AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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God save the Queen (Privado)
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God save the Queen (Privado)
God save our gracious Queen,
"Long live our noble Queen,
God save the Queen:
Send her victorious,
Happy and glorious,
Long to reign over us:
God save the Queen.
Thy choicest gifts in store,
On her be pleased to pour;
Long may she reign:
May she defend our laws,
And ever give us cause
To sing with heart and voice
God save the Queen."
"Long live our noble Queen,
God save the Queen:
Send her victorious,
Happy and glorious,
Long to reign over us:
God save the Queen.
Thy choicest gifts in store,
On her be pleased to pour;
Long may she reign:
May she defend our laws,
And ever give us cause
To sing with heart and voice
God save the Queen."
Danielle tarareaba el himno nacional inglés entre dientes mientras tensaba la jarcia, estaba de buen humor porque siempre que se echaban al mar solía estarlo, ya tendría tiempo de preocuparse si la reina no les ayudaba con el tema de los barcos. El plan secundario consistía en navegar hasta Wessex, allí el astillero Wellington trabajaba a pleno rendimiento construyendo buques, bien lo sabía ella pues era el de su padre. Había corrido por esas vetustas naves entre maderos y velas, entre sacos de serrín y tornillos como pernos.
Estaba algo nerviosa porque regresaría a su tierra natal en calidad de Capitán, era oficial, la flota sería de Akershus y habían registrado a la Reina Ana bajo bandera noruega tras naufragar y reconstruirlo, ya nada le debía a la Corona Inglesa porque se había rearmado a partir de los despojos de ese buque. Sin embargo había querido conservar el nombre y seguía teniendo tratos con los ingleses aunque sus operaciones se basaban en su mayor parte bajo el protectorado del conde.
El himno nacional inglés era una canción patriótica que todo niño sabía y que todo el mundo cantaba en las celebraciones más importantes, pero para Danielle tenía más significados, hablaba de llevar a la Reina a la gloria y a la victoria. A su reina, a su barco, a la Venganza de la Reina Ana. Esa letra le daba a veces el coraje que necesitaba para zarpar con determinación y elevar la bandera en el mástil sin remordimientos ni vergüenza. Ella era lo que era, había abandonado la senda convencional, la predeterminada por su rígida sociedad, se había echado los prejuicios sobre los hombros y ahora regresaba con el mundo bajo sus pies.
Höor subió la pasarela y le sonrió dándole los buenos días. Soplaba buen viento del Suroeste, con lo cual llegarían pronto a Londres. Gritó un par de órdenes y zarparon abandonando el puerto de Akershus con viento a favor, por delante unas cuantas horas de travesía, en un día podrían estar pisando suelo inglés si se afanaban, pero seguramente fuera dia y medio o dos días dependiendo de lo ágiles que fueran al darles amarre en el puerto.
Tras supervisar la salida le indicó a Höor que la siguiera hasta el camarote/despacho del capitán y allí se sentaron frente a los mapas. Dani se sirvió un té, era muy temprano para beber.
— Si quieres algo fuerte, ya sabes dónde están las botellas. ¿Repasamos el plan? Tú te reunes con tu amiga la reina, charlais de vuestras cosas, os ponéis al día y bla bla y yo espero noticias en puerto. A priori son unos cuantos días, así que bajaré a tierra a cerrar negocios y visitar algunos conocidos. Si me mandas llamar, aparezco limpia y sobria y confiaremos en tu encanto y poder de persuasión para que al final de esta visita tengamos los barcos costeados por la Corona.— Le guiñó el ojo pícaramente al conde.— esmérate como nunca, que dicen que a su Graciosa Majestad le hace falta una limpieza de telarañas.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
- Mensajes : 245
Fecha de inscripción : 21/08/2017
Re: God save the Queen (Privado)
La mañana en al que abandoné Akershus para ir al encuentro de la reina de Inglaterra todo andaba en calma, ciertamente iba tranquilo, sabia que los hombres que dejaba allí eran lo suficientemente validos como para capear cualquier contratiempo, mas también era consciente de que el poder de Randulf siempre se cernía sobre nosotros, no tenia descanso y su único afán era cuanto antes doblegarnos.
Si la resistencia caía ¿que seria del norte bajo el yugo de un tirano?
Ensimismado en mis propios pensamientos avanzaba sobre mi titan hacia el Reina Ana. Danielle estaba en cubierta, ultimando los preparativos para zarpar, quizás no se veía a si misma cuando alegaba que yo imponía mi ley a base de ordenes, mas ¿acaso no hacia ella lo mismo en el mar? ¿no era ese el motivo de que la viera una líder lo suficiente valida como para poner en sus manos una flota de barcos?
Apoyado en la baranda observé como Akersus se iba haciendo cada vez mas pequeña, abandonar mis tierras siempre me producía algo de morriña, pero admito que el encuentro con la reina creaba en mi ciertas expectativas.
Hacia mucho que no la tenia en frente, nos conocíamos desde infantes, tantas fueron las veces que madre se refugió en la casa de esos nobles buscando cualquier escusa creíble para su hermano con el único propósito de arrancarme de sus zarpas, que ciertamente nos teníamos bastante confianza.
Era por eso que sabia seria fiel a mi causa, ella había visto en primera persona lo que Randulf era capaz de hacer. En mis carnes portaba la muestra que hoy en forma de cicatriz seguía marcando las torturas a las que fui sometido siendo tan solo un niño.
Dani me pidió que la acompañara al camarote, así que entre bromas y risas acabamos sentados en la mesa de madera noble.
El circuito a seguir era claro, primero visitaría a la reina y con su beneplácito acudiríamos a solicitar la construcción de los barcos que conformarían la flota de Akershus.
Sus palabras venidas de cualquiera de mis hombres no me hubieran dado una patada en los huevos como lo hicieron cuando escaparon de sus labios con tanta indiferencia
Que ambos teníamos nuestras historias era un hecho,que lo sabíamos, otro, de ahí, a que la animara a abrirse de piernas era algo ya surrealista para alguien como yo, y admito que estuve tentado de asegurarle que así seria y que no seria la primera vez que se las limpiaba pues antaño ya habíamos fornicado, mas guardé silencio, no era como Ulf, o Lund, yo no era de los que presumía de sus chanzas en la cama y menos cuando hacerlo implicaba a alguien como Lena.
-Haré lo que esté en mi mano por que la reina comprenda la urgencia que Akershus tiene de combatir contra Randulf igualando las condiciones -aseguré alzándome para servirme algo mas fuerte.
Si la resistencia caía ¿que seria del norte bajo el yugo de un tirano?
Ensimismado en mis propios pensamientos avanzaba sobre mi titan hacia el Reina Ana. Danielle estaba en cubierta, ultimando los preparativos para zarpar, quizás no se veía a si misma cuando alegaba que yo imponía mi ley a base de ordenes, mas ¿acaso no hacia ella lo mismo en el mar? ¿no era ese el motivo de que la viera una líder lo suficiente valida como para poner en sus manos una flota de barcos?
Apoyado en la baranda observé como Akersus se iba haciendo cada vez mas pequeña, abandonar mis tierras siempre me producía algo de morriña, pero admito que el encuentro con la reina creaba en mi ciertas expectativas.
Hacia mucho que no la tenia en frente, nos conocíamos desde infantes, tantas fueron las veces que madre se refugió en la casa de esos nobles buscando cualquier escusa creíble para su hermano con el único propósito de arrancarme de sus zarpas, que ciertamente nos teníamos bastante confianza.
Era por eso que sabia seria fiel a mi causa, ella había visto en primera persona lo que Randulf era capaz de hacer. En mis carnes portaba la muestra que hoy en forma de cicatriz seguía marcando las torturas a las que fui sometido siendo tan solo un niño.
Dani me pidió que la acompañara al camarote, así que entre bromas y risas acabamos sentados en la mesa de madera noble.
El circuito a seguir era claro, primero visitaría a la reina y con su beneplácito acudiríamos a solicitar la construcción de los barcos que conformarían la flota de Akershus.
Sus palabras venidas de cualquiera de mis hombres no me hubieran dado una patada en los huevos como lo hicieron cuando escaparon de sus labios con tanta indiferencia
Que ambos teníamos nuestras historias era un hecho,que lo sabíamos, otro, de ahí, a que la animara a abrirse de piernas era algo ya surrealista para alguien como yo, y admito que estuve tentado de asegurarle que así seria y que no seria la primera vez que se las limpiaba pues antaño ya habíamos fornicado, mas guardé silencio, no era como Ulf, o Lund, yo no era de los que presumía de sus chanzas en la cama y menos cuando hacerlo implicaba a alguien como Lena.
-Haré lo que esté en mi mano por que la reina comprenda la urgencia que Akershus tiene de combatir contra Randulf igualando las condiciones -aseguré alzándome para servirme algo mas fuerte.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: God save the Queen (Privado)
El comentario de Höor sonó solemne y con un tinte seco. Le había molestado, era un hecho. ¿Pero acaso si lo hubiera dicho Ulf o Atharal se habría puesto así? No. No tenía tanto que ver con su discreción, sino con el hecho de que fuera ella quien se lo dijera. Estuvo tentada de preguntarle de qué coño iba aquello, no eran nada, aunque hubiera una tensión sexual no resuelta entre ambos; y precisamente no estaba resuelta porque ellos no querían resolverla por miedo al "qué pasará después", se notaba que se reprimían, eran como dos fieras acechando a una presa pero sin decidirse a dar el último salto mortal hacia delante. Aún así, no era para tanto y el cambio de actitud de Höor la hizo fruncir el ceño.
— ¿Todavía no conoces mi humor a estas alturas? pffff... Por San Jorge, vaya viaje me espera.
Repasó la ruta sobre el mapa tras asomarse a cubierta y preguntarle al contramaestre a cuántos nudos navegaban. Iban bien, el mar se estaba portando con ellos.
— Por si quieres saberlo, no he traido ningun vestido, si en algún momento requerís mi presencia, no voy a insultar a la Reina con ropas y joyas baratas, no aparentaré lo que no soy. Soy capitán, y como tal me vestiré. Si ves que es un inconveniente, me quedaré en el barco.
A Höor poco le importaban los protocolos, en Akershus no hacían falta, pero en la Corte inglesa había mucho de eso y Danielle no quería pasar por el aro. Por supuesto que podía llevar un vestido; joder, se educó en uno de los mejores internados, podía parecer la perfecta dama, pero no le daba la gana entrar en ese juego. Era como disfrazarse, pretender ser lo que no era. La que tenía delante era la verdadera Dani, con las botas de caña alta marrones y lustrosas, pantalones blancos al igual que la camisa, chaleco azul marino y casaca del mismo color con las hombreras galonadas y los cierres de corchete dorados. Llevaba su melena corta recogida en una coleta de la que se escapaban algunos mechones rebeldes como ella.
Apuró el té y se levantó apoyando una mano al lado del cristal de su ventana en el castillo de popa. A lo lejos quedaba ya la costa noruega; a lo lejos quedaban ya muchas cosas y parecía que navegaba rauda hacia un nuevo destino que lo cambiaría todo. Sus ojos escrutaban el horizonte pero su cerebro iba a mil por hora. Esbozó una sonrisa cuando la maquinaria de sus neuronas llegó a alguna conclusión. Se giró y miró a Höor con la misma amplia sonrisa en la cara y pasó frente a él con cierta prisa. Se detuvo un segundo en la puerta invitándole con la mirada a seguirla. Fuera como fuera aquel viaje, se abría una nueva vida para Danielle Morgan. Corrió por el pasillo, subió la escaleta rauda y veloz, atravesó toda la cubierta subiendo al castillo de proa dejando a sus espaldas el timón, trepó por el bauprés hasta alcanzar la punta más exterior de la cubierta, bajo ella sólo se veían las olas chocar contra la quilla y levantar pequeñas marejadas de espuma blanca.
— Pase lo que pase...hoy cambia todo. Nueva vida!! ya no necesitaré esto nunca más.— Deslizó el anillo de oro de su dedo anular hasta la mano y cerró el puño a su alrededor. Lo había conservado a pesar de que habían pasado años desde la muerte de Henry Morgan, de alguna forma al tenerlo se sentía más protegida contra el mundo (y el mundo incluía el amor también) Pero hacía meses que la sombra de Henry había dejado de planear sobre ella, ya no le aportaba nada, era parte de su pasado y tenía que soltar el lastre. Empezaba una etapa nueva y la empezaría dejando atrás ciertas cosas que pesaban. Miró a Höor un instante y arrojó el anillo al mar con todas las fuerzas que pudo reunir. Se le aceleró el corazón al hacerlo, pero ya no había vuelta atrás. Levantó los puños hacia el aire soltando una exclamación y riendo después. Se bajó del bauprés y le dio un abrazo a Höor, fue puramente espontáneo. Podrían cabrearse y pincharse y no estar de acuerdo, pero él había sido el motor del cambio y eso no lo podía negar.
— ¿Todavía no conoces mi humor a estas alturas? pffff... Por San Jorge, vaya viaje me espera.
