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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Edith D. Keergård Miér Dic 06, 2017 12:09 am

Por su aspecto nadie diría que se trataba de una artista medianamente respetable en su campo. De hecho, lo más probable es que pensaran que ni siquiera era una adulta. La ropa de trabajo le quedaba holgada, suelta por la zona de la cintura y larga en las extremidades, motivo por el que las llevaba remangadas. Además, el mono estaba repleto de gotas de pintura de diversos colores, incluso en zonas donde era poco probable que ésta alcanzara. Y es que sus métodos para obtener inspiración eran todo menos usuales. No es que ninguna de estas cosas le resultara particularmente molesta, o relevante siquiera. Parecer más joven de lo que que realmente era, le había venido sucediendo desde su adolescencia y, francamente, solía tomárselo como un halago. Eso significaría que cuando envejeciera seguiría pareciendo tener menos edad que la que tendría por ese entonces. ¿No era más bien eso una ventaja que un inconveniente? Lo otro, el hecho de que no se la tomaran muy enserio como artista, era algo que tampoco le incomodaba. De hecho, le divertía ver las expresiones contrariadas de aquellos que la subestimaban para luego toparse con la sorprendente realidad. Y es que, con su corta edad, sus logros eran muchos en el campo.

Cuando entró en el aula, repleta de alumnos de clase social claramente superior a la suya propia, fue acogida con una mezcla de expectación y decepción. Francamente, se lo había esperado. La élite de la sociedad parisina era probablemente de la más llena de prejuicios de toda Europa, de modo que cuando un joven rico se encontraba que el invitado especial de la escuela a la que asiste -una a la que sólo unos pocos privilegiados podían acceder- era nada menos que una chica con aspecto de pordiosera, su reacción era bastante predecible. Ella aceptó las críticas con una sonrisa, decidiendo ignorar las expresiones molestas e incluso algunos improperios. Desde siempre había preferido transmitir aquello que quería decir con lo que era realmente su don: la pintura. Así, ignorando los positivo y lo negativo de aquel encuentro con los estudiantes, se volteó y comenzó a plasmar con un pincel y sus pinturas, sobre el lienzo, todo aquello que quería decirles. En apenas diez minutos la sala se había quedado en silencio, especialmente porque la pintura al óleo de la Catedral de Notre Dame guardaba un siniestro parecido con la real. Cada detalle, incluso el sombreado, parecía querer llevarla a la vida. Ese era el auténtico talento de aquella artista con cara de niña y carácter de felino.

El resto del simposio transcurrió de forma muy diferente a como había dado inicio. Cuando hablaba del campo en que era experta, la normalmente callada Edith se convertía en una mujer encantadora, elocuente, y capaz de motivar a quienes la escuchaban a querer saber más acerca del tema. La pintura al óleo era la primera de las técnicas artísticas que aprendió a dominar, y aquella en la que era docente de vez en cuando, y de forma privada. No estaba acostumbrada a tener tantos alumnos, y aquello era una especie de favor a su mecenas, pero no iba a negar que ver tantos rostros maravillados por sus palabras la animaba a seguir creciendo no sólo como artista, sino también como persona. Una vez el tiempo se hubo terminado, los alumnos se acercaron a ella para agradecerle, algunos incluso para solicitar clases alternativas. Todos fueron tratados con educación y respeto, pero ninguno obtuvo lo que quería. Y es que la mente de la pintora estaba en un lugar muy alejado de allí. Pintar, enseñar, la inspiraba. Y ahora estaba pensando en su siguiente obra.

En cuanto se hubo quedado a solas, tomó un lienzo, el más grande que encontró en el aula, y con trazo firme y claro, comenzó a recrear el paisaje más maravilloso que recordaba, perteneciente a su tierra, a Dinamarca. Vágar. Y tan concentrada estaba que ni siquiera se dio cuenta de que no estaba sola.

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Mensaje por Antoine de Lesseps Jue Dic 28, 2017 2:06 pm

Dos semanas Antes.

Leyó la carta que estaba en su escritorio más veces de la necesaria, no era del tipo de persona que esperaba que le buscaran, pero su ego aumentaba cuando lo encontraban, Antoine tomo la pluma de su escritorio, tenía la respuesta, no quería perder el tiempo… ¿Tiempo? Sonrió ampliamente mientras le daba una respuesta digamos que satisfactoria al rector del COLLEGE DE FRANCE, y luego de eso escribió la lista de peticiones que solicitaba para ingresar como profesor.

Rector:

Soy un hombre que no le gustan las formalidades, y usted me conoce, mi humor y mi genio no son del agrado de la mayoría de las mentes jóvenes que quiere que yo moldee, si bien hay expositores mejores, creo que usted busca alguien que pueda ir mas allá de las capacidades de sus alumnos, la Psicología es muy básica y la Psiquiatría muy compleja, mis técnicas de enseñanzas son poco éticas pero creo en mi al igual que usted. Mis requisitos son:

1.- Clases después de la puesta de sol (tengo mi consulta en el Sanatorio que no puedo dejar de lado)
2.- Un salón amplio, con asientos en altura, para poder observar a todos y ser el centro de atención.
3.- Que mi clase comience luego de alguna clase de arte, un capricho.
4.- Solicito un Piano de cola… puedo hacer más de una cosa a la vez.
5.- Quince estudiantes mínimo treinta máximo.



