Argent versus Acer (privado)

La chupa-sangres me miró de reojo mientras llevaba la comida a mi boca y la masticaba con cierta desesperación, puede se sintiera vencedora, mas se equivocaba en su suposición, tenia que coger fuerzas, fuerzas para acabar con ella y si bien la estratagema de mi hija no parecía del todo dar resultado sirvió para conocer su desdicha, podría decir que como padre empalicé con ella, mas no fue así, ella al menos vio a su hija morir con 85 años, la mía caería sin duda mucho antes pues todos los Acer de mi estirpe eramos entrenados como el azote de los Argent en una guerra sin fin, sin tregua y llena de tanta sangre que el mas quedaría desbordado solo con las perdidas de nuestros linajes.

Solo mi victoria terminaría con esto, la muerte de Nymeria implicab una vida mejor para mi pequeña, una en la que la guerra despiadada no fuera todo en cuanto ella soñara, guardé silencio frente a sus preguntas, no hubo respuestas por mi parte porque no las merecía, pero ella no dudó en dejarme claro que no era posible cumplir mi peticion y como respuesta airada y furibunda lancé el plato contra la pared haciendo de le mil añicos ante la divertida respuesta de la mujer.

Claro que la chupasangres parecía mas que dispuesta a darme una salida digna, tras el ritual debía encontrar fuerzas de flaqueza y correr como un rata inmunda para salvar mi prole dejando yacer a la de mis congéneres en esos bosques, puede que sacara fuerzas de flaqueza, mas jamas sería para huir si no para una lucha épica hasta el fin de mi existencia.
Nací para acabar con los Argent y había ya empeñado demasiado como para no lograrlo.

Apenas conocía a mi preciosa hija, una que maldita como yo mismo entrenaba desde su mas tierna infancia día y noche, sin madre, sin amigos, sin mas meta que terminar una guerra que no empezamos pero que concluiríamos, en algo tenía razón, mi linaje era peligroso, en algo se equivocaba, no existía victoria para ella.

Me relamí los labios hundiendo mis dos esperas amarillas en sus pardos, parecía poco o nada importarle mi suerte, mas algo me decía que tras esa fachada llena de muerte habían viejos fantasmas, unos que no me costaría sacar a flote.
-Tu no te apiadaras de mi linaje, mas ¿acaso puedo yo apiadarme del tuyo? Acogiste a tu amada hija entre tus brazos para darle una muerte apacible, pero ¿podrás salvar a tus nietas, a los hijos de tus nietos, dudo que tu linaje acabara con ella, no lo hubieran permitid nunca pues de tu fracaso debería alzarse un nuevo ejecutor, no somos tan diferentes los dos.
Y aquí estamos, contemplando el mismo reflejo en el espejo, tu hablas de que corra como una rata yo hablo de que protejas lo que es humano pues te aseguro que para mi sería tan fácil despellejarlo.

Arrugué la nariz ligeramente
-tengo buen olfato ¿cuanto crees me costaría dar con tus pequeños vástagos humanos y aniquilarlos? Para matar a mi hija me necesitas, no flanquearas jamas las defensas magicas que protege mis bosques sin antes hacer ese ritual, lo sabes, lo se y eso nos lleva al punto de partida inicial ¿como lo conseguirás sin mi colaboración mas que necesaria?

Tiré de las cadenas nuevamente rugiendo, mostrandole los colmillos mientras mi hocico, o lo que debería ser un hocico se arrugaba.
-Cuidado pequeña vampiresa, mi muerte solo te traerá consecuencias.
Las runas de mi pecho a mi caída desaparecerían marcando de rojo fuego las de mi hija, mi poder pasaría a ella, cada generación eramos mas fuertes pues nuestro linaje convivía dentro de nuestras entrañas de alguna manera.

Rasqué con mi diestra el suelo de aquella sala, pentagrama desdibujado por mis propios dedos. Incapaz de moverme, me di cuenta de lo que había hecho, las barreras habían caído, la destrucción de los míos llegaba de mi propia mano. No fui educado para la rendición, si no para el combate, apreté los dientes, esa niña de pelo rubio y rostro inocente, mi hija condenada por la estirpe, cuando yo expirara mi ultimo aliento los tatuajes cubrirían su cuerpo y ella sería sin duda alguna la siguiente en retomar esta lucha, eso pretendía terminar Nymeria, con toda la esperanza, con todos los lobos Acer y así esta gesta milenaria quedaría sentenciada bajo el triunfo de los Argent.

Necesitaba alimentarme, desvié mis ojos por la sala, un cuerpo, dos cuerpos las malditas brujas que habían tratado de drenarme y una tercera exhausta que había canalizado a la vampiresa logrando llevar la perdición a mis tierras.
Si algo aprendí en los entrenamientos es a no darme por vencido, a proclamarme vencedor aun en las gestas mas duras. Puede que esto fuera un revés, peor no la derrota.
Me arrastré por el suelo dejando un reguero de sangre a mi paso, su error le costaría caro, no dejes a un lobo medio muerto pues aun en ese estado sus cabezas muerden.

