El llamado a los hijos perdidos del rebaño [Privado Réjane + Lusian D´Aramitz]

por **Cesare Borgia** Dom Dic 17, 2017 8:27 pm

Santo en verdad eres,
Tan santo y alto como la misericordia que recibimos
Santo eres mi señor que no soy digno de estar en tu presencia.

Suenan tan alto y fuerte las campanas de la Santa Madre Iglesia, que llaman a sus hijos a escuchar las palabras de su santidad, del elegido por Dios para ser quien lo represente en esta tierra abandonada y poco creyente; y, tras aquellos rostros humanos se oculta la verdad de las intenciones que nadie más que los elegidos que pueden conocer.

El concilio de altos mandos de la Santa Madre Iglesia ha terminado, las enormes puertas se abren y aparecen cada uno entre sus rumores, pero solo una aparece caminando lo más rápido hasta su oficina, su excelencia aparece tras las puertas con su traje rojo y uno de los jóvenes ayuda le recibe para cambiar esas ropas, pero el niega y con su mano y orden que es autoridad absoluta dentro de esa oficina envía a llamar a dos personas, dos personas cuyo carácter es de urgencia para encontrarse con su Eminencia en ese momento.

El joven regresa agitado, cansado por ir corriendo, pero las noticias no son buenas porque no ha encontrado a aquellas dos personas entre las filas de la inquisición.

Ante tal respuesta su eminencia envía una carta tan urgente como para que llegue a Francia en menos de lo esperado, en dos días tenían que estar en conocimiento esas dos personas del requerimiento de su presencia ante su eminencia.

Luego de dos noches, cuando el sol llega por el tercer día, estaba en su oficina revisando los reportes de sus más fieles soldados, de aquellas células que estaban bajo su mando y jurisdicción, y justo una de ellas pertenecía a aquellas dos personas que había enviado llamar.

Tomando el café de la mañana se encontraba su excelencia cuando la puerta suena y tras ello aparece su joven ayuda anunciando la presencia de dos individuos que no han deseado anunciarse y solo han dejado una frase para ser conocida por su excelencia.

– Guíame en el mundo de las tinieblas. Es la única manera de combatir lo que nos espera– con un chasquido de los dedos los deja pasar. Ahora eran tres en aquella habitación, tres individuos que soportaban en silencio uno tan incomodo que las dos personas no se movían para nada –Hijos míos, tomad asiento, espero que vuestro viaje haya sido placentero– termina su café mirando a los dos individuos que no se movían.