Repasó la ruta sobre el mapa tras asomarse a cubierta y preguntarle al contramaestre a cuántos nudos navegaban. Iban bien, el mar se estaba portando con ellos.
— Por si quieres saberlo, no he traido ningun vestido, si en algún momento requerís mi presencia, no voy a insultar a la Reina con ropas y joyas baratas, no aparentaré lo que no soy. Soy capitán, y como tal me vestiré. Si ves que es un inconveniente, me quedaré en el barco.
A Höor poco le importaban los protocolos, en Akershus no hacían falta, pero en la Corte inglesa había mucho de eso y Danielle no quería pasar por el aro. Por supuesto que podía llevar un vestido; joder, se educó en uno de los mejores internados, podía parecer la perfecta dama, pero no le daba la gana entrar en ese juego. Era como disfrazarse, pretender ser lo que no era. La que tenía delante era la verdadera Dani, con las botas de caña alta marrones y lustrosas, pantalones blancos al igual que la camisa, chaleco azul marino y casaca del mismo color con las hombreras galonadas y los cierres de corchete dorados. Llevaba su melena corta recogida en una coleta de la que se escapaban algunos mechones rebeldes como ella.
Apuró el té y se levantó apoyando una mano al lado del cristal de su ventana en el castillo de popa. A lo lejos quedaba ya la costa noruega; a lo lejos quedaban ya muchas cosas y parecía que navegaba rauda hacia un nuevo destino que lo cambiaría todo. Sus ojos escrutaban el horizonte pero su cerebro iba a mil por hora. Esbozó una sonrisa cuando la maquinaria de sus neuronas llegó a alguna conclusión. Se giró y miró a Höor con la misma amplia sonrisa en la cara y pasó frente a él con cierta prisa. Se detuvo un segundo en la puerta invitándole con la mirada a seguirla. Fuera como fuera aquel viaje, se abría una nueva vida para Danielle Morgan. Corrió por el pasillo, subió la escaleta rauda y veloz, atravesó toda la cubierta subiendo al castillo de proa dejando a sus espaldas el timón, trepó por el bauprés hasta alcanzar la punta más exterior de la cubierta, bajo ella sólo se veían las olas chocar contra la quilla y levantar pequeñas marejadas de espuma blanca.
— Pase lo que pase...hoy cambia todo. Nueva vida!! ya no necesitaré esto nunca más.— Deslizó el anillo de oro de su dedo anular hasta la mano y cerró el puño a su alrededor. Lo había conservado a pesar de que habían pasado años desde la muerte de Henry Morgan, de alguna forma al tenerlo se sentía más protegida contra el mundo (y el mundo incluía el amor también) Pero hacía meses que la sombra de Henry había dejado de planear sobre ella, ya no le aportaba nada, era parte de su pasado y tenía que soltar el lastre. Empezaba una etapa nueva y la empezaría dejando atrás ciertas cosas que pesaban. Miró a Höor un instante y arrojó el anillo al mar con todas las fuerzas que pudo reunir. Se le aceleró el corazón al hacerlo, pero ya no había vuelta atrás. Levantó los puños hacia el aire soltando una exclamación y riendo después. Se bajó del bauprés y le dio un abrazo a Höor, fue puramente espontáneo. Podrían cabrearse y pincharse y no estar de acuerdo, pero él había sido el motor del cambio y eso no lo podía negar.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
- Mensajes : 245
Fecha de inscripción : 21/08/2017
Re: God save the Queen (Privado)
Dani tras aquel instante un tanto tenso parecía saltar como un resorte. Me animó a seguirla abandonando la cámara para ir tras ella cubierta.
Recorrió todo el barco hasta quedar asomada con una sonrisa sobre el castillo de proa, tras ella el timón.
No tenia ni la menor idea de lo que pretendía, el caso es que no tarde en descubrirlo, deslizó el anillo por el dedo y decidida aseguró que venían nuevos tiempos para ella, quizás necesitaba liberarse del peso de ese ancla que como una argolla la apresaba.
Instintivamente pensé en el anillo que colgaba de mi cuello, nunca lo llevé en el dedo pues me molestaba para blandir el acero.
Supongo que a diferencia de Dani, a mi no me anclaba, mas bien me recordaba los errores cometidos, el daño que podían causamos a todos.
Habia visto a Valeria destruida durante todo este tiempo, tanto que no era ni siquiera capaz de amamantar a nuestro hijo recién nacido y una parte de mi se sentía culpable no solo de eso, si no de que hubiera perdido a nuestro otro hijo, quizás si ella hubiera estado fuerte hubiera logrado traerlo vivo a este mundo.
Pero como siempre, yo solía guardarme aquellos pensamientos para mi mismo.
Dani se lanzó encima de mi dándome un abrazo, deslicé mis dedos pos su corto cabello.
-Llegan nuevos tiempos para Akershus, también para nosotros, conseguiré esos barcos -le aseguré separándome para mirar sus ojos -te doy mi palabra, pero creo que será mejor que acuda solo, con un bárbaro en la corte tienen bastante, si ademas entra en juego una pirata..será demasiado para esos nobles de culo remilgado.
Ladeé la sonrisa, el viento soplaba a nuestro favor, de seguir todo así, alcanzaríamos tierra al medio día.
El puerto de Inglaterra era bullicioso, los hombres de Dani parecían animados por poder desembarcar, burdeles, borracheras.
Le di un golpe al sombrero de capitán que Dani se gastaba con la mano.
-Cuando vuelva tendrás tus barcos -dije guiñándole el ojo y sobre mi espectro abandoné el puerto rumbo a los bosques donde había sido citado con la reina.
Recorrió todo el barco hasta quedar asomada con una sonrisa sobre el castillo de proa, tras ella el timón.
No tenia ni la menor idea de lo que pretendía, el caso es que no tarde en descubrirlo, deslizó el anillo por el dedo y decidida aseguró que venían nuevos tiempos para ella, quizás necesitaba liberarse del peso de ese ancla que como una argolla la apresaba.
Instintivamente pensé en el anillo que colgaba de mi cuello, nunca lo llevé en el dedo pues me molestaba para blandir el acero.
Supongo que a diferencia de Dani, a mi no me anclaba, mas bien me recordaba los errores cometidos, el daño que podían causamos a todos.
Habia visto a Valeria destruida durante todo este tiempo, tanto que no era ni siquiera capaz de amamantar a nuestro hijo recién nacido y una parte de mi se sentía culpable no solo de eso, si no de que hubiera perdido a nuestro otro hijo, quizás si ella hubiera estado fuerte hubiera logrado traerlo vivo a este mundo.
Pero como siempre, yo solía guardarme aquellos pensamientos para mi mismo.
Dani se lanzó encima de mi dándome un abrazo, deslicé mis dedos pos su corto cabello.
-Llegan nuevos tiempos para Akershus, también para nosotros, conseguiré esos barcos -le aseguré separándome para mirar sus ojos -te doy mi palabra, pero creo que será mejor que acuda solo, con un bárbaro en la corte tienen bastante, si ademas entra en juego una pirata..será demasiado para esos nobles de culo remilgado.
Ladeé la sonrisa, el viento soplaba a nuestro favor, de seguir todo así, alcanzaríamos tierra al medio día.
El puerto de Inglaterra era bullicioso, los hombres de Dani parecían animados por poder desembarcar, burdeles, borracheras.
Le di un golpe al sombrero de capitán que Dani se gastaba con la mano.
-Cuando vuelva tendrás tus barcos -dije guiñándole el ojo y sobre mi espectro abandoné el puerto rumbo a los bosques donde había sido citado con la reina.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
Re: God save the Queen (Privado)
Unos días más tarde...
Londres bullía de actividad, como siempre. La recordaba tal que así: gris, neblinosa, cubierta del humo del carbón y el gas. En el puerto la actividad era incesante, habían remontado el río Támesis hasta Woolwich, pues la Reina Ana no podía atravesar los puentes por la altura de sus mástiles. Allí atracaron la magnífica embarcación y le realizaron el invernaje necesario, ya que era un puerto con recursos. Reparaciones, pulidos, breados, calafateados, pintura y mantenimiento general.
El segundo día se montó en un caballo y se perdió por la ciudad visitando a antiguos conocidos, a socios, bancos y empresas. Sus propias gestiones y papeles también eran necesarias, quería asegurarse una vida si salía herida o envejecía lo suficiente para ya no poder seguir en la brecha. Trataba de no pensar demasiado en ello, pero si Höor regresaba con el dinero de los barcos y el beneplácito de la Reina, tendrían que hacerle una visita al armador de Wessex, a su padre.
Esa visita la carcomía por dentro, pero no era el momento de echarse atrás. Posiblemente fueran sus hermanos los que recibieran al conde, Albert y Neville, los que se habían hecho cargo de los negocios y el astillero, pero su padre seguía siendo el propietario de todo. Horace Wellington, el cabeza de familia, seguía teniendo un despacho en el Astillero, un conjunto enorme de naves donde armaban buques de todo tipo, desde embarcaciones ligeras de pesca hasta navíos de guerra de 80 cañones.
El viento soplaba del nordeste cargando a las nubes de lluvia y las velas de la Reina Ana estaban hinchadas avanzando sin perder la línea de la costa hacia el puerto de Wessex. Algunos mechones rubios se le habían escapado de la coleta baja que recogía su cabello, llevaba todo el trayecto asomada a la baranda del casillo de proa mirando el horizonte en silencio.
Conforme acortaba millas hacia lo que algun dia fue su hogar algo se iba oscureciendo y atenazando en las entrañas. Tenían el dinero y la orden de la Reina, no se negarían a hacer ese encargo y ella tenía la garantía de que esas naves estarían justo como las pidió. Escuchó pasos detrás de ella y giró brevemente el rostro para reconocer esa silueta familiar. En un principio sería Höor el que se reuniría con los Wellington, ella sólo pasaría a presentarse cuando estuviera todo acordado y firmado. Aunque no sería de extrañar que a esas alturas su familia ya supiera que capitaneaba la flota del conde. Expulsó despacio el aire mirando al frente.
— Mi padre te regateará, es duro negociando. Si te dice 100 es porque está dispuesto a bajar a cincuenta. Si se trata de Albert, es un necio y un mezquino, un usurero al que no debes permitirle ni media. Neville no se meterá, nunca se le dieron bien los negocios, hará lo que digan padre o Albert.— Había decidido no bajar del barco porque no estaba segura de cómo reaccionaria al verlos y cuado le escupieran palabras y recriminaciones, o le hicieran el vacío con indiferencia...no podrían negociar y eso era lo principal.— sólo cuando el negocio esté cerrado será cuando vaya. No puedo poner el peligro esto, mi presencia sería cómo echarle combustible al fuego..— Casi 15 años sin hablarse, demasiado tiempo para recuperar nada. Se mordió el labio inferior pensativa. Era el último escollo que le quedaba para dejar del todo atrás los lastres, la vida que no quiso tener, la vida a la que renunció porque para ella no era una vida. Las primeras gotas empezaron a caer sumiendo Wessex en en un manto gris. Todavía quedaban un par de horas de trayecto y decidió bajar al camarote hasta que llegaran a unas millas del puerto.
* * * * * *
Londres bullía de actividad, como siempre. La recordaba tal que así: gris, neblinosa, cubierta del humo del carbón y el gas. En el puerto la actividad era incesante, habían remontado el río Támesis hasta Woolwich, pues la Reina Ana no podía atravesar los puentes por la altura de sus mástiles. Allí atracaron la magnífica embarcación y le realizaron el invernaje necesario, ya que era un puerto con recursos. Reparaciones, pulidos, breados, calafateados, pintura y mantenimiento general.
El segundo día se montó en un caballo y se perdió por la ciudad visitando a antiguos conocidos, a socios, bancos y empresas. Sus propias gestiones y papeles también eran necesarias, quería asegurarse una vida si salía herida o envejecía lo suficiente para ya no poder seguir en la brecha. Trataba de no pensar demasiado en ello, pero si Höor regresaba con el dinero de los barcos y el beneplácito de la Reina, tendrían que hacerle una visita al armador de Wessex, a su padre.
Esa visita la carcomía por dentro, pero no era el momento de echarse atrás. Posiblemente fueran sus hermanos los que recibieran al conde, Albert y Neville, los que se habían hecho cargo de los negocios y el astillero, pero su padre seguía siendo el propietario de todo. Horace Wellington, el cabeza de familia, seguía teniendo un despacho en el Astillero, un conjunto enorme de naves donde armaban buques de todo tipo, desde embarcaciones ligeras de pesca hasta navíos de guerra de 80 cañones.
- Fuel to fire:
El viento soplaba del nordeste cargando a las nubes de lluvia y las velas de la Reina Ana estaban hinchadas avanzando sin perder la línea de la costa hacia el puerto de Wessex. Algunos mechones rubios se le habían escapado de la coleta baja que recogía su cabello, llevaba todo el trayecto asomada a la baranda del casillo de proa mirando el horizonte en silencio.
Conforme acortaba millas hacia lo que algun dia fue su hogar algo se iba oscureciendo y atenazando en las entrañas. Tenían el dinero y la orden de la Reina, no se negarían a hacer ese encargo y ella tenía la garantía de que esas naves estarían justo como las pidió. Escuchó pasos detrás de ella y giró brevemente el rostro para reconocer esa silueta familiar. En un principio sería Höor el que se reuniría con los Wellington, ella sólo pasaría a presentarse cuando estuviera todo acordado y firmado. Aunque no sería de extrañar que a esas alturas su familia ya supiera que capitaneaba la flota del conde. Expulsó despacio el aire mirando al frente.
— Mi padre te regateará, es duro negociando. Si te dice 100 es porque está dispuesto a bajar a cincuenta. Si se trata de Albert, es un necio y un mezquino, un usurero al que no debes permitirle ni media. Neville no se meterá, nunca se le dieron bien los negocios, hará lo que digan padre o Albert.— Había decidido no bajar del barco porque no estaba segura de cómo reaccionaria al verlos y cuado le escupieran palabras y recriminaciones, o le hicieran el vacío con indiferencia...no podrían negociar y eso era lo principal.— sólo cuando el negocio esté cerrado será cuando vaya. No puedo poner el peligro esto, mi presencia sería cómo echarle combustible al fuego..— Casi 15 años sin hablarse, demasiado tiempo para recuperar nada. Se mordió el labio inferior pensativa. Era el último escollo que le quedaba para dejar del todo atrás los lastres, la vida que no quiso tener, la vida a la que renunció porque para ella no era una vida. Las primeras gotas empezaron a caer sumiendo Wessex en en un manto gris. Todavía quedaban un par de horas de trayecto y decidió bajar al camarote hasta que llegaran a unas millas del puerto.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 21/08/2017
Re: God save the Queen (Privado)
Los guerreros sienten dolor y miedo, pero nunca lo muestran y sus lágrimas sólo ruedan hacia abajo como la sangre.-G. Sujenthiran.
Regresé al amanecer, tras la coronación de la reina...
Danielle ya en pie se encargaba de preparar el viaje a Wessex, la tripulación obedecía sus ordenes sin titubear, yo estaba bastante cansado así que tras saludarla me marché al camarote para poder dormir unas horas, mi trabajo estaba hecho, ahora le tocaba a ella surcar los mares hasta nuestro siguiente destino.
Caía el medio día cuando me desperté, me desperecé y tras lavarme en la palangana salí con el pelo mojado en busca de la pirata que aferraba el timón con el semblante mas serio de lo normal.
-Buenos días, ya tardes -dije apoyándome en la baranda con una media sonrisa en mis labios.
La pirata no tardo en hacerme participe de aquello que la ponía mas nerviosa de lo normal, a fin de cuentas era su familia con la que iba a negociar y por lo que sabia no es que su relación fuera muy estrecha.
Guardé silencio escuchándola hablar, si por mi fuera, Dani me acompañaría a esa negociación, entendía que en el resto del mundo la mujer era un paria que tenia que limitarse a bordar y a criar hijos, peor en el norte, las mujeres eran escuderas, parían vikingos y eso las convertía en algo mas valioso que nosotros mismos.
Aun así iba a respetar su decisión, ella los conocía y prefería que en este aspecto las cosas se hicieran como ella quería.
-Bien, cuando tu padre me diga 100, se que llegará a 50 y si tu mezquino hermano trata de metermela doblada lo encararé y no le dejaré pasar ni una ¿algo mas? -pregunté con picarda tratando de relajar el ambiente.
Me acerqué a ella y besé su frente tratando de apoyarla, sabia que estaba nerviosa.
-Saldrá bien Dani, lo mas difícil está hecho -aseguré con un susurró contra su piel mientras mi aliento movía esos rebeldes mechones que de su coleta se habían escurrido.
Dani se fue a su camarote, creo que no le gustaba mostrar su parte mas vulnerable, así que yo me limité a pasear por cubierta y ayudar a los hombres en aquello que se me pedía.
Unas horas después el Reina Ana atracaba en puerto, mi espectro bajo por la rampa guiado por mi de las riendas y también lo hizo Dani en un silencio sepulcral.
Acudiríamos juntos hasta Wellington, pero ella no haría acto de presencia en esa reunión hasta que el trato estuviera cerrado.
Mis ojos se deslizaron por su figura, tan distinta a la de las mujeres que con lujosos vestidos ingleses encontrábamos por doquier.
No entendía como su padre no estaba orgulloso de ella, yo era padre de dos preciosas niñas, muy distintas entre si. Admito que me resultaba mas fácil entender a Fio, supongo que porque me recordaba mucho a mi cuando era niño, pero siempre intentaba comprender a Valeska, ella era un princesa y aunque a mi no se me daba bien eso de convertirme en príncipe y era mas bien su sapo, luchaba porque eso no nos distanciara.
Quería a mis dos hijas por igual, y no entendía como ese padre podía llevar 15 años sin saber de su hija y odiarla solo por haber tomado un camino mucho mas valido que el de otras mujeres que solo son jarrones que sustentan flores.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: God save the Queen (Privado)
Horace Wellington era un hombre de estatura media, agudos y severos ojos azules y múltiples arrugas sobre todo en las comisuras de los labios. Vestía de forma impecable a pesar de lo encorvado que comenzaba a estar, y por ese motivo esperaba sentado en una silla frente a su escritorio de madera de ébano. Sus hijos se adelantaron a darle la mano al conde, y el patriarca se levantó despacio con esa expresión severa pintada en el rostro. Los tres tenían pinta de no haber sonreído en semanas.
— Buenas tardes Conde Cannif. Bienvenido.— Albert llevaba la voz cantante como Dani había predicho.— Espero que vuestra visita a Londres haya sido de vuestro agrado. Por lo que se rumorea, tenéis el favor de su Majestad, así que sed bienvenido a nuestra casa. ¿En qué le podemos ayudar?
Cómo si no lo supiera. De antemano estaba advertido de qué es lo que quería Höor y de quién estaba detrás de tal petición, su hermana. Cuando Höor le presentó la lista con las especificaciones de los cinco barcos de guerra que se unirían a la Reina Ana y el apéndice donde se especificaba una futura compra de embarcaciones de apoyo más ligeras, Albert leyó el papel con ojo críticos y suspicaces y luego se lo pasó a su padre. Neville no pintaba nada.
Horace se había vuelto a sentar tras el frío saludo que le dedicó al conde, y al leer la nota manuscrita del puño y letra de su hija apretó los dientes y dejó el papel sobre el escritorio.
— Tendréis vuestros barcos porque en la carta venía el sello real y la firma de la Reina, sólo por eso. Pero de todos los astilleros del país deberíais haber buscado otro en vez de venir a este a sembrar discordia.
— Buenas tardes Conde Cannif. Bienvenido.— Albert llevaba la voz cantante como Dani había predicho.— Espero que vuestra visita a Londres haya sido de vuestro agrado. Por lo que se rumorea, tenéis el favor de su Majestad, así que sed bienvenido a nuestra casa. ¿En qué le podemos ayudar?
Cómo si no lo supiera. De antemano estaba advertido de qué es lo que quería Höor y de quién estaba detrás de tal petición, su hermana. Cuando Höor le presentó la lista con las especificaciones de los cinco barcos de guerra que se unirían a la Reina Ana y el apéndice donde se especificaba una futura compra de embarcaciones de apoyo más ligeras, Albert leyó el papel con ojo críticos y suspicaces y luego se lo pasó a su padre. Neville no pintaba nada.
Horace se había vuelto a sentar tras el frío saludo que le dedicó al conde, y al leer la nota manuscrita del puño y letra de su hija apretó los dientes y dejó el papel sobre el escritorio.
— Tendréis vuestros barcos porque en la carta venía el sello real y la firma de la Reina, sólo por eso. Pero de todos los astilleros del país deberíais haber buscado otro en vez de venir a este a sembrar discordia.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: God save the Queen (Privado)
Me adentré en el despacho del padre de Dani, sus ojos acero me recorrieron de arriba a bajo, ahora solo eran las formalidades lo que nos mantenía frente al otro sin decirnos posiblemente lo que uno y otro pensábamos.
Me mantuve impasible, alargué la mano estrechandosela al que sin duda era Albert, el hermano que si tenia voz y voto en esta negociación.
-Buenas tardes -respondí con cortesía -ciertamente estoy disfrutando de vuestras tierras, un paraje hermoso que conocía por mis innumerables viajes junto a mi madre cuando solo era un niño.
Fue mi modo de mostrar que por muy bárbaro que pudiera aparentar, había sido educado en la corte, no era un necio, versado en ciencias y en letras, mi madre se encargó de que fuera capaz de relacionarme con la alta aristocracia.
No iba a entrar a ninguna de sus provocaciones, no cuando no eran necesarias y cuando eso complicaría mas las cosas con la mujer que pronto seria la capitana de toda la flota.
No era necesario andarnos con rodeos, era consciente de que ellos sabían porque yo estaba allí y yo que ellos lo sabían.
Así que me limité a ofrecer el papel donde venia bien especificadas nuestras peticiones y sellado por la corona para que quedara claro que la reina me avalaba.
El hijo tomó el documento y tras darle un rápido vistazo se lo pasó a su padre para que este pudiera verlo, sus dientes se apretaron marcando aun mas las arrugas de frente y labios.
Sabia que no le gustaba colaborar en engrandecer los sueños de su hija, pero francamente su verborrea tenia un matiz que me hubiera hecho saltar de no ser porque venia en son de paz.
-Somos hombres de negocios señor, yo necesito unos buenos barcos y supongo que vos no deberíais rechazar una sustanciosa suma de dinero por fabricarlos, ademas de el prestigio que os dará trabajar para la reina ¿cierto? Salimos ganando todos en esto, de seguro este negocio no solo engrosará vuestras arcas, si no que os dará fama.
Era el momento de hablar de dinero, estaba claro que ese hombre y yo no teníamos nada que ver, así que cuanto antes terminaríamos con este tramite que mantenía a Dani fuera de si, mejor para todos.
Me mantuve impasible, alargué la mano estrechandosela al que sin duda era Albert, el hermano que si tenia voz y voto en esta negociación.
-Buenas tardes -respondí con cortesía -ciertamente estoy disfrutando de vuestras tierras, un paraje hermoso que conocía por mis innumerables viajes junto a mi madre cuando solo era un niño.
Fue mi modo de mostrar que por muy bárbaro que pudiera aparentar, había sido educado en la corte, no era un necio, versado en ciencias y en letras, mi madre se encargó de que fuera capaz de relacionarme con la alta aristocracia.
No iba a entrar a ninguna de sus provocaciones, no cuando no eran necesarias y cuando eso complicaría mas las cosas con la mujer que pronto seria la capitana de toda la flota.
No era necesario andarnos con rodeos, era consciente de que ellos sabían porque yo estaba allí y yo que ellos lo sabían.
Así que me limité a ofrecer el papel donde venia bien especificadas nuestras peticiones y sellado por la corona para que quedara claro que la reina me avalaba.
El hijo tomó el documento y tras darle un rápido vistazo se lo pasó a su padre para que este pudiera verlo, sus dientes se apretaron marcando aun mas las arrugas de frente y labios.
Sabia que no le gustaba colaborar en engrandecer los sueños de su hija, pero francamente su verborrea tenia un matiz que me hubiera hecho saltar de no ser porque venia en son de paz.
-Somos hombres de negocios señor, yo necesito unos buenos barcos y supongo que vos no deberíais rechazar una sustanciosa suma de dinero por fabricarlos, ademas de el prestigio que os dará trabajar para la reina ¿cierto? Salimos ganando todos en esto, de seguro este negocio no solo engrosará vuestras arcas, si no que os dará fama.
Era el momento de hablar de dinero, estaba claro que ese hombre y yo no teníamos nada que ver, así que cuanto antes terminaríamos con este tramite que mantenía a Dani fuera de si, mejor para todos.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: God save the Queen (Privado)
Horace Wellington había visto su sueño frustrado de emparentar con la nobleza al salirle una hija descarriada. Tan sólo tenía que cumplir con su puñetera obligacion de ser casada por conveniencia, como todas las mujeres, pero no... ella había sido una rebelde desde siempre. Al parecer ahora Danielle había cazado a un conde. O quizás lo había embaucado, seguramente lo segundo. Ironías de la vida, por fin su hija se juntaba con la nobleza, pero a qué precio y de qué forma.
Fijó el precio, regatearon y finalmente negociaron el acuerdo que Neville redactó para que ambos estampasen su firma en él. El inglés había sido duro de pelar, pero Höor supo reconducirlo hasta un acuerdo que para ambas partes era justo a nivel de dinero, no tanto así a nivel personal. Horace mandó a sus hijos al despacho contiguo a terminar de redactar unos papeles. Habían servido unos brandys y los vasos estaban sobre la mesa. Fijó su acerada mirada en el conde y por fin soltó aquello que elevaba la tensión entre ambos.
— Vos tenéis hijos. Espero que sepan cual es lugar el día de mañana. ¿Creeis que no leo la desaprobación en vuestra mirada?.— el viejo sonrió de medio lado.— Mi hija hubiera sido un gran armador, consejero del gobierno o general del Estado Mayor. Pero nació mujer y no aceptó cual es su lugar en el mundo. Grave error. No creais que podréis controlarla, nadie puede. Si esperais que sirva en vuestras filas como un leal soldado, os recomiendo que cojais ese barco y os marcheis ahora mismo a rezarle a vuestros dioses para que os traigan fortuna, la vais a necesitar..— Desvió los ojos hacia la puerta cuando escuchó unos pasos.
— No será necesario que nos invite a marcharnos, señor Wellington, de todas formas no pensabamos quedarnos mucho más. Me alegro de verte, padre, el tiempo te trata bien..— La voz de Dani resonó en la entrada del despacho. Llevaba el pelo bien sujeto en una pulcra coleta, la casaca con galones dorados en los hombros perfectamente abrochada y las botas pulidas. Choque de miradas azules, la de Horace más deslucida por la edad, la de Dani más intensa.— Es curioso que lo único bueno que me lleve de mi padre para el resto de mis días, me haya tocado pagarlo.— Albert entró en ese momento en la sala y le espetó un "¿qué haces tú aquí?". Danielle lo ignoró deliberadamente, era un capullo, por muy hermanos que fueran. — Os escribiría, pero os evitaré que tengáis que quemar sobres sin abrir. Dale recuerdos a mamá.
Se dio la vuelta y bajó la escalera con la espalda muy recta. No se bajó del burro entonces y no lo haría ahora. No tenía familia, hacia quince años que esas personas ya no contaban para nada en su vida, pero en algun rincón de su alma había tenido la pequeña esperanza de que al volver a verse la inquina del pasado se hubiera disuelto. Ilusa. Había gente incapaz de perdonar, y los Wellington al parecer, lo eran. Pues asunto zanjado, otro capítulo más para cerrar en su vida.
Subió a bordo y gritó las órdenes para partir cuando Höor regresase a bordo con el contrato firmado y el plazo fijado para la entrega.
Fijó el precio, regatearon y finalmente negociaron el acuerdo que Neville redactó para que ambos estampasen su firma en él. El inglés había sido duro de pelar, pero Höor supo reconducirlo hasta un acuerdo que para ambas partes era justo a nivel de dinero, no tanto así a nivel personal. Horace mandó a sus hijos al despacho contiguo a terminar de redactar unos papeles. Habían servido unos brandys y los vasos estaban sobre la mesa. Fijó su acerada mirada en el conde y por fin soltó aquello que elevaba la tensión entre ambos.
— Vos tenéis hijos. Espero que sepan cual es lugar el día de mañana. ¿Creeis que no leo la desaprobación en vuestra mirada?.— el viejo sonrió de medio lado.— Mi hija hubiera sido un gran armador, consejero del gobierno o general del Estado Mayor. Pero nació mujer y no aceptó cual es su lugar en el mundo. Grave error. No creais que podréis controlarla, nadie puede. Si esperais que sirva en vuestras filas como un leal soldado, os recomiendo que cojais ese barco y os marcheis ahora mismo a rezarle a vuestros dioses para que os traigan fortuna, la vais a necesitar..— Desvió los ojos hacia la puerta cuando escuchó unos pasos.
— No será necesario que nos invite a marcharnos, señor Wellington, de todas formas no pensabamos quedarnos mucho más. Me alegro de verte, padre, el tiempo te trata bien..— La voz de Dani resonó en la entrada del despacho. Llevaba el pelo bien sujeto en una pulcra coleta, la casaca con galones dorados en los hombros perfectamente abrochada y las botas pulidas. Choque de miradas azules, la de Horace más deslucida por la edad, la de Dani más intensa.— Es curioso que lo único bueno que me lleve de mi padre para el resto de mis días, me haya tocado pagarlo.— Albert entró en ese momento en la sala y le espetó un "¿qué haces tú aquí?". Danielle lo ignoró deliberadamente, era un capullo, por muy hermanos que fueran. — Os escribiría, pero os evitaré que tengáis que quemar sobres sin abrir. Dale recuerdos a mamá.
Se dio la vuelta y bajó la escalera con la espalda muy recta. No se bajó del burro entonces y no lo haría ahora. No tenía familia, hacia quince años que esas personas ya no contaban para nada en su vida, pero en algun rincón de su alma había tenido la pequeña esperanza de que al volver a verse la inquina del pasado se hubiera disuelto. Ilusa. Había gente incapaz de perdonar, y los Wellington al parecer, lo eran. Pues asunto zanjado, otro capítulo más para cerrar en su vida.
Subió a bordo y gritó las órdenes para partir cuando Höor regresase a bordo con el contrato firmado y el plazo fijado para la entrega.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: God save the Queen (Privado)
Fijamos un precio que nos resultó beneficioso a ambos, en cierto modo creo que lo justo teniendo en cuenta que ese hombre andaba hastiado desde el mismo instante en el que puse mis pies en su despacho.
Una copa licor cerraría el trato mientras los documentos se trascribían a falta solo de estampar nuestras firmas.
El hombre al parecer no fue capaz de morderse mas la lengua, intuyo que de hacerlo se envenenaría.
Siempre valoré a aquellos que iban de frente y no con subterfugios y podría incluso decir que aquel hombre guardaba en su carácter una similitud con el de Dani.
Ladeé la sonrisa al escuchar sus palabras, tenia tanto que debatir de ellas, sin embargo sabia que no podría hacerle cambiar de forma de ver el mundo como él no seria capa de hacerme sucumbir al embrujo de una sociedad machista que yo no entendía.
Iba a responder, cuando la propia Dani irrumpió en la reunión, guardé silencio, porque echar mas leños al fuego en este momento en el que aun no habíamos sellado las firmas en el documento solo podría traernos perjuicios.
Supongo que Dani necesitaba reafirmarse, lo hizo, elegante pero con ese carácter indomable demostró a los allí presentes que de haber sido como su padre decía “hombre” se hubiera comido el mundo en Inglaterra, ahora iba a gobernar una flota de barcos en Akershus, en mi opinión, para ser mujer no le había ido tan mal.
Rencor en la voz de la pirata, dolor, la conocía lo suficiente como para saber que aun no bajándose del burro estaba quebrada.
Di un trago de la copa, me quedaría para recoger el contrato, así que al menos iba a escucharme como yo lo había escuchado antes.
No pretendía convencerlo, solo darle una visión distinta del mundo.
-Nunca pretendería controlar a su hija, eso seria como tratar de atrapar al viento y créame no estoy tan loco como para creer en imposibles a estas alturas de mi vida.
Como bien dice señor Wellington, tengo varios hijos, dos féminas entre ellos. Podría decirle sin equivocarme que en la fusión de ambas se encuentra su hija. Una es temperamental, tendría que verla blandir la espada de madera como si fuera ya toda una escudera. Es indómita y se que lo será toda su vida. Mi otra hija, es para mi un enigma, odia la lucha, mancharse el vestido y adora los bailes y todo lo que tenga que ver con sentirse la princesa del cuento. Es capaz de manipular a un hombre con una mirada.
Supongo que pensáis que amo mas a la primera porque es una barbara como su padre, os equivocáis, entiendo mas a la primera, pero por eso lucho cada día por compartir juegos con la segunda, quiero entender su forma de ver las cosas, porque estoy orgulloso de ambas y estoy seguro de que ninguna haga lo que haga en su vida va a decepcionarme un ápice.
Ser padre es complicado, que le voy a contar, pero creo que hay que dar alas para que puedan volar ..no creo que en el fondo haya sido tan mal padre, Dani, no solo usa alas, es viento y créame vuela mucho mas lejos que nosotros.
Firmé los documentos, no esperaba respuesta, ni que considerara mis palabras, no le ofendí, no era mi intención empezar una guerra y menos recrudecer la que mantenía con su hija.
Yo quería a Danielle lo suficiente como para medir mis palabras con alguien que sabia le importaba aunque su terquedad y si orgullo no lo gritara en voz alta.
Con los papeles subí al Reina Ana dispuesto a emprender viaje.
Una copa licor cerraría el trato mientras los documentos se trascribían a falta solo de estampar nuestras firmas.
El hombre al parecer no fue capaz de morderse mas la lengua, intuyo que de hacerlo se envenenaría.
Siempre valoré a aquellos que iban de frente y no con subterfugios y podría incluso decir que aquel hombre guardaba en su carácter una similitud con el de Dani.
Ladeé la sonrisa al escuchar sus palabras, tenia tanto que debatir de ellas, sin embargo sabia que no podría hacerle cambiar de forma de ver el mundo como él no seria capa de hacerme sucumbir al embrujo de una sociedad machista que yo no entendía.
Iba a responder, cuando la propia Dani irrumpió en la reunión, guardé silencio, porque echar mas leños al fuego en este momento en el que aun no habíamos sellado las firmas en el documento solo podría traernos perjuicios.
Supongo que Dani necesitaba reafirmarse, lo hizo, elegante pero con ese carácter indomable demostró a los allí presentes que de haber sido como su padre decía “hombre” se hubiera comido el mundo en Inglaterra, ahora iba a gobernar una flota de barcos en Akershus, en mi opinión, para ser mujer no le había ido tan mal.
Rencor en la voz de la pirata, dolor, la conocía lo suficiente como para saber que aun no bajándose del burro estaba quebrada.
Di un trago de la copa, me quedaría para recoger el contrato, así que al menos iba a escucharme como yo lo había escuchado antes.
No pretendía convencerlo, solo darle una visión distinta del mundo.
-Nunca pretendería controlar a su hija, eso seria como tratar de atrapar al viento y créame no estoy tan loco como para creer en imposibles a estas alturas de mi vida.
Como bien dice señor Wellington, tengo varios hijos, dos féminas entre ellos. Podría decirle sin equivocarme que en la fusión de ambas se encuentra su hija. Una es temperamental, tendría que verla blandir la espada de madera como si fuera ya toda una escudera. Es indómita y se que lo será toda su vida. Mi otra hija, es para mi un enigma, odia la lucha, mancharse el vestido y adora los bailes y todo lo que tenga que ver con sentirse la princesa del cuento. Es capaz de manipular a un hombre con una mirada.
Supongo que pensáis que amo mas a la primera porque es una barbara como su padre, os equivocáis, entiendo mas a la primera, pero por eso lucho cada día por compartir juegos con la segunda, quiero entender su forma de ver las cosas, porque estoy orgulloso de ambas y estoy seguro de que ninguna haga lo que haga en su vida va a decepcionarme un ápice.
Ser padre es complicado, que le voy a contar, pero creo que hay que dar alas para que puedan volar ..no creo que en el fondo haya sido tan mal padre, Dani, no solo usa alas, es viento y créame vuela mucho mas lejos que nosotros.
Firmé los documentos, no esperaba respuesta, ni que considerara mis palabras, no le ofendí, no era mi intención empezar una guerra y menos recrudecer la que mantenía con su hija.
Yo quería a Danielle lo suficiente como para medir mis palabras con alguien que sabia le importaba aunque su terquedad y si orgullo no lo gritara en voz alta.
Con los papeles subí al Reina Ana dispuesto a emprender viaje.
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Re: God save the Queen (Privado)
- When we were young:
We used to never say never
Used to think we live forever
Flying free beneath the sun
Days go running and hiding
The weeks are going slippy and sliding
Years leave quicker every time they come
Remember when we were young
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Subió a la nave y tras dejar al cargo a su contramaestre se dirigió a la escaleta que bajaba hacia el camarote del capitán no sin antes mirar un segundo por encima de su hombro contemplando aquel complejo astillero por donde había jugado en su infancia a esconderse de sus hermanos, a robarle a Mr.Perkins su martillo y donde tantas veces se había sentado en el sillón de su padre a dibujar mientras él cerraba algun trato. Luego llegaba la bronca por haber derramado tinta o haberse manchado el vestido. ¿Cuándo empezó a ser todo tan frío? posiblmente cuando empezó a ser consciente de que sería una mujer especial algun día.
Entró en el camarote y apoyó la espalda contra la puerta cerrada, se quitó la cinta que recogia su pelo y la lanzó sobre la mesa respirando hondamente para ahuyentar el escozor de los ojos. Colgó la casaca en el gancho y se sirvió un vaso de ron de caña que le supo amargo, se apoyó en una viga mirando por el ventanal de popa observando la fina lluvia cayendo sobre el agua formando pequeños círculos que morían en la superficie agitada del mar. No había horizonte claro, éste moría en el gris del día. Eso acababa de ser una despedida en toda regla.
En poco menos de tres semanas se celebraría la Navidad, probablemente su padre y su madre cenasen solos en su enorme casa de Wessex ya que sus hermanos estaban casados y con toda probabilidad acudiesen a la casa familiar de sus esposas. No pudo evitar una sonrisa al pensar en la carita de Sirius abriendo un regalo, a Orn ingeniándoselas para comer más pastel junto a Fio y a Valeska dando vueltas con su vestido nuevo. Era allí donde quería estar, justo allí. Sacó la brújula estropeada y la mantuvo entre las manos mientras apuntaba al noreste, hacia Akershus. Apostaba media mano a que no decoraban árboles de Navidad ni cocinaban galletas de jengibre, tan tradicionales en Gran Bretaña. Pues ese año lo harían, aunque tuviera que plantar el árbol en su barco y decirle al señor Berg, el cocinero, que aprendiese la receta británica.
La brújula comenzó a girar despacio señalando justo a su espalda. Frunció levemente el ceño y se volteó para ver cómo se abria la puerta y aparecía Höor por ella. Esbozó media sonrisa y miró de nuevo la brújula, ese invento endemoniado era condenadamente certero.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: God save the Queen (Privado)
Con los documentos en la mano y una media sonrisa me adentré en el camarote de Dani.
Esta con una copa de ron recién servida y la brújula en su diestra se giró nada mas escuchar la puerta.
-Bueno Dani, creo que ya tienes tu flota en marcha, aseguré orillándome contra su cuerpo para tomar la copa y cogerla para darle un trago.
-Gracias, estaba sediento -apunté con picarda pasando de largo pero sin devolverle el licor.
Apoyé mi trasero en la mesa de su despacho mientras daba sorbos al vaso.
Estiré la mano en su dirección para ofrecerle los papeles, esta clavó sus ojos en los míos como si supiera que andaba juguetón y no erró cuando intentó tomarlos llevé mi mano hacia atrás quebrando su mano.
Me reí cuando esta enarcó una ceja.
-Vamos Dani, no todos los días se consigue una flota de barcos teniendo en cuenta que somos unos rebeldes, así que ¡y si lo celebramos? -pregunté apurando la copa después -estamos en tu hogar, enséñame un poco esto, cenemos, bebamos... -alcé la mano a modo de juramento -prometo portarme como un caballero.
Fue el modo que tuve de decirle que nada pasaría entre nosotros.
-Ademas si vuelvo a Akershus sin un vestido de esos ingleses para Valeska su ira se oirá durante días en todo el castillo.
Puse cara de pena suplicante mientras me acercaba a ella haciéndole carantoñas, a mi hija le funcionaba, pero al parecer no a mi porque esta me dio un empujón riéndose.
-Bueno, te recojo a las 10 -dije finalmente besando su frente, dejando el vaso vació en su mano y los papeles en su diestra-ponte guapa -apunté guiñándole un ojo antes de salir de su camarote con un sonrisa.
Estaba contento, habíamos conseguido que las cosas salieran como queríamos, creo que los dos habíamos hecho un buen trabajo y merecíamos celebrarlo, ademas quería comprarles algunos regalos a los críos y a mis sobrino Bröok y al que venia de camino, así que..no pasaría nada si Dani me concedía una noche
Esta con una copa de ron recién servida y la brújula en su diestra se giró nada mas escuchar la puerta.
-Bueno Dani, creo que ya tienes tu flota en marcha, aseguré orillándome contra su cuerpo para tomar la copa y cogerla para darle un trago.
-Gracias, estaba sediento -apunté con picarda pasando de largo pero sin devolverle el licor.
Apoyé mi trasero en la mesa de su despacho mientras daba sorbos al vaso.
Estiré la mano en su dirección para ofrecerle los papeles, esta clavó sus ojos en los míos como si supiera que andaba juguetón y no erró cuando intentó tomarlos llevé mi mano hacia atrás quebrando su mano.
Me reí cuando esta enarcó una ceja.
-Vamos Dani, no todos los días se consigue una flota de barcos teniendo en cuenta que somos unos rebeldes, así que ¡y si lo celebramos? -pregunté apurando la copa después -estamos en tu hogar, enséñame un poco esto, cenemos, bebamos... -alcé la mano a modo de juramento -prometo portarme como un caballero.
Fue el modo que tuve de decirle que nada pasaría entre nosotros.
-Ademas si vuelvo a Akershus sin un vestido de esos ingleses para Valeska su ira se oirá durante días en todo el castillo.
Puse cara de pena suplicante mientras me acercaba a ella haciéndole carantoñas, a mi hija le funcionaba, pero al parecer no a mi porque esta me dio un empujón riéndose.
-Bueno, te recojo a las 10 -dije finalmente besando su frente, dejando el vaso vació en su mano y los papeles en su diestra-ponte guapa -apunté guiñándole un ojo antes de salir de su camarote con un sonrisa.
Estaba contento, habíamos conseguido que las cosas salieran como queríamos, creo que los dos habíamos hecho un buen trabajo y merecíamos celebrarlo, ademas quería comprarles algunos regalos a los críos y a mis sobrino Bröok y al que venia de camino, así que..no pasaría nada si Dani me concedía una noche
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Re: God save the Queen (Privado)
Siempre se había sentido una rebelde, una apátrida, una renegada de la familia y sus tradiciones; pero se sentía tan bien con la adrenalina de la rebeldía corriendo por la venas... Ahora simplemente sentía el vacío de lo que debería estar ahí y no estaba. Ese "hogar", esa "familia", esa "patria". Acababa de decirle adiós definitivamente a la que había sido la suya aunque fuera lejana, pero ahora tenía otra, así lo marcaba su brújula. Tenía otra familia, una que le venía a la mente cuando pensaba en Navidad o cuando miraba la lluvia deslizarse suavemente por los cristales emplomados de la Reina Ana.
Höor tenía razón, era el momento de celebrar ese triunfo, el comienzo de una nueva etapa para los rebeldes; para ella era como el renacer del fénix. Le sacudió un puñetazo cuando se puso a hacer el idiota para hacerla reir, pero lo consiguió, acabó soltando una carcajada y guardando los papeles.
— Pues sé puntual!! que aún soy inglesa para algunas cosas.
Se había negado a ponerse un vestido para ir a ver a su padre y a la mismísima Reina, pero no porque no tuviera, sino porque no consideraba que ese atuendo la representase. Sacó un baul de debajo de la cama y abrió el cerrojo que estaba cerrado con llave extrayendo un vestido de color champán con encajes negros y cuello de barco. Höor no era su padre ni la Reina, él ya sabía quien era la pirata, mejor que la mayoría y no se podía decir que eso fuera una cuestión sencilla o cómoda. Habían discutido con fiereza en múltiples ocasiones, pero ahora mismo era el norte en su brújula. Sólo por eso merecía el esfuerzo.
Ponerse la ropa con corsé incluido fue incómodo, pero lo más complicado fue resolver el tema del pelo, no lo tenía lo suficientemente largo para recogerselo en graciosos bucles así que sencillamente se lo retiró de la cara con sendos pasadores y escondió los callos de sus manos curtidas entre maromas, acero y pólvora dentro de unos guantes de encaje negro. Como no podía ser de otro modo, sobre su pecho descansó una perla negra solitaria y acabó el atuendo con unas gotas de perfume que tenía notas de flores y bergamota calabresa.
Como había prometido, a las diez estaba esperando frente a la pasarela. Descendió con cuidado y la espalda erguida, que no acostumbrase a vestirse como una dama no significaba que llegado el momento no lo fuera. Tomó el brazo de Höor, el conde estaba dispuesto a pasar la noche por ahi.
— Yo también quiero hacer unas compras, pero los comercios acostumbran a cerrar temprano, así que tendremos que dejarlo para mañana. ¿Me invitas a cenar? podemos ir a un restaurante que creo que te gustará.
Frente a la playa de rocas donde rompían las olas con parsimonia había un espigón, un brazo que se adentraba en el mar, cubierto de una construcción de madera y cristales que formaba parte de un local que servía mariscos y carnes. Les cerraron ese cenador para ambos, solos frente al océano y las luces de las velas. Varias botellas frías de vino y champán esperaban ser descorchadas en sus cubiteras. Llenaron sendas copas y Danielle levantó la suya mirando con sus enormes faroles azules los ojos pícaros del hombre sin la armadura que tenía en frente.
— ¡Por la flota de Akershus! Por la Venganza de la Reina Ana, el Inferno y el Avenger. Con esos tres barcos comenzaremos a escribir una nueva página en las crónicas de los Cannif. Salud.— chocaron copas y bebieron.— Y por el hombre que lo mantiene todo en pie. Tú. Porque a partir de ahora yo inflaré tus velas y tú serás mi ancla.
Cuando lo dijo no había resignación al reconocer que se estaba enclando a algo, a alguien. Era muy consciente de lo que estaba haciendo y por primera vez no le asustaba, se iban deshaciendo los nudos que la lastraban y aunque llevaba tiempo sintiéndose a gusto en Akershus ahora es cuando realmente lo sentía como ese refugio al que regresar, ese hogar desde el que ver una nevada navideña al calor de una chimenea.
Höor tenía razón, era el momento de celebrar ese triunfo, el comienzo de una nueva etapa para los rebeldes; para ella era como el renacer del fénix. Le sacudió un puñetazo cuando se puso a hacer el idiota para hacerla reir, pero lo consiguió, acabó soltando una carcajada y guardando los papeles.
— Pues sé puntual!! que aún soy inglesa para algunas cosas.
Se había negado a ponerse un vestido para ir a ver a su padre y a la mismísima Reina, pero no porque no tuviera, sino porque no consideraba que ese atuendo la representase. Sacó un baul de debajo de la cama y abrió el cerrojo que estaba cerrado con llave extrayendo un vestido de color champán con encajes negros y cuello de barco. Höor no era su padre ni la Reina, él ya sabía quien era la pirata, mejor que la mayoría y no se podía decir que eso fuera una cuestión sencilla o cómoda. Habían discutido con fiereza en múltiples ocasiones, pero ahora mismo era el norte en su brújula. Sólo por eso merecía el esfuerzo.
Ponerse la ropa con corsé incluido fue incómodo, pero lo más complicado fue resolver el tema del pelo, no lo tenía lo suficientemente largo para recogerselo en graciosos bucles así que sencillamente se lo retiró de la cara con sendos pasadores y escondió los callos de sus manos curtidas entre maromas, acero y pólvora dentro de unos guantes de encaje negro. Como no podía ser de otro modo, sobre su pecho descansó una perla negra solitaria y acabó el atuendo con unas gotas de perfume que tenía notas de flores y bergamota calabresa.
Como había prometido, a las diez estaba esperando frente a la pasarela. Descendió con cuidado y la espalda erguida, que no acostumbrase a vestirse como una dama no significaba que llegado el momento no lo fuera. Tomó el brazo de Höor, el conde estaba dispuesto a pasar la noche por ahi.
— Yo también quiero hacer unas compras, pero los comercios acostumbran a cerrar temprano, así que tendremos que dejarlo para mañana. ¿Me invitas a cenar? podemos ir a un restaurante que creo que te gustará.
Frente a la playa de rocas donde rompían las olas con parsimonia había un espigón, un brazo que se adentraba en el mar, cubierto de una construcción de madera y cristales que formaba parte de un local que servía mariscos y carnes. Les cerraron ese cenador para ambos, solos frente al océano y las luces de las velas. Varias botellas frías de vino y champán esperaban ser descorchadas en sus cubiteras. Llenaron sendas copas y Danielle levantó la suya mirando con sus enormes faroles azules los ojos pícaros del hombre sin la armadura que tenía en frente.
— ¡Por la flota de Akershus! Por la Venganza de la Reina Ana, el Inferno y el Avenger. Con esos tres barcos comenzaremos a escribir una nueva página en las crónicas de los Cannif. Salud.— chocaron copas y bebieron.— Y por el hombre que lo mantiene todo en pie. Tú. Porque a partir de ahora yo inflaré tus velas y tú serás mi ancla.
Cuando lo dijo no había resignación al reconocer que se estaba enclando a algo, a alguien. Era muy consciente de lo que estaba haciendo y por primera vez no le asustaba, se iban deshaciendo los nudos que la lastraban y aunque llevaba tiempo sintiéndose a gusto en Akershus ahora es cuando realmente lo sentía como ese refugio al que regresar, ese hogar desde el que ver una nevada navideña al calor de una chimenea.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: God save the Queen (Privado)
Frente al espejo coloqué el corbatin en su sitio, hacia tiempo que no usaba uno de esos trajes, supongo que enfrascado en la batalla, la armadura se había trasformado en mi vestimenta del día a día.
Me lo había llevado para acudir a la coronación de la reina, así que supongo que era una buena elección para una noche de celebración junto a la pirata.
Abroché el chaleco en tonos claros, dibujada en bordados elegantes. Sobre esta una casaca negra con botones de oro, omití el bastón y el sombrero de copa, sinceramente ya iba demasiado elegante en mi opinión.
Así ascendí hasta cubierta con la puntualidad de un ingles y el orgullo de un norteño como bandera, esperé no en exceso la llegada de Dani.
Mi boca se abrió ligeramente al verla con aquel vestido, el corseé ajustaba su cintura creando la deliciosa forma de una avispa.
-Estas preciosa -dije con sinceridad tendiéndole el brazo para que lo tomara, gesto que nunca entre nosotros fue necesario.
Ambos eramos bárbaro y pirata, las formalidades entre ambos siempre sobraban.
Dani me llevó a un sitio sinceramente que creo la representaba a la perfección, con el océano como testigo, unas botellas frías para nosotros y un buen pescado y marisco servido. Las velas eran el fuego de las fraguas del norte y pronto allí nos sentimos en casa.
