AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
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Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Recuerdo del primer mensaje :
Caía la noche cuando la vampiresa se adentró en el bosque los remedios, un lugar popular entre los murmullos lioneses. Allí acudían hechiceros, gitanos y curanderos a buscar hierbas, matojos, crías de animales, huesos y otras porquerías para sus trucos, sus drogas, sus curas. Y ella, a fin de cuentas, no era tan distinta. Necesitaba de esas cosas para sus pócimas, sin ellas era débil a la luz del sol y una cazadora no podía permitirse el lujo de tomarse un descanso en mitad de una persecución. Necesitaba hacer acopio de provisiones para varias semanas, pues tenía en mente un viaje, una escapada, un encuentro.
Varias semanas habían transcurrido en las que Magnhild, aquella que busca y encuentra la victoria en la batalla, estuvo siguiendo un rastro, no uno de un monstruo, no intentaba localizar a un lobisome, un cemetauro ni si quiera a un Alpa, sino que lo que intentaba era encontrar era a aquel que les daba caza, y no a uno cualquiera, sino a un brujo en concreto, uno cuya fama le precedía y no sólo por su arte con la espada o los dotes de seguimiento, de deducción; a la rubia lo que le importaba, más allá de los éxitos de los contratos del albino al que andaba persiguiendo, era su misma persona. ¿Por qué no siempre cobraba? ¿Qué le hacía rechazar pagos a cambio de nada? Caza a una kikimora y se iba sin dinero, sin especias, sin nada. Aquello tenía confundida a la mujer, algo que era la primera vez que le pasaba. Los únicos sentimientos que había experimentado desde su mutación, estaban relacionados con aquel conocimiento, aquellos rumores, aquellas habladurías, aquel hombre. Y, finalmente, había dado con origen de todas sus dudas y lo había hecho, ni más ni menos, que en la concurrida ciudad de París.
La posada era una como otra cualquiera, muchos beodos en la zona de entrada, jugando a las cartas o, sencillamente, bebiendo en las mesas y un par de putas sentadas en regazos de aquellos que les llenarían el escote con francos. La cazadora se dirigió al tablón de anuncios y vio una marca de un trozo de papiro que había sido arrancado. Tomó ese pedazo y lo olio, lo acarició suavemente entre sus dedos, incluso lamió la fibra con la que estaba hecho. Una efímera sonrisa se dibujó en sus labios y fue a la barra a pedirse una jarra de hidromiel. Se quedó allí aguardando el regreso del que, esperaba, se estaba hospedando en aquel lugar. Observó a los presentes, los estudió, poniendo a prueba sus dotes detectivescas. Jugó con ella misma a adivinar sus oficios, sus perversiones, cómo serían sus familias. Obviamente no pensaba corroborarlo de ningún modo, porque le importaba menos y nada lo que de esos humanos fuera o si algo les ocurriera. Pero entonces, vio bajar a una cortesana que bajaba corriendo las escaleras y en cuanto le cruzó por delante, la sujetó de la muñeca. -¿A dónde va, jovencita, tan ligera de ropa?- Obviamente la cazadora no era estúpida, sabía de su oficio y el por qué iba semi desnuda. Pero lo que había llamado su atención habían sido sus hermosos ojos verdes y los rizos castaños que caían sobre unos perfectos senos enmarcados por una fina tela blanca. La muchacha se sonrojó y pareció querer evitar su mirada, lo que era obvio, pocos podían ver directamente a aquellos orbes dorados de pupilas alargadas. -¿Le apetece ganarse un dinero extra?- Inquirió, dándole otro trago a su cerveza y esperó pacientemente a su respuesta. La cual no fue verbal, sino física, cuando la joven se le sentó sobre una de las piernas. La isleña rodeó la pequeña cintura de la chica menuda y sin reparo le ahuecó uno de los senos con la mano izquierda. Puestos a aguardar la llegada del albino, al menos pasaría un buen rato.
Caía la noche cuando la vampiresa se adentró en el bosque los remedios, un lugar popular entre los murmullos lioneses. Allí acudían hechiceros, gitanos y curanderos a buscar hierbas, matojos, crías de animales, huesos y otras porquerías para sus trucos, sus drogas, sus curas. Y ella, a fin de cuentas, no era tan distinta. Necesitaba de esas cosas para sus pócimas, sin ellas era débil a la luz del sol y una cazadora no podía permitirse el lujo de tomarse un descanso en mitad de una persecución. Necesitaba hacer acopio de provisiones para varias semanas, pues tenía en mente un viaje, una escapada, un encuentro.
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Varias semanas habían transcurrido en las que Magnhild, aquella que busca y encuentra la victoria en la batalla, estuvo siguiendo un rastro, no uno de un monstruo, no intentaba localizar a un lobisome, un cemetauro ni si quiera a un Alpa, sino que lo que intentaba era encontrar era a aquel que les daba caza, y no a uno cualquiera, sino a un brujo en concreto, uno cuya fama le precedía y no sólo por su arte con la espada o los dotes de seguimiento, de deducción; a la rubia lo que le importaba, más allá de los éxitos de los contratos del albino al que andaba persiguiendo, era su misma persona. ¿Por qué no siempre cobraba? ¿Qué le hacía rechazar pagos a cambio de nada? Caza a una kikimora y se iba sin dinero, sin especias, sin nada. Aquello tenía confundida a la mujer, algo que era la primera vez que le pasaba. Los únicos sentimientos que había experimentado desde su mutación, estaban relacionados con aquel conocimiento, aquellos rumores, aquellas habladurías, aquel hombre. Y, finalmente, había dado con origen de todas sus dudas y lo había hecho, ni más ni menos, que en la concurrida ciudad de París.
La posada era una como otra cualquiera, muchos beodos en la zona de entrada, jugando a las cartas o, sencillamente, bebiendo en las mesas y un par de putas sentadas en regazos de aquellos que les llenarían el escote con francos. La cazadora se dirigió al tablón de anuncios y vio una marca de un trozo de papiro que había sido arrancado. Tomó ese pedazo y lo olio, lo acarició suavemente entre sus dedos, incluso lamió la fibra con la que estaba hecho. Una efímera sonrisa se dibujó en sus labios y fue a la barra a pedirse una jarra de hidromiel. Se quedó allí aguardando el regreso del que, esperaba, se estaba hospedando en aquel lugar. Observó a los presentes, los estudió, poniendo a prueba sus dotes detectivescas. Jugó con ella misma a adivinar sus oficios, sus perversiones, cómo serían sus familias. Obviamente no pensaba corroborarlo de ningún modo, porque le importaba menos y nada lo que de esos humanos fuera o si algo les ocurriera. Pero entonces, vio bajar a una cortesana que bajaba corriendo las escaleras y en cuanto le cruzó por delante, la sujetó de la muñeca. -¿A dónde va, jovencita, tan ligera de ropa?- Obviamente la cazadora no era estúpida, sabía de su oficio y el por qué iba semi desnuda. Pero lo que había llamado su atención habían sido sus hermosos ojos verdes y los rizos castaños que caían sobre unos perfectos senos enmarcados por una fina tela blanca. La muchacha se sonrojó y pareció querer evitar su mirada, lo que era obvio, pocos podían ver directamente a aquellos orbes dorados de pupilas alargadas. -¿Le apetece ganarse un dinero extra?- Inquirió, dándole otro trago a su cerveza y esperó pacientemente a su respuesta. La cual no fue verbal, sino física, cuando la joven se le sentó sobre una de las piernas. La isleña rodeó la pequeña cintura de la chica menuda y sin reparo le ahuecó uno de los senos con la mano izquierda. Puestos a aguardar la llegada del albino, al menos pasaría un buen rato.
Última edición por Magnhild el Dom Nov 26, 2017 5:28 pm, editado 2 veces
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/11/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Le satisfizo que le devolviera la lamida, algo que le recordó a los licántropos y su sentido de compañerismo animal. Algunos monstruos podían ser más humanos que los propios hombres, propiamente dicho. Asintió a las palabras del albino y le siguió al interior de la posada. Nunca le diría que no a un contrato, menos aún a la posibilidad de estudiar a fondo a aquel brujo que le hacía crecer aquel sentimiento llamado curiosidad. No hizo ningún comentario sobre su referencia a la perfección, pues al igual que no tenía miedo, tampoco era vanidosa ni pecaba de exceso de orgullo, aunque algo de eso sí tenía, pues la habían “educado” para ser la mejor en lo suyo, intentarlo al menos.
Una vez en el interior, observó al posadero que limpiaba jarras y vasos con un trapo, lo que le hizo pensar a la cazadora que, tal vez, estuvieran menos sucios si los mantuviera alejados de semejante tela andrajosa. Pero no era de su incumbencia y pasó de largo, subiendo las escaleras tras el brujo. Sus ojos, por altura y porque tonta no era, quedaron fijos en el trasero del isleño. Tenía un culo tremendo y la lascivia de la mujer había aflorado desde que empezaran a pelear en la calle y, encima, con la aparición de aquellos estúpidos, aún se había puesto más caliente al hacer correr la sangre. Y, sin saber ni por qué, contuvo las ganas de darle un bocado allí mismo, subiendo peldaños.
Entró a la habitación y alzó una ceja al ver la chimenea. La que ella había ocupado antes con la puta no tenía una, se notaba la camaradería que tenía Valiont con el dueño del local y el conocimiento del mismo que el norteño poseía. Observó cada detalle, principalmente porque era lo que hacía siempre. Su mente analizaba cada escenario, los objetos, las pistas, las posibles rutas de escape, las cosas que podían ser utilizadas como arma o escudo. Cuando vivías persiguiendo monstruos, nunca podías dejar de estar alerta porque, a veces, eran ellos los que te daban caza a ti.
Se aproximó al albino mientras este le hablaba, le proponía mucho más que un viaje, un contrato o una aventura, le ofrecía una oportunidad que ella no iba a desaprovechar. Quería conocer más a aquel cazador de monstruos cuya fama le precedía y no sólo por el buen trabajo que hacía como brujo, sino por su faceta amable, altruista incluso. Algo que desconcertaba por completo a Magnhild y que, al mismo tiempo, la atraía muchísimo. -¿Magnhild de Skellig?- Aquel comentario fue el que más la marcó, podía haber usado un tono bromista, pero ella no lo notó y, aunque así fuera, sintió algo que desde su niñez no experimentaba: sentimiento de pertenencia, que no la rechazaban, que había un lugar para ella y no sólo contratos y viajes, caminatas sin fin, luchas y matanzas. Compañerismo. Desvió la mirada a la mano foránea, a su acto y al verse acercar el pulgar hacia la cara, sin saber exactamente el motivo, cerró los ojos y sintió como la pintura marcaba su rostro. Despegó lentamente los párpados y dio dos pasos hacia atrás, mirando fijamente, al contrario. En silencio. Llevó una mano a su coraza y sin mediar palabra la desató y dejó caer a un lado, exponiendo la parte superior de su cuerpo, completamente desnuda ante los dorados orbes de Valiont. La mejor manera de conocer a un hombre era en la cama, se podían sacar muchas conclusiones y, además, tenía la libido por las nubes en ese preciso instante. Se desabrochó el cinturón y lo depositó en el suelo con ambas espadas. No esperó a la reacción, se acercó de nuevo al brujo, le agarró de la nuca, empuñando su cabello blanco y le comió la boca con voracidad y deseo.
Una vez en el interior, observó al posadero que limpiaba jarras y vasos con un trapo, lo que le hizo pensar a la cazadora que, tal vez, estuvieran menos sucios si los mantuviera alejados de semejante tela andrajosa. Pero no era de su incumbencia y pasó de largo, subiendo las escaleras tras el brujo. Sus ojos, por altura y porque tonta no era, quedaron fijos en el trasero del isleño. Tenía un culo tremendo y la lascivia de la mujer había aflorado desde que empezaran a pelear en la calle y, encima, con la aparición de aquellos estúpidos, aún se había puesto más caliente al hacer correr la sangre. Y, sin saber ni por qué, contuvo las ganas de darle un bocado allí mismo, subiendo peldaños.
Entró a la habitación y alzó una ceja al ver la chimenea. La que ella había ocupado antes con la puta no tenía una, se notaba la camaradería que tenía Valiont con el dueño del local y el conocimiento del mismo que el norteño poseía. Observó cada detalle, principalmente porque era lo que hacía siempre. Su mente analizaba cada escenario, los objetos, las pistas, las posibles rutas de escape, las cosas que podían ser utilizadas como arma o escudo. Cuando vivías persiguiendo monstruos, nunca podías dejar de estar alerta porque, a veces, eran ellos los que te daban caza a ti.
Se aproximó al albino mientras este le hablaba, le proponía mucho más que un viaje, un contrato o una aventura, le ofrecía una oportunidad que ella no iba a desaprovechar. Quería conocer más a aquel cazador de monstruos cuya fama le precedía y no sólo por el buen trabajo que hacía como brujo, sino por su faceta amable, altruista incluso. Algo que desconcertaba por completo a Magnhild y que, al mismo tiempo, la atraía muchísimo. -¿Magnhild de Skellig?- Aquel comentario fue el que más la marcó, podía haber usado un tono bromista, pero ella no lo notó y, aunque así fuera, sintió algo que desde su niñez no experimentaba: sentimiento de pertenencia, que no la rechazaban, que había un lugar para ella y no sólo contratos y viajes, caminatas sin fin, luchas y matanzas. Compañerismo. Desvió la mirada a la mano foránea, a su acto y al verse acercar el pulgar hacia la cara, sin saber exactamente el motivo, cerró los ojos y sintió como la pintura marcaba su rostro. Despegó lentamente los párpados y dio dos pasos hacia atrás, mirando fijamente, al contrario. En silencio. Llevó una mano a su coraza y sin mediar palabra la desató y dejó caer a un lado, exponiendo la parte superior de su cuerpo, completamente desnuda ante los dorados orbes de Valiont. La mejor manera de conocer a un hombre era en la cama, se podían sacar muchas conclusiones y, además, tenía la libido por las nubes en ese preciso instante. Se desabrochó el cinturón y lo depositó en el suelo con ambas espadas. No esperó a la reacción, se acercó de nuevo al brujo, le agarró de la nuca, empuñando su cabello blanco y le comió la boca con voracidad y deseo.
