AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
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Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Recuerdo del primer mensaje :
Bajo las raíces de Yggdrasil, la noche y el día se confundían. Allí no entraba la luz del sol ni se podía vislumbrar el firmamento nocturna con su haz de plata menguando, creciendo o desapareciendo. El tiempo era irrelevante, las horas y los minutos se confundían. Las nornas permanecían en sus puestos, hilando, enhebrando y tejiendo. Dormían poco, sólo cuando su cuerpo reclamaba descanso, y lo hacían por turnos, nunca lo hacía más de una a la vez, pues el destino no podía detenerse, la vida no esperaría por unas brujas que no hacían bien su trabajo y el castigo… ¡Oh, el castigo! Eso estaba aún por descubrirse, pues nunca, jamás, una hechicera con tal responsabilidad había faltado a su pacto, a su deber, a su sino.
Sólveig se encontraba sentada en su puesto, en un tocón de madera tallado en forma de asiento, uno grabado con simbología nórdica que narraba una historia, la leyenda de Skuld. Su antepasado, la primera de las nornas encargadas de “lo que debería suceder” o de “lo que es necesario que ocurra”. Era, más que un mito, un recordatorio de lo que era cada una de ellas, de la causa a la que debían su existencia. No habían venido al mundo para ser simples hechiceras, no eran solamente portadoras de magia sin más. Su poder, iba mucho más allá de los conjuros y hechizos, llegaba mucho más lejos que cualquier poción. Ellas marcaban destinos, doblegaban a la humanidad ante las premoniciones que tenían. Su verdad era absoluta y no había modo alguno de cambiar lo que en el tapiz se cosía.
Observó a su alrededor a sus dos “hermanas”. Las descendientes de Urd y Verdandi. Sólo hablaban cuando tenían visiones comunes, sentándose en círculo, tomadas de las manos, bajo la influencia del ungüento de Urd que otorgaba la posibilidad de ver los otros mundos, de cruzar el puente con la mente en busca de los pasados, presentes y futuros de los nueve reinos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. Suspiró. A veces quería saber lo que sentían esas personas que aparecían en sus visiones, cómo era una vida mortal, qué se experimentaba al ser normal, al no conocer lo que te deparaba el destino. Pero era sólo una fase, solía durarle poco, unos segundos de vez en cuando, cuando estaba muy falta de sueño reparador y su cabeza empezaba a divagar en vez de estar concentrada. En cuanto cerraba los ojos y dejaba la mente en blanco, era como si se reiniciara y todo volviera a su lugar. Y ella, ella dejaba de soñar.
Se levantó, excusándose con una leve reverencia, la manera en la que se comunicaban las unas a las otras que necesitaban reposar. Cruzó la sala grande donde el tapiz se extendía y desaparecía a través de un hueco entre las raíces de Yggdrasil, hundiéndose en las aguas de Urd para desaparecer a quién sabía dónde. Se metió en la recámara, una que compartían, pues sólo había una cama y jamás coincidían al ocuparla. Se tumbó boca arriba, dejando reposar las manos sobre el pecho con los dedos entrelazados. Sus párpados cayeron lentos, pesados y pronto alcanzó la paz que sólo el dormir le podía otorgar.
Bajo las raíces de Yggdrasil, la noche y el día se confundían. Allí no entraba la luz del sol ni se podía vislumbrar el firmamento nocturna con su haz de plata menguando, creciendo o desapareciendo. El tiempo era irrelevante, las horas y los minutos se confundían. Las nornas permanecían en sus puestos, hilando, enhebrando y tejiendo. Dormían poco, sólo cuando su cuerpo reclamaba descanso, y lo hacían por turnos, nunca lo hacía más de una a la vez, pues el destino no podía detenerse, la vida no esperaría por unas brujas que no hacían bien su trabajo y el castigo… ¡Oh, el castigo! Eso estaba aún por descubrirse, pues nunca, jamás, una hechicera con tal responsabilidad había faltado a su pacto, a su deber, a su sino.
Sólveig se encontraba sentada en su puesto, en un tocón de madera tallado en forma de asiento, uno grabado con simbología nórdica que narraba una historia, la leyenda de Skuld. Su antepasado, la primera de las nornas encargadas de “lo que debería suceder” o de “lo que es necesario que ocurra”. Era, más que un mito, un recordatorio de lo que era cada una de ellas, de la causa a la que debían su existencia. No habían venido al mundo para ser simples hechiceras, no eran solamente portadoras de magia sin más. Su poder, iba mucho más allá de los conjuros y hechizos, llegaba mucho más lejos que cualquier poción. Ellas marcaban destinos, doblegaban a la humanidad ante las premoniciones que tenían. Su verdad era absoluta y no había modo alguno de cambiar lo que en el tapiz se cosía.
