¡Maldición! ~ Алина Нивйеска

Las cosas habían cambiado demasiado desde que él y su prima habían llegado a París. Dima había encontrado a sus verdaderos amigos, Sasha y Nade, se había reencontrado con Darina que ahora era Reina de Rusia, y había tomado una importante decisión: se mudaría con Alina a las carretas de los hermanos Kuznetsov, al menos, hasta que pudiera construir una casa para los cuatro.
Debía decírselo a Alina, y sabía que no sería tarea fácil. La niña estaba acostumbrada a vivir en grandes mansiones con todos los lujos que aquellos de clases más altas solían tener, todo aquello de lo que Dima tanto renegaba y huía. ¿Cómo iba a convencerla de irse a vivir con unos gitanos? La sola idea iba a espantarla, y Dima lo sabía bien.
Así que aquella mañana, despertándose temprano, Dima salió pronto del cuarto que compartía con su prima y recorrió las calles de París en busca de una buena pastelería. Encontrándola, compró dulces para su prima, e hizo otra parada en una cafetería para adquirir un par de tazas de té que se llevó de vuelta al hotel.
Volvió corriendo a éste, temiendo que su prima se despertase antes de que él llegara, y con suerte, sus deseos fueron cumplidos.
Con las tazas de té aún en sus manos, se sentó en la cama de su prima y comenzó a saltar sobre ésta hasta que la niña se despertó.
-¡Fifita!.- farfulló, pues mordía la bolsa de la pastelería. -¡Fuefos fías!.- continuó sin soltar la bolsa.
Aquello tenía que ayudarle a que Alina cediera en su deseo de mudarse, o tendría serios problemas.

La vida en París sería menos fácil de lo que Alina creía. Su desafortunado encuentro con un vampiro la había dejado un tanto desconcertada, y era de suponer que no le relataría nada de aquello a su primo, pues no quería asustarlo y también temía que éste la tomara de loca. Ella no estaba loca y solo ella sabía de la existencia de aquel ser, ella y Lucy, su inseparable Lucy. La noche que había llegado al hotel, guardando el miedo solo para ella, no se había encontrado con Dima, y eso era una buena señal, así no tenía que mentir descaradamente, ni relatar hechos sobrenaturales que nadie creería, y mucho menos Dima; o almenos eso era lo que ella pensaba.
Cuando su cuerpo tocó la mullida cama, cayó en un profundo sueño, pero la pesadilla de tener a un chupasangre buscándola para matarla, la había perseguido durante toda la noche, por tanto aquella mañana, por mucho que el sol traspasase ya sus cortinas, no deseaba levantarse, no quería rendir cuentas a la vida, ni pensar un minuto más en lo que hubiera pasado... y por suerte no pasó. Alina ya conocía la existencia de seres de ultratumba y aquel secreto no la dejaría dormir bien por muchas noches siguientes y ella lo sabía perfectamente.
Giró un par de veces más entre las sabanas, y abrazó a Lucy fuerte, mientras intentaba de nuevo concentrarse para poder dormir y no en recordar los afilados colmillos del vampiro. Pero para cuando por fin lo estaba consiguiendo, la puerta de la habitación volvió a abrirse, y algo pesado cayó sobre su cama, justo a los pies de ella, botando varias veces y logrando que la niña abriera los ojos de par en par.
-¡Fifita!.- farfulló su querido primo de cabellos rubios y fríos ojos azules como el mismísimo río Neva, de una manera poco entendible y cómica, pues sujetaba una bolsa de pastelería entre los dientes, mientras que en las manos sostenía dos tazas de té recién hechas. -¡Fuefos fías!.- continuó Dima sin soltar la bolsa y sonriendo para ella.
Alina entrecerró los ojos con enmarcado enfado, pues aquella forma no fue la adecuada para despertarla, y tomando su almohada con ambas manos, se incorporó de forma brusca y golpeó la espalda de su primo con ésta, logrando que soltase la bolsa de la boca.
-¡Serán fuefos para ti!- chilló la niña mientras sus pequeñas manos se cerraban en un puño sobre la almohada con la que había golpeado al joven. -Eres tú el que siempre duerme hasta muy tarde y justo hoy se te ocurre madrugar, ¿qué pasa, estáis todos confabulados para matarme? ¡Anda y que te...! ¡Dejame dormir en paz!-. Su mal humor era notable ya por la mañana, pero en el fondo se sentía culpable, pues bien sabía ella que su primo se había tomado bastantes molestias para con ella, y por esas razones, y otras de las cuales ella nunca hablaría; no se atrevió a mirar en ningún momento a los ojos del chico mientras chillaba todo aquello, para luego volver a hundirse entre las sabanas, escondiéndose de aquella mirada alegre que tan culpable la haría sentirse después.