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/11/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
En la habitación. 20:15 de la noche.
- A la lujuria, por su nombre:
Despegaba muy levemente el pulgar de aquella voluminosa piel blanca ahora marcada por aquel color. Valiont sonrió de forma tan suave que apenas se pudo apreciar el gesto por parte del albino. Observaba aquellos párpados cerrados abrirse al ritmo de su respiración. Sus orbes dorados quedaron pendientes de los propios, las miradas se cruzaron y algo, como una especie de engranaje imaginario, hizo “Clic” en alguna parte. El nórdico contempló las acciones de su ahora Aprendiz, dando pasos hacia atrás sin ápice de duda en aquellos hermosos ocelos que no paraban de mirarle. Observó como sus manos navegaban por su cuerpo, por su coraza hasta el broche de la misma donde los dedos maniobraron para desabrocharla y dejarla caer con su propio peso al suelo, quedando así, totalmente desnuda por la parte de arriba.
Valiont permaneció en silencio, observando los voluminosos pechos que botaron al salir de su prisión. Aquellos pezones estaban duros, clavados como dos estacas en su lugar, mirando directamente hacia el rostro del Cazamonstruos. Tras aquello, lo siguiente en tocar el suelo de forma natural fue el cinturón con las dos espadas de Magnhild. Valiont por entonces iba a reaccionar pero no pudo, algo se interpuso entre sus acciones y su deseo y no fue otra cosa que el propio deseo irrevocable de aquella Cazadora semejante a él, atrapándole los labios con los propios. Se dejaba hacer, pero subió aquellas rudas manos de las que hacía gala en combate por la espalda desnuda de la aprendiz, haciendo pequeñas paradas en los músculos de la espalda, en los montículos que se formaban por los huesos de los hombros y llegando a la nuca, acariciando parte de aquellas pequeñas trenzas que salpicaban el rubio paisaje que conformaban sus cabellos en la cabeza. Notaba la dureza y la suavidad en pleno contraste chocar contra los pectorales. Sentía aquellos pezones punzantes contra los propios mientras el beso cobraba mas fuerza y se vigorizaba conforme él le dejaba caer aún más su sinhueso.
El albino comenzaba sus acciones, arañando suavemente la espalda al mismo tiempo que sus colmillos mordían de forma leve los labios foráneos. Sentía el aliento de Magnhild golpear contra su nariz y eso le provocaba muchísimo mas de lo que él quería llegar a pensar. Exhalaba fuertemente como si le gustase aquél olor que emanaba del interior de la mujer y metía mas al fondo la lengua para buscar con ahínco algo con lo que entrelazarla. Sus manos viajaron con velocidad desde los huesos de la espalda hasta el costado, subiendo a por aquellos pechos que eran aplastados contra la musculatura del hombre. Se despegó del cuerpo ajeno para agarrar con fuerza aquellos recipientes de agua eterna, la cual daba la vida y la longevidad. Alzó de nuevo la mirada para buscar la de ella y pasar desde el beso en los labios a pequeñas descargas de mordiscos en la fina piel de su cuello. Con sus manos en los senos, aprovechó para empujar el cuerpo hacia la pared, hacia la repisa que conformaba la chimenea, con cuidado de no quemarse pero si notar el calor de la crepitación puso la piel de la espalda en contacto con la rugosa roca del empedrado y bajó su boca desde el cuello hasta la fina linea que dibujaba aquella forma curva del pecho, coronando en la cúspide con un chasquido de lengua que daba pequeños golpes justo en el centro, dando fuerza en ese punto de presión sin dejar de mirar a los ojos de su aprendiz. -Mmmh… -se le escapó el gruñido tras engullir al completo el pezón derecho de Magnhild, mordiéndolo, testando la textura en su paladar y pasando de un lado a otro del cielo de su boca. Daba con los dientes de forma suave pero con la suficiente fuerza como para exprimir el placer sobre su boca como si quisiera encontrar algo que saliese de aquél manantial, pero no lo encontró mas que el inmenso placer en el que parecía sumergirse el Cazador entrelazado con la Cazadora al unísono del sonido de aquellas llamas. Lenguas de fuego que pretendían acariciar el calor de la escena que allí dibujaban cuyo recuerdo guardarían aquellas paredes a conciencia y a letargo.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/10/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
La diferencia entre intimar con otra raza y hacerlo con alguien como ella, era la temperatura. Con Valiont, el calor que sentía no era porque fuera natural en su cuerpo mutado, sino porque la lujuria les consumía a ambos y aquello hacía de la situación, algo mucho más interesante. Además, ambos tenían una fuerza desmedida y un aguante muy distinto al de cualquier otro ser, así que, por una vez, sería una lucha de igual a igual, una batalla en el campo sexual, una que la rubia dominaba a la perfección.
Enseguida se dio cuenta que el albino era cuidadoso hasta a la hora de meter mano. Ella era mucho más fogosa, descarada y, sobre todo, dominante. Tras la primera mordida que el brujo se atrevió a darle, ella sonrió ladina, lasciva. Le dejó vía libre al principio, esperando ver de lo que era capaz, de qué pie cojeaba, lo que buscaba, lo que intentaba con ella. ¿Se dejaría llevar? ¿Se contendría? ¿Sería siempre así con las mujeres? Las preguntas se agolpaban en la mente de Magnhild, incapaz de no analizar la situación. Aún con la mano agarrando la melena plateada del cazador, permitió que éste bajara por su torso hasta los pechos. Sus pezones reclamaban atención y si él quería dársela, ella estaría encantada de concederle el placer. Jadeó, entrecerrando los ojos, notando la temperatura de las llamas lamer su costado. La rubia no era una mujer paciente, ni siquiera cuando iba tras un monstruo, menos aún en la cama. Así que de un firme tirón echó la cabeza ajena hacia atrás y, agachado como estaba el isleño, la mutante se inclinó sobre él con sus ojos de serpiente clavados fijamente en los foráneos. -A mí me va la acción, Valiont.- Con la otra mano presionó en el pecho ajeno y le empujó, susurrando Aard para hacerle dar un salto hacia atrás, hasta topar con la cama. -Desnúdate y muéstrame ese bulto que ocultas bajo los pantalones.- Los juegos preliminares estaban muy bien, pero ella estaba ardiendo por dentro y con mordiscos y succiones no se calmarían las ganas que tenía de echar un polvo. Así que mientras esperaba que el brujo hiciera lo que le había, no pedido, sino ordenado, ella se deshizo de las botas y los pantalones, quedando del todo expuesta ante los dorados ojos del que tenía en frente. En sus viajes había conocido a unas mujeres que se rasuraban enteras y le había parecido muy erótico, así que ella, desde entonces, hacía lo mismo con una cuchilla de afeitar, con la misma que se rapaba parte de la cabeza.
Una vez lista, saltó sobre el albino, haciéndole caer sobre el colchón, con ella a horcajadas en su cintura. Apretó ambos costados con las rodillas, como si el isleño fuera una montura y ella se preparara para cabalgar. Le agarró de ambas mejillas con una sola mano, inclinó su cuerpo hacia delante y le comió una vez más la boca, mordiendo con saña el labio inferior, hasta hacerlo sangrar para luego lamerlo y volver a empezar. ¿Qué haría ahora el bueno de Valiont? ¿Seguiría conteniéndose?
Enseguida se dio cuenta que el albino era cuidadoso hasta a la hora de meter mano. Ella era mucho más fogosa, descarada y, sobre todo, dominante. Tras la primera mordida que el brujo se atrevió a darle, ella sonrió ladina, lasciva. Le dejó vía libre al principio, esperando ver de lo que era capaz, de qué pie cojeaba, lo que buscaba, lo que intentaba con ella. ¿Se dejaría llevar? ¿Se contendría? ¿Sería siempre así con las mujeres? Las preguntas se agolpaban en la mente de Magnhild, incapaz de no analizar la situación. Aún con la mano agarrando la melena plateada del cazador, permitió que éste bajara por su torso hasta los pechos. Sus pezones reclamaban atención y si él quería dársela, ella estaría encantada de concederle el placer. Jadeó, entrecerrando los ojos, notando la temperatura de las llamas lamer su costado. La rubia no era una mujer paciente, ni siquiera cuando iba tras un monstruo, menos aún en la cama. Así que de un firme tirón echó la cabeza ajena hacia atrás y, agachado como estaba el isleño, la mutante se inclinó sobre él con sus ojos de serpiente clavados fijamente en los foráneos. -A mí me va la acción, Valiont.- Con la otra mano presionó en el pecho ajeno y le empujó, susurrando Aard para hacerle dar un salto hacia atrás, hasta topar con la cama. -Desnúdate y muéstrame ese bulto que ocultas bajo los pantalones.- Los juegos preliminares estaban muy bien, pero ella estaba ardiendo por dentro y con mordiscos y succiones no se calmarían las ganas que tenía de echar un polvo. Así que mientras esperaba que el brujo hiciera lo que le había, no pedido, sino ordenado, ella se deshizo de las botas y los pantalones, quedando del todo expuesta ante los dorados ojos del que tenía en frente. En sus viajes había conocido a unas mujeres que se rasuraban enteras y le había parecido muy erótico, así que ella, desde entonces, hacía lo mismo con una cuchilla de afeitar, con la misma que se rapaba parte de la cabeza.
Una vez lista, saltó sobre el albino, haciéndole caer sobre el colchón, con ella a horcajadas en su cintura. Apretó ambos costados con las rodillas, como si el isleño fuera una montura y ella se preparara para cabalgar. Le agarró de ambas mejillas con una sola mano, inclinó su cuerpo hacia delante y le comió una vez más la boca, mordiendo con saña el labio inferior, hasta hacerlo sangrar para luego lamerlo y volver a empezar. ¿Qué haría ahora el bueno de Valiont? ¿Seguiría conteniéndose?
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/11/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
En la habitación. 20:19 de la noche.
- Un duelo bajo las sábanas:
La señal de Aard fue ejecutada con la mayor precisión y perfección que podía recordar aquél albino y experto cazador de monstruos, tal fue así que le pilló totalmente por sorpresa, algo que no acostumbraba jamás la voz de la experiencia. Su cuerpo quedó contra el somier de la cama partiéndolo por la mitad sin hacer mayor destrozos que ese en aquella forma de madera. Con las piernas abiertas y ligeramente flexionadas quedó Valiont traspuesto mientras observaba el desnudo torso que acababa de tocar, de besar, de poseer en aquella extraña chica que ahora era su aprendiz, enarcando una ceja. -¿La acción? Perfecto entonces, Magnhild de Skellig. -Sonrió justo al decir aquello último mientras el mismo se masajeaba el curioso bulto que se le notaba debajo de aquellos pantalones de cuero lacerado. -Transformemos esto pues, en una batalla más, donde pondré a prueba tus aptitudes, Aprendiz de Lobo.
De un salto se puso en pie a los pies de la cama que casi destrozaron sin apenas empezar aún nada. Con agilidad, rapidez y elegancia comenzaban sus dedos a maniobrar sobre aquella hebilla de color plateado con la forma de un gran lobo que servía para unir el cinturón que mantenía el zurrón en su sitio, así como la pequeña daga sin otrora uso y un gancho para las cabezas de los Monstruos así como las pociones, elixires y ciertos aceites. El cinturón cayó al suelo haciendo el sonido ecoso particular que pronto se le unía el del cuero golpeando el acero y el suelo a la misma vez. No llevaba ropa interior de modo que Valiont estaba totalmente expuesto a la pequeña depredadora que estaba frente a él cuyos ojos devoraban con ansia la presa que ella pensaba que había cazado. Mientras caminaba hacia ella con determinación, las hombreras caían al suelo y pronto se les uniría el resto del uniforme de caza que el Peliblanco usaba para trabajar, quedando ahora sí, desnudo por completo. Se deshizo la coleta que quedaba maniatada a la espalda, a la nuca de la cabeza para dejar de contener la melena plateada que hacía las delicias de la visión.
Esta vez, Valiont si se vio venir el ataque, la acometida que de un momento a otro, Magnhild decidió hacer. Saltó sobre él, de modo que el Albino alzó las manos para recibir con candor el cuerpo que le llovía desde arriba, dejándose caer sobre la cama para tumbarse posteriormente dejando que las rodillas de la aprendiz quedasen pegadas a sus costados como si tuviera espuelas con las que mandar al Lobo Gris. La sangre brotaba de sus labios, sangre que pronto degustaría la delicia de la Cazadora mientras los dedos de aquellas rudas manos se arrugaban y dejaban de contenerse para desgarrar el fino telaje que propiciaba y hacía la forma de las bragas de la Cazamonstruos. Una vez desnuda en esa parte, uno de aquellos dedos, como si fuera el mismísimo Jormungander, hijo de Loki, buscando la cueva del Yggdrasil para corromperla de toda vida nefasta, se coló en aquella entrada trasera entre las nalgas, hasta el fondo y sin pudor aparente en la acción.
