Miedo a la luna llena (Emhyr) ACTIVO

por **Adrianne Trevillette** Jue Nov 25, 2010 2:07 pm

A la inestimable luz de la luna llena, surgieron los cambios.
Era la noche elegida desde hacía tiempo, y todo estaba saliendo (hasta ahora) según lo planeado. Intentaba controlarme, pero desde luego, sabía que era en vano.
Dejé la ropa situada junto al único árbol que se veía en la gran llanura en la que se encontraba el viejo sanatorio, o lo que quedaba de él. Había llegado con tiempo, aún completamente humana, y había ojeado un poco el lugar. Esperaba, sin embargo, no encontrarme a Emhyr husmeando por ahí, puesto que si lo reconocía estando en mis completos cabales, tendría consecuencias nefastas para él cuando fuera toda una mujer lobo.

El aire olía a humedad y quizá se podían leer en él los malos presagios de la noche. Tenía la débil esperanza de que todo saliera bien, pero no conocía del todo mis límites lobunos. No sabía si tendría la suficiente entereza como para limitarme a morder la piel de aquel turco, y por otro lado, tampoco sabía si él sería suficientemente listo como para escapar teniendo la herida de mis colmillos y esquivando aún así mi rapidez y agilidad sobrehumanas.

¿Qué sería de mí y de él aquella noche? Era la única vez que iba a convertir a alguien siendo consciente de ello. Y no me sentía preparada para ello. Sin embargo, la única manera de hacerlo era intentarlo, aunque una vida estuviese en juego.
Ahora que la luna había caído y mi cuerpo había dado lugar a la forma del lobo, buscaba con ansiedad a una figura que desmembrar.

Cuando entré en las ruinas del sanatorio fue consciente de que mi colgante permanecía aún en mi cuello de lobo. Bendita bruja que me lo vendió.

por **Emhyr Van Emreys** Jue Nov 25, 2010 5:58 pm

Había pasado ya semanas desde que nos habíamos visto. La Luna Llena parecía habernos esperando impacientes a ambos, en una cita antes acordada. Emhyr sentía que estaba ahora preparado, su humanidad iba a ser lo de menos, ésta debía de conformarse con alternarse con una parte de bestia, la cual, le poseería en noches como estas. Eso si antes conseguía sobrevivir a aquella noche.

No sentía miedo, confiaba en sí mismo, ya había estado un par de veces en aquel lugar, lo ahbía estudiado al detalle, y había dejado alguna que otra seña brujeril, como seguridad.

Desprovisto de su famoso abrigo, con el torso descubierto, el cual mostraba aquellos extraños tatuajes que n osolo cubrían este, sino sus brazos, llegó al lugar acordado. Su piel morena, no temía al frío de la noche, estaba preparada para el dolor que le atravesaría.

Emhyr perceptivo y atento en todo momento, esperaba a aque Adrianne tomase su acción, para que él respondiese como había planeado. Busco con sus ojos una loba, ya esperaba que ella hubiese tomase aquella forma, la luna brillaba con tal fuerza que su poder era notable entre aquellas tinieblas.

por **Adrianne Trevillette** Sáb Nov 27, 2010 12:15 pm

Más alla de la última luz del horizonte, donde la única esperanza era la muerte, mis colmillos sedientos se preparaban para atacar a una vícitma a la que había olido desde el inicio de mi transformación. Carne, vísceras y fuego interior. Era lo único que me movía.
Nada cabía en mi mente, ni siquiera el nombre de aquella vícitma. Lo conocía, y quería matarlo. Había pasado en ayunas el día anterior para tener más hambre que nunca y hacer lo que me correspondía, sin ningún tipo de miedo o remordimiento. Eso ya vendría más tarde si las cosas salían mal.

Me adentré en las ruinas de aquel sanatorio, que por fuera parecía en perfecto estado. Me lancé sobre uno de los cristales traseros para entrar al interior del edificio, rompiendo así aquella venta con el impacto de mi cuerpo. Mi pelo gris permanecía limpio, y mis músculos en continua tensión. Los cristales que cayeron junto a mí en el suelo mostraban el más vívido reflejo de la luna llena que, eterna y sagrada, permanecía en el cielo de una manera majestuosa como nunca. Al mirarla, no pude evitar soltar un aullido mortífero, seguro y sonriente. Esperaba que aquellos ruidos no espantasen a mi preciada víctima.

Sabía lo que quería. Tan sólo tenía que buscarle, encontrarle, y destrozarlo. ¿No era aquello lo que quería?

por **Emhyr Van Emreys** Sáb Nov 27, 2010 5:33 pm

Un paso tras otros, y el crujir bajo los pies de los restos de algún cristal. Rastros de sombras mezcladas con los rayos iluminadoras de la blanca Luna.
Emhyr no era capaz de ver en la oscuridad, podía usar algún hechizo poco duradero, pero no iba a malgastar sus energías, las iba a necesitar, además aquella luz lunar era tan resplandeciente, que parecía casi que el mismo Sol fuese quien estuviese presente en aquella noche estrellada.

Tenebroso el interior del edificio, recorría Emhyr calmado, su respiración era constante y el vaho se hacía presente a causa de la frialdad, su piel desnuda se estremecía en un escalofrío; su corazón al contrario se aceleraba a causa de la excitación e impaciencia. Si no fuese porque Emhyr esperaba a una bestia sedienta de sangre, podía haber jurado el haber notado alguna presencia fantasmal, aquel lugar daba la talla para algún que otro cuento sobre fantasmas.

Sus oídos parecían buscar, en el aire, y encontraron, aullido cercano, el cual no le detuvo. El temor recorrió su interior, pero no debía dejarse llevar por el, debía de seguir avanzando en su camino y abrazar aquellas fauces asesinas, que le darían la bienvenida, si quería conseguir ser uno de ellos.