No lo dudé, al llegar frente a la bruja hundí mis zarpas en su vientre, la abrí en canal y empecé a devorar sus entrañas, intestinos, hígado, todo aquello que era puro nutriente de energía.
Mis ojos destellaban como dos enormes gigantes rojas que no tardaron en hundirse en al bruja que aun despierta me pedía me apiadara de su alma.
-No -rugí alzándome del suelo. Un rio carmesí resbalaba por mis labios mientras masticaba la carnaza y las tripas colgaban por mis comisuras. La ponzoña de mis colmillos manchaba mi lengua, la bestia libre de toda cárcel tenía una idea.

Llegué ante la mujer que trató de pararme con escudos que destrocé usando el cuerpo de la amiga hasta romperle el cráneo a la misma.
Aquel momento digno de Tarantino despertó pavor en la hechicera que se rindió ante la evidencia del poder del lobo.
-Vas a levantar eso que has hecho caer..
-Pero... -dijo con intención de interponer una escusa.

Atrapé su cuello con mi diestra alzándola en vilo como un muñeco de trapo.
-No quiero peros, hazlo -rugí estampando con violencia su espalda contra la pared del fondo.
-Necesito energía, no es tan fácil. Úsame, canalizame, pero evita que msi bosques queden a merced de esa mujer.
La bruja atrapó mi brazo ocn sendas manos, cerro los ojos y empezó con su cántico, mientras las marcas de mi pecho resplandecieron en un rojo intenso.
Dolor, aullé por el quemazón que sentía, peor me mantuve en pie, consciente, no iba a claudicar.
-Quiero verlo -pedí -quiero ver lo que esta pasando.

La bruja alzó su diestra y posó su palma en mi cabeza, pronto llegaron en tiempo real las imágenes de mi bosque, como los hechiceros trataban de luchar afanosos por devolver las murallas que lo resguardaban, vi a mi hija, con su pequeña espada, como los sacerdotes le pintaban el rostro para la batalla y como ella, Nymeria se acercaba -Mas deprisa -urgí a al hechicera, si no conseguía levantar el muro estaban perdidos, mi hija perecería ante mi impasible mirada.

Eramos herramientas para un fin, el mio destruir a los Argent, el suyo aniquilar a los Acer. Arrodillado en el suelo, con la bruja tratando de levantar los muros de nuevo pude ver desgarrado de dolor como mi hija enfrentaba a la parca, solo era una niña, mas eso no importaba cuando de nosotros se trataba.
Lloré su perdida antes de que se produjera y jure que aunque mi ultimo suspiro se lo llevara ese instante no me detendría hasta matar a Nymeria.

Aullé, lo hice con tanta fuerza que la luna lloró sangre, faltaba poco para que la bruja elevara nuevamente las protecciones y aun así, no había llegado a tiempo.
Mas para mi desconcierto la Vampiresa se dio por vencida ante una niña, no la mato y no se a que jugaba peor fuere lo que fuere bastaba para ganar el tiempo suficiente como para que la cúpula se alzara.

Nymeria a un lado se alejaba mientras mi pequeña trataba de alcanzarla deteniéndose en los lindes al ser llamada por los druidas que al ver las murallas y fuera de peligro preferían mantener su arma viva.
Me desplomé carente de energía, debatiéndome entre la vida y la muerte sobre un suelo de piedra fría.

Sabía que no sería el fin de los Acer, cuando sucumbiera ante Gaia, mi poder pasaría a ella, así como los tatuajes de protección y todo aquello que atesoré durante esta vida como ejecutor.
El ciclo empezaría y mi hija tomaría mi lugar.
Con las pocas fuerzas que me quedaban me di la vuelta anclando mi mirada al techo con una ladina sonrisa.

Dicen que cuando mueres frente a tus ojos como si fuera una película pasa tu vida, era real, podía oler el perfume de las grosellas en el pelo de Annae, el roce de su piel sobre las sabanas, como nos amábamos y aunque fue breve porque yo era lo que era, un instrumento de la muerte, la amé con la suficiente fuerza como para que en mis últimos instantes fuera ella lo que viera.

Cerré los ojos, mis labios se entreabrieron y un jadeo de dolor escapó de ellos, mis músculos iban relajándose despacio, no alcancé a saber el tiempo que trascurrió mientras la vida se escapaba entre mis dedos, solo que en el ultimo momento apareció Nymeria, sonreí con un deje de diversión, al menos moriría luchando.
-Será nuestro ultimo combate -aseguré haciendo ademan de revolverme como el lobo que era, un lobo muerde y mata aun cuando le arrancan la cabeza.