Abrió la boca y ahora fue él quien mordió el labio inferior foráneo metiendo su lengua hasta encontrarse con la de su amiga para entrelazarla en un ferviente duelo que daba paso al sudor y candor reflejado en los musculados y encicatrizados pectorales del Lobo. Le dio la vuelta, siendo él quien realizaba esta vez la monta. La mano izquierda, sacada de aquella cueva, ahora sujetaba con ahínco el cabello rubio trenzado de Magnhild y la derecha hurgaba entre los labios, y no precisamente los de la boca, por mucho que enamorasen a Valiont aquella suave textura de la que hacía gala aquella Cazadora que luchaba de nuevo contra él. En una sonrisa y una mirada directa a las pupilas foráneas, Valiont se situaba entre sus piernas, oliendo, acariciando con la punta de la nariz y sacando la lengua para lamer y probar el manjar que solo los Dioses pueden degustar.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/10/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Mientras ella succionaba la sangre de la boca del albino, éste se encargaba de arrancarle el último trozo de tela que cubría su cuerpo. Era extraño ver a una mujer sin un solo pelo en el cuerpo, exceptuando su melena, al menos en París. Al parecer, en Francia estaba mejor visto el exceso de vello corporal y los hombres hasta empalidecían al ver una piel blanca como la suya al completo descubierto. Por no hablar de las cicatrices, porque a pesar de su figura digna de los cánones de belleza más estrictos, ella seguía siendo una cazadora y muchas batallas significaban marcas de guerra en su, una vez, inmaculada dermis. La más grande le cruzaba la espalda, iniciando bajo el omóplato izquierdo y llegaba hasta el costado derecho, cuatro dedos por debajo de la última costilla. Resultado de un enfrentamiento con una Erynia. El resto eran cosas menos llamativas: zarpazos aquí y allá, algún corte e incluso un par de balazos cerca del corazón, ya que, a veces, daban más por culo los humanos que los monstruos.
Se dejó morder de vuelta y, al sentir la intromisión del dedo en su recto, ladeó una sonrisa, satisfecha por ver que, al parecer, el brujo iba a soltarse, al menos un poco. No era la primera vez que algo se colaba en aquel agujero y no era una mojigata que hacía aspavientos por minucias. Le gustaba el sexo, su libido dominaba su cuerpo con frecuencia y no tenía tabúes. La vida era mucho más entretenida cuando no intentabas ponerle límites y ya que cazando no siempre podía hacer lo que quería, en la cama no se cortaba lo más mínimo. Giró cuando Valiont tomó las riendas y, a la vez, su rubia melena. Los dorados de Magnhild centellearon presos de la lujuria, siguiendo con todo detalle las acciones foráneas. Separó bien las piernas, flexionadas, apoyando la planta de los pies en la cama rota. Su sexo ardía con ganas de ser tocado y el isleño no tardó en complacerla en aquel sentido. Los dígitos ajenos separaron sus labios vaginales, se colaron en la empapada entrada y hurgaron a sus anchas, antes de que fuera la boca del albino la que se encargara de atender su sexo con ahínco y voracidad. La rubia jadeó, sintiendo el placer esparcirse desde su entrepierna por el interior de los muslos hasta alcanzarle las rodillas. Se ramificó entonces hacia las espinillas y descendió hasta los dedos de los pies.
De repente, sin aviso previo y sumida en un éxtasis que la volvía mucho más proactiva y agresiva de lo normal, rodeó el cuello del cazador con las piernas y apretó el abrazo con la fuerza necesaria para empezar a estrangularlo. Quería privarle de aire, evitar que el oxígeno llegase a su cerebro. Dudaba que fuera capaz de seguir usando la lengua en aquel estado, pero saber que podía llevarle hasta algunos límites que otros no soportarían, la tenían sobreexcitada. Esperó largos segundos, más de un minuto y casi dos, antes de soltarle y esperó entonces a su reacción.
Se dejó morder de vuelta y, al sentir la intromisión del dedo en su recto, ladeó una sonrisa, satisfecha por ver que, al parecer, el brujo iba a soltarse, al menos un poco. No era la primera vez que algo se colaba en aquel agujero y no era una mojigata que hacía aspavientos por minucias. Le gustaba el sexo, su libido dominaba su cuerpo con frecuencia y no tenía tabúes. La vida era mucho más entretenida cuando no intentabas ponerle límites y ya que cazando no siempre podía hacer lo que quería, en la cama no se cortaba lo más mínimo. Giró cuando Valiont tomó las riendas y, a la vez, su rubia melena. Los dorados de Magnhild centellearon presos de la lujuria, siguiendo con todo detalle las acciones foráneas. Separó bien las piernas, flexionadas, apoyando la planta de los pies en la cama rota. Su sexo ardía con ganas de ser tocado y el isleño no tardó en complacerla en aquel sentido. Los dígitos ajenos separaron sus labios vaginales, se colaron en la empapada entrada y hurgaron a sus anchas, antes de que fuera la boca del albino la que se encargara de atender su sexo con ahínco y voracidad. La rubia jadeó, sintiendo el placer esparcirse desde su entrepierna por el interior de los muslos hasta alcanzarle las rodillas. Se ramificó entonces hacia las espinillas y descendió hasta los dedos de los pies.
De repente, sin aviso previo y sumida en un éxtasis que la volvía mucho más proactiva y agresiva de lo normal, rodeó el cuello del cazador con las piernas y apretó el abrazo con la fuerza necesaria para empezar a estrangularlo. Quería privarle de aire, evitar que el oxígeno llegase a su cerebro. Dudaba que fuera capaz de seguir usando la lengua en aquel estado, pero saber que podía llevarle hasta algunos límites que otros no soportarían, la tenían sobreexcitada. Esperó largos segundos, más de un minuto y casi dos, antes de soltarle y esperó entonces a su reacción.
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
El descanso es para los vivos. |
En la habitación. 20:29 de la noche.
- Las batallas se libran dentro.:
Durante sendos minutos la lengua de aquél guerrero. De aquél cazador, daba sin tregua batalla entre las féminas piernas de su aprendiz cuyos ojos eran semejantes a los propios. Tras aquellos incesantes minutos, Valiont pudo notar como se llenaba de fuerza aquél recipiente de músculos que formaban unas de las mejores piernas de mujer que había tenido la oportunidad de llegar a ver. De llegar a presenciar. De llegar a catar. Magnhild quería dar guerra, hacer notar que ella no es la victima de este duelo sin espadas y sin acero donde tan solo la carne y el candor ganaban la ascensión.
El albino se dejó llevar, se dejó hacer hasta que quedó puesto de forma predispuesta al completo con el cuerpo de la aprendiz encima de él, sentada sobre su boca. Antes no lo hubiese sabido pero ahora estaba más que claro, Valiont adoraba aquella postura, no sabía bien dar un porqué que explicase con detalles precisos de aquello, pero notar los labios vaginales mojados en forma de cascada irrumpir con torrente en forma de cascada directamente a su boca, le estaba volviendo loco. Sus manos, firmemente agarradas en cada uno de aquellos gluteos, con fervor y a menudo, azotados con contundencia hasta presentar claros sintomas de un rojizo color. Su lengua, como si fuera la batuta de los vientos de la mayor de las orquestas, dibujaba trazos de placer de aquí a allá, navegando por el clítoris como el firme sonido de una gaita, percutiendo una y otra vez una vez hubo llegado al final de su trayecto.
Pronto comenzó a sentir la fuerza infundada por aquellas piernas que ahora se cernían en forma de grandes tenazas que estrangulaban su cuello conforme lamía con mas fuerza. Valiont fijó los ocelos dorados directamente en la tez de la rubia, sonriendo, sonriendo con morbo y con descaro. Con desafío en cada destello que provocaba aquel cruce de miradas mutadas. Volvió a abofetear aquellos tambores de carne haciendo alusión al sonido que éstos hacían al ser percutidos. Aquellos cachetes estaban cada vez mas rojos al igual que el rostro del Mutante. Una vez Magnhild hubo soltado a Valiont, éste, arremetió contra ella con un Aard que la quitó de encima de el. Se levantó, firme con la mano puesta en su yunque dispuesto a templar el metal revelde que tenía delante como si se tratase del mismísimo Thor forjando Grungdig. Agarró con temeridad la melena rubia y tiró de ella hacia abajo para meter su lengua en la cavidad de su boca pasando por cada diente, cada encía y glándula de aquél mar. Mordió la lengua foránea y seguidamente la lanzó a la cama, con su miembro agarrado y llevándolo a las inmediaciones de la boca ajena. -Ahora ya puedes comenzar. Y mas te vale que te vea disfrutar. De lo contrario.. es posible que me hagas dudar en no volverte a azotar, Magnhild. -Pronunció sin mas. Permitiéndole ahora y no antes, palpar con la boca, probar aquél manjar que tenía el peliblanco entre sus piernas. Pues el brujo era listo y sabía perfectamente, dadas las circustancias y directrices mostradas: Lo que le gustaba a aquella fiera que tenía ahora mismo en la cama.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Había sido la primera vez que se tomara la libertad de someter de aquel modo a un hombre, no porque no hubiera tenido ganas antes, sino porque era consciente que, con cualquier humano normal, dada su fuerza y la lujuria que la consumía cuando se excitaba, hubiese matado a su acompañante sin pestañear. Pero con el albino la cosa era distinta, de haber querido, él hubiese podido zafarse del agarre, era un digno contrincante, fuera y dentro de la cama. Sólo por eso se había dejado llevar, cosa que rara vez lograba, pues a pesar de no tener sentimientos, como solían decir las malas lenguas, matar sin un contrato de por medio o a cambio de defender su propia vida, tampoco le aportaba nada.
Y el cazador de monstruos, no sólo había resultado ser una excelente elección para aquella naciente curiosidad de la rubia, sino un magnífico compañero sexual por lo que estaba dejando entrever con sus acciones. Pues, además de no haber dejado de usar su experta lengua para estimularla aún y cuando el oxigeno había empezado a fallar en circular por sus venas, la había sorprendido con un Aard que la empujó, apartándola y dejándola con una ladina sonrisa en los labios. Bien sabía que la falta de riego ayudaba con la erección, era ciencia pura y dura, pero aún así se sintió gratamente satisfecha al ver el falo del brujo aproximarse a su rostro. Era elegante hasta para follar, eso fue lo que pensó Magnhild, y no le disgustaba, pues a pesar de aquella galantería, esperaba que le diera su merecido como correspondía.
Así pues, dejó que la tomara del pelo, ya que poco le importaba que le infligiera dolor, poco lo sentía y cuando lo hacía, le subía la libido más que cualquier otra cosa. Abrió la boca, dejando paso al glande. Sacó la lengua por debajo, acariciando el tronco del miembro a medida que éste profundizaba en su cavidad y pronto lo rodeó con los labios, succionando sin miramientos, sin finuras, haciendo ruido con cada chupada, disfrutando de la maldita felación. No se molestó en ocultar los colmillos, los usó en cambio para morder los cuerpos cavernosos en diversas ocasiones, mientras su sinhueso estimulaba la uretra y la verga se hundía en la garganta de la norteña. Los orbes dorados de la mujer permanecieron fijos en el rostro del albino, admirando sus expresiones, gozando no sólo de los espasmos que su falo tenía con cada succión, sino con el cambio en las pupilas contrarias. Poder ver a alguien como ella, alguien que compartía mucho más que una “misión” o una “carga”, sino esa falta de humanidad que contrarrestaba el exceso de lujuria, era un privilegio en aquellos momentos.
Agarró los muslos foráneos con ambas manos, clavando las uñas de los diez dedos con afán. Empujaba así el cuerpo ajeno, su cadera, contra el rostro propio para que el cazador le follara la boca. Llegado cierto punto, la propia Magnhild parecía ser, al completo, una zona erógena. Siempre gozaba de un buen polvo, pero aquella noche estaba especialmente animada.
Y el cazador de monstruos, no sólo había resultado ser una excelente elección para aquella naciente curiosidad de la rubia, sino un magnífico compañero sexual por lo que estaba dejando entrever con sus acciones. Pues, además de no haber dejado de usar su experta lengua para estimularla aún y cuando el oxigeno había empezado a fallar en circular por sus venas, la había sorprendido con un Aard que la empujó, apartándola y dejándola con una ladina sonrisa en los labios. Bien sabía que la falta de riego ayudaba con la erección, era ciencia pura y dura, pero aún así se sintió gratamente satisfecha al ver el falo del brujo aproximarse a su rostro. Era elegante hasta para follar, eso fue lo que pensó Magnhild, y no le disgustaba, pues a pesar de aquella galantería, esperaba que le diera su merecido como correspondía.
Así pues, dejó que la tomara del pelo, ya que poco le importaba que le infligiera dolor, poco lo sentía y cuando lo hacía, le subía la libido más que cualquier otra cosa. Abrió la boca, dejando paso al glande. Sacó la lengua por debajo, acariciando el tronco del miembro a medida que éste profundizaba en su cavidad y pronto lo rodeó con los labios, succionando sin miramientos, sin finuras, haciendo ruido con cada chupada, disfrutando de la maldita felación. No se molestó en ocultar los colmillos, los usó en cambio para morder los cuerpos cavernosos en diversas ocasiones, mientras su sinhueso estimulaba la uretra y la verga se hundía en la garganta de la norteña. Los orbes dorados de la mujer permanecieron fijos en el rostro del albino, admirando sus expresiones, gozando no sólo de los espasmos que su falo tenía con cada succión, sino con el cambio en las pupilas contrarias. Poder ver a alguien como ella, alguien que compartía mucho más que una “misión” o una “carga”, sino esa falta de humanidad que contrarrestaba el exceso de lujuria, era un privilegio en aquellos momentos.
Agarró los muslos foráneos con ambas manos, clavando las uñas de los diez dedos con afán. Empujaba así el cuerpo ajeno, su cadera, contra el rostro propio para que el cazador le follara la boca. Llegado cierto punto, la propia Magnhild parecía ser, al completo, una zona erógena. Siempre gozaba de un buen polvo, pero aquella noche estaba especialmente animada.
Última edición por Magnhild de Skellig el Dom Feb 04, 2018 4:13 pm, editado 2 veces
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Cama de Lobos. |
- En la taberna:
En la habitación. 20:39 de la noche.
Allá abajo en la taberna el ambiente era de música y canciones, muy contrario a lo que solían cantar por entonces en Paris, una Barda habia decidido añadir el sonido de un arpa y unas vocales finas pero con fuerza. Una fuerza proveniente del norte, canción cuyas letras hablaba de un Heroe lejano, un hijo de dragones con sangre del cielo en las venas que acabaría con la oscuridad como Fenrir con la Luna. Y así era como acompañando aquellos acordes, Valiont se entregaba totalmente a los deseos de Magnhild, suspirando y cerrando los ojos. Dejándose arrastrar al lado mas lujurioso y lascivo del mundo; Aquella felación. Los sonidos obscenos, sucios y cargados de morbo rodeaban el miembro totalmente erecto del Albino, sin poder evitar el segregar pre-semen continuamente.
Notó los mordiscos así como notó la invasión a su trasero con aquellas garras que se clavaban violentamente haciéndole sangrar, haciendo que acometiera violentamente contra la boca ajena. Sin cuidado ninguno pero a la vez, con sumo erotismo plasmado en cada acometida que Valiont realizaba contra la nariz de la Cazadora. Gruñía en constancia cuando notaba que la punta de su glande friccionaba fuertemente con las paredes de la garganta con la que se enfrentaba. Una y otra, y otra tras aquella fueron las embestidas como si fuese un toro, clavándola más y más hondo cada vez hasta que observó las primeras lágrimas emanar de los ojos de la rubia, entonces dejó de usar su boca como si fuera la entrepierna de una mujer y la sacó, completamente mojada y goteando hacia la cara foránea. Pronto la marca que él mismo pintó en aquél rostro se difuminaría por la humedad ocasionada, aquella marca que aparentemente y sin razón, puso tan caliente a la Aprendiz hasta el punto de no decir nada más que desnudarse ante él.
Valiont bajó de nuevo, necesitaba comer más, atragantarse con el placer de aquella mujer. Metía sus dedos y los sacaba para jugar en el recto, en aquél culo totalmente predispuesto. Torció el gesto y sus orbes brillaron durante un momento, el momento justo en el que su mano agarraba el falo para encaminarlo no hacia la entrepierna, precisamente. -Te voy a follar el culo, Magnhild. Tu has empezado esto.. -Con un rudo movimiento y una lamida a la yema de sus labios antes de llevarlos a la entrada, la clavó hasta el fondo y sin miramiento ninguno la dejó allí, sintiendo cada rugosidad del recto. -Y yo lo acabaré. -Comenzó a mover las caderas con violencia mientras la zurda se aferraba con fuerza al cabello dorado de la rubia tirándole y provocando que echase hacia atrás la cabeza dejando a merced de Valiont aquella garganta que no dudó en morder, besar y llenar de lamidas durante la follada.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Con cada arremetida de las caderas del albino, un gemido se ahogaba en la garganta obstruida de la cazadora de monstruos que incitaba al contrario a seguir acometiendo contra su boca como si esta no tuviera fondo ni fuera capaz de oponer resistencia, cosa que, físicamente, era imposible y prueba de ello fueron aquellas lágrimas que, lejos de significar dolor, mostraban cómo el cuerpo era capaz de reaccionar por sí sólo a pesar de las mutaciones. En cuanto el brujo lo vio, ese lado suyo que hacía sentir curiosidad a la rubia, apareció de nuevo, lo pudo notar, pues ella en su lugar no hubiese sacado el falo de su boca ni aunque llorara a mares. Los fluidos de ambos, entremezclados, habían dejado empapada la verga de Valiont, una parte unía la lengua de la isleña al glande, la cual no dudó en sorber sonoramente, pero otra cayó al suelo, salpicando al impactar contra los tablones. El falo mojó su mejilla y con la humedad hizo que la marca roja se corriera, aunque ella no pudiera verlo. Pero lo sabía, recordaba la señal, había sido pintada únicamente, pero la sentía como si se la hubiera marcado con fuego y ahora le ardía todo un lado de la cara.
Se dejó caer sobre la cama, de espaldas, con las piernas flexionadas y abiertas, al ver la hambrienta mirada que portaba el cazador de monstruos, una que conocía a la perfección, pues en infinidad de ocasiones la había podido apreciar reflejada en un espejo cuando ella la llevaba. Sabía lo que deseaba y gustosa se dejó hacer, moviendo ella misma las caderas para acompañar los movimientos de lengua y dedos ajenos. Le gustaba que le estimulara el recto, era un punto que pocos se atrevían a explorar a saber por qué estúpida razón, y a ella la excitaba, así que no tener que pedírselo y que lo hiciera por cuenta propia, era un punto a favor del brujo o, tal vez, una cosa más que tenían en común. Jamás se había acostado con otro mutado, así que no tenía ni idea de si, al igual que con sus ventajas, también compartían cosas más allá como fetiches debidos a la mierda que les hicieron tomar para romperles por dentro y convertirles en lo que eran ahora, armas de destrucción de monstruos.
Notó el glande pegado a su ano antes de que las palabras de Valiont confirmaran sus intenciones. Ella podría haberle interrumpido y decir algo, pero prefirió callar y aguardar a que hiciera lo que ambos estaban anhelando. Una ladina y lasciva sonrisa se dibujó en cuanto la polla del peliblanco se abrió paso en su recto, dilatando aquellas paredes que sus dedos no habían hecho más que tantear. Cada estocada fue mejor que la anterior, como si en vez de agotar energía con cada acción, la recargara y acometiera con más fuerza, con mayor violencia y brusquedad. Se apoyó en los antebrazos cuando el contrario la agarró del pelo y fue directo a morderle la zona del cuello. Aquello la excitó más aún si era posible. Sentía que la trataba como a una presa y se estaba mostrando, al fin, como el magnífico cazador que era.
Los jadeos y gemidos inundaron la estancia, pues ninguno de los dos se molestaba en acallarlos, como si les importara un pimiento que los demás supieran que como dos bestias estaban follando en el piso de arriba de la taberna. -Espero que no lo termines muy pronto…- Comentó en un tono neutro, pero que denotaba claramente que si se corría rápido, la rubia se sentiría muy decepcionada.
Se dejó caer sobre la cama, de espaldas, con las piernas flexionadas y abiertas, al ver la hambrienta mirada que portaba el cazador de monstruos, una que conocía a la perfección, pues en infinidad de ocasiones la había podido apreciar reflejada en un espejo cuando ella la llevaba. Sabía lo que deseaba y gustosa se dejó hacer, moviendo ella misma las caderas para acompañar los movimientos de lengua y dedos ajenos. Le gustaba que le estimulara el recto, era un punto que pocos se atrevían a explorar a saber por qué estúpida razón, y a ella la excitaba, así que no tener que pedírselo y que lo hiciera por cuenta propia, era un punto a favor del brujo o, tal vez, una cosa más que tenían en común. Jamás se había acostado con otro mutado, así que no tenía ni idea de si, al igual que con sus ventajas, también compartían cosas más allá como fetiches debidos a la mierda que les hicieron tomar para romperles por dentro y convertirles en lo que eran ahora, armas de destrucción de monstruos.
Notó el glande pegado a su ano antes de que las palabras de Valiont confirmaran sus intenciones. Ella podría haberle interrumpido y decir algo, pero prefirió callar y aguardar a que hiciera lo que ambos estaban anhelando. Una ladina y lasciva sonrisa se dibujó en cuanto la polla del peliblanco se abrió paso en su recto, dilatando aquellas paredes que sus dedos no habían hecho más que tantear. Cada estocada fue mejor que la anterior, como si en vez de agotar energía con cada acción, la recargara y acometiera con más fuerza, con mayor violencia y brusquedad. Se apoyó en los antebrazos cuando el contrario la agarró del pelo y fue directo a morderle la zona del cuello. Aquello la excitó más aún si era posible. Sentía que la trataba como a una presa y se estaba mostrando, al fin, como el magnífico cazador que era.
Los jadeos y gemidos inundaron la estancia, pues ninguno de los dos se molestaba en acallarlos, como si les importara un pimiento que los demás supieran que como dos bestias estaban follando en el piso de arriba de la taberna. -Espero que no lo termines muy pronto…- Comentó en un tono neutro, pero que denotaba claramente que si se corría rápido, la rubia se sentiría muy decepcionada.
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
La curiosidad mató al gato. |
- Spoiler:
En la habitación. 20:59 de la noche
-¿Pronto? Ésto no será rápido. -Dijo al igual que Magnhild, con un tono neutro pero voraz, serio y tenaz. Mordía su labio inferior para después lamerlo e invadir la boca foránea con su propia lengua buscando en cada recoveco, sin dejar rincón por mojar con su saliva. El mutante arremetía sin parar aunque sin prisa el recto de aquella mujer, empujando como si buscase hacer un agujero en la pared de enfrente. -Tengo algo que me come la.. curiosidad. -Dijo entre gemidos y besos, tan pasionales como eróticos, sonriendo de medio lado como si ya supiese la respuesta de que fue el hecho de aceptarla como algo suyo, por ínfimo que fuera. El hecho de aquella especie de ritual que celebró en apenas unos segundos y sin que ella se lo esperase. Si. Lo sabía perfectamente, pero estaba muy caliente y deseaba que aquella mujer hablase, le respondiese y le dijese todo lo que ella desease decir, todo lo que ella quisiese que el albino escuchara para aumentar aún más si cabe, aquella líbido que comenzaba a desbordarse tan rapido como la pólvora ramificandose por cada vena de su cuerpo cicatrizado y ahora sudado. Su mano recorría todo el muslo izquierdo de la rubia mientras la libre agarraba fuertemente la melena destrozando las posibles trenzas que pudiese aún tener. -¿Qué es lo que te ha impulsado a desnudarte ante mi? -Rugió, gruñó sobre la boca de la aprendiz y tras eso la mordió, arrugando de forma leve la expresión de su tez ahora parecida a la de un depredador con ojos de serpiente.
-Contesta, Magnhild de Skellig. -Dijo una vez mas, su nombre al completo a partir de ahora. Sin parar en ningún momento las embestidas que poco a poco tomaban el color de cornadas, parecidas a las de un ciervo o un toro. No esperó a que le contestara, sacó su miembro del recto agarrándolo con la zurda, maniobró con el cuerpo de la nórdica y la puso sobre sus cuatro patas como si fuera un animal dispuesto a ser ensartado por el macho de la especie. Volvió a agarrar la mata de pelo, ésta vez usándolo como si fueran las riendas de un caballo o carnero y volvió a clavársela, esta vez no por detrás si no delante, salpicando las sábanas de los flujos de ambos y provocando aquél incesante y curioso sonido como si una rana chapotease felizmente en su propia charca. Esta vez los movimientos eran precisos, sin duda ninguna y duros hasta el final, donde se quedaba unos segundos para que la chica notase el cuerpo de su miembro al completo sin perder ningún detalle. La mano libre fue a uno de los cachetes de la noruega para azotarlo con fuerza y elegancia a la misma vez. Se inclinó sobre el oido de Magnhild mordiéndolo y colando su lengua por dentro. -¿Esto te gusta?
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
El vigor del albino nada tenía que ver con aquellos simples humanos con los que la rubia se había acostado con anterioridad. El único que le había superado había sido un cambiante rinoceronte cuya brutalidad y estamina podrían derrotar a casi cualquiera al que la isleña no tuviera que darle caza. Jadeó y gimió entre lamidas y mordidas, atrapando con sus piernas el cuerpo ajeno para que no dejara de arremeter contra ella. La respuesta a su pregunta había alimentado la excitación de Magnhild y se estaba dejando llevar más de lo normal. Siempre había sido una mujer exigente en todos los aspectos, más aún en la cama, pero nadie había estado a la altura ni había tenido posibilidad de estarlo excepto, de nuevo, el cambiante. Aún así, la mirada del mutado, igual a la suya, era algo que desconocía en un encuentro sexual y la prendía más de lo que hubiese podido imaginar.
Escuchó lo que dijo el hombre a continuación, y le hizo saber que algo le hacía sentir curiosidad, aquello que la había traído a ella hasta él. Aquello que había nacido dentro como una pequeña luz y crecido poco a poco, guiando sus pasos a través de caminos y bosques, cruzando ríos y lagos, montañas, mares. Hasta dar con el albino que ahora tenía delante. Pero aquella pregunta fue inesperada, no pensó que quisiera saber por qué una mujer se había desnudado frente a él. Magnhild jamás se había preguntado por qué nadie se desvestía para ella, sólo se deleitaba con las vistas y luego gozaba revolcándose con quien fuera en la cama. Aún así, le contestó sin dilación, pues no tenía nada que esconderle a ese ser que la poseía en aquel momento. Abrió la boca para hablar cuando, una vez más, su nombre sonó acompañado de esa denominación de pertenencia, de esa unión, ese nexo, ese lazo que ahora la unía al que se había ofrecido a ser su maestro. Se tensó un segundo, estrangulando el falo foráneo con el esfínter, pero antes de poder hacer nada, el brujo la hizo girar y ponerse a cuatro patas para volver a ensartarla, pero cambiando de agujero. Gimió al escuchar el lascivo y sucio sonido de sus cuerpos al chocar, de sus fluidos al salpicar. Giró la cabeza aún con su cabellera rubia enredada en los dedos foráneos y observó al cazador con sus dorados ojos de pupilas, ahora, dilatadas. -De Skellig.- Fue lo que contestó al relamerse y pellizca su propio labio inferior con el colmillo derecho hasta hacerlo sangrar.
El azote hizo que la zona se enrojeciera por unos segundos y la carne de la nalga y el muslo temblaran, vibraran. -Me has excitado con eso. Y sí, me gusta. Sabes dominarme y eso… eres el primero.- de medio lado entre jadeos y gemidos. Aferró la ropa de cama con los dedos de ambas manos y tomó impulso para golpear ella hacia atrás con brusquedad, asegurándose que el albino se la clavaba hasta el fondo y sin miramientos. Cuando la sintió tan hondo que hasta le dio un vuelco el estómago, coló una mano entre las piernas y con dos dedos rodeó la base del falo ajeno para estrangularlo con fuerza. No necesitaba controlarse con Valiont, lo sabían ambos, así que no midió la presión que ejerció y siguió cerrando el círculo que formaban sus dígitos hasta que se tocaron las yemas de ambos dedos, sólo entonces liberó la verga, mas no era una tregua, sino un aviso antes de con un movimiento rápido girar hasta quedar de medio lado, apoyada en una pierna y un antebrazo, alzando la izquierda y con un brusco gesto atrapó el cuello del brujo y lo atrajo hasta que su cara casi se pegó a la cadera de la rubia en una incómoda postura para el varón. -Cuando uno juega con fuego, tiene que estar dispuesto a quemarse.- Se lamió los propios restos de sangre que aún le teñían el labio y escupió a la cara de Valiont antes de sonreír. -Arde conmigo, Valiont de Skellig.-
Escuchó lo que dijo el hombre a continuación, y le hizo saber que algo le hacía sentir curiosidad, aquello que la había traído a ella hasta él. Aquello que había nacido dentro como una pequeña luz y crecido poco a poco, guiando sus pasos a través de caminos y bosques, cruzando ríos y lagos, montañas, mares. Hasta dar con el albino que ahora tenía delante. Pero aquella pregunta fue inesperada, no pensó que quisiera saber por qué una mujer se había desnudado frente a él. Magnhild jamás se había preguntado por qué nadie se desvestía para ella, sólo se deleitaba con las vistas y luego gozaba revolcándose con quien fuera en la cama. Aún así, le contestó sin dilación, pues no tenía nada que esconderle a ese ser que la poseía en aquel momento. Abrió la boca para hablar cuando, una vez más, su nombre sonó acompañado de esa denominación de pertenencia, de esa unión, ese nexo, ese lazo que ahora la unía al que se había ofrecido a ser su maestro. Se tensó un segundo, estrangulando el falo foráneo con el esfínter, pero antes de poder hacer nada, el brujo la hizo girar y ponerse a cuatro patas para volver a ensartarla, pero cambiando de agujero. Gimió al escuchar el lascivo y sucio sonido de sus cuerpos al chocar, de sus fluidos al salpicar. Giró la cabeza aún con su cabellera rubia enredada en los dedos foráneos y observó al cazador con sus dorados ojos de pupilas, ahora, dilatadas. -De Skellig.- Fue lo que contestó al relamerse y pellizca su propio labio inferior con el colmillo derecho hasta hacerlo sangrar.
El azote hizo que la zona se enrojeciera por unos segundos y la carne de la nalga y el muslo temblaran, vibraran. -Me has excitado con eso. Y sí, me gusta. Sabes dominarme y eso… eres el primero.- de medio lado entre jadeos y gemidos. Aferró la ropa de cama con los dedos de ambas manos y tomó impulso para golpear ella hacia atrás con brusquedad, asegurándose que el albino se la clavaba hasta el fondo y sin miramientos. Cuando la sintió tan hondo que hasta le dio un vuelco el estómago, coló una mano entre las piernas y con dos dedos rodeó la base del falo ajeno para estrangularlo con fuerza. No necesitaba controlarse con Valiont, lo sabían ambos, así que no midió la presión que ejerció y siguió cerrando el círculo que formaban sus dígitos hasta que se tocaron las yemas de ambos dedos, sólo entonces liberó la verga, mas no era una tregua, sino un aviso antes de con un movimiento rápido girar hasta quedar de medio lado, apoyada en una pierna y un antebrazo, alzando la izquierda y con un brusco gesto atrapó el cuello del brujo y lo atrajo hasta que su cara casi se pegó a la cadera de la rubia en una incómoda postura para el varón. -Cuando uno juega con fuego, tiene que estar dispuesto a quemarse.- Se lamió los propios restos de sangre que aún le teñían el labio y escupió a la cara de Valiont antes de sonreír. -Arde conmigo, Valiont de Skellig.-
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Igni. |
En la habitación. 21:17 de la noche
El cazador notaba la enorme presión que ejercían aquellos dos dígitos rodeando la base de su miembro, cuanto mas apretaba, mas fuerza usaba para embestir al igual que mas ahínco usaba en las sacudidas de la piel foránea, los azotes en el culo de Magnhild eran atroces y voraces, algo que no acostumbraba el Brujo pero que no tenía ningún problema en ejercer esa dominación. Tras la acción de la rubia matamonstruos Valiont quedó incómodo, pero no lo suficiente como para parar ésto. El albino abrió la boca mordiendo la carne del abdomen de la aprendiz y acto seguido lamía de forma efusiva, tal y como lo hizo Coco hace ya un tiempo, lo recordaba a la perfección.
Dirigió su enigmática mirada a la foránea para no perder contacto mientras mostraba su lengua sacada, pegada al cuerpo de Magnhild. Como el rostro gesticulaba con cada apertura de la boca que ejecutaba Valiont, los pelos de su barba se frotaban cerca de la cadera de la muchacha. Entonces sacó la polla de aquél cubil que tenía la nórdica entre las piernas y bajó de nuevo su cara, esta vez lo que comenzó a lamer no fue el clítoris, si no, directamente el culo de la bárbara. Metiendo la lengua una y otra vez junto a varios dedos. Su nariz golpeaba suavemente los labios vaginales actuando para estimular ambos lugares a la misma vez. -Mmmh…- Gruñía con la boca llena. La mano libre fue directa al culo, al lado rojo por los azotes y siguió, en aquella forma, aquella postura, golpeando, castigando sin cesar la fina y blanca piel. No se quitó el esputo de Magnhild, sonrió y dejó que cayera por su propio peso hasta sus labios. Con gusto lo aceptó en su boca y tragó. -¿Y no estoy dispuesto a quemarme, Magnhild de Skellig? -Dijo en una breve pausa, pasando a masturbar con sus dedos el género de la mujer, mientras él masturbaba el culo con la lengua, estimulando las paredes y mordiendo de vez en cuando las ingles. -Apuesto a que no te han comido tanto.. En años. -Sonrió, no albergaba ego dentro de su ser, le era imposible, lo dijo mas que nada para.. continuar con el juego. Alentarla. Retarla. Pues aquello era lo que mas caliente le ponía a la de Skellig.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Al ver que el norteño no se detenía a pesar de la incomodidad de la posición en la que le había dejado, sonrió con satisfacción. Mas no aflojó el agarre y observó cómo éste se entretenía en lamer y morder allí donde alcanzaba de la anatomía de Magnhild. La barba hormigueaba contra su cadera, de haber sido capaz de sentir cosquillas, se hubiese reído seguro.
Gruñó cuando el falo del brujo salió de su interior, dejándola con una incómoda sensación de vacío. No le gustaba cuando podían darle más y la cosa se quedaba a medias. Claro que tampoco le gustaba cuando no podían darle más y ella se quedaba a medias. Pronto quedó tendida y con las piernas abiertas, viendo al albino descender hasta sus nalgas, donde hundió la cara al completo. Sentir su respiración en el trasero y la experta lengua hurgando en el recto, fue delicioso y no iba a negarlo. Gimió, dejándose llevar por las sensaciones placenteras que aquel hombre le otorgaba, con su boca y con los dedos que, traviesos, exploraban tan hondo como alcanzaban, revolviéndose, dilatando. Se corrió de nuevo contra el rostro de Valiont, salpicándolo con sus fluidos como si, una vez más, le escupiera. Apoyada en sus antebrazos, admiró la escena y como el contrario se relamía encantado. Ninguno de los dos le hacía ascos a casi nada. Descubrir los fetiches que tenía cada uno era un juego más dentro de aquella partida de Gwynt en las que todas las cartas atacaban con sexo.
Alargó la mano hasta el zurrón que se enredaba al cinturón con las espadas y que, ahora, yacía tirado en el suelo. Lo abrió, desanudando el cordel que bordeaba la boca del saquito y de dentro sacó un ramillete de extrañas hierbas que se anudaban entre sí, casi como una trenza de muchas hebras. Sonrió al observarlo, tumbada como estaba boca arriba en la cama con medio cuerpo caído hacia atrás, con la cabeza prácticamente rozando el suelo. Se lo llevó a la nariz para olerlo, despacio, disfrutando de aquel característico aroma. Usó la mano libre para impulsarse y de un solo movimiento, quedó sentada en el colchón, observando al albino que no sabía lo que la nórdica estaba haciendo. Le mostró lo que sostenían sus dedos índice y pulgar, moviéndolo lentamente como si lo envolviera con una capa invisible de algo. -¿Conoces a las brujas de Yaharta?- Ladeó la sonrisa y con un leve chasquido de su zurda, prendió un extremo del aquella especie de cigarrillo antes de llevárselo a los labios y darle una larga y lenta calada. Dejó caer los párpados, disfrutando de la sensación que la invadió al inhalar el humo especiado que se expandió por sus pulmones. Lo retuvo allí unos segundos prolongados, antes de abrir los ojos y liberarlo directamente en el rostro de Valiont. -Son expertas en estimular la sexualidad, en prolongar el placer. Dejé que experimentaran un poco conmigo y, a cambio, descubrí algunas cosas sobre mí misma y me gané algunos conocimientos sobre herboristería. Muy útiles, créeme.- Se pasó la lengua por el labio inferior, al tiempo en que se incorporaba lo justo para pasar de estar con las piernas abiertas a ambos lados de las del brujo, a estar de rodillas, sentada sobre sus propios talones. Se inclinó, girando el rostro y volvió a fumar con lentitud, mas esta vez, con la zurda, su mano libre, agarró al isleño de la nuca y le comió la boca con un voraz beso. En él le traspasó los vapores tóxicos, embriagadores y adictivos que endurecerían la polla más flácida del mundo. Quería averiguar cuáles serían los resultados con otro mutado como ella. En realidad, era la primera vez que lo probaba con alguien ajeno, pues no tenía claro qué efectos podría tener en otras razas, pues tal vez podría hasta matarlos.
Una vez liberada a la bestia, mordió el labio inferior ajeno y le empujó para que cayera hacia atrás. -Tarda unos minutos en hacer efecto. Mientras, sigamos disfrutando.- No iba a desperdiciar el resto de las hierbas y hasta no saber si afectaba de distinta manera a una hembra que a un macho, con una calada para el albino, sería suficiente. Ella se colocó a tres patas, agachó el tronco y aproximó la cara a la verga aún dura del cazador de monstruos. Una nueva calada al ramillete, dejando salir el humo contra el tronco del falo. Se quedó observando como la grisácea niebla envolvía la erección, casi danzando. Sacó la lengua y lamió muy lentamente, viéndose como aún salían algunas brumas de entre sus labios. Mordió uno de los testículos, tiró de la piel del escroto y luego succionó hasta engullir una de las gónadas. Jugó con ella en el interior de su boca, acariciándola con la lengua, apretando con los colmillos. La soltó y aspiró con ganas la mezcla de olor a sexo que desprendía la polla del vikingo y las hierbas, humeantes que poco a poco se consumían entre sus falanges. Sorbió de nuevo del extremo apagado, tragando y cuando aún retenías los vapores en los pulmones, empezó a chupar la verga de Valiont con ganas. La saliva se le acumulaba en la boca y, de vez en cuando, algún hilo espeso se escurría por una de sus comisuras, manchando la ropa de cama. Al no querer soltar el rico manjar del que estaba gozando, la espesa neblina salió por sus fosas nasales, convirtiendo la clara imagen de su maestro en un paisaje borroso y algo difuminado. Aún quedaba cerca de la mitad del cigarrillo y estaba ansiosa por ver cómo reaccionaba el contrario. Deseaba que le sentara tan bien como a ella, o incluso más, y que le pidiera más de aquellas hierbas, que se las fumara con ella y se perdieran en la lujuria de aquella noche.
Gruñó cuando el falo del brujo salió de su interior, dejándola con una incómoda sensación de vacío. No le gustaba cuando podían darle más y la cosa se quedaba a medias. Claro que tampoco le gustaba cuando no podían darle más y ella se quedaba a medias. Pronto quedó tendida y con las piernas abiertas, viendo al albino descender hasta sus nalgas, donde hundió la cara al completo. Sentir su respiración en el trasero y la experta lengua hurgando en el recto, fue delicioso y no iba a negarlo. Gimió, dejándose llevar por las sensaciones placenteras que aquel hombre le otorgaba, con su boca y con los dedos que, traviesos, exploraban tan hondo como alcanzaban, revolviéndose, dilatando. Se corrió de nuevo contra el rostro de Valiont, salpicándolo con sus fluidos como si, una vez más, le escupiera. Apoyada en sus antebrazos, admiró la escena y como el contrario se relamía encantado. Ninguno de los dos le hacía ascos a casi nada. Descubrir los fetiches que tenía cada uno era un juego más dentro de aquella partida de Gwynt en las que todas las cartas atacaban con sexo.
Alargó la mano hasta el zurrón que se enredaba al cinturón con las espadas y que, ahora, yacía tirado en el suelo. Lo abrió, desanudando el cordel que bordeaba la boca del saquito y de dentro sacó un ramillete de extrañas hierbas que se anudaban entre sí, casi como una trenza de muchas hebras. Sonrió al observarlo, tumbada como estaba boca arriba en la cama con medio cuerpo caído hacia atrás, con la cabeza prácticamente rozando el suelo. Se lo llevó a la nariz para olerlo, despacio, disfrutando de aquel característico aroma. Usó la mano libre para impulsarse y de un solo movimiento, quedó sentada en el colchón, observando al albino que no sabía lo que la nórdica estaba haciendo. Le mostró lo que sostenían sus dedos índice y pulgar, moviéndolo lentamente como si lo envolviera con una capa invisible de algo. -¿Conoces a las brujas de Yaharta?- Ladeó la sonrisa y con un leve chasquido de su zurda, prendió un extremo del aquella especie de cigarrillo antes de llevárselo a los labios y darle una larga y lenta calada. Dejó caer los párpados, disfrutando de la sensación que la invadió al inhalar el humo especiado que se expandió por sus pulmones. Lo retuvo allí unos segundos prolongados, antes de abrir los ojos y liberarlo directamente en el rostro de Valiont. -Son expertas en estimular la sexualidad, en prolongar el placer. Dejé que experimentaran un poco conmigo y, a cambio, descubrí algunas cosas sobre mí misma y me gané algunos conocimientos sobre herboristería. Muy útiles, créeme.- Se pasó la lengua por el labio inferior, al tiempo en que se incorporaba lo justo para pasar de estar con las piernas abiertas a ambos lados de las del brujo, a estar de rodillas, sentada sobre sus propios talones. Se inclinó, girando el rostro y volvió a fumar con lentitud, mas esta vez, con la zurda, su mano libre, agarró al isleño de la nuca y le comió la boca con un voraz beso. En él le traspasó los vapores tóxicos, embriagadores y adictivos que endurecerían la polla más flácida del mundo. Quería averiguar cuáles serían los resultados con otro mutado como ella. En realidad, era la primera vez que lo probaba con alguien ajeno, pues no tenía claro qué efectos podría tener en otras razas, pues tal vez podría hasta matarlos.
Una vez liberada a la bestia, mordió el labio inferior ajeno y le empujó para que cayera hacia atrás. -Tarda unos minutos en hacer efecto. Mientras, sigamos disfrutando.- No iba a desperdiciar el resto de las hierbas y hasta no saber si afectaba de distinta manera a una hembra que a un macho, con una calada para el albino, sería suficiente. Ella se colocó a tres patas, agachó el tronco y aproximó la cara a la verga aún dura del cazador de monstruos. Una nueva calada al ramillete, dejando salir el humo contra el tronco del falo. Se quedó observando como la grisácea niebla envolvía la erección, casi danzando. Sacó la lengua y lamió muy lentamente, viéndose como aún salían algunas brumas de entre sus labios. Mordió uno de los testículos, tiró de la piel del escroto y luego succionó hasta engullir una de las gónadas. Jugó con ella en el interior de su boca, acariciándola con la lengua, apretando con los colmillos. La soltó y aspiró con ganas la mezcla de olor a sexo que desprendía la polla del vikingo y las hierbas, humeantes que poco a poco se consumían entre sus falanges. Sorbió de nuevo del extremo apagado, tragando y cuando aún retenías los vapores en los pulmones, empezó a chupar la verga de Valiont con ganas. La saliva se le acumulaba en la boca y, de vez en cuando, algún hilo espeso se escurría por una de sus comisuras, manchando la ropa de cama. Al no querer soltar el rico manjar del que estaba gozando, la espesa neblina salió por sus fosas nasales, convirtiendo la clara imagen de su maestro en un paisaje borroso y algo difuminado. Aún quedaba cerca de la mitad del cigarrillo y estaba ansiosa por ver cómo reaccionaba el contrario. Deseaba que le sentara tan bien como a ella, o incluso más, y que le pidiera más de aquellas hierbas, que se las fumara con ella y se perdieran en la lujuria de aquella noche.
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Las riendas de la Yegua. |
En la habitación. 21:27 de la noche
Valiont se relamía de forma lenta pero intensa los labios pues sus ojos en el mas profundo halo, brillaban con la intensidad de mil soles. Las velas se apagaron y con ello toda la iluminación que pudiese tener aquella habitación incluida la chimenea. El único calor generado, que no era poco, era el de aquellos dos Cazadores de monstruos retozados en la cama y ahora, dándose un pequeño respiro, descanso, en forma de una nueva idea dada por la parte femenina de los dos. Cierta ráfaga de viento entraba por las contraventanas pero no era algo que fuera a impedir que lo que allí dentro, en el interior que nadie veía, iba a ocurrir. -¿Las brujas de Yagarta? -Era por el nombre que él las conocía, pues aquella pequeña comunidad que no aparecía en los mapas modernos también se les podía llamar Yaharta, Yagara y simplemente Yagh. Unas brujas conocidas por sus dotes afrodisíacos a las que acudían los maridos desesperados por poner mas calientes que una burra a sus aburridas esposas o incluso las esposas, cuando querían tener bien agarrado al marido, para quedarse preñadas y cuasi-obligarlos a estar junto a ellas y el crío en concreto el resto de sus vidas. A cambio solo pedían un fragmento del alma del cliente, un pago ínfimo para lo que significaba aquél pueblo lleno de paletos que no sabían ni lo que era un dedo.
-Las conozco.. Pese a no ser muy de fiar, hace muchos años me invitaron a una fiesta. Fue divertida. -Fue una orgía, pero Valiont jamás se jactaba de esas cosas ni las iba pregonando a los cuatro vientos, pues no veía la necesidad de ese tipo de egocentrismo ni de ninguno. Sonrió de medio lado al ver que los ojos similares de Magnhild le miraban con intensidad, llenos de deseo por lo que iba a llevar a cabo mientras con las manos liaba algo raro, extraño. Una vez hubo acabado lo entendió mejor, era una especie de canuto. No le daba miedo, en realidad el albino había vivido mucho, y en esas viviendas había hecho de todo pero nunca por moda o por cosas tan estúpidas como el “parecer normal”. Es más, algunos remedios médicos solo se podían ingerir de aquél modo. Fumándolos.
Saboreó el beso, cálido y mojado como el que más. No tosió puesto que estaba acostumbrado a ello. Ingirió el humo que su compañera de cama en estos momentos le pasaba junto a voraces movimientos con su lengua dentro de la propia. Él enganchaba su lengua con la foránea dejándose llevar en aquella plenitud. Se tumbó, la escuchó y asintió. Entonces observó y pudo contemplar la escena. Magnhild, su aprendiz, estaba de nuevo entre sus piernas, lamiendo aquél tronco que se alzaba como si quisiera conquistar los propios cielos y el reino de luz hallado entre ellos. Desde luego un reino de luz era lo que estaba descubriendo. Todo le empezaba a dar vueltas y sin tener la necesidad, empezó a sonreír y volcar los ojos. Arqueando la espalda pudo apreciar en los muebles, ciertos seres corretear por éstos. Subir hasta arriba del todo, y saltando hacia abajo a la voz de -¡Yuhuuu vamos a follarnos el aire! -Aquello le extrañó, conforme los duendecillos saltaban, la voz de Magnhild le taladraba los oídos y se colaba por entre sus sentidos. De entre las paredes salieron labios, sexualizados hasta el absurdo, pintados. Eran los labios de la Brujo, pero multiplicados. Hablaban todos a la vez, y todas aquellas sensuales bocas se abrían sacando la lengua diciendo, pidiendo al unísono que se corriera dentro de ella. Eso fue lo que hizo en mitad de las lamidas humíferas que practicaba la verdadera Magnh. Un gruñido largo que se terció hasta ser un voraz alarido de placer fue el que acompañó el compás de la pelvis de Valiont cuando comenzó a eyacular dentro de la boca ajena, pegada a su miembro devorándolo junto al humo. Su néctar invadió por completo cada cavidad húmeda, cada glándula de su lengua.
Un enorme unicornio apareció por la ventana, aparentemente navegando por entre el aire mirando directamente a Valiont, quien, casi sin darse cuenta ni ser consciente de todo menos el Placer, pues esto último lo sentía multiplicado por diez, había puesto sobre sus cuatro patas a la rubia nórdica como si de una perra se tratase, recordando, sin poder evitar, a aquella escena que tuvo en reiteradas ocasiones que aún no acabaron, con Coco. Una noble y bonita cambiante canina en el poder de Ysgramir Gunnarson.
Introdujo entonces aquella masa de carne dura directamente entre las nalgas de la de Skellig, hasta el fondo, con un voraz grito que casi parecía de Licántropo. Con la izquierda agarró el brazo y la muñeca izquierda de la chica, con la derecha una buena mata de aquél rubio cabello que tanto la caracterizaba. Comenzó a tirar violenta y elegantemente de ambas zonas para aprovechar esto y hacer eco de un impulso básico, violento, rítmico e incluso seco, conformando la follada. Una embestida tras otra era lo que dibujaba en el bonito lienzo que era la escena, morbosa, sexual y llena de líbido, ahora multiplicado por culpa de la chica. Valiont daba feroces azotes hasta dejar marcados los glúteos de la chica, antes de volver a agarrar su pelo y tirar de él tan fuerte como pudiese.
-Las conozco.. Pese a no ser muy de fiar, hace muchos años me invitaron a una fiesta. Fue divertida. -Fue una orgía, pero Valiont jamás se jactaba de esas cosas ni las iba pregonando a los cuatro vientos, pues no veía la necesidad de ese tipo de egocentrismo ni de ninguno. Sonrió de medio lado al ver que los ojos similares de Magnhild le miraban con intensidad, llenos de deseo por lo que iba a llevar a cabo mientras con las manos liaba algo raro, extraño. Una vez hubo acabado lo entendió mejor, era una especie de canuto. No le daba miedo, en realidad el albino había vivido mucho, y en esas viviendas había hecho de todo pero nunca por moda o por cosas tan estúpidas como el “parecer normal”. Es más, algunos remedios médicos solo se podían ingerir de aquél modo. Fumándolos.
Saboreó el beso, cálido y mojado como el que más. No tosió puesto que estaba acostumbrado a ello. Ingirió el humo que su compañera de cama en estos momentos le pasaba junto a voraces movimientos con su lengua dentro de la propia. Él enganchaba su lengua con la foránea dejándose llevar en aquella plenitud. Se tumbó, la escuchó y asintió. Entonces observó y pudo contemplar la escena. Magnhild, su aprendiz, estaba de nuevo entre sus piernas, lamiendo aquél tronco que se alzaba como si quisiera conquistar los propios cielos y el reino de luz hallado entre ellos. Desde luego un reino de luz era lo que estaba descubriendo. Todo le empezaba a dar vueltas y sin tener la necesidad, empezó a sonreír y volcar los ojos. Arqueando la espalda pudo apreciar en los muebles, ciertos seres corretear por éstos. Subir hasta arriba del todo, y saltando hacia abajo a la voz de -¡Yuhuuu vamos a follarnos el aire! -Aquello le extrañó, conforme los duendecillos saltaban, la voz de Magnhild le taladraba los oídos y se colaba por entre sus sentidos. De entre las paredes salieron labios, sexualizados hasta el absurdo, pintados. Eran los labios de la Brujo, pero multiplicados. Hablaban todos a la vez, y todas aquellas sensuales bocas se abrían sacando la lengua diciendo, pidiendo al unísono que se corriera dentro de ella. Eso fue lo que hizo en mitad de las lamidas humíferas que practicaba la verdadera Magnh. Un gruñido largo que se terció hasta ser un voraz alarido de placer fue el que acompañó el compás de la pelvis de Valiont cuando comenzó a eyacular dentro de la boca ajena, pegada a su miembro devorándolo junto al humo. Su néctar invadió por completo cada cavidad húmeda, cada glándula de su lengua.
Un enorme unicornio apareció por la ventana, aparentemente navegando por entre el aire mirando directamente a Valiont, quien, casi sin darse cuenta ni ser consciente de todo menos el Placer, pues esto último lo sentía multiplicado por diez, había puesto sobre sus cuatro patas a la rubia nórdica como si de una perra se tratase, recordando, sin poder evitar, a aquella escena que tuvo en reiteradas ocasiones que aún no acabaron, con Coco. Una noble y bonita cambiante canina en el poder de Ysgramir Gunnarson.
Introdujo entonces aquella masa de carne dura directamente entre las nalgas de la de Skellig, hasta el fondo, con un voraz grito que casi parecía de Licántropo. Con la izquierda agarró el brazo y la muñeca izquierda de la chica, con la derecha una buena mata de aquél rubio cabello que tanto la caracterizaba. Comenzó a tirar violenta y elegantemente de ambas zonas para aprovechar esto y hacer eco de un impulso básico, violento, rítmico e incluso seco, conformando la follada. Una embestida tras otra era lo que dibujaba en el bonito lienzo que era la escena, morbosa, sexual y llena de líbido, ahora multiplicado por culpa de la chica. Valiont daba feroces azotes hasta dejar marcados los glúteos de la chica, antes de volver a agarrar su pelo y tirar de él tan fuerte como pudiese.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/10/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Ella misma estaba sumida en el deseo que la embriagaba con cada bocanada de humo que exhalaba, así que no se percató de cómo las hierbas comenzaban a hacer efecto ya en el albino cuyo rostro se deshacía en extrañas sonrisas y giros de ojos hasta ponerlos en blanco. Ella se deleitaba con cada lamida, mordida y succión que propinaba al duro y grueso falo de su maestro. De hecho, hubo cierto momento, en el que incluso se dejó llevar hasta el punto de hincar los dientes en el tronco con tal fuerza, que logró hacerle sangrar un poco. No dudó en lamer con lascivia cada gota, como si el elixir que emanara de allí fuera el contenido del santo grial, algo que ni por asomo pensaba desperdiciar. Se pasó la lengua por los dientes y los labios, paladeando el jugo férrico del cazador de monstruos. Siempre le había excitado saborear la sangre, pero la de Valiont era distinta a la de cualquier humano, como también lo era a la de licanos, vampiros o cambiantes. Había probado plasmas de todo tipo en todos sus años de vida y ninguna le supo jamás tan bien como la de un mutado como ella. Lo que aún no sabía era si se debía a su condición o a un individuo en concreto, pues el albino era el primer cazador con el que mantenía relaciones sexuales y con el que se tomaba la molestia de beberse su sangre.
Dio otra calada a su cigarrillo y volvió a subir hasta envolver el glande y engullirlo, succionando con ganas, chupando de manera sucia y sonora. Había tragado el humo pero, poco a poco, a medida que tragaba y dejaba salir la polla de la boca, el humo se iba escurriendo por las comisuras de sus labios y las fosas nasales, envolviendo de nuevo en espesa neblina todo lo que la vista de Magnhild alcanzaba a ver desde aquella posición. Justo en el momento en que la verga disparó aquello que había contenido, llenando la cueva húmeda y necesitada de la isleña, que voraz esperó a que el falo dejara de pulsar entre sus dedos para tragárselo todo, succionando una última vez. Se relamía gustosa cuando, de entre la bruma aparecieron unos dedos que se enredaron en la melena rubia de la brujo. Demandantes, estos exigieron con tirones que soltara la verga y se echara hacia atrás. Gruñó, porque le cortaban el placer de seguir mamándosela a su maestro, aunque éste acabara de correrse, pero en cuanto puro vislumbrar los ojos dorados y sibilinos de Valiont, supo que las drogas habían hecho efecto. Se irguió hasta sentarse de nuevo sobre sus propios talones, mas eso no era lo que deseaba el albino, que sin palabras y sólo con gestos, la hacía maniobrar a su antojo. Para cuando éste pareció sentirse conforme, ella estaba de rodillas en la cama, pero a cuatro patas, con el culo en dirección al cazador y el rostro en dirección al cabecero.
El brujo fue directo a metérsela por el culo, ansioso, furibundo, perdido en el éxtasis de las hierbas que había inhalado y que, con una sola calada, habían tenido un efecto arrasador en el mutado. La rubia gritó de placer, notando como le temblaban los muslos desde las rodillas hasta las nalgas, que se enrojecían con cada azote que le propinaba su maestro. Cuando la sujetó del brazo, el dolor provisional que sintió cuando la articulación del hombro crujió, cediendo, pronto se convirtió en un morboso placer. Magnhild era una mujer dominante, especialmente en la cama. Le encantaba someter a hombres y mujeres, doblegarlos a lamerle las botas. Pero al igual que aquella vez con el cambiante, ahora el albino cambiaba las tornas. No sólo le otorgaba el éxtasis de aguantar su ritmo, sino que la había subyugado con su fuerza física. Y, aún así, negándose a ceder el control o renunciar al poder que ella misma tenía, con la mano que seguía apoyada sobre el colchón y el impulso de las rodillas, ella misma se empujaba hacia atrás con virulencia, para que la penetrara con una rudeza inusitada para ambos en el acto carnal que tanto disfrutaban.
Cada vez que su cuerpo vibraba por una nueva nalgada que hacía arder desde el glúteo hasta la yema de sus dedos, la rubia gemía como una bestia en celo. Al final, ansiosa como estaba, se vio obligada a tirar de a muñeca para recuperar su brazo izquierdo. Con la fuerza con la que lo recuperó, la articulación volvió a su sitio, porque se había dislocado y ahora toda la musculatura hormigueaba. Se inclinó un poco hacia el lado cuanto se apoyó por primera vez en la zurda, pero fue recuperando la fuerza poco a poco, hasta que, ya bien sujeta con ésta, se llevó la diestra entra las piernas. Con los dedos índice y corazón se separó los labios vaginales, empapados como estaban, las falanges se deslizaron con suavidad. Se acarició un par de veces y, seguidamente, coló éstos, más el anular, empezando a masturbarse con ellos. El chapoteo resonaba en la estancia junto a los jadeos de ambos. La mano se movía con rapidez y necesidad, buscando alcanzar un orgasmo previo al que la penetración anal le otorgara. No pensaba conformarse con correrse un par de veces aquella noche, al contrario, quería que fuera un jodido festival de fuegos artificiales como aquellos que había descubierto en una de sus misiones que la llevó hasta China, cuna de la pólvora y los colores.
Dio otra calada a su cigarrillo y volvió a subir hasta envolver el glande y engullirlo, succionando con ganas, chupando de manera sucia y sonora. Había tragado el humo pero, poco a poco, a medida que tragaba y dejaba salir la polla de la boca, el humo se iba escurriendo por las comisuras de sus labios y las fosas nasales, envolviendo de nuevo en espesa neblina todo lo que la vista de Magnhild alcanzaba a ver desde aquella posición. Justo en el momento en que la verga disparó aquello que había contenido, llenando la cueva húmeda y necesitada de la isleña, que voraz esperó a que el falo dejara de pulsar entre sus dedos para tragárselo todo, succionando una última vez. Se relamía gustosa cuando, de entre la bruma aparecieron unos dedos que se enredaron en la melena rubia de la brujo. Demandantes, estos exigieron con tirones que soltara la verga y se echara hacia atrás. Gruñó, porque le cortaban el placer de seguir mamándosela a su maestro, aunque éste acabara de correrse, pero en cuanto puro vislumbrar los ojos dorados y sibilinos de Valiont, supo que las drogas habían hecho efecto. Se irguió hasta sentarse de nuevo sobre sus propios talones, mas eso no era lo que deseaba el albino, que sin palabras y sólo con gestos, la hacía maniobrar a su antojo. Para cuando éste pareció sentirse conforme, ella estaba de rodillas en la cama, pero a cuatro patas, con el culo en dirección al cazador y el rostro en dirección al cabecero.
El brujo fue directo a metérsela por el culo, ansioso, furibundo, perdido en el éxtasis de las hierbas que había inhalado y que, con una sola calada, habían tenido un efecto arrasador en el mutado. La rubia gritó de placer, notando como le temblaban los muslos desde las rodillas hasta las nalgas, que se enrojecían con cada azote que le propinaba su maestro. Cuando la sujetó del brazo, el dolor provisional que sintió cuando la articulación del hombro crujió, cediendo, pronto se convirtió en un morboso placer. Magnhild era una mujer dominante, especialmente en la cama. Le encantaba someter a hombres y mujeres, doblegarlos a lamerle las botas. Pero al igual que aquella vez con el cambiante, ahora el albino cambiaba las tornas. No sólo le otorgaba el éxtasis de aguantar su ritmo, sino que la había subyugado con su fuerza física. Y, aún así, negándose a ceder el control o renunciar al poder que ella misma tenía, con la mano que seguía apoyada sobre el colchón y el impulso de las rodillas, ella misma se empujaba hacia atrás con virulencia, para que la penetrara con una rudeza inusitada para ambos en el acto carnal que tanto disfrutaban.
Cada vez que su cuerpo vibraba por una nueva nalgada que hacía arder desde el glúteo hasta la yema de sus dedos, la rubia gemía como una bestia en celo. Al final, ansiosa como estaba, se vio obligada a tirar de a muñeca para recuperar su brazo izquierdo. Con la fuerza con la que lo recuperó, la articulación volvió a su sitio, porque se había dislocado y ahora toda la musculatura hormigueaba. Se inclinó un poco hacia el lado cuanto se apoyó por primera vez en la zurda, pero fue recuperando la fuerza poco a poco, hasta que, ya bien sujeta con ésta, se llevó la diestra entra las piernas. Con los dedos índice y corazón se separó los labios vaginales, empapados como estaban, las falanges se deslizaron con suavidad. Se acarició un par de veces y, seguidamente, coló éstos, más el anular, empezando a masturbarse con ellos. El chapoteo resonaba en la estancia junto a los jadeos de ambos. La mano se movía con rapidez y necesidad, buscando alcanzar un orgasmo previo al que la penetración anal le otorgara. No pensaba conformarse con correrse un par de veces aquella noche, al contrario, quería que fuera un jodido festival de fuegos artificiales como aquellos que había descubierto en una de sus misiones que la llevó hasta China, cuna de la pólvora y los colores.
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Alta velocidad. |
En la habitación. 999999:999999 del medionochedía amanecer.
-Amigo la vas a destrozar. -¿Qué? No. Lo hago con el mayor mimo. -No es lo que veo, pero, ¿Quien soy yo para decirte como follar? Tan solo soy un Unicornio que te hace flipar. Hablando de flipar.. ella si que esta flipando. -La conversación entre aquél cazador peliblanco y el unicornio de su ventana alcanzaba metas inexplicables, no obstante el animal se marchó navegando por las nubes en una explosión de magia y de color. Valiont miró a la hembra que montaba, sumido en el éxtasis sin saber bien lo que estaba haciendo y lo que siquiera estaba pasando en aquél momento. No podía escuchar los gritos, gemidos y alaridos de Magnhild, en su lugar escuchaba el silbar de una locomotora a vapor, pitar sin parar. -¡Pasajeros al tren! -Dijo el maquinista, situado esta vez, en el otro balcón. Los ambarinos de Valiont lo miraron, era un hombre demasiado corpulento como para ser real. Su barba gris le llegaba hasta el ombligo y su rostro estaba hinchado. Portaba una enorme gorra de maquinista y le guiñaba el ojo al peliblanco. -¿Se lo pasa usted bien en la travesía hacia el Pais de las Maravillas? Por que sin duda, ustéd cabalga sobre una. -¿Eh? -Valiont tan solo podía preguntar, pues apenas conseguía ya sostenerse sobre sus dos piernas.
Aquél maquinista gordo se levantó, y se dividió en dos como si fuera una célula o un ameba, en dos cuerpos pero no de hombre, si no de mujer. Dos mujeres con cabeza de Jirafa bailaban, danzaban como dos hermosas chicas árabes. Movían el enorme cuello como si fueran serpientes, pero Valiont estaba totalmente seguro que eran dos jirafas. -¿Pero quien lleva ahora el tren, señor maquinista? -Preguntaba Valiont, mientras que en la realidad “real”, seguía fornicándose a la aprendiz de una forma efímera y brutal. -ella, jijiji. -Dijeron las dos al unísono. Entonces Valiont lo vio totalmente claro como si realmente aquello pasase de verdad. A las riendas de la Locomotora, que ahora era una extraña estructura cerrada que no iba a vapor si no a presión cuyo eslogan decía “A.V.E” aparecía Eslavia, guiñándole un ojo y haciendo que aquél extraño tren se esfumara de lo rápido que era. En el último silbido, Valiont sintió una enorme corriente navegar por todo su cuerpo hasta que abrió los ojos en el mundo real y eyaculó sin poderlo evitar, dentro de ella y sin final.
Acabó tumbado sobre la aprendiz, estaba claro que lo que la chica le dio no hizo buena conjugación con el metabolismo y las mutaciones del Brujo macho, y finalmente, parecía quedarse dormido, pese a seguir teniendo bien duro su miembro.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/10/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
La noche iba por un lado, el albino por otro y Magnhild por el suyo propio. No sabía hasta qué punto estaban afectando las hierbas al cazador de monstruos pero a ella la tenían sumida en un éxtasis esplendoroso. Todo su cuerpo ardía y cara milímetro de su piel se había convertido en una puñetera zona erógena que la enloquecía. Allí donde las manos ajenas se posaban, donde las caderas del brujo chocaban, donde las gotas de sudor ajenas caían y donde el aliento del norteño impactaba, todo se estremecía, convulsionaba y llenaba a la rubia de un placer único y magnificado.
Podía oír hablar al albino con a saber quién, pero ella misma estaba sumida bajo las influencias de la droga y le escuchaba como si estuvieran encerrados en una cueva en la que los ecos impidiera que entendiera lo que realmente pronunciaba el contrario, sin tener en cuenta que, además, ambos arrastrabas las palabras cuando abrían sus bocas.
La cazadora se corrió vigorosamente, salpicando las sábanas bajo su cuerpo como si acabara de mearse encima. Pero no podía importarle menos manchar la ropa de cama con sus fluidos con aroma a sexo desenfrenado. Lejos de reducir el ritmo, se empujó con más fuerza y ganas contra el cuerpo foráneo para que se la siguiera follando con vigor por el culo. Los gemidos de la mujer retumbaban en la estancia y desde la zona de la taberna podían escucharla perfectamente, sin tener muy claro si le estaban echando el polvo de su vida o la mataban. Pero como había acojonado a casi todos los borrachos antes de la llegada de Valiont, ninguno se atrevería a mover un dedo ni por intentar salvarla, no fuera a matarles luego por estropear su juego macabro.
Cuando el brujo eyaculó de manera violenta, llenándola de esperma como si llevara años sin correrse, hasta que el semen rebosaba y se escurría por el interior de sus nalgas y muslos, Magnhild giró para exigir más, encontrándose al contrario de lado en la cama, como un conejo después de follar, inconsciente, pero con la verga tan dura como una vara de acero. Ella gruñó, aún insatisfecha y le empujó con un pie para dejarlo tendido boca arriba. Se colocó sobre él a horcajadas y lo cabalgó, volviendo a meterse su falo en el coño y se folló con éste a sí misma, votando con desesperación y una ladina sonrisa en el rostro. Prefería cuando colaboraban, pero la sensación de dominación que estaba experimentando para con su maestro, tampoco le desagradaba. Continuó así hasta alcanzar otro orgasmo. Se sacó entonces la erección y lejos de apartarse, se frotó contra el endurecido miembro, aprovechando lo resbaladizo de la zona por la mezcla de fluidos de ambos. Sus caderas se movían en círculos y desde atrás hacia delante, estimulándose el clítoris que, engrosado y ardiente, no tardó en mandar una descarga eléctrica que recorrió todas sus terminaciones nerviosas.
Ahora sí, jadeante y cansada, se dejó caer a un lado y con la mano buscó un odre en el cajón de la mesita para darle un trago largo al agua fresca. Con un beso y bastante lengua, le pasó parte del contenido a Valiont, los dos, después de la fumada y el sexo, necesitaban rehidratarse. -Bien hecho, fortachón.-
Podía oír hablar al albino con a saber quién, pero ella misma estaba sumida bajo las influencias de la droga y le escuchaba como si estuvieran encerrados en una cueva en la que los ecos impidiera que entendiera lo que realmente pronunciaba el contrario, sin tener en cuenta que, además, ambos arrastrabas las palabras cuando abrían sus bocas.
La cazadora se corrió vigorosamente, salpicando las sábanas bajo su cuerpo como si acabara de mearse encima. Pero no podía importarle menos manchar la ropa de cama con sus fluidos con aroma a sexo desenfrenado. Lejos de reducir el ritmo, se empujó con más fuerza y ganas contra el cuerpo foráneo para que se la siguiera follando con vigor por el culo. Los gemidos de la mujer retumbaban en la estancia y desde la zona de la taberna podían escucharla perfectamente, sin tener muy claro si le estaban echando el polvo de su vida o la mataban. Pero como había acojonado a casi todos los borrachos antes de la llegada de Valiont, ninguno se atrevería a mover un dedo ni por intentar salvarla, no fuera a matarles luego por estropear su juego macabro.