-Ven a mí... Pronto.. -Susurro, rompiendo el gélido silencio. Sintió que ella se acercaba, la intuía, él al espero con brazos abiertos. Con aquellos músculos tensados, y atentos para reaccionar ante el dolor.

por **Adrianne Trevillette** Lun Nov 29, 2010 8:34 am

El ruido de una respiración humana sonó tan fuerte para mí como el hambre que tenía. Deseaba encontrar a aquella vícitma y explicarle lo mal que había estado salir de casa a estas horas. Por un lado, deseaba encontrarla, y por otro, mi parte humana escondida permanecía alerta sobre cualquier mal paso que diera. Quien me conociera, diría que estaba madurando.
Si hubiera sido humana, habría sonreido en aquel momento. El olor del humano, un varón de aproximadamente treinta años me recorrió las fosas nasales, penetrándolas como fuego arduo y llamativo. Él parecía requerir mi presencia, parecía lanzarme oxígeno para que fuese a por el y lo convirtiera en carne muerta. Y si seguía tentándome de aquella manera, así sería.
Sin embargo, una vez más mi parte humana lanzó un leve quejido. Lo conoces, Adrianne, pensé. Sí, pero esta noche será como si no lo conociese. Estiré mis tensos músculos y comencé a andar en dirección a aquel olor. Dejando atrás los cristales rotos que predecían aquel fatal destino nocturno, atravesé el primer pasillo que permanecía bañado por la luz de la luna llena. Mi paso era lento, y sin embargo, estaba completamente ansiosa. Había sido una vícitma demasiado prematura. Hacía apenas unos minutos que había completado mi transformación a licántropo, y ahora resultaba que allí estaba él, para servirme de alimento y diversión en una fría noche otoñal.

La primera esquina que vislumbré daba paso a un nuevo pasillo. Era de obligatorio seguimiento, así que no dudé. A lo largo del pasillo había dos puertas, una enfrente de otra, mas o menos a mitad del corredor, y una tercera que se mostraba al final del camino, entre otros dos nuevos pasillos que surgían de ella. Caminé con lentitud, observando las dos puertas primeras. Ambas estaban destrozadas, casi no quedaba nada de ellas, y el olor a madera quemada podía aún percibirse. Elegí la de la izquierda, el lado de Satán, allí donde me guiaba mi olfato.
Una enorme habitación, poblada con camillas rotas y colchones deshechos, apareció ante mí. En una de las camillas, sentado y observando con ojos muy abiertos, estaba él.
Oh, es extranjero, pensé. Claro que es extranjero, imbécil. Es Emhyr.
Oh, Emhyr.
Mis dos identidades, fruto ambas de una misma esencia, batían un duelo irreconciliable entre ambas. Pero aquella noche, con la luna llena observando desde algún lugar, tan sólo podía hacerle caso a una de ellas.

Despegué los labios para mostrar mi dentadura furiosa y tensé mis músculos, dispuestos a realizar el primer ataque.

por **Emhyr Van Emreys** Mar Nov 30, 2010 5:13 pm

Sus brazos abiertos, en los cuales surgían palabras en diferentes idiomas, formando así un extraño dibujo, seguía esperando para recibir las dolor de las fauces de la loba.

Solo escuchaba su respiración pausada, y sus pasos rotos, hasta que pudo detectar una presencia más en aquella larga estancia derruida y tenebrosa. La loba se escondía tras la esquina, demasiado lista, pensó por un instante, luego recordó que no se enfrentaba a un mero animal, sino que tras esa piel de lobo hambriento estaba una hermosa joven, que quería darle una oportunidad y recibirlo dentro de su mundo.

Sus pasos iban seguros no se detuvieron aun, fingir ignorancia era lo que hacia, ella ahora era una cazadora y seguro que estaba seguro de su éxito acechador, pero Emhyr no le iba el ser víctima, podía fingirlo, ya que sabía bien actuar para darle a la gente lo que deseaba. Ese era su medio de vida, satisfacer a cambio de algo, jugando al juego de las argucias.

Cuando ya la hubo visto, y replanteando un plan en su cabeza, éste, inmune, volvió de nuevo a la estancia de donde había venido, toda llena de destrozadas camillas, y restos quemados de lo que fue en otra época un Sanatorio. Cuantos gritos habrían sido silenciado tras aquellas paredes, chamuscadas, cuántas vidas inocentes.

Prefiriendo tomarselo con calma y sangre, fría, se sentó en una de la camilla, apoyando su desnuda espalda sobre una pared, resignado, como si allí esperase a la muerte misma.

Por un instante sus ojos distraídos observaron sus propios tatuajes, mientras esperaba, sabía que ella venía, y mas le valía no temer.

“Maktub... Ésta escrito...” Pensó leyendo una de aquellas palabras. “Que así sea.”

En las sombras, sus ojos brillante se situaban frente a mí, devorándole con su mirada, mientras mostraba aquella afilada dentadura. Emhyr sonrió satisfecho, y un brillo extraño paso por sus ojos castaños.

Un instante, y ya había vuelto su torso para que, con aquel trozo de carbón que había sacado de su bolsillo, completase, con una simple marca, un dibujo oculto en aquella pared.

El aire se había vuelto cargado, y caluroso, las paredes negrecían mas de lo que estaban, una llamarada sobrenatural prendió las paredes. Poco duraría aquel hechizo, Emhyr no poseía demasiado control sobre sus habilidades brujeriles, pero aquello sería lo suficiente para enfrentarse a aquella bestia y distraerla para poder escarpar de ella.