Antoine De Lessesps
Medico Psiquiátrico
Licenciado en Artes con mención en Música
Psicólogo
Científico analítico



Hoy

El maletín que cargaba Antoine iba lleno de dibujos de sus pacientes, había escogido las mejores obras para comenzar su clase, tenía en mente hacerlos sufrir, buscar que lleguen al límite, a final de cuentas esto era un pasatiempo, solo andaba buscando a su sucesor o alguna mente fuerte que pudiera ser su ayudante en el sanatorio. Tomo su reloj de bolsillo aún faltaba media hora para que comenzara su clase, el sol ya se había ido y podía transitar libre mente por el lugar, camino en silencio observando el lugar, de su bolsillo saco un cuadernillo donde salía apuntada el número del salón, sin preámbulos ingreso y el olor a oleo penetro por su nariz, aguardó silencio mientras observaba a la mujer que de harapos vestía pero no podía dejar de apreciar el talento que había ahí.

Camino en silencio y dejo su maletín sobre una mesa, se cruzó de brazo y llevo su mano a su mentón miro la obra de arte y luego miro a la autora – Maravilloso talento para ser una Estudiante – era su forma de halagar a la joven. No dijo ninguna palabra más, no era el tipo conversador ni mucho menos halagador.

Al cabo de unos segundos se percató que sobre un lienzo se encontraba escondido el piano de cola, sonrió de lado, un tanto molesto de que ese fuera a ensuciar con el óleo que había por el lugar, pero pensó que aquello podía darle el toque dramático que necesitaba para su clase de Psicología que comenzaría prontamente.


Última edición por Antoine de Lesseps el Vie Ene 19, 2018 6:00 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Edith D. Keergård Vie Ene 19, 2018 2:17 pm

Decir que gozaba de una concentración casi perfecta era, probablemente, quedarse corto. Edith, al pintar, no sólo perdía la noción del tiempo, o de aquello que le rodeaba, sino que literalmente se abstraía y ascendía a una realidad diferente, una que le pertenecía únicamente a ella. Una en la que era dueña y señora de todo. En su mente, ya no estaba en un aula dentro de aquel centro dedicado a la enseñanza, sino en su tierra natal, frente a frente del paisaje que precisamente estaba plasmando. ¿Memoria eidética? No era tan sencillo como eso. La joven pintora no tenía el don de recordar absolutamente todo lo que veía, sino de rememmorar con todo lujo de detalles aquellas cosas que le resultaban cautivadoras. Era un tipo de memoria selectiva, muy perfeccionada a base de práctica y del paso del tiempo, un rasgo que compartía con otros artistas, pero por el que era muy envidiada al tenerlo tan enraizado en su persona. Gracias a ello, cada pintura, cada trazo, cada imagen, podía trasladar a sus espectadores al lugar de procedencia de los mismos, siendo así capaces de sentir que estaban frente a frente con la realidad casi tanto como ella misma. Era una virtud de la que se sentía inmensamente orgullosa, a pesar de no hacer gala de ello. La soberbia no formaba parte de su carácter. 

Algo que quedó claro cuando, al regresar al presente y toparse de lleno con la presencia de alguien más en la sala, no se tomó las palabras del desconocido como un insulto, sino más bien como un simpático cumplido. Que la confundieran con una alumna no era algo poco frecuente, en realidad, así que prefería quedarse con lo positivo de aquella afirmación, que aunque errónea, estaba emitida a forma de halago. "Lo haces bien, pero podrías mejorar". Eso era lo que ella había escuchado, y no iba a negar que parte de aquella frase tenía su razón. Sabía de los puntos fuertes de su obra, pero por supuesto, también de sus defectos. Y es que su virtuosismo, si bien era reconocido, su inmadurez también era algo que no podía evitar reflejar en sus obras, sobre todo en aspectos como la selección de colores, que siempre eran más brillantes de la cuenta, como si su optimista forma de ver el mundo también se mostrara a través de los trazos que dibujaba en el lienzo.

Una vez los últimos trazos fueron dados, la joven dejó los pinceles y las pinturas a un lado, y colocó el lienzo apoyado sobre una pared cercana para, finalmente, voltearse. - Gracias, de verdad que os lo agradezco. Aunque la verdad es que mi maestro no parecía demasiado contento con mi elección. Dice que en esta época el realismo no es lo más demandado, pero yo no puedo evitarlo: me fascinan las maravillas que adornan la realidad. -Dijo, mezclando la verdad con la invención. No había un maestro que le reprochara el motivo de sus obras, pero sí que era cierto que las que mejor vendían eran las barrocas, las adornadas en exceso, a pesar de que no reflejasen la realidad tal y como era. - Lo siento, no me di cuenta de que era tan tarde. ¿Sois el profesor que nos dará la siguiente clase, verdad? Estoy deseando saber de qué trata. -A medida que decía aquello, estaba planteándose dónde de la sala se sentaría para desentonar lo menos posible. Tenía curiosidad. ¿Qué iría a enseñar aquel hombre tan claramente distinguido? 

Minutos más tarde, el aula se fue llenando con otros alumnos, y ella, tras recoger los materiales de pintura, se sentó en una de las filas más alejadas, junto a la ventana, esperando que ninguno de los alumnos a los que ella había impartido clase se fijaran en ella. Al principio, no lo hicieron, y es que la presencia del docente que ahora iría a dar la clase era inmensamente diferente a la suya. Imponía respeto, casi miedo, o tal vez admiración. Edith, en cambio, era fácilmente malinterpretada. Aunque eso era para ella una ventaja más que un inconveniente. 


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Mensaje por Antoine de Lesseps Vie Ene 19, 2018 5:29 pm

Su naturaleza le proporcionaba aquello por lo que él creía cualquier humano podría querer, fascinado por los colores tomo un permiso que no pidió, para sondear la pequeña mente de aquella jovencita, sus palabras habían sido incorrectas mientras admitía mirando en su interior supo de su error pero no dijo absolutamente nada, ya que podía ponerse en evidencia, y si algo el no deseaba era aquello, que supieran más de él, de lo que el mismo permitía que supieran, aguardo silencio y espero que la joven se sentara, la observo en todo momento con una especie de admiración que no reconocería, pero sí que pensaba, había llegado a la universidad con una idea de lo que hablaría pero aquella dama le había hecho cambiar de parecer. El alumnado que en su mayoría era de género masculino comenzó a ingresar al salón, conto veinticinco personas incluyendo a la artista que se había alejado de él tan rápidamente como había terminado su pintura.

