Une nuit à l'opéra [Privado] / Alex

por **Erika Herzogin** Vie Nov 03, 2017 7:32 am

L'opera Garnier

La Flûte enchantée

20:00 h

PRIMAVERA

La luz del día había caído y tras esos últimos rayos de sol daban paso a las luces de la ciudad que, con aquel brillo, magnificaban aquellos edificios emblemáticos que decoraban París. Y cómo no, para aquellos que podían disfrutar de su belleza ya sólo en el comienzo de la noche, se servían por las calles con sus carrozas y mejores trajes para unirse a cualquier fiesta o acontecimiento que quisieran asistir.
Los arcángeles dorados vigilaban desde lo alto las puertas de su querido palacio de la música y danza. ¿Quién no sería el precavido de mirar tal belleza de sus portentos sin quedar con la boca abierta? Obcecado al no reconocerlo. La riqueza estaba marcada en aquél edificio como si de un cuento de hadas se tratara, fabricado de oro y mármol, daba la bienvenida a los invitados los guardarropa con su dón de la palabra y la educación adquirida por sus maestros.

— Madame — decían cordialmente inclinándose con todos sus respetos para coger un simple abrigo de piel o un simple — Monsieur — cuando se referían los caballeros que entraban por las puertas antes de subir aquellas majestuosas escaleras con sus gran damas que coronaban el inicio de ellas.
La falda de su vestido se arrastraba por los escalones a pesar de que sus manos lo levantaran con cierta delicadeza. Los detalles dorados brillaban con las luces de la sala, su escote pronunciado, esos hombros blancos que, al aire, llamaban la atención tanto de damas y caballeros de su alrededor. Era de notar su estilo extranjero al vestir, ya que no marcaban esas caderas falsas que levantaban los vestidos parisinos. A los que la aristocrática francesa estaba orgullosa de llevar y presumir, conjunto con aquel maquillaje que marcaba de rojo sus labios y blanca su tez, las pelucas despampanantes con adornos y plumas que ya se consideraba más que abusivo.

— Baronesa Herzogi, qué sorpresa verla por aquí — una mujer con un vestido adornado con lazos verdes y unas caderas que dejaban apoyar sus rollizos brazos en el brial.
— Madame Bourdeu, buenas noches — le saluda la joven la bávara con una dulce sonrisa, y es que no podía ocultar de cierta manera la gracia que le hacía ver el enérgico movimiento del abanico de la señora Bourdeu, llegaba a imaginarse que acababa volando aquella peluca blanca de tanta agitación por alegría — vengo a disfrutar como usted de la velada — terminó de saludarla al ver cómo ella y sus acompañantes se inclinan con cierta reverencia.
— ¡Espléndido! — dijo con cierta jovialidad — Espero que disfrute de la noche —
— Igualmente Madame — respondió rápidamente con esa dulzura que soltaban sus palabras. Aquel sonido cautivaba a la corpulenta aristocrática que , sin remedio, mira a su sobrino para que hiciera un poco de acto de presencia.
— Baronesa, quisiera presentarle a mi sobrino, Albert Bourdeu, Capitaine de la Grande Armée — vaneó el abanico para que aquel a quien llamaba sobrino despertara.
— Baronesa — responde rápidamente el hombre cogiendo sin previo aviso la mano de la joven para besarla. un acto más que imprudente a la vista de la aristocrática, la cual, si no fuera porque estaba en público, su sobrino llevaría una reprimenda a base de collejas.
— un placer de conocerle Capitaine, es un honor conocer a un miembro de la Grande Armée — intentaba sonreír, a pesar de que aquel beso se estaba alargando con demasía. — Espero que paséis una agradable velada — retiró con esfuerzo la mano de su boca intentando ser lo más agradable posible.
La escena se había convertido bastante ocurrente hasta el punto que ambas personas empezaron a inclinarse repetidas veces para despedirse con su educación de la baronesa, inclusive cuando esta se alejaba subiendo por las escaleras.

—MrBrii

por **Alex G. Helders** Sáb Nov 11, 2017 7:28 pm

Los monstruos...
también son necesarios en la naturaleza.