Una paso tras otro al levantarse, di ella no le atacaba, él sería el instigador de ello.

por **Adrianne Trevillette** Vie Dic 03, 2010 12:14 pm

El aire parecía insuficiente para mí en aquel instante. Debería haber llegado antes, haberlo encontrado antes; estaba perdiendo el tiempo. Levanté la cabeza mirando hacia los ojos de aquel humano, que no parecían querer rehuírme. Él miraba la piel café que cubría y protegía sus músculos, aquella misma que yo rasgaría y me encargaría de destrozar. Algo me llamó la atención, sin embargo, en aquella fina capa que mantenía su vista ocupada. Estaba plagada de tinta negra, y no era henna. La tinta parecía reposar bajo la piel, o al menos, eso veía desde mi vista lobuna. Supe que había palabras escritas, pero no pude identificarlas. Sin duda, deberían ser importantes para él, ya que las estaba observando en un momento de tanto peligro como este.

Dejé a un lado tanta palabrería mental, y me dispuse a atacar de una vez. Avancé dos pasos, ni uno más, mostrando por completo mi cuerpo de lobo al humano. Notaba el peso del colgante sobre mi cuello, desprovisto ahora de significado. Volví a tensar las patas, y doblé las traseras para poder realizar el ataque y el salto. Sin embargo, algo hizo que cesara por completo en mi intento: el humano sacó algo que lanzó a la pared, haciéndola estallar en llamas. Retrocedí instintivamente y solté un aullido, casi más bien un ladrido de alarma. Mostré los dientes y agaché levemente la cabeza y las orejas. Los colmillos parecían querer clavarse en algún lugar, así que no lo pensé dos veces y salté sobre el cuerpo humano, dirigiendo mi dentadura a uno de los costados del extranjero, y arañando su cara con las zarpas.

por **Emhyr Van Emreys** Lun Dic 06, 2010 8:13 pm

El fuego continuaba rodeandoles, aquel fuego no dañino, pero para el ojo, creador del miedo al dolor de abrasarse en ellos. Emhyr tenía esta intención, crear un lugar donde ella se sentiría intimidada, y por el instigada a atacar como defensa natural, y al parecer aquello funciono. Sus gestos lobunos se lo indicaban,.

Fue dar un paso hacia delante, y sentir un peso que le empujaba hacia atrás, ademñas aquellos colmillos hundirse en la delicada piel, tatuada, de un modo doloroso y dañino. Todo fue demasiado rápido, Emhyr no pudo ser mas rápido que ella para poder evitar aquel zarpazo que sufrío en parte de su labio.

Emhyr habia usado sus brazos como escudo, además de para retirarla de él, en cuento sufrío el daño y habia obtenido lo deseado, el mordisco. En cuenta él ya había puesto su atención en ella, y estaba dispuesto a llevar a cabo el siguiente plan, el fuego que los rodeaba dejo de prenderse, Emhyr no podía mantenerlo por mas tiempo, ahora solo le quedaba correr y seguir con sus planes.

Aquel empujón basto, para que la carrera comenzará hacia el exterior de la estancia. La sangre emanaba de su costado, y recorría parte de su labio y barbilla, dejando todo aquello en su conjunto un rastro de sangre, perfecto para que ella siguiese como si nada.

Ahora Emhyr se encotranba en un vive o muere, recorriendo los primeros pasillos, sintiendo aquella respiración intensa y el subidón de la adrenalina que disimulaba el terrible dolor, todo a causa de aquel mordisco y la situación que se encontraba. Repentino deseaba llegar a cierta zona de aquel lugar tan abandonado, tan solo para tomar aliento y hacer que la noche perdiese tiempo, hasta que llegase el amanecer.

por **Adrianne Trevillette** Dom Dic 12, 2010 2:59 pm

Una parte de mí gritaba que necesitaba tiempo, que dejase al muchacho ir en paz. Pero otra, y cuán fuerte era ésta, me exigía que siguiese lamiendo mi alimento. Quería jugar con él.
Cuando caí al suelo después de haber efectuado el primer ataque, supe que había hecho aquello que deseaba: morder al humano. Sin embargo, no estaba segura de poder volver a alcanzarlo, puesto que, pese a que la sangre corría por su cara y costado debilitando sus pasos, era astuto y ya había planeado esta parte de la noche.
Aún así, esperaría a que él flaqueara para volver a clavar mis caninos en la piel de aquel hombre, que ahora me parecía sabrosísima. Su sangre tenía un sabor especial, algo que nunca había probado. Era una especie de dulzor que hacía de aquel líquido rojizo un exquisito manjar, como el mejor vino de París.
Entre una cosa y otra, la conclusión siempre era la misma: volver a por él.

Pese a que él había alcanzado una considerable ventaja corriendo por los pasillos, salté por aquel círculo de fuego, que repentinamente se apagó tras de mí, y corretée tras él. Buscaba su último aliento, y sobre todo, aquella sangre extraordinaria.
Emhyr, cariño. No huyas. Sé que estás ahí y quieres que nos volvamos a encontrar.
Corrí aprovechando al máximo mis cuatro extremidades y frené en seco cuando su olor, ahora más fuerte debido a que la herida estaba sangrante, llegó a mis fosas nasales, penetrándolas como el humo de un fuego que no quería haber apagado. El turco casi había salido al exterior cuando volví a abalanzarme sobre él, esta vez con el reflejo de la luna llena de fondo.

por **Emhyr Van Emreys** Vie Dic 17, 2010 7:19 pm

La respiración agitada rompía el silencio de aquel edificio, y la sangre cálida emnaba de sus heridas. Emhyr no paraba de presionar con fuerza en aquella herida, que no solo dolía, comenzaba a arder extrañamente invadiendo así aquel ardor poco a poco sus venas.

