Ruta de escape - libre.

por **Brendan C. Wulff** Lun Ene 15, 2018 10:45 pm

-¡Deténganlo! ¡¡No lo dejen escapar!

Gritaba el viejo, acompañado por dos policías que me venín pisando los talones. No sé cómo era capaz de mover sus piernas con tremenda masa corporal que poseía. Era un auténtico cerdo en el sentido estricto de la palabra. No comía para vivir, vivía para comer (De sólo recordar el cómo es que hablaba, salpicando todo, me daban ganas de devolver el estómago) Me abordó saliendo de un pequeño restaurante, dejándome en vergüenza delante de todos los transeúntes gritando de viva voz que yo era un delincuente, que le debía mucho dinero y que debía ir a la cárcel. La verdad es que no le debía nada a éste sujeto, pero una cosa era recibir cosas gratis y otra dejar meterme mano.

-¡Que no escape! ¡Corran! ¡Corran!

Aún podía escuchar su horrible voz detrás de mí. ¿Acaso ese hombre no se cansaba? no quería llamar demasiado la atención, suficientes problemas tenía ya, para que encima me señalara como un anormal y la inquisición fuera quien me tuviera en su lista de próximas capturas. La gente se hacía a un lado, murmurando. Hasta se atrevían a señalarme y le indicaban a los policías por dónde había pasado ¿Es que no tenían vida propia?

Doblé hacia la derecha penetrando a una especie de callejón que no tenía salida. El chirriar de una puerta me devolvió a la realidad, de alguna parte ha salido una señorita a depositar una gran bolsa de basura en algún rincón. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia adentro, por una de las ventanas abiertas.

-¡Con permiso necesito pasar! -No estaba acostumbrado a irrumpir a lugares donde no era invitado, pero era tal mi desesperación, que mi instinto de supervivencia me obligaba a hacer cosas impensables e inimaginables.

Al parecer estaba adentro de algo que semejaba una cocina. Había muchos trastos y olor a residuos comestibles, más allá al fondo, justo del otro lado había otra puerta. Dirigí mis pasos hacia ahí y la empujé con fuerza. Me encuentraba en un pasillo estrecho con poca luz, que desembocaba hacia otra puerta. ¡Esto parecía un laberinto!

Ahora me estaba dentro de una estancia muy colorida con muebles de todos tamaños y mucha gente observándome con los ojos muy abiertos ¿Dónde es que me había venido a esconder? Me quedé congelado cuando ya no hubo más camino para escapar, estaba perdido.

Más dentro de toda la multitud, hubo un hombre que salió a dar la cara, haciéndose cargo ¿sería el dueño?

-No he robado nada...Es sólo que ser pobre es un delito en París...

Yo no lo era, pero salir de un sanatorio con andrajos puestos, te hacía una facha muy mala.

por **Kerberos Lancaster** Dom Ene 21, 2018 2:25 pm

Suspiré dejando que saliese el humo del tabaco lentamente. Necesitaba descansar y me dirigí por la calle hacía algún tipo de burdel. Allí seguro que encontraba algún chico que me hiciese algún favor por un par de monedas, fuese el que fuese. Mis pasos sonaban lentos por la calle, llena de gente, que iba y venía. Perfumes de todos los estilos se mezclaban, unos mejores, otros peores. Gente con vestidos de sedas finas y mendigos que acarreban sus carros llenos de niños o miserias. ¿Qué mundo era este? Sonaron las campanas y miré mi reloj de bolsillo. Tenía que darme prisa. Seguí fumando de mi alargada pipa, un recuerdo de cuando estuve en China. Era bonita, fina, hecha de una madera hermosa y trabajada. La intercambién por un sombrero que llevaba, algo desgastado, pero que al comerciante le encantaba.

Pero algo me despertó de mi sueño oriental. Un chico era perseguido por la policía. Tiré el tabaco de la pipa y y la guardé en mi bolsillo interno. Luego seguí a perseguidor y perseguido y vi que el chico se había metido en un burdel. Uno bastante conocido, disfrutado por gente de clase media baja. Entré por la puerta principal, no por la del servicio, como había hecho él, y llegué a la sala, justo en el momento en el que él entraba. Sonreí y me quité mi sombrero de copa, le cogí de la mano, y salimos de allí a un paso rápido, pero tranquilo.

-Hola, buenos días, me llamo Kerberos, un placer, veo que te persiguen, ven y te ayudaré.-Dije despacio, mientras subíamos las escaleras, con algo de parsimonia para lo que el chico quería.

Al llegar a la azoté, cerré la puerta sin pestillo y le pedí que esperara con un gesto de paciencia y una sonrisa en la boca. El bastón que llevaba en la mano fue golpeado contra el suelo y levanté una ilusión poderosa. Pronuncié algunas palabras en breves susurros que volaron por el aire y se materializaron en una imagen que, al entrar los policías y aquel gordo, solo vieron una azotea libre, con un par de trapos sucios en el suelo, donde nosotros debíamos de estar. Aquel gordo, que parecía que iba a estalla en cualquier momento, bramó y se fue corriendo, junto con los policías. Las caras de perplejidad me hicieron gracia, pero permanecí en silencio.

Una vez solos me quité el sombrero y le tendí la mano al joven, levantando la ilusión.-Como decía, Kerberos Lancaster. Un placer.

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