Dima se sentía demasiado nervioso, y aún actuando con normalidad, sentía los nervios a flor de piel y creyó no poder controlarlos mucho tiempo, pero debía. Eso era lo que se repetía una y otra vez, que debía controlar sus nervios.
Cuando Alina entreabrió los ojos y la vio con rostro claramente enfadado, quiso tragar saliva pero le fue imposible cuando aún mordía la bolsa.
La niña, claramente enfadada, tomó la almohada con ambas manos y golpeó su espalda haciendo que el chico soltase la bolsa que mordía de golpe, y que por poco el contenido de las tazas de té se derramase al suelo echando todos sus esfuerzos a perder.
Lloriqueó como un niño pequeño y quiso mirar a su prima con cara de pena, pero ésta comenzó a gritarle.
-¡Serán fuefos para ti!- le recriminó mientras cerraba los puños sobre la almohada. -Eres tú el que siempre duerme hasta muy tarde y justo hoy se te ocurre madrugar, ¿qué pasa, estáis todos confabulados para matarme? ¡Anda y que te...! ¡Dejame dormir en paz!- continuó gritando, sin mirar los ojos del chico en ningún momento.
Dima cambió su alegre sonrisa por un gesto de culpabilidad, que se pronunció aún más cuando su prima se escondió entre las sábanas.
Dejando la bolsa y las tazas de té en la mesita de noche cercana, destapó con sumo cuidado a su prima y buscó su mirada como si fuera un perro olisqueando.
-¿Estás enfafafa...?.- preguntó con tono de pena, encontrando la mirada de su prima y clavando los ojos en ésta. -Te he traído tus dulces favoritos....- continuó él, con expresión de pena.
Sin saber que más podía decirle, pues no podía evitar estar nervioso, besó la frente de su prima y acarició su pelo con ternura. Se levantó después, tomando un libro suyo de aventuras para usarlo como bandeja. Posó una taza de té allí y colocó la bolsa con pastas justo a su lado, acercándolo hasta su prima.
-Miraaaaa....- canturreó divertido, esperando a que su pequeña y querida prima se girase para mirarlo o, en el peor de los casos, volver a cargar contra él.

Y lo que Alina temía se hizo realidad. Su primo se posó a su lado, buscando apenado la mirada de la niña, y cuando sus ojos chocaron con la mirada entrecerrada de Alina, con tono apenado y se podría decir incluso que con cierta culpabilidad en el rostro, preguntó:
-¿Estás enfafafa...?.- Haciendo aquella broma de juego de palabras que él mismo había empezado cuando habló sujetando la bolsa con los dientes. -Te he traído tus dulces favoritos....- continuó , el joven, con una denotada expresión de pena.
Alina por su parte sentía que se le encogía el corazón cuando la mirada de culpabilidad de su primo chocó con la suya, que denotaba reproche a todo momento. "Sabía que lo haría, siempre lo hace. ¡Lo odio!... mentira, lo quiero...", se recriminaba la pequeña una y otra vez cuando aquel sentimiento de culpa la invadía, y cuando los labios de Dima se posaron en la frente de Alina y su mano acarició su pelo con ternura, sus mejillas se tornaron de un rojizo más intenso, acto que escondió tras las sábanas, en un intento de aferrarse a éstas. Dima se levantó en busca de un libro donde posar las dos tazas de té y los dulces favoritos de Alina, y esto le dió tiempo a la niña para incorporarse y llevarse las manos a los ojos para frotárselos y poder despejarse del todo.
-Miraaaaa....- canturreó divertido el joven, acercándose a la niña, mientras esta se desperezaba y lo miraba casi con recelo.
-Dima...- comenzó entonces a hablar Alina con tono sentido, pues viendo el desayuno que su primo se había esmerado en buscar para ella, le hacía sentirse aún más culpable. -¿Se puede saber qué te ha picado ya por la mañana?- se retractó la niña, cruzándose de brazos y acercando su rostro al de Dima con dismulo enfado, levantando una ceja y simulando cuestionar las acciones de su primo de forma divertida.