Aquel oscuro pasillo, iluminado por una enorme luna, comenzo a convertise en un camino en círculo, repentino Emhyr comenzaba a correr en círculos, repitiendo el mismo recorrido, esperando que aquella loba siguiese su recorrido sin darse cuenta de que el recorrido era el mismo todo el tiempo.
De vez en cuando éste se detenía, para agacharse, cerca de algunos símbolos pintados hacía días y completarlos con otro trazado, además de dejar otro rastro de sangre para atraer a la loba.

Las horas pasaban en la noche, más rápidas de las que él esperaba, el amanecer no quería aparecer y Emhyr lo deseaba con todas sus fuerzas, cuando noto que estas comenzaban a flaquear y a pesar de que su cabeza estaba dolorida y mareada, por la pérdida de sangre, su fortaleza se estaba viendo latente en aquella resistencia de las primeras horas.

De nuevo otra parada, y roto el pantalon una venda provisional quedaba atada en su cuerpo, en conjuton de aquel mejunje untada en la herida.

por **Adrianne Trevillette** Jue Ene 13, 2011 7:39 am

Una vez lo tuve bien cerca, y a pesar de que él había resistido mi ataque, olisqueé con suavidad su rostro, ahora lleno de miedo. En sus ojos lucía la luna llena, y entonces, supe que el mordisco haría efecto. No hoy, tampoco mañana, pero en los próximos días comenzaría a notar cambios sustanciales en su cuerpo, en su carácter, y sobre todo, en su forma de ver las cosas. Por no hablar de la sensibilidad del olfato y de la intuición.

Pero, lo que si sucedería hoy, sería que quedaría dormido por el dolor. Recordaba aquellos días a la perfección, los tres primeros. Los días eran horribles, y las noches aún peores. La herida escocía, y el cuerpo parecía estar griposo.
Miré a Emhyr con tranquilidad. Acerqué mi hocico a su rostro y lamí su mejilla con suavidad. Estiré mis patas traseras y me acosté a su lado, apoyando la cabeza sobre su pecho, mirando fijamente sus ojos.
En aquel momento, habría deseado hablar, pero era perfectamente consiente de que no podía. Estaba más calmada, pero él cometió un error, que podría haberle costado la vida: se movió.

El olor de su herida enseguida llegó a mí y el hambre que sentía hizo rugir mi estómago. En un movimiento rápido y fugaz, levanté mi cuerpo y dirigí mis dientes a su herida. Era el segudo mordisco que recibía en el mismo lugar, y sabía que aquello aumentaría su dolor. Pero no había nada que hacer.

Mi instinto no comprendía de madurez. Él ya lo comprendería. Sí, ya lo comprendería.

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OFF: Siento muchísimo todo el tiempo que he tardado... Entre la limpieza del foro y mis exámenes no he podido hacerlo antes. Pero ya estoy de vuelta. Lamento la tardanza...

por **Emhyr Van Emreys** Lun Ene 17, 2011 4:55 pm

OFF: No pasa nada, tengo paciencia casi infinita ^^ y he supuesto que estarías liada.

Rodillas pesadas que impactan contra un suelo arrancado, y la visión se encogía en un rincón lobrego, el abismo de la conciencia en la que situaba quería arrojarlo a la nada, y sus ojos dejaban de ver con claridad.

Su cuerpo se derrumbo, y su cabeza le daba vueltas mareado, por la pérdida de sangre. Había sido demasiado fuerte, había aguantado demasiado, y él tozudo quería resistir mucho más. Por ello cuando ya yacía en el sucio suelo, intentaba una y otra vez levantarse, cayendo dolorosamente, sin obtener resultados, con aquel temblor que producía sus miembros al apoyarse.

Finalmente, tumbado, llego al momento del conformismo, no podía hacer nada más, sino esperar, dolorosamente, desde aquel rincón, escondido en aquel psiquiátrico en ruinas, visionando aquella pequeña luz con agonía.

La luz de la luna llena, era aquella que le recordaba que aun no había perdido la conciencia, y el dolor del costado, que aun continuaba con vida, que había sobrevivido a la mordida de la loba, pero que aun no estaba seguro. Mientras aquella mancha oscura se pintaba bajo su cuerpo débil y moribundo, los aullidos en el exterior de la loba, le recordaban que aquel escondrijo tal vez no fuese seguro.

La oscuridad se cernía, mientras sentía cercano el aliento de la muerte, por una vez en la vida sintió miedo a ella... La muerte, le miraba a los ojos, de aquella loba. ¡No era el aliento de la muerte! La loba le había encontrado, no le miraba amenzante, incluso parecía piadosa con aquel lamido en su rostro.

Emhyr permaneció quieto, sintiendo como la cabeza peluda del animal se apoyaba en su cuerpo, destacando en aquella sala, por aquel calor que desprendía, el lugar estaba helado, y el vaho de su respirar lo revelaba.

Su mano débil, se movió posandola sobre al cabeza del animal, acariciadora, poniendo el peligro su vida. Ella se levanto y mi brazo volvió a caer pesado, no tenía ni fuerzas para tensarse al sentir que estaba perdido.

por **Adrianne Trevillette** Sáb Ene 29, 2011 1:56 pm

El segundo no fue tan dulce como el primero, pero aún así me supo a auténtica gloria. Tenía unas ganas locas de continuar con mi cena, pero algo dentro de mí me decía que no tenía por qué gastar mi noche en una sola presa.
El tiempo no jugaba a mi favor, además, y mentiría si dijera que no deseaba ver otra cara nueva. Aquello no estaba terminado, puesto que la presa, aunque moribunda, estaba viva. Sin embargo, mi deseo cesó y deseé apartarme de aquel lugar.

