La senda del tiempo {Priv.}

La senda del tiempo:

El escocés silbaba una cancioncilla mientras se frotaba las manos, en París hacía un clima extraño, tan pronto salía el sol, como la ventolera te dejaba el culo al aire, como te caía el chaparrón. Ya había acabado su jornada descargando las cajas de scotch. De todos los trabajillos que había ido encadenando ése era el que menos vomitivo le parecía, al menos de vez en cuando alguna botella "se caía" de una caja y le alegraba la noche.

París era una ciudad extraña, enorme, bulliciosa, llena de cosas asombrosas. Cuando llegó se sintió como si lo hubieran abducido los extraterrestres. No había salido nuca de su isla más que para ir al continente a pelear, de trinchera en trinchera, de pantano a bosque, de campamento en campamento. Había estado en Glasgow, en Edimburgo... pero aquello era muy distinto. Tenía que matar el tiempo hasta recibir noticias de su nuevo empleador en el arte de la guerra, posiblemente un poco más al norte, en los Paises Bajos.

No se cortaba un duro en vestirse como acostumbraba, con su kilt de tartan rojo y negro, el del clan McQuinn.Las faldas eran cosa de hombres, había que serño y mucho para llevar una, y él lo era. En raras ocasiones llevaba pantalones, ¿para qué?, eso hacía que se recalentaran unas partes del cuerpo muy valiosas. La gente lo miraba algo extrañada, en aquella ciudad donde las damas parecían mesas camilla donde no cabían más volantes y puntillas. Llevaba el pelo largo hasta mitad espalda, ondulado, recogido a veces en media coleta para que las greñas no le molestaran con el trabajo. Su arma estaba envainada guardada bajo una tabla suelta de la pensión donde se quedaba, tan sólo portaba un cuchillo al cinto. Era un bárbaro y un patán, un escocés ignorante y falto de clase, eso saltaba a la vista, pero McQuinn era algo más de lo que parecía, lo que pasa es que le interesaba aparentar justamente eso.

— ...siento que me vuelvo loco y me sumerjo en el alcohol ,las estrellas por la noche han perdido su esplendor ...— canturreaba mientras callejeaba por los suburbios en busca del Sally O'Brien, un pub irlandés al parecer. Al menos los vecinos de la isla verde sabían hacer cerveza y whisky y con suerte alguien entonase melodías tradicionales de esas que había escuchado mil veces en tabernas o con los hermanos de armas. Por el follón y el jolgorio que se escuchaba al enfilar la calle dedujo que debía ser allí, había dos irlandeses (porque con esas pintas sólo podían ser de allí, pelirrojos, blancos como la leche y morados del alcohol) en la puerta vocenado cosas a la gente que pasaba. Las prostitutas los provocaban al pasar y éstos respondían obscenidades y tonterías como era costumbre. Era casi como estar cerca de casa.

La mayoría de los irlandeses eran de cunas más bien bajas que habían ido a París tras el empuje de la industrialización, eran escandalosos, unos borrachos y exageradamente divertidos. Krystha conocía de sobra aquel pub, era de sus preferidos, el apellido Blackmore no decía nada a nadie y aunque al principio sorprendiera ver a un inglesa allí metida, siempre se hacía un hueco allí a donde iba, bebía como el que más, había aprendido a chapurrear sus canciones en aquel galimatías de idioma y no había whisky mejor en toda la ciudad. El local podía engañar a simple vista, pero había mucha diversión y buen ambiente, lo suficiente para que alguien como ella se distrajera y se olvidase de quién tenía que ser.

A veces aparecían uno o dos bocazas, con más alcohol en vena que buen juicio, pero qué sería un pub irlandés sin peleas cada cierta hora para amenizar, sacar a uno o dos a golpes, palmearse las espaldas y volver a sus respectivas bebidas. Lo normal era que los hombres acabasen de ese modo una o dos veces por noche, aquella había sido una noche infernal, ya llevaban cuatro de aquellos estallidos y los ruidos en la taberna se intensificaron en cuestión de segundos, pero esta vez los golpes estuvieron unidos a risas y provocaciones, en algún momento las risas acabaron y solo se escuchó el barullo de los muebles al caer al suelo y la puerta por la que McQuinn estuvo a punto de entrar dejó salir a un pelirrojo macizo que intentó con todas sus fuerzas agarrarse al marco de la puerta, pero un golpe seco más lo envió escaleras abajo, dando con el buen barro tras la llovizna que había acusado París durante varios días.

Los borrachos que agudizaban el ingenio con las prostitutas se quedaron un instante callados, porque el hombre empezó a quejarse, intentando levantarse. Por un momento todos estaban mirando hacia la puerta, donde una rubia jadeaba intentando recuperar el aliento con un labio sangrando y un pómulo extremadamente rojo.- Aprende a tratar a una dama.- Casi lo dijo con tono de reprimenda, como una madre amonestando a su hijo, como un tutor de muy alta categoría enseñando modales a un chiquillo malcriado y aquello desató la risa del resto de hombres, que no se esperaba que una muchacha de tan poca potencia física hubiera echado al orangután rojo de una paliza. Por supuesto, nadie allí podría decir que ella fuera una dama, parte de la gracia estaba en eso y un hombre le rodeó rápidamente, sacudiéndola como si se conocieran de toda la vida, alguien le puso una jarra en las manos y no preguntó ni siquiera qué era. Bebió un firme trago, aguantándose el escozor de su herida abierta y después miró al hombre, que era evidente que estaba intentando entrar y se había encontrado con el percal. Se hizo a un lado y cogió la puerta, para dejarle pasar con intención de volver después a la barra, donde había estado apoyada momentos antes.

Si su madre pudiera verla...Le daría un infarto.

El pelirrojo voló fuera de la taberna y tras él se asomó una jovencita rubia que parecía poca cosa increpándole y amenazándole con darle la paliza de su vida si no aprendía a tratar a las mujeres. Enarcó una ceja y esbozó media sonrisa. Vaya, vaya...qué genio.

Atravesó la puerta cuando la mujer lo dejó pasar y tras él se intentó colar el pelirrojo, pero el oso se giró con parsimonia y lo agarró del pescuezo lanzándolo de nuevo a la calle.

— ¿No la has oído? quieres que te lo explique yo?.— El irlandés alzó las manos con cara de fastidio, estaba "castigado" allí fuera por un rato, hasta que se le pasara el calentón, pero es que cualquiera le rechistaba a la mole con faldas.

Se acercó a la barra y pidió whisky de malta, doble y seco, al menos los hermanos de la isla verde sabían hacerlo decente. Estaban recogiendo algunas sillas tiradas del suelo y los músicos empezaron de nuevo a afinar el violín y la flauta para amenizar la noche, siempre era agradable escuchar esas melodías familiares. Se sentó sobre un taburete y observó de refilón a la muchacha.

— buen gancho de derecha. Soy McQuinn.— Se alzó sobre su envergadura y balanceó el cuerpo sobre la barra para alcanzar un paño blanco y limpio que estaba doblado al lado de los vasos, tendiéndoselo a Krystha para que se limpiara la sangre. Una mujer de generosas curvas se le acercó sonriendo con provocación y metiéndole el escote hasta la nariz. La agarró del culo, que aprovechó para percatarse de que estaba un poco blando, y le contestó.— ahora no, encanto, quizás más tarde.

La prostituta se levantó y fue en busca de otro cliente, aunque el grandullón le había hecho gracia. McQuinn tenía pensado empezar la noche bebiendo, pasándolo bien y quizás ya amanecería en algun burdel, pero era pronto para eso.

Krys ya estaba disfrutando de la bebida, no pensaba que el muy imbécil volviera a por otra ración, escuchó de refilón al gigante advertir al otro y miró un instante por encima de su hombro para darse cuenta de que el moreno le impidió el paso al payaso irlandés. Volvió la vista al frente, no por nada, no tenía ánimos para agradecer a nadie que le “protegiera” de alguien a quien ya le había partido la cara. Se las veía con bichos bastante más poderosos que un humano con muchos músculos, nunca se dejaba llevar por las apariencias y procuraba no subestimar a nadie, porque en su día se creía más de lo que era y su tía Ave se había encargado de bajarle los humos cuando era más joven. Ninguna pelea le parecía menos peligrosa que otra, al final ella seguía siendo una simple humana, pero se negaba a que la gente pensara que necesitaba protección de ningún tipo, se consideraba bastante capaz de cuidar de sí misma, aunque no por ello fue grosera o se enfadó con el desconocido, al final, le había hecho un favor al pelirrojo o habría acabado más que un poco magullado.

Se palpaba el labio partido cuando le tendió el trapo, ella lo cogió y lo mojó un poco en el alcohol que le habían dado antes de limpiarse cuidadosamente la susodicha herida cuando la prostituta se le echó encima. Antes de poder disimularlo se fijó en cómo el grandullón le daba un tiento a la fulana, siguió los tentadores pasos de la mujer y cuando la perdió poco después de vista miró nuevamente al hombre. Se frotó lo nudillos para limpiarse la sangre y las heridas, antes de tenderle la mano y estrechársela con energía.- Ebony.- Ni siquiera se lo pensó. No iba a decir su apellido, eso lo tenía claro y su primer nombre..Si se indagaba lo suficiente se podría descubrir, no era tan corriente, pero Ebony..Ebony solo le llamaba su familia, ni siquiera sus amigos más cercanos conocían o usaban ese nombre, así que era el más seguro de todos. No sabía en qué momento a ese desconocido le pudiera importar un reverendo comino quién era ella, pero Krys se había vuelto algo paranoica con el tiempo y prefería mantener sus responsabilidades lejos de esa taberna, donde se suponía que no tenía que preocuparse, pero quisiera o no, siempre tenía muy presente quién era.

- En realidad, mi mano buena es la izquierda.- Era zurda de nacimiento pero con el entrenamiento se había vuelto ambidiestra. Levantó el trapo para limpiarse la ceja y de paso hacer un gesto hacia él, como agradecimiento por el detalle.- No puedo imaginarme en qué momento iba a necesitar pagar para tener a alguien en su cama, señor McQuinn, ¿Tal vez porque es el camino fácil?

Miró a la joven enarcando una ceja y ampliando la sonrisa en su rostro, la barba no podía ocultar la chispa de diversión que iba implícita en ella.

— Así que la izquierda...estaría bien comprobarlo, si le arreas así con la mano mala debe ser un espectáculo digno de pagar entrada...Bonifacia.— Y punto, acababa de bautizarla porque sí, porque Ebony era un nombre repipi y cursi y no sabía pronunciarlo bien.— Así que soy demasiado guapo para pagar por sexo. Tienes toda la razón. Podemos entonces hacer negocios, yo no pago por ver tu gancho de izaquierda y tu no pagas por un revolcón conmigo.— le guiñó el ojo descaradamente y después se bebió medio vaso de whisky riendo entre dientes. Observó la cara de estupor de la chica y se encogió de hombros negando con la cabeza.— nah! no sufras, no eres mi tipo, me vería obligado a recitarte poemas y decirte cursiladas que sólo de pensarlas harían vomitar a todas las cabras de Escocia. ¿Qué hace una chica con tu clase en este tugurio? Ah! ya sé, espera... partir dientes a bocazas como yo. No lo intentes, yo no soy como ese pazguato, no quiero que te hagas más daño.

¿Bonifacia? Genial. Generaciones de tradición para que el bruto ignorante le jodiese el nombre en una milésima de segundo, por qué le había hecho gracia solo Dios lo sabía. Sonrió divertida, aunque el labio le recordó que no estaba para tonterías le dio igual. Levantó una ceja, así que también era pagado de sí mismo, qué cosas. Dejó que hablase, sin interrumpirle. Entrecerró ligeramente los ojos  cuando hubo algo en especial que llamó su atención y apoyó un codo sobre la barra, acomodándose sobre ella mientras miraba fijamente al grandullón.- No he hablado en ningún momento de  su…Gracia.. Ya sabe lo que dicen..Ande o no ande..-Inclinó la cabeza hacia un lado, divertida, antes de coger la jarra de alcohol y beber con tranquilidad, con las noches allí desperdiciadas se había acostumbrado al sabor, que la primera vez casi le hizo caer de espaldas.

- Oh, tranquilo, creo que puedo sobrevivir sin sus favores, sir Galán, me costará, créame, pero soy una mujer hecha para sufrir por un hombre y parir hijos, hallaré la forma para sobrellevar esta agonía. Y, por favor, no se corte, recíteme poesías eso sin duda haría que mis refajos se cayeran al suelo de una.

Volvió a beber, mirándole de reojo. Algo en sus palabras le provocó, no el burlarse de ella, no iba a pedir perdón por tener mucha más clase que cualquiera de los allí presentes y de cualquiera a varios barrios a la redonda. Era una Blackmore. Ella era La Blackmore y estaba orgullosa de sus orígenes, de sus padres y sobre todo de sí misma. Lo que más le había molestado era la idea de menospreciarla como luchadora, podría burlarse por ser mujer en un tiempo de hombres, pero no por no saber defenderse.- ¿Tanta gana tiene de descubrir mi derecha?- Se encogió de hombros, podría ser muchas cosas, pero no una bocazas como él. No presumía si no tenía de qué y él, fuera quien fuera, no le daba el más mínimo miedo, aunque si respeto. No era tonta, McQuinn era tres veces ella, pero estaba acostumbrada a pelearse desde su infancia, vencer tipos grandes era su especialidad.- No estoy aquí para partir la cara de bocazas como usted, eso se lo dejo a las prostitutas, que son las únicas mujeres que tiene al alcance. Usted, señor mío, no tiene la categoría suficiente para presumir de tener mi sangre estampada en su estúpida cara escocesa.

Uy, uy, uy...la pulga rubia se estaba cabreando, no había nada más divertido que hacer saltar las chispas de una mujer.

— Asi que la dama pija quiere una poesía...veamos.— Carraspeó y se aclaró la garganta con un trago de la jarra. Entonó con su potente voz hincando la rodilla en el suelo para declamar con más teatralidad.

Era grande el dolor
que sentía el señor burro
¡qué tragedia!¡qué agonía!
cuando le tiraban del rabo.
Pues es lo mismo que yo siento
cuando de ti me separo.

— ¡Ahí la tienes Bonifacia! no me digas que no es buena. Oh! oh! espera que se me ocurre otra:

Ayer soñé que pasaba por tu casa
y me tiraste un ladrillo;
pasaré mañana en sueños
para hacerte un castillo.
Soñé que me amabas,
soñé que me querías
y me caí de la cama
por soñar tonterías.

Los que estaban por allí estallaron en carcajadas de ver al grandullón haciendo el ganso inventándose poesías para una rubita elegante. Se levantó haciendo una reverecia al público y regresando a su jarra.

— Mi estúpida cara escocesa y yo nos hemos divertido mucho, le doy las gracias, Lady Bonifacia, que se nota a la legua que es una estirada inglesa..— le guiñó el ojo y siguió bebiendo.

Krystha era soberanamente orgullosa, a veces pecaba de engreída en según qué ocasión y cuando semejante bicho moreno se inclinó y se arrodilló delante de ella no pudo evitar mirarle con el mentón en alza, mirando de reojo hacia abajo con esa cara de absurda superioridad que todos los nobles parecían tener desde su nacimiento. No se sentía por encima de aquel escocés, pero si iba a recitar un poema al menos que tuviera al certeza de que sus oídos fueran receptivos y, sobre todo, que lo fuera su mirada clavada en él, por debajo de ella, claro que según estaba escuchando al pobrecito no le iba a dar lo suficiente la mollera para darse cuenta de que solo por el simple hecho de plantar una rodilla ante ella, fuera o no de broma, ya le estaba dando poder sobre él, cierta ventaja. Pero no se le podía pedir más a la criatura.

Una de sus finas cejas se arqueó al escucharle y una sonrisa se fue ensanchando en su estirado rostro. No se rió como los demás, pero le divertía ver a ese idiota soltando burradas, aunque era consciente que solo eran una burla y que pretendía ofenderla, tal vez fue el afán por hacer justo lo contrario a lo que él esperaba o que de verdad le había hecho reír, pero una suave carcajada salió de su garganta mientras le veía incorporarse y llamarle nuevamente niña pija. Tal vez lo fuera, no había ninguna duda, pero se había hecho con el ambiente de aquel bar de mala muerte y aunque al principio muchos reaccionasen de la misma forma que él, habían aprendido a respetarla o, si acaso, a tolerarla como uno más entre ellos.

Cogió su jarra de whisky y se giró hacia él. Caminó lentamente, a propósito, con los movimientos absolutamente controlados, un ligero movimiento de cadera, sutil, pero evidente. Se atrevió a levantar el brazo que sostenía el alcohol y apoyó el antebrazo en el inmenso y fuerte pecho del oso. Le miraba a los ojos fijamente, aunque fuera una mirada ardiente había algo en ellos, ese frío núcleo que advertía de que conocía cada parte de su cuerpo y sabía exactamente qué músculo y qué posición debía tomar para llamar la atención de alguien hacia donde ella quería, en este caso: Sus ojos. Tenía el brillo de un cazador, de un felino buscando una presa..O a un compañero.

- Se nota a la legua que es usted un hombre atormentado.- A menudo las personas más agresivas eran las que más cosas tenían que ocultar, intuía que detrás de las chanzas y bravuconadas había algo mucho más profundo, enterrado.  No conocía de nada al señor McQuinn, podría estar equivocada de principio a fin y se estaba jugando todo a una carta, a una absurda corazonada, pero merecía la pena con tal de cerrarle la boca.- Si con esas magníficas obras de arte no consigue compañía, le sugiero que lo intente con la que le voy a recitar. Con suerte apelará a la lástima de la susodicha y ni siquiera las prostitutas serán capaces de negarle un revolcón gratis. Las pijas, para fortuna de todas nosotras, estamos faltas de compasión. Pero tengo un alma misericorde y me apiadaré de usted. Escuche con atención.

Estaban muy cerca el uno del otro, de modo que tuvo que echar la cabeza hacia atrás, cerró las distancias entre ellos alzándose sobre la punta de sus pies, de modo que se acercó peligrosamente a su mejilla y susurró muy suavemente de modo que solo él pudiera escucharle, arrastrando las palabras, cargándolas del peso que exigía su significado.

Puedes llorar porque se ha ido,
o puedes sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva,
o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no lo puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartiste.

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a él le gustaría:
Sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

Era un antiguo poema escocés, que hablaba de o doloroso que era separarse de un hijo, una mujer, un amigo o un ser querido. Era muy conocido y popular, que a menudo se recitaba en funerales y despedidas extremadamente dolorosas.

Se separó de él, al principio solo unos segundos, para poder mirarle a los ojos con la presión de sus cuerpos aun demasiado cerca. Terminó de alejarse, dejando que hubiera espacio entre ambos. Le guiñó entonces un ojo y levantó su jarra de whisky hacia él.

the parting glass:

Hija de perra. Junto con "The parting glass" era el poema más recitado y cantado en las despedidas, el mismo que alguien lanzó al viento en gaélico cuando se hundió el barco que transportaba a su mujer Amarie y a su hijo Stan. La misma despedida que tuvo que tragarse con todo su dolor. Aquella niñata jugaba a conocerlo, a decirle que era un hombre atormentado y en verdad estaba tocando algo que aún sangraba a pesar de los años.

Miró al frente unos instantes calmando al oso interior, bebió de la jarra despacio y finalmente clavó sus intensos ojos azules en los de la señorita.

— Al menos mis seres queridos la escucharon desde donde quiera que estén, eso es algo que usted no podrá hacer porque nadie llora a las pijas despiadadas faltas de compasión.— regresó sus ojos a un punto fijo en el estante de detrás de la barra y acabó la jarra. Se le habían quitado las ganas de seguir bebiendo en esa compañía. Pidió una botella de whisky, la pagó y salió de la taberna. Las inglesas tenían literalmente un palo metido por el culo, eran horribles y crueles, se merecían la fama que tenían. Cuando el grandullón salió el pelirrojo entró de nuevo en el local al percatarse de que se había ido la mayor amenaza además de la rubita.

La noche era fresca, pero le daba igual sentía el desasosiego interior crecer y arder como un incendio. Hacía meses que no pensaba en ellos y esa niñata lo había conseguido. Caminó hasta un parque que de día debía estar lleno de críos jugando y se sentó en la hierba frente a unos columpios. Empinó la botella y dio buena cuenta de ella, el whisky le sabía amargo en los labios al pensar que su hijo podría haber alcanzado la edad suficiente para subirse a esas tablas colgantes, pero no valía la pena aferrarse al pasado, ya no tenía solución, Amarie y Stan eran sólo fantasmas en su mente desde muchos atrás.

Al ver la reacción del McQuinn se dio cuenta de que había dado en el clavo, lo que quería era provocarle, tal y como él había hecho con ella. Se lo tenía merecido, había mordido en su carne pensando que no iba a saber devolver el mordisco. Se giró en la barra y bebió de su propia jarra, así aprendería que no se debía juzgar a nadie por la apariencia, ella era una dama, una muy bien educada en la alta sociedad, pero también era una guerrera, una de las mejores cazadoras de la orden y podía cortar cabezas de vampiro desde que tenía quince años. Ese pub era el único lugar que había encontrado en el que nadie le miraba extraño, en el que le trataban como una mujer y no como la futura esposa de otro o la hija de alguien, nadie le miraba dos veces si llevaba pantalones, a todo el mundo le daba igual quién era y de donde venía..Menos a ese bocazas, que había aparecido para romper toda esa libertad que había conseguido.

Chasqueó la lengua y dejó la jarra ya vacía de un firme golpe, pidió whisky y dos jarras, que pagó antes de marcharse del bar, también se le habían pasado las ganas de beber y reír. Miró al tipo pelirrojo que acababa de sentarse y le dedicó una fría mirada de advertencia, porque no estaba de humor y antes solo había estado jugando.

No era muy consciente de por qué motivo lo estaba haciendo, tal vez porque la reacción del moreno le había parecido exagerada, así que la herida que había abierto su poema debía ser grande también. No pretendía ver el sufrimiento velado en aquellos claros ojos, solo quería devolverle un poco de su propia medicina, pero había tanteado terreno que nunca debió pisar. No fue difícil encontrar al monumental hombre, aunque no pudo evitar sorprenderse ante la ubicación. Le dejó ser durante unos momentos, tal vez dejándole el tiempo que necesitase para recuperarse, no quiso espiarle, pero en el fondo era lo que estaba haciendo y McQuinn parecía...Abatido, desarmado..Nada que ver con el hombre vivaz y risueño que había demostrado ser. ¿Ella había provocado eso..? ¿Era, en verdad, la herida tan, tan profunda? El oso había perdido a alguien importante de su vida. Alguien tan importante como para arrebatarle la alegría y dejarle hundido, como ahora le veía.

Se acercó a él despacio, hasta ponerse delante. Esperó, hasta que él decidiera levantar la vista para descubrir a quién pertenecían las botas.- ...¿Su hijo..?- No era de las mejores solo por sus habilidades físicas, le habían enseñado a ser hábil mentalmente, a explotar sus instintos al máximo. Y el grandullón, de todos los lugares posibles, se había detenido en unos columpios.

La había olido un rato antes, pero no se giró, sabía que esa niñata lo estaba mirando desde el callejón. Pegaba muy fuerte y con mucha técnica para ser una simple niña pija aficionada a las artes marciales, así que con toda seguridad sería cazadora y ahora iría en busca de su presa. Pues que comiera muchos macarrones, porque al oso no lo iba a tumbar una pulga rubia.

La dejó que se acercase, que se pusiera delante; elevó los ojos con gesto adusto y no le dirigió ni una palabra. Dio un trago a su botella y miró hacia otro lado dejando que el silencio se tornase tenso.

— ¿Buscando otro trofeo del que alardear? te equivocas conmigo, yo no soy ese irlandés borracho, si quisiera hacerte daño no me temblaría el pulso, así que lárgate y déjame en paz.

La inglesa estaba allí con pocas intenciones de largarse, eso lo podía ver cualquiera; el oso resopló volviendo a fijar sus intensos ojos claros en los de aquella descarada jovencita que se atrevía a plantarle cara inconscientemente, ajena a su naturaleza salvaje y animal, creyendo que sería sólo un desgraciado mercenario que buscaba en las tabernas darle sentido a su patética vida. Él había vivido ya sesenta años, acumulaba en su cabeza más recuerdos que el propio padre de esa ingrata, pero los osos solían ser los más sabios de los cambiantes y los mas cercanos a Gaïa y a sus preceptos.

Lanzó botella vacía hacia atrás y le cogió la que tenía en la mano colocándola en el suelo a su lado, marcando la línea donde podía sentarse Krystha, porque no la quería más cerca que eso.

— Mi mujer y mi hijo, se los tragó el mar hace mucho tiempo. A veces aún los veo en sueños.— ¿Por qué le contaba eso a una desconocida? y más aún ese tipo de desconocida que no dudaría en usar esa información en su contra de alguna manera, pero el caso es que la chica lo había ido a buscar y seguramente de haber querido divertirse, con el pelirrojo ya tenía bastante diversión fácil. Eso le daba un puntito de esperanza en la raza humana y en los ingleses, a pesar de todo.— La vida es muy corta y golpea muy fuerte como para ser una amargada, acéptame el consejo. Nunca sabes cuándo será tu útimo día ni la última vez que puedas sonreír. Creerás que soy una patán y un bobo que se ríe de cualquier cosa porque tiene una vida de mierda. Pues quizás tengas razón, llámame loco si quieres pero no pienso desaprovechar ni una sola oportunidad de arrancarle una sonrisa a alguien porque créeme, tendrás tiempo y oportunidades de sobra para sentirte miserable y beberte tus lágrimas.

No supo a qué se refería con el trofeo, tal vez con la pequeña pelea con el pelirrojo pero no había venido por eso, no perseguía a los hombres para meterles un puño en la cara, a no ser que tuviera motivos para ello y aunque por un momento quiso hacerlo, se le habían pasado las ganas. Le miró desde arriba, sin ninguna intención de irse y le tendió la botella, al final era una especie de tregua, una pipa de la paz. No había querido hacerle daño, ni sacar a la superficie un dolo tan profundo.

Eligió otro de los columpios para sentarse, y le tendió una de los vasos para que lo llenara aunque suponía que él no iba a querer el suyo. Bajó la mirada al escuchar aquella pequeña confesión, hubiera preferido no abrir esa boca suya y dejar que él se divirtiera a su costa, ¿Qué mal hubiera podido causar? Solo salía herido su orgullo, igual que en esos momentos, cuando le llamó amargada de nuevo. Le miró suspirando, pero no le contestó hasta que él no terminó de hablar, escuchando su consejo con atención, estaba acostumbrada a recibirlos. Su tía Ave se los daba al combatir, su padre a la hora de dirigir y el resto de los mortales en cualquier cosa que vieran oportuno, su madre le daba consejos sobre cómo sentarse correctamente o cómo hacer una recepción digna de los Blackmore. Todo el mundo tenía algo que decirle.

-Nadie es lo que parece.-Necesitaba esa bebida, así que al final le quitó la botella para beber ella misma, no lo hizo para demostrar que no era pija si no porque..Quería notar la absurda y estúpida valentía que daba el alcohol cuando corría por sus venas.- No he sentido la muerte de un hijo..Ni de una mujer, pero no se equivoque pensando que no se cómo se siente la pérdida señor McQuinn. Al contrario de lo que pueda creer, me estaba divirtiendo allí, me molesta que me llame pija y amargada, no lo soy. Tal vez si lo primero, pero este era el único lugar donde a nadie parecía importarle, entonces llega un escocés y mete el dedo en la llaga sin miramientos..No soy alguien al que muerden y no devuelve ese mordisco. Estaba divirtiéndome hasta que llegó usted, no me gusta que me infravaloren, pero esa no es excusa para haber apagado su felicidad. Créame cuando le digo que... Prefiero mil veces al borracho bocazas, que al hombre que veo ahora. -Le entregó la botella de vuelta por si él también lo necesitaba.- Perdóneme. Pagué con usted una deuda que no le pertenece.

Le había pedido disculpas, ¡la inglesa estirada se disculpaba! eso si que era una novedad.

what?:

— ¡Que me trinchen como a un pavo! ¿una inglesa disculpándose con un escocés? el mundo se ha vuelto loco. ¿Estás borracha?.— esbozó una sonrisa en medio de aquella tupida barba, rara vez dejaba que el desánimo lo embargase. Solía parecer un payaso, un bobo diciendo locuras, pero si no lo hacía así entonces la vida era un erial.— Tus padres pueden estar orgullosos de ti, han hecho un buen trabajo.

Dio un trago a la botella y levantó el trasero del suelo húmedo, había ido allí a sacudirse el mal humor que le había provocado Krystha al dar en una tecla sensible, pero disculpándose había cerrado la herida que había inflingido y no tenía sentido darle más vuelta.

— ¿Quieres divertirte de verdad?.— la miró con esa cara de tunante que a veces usaba para ligarse a alguna maretriz.— Venga vamos! y no te hagas ilusiones, no eres mi tipo, estás muy delgada.

Rió entre dientes mientras callejeaban por los suburbios y se detuvo frente a uno al que había que acceder bajando unos escalones y empujando una puerta de madera tachonada de clavos gruesos y guardada por un armario empotrado con unas barbas hasta el pecho.

En el local el ambiente era denso, flotaba el humo y olía a humanidad, se escuchaban gritos y jaleo y la gente se arremolinaba frente a una tarima cuadrada de madera que estaba a un metro de alto. Sobre ella una mesa, dos sillas y dos contendientes. Era una compatición de pulsos y la gente apostaba.

— ¡Vamos milady Bonifacia! yo me encargo de uno de esos gordos y tú de una de esas marimachas ¿que me dices?

En la lista de los pulsos había varios nombres buscando rivales y cuando preguntó esbozó media sonrisa, él de apuntó con un gigantesco tipo calvo y de brazos como rocas. [offrol: me callo lo que le sigue a rocas...jejejeje]

Para competir con Krystha había varias mujeres y ninguna de ellas estaba esmirriada, pero había un par que podían ser factibles.

Sonrió por su comentario y se incorporó al mismo tiempo que él. No le gustaba dejar las cosas sin resolver, era metódica en casi todo lo que hacía y se sintió mucho más aliviada en cuanto el hombre pasó página, aceptó las disculpas y siguió adelante como si nada. De pronto apreció mucho ese humor estúpido y esa cara que daban ganas de dejar sin dientes, desde luego era mil veces mejor que el hombre derrotado que hacía pocos minutos había encontrado. Le gustó ver lo rápido que podía recomponerse y dejar las cosas como estaban, con sencillez.- Aun no.-Respondió al estado de su embriaguez con una negativa, aunque cierto era que le faltaba más bien poco para empezar a sentir los efectos del alcohol.

Levantó una ceja, al principio pensó que se estaba refiriendo a lo más evidente, pero en cuanto comentó que no era su tipo no pudo evitar poner los ojos en blanco con soberbia. No era la más hermosa, pero no estaba de mal ver, eso hasta un ciego podría verlo. No tenía muchas carnes, eso era cierto, solo donde había que tenerlas.- Usted se lo pierde, McQuinn.- Le siguió por los callejones, ese local no le conocía y el gorila de hecho la miró con duda, parecía una pija de alta cuna y no encajaba para nada en lugares así pero como iba con el escocés no le dijeron nada.

Al entrar hizo una mueca, durante apenas un instante, los olores le impactaron como si fueran nauseabundas vísceras pero en cuanto respiró varias veces se le pasaron las arcadas, al final estaba acostumbrada y hacía tiempo que había aprendido a contenerse. Antes de ponerse a buscar a alguien contra el que medir su fuerza se acercó al oso y le pegó una palmada en el hombro con firmeza, luego señaló a un gorila que estaba jactándose de haber ganado en ese instante.- ¿Lo ponemos más interesante? Apuesto a que no puede con aquel.- Lo suyo no era precisamente la fuerza bruta, ella se valía de otras cosas para medirse con los seres que cazaba, al y al cabo siempre serían mucho más fuertes físicamente que ella, de nada le serviría ser un armario empotrado contra un vampiro de cientos de años.

¿Que no podía con aquel? ¡qué poco lo conocía! Ensanchó la sonrisa aceptando el reto y se plantó delante del calvo grandullón.

— Diez monedas a que te gano!!.— bramó para que los demás hicieran sus apuestas. El tiparraco tenía buenos brazos, pero no contaba con la fuerza oculta del oso. McQuinn no era pequeño y estaba fuerte, pero sobre todo es que tenía una reserva de fuerzas que sacaba cuando era necesario y que lo volvían un adversario complicado de vencer, pero eso el tipo calvo no lo sabía y aceptó el duelo con ese "escocés esmirriado". Se sentaron sobre la mesa del cuadrilátero y pronto la gente empezó a jalear y a gritar, animando a uno y a otro, pero más al calvo porque debía ser un habitual del lugar.

Dieron la señal y empezó el pulso, el gañán con cara d epocos amigos y la calvorota sudada, el escocés con su abundante melena oscura y rizada recogida en media coleta y las faldas colgando de la silla. Primero el brazo de McQuinn se inclinó ante el envite del adversario pero su estrategia era clara: resistir hasta que el otro se cansase y entonces darle la vuelta a la tortilla. Era un jodido oso de más dos metros cuando se ponía en pie, así que aguantó, concentrado, con los ojos fijos en él y la media sonrisa incrustada en su burlona cara. Aquello parecía no avanzar ni para uno ni para el otro, y en cuanto vio el menor signo de cansancio de su oponente invocó su fuerza con un rugido y consiguió que el calvo tocase con el dorso la mesa. La gente empezó a maldecir, aquellos que habían apostado en contra y otros lo celebraron burlándose del tipo grande por perder.

Stan levantó los puños a modo de señal de victoria y saltó ágilmente del cuadrilatero con un saquito en las manos, habiendo triplicado lo que había apostado.

— Lady Bonifacia, ahora puedo invitarte a un trago pijo donde quieras. A menos que quieras demostrar quien manda.

La rubia sonrió divertida y le siguió, aunque la marabunta de gente que se concentró al rededor de esos dos le impidió rápidamente ver desde una posición ventajosa, pronto fue arrastrada hacia atrás y suspiró negando con la cabeza. Así no iba a ver nada. Se fue a la barra, pidió dos whiskys y luego se subió a un taburete que había quedado libre, de ese modo podía ver con claridad lo que pasaba, al principio le sorprendió que la balanza no se inclinase hacia uno y otro lado, pero no le pasó inadvertido el detalle de que Stan no parecía ni siquiera en problemas, no dudaba de que el escocés fuera fuerte, pero el calvo tampoco se quedaba atrás, al menos debería haber sufrido un poco..¿No?

Cuando se puso en pie como un imbécil, llamándola por aquel ridículo nombre sonrió y se olvidó del tema. Era un necio con suerte. - Pensaba que no era su tipo, así que no hace falta que se tome la molestia de emborracharme con alcohol bueno.- Le tendió la jarra de whisky que era para él y asintió con la cabeza.- Es justo.-  Iba a perder, lo tenía asumido, no era fuerte, ella era diestra con la espalda, ágil, no un dos por dos.

Se bajó del taburete y le dio las diez monedas que debía al oso antes de buscar a una mujer, pero en vez de ser una bruta y soltar cualquier tontería, actuó con tranquilidad y le preguntó con toda educación si podría ella probar. Los que estaba alrededor se rieron, pero no le importó demasiado. Se sentó delante del cuadrilátero y colocó también las monedas que las chicas habían decidido apostar, una buena cantidad, teniendo en cuenta que la otra estaba segura de vencer a la cazadora.

Se colocaron en posición y desde el principio se notó que la contrincante llevaba la voz cantante, a veces hasta se tomaba la libertad de hacer una mueca de aburrimiento. Krystha mantuvo al resistencia tanto como pudo, apretando los labios, si que se le notaba que estaba un gran esfuerzo y ya era bastante sorprendente que la mujer no hubiera terminado ya, pero en cuanto notó que Krystha  era más fuerte de lo que podía parecer, imprimió más presión y notó algo por el rabillo del ojo, justo antes de que el dorso de su mano chocara dolorosamente contra la mesa. La mujer se levantó llevándose las monedas y jactándose de lo sencillo que había sido, pero Krystha no se levantó y colocó el doble de monedas en la mesa.- ¿Doble o nada?- La mujer la miró sorprendida al principio, pero luego se echó a reír y se encogió de hombros colocando la misma cantidad.

Todo empezó como al principio, ganaba la otra mujer por goleada y a Krystha se le escurrió una gota de sudor por el cuello, entrecerrando los ojos, totalmente concentrada, estaba oponiendo mayor resistencia que antes, había notado un movimiento raro en los tendones de esa mujer cuando imprimió la fuerza necesaria para vencerla, cuando intentó hacerlo de nuevo y vio aquel movimiento, juntó todas sus fuerzas, movió el hombro para que el ángulo afectara directamente al tendón que ella tenía evidentemente maltratado y la mujer chocó contra la mesa, más impactada que nadie y con un fuerte dolor en el brazo que no tardó en tocarse.

Krystha se levantó, jadeando y recogió las monedas como si nada, algunos gritaban obscenidades, hasta que otro comentó que había hecho trampa. Le molestó bastante y miró mal al hombre que lo había dicho. Le lanzó una moneda de las que había ganado.- Cierra el pico.- Fue de vuelta a donde estaba el escocés, guardándose las monedas.- Perdone, parece que causo problemas allá donde voy. Ahora puedo invitarle yo a beber algo decente que no sea este whisky rebajado, yo no tengo reparos en alegrarme la vista con usted.- Sonrió de medio lado quitándole importancia.- Algún día tendrá que aceptar que no soy tan pija, Lord McQuinn.- Lo dijo con tono de sorna, mientras bebía el whisky.

El oso enarcó una ceja, ¿cómo había hecho eso? la Lady inglesa estaba llena de sorpresas. Realmente los cazadores eran sorprendentes, ya que no contaban con ventajas físicas por su naturaleza humana, desarrollaban un ingenio y unas habilidades que el escocés estaba bien lejos de oler. Él era realmente tal cual se le veía: un tipo bruto, payasete y sin maldad, lejos de los pensamientos retorcidos, quizás pudiera parecer simple, pero más que eso, era sencillo.

— ¡Eh! yo seré un bruto y un ignorante, pero me llega el riego al cerebro para saber que este sitio no es adecuado para prácticamente nadie que no sea un cabestro o un animal de abasto. Así que te invito yo a un buen whisky. O me pondré a recitar poemas en el cuadrilátero...tu eliges.— le guiñó el ojo y se encaminó a la puerta.

Afuera el aire era frío y las campanas de Notre Dame cantaron las tres. No es que fuera muy tarde, pero si al día siguiente la señorita debía madrugar, empezaba a cruzarse la línea peligrosa.

— me alojo en una posada del puerto, y yo no tengo nada que hacer hasta que amarre el barco que me llevará de vuelta a Escocia, lo cual puede ser dentro de 6 o 7 días. Pero si tienes que regresar a tu casa, es el momento o mañana no rendirás, en lo que quiera que hagas de día.— ¿Estaba sonando como un padre? sí, definitivamente sí. Se pasó las manos por la cara.— ¿por las barbas de San Eduardo! parezco un carcamal aleccionando a su hija. Bleh! ya eres mayorcita para saber qué quieres hacer. ¿Seguimos la juerga?

El oso se había fijado en los movimientos de Krystha y no eran aleatorios, estaban muy medidos, lo cual indicaba que estaba entrenada y en plena forma. ¿Sería de las que cazan cambiantes? Lo averiguaría.

— He visto como has ganado y cómo le pegaste al pelirrojo del pub irlandés. Eres una cazadora. Tranquila, no soy ningun bicho raro tan sólo sé de vuestra existencia.— Bueno, es que para él un "bicho raro" no era un oso de dos metros y medio, los osos no contaban; se refería más bien a los vampiros, brujos y licantropos.— ¿vas por libre?.— Porque si era una cazadora solitaria podría tener problemas, había mucha abundancia de seres malignos poblando las calles.

Krystha se volvió a reír, tenía que admitir que el escocés era divertido.- Ya me parecía a mi que lord McQuinn encajaba perfectamente allí.- Caminó detrás de él para salir de allí, estaba contenta, no estaba a falta de capital pero algo más inflando su bolsillo no estaba de más.- Creo que ya hemos tenido poesía suficiente por hoy, no se esfuerce más.- Sonrió divertida, salir al exterior con el aire medio limpio de la ciudad le hizo comprender cuánto echaba de menos respirar y tomó aire con ganas. Se estiró suspirando, al escuchar las campanadas. ¿Qué tenía que hacer por la mañana? No recordaba si era un té con la señora Welling o era desayuno con su padre y los del ferrocarril.


Iba siendo hora de irse, si no quería desfasar demasiado, pero las palabras del moreno le hicieron dudar. ¿Se volvía a escocía? Le miró un tanto sorprendida y con sentimientos encontrados. Por qué le importaba si se iba o no era todo un misterio, pero se encontró deseando que el barco en dirección a su tierra natal quedase aun muy lejos. El tono condescendiente le sentó como una patada, ya no porque le hablase como si fuera una hija, porque eso era lo que prácticamente hacían todos con ella y su orgullo había desarrollado cierta inmunidad a la ofensa, pero que se lo dijera él. Le miró a los ojos atentamente, no se había fijado tanto en el bruto hasta ahora, intentando descubrir cuántas arrugas tenía, cuántos años podría tener. ¿Tanta era la diferencia como para que le tratase así? Que fuera de su tipo estaba ya descartado, pero no hacía falta que se pusiera por encima de ella como si fuese una cría.

Ya había decidió que era hora de marcharse, tal vez por las palabras del oso, por tratarle como una hija o por dejarle claro que entre ellos no había ese tipo de relación, asintió con la cabeza cediendo a la tentación. Levantó una ceja y le miró con más intensidad que antes, intrigada, no todos sabían de la existencia de los cazadores, es más, la mayoría no tenían ni idea. Menos aun los humanos corrientes. Se puso algo tensa.- Tal vez...Si no es un bicho raro entonces qué. Nadie normal sabe lo que hacemos.- ¿Sería un vampiro? Se mordió el interior de la mejilla, ¿Le había engañado un chupasangre? Se acercó a él y apoyó de imprevisto la mano sobre su pecho, en la zona izquierda, como no notase el latido le iba a meter una estaca por el culo.


De todos los bichos, los vampiros era lo que más odiaba. Aunque sabía que había licántropos y cambiaformas no menos peligrosos que los hijos de Caín, guardaba por estos una mayor inquina. Tal vez legado de su tía.

Enarcó una ceja cuando Krystha le puso la mano en el pecho. ¿En serio?

—¡Eh, eh! Bonifacia, no me metas mano. Si querías comprobar lo fuerte que estoy, me lo dices y te hago un baile sensual privado. ¿De verdad creiste que era un vampiro? ¿En qué se me nota? en el color azulado de mi piel? mis brillantes y afilados colmillos? quizás ese tufo sutil a muerto? ah, no! déjame adivinar...en lo rancio y estirado que soy porque me creo por encima del mundo. Sí, va a ser eso.

Se cruzó de brazos en su enormidad observando a la cazadora. Era pequeña y letal como una araña venenosa o un escorpión. Normalmente pertenecían a grupos  y hermandades y sabí que en París había una muy potente. Él mediaba en muchos asuntos de cambiantes y cazadores pero en su tierra, no allí, aunque sabía que existía un Consejo Cambiaformas.

— Solo soy un soldado que ha visto muchas batallas, se ven muchas cosas en las guerras y luego uno averigua que estamos rodeados de todo tipo de criaturas.— No podía decirle a la chica que era un gurahl, había muy pocos y muchos de esos cazadores eran fanáticos de exterminar cualquier cosa que no fuera humana.

Caminaron un rato más por las calles que andaban desiertas a esas horas, al menos hasta salir a una gran avenida. Krystha no estaría indefensa, posiblemente quienes se cruzaran con ella y tuvieran malas intenciones, serían los indefensos, pero aún así, ese instinto protector natural afloró.

— Te acompaño un trozo del camino, a ver si se me pasa la mona que me ha dado ese whisky barato. ¿Cuál es tu especialidad? cuchillos? arco? espada? yo sólo sé luchar cuerpo a cuerpo y con la Claymore.— y con garras y dientes, pero eso no se lo iba a decir por el momento.— Una vez conocí a un cazador que usaba un artilugio ingenioso, una especie de ballesta que lanzaba estacas, me contó eso de los vampiros y la verdad es que era buen tipo...le descerrajaron un tiro en la cabeza al salir de una taberna. Entiendo que no sois muy populares entre los que saben de vosotros..— Y de ahí la razón para ser protector y acompañarla hasta donde la chica le diera el alto.— No eres mi tipo, pero no quisiera acabar la noche con tus lindos sesos desparramados por la acera. Además creo que con sesos estás mas guapa.— le guiñó el ojo mientras se estiraba y la miraba con un interrogante en el gesto para que que ella le indicara hacia dónde debían ir en aquel cruce.

Krystha no estaba bromeando, al apartar la mano estaba algo más tranquila pero a pesar de ser una lady estirada no tenía un pelo de tonta. Los vampiros sobrevivían precisamente por evitar ese tipo de cosas, si todos fueran evidentes con sus características entonces se hubieran extinguido hacía tiempo y la humanidad sabría de su existencia, ella estaba entrenada para distinguirlos y aun así, le costaba. Había pruebas ineludibles, como aquella, por lo que no se sintió ni una pizca de culpable por ello. Miró al escocés a los ojos, pensativa, casi se podían ver las conexiones de su cerebro enviando señales. Ella no tenía el olfato tan fino como para distinguir no muertos de vivos y no tenía constancia de que ningún cazador pudiera hacerlo, de hecho los distinguían de otro tipo de formas. El color no era tan evidente, lo que delataba realmente a un vampiro eran sus movimientos, cuanto más anciana la sanguijuela más artificial era y con todo y con ello todavía era complicado, pero ¿Por el olor?…

Cuando su mente empezó a elucubrar sobre qué tipo de ser podría distinguir a un no muerto de alguien vivo prefirió dejarlo estar, no tenía claro que quisiera saber que él era un sobrenatural, preferiría que no lo fuera, tenía la sospecha de estar en el camino correcto, pero ¿En qué posición quedarían entonces? No podrían ser amigos, sonaba irónico teniendo en cuenta que su mejor amigo era un licántropo pero eran prácticamente familia, eran cosas diferentes. Confraternizar con los bichos que más tarde o más temprano acabaría cazando no era lo ideal, así que decidió engañarse a sí misma, mirar a otro lado y no indagar más. Prefería la ignorancia.

Le gustó cambiar de tema, en la alta sociedad no se hablaba precisamente de estilos de lucha.- Soy especialista a una espada, pero las claymore son demasiado pesadas para mi, soy..De combate rápido.- ¿Debería estar diciéndole esas cosas..? ¿Sus puntos débiles? No. Había decidido olvidarse de su instinto, hacerle caso omiso, ¿Tan mal estaría dejarse llevar por una vez? Que pudiera hablar abiertamente con alguien de los temas que le interesaban, ¿Sería de verdad tan arriesgado?- Artilugios..uso muchos, pero en realidad no se muy bien cómo están hechos, solo los utilizo..Pero esa ballesta de estacas, podría ser interesante..¿Serías capaz de encontrar una..O los planos para construirla? Siento lo de tu amigo...Imagino que entiendes lo importante que es nuestro anonimato..-Y lo dejó caer, pero a sabiendas de que el escocés de tonto tenía mucho menos de lo que aparentaba. Sonrió de medio lado y le miró de nuevo con una sonrisa, tal vez no pintada en sus labios, pero si en su mirada, estaba tranquila, no comiéndose la cabeza como hacía unos minutos.- Cuidado, me está repitiendo tanto que no soy su tipo que al final me lo voy a tomar como un desafío.- Señaló con disimulo una de las calles que le llevaban al norte de París, un barrio muy acomodado, por su puesto.- Es por ahí, creo que prefiero ir sola desde aquí.- Aun no entendía por qué lamentaba separarse del grandísimo bocazas pero..La noche había sido interesante y entretenida.-...¿Estará bien con los efectos del whisky..? ¿Tiene dónde alojarse?