Reíamos, conversamos como si por una noche pudiéramos dejar atrás nuestros fantasmas.
Alcé la copa brindando por sus palabras, aunque yo seguía sintiendo vértigo cuando me asomaba por el precipicio, no estaba preparado para lo que supondría algo distinto o quizás necesitaba que alguien me empujara sin mas.
Fuere como fuere allí estábamos los dos, brindando por los nuevos proyectos que estaban por llegar.
-Por un norte libre -dije alzando de nuevo la copa.
Acaso no era ese mi sueño, supongo que ambos aspirábamos a demasiado y no teníamos la costumbre de rendirnos jamas.
Los acordes de la orquesta empezaron a sonar, extendí mi mano en su dirección para que la tomara.
-¿me concede este baile señorita? -pregunté con na picara sonrisa.
Por una noche podíamos ser simplemente libres, cuando el sol volviera a brillar ambos estaríamos llenos de obligaciones que solucionar.
Mi mano en su cintura, ligeramente bajando hasta el lugar donde la espalda pierde su nombre. Manos enlazadas, miradas fijas en la del otro y su mano sobre mi hombro.
-¿Preparada para volar?
Mi frase tenia muchos dobles sentidos, pues de aquí poco volaría sola con una flota que gobernar y quizás también porque por hoy podríamos volar junto al otro, aunque mañana de nuevo tocáramos tierra firme.
Me lo había llevado para acudir a la coronación de la reina, así que supongo que era una buena elección para una noche de celebración junto a la pirata.
Abroché el chaleco en tonos claros, dibujada en bordados elegantes. Sobre esta una casaca negra con botones de oro, omití el bastón y el sombrero de copa, sinceramente ya iba demasiado elegante en mi opinión.
Así ascendí hasta cubierta con la puntualidad de un ingles y el orgullo de un norteño como bandera, esperé no en exceso la llegada de Dani.
Mi boca se abrió ligeramente al verla con aquel vestido, el corseé ajustaba su cintura creando la deliciosa forma de una avispa.
-Estas preciosa -dije con sinceridad tendiéndole el brazo para que lo tomara, gesto que nunca entre nosotros fue necesario.
Ambos eramos bárbaro y pirata, las formalidades entre ambos siempre sobraban.
Dani me llevó a un sitio sinceramente que creo la representaba a la perfección, con el océano como testigo, unas botellas frías para nosotros y un buen pescado y marisco servido. Las velas eran el fuego de las fraguas del norte y pronto allí nos sentimos en casa.
Reíamos, conversamos como si por una noche pudiéramos dejar atrás nuestros fantasmas.
Alcé la copa brindando por sus palabras, aunque yo seguía sintiendo vértigo cuando me asomaba por el precipicio, no estaba preparado para lo que supondría algo distinto o quizás necesitaba que alguien me empujara sin mas.
Fuere como fuere allí estábamos los dos, brindando por los nuevos proyectos que estaban por llegar.
-Por un norte libre -dije alzando de nuevo la copa.
Acaso no era ese mi sueño, supongo que ambos aspirábamos a demasiado y no teníamos la costumbre de rendirnos jamas.
Los acordes de la orquesta empezaron a sonar, extendí mi mano en su dirección para que la tomara.
-¿me concede este baile señorita? -pregunté con na picara sonrisa.
Por una noche podíamos ser simplemente libres, cuando el sol volviera a brillar ambos estaríamos llenos de obligaciones que solucionar.
Mi mano en su cintura, ligeramente bajando hasta el lugar donde la espalda pierde su nombre. Manos enlazadas, miradas fijas en la del otro y su mano sobre mi hombro.
-¿Preparada para volar?
Mi frase tenia muchos dobles sentidos, pues de aquí poco volaría sola con una flota que gobernar y quizás también porque por hoy podríamos volar junto al otro, aunque mañana de nuevo tocáramos tierra firme.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: God save the Queen (Privado)
— Ya sabes que prefiero nadar, pero si tú saltas, yo salto.— ambos hablaban con doble sentido, pero se entendían en lo que querían decir. Estaría ahí, aunque los vientos no fueran favorables. Sabía que Höor contaba con sus amigos, con Ulf, Atharal, Lund y Khayla, pero ella entendía algo que ellos no: lo que era ser el jefe, la soledad que comportaba el poder y la enorme responsabilidad que era. Simplemente estaría allí, para apoyarlo en lo que necesitase, aunque no dudaba que entrarían en desacuerdos muchas veces más. Muchos muros habían caído en esas horas, de la misma forma que cayeron en la Atalaya, pero como siempre, parecían acercarse y alejarse como la marea.
La suave música de violín destacaba sobre el resto de instrumentos e inundaba el cenador, apartado del resto del salón y comensales que se habían levantado para bailar pegados. Ellos tenían su propia burbuja frente al mar donde ese baile bajo el manto oscuro de la noche parecía llevarse por un rato las preocupaciones y las cosas que pesaban en el alma. La melodía tenía un punto melancólico pero a su vez creaba ese ambiente íntimo allí en el que los ojos y los silencios decían más que las palabras.
A la manos entrelazadas les seguía el resto del cuerpo, el aroma del otro envolviendo a cada uno; la música no invitaba a dar vueltas ni a danzar como en las tabernas, los empujaba a balancearse suavemente contra el otro recordándoles el milagro de estar vivos a pesar de sus provocaciones al destino. Recortó la distancia, que no era mucha, entre sus encajes y la casaca de él, apoyando la cabeza en su hombro y soltando el aire despacio; era reconfortante estar así sin pensar en nada más, tan sólo la música, el sonido de las olas al romper y la lluvia golpeando suavemente los cristales. Un momento de regalo para ellos, para quienes vivían sepultados bajo el título de Conde o Capitán.
La suave música de violín destacaba sobre el resto de instrumentos e inundaba el cenador, apartado del resto del salón y comensales que se habían levantado para bailar pegados. Ellos tenían su propia burbuja frente al mar donde ese baile bajo el manto oscuro de la noche parecía llevarse por un rato las preocupaciones y las cosas que pesaban en el alma. La melodía tenía un punto melancólico pero a su vez creaba ese ambiente íntimo allí en el que los ojos y los silencios decían más que las palabras.
- Nuvole bianche:
A la manos entrelazadas les seguía el resto del cuerpo, el aroma del otro envolviendo a cada uno; la música no invitaba a dar vueltas ni a danzar como en las tabernas, los empujaba a balancearse suavemente contra el otro recordándoles el milagro de estar vivos a pesar de sus provocaciones al destino. Recortó la distancia, que no era mucha, entre sus encajes y la casaca de él, apoyando la cabeza en su hombro y soltando el aire despacio; era reconfortante estar así sin pensar en nada más, tan sólo la música, el sonido de las olas al romper y la lluvia golpeando suavemente los cristales. Un momento de regalo para ellos, para quienes vivían sepultados bajo el título de Conde o Capitán.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: God save the Queen (Privado)
La música invitaba a moverse despacio, como las olas de ese mar calmo al que Dani pertenecía, siempre seriamos elementos distintos, yo era fuego, el de las fraguas del norte, ella por contra era agua, viento, ese que empujaba sus velas y la inflaba de libertad. Yo era ancla, mi lugar estaba sentenciado en el norte, Akershus era mi ideal de que las cosas podían funcionar, es por eso por lo que sabia que no podría nunca aceptar propuestas de matrimonio que me llevaran lejos de mi hogar, me sentiría fuera de lugar.
Yo siempre seria el hombre adecuado pero el rebelde equivocado.
Ladeé la sonrisa cuando su cabeza se apoyó en mi pecho, cerré los ojos posando mis labios en su pelo, aquel instante era nuestro, apenas nos movíamos, solo nos mecíamos disfrutando de ese instante en el que el olor de uno y otro se entremezclaba cálido, en el que nuestros cuerpo habían acortado tanto la distancia que ni una brizna de aire entre su vestido y mi casaca pasaría.
Elevó la mirada y con ella su rostro, escasa la distancia entre nuestros rostro, el vaho blanquecino se enredó como la hiedra frente nuestros labios, entre esa bruma mi mirada se posó en sus dos entreabiertos pétalos.
Me relamí, mis ganas eran plausibles, también mis miedos.
Nunca dudaría en acudir a una gesta, a luchar a vida o muerte acero en mano, pero ahora, un acto tan simple implicaba para mi lanzarme al vació en caída libre.
Mis sentimientos por Dani estaban ahí, negarlo era mentirme a mi mismo, pero dejarme llevar por ellos implicaría una gesta en la que no sabia si saldría vencedor o vencido, una que podía causarme heridas que no siempre cicatrizan.
Mi corazón ya estaba muy dañado, roto ciertamente ¿y si Dani lo despedazaba?
Mientras pensaba mi rostro se había acercado al suyo, la magia nos envolvía frente a aquel océano inmenso que nos convirtió en únicos, casi un roce bastó para entender que si terminaba aquello me esperaba Hel, miedo, sentí miedo, miedo a no vencer, a perder y a no tenerme después en pie y en ese instante me aparté.
Un guerrero vencido por una mujer, ladeé la sonrisa por las ironías del destino, y disimulé.
Mi dedo señalo el inmenso firmamento.
-Hoy Orion brilla con fuerza-aseguré -es la constelación del cazador, del guerrero. Seguro que apoya nuestro proyecto.
Gracias por implicarte con Akershus, por anclarte a ella para ayudar a esa gente que nos necesita a los dos.
Yo siempre seria el hombre adecuado pero el rebelde equivocado.
Ladeé la sonrisa cuando su cabeza se apoyó en mi pecho, cerré los ojos posando mis labios en su pelo, aquel instante era nuestro, apenas nos movíamos, solo nos mecíamos disfrutando de ese instante en el que el olor de uno y otro se entremezclaba cálido, en el que nuestros cuerpo habían acortado tanto la distancia que ni una brizna de aire entre su vestido y mi casaca pasaría.
Elevó la mirada y con ella su rostro, escasa la distancia entre nuestros rostro, el vaho blanquecino se enredó como la hiedra frente nuestros labios, entre esa bruma mi mirada se posó en sus dos entreabiertos pétalos.
Me relamí, mis ganas eran plausibles, también mis miedos.
Nunca dudaría en acudir a una gesta, a luchar a vida o muerte acero en mano, pero ahora, un acto tan simple implicaba para mi lanzarme al vació en caída libre.
Mis sentimientos por Dani estaban ahí, negarlo era mentirme a mi mismo, pero dejarme llevar por ellos implicaría una gesta en la que no sabia si saldría vencedor o vencido, una que podía causarme heridas que no siempre cicatrizan.
Mi corazón ya estaba muy dañado, roto ciertamente ¿y si Dani lo despedazaba?
Mientras pensaba mi rostro se había acercado al suyo, la magia nos envolvía frente a aquel océano inmenso que nos convirtió en únicos, casi un roce bastó para entender que si terminaba aquello me esperaba Hel, miedo, sentí miedo, miedo a no vencer, a perder y a no tenerme después en pie y en ese instante me aparté.
Un guerrero vencido por una mujer, ladeé la sonrisa por las ironías del destino, y disimulé.
Mi dedo señalo el inmenso firmamento.
-Hoy Orion brilla con fuerza-aseguré -es la constelación del cazador, del guerrero. Seguro que apoya nuestro proyecto.
Gracias por implicarte con Akershus, por anclarte a ella para ayudar a esa gente que nos necesita a los dos.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: God save the Queen (Privado)
Habían tenido momentos intensos, pero ése sin duda había sido realmente esclarecedor. Al parecer él había sido la playa y ella la marea que se acercaba y se retiraba dejando su marca sobre la arena; pero esta vez era al contrario. Höor huía, se retiraba. ¿Acaso podía culparlo? Ella había tenido sus propios miedos y fantasmas que enfrentar y a él le tocaría hacerlo en algún momento, pero no sería ese. El mar podía estar calmo o enfurecido, pero siempre permanecía, inmenso, eterno. Si algo había aprendido a bordo era la paciencia. Por mucho que uno corriese, si el mar no ayudaba, no había nada que hacer, tenía su propio ritmo y Höor tenía el suyo. Necesitaba tiempo para enfrentarse a sus monstruos y vencerlos.
Elevó los ojos hacia el cielo, conocía las estrellas como buena navegante y era cierto que Orión brillaba con fuerza, pero a nivel personal le tenía más cariño a Sirio, en la constelación del Can Mayor, por razones obvias. Inspiró hondo, podría decirle muchas cosas, cosas que él ya sabía, como que iba a quedarse en Akershus, que ya lo había pensado incluso antes de que le propusiera esta nueva aventura, y que estaría allí cuando las mareas no fueran buenas, porque a veces bastaba con estar ahí cuando el mundo parece demasiado pesado o incierto. Pero no era necesario, todas esas palabras flotaban en el aire, quizás ese fuera el error, no decirlas, darlas por sabidas aunque así fuera, callarse las verdades por no romper esa incipiente magia entre ambos. Pero alguien tenía que hacerlo o acabaría por largarse y se rompería el momento. No echaría sal sobre las heridas de Höor, así que se lo puso fácil.
— Tengo ganas de regresar a Akershus...para pedirle a la bruja su sartén y darte un sartenazo en toda la cabeza a ver si te arreglo...— Sonrió y clavó su mirada azul en la del conde.— Algun dia... te juro que lo haré, Cannif. Anda, tira, vámonos, que mañana hay que madrugar para hacer compras y largarnos de aquí a toda vela.
Cuando se quedó a solas en su camarote se quitó el vestido; en cualquier otra ocasión lo hubiera lanzado dentro del baúl de cualquier forma, pero la melodía todavía sonaba en su cabeza rememorándole ese momento, ya lejano, como un suspiro lanzado al viento. Lo apretó contra su pecho inspirando su olor, todavía olía a él. Orión seguía guiñándole el ojo con su brillo a través de los cristales, el guerrero era inalcanzable. Dobló el vestido y lo encerró bajo llave en el baúl antes de calzarse la camisa de dormir, que en ocasiones era su camisa de trabajo porque la despertaban de madrugada por cualquier cosa. Se quedó un rato contemplando el brillo de las estrellas pero de nada servía darle vueltas a las cosas. Amanacería y sería otra página en blanco para escribir, y así debía ser.
Se despertó pronto y decidió ir a la ciudad a por algo en concreto que prefería que Höor no supiera, le dejó recado al contramaestre que le dijera al conde que lo esperaba para desayunar en un local del puerto a las nueve. Mientras tenía una taza de té en las manos y un bollo enorme en el plato, lo vio aparecer con signos visibles de no haber dormido mucho, podía hacerse una idea de por qué, pero a esas alturas las noches de insomnio eran algo común en aquellos que portaban las cargas a la espalda.
— Buenos días. Sé el lugar perfecto para comprarle el vestido a Valeska, aunque yo quiero regalarle un juego de porcelana de té inglés ¿qué opinas? y he pensado que a Orn y a Fio les vendría bien una nueva silla de montar, las de aquí tienen mucha fama. Y para Sirius...no sé si te parecerá bien que le lleve esto...— le alargó un panfleto de una tienda de aparejos navales donde venía dibujado un pequeño telescopio.
Elevó los ojos hacia el cielo, conocía las estrellas como buena navegante y era cierto que Orión brillaba con fuerza, pero a nivel personal le tenía más cariño a Sirio, en la constelación del Can Mayor, por razones obvias. Inspiró hondo, podría decirle muchas cosas, cosas que él ya sabía, como que iba a quedarse en Akershus, que ya lo había pensado incluso antes de que le propusiera esta nueva aventura, y que estaría allí cuando las mareas no fueran buenas, porque a veces bastaba con estar ahí cuando el mundo parece demasiado pesado o incierto. Pero no era necesario, todas esas palabras flotaban en el aire, quizás ese fuera el error, no decirlas, darlas por sabidas aunque así fuera, callarse las verdades por no romper esa incipiente magia entre ambos. Pero alguien tenía que hacerlo o acabaría por largarse y se rompería el momento. No echaría sal sobre las heridas de Höor, así que se lo puso fácil.
— Tengo ganas de regresar a Akershus...para pedirle a la bruja su sartén y darte un sartenazo en toda la cabeza a ver si te arreglo...— Sonrió y clavó su mirada azul en la del conde.— Algun dia... te juro que lo haré, Cannif. Anda, tira, vámonos, que mañana hay que madrugar para hacer compras y largarnos de aquí a toda vela.
Cuando se quedó a solas en su camarote se quitó el vestido; en cualquier otra ocasión lo hubiera lanzado dentro del baúl de cualquier forma, pero la melodía todavía sonaba en su cabeza rememorándole ese momento, ya lejano, como un suspiro lanzado al viento. Lo apretó contra su pecho inspirando su olor, todavía olía a él. Orión seguía guiñándole el ojo con su brillo a través de los cristales, el guerrero era inalcanzable. Dobló el vestido y lo encerró bajo llave en el baúl antes de calzarse la camisa de dormir, que en ocasiones era su camisa de trabajo porque la despertaban de madrugada por cualquier cosa. Se quedó un rato contemplando el brillo de las estrellas pero de nada servía darle vueltas a las cosas. Amanacería y sería otra página en blanco para escribir, y así debía ser.
Se despertó pronto y decidió ir a la ciudad a por algo en concreto que prefería que Höor no supiera, le dejó recado al contramaestre que le dijera al conde que lo esperaba para desayunar en un local del puerto a las nueve. Mientras tenía una taza de té en las manos y un bollo enorme en el plato, lo vio aparecer con signos visibles de no haber dormido mucho, podía hacerse una idea de por qué, pero a esas alturas las noches de insomnio eran algo común en aquellos que portaban las cargas a la espalda.
— Buenos días. Sé el lugar perfecto para comprarle el vestido a Valeska, aunque yo quiero regalarle un juego de porcelana de té inglés ¿qué opinas? y he pensado que a Orn y a Fio les vendría bien una nueva silla de montar, las de aquí tienen mucha fama. Y para Sirius...no sé si te parecerá bien que le lleve esto...— le alargó un panfleto de una tienda de aparejos navales donde venía dibujado un pequeño telescopio.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
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Re: God save the Queen (Privado)
Ladeé la sonrisa aun con los ojos fijos en el firmamento, quizás enfrentar sus inmensos océanos me resultara complicado en ese momento, así que allí permanecí, conservando las mismas estrellas que hubiera podido ver desde Akershus.
-Prohibiré las sartenes -apunté divertido -será mi primera orden nada mas pise tierras norteñas.
Ambos nos echamos a reír rompiendo así la magia del instante vivido y simplemente volviendo a ser los eternos amigos que nunca daban un paso adelante por cobardía o quizás porque de hacerlo podíamos perder demasiado.
Una vez en el camarote, me serví un buen vaso de ron, adormecer el recuerdo de su cercanía era lo único sabio que se me ocurría en ese instante. Mi ropa olía a ella, aun sentía el candor de su respiración en mi boca y de forma instintiva me relamí los labios sintiendo el sabor de aquel efímero roce que no debía volver a producirse.
Las cosas nos iban así bien ¿por que complicarlas? Funcionábamos como equipo, Akershus nos necesitaba...era mejor así, me autoconvencí.
Ella tenia el poder de empujarme al mas oscuro de los abismos ¿y si lejos de sostenerme simplemente me soltaba y caía en picado?
Negué con la cabeza dando un profundo trago,
No se puede decir que dormí bien aquella noche y no fue porque me faltara alcohol corriendo por mis venas, pero a la mañana siguiente todo era capaz de verlo con mas perspectiva.
Bajé a desayunar con Dani, ladeé la sonrisa cuando esta elevó la mirada para mirarme.
-Ahórrate los comentarios sobre mi aspecto, decidí acabar la celebración yo solo -apunté divertido -dejándome caer en la silla y dando un sorbo del café.
Escuché mientras cogía un bollo lo que pensaba llevarles a los niños, en esencia me parecía perfecto, mas cuando vi el telescopio pintado en el panfleto, no pude evitar que mi mirada resplandeciera como si fuera la del mismo Sirius.
-Esto le va a gustar mucho, ya lo conoces, siempre anda mirando las estrellas.
Apuré la taza de café poniéndome en pie.
-Vamos a por esos regalos. Podemos empezar por las sillas, los dos son buenos jinetes, así que de seguro van a apreciarlo.
Lo del vestido te lo dejo a ti -puse cara de no tener ni puta idea de eso -su madre seguro acertaría en la elección, si fuera por mi le llevaría unos buenos pantalones de monta y unas botas altas.
Íbamos riéndonos, hablando de todo y de nada, la mañana fue pasando relativamente rápida.
Pedimos que llevaran las sillas de monta al Reina Ana y continuamos caminando hacia las calles mas concurridas de Londres donde las boutiques abundaban.
Yo ya había desconectado tras observar cuatro o cinco escaparates, Dani se reía de mi, ciertamente mi aspecto no era precisamente el de esos hombres que acompañaban a las damas de alta alcurnia a comprarse nuevos modelos para las fiestas de la mas alta sociedad.
-Prohibiré las sartenes -apunté divertido -será mi primera orden nada mas pise tierras norteñas.
Ambos nos echamos a reír rompiendo así la magia del instante vivido y simplemente volviendo a ser los eternos amigos que nunca daban un paso adelante por cobardía o quizás porque de hacerlo podíamos perder demasiado.
Una vez en el camarote, me serví un buen vaso de ron, adormecer el recuerdo de su cercanía era lo único sabio que se me ocurría en ese instante. Mi ropa olía a ella, aun sentía el candor de su respiración en mi boca y de forma instintiva me relamí los labios sintiendo el sabor de aquel efímero roce que no debía volver a producirse.
Las cosas nos iban así bien ¿por que complicarlas? Funcionábamos como equipo, Akershus nos necesitaba...era mejor así, me autoconvencí.
Ella tenia el poder de empujarme al mas oscuro de los abismos ¿y si lejos de sostenerme simplemente me soltaba y caía en picado?
Negué con la cabeza dando un profundo trago,
No se puede decir que dormí bien aquella noche y no fue porque me faltara alcohol corriendo por mis venas, pero a la mañana siguiente todo era capaz de verlo con mas perspectiva.
Bajé a desayunar con Dani, ladeé la sonrisa cuando esta elevó la mirada para mirarme.
-Ahórrate los comentarios sobre mi aspecto, decidí acabar la celebración yo solo -apunté divertido -dejándome caer en la silla y dando un sorbo del café.
Escuché mientras cogía un bollo lo que pensaba llevarles a los niños, en esencia me parecía perfecto, mas cuando vi el telescopio pintado en el panfleto, no pude evitar que mi mirada resplandeciera como si fuera la del mismo Sirius.
-Esto le va a gustar mucho, ya lo conoces, siempre anda mirando las estrellas.
Apuré la taza de café poniéndome en pie.
-Vamos a por esos regalos. Podemos empezar por las sillas, los dos son buenos jinetes, así que de seguro van a apreciarlo.
Lo del vestido te lo dejo a ti -puse cara de no tener ni puta idea de eso -su madre seguro acertaría en la elección, si fuera por mi le llevaría unos buenos pantalones de monta y unas botas altas.
Íbamos riéndonos, hablando de todo y de nada, la mañana fue pasando relativamente rápida.
Pedimos que llevaran las sillas de monta al Reina Ana y continuamos caminando hacia las calles mas concurridas de Londres donde las boutiques abundaban.
Yo ya había desconectado tras observar cuatro o cinco escaparates, Dani se reía de mi, ciertamente mi aspecto no era precisamente el de esos hombres que acompañaban a las damas de alta alcurnia a comprarse nuevos modelos para las fiestas de la mas alta sociedad.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
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Re: God save the Queen (Privado)
Se detuvo delante de una hojalatería y le señaló divertida las ollas y sartenes.
— ¿Un regalo para tu "cuñada" la bruja? seguro que Ulf te maldice durante al menos un par de horas.
Se detuvieron en una sastrería infantil donde los vestidos no podían tener más volantes ni bordados, pero pensó que seguramente su madre conocería mejor el gusto de la niña, así que se decantó por un vestido de montería, de amazona inglesa, con falda de cuadros marrones, chaquetilla larga de color chocolate y blusa de encaje; a juego el sombrero y los guantes. Ya iba siendo hora de que aprendiese a montar, con estilo, si era necesario. Compraron también las sillas para Fio y Orn, algunos detalles para los bebés y pasaron después por la tienda naval a por el telescopio, de seguro que a Sirius le encantaría.
Al barco llegaron unas cuantas cajas cerradas con clavos cuyo contenido no desvelaría a Höor aún, y con todo hecho soltaron amarres y regresaron a la fortaleza. En unos meses regresarían con tripulantes para llevarse los tres barcos del astillero, eso iba a suponer más de seiscientas cabezas. Una nave de 74 cañones no solía llevar menos de 350 hombres a bordo, las otras dos, más ligeras entre 100 y 200. La travesía no tuvo el viento a favor, y tardaron un día más de lo esperado, pero llegaron a puerto más descansados, a bordo no habíua mucho más que hacer que sentarse y conversar, salir a cubierta y ayudar en algunos menesteres...pero teniendo en cuenta el ritmo de batallas que llevaba el conde, eso eran prácticamente vacaciones.
Atracaron en Akershus y descargaron las mercancías, pero la Reina Ana debía partir hacia un puerto danés a recoger un cargamento especial para las fiestas navideñas, la destilería de ron que había comprado, les enviaba los excedentes, pero el carguero que los llevaba atracaba a unas hora sde Akershus, así que partieron sin descanso.
En el puerto de Klitmøller se bajó a cerrar un par de tratos y de vuelta al barco pasó por el mercado de esclavos. Le llamó la atención que además de esclavos negros había unos cuantos blancos, entre ellos una niña de no más de 6 o 7 años. ¿Quién cojones tenía estómago para vender niñas? Bueno, Gunnarson, por ejemplo. Pero en este caso no era suya. Nadie pujaba por la pequeña hasta que un tipo de gesto torvo y boca podrida ofreció un precio irrisorio, se podñia ver en sus ojos que pensaba hacerle de todo y casi vomitó del asco. Ofreció una cantidad de plata similar a la que se ofrecía por un esclavo adulto y sano y el hombre la miró contrariado, pero Morgan no se arredró y se mantuvo en la puja hasta que el martillo sonó y le asignaron a la esclava. Le dieron un sucio papel donde ponia su pertenencia a Danielle y se la dieron sujeta por una cuerda del cuello.
Aquello era indignante, denigrante, atroz. Le sacó la cuerda de inmediato y le colocó su casaca por encima de los hombros, esa niña debía estar helada. La subió a bordo y reunió a toda la tripulación informándoles que esa niña ahora era su protegida, que nadie le pondría la mano encima ni le daría órdenes. Le llevó a su camarote y le dio de comer y beber, debía estar hambrienta. Más tarde tomaría un baño y le compraría ropa, no tenía nada de su talla, en cuanto llegaran a Akershus lo gestionaría.
Hacía una semana que había comprado aquella esclava y la niña era realmente espabilada. En cuanto estuvo limpia y alimentada se adaptó perfectamente a la vida del barco, Danielle no la trataba a porrazos ni la obligaba a hacer faenas pesadas, sólo insistía en que aprendiese a leer y escribir y todo lo que fuera necesario saber en el barco, los nudos, las velas, los engranajes...para no ponerse en peligro ni causar problemas. Esa noche iría a cenar al castillo con el conde Cannif, Ulf y Giuliana, y decidió que era el momento de presentársela oficialmente. Ellos ya sabían lo que había hecho, pero aun no conocían a la pequeña.
— El conde Cannif tiene hijos y podrás quedarte con ellos un rato a jugar ¿de acuerdo? luego volveremos a la Reina Ana.
— ¿Y si no quieren jugar conmigo?
— Pues entonces es que todos estaréis muy tontos, porque podéis pasarlo muy bien juntos. ¿Lo intentarás?.— la niña asintió.— Bien! esa es mi chica. Vamos.
La niña no recordaba apenas lo que era jugar, en Akershus tenía que recuperar muchas de esas cosas perdidas. En el comedor pronto estarían los ruidosos niños Cannif y los Tollak, la nieve ya cubría las calles desde hacía unos días, así que las hogueras rugían en las chimeneas y la mesa estaba llena de manjares, o al menos eso le parecieron a Beth.
— ¿Un regalo para tu "cuñada" la bruja? seguro que Ulf te maldice durante al menos un par de horas.
Se detuvieron en una sastrería infantil donde los vestidos no podían tener más volantes ni bordados, pero pensó que seguramente su madre conocería mejor el gusto de la niña, así que se decantó por un vestido de montería, de amazona inglesa, con falda de cuadros marrones, chaquetilla larga de color chocolate y blusa de encaje; a juego el sombrero y los guantes. Ya iba siendo hora de que aprendiese a montar, con estilo, si era necesario. Compraron también las sillas para Fio y Orn, algunos detalles para los bebés y pasaron después por la tienda naval a por el telescopio, de seguro que a Sirius le encantaría.
Al barco llegaron unas cuantas cajas cerradas con clavos cuyo contenido no desvelaría a Höor aún, y con todo hecho soltaron amarres y regresaron a la fortaleza. En unos meses regresarían con tripulantes para llevarse los tres barcos del astillero, eso iba a suponer más de seiscientas cabezas. Una nave de 74 cañones no solía llevar menos de 350 hombres a bordo, las otras dos, más ligeras entre 100 y 200. La travesía no tuvo el viento a favor, y tardaron un día más de lo esperado, pero llegaron a puerto más descansados, a bordo no habíua mucho más que hacer que sentarse y conversar, salir a cubierta y ayudar en algunos menesteres...pero teniendo en cuenta el ritmo de batallas que llevaba el conde, eso eran prácticamente vacaciones.
Atracaron en Akershus y descargaron las mercancías, pero la Reina Ana debía partir hacia un puerto danés a recoger un cargamento especial para las fiestas navideñas, la destilería de ron que había comprado, les enviaba los excedentes, pero el carguero que los llevaba atracaba a unas hora sde Akershus, así que partieron sin descanso.
En el puerto de Klitmøller se bajó a cerrar un par de tratos y de vuelta al barco pasó por el mercado de esclavos. Le llamó la atención que además de esclavos negros había unos cuantos blancos, entre ellos una niña de no más de 6 o 7 años. ¿Quién cojones tenía estómago para vender niñas? Bueno, Gunnarson, por ejemplo. Pero en este caso no era suya. Nadie pujaba por la pequeña hasta que un tipo de gesto torvo y boca podrida ofreció un precio irrisorio, se podñia ver en sus ojos que pensaba hacerle de todo y casi vomitó del asco. Ofreció una cantidad de plata similar a la que se ofrecía por un esclavo adulto y sano y el hombre la miró contrariado, pero Morgan no se arredró y se mantuvo en la puja hasta que el martillo sonó y le asignaron a la esclava. Le dieron un sucio papel donde ponia su pertenencia a Danielle y se la dieron sujeta por una cuerda del cuello.
Aquello era indignante, denigrante, atroz. Le sacó la cuerda de inmediato y le colocó su casaca por encima de los hombros, esa niña debía estar helada. La subió a bordo y reunió a toda la tripulación informándoles que esa niña ahora era su protegida, que nadie le pondría la mano encima ni le daría órdenes. Le llevó a su camarote y le dio de comer y beber, debía estar hambrienta. Más tarde tomaría un baño y le compraría ropa, no tenía nada de su talla, en cuanto llegaran a Akershus lo gestionaría.
* * * * *
Hacía una semana que había comprado aquella esclava y la niña era realmente espabilada. En cuanto estuvo limpia y alimentada se adaptó perfectamente a la vida del barco, Danielle no la trataba a porrazos ni la obligaba a hacer faenas pesadas, sólo insistía en que aprendiese a leer y escribir y todo lo que fuera necesario saber en el barco, los nudos, las velas, los engranajes...para no ponerse en peligro ni causar problemas. Esa noche iría a cenar al castillo con el conde Cannif, Ulf y Giuliana, y decidió que era el momento de presentársela oficialmente. Ellos ya sabían lo que había hecho, pero aun no conocían a la pequeña.
— El conde Cannif tiene hijos y podrás quedarte con ellos un rato a jugar ¿de acuerdo? luego volveremos a la Reina Ana.
— ¿Y si no quieren jugar conmigo?
— Pues entonces es que todos estaréis muy tontos, porque podéis pasarlo muy bien juntos. ¿Lo intentarás?.— la niña asintió.— Bien! esa es mi chica. Vamos.
La niña no recordaba apenas lo que era jugar, en Akershus tenía que recuperar muchas de esas cosas perdidas. En el comedor pronto estarían los ruidosos niños Cannif y los Tollak, la nieve ya cubría las calles desde hacía unos días, así que las hogueras rugían en las chimeneas y la mesa estaba llena de manjares, o al menos eso le parecieron a Beth.
Danielle Morgan- Humano Clase Media
- Mensajes : 245
Fecha de inscripción : 21/08/2017
Re: God save the Queen (Privado)
Ulf y yo habíamos pasado una semana fuera de Akershus, a las preocupaciones normales se le sumaba la desaparición de mi maestro. Ni una carta en meses, los cuervos sobrevolaban mi cabeza pues lo conocía lo suficiente como para saber que algo iba mal.
El invierno había llegado, la nieve dificultaba el paso por las montañas y mandar una pequeña horda a su poblado para recabar algún tipo de información sobre este era demasiado arriesgado para los hombres.
Me sentí tentado de emprender camino solo, mas Ulf me hizo desistir en el empeño, prometiéndome que pasados los días mas fríos, si no mejoraba el temporal el mismo se ofrecería a partir conmigo, pero que necesitaba descansar.
Por una vez lo escuche, ademas los rumores de que Skadi había vuelto a pisar tierras norteñas tomaba fuerza ¿sus intenciones? Las desconocía, pues tan fácil era que viniera a cobrarse su venganza como a apoyarme en esta rebelión contra Randulf, ese que un día la despojo de todo.
Fuere como fuere, la mesa estaba lista, así que intenté apartar de mi cabeza todas las preocupaciones, que no eran pocas y simplemente disfrutar de una noche en familia.
En el salón estaba Giuliana, su gestación avanzaba con una barriga incipiente donde posé mi mano.
-¿Como va mi sobrino? -pregunté guiñándole un ojo - ¿te has traído el menaje de cocina para cuando nos pasemos con el alcohol?
Ulf ya traía dos jarras bien llenas, lo que me hizo reír mientras la bruja negaba y él nos miraba con cara de no entender nada.
Bröok y Niels en la alfombra gateaban intentando dar caza a una pelota redonda que Orn se encargaba de moverles muerto de la risa porque Niels se encabronaba al no alcanzarla.
Dani entró en la sala, alcé la mirada encontrándome con sus océanos desde el viaje a Londres nos habíamos cruzado muy poco, pues ella emprendió camino hacia no se bien donde y yo con Ulf estuve por las aldeas una semana fuera.
Con su mano apoyada en el hombro de una jovencita entraba con su peculiar sonrisa.
Había oído rumores sobre que tenia una niña esclava que había comprado, pero la verdad, pensaba que Dani no era de esas que se ataba a nada y en parte eso también era un ancla.
Me acerqué a la cría agachándome a su altura.
-Buenas noches pequeña, soy Höor -señalé a Fio y Valeska que como de costumbre andaban enfrascadas en un juego en el que una era la princesa que sobre una silla que hacia de torreón esperaba ser rescatada y la otra, con la espada de madera intentaba vencer al dragón para salvarla -¿ por que no vas a jugar con ellas? Seguro que les vendrá bien alguien mas para jugar.
La niña parecía vergonzosa, no la culpaba los vikingos eramos demasiado ruidosos.
Me alcé cuando la niña me hizo caso quedando asi delante de Dani.
-¿Te ha entrado el instinto maternal? -bromeé dándole un puñetazo en el hombro incapaz de borrar mi sonria ladeada -anda vente, vamos a beber algo.
El invierno había llegado, la nieve dificultaba el paso por las montañas y mandar una pequeña horda a su poblado para recabar algún tipo de información sobre este era demasiado arriesgado para los hombres.
Me sentí tentado de emprender camino solo, mas Ulf me hizo desistir en el empeño, prometiéndome que pasados los días mas fríos, si no mejoraba el temporal el mismo se ofrecería a partir conmigo, pero que necesitaba descansar.
Por una vez lo escuche, ademas los rumores de que Skadi había vuelto a pisar tierras norteñas tomaba fuerza ¿sus intenciones? Las desconocía, pues tan fácil era que viniera a cobrarse su venganza como a apoyarme en esta rebelión contra Randulf, ese que un día la despojo de todo.
Fuere como fuere, la mesa estaba lista, así que intenté apartar de mi cabeza todas las preocupaciones, que no eran pocas y simplemente disfrutar de una noche en familia.
En el salón estaba Giuliana, su gestación avanzaba con una barriga incipiente donde posé mi mano.
-¿Como va mi sobrino? -pregunté guiñándole un ojo - ¿te has traído el menaje de cocina para cuando nos pasemos con el alcohol?
Ulf ya traía dos jarras bien llenas, lo que me hizo reír mientras la bruja negaba y él nos miraba con cara de no entender nada.
Bröok y Niels en la alfombra gateaban intentando dar caza a una pelota redonda que Orn se encargaba de moverles muerto de la risa porque Niels se encabronaba al no alcanzarla.
Dani entró en la sala, alcé la mirada encontrándome con sus océanos desde el viaje a Londres nos habíamos cruzado muy poco, pues ella emprendió camino hacia no se bien donde y yo con Ulf estuve por las aldeas una semana fuera.
Con su mano apoyada en el hombro de una jovencita entraba con su peculiar sonrisa.
Había oído rumores sobre que tenia una niña esclava que había comprado, pero la verdad, pensaba que Dani no era de esas que se ataba a nada y en parte eso también era un ancla.
Me acerqué a la cría agachándome a su altura.
-Buenas noches pequeña, soy Höor -señalé a Fio y Valeska que como de costumbre andaban enfrascadas en un juego en el que una era la princesa que sobre una silla que hacia de torreón esperaba ser rescatada y la otra, con la espada de madera intentaba vencer al dragón para salvarla -¿ por que no vas a jugar con ellas? Seguro que les vendrá bien alguien mas para jugar.
La niña parecía vergonzosa, no la culpaba los vikingos eramos demasiado ruidosos.
Me alcé cuando la niña me hizo caso quedando asi delante de Dani.
-¿Te ha entrado el instinto maternal? -bromeé dándole un puñetazo en el hombro incapaz de borrar mi sonria ladeada -anda vente, vamos a beber algo.
Höor Cannif- Realeza Neerlandesa
- Mensajes : 976
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Localización : el placentero infierno de tus piernas.
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