Volví a acercar mi hocico al hombre, que esta vez parecía yacer inconsciente o en un estado de semiinconsciencia que dolía incluso ver. No quería matarlo, quizá esta noche no. Le había dado algo mucho mejor: le había otorgado tiempo.
Tiempo.
Aquella palabra me recordó algo más. Una noche, en un cementerio, donde un adulto, aquél, me había pedido tiempo.
Sacudí mi cabeza de loba y comencé a comprender que la luna llena iba a empezar a esconderse. Estaba recuperando mi conciencia mortal y mi moral humana comenzaba a poseerme. Aquella presa era Emhyr, el turco que me había suplicado la conversión.
Si hubiera estado en mi forma humana, habría derramado lágrimas, pero no era el caso. La circonita que pesaba en mi cuello comenzó a avisarme de que era hora de desaparecer, de apartarme de allí y de dar lugar a mi propia transformación. Sin embargo, mis cuartos traseros temblaban y me instaban a quedarme allí, a socorrer al humano, a aportarle toda la ayuda que yo jamás había tenido.

Mientras pensaba, la luna desaparecía, y mi cuerpo empezaba a doler. Dolía, como siempre, pero esa noche quizá me dolió más que ninguna otra, a excepción, por supuesto, de mi primera noche como mujer lobo.
Mi hocico soltó un suspiro, y eché a correr al lugar donde había dejado mi ropa, esperando que me diera tiempo a llegar.
Ahora, presa de una mezcla de mi conciencia lobuna y humana, tan sólo deseaba que terminase la transformación para poder volver al sanatorio a socorrer a Emhyr. Emhyr, ahora sí lo recordaba con claridad. Esperaba no haberle hecho demasiado daño.

Casi había llegado al árbol donde dejé mi ropa cuando me eché sobre el suelo, sin poder aguantar más, retorciéndome por el dolor.

por **Emhyr Van Emreys** Dom Ene 30, 2011 7:02 pm

Ni un sonido, nada más, Emhyr ya era ajeno incluso a la presencia de la loba, que al parecer se había marchado. Sus ojos se cerraba y abrían, intentando luchar por no cerniese en aquella angustiosa oscuridad.

Ya no había dolor, la luna se marchaba, y el día se teñía rojizo anunciando a la aurora. Pesados parpados que continuaba una y otra vez llevando a cabo de su lucha de ocultar los castaños ojos del turco, y finalmente ganaron, pero la mente de Emhyr continuaba consciente en un cuerpo demasiado débil. Que se tambaleaba en el fondo del abismo, que rozaba la línea de la inconsciencia.

Y era tal que pareció ver, alguna imagen ilusitoria, un recuerdo lejano, de las hogueras en las playas andaluzas, los cantos paganos, y su casi masoquistas obsesión. Por un instante incluso deseo volver al pasado, al recuerdo de los palacios dorados y en ruinas que en su día fueron colosos hogares de grandes reyes, en la antigua Constantinopla. La galerías que le había seguido de niño, y la voz de su madre llamarle entre ellos, pero el pasado estaba allí, y esas personas muertas, ahora sabía que se abría un nuevo camino antes él. Y un alma en su interior irrumpía sin descanso como un intruso que quiere robar su lugar, pero no debía de robarla, ya que Emhyr le daba la bienvenida al espíritu maldito de aquella bestia de licaón. Lo deseaba tanto, que cedería un hueco encantando, y no le importaría dejarle liberar su furia más salvaje en las noche de luna llena. Emhyr ya lo había dicho, cualquier sacrificio iba a ser poco, y mas respecto a él.

De repente sus ojos pudieron descubrirse, ciertamente se había quedado inconsciente un buen rato, y ahora despertaba viendo el cielo azulado, en un nuevo día. ¿Cuánto tiempo había estado en el abismo? Lo desconocía, y más desconocía, de donde sacaba fuerzas para poder recuperar de nuevo la conciencia. Si aquello eran fuerzas, no era las suficiente, ya que el dolor que antes le era ajeno, que había resistido, se había vuelto una retorcida condena. Porque no eran las heridas lo que hizo que se retorciese, sino el veneno que circulaban por sus venas. Ningun grito salió de sus labios, pero su algún que otro quejido angustiado. No había conocido ningún otro dolor físico que no fuese tan enloquecedor.

por **Adrianne Trevillette** Lun Ene 31, 2011 4:51 am

La transformación se llevó a cabó de la manera más lenta posible. Tardé casi treinta minutos en desecharme de todo mi cuerpo animal. Y allí, desnuda en medio del campo, recostada sobre la hierba muerta, sentí frío. Mucho frío.
Me levanté desperezándome sintiendo aún el recuerdo más reciente del dolor de cada miembro de mi cuerpo. La circonita seguía en mi cuello, pero no había hecho demasiado efecto hoy. Empecé a preguntarme si aquella gitana me había comentado algo sobre si caducaba su efecto o no.

Con rapidez, me coloqué las calzas y el corsé interior y me coloqué la falda gris y la camisa blanca. Seguía haciendo frío, pero no tenía nada más que echarme encima. Llevaba el pelo enredado y suelto, pero no había más tiempo que perder en mí misma. Recordé la cara pálida y convaleciente de Emhyr. Le había mordido dos veces. Dos. Desde luego, lo había convertido en licántropo, pero también le había hecho más daño del normal. No había sido necesario ese segundo mordisco, pero, aunque jamás lo reconociese en viva voz, había disfrutado de él como nunca de otra presa. Le había inyectado mi veneno, mis caninos en su piel rasgando toda unión con su pasado; lo había obligado a rechazar su anterior naturaleza y a convertirse en algo que jamás podría dejar atrás.

Ahora, Emhyr era uno de los míos; era un licántropo.