Miro su reloj y marcaban segundos para su tolerancia con el retraso, miro a un alumno con voz áspera y seca hablo – Cerrad la puerta – acto seguido el alumno un poco confundido le hizo caso, otra vez estaba jugando con la sencillez de la humanidad tratándolo como una marioneta, el vampiro sonrió y miro a su alrededor satisfecho de la audiencia que tenía – Buenas noches, mi nombre es Profesor Antoine de Lesseps, y antes de comenzar las reglas, primero si están cinco minutos antes, están a tiempo; si estas a tiempo, ya estas tarde, y si estas tarde mejor no estar. – miro el enorme pizarrón que había a sus espaldas y camino por el lugar hasta llegar donde se encontraba la pintora – Con su permiso – tomo el cuadro que ella había terminado y lo puso frente al alumnado – Idealismo… una tendencia que en la psicología verán mucho así que primero quiero saber que piensan o como idealizan esta obra de arte.- El vampiro tomo la atribución de exponer la pieza de arte, y así comenzar una clase sobre el idealismo, escucho todo lo que sus alumnos decían aguardo silencio y hasta disfruto como había creado un debate entre ellos, vio como la joven permanecía en silencio y cuando terminaron procedió – El idealismo propiamente tal es la Tendencia a considerar el mundo y la vida de acuerdo con unos modelos de armonía y perfección ideal que no se corresponden con la realidad, pero no pueden encasillarse en lo que les dicen, siempre tienen que ver más allá… - dijo con satisfacción, se dio la vuelta observo los colores vibrantes de la obra y dijo – Lo que yo veo quizás ninguno más lo va a ver, así que primera lección, “No todo lo que ven es lo correcto… cada uno idealiza lo que cree ver”- saco de su bolsillo su reloj y vio que el tiempo había volado – Para la próxima clase traer un ensayo sobre esta obra de arte, y si conocen algún estudiante que no vino, hacerle saber de qué trata y que intente sorprenderme con lo que no vio pero si con lo que ustedes le dirán de la pintura, buenas noches pueden retirarse, menos la señorita que está en el rincón – dijo con su tono de voz característico.

Los estudiantes tardaron en irse, muchos se acercaron a ver la pintura de cerca, tenían dudas y el Vampiro sintiéndose victorioso les dijo que la próxima clase respondería a sus dudas, esto solo era el comienzo. Luego de que todos se habían ido menos la joven se sentó frente al piano –Usted no dijo una sola palabra en mi clase… me causa intriga ¿Qué piensa? ¿Cómo se sintió al ser juzgada por ojos inexpertos? ¿Le gustaron los halagos? ¿Qué le pareció la crítica de jóvenes con mentes cerradas? – cerro la boca con una sonrisa en los labios y toco algunas notas al azahar en el piano el comienzo de una entonada, no le quito los ojos de encima a la joven de cabellos y ropas desaliñadas, pero con un alma de creación inmenso… quería saber más… quería saber que había dentro de ella.
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Mensaje por Edith D. Keergård Lun Feb 26, 2018 5:16 pm

Las miradas, al principio, y durante los primeros minutos de la clase, indudablemente, se centraron en la presencia que parecía gobernar la sala desde su mismísimo centro: el Profesor Antoine de Lesseps. Le resultaba inmensamente gracioso que incluso su nombre, y la forma que había tenido de presentarse, impusiera semejante clase de respeto. A punto estuvo de romper en carcajadas, pero se contuvo, especialmente al ver como el hombre se acercaba hacia ella y su cuadro, el que luego tomó sin más y sobre el que posteriormente desarrollaría la clase. Atónita, sobresaltada, y especialmente avergonzada, se mantuvo en silencio en todo momento, evitando incluso contestar a otros alumnos que finalmente la habían identificado, y que le preguntaban de vez en cuando que por qué estaba otra profesora en la clase de aquel docente. Pronto, la obra que había estado dibujando mientras recordaba su hogar, se convirtió en el centro de un interesante debate sobre el idealismo. Gracias a eso pudo escuchar muchos puntos de vista diferentes, algo que la complació pues así descubría más de sus alumnos, pero que también la hizo sentir insegura, como si más que una experta se hubiese convertido verdaderamente en una aprendiz.

El debate, y por tanto, la lección, finalizó tan puntualmente como había comenzado, y justo cuando se planteó salir corriendo de la sala antes de que su presencia se hiciera aún más notoria, fue llamada por el docente. Al principio se volteó, queriendo fingir que no lo había escuchado, pero la curiosidad pudo más que la timidez, y antes de que pudiera darse cuenta estaba andando en su dirección. ¿Qué querría? Era evidente que ya se había dado cuenta de que se había hecho pasar por una alumna, ¿pero cómo reaccionaría? Debía disculparse pero ahora que lo tenía en frente se sentía demasiado nerviosa como para iniciar ella misma la conversación... Por suerte para Edith, no hizo falta. El interés parecía ser mutuo. Tímidamente, alzó la cabeza hasta quedárselo mirando a los ojos, y sonrió, sentándose junto a él en el piano. - La verdad es que no quise interrumpir con mis opiniones un debate tan interesante. Os lo agradezco, escuchar puntos de vista tan dispares siempre me ha resultado muy instructivo. Uno nunca es objetivo con sus propias obras, ¿no lo creéis? -La joven se encogió de hombros, volviendo a bajar la mirada. No estaba acostumbrada a que le preguntaran las cosas de forma tan directa, y mucho menos, que lo hiciera alguien que claramente tenía un estatus muy superior al suyo. 

Pero había algo que le causaba curiosidad, y era el por qué había decidido tomar aquella obra, una improvisación casi, para dar su lección. Según había oído a los alumnos, su clase nada tenía que ver con el arte, ¿por qué escoger una pintura cuando podría haber abordado el Idealismo desde una corriente más filosófica? - Espero que no os moleste mi pregunta, ¿pero por qué escoger mi obra para hablar de este tema? ¿Realmente lo ve como una pintura idealista? He oído muchas opiniones, unas más certeras que otras, pero no estoy segura de la vuestra. -Sus mejillas se sonrojaron levemente. Quizá tuviera parte de razón al tachar su cuadro como idealista, más que aceptar lo que ella había dicho y calificarlo como realista: el mundo que ella veía estaba filtrado por una luz bastante diferente a la de otros. Pero, ¿cómo podía él saberlo? No la conocía. No podía haberlo notado. 

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Mensaje por Antoine de Lesseps Mar Mar 13, 2018 8:25 pm

Antoine miro su reloj levantando la cabeza saco cuentas de cuanto le quedaba para su próxima clase, exactamente una hora más, podrían existir cambio de planes, el sabía que en la Universidad no podía darse los lujos  a lo que estaba acostumbrado y mientras una parte de él le ponía plena atención a la Joven artista, la otra pensaba que “Si la universidad me quería… tendría que adecuarse a mi conducta”, fijo sus ojos en la joven, el vampiro no era un hombre muy curioso, normalmente si quería algo solo actuaba y ya, no andaba con rodeos, pero algo en la pintura lo había maravillado, quizás las manos de la artista que aún estaban manchadas con pintura, o tal vez el aroma del óleo por todo su cuerpo, frunció el ceño  y paso uno de sus dedos por un costado de la pintura, el necesitaba conocer la textura, pasaron unos segundos, cuando cayó en cuenta.

Usted no dijo nada cuando la trate como estudiante y temo que mi error fue asumir que alguien tan joven no podría ser un Profesor… – escucho sus palabras, y el vampiro se espantó pensando que en un día había dado más halagos que en toda su mísera vida, se alejó  sin quitar la vista del cuadro. – Me ha sorprendido y créame que no me sorprendo muy a menudo – Antoine apoyo su cuerpo en el escritorio, mientras miraba a la profesora –Mis disculpas si la he ofendido, y volviendo a su pregunta, escogí su pintura porque de no ser así hubiera sido una clase aburrida de conceptos, llena de ideas vagas de lo que realmente quería enseñar y su obra me vino como anillo al dedo, el concepto en si es un ideal, nadie piensa lo mismo de lo que ve a primera vista, de aquella forma cada uno de los estudiantes se hizo una idea de lo que vio y cuando tenga los ensayos podre saber quién realmente hizo su tarea y quien copio. Y para aclarar, puedo hacer clases dinámicas como aburridas – dijo con un aire triunfador, pero sin alardear mucho de el mismo, se acercó a la joven profesora – Veo su pintura a través de mis ojos, idealista si por que marca el ideal tal cual es, colorida y casi real… pero sigue siendo su idealismo de cómo deberían ser las pinturas, estamos acostumbrados a ver obras maestras opacas con tonalidades que no llaman la atención, pero aun así magnificas pinturas, y luego esta esta pintura que es realmente hermosa – el Vampiro llevaba décadas sin ver la luz del día, su condición se lo impedía y aquel cuadro mostraba el realismo de lo que recordaba cómo se veía un paisaje a la luz del sol, el sabía que no podía decir aquello, revelar su secreto.

Cuando me siento inspirado suelo hablar mucho, cuando no soy realmente un hombre callado, ahora ¿puedo conocer el nombre de la profesora que al parecer veré mucho este semestre? – Antoine sabía que la vería más a menudo de lo que ella se imaginaria, y eso le complacía, ya que así podrá disfrutar de sus cuadros, de los colores, del recuerdo del día…  El vampiro se quedó completamente en silencio mirando los ojos de la mujer, no quería cruzar los limites, por respeto hacia su ahora “colega”.

Mientras el vampiro volvía a pensar que algo no encajaba en aquella situación, pensó que tal vez hacer clases lo ablandaría un poco, pero tal vez no, su deber era formar mentes brillantes que pudieran averiguar que pasaba por la cabeza de las personas, tanto sanas o enfermas mentalmente, si aquella mujer que haría las clases antes que él, le daba esa armonía pensaba que las cosas podrían ser más llevaderas para con sus estudiantes… o tal vez no.
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Mensaje por Edith D. Keergård Miér Abr 04, 2018 10:41 pm

Lo cierto es que ella misma tampoco tenía muy claro por qué no lo había corregido en su error inmediatamente. En parte era por lo que había pensado antes, de que todo sería más interesante si se mezclaba con los otros estudiantes, ¿pero había algo más aparte de la curiosidad? Ciertamente, y es que la impresión que el hombre había dejado en ella había sido muy grande desde el mismísimo primer encuentro. La cuestión era por qué. Edith, siendo curiosa por naturaleza, no podía evitar hacerse mil preguntas. Y realmente esperaba que las respuestas a éstas fueran llegando con el tiempo. Ahora eran "compañeros", ¿no? Eso les permitiría sumergirse en conversaciones tan abstractas y filosóficas nuevamente. O al menos, eso era lo que esperaba. Claro que no iba a decirlo en voz alta. 

- Me halagáis... Lo digo de veras. No estoy demasiado acostumbrada a que elogien mis cuadros de forma tan directa. Lo creáis o no, no sois el único que me ha confundido con una aprendiz, pero sí sois el primero que ha apreciado mi obra a pesar de creer que no era más que una alumna. Eso me alegra, y también me dice mucho de vos. Como que sois capaz de apreciar el talento de otros sin importar que no sean de un estatus tan alto como el vuestro. -La joven sonrió de forma afable, aunque no pudo evitar que el rubor se extendiera por sus mejillas. La avergonzaba hablar de forma tan directa, pero de algún modo, sentía que con aquel hombre podía hacerlo. Trasmitía, ¿confianza? A pesar de imponer respeto no provocaba temor o desconcierto. Era diferente a otros catedráticos, no sólo en el modo que tenía para impartir sus clases, sino a la importancia que le daba al aprendizaje por parte de sus alumnos. A otro docente no le habría importado que sus alumnos se aburriesen, pero él era distinto. 


- Mi nombre es Edith, Edith Keergård. Realmente es un placer conoceros, monsieur de Lesseps, y saber que comparto profesión, aunque sea brevemente, con alguien como vos realmente me hace sentir dichosa. Como bien ha observado, mi obra difiere de otras en el hecho de que está llena de luz. Y es que no puedo evitar que mis estados de ánimo se reflejen en el lienzo, sobre todo al dibujar mi patria. Es un lugar que extraño, y hacia el que guardo mucho cariño, a pesar de la distancia. ¿Conocéis vos esa sensación, de extrañar tu patria, y amarla aún más a causa de la distancia? -Preguntó la joven, por curiosidad, pero también dirigiendo la pregunta hacia sí misma. A pesar de que la extrañaba, no se sentía especialmente inclinada a regresar. Estaba cómoda en su rutina actual, en su lugar habitual. Se había adaptado a la vida en Francia, y las cosas no le iban mal del todo. Sentía nostalgia, sí, pero ¿acaso no es esa la emoción que más inspira a los artistas?
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Mensaje por Antoine de Lesseps Mar Abr 24, 2018 4:40 pm

Edith Keergård, el nombre de la profesora de arte se incrusto en la cabeza del vampiro, definitivamente no olvidaría ese nombre, ni el rostro, ni tampoco aquella pintura, deseaba desde sus entrañas conocer más del arte de aquella joven, quería o mejor dicho anhelaba ver ese tipo de pinturas, con iluminación  donde los colores adornaran todo en su esplendor, realmente los sentimientos al ver aquella pintura le hacían sentir en casa, en el campo donde su niñez había sido felicidad junto a su melliza, aguardo silencio escucho con atención, trato de no pasar los límites de la confianza, le era difícil pero algo en aquella mujer le tenía cautivo, pensó algunos segundos más y sonrió ampliamente, el vampiro sabia la verdad, él amaba pocas cosas y el arte en todo su esplendor era una de ellas. El veía arte en casi todo, pero eso siempre se lo guardaba para él, ya que de aquella forma mostraba su parte más humana, una que había jurado no mostrar nunca.

Edith Keergård, hermoso nombre para una joven y bella dama.  – dijo alagando a la profesora -  Todos tenemos  talento para algo, solo muy pocos explotamos nuestro talento – Antoine miro los ojos de la dama y se acercó al piano de cola, abrió la tapa del teclado y comenzó a tocar una pequeña melodía mirando a la joven, cerró los ojos  se dejó guiar por la sonata; aquello era lo que le daba vida a su inmortalidad, el vampiro dejo de tocar y torció una sonrisa – Vivimos extrañando y anhelando lo que dejamos atrás, su cuadro trajo a mi memoria mis días felices, donde no existían explicaciones y donde no había que preocuparse de nada, tan solo  había que vivir.  – hablo con suavidad y la invito a sentarse junto a él en el banquillo del piano; pensó un segundo que tal vez Edith tenia cosas que hacer y se levantó con rapidez – De seguro mi Lady tiene cosas más importantes que hacer que escuchar a un viejo profesor  – se acercó a ella en completo silencio. – Por el contrario si tiene tiempo puedo invitarla a dar un paseo, a mis estudiantes les dejare una tarea para suplir la hora de su clase  y mi ausencia  - tenía una clase que comenzaría en cualquier momento y con agilidad comenzó a escribir en la gran pizarra, Antoine era un hombre decidido y su plan iba  a seguir, si aceptaba o no la invitación su nueva colega.

Se volvió hacia ella aun con la necesidad de alargar aquel encuentro lo más que pudiera, sabía que la vería seguido pero los primeros encuentros siempre eran los más favorables, la primera impresión para él era realmente importante.  El vampiro seguía aguantándose las ganas de incursionar en la mente de la joven, por respeto hacia su colega se aguantaba las ganas. Tomo sus cosas dejando la nota en el pizarrón y avanzo a la salida,  tomo el cuadro  e hizo un ademan para que la siguiese, de alguna forma u otra ya había decidido que hacer. - ¿Me acompaña?  – volvió a preguntar y con una mano con el cuadro la otra la extendió a la dama – Edith  – susurro su nombre buscando su aceptación, sentía una extraña necesidad de continuar con lo que brevemente había sido forzada por el mismo. Maniático y controlador le gustaba tener dominio de todo su entorno aun cuando daba espacio a su acompañante intentaría hilar todos los cabos para continuar. Sería un verdadero espía quizás un acosador misterioso, quería saber más, más de ella.
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Mensaje por Edith D. Keergård Vie Jun 15, 2018 12:51 am

El primer año de estancia en Francia le había resultado francamente duro, a decir verdad. Para empezar estaba el problema del idioma. A pesar de que hablaba inglés de forma fluida, su francés nunca había destacado precisamente por ser adecuado. Su acento era muy fuerte, algo comprensible teniendo en cuenta que la raíz de su idioma natal con éste era tan diferente. El danés, como otras lenguas germánicas, tenía un acento muy cerrado, algo que contrastaba fuertemente con la suavidad característica de las lenguas romances. Eso la acomplejaba enormemente, y también la limitaba en el ámbito profesional. Por si ser extranjera no resultara suficiente, con lo poco que la población aceptaba a los inmigrantes, si a eso se añadía el hecho de que no sabía expresarse en el idioma del nuevo país, las cosas no mejoraban precisamente. Todos aquellos problemas incrementaron sin duda la sensación de nostalgia que estar lejos de su país ya de por sí provocaba. Por eso realmente quería conocer la respuesta a esa pregunta, ¿se habría sentido él igual también? Lo dudaba. Dudaba que alguien con un aspecto tan distinguido hubiera sufrido en sus carnes lo mismo que una simple artista como ella. Pero, ¿y si se equivocaba?

En efecto, había nostalgia en las palabras de Antoine, nostalgia y también anhelo, puede que incluso un ápice de melancolía, y eso la llevó a sentirse, en cierto modo, satisfecha. Finalmente sí que compartía algo con aquel hombre que poco a poco ya no le resultaba un desconocido. Tenía razón: todos los humanos por naturaleza tienden a extrañar aquello que van dejando atrás, incluso cuando han abandonado esas cosas de forma voluntaria. Es un modo más de egoísmo, la incapacidad de deshacerse de aquello que ya no nos pertenece, o de lo que nos alejamos. En nuestras ansias por crecer, por ganar más, por obtener más, o por ampliar horizontes, indudablemente habrá otros aspectos que tendremos que perder. Pero la sensación no es agradable, nunca lo es, y de cada pequeña pérdida se queda una marca, una señal en sus recuerdos. Y eso es el origen de la nostalgia. En ese sentido, para ella, sus cuadros resultaban un auténtico refugio, un oasis, el único modo que tenía de recuperar al menos una fracción de todo aquello que ya no estaba en sus manos. Un talento del que se sentía orgullosa, pero también complacida. De algún modo, ella jamás perdería algo del todo, mientras tuviese la capacidad para recordar, podría usar un lienzo para admirar todas esas cosas. De ahí nacía su luz, la que iluminaba sus obras. Ese era su verdadero talento. Sus piezas tenían alma. 

Ni siquiera se lo pensó dos veces a la hora de seguirlo. En parte porque deseaba seguir compartiendo opiniones, o simplemente la compañía de aquel caballero, pero también en cierto modo porque el tono en que se lo había pedido no daba lugar a mucha réplica. Tenía autoridad, una fuerza y empuje que le resultaba desconocido al mismo tiempo que encandilador. Era como un imán, y aunque semejante impresión normalmente la hubiera asustado, en aquellos momentos estaba demasiado contenta como para dejarse llevar por emociones más negativas. - Por supuesto, os seguiré. A pesar de que me siento un poco mal por privar a sus estudiantes de su profesor, me encantaría poder escuchar un poco más acerca de lo que le provoca nostalgia, o su opinión en general. Soy curiosa por naturaleza, así que espero no ofenderos... -Dijo la chica una vez estuvo a su altura, para luego comenzar a caminar a su lado. 
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Mensaje por Antoine de Lesseps Jue Jul 12, 2018 1:12 pm

El vampiro siempre había creído que la voluntad de los humanos no era más que una copa de cristal que se podía trizar y romper en cualquier momento, desde el momento que puso su atención en la artista ya había decidido que desea y que no, Antoine era un poco dramático y exagerado para sus asuntos pero siempre tenía un plan, tanto para salir victorioso o solo para seguir adelante, ahora con la joven Edith, se veía forzado a utilizar algo que muy poco característico en su personalidad, su “Voluntad” de no ir más a fondo de lo que ella pudiera permitirle en su cabeza. El la respetaba tanto como artista, como compañera, como mujer y colega así que para el aquella aceptación había sido un pacto silencioso, uno que sabía ella nunca se enteraría.

Mis alumnos serán los más felices en que falte a la clase, créame no soy siempre un buen profesor, los puedo castigar de maneras que no me gustaría que usted se enterase- El vampiro estaba siendo sincero, era demasiado estricto, arrogante y petulante para con sus alumnos, obviamente todo aquello tenía un fin, y si en ese camino a su plan todos sus alumnos tenían que odiarlo él lo aceptaba con alevosía. – Puedo decir que la tarea que les he dejado, tendrán que usar su cabeza, sus recuerdos y memorias de la primera clase que les di y eso es difícil – sonrió de una manera victoriosa, ya que con ellos había tenido clases anteriores, en las que se había topado con otros profesores de arte, que evidentemente ninguno había llamado su atención como lo había hecho aquella joven de talento sin igual, único en un día gris.

Dirigió la caminata por el campus, a vista de los estudiantes que murmuraban una infinidad de cosas ante la situación, de un viejo profesor y la joven profesora, el vampiro se sorprendió de todo lo que podían inventar las mentes humanas de lo que veían, avanzo hasta el sector de la cafetería de la Universidad, si bien no era el lugar más elegante faltaba poco para que quedara completamente  desolado las ultimas clases estaban por comenzar y todo el mundo desaparecía. El vampiro levanto una ceja a la joven que servía los cafés, manipulando un poco sus  pensamientos le hizo hacer lo que él quisiera, aquella joven tomo el cuadro y lo dejo a un lado de una de las mesas que estaba preparada para el profesorado de la universidad, Antoine miro a su alrededor y sea cerco a los sofás que daban la espalda a todas las mesas, como un caballero educado ofreció el asiento a la joven y luego el tomo asiento en el sofá que estaba a un lado, la joven sirvienta puso el cuadro frente a ambos, tal y como lo había ordenado el vampiro mentalmente – La nostalgia es una arma de doble filo, puede ser con un sabor dulce o con uno amargo, lamentablemente para mi es acido, no digo que sea feo porque tengo los mejores recuerdos de mi tierra pero no deja de ser… amargo- la miro con cierta seriedad, el vampiro recordó a su melliza, a su vida mortal, aquello le provocaba una serie de emociones que normalmente privaba al mundo conocer. -¿Qué le gustaría servirse, Lady Keergård? – su voz sonó plana sin emitir ninguna subida de tono, sin sentimientos intentando simplemente ser aquello del que todos hablaban, un viejo amargado, sin sentimientos, egocéntrico y quien sabe que más dirían de él. – Yo deseo té earl grey – aun cuando aquello tenía un sabor plano el aroma a ese te para el tenía un significado especial. -¿A pintado retratos?- soltó aquella pregunta, sin preámbulos, sin rodeos, simplemente casi sin pensar.
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Mensaje por Edith D. Keergård Miér Ago 15, 2018 11:59 pm