Dima sonrió cuando vio que su prima finalmente se levantaba y se desperezaba. Pero la mirada inundada de recelo por parte de ella le hizo tragar saliva de golpe, intentando disimular al máximo aquel gesto.
-Dima...- comenzó la pequeña, y Dima quiso morderse el labio inferior de los nervios, pero se repitió una y otra vez que debía disimular. -¿Se puede saber qué te ha picado ya por la mañana?.- continuó cruzándose de brazos y acercando su rostro al suyo, levantando una ceja y poniendo aún más nervioso al joven.
-Quizá de camino a la pastelería me haya picado algún bicho, ¿quieres comprobar si es así?.- bromeó divertido el chico levantándose ligeramente la camiseta. Se echó a reír después y tomó su taza de té con ambas manos para contagiarse del calor de ésta. -Desayuna.- le sonrió a su prima con ternura, evitando responder a las preguntas de ésta.
¿Como iba a decirle que todo aquello era porque quería mudarse con los Kuznetsov? No. No podía decírselo aún.
-Sabes....- comenzó arrastrando las palabras. -Cuando salí a comprar el desayuno, pensé que quizá te apetecería ir al circo gitano hoy... no hemos pasado mucho tiempo juntos estos días, y tengo un millón de cosas que contarte.- continuó sonriendo sin atreverse a mirarla a los ojos, pues tras aquellas palabras se ocultaba una verdad que aún no quería revelar. -Podemos ir si te apetece... prometo que serás la única mujer a la que le prestes atención.- sonrió, mirando los azulados ojos de su prima para luego guiñarle un ojo divertido.

-Quizá de camino a la pastelería me haya picado algún bicho, ¿quieres comprobar si es así?.- bromeó divertido Dima, levantándose ligeramente la camiseta en busca de alguna supuesta picadura. Este hecho hizo que Alina se volviese a sonrojar, y de forma rápida apartó la mirada de su primo, clavándola en los pastelitos. -Desayuna.- Volvió a decir el chico, sonriendo mientras Alina cogía su taza de té y se llevaba un pastelito a la boca con lentitud.
A veces se preguntaba como Dima podía carecer de pudor, eso era algo que ella no lo concebía del todo, pues el simple hecho de no llevar ya aquellas gruesas enaguas de lana bajo sus vestidos ya le parecía extraño, pues el clima de Francia no era comparable al de la fría Rusia.
-Sabes....- comenzó a habar de nuevo Dima -Cuando salí a comprar el desayuno, pensé que quizá te apetecería ir al circo gitano hoy... no hemos pasado mucho tiempo juntos estos días, y tengo un millón de cosas que contarte.- Esas palabras obligaron de nuevo a Alina a levantar la cabeza y mirar a su primo, que sonreía con la mirada fija en su taza de té. Podemos ir si te apetece... prometo que serás la única mujer a la que le prestes atención.- Dijo levantando por fin la mirada, para encontrarse con la de la niña, quien lo miraba curiosa, y cuando éste le guiñó un ojo divertido, sus mejillas volvieron al habitual tono rojizo que siempre la acompañaba cuando Dima se encontraba cerca.
-No me mientas...- comenzó a hablar Alina, dejando su taza de té sobre la mesita de noche, para luego coger a Lucy en brazos y acariciar los rizo marrones de la muñeca. -Quieres ir a ver a las gitanas en mallas ajustadas... ¡te he pillado!- acusó la niña a su primo, apuntándolo con su dedo índice de forma incriminatoria. Pero luego una leve sonrisa curvó sus finos y rojizos labios, sonrisa que escondió tras la muñeca, luego de encogerse para apoyar su mentón sobre sus propias rodillas.
-Pero acepto ir, quiero conocer un circo y ver a los payasos... aun que contigo me basta.- bromeó la niña, ladeando levemente la cabeza mientras seguía escondiendo su sonrisa tras los rizos de su muñeca.