Corrí por el descampado hasta llegar al sanatorio, con la circonita golpeando mi pecho a cada paso que daba. Entré e intenté recordar dónde lo había visto por última vez, justo antes de que el dolor se convirtiera en mi intrépido compañero.
Pronto recordé que el segundo mordisco se lo había dado fuera del sanatorio. Volví a salir y recorrí su perímetro en busca del nuevo ser.

Y allí estaba Emhyr, tumbado, recibiendo los vespertinos fríos y convulsiones de la maldición licana. Él lo había querido, y él lo había conseguido. Me acerqué a él y me agaché junto a su cuerpo, ahora convaleciente y doloroso. Le acaricié el rostro y susurré palabras que ni entendía. Le pedía perdón, por lo que había hecho y por lo que jamás podría hacer: devolverle su humanidad. -Cielo... -susurré- Háblame.
Observé su rostro dolorido y sus labios entreabiertos. No parecía poder hablar, aunque sí estaba consciente. Abrí su camisa con mis manos rompiendo cada uno de los botones, y coloqué mi oído en su pecho, justo en el lado izquierdo. Su corazón latía frágilmente.
-Dios mío -susurré. Levanté la vista y busqué con rapidez el mordisco, el lugar que había sido dos veces maltratado. Su cuerpo presentaba varios moretones, y además, allí estaba aquel trozo de piel y carne arrancado, que probablemente estaría en el fondo de mi estómago. - Joder, Emhyr. Me he pasado -dije, comenzando a notar las primeras lágrimas.

Mis normas eran claras: jamás debía pensar en mis víctimas una vez hubiese terminado la luna llena. Y ahora estaba rompiendo esas reglas, como lo había hecho con Lionel. Sin embargo, esta vez dolía más. Delante de mis ojos tenía la prueba fehaciente de que yo era una monstruosidad, una asesina que jamás podría redimir sus pecados.
Me recosté sobre su pecho y noté sus convulsiones una vez más. Me levanté enseguida y noté su frío, sus ganas de descansar y de que todo el dolor pasase.

Me sentía demasiado pesada para poder llevarlo a algún lugar lejos de aquél, a algún lugar donde pudieran socorrerlo. Pero tampoco podía dejarlo allí, como habían hecho conmigo aquellos desgraciados el día de mi conversión.
Piensa, Adrianne, me dije. ¿qué hiciste tú con tu herida? Cerré los ojos un instante, consciente de que la emoción me impedía pensar con claridad. Ya lo tengo.
Mi falda era de terciopelo, pero mi camisa era de seda, así que cogí la camisa, rompí los hilos de la costura de la manga y rasgué un buen trozo de tela. Lo coloqué a modo de torniquete, bien apretado, en el costado de Emhyr. No paliaría el dolor, pero sería suficiente para que dejase de sangrar. Volví a apretar con fuerza y lo anudé con rapidez. Al menos, ganaría algo de tiempo mientras pensaba en algo que hacer.
-Tranquilo, Emhyr. Estoy contigo.

por **Emhyr Van Emreys** Lun Ene 31, 2011 7:01 pm

Retorcido por el insoportable dolor, Emhyr dejo atrás los quejidos y algún que otro grito sus labios pronunciaron.
Su respiración se volvía intensa, acelerada, siguiendo el ritmo de su corazón que latía veloz, infestado por aquello que ahora circulaba por su sangre.

Emhyr no la sentía cerca, a pesar de que ella estaba allí. Solo podía escuchar en su cabeza su propio pulso, su sangre arder en su interior, calcinarlo de aquel modo inimaginable, Emhyr era bastante fuerte, había soportado las mordeduras, los desangrados de los vampiros, pero aquello le superaba, no era la simple debilidad de la sangre, sino el proceso de cambio en su cuerpo.

Acelerado...
Fuerte...
Galopante en el pecho...
Hasta que de repente cesó... su corazón se había parado... Y de nuevo la inconsciencia...

Sus oídos fueron invadidos por el silencio, su respiración cortada entre sus labios, y sus ojos serenos, se apagaron, y sus pensamientos murieron.

....
....
....

Un momento de paz, un momento sin dolor, su cabeza que estaba a punto de estallar, ahora se veía sin nada, carente de pensamiento, demasiado lenta.
Sus pulmones se llenaron, y el pulso de su corazón continuaba, sin prisas, pero sin pausa.

Un zumbido, no, una voz que le hablaba en la lejanía, le pedía perdón ¿por qué? Al contrario aquello era para agradecer.
Emhyr abrió sus ojos, y pudo ver a Adrianne, el dolor en su costado no cesaba, pero al menos había cesado el otro. La vio llorar, hablarle, y con la herida cubierta. El turco se extraño, pensaba, que ella se marcharía, que se verían al día siguiente o no, como había acordado, no que le atendería.
-O...oye... ¿quién ha muerto? -Pudo decirle, no sin antes toser, de repente sintió la boca seca. Intento sonreírle a pesar de la molestia. -Adrianne, por si aun no he muerto... No estoy seguro de ello. -Otro quejido. -Cerca hay unos árboles, uno marcado con un símbolo... Bórralo con...

Intento moverse, para tomar algo de su bolsillo, inútil que otra punzada dolorosa recorriese su piel.

-Tengo una tiza en el bolsillo... Bórralo, y trae mi abrigo, hay unas hierbas... que me ayudaran... ¡Auch! -Suspiro. -Eso si estoy vivo, o si eres una ilusión... No consigo distinguir...

”La realidad” Termino por escuchar en sus pensamientos, tenía la boca seca, y le costaba hablar, pero hacía el esfuerzo.

