AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una Noche Diferente [Icarus Lucas]
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Una Noche Diferente [Icarus Lucas]
Por fin había terminado la larga jornada de trabajo, por fin ya era libre para ir a casa y poder tumbarme en el sofá con mis “pequeños” de la casa, aunque uno de ellos no era precisamente pequeño… mí pastora Belga, Nabudis, era de todo menos pequeña. Pero era preciosa, pera negra como la que tenía Naitiri y estaba enorme… era tan alta que solo le hacía falta ponerse de pie para poder llegar a mí rostro y darme unos buenos lametones, a modo de saludo, cada vez que iba a casa. Necesitaba descansar, llevaba unos días bastante ajetreados y los nuevos cambios que había tenido con uno de los clientes había modificado por completo la semana, pero ahora debía de acostumbrarme porque mientras la Madam estuviera conforme con ello yo no podía hacer nada. Decidí por darme allí el baño caliente y ponerme algo de ropa antes de salir, siempre solía tener ropa para cuando terminaba mí trabajo y me apeteciera cambiarme allí, como lo iba a hacer ahora. El agua caliente relajó y calentó cada uno de mis músculos, suspiré por completo relajada y dejé que esta relajara también mí cuerpo.
Ni siquiera sé cuánto tiempo estuve así, quizá veinte minutos, quizá media hora… lo que sí supe es que el agua estaba ya algo más templada y mis dedos habían adquirido esa particular rugosidad cuando estaban mucho tiempo en contacto con el agua. Decidí que ya era suficiente y salí para envolverme con un albornoz, sequé mí cuerpo y cogí uno de los vestidos que tenía por allí para ir a casa. Este era negro con adornos en azul del mismo color que mis ojos, el vestido hacía un bonito contraste entre mí tono de piel y el color rojizo de mí pelo. Me miré al espejo antes de salir y finalmente abandoné aquel lugar, despidiéndome de la Madam. Aún me quedaba un paseo hasta llegar a casa, y la verdad, no tenía muchas ganas de encerrarme todavía… me pasaba casi todo el día encerrada en el burdel y quería sentirme, aunque fuera por unos momentos, libre. Así que me dirigí donde siempre iba cada vez que me sentía algo agobiada y estresada, como si estuviera metida dentro de una caja y no pudiera salir, y ese lugar era el Puerto. Me gustaba sentarme al final de este, en uno de los muelles, sintiendo la suave brisa rozar mí rostro, el olor del mar que me inspiraba tanta calma y me daba esa sensación de libertad… me gustaba contemplar el horizonte e imaginarme que alguna vez surcaría sus mares… pero era realista y era algo que no podría hacer.
Suspiré contemplando aquella luna, tan grande y hermosa, que iluminaba con su luz y bañaba todo con su luz nacarada, dándole un aspecto mucho más etéreo… como si no fuera de este mundo. Miré al cielo y contemplé las estrellas que, desde donde estaba, se podían ver con total nitidez y me dejé embargar por el momento sin sentir pesar alguno, la noción del tiempo o siquiera quién era… tan solo estaban las estrellas, la luna y el sonido del mar de fondo arrullando todo. Era uno de mis lugares preferidos de la ciudad, se podía respirar tan calma, tal tranquilidad que era lo que andaba buscando en aquella noche. Tirité un poco y me di calor con mis manos pasándolos por mis brazos, no había traído nada de abrigo y aunque por el día se podía notar el calor de la propia estación las noches, por el contrario, eran algo más gélidas, y la brisa del mar no acompañaba para nada. Me mordí el labio, debía de haber cogido algo pero igualmente no pensaba moverme de allí y de donde estaba, aguantaría un poco más disfrutaría de la vista y luego me iría a casa. Me quedé contemplando la luna durante unos cuantos minutos hasta que el frío me pudo y terminé levantándome para irme de allí con dirección a casa, si hubiera traído una manta o un abrigo algo más gordo podría haberme quedado más tiempo pero ya sentía entumecido parte de mi cuerpo.
Me levanté y dirigí mis pasos saliendo de aquel lugar para volver a casa y descansar aunque seguía con esa sensación de que no quería encerrarme todavía, la noche era joven y podría quedarme un rato más ya que al día siguiente no tenía que madrugar. Necesitaba algo para salir de aquella rutina que llevaba, algo que me diera como un... subidón de adrenalina, algo que cambiara aunque solo fuera por una noche y que me diera algo de “vida”. Era difícil con el trabajo que tenía pero quería por una vez olvidarme de todo, de quién era, de lo que tenía que hacer y ser simplemente Alessia sin pensar en nada más. De camino a casa me encontré en una de las calles por las que normalmente pasaba con aquel lugar donde sabía que mucha gente iba, un fumadero de opio, y la verdad es que yo de normalidad nunca entraba a esos sitios y tampoco había fumado nunca pero... ¿no quería que por una noche todo fuera diferente? Entonces si lo quería primero debía de empezar a hacer cosas distintas y diferentes que no había hecho antes, como por ejemplo fumar. ¿Qué podría pasar? Acabé finalmente por entrar a aquel lugar donde olía de forma un poco peculiar, yo jamás había probado ninguna droga y no bebía alcohol en exceso así que no era como si encajara allí, pero igualmente me dejé llevar y una mujer bastante joven me recibió nada más entrar, me condujo hacia una mesa y al ver que parecía dudar en lo que quería o no dejé que fuera ella quien me trajera cualquier cosa mientras había más mesas a mi alrededor y la gente fumaba tranquila en reservados. Quizás fuera una noche diferente, quizás por una vez podría olvidarme de todo.
Ni siquiera sé cuánto tiempo estuve así, quizá veinte minutos, quizá media hora… lo que sí supe es que el agua estaba ya algo más templada y mis dedos habían adquirido esa particular rugosidad cuando estaban mucho tiempo en contacto con el agua. Decidí que ya era suficiente y salí para envolverme con un albornoz, sequé mí cuerpo y cogí uno de los vestidos que tenía por allí para ir a casa. Este era negro con adornos en azul del mismo color que mis ojos, el vestido hacía un bonito contraste entre mí tono de piel y el color rojizo de mí pelo. Me miré al espejo antes de salir y finalmente abandoné aquel lugar, despidiéndome de la Madam. Aún me quedaba un paseo hasta llegar a casa, y la verdad, no tenía muchas ganas de encerrarme todavía… me pasaba casi todo el día encerrada en el burdel y quería sentirme, aunque fuera por unos momentos, libre. Así que me dirigí donde siempre iba cada vez que me sentía algo agobiada y estresada, como si estuviera metida dentro de una caja y no pudiera salir, y ese lugar era el Puerto. Me gustaba sentarme al final de este, en uno de los muelles, sintiendo la suave brisa rozar mí rostro, el olor del mar que me inspiraba tanta calma y me daba esa sensación de libertad… me gustaba contemplar el horizonte e imaginarme que alguna vez surcaría sus mares… pero era realista y era algo que no podría hacer.
Suspiré contemplando aquella luna, tan grande y hermosa, que iluminaba con su luz y bañaba todo con su luz nacarada, dándole un aspecto mucho más etéreo… como si no fuera de este mundo. Miré al cielo y contemplé las estrellas que, desde donde estaba, se podían ver con total nitidez y me dejé embargar por el momento sin sentir pesar alguno, la noción del tiempo o siquiera quién era… tan solo estaban las estrellas, la luna y el sonido del mar de fondo arrullando todo. Era uno de mis lugares preferidos de la ciudad, se podía respirar tan calma, tal tranquilidad que era lo que andaba buscando en aquella noche. Tirité un poco y me di calor con mis manos pasándolos por mis brazos, no había traído nada de abrigo y aunque por el día se podía notar el calor de la propia estación las noches, por el contrario, eran algo más gélidas, y la brisa del mar no acompañaba para nada. Me mordí el labio, debía de haber cogido algo pero igualmente no pensaba moverme de allí y de donde estaba, aguantaría un poco más disfrutaría de la vista y luego me iría a casa. Me quedé contemplando la luna durante unos cuantos minutos hasta que el frío me pudo y terminé levantándome para irme de allí con dirección a casa, si hubiera traído una manta o un abrigo algo más gordo podría haberme quedado más tiempo pero ya sentía entumecido parte de mi cuerpo.
Me levanté y dirigí mis pasos saliendo de aquel lugar para volver a casa y descansar aunque seguía con esa sensación de que no quería encerrarme todavía, la noche era joven y podría quedarme un rato más ya que al día siguiente no tenía que madrugar. Necesitaba algo para salir de aquella rutina que llevaba, algo que me diera como un... subidón de adrenalina, algo que cambiara aunque solo fuera por una noche y que me diera algo de “vida”. Era difícil con el trabajo que tenía pero quería por una vez olvidarme de todo, de quién era, de lo que tenía que hacer y ser simplemente Alessia sin pensar en nada más. De camino a casa me encontré en una de las calles por las que normalmente pasaba con aquel lugar donde sabía que mucha gente iba, un fumadero de opio, y la verdad es que yo de normalidad nunca entraba a esos sitios y tampoco había fumado nunca pero... ¿no quería que por una noche todo fuera diferente? Entonces si lo quería primero debía de empezar a hacer cosas distintas y diferentes que no había hecho antes, como por ejemplo fumar. ¿Qué podría pasar? Acabé finalmente por entrar a aquel lugar donde olía de forma un poco peculiar, yo jamás había probado ninguna droga y no bebía alcohol en exceso así que no era como si encajara allí, pero igualmente me dejé llevar y una mujer bastante joven me recibió nada más entrar, me condujo hacia una mesa y al ver que parecía dudar en lo que quería o no dejé que fuera ella quien me trajera cualquier cosa mientras había más mesas a mi alrededor y la gente fumaba tranquila en reservados. Quizás fuera una noche diferente, quizás por una vez podría olvidarme de todo.
Última edición por Arisley Bouvier el Mar Ene 02, 2018 1:40 pm, editado 1 vez
Valenka N. Dragomir- Hechicero Clase Alta
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Re: Una Noche Diferente [Icarus Lucas]
El aire de París olía muy diferente al de Londres, la rancia Inglaterra había quedado atrás. Junto a ella, sus hermanas, y el primogénito que ahora se pudría bajo tierra enterrado en la misma fosa que sus padres, Alexander y Roxanne.
No negaría la frialdad con la que gestionaba el duelo por su hermano, le importaba su muerte, pero no lo suficiente como para sentirlo una pérdida real para él. Siendo francos era un perfecto desconocido al igual que su padre, y no le echaría de menos.
Mientras avanzaba paseando, disfrutaba de la soledad y el alivio que proporciona la noche. Esbozó una sonrisa incomprensible, y entrecerró los ojos dejándose llevar. El hambre que la noche despertaba en hombres como él, sedientos de experimentar en su carne y espíritu nuevas sensaciones, guiaba el paso y rumbo no fijo de sus pies, andando y desandando el camino, esperando dar con algo interesante que lo contentase y le permitiese amanecer al día siguiente con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
El hombre percibía expectante el aroma inconfundible y atrayente a libertad y misterio que manaba de las calles de la ciudad, deseoso de descubrir que ocultaban, que podía ofrecerle esta ciudad no desconocida del todo para él, pero si nueva en muchos aspectos al no recordarla bien desde su última visita siendo solo un adolescente. Deseaba descubrirla de nuevo, atraparla o dejarse atrapar por ella.
En su infancia y juventud el Conde había reculado apaciguando un poco su demencia y hurañismo, permitiendo a sus hijos viajar con él por toda Europa, inculcándoles el amor y el respeto por el arte, las nuevas culturas, y el aprendizaje de idiomas.
La espontaneidad del loco que piensa alguna tontería en voz alta y ríe sin que los demás sepan porque hizo acto de presencia cuando vio aquel fumadero de opio. Abrió los ojos intrigado por lo que el lugar tuviese para ofrecerle, le agradó esa sensación de no poder controlarse y entrar a pesar del recuerdo deprimente que le asaltó de su padre, drogado, tirado de cualquier forma en el suelo como si fuese un auténtico cerdo revolcándose en su propia mierda. Los opiáceos no eran santo de su devoción, atontaban la mente, algo que a él no le gustaba, pero por esta vez haría una excepción.
Entró en el antro observando el ambiente y la gente dispersa a su alrededor. El olor fuerte del humo invadió sus fosas nasales, y no tardó en responder a la caricia suave de su bienvenida respirando profundamente el aroma de droga que flotaba suspendido en el aire.
Vio a una mujer pelirroja de espaldas, sola y apenas a unos pasos de distancia de él. Frunció el ceño movido por la curiosidad que su figura le despertó allí plantada de pie, y se acercó sin dudarlo hasta la mesa donde una mujer trabajadora del local, le había invitado a tomar asiento. Quería ver de cerca su rostro. - El opio es la droga de los atormentados... - dejó caer con ironía mirándola de reojo, analizando detenidamente su perfil.
Al verla de cerca le pareció que poseía una belleza peculiar, de rasgos dulces sin duda, no era excesivamente hermosa como otras mujeres que hubiese visto, pero igual tenía algo que le causó curiosidad. A veces lo más excitante de una persona no se hallaba fuera en su atractivo físico, sino dentro en el laberinto insondable que era para el resto del mundo su cabeza.
- ¿Espera a alguien, mademoiselle? - preguntó con una sonrisa afilada. - De lo contrario quisiera invitarle a sentarse en una mesa conmigo. Soy nuevo en París y no tengo amigos de confianza con los que sentarme a fumar. - sonrió burlón, riéndose por como sonaban sus propias palabras.
P.d: la clase social del pj será humano de la realeza o clase alta pero estoy pendiente de que el staff me lo apruebe.
No negaría la frialdad con la que gestionaba el duelo por su hermano, le importaba su muerte, pero no lo suficiente como para sentirlo una pérdida real para él. Siendo francos era un perfecto desconocido al igual que su padre, y no le echaría de menos.
Mientras avanzaba paseando, disfrutaba de la soledad y el alivio que proporciona la noche. Esbozó una sonrisa incomprensible, y entrecerró los ojos dejándose llevar. El hambre que la noche despertaba en hombres como él, sedientos de experimentar en su carne y espíritu nuevas sensaciones, guiaba el paso y rumbo no fijo de sus pies, andando y desandando el camino, esperando dar con algo interesante que lo contentase y le permitiese amanecer al día siguiente con una sonrisa de satisfacción en su rostro.
El hombre percibía expectante el aroma inconfundible y atrayente a libertad y misterio que manaba de las calles de la ciudad, deseoso de descubrir que ocultaban, que podía ofrecerle esta ciudad no desconocida del todo para él, pero si nueva en muchos aspectos al no recordarla bien desde su última visita siendo solo un adolescente. Deseaba descubrirla de nuevo, atraparla o dejarse atrapar por ella.
En su infancia y juventud el Conde había reculado apaciguando un poco su demencia y hurañismo, permitiendo a sus hijos viajar con él por toda Europa, inculcándoles el amor y el respeto por el arte, las nuevas culturas, y el aprendizaje de idiomas.
La espontaneidad del loco que piensa alguna tontería en voz alta y ríe sin que los demás sepan porque hizo acto de presencia cuando vio aquel fumadero de opio. Abrió los ojos intrigado por lo que el lugar tuviese para ofrecerle, le agradó esa sensación de no poder controlarse y entrar a pesar del recuerdo deprimente que le asaltó de su padre, drogado, tirado de cualquier forma en el suelo como si fuese un auténtico cerdo revolcándose en su propia mierda. Los opiáceos no eran santo de su devoción, atontaban la mente, algo que a él no le gustaba, pero por esta vez haría una excepción.
Entró en el antro observando el ambiente y la gente dispersa a su alrededor. El olor fuerte del humo invadió sus fosas nasales, y no tardó en responder a la caricia suave de su bienvenida respirando profundamente el aroma de droga que flotaba suspendido en el aire.
Vio a una mujer pelirroja de espaldas, sola y apenas a unos pasos de distancia de él. Frunció el ceño movido por la curiosidad que su figura le despertó allí plantada de pie, y se acercó sin dudarlo hasta la mesa donde una mujer trabajadora del local, le había invitado a tomar asiento. Quería ver de cerca su rostro. - El opio es la droga de los atormentados... - dejó caer con ironía mirándola de reojo, analizando detenidamente su perfil.
Al verla de cerca le pareció que poseía una belleza peculiar, de rasgos dulces sin duda, no era excesivamente hermosa como otras mujeres que hubiese visto, pero igual tenía algo que le causó curiosidad. A veces lo más excitante de una persona no se hallaba fuera en su atractivo físico, sino dentro en el laberinto insondable que era para el resto del mundo su cabeza.
- ¿Espera a alguien, mademoiselle? - preguntó con una sonrisa afilada. - De lo contrario quisiera invitarle a sentarse en una mesa conmigo. Soy nuevo en París y no tengo amigos de confianza con los que sentarme a fumar. - sonrió burlón, riéndose por como sonaban sus propias palabras.
P.d: la clase social del pj será humano de la realeza o clase alta pero estoy pendiente de que el staff me lo apruebe.
Icarus Lucas- Humano Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 17/12/2017
Re: Una Noche Diferente [Icarus Lucas]
Después de haber pasado unos minutos parada de pie en aquel local, uno que no había frecuentado nunca y que no era para nada de mi estilo puesto que no solía tomar ninguna clase de droga, me pregunté seriamente qué estaba haciendo allí. Sí, había entrado con la única intención en mente de pasar una noche diferente, de hacer algo que de normalidad no haría y que hiciera olvidarme por un momento la clase de vida y de rutina que hacía a diario. Me vi tentada de darme la vuelta y salir de allí pero ¿por qué irme y volver a lo de siempre? Quizás la noche resultara siendo diferente como tenía en mente y pudiera disfrutar de ser solamente Alessia, una joven como otra más en la ciudad parisina disfrutando de la noche, no la cortesana que se suponía que debía de ser. Fue entonces cuando escuché las palabras de un joven que, a mi lado, estaba de pie igual que yo mientras le daban una mesa, sus palabras hicieron que girara mi rostro levemente para observarlo y hacer una pequeña mueca por ello, ¿lo era realmente? No lo sabía, yo jamás había consumido ninguna clase de droga y apenas bebía como para pasar a drogas mayores como aquella. Por un momento los dos nos observamos de forma rápida como si quisiéramos saber qué clase de persona teníamos al lado, era un poco más alto que yo y su leve sonrisa hizo que lo mirara con algo más de detenimiento. Por su acento supe que no era francés, no tenía ese deje típico de los parisinos a pesar de que hablaba bien el idioma, había conocido a muchas personas como para diferenciar cuando alguien era de allí o no. Era joven pero seguramente fuera un par de años mayor que yo, sin duda alguna se notaba que él había pasado ya de la veintena mientras que yo todavía no había llegado a esa cifra todavía. Suelen decir que la primera impresión es la imagen que se te queda grabada de una persona, debía de decir que a simple vista me parecía un buen joven y que sus ojos me miraban con cierta curiosidad, quizás con la misma curiosidad con la que lo miraba yo a él. Su pregunta de si estaba sola me pilló un poco desprevenida pero pronto negué con la cabeza, había acudido sola con el propósito de encontrarme con alguien en esa noche y que fuera algo más amena que las demás.
-Lo cierto es que no, señor, es la primera vez que vengo a un local como este así que... podría decirse que estoy un poco perdida –comenté con un tono suave mientras lo miraba y luego daba un repaso a aquel lugar, mis ojos azules volvieron de nuevo a los suyos castaños cuando me propuso sentarme con él en una de las mesas para tomar algo y fumar juntos, ¿no era ese el motivo por el que estaba allí?- Sabía que no era de París, lo he notado por su acento... un tanto distinto al nuestro –sonreí levemente y junté mis manos delante de mi cuerpo cogiendo el asa del bolso entre mis dedos- oh, ¿nuevo en la ciudad? Entonces quizás podamos ayudarnos mutuamente, parece que usted ha probado esto alguna vez y yo no tengo ni idea ni de cómo se fuma... quizás usted podría enseñarme y yo, a cambio, le hago compañía y si quiere puedo mostrarle algo de la ciudad o hablarle de los sitios más interesantes para visitar –me hizo una seña para que siguiera a la joven que nos había atendido y que nos llevó hasta una de las mesas, nos sentamos en ella mientras frente a nosotros estaba lo que, a mi poco entender, sería con lo que fumaban allí. El olor era bastante peculiar y la gente iba más a lo suyo sin reparar en nuestra presencia, la joven volvió para tomar nota de lo que queríamos y así se lo hicimos saber para volver a dejarnos solos- oh, me llamo Alessia –le dije presentándonos a lo que él, como todo un caballero galante, tomó mi mano dejando un beso en esta a la hora de las presentaciones. Desde hacía muchos años que había tomado la opción de no responder por mi verdadero nombre, algo que me hacía recordar a mi vida pasada y que casi nadie sabía de mi verdadero nombre, siempre me había dado a conocer como Alessia y así seguiría siendo por un tiempo- ¿hace mucho que ha llegado a la ciudad, Icarus? Bueno, si me permite tutearle claro –me mordí el labio mientras notaba que mis mejillas, como de costumbre, enrojecían por aquel atrevimiento cuando ni siquiera nos conocíamos- espero que lo poco que haya visto le haya gustado, París tiene... muchas caras que quizás no pueda conocer en la primera visita, pero tiene lugares muy bonitos para visitar –y no lo decía solamente porque yo viviera desde que nací en la ciudad- ¿se piensa quedar mucho tiempo? Quizás pueda enseñarle mi ciudad después de esta noche, bueno, si no acabo demasiado colocada al salir de aquí –reí entre dientes un tanto nerviosa, era la primera vez que iba a fumar opio y no podía evitar esos pequeños nervios, la joven volvió con las copas que habíamos pedido y di un pequeño trago para calmarme- ¿qué le trae por París? Me gusta cuando la gente viene de fuera para conocer la ciudad y cuentan su propia experiencia o, incluso, una versión hasta diferente de la misma... supongo que cuando vives tanto tiempo en un sitio no encuentras lo “especial” que puede ser para otras personas.
-Lo cierto es que no, señor, es la primera vez que vengo a un local como este así que... podría decirse que estoy un poco perdida –comenté con un tono suave mientras lo miraba y luego daba un repaso a aquel lugar, mis ojos azules volvieron de nuevo a los suyos castaños cuando me propuso sentarme con él en una de las mesas para tomar algo y fumar juntos, ¿no era ese el motivo por el que estaba allí?- Sabía que no era de París, lo he notado por su acento... un tanto distinto al nuestro –sonreí levemente y junté mis manos delante de mi cuerpo cogiendo el asa del bolso entre mis dedos- oh, ¿nuevo en la ciudad? Entonces quizás podamos ayudarnos mutuamente, parece que usted ha probado esto alguna vez y yo no tengo ni idea ni de cómo se fuma... quizás usted podría enseñarme y yo, a cambio, le hago compañía y si quiere puedo mostrarle algo de la ciudad o hablarle de los sitios más interesantes para visitar –me hizo una seña para que siguiera a la joven que nos había atendido y que nos llevó hasta una de las mesas, nos sentamos en ella mientras frente a nosotros estaba lo que, a mi poco entender, sería con lo que fumaban allí. El olor era bastante peculiar y la gente iba más a lo suyo sin reparar en nuestra presencia, la joven volvió para tomar nota de lo que queríamos y así se lo hicimos saber para volver a dejarnos solos- oh, me llamo Alessia –le dije presentándonos a lo que él, como todo un caballero galante, tomó mi mano dejando un beso en esta a la hora de las presentaciones. Desde hacía muchos años que había tomado la opción de no responder por mi verdadero nombre, algo que me hacía recordar a mi vida pasada y que casi nadie sabía de mi verdadero nombre, siempre me había dado a conocer como Alessia y así seguiría siendo por un tiempo- ¿hace mucho que ha llegado a la ciudad, Icarus? Bueno, si me permite tutearle claro –me mordí el labio mientras notaba que mis mejillas, como de costumbre, enrojecían por aquel atrevimiento cuando ni siquiera nos conocíamos- espero que lo poco que haya visto le haya gustado, París tiene... muchas caras que quizás no pueda conocer en la primera visita, pero tiene lugares muy bonitos para visitar –y no lo decía solamente porque yo viviera desde que nací en la ciudad- ¿se piensa quedar mucho tiempo? Quizás pueda enseñarle mi ciudad después de esta noche, bueno, si no acabo demasiado colocada al salir de aquí –reí entre dientes un tanto nerviosa, era la primera vez que iba a fumar opio y no podía evitar esos pequeños nervios, la joven volvió con las copas que habíamos pedido y di un pequeño trago para calmarme- ¿qué le trae por París? Me gusta cuando la gente viene de fuera para conocer la ciudad y cuentan su propia experiencia o, incluso, una versión hasta diferente de la misma... supongo que cuando vives tanto tiempo en un sitio no encuentras lo “especial” que puede ser para otras personas.
Valenka N. Dragomir- Hechicero Clase Alta
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