Cuando el brujo eyaculó de manera violenta, llenándola de esperma como si llevara años sin correrse, hasta que el semen rebosaba y se escurría por el interior de sus nalgas y muslos, Magnhild giró para exigir más, encontrándose al contrario de lado en la cama, como un conejo después de follar, inconsciente, pero con la verga tan dura como una vara de acero. Ella gruñó, aún insatisfecha y le empujó con un pie para dejarlo tendido boca arriba. Se colocó sobre él a horcajadas y lo cabalgó, volviendo a meterse su falo en el coño y se folló con éste a sí misma, votando con desesperación y una ladina sonrisa en el rostro. Prefería cuando colaboraban, pero la sensación de dominación que estaba experimentando para con su maestro, tampoco le desagradaba. Continuó así hasta alcanzar otro orgasmo. Se sacó entonces la erección y lejos de apartarse, se frotó contra el endurecido miembro, aprovechando lo resbaladizo de la zona por la mezcla de fluidos de ambos. Sus caderas se movían en círculos y desde atrás hacia delante, estimulándose el clítoris que, engrosado y ardiente, no tardó en mandar una descarga eléctrica que recorrió todas sus terminaciones nerviosas.
Ahora sí, jadeante y cansada, se dejó caer a un lado y con la mano buscó un odre en el cajón de la mesita para darle un trago largo al agua fresca. Con un beso y bastante lengua, le pasó parte del contenido a Valiont, los dos, después de la fumada y el sexo, necesitaban rehidratarse. -Bien hecho, fortachón.-
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/11/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Después de la tempestad. |
Dos días después, en la misma habitación. 13:00 del Mediodía.
Todo el cuerpo le dolía, mareado y sin saber donde estaba, podía recordar haber estado en una alta montaña donde el césped era tan alto que llegaba hasta los confines del cielo y el espacio. ¿Un tren que hablaba? ¿Un unicornio? Eran preguntas que jamás encontrarían respuesta alguna. Abrió los ojos, algo cansados y erosionados en rojo por la droga inhalada días atrás, pues aún le hacía algún efecto. Miró hacia abajo, donde una señora erección le daba los buenos días. Puso una mueca. -¿Cómo es que tu estas así, amigo? -Si, exacto. Le estaba hablando a su pene. Se rascó la cabellera plateada, totalmente desmesurada, despeinada y algo sucia. -..Necesito un baño. -El fuego en la chimenea crepitaba, a su lado parecía no haber nadie, pero la cama estaba deshecha por dicho lado, lo que significaba que alguien había estado durmiendo junto a él estos días. -¿Cuántos días he estado durmiendo? -Musitó para si mismo. Pensó en Slavia, pero eso era un poco difícil. ¿Cómo iba a dormir una Yegua tan grande en una cama tan mediana? No, ni remotamente posible podía darse aquello.
Abrió los orificios nasales, pues un olor suavemente a su nariz llegó. Un suave vapor salía por debajo de la puerta del baño, el olor a humedad y jabón, a agua bien caliente. Valiont se levantó a duras penas, al pie de la cama había ropa femenina y unas bragas. Un tanga. Dos sujetadores, varios envoltorios de.. a saber qué, o bien juguetes o bien drogas. O ambas cosas a su misma vez, no lo sabía bien. Se volvía a rascar la cabellera. -¿..Que ha pasado aquí? -Tenía una nueva cicatriz, cerca del pectoral, era un desgarro pero no de bestia, monstruo o animal, si no de mujer. De gata en celo. ¿Había estado con una ramera? ¿Con varias? ¿Por que sentía como si el tren de su sueño le hubiese arrollado completamente? Entonó los ojos y con ello, la mirada. Sus sentidos de Brujo estaban totalmente anulados, embotellados, ¿Una Bruja quizá? No.. Se habría dado cuenta antes de que ésta canalizase el hechizo de Anulación, de modo que tenía que ser otra cosa. Y eso lo descubrirá en seguida, puesto que, fuere lo que fuera lo que ha estado durmiendo a su lado, estaba cada vez mas claro. Estaba dentro del baño.
Se levantó, tambaleante y desnudo, con el trozo de carne apuntando directamente al techo y con varias marcas de forcejeos, mordiscos, comillos y varias cosas más de las cuales, era preferible no saber. Se quedó unos segundos parado, sin abrir aquella puerta, pues olía.. A algo femenino. Muy femenino. Era agradable, incluso.. como feromonas, le ponían algo a tono, de eso no cabía la menor de las dudas. Sonrió de medio lado, sin saber bien el por que siquiera lo hizo y esta vez si, abrió la puerta para por fin, descubrir que estaba pasando alli, y lo más importante: Lo que había estado ocurriendo estos días atrás.
La cabeza le daba vueltas, le iba a estallar.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/10/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Mientras el albino permanecía inconsciente, Magnhild le había hecho compañía, aunque no siempre lo hizo a solas, ya que ella también se aburría de no hacer nada durante tantas horas. Había subido comida y bebida a la habitación y aunque al brujo no le había alimentado, porque sin poder masticar era absurdo, sí le había ido dando agua de vez en cuando para mantenerlo hidratado.
Aquella tarde, había hecho llamar a una de las jóvenes meseras del local a la habitación, la cual se sorprendió al ver a Valiont inconsciente en la cama, desnudo. -No te preocupes por él, está bien, sólo un poco agotado de tanto follar. Ahora es tu turno.- Le tendió una mano a la muchacha, estando ella de pie junto al catre, desnuda de cintura para arriba y portando únicamente unos pantalones, ya que también iba descalza. Atrajo a la chica con un movimiento rápido, apegándola de golpe contra su cuerpo, momento que aprovechó para llevar la zurda a agarrar su redondeado y prieto trasero. -¿Alguna vez te has acostado con una mujer?- La chiquilla parecía asustada de sus orbes extraños y dorados. -No temas, no voy a hacerte daño. Al contrario, voy a mostrarte lo que es el verdadero placer.- Ladeó la cabeza, rozando el cuello de la morena con la nariz, aspirando lentamente su aroma afrutado. La camarera temblaba como una hoja cuando la mutada comenzó a desnudarla. Lo hizo despacio, siendo más cuidadosa de lo normal. Sabía que no era virgen, podía oler el sexo reminiscente en su piel aunque de ello hiciera días ya, pero también sabía que ella imponía, pues no era la primera joven a la que intimidaba con su rostro serio y sus orbes de serpiente. Fue recorriendo la dermis ajena con lentas caricias y algunos apretones en los pechos o las nalgas. Una vez la tuvo completamente expuesta, dio un paso atrás para admirarla. -Date la vuelta, pequeña. Muéstrame cada parte de ti.- La chica obedeció, girando sobre los talones, pisando sus propias ropas con cada movimiento de pie que daba. La rubia se pasó la lengua por el labio inferior. -Vamos a darnos un baño, verás como así te relajas.- Rodeando la cintura de la joven, la guio hacia la otra estancia, el aseo, donde ya había preparado una bañera llena de agua caliente. La ayudó a entrar, acompañándola luego. Ella fue la primera en tomar asiento, flexionando y separando las piernas. -Arrodíllate aquí.- Señaló el espacio entre sus rodillas y en cuanto la muchacha se colocó, llevó ambas manos a masajearle las tetas con ganas, pero sin prisa. Pronto las lamió y mordisqueó sus pezones, arrancándole un jadeo, justo cuando la puerta se abrió y se pudo ver al albino de pie. Estaba completamente despierto, desde luego. -Buenas tardes, Valiont. ¿Te unes al baño?- Una sonrisa a penas inapreciable, se dibujó en los labios de la cazadora de monstruos.
Aquella tarde, había hecho llamar a una de las jóvenes meseras del local a la habitación, la cual se sorprendió al ver a Valiont inconsciente en la cama, desnudo. -No te preocupes por él, está bien, sólo un poco agotado de tanto follar. Ahora es tu turno.- Le tendió una mano a la muchacha, estando ella de pie junto al catre, desnuda de cintura para arriba y portando únicamente unos pantalones, ya que también iba descalza. Atrajo a la chica con un movimiento rápido, apegándola de golpe contra su cuerpo, momento que aprovechó para llevar la zurda a agarrar su redondeado y prieto trasero. -¿Alguna vez te has acostado con una mujer?- La chiquilla parecía asustada de sus orbes extraños y dorados. -No temas, no voy a hacerte daño. Al contrario, voy a mostrarte lo que es el verdadero placer.- Ladeó la cabeza, rozando el cuello de la morena con la nariz, aspirando lentamente su aroma afrutado. La camarera temblaba como una hoja cuando la mutada comenzó a desnudarla. Lo hizo despacio, siendo más cuidadosa de lo normal. Sabía que no era virgen, podía oler el sexo reminiscente en su piel aunque de ello hiciera días ya, pero también sabía que ella imponía, pues no era la primera joven a la que intimidaba con su rostro serio y sus orbes de serpiente. Fue recorriendo la dermis ajena con lentas caricias y algunos apretones en los pechos o las nalgas. Una vez la tuvo completamente expuesta, dio un paso atrás para admirarla. -Date la vuelta, pequeña. Muéstrame cada parte de ti.- La chica obedeció, girando sobre los talones, pisando sus propias ropas con cada movimiento de pie que daba. La rubia se pasó la lengua por el labio inferior. -Vamos a darnos un baño, verás como así te relajas.- Rodeando la cintura de la joven, la guio hacia la otra estancia, el aseo, donde ya había preparado una bañera llena de agua caliente. La ayudó a entrar, acompañándola luego. Ella fue la primera en tomar asiento, flexionando y separando las piernas. -Arrodíllate aquí.- Señaló el espacio entre sus rodillas y en cuanto la muchacha se colocó, llevó ambas manos a masajearle las tetas con ganas, pero sin prisa. Pronto las lamió y mordisqueó sus pezones, arrancándole un jadeo, justo cuando la puerta se abrió y se pudo ver al albino de pie. Estaba completamente despierto, desde luego. -Buenas tardes, Valiont. ¿Te unes al baño?- Una sonrisa a penas inapreciable, se dibujó en los labios de la cazadora de monstruos.
Magnhild de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/11/2017
Re: Only the strongest will survive // Privado - Valiont [+18]
Una bala en la oscuridad. |
13:10 del Mediodía.
Valiont sonreía amablemente tras darse cuenta quien era la culpable de todo, pues no le molestaba en absoluto aunque seguía sin saber.. que demonios le había hecho la chica para que sintiera la cabeza tan embotellada y ausente de recuerdos mas allá del dolor de miembro que sentía en aquél momento. Rascó su cabellera cenicienta deleitándose con las maniobras de su aprendiz en el cuerpo femenino ajeno, que no estaba nada mal. Negó suavemente con la cabeza. -No.. Magnhild, esta vez no. Todo me da vueltas y estoy cansado. Aunque.. me quedaré aquí, a veros, si no es mucho molestar. -Como siempre y de costumbre, las palabras del albino iban cargadas de amabilidad, de buen hacer y de bondad. Se apoyó en el marco de la puerta para observar de forma cómoda la morbosa escena cuando los cristales de la ventana más próxima estallaron dejando pasar un gancho con boca de plata directo al brazo de Valiont.
Aún con la cabeza embotellada consiguió esquivar muy a duras penas aquél golpe, poniéndose en guardia de inmediato. Por la cornisa entró alguien grande, con paso decidido y una gran gabardina de cuero con remaches de acero, plata y tela. En el cuello llevaba el blasón de una de las Casas de Inquisidores y la máscara que le cubría la zona bucal revelaba que no era un peón de sus filas. Su mano derecha brillaba con intensidad como si pudiese controlar las ascuas del fuego a voluntad. Su izquierda estaba ocupada empuñando una preciosa pistola cuyo cañón de platino acababa en la boca de una calavera dorada y que simulaba el cristal o sucedáneo. El calzado eran dos grandes botas remachadas en metal de color azul al igual que su gabardina. En su cinturón colgaban dos cabezas, una Lamia y un Nekker. -Debes de ser habilidoso.. para haber cazado a un Nekker sin la ayuda de uno de nosotros. -Atajó a decir Valiont, pues eran criaturas que invocaban niebla y se hacían invisible en ella. El inquisidor sonrió. -Nadie os necesita, mutantes. Y ya has escapado a mi visión durante mucho tiempo. -Ya nos marchábamos. -Acordemos estar de acuerdo. -Levantó el cañón apuntando a la boca del Albino. -No queremos.. problemas, ni tenerlos ni causarlos. -Qué lástima. Te agradará saber que con vuestra muerte, tu sueño se hará realidad. -Nos dedicamos a lo mismo.. a cazar al mal. -Con la diferencia de que yo cazo a TODO el mal. Y eso os incluye, monstruos.
Disparó, dos balas a la vez, iban tan rápido que a Valiont no le dio tiempo a esquivar, penetraron en su hombro derecho y la sangre salpicó todo el lugar, pues las balas eran explosivas. Cayó en una de sus rodillas mientras el Inquisidor con porte altivo se acercaba con paso decisivo. Su mano derecha ahora obtenía un gran orbe de fuego. -Me avisaron de que.. eras duro de pelar. Está claro que.. incluso en mi estirpe, no todos tienen la estrella que yo obtengo. Je, je, je. -Observó a Valiont alicaído y se deshizo de su orbe de fuego, parecía que no le iba a hacer ni siquiera falta. Con la izquierda, levantó la mano y la pistola, de debajo de ésta salió una hermosa y perfecta hoja, una cuchilla enteramente de plata con dientes de diamante y lanzó el golpe para cortar al Cazador de Monstruos, pero el sonido del choque se hizo presente. Valiont había desenvainado su Acerada. Sus ojos brillaban, su cabeza daba muchas vueltas aún. -...Acero para los humanos. -Empujó en el golpe con fuerza, haciendo retroceder a su enemigo y consiguiendo así levantarse con ambas piernas erguidas. Estaba cansado, muy cansado. Pero no daría su vida tan facilmente. Sacó uno de sus viales de aceite y roció la espada de Acero. -Aceite del ahorcado.. -El cual era para humanos. Miró de reojo a Magnhild.
Valiont de Skellig- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/10/2017
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