-Y gracias... Por hacerlo...

por **Adrianne Trevillette** Dom Feb 13, 2011 12:17 pm

No podía estar más desconcertada. ¿De qué hablaba aquel hombre? Estaba convaleciente, incluso yo misma podía sentir su dolor, y sin embargo, él se empeñaba en quitarle leña al asunto. Estúpida inexperta. Siempre igual.
Fue inevitable recordar a Frank, mi amado Frank, quien, al menos durante el tiempo que había permanecido en París, no dejaba de recordarme lo estúpida, inexperta e histérica que era. Su voz resonaba en mi cabeza, ahora, sin tener por qué.
Me incorporé e intenté escuchar lo que decía Emhyr. Algo de árboles, de hierbas. No entendía bien su voz. Sonaba demasiado débil. Quizá él creía que lo estaba diciendo todo perfectamente.
-¿Crees que unas hierbas pueden curarte? -susurré. Levanté mi rostro y busqué la marca de árbol de la que él hablaba.- ¿Qué dices de una marca? ¿Por qué has marcado los árboles?
Empecé a sentir algo de miedo, aunque más que nada, lo que sentía era pura duda e incertidumbre.
-Emhyr, va a hacer falta algo más que unas simples hierbas para que eso deje de sangrar -dije mientras volvía mis ojos hacia su herida.

No era capaz de comprender nada, y sin embargo, me alegraba muchísimo de no haber huído, dejándolo solo. Él me necesitaba. Como yo necesité a mi creador cuando me abandonó en el bosque de Metz. Aquel licántropo imbécil. Joder, cómo lo odiaba.

Como un susurro lejano, me llegaron las gracias del nuevo licántropo. Sin embargo, preferí no hacerles caso, no quería ni pensar que yo había creado uno de los míos.
Volví a pensar en mi creador. Sí, lo odiaba a muerte. Y ahora, más que nunca.

por **Emhyr Van Emreys** Lun Feb 14, 2011 2:50 pm

La mano de turco se poso en la herida, y con cada punzaba con mas fuerza, mas bien, con las pocas fuerzas que le quedaban apretaba, sintiendo el líquido cálido vertise entre sus dedos, tiñiendolos del escarlata.

Otro quejido, Emhyr se mordió los labios intentando reprimirlos, pero no podía, ya que se retorcía de dolor, y aun no distinguía si estaba consciente o no, podía escuchar la voz lejana de Adrianne, la reconocía, debía de ser ella a la que le hablaba, pero no distinguía del todo su rostro borroso para sus ojos que viajaba entre dos realidades muy distintas.

-El... El.. dolor... El dolor... -Su voz era débil, parsimónica, su corazón contrario, latía de un modo acelerado, desbocado, deseoso de salilr de su pecho. -Lo sé, pero el... dolor... Lo apagará...

Resoplo, ante lo insoportable, apenas podía pensar, y aquello era lo suyo, pensar, planear y ahora su cabeza solo actuaba automáticamente.

-La marca, era... Por si acaso, para engañarte... Bórrala, sino te quemaras al tocar el árbol... ¡Rápido, duele demasiado!

por **Adrianne Trevillette** Dom Feb 20, 2011 2:46 pm

Hice lo que él me pedía sin más tardanza. El dolor, desde luego, debía ser insoportable. Pero, ¿qué podía hacer yo? Nada más que aquello que él pedía. Él era brujo y sabría mejor que yo cualquier tipo de remedio curativo o algo por el estilo. Yo tuve que aguantarlo, y así luna llena tras luna llena, hasta que encontré a la bruja que me vendió la circonita.

-Aquí tienes, cielo -le dije aún nerviosa. Le di lo que me pedía y borré la marca, tal y como él me había ordenado. Lo cierto es que no había salido mal del todo, simplemente me había pasado más de lo que debía, pero... - Podría haber sido peor, ¿sabes? -dije, más bien para intentar no sentirme culpable que para que él no me acusara- Podría haberte matado si lo hubiese deseado bajo mi otra forma.

Empezaba a sentir frío, y sabía que la noche se estaba alargando demasiado, aunque por otra parte también era consciente de que no podía dejar allí solo a Emhyr.
-Espero que te mejores con esto, Emhyr. -le susurré- Deberíamos irnos cuanto antes, a cualquier lugar cerrado donde puedas descansar durante horas. Además, no creo que éste sea un sitio muy seguro...

Había algo que aún no sabía de él, y la verdad en aquel momento me pareció oportuno preguntárselo,puesto que era exactamente lo que necesitaba.
-¿Dónde habitas? -le pregunté.- No quiero ser curiosa, y mucho menos maleducada, pero estaría de maravilla que en cuanto pudieses andar te ayudase a ir a casa, y así puedas descansar. ¿Vives solo? ¿Está muy lejos de aquí?

Aún con el corazón en un puño, esperé su respuesta. Aunque poco a poco, noté que el peligro ya había pasado. Sólo quedaba estabilizarse.

por **Emhyr Van Emreys** Lun Feb 28, 2011 8:05 pm

Emhyr tomo aquella hierbas y comenzó a masticarlas, sintiendo su sabor desagradable a pesar de lo aromático. Un gesto de repugnancia entre el dolor se mostró, y Emhyr pensó que prefería fumarlas antes que masticarlas, pero su efecto era mas intenso si las ingería directamente.
Adrianne le hablaba, y el efecto de calma y anestesia comenzaba a invadir su cuerpo, demasiado rápido, más de lo improvisto.

-No tengo... Hogar... No sé a donde ir... -Dijo sintiendo como las hierbas se llevaban su conciencia lejos, pensando en el mausoleo, pero no iba revelar aquel lugar, ya que ese lugar era para su compañera y no deseaba ser llevado allí. -Lo siento...

De nuevo la oscuridad hizo que se perdiese en la nada, se había desmayado sin poder terminar lo que deseaba decirle a Adrianne.

