La bondad más peligrosa || libre

por **Désirée D'Aramitz** Mar Oct 03, 2017 11:40 pm

Una noche tranquila, habían regresado algunos inquisidores de Paris y Esapaña a lo que es la santa iglesia de nuestra señora en Italia, con un solo propósito el de la cacería por los bosques debido a ciertos rumores que llegaron hasta el vaticano que una manada de lobos estaba por la zona aumentando su número de infectados y ahora requerían la ayuda de una conocedora de libros pero solo para la utilidad de información, requerían de la buena memoria y entendimiento de una “come libros” y que mejor que la la bibliotecaria. Ella estaba ahí ayudando en la iglesia, sirviendo cual fiel y ardiente sierva al señor de las alturas.

Durante toda la mañana había estado ayudando a los feligreses que acudían con fervor a rezar y hacer peticiones a cada santo y al mismo cristo en la cruz, su mirada angelical y dulce los llenaba de esperanzas y más por sus palabras de aliento, así se mantuvo durante toda la vigilia en ayuno y caridad a los menos favorecidos.

La noche con una tormenta la encontró, cerrando la puerta para poder rezar de rodillas frente al altar cuando un sonido la despierta enseguida corre a la puerta la joven asustada imaginando que alguna catástrofe había ocurrido a sus mayores en su trabajo pero su sorpresa fue más al encontrar a una persona tirada a la puerta –Oh señor mío, ten piedad del que viene a pedir tu ayuda, venga, venga– clama la joven mordiéndose el labio tomándo el cuerpo casi inerte de aquel ser humano para poder llevarle dentro –apóyese en mi, ya esta a salvo, esta en manos de nuestro señor ahora– sonríe dejándole sobre una de las banquetas corriendo por toallas y un pedazo de pan para brindárselo a aquel inocente que cubre con las toallas dejándole el pan en las manos.

Quizás no todos son inocentes, a lo mejor la bondad tambien se puede cruzar con algo de maldad por este mundo

por **Soren Kaarkarogf** Lun Oct 09, 2017 12:09 am

Quizás si hubiese cazado en las noches anteriores, no le estaría pasando eso. Su mentor siempre le recordaba que debía beber sangre regularmente o de lo contrario un accidente podría ocurrir y el continuaba ignorando ese consejo aún después de más de 200 años. Tampoco era la primera vez que le pasaba, de hecho estaba acostumbrado a la sensación de debilidad y sed que le provocaba no beber por prolongados periodos de tiempo, e inclusive había llegado a disfrutar de manera masoquista esa ansiedad, sin embargo esa noche, todo había terminado terriblemente mal por culpa de su terquedad.

Llevaba semanas sin beber y aunque sabía que podía aguantar mucho más tiempo(había pasado casi 6 meses sin beber hacía un par de años cuando un cazador le había capturado y mantenido encerrado en un sótano) estaba completamente debilitado, por lo que el ataque del hombre lobo lo había tomado por sorpresa. No había podido defenderse con la velocidad y fuerza innata de los Vampiros, así que el licántropo había mordido su hombro fácilmente perforándole el omóplato como si sus dientes hubiesen atravesado un pedazo de mantequilla.

Por suerte había logrado escapar y la inesperada tormenta le había ayudado a borrar el olor de su sangre, por lo que el lobo no había logrado perseguirlo hasta la catedral. Con pasos cansados y a punto de perder la inconsciencia, terminó por caer en las escaleras del santo recinto ¿Quién iba a creerlo, qué de todos los lugares de Paris fuera a encontrar cobijo en la casa de Dios? Se preguntaba con los ojos entrecerrados, perdiendose en la oscuridad.

Cuando volvió en si mismo, sus ojos azules claros se tardaron en enfocar el sitio en donde estaba, las gafas estaban empañadas con algo de tierra y agua, por lo que vio el techo de la iglesia de manera distorcionada. Con la mano izquierda se quitó las gafas y mientras las limpiaba torpemente contra su suéter de lana, divisó una mujer borrosa y se dio cuenta de que se encontraba recostado en uno de los bancos del recinto. Se colocó las gafas de nuevo y la mujer cobró nitidez. Una mujer hermosa, cabía agregar, con expresión preocupada lo miraba casi con intensidad.

-G...gracias Mademoiselle – Murmuró recibiéndo el pedazo de pan con la mano izquierda pues la derecha no la podía mover.

La sangre oscura había manchado el hombro y se había explayado lentamente por su antebrazo que caía desmadejado a un lado de su cuerpo. Sus habilidades regenerativas no estaban funcionando por la falta de sangre humana y el dolor amenazaba por lanzarlo a la inconciencia una vez más.

por **Désirée D'Aramitz** Vie Nov 03, 2017 7:30 pm

La tormenta otoñal avanzaba lenta, uno que otro trueno y rayó caía en la ciudad mostrando la clemencia de nuestro señor para lavar los pecados de la noche. Bajo la mirada de aquel cristo crucificado la joven corre por la ayuda necesaria, la misma que brindaría cualquier feligrés al que se le pida ayuda. Lejos de su mente está los malos pensamientos, solo sus ojos expresan la preocupación rezando por aquella alma que ha encontrado la desdicha de la noche y que ahora se encuentra en un lugar santo.

Se persigna dejando en latín la bendición hacia ella, escucha la palabra del joven con mayor preocupación llevando aquellas manos a sus labios en signo de admiración —Buen hombre no me diga que usted ha sido lastimado por bandoleros— acercándose más al hombre comienza a indagar en sus ropas, percatándose de la herida que provoca un grito ahoga en ella volviendo a persignarse. Corre a la sacristía retirando las cosas del sacerdote, sin dejar de correr va hasta el hombre para ayudarle en lo que pueda —Venga buen hombre, déjeme le ayudo, no tenemos aquí un médico pero algo podré hacer para ayudarlo, todo aquel que venga a la casa de Dios a pedir ayuda será atendido sin importar sus pecados. Amén—

Lleva al hombre tras el cristo que miraba al altar, ingresa un pasillo hasta la puerta que da a la sacristía donde hay una cama y varios cuadros de santos religiosos, crucifijos y rosarios colgados en la pared, un asiento para arrodillarse y rezar y una pequeña mesa de mármol con el cáliz y la platería de la misa; además de estar la ropa del sacerdote. Retira la chaqueta al hombre y la camisa dejando ver aquella herida que borboteaba en sangre hacia las sábanas —OH Dios mío, es profunda— Busca unas vendas en el armario del sacerdote junto a un bolw con agua caliente. Limpia la herida y a sabiendas que necesita algo fuerte para desinfectar la herida, se atreve a buscar por toda la sacristía aquel pecado de algunos sacerdotes, el ron.

Pero este no le ayuda, aun cuando ella ha dejado caer un hilo de ese licor sobre la herida, puede ver que no cicatriza, no para de sangrar para volverse en algo que la comienza a asustar. Toma las manos del joven rezando contra su frente —Buen hombre, que le han hecho, no se puedo hacer para curarlo y no quiero verle morir, no así— sus lágrimas comienzan a descender por sus mejillas lentamente mirando al joven a los ojos, buscando una respuesta —Haría lo que fuera por ayudarlo pero no se qué hacer, perdóneme, perdóneme por favor por no saber más que hacer para ayudarle y créame que daría mi vida por ello— llora en silencio de rodillas junto a él con sus manos tomando las del joven caballero.

Esta vez sus libros no le han ayudado a salvar a una de las supuestas ovejas del señor.

por **Soren Kaarkarogf** Lun Nov 06, 2017 10:13 pm

La mujer intentó curar la herida con los conocimientos de medicina básicos que cualquier enfermera de la época tendría, el alcohol le quemó la piel y le hizo apretar los dientes cerrando los ojos con fuerza, que fuese Vampiro no le quitaba que pudiera sentir dolor como cualquier otro mortal. Sin embargo, la mordida del hombrelobo no era igual a la mordida de un animal común, los licántropos eran criaturas sobrenaturales y por lo tanto la infección causada por su saliva no podía ser curada fácilmente con ron.

-No se preocupe Mademoiselle - Respondió cuando ella con expresión alarmada expresaba preocupación por no poder curarlo – Ya ha hecho suficiente con dejarme entrar a la catedral para resguardarme -

Y era completamente honesto en eso, si el licántropo le perseguía, no se atrevería a entrar en la iglesia a buscarlo, ese santo recinto sería él último lugar en donde uno esperaría encontrar un Vampiro escondiéndose, además con tanto inquisidor camuflado entre los ciudadanos, no se sabía cuando el mismísimo cura podía sacar una ballesta con flechas de plata por debajo del altar. Estaba tan seguro en ese lugar, como lo estaría en el ojo de un huracán.

-Sólo necesito algo de tiempo... no moriré se lo aseguro – Le explicó ¿Cómo decirle que no moriría precisamente como un mortal? Lo peor que podría ocurrir era que entrara en letargo, pero básicamente sólo moriría si fuera encendido en llamas o expuesto al sol – Ha hecho un excelente trabajo de curación, debido a las circunstancias – Continuó intentando subirle los ánimos – Y personalmente... que usted me haya acogido en este lugar, sin preguntarme quien soy o a que me dedico y que haya decidido ayudarme sin importar que, me hace restaurar la poca fé que tengo en la humanidad – Sonrió levemente (procurando no mostrar los colmillos) - ¿Cuál es su nombre Mademoiselle? Así podré recordar a ángel que se apiadó de mi en la casa de Dios -

por Contenido patrocinado

La bondad más peligrosa || libre

La bondad más peligrosa || libre

Re: La bondad más peligrosa || libre

Re: La bondad más peligrosa || libre

Re: La bondad más peligrosa || libre

Re: La bondad más peligrosa || libre