Observó a su alrededor a sus dos “hermanas”. Las descendientes de Urd y Verdandi. Sólo hablaban cuando tenían visiones comunes, sentándose en círculo, tomadas de las manos, bajo la influencia del ungüento de Urd que otorgaba la posibilidad de ver los otros mundos, de cruzar el puente con la mente en busca de los pasados, presentes y futuros de los nueve reinos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. Suspiró. A veces quería saber lo que sentían esas personas que aparecían en sus visiones, cómo era una vida mortal, qué se experimentaba al ser normal, al no conocer lo que te deparaba el destino. Pero era sólo una fase, solía durarle poco, unos segundos de vez en cuando, cuando estaba muy falta de sueño reparador y su cabeza empezaba a divagar en vez de estar concentrada. En cuanto cerraba los ojos y dejaba la mente en blanco, era como si se reiniciara y todo volviera a su lugar. Y ella, ella dejaba de soñar.
Se levantó, excusándose con una leve reverencia, la manera en la que se comunicaban las unas a las otras que necesitaban reposar. Cruzó la sala grande donde el tapiz se extendía y desaparecía a través de un hueco entre las raíces de Yggdrasil, hundiéndose en las aguas de Urd para desaparecer a quién sabía dónde. Se metió en la recámara, una que compartían, pues sólo había una cama y jamás coincidían al ocuparla. Se tumbó boca arriba, dejando reposar las manos sobre el pecho con los dedos entrelazados. Sus párpados cayeron lentos, pesados y pronto alcanzó la paz que sólo el dormir le podía otorgar.
Última edición por Sólveig el Vie Feb 09, 2018 4:21 am, editado 1 vez
Sólveig- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 24/01/2018
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Tal y como íbamos vestidos nos dejamos caer en el lecho, bueno, ella era un saco sin voz ni boto, iba tan borracha que de tomarla no se hubiera dado ni cuenta, tenía suerte de que yo no fuera Randulf ni ninguno de sus hombres despiadados.
No tardé en conciliar el sueño, mas no se bien el tiempo transcurrido la norna empezó a agitarse en un apesadumbroso duerme vela que e hizo gruñir ligeramente para que se estuviera quieta pero la norna, no contenta con eso acabó hundiendo sus uñas en mi brazo como si pretendiera despellejarme, así que despierto ahora del todo, la sacudí para que abriera los ojos.
-Es una pesadilla mujer -dije hasta que nuestras miradas se encontraron de nuevo -por desgracia la tortura que vivías no es real, aunque si has sentido sus efectos me doy por satisfecho -gruñí golpeando con mi aliento aun bañado en alcohol sus labios -pronto sentirás la resaca -aseguré, aun no la notas porque sigues borracha.
Su cuerpo menudo, agotado por el esfuerzo estaba pegado al mio, mis ojos se deslizaron por sus curvas y bordes ladeando de inmediato la sonrisa.
-Aunque no todo lo que se puede sentir en tierra de hombres es dolor -afirme con la mirada turbia -teje el destino de mi hija y te demostraré el placer que puedes alcanzar cuando un hombre entra entre las piernas de una hembra -susurré calcinando sus labios con mi aliento.
Llevaba siglos bordando destinos, debía al eso tener la curiosidad de saber que era eso que los humanos sentíamos cuando ella bordaba nuestras vidas y aprovechando que ahora sus sentidos y también los míos estaban mermados por el alcohol, quizás cediera.
Deslicé mi diestra por su cuerpo curvilíneo ascendiendo por cada montaña alzada
-Déjame demostrarte lo que es ser una mujer, te puedo servir una copa de vino y mientras lo saboreas, me perderé entre tus piernas ¿no te intriga saber que es eso que notan las hembras? Se que ahora mismo estas borracha, contenta ¿verdad? Vamos, hay muchas mas cosas que puedes experimentar, solo a cambio te pio tejas el destino de mi hija, después volverás a tu aburrida vida de mierda y yo seguiré la mía.
Mi cuerpo se había ido orillando contra el ajeno, mi hombría se perdía contra su vientre bajo mojando las telas de nuestras ropas.
-Es n buen trato – susurré moviendo mi pelvis para que notara mi gran envergadura.
Estaba dispuesto a todo y ebrio como iba esto se me antojaba un plan inteligente aunque sobrio seguramente pensaría lo contrario.
No tardé en conciliar el sueño, mas no se bien el tiempo transcurrido la norna empezó a agitarse en un apesadumbroso duerme vela que e hizo gruñir ligeramente para que se estuviera quieta pero la norna, no contenta con eso acabó hundiendo sus uñas en mi brazo como si pretendiera despellejarme, así que despierto ahora del todo, la sacudí para que abriera los ojos.
-Es una pesadilla mujer -dije hasta que nuestras miradas se encontraron de nuevo -por desgracia la tortura que vivías no es real, aunque si has sentido sus efectos me doy por satisfecho -gruñí golpeando con mi aliento aun bañado en alcohol sus labios -pronto sentirás la resaca -aseguré, aun no la notas porque sigues borracha.
