despedida... o comienzo. [Privado-Flashback]

por **Alexis Hamilton** Dom Oct 22, 2017 2:40 am

No hay nada mejor que el olor a tierra limpia, con excepción del fresco olor que despiden las pequeñas plantas luego de una lluvia. Cuando llueve, muchas veces salgo al páramo y me tiendo bajo los matorrales a escuchar como caen las gotas de lluvia sobre el brezo.

Frances Hodgson Burnett

No comprendo los ruidos exteriores, ¿acaso no llovía? ¿no es lo mejor que te puede suceder en el día? me inunda la curiosidad como inunda la lluvia con sus goterones gigantes… y al asomar, uno ya me ha mojado el rostro, y yo… desespero – saldré, cúbreme Giselle… - Mi destino era curioso, había decidido bajar de mi medio de transporte... huir de mis guardias mientras Giselle ocultaba con gracia que me escabuia por el otro lado de la puerta al frenar por alguna que otra distracción… aunque yo avanzo, siempre avanzo sobre las calles y el sonido ruidoso de un día primaveralmente mojado, con ese contraste que, al adentrarme por las calles, se genera en mi olfato una mezcla curiosa entre húmedo… fresco… y no lo sé… aun no puedo percibir que es.

fácil es huir, pero difícil es encontrar el camino hacia donde realmente quieres ir… mis pies lo hallaron, y yo escondida entre esos pasillos de flores avanzaba feliz hacia lo que quizá cambiaria el rumbo de mi vida... Mis pasos se detienen cuando mis oídos me advierten que no estoy sola, y mis ojos azul cielo se posan hacia el pasillo donde escuche el ruido y me acerqué– toc, toc… - hable con una suavidad que genera la paz de no sentirse amenazada… Sonrío ávida y atenta, la expresión en mi rostro, la calma ante la adversidad… es difícil mantener la compostura cuando por dentro quieres gritar… pero calma, es solo una figura.

- Madame, me ha asustado… - en la punta de la lengua… se encontraba la pregunta más certera… ¿Qué hacía ahí tan sola? Pero no lo expuso… no alcanzo por que le hacían desfallecer ante la venganza cruel de saber que ha sido Adda la causante de la muerte eterna a su sire… generándole dolor, más del que pueda y quiere soportar, siendo su única arma, defensa contra aquella debilidad como la tristeza.-
A ella hay que llevarla a las afueras… - una orden directa mientras se agolpaban en sus caballos. Para mí el castigo… observarlo todo sin poder articular una palabra ni emitir algún movimiento, y las afueras no tenían testigos, ni cercanos… estaba sola…. Moriría sola, el mundo y mi final se hallaba cerca…. Cuando todos sentados, cerrando el paso comenzaba a prepararme para quebrar mi mente… despedirme del mundo… obligarme a estallar… y morir en el intento, pero algo sucedia, ruidos, gritos y locura... algo estaba sucediendo... o alguien ¿Que sucedía?

por **Jean Hamilton** Miér Nov 22, 2017 12:00 am

El bosque era ya su hogar, el aliento fresco de los árboles le era familiar. Jean Hamilton se movía confiado aún entre las sombras. Había peleado contra casi todo, y a casi todo le había ganado. Hacía varios años que había dejado su puesto militar –desertando, claro, y por eso era tan buscado- para convertirse en uno de los buenos cazadores que Francia tenía. Sí, era bueno y lo sabía, hasta tenía una incipiente discípula y eso le confirmaba que si era capaz de enseñar era también capaz de alcanzarlo todo. En verdad no hacía falta demasiado para que su ego creciese, para que se sintiese todopoderoso y ese era, tal vez, el único puntillo débil que el cazador tenía.

Volvía de la aldea y comenzaba a atravesar el bosque, de nuevo a su hogar, a lomos de su caballo. Una llovizna le había caído pero no había sido duradera, aunque sí intensa, y cómo hacía calor a pesar de todo, su ropa mojada no tardó demasiado en secar. Estaban en esa época de la primavera en la que ya casi podía acariciarse el verano.

Nunca tomaba los caminos habituales, prefería bordearlos. Mantenerse cerca de ellos y a la vez a resguardo, aunque ya no le buscaban con la misma intensidad de antes, sí sabía que sería estúpido exponerse cuando en verdad no le era necesario, lo último que quería era hacerle ganar dinero a alguien por entregar a las autoridades su cabeza, en caso de que pudiesen quitársela, por supuesto. Pero si esa noche no hubiera bordeado el camino, no habría podido ser de ayuda, como finalmente sí lo fue.

Se encontró, sin buscarlo, con una escena desconcertante. Tres hombres rodeaban a dos mujeres que se miraban, que se medían. Algo le decía que la morena estaba en peligro –de seguro era el instinto que con los años había ido desarrollando-. Por un momento consideró alejarse sin mirar atrás, volver a su casa sabiendo que no haber hecho nada por aquella mujer en apuros no le quitaría el sueño, él ya no era así de caballeroso, pero simplemente no pudo no intervenir. Después de todo había nacido bajo el signo del escorpión y contra eso sí que era difícil pelear.

-¿Qué sucede aquí? –dijo, sin desmontar, y su voz potente acalló por un instante las palabras de las mujeres-. ¿Se encuentra en problemas, Madame? –le preguntó a ella, la protagonista evidente de aquello, ignorando a los demás.

Pero los demás no lo ignoraron a él y sin mediar palabra dos de los tres hombres se movieron en su dirección, directos. Jean, rápido como era, le arrojó una cuchilla al primero en la pierna, lo que provocó que no pudiese llegar a él, y se tiró sobre el segundo dispuesto a pelear. No había buscado que todo aquello sucediera, pero ya era tarde para pensar en nada más.

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