La virtud de la voluptuosidad siquiera lo asimilaba a un acto netamente carnal o erótico, o más bien sí, veía cierta lujuria, aquel deje de sensualidad y consolación de goce en las liricas que apreciaba una que otra noche en la opera. Agradaba de visitar aquellos sitios, pues la efervescencia de sus deseos se sentía ofendida bajo el monstruoso cambio que cogía su ser al contemplar dicho arte.
“Podéis imaginar fácilmente, señor… que ésta noche está dedicada a la dulce melodía que sus oídos desean oír.” Pero a medida que el sujeto frente a sus orbes hablaba, no logró ignorar oír (Aunque no deseaba ignorarlo tampoco) la conversación que se guiaba unos pasos más allá.
Contempló la figura femenina en su máxima potencialidad, advirtió que se trataba de una señorita de sociedad tan solo por la vestimenta que traía aquella noche y aquello, no lo dejó indiferente de una escasa sonrisa sobre la comisura de sus labios. Bien sabía el vampiro que jugar al cazador no se le daba, pero entre la lobreguez, la oscuridad y aquella umbría que generaba la noche para él ¿Por qué desperdiciaría dicho placer? Extendió sus brazos hasta detenerlos sobre los hombros del muchacho que le dirigía la palabra, el castaño simplemente dedico una sonrisa y emprendió su camino tras la muchacha de blonda cabellera.

Oía lamentarse a menudo a aquellos que oían sus canciones mientras pasaban por las calles parisinas, se habría quedado allí aquella velada, pero la destreza de sus manos, el discurso de sus letras y el demostrado de siempre perfeccionamiento que cargaba, lo obligaba a menudo a asistir a eventos que lograran dar de ellos para el vampiro. Asumía una desigualdad notable de clases sociales, y prefería, claramente, como desde infante, perderse en el desalojo, en la porquería y el desorden. Pero era flexible cuando se trataba de inspiraciones.
Pero regresando su atención a la extravagancia y única fémina que había llamado su atención, se propuso llegar a tales extremos de al menos, hacer presente su propia figura bajo la mirada de aquella de cabellos claros.

Si bien, su reputación dentro de aquel lugar no era la mejor, entendía que dicha, era un bien sin valor que jamás compensaría los sacrificios que se hace por ella, misma razón por la cual le descuidaba en demasía ocultar apariencias, muchos de los presentes lo habían visto contra la pileta entonando una composición; Pregonaba impúdicamente sus principios con la frente en alto, sus manos escondidas en los bolsillos delanteros de su traje y dando religiosas zancadas al caminar comenzó a ascender por la escalera, misma que llevaba sobre su extensión al cuerpo femenil que el vampiro seguía con reserva.

En efecto, la simpleza de algunas mujeres hacía de ésta bella gacela la presa perfecta, pues, después de la muerte; el juego y el asedio daban proporcionales sensaciones casi similares a los sentimientos de enardecimiento. Era fácil darse cuenta de la superioridad reflejada en su rostro, y más aún en las expresiones de terceros que median sus palabras para no ser tan obvios. Aunque para el vampiro no fue difícil adivinar que morían de angustia tras la materia de la cual se trataba de hablar con alguien de dicha alcurnia

Subió las escaleras por el costado de la dama, se detuvo unos escalones más arriba para girarse sin aires de superioridad. A pesar de llevar varios años ya definido como un espectro frente a sus ojos, le costaba aún mantener los procederes de actitudes humanas, figuras que antes eran innatas de su ser, ahora debía exagerarlas para que pareciesen normales, como parpadear o respirar de forma acompasada – ¿Me permite acompañarla? – Sin esperar una respuesta positiva, sino más bien, continuando su andar por sobre cada escalón hasta llegar a una superficie lisa. Ahora de pie por sobre su figura, esbozaba una peligrosa sonrisa esperando a que llegase a su costado, pues ¿Qué otra acción le quedaba? ¿Bajar?
Ya cuando la pintoresca mujer llegaba, se inclinó como reverencia – Un placer, mademoiselle – Apostaba que por presencia nada más, era razonable creer que era espiritual y de buena fe, creyente de atrocidades religiosas. Existían dos clases de individuos en la cabecera de las clases sociales, religiosos y no. Subió la mirada por la línea de su curvilíneo cuerpo, llevaba consigo una particular forma de diferenciarse del resto. Se detuvo contra aquellos ojos claros y ahí se mantuvo esperando respuesta.