La joven meditó durante unos instantes sus palabras, no creyendo comprender del todo cuánto de ellas era cierto, y cuánto era una exageración. Aunque suponía que tampoco importaba mucho. Ciertamente, no conocía al caballero lo necesario como para hacer asunciones acerca de su personalidad, ni de su método lectivo, pero por lo que había podido observar en el breve lapso de tiempo en que había sido partícipe (sin ser invitada) de sus enseñanzas, dudaba mucho que sus alumnos lo odiaran tanto como él pensaba. O quizá era ella, la que opinaba así, el tipo de persona que consideraba que un buen maestro no es aquel que te da las respuestas, sino que te da las herramientas necesarias para que, tras reflexionar y ponerlas en uso, puedas encontrar las tuyas propias. En efecto, el acto de poner en uso las enseñanzas distaba mucho de ser "sencillo", pero la dificultad que implicaba no venía desprovista de recompensas: sólo mediante la superación de esos pequeños retos que se les imponía, se alcanzaba un verdadero aprendizaje. Y para eso estaban allí, ¿no? Para obtener conocimientos. También podía ser que ella fuera más positiva (o fantasiosa) al respecto de los motivos que llevaban a la gente a una institución como aquella, pero a Edith le gustaba pensar que la mayoría de las personas presentes en sus clases querían, de algún modo, aprender a pensar por sí mismos, y estaban dispuestos a considerar su ayuda para conseguirlo.

No dijo nada al respecto, sin embargo, y se limitó a sonreír, asentir, y aceptar las palabras ajenas mientras seguía los pasos del hombre a lo largo del campus. Ahora que se estaba tomando su tiempo para pasear por sus estancias, comenzaba a apreciar un mayor número de detalles a su alrededor. Otro de sus defectos era que cuando tenía la mente ocupada en una cosa, en su arte, lo que la rodeaba se convertía en una imagen lejana a la que no era capaz de prestar atención más que de forma secundaria. Se encontró a sí misma memorizando y sonriendo ante los detalles arquitectónicos que consideraba más hermosos. La forma de las columnas y los arcos, la gama de colores utilizada y que iba gradualmente cambiando a medida que cambiaban de escenario. Al contrario que Antoine, Edith no prestó demasiada atención a los murmullos, ni a las miradas. Como ya había expresado, estaba más que acostumbrada a ser malinterpretada, así que todas esas voces no eran más que ruido, un eco que la mantenía anclada al presente pero que no le provocaba ningún tipo de emoción, ni negativa, ni positiva. Edith era el tipo de mujer, de persona, que prefería demostrar lo que era, quién era, mediante sus acciones. Y sólo después de demostrar de lo que era capaz, prestaba atención a las críticas. 

Sin dudarlo, tomó asiento cuando le fue ofrecido, alzando la vista primero al profesor, y luego al cuadro que ahora descansaba frente a ambos. Viéndolo con más calma y mejor iluminación, se le ocurrían mil y una maneras distintas en que podría haber conformado aquel paisaje de forma diferente. Pero estaba complacida, emoción que siempre sentía cuando acababa una obra, incluso aquellas de las que no se sentía especialmente orgullosa. Su arte hablaba de emociones, las evocaba, las reflejaba, y las transmitía. Y las emociones nunca son erróneas, ni inadecuadas. Le tomó un tiempo procesar las palabras del hombre, y el profundo dolor que transmitían hizo que surgiera un nudo en su garganta. No podía evitarlo, el sufrimiento ajeno siempre evocaba esa clase de malestar en su persona, y algo le decía que tras la máscara de calma que había dibujado ahora el profesor, se ocultaba mucho sufrimiento. - Yo también tomaré té, gracias. Aunque con un poco de leche, si fuera posible. -Dijo a la muchacha que se le había quedado mirando, sonriendo gentilmente. - La amargura es una emoción con la que no es sencillo lidiar, y menos cuando baña nuestros recuerdos, haciendo más dolorosa nuestra nostalgia. Pero para mi, es fácil de remediar. Como añadir un poco de leche en el té, para así conseguir cambiar su sabor, puede bastar con pensar en cómo se sentía antes de que ese suceso se tornara amargo, para olvidar que ahora se siente así. -Sus palabras estaban cargadas de significado. A veces el tiempo retuerce el significado que tienen los momentos que hemos vivido, generalmente por culpa de la pérdida. Al ver la diferencia que hay entre el entonces y el presente, nos sentimos frustrados, como si nos hubieran arrebatado dicho momento. Pero no es así, nunca es así. Las memorias había que apreciarlas por lo que eran, y guardarlas tal y como fueron entonces. La pintura, en cierto modo, era lo que a ella la ayudaba a mantenerlas vivas, e imperturbables. Rogó que aquel hombre también encontrara un modo de recordar su pasado sin que el dolor anulara los sentimientos que estaban vivos entonces. 