“En aquella habitación de piedra con su compañero había permanecido desde que recibieron ambos aquel castigo, pero ciertamente Emhyr pensaba que había merecido la pena, la pequeña broma que había hecho a todos reír. Había escondido el libro sagrado del Imán de aquella clase de monasterio, y había sido bastante divertido ver como éste enloquecía buscándolo. Y a pesar de que sus manos estaban ahora vendadas y doloridas por los golpes del castigo, allí estaba castigado con su compañero Azad recordando y riendo por su pequeña hazaña. En aquel momento tenía quince años, y en la comunidad donde se formaban los jenízaros siempre había sido considerado como “”, ya que había estado demasiados años siéndolo en su promoción, antes de que llegaran los más jóvenes.

De repente sus risas callaron, cuando al que llamaban “el Cristiano”, uno de los más mayores de la comunidad, un recién jenízaro entro en la habitación.
Ambos se pusieron, bien suaves. Esperaban otro castigo, pero no. “El Cristiano” estaba demasiado serio, a pesar de que hacía apenas una hora había reído con ellos ante la broma.

Un sobre con el sello de la realeza y un reloj de plata, fueron entregado a las manos de Emhyr, éste los miró extrañados.

-¿Qué? -Dijo Azad riendo mientras tomaba el reloj entre sus manos. -¿Más regalo para nuestro “señor de la nobleza?

Emhyr no tardo en rasgar el sobre y leer su contenido, un contenido que iba a cambiar su vida para siempre.

“Pérdidas de títulos... Traición... Condena... Pena de muerte... Juicio... Ejecución... Exilio...”

Mientras pasaban estas palabras leída por su cabeza poco a poco su tez iba palideciendo. El sobre iba arrugándose entre las manos, y las lágrimas se hacía en sus castaños ojos.

Azad dejo de reír.

-¿Ocurre algo?

“El cristiano” hizo entrar a aquellos a algunos de sus compañeros, ahora jenízaros hechos a la habitación, iba armados.

-Lo siento, pero son ordenes directas que debemos de cumplir.

Emhyr levanto de su sitio y miro a su compañero.

-Pero yo... yo... No quiero morir, ¡no es justo! Hermano.

Si, entre ellos ya se llamaban hermanos, ellos eran la futura élite, ellos tenía la noción de comunidad de familia. El gesto serio del “Cristiano”, flaqueo por un instante.

-La vida no es justa, Emhyr...

-¡¿Pero que ocurre?! -Azad, volvió a preguntar su compañero sin comprender y arrebatándole el sobre leyendo por encima. -¡No puede ser! Él es nuestro hermano, él no tiene culpa que su familia sea...

Emhyr le arrebató el sobre de sus manos, rasgándolo, y lo guardo junto al reloj, en aquel abrigo con bordados, que le quedaba enorme. Un paso tras otro, mientras salía de aquella habitación mudo.

-¡Calla!

Mudo por los pasillos, seguido por aquellos hombres armados, mudo y rodeado de miradas que no podían creerse lo que ocurría. Todos lo sabían, y no le había dicho nada.
Y él solo tenía quince años, quince años iba a ser la edad donde su vida terminaría. La vida era demasiado corta, no era justo, ¡No era justo para él! Pensaba una y otra vez, ¡No tenía la culpa! La idea de morir no entraba dentro de la cabeza de Emhyr.

Sus manos vendadas temblaban y las lagrimas silenciosas no paraban de surcar su moreno rostro. Tenía demasiado miedo, y estaba confundido, ya que... como era posible que todo cambiase de aquel modo. Pensó por un instante que aquello era un broma de sus “hermanos”, para pagar las suyas ya hechas, pero... la realidad era muy distinta.

-No quiero morir... -Musito, muy bajito. -No quiero morir... -Sus manos temblaban, y sin darse apenas cuenta se vio empujando a uno de sus guardias, a uno de sus hermanos y tomando su espada. -¡No quiero morir! ¡Ni moriré! -Grito, mientras todos sacaban sus espadas, éste amenazaba con la suya a los demás. -¡Quién de un paso hacia mí, os juro que lo mato! ¡Me da igual todo, lo mato!

Fue un momento repentinamente confuso, alguien ataco a otro alguien dentro de la guardia, no había sido Emhyr. Fue extraño ya que la lucha había comenzado, y los propios hermanos alzaban los uno contra los otros las espadas.

-¡Largate ya! ¡Idiota! ¡Vete! -Alguien le hablaba a él entre la confusión, Emhyr sintió un golpe en su espalda y como respuesta a ello, su espada se vio hundida en el pecho de uno de sus hermanos, en la del “cristiano”.

-¡Fuera! -Alguien seguía gritándole, y él contemplaba a su compañero en la confusión, arrepentido por lo hecho, hasta que sintió como alguien tomaba de la manga para arrastrarlo con él, no pararon de correr, nunca habían corrido de aquel modo...

Emhyr murmuraba en otro idioma entre delirios del pasado, los cuales, no dejaban de influir en su cabeza, la oscuridad le devoraba y su cuerpo temblaba a causa de la sensación de la fiebre. Por un momento la calma comenzó a hacerse con él, después de aquella inevitable tortura que existía entre la conciencia y la inconsciencia que no llegaba a tomar, la confusión del dolor y el alivio.
Había despertado calmado, en una cama blanda, en una habitación que no reconocía. La fiebre debía haberle bajado.

Algo pudo percibir cerca de él, o más bien alguien, reconocía su modo de moverse, a pesar de que no la conocía demasiado, pero tan observador era, que podía memorizar los sonidos y movimientos que rodeaban a una persona.

-Adrianne, ¿estas ahí? -Pregunto, como si nada, sintiendo su cuerpo débil, pero que recuperaba las fuerzas. Él dolor había remitido. La hierbas hacían de anestésico.

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