AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Vikingens sjel [privado]
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Vikingens sjel [privado]
Pobres incautos los que se adentraron en las profundidades del sombrero del troll donde recluido permanecí un milenio buscando el modo de recuperar a aquella mujer que un día me robó la cordura.
Torghatten es una montaña del municipio de Brønnøy, Noruega. Lo que caracteriza esta montaña es el agujero que la atraviesa de punta a punta, el agujero lo hizo el troll Hestmannen mientras perseguía a la hermosa y Virginal Lekamøya. Cuando el troll se percató de que no podía capturarla, disparó una flecha para matarla, pero el troll-rey de Sømna interceptó la trayectoria de ésta lanzando su sombrero. Éste se transformó en una montaña con un agujero en el centro.
Devoré hasta la ultima gota de esos dos hombres, a lo que habían ido hasta la montaña me era indiferente, el fin justifica siempre los medios y era hora de emerger, resurgir de las cenizas cual ave fénix y dar con el modo de traer a la vida al amor de mi vida Gunnhild.
Como todo ser que emerge después de 1000 años de profundo descanso, necesitaba sirvientes, alguien que pudiera guiarme por la senda de los nuevos mundos que ante mis ojos se abrían paso
No me costó conseguir una montura, era fácil tomar lo que quieres cuando la violencia desde el inicio de los tiempos forma parte de tu vida.
Un reguero de cuerpos cercenados es lo que dejé a mi paso, pero sirvió no solo para saciar mi hambre, armarme con un espadón y hacerme con una suma de dinero nada desdeñable.
Mi siguiente parada, el puerto, siempre se vendieron esclavos y los traían a través del mar, así que no dudaba que encontraría el ejemplar que pudiera satisfacer mis necesidades.
No quería alguien que me desafiara de forma constante, de hacerlo acabaría muerto y malgastar el dinero no era algo sensato, así que elegiría una fémina que me alegrara la vista, mas dócil, lo suficientemente inteligente como para jamás contradecirme y servirme con voluntad férrea.
Arrodillados los pobres humanos esperaban con una cadena en su cuello y maniatados el comprador perfecto.
Si tenían suerte darían con un buen amo, trabajarían de sol a sol y recibirían los palos necesarios para doblegarlos. Peor suerte podrían correr las caras bonitas, era capaz de leer la mente de aquellos depravados que solo buscaban una furcia para su lecho y que de paso limpiara el hogar de su mujer.
Supongo los tiempos habían cambiado, en mi época no era necesario comprar una mujer para montarla...bastaba con saquear, robar y tomar.
Torghatten es una montaña del municipio de Brønnøy, Noruega. Lo que caracteriza esta montaña es el agujero que la atraviesa de punta a punta, el agujero lo hizo el troll Hestmannen mientras perseguía a la hermosa y Virginal Lekamøya. Cuando el troll se percató de que no podía capturarla, disparó una flecha para matarla, pero el troll-rey de Sømna interceptó la trayectoria de ésta lanzando su sombrero. Éste se transformó en una montaña con un agujero en el centro.
Devoré hasta la ultima gota de esos dos hombres, a lo que habían ido hasta la montaña me era indiferente, el fin justifica siempre los medios y era hora de emerger, resurgir de las cenizas cual ave fénix y dar con el modo de traer a la vida al amor de mi vida Gunnhild.
Como todo ser que emerge después de 1000 años de profundo descanso, necesitaba sirvientes, alguien que pudiera guiarme por la senda de los nuevos mundos que ante mis ojos se abrían paso
No me costó conseguir una montura, era fácil tomar lo que quieres cuando la violencia desde el inicio de los tiempos forma parte de tu vida.
Un reguero de cuerpos cercenados es lo que dejé a mi paso, pero sirvió no solo para saciar mi hambre, armarme con un espadón y hacerme con una suma de dinero nada desdeñable.
Mi siguiente parada, el puerto, siempre se vendieron esclavos y los traían a través del mar, así que no dudaba que encontraría el ejemplar que pudiera satisfacer mis necesidades.
No quería alguien que me desafiara de forma constante, de hacerlo acabaría muerto y malgastar el dinero no era algo sensato, así que elegiría una fémina que me alegrara la vista, mas dócil, lo suficientemente inteligente como para jamás contradecirme y servirme con voluntad férrea.
Arrodillados los pobres humanos esperaban con una cadena en su cuello y maniatados el comprador perfecto.
Si tenían suerte darían con un buen amo, trabajarían de sol a sol y recibirían los palos necesarios para doblegarlos. Peor suerte podrían correr las caras bonitas, era capaz de leer la mente de aquellos depravados que solo buscaban una furcia para su lecho y que de paso limpiara el hogar de su mujer.
Supongo los tiempos habían cambiado, en mi época no era necesario comprar una mujer para montarla...bastaba con saquear, robar y tomar.
Eirikr Blodoks- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 21/12/2017
Re: Vikingens sjel [privado]
Supongo que debí preverlo, cuando el diablo se me metió en el cuerpo y dejándome llevar por un impulso, compré el boleto para viajar a esa tierra, Noruega…
Claro que hacía mal en culpar a sor Agnes, la culpa era toda mía. No me sacaba la idea de viajar de la cabeza, e incluso ahora, obligada a permanecer de rodillas, con los pies atados y las muñecas encadenadas, mantenía mis dedos sobre el medallón que pendía de mi cuello escondido entre las capas de mi ropa, como si de un amuleto se tratase.
Nunca antes me había aventurado en un barco, y la pequeña y rudimentaria embarcación en la que viajaba apenas tenía derecho a considerarse como tal. Más de una vez nos bamboleamos como si fuese una cáscara de nuez en el mar, más de una vez fuimos sacudidos por las inclemencias del tiempo e incluso uno de los pasajeros perdiendo la cordura se había lanzado por la borda aduciendo que todos los que permaneciésemos en el barco estábamos malditos.
No faltaron las exclamaciones de alegría, los abrazos y los gritos de júbilo cuando pasada la tormenta avistamos por primera vez tierra. Para mi representaba muchísimo y lo que menos me esperaba era que al llegar a puerto el capitán nos jugara de las suyas. En tan solo unos segundos llegaron los bárbaros sometiéndonos a todos.
Aún no acababa de procesarlo, parecíame irreal pero los golpes y los insultos no dejaban lugar a dudas, estaba bien despierta.
Me encontraba en una tarima de madera, adonde nos habían colocado para ser exhibidos como ganado. Había sido reducida a nada y al observar a los salvajes compradores que se paseaban alrededor mio hubiera deseado echarme a la mar también.
Ni siquiera logro descifrar el por qué del mismo, sabiendo como sabía que me dirigía a una tierra de paganos. La culpa la tuvo sor Agnes, en el momento en el que se le ocurrió ponerme a cargo de la traducción de los manuscritos antiguos. No sé de donde le surgió la idea, teniendo en cuenta que me había costado un mundo convencerla de que tan siquiera me permitiera echarle una ojeada a los antiguos libros… Alguien como yo, distaba mucho de ser considerada para la digna tarea, pero algo vio la santa mujer en mi facilidad para la interpretación y la ilustración de pasajes… y así fue como eventualmente di con aquellos manuscritos sobre las tierras del norte.
Claro que hacía mal en culpar a sor Agnes, la culpa era toda mía. No me sacaba la idea de viajar de la cabeza, e incluso ahora, obligada a permanecer de rodillas, con los pies atados y las muñecas encadenadas, mantenía mis dedos sobre el medallón que pendía de mi cuello escondido entre las capas de mi ropa, como si de un amuleto se tratase.
Nunca antes me había aventurado en un barco, y la pequeña y rudimentaria embarcación en la que viajaba apenas tenía derecho a considerarse como tal. Más de una vez nos bamboleamos como si fuese una cáscara de nuez en el mar, más de una vez fuimos sacudidos por las inclemencias del tiempo e incluso uno de los pasajeros perdiendo la cordura se había lanzado por la borda aduciendo que todos los que permaneciésemos en el barco estábamos malditos.
No faltaron las exclamaciones de alegría, los abrazos y los gritos de júbilo cuando pasada la tormenta avistamos por primera vez tierra. Para mi representaba muchísimo y lo que menos me esperaba era que al llegar a puerto el capitán nos jugara de las suyas. En tan solo unos segundos llegaron los bárbaros sometiéndonos a todos.
Aún no acababa de procesarlo, parecíame irreal pero los golpes y los insultos no dejaban lugar a dudas, estaba bien despierta.
Me encontraba en una tarima de madera, adonde nos habían colocado para ser exhibidos como ganado. Había sido reducida a nada y al observar a los salvajes compradores que se paseaban alrededor mio hubiera deseado echarme a la mar también.
El dichoso hombre que llevaba la voz cantante me dio un empujón para que diera un paso al frente, animando a los posibles vendedores a que me examinaran.
Me retorcí negándome a ser tratada como un animal, el hombre me sujetó con fuerza tironéandome del brazo, susurrandome amenazadoramente que me quedara quieta para continuar exhibiéndome.
No dejaba de señalar mi cuerpo, tocando mis caderas, pasándome las sucias manos por encima, toqueteándome los pechos, pero en el momento en el que decidió agarrar mi mandíbula para enseñar mis dientes fueron estos precisamente los que aprovechando que se distraía con uno de los mirones, apresaron su mano tan fuerte como me fue posible, y lo hice con una saña inusitada de la cual ni yo misma me creía capaz. Pronto la sangre ajena manaba de mi boca permitiéndome sentir un trozo de su dedo en ella.
No dejaba de señalar mi cuerpo, tocando mis caderas, pasándome las sucias manos por encima, toqueteándome los pechos, pero en el momento en el que decidió agarrar mi mandíbula para enseñar mis dientes fueron estos precisamente los que aprovechando que se distraía con uno de los mirones, apresaron su mano tan fuerte como me fue posible, y lo hice con una saña inusitada de la cual ni yo misma me creía capaz. Pronto la sangre ajena manaba de mi boca permitiéndome sentir un trozo de su dedo en ella.
Como resultado de ese arrebato, el hombre tiró de mi con salvajismo, atravesándome la cara de un golpe para que al caer de rodillas viese como sacaba el látigo dispuesto a castigarme.
Amber- Humano Clase Baja
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 27/12/2017
Re: Vikingens sjel [privado]
Sobre la tarima las esclavas arrodilladas sollozaban mirándonos, muchas de ellas posiblemente no habían visto jamas bárbaros, norteños que a sus espaldas portaban acero.
Sus ojos delataban el terror al que eran sometidas cuando las manos ásperas del comerciante se paseaban por sus cuerpos para mostrarnos la mercancía.
Morenas, rubias, tez clara u oscura, había para todos los gustos y francamente ninguna me parecía merecer lo suficiente la pena hasta que una delgaducha le arrancó un dedo a uno de los comerciantes cuando esté intentó mostrar sus dientes.
Me sentí tentado de dejarlo doblegarla, le dio un golpe en la cara que la lanzó sobre la tarima, pero después pensé en que domar caballos siempre se me antojó entretenido y prefería poseer al animal salvaje, puro que arrodillado.
Antes de que el látigo marcara su piel me interpuse en el camino sujetando la muñeca de aquel tipo.
-La quiero intacta -espeté sin mas dejando caer una bolsa de monedas en su zurda que bien pagaría a la joven.
-Claro señor -dijo el tipo ensanchando la sonrisa podrida al notar el peso de las monedas tintineando dentro de la bolsa.
Cogí los eslabones de las cadenas de las manos del vendedor y de un tirón la obligué a ponerse en pie.
-Camina -ordené dándole un nuevo tirón que supongo presagiaba que yo no era ese buen samaritano que ella pudiera pensar en un primer momento.
Me detuve frente al espectro, mis ojos se clavaron en los de la esclava.
-¡Tu nombre! -dije mirando la mercancía de arriba a bajo sin cortarme.
La giré de un tirón mirándole el culo, metiendo la mano bajo la sucia camisola para tocarle las costillas y el culo después.
-Necesitas alimentarte ¡Abre la boca!– pedí para ver sus dientes esperando que lo hiciera y no tener que abrírsela yo mismo a la fuerza -te explicaré algo, yo mando y tu obedeces, créeme, no te gustarán las consecuencias de tu desobediencia, así que para que esto funcione las normas son claras..te bastan dos palabras “si ,amo” ¿queda claro?
Sin dejarla responder la subí con rudeza sobre la montura, de un salto quedé tras su cuerpo, afiancé las riendas, sujetando su cintura con mi brazo para que no se le pasara por la cabeza saltar del caballo.
-Nos vamos a divertir -susurré en su oído meciendo el pelo con mi aliento.
Golpeé os costados del caballo y este no tardó en ponerse al galope, era el momento de regresar, un hechicero poderoso, eso necesitaba para que ella regresara. La pregunta era ¿donde cojones encontrarlo?
Sus ojos delataban el terror al que eran sometidas cuando las manos ásperas del comerciante se paseaban por sus cuerpos para mostrarnos la mercancía.
Morenas, rubias, tez clara u oscura, había para todos los gustos y francamente ninguna me parecía merecer lo suficiente la pena hasta que una delgaducha le arrancó un dedo a uno de los comerciantes cuando esté intentó mostrar sus dientes.
Me sentí tentado de dejarlo doblegarla, le dio un golpe en la cara que la lanzó sobre la tarima, pero después pensé en que domar caballos siempre se me antojó entretenido y prefería poseer al animal salvaje, puro que arrodillado.
Antes de que el látigo marcara su piel me interpuse en el camino sujetando la muñeca de aquel tipo.
-La quiero intacta -espeté sin mas dejando caer una bolsa de monedas en su zurda que bien pagaría a la joven.
-Claro señor -dijo el tipo ensanchando la sonrisa podrida al notar el peso de las monedas tintineando dentro de la bolsa.
Cogí los eslabones de las cadenas de las manos del vendedor y de un tirón la obligué a ponerse en pie.
-Camina -ordené dándole un nuevo tirón que supongo presagiaba que yo no era ese buen samaritano que ella pudiera pensar en un primer momento.
Me detuve frente al espectro, mis ojos se clavaron en los de la esclava.
-¡Tu nombre! -dije mirando la mercancía de arriba a bajo sin cortarme.
La giré de un tirón mirándole el culo, metiendo la mano bajo la sucia camisola para tocarle las costillas y el culo después.
-Necesitas alimentarte ¡Abre la boca!– pedí para ver sus dientes esperando que lo hiciera y no tener que abrírsela yo mismo a la fuerza -te explicaré algo, yo mando y tu obedeces, créeme, no te gustarán las consecuencias de tu desobediencia, así que para que esto funcione las normas son claras..te bastan dos palabras “si ,amo” ¿queda claro?
Sin dejarla responder la subí con rudeza sobre la montura, de un salto quedé tras su cuerpo, afiancé las riendas, sujetando su cintura con mi brazo para que no se le pasara por la cabeza saltar del caballo.
-Nos vamos a divertir -susurré en su oído meciendo el pelo con mi aliento.
Golpeé os costados del caballo y este no tardó en ponerse al galope, era el momento de regresar, un hechicero poderoso, eso necesitaba para que ella regresara. La pregunta era ¿donde cojones encontrarlo?
Eirikr Blodoks- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 21/12/2017
Re: Vikingens sjel [privado]
El látigo listo para castigarme se detuvo en el aire, no me detuve a ver que le había inducido a hacerlo, de inmediato asumí que había sido intervención divina y con rapidez miré a mi alrededor. No pensaba dejarme vender como si fuera una pieza de ganado. Era un ser humano, por mucho que me hubiera gastado mi dinero en este viaje, mis carencias materiales no iban en igualdad con mi dignidad, que de esta tenía mucha.
Ya en el convento a menudo me ganaba reprimendas de parte de la madre superiora debido a ello, aunque juro que sabía muy bien cual era mi puesto, es solo que a veces y cuando menos lo pensaba simplemente se me subía el orgullo a la cabeza que no se de donde salía porque no creía haberlo heredado de mi madre.
Claro que después me arrepentía y me dirigía a mi celda a rezar procurando aplacar esos impulsos que contradecían la humildad que debía demostrar en toda ocasión, teniendo en cuenta adonde me encontraba y la generosidad que me había sido mostrada en el convento.
Claro que después me arrepentía y me dirigía a mi celda a rezar procurando aplacar esos impulsos que contradecían la humildad que debía demostrar en toda ocasión, teniendo en cuenta adonde me encontraba y la generosidad que me había sido mostrada en el convento.
De todas maneras en este momento no estaba pensando en nada que no tuviera que ver con una posible fuga. No me había empeñado en realizar este viaje para terminar de esta manera, tenía esa convicción transpirando en cada poro de mi piel y únicamente fue el tirón de mis cadenas el que me obligó a soltar finalmente el medallón que tanto representaba para mi.
Unos cuantos tirones me obligaron a bajar de la tarima hasta detenerme a la par de un caballo. Aunque de un momento a otro las manos que manipulaban las cadenas eran distintas, ante mis ojos no vi más que a otro pagano que tratándome con salvajismo me exigió mi nombre. Fingí no entender nada de lo que decía, después de todo yo era extranjera, hablaba inglés.
Un jalonazo y me estaba pasando las sucias manos por encima por lo que tuve que tragarme las lágrimas por la humillación. Otro brusco movimiento y ya estábamos arriba de su caballo. Procuré sosegarme en medio de mi ofuscación, se trataba de un solo hombre, lo cual ya constituía al menos una ventaja para mi.
El caballo emprendió el galope y los choques de los cascos contra la tierra acompañaron a los rezos que en inglés susurraban mis labios. El pagano me sujetaba con su brazo impidiéndome saltar del caballo, pero en algún momento iba a tener que detenerse… iba a tener que aflojar.
Los minutos se sucedieron y la noche avanzó más, procuraba fijarme por donde íbamos, aunque poco a poco me fue entrando el sopor y mis párpados comenzaron a cerrarse intermitentemente.
Amber- Humano Clase Baja
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 27/12/2017
Re: Vikingens sjel [privado]
Sin duda lo mejor de una mujer era su silencio y esta era callada, mejor, odiaba la voz llorosa de las mujeres suplicando por su propia vida.
Las esclavas tenían que obedecer a sus amor y eso es exactamente l oque yo era, su dueño.
La noche se había cernido sobre nosotros, la mujer cansada daba cabezadas entre mi pecho y la cabeza del caballo extenuada y posiblemente también asustada.
Al frente las luces de una pequeña aldea, hacia allí dirigí la montura alcanzando la empalizada y el portón tras una hora. Dos soldados me dieron e lato, mas no hubo mayores problemas cuando le expliqué, que mi esclava y yo buscábamos donde pasar la noche.
Nos indicaron donde estaba la taberna de la ladea, según ellos disponían de un par de habitaciones para los forasteros.
Desmonté frente a una casona de piedra bastante grande y con una guardilla en la parte de arriba, la aldea era pequeña, así que aquel edificio central, aunque mas grande que las demás chozas, tampoco destacaba.
Cuando entré por la puerta arrastrando a la mujer que cansada y con paso lento me seguía en silencio me encontré con un posadero y sentados frente a él en la barra un par de hombres ebrios.
-Busco una habitación para mi y la esclava. Preparame algo caliente que llevarnos a la boca, unas buenas jarras de hidromiel y algo de pan para empujar.
El hombre escupió al suelo moviendo un palo en su oca mientras me señalaba una de las mesas y se iba a la cocina.
Tiré de la esclava sentándola, ladeé la sonrisa mirándola, era una mujer bonita, así que ademas de guiarme en este camino para traer de vuelta a mi esposa, me serviría para otras cosas.
El posadero trajo dos cuencos de estofado, dos jarras repletas y una barra de pan. Le di las monedas que bien pagarían la cena y la habitación de la noche y este se marchó por donde había venido para seguir hablando con los borrachos.
-¡Come! -ordené con un gruñido empujando con el dorso de mi mano el cuenco hacia la mujer.
Era extranjera así que parecía no entender, pero el gesto bastaría para que entendiera lo que quería.
-Eres todo huesos, come -rugí llevando la cuchara a mi boca y empujando con el pan los trozos de carne.
La mujer me miraba con cara de asco al ver como en la comisura de mis labios quedaba mojada por el caldo.
Me limpié con la manga y di un buen trago de la jarra, esta no probaba bocado lo que me hizo dar un puñetazo en la mesa.
-¡Come! -rugí -no consentiría me desafiara.
Cuando la montara necesitaría fuerzas, así que mas le valdría por su propio bien llevar lleno el estomago.
Las esclavas tenían que obedecer a sus amor y eso es exactamente l oque yo era, su dueño.
La noche se había cernido sobre nosotros, la mujer cansada daba cabezadas entre mi pecho y la cabeza del caballo extenuada y posiblemente también asustada.
Al frente las luces de una pequeña aldea, hacia allí dirigí la montura alcanzando la empalizada y el portón tras una hora. Dos soldados me dieron e lato, mas no hubo mayores problemas cuando le expliqué, que mi esclava y yo buscábamos donde pasar la noche.
Nos indicaron donde estaba la taberna de la ladea, según ellos disponían de un par de habitaciones para los forasteros.
Desmonté frente a una casona de piedra bastante grande y con una guardilla en la parte de arriba, la aldea era pequeña, así que aquel edificio central, aunque mas grande que las demás chozas, tampoco destacaba.
Cuando entré por la puerta arrastrando a la mujer que cansada y con paso lento me seguía en silencio me encontré con un posadero y sentados frente a él en la barra un par de hombres ebrios.
-Busco una habitación para mi y la esclava. Preparame algo caliente que llevarnos a la boca, unas buenas jarras de hidromiel y algo de pan para empujar.
El hombre escupió al suelo moviendo un palo en su oca mientras me señalaba una de las mesas y se iba a la cocina.
Tiré de la esclava sentándola, ladeé la sonrisa mirándola, era una mujer bonita, así que ademas de guiarme en este camino para traer de vuelta a mi esposa, me serviría para otras cosas.
El posadero trajo dos cuencos de estofado, dos jarras repletas y una barra de pan. Le di las monedas que bien pagarían la cena y la habitación de la noche y este se marchó por donde había venido para seguir hablando con los borrachos.
-¡Come! -ordené con un gruñido empujando con el dorso de mi mano el cuenco hacia la mujer.
Era extranjera así que parecía no entender, pero el gesto bastaría para que entendiera lo que quería.
-Eres todo huesos, come -rugí llevando la cuchara a mi boca y empujando con el pan los trozos de carne.
La mujer me miraba con cara de asco al ver como en la comisura de mis labios quedaba mojada por el caldo.
Me limpié con la manga y di un buen trago de la jarra, esta no probaba bocado lo que me hizo dar un puñetazo en la mesa.
-¡Come! -rugí -no consentiría me desafiara.
Cuando la montara necesitaría fuerzas, así que mas le valdría por su propio bien llevar lleno el estomago.
Eirikr Blodoks- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 40
Fecha de inscripción : 21/12/2017
Re: Vikingens sjel [privado]
Debo haberme quedado dormida arriba del caballo, fue el que este se detuviera lo que me hizo abrir los ojos de un sobresalto. Ni siquiera recordé enseguida adonde estaba hasta que el salvaje que viajaba detrás de mi me soltó una retahíla de palabras que ni alcancé a discernir de lo cansada que estaba. No me había percatado de mi propio agotamiento, pero tampoco había pegado el ojo desde hacía más de un día así que mi organismo terminó ganándome.
Bostezaba caminando despacio detrás del bárbaro que se empeñó en despertarme tironeando de mis cadenas cuando entramos en un establecimiento bastante roñoso. No es que esperara otra cosa cuando a desgana me dejé caer sobre una banca de madera y no es que no estuviera acostumbrada a los espacios humildes pero la verdad es que no ayudaba en nada al ambiente percatarme de que los pocos clientes que estaban esparcidos en el lugar tenían aspecto de criminales salvajes que de vez en cuando me echaban el ojo como si por alguna extraña razón les llamara la atención, o tal vez solo me lo imaginaba.
Mi desánimo iba creciendo minuto a minuto, ni siquiera sabía adonde me encontraba. Habíamos cabalgado buena parte de la noche alejándonos del puerto y había perdido mis pertenencias lo cual resultaba un pensamiento irrisorio comparado con haber perdido mi libertad, claro que no iba a resignarme a esto último así se me fuera en ello la vida.
El estruendo de un golpe propinado sobre la mesa me hizo saltar, alcé la mirada para observar como el bárbaro se llenaba la boca de manera inverosímil con una buena parte del estofado que llevaba en el plato y terminaba de metérselo todo en la garganta con un trozo de pan. Como no moría atragantado era algo que se me escapaba.
Pequeños chorros de sopa se le escurrían por los lados de la mandíbula, lo cual me hizo fruncir la nariz. Estaba totalmente desaliñado, tenía el aspecto más desprolijo que hubiese visto jamás, parecía que no conocía el concepto de peinarse según gritaban sus oscuras greñas, tenía una barba tan tupida que no podía ni comenzar a calcular cuando fue la última vez que se le cruzó por la cabeza el concepto de rasurarla. Si no fuera absurdo pensaría que se había escapado de algún agujero de debajo de la tierra.
Otro golpe en la mesa y esta vez me sulfuró bastante escuchar sus demandas. Alcé los brazos extendiéndolos hacia él. ¿Qué no veía que tenía las manos atadas? ¿Cómo esperaba que me alimentara? Las sacudí frente a él un par de veces a ver si se percataba, de todas maneras no tenía hambre, verlo comer hacía que se me fuera el apetito por completo.
Miré a mi alrededor, uno de los bárbaros en una mesa adyacente me miraba de una manera que me hizo sentir bastante incómoda por lo que llevé mis manos atadas hacia el cuello de mi vestido asegurándome de tenerlo bien abotonado hasta arriba. Sin pensarlo me corrí hacia el rincón, procurando alejarme de la luz de la vela que descansaba sobre la mesa. Mi corazón no dejaba de bombear en mi pecho con fuerza desmedida, tenía que encontrar la manera de marcharme de allí...
Amber- Humano Clase Baja
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 27/12/2017
Re: Vikingens sjel [privado]
La morenita no comía, me enseñó las manos como si ese fuera el motivo por el que no devoraba el guisado delicioso que nos habían preparado y casi de inmediato se arrinconó mas contra la pared aterrada como un cachorro.
Saqué de mi bota un cuchillo y con malos modos sajé la maroma volviendo a empujar con mi diestra el cuenco hasta su posición.
-Come -rugí aun con la comida en la boca.
Di un buen trago de la jarra mirándola por encima del cristal, su cara de asco era un hecho, al parecer la señorita no estaba acostumbrada a mis modales y le “repugnaban”
Me chupé los dedos apurando los restos de caldo y carne que quedaban en ellos. La joven no había probado bocado, yo no me caracterizaba por la paciencia y menos por repetir muchas veces la misma cosa ¿no quería comer? Ya lo haría.
Tiré de su las cadenas hasta que la doncella entre quejidos acabó poniéndose en pie.
-Deberías haber bebido, lo vas a necesitar ahí arriba -aseveré con rudeza dejando caer unas monedas sobre la mesa que pagarían la consumición de sobra.
Tiré de ella que consciente seguramente de lo que pretendía hacer con ella lucho por resistirse, un guantazo que le cruzó la cara y que la dejó en el suelo con los ojos plagados de odio y lagrimas. Pero esto bastó para que se enterara de una vez y para siempre que yo era un vikingo y ella mi esclava.
La alcé del brazo y tiré de ella escaleras arriba, su cuerpo cedía bajo mi fuerza.
Una vez llegamos a la habitación abrí la puerta y la empujé con saña al interior de esta. La morenita corrió en busca de algo con lo que defenderse. Palpó con desasosiego el escritorio, un abrecartas es todo cuanto encontró, lo que me llevó a ladear la sonrisa con autosuficiencia cerrando la puerta a mis espaldas.
-Podemos hacerlo fácil...o difícil, francamente, me pone mucho mas la segundo, tu eliges.
Me acerqué a ella con ansia de caza, esta esquivaba aterrada. Con los brazos abiertos como un osos y riendome a carcajadas porque no había nada que pudiera motivarme mas que los gritos desesperados de una buena jaca, trataba de darle caza.
En uno de los quiebros acabé agarrándola por la cintura con uno de mis brazos, ella hundió el abrecartas en mi antebrazo, rugí de dolor, un nuevo guantazo la dejó temblando. Tiré de su cuerpo colocandola de frente a mi como si fuera una muñeca de trapo y llevé sendas manos a su camisa tirando de las solapas rasgando su camisola.
Sus dos pechos al descubierto alzados tersos se perdieron entre mi diestra, ella suplicaba que no lo hiciera, su llanto inundaba la cámara.
Saqué de mi bota un cuchillo y con malos modos sajé la maroma volviendo a empujar con mi diestra el cuenco hasta su posición.
-Come -rugí aun con la comida en la boca.
Di un buen trago de la jarra mirándola por encima del cristal, su cara de asco era un hecho, al parecer la señorita no estaba acostumbrada a mis modales y le “repugnaban”
Me chupé los dedos apurando los restos de caldo y carne que quedaban en ellos. La joven no había probado bocado, yo no me caracterizaba por la paciencia y menos por repetir muchas veces la misma cosa ¿no quería comer? Ya lo haría.
Tiré de su las cadenas hasta que la doncella entre quejidos acabó poniéndose en pie.
-Deberías haber bebido, lo vas a necesitar ahí arriba -aseveré con rudeza dejando caer unas monedas sobre la mesa que pagarían la consumición de sobra.
Tiré de ella que consciente seguramente de lo que pretendía hacer con ella lucho por resistirse, un guantazo que le cruzó la cara y que la dejó en el suelo con los ojos plagados de odio y lagrimas. Pero esto bastó para que se enterara de una vez y para siempre que yo era un vikingo y ella mi esclava.
La alcé del brazo y tiré de ella escaleras arriba, su cuerpo cedía bajo mi fuerza.
Una vez llegamos a la habitación abrí la puerta y la empujé con saña al interior de esta. La morenita corrió en busca de algo con lo que defenderse. Palpó con desasosiego el escritorio, un abrecartas es todo cuanto encontró, lo que me llevó a ladear la sonrisa con autosuficiencia cerrando la puerta a mis espaldas.
-Podemos hacerlo fácil...o difícil, francamente, me pone mucho mas la segundo, tu eliges.
Me acerqué a ella con ansia de caza, esta esquivaba aterrada. Con los brazos abiertos como un osos y riendome a carcajadas porque no había nada que pudiera motivarme mas que los gritos desesperados de una buena jaca, trataba de darle caza.
En uno de los quiebros acabé agarrándola por la cintura con uno de mis brazos, ella hundió el abrecartas en mi antebrazo, rugí de dolor, un nuevo guantazo la dejó temblando. Tiré de su cuerpo colocandola de frente a mi como si fuera una muñeca de trapo y llevé sendas manos a su camisa tirando de las solapas rasgando su camisola.
Sus dos pechos al descubierto alzados tersos se perdieron entre mi diestra, ella suplicaba que no lo hiciera, su llanto inundaba la cámara.
Eirikr Blodoks- Vampiro Clase Alta
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