Aquella pregunta que la tomó por sorpresa, por ejemplo, podría servir para provocar que su cabeza se viera inundada de recuerdos que, a causa del luto aún no resuelto, acabaría mencionando como amargos. Pero era capaz de sobreponerse, de ver tras el dolor que aún sentía, fresco, ardiente, lacerante en la herida abierta de su pecho, para encontrar el valor de asentir. - No puedo decir que sea mi especialidad, pero sí, he pintado retratos. Aunque hace algunos años desde el último. Digamos que mis ojos dejaron de ver con tanta claridad el alma de a quienes retrataba. -Los últimos rostros que había pintado, para que jamás se perdieran en el olvido, habían sido los de su familia. ¿Volvería a usar sus manos, sus dones, para retratar a alguien alguna vez? No lo sabía, pero de momento, no le resultaba posible. 

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Mensaje por Antoine de Lesseps Lun Sep 03, 2018 3:13 pm

Al llegar a parís, Antoine se hizo como meta personal no ser el mismo que era en Londres, no quería tener ese aspecto amargado, enojón ni mucho menos sin sentimientos,  algo que normalmente se le daba fácil, sus alumnos en su tierra natal, lo odian, si eso era una gran realidad, el vampiro les había hecho la vida imposible, le gustaba verlos sufrir por no tener las respuestas correctas, allá nunca había encontrado a alguien digno de su enseñanza, todos eran flojos y holgazanes, eso era lo que al vampiro más le molestaba de la juventud, la mayoría hombres obligados por sus padres adinerados a que estudiaran algo que les pudiera servir. Ahora en París, se había propuesto encontrar mentes que fueran capaz de pensar, y precisamente aquella señorita era una mente pensante y andante. El arte que el vampiro había visto en el cuadro de la joven profesora, había llenado su cabeza de recuerdos, felices y amargos porque nada dulce dura para siempre, Antoine sabía que todo terminaba, incluso un ser como él podía acabar en algún momento.

Se tomó el tiempo de ver a la joven, analizar su actuar, ver más allá de los simples ojos mundanos, la vería con su mente analítica, cuadrada y caprichosa, era la esencia del vampiro observar, crear una teoría para su hipótesis, ver más lejos que cualquiera, podía ver a través de sus ojos si ella se lo permitiera, pero el sabía que corría peligro, un peligro quizás que nadie debía correr, él era un depredador, contenido entre sus estudios, contenido entre su música, él era un hombre amargado que disfrutaba de la amargura de las personas, pero ella, no… y ahí vio, el destello que buscaba, tan solo su pregunta había logrado desencajar todo lo que había construido, sonrió levemente victorioso, a final de cuentas era un hombre odiado, le gustaba que fuera así. Pero… no quería que ella lo odiara, claro que no, había encontrado una colega con la que podría hablar, conocer y apreciar un arte que a él le gustaba.

Prontamente pusieron sobre la mesa los té pedidos y la leche en una pequeña tetera de porcelana, inspiro y el aroma le hizo sonreír, se atrevió a pensar  en voz alta –  Es increíble como algunos  aromas nos trasladan a momentos, a recuerdos de un pasado . – no acostumbraba a endulzar nada y solo se limitó a probar él te, no estaba tan cargado como le gustaba pero aguardo silencio, pudo traspasarse en el momento, visualizo el paisaje en el cuadro y volvió a sonreír. –  Con mis años ser amargado es parte de mí, pero ver su cuadro y probar este te, ha logrado endulzar un poco mi día  – volvió a dejar la taza sobre el platillo, pensó seriamente lo que diría a continuación –  Vi, que mi pregunta la tomó por sorpresa, quiero que no se preocupe – quería intentar sonar divertido pensó el vampiro en bromear un poco –  No haré que pinte este rostro arrugado y amargado… su talento es claro que esta en paisajes, que logran trasladarnos a momentos perfectos. Quiero y me gustaría si usted me permite quedarme con esta obra, le pago por ella… se dónde encajaría perfectamente  – todo había dado un giro el vampiro luego de su sorbo de té, parecía más relajado – Realmente me gustaría conocer más de su arte, ver más de sus obras, creo que podría decorar mi habitación con sus cuadros. Porque tengo que decir, si este trajo a mi memoria tantas cosas, no me imagino que traerían los demás – Antoine hizo una pausa para volver a beber, miro directamente a los ojos de la joven –  Soy a veces un poco impulsivo, pero vi su rostro ante mi pregunta, y no quiero hacerla sentir incomoda. Cuando me siento a gusto suelo hablar mucho y créame pocas veces me siento así. – la sinceridad para el vampiro siempre había sido un arma de doble filo, a nadie le gustaba escuchar la verdad cuando a veces las vidas de los demás eran puras mentiras.  

Antoine sabía perfectamente que la joven podría negarse a su solicitud de quedarse con el cuadro, a final de cuentas era la obra de ella, también sabía que nunca un cuadro era pintado dos veces de la misma forma, por esa misma razón deseaba con más ganas aquel.

El profesor aguardo silencio, pensando en sus propias palabras, mientras se daba cuenta que a raíz de su petición al rector de la universidad estaba ahí, maravillado con el arte de la joven, movió su cabeza de lado sonriendo para sí mismo, sabía que era un maldito, y nada pasaba por pasar. Continuo bebiendo su te, con gracia mientras se concentraba en su joven acompañante. Miro su reloj, tenía tiempo de sobra, aun cuando de noche era donde hacia la mayor parte de las cosas, de día se mantenía oculto en el sanatorio mental, un lugar tan lúgubre donde podía esconderse de la luz del día,  se sentía inquieto, quería saber que diría la joven, la miraba y no dejaba de mirar el cuadro, la perfección. Ahora quería un poco más, quería verla a ella pintar, pero claro no se lo diría, porque prefería verla en su propia zona de confort, él pensaba que si sabía que alguien la estaba mirando no pintaría con la pasión que demuestra su obra… El vampiro pensaba, miraba y no dejaba de pensar, hacía mucho tiempo que no se sentía así, inquieto y expectante, le gustaba aquella sensación.
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