El chico aguantó la mirada en su prima, que había comenzado al fin a desayunar. Sonrió divertido al ver las sonrojadas mejillas de la niña, que siempre estaban así cuando estaba juntos. Dima se preguntaba mientras bebía de su té, si estaban así por vergüenza ajena, por la risa que Alina aguantaba al verle, o por otra razón que desconocía.
-No me mientas....- comenzó finalmente la pequeña, dejando su taza de té en la mesita de noche y tomando a su muñeca Lucy, esa con la que iba a todas partes. -Quieres ir a ver a las gitanas en mallas ajustadas... ¡te he pillado!.- dijo Alina a modo de acusación, apuntándole con el dedo índice de forma incriminatoria. Dima no pudo evitar escupir todo lo que estaba bebiendo y comenzar a reírse a carcajadas, parando de golpes al recordar la palabra "gitanas". Tragó saliva poniendo los ojos en un punto muerto del cuarto, agitando la cabeza para volver a mirar a su prima. Ella sonrió tras su muñeca, encogiéndose para apoyar su mentón en las rodillas. -Pero acepto ir, quiero conocer un circo y ver a los payasos... aunque contigo me basta.- bromeó la pequeña Alina, ladeando la cabeza divertida aún escondiendo su sonrisa tras los rizos de su muñeca.
Dima se echó una mano al pecho fingiendo estar ofendido, echándose luego a reír tomando la muñeca de su prima y mirándola fijamente.
-¿Tú ves normal lo que dice de mi? ¿Lo ves justo?.- murmuró el chico haciendo pucheritos. Abrazó a la muñeca contra su camiseta, ahora mojada por el té que había escupido, y miró a su prima entrecerrando los ojos. -Ahora me llevaré a Lucy al circo y a ti no, por llamarme payaso.- dijo en tono ofendido, ladeando la cabeza mientras miraba de reojo a la niña.
De pronto, observando Dima a la muñeca de su prima, comprobó que ésta parecía tener algunas manchas en el rostro. El chico no pudo evitar fruncir el ceño sorprendido, pues Alina siempre mantenía impecable su adorada muñeca.
-¿Qué le ha pasado?.- preguntó curioso, devolviendo la muñeca a su prima y mirándola fijamente.

El joven Dima posó una mano en su pecho, fingiendo haberse ofendido por las palabras de su prima, pero luego se echó a reír, tomando a Lucy y mirándola fijamente.
-¿Tú ves normal lo que dice de mi? ¿Lo ves justo?.- murmuró el joven fingiendo pucheritos, abrazando a la muñeca y mirando a Alina, quien sonreía más animada, con los ojos entrecerrados.-Ahora me llevaré a Lucy al circo y a ti no, por llamarme payaso.- dijo con tono ofendido, ladenado la cabeza mientras miraba de reojo a su prima. Pero al bajar la mirada a la muñeca, Dima frunció el ceño, casi sorprendido al observar que ésta tenía unas manchas de tierra en rostro.
-¿Qué le ha pasado?.- preguntó curioso, devolviendo la muñeca a su dueña y mirándola fijamente.
-Nada... anoche cuando volvía al hotel me tropecé y se me cayó... y aún no la limpié-. Contestó rápidamente Alina, desviando la mirada hacia la muñeca, pero cuando sus ojos volvieron a cruzarse con los de su primo, se vió reflejada en éstos, y comprobó que su mentira era pobre y el miedo aún la perseguía. Frunció entonces el ceño, como si fuera culpa de Dima el que Lucy estuviese de aquella manera.
-Vamos a prepararnos para ir al circo...-. Susurró Alina, levantándose de la cama para dirigirse al aseo y escapar de la mirada curiosa de su primo.
¿Como le explicaría que se había encontrado con un vampiro y éste le había roto el retrato de su madre que tanto esfuerzo y tiempo le había llevado?, ¿como le diría que esos seres de relatos de terror existían realmente sin que éste la tomase por loca?, sería imposible, pues ella misma empezaba a pensar que se volvería loca como volviera a ver a aquel ser que le debía aún uno de sus mejores trabajos, su único recuerdo y su forma de llanto. Pues cierto era que la pequeña Alina no sabía llorar, nunca había llorado y aquel no sería el motivo preciso para empezar a hacerlo.
Luego de unos minutos Alina salió del aseo, ya con Lucy tan impecable como siempre y ella vestida con uno de sus preciosos vestidos de tafetán color azul marino, unos guantes de fina lana blanca, sus zapatos de charol negros y su rojiza cabellera perfectamente peinada y suelta como siempre, pues los moños y los rizos eran arreglos capilares que Alina no soportaba.
-¡Estamos listas!-. Exclamó la niña con una media sonrisa en los labios, buscando la mirada su primo.

-Nada... anoche cuando volvía al hotel me tropecé y se me cayó... y aún no la limpié.- contestó con rapidez la pequeña Alina, que desvió la mirada hacia la muñeca. Luego sus ojos se posaron en los de Dima, y el desconcierto de éste aumentó cuando la niña frunció el ceño sin dejar de mirarle.
Dima sintió la culpa llamando a su puerta: había dejado sola a Alina desde que habían llegado a París, y sentía que todo lo que pudiera pasarle a la pequeña era culpa suya. ¿Y si alguien había intentado hacerle daño? ¿Y si...? No podía dejarla sola de nuevo, debía recompensarla por lo sucedido.
-Vamos a prepararnos para ir al circo...- susurró Alina interrumpiendo los pensamientos de su primo, levantándose de la cama para dirigirse al aseo.
Cuando la pequeña se encerró en el baño, Dima suspiró con culpa y se frotó la nuca. Debía empezar a pensar que no estaba solo y no podía salir por ahí como hacía en Rusia, sin importarle lo que le pasara a la pequeña Alina.
Se levantó entonces y se quitó la camiseta en busca de algo mejor para ponerse, abriendo su maleta justo cuando Alina salió del aseo con Lucy en brazos y un bonito vestido de tafetán color azul marino decorado con unos guantes de lana blanca.
Dima sonrió al ver lo guapa que estaba su prima, y la recorrió con la mirada cuando la niña exclamó que ya estaba lista.
-Estás preciosa.- sonrió él cálidamente. -Ninguna gitana podrá hacerte competencia así vestida.- bromeó guiñándole un ojo mientras buscaba un jersey de lana gris en su maleta. Cuando lo encontró, se lo puso y lo sacudió un poco. -¿Estoy bien así o prefieres que me ponga más elegante para ti?.- continuó bromeando haciendo un gesto galante hacia la niña.

-Estás preciosa. Ninguna gitana podrá hacerte competencia así vestida.- Bromeó el chico, guiñándole un ojo a Alina y provocando de nuevo que sus mejillas se encendieran. El chico terminó de vestirse y girándose hacia la niña con un gesto elegante en forma de broma, dijo: -¿Estoy bien así o prefieres que me ponga más elegante para ti?.
Alina sonrió apretando los labios y negó con la cabeza. Ella siempre había sido una niña elegante, pero no despampanante; era sencilla y odiaba los arreglos pomposos y por esa simple razón, no le importaba como iban vestidas las demás personas y tampoco le diría a Dima como vestirse, pues a ella todo le daba igual en ese sentido, mientras él no le diga como tenga que comportarse ni qué hacer, a ella todo le pareciería bien.
-Te sienta bien, ahora podrás hacer competencia a los payasos- bromeó la niña mientras metía a su muñeca en su pequeño bolso de tela. -Pero prometeme algo... no querrás quedarte allí, por que si lo haces dejarás sin trabajos a muchos gitanos...- siguió con su broma, mientras ambos salían de la habitación, dirigiéndose hacia el portal principal para ir a la calle. Y una vez fuera, Alina asió el brazo de su primo, observando a los apresurados transeúntes parisienses, mientras ambos caminaban a paso normal en las calles iluminadas por el sol.

Dima sonrió cuando su prima lo hizo, aunque ella apretó los labios y negando con la cabeza. Ladeó la cabeza en un gesto divertido, observando a su prima y esperando que ésta le diera alguna respuesta a su broma.
-Te sienta bien, ahora podrás hacer competencia a los payasos.- bromeó de pronto la niña mientras guardaba a su amada muñeca Lucie en un pequeño bolso de tela. -Pero prométeme algo... no querrás quedarte allí, por que si lo haces dejarás sin trabajos a muchos gitanos....
Dima se paró en seco al oír aquellas palabras de la niña. Se echó a reír para luego correr hasta ella y abrazarla por la cintura y besar su mejilla en un cariñoso gesto. Dima podía no ser un tutor pesado, de esos que se pasa el rato encima de su tutelado, pero sí era cariñoso, y más con su prima sabiendo lo que había sufrido.
Cuando estuvieron en la calle, Alina se asió de su brazo, y el chico puso gesto presumido mientras caminaban por las calles de París. Se rió divertido observando a su prima, alzando la cabeza cual pavo real.
-Que honor para un payaso profesional como yo caminar con una dama como usted, señorita Nivyeska.- bromeó mirando de soslayo a la niña. -¿Crees que me contratarían en el circo? ¿No te sentirías orgulloso de mí?.- continuó bromeando el chico, con su sentido del humor constante, sonriendo a su prima con gesto triunfal.
De pronto, Dima escuchó un cachorro llorando, o al menos, creyó escucharlo.
-¿Lo has oído?.- dijo el joven frunciendo el ceño ligeramente. -Espera ahí.- sonrió levemente el chico, soltándose de su prima para correr en un pequeño y oscuro callejón.
El ruso dio unos cuantos pasos, hasta encontrar finalmente una pequeña manta en la cual había envuelto un pequeño cachorro, que lloraba desesperadamente. Era a él a quién Dima había escuchado.
Sonrió con toda la ternura de su corazón y se agachó con rapidez, casi perdiendo el equilibrio, para tomar al cachorro en brazos y comenzar a acariciarlo.
-¡Pero que cosa tan bonita!.- exclamó feliz apretando al cachorro contra su rostro.
Observó pues al cachorro, sonriendo al ver lo bonito que éste era, y rozó su nariz contra la del perro, que no dejaba de mirarlo mientras coleaba feliz como si hubiera encontrado una razón por la que mover su rabo. De pronto el perro lamió la nariz del chico, y Dima dejó escapar una risita emocionado.
-Me parece que acabas de encontrar a tu papá....- sonrió Dima alzando al cachorro ante sí, viendo como éste no dejaba de mover su rabo. Parecía tan feliz como el chico. Parecía, en realidad, ser una especie de Dima en versión canina. Al menos eso pensó él.
-¡Y eres un perrito!.- exclamó riendo. -Bienvenido a la familia, pequeño.- sonrió llevándose el cachorro hacia el pecho.
Corrió fuera del callejón con el perrito apretado contra su pecho, riendo por el camino sabiendo que hablaba con aquel cachorro como con un amigo más. Al encontrarse con su prima finalmente, sonrió ampliamente hacia ésta y dijo:
-Primita... ya somos tres en la familia

-Que honor para un payaso profesional como yo caminar con una dama como usted, señorita Nivyeska.- La broma de Dima hizo que Alina volviera a reír tapándose la boca con la mano. -¿Crees que me contratarían en el circo? ¿No te sentirías orgulloso de mí?.- continuó bromeando el chico. Su sentido del humor era algo que a Alina le encantaba, ¿como podía rebosar felicidad después de todo lo que le había sucedido?, eso sin duda era lo que Alina más admiraba en su primo.
De pronto, cuando alzó la mirada a Dima, Alina vio como éste se paraba en seco, obligando a la niña a imitar su reacción.
-¿Lo has oído?.- dijo el joven frunciendo el ceño ligeramente, pero Alina solo negó con la cabeza. ¿Qué había oído su primo?. -Espera ahí.- Volvió a decir, soltándose de Alina para correr en un pequeño y oscuro callejón. Alina esperó quieta como su primo le recomendó, pero al cabo de un rato vio como éste salía corriendo del callejón, apretando algo contra su pecho y sonriendo como siempre lo hacía.
-Primita... ya somos tres en la familia- Alina observó lo que Dima llevaba entre sus brazos, y sus ojos se le iluminaron como hacía tiempo no recordaba hacerlo. Dima sostenía a un cachorrito de pelaje blanco y naranja, que sin duda alguna ya no saldría de sus vidas. Alina sonrió amplia y divertida y cogió al cachorrito de manos de su primo.
-¡Es tan bonito!, ¿como lo llamaremos?...- La pequeña Alina estaba realmente entusiasmada con tener una mascota, ahora solo pensaba en poner un bonito nombre al animal y buscar una casa con un gran jardín donde los tres puedan divertirse. "Vivir así no estaría del todo mal, siempre que vivamos en una cómoda y amplia casa". Sin duda ella nunca había imaginado aquellas escenas en su vida. -¿Nos dejarán entrar al circo con mascota?... digo, no te dirán nada por entrar,¿verdad?.- Definitivamente el humor siempre presente de Dima ya hacía mella en su pequeña prima, y ahora con ese pequeño cachorrito en brazos, ella creía que todo sería más divertido.

Dima notó en los ojos de su pequeña prima un brillo especial, un brillo que hacía tiempo no veía en aquellos intensos ojos azules. Sonrió cuando la niña tomó al cachorro en sus brazos y lo miró con ternura.
-¡Es tan bonito! ¿Como lo llamaremos?.-exclamó Alina entusiasmada. A Dima se le encendió la bombillita, esa que tan pocas veces se le encendía en temas que no fueran mujeres y música, y asoció rápidamente la idea de tener una mascota a la de necesitar un lugar donde el pequeño cachorro pudiera vivir. ¡Qué mejor lugar que las carretas de los hermanos Kuznetsov con los terrenos que tenían! Dima sonrió triunfal, como si acabara de tener la mejor idea de toda su vida, y a punto estuvo de echarse las manos a la cintura como un triunfador. Intentó disimular cuando su prima le miró, y riendo nervioso, comenzó a pensar en un nombre para el cachorro. -¿Nos dejarán entrar al circo con mascota?... digo, no te dirán nada por entrar, ¿verdad?.-
-Y si nos dicen algo....- Dima sonrió divertido y señaló el bolso de la chica. -Tienes un bonito bolso.- continuó el chico, echándose a reír.
Se tapó la cabeza temiendo que Alina le pegase con su bolso, y riendo se agachó para mirar al cachorro en brazos de su prima.
Se le ocurrían mil nombres. Teg, Sneg y cientos de palabras rusas que no terminaban de agradarle. Se le pasó por la cabeza Sergey, y pensó rápidamente que un perro no merecía tener el nombre de su padre. ¡Desdichado perro! No se merecía tal crueldad.
Y entonces, se le vino a la cabeza el nombre perfecto.
-Плушй!.- exclamó en su perfecto acento ruso, tan imborrable, ni siquiera por la influencia de las demás lenguas que el chico sabía.

-Y si nos dicen algo... Tienes un bonito bolso.- Respondió el joven, señalando el pequeño bolso que pendía del brazo de Alina. La chiquilla negó con la cabeza mientras enarcaba las cejas mirando a su primo, que al parecer no había entendido la broma inexperta de la niña.
-Lo decía por ti... слабоумный!.- Insultó Alina a su joven acompañante, en un perfecto acento ruso, que cualquiera que la haya escuchado quedaría maravillado con su pronunciar tan exquisito, aun que desconociera que de esos pequeños labios habían salido el más común de los insultos. Dima por su parte parecía no haberla escuchado, o simplemente la había ignorando, haciendo como si pensara en otra cosa, aun que por su expresión tan serena, parecía ensimismado, ocupado con alguna nueva ocurrencia, que para Alina siempre sería la entrada perfecta al mundo de las locuras.
-Плушй!.- Exclamó de repente en su perfecto acento ruso. Alina se sobresaltó un segundo, pero poco después comprendió que lo que el chico intentaba decirle era el nuevo nombre que le había asignado al cachorro. Los labios de la pequeña se curvaron rápidamente, en una sonrisa casi infatil, aceptando de esa manera el nombre tan melódico que Dima había decidido poner al cachorrito que descansaba en los brazos de Alina.
-Плушй!.- Repitió las palabras de su primo con detenimiento, en aquel impoluto acento ruso, sin rastro de su tosco francés. -¡Me gusta!- Volvió a decir, mientras alzaba sobre su cabeza al cachorro para observarlo desde lo alto, y sonreír a su primo por la idea tan bonita de aquel nombre que combinaba perfectamente con los suyos. Pero ese tierno momento fue roto de repente... El pequeño cachorrito empezó a retorcerse en el aire y Alina comprendió que no era precisamente incomodad lo que el perro sentía. -¡AH! ¡que se mea!- Dijo mientras volteaba al animal para que no manchara sus ropas, pero su mala puntería hizo que el tiempo se agotase para la necesidad del pobre animal, que tan solo al voltearlo, empezó a mear, manchando esta vez los zapatos y el bajo del pantalón de Dima. Alina lo miró frunciendo el ceño, pero al segundo levantó la mirada riendo ya de forma casi exagerada por lo que acababa de ocurrir. -L-lo s-siento...- balbuceó Alina entre risas mientras volvía a acariciar al cachorro de vuelta en sus brazos. -Esto nos demuestra cuan inteligente es Плушй... ¿No crees?- Preguntó inocente a su primo, haciendo una clara referencia a sus mojadas prendas. El animal ladró una vez y Alina volvió a reír con aquel ladrido que confirmaba las luces del nuevo amigo que acababan de encontrar.

Ni siquiera supo porqué había dicho aquel nombre, pero le sonaba melodioso, divertido. Alocado, tal vez... ¡qué sabía él, si había sido lo primero que se le había ocurrido!
-Ah claro, por mi... ¿¡Qué!?.- exclamó torpemente dándose cuenta, al fin, de la broma de su prima. -¡Esa boca...!.- intentó regañarla, pero su rostro ya se había convertido en pucheros de niño pequeño. -No soy un слабоумный... soy... ¡puh!.- lloriqueó mezclando ruso con francés, sintiendo que por un momento iba a morderse la lengua como un niño pequeño enrabietado.
Olvidó su pataleta cuando su adorada prima repitió con entusiasmo el nombre del cachorro, añadiendo poco después que le gustaba. ¡Que suerte había tenido! Alina no podría negarse a su proposición después de todo lo que estaba haciendo Dima por ella... o eso quería creer.
Rió nervioso olvidándose de todo un segundo, para oír luego a su prima exclamar algo que escapó a su entendimiento. Para cuando logró comprender la situación... Plushy ya había meado su pantalón.
-¡AH!.- exclamó llevándose las manos a la cabeza. -¡Pero bueno...! ¡Te parecerá un buen pago por lo que he hecho por ti!.- exclamó mirando al perro con el ceño fruncido.
Pero toda su falsa seriedad se vino abajo ante la broma de su prima y el ladrido de aquel pequeño animalito que le había robado el corazón. Se echó a reír y acarició su cabeza con delicadeza, no queriendo que su gran mano lastimara a tal belleza perruna.
-¿Como podría enfadarme con él?.- sonrió aún acariciando al pequeño perro. -Pero contigo ya es otro tema, ¿eh?.- musitó serio, alzando la mirada hasta Alina. -Me vengaré por lo que me has dicho... ¡te dejaré mil días sin besos de buenas noches!.- exclamó con voz de gran emperador, comenzando a caminar por las calles de París dejando atrás a su prima. Pero en contra de su suerte, su pie fue a caer en un pozo de agua que manchó aún más sus pantalones. -... calma, Dima, calma, solo....- acalló él solo sus propias palabras y comenzó a lloriquear buscando algo en sus bolsillos para limpiar su pantalón. -¡Y tú no te rías...!.- advirtió mirando al cachorro que no dejaba de darle al rabo divertido. -Que suerte la mía....- suspiró negando con la cabeza, suplicando que todo aquello le resultara graciosa a su prima. Aunque se burlara de él... quería verla reír, por sus intereses en aquel momento... por saberla alegre a su lado.

Oyendo las amenazas de su primo, Alina no pudo más que seguir riendo por lo bajo, mientras seguía los pasos del joven que cargaba ahora con el pequeño cachorro, pero para desgracia del chico, su pie fue a parar en un pequeño pozo creado por algún bache en medio de la agitada calle. Alina viendo lo sucedido rió con sonoridad, rodeando su barriga con las manos, puesto que tanta risa le provocaba un dolor punzante en el costado de su abdomen, pues hacía tanto tiempo que no reía de tal manera que ya se había olvidado hasta del sonido de su propia carcajada, del dolor divertido en las mejillas y del lagrimear de los ojos a causa de las mismas. Aquella sonora carcajada era la primera en hacía ya tanto tiempo para la niña, y tan poco para un ser inmortal.
-¡Estás de racha Dima!- exclamó divertida, siguiendo los pasos a su primo, hasta colocarse de nuevo junto a él. -En verdad que contigo alado no me hace falta ir a ningún circo gitano, ¡eres mejor que cualquier payaso!- rió la niña con descaro, mientras dando pequeños saltitos por la calle, canturreaba alguna canción ajena a cualquier parisino, pero muy arraigada en el corazón de un ciudadano alejado de su frígida y dulce Rusia.
-Plushy corre peligro teniéndote de amo, ¿sabes?- miró de reojo a su primo, llevándose las manos hacia atrás, para juntarlas en un agarre propio de una niña pequeña, sonrosada y divertida. -Tendré que ayudarlo mucho para que no lo vuelvas tan loco como tu...- rió la Alina a costa de su primo, sin mala intención, pero siempre sonsacando la torpeza propia del joven Dima. -¿Falta mucho para que veamos a tus hermanos, digo a los payasos del circo?- Se detuvo en medio de la calle, girándose sobre sus pies para mirar a su primo, mientras ladeaba la cabeza, sonriendo divertida al pequeño animal.
En aquel momento, y por estúpido que parezca, la joven Alina se olvidó de la pequeña Lucy, que descansaba en su bolso, y a quien siempre recurría en cada momento, haciendo ver la falta de cariño que siempre profesaban sus grandes y tristes ojos de hielo. Por un minuto en la inmensidad de aquella ciudad, Alina se sintió contenta de poder compartir su soledad con Dima y con el nuevo cachorrito que ahora cuidarían.