por **Erika Herzogin** Miér Nov 22, 2017 6:24 pm

L'opera Garnier

La Flûte enchantée

20:00 h

PRIMAVERA

Dejada atrás aquella pequeña sátira entre escalones, su intención de buscar la tranquilidad que le proporcionaría la privacidad de su palco, era cada vez más patente. Aquellas intenciones fueron invadidas por la curiosidad y captar la atención del castaño. Que sin remedio alguno, la rubia había entrado en aquel juego de miradas, al que ella no estaba acostumbrada a jugar. El sentimiento de diversión iba en aumento por segundos, y no pudo contener una sonrisa en modo de respuesta ante su pregunta.
¿Por qué no jugar? Él era un desconocido y ella parecía ser una desconocida sin título nobiliario para él. La probabilidad de inventarse una identidad ajena a la realidad hacia crecer la gracia en sus ojos.
— Será un placer — sus manos hicieron amago de estirar las dobleces de su falda, una vez llegado a suelo llano. — Monsieur…. — la frase quedó en el aire con aquel leve tintineo, insinuando una presentación por parte del caballero misterioso. Su diestra, por otro lado, se elevaba con deseo de un cordial beso. Puede que ese gesto fuera simple cortesía, o es que la baronesa ya había acostumbrado a tanta presentación.
Desde el otro lado de la sala algunos camareros se acercaban hasta los invitados para conducirles por los pasillos hasta llegar a sus respectivos palcos. Uno de ellos, algo flacucho y desgarbado, se acerca a aquella pareja tan desconocida para ofrecer su ayuda como guía, Sus funciones estaban claras, y es que como cual genio sale de su lámpara, ellos debían mantener contentos y distraídos a los invitados esa noche.
.

—MrBrii

por **Alex G. Helders** Mar Dic 05, 2017 11:10 pm

Sombras tapándote
son tan solo sombras sin pena ni gloria.

Como antes había detallado en los bellos baches claros de la dama y en la estampa que dejaba sobre la presencia de terceros, notoriamente se trataba de alguien de importancia ¿Clase social? No la diferenciaba, pero a él no le interesaba en lo más mínimo el estatus, sino más bien la prestancia, la elegancia y la estampa que dividía lo absurdo de lo magnifico.

Atento a cada destreza revelada ante su figura, hasta el más delicado movimiento lo detalló en su memoria para compaginar luego sí al final de la noche, había hecho su elección correcta. Al final, un vampiro debía saber escoger hasta con los ojos cerrados y él basaba toda su atención en la simple portada de aquella belleza.

Observó la reverencia que hacía frente a él y sin pensarlo dos veces acunó aquella mano entre las propias, sintiendo como el calor de éstas quemaba la frialdad de su propia extremidad; Pocas veces se había dejado tocar por extraños, pero la noche prometía y quizás hasta podría valer la pena exponer algo de extrañez a la actitud del castaño, pues, en el brillo de los ojos ajenos se deleitaba aquel deje de picardía por lo desconocido, y aquello, ciertamente le gustaba, jugar. Atento a la pausa de aquella fémina se interpuso con voz clara y dependiente del encuentro.

— Alex Helders, su servidor — A la perfección sabía lo que hacía, como, donde y porque.

Observó a sus alrededores, claramente estaba por iniciar el show principal y aquel par de personajes se encontraban justo en el centro de preferencia para concurrir hasta el destino de todo aquel tercero que desease pasar una noche esplendida.

Alzó la vista hacía ella, dejó que sus labios gélidos rosaran el dorso de aquella delicada mano y marcando allí un delicado beso abusó completamente de la poca confianza entre ambos para corta distancia y susurrar junto a su oído, no muy lejos, no muy cerca, pero si lo suficiente para inhalar el perfume de aquella efigie femenina — Asumo que tiene sus asientos reservados y la esperan, pero no me atrevería a perderla entre la multitud y con miedo a sonar atrevido — Mentía sobre la falsa modestia — Me gustaría tener el honor de invitarla a mis asientos, están en un sitio preferencial — Confesó, al fin algo de sinceridad salía de entre sus intenciones, misma razón que lo hizo callar a la espera de una respuesta.

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