AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A menudo se le veía caminar por los pasillos del Castillo. Ana exudaba elegancia sin importar lo que estuviese haciendo. La gracia y su tono de voz demandaban obediencia a la servidumbre pero sin resultar ser altanera o agresiva. Y eran por esas razones por las cuales las personas que honraron a su padre, el Duque, le seguirían hasta el último de sus días. Solía componer en el piano siempre, como una mujer risueña y llena de vida, su padre era la clase de persona que llegaba puntual a todas y cada una de sus presentaciones, era por esa clase de detalles que Ana se convirtió en una mujer rigurosa. Y es que sobrevivir sin una madre es algo que una niña difícilmente asimila en tan poco tiempo. Pero para ella, siempre estuvo el amor paterno y el de Mauricio a quien veía como un héroe y como un segundo padre en ausencia del Duque. Estaba tan habituada a conocer a lógica masculina que no fue una sorpresa cuando Emiliano, un amigo cercano a los Borja inició a cortejarla atraído por esa seguridad y femineidad al mismo tiempo, bastaron un par de meses para que ella cayera rendida a sus pies y aceptara ser desposada por él.
No obstante la salud del Duque era un tema alarmante para Mauricio y Ana, así que adelantaron la boda para que su padre fuese testigo de ese momento tan esperado, todos en el Castillo estaban conscientes que ese momento llegaría, sin embargo los medios bajos los cuales fue encontrado sin vida sobre su lecho levantaron más de una sospecha. Era un secreto a voces que Mauricio heredaría inmediatamente el trono que él sería anunciado, no obstante también existía la posibilidad de que Ana María se convirtiera en madre y entonces él pudiera perder ese título, por desgracia o fortuna las dos ocasiones en las cuales ella intentó ser madre se vieron derrocadas al sufrir abortos, mismos que inexplicablemente sucedían. Pero Ana no veía más allá, no podía ni siquiera sospechar que era alguien de su mismo círculo quien saboteaba todo. Mantuvo su esperanza y esperó a que el tiempo sanara esas pérdidas para volver a intentarlo. No imaginaba siquiera que el destino mostraría su lado menos indulgente cuando también le fue arrancado de su vida a Emiliano.
Cada vicisitud en su vida parecía tener un común denominador, solo que no era capaz de cristalizar la idea, las sospechas, pues Emiliano fue envenenado al igual que su padre. Tantos sueños rotos que ahora se reducían a escombros le alejaron poco a poco de sus caminatas por los jardines o de sus horas junto al piano. Nada de eso quedaba ahora y la servidumbre fueron los primero en notar esos cambios. “Que triste se ve ahora la niña Ana” susurraban a sus espaldas y ella lo sabía, pero no necesitaba de su compasión así que trataba de evitar reflejar ese lado con los demás. La noche previa Mauricio le había enviado una carta donde pedía verla para hablar sobre el futuro de la familia, ella no estaba segura de lo que la visita conllevaría así que confío en hacer lo correcto. El chofer la condujo hasta una pequeña cabaña, no muy lejos del Castillo donde el Duque siempre meditaba a solas sobre el destino, sobre lo que sería o no correcto. Cuando llegaron Ana pidió al hombre no molestarse en regresar por ellos. Pues Mauricio arribaría pronto y podrían regresar ambos al Castillo. Una vez dentro se despojó de la pequeña capa se miró al espejo, apenas podía reconocerse.
No obstante la salud del Duque era un tema alarmante para Mauricio y Ana, así que adelantaron la boda para que su padre fuese testigo de ese momento tan esperado, todos en el Castillo estaban conscientes que ese momento llegaría, sin embargo los medios bajos los cuales fue encontrado sin vida sobre su lecho levantaron más de una sospecha. Era un secreto a voces que Mauricio heredaría inmediatamente el trono que él sería anunciado, no obstante también existía la posibilidad de que Ana María se convirtiera en madre y entonces él pudiera perder ese título, por desgracia o fortuna las dos ocasiones en las cuales ella intentó ser madre se vieron derrocadas al sufrir abortos, mismos que inexplicablemente sucedían. Pero Ana no veía más allá, no podía ni siquiera sospechar que era alguien de su mismo círculo quien saboteaba todo. Mantuvo su esperanza y esperó a que el tiempo sanara esas pérdidas para volver a intentarlo. No imaginaba siquiera que el destino mostraría su lado menos indulgente cuando también le fue arrancado de su vida a Emiliano.
