quitarse un peso de encima que llevaba desde hace años, desde niña, fue gritar una verdad al viento, así se habían llamado sus ancestros. Rosenkreuz, esa era ella. ¿El porqué de hacerlo? Porque si salía viva de allí y él se decidía a buscarla, sólo encontraría su real apellido como un borrón en los anales de la historia, ella sólo sería un salto en el tiempo. - Al contrario de vuestra petición, me gustaría ser yo quien le invite a beber algo.- dijo colocando la caja rosa sobre la mesa, allí seguía el agua y las letras hechas con ella. - ¿Vino tinto?- preguntó sabiendo del gusto por aquel licor de algunos miembros vampiros de su orden, entendía el porqué de tal predilección. Un interesante placebo. Tomando asiento con el mismo garbo y finura, arregló sus faldas, posó sus manos sobre la mesa entrelazándolas entre sí, pero no estaba perdiendo su tiempo mientras mantenía sus ojos fijos en los penetrantes orbes de él, sabía que debía invocar protección. Y mientras pensaba en un hechizo que no se rompiera, en uno que la protegiera como firme barrera, llegó a su mente la extraña visión, por sus ojos, de que él era hielo y ella mar en plena tormenta de nieve. |
Friðþjófr Yngvarr | Taberna | París
TY Yconia
Lylah Rosenkreuz- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/08/2017
Localización : París
Re: Shut up and give me your best shot [Lylah]
Nunca entenderé esa extraña necesidad que tienen los humanos, algunos, al menos, de querer proteger a otros sin esperar obtener nada a cambio por tal servicio. No sólo me parece ridículo, sino también poco inteligente. ¿Qué es lo que pretende esta dama conseguir al arrebatarme mi presa predilecta ante mis propias narices? No ha sido nada sutil, he podido escuchar cada palabra, e incluso entender el propósito de éstas, al mismo tiempo que escapan por sus labios. Ya no tengo duda de lo que es, ni tampoco de que a pesar de haber dado ese imprudente paso para poner a la mujer a salvo, sigue estando tremendamente asustada. No la culpo. Mi semblante se endurece cuando observo a mi presa caminar por la puerta, hacia el exterior, con la expresión confundida y la mirada perdida. No es que me preocupe demasiado, ya que una vez algo capta mi interés no lo dejo escapar. Me aseguraré de encontrarla después, y para ello usaré tantos recursos como me sean necesarios. Pero ahora el escenario ha cambiado, y de nada me servirá seguir pensando en lo perdido. Sin duda, el juego que nos traemos entre manos resulta mucho más emocionante, así que pienso aceptar el reto. Lo que ella no sabe es que al quitarme el aperitivo que pensaba tomar, ahora todos los presentes son potenciales víctimas. Todos actos traen consecuencias. Pero, aunque bruja, sigue siendo una humana. Y los humanos son demasiado estúpidos como para pensar desde otra perspectiva que no sea la suya.
- Su apellido me resulta vagamente familiar, señorita Rosenkreuz. Es bastante antiguo, si no me equivoco, pero no es procedente de Francia. ¿De dónde es? -Mi pregunta emana certero interés, y es que pocas veces me he topado con alguien que, a pesar del miedo, tiene las agallas de plantarme cara. Es curioso, demasiado interesante para ignorarlo. Aunque quizá lo más interesante sea el hecho de que a pesar de estar ambos intentando acorralar al otro, estamos teniendo una conversación casi normal. - Mi nombre es Friðþjófr Yngvarr, así que como imagina, yo tampoco soy de por aquí. -A pesar de haber viajado por el mundo durante milenios, nunca me ha gustado establecerme en un mismo sitio durante mucho tiempo. Dado que no soy de los que se controlan a la hora de cazar y causar estragos, las sospechas comienzan a rodearme demasiado rápido. Eso sumado a que no envejezco me convierte en una especie de nómada. No es algo de lo que me queje especialmente, sin embargo. Mi interés por el mundo humano es bastante reducido. Para mi, todas las sociedades son igualmente autodestructivas. Nacen, y mueren, tienen un tiempo finito. Mientras que yo, por mi parte, soy infinito. El tiempo no me afecta. Así que tampoco lo hacen las normas.
