I don't care | Privado

por **Ilanka Kratorova** Jue Ene 25, 2018 11:56 pm

Mientras se relajaba en la tina, Ilanka meditaba en que llevaba pocas semanas en la ciudad, por lo que no había tenido tiempo de salir a ver propiedades. Tampoco podía decir que estuviese mal viviendo en el lujoso hotel del norte de París, pero no había nada como tener su propia casa, un espacio que le perteneciese por completo. Ya sacaría el tiempo para hacer aquello -que en verdad era de importancia-, antes tenía cosas más urgentes que resolver.

Otra de las cosas que había hecho era escribirle a su querido amigo y amante. Tenían tiempo sin verse y saber que coincidirían los dos en París durante la misma temporada era motivo suficiente para intentar verse cuanto pudieran. Ilanka siempre se había sentido poderosa, desde que era una niña y los dones comenzaban a manifestarse en ella para su asombro y para orgullo de sus padres. Pero saberse impune ahora, ya de mayor, era lo que más placer le daba, saber que por sus contactos –por medio de su familia, claro- con las altas esferas de la inquisición ella jamás sería tan perseguida como el resto de los sobrenaturales le daba mayor seguridad y la empoderaba.

Si no le mentía en su misiva, él llegaría en menos de media hora por lo que Ilanka debía alistarse para recibirlo. Tenían mucho de lo que hablar, necesitaba pedirle algunos consejos también y relatarle lo que había visto en las últimas semanas que había pasado en su tierra natal. Los sobrenaturales en Rusia estaban por completo fuera de control, no se refería a los hechiceros, que siempre habían dominado aquella mágica tierra, sino los cambiantes que parecían querer invadirlos. Para esas cosas servía la inquisición: para limpiar las ciudades de los seres inservibles.

Salió con pesar del agua y se dispuso a vestirse. Eligió su vestido bordó con detalles en dorado y se lo puso apresurada lamentando, una vez más, no tener dama de compañía que la ayudase en esas pequeñas cosas de la vida cotidiana. Definitivamente necesitaba conseguirse una casa y personal cuanto antes; tendría que pedirle a él que la ayudase con eso pues lamentablemente era más fácil comprar una casa mostrándose en pareja que si era una mujer sola. Elegir las joyas le resultó fácil, lo complicado era en verdad peinar su largo cabello rubio sin ayuda. En esa tarea estaba inmersa, intentando dominarlo, cuando la sobresaltaron golpes seguros y rítmicos.

Insultó por lo bajo y se dirigió a la puerta de su gran habitación del segundo piso del Hotel des Arenes, aún con el cepillo de pelo en la mano. La abrió y lo vio allí de pie, el primer impulso fue abrazarlo, pero se contuvo. Estiró la mano para tomar la de él y atraerlo hacia el interior.

-Llegas muy temprano, ¿tantos deseos tenías de verme? –le dijo con una sonrisa y le tendió el cepillo-, lo lamento pero deberás ayudarme con el peinado entonces.