Su cuerpo menudo, agotado por el esfuerzo estaba pegado al mio, mis ojos se deslizaron por sus curvas y bordes ladeando de inmediato la sonrisa.
-Aunque no todo lo que se puede sentir en tierra de hombres es dolor -afirme con la mirada turbia -teje el destino de mi hija y te demostraré el placer que puedes alcanzar cuando un hombre entra entre las piernas de una hembra -susurré calcinando sus labios con mi aliento.
Llevaba siglos bordando destinos, debía al eso tener la curiosidad de saber que era eso que los humanos sentíamos cuando ella bordaba nuestras vidas y aprovechando que ahora sus sentidos y también los míos estaban mermados por el alcohol, quizás cediera.
Deslicé mi diestra por su cuerpo curvilíneo ascendiendo por cada montaña alzada
-Déjame demostrarte lo que es ser una mujer, te puedo servir una copa de vino y mientras lo saboreas, me perderé entre tus piernas ¿no te intriga saber que es eso que notan las hembras? Se que ahora mismo estas borracha, contenta ¿verdad? Vamos, hay muchas mas cosas que puedes experimentar, solo a cambio te pio tejas el destino de mi hija, después volverás a tu aburrida vida de mierda y yo seguiré la mía.
Mi cuerpo se había ido orillando contra el ajeno, mi hombría se perdía contra su vientre bajo mojando las telas de nuestras ropas.
-Es n buen trato – susurré moviendo mi pelvis para que notara mi gran envergadura.
Estaba dispuesto a todo y ebrio como iba esto se me antojaba un plan inteligente aunque sobrio seguramente pensaría lo contrario.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
La norna despertó repentinamente y un grito escapó de sus labios, justo en el instante en que se entremezclaban realidad y sueño, sintiendo como, aún despierta, las llamas lamían su piel de manera dolorosa. Mas cuando descubrió que todo había sido una pesadilla, descubrió que las zonas de su cuerpo que quemaban, eran aquellas por las que el hombre la sujetaba. Sus dedos eran como brasas y calcinaban su piel, al igual que sus palabras, chocando contra los labios resecos de la hechicera, que tras jadear atemorizada mientras dormía, se había quedado casi sin saliva. Sus pupilas tardaron un poco en contraerse, ocupando como estaban el iris por completo. Su pecho subía y bajaba violento, alterada aún por el terrible sueño que acababa de tener y, literalmente, vivir.
Ya en sus visiones había visto cómo la humanidad se destruía y, consigo, también aniquilaba poco a poco el planeta que habitaba. Los seres humanos, o los que tenían parte como tal, eran seres sin consideración y muy dados a anhelar mal al prójimo. Ahora el licántropo se lo confirmaba, deseándole a ella que sintiera dolor sin motivo alguno, porque ella no le había hecho nada malo. Le pedía que tejiera el destino de su hija, pero Sólveig le había explicado ya por activa y por pasiva que eso no era posible, que sólo en Yggdrasil se podía tejer y que sólo se podía plasmar en el telar lo que aparecía en las visiones de las nornas cuando estas se reunían.
A punto estuvo de repetirle por enésima vez que lo que le pedía era imposible, cuando la mano ajena empezó a recorrer su cuerpo y ella se tensó por completo. En el pasado había tenido visiones de intimidad, de mujeres jadeando y hombres gruñendo. A ella le había parecido un acto violento entre iguales en el que, al final, ambos parecían exhaustos, y a veces satisfechos. Pero no era algo que deseara experimentar, ya bastante tortura había tenido con el incendio de su sueño. -No sigas…- Se sentía débil y aunque su mente sabía lo que decía, su cuerpo empezaba a reaccionar. El cerebro de la hechicera era como un gran almacén de cosas que había visto, pero jamás había sentido. Y las conexiones neuronales buscaban en esos recuerdos ajenos maneras de asimilar lo que empezaba a sentir. Ahora, con el miedo aún metido en el cuerpo, de manera casi autómata, rodeó el torso ajeno, ocultando el rostro contra su pecho. Recordaba haber visto a niños hacer eso cuando temían aquello que les acechaba en la oscuridad de la noche, cuando cerraban los ojos y se dejaban llevar al mundo de los sueños. No sabía lo que era un abrazo ni la fuerza necesaria para darlo. Tampoco tuvo en cuenta que las muñecas de ambos estaban unidas por los grilletes cuando se aferró con demasiado ímpetu al cuerpo foráneo.
No había lógica en sus acciones. Ese “no sigas” parecía contrario a lo que ahora estaba haciendo. Más no buscaba ni mucho menos sexo en su gesto, sino ser reconfortada y que el fuego de su cabeza se extinguiera.
Ya en sus visiones había visto cómo la humanidad se destruía y, consigo, también aniquilaba poco a poco el planeta que habitaba. Los seres humanos, o los que tenían parte como tal, eran seres sin consideración y muy dados a anhