AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
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Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Bajo las raíces de Yggdrasil, la noche y el día se confundían. Allí no entraba la luz del sol ni se podía vislumbrar el firmamento nocturna con su haz de plata menguando, creciendo o desapareciendo. El tiempo era irrelevante, las horas y los minutos se confundían. Las nornas permanecían en sus puestos, hilando, enhebrando y tejiendo. Dormían poco, sólo cuando su cuerpo reclamaba descanso, y lo hacían por turnos, nunca lo hacía más de una a la vez, pues el destino no podía detenerse, la vida no esperaría por unas brujas que no hacían bien su trabajo y el castigo… ¡Oh, el castigo! Eso estaba aún por descubrirse, pues nunca, jamás, una hechicera con tal responsabilidad había faltado a su pacto, a su deber, a su sino.
Sólveig se encontraba sentada en su puesto, en un tocón de madera tallado en forma de asiento, uno grabado con simbología nórdica que narraba una historia, la leyenda de Skuld. Su antepasado, la primera de las nornas encargadas de “lo que debería suceder” o de “lo que es necesario que ocurra”. Era, más que un mito, un recordatorio de lo que era cada una de ellas, de la causa a la que debían su existencia. No habían venido al mundo para ser simples hechiceras, no eran solamente portadoras de magia sin más. Su poder, iba mucho más allá de los conjuros y hechizos, llegaba mucho más lejos que cualquier poción. Ellas marcaban destinos, doblegaban a la humanidad ante las premoniciones que tenían. Su verdad era absoluta y no había modo alguno de cambiar lo que en el tapiz se cosía.
Observó a su alrededor a sus dos “hermanas”. Las descendientes de Urd y Verdandi. Sólo hablaban cuando tenían visiones comunes, sentándose en círculo, tomadas de las manos, bajo la influencia del ungüento de Urd que otorgaba la posibilidad de ver los otros mundos, de cruzar el puente con la mente en busca de los pasados, presentes y futuros de los nueve reinos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. Suspiró. A veces quería saber lo que sentían esas personas que aparecían en sus visiones, cómo era una vida mortal, qué se experimentaba al ser normal, al no conocer lo que te deparaba el destino. Pero era sólo una fase, solía durarle poco, unos segundos de vez en cuando, cuando estaba muy falta de sueño reparador y su cabeza empezaba a divagar en vez de estar concentrada. En cuanto cerraba los ojos y dejaba la mente en blanco, era como si se reiniciara y todo volviera a su lugar. Y ella, ella dejaba de soñar.
Se levantó, excusándose con una leve reverencia, la manera en la que se comunicaban las unas a las otras que necesitaban reposar. Cruzó la sala grande donde el tapiz se extendía y desaparecía a través de un hueco entre las raíces de Yggdrasil, hundiéndose en las aguas de Urd para desaparecer a quién sabía dónde. Se metió en la recámara, una que compartían, pues sólo había una cama y jamás coincidían al ocuparla. Se tumbó boca arriba, dejando reposar las manos sobre el pecho con los dedos entrelazados. Sus párpados cayeron lentos, pesados y pronto alcanzó la paz que sólo el dormir le podía otorgar.
Sólveig se encontraba sentada en su puesto, en un tocón de madera tallado en forma de asiento, uno grabado con simbología nórdica que narraba una historia, la leyenda de Skuld. Su antepasado, la primera de las nornas encargadas de “lo que debería suceder” o de “lo que es necesario que ocurra”. Era, más que un mito, un recordatorio de lo que era cada una de ellas, de la causa a la que debían su existencia. No habían venido al mundo para ser simples hechiceras, no eran solamente portadoras de magia sin más. Su poder, iba mucho más allá de los conjuros y hechizos, llegaba mucho más lejos que cualquier poción. Ellas marcaban destinos, doblegaban a la humanidad ante las premoniciones que tenían. Su verdad era absoluta y no había modo alguno de cambiar lo que en el tapiz se cosía.
Observó a su alrededor a sus dos “hermanas”. Las descendientes de Urd y Verdandi. Sólo hablaban cuando tenían visiones comunes, sentándose en círculo, tomadas de las manos, bajo la influencia del ungüento de Urd que otorgaba la posibilidad de ver los otros mundos, de cruzar el puente con la mente en busca de los pasados, presentes y futuros de los nueve reinos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. Suspiró. A veces quería saber lo que sentían esas personas que aparecían en sus visiones, cómo era una vida mortal, qué se experimentaba al ser normal, al no conocer lo que te deparaba el destino. Pero era sólo una fase, solía durarle poco, unos segundos de vez en cuando, cuando estaba muy falta de sueño reparador y su cabeza empezaba a divagar en vez de estar concentrada. En cuanto cerraba los ojos y dejaba la mente en blanco, era como si se reiniciara y todo volviera a su lugar. Y ella, ella dejaba de soñar.
Se levantó, excusándose con una leve reverencia, la manera en la que se comunicaban las unas a las otras que necesitaban reposar. Cruzó la sala grande donde el tapiz se extendía y desaparecía a través de un hueco entre las raíces de Yggdrasil, hundiéndose en las aguas de Urd para desaparecer a quién sabía dónde. Se metió en la recámara, una que compartían, pues sólo había una cama y jamás coincidían al ocuparla. Se tumbó boca arriba, dejando reposar las manos sobre el pecho con los dedos entrelazados. Sus párpados cayeron lentos, pesados y pronto alcanzó la paz que sólo el dormir le podía otorgar.
Última edición por Sólveig el Vie Feb 09, 2018 4:21 am, editado 1 vez
Sólveig- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 24/01/2018
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Lo tuve todo para ser feliz y ahora no me quedaba nada. Con el cuerpo caliente de mi hija entre los brazos y montado sobre un alazán negro abandonaba mis bosques, mi hogar para adentrarme en Akershus, fortaleza de rebeldes y donde según las druidas ancianas de mi manada había una bruja extranjera casada con un lobo de estas tierras.
El general Ulf era un guerrero de gran renombre entre lo míos, había combatido en innumerables ocasiones para proteger el norte y si esa mujer de la que las viejas hablaban era su esposa tenia que intentarlo, nada mas me quedaba que ese pequeño cuerpo envuelto en una manta que portaba entre mis brazos.
El sino de mi manada respiraba despacio y se marchitaba con cada paso.
Los guaridas no dudaron, la orden de Hoor sonó clara cuando descubrí mi rostro, los portones se abrieron y este me guió raudo hasta la casa donde Giuliana ya me esperaba.
Mi padre envió un cuervo la noche anterior, así que aunque desconocían el mal que a mi hija la mantenía adormecida, si eran conscientes de la situación por la que mi manada y yo como padre pasábamos.
La deposité sobre un lecho de blancas sabanas donde el dorado cabello de mi pequeña quedo esparcido.
Lúgubre su aspecto, labios mortecinos y unos ojos que no se abrían para mi tormento. El gesto de los presentes era regio, el mio desesperado y el de la bruja mientras la examinaba preocupado.
-Necesito que me la devuelvas -supliqué buscando las brumas de aquella mujer -haré lo que haga falta, nada será un precio demasiado alto, pero devuélveme a mi hija.
La bruja preparó una bebida a base de hongos y hierbas, decía que al estar en cinta no podía consumir alcohol, así que esperaba que funcionara.
Ulf, el general no estaba muy de acuerdo en que su mujer corriera riesgos, pero como padre entendió la necesidad del reto y pronto la bruja cayó en una estado de semiinconsciencia abducida. con una mano sujetaba la de mi hija, con la otra se agarraba como ancla al cuerpo de su marido que la acariciaba.
Apenas fueron unos segundos, unos que me resultaron eternos, parecía ida, ausente cuando regresó de donde quiera que su mente la hubiera llevado.
-Hilo de Oro tejen en un telar tres mujeres con blancos vestidos -dijo aun medio perdida mientras todos nosotros nos mirábamos con fijeza.
-Nornas -apuntó Höor, mientras Ulf corroboraba su deducción.
-Pero...no comprendo -dije mirnado a la bruja espernado unas respuestas que no llegaban -Las nornas habitan en las raices del fresno perenne: el árbol de la vida.
Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir.
¿Como llego ahi?
Nada tenia sentido, mi desesperacion era patente y las respuestas solo tenian un camino, la bruja que tenia en frente.
Midgard representa la tierra asentada por los hombres ¿como alcanzar las raíces del fresno Yggdrasil, donde tejen los tapices de los destinos?
La vida de cada persona es un hilo en su telar, y la longitud de cada cuerda es la duración de la vida de dicha persona. Quizás podrían cambiar el sino de Saga, lo tenia que intentar.
El general Ulf era un guerrero de gran renombre entre lo míos, había combatido en innumerables ocasiones para proteger el norte y si esa mujer de la que las viejas hablaban era su esposa tenia que intentarlo, nada mas me quedaba que ese pequeño cuerpo envuelto en una manta que portaba entre mis brazos.
El sino de mi manada respiraba despacio y se marchitaba con cada paso.
Los guaridas no dudaron, la orden de Hoor sonó clara cuando descubrí mi rostro, los portones se abrieron y este me guió raudo hasta la casa donde Giuliana ya me esperaba.
Mi padre envió un cuervo la noche anterior, así que aunque desconocían el mal que a mi hija la mantenía adormecida, si eran conscientes de la situación por la que mi manada y yo como padre pasábamos.
La deposité sobre un lecho de blancas sabanas donde el dorado cabello de mi pequeña quedo esparcido.
Lúgubre su aspecto, labios mortecinos y unos ojos que no se abrían para mi tormento. El gesto de los presentes era regio, el mio desesperado y el de la bruja mientras la examinaba preocupado.
-Necesito que me la devuelvas -supliqué buscando las brumas de aquella mujer -haré lo que haga falta, nada será un precio demasiado alto, pero devuélveme a mi hija.
La bruja preparó una bebida a base de hongos y hierbas, decía que al estar en cinta no podía consumir alcohol, así que esperaba que funcionara.
Ulf, el general no estaba muy de acuerdo en que su mujer corriera riesgos, pero como padre entendió la necesidad del reto y pronto la bruja cayó en una estado de semiinconsciencia abducida. con una mano sujetaba la de mi hija, con la otra se agarraba como ancla al cuerpo de su marido que la acariciaba.
Apenas fueron unos segundos, unos que me resultaron eternos, parecía ida, ausente cuando regresó de donde quiera que su mente la hubiera llevado.
-Hilo de Oro tejen en un telar tres mujeres con blancos vestidos -dijo aun medio perdida mientras todos nosotros nos mirábamos con fijeza.
-Nornas -apuntó Höor, mientras Ulf corroboraba su deducción.
-Pero...no comprendo -dije mirnado a la bruja espernado unas respuestas que no llegaban -Las nornas habitan en las raices del fresno perenne: el árbol de la vida.
Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir.
¿Como llego ahi?
Nada tenia sentido, mi desesperacion era patente y las respuestas solo tenian un camino, la bruja que tenia en frente.
Midgard representa la tierra asentada por los hombres ¿como alcanzar las raíces del fresno Yggdrasil, donde tejen los tapices de los destinos?
La vida de cada persona es un hilo en su telar, y la longitud de cada cuerda es la duración de la vida de dicha persona. Quizás podrían cambiar el sino de Saga, lo tenia que intentar.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Giuliana había bajado el ritmo con la magia cuando empezaron a venir al mundo sus hijos, pero por contra, su poder oscuro, la magia nigromante, crecía exponencialmente con cada vida que alumbraba, este proceso había comenzado con la llegando de su primogénito Brökk. Su conocimiento y dominio del vudú haitiano unido a la magia de muerte que corría cada vez más fuerte por sus venas, la permitían transitar el mundo espiritual sin la necesidad de consumir alcohol, con un brevaje de hongos conseguía desdoblar su consciencia y atravesar el velo invisible entre el mundo mortal y las brumas espirituales.
El caso de la pequeña Saga le había tocado la fibra interna, pues ellos mismos estaban criando a su prole y bien podría haber sido uno de ellos quien recibiese la maldicion.
La visión fue clara, el lobo debía llegar hasta las raíces de Yggdrasil y encontrar a las artesanas que tenían el tapiz del destino para que cambiasen de lugar la hebra que condenaba a su hija a un sueño eterno. Giuliana no era una necia, sabía que alterar el curso de las cosas no era gratis. Al salir del trance permaneció en silencio unos instantes cepillando con los dedos el cabello de la pequeña.
- toda magia tiene un precio. Sé que estás dispuesto a pagarlo, pero no puedo asegurarte el resultado. El riesgo no solo lo corres tú, también ella...pero nada tienes que perder.- lo que no le dijo es que la integridad de la propia bruja estaba también en juego, porque quería ayudarles.- para llegar a ese árbol debes morir, solo tu espíritu puede cruzar el velo, y solo ellas pueden segar tu vida ya que son las que deciden cuando y donde.Es una paradoja. No puedo interferir en tu destino, así que esto será un truco que no les hará gracia a tus dioses. Morirás, te acompañare hasta la grieta que comunica el cruce de caminos de mis dioses con el panteón de los tuyos... y luego te traeré de vuelta. Tendrás tres días, lo que tarda tu cuerpo en corromperse, así que tendrás que correr. No se que parte de ti regresará, no se que parte de ti se quedará allí, pero es algo que solo podemos asumir. Recuerda que debes volver, que cuando te llame, debes acudir a mi voz, o no podrás regresar y vagaras para siempre sin saber si tu hija despertó.
Los ojos verdes de la bruja se posaron en los del lobo, podía entender su desesperación, ella haría lo que fuera por sus hijos, había cruzado el infierno por Ulf, y no le negaría a ese hombre la oportunidad de salvarle la vida a su hija.
El ritual era sencillo, no era más que magia vudu, la que tantas y tantas veces había realizado,para luego entrar en trance y acompañar el alma del muerto lejos del cruce de Legba para que atravesara la grieta hasta los dominios de los dioses nórdicos.
El caso de la pequeña Saga le había tocado la fibra interna, pues ellos mismos estaban criando a su prole y bien podría haber sido uno de ellos quien recibiese la maldicion.
La visión fue clara, el lobo debía llegar hasta las raíces de Yggdrasil y encontrar a las artesanas que tenían el tapiz del destino para que cambiasen de lugar la hebra que condenaba a su hija a un sueño eterno. Giuliana no era una necia, sabía que alterar el curso de las cosas no era gratis. Al salir del trance permaneció en silencio unos instantes cepillando con los dedos el cabello de la pequeña.
- toda magia tiene un precio. Sé que estás dispuesto a pagarlo, pero no puedo asegurarte el resultado. El riesgo no solo lo corres tú, también ella...pero nada tienes que perder.- lo que no le dijo es que la integridad de la propia bruja estaba también en juego, porque quería ayudarles.- para llegar a ese árbol debes morir, solo tu espíritu puede cruzar el velo, y solo ellas pueden segar tu vida ya que son las que deciden cuando y donde.Es una paradoja. No puedo interferir en tu destino, así que esto será un truco que no les hará gracia a tus dioses. Morirás, te acompañare hasta la grieta que comunica el cruce de caminos de mis dioses con el panteón de los tuyos... y luego te traeré de vuelta. Tendrás tres días, lo que tarda tu cuerpo en corromperse, así que tendrás que correr. No se que parte de ti regresará, no se que parte de ti se quedará allí, pero es algo que solo podemos asumir. Recuerda que debes volver, que cuando te llame, debes acudir a mi voz, o no podrás regresar y vagaras para siempre sin saber si tu hija despertó.
Los ojos verdes de la bruja se posaron en los del lobo, podía entender su desesperación, ella haría lo que fuera por sus hijos, había cruzado el infierno por Ulf, y no le negaría a ese hombre la oportunidad de salvarle la vida a su hija.
El ritual era sencillo, no era más que magia vudu, la que tantas y tantas veces había realizado,para luego entrar en trance y acompañar el alma del muerto lejos del cruce de Legba para que atravesara la grieta hasta los dominios de los dioses nórdicos.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 179
Fecha de inscripción : 01/04/2016
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Aukoc:
-Hazlo -no lo pensé, si necesitaban mi vida para traer de vuelta a mi hija podían tomarla entera, hasta la ultima gota de mi sangre derramaría por aquello que me quedaba mortecino, casi inerte sobre ese echo de blancas sabanas.
Todos los presentes entendían mi situación, pero Höor y Ulf se miraban el uno al otro posiblemente aportando una cordura que mi me faltaba.
Fue Ulf quien tomó la palabra mientras la mano de Höor Sobre mi hombro se posaba.
-Si no consigues volver, si no consigues traerla de vuelta, Randulf ganará esta gesta, quiere descabezar a las manadas y sin ti, consigue eso y algo me dice que esto no se quedará aquí.
Giuliana es arriesgado y lo sabemos todos los presentes.
-¿Donde o iríais por salvar a vuestros hijos? -pregunté mirándolos respectivamente -¿antepondrías Höor a Akershus ante tu prole?
Bajó la mirada pensativo, sabia que ese hombre había sacrificado mucho por la causa, por dar esperanza al norte, pero... ¿acaso nuestros hijos no eran intocables?
-Todos lloramos la muerte del gemelo de Niels, no permitas Höor que también lloremos la muerte de Saga.
-Hazlo Guiuliana, esta decisión no nos pertenece, es de Auckoc y si él quiere atravesar el puente Bifröst está en su derecho, que los dioses te acompañen, pronto nos veremos hermano.
Höor:
Giuliana empezó los preparativos sobre el suelo, no era la primera vez que lo hacia, Ulf ya se arrancó la vida para ir por ella al mismo Tártaro, solo que ahora en su vientre crecía Alrek, el cambiante que su padre estaba esperando como agua de mayo.
Pintó con sangre de un cordero ofrecido a Freya una especie de circunferencia con extraños símbolos alrededor y ahí pidió al licano que se tumbara.
Quemó unas hierbas que paseó por encima de su cuerpo mientras de sus labios una especie de cántico iba tomando forma.
Ojos oscuros, vacías las cuencas, magia negra, creo que intentaba anclar el alma del lobo a ella para pasados tres días poder tirar de ella.
La preocupación de Ulf era un hecho, apretaba los dientes, los puños y su cuerpo tenso como un arpa miraba la escena pensando con toda seguridad que su esposa estaba arriesgando demasiado en esta gesta que solo libraba ella.
Nosotros no podíamos hacer mas que admirar su poder, y vivirlo con la preocupación que un tío y un padre, que un amigo y un marido podían tener.
El ritual concluyó cuando paseó un afilado puñal sobre un cuenco que portaba un viscoso liquido negruzco, mojó allí la hoja y después prendió fuego, llamas azules que se extinguieron de golpe y la afilada hoja atravesó el pecho del lobo que emitió un aullido ensordecedor al tiempo que entre los brazos de la bruja expiraba su ultimo aliento de vida.
Aukoc:
Abrí los ojos, mi cuerpo parecía seguir siendo el mismo, pero la bruja tomaba mi mano de forma difusa, me recordó que tendría tres días para cumplir mi cometido, ni uno mas, ni uno menos y que ante su llamada debería correr a su encuentro o nada podría hacerse por devolverme a la tierra de los humanos dejando mi alma anclada bien no sabia donde entre Asgar y Midgar.
Asentí, ante mi se alzaba el Bifröst, un puente de arco iris ardiente que une Midgard (el mundo de los hombres) y Asgard (el reino de los dioses)
No miró atrás, abandonó la mano de la bruja y emprendo veloz carrera para atravesarlo dejando atrás un mundo conocido.
Mi único destino, las raíces del fresno donde las Nornas habitan, allí suplicaré que tejan de un modo bien distinto el sino de mi pequeña Saga.
Sin duda aquel lugar no era exactamente como lo imaginábamos, hidromiel, la risa del dios del trueno retumbando en el Valhalla..
Mas bien había una parte árida, extraña y difusa. A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces.
Por suerte, Heimdal, el vigilante, vigilaba a los gigantes y pasé desapercibido ante él, a fin de cuentas solo era un insignificante humano.
Tras esquivar varios de esos gusanos que parecían lo suficiente hambrientos como para devorarme, me hundí en las aguas de Urd.
Todo fue confuso, pero aparecí en una especie de cámara de blancas paredes, donde una mujer dormitaba, tenia que ser una Norna y el tiempo apremiaba.
Rudo en mis modales sacudí su cuerpo.
-Tienes que despertar y tejer el sino de mi hija con tus manos, no hay tiempo, mi niña se muere y tu eres la única que puede impedirlo, despierta mujer -dije con ese aire salvaje que caracterizaba a los vikingos.
-Hazlo -no lo pensé, si necesitaban mi vida para traer de vuelta a mi hija podían tomarla entera, hasta la ultima gota de mi sangre derramaría por aquello que me quedaba mortecino, casi inerte sobre ese echo de blancas sabanas.
Todos los presentes entendían mi situación, pero Höor y Ulf se miraban el uno al otro posiblemente aportando una cordura que mi me faltaba.
Fue Ulf quien tomó la palabra mientras la mano de Höor Sobre mi hombro se posaba.
-Si no consigues volver, si no consigues traerla de vuelta, Randulf ganará esta gesta, quiere descabezar a las manadas y sin ti, consigue eso y algo me dice que esto no se quedará aquí.
Giuliana es arriesgado y lo sabemos todos los presentes.
-¿Donde o iríais por salvar a vuestros hijos? -pregunté mirándolos respectivamente -¿antepondrías Höor a Akershus ante tu prole?
Bajó la mirada pensativo, sabia que ese hombre había sacrificado mucho por la causa, por dar esperanza al norte, pero... ¿acaso nuestros hijos no eran intocables?
-Todos lloramos la muerte del gemelo de Niels, no permitas Höor que también lloremos la muerte de Saga.
-Hazlo Guiuliana, esta decisión no nos pertenece, es de Auckoc y si él quiere atravesar el puente Bifröst está en su derecho, que los dioses te acompañen, pronto nos veremos hermano.
Höor:
Giuliana empezó los preparativos sobre el suelo, no era la primera vez que lo hacia, Ulf ya se arrancó la vida para ir por ella al mismo Tártaro, solo que ahora en su vientre crecía Alrek, el cambiante que su padre estaba esperando como agua de mayo.
Pintó con sangre de un cordero ofrecido a Freya una especie de circunferencia con extraños símbolos alrededor y ahí pidió al licano que se tumbara.
Quemó unas hierbas que paseó por encima de su cuerpo mientras de sus labios una especie de cántico iba tomando forma.
Ojos oscuros, vacías las cuencas, magia negra, creo que intentaba anclar el alma del lobo a ella para pasados tres días poder tirar de ella.
La preocupación de Ulf era un hecho, apretaba los dientes, los puños y su cuerpo tenso como un arpa miraba la escena pensando con toda seguridad que su esposa estaba arriesgando demasiado en esta gesta que solo libraba ella.
Nosotros no podíamos hacer mas que admirar su poder, y vivirlo con la preocupación que un tío y un padre, que un amigo y un marido podían tener.
El ritual concluyó cuando paseó un afilado puñal sobre un cuenco que portaba un viscoso liquido negruzco, mojó allí la hoja y después prendió fuego, llamas azules que se extinguieron de golpe y la afilada hoja atravesó el pecho del lobo que emitió un aullido ensordecedor al tiempo que entre los brazos de la bruja expiraba su ultimo aliento de vida.
Aukoc:
Abrí los ojos, mi cuerpo parecía seguir siendo el mismo, pero la bruja tomaba mi mano de forma difusa, me recordó que tendría tres días para cumplir mi cometido, ni uno mas, ni uno menos y que ante su llamada debería correr a su encuentro o nada podría hacerse por devolverme a la tierra de los humanos dejando mi alma anclada bien no sabia donde entre Asgar y Midgar.
Asentí, ante mi se alzaba el Bifröst, un puente de arco iris ardiente que une Midgard (el mundo de los hombres) y Asgard (el reino de los dioses)
No miró atrás, abandonó la mano de la bruja y emprendo veloz carrera para atravesarlo dejando atrás un mundo conocido.
Mi único destino, las raíces del fresno donde las Nornas habitan, allí suplicaré que tejan de un modo bien distinto el sino de mi pequeña Saga.
Sin duda aquel lugar no era exactamente como lo imaginábamos, hidromiel, la risa del dios del trueno retumbando en el Valhalla..
Mas bien había una parte árida, extraña y difusa. A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces.
Por suerte, Heimdal, el vigilante, vigilaba a los gigantes y pasé desapercibido ante él, a fin de cuentas solo era un insignificante humano.
Tras esquivar varios de esos gusanos que parecían lo suficiente hambrientos como para devorarme, me hundí en las aguas de Urd.
Todo fue confuso, pero aparecí en una especie de cámara de blancas paredes, donde una mujer dormitaba, tenia que ser una Norna y el tiempo apremiaba.
Rudo en mis modales sacudí su cuerpo.
-Tienes que despertar y tejer el sino de mi hija con tus manos, no hay tiempo, mi niña se muere y tu eres la única que puede impedirlo, despierta mujer -dije con ese aire salvaje que caracterizaba a los vikingos.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Antes siquiera que aquellas manos grandes y bruscas la tomaran de los hombros y la sacudieran, Sólveig ya había presentido que algo iba a ocurrir, algo que no estaba previsto ni tejido en el tapiz del destino. Alguien se había saltado las normas y estaba jugando con el futuro, no sólo el suyo, sino el de los nueve reinos.
Despertó de golpe, abriendo sus ojos de par en par sin esfuerzo alguno. Su sueño solía ser ligero, en fase REM y nunca llegaban a un descanso profundo, pues tenían tan poco tiempo para recuperar fuerzas que pasaban ese del que disponían en la fase más provechosa del sueño. Se encontró entonces con el rostro desesperado de un varón, de alguien que había profanado la morada de las nornas. -¿Qué hace aquí?- A pesar de la sorpresa y la incertidumbre, la joven no perdió las formas y trató al desconocido de usted. -Los hombres no tienen permitido el acceso. Menos aún los… humanos.- No hizo referencia su raza, sino a su condición. Un dios, en condiciones excepcionales, podría ser aceptado bajo las raíces de Yggdrasil, pero un mortal… ¡Jamás! Se incorporó enseguida y se apartó de ese cuerpo que se empeñaba en tocarla, en agarrarla con fuerza y tirar de ella. No estaba acostumbrada al contacto físico, era algo que acababa de descubrir que la incomodaba. -Váyase, antes de que llame a Heimdall.- Nunca le había visto, no sabía cómo era, no tenían permitido recurrir a él excepto en caso de extrema necesidad, pero estaba claro que un intruso en las sagradas raíces del fresno era motivo suficiente de alarma como para llamar a aquel que debía cuidar al árbol que unía los mundos.
Saltó de la cama por el otro lado, alejándose del hombre. No sentía pudor o vergüenza por estar en presencia de un varón recién despertada, tampoco se sentía violentada, sólo incómoda por la cercanía, por aquella temperatura que el otro desprendía y la intensidad de su mirada que parecía suplicarle algo. No le había escuchado cuando le hablaba, ella se había centrado en lo que le incumbía, echar a ese desconocido del lugar al que sólo las nornas y sus educadoras tenían acceso. -Fuera. Ahora.- Su tono era cortante, seco, pero bajo. No alzó la voz, allí casi nunca hablaban y cuando lo hacían era en susurros, en cánticos murmurados. Jamás se gritaba allí, pues sería una falta de respeto.
Despertó de golpe, abriendo sus ojos de par en par sin esfuerzo alguno. Su sueño solía ser ligero, en fase REM y nunca llegaban a un descanso profundo, pues tenían tan poco tiempo para recuperar fuerzas que pasaban ese del que disponían en la fase más provechosa del sueño. Se encontró entonces con el rostro desesperado de un varón, de alguien que había profanado la morada de las nornas. -¿Qué hace aquí?- A pesar de la sorpresa y la incertidumbre, la joven no perdió las formas y trató al desconocido de usted. -Los hombres no tienen permitido el acceso. Menos aún los… humanos.- No hizo referencia su raza, sino a su condición. Un dios, en condiciones excepcionales, podría ser aceptado bajo las raíces de Yggdrasil, pero un mortal… ¡Jamás! Se incorporó enseguida y se apartó de ese cuerpo que se empeñaba en tocarla, en agarrarla con fuerza y tirar de ella. No estaba acostumbrada al contacto físico, era algo que acababa de descubrir que la incomodaba. -Váyase, antes de que llame a Heimdall.- Nunca le había visto, no sabía cómo era, no tenían permitido recurrir a él excepto en caso de extrema necesidad, pero estaba claro que un intruso en las sagradas raíces del fresno era motivo suficiente de alarma como para llamar a aquel que debía cuidar al árbol que unía los mundos.
Saltó de la cama por el otro lado, alejándose del hombre. No sentía pudor o vergüenza por estar en presencia de un varón recién despertada, tampoco se sentía violentada, sólo incómoda por la cercanía, por aquella temperatura que el otro desprendía y la intensidad de su mirada que parecía suplicarle algo. No le había escuchado cuando le hablaba, ella se había centrado en lo que le incumbía, echar a ese desconocido del lugar al que sólo las nornas y sus educadoras tenían acceso. -Fuera. Ahora.- Su tono era cortante, seco, pero bajo. No alzó la voz, allí casi nunca hablaban y cuando lo hacían era en susurros, en cánticos murmurados. Jamás se gritaba allí, pues sería una falta de respeto.
Última edición por Sólveig el Vie Feb 09, 2018 4:22 am, editado 1 vez
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
¿Irme? No, no saldría de allí sin el destino de mi hija tejido en una larga hebra de oro. Me era indiferente lo que esa norna dijera,. Ella no era madre, no podía conocer a las desdichas a las que los humanos como yo, guerreros que desde nuestro nacimiento habíamos derramado sangre por un norte libre, por nuestros dioses, sufríamos.
Nunca había pedido nada a los dioses, siempre fiel en mis creencias, mantuve tras perder a mi esposa mi lealtad inquebrantable, pero hoy, hoy mi fe se tambaleaba, pues nadie merecía tanto dolor anidando en sus entrañas.
No iba a perder a mi hija, ella podía cambiar su sino, solo tenia que hacer eso, un pequeño favor a un hombre que había servido fielmente a Asgar.
-Lo tejeras -rugí hundiendo mis ámbar en los de la norna -no me ré de aquí hasta que lo hagas, mi hija se muere.
Poco parecía importarle, las normas para esa norna lo parecían ser todo y el destino de mi hija una anécdota de los miles de hilos que movía entre sus manos.
Me acerqué a ella mientras esta reculaba chocando con la pared del fondo, mis manos la acorralaron con violencia.
-¡Vas a tejer el destino de mi hija, salvaras su vida, porque aunque solo me veas un hombre, no tiene idea de lo que soy capaz por evitar que el hilo se rompa!
La estaba amenazando, pero porque el tiempo corría en mi contra, de no conseguirlo quedaría en este mundo atrapado.
Ademas Heimdall pronto descubriría mi engaño y no tardaría en centrar su ojo en el intruso que asediaba la paz de las nornas.
-Teje el sino de mi hija y me largare.
Esta incomoda por mi cercanía parecía buscar el modo de librarse de la cárcel de piel y hueso a al que era sometida, mas ni de lejos iba a conseguir dar la voz de alarma, solo tenia que colaborar ¿tan difícil era?
En ese instante ví como abría sus labios para gritar, mi mano tapó su boca con fuerza mientras negaba con la cabeza dejandole calor que estaba dispuesto a cualquier cosa.
-Muy bien, no quieres tejer aquí, pues vendrás conmigo, voy a mostrarte que es eso por l oque lucho, quizás necesites dejar de sentirte inmune a todo y ver con tus propios ojos la desgracia que acecha a mi mundo.
-Nos vamos -rugí tirando de ella colocando sobre su inmaculado cuello el afilado acero de un puñal -¡Muévete!
Nunca había pedido nada a los dioses, siempre fiel en mis creencias, mantuve tras perder a mi esposa mi lealtad inquebrantable, pero hoy, hoy mi fe se tambaleaba, pues nadie merecía tanto dolor anidando en sus entrañas.
No iba a perder a mi hija, ella podía cambiar su sino, solo tenia que hacer eso, un pequeño favor a un hombre que había servido fielmente a Asgar.
-Lo tejeras -rugí hundiendo mis ámbar en los de la norna -no me ré de aquí hasta que lo hagas, mi hija se muere.
Poco parecía importarle, las normas para esa norna lo parecían ser todo y el destino de mi hija una anécdota de los miles de hilos que movía entre sus manos.
Me acerqué a ella mientras esta reculaba chocando con la pared del fondo, mis manos la acorralaron con violencia.
-¡Vas a tejer el destino de mi hija, salvaras su vida, porque aunque solo me veas un hombre, no tiene idea de lo que soy capaz por evitar que el hilo se rompa!
La estaba amenazando, pero porque el tiempo corría en mi contra, de no conseguirlo quedaría en este mundo atrapado.
Ademas Heimdall pronto descubriría mi engaño y no tardaría en centrar su ojo en el intruso que asediaba la paz de las nornas.
-Teje el sino de mi hija y me largare.
Esta incomoda por mi cercanía parecía buscar el modo de librarse de la cárcel de piel y hueso a al que era sometida, mas ni de lejos iba a conseguir dar la voz de alarma, solo tenia que colaborar ¿tan difícil era?
En ese instante ví como abría sus labios para gritar, mi mano tapó su boca con fuerza mientras negaba con la cabeza dejandole calor que estaba dispuesto a cualquier cosa.
-Muy bien, no quieres tejer aquí, pues vendrás conmigo, voy a mostrarte que es eso por l oque lucho, quizás necesites dejar de sentirte inmune a todo y ver con tus propios ojos la desgracia que acecha a mi mundo.
-Nos vamos -rugí tirando de ella colocando sobre su inmaculado cuello el afilado acero de un puñal -¡Muévete!
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
El intruso estaba empeñado en que la norna tejiera un destino distinto para una niña, al parecer, su hija. Pero Sólveig no podía hacer algo semejante, su deber era, junto a sus hermanas, hilar el tapiz que sus visiones les proporcionaban, entrelazando así pasado, presente y futuro, formando el destino de los nueve reinos entre las tres. Les habían enseñado a hacerlo desde niñas, a trabajar juntas, unidas. Una sola no tenía semejante poder y, aunque así fuera, su sino era no doblegarse ante las exigencias de nadie, menos aún de un simple mortal que había osado colarse en los aposentos que se ocultaban bajo las raíces de Yggdrasil. Sus acciones iban a tener consecuencias y pronto las descubriría. La castaña despegó los labios al tomar aire, pero antes de poder gritar y llamar a Heimdall, la mano ajena cubrió su boca, silenciándola. Los ojos de la hechicera se entrecerraron, las pupilas se dilataron y dotaron sus orbes color miel de un tono más oscuro. ¿Cómo se atrevía a tocarla de ese modo? Aquellas manos impuras tocando la piel de una bruja del destino. Ella no deseaba tener que rozarle, pero acorralada como estaba contra la pared, no tenía otro modo de escapar que empujándole, así que llevó ambas manos al pecho ajeno y, justo cuando iba a ejercer fuerza, vio el destello de aquella hoja de acero que se apegó a su cuello con frialdad.
Jamás había sufrido daño alguno, no sabía lo que era el dolor, pero en sus visiones había conocido el sufrimiento ajeno, había visto ríos de sangre, mutilaciones, asesinatos, violaciones, palizas de padres borrachos, guerras, hambrunas, plagas… Físicamente jamás sintió algo, pero en su mente, a pesar de haber sido criadas para no inmutarse ante nada, había descubierto lo que era la aflicción. Obviamente nada tenía que ver, sobre todo cuando no había nada que perder. Nadie por quien temer o llorar, nadie a quien echar de menos o amar. Eran sólo títeres en un teatro de crueldad, pero, a su manera, habían aprendido a sobrellevar todo aquello que inundaba sus recuerdos, aquellas pesadillas que, aún y siendo lejanas, las torturaban antes de cada despertar.
Aún así, se resistió e intentó zafarse del agarre, lo que sólo consiguió que la acerada cortara su piel, escociendo, ardiendo. Fue algo nimio, pero para alguien que desconocía hasta el malestar más ínfimo, fue algo desgarrador. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y aún contra la palma que se cernía sobre sus labios, gritó, ahogada. Una linfa de sangre se escurrió hacia la clavícula, manchando ligeramente la ropa que portaba, tiñéndola de carmesí. El algodón de la tela empapaba deprisa y lo que empezó siendo un pequeño punto, pronto se extendió.
Jamás había sufrido daño alguno, no sabía lo que era el dolor, pero en sus visiones había conocido el sufrimiento ajeno, había visto ríos de sangre, mutilaciones, asesinatos, violaciones, palizas de padres borrachos, guerras, hambrunas, plagas… Físicamente jamás sintió algo, pero en su mente, a pesar de haber sido criadas para no inmutarse ante nada, había descubierto lo que era la aflicción. Obviamente nada tenía que ver, sobre todo cuando no había nada que perder. Nadie por quien temer o llorar, nadie a quien echar de menos o amar. Eran sólo títeres en un teatro de crueldad, pero, a su manera, habían aprendido a sobrellevar todo aquello que inundaba sus recuerdos, aquellas pesadillas que, aún y siendo lejanas, las torturaban antes de cada despertar.
Aún así, se resistió e intentó zafarse del agarre, lo que sólo consiguió que la acerada cortara su piel, escociendo, ardiendo. Fue algo nimio, pero para alguien que desconocía hasta el malestar más ínfimo, fue algo desgarrador. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y aún contra la palma que se cernía sobre sus labios, gritó, ahogada. Una linfa de sangre se escurrió hacia la clavícula, manchando ligeramente la ropa que portaba, tiñéndola de carmesí. El algodón de la tela empapaba deprisa y lo que empezó siendo un pequeño punto, pronto se extendió.
Última edición por Sólveig el Vie Feb 09, 2018 4:22 am, editado 1 vez
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
La joven norna no era precisamente sumisa, su intento de escapatoria acabó con una gota carmesí resbalando por la curvatura de su cuello hasta morir en su esternón.
El filo de mi acero se había ligeramente hundido en su blanca tez y esta emitió un grito de dolor que de nuevo silencia.
-Vamos, deja de gritar, esto no es dolor, pero si no me obedeces, juro por los dioses que te mostraré con exactitud en tus propias carnes que eso que tejes a diario.
Su mirada se hundía en mis ámbar, hasta que asintió asegurando que guardaría silencio, sabia las consecuencias que viviría si volvía a abrir la boca, lo mejor era que dejara de retar a este humano, mi hija se moría y por Odin que si eran necesario torturarla para que hilara, lo haría. ¿tan difícil era ceder ante un padre desesperado?
Tiré de ella sacándola de la cámara, cruzar con ella frente a Heimdal no seria fácil, y mas si a la señorita le daba por gritar. Mi confianza se tambaleaba, porque aunque ahora mismo parecía caminar serena sintiendo el frio acero sobre su cuello, algo me decía que esa pose solo era una falacia para gritar en cuento viera al guardián.
Ladeé la sonrisa cuando se giró para enfrentar mis pardos al sentir que me detenía un poco antes de llegar al puente del arco iris y sin mas, golpeé su nuca haciéndola caer inconsciente sobre mis brazos. Mi sonrisa se ensanchó cuando como si fuera un saco la cargué sobre mi hombro posando mi mano en su trasero.
-Bien, nos vamos preciosa, tienes mucho que tejer -le dije escondido, tenia que esperar el siguiente ataque de gusanos para que Heimdall se centrara en la batalla y no en mi.
Salí corriendo cuando el ojo que todo lo ve, báculo en mano emprendía su particular gesta contra los devoradores de mundos.
-¡Giuliana! -grité su nombre mientras cruzaba el Bifrost rumbo al mundo de los humanos.
Algo me decía que la bruja iba a matarme al verme con la norna presa, pero ¿acaso me quedaban opciones si no había querido colaborar por las buenas? - ¡Bruja!
Volví a gritar su nombre, necesitaba que me sacara de allí ya y ya veríamos las consecuencias.
El filo de mi acero se había ligeramente hundido en su blanca tez y esta emitió un grito de dolor que de nuevo silencia.
-Vamos, deja de gritar, esto no es dolor, pero si no me obedeces, juro por los dioses que te mostraré con exactitud en tus propias carnes que eso que tejes a diario.
Su mirada se hundía en mis ámbar, hasta que asintió asegurando que guardaría silencio, sabia las consecuencias que viviría si volvía a abrir la boca, lo mejor era que dejara de retar a este humano, mi hija se moría y por Odin que si eran necesario torturarla para que hilara, lo haría. ¿tan difícil era ceder ante un padre desesperado?
Tiré de ella sacándola de la cámara, cruzar con ella frente a Heimdal no seria fácil, y mas si a la señorita le daba por gritar. Mi confianza se tambaleaba, porque aunque ahora mismo parecía caminar serena sintiendo el frio acero sobre su cuello, algo me decía que esa pose solo era una falacia para gritar en cuento viera al guardián.
Ladeé la sonrisa cuando se giró para enfrentar mis pardos al sentir que me detenía un poco antes de llegar al puente del arco iris y sin mas, golpeé su nuca haciéndola caer inconsciente sobre mis brazos. Mi sonrisa se ensanchó cuando como si fuera un saco la cargué sobre mi hombro posando mi mano en su trasero.
-Bien, nos vamos preciosa, tienes mucho que tejer -le dije escondido, tenia que esperar el siguiente ataque de gusanos para que Heimdall se centrara en la batalla y no en mi.
Salí corriendo cuando el ojo que todo lo ve, báculo en mano emprendía su particular gesta contra los devoradores de mundos.
-¡Giuliana! -grité su nombre mientras cruzaba el Bifrost rumbo al mundo de los humanos.
Algo me decía que la bruja iba a matarme al verme con la norna presa, pero ¿acaso me quedaban opciones si no había querido colaborar por las buenas? - ¡Bruja!
Volví a gritar su nombre, necesitaba que me sacara de allí ya y ya veríamos las consecuencias.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
En aquella habitación habían velado el cuerpo del licántropo durante el tiempo que la bruja le indicó, si no lo conseguía, se corrompería y nada podría hacer por él. Realizó el ritual vudú para traerlo de vuelta, si su alma vagaba por los mundos del espíritu acudiría a su llamada pues lo tenía enlazado a la carne mediante los hilos invisibles de la magia. Las velas comenzaron a titilar con furia cuando la bruja empezó a salmodiar llamando a los poderes oscuros que arrastrarían el alma de Aúkoc de regeso a su funda.
Estaba en trance, con los ojos en blanco y el cuerpo rígido, su voz se colaba por el cruce de caminos, donde Legba bebía ron sentado en un sillón de cuero rojo oscuro. ¿Cómo lo hacía el viejo dios vudú si tenía la boca cosida? lo cierto es que no lo tenía muy claro. Caminó hasta donde se perdían las brumas y se asomó a la brecha que separaba el panteón vudú del nórdico. Allí llamó al licántropo por su nombre guiándolo a través de las brumas, su voz como faro en mitad de la oscuridad, acompáñandolo hasta la delgada línea que lo separaba del mundo humano y de los vivos. Pero cuando lo vio aparecer no venía solo.
— ¿pero qué...?
Esa mujer no tenía un cuerpo al que regresar, no había donde alojar esa alma y se produciría una fractura importante entre los dos velos. Corrió hasta Legba y se lo pidió al dios de cuencas vacías. Al principio se negó en rotundo pero cuando percibió lo que era la norna sonrió con esa boca llena de puntos y sin explicarselo a la bruja chasqueó los dedos. Cualquier truco era bueno para fastidiar a esos dioses vikingos que se creían el ombligo de la humanidad. Si hubiera sido una miserable humana, no lo habría hecho, pero esto daría muchos quebraderos de cabeza en Asgard.
Giuliana salió del trance tambaleándose, agarrándose a Ulf para no caer redonda. Aúkoc abrió los ojos al invadir de nuevo la carne con su alma, y ante la estupefacción de todos, una niebla negra y espesa surgió del suelo y al disiparse el cuerpo de una mujer se reveló antes sus miradas.
Estaba en trance, con los ojos en blanco y el cuerpo rígido, su voz se colaba por el cruce de caminos, donde Legba bebía ron sentado en un sillón de cuero rojo oscuro. ¿Cómo lo hacía el viejo dios vudú si tenía la boca cosida? lo cierto es que no lo tenía muy claro. Caminó hasta donde se perdían las brumas y se asomó a la brecha que separaba el panteón vudú del nórdico. Allí llamó al licántropo por su nombre guiándolo a través de las brumas, su voz como faro en mitad de la oscuridad, acompáñandolo hasta la delgada línea que lo separaba del mundo humano y de los vivos. Pero cuando lo vio aparecer no venía solo.
— ¿pero qué...?
Esa mujer no tenía un cuerpo al que regresar, no había donde alojar esa alma y se produciría una fractura importante entre los dos velos. Corrió hasta Legba y se lo pidió al dios de cuencas vacías. Al principio se negó en rotundo pero cuando percibió lo que era la norna sonrió con esa boca llena de puntos y sin explicarselo a la bruja chasqueó los dedos. Cualquier truco era bueno para fastidiar a esos dioses vikingos que se creían el ombligo de la humanidad. Si hubiera sido una miserable humana, no lo habría hecho, pero esto daría muchos quebraderos de cabeza en Asgard.
Giuliana salió del trance tambaleándose, agarrándose a Ulf para no caer redonda. Aúkoc abrió los ojos al invadir de nuevo la carne con su alma, y ante la estupefacción de todos, una niebla negra y espesa surgió del suelo y al disiparse el cuerpo de una mujer se reveló antes sus miradas.
Giuliana Mordrake- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/04/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Estudió la situación, intentando imaginar las posibles consecuencias de todos y cada uno de sus actos. No podía vislumbrar el futuro así como así, pero su mente era sumamente ágil y había visto tantos destinos en sus años de vida, que intentar simular mentalmente los finales de sus intentos, le resultó sumamente fácil. Estaba claro que, físicamente, ella no estaba preparada para un enfrentamiento, sencillamente porque nunca en toda su existencia había tenido que recurrir a la fuerza para nada, así que no la sabía dominar, usar a su favor ni tampoco protegerse con ella. Así que decidió asentir y fingir que colaboraría. Sólo necesitaba estar más cerca de Heimdal para poder pedirle auxilio y lograr escapar de las garras de ese mortal que se había obcecado en llevársela, en secuestrar a una de las tres nornas. Estaba claro que era un loco, porque nadie en su sano juicio sacaría a Sólveig de allí donde pertenecía pues, sin ella, el destino no podría tejerse y el sino de los nueve reinos bajo la protección de Yggdrasil, quedaría sumido en el caos más absoluto.
Veía cercana su liberación cuando, de pronto, el desconocido se detuvo. Los ojos de ambos se encontraron, los de ella confusos, intentaban buscar una respuesta en los orbes ambarinos que la juzgaban. Entreabrió los labios para preguntar qué era aquello que ocultaba, pero antes de poder formular ningún interrogante, todo se fundió a negro.
En medio de la inconsciencia, sintió como una fuerza sujetaba su alma, su espíritu, su energía. La arrastraba, la arrancaba de su lugar y la metía a la fuerza en un recipiente extraño, incómodo, apretado y húmedo. Todo seguía negro a su alrededor, pero la oscuridad, poco a poco, como los cielos en un día de tormenta al llegar la ventisca, se fue aclarando, disipando, hasta que la luz llegó, cegándola, impidiéndole ver el supuesto arcoíris que debería estar frente ella. El Bifrost no estaba, en su lugar, había más mortales, más desconocidos. La observaban como si la intrusa fuera ella. Sólveig seguía perdida, desorientada. Los olores del lugar inundaron sus fosas nasales y la marearon. Se tambaleó en aquellos frágiles tobillos que desconocía. El cuerpo, exteriormente, podía ser igual al que tenía bajo el fresno, pero la densidad, la fuerza, el peso… Todo era distinto. La gravedad hacía estragos en alguien acostumbrada a vivir en un mundo diferente. Intentó hablar, pero sólo sintió dolor. La humedad allí era muy baja comparada a la que tenían junto a Urd. Las cuerdas vocales se sentían ásperas y sus palabras rasparon hasta el paladar al salir, temblorosas, perdidas. -¿Dón… dónde estoy?-
Veía cercana su liberación cuando, de pronto, el desconocido se detuvo. Los ojos de ambos se encontraron, los de ella confusos, intentaban buscar una respuesta en los orbes ambarinos que la juzgaban. Entreabrió los labios para preguntar qué era aquello que ocultaba, pero antes de poder formular ningún interrogante, todo se fundió a negro.
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En medio de la inconsciencia, sintió como una fuerza sujetaba su alma, su espíritu, su energía. La arrastraba, la arrancaba de su lugar y la metía a la fuerza en un recipiente extraño, incómodo, apretado y húmedo. Todo seguía negro a su alrededor, pero la oscuridad, poco a poco, como los cielos en un día de tormenta al llegar la ventisca, se fue aclarando, disipando, hasta que la luz llegó, cegándola, impidiéndole ver el supuesto arcoíris que debería estar frente ella. El Bifrost no estaba, en su lugar, había más mortales, más desconocidos. La observaban como si la intrusa fuera ella. Sólveig seguía perdida, desorientada. Los olores del lugar inundaron sus fosas nasales y la marearon. Se tambaleó en aquellos frágiles tobillos que desconocía. El cuerpo, exteriormente, podía ser igual al que tenía bajo el fresno, pero la densidad, la fuerza, el peso… Todo era distinto. La gravedad hacía estragos en alguien acostumbrada a vivir en un mundo diferente. Intentó hablar, pero sólo sintió dolor. La humedad allí era muy baja comparada a la que tenían junto a Urd. Las cuerdas vocales se sentían ásperas y sus palabras rasparon hasta el paladar al salir, temblorosas, perdidas. -¿Dón… dónde estoy?-
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/01/2018
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
La voz de Giuliana me guiaba en el camino hacia casa, cegado por los intensos colores del puente Bifrost mi senda la marcaba la bruja que me ataba a un mundo que de tardar mucho mas se hubiera difuminado para siempre.
El problema es que no iba solo y eso era lago que la bruja iba a tener que solucionar y rápido, mi cuerpo estaba al otro lado pero por contra esa mujer no tenia donde reposar.
De no haber sido tan terca nada de esto hubiera pasado, ella hubiera hilado con oro el destino de mi pequeña y todo hubiera seguido su camino, pero como nuestros dioses era altiva, se cerraba en banda a cambiar las normas, lo que no debía olvidar es que yo también era norteño, orgulloso como mis ancestros y protegería la vida de mi hija hasta las ultimas consecuencias costara lo que costara.
Abrí los ojos de golpe, tocándome el cuerpo que volvía a sentirse cálido, vivo, con un fuerte corazón latiente, busque a mi hija que sobre el lecho reposaba aferrándose a la vida y tras esto a la norna que a mi lado y costándole mantenerse en pie me miraba fijamente sin entender.
Höor resopló no de acuerdo con mi acción, tampoco Ulf parecía estar a buenas, pero, las consecuencias nada tenían que ver con ellos.
-Asumiré si los dioses me dan castigo con el águila de sangre por robarles, pero, necesito que mi hija salga de esta. Estoy condenado a muerte, eso lo se, lo supe en el mismo instante en el que la capturé, se que los dioses no perdonaran mi ofensa, peor..era el único modo.
Bien sabia que ellos hubieran hecho lo mismo por cualquiera de sus hijos, así que tras intercambiar unas opiniones cruzadas, tiré del brazo de la norna para llevarla ante el lecho de mi hija.
Höor salio de allí, del mismo modo lo hizo Ulf y su esposa, les había prometido que a su vuelta me habría terminado con esto y podrían disponer de la norna para volver a enviarla a su mundo.
-¡!Mira -rugí encarandola a la realidad que yo con dolor afrontaba – esa niña es mi hija, esta sumida en un sueño que la consume y del que no soy capaz de despertarla, solo tu puedes tejer ese futuro que ella necesita.
Se que me odias y que soy el ultimo hombre sobre la faz de la tierra al que ayudaría, se que mi acto merece un castigo, lo asumiré llegada mi hora, Hel, águila de sangre, que se me cierren las puertas del Valhalla...pero ayúdala, es inocente.
Era consciente de que esa mujer estaba acostumbrada a tejer muertes, dolor, y traiciones, guerras donde cada día morían miles de hombres, pero no era lo mismo tejer desde su cúpula de oro que tener que refrentan el dolor de cerca, sintiendo la respiración de l pequeña acabarse frente a ella.
-Te lo suplico, es mi hija, no puedes condenar a este fina la una niña, cámbialo por el mio, teje mi final si necesitas un cuerpo que llevarle a Hela, pero sálvala.
No sabia como funcionaban las cosas exactamente, peor no iba a permitirle largarse sin mas, estaba decidido a hacer lo necesario para proteger la vida de mi pequeña.
El problema es que no iba solo y eso era lago que la bruja iba a tener que solucionar y rápido, mi cuerpo estaba al otro lado pero por contra esa mujer no tenia donde reposar.
De no haber sido tan terca nada de esto hubiera pasado, ella hubiera hilado con oro el destino de mi pequeña y todo hubiera seguido su camino, pero como nuestros dioses era altiva, se cerraba en banda a cambiar las normas, lo que no debía olvidar es que yo también era norteño, orgulloso como mis ancestros y protegería la vida de mi hija hasta las ultimas consecuencias costara lo que costara.
Abrí los ojos de golpe, tocándome el cuerpo que volvía a sentirse cálido, vivo, con un fuerte corazón latiente, busque a mi hija que sobre el lecho reposaba aferrándose a la vida y tras esto a la norna que a mi lado y costándole mantenerse en pie me miraba fijamente sin entender.
Höor resopló no de acuerdo con mi acción, tampoco Ulf parecía estar a buenas, pero, las consecuencias nada tenían que ver con ellos.
-Asumiré si los dioses me dan castigo con el águila de sangre por robarles, pero, necesito que mi hija salga de esta. Estoy condenado a muerte, eso lo se, lo supe en el mismo instante en el que la capturé, se que los dioses no perdonaran mi ofensa, peor..era el único modo.
Bien sabia que ellos hubieran hecho lo mismo por cualquiera de sus hijos, así que tras intercambiar unas opiniones cruzadas, tiré del brazo de la norna para llevarla ante el lecho de mi hija.
Höor salio de allí, del mismo modo lo hizo Ulf y su esposa, les había prometido que a su vuelta me habría terminado con esto y podrían disponer de la norna para volver a enviarla a su mundo.
-¡!Mira -rugí encarandola a la realidad que yo con dolor afrontaba – esa niña es mi hija, esta sumida en un sueño que la consume y del que no soy capaz de despertarla, solo tu puedes tejer ese futuro que ella necesita.
Se que me odias y que soy el ultimo hombre sobre la faz de la tierra al que ayudaría, se que mi acto merece un castigo, lo asumiré llegada mi hora, Hel, águila de sangre, que se me cierren las puertas del Valhalla...pero ayúdala, es inocente.
Era consciente de que esa mujer estaba acostumbrada a tejer muertes, dolor, y traiciones, guerras donde cada día morían miles de hombres, pero no era lo mismo tejer desde su cúpula de oro que tener que refrentan el dolor de cerca, sintiendo la respiración de l pequeña acabarse frente a ella.
-Te lo suplico, es mi hija, no puedes condenar a este fina la una niña, cámbialo por el mio, teje mi final si necesitas un cuerpo que llevarle a Hela, pero sálvala.
No sabia como funcionaban las cosas exactamente, peor no iba a permitirle largarse sin mas, estaba decidido a hacer lo necesario para proteger la vida de mi pequeña.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Todo se sentía diferente en aquel lugar, la presión, el sonido, los olores, el regusto extraño al final de la lengua, allí donde la boca pasaba a cambiar de nombre. Todo era muy distinto y la norna estaba más desorientada de lo que jamás creyó nadie pudiera estar. En sus visiones había encontrado gente perdida en mitad del desierto, exasperados por encontrar un oasis, creando en sus secas mentes un espejismo hasta el punto de, con ansia, beber arena como si fuera agua. No había sido capaz de imaginar entonces la sensación que aquello podía producir, pero ahora pensó que, tal vez, se asemejara a lo que la corría ahora a ella por dentro. A ese nudo en el estómago, ese sabor amargo trepando por la garganta, el mareo constante, el desequilibrio… el estrangulamiento de los sentidos.
Aún intentaba habituarse, poco a poco, al ambiente seco e intentaba estabilizar su cuerpo cuando, de pronto, el que la había sacado del que era su lugar, la agarró con fuerza y tiró de ella hasta una cama donde una niña yacía recostada sin abrir los ojos. Sólveig se apoyó en el cabecero para no caer sobre el cuerpo. Sus párpados se movían, su mente estaba activa, la niña estaba consciente en su cerebro o bien estaba teniendo una pesadilla por la rapidez con la que los orbes se desplazaban de un lado a otro bajo la fina capa de piel que los cubría. Alzó el rostro desconcertada, mirando al lobo que gritaba con un sentimiento que ella identificó como desesperación. -¿Qué pretendes que yo haga? No soy curandera o chamán o lo que sea que buscas. Soy una norna. Tejo el destino, ese que se me encomienda que teja, ese que me es descrito en las visiones y transmitido a los dedos por los dioses. Yo no elijo lo que se va a ver en el tapiz.-
No tenía nada clara la idea que ese hombre tenía de lo que ella era o lo que podía hacer, pero se equivocaba si pensaba que trayéndola allí iba a salvar a su hija del sino que le había sido dictado por los hilos de oro bajo el fresno Yggdrasil.
Aún intentaba habituarse, poco a poco, al ambiente seco e intentaba estabilizar su cuerpo cuando, de pronto, el que la había sacado del que era su lugar, la agarró con fuerza y tiró de ella hasta una cama donde una niña yacía recostada sin abrir los ojos. Sólveig se apoyó en el cabecero para no caer sobre el cuerpo. Sus párpados se movían, su mente estaba activa, la niña estaba consciente en su cerebro o bien estaba teniendo una pesadilla por la rapidez con la que los orbes se desplazaban de un lado a otro bajo la fina capa de piel que los cubría. Alzó el rostro desconcertada, mirando al lobo que gritaba con un sentimiento que ella identificó como desesperación. -¿Qué pretendes que yo haga? No soy curandera o chamán o lo que sea que buscas. Soy una norna. Tejo el destino, ese que se me encomienda que teja, ese que me es descrito en las visiones y transmitido a los dedos por los dioses. Yo no elijo lo que se va a ver en el tapiz.-
No tenía nada clara la idea que ese hombre tenía de lo que ella era o lo que podía hacer, pero se equivocaba si pensaba que trayéndola allí iba a salvar a su hija del sino que le había sido dictado por los hilos de oro bajo el fresno Yggdrasil.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Esa mujer parecía no entender mi idioma ¿que podía hacer? ¿Una chaman? ¿hubiera acaso ido hasta las entrañas de Fresno para buscar una puta chaman?
-Bien norna, pues teje, me acabo de convertir en tu dios y yo te dictaré el destino de mi hija, tejeras con ese hermoso hilo de oro una larga y plena vida para mi primogénita y única hija. Solo así, tu volverás a Asgar y yo me someteré a la ira de los dioses, ella es inocente, así que...¿dime que necesitas para tejer?
Esta se negó, fruncí el ceño, empezaba a cansarme sus putas negativas ¿que demonios no entendía ella?
-Mira preciosa, te lo voy a explicar, no estas tratando con Heimdal, soy un maldito vikingo -mis manos aferraron sus antebrazos con rudeza, pude ver como se quejaba por el dolor del amarre -estas manos han sajado demasiadas vidas ...¿crees que me temblará el pulso por matar a esa que se niega ha ayudar a mi hija -ladeé la sonrisa -el águila de sangre te parecerá una dulce tortura comparado oc lo que te haré. Tu secuestro ya me costará la ira de los dioses, mi destino lo tejí el mismo día que entré sin permiso hasta las raíces de Yggdrasil, así que mi consejo es que cumplas mi voluntad.
Esperé que me diera una respuesta, estaba cansado de esto, me empezaba a desesperara porque por mucho que le dijera bien sabia que no podía dañarla sin condenar Akreshus y a mi estirpe entera. Gruñí furibundo y caminé hacia el mueble bar sirviéndome una buena jarra de hidromiel.
-¡Mira! Hagamos una cosa...te invito a un par de jarras de hidromiel en la taberna, siempre tejes el destino de los hombres, pero ¿has experimentado lo que nosotros sentimos? Los dioses nos envidian porque nuestras vidas son efímeras y por eso podemos disfrutar todo de un modo mucho mas intenso
-Vive tu día como humana, junto a mi, intenta comprender mi dolor, mi lucha y si acabado el día, de mañana sigues pensando que mi hija merece la muerte, yo mismo volveré a llevarte ante Heimdal, tu volverás a tus raíces y yo cumpliré con la ira de mis dioses ¿que puedes perder? -pregunte.
Intentaba cambiar de táctica, pues a la fuerza estaba claro que ella no cedía y así al menos ganaba tiempo, tiempo para encontrar la manera de que la Norna acabara cediendo.
-¿como te llamas?
Di un trago de la jarra relamiendo la espuma que quedaba sobre mi labio superior.
-Bebe -le dije tendiéndole el alcohol -los negocios borrachos se tratan mejor -dije ladeando la sonrisa -podemos seguir en la taberna.
-Bien norna, pues teje, me acabo de convertir en tu dios y yo te dictaré el destino de mi hija, tejeras con ese hermoso hilo de oro una larga y plena vida para mi primogénita y única hija. Solo así, tu volverás a Asgar y yo me someteré a la ira de los dioses, ella es inocente, así que...¿dime que necesitas para tejer?
Esta se negó, fruncí el ceño, empezaba a cansarme sus putas negativas ¿que demonios no entendía ella?
-Mira preciosa, te lo voy a explicar, no estas tratando con Heimdal, soy un maldito vikingo -mis manos aferraron sus antebrazos con rudeza, pude ver como se quejaba por el dolor del amarre -estas manos han sajado demasiadas vidas ...¿crees que me temblará el pulso por matar a esa que se niega ha ayudar a mi hija -ladeé la sonrisa -el águila de sangre te parecerá una dulce tortura comparado oc lo que te haré. Tu secuestro ya me costará la ira de los dioses, mi destino lo tejí el mismo día que entré sin permiso hasta las raíces de Yggdrasil, así que mi consejo es que cumplas mi voluntad.
Esperé que me diera una respuesta, estaba cansado de esto, me empezaba a desesperara porque por mucho que le dijera bien sabia que no podía dañarla sin condenar Akreshus y a mi estirpe entera. Gruñí furibundo y caminé hacia el mueble bar sirviéndome una buena jarra de hidromiel.
-¡Mira! Hagamos una cosa...te invito a un par de jarras de hidromiel en la taberna, siempre tejes el destino de los hombres, pero ¿has experimentado lo que nosotros sentimos? Los dioses nos envidian porque nuestras vidas son efímeras y por eso podemos disfrutar todo de un modo mucho mas intenso
-Vive tu día como humana, junto a mi, intenta comprender mi dolor, mi lucha y si acabado el día, de mañana sigues pensando que mi hija merece la muerte, yo mismo volveré a llevarte ante Heimdal, tu volverás a tus raíces y yo cumpliré con la ira de mis dioses ¿que puedes perder? -pregunte.
Intentaba cambiar de táctica, pues a la fuerza estaba claro que ella no cedía y así al menos ganaba tiempo, tiempo para encontrar la manera de que la Norna acabara cediendo.
-¿como te llamas?
Di un trago de la jarra relamiendo la espuma que quedaba sobre mi labio superior.
-Bebe -le dije tendiéndole el alcohol -los negocios borrachos se tratan mejor -dije ladeando la sonrisa -podemos seguir en la taberna.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Ella podía no comprender las emociones que aquellos que vivían en Midgard sobrellevaban en su día a día, pero sí entendía el idioma, algo que no parecía ser el casi de aquel hombre que, lleno de arrogancia y falto de todo sentido común, había osado sustraerla de la morada de las nornas, aquella que compartía con sus hermanas. Sacarla de allí no había sido sólo una estupidez, sino un suicidio, tanto para el mismo ser que lo había cometido, como para toda su estirpe y, muy probablemente, para toda la vida que habitaba en aquel mundo conocido como la Tierra. Sin Skuld tejiendo con sus contrapartes, el destino quedaría sin hilar y el caos se sembraría en los nueve reinos. Urd se secaría y pronto, Yggdrasil dejaría de nutrirse, contaminando la existencia de todo ser habido y por haber hasta dejar únicamente un sendero de muerte y cenizas. No ocurriría de inmediato, pero el momento llegaría. La norna necesitaba regresar por el bien de sus dioses y de todas sus creencias. Debía encontrar el modo de volver y restaurar el orden que había empezado a resquebrajarse lentamente.
Abrió la boca para intentar explicarle a ese mortal lo que ocurriría si ella no era devuelta a su lugar, pero él no quería escuchar. Al parecer, no le importaba nada el destino de nadie, excepto el de aquella niña que dormitaba en la cama incapaz de despertar. Se quejó por el dolor que aquellos dedos provocaron al encarcelar sus brazos e intentó zafarse, logrando únicamente sentir más ardor. Para cuando las manos ajenas la soltaron, se veían marcas rojas sobre su piel ligeramente morena. ¿De qué iba a servir explicarle nada? Estaba dispuesto a condenar a la humanidad entera a cambio de salvar una única vida. Menuda sandez.
Liberó el aire por la nariz en el primer resoplido de su vida, sin saber siquiera cómo lo había hecho o por qué. Seguramente, de vérselo hacer a otros en sus visiones, su mente había asimilado sus actitudes y ahora se estaba adaptando sin previo aviso ni motivaciones concretas. La táctica ajena cambió de repente, ya no la amenazaba, ahora quería invitarla a beber, algo que ella tenía prohibido y a lo que, obviamente pensaba negarse. Su mente seguía trabajando, urdiendo un plan, intentando buscar una escapatoria. Pero el único modo que conocía para salir era repetir lo que la había traído de vuelta. Y, por desgracia para ella, llegó inconsciente hasta que se materializó en el mundo de los mortales.
Se llevó una mano a la frente, sentía que ésta desprendía mucha temperatura, hacía calor. Rechazó la jarra con un gesto de la otra extremidad superior libre. -No puedo beber alcohol.- Le presionaban las sienes. Era su primer dolor de cabeza, pues estaba usando demasiados recuerdos a la vez. Su cerebro era como un mecanismo funcionando a toda potencia y, de poder hacerlo, le saldría humo de las orejas. -Necesito agua…- En realidad, ella nunca había probado otra bebida a parte del agua de Urd, así que sería incapaz de diferenciar el ron del té, de la leche o de cualquier otra cosa. En sus visiones jamás se había molestado en observar detenidamente sus colores, así que tampoco podría notarlo ni por detalles como esos.
Abrió la boca para intentar explicarle a ese mortal lo que ocurriría si ella no era devuelta a su lugar, pero él no quería escuchar. Al parecer, no le importaba nada el destino de nadie, excepto el de aquella niña que dormitaba en la cama incapaz de despertar. Se quejó por el dolor que aquellos dedos provocaron al encarcelar sus brazos e intentó zafarse, logrando únicamente sentir más ardor. Para cuando las manos ajenas la soltaron, se veían marcas rojas sobre su piel ligeramente morena. ¿De qué iba a servir explicarle nada? Estaba dispuesto a condenar a la humanidad entera a cambio de salvar una única vida. Menuda sandez.
Liberó el aire por la nariz en el primer resoplido de su vida, sin saber siquiera cómo lo había hecho o por qué. Seguramente, de vérselo hacer a otros en sus visiones, su mente había asimilado sus actitudes y ahora se estaba adaptando sin previo aviso ni motivaciones concretas. La táctica ajena cambió de repente, ya no la amenazaba, ahora quería invitarla a beber, algo que ella tenía prohibido y a lo que, obviamente pensaba negarse. Su mente seguía trabajando, urdiendo un plan, intentando buscar una escapatoria. Pero el único modo que conocía para salir era repetir lo que la había traído de vuelta. Y, por desgracia para ella, llegó inconsciente hasta que se materializó en el mundo de los mortales.
Se llevó una mano a la frente, sentía que ésta desprendía mucha temperatura, hacía calor. Rechazó la jarra con un gesto de la otra extremidad superior libre. -No puedo beber alcohol.- Le presionaban las sienes. Era su primer dolor de cabeza, pues estaba usando demasiados recuerdos a la vez. Su cerebro era como un mecanismo funcionando a toda potencia y, de poder hacerlo, le saldría humo de las orejas. -Necesito agua…- En realidad, ella nunca había probado otra bebida a parte del agua de Urd, así que sería incapaz de diferenciar el ron del té, de la leche o de cualquier otra cosa. En sus visiones jamás se había molestado en observar detenidamente sus colores, así que tampoco podría notarlo ni por detalles como esos.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
“No puedo, no puedo, no puedo “ rugí con los ojos centelleando en un amarillo radioactivo mientras preso de la ira y sin saber que nueva táctica usar para que cumpliera mi petición lanzaba la jarra a la chimenea haciéndola implosionar contra esta violenta.
El alcohol forzó a las llamas a producir un fogonazo, al tiempo que los cristales se despedazaban en mil añicos emitiendo un sonoro estruendo que la llevó a taparse los oídos.
-¿quieres volver? Teje su maldito destino ¿quien es el cabezota ahora? Es tan fácil como que cumplas mi petición y podrás volver a tejer el del resto de norteños, pero no vas a marcharte de aquí si mi hija no tiene una oportunidad de vivir ¿entiendes? -dije señalándola furioso con el dedo.
Caminé hacia el mueble bar y directamente de la botella di un buen trago de bourbon para adormecer mis sentidos y con ellos la rabia que me invadía a cada paso.
Le acerqué un vaso con agua, mirándola con el ceño fruncido y la botella en mi diestra a la que iba dándole tragos.
Como el predador que era me revolví por la habitación de un lado a otro, buscando la solución del enigma que tenia frente a mi.
El problema de esa mujer es que era incapaz de empatizar con el dolor, pero y si descubría exactamente lo que era.
-Bien, dices que no puedes salvarla, ni bebe, ni vivir, no sientes ni padeces, pero eso va a cambiar, te lo aseguro.
Atrapé su muñeca y de un tirón la llevé hacia un pequeño armero donde aparte de los aceros Ulf guardaba unas argollas.
Enganché un extremo a la muñeca de la Norna y la otra a mi muñeca.
-A partir de ahora soy tu sombra, mearas, comerás, cagaras y mearas conmigo, vas a descubrir lo que es mi día a día, entenderás mi desesperación y comulgaras con mi dolor y solo entonces, cuando por tus mejillas rueden lagrimas de sangre, cuando estés decidida a salvar la vida de mi hija, te soltaré y podrás volver a tu burbuja donde el dolor no alcanza.
Los ojos de la norna se hundieron como arpones en los míos, quizás el odio pudiera también ser un sentimiento, si por ahí teníamos que empezar me parecía perfecto.
-Vamos, el tiempo apremia y no solo sufre mi hija en esta cama -de un tirón la puse en marcha tal y como yo empezaba a andar. En la salida dejé la botella cruzándome con Giuliana que poso su mano en mi hombro antes de entrar ella para cuidar a mi hija.
El alcohol forzó a las llamas a producir un fogonazo, al tiempo que los cristales se despedazaban en mil añicos emitiendo un sonoro estruendo que la llevó a taparse los oídos.
-¿quieres volver? Teje su maldito destino ¿quien es el cabezota ahora? Es tan fácil como que cumplas mi petición y podrás volver a tejer el del resto de norteños, pero no vas a marcharte de aquí si mi hija no tiene una oportunidad de vivir ¿entiendes? -dije señalándola furioso con el dedo.
Caminé hacia el mueble bar y directamente de la botella di un buen trago de bourbon para adormecer mis sentidos y con ellos la rabia que me invadía a cada paso.
Le acerqué un vaso con agua, mirándola con el ceño fruncido y la botella en mi diestra a la que iba dándole tragos.
Como el predador que era me revolví por la habitación de un lado a otro, buscando la solución del enigma que tenia frente a mi.
El problema de esa mujer es que era incapaz de empatizar con el dolor, pero y si descubría exactamente lo que era.
-Bien, dices que no puedes salvarla, ni bebe, ni vivir, no sientes ni padeces, pero eso va a cambiar, te lo aseguro.
Atrapé su muñeca y de un tirón la llevé hacia un pequeño armero donde aparte de los aceros Ulf guardaba unas argollas.
Enganché un extremo a la muñeca de la Norna y la otra a mi muñeca.
-A partir de ahora soy tu sombra, mearas, comerás, cagaras y mearas conmigo, vas a descubrir lo que es mi día a día, entenderás mi desesperación y comulgaras con mi dolor y solo entonces, cuando por tus mejillas rueden lagrimas de sangre, cuando estés decidida a salvar la vida de mi hija, te soltaré y podrás volver a tu burbuja donde el dolor no alcanza.
Los ojos de la norna se hundieron como arpones en los míos, quizás el odio pudiera también ser un sentimiento, si por ahí teníamos que empezar me parecía perfecto.
-Vamos, el tiempo apremia y no solo sufre mi hija en esta cama -de un tirón la puse en marcha tal y como yo empezaba a andar. En la salida dejé la botella cruzándome con Giuliana que poso su mano en mi hombro antes de entrar ella para cuidar a mi hija.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Se sobresaltó con el nuevo rugido y su actitud de ratoncillo acorralado por un gato no hizo sino crecer cuando las llamas parecieron volverse locas al quemar el alcohol en un arrebato incendiario. El calor pareció lamerle de pronto la cara, iluminando sus pupilas sumamente dilatadas, para seguidamente menguar y dejarla, una vez más, al amparo del frío que sentía en un lugar ajeno a las raíces de su amado fresno.
Al escucharle vociferar, se llevó ambas manos a las orejas y las cubrió, no evitó que entraran sus palabras, pero sí amortiguó el incesante pitido que parecía acompañarlas y se empeñaba en taladrarle la cabeza. Sus ojos siguieron observando la figura ajena, dejándole claro que le estaba prestando atención a pesar de lo que pudiera parecer. Ya le había dicho que no podía tejer el destino de nadie, primero porque sólo podía hacerlo en el hogar de las nornas, era lo que le habían inculcado desde su nacimiento y así lo creía completamente cierto. Y, segundo, no tenía el hilo que necesitaba para poder hacerlo, así que, aunque se hallaran en las raíces de Yggdrasil, sin eso en concreto, tampoco podría tejer el destino de nada ni nadie. Lo que ella no sabía era que ese hilo era uno normal hecho con algodón y que era al paso por sus dedos que se volvía de oro, grabando el sino de aquellos nueve reinos a los que les debía su existencia.
Tomó el vaso de agua, descubriéndose las orejas y bebió despacio, confusa ante las nuevas palabras del desconocido. -Puedo beber agua y estoy viva, igual que tú.- Replicó ante aquellas sentencias que el otro se había tomado la libertad de decidir por cuenta propia. Arrugó la frente en cuanto con el tirón de muñeca, y la consiguiente sacudida, se echó el agua por encima. Se quedó atónita al ver el grillete rodeando su piel, la temperatura fría del acero casi le quemaba y su peso le resultó de lo más incómodo. -No sabes lo que estás diciendo, midgardiano.- Tiró del brazo intentando soltarse, pero obviamente no era posible. Con la otra mano también intentó desprenderse de la argolla, cerrando los dedos de la que estaba aprisionada en forma de cono, pero no había manera de que bajara más allá de media palma por el dorso. -¡Con tus actos estás condenando la vida de los nueve mundos!- Alzó la voz por primera vez y el grito, completamente desentonado, le raspó la garganta, pues nunca antes lo había hecho. -Puede que a ti sólo te importe tu hija, ¿pero condenarás al resto de reinos por ella? ¿Cargarás con el caos que mi falta en Yggdrasil acarreará?- El hombre no escuchó, sólo tiró de ella una vez tras otra, haciéndole sentir de nuevo dolor con cada golpe que el metal provocaba al chocar contra su carne, aprisionándola hacia el hueso. Ella quería detenerle, pero entonces vio a la mujer y la miró esperando que ella comprendiera lo que ocurría. -Tu acto tendrá graves consecuencias…- Pronunció, antes de dejar atrás la estancia y a la hechicera, siendo arrastrada a saber dónde, pero sin dejar de intentar liberarse, llegando incluso a golpear al lobo para que cesara en su empeño de llevarla lejos de su único punto de entrada y, seguramente, de salida para volver junto a Urd.
Al escucharle vociferar, se llevó ambas manos a las orejas y las cubrió, no evitó que entraran sus palabras, pero sí amortiguó el incesante pitido que parecía acompañarlas y se empeñaba en taladrarle la cabeza. Sus ojos siguieron observando la figura ajena, dejándole claro que le estaba prestando atención a pesar de lo que pudiera parecer. Ya le había dicho que no podía tejer el destino de nadie, primero porque sólo podía hacerlo en el hogar de las nornas, era lo que le habían inculcado desde su nacimiento y así lo creía completamente cierto. Y, segundo, no tenía el hilo que necesitaba para poder hacerlo, así que, aunque se hallaran en las raíces de Yggdrasil, sin eso en concreto, tampoco podría tejer el destino de nada ni nadie. Lo que ella no sabía era que ese hilo era uno normal hecho con algodón y que era al paso por sus dedos que se volvía de oro, grabando el sino de aquellos nueve reinos a los que les debía su existencia.
Tomó el vaso de agua, descubriéndose las orejas y bebió despacio, confusa ante las nuevas palabras del desconocido. -Puedo beber agua y estoy viva, igual que tú.- Replicó ante aquellas sentencias que el otro se había tomado la libertad de decidir por cuenta propia. Arrugó la frente en cuanto con el tirón de muñeca, y la consiguiente sacudida, se echó el agua por encima. Se quedó atónita al ver el grillete rodeando su piel, la temperatura fría del acero casi le quemaba y su peso le resultó de lo más incómodo. -No sabes lo que estás diciendo, midgardiano.- Tiró del brazo intentando soltarse, pero obviamente no era posible. Con la otra mano también intentó desprenderse de la argolla, cerrando los dedos de la que estaba aprisionada en forma de cono, pero no había manera de que bajara más allá de media palma por el dorso. -¡Con tus actos estás condenando la vida de los nueve mundos!- Alzó la voz por primera vez y el grito, completamente desentonado, le raspó la garganta, pues nunca antes lo había hecho. -Puede que a ti sólo te importe tu hija, ¿pero condenarás al resto de reinos por ella? ¿Cargarás con el caos que mi falta en Yggdrasil acarreará?- El hombre no escuchó, sólo tiró de ella una vez tras otra, haciéndole sentir de nuevo dolor con cada golpe que el metal provocaba al chocar contra su carne, aprisionándola hacia el hueso. Ella quería detenerle, pero entonces vio a la mujer y la miró esperando que ella comprendiera lo que ocurría. -Tu acto tendrá graves consecuencias…- Pronunció, antes de dejar atrás la estancia y a la hechicera, siendo arrastrada a saber dónde, pero sin dejar de intentar liberarse, llegando incluso a golpear al lobo para que cesara en su empeño de llevarla lejos de su único punto de entrada y, seguramente, de salida para volver junto a Urd.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Los finales Ragnaroquianos de la Norna me importaban una mierda, yo era un padre y la vida de mi hija era sin duda para mi lo mas importante. Perdí a su madre, esta pereció protegiendo con su cuerpo a mi pequeña, no permitiría que nada la dañara, ni el viento que mecía en otoño las hojas. Los dioses iban a tener que esforzarse mas para arrebatármela.
Tiré de ella con suma facilidad, lo mas importante ahora era prestar atenciones a todos los desplazados de las manadas, pronto se celebraría un concilio donde decidiríamos como plantar cara a Randulf, mientras tanto, Akershus necesitaba mano de obra.
Ulf y unos cuantos hombres mas trabajaban para reconstruir unas casas, allí podrían alojarse varias familias de desplazados, estaban viejas, no las usaban, peor ahora eran muy necesarias.
Höor se había ido con unos cuantos jóvenes de caza, había muchas bocas que alimentar y el grano no daría para todos. Akershus era una fehaciente muestra de hospitalidad, otras ciudadelas nos hubieran cerrado las puertas, pero ellos eran esperanza, la insurgencía rebelde que un día ganaría esta guerra.
La norna apenas podía seguir mi paso, resoplaba jadeante y yo disfruté por ello, iba a descubrir lo que era trabajar duro. Los norteños eramos hombres de férreas creencias, de honor, pero hoy sabría porque nuestros cuerpos llegaban al fin del día exhaustos y porque nuestras mentes eran fuertes, hechas al dolor, al la guerra y lo mas importante, a no darse nunca por vencidas.
Uno de los tejados estaba vencido sobre los pilares que sustentaban la parte trasera de la baja, mientras un par lo apuntalaban, Ulf y Stan quitaban los escombros para poder volver a levantar el techo y que aquello quedara bien cubierto.
Sloan aislaba los ventanales con unos maderos que clavaba con fuerza intentando que al menos por allí no entrara el frio, tedrían que ponerle unos ventanales y postigos, pero lo importante ahora era adecuar la casa por encima.
Atharal se había llevado un par de jóvenes para cortar leña, seria necesaria para que todas las chimeneas humearan aquella fría noche de invierno.
Trabajamos hasta que el sol se puso, pero logramos reconstruir aquel caserón grande que dio cobijo a cuatro mujeres con sus hijos.
Agotados decidimos ir a la taberna calmar un poco el entumecimiento de nuestros músculos. Las mujeres preparaban en la plaza del pueblo un arroz caldoso con la caza que Hoor había traído. Desmenuzaban la carne sobre el arroz para los niños y en el caso de los adultos, quedaba mas como un guiso.
La norna parecía no poder tenerse en pie, el ritmo de trabajo había sido brutal, así que al llegar a la taberna se dejó caer en la silla moribunda.
Höor le puso una jarra frente a ella mientras Ulf con su brazo rodeando mi hombro me contaba una de sus ultimas hazañas.
La hidromiel empezó pronto a correr, los vocifeos, las chanzas, las risas..al menos necesitábamos un modo de desahogarnos de tanta desgracia
Tiré de ella con suma facilidad, lo mas importante ahora era prestar atenciones a todos los desplazados de las manadas, pronto se celebraría un concilio donde decidiríamos como plantar cara a Randulf, mientras tanto, Akershus necesitaba mano de obra.
Ulf y unos cuantos hombres mas trabajaban para reconstruir unas casas, allí podrían alojarse varias familias de desplazados, estaban viejas, no las usaban, peor ahora eran muy necesarias.
Höor se había ido con unos cuantos jóvenes de caza, había muchas bocas que alimentar y el grano no daría para todos. Akershus era una fehaciente muestra de hospitalidad, otras ciudadelas nos hubieran cerrado las puertas, pero ellos eran esperanza, la insurgencía rebelde que un día ganaría esta guerra.
La norna apenas podía seguir mi paso, resoplaba jadeante y yo disfruté por ello, iba a descubrir lo que era trabajar duro. Los norteños eramos hombres de férreas creencias, de honor, pero hoy sabría porque nuestros cuerpos llegaban al fin del día exhaustos y porque nuestras mentes eran fuertes, hechas al dolor, al la guerra y lo mas importante, a no darse nunca por vencidas.
Uno de los tejados estaba vencido sobre los pilares que sustentaban la parte trasera de la baja, mientras un par lo apuntalaban, Ulf y Stan quitaban los escombros para poder volver a levantar el techo y que aquello quedara bien cubierto.
Sloan aislaba los ventanales con unos maderos que clavaba con fuerza intentando que al menos por allí no entrara el frio, tedrían que ponerle unos ventanales y postigos, pero lo importante ahora era adecuar la casa por encima.
Atharal se había llevado un par de jóvenes para cortar leña, seria necesaria para que todas las chimeneas humearan aquella fría noche de invierno.
Trabajamos hasta que el sol se puso, pero logramos reconstruir aquel caserón grande que dio cobijo a cuatro mujeres con sus hijos.
Agotados decidimos ir a la taberna calmar un poco el entumecimiento de nuestros músculos. Las mujeres preparaban en la plaza del pueblo un arroz caldoso con la caza que Hoor había traído. Desmenuzaban la carne sobre el arroz para los niños y en el caso de los adultos, quedaba mas como un guiso.
La norna parecía no poder tenerse en pie, el ritmo de trabajo había sido brutal, así que al llegar a la taberna se dejó caer en la silla moribunda.
Höor le puso una jarra frente a ella mientras Ulf con su brazo rodeando mi hombro me contaba una de sus ultimas hazañas.
La hidromiel empezó pronto a correr, los vocifeos, las chanzas, las risas..al menos necesitábamos un modo de desahogarnos de tanta desgracia
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
El hombre no parecía ceder en su cabezonería, convencido de que someterla a una vida mundana haría que la norna cambiara de opinión. Sin embargo, no era relevante lo que ella pensara o quisiera, sino lo que se le había encomendado, lo que debía hacer y lo que tenía prohibido. Pero aún y siendo consciente de ello, no podía escapar de aquel grillete que la sujetaba de la muñeca. Y aunque lograra soltarse, el lobo se abalanzaría sobre ella para evitar su marcha, pues la consideraba la única salvación posible para su hija, aquella muchachita indefensa que dormitaba ajena a todo lo que ocurría a su alrededor o, al menos, aquella impresión era la que daba.
En cuanto salieron al exterior, el ruido se multiplicó. Los gritos entre los hombres, los jadeos por el esfuerzo, los gruñidos entre amigos. Los golpes de las mazas y martillos, el sonido de las maderas al caer y de los zapatos al pasear los trabajadores por los tejados. La hechicera se sintió abrumada de nuevo, no sólo por el eco de voces en su cabeza, sino por los olores a paja, estiércol y sudor entremezclados, la textura del fango bajo sus pies. Eran todo sensaciones nuevas y su mente era incapaz de asimilarlas todas a la vez. Pero el licántropo no le dio tregua, a él no le importaba si ella sentía náuseas o le dolía la cabeza, al contrario, quería que sufriera para que se pusiera en su piel. Deseaba verla sentir dolor, llorar y suplicar.
Le tocó hacer lo que pudo y se llevó más broncas por no hacer nada bien que otra cosa. Y no fue precisamente Aúkoc el que le gritó y exigió que pusiera más de su parte, sino hombres y mujeres desconocidos que la veían como a una princesita que, por primera vez, salía de su palacio. Si ellos supieran realmente lo que implicaba ser una norna, no la tratarían con aquella condescendencia, no la mirarían como si fuera una inútil, una paria. Y al lobo parecía divertirle la situación, porque no dijo ni una palabra, sólo la miraba de reojo y tiraba de ella para que no parara.
Cuando, finalmente, se tomaron un descanso, Sólveig se sentía destrozada. El dolor había dejado de ser relevante hacía horas. Se miró las manos, resecas, cubiertas de sangre oxidada, con duricias y cortes por todas partes. Se había torcido un tobillo y ahora estaba tan hinchado que casi parecía una tercera rodilla. Su trenza ya no existía, ahora su cabello se asemejaba más a una tela viuda negra enmarañada. Caminaba encorvada por el malestar en las lumbares y las cervicales. Jamás en toda su existencia había hecho labor de campo, su único trabajo consistía en tejer y las yemas de los dedos estaban endurecidas a causa de ello, pero el resto de su cuerpo parecía un melocotón todo magullado.
Se dejó caer agotada, de medio lado en la silla y con la sed deshidratándole las venas, agarró la jarra con ambas manos y empezó a beber de inmediato y sin control. Le quemaba la garganta, pero supuso que era por lo reseca que la tenía y ni se le ocurrió pensar que lo que le habían dado no era agua, sino alcohol y bien cargado. En cuanto golpeó la mesa con el culo del recipiente, la cabeza empezó a darle vueltas y sin tiempo a que nadie reaccionara, se derrumbó contra el licántropo desmayada.
En cuanto salieron al exterior, el ruido se multiplicó. Los gritos entre los hombres, los jadeos por el esfuerzo, los gruñidos entre amigos. Los golpes de las mazas y martillos, el sonido de las maderas al caer y de los zapatos al pasear los trabajadores por los tejados. La hechicera se sintió abrumada de nuevo, no sólo por el eco de voces en su cabeza, sino por los olores a paja, estiércol y sudor entremezclados, la textura del fango bajo sus pies. Eran todo sensaciones nuevas y su mente era incapaz de asimilarlas todas a la vez. Pero el licántropo no le dio tregua, a él no le importaba si ella sentía náuseas o le dolía la cabeza, al contrario, quería que sufriera para que se pusiera en su piel. Deseaba verla sentir dolor, llorar y suplicar.
Le tocó hacer lo que pudo y se llevó más broncas por no hacer nada bien que otra cosa. Y no fue precisamente Aúkoc el que le gritó y exigió que pusiera más de su parte, sino hombres y mujeres desconocidos que la veían como a una princesita que, por primera vez, salía de su palacio. Si ellos supieran realmente lo que implicaba ser una norna, no la tratarían con aquella condescendencia, no la mirarían como si fuera una inútil, una paria. Y al lobo parecía divertirle la situación, porque no dijo ni una palabra, sólo la miraba de reojo y tiraba de ella para que no parara.
Cuando, finalmente, se tomaron un descanso, Sólveig se sentía destrozada. El dolor había dejado de ser relevante hacía horas. Se miró las manos, resecas, cubiertas de sangre oxidada, con duricias y cortes por todas partes. Se había torcido un tobillo y ahora estaba tan hinchado que casi parecía una tercera rodilla. Su trenza ya no existía, ahora su cabello se asemejaba más a una tela viuda negra enmarañada. Caminaba encorvada por el malestar en las lumbares y las cervicales. Jamás en toda su existencia había hecho labor de campo, su único trabajo consistía en tejer y las yemas de los dedos estaban endurecidas a causa de ello, pero el resto de su cuerpo parecía un melocotón todo magullado.
Se dejó caer agotada, de medio lado en la silla y con la sed deshidratándole las venas, agarró la jarra con ambas manos y empezó a beber de inmediato y sin control. Le quemaba la garganta, pero supuso que era por lo reseca que la tenía y ni se le ocurrió pensar que lo que le habían dado no era agua, sino alcohol y bien cargado. En cuanto golpeó la mesa con el culo del recipiente, la cabeza empezó a darle vueltas y sin tiempo a que nadie reaccionara, se derrumbó contra el licántropo desmayada.
Sólveig- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 24/01/2018
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
La norna estaba sedienta, tanto que ni lo pensó, tomo la jarra que Höor le ofreció y antes de que este pudiera advertirle que bebiera con cuidado la apuro dando largos tragos.
Enarqué una ceja al verla tambalearse unos instantes, los norteños golpeaban la mesa divertidos hasta que se desplomo contra mi cuerpo ebria y posiblemente tan cansada que era incapaz de dar un paso.
La dejé dormir parte de la mona contra mi hombro, Ulf encima ultima cuando atacaron pro tierra y mar el castillo de Randulf.
Höor conversaba ahora con la pirata que había llegado hacia poco de un viaje, no eran muy dados a mostrar su amor en publico, pero por la sonrisa tonta de ambos y por como se tocaban dándose golpes en tono jocoso se intuía todo lo que existía entre ellos.
Al final lo enganchó de las solapas y le dio un buen beso que dejó de seguro al conde con ganas de pasarse por puerto y despidiéndose de Ulf y el resto de generales la pirata se largó por donde había venido.
Atharal ya animado de mas lanzaba cuchillos sobre la diana, el desdentado del escoces amigo de Stan el oso, jugaba con el.
Ulf a voz en grito le advertía al cambiante pájaro que la falda del desdentado se elevaba peligrosamente.
Todos nos reíamos a carcajadas alzando las jarras, bromeando hasta que nos pudo el alcohol y el cansancio.
Las adversidades nos trataban de doblegar, Randulf buscaba el modo de hacernos arrodillar, peor al final del día un rato de estos lograban volver a alzarnos, darnos cuenta de por lo que luchábamos, tierras, hijos, familia, amor. Akershus era esperanza y el norte seguiría siendo libre mientras gente como esta existiera.
Tiré de su brazo subiéndola sobre mi, su cuerpo estaba laxo, entreabrió los ojos turbios, su mirada intentó centrarse en la mía, pero solo sonrió borracha perdida.
-Vamos preciosa, nos vamos -dije cargándola con facilidad sobre mi hombro derecho a modo de saco de patatas.
La saqué de la taberna rumbo a casa de Giuliana donde mi hija yacía en la cama, el tiempo se agotaba en un contrarreloj frenético, lo que no sabia la maldita norna es que para ella también corría el reloj de arena, en dos semanas abría luna llena y por Odin que si antes no salvaba a mi hija, su destino seria cruento ante la bestia de grandes fauces.
Subí tambaleándome las escaleras de la casa Tollak, hasta alcanzar la tercera puerta donde me habían ofrecido un sitio donde descansar.
Dejé caer a la morenita sobre las sabanas mientras de espaldas a ella me empezaba a desabotonar con cierta dificultad los botones de la camisa.
Supongo que tras ser atacado mi bosque, tras ser hechizada mi hija y tras la perdida de mi esposa, la hora feliz debía haber empezado a las 11 y no precisamente de la noche, ir borracho era todo cuanto me quedaba para acallar el dolor que solo la mujer de la cama podía aplacar.
Enarqué una ceja al verla tambalearse unos instantes, los norteños golpeaban la mesa divertidos hasta que se desplomo contra mi cuerpo ebria y posiblemente tan cansada que era incapaz de dar un paso.
La dejé dormir parte de la mona contra mi hombro, Ulf encima ultima cuando atacaron pro tierra y mar el castillo de Randulf.
Höor conversaba ahora con la pirata que había llegado hacia poco de un viaje, no eran muy dados a mostrar su amor en publico, pero por la sonrisa tonta de ambos y por como se tocaban dándose golpes en tono jocoso se intuía todo lo que existía entre ellos.
Al final lo enganchó de las solapas y le dio un buen beso que dejó de seguro al conde con ganas de pasarse por puerto y despidiéndose de Ulf y el resto de generales la pirata se largó por donde había venido.
Atharal ya animado de mas lanzaba cuchillos sobre la diana, el desdentado del escoces amigo de Stan el oso, jugaba con el.
Ulf a voz en grito le advertía al cambiante pájaro que la falda del desdentado se elevaba peligrosamente.
Todos nos reíamos a carcajadas alzando las jarras, bromeando hasta que nos pudo el alcohol y el cansancio.
Las adversidades nos trataban de doblegar, Randulf buscaba el modo de hacernos arrodillar, peor al final del día un rato de estos lograban volver a alzarnos, darnos cuenta de por lo que luchábamos, tierras, hijos, familia, amor. Akershus era esperanza y el norte seguiría siendo libre mientras gente como esta existiera.
Tiré de su brazo subiéndola sobre mi, su cuerpo estaba laxo, entreabrió los ojos turbios, su mirada intentó centrarse en la mía, pero solo sonrió borracha perdida.
-Vamos preciosa, nos vamos -dije cargándola con facilidad sobre mi hombro derecho a modo de saco de patatas.
La saqué de la taberna rumbo a casa de Giuliana donde mi hija yacía en la cama, el tiempo se agotaba en un contrarreloj frenético, lo que no sabia la maldita norna es que para ella también corría el reloj de arena, en dos semanas abría luna llena y por Odin que si antes no salvaba a mi hija, su destino seria cruento ante la bestia de grandes fauces.
Subí tambaleándome las escaleras de la casa Tollak, hasta alcanzar la tercera puerta donde me habían ofrecido un sitio donde descansar.
Dejé caer a la morenita sobre las sabanas mientras de espaldas a ella me empezaba a desabotonar con cierta dificultad los botones de la camisa.
Supongo que tras ser atacado mi bosque, tras ser hechizada mi hija y tras la perdida de mi esposa, la hora feliz debía haber empezado a las 11 y no precisamente de la noche, ir borracho era todo cuanto me quedaba para acallar el dolor que solo la mujer de la cama podía aplacar.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Durante un buen rato permaneció completamente inconsciente. No estaba dormida, sencillamente estaba ausente. Su mente se había apagado como una vela y su cuerpo, inerte, permaneció recargado contra el calor que desprendía el licántropo.
Para cuando logró volver en sí, aunque fuera momentáneamente, Aúkoc tiraba de ella para colocarla sobre su hombro como si no fuera más que una carga. La norna intentó mirarle, pero sus pupilas estaban dilatadas, sus ojos turbios y su mirada borrosa. Era incapaz de enfocar nada y todo a su alrededor se veía, además de difuminado, dando vueltas. Decidió que era mejor dejar caer los párpados y, sin siquiera darse cuenta, se quedó dormida, esta vez de verdad. Mas lo que no sabía Sólveig era lo que le aguardaba en esa llamada de Morfeo, en la primera pesadilla que había tenido jamás.
Algo le decía que aquello no era verídico, que ella no estaba allí, que no le estaban sucediendo a ella las cosas. Sin embargo, todo se sentía demasiado real. Podía notar como su piel se calentaba, dolía. El baile de las llamas no era ninguna tontería. Creían, arrasaban con todo. El olor, un olor que jamás antes había notado, polvoriento, pesado, que dificultaba su respiración. No había humedad alguna en el lugar y el fuego arrasaba con todo. Y con todos. Los gritos, los llantos, el crepitar de los tablones al ceder ante el abrasador arremeter de las flamas. Su dermis se oscurecía, se encogía, retorcía y arrugaba, tirando de la carne. Se estaba quemando viva en medio de un infierno que desconocía. Con los ojos anegados en lágrimas por culpa del humo y el lacerante dolor que la carcomía, miró a su alrededor y pudo ver rostros que no descubría por primera vez, sino que ya había visto antes. La señalaban con el dedo y se reían. Mientras ella, indefensa, perecía devorada por el voraz fuego.
La norna se revolvía en sueños, temblaba, se estremecía. Buscaba dónde aferrarse, a las sábanas, a la cadena que unía el grillete que ella portaba al del hombre que la había convertido en su presa, incluso al propio antebrazo del lobo que yacía dormido a su lado, como si nada ocurriera o, tal vez, sumido en su propia angustia. La mujer jamás había tenido un mal dormir como aquel y, al no estar en la recámara del fresno, era incapaz de controlar su descanso y, mucho menos, de despertar por sí sola de aquella tortura sin origen fijo. En un intento desesperado por escapar de las llamas que la lamían con frenesí y se clavaban en su piel como tortuosas agujas, clavó las uñas en la carne ajena, pensando que era una puerta y que ésta no se abría. Necesitaba tirar de ella, buscar una salida. Porque sin haber vivido nunca nada parecido, Sólveig desconocía que de lograr que ésta cediera, lo único que lograría sería precipitar su final. Eso sí, al menos ya no sufriría.
Para cuando logró volver en sí, aunque fuera momentáneamente, Aúkoc tiraba de ella para colocarla sobre su hombro como si no fuera más que una carga. La norna intentó mirarle, pero sus pupilas estaban dilatadas, sus ojos turbios y su mirada borrosa. Era incapaz de enfocar nada y todo a su alrededor se veía, además de difuminado, dando vueltas. Decidió que era mejor dejar caer los párpados y, sin siquiera darse cuenta, se quedó dormida, esta vez de verdad. Mas lo que no sabía Sólveig era lo que le aguardaba en esa llamada de Morfeo, en la primera pesadilla que había tenido jamás.
Algo le decía que aquello no era verídico, que ella no estaba allí, que no le estaban sucediendo a ella las cosas. Sin embargo, todo se sentía demasiado real. Podía notar como su piel se calentaba, dolía. El baile de las llamas no era ninguna tontería. Creían, arrasaban con todo. El olor, un olor que jamás antes había notado, polvoriento, pesado, que dificultaba su respiración. No había humedad alguna en el lugar y el fuego arrasaba con todo. Y con todos. Los gritos, los llantos, el crepitar de los tablones al ceder ante el abrasador arremeter de las flamas. Su dermis se oscurecía, se encogía, retorcía y arrugaba, tirando de la carne. Se estaba quemando viva en medio de un infierno que desconocía. Con los ojos anegados en lágrimas por culpa del humo y el lacerante dolor que la carcomía, miró a su alrededor y pudo ver rostros que no descubría por primera vez, sino que ya había visto antes. La señalaban con el dedo y se reían. Mientras ella, indefensa, perecía devorada por el voraz fuego.
La norna se revolvía en sueños, temblaba, se estremecía. Buscaba dónde aferrarse, a las sábanas, a la cadena que unía el grillete que ella portaba al del hombre que la había convertido en su presa, incluso al propio antebrazo del lobo que yacía dormido a su lado, como si nada ocurriera o, tal vez, sumido en su propia angustia. La mujer jamás había tenido un mal dormir como aquel y, al no estar en la recámara del fresno, era incapaz de controlar su descanso y, mucho menos, de despertar por sí sola de aquella tortura sin origen fijo. En un intento desesperado por escapar de las llamas que la lamían con frenesí y se clavaban en su piel como tortuosas agujas, clavó las uñas en la carne ajena, pensando que era una puerta y que ésta no se abría. Necesitaba tirar de ella, buscar una salida. Porque sin haber vivido nunca nada parecido, Sólveig desconocía que de lograr que ésta cediera, lo único que lograría sería precipitar su final. Eso sí, al menos ya no sufriría.
Sólveig- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 24/01/2018
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