- Espero que comprenda que lo que ha hecho es bastante grave, y que no pienso darme por vencido tan fácilmente. -Cambio de tema al poco rato de silencio, yendo directamente al grano. Irme por las ramas no es lo mío. Nunca lo ha sido. Sonrío de forma siniestra, dejando que vea nuevamente mis atributos vampíricos. No voy a esconderme, ¿para qué? Los dos sabemos de la naturaleza del otro, precisamente por eso es tan divertido. - Tengo muy buen olfato, así que encontrarla no va a suponerme un gran problema. Además, ha sido usted poco cuidadosa. Podía oír todo así que sé dónde podré encontrarla. ¿Qué es lo que pretendía? Ha salvado a una, pero aquí hay decenas más... -Mis palabras, viciosas, buscan causar una reacción, es más que evidente. Dejo que mi vista vague por la sala, hasta que mis ojos se posan en ese joven que aún sigue mirándome, ahora con el ceño fruncido porque tengo compañía. Con un gesto de la mano le digo que se acerque. - Siéntate aquí, y hazme compañía toda la noche. -No necesité más palabras para hacer que el muchacho asintiera y tomara asiento sobre mi regazo. Más que una persona parecía un felino al que sólo le faltaba ronronear. EN un rápido gesto, acerco mis labios, y por tanto, mis colmillos, al cuello ajeno para rozarlo levemente. El chico se sonroja, y mi sonrisa se hace aún más tétrica. - Me limito a darles lo que quieren. ¿Acaso es tan terrible requerir un pago por ello?
- Su apellido me resulta vagamente familiar, señorita Rosenkreuz. Es bastante antiguo, si no me equivoco, pero no es procedente de Francia. ¿De dónde es? -Mi pregunta emana certero interés, y es que pocas veces me he topado con alguien que, a pesar del miedo, tiene las agallas de plantarme cara. Es curioso, demasiado interesante para ignorarlo. Aunque quizá lo más interesante sea el hecho de que a pesar de estar ambos intentando acorralar al otro, estamos teniendo una conversación casi normal. - Mi nombre es Friðþjófr Yngvarr, así que como imagina, yo tampoco soy de por aquí. -A pesar de haber viajado por el mundo durante milenios, nunca me ha gustado establecerme en un mismo sitio durante mucho tiempo. Dado que no soy de los que se controlan a la hora de cazar y causar estragos, las sospechas comienzan a rodearme demasiado rápido. Eso sumado a que no envejezco me convierte en una especie de nómada. No es algo de lo que me queje especialmente, sin embargo. Mi interés por el mundo humano es bastante reducido. Para mi, todas las sociedades son igualmente autodestructivas. Nacen, y mueren, tienen un tiempo finito. Mientras que yo, por mi parte, soy infinito. El tiempo no me afecta. Así que tampoco lo hacen las normas.
- Espero que comprenda que lo que ha hecho es bastante grave, y que no pienso darme por vencido tan fácilmente. -Cambio de tema al poco rato de silencio, yendo directamente al grano. Irme por las ramas no es lo mío. Nunca lo ha sido. Sonrío de forma siniestra, dejando que vea nuevamente mis atributos vampíricos. No voy a esconderme, ¿para qué? Los dos sabemos de la naturaleza del otro, precisamente por eso es tan divertido. - Tengo muy buen olfato, así que encontrarla no va a suponerme un gran problema. Además, ha sido usted poco cuidadosa. Podía oír todo así que sé dónde podré encontrarla. ¿Qué es lo que pretendía? Ha salvado a una, pero aquí hay decenas más... -Mis palabras, viciosas, buscan causar una reacción, es más que evidente. Dejo que mi vista vague por la sala, hasta que mis ojos se posan en ese joven que aún sigue mirándome, ahora con el ceño fruncido porque tengo compañía. Con un gesto de la mano le digo que se acerque. - Siéntate aquí, y hazme compañía toda la noche. -No necesité más palabras para hacer que el muchacho asintiera y tomara asiento sobre mi regazo. Más que una persona parecía un felino al que sólo le faltaba ronronear. EN un rápido gesto, acerco mis labios, y por tanto, mis colmillos, al cuello ajeno para rozarlo levemente. El chico se sonroja, y mi sonrisa se hace aún más tétrica. - Me limito a darles lo que quieren. ¿Acaso es tan terrible requerir un pago por ello?
Friðþjófr Yngvarr- Vampiro Clase Alta
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