Cada vicisitud en su vida parecía tener un común denominador, solo que no era capaz de cristalizar la idea, las sospechas, pues Emiliano fue envenenado al igual que su padre. Tantos sueños rotos que ahora se reducían a escombros le alejaron poco a poco de sus caminatas por los jardines o de sus horas junto al piano. Nada de eso quedaba ahora y la servidumbre fueron los primero en notar esos cambios. “Que triste se ve ahora la niña Ana” susurraban a sus espaldas y ella lo sabía, pero no necesitaba de su compasión así que trataba de evitar reflejar ese lado con los demás. La noche previa Mauricio le había enviado una carta donde pedía verla para hablar sobre el futuro de la familia, ella no estaba segura de lo que la visita conllevaría así que confío en hacer lo correcto. El chofer la condujo hasta una pequeña cabaña, no muy lejos del Castillo donde el Duque siempre meditaba a solas sobre el destino, sobre lo que sería o no correcto. Cuando llegaron Ana pidió al hombre no molestarse en regresar por ellos. Pues Mauricio arribaría pronto y podrían regresar ambos al Castillo. Una vez dentro se despojó de la pequeña capa se miró al espejo, apenas podía reconocerse.
Ana María de Borja- Humano Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 20/10/2015
Re: Hostage | Privado
Siempre resultaba más fácil pensar con claridad en aquella cabaña rústica, enclavada en lo más profundo del bosque de sus propias tierras. Ese pedazo de piedra y madera que se alzaba sobre una colina, en donde pasó largas horas jugando en soledad cuando apenas era un crío, y que representaba una parte importantísima de su niñez. No había sitio más seguro y entrañable que ese pedazo de tierra de 4 m por 4 m. En el que se sentía seguro, más que en su propio castillo; su verdadero reino particular.
Tres de sus escoltas de alta confianza, habían preparado el carruaje y una serie de viandas hechas por la servidumbre, apostadas en la parte trasera del mismo, que serían de gustados en una mesa grande de madera, que había sido tallada por el mismo por puro capricho. Por qué si algo estaba orgulloso, era de la facilidad que tenían sus manos para realizar cualquier trabajo manual; no por el hecho de ser un Duque, tenía que ser un bueno para nada inútil. Sabía cómo hacer las cosas muy bien, casi perfectas.
Sentado en un amplio y cómodo sillón, revestido con pieles preciosas, degustaba una copa de vino espumoso de propia cosecha, esperando la llegada de su hermana.
¡Ah! Aquella hermana que tantos dolores de cabeza le daba. Sobre todo, porque siempre buscaba la manera de contrariar sus órdenes, haciéndole parecer un incompetente, y siempre tenía la mala costumbre de hacer comparaciones entre su fallecido padre y él: “ Tú nunca serás como vuestro padre” desdeñando siempre su capacidad como ahora el gran duque que era. Estaba muy lejos de hacerle pasar una rabieta, por el contrario, era su cinismo, el que a ella le molestaba y uno de las causas principales por las cuales le gustaba llamarle a su encuentro, porque sabía que no podía negarse, era una orden directa, imposible de pasar por alto. Cada orden, cada palabra, cada mandato suyo, debía debía cumplirse la brevedad y sin remilgos…. O habría funestas consecuencias.
Apenas escuchó la llegada de Ana María, deslizar sus pequeñas pisadas y subir delicadamente los tres escalones que separaban el suelo de la puerta; el sonido chirriante de la puerta al abrirse, los rayos de sol colándose por un resquicio, y finalmente la silueta alta, espigada y hermosa de su hermana, casi tan radiante como el mismo sol, penetrando en la estancia, apenas iluminada por tres cirios pascuales.
-Te estaba esperando.
Le dijo casi en un susurro desde su rincón poco iluminado. Generalmente el llegaba mucho después a sus citas, pero ahora había querido darle una sorpresa y hacerla brincar en su sitio.
Tres de sus escoltas de alta confianza, habían preparado el carruaje y una serie de viandas hechas por la servidumbre, apostadas en la parte trasera del mismo, que serían de gustados en una mesa grande de madera, que había sido tallada por el mismo por puro capricho. Por qué si algo estaba orgulloso, era de la facilidad que tenían sus manos para realizar cualquier trabajo manual; no por el hecho de ser un Duque, tenía que ser un bueno para nada inútil. Sabía cómo hacer las cosas muy bien, casi perfectas.
Sentado en un amplio y cómodo sillón, revestido con pieles preciosas, degustaba una copa de vino espumoso de propia cosecha, esperando la llegada de su hermana.
¡Ah! Aquella hermana que tantos dolores de cabeza le daba. Sobre todo, porque siempre buscaba la manera de contrariar sus órdenes, haciéndole parecer un incompetente, y siempre tenía la mala costumbre de hacer comparaciones entre su fallecido padre y él: “ Tú nunca serás como vuestro padre” desdeñando siempre su capacidad como ahora el gran duque que era. Estaba muy lejos de hacerle pasar una rabieta, por el contrario, era su cinismo, el que a ella le molestaba y uno de las causas principales por las cuales le gustaba llamarle a su encuentro, porque sabía que no podía negarse, era una orden directa, imposible de pasar por alto. Cada orden, cada palabra, cada mandato suyo, debía debía cumplirse la brevedad y sin remilgos…. O habría funestas consecuencias.
Apenas escuchó la llegada de Ana María, deslizar sus pequeñas pisadas y subir delicadamente los tres escalones que separaban el suelo de la puerta; el sonido chirriante de la puerta al abrirse, los rayos de sol colándose por un resquicio, y finalmente la silueta alta, espigada y hermosa de su hermana, casi tan radiante como el mismo sol, penetrando en la estancia, apenas iluminada por tres cirios pascuales.
-Te estaba esperando.
Le dijo casi en un susurro desde su rincón poco iluminado. Generalmente el llegaba mucho después a sus citas, pero ahora había querido darle una sorpresa y hacerla brincar en su sitio.
Mauricio de Borja- Realeza Española
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 19/10/2017
Re: Hostage | Privado
Apenas podría reconocer a su hermano. La única visión que conservaba de tiempos pretéritos era la de un hombre protector y confiable. Bajo esa imagen Ana se había forjado la idea de que Mauricio estaría siempre para ella cuando su padre, el duque faltara. No obstante existía un abismo entre el pasado y su reciente situación. Inmutada por esas pesadillas contuvo el aliento mientras veía su imagen en el espejo. No pudo evitar un ligero sobresalto cuando escuchó la voz grave de Mauricio, hecho que le causaba sentimientos encontrados debido a que deseaba verle pero no del mismo modo en el cual él le veía recientemente. Giró su cuerpo ligeramente y en sus ojos se vio reflejado a un niño pequeño con corona. Quizás porque era la imagen que ella quería ver de él.
–Mauricio ¿Hace cuánto tiempo estabas acá?–
Sonrió de forma natural porque confiaba en que todo aquel discurso después de la muerte de su padre fuera solo producto de su imaginación.
Con pasos acompasados caminó hacia él y besó con suavidad la mejilla de su hermano. Debía actuar con cautela porque ahora que él poseía el poder absoluto, temía de cierto modo que hubiese algún tipo de represalia. No contra ella, puesto que no poseía nada que perder ya, sino hacia la servidumbre a quienes Ana veía más como personas allegadas a su padre y no como Mauricio les trataba.
–¿Cómo estás hermano? El viaje debió haber sido incómodo ¿Sabes? Aún hay muchos pendientes que resolver, espero que en cuanto arribemos de regreso podamos avanzar con ello. Hay muchas peticiones de alianzas después de que…–
Suspiró y desvió unos segundos sus ojos hacia la imagen que se veía a través del enorme vitral que reflejaba ligeros rayos de sol.
–El Duque nos ha dejado un legado que debemos cuidar y hacer conocer al mundo. No por nada si reputación como líder de una nación es conocido por muchos. Somos responsables de muchas cosas ahora–
En realidad no sabía si él estaba dispuesto a mantener la misma línea que su padre había forjado y eso era lo que Ana temía. Si bien era cierto que ella se había destacado por una mujer contemple, sabia y delicada al momento de ordenar, él resultaba ser su contraparte perfecta, belicoso y explosivo cuando sus mandatos no se obedecían. Si iniciaba una confrontación entre ellos no sería buena para la imagen de la corona. Debía hallar la forma para que eso no desembocara en una tragedia de mayor magnitud.
–Mauricio ¿Hace cuánto tiempo estabas acá?–
Sonrió de forma natural porque confiaba en que todo aquel discurso después de la muerte de su padre fuera solo producto de su imaginación.
Con pasos acompasados caminó hacia él y besó con suavidad la mejilla de su hermano. Debía actuar con cautela porque ahora que él poseía el poder absoluto, temía de cierto modo que hubiese algún tipo de represalia. No contra ella, puesto que no poseía nada que perder ya, sino hacia la servidumbre a quienes Ana veía más como personas allegadas a su padre y no como Mauricio les trataba.
–¿Cómo estás hermano? El viaje debió haber sido incómodo ¿Sabes? Aún hay muchos pendientes que resolver, espero que en cuanto arribemos de regreso podamos avanzar con ello. Hay muchas peticiones de alianzas después de que…–
Suspiró y desvió unos segundos sus ojos hacia la imagen que se veía a través del enorme vitral que reflejaba ligeros rayos de sol.
–El Duque nos ha dejado un legado que debemos cuidar y hacer conocer al mundo. No por nada si reputación como líder de una nación es conocido por muchos. Somos responsables de muchas cosas ahora–
En realidad no sabía si él estaba dispuesto a mantener la misma línea que su padre había forjado y eso era lo que Ana temía. Si bien era cierto que ella se había destacado por una mujer contemple, sabia y delicada al momento de ordenar, él resultaba ser su contraparte perfecta, belicoso y explosivo cuando sus mandatos no se obedecían. Si iniciaba una confrontación entre ellos no sería buena para la imagen de la corona. Debía hallar la forma para que eso no desembocara en una tragedia de mayor magnitud.
Ana María de Borja- Humano Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 20/10/2015
Re: Hostage | Privado
Hermosa. Una sola y única palabra englobaba todo lo que ella representaba para él: Una Ninfa. De pronto se veía asaltado por esos pequeños brincoteos de su entrepierna, imaginando tantas cosas entre ambos. Sus cuerpos entregándose a los más bajos instintos, enredados el uno contra el otro, bajo un manto blanco, de seda español, bordado.
Un casto beso fue depositado en la mejilla y ya fuere por el mismo diablo que tenía dentro, que ardía en deseos de despojarla de la ropa y hacerla suya, empotrándole contra la pared cabalgando cada uno de sus gemidos ahogados por el placer.
- Ven, Ana, dejemos las responsabilidades un poco de lado. Ven, querida hermana.
Estiró su mano, deseoso de que diese el último paso, aceptando lo que él le ofrecía, sintiendo el calor de su mano, observando el reflejo de su silueta sobre la pared, que enmarcaba una ventana revestida con hierro forjado.
-No quiero hablar de otra cosa más que cosas sencillas, tuyas y mías. El destino de la familia puede esperar. Paremos un momento las manecillas del reloj, haciendo de cuenta que estamos en otro país, en un sitio cerca de todo y a su vez alejados de la nada.
Se levantó de su silla aterciopelada, haciendo que la madera envejecida, rechinara bajo su peso. Una vez la tuvo cerca, atrevióse a tomar su delicada y casta mano, depisitando un beso sobre el dorso.
–Te ves exquisita ésta noche, querida y bien amada hermana. Compartamos un poco de bebida y brindemos por lo que ha de venir. Por un futuro prometedor.
No podía evitar observarla con lascivia, desnudándole descaradamente con la mirada, sin remorderle ni un ápice y sin importarle poco, lo que Anna estuviese pensando en ése instante. Acostumbrado estaba a que todo capricho y mandato suyo, fuese realizado con prontitud, so pena de muerte. La parentela no estaba excluida, desde luego. Ella más que nada debía someterse o ser sometidasin ninguna clase de consideración, porque sobre ella pesaba un plan que de acuerdo a sus expectativas, favorecería el fortalecimiento de la ya mermada familia de Borja.
Un casto beso fue depositado en la mejilla y ya fuere por el mismo diablo que tenía dentro, que ardía en deseos de despojarla de la ropa y hacerla suya, empotrándole contra la pared cabalgando cada uno de sus gemidos ahogados por el placer.
- Ven, Ana, dejemos las responsabilidades un poco de lado. Ven, querida hermana.
Estiró su mano, deseoso de que diese el último paso, aceptando lo que él le ofrecía, sintiendo el calor de su mano, observando el reflejo de su silueta sobre la pared, que enmarcaba una ventana revestida con hierro forjado.
-No quiero hablar de otra cosa más que cosas sencillas, tuyas y mías. El destino de la familia puede esperar. Paremos un momento las manecillas del reloj, haciendo de cuenta que estamos en otro país, en un sitio cerca de todo y a su vez alejados de la nada.
Se levantó de su silla aterciopelada, haciendo que la madera envejecida, rechinara bajo su peso. Una vez la tuvo cerca, atrevióse a tomar su delicada y casta mano, depisitando un beso sobre el dorso.
–Te ves exquisita ésta noche, querida y bien amada hermana. Compartamos un poco de bebida y brindemos por lo que ha de venir. Por un futuro prometedor.
No podía evitar observarla con lascivia, desnudándole descaradamente con la mirada, sin remorderle ni un ápice y sin importarle poco, lo que Anna estuviese pensando en ése instante. Acostumbrado estaba a que todo capricho y mandato suyo, fuese realizado con prontitud, so pena de muerte. La parentela no estaba excluida, desde luego. Ella más que nada debía someterse o ser sometidasin ninguna clase de consideración, porque sobre ella pesaba un plan que de acuerdo a sus expectativas, favorecería el fortalecimiento de la ya mermada familia de Borja.
Mauricio de Borja- Realeza Española
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 19/10/2017
Re: Hostage | Privado
Debía mantener la calma si quería conducir el legado de su padre a buen puerto. Pero, resultaba una labor titánica cuando a su memoria regresaban los recuerdos, era imposible teniendo en la imagen de su esposo y de su padre, ambos asesinados por la mano del hombre que ahora besaba su mejilla. Ni siquiera Judas habría soportado la culpabilidad en sus actos previos a su traición ¿Qué era entonces lo que empujaba a Mauricio a mantenerse sobre esa línea de sangre? El mismo demonio había corrompido su alma y a la menor provocación la había vendido al mejor postor. No cabía duda que el poder abrumaba a los hombres y su hermano no estaba exento, Ana suspiró apenas, encontrando fortaleza desde su débil corazón para no derramar una lagrima cuando él estaba tan cerca de ella. La vida era caprichosa sin lugar a dudas, pues nunca pensó en atravesar una situación similar, su futuro ahora incierto lo había soñado de manera muy diferente, siendo esposa y madre a lado del hombre que alguna vez amó. Ni siquiera pensó en ser partícipe de las decisiones que requería el ducado español.
Asintió con una sonrisa amarga.
–Tan cortés como siempre hermano mío, sólo te pido no olvides esas labores–
Dejó que la condujera de la mano, justo como alguna vez lo hizo cuando eran niños a través del jardín, el olor a jazmines en esa época era una constante y los naranjos florecían de la mano del futuro de esos pequeños quienes normalmente jugaban junto al estanque donde normalmente su madre leía o simplemente disfrutaba de la compañía de sus dos hijos.
Miró fijamente a los orbes cristalinos de su hermano y verdugo. Sonrió y suspiró, dejando en aquel gesto mucho de ese pasado que se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos.
–Me quedaré el tiempo que me pidas, después de todo solo nos tenemos el uno al otro ¿No es así?– Pausó por unos segundos –Realmente me gustaría pensar que así es Mauricio, que podemos detener el tiempo y pensar que todo estará bien, discúlpame si a veces soy quien te recuerda cada protocolo a seguir, pero es que la muerte de… nuestro padre fue tan repentina–
¿Cómo podía aquel hombre mantenerse de pie ante ese hecho? ¿Cómo podía usurpar el trono y fingir que nada había pasado? Trató de mantener la calma después de que este le besara el dorso de su diestra. Jamás había sentido un odio y terror al mismo tiempo como lo experimentaba en ese instante. Se apresuró a buscar la botella de vino llevando consigo dos copas, colocándolas sobre la pequeña mesita de caoba
–Gracias hermano este atuendo me recuerda mucho a nuestra madre claro su belleza era única y no sería capaz de tomar su lugar– soltó ese comentario entre líneas para proseguir después –Pero mírate, eres muy diferente a aquel chiquillo asustadizo, aunque es un hecho innegable que hemos crecido ya, aún llevamos arrastrando ciertos demonios del pasado–
Devolvió con seguridad la mirada al hombre que no apartaba sus ojos ni un solo instante de ella.
–Dime hermano ¿Aún le temes a la oscuridad?–
Asintió con una sonrisa amarga.
–Tan cortés como siempre hermano mío, sólo te pido no olvides esas labores–
Dejó que la condujera de la mano, justo como alguna vez lo hizo cuando eran niños a través del jardín, el olor a jazmines en esa época era una constante y los naranjos florecían de la mano del futuro de esos pequeños quienes normalmente jugaban junto al estanque donde normalmente su madre leía o simplemente disfrutaba de la compañía de sus dos hijos.
Miró fijamente a los orbes cristalinos de su hermano y verdugo. Sonrió y suspiró, dejando en aquel gesto mucho de ese pasado que se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos.
–Me quedaré el tiempo que me pidas, después de todo solo nos tenemos el uno al otro ¿No es así?– Pausó por unos segundos –Realmente me gustaría pensar que así es Mauricio, que podemos detener el tiempo y pensar que todo estará bien, discúlpame si a veces soy quien te recuerda cada protocolo a seguir, pero es que la muerte de… nuestro padre fue tan repentina–
¿Cómo podía aquel hombre mantenerse de pie ante ese hecho? ¿Cómo podía usurpar el trono y fingir que nada había pasado? Trató de mantener la calma después de que este le besara el dorso de su diestra. Jamás había sentido un odio y terror al mismo tiempo como lo experimentaba en ese instante. Se apresuró a buscar la botella de vino llevando consigo dos copas, colocándolas sobre la pequeña mesita de caoba
–Gracias hermano este atuendo me recuerda mucho a nuestra madre claro su belleza era única y no sería capaz de tomar su lugar– soltó ese comentario entre líneas para proseguir después –Pero mírate, eres muy diferente a aquel chiquillo asustadizo, aunque es un hecho innegable que hemos crecido ya, aún llevamos arrastrando ciertos demonios del pasado–
Devolvió con seguridad la mirada al hombre que no apartaba sus ojos ni un solo instante de ella.
–Dime hermano ¿Aún le temes a la oscuridad?–
Ana María de Borja- Humano Clase Alta
- Mensajes : 38
Fecha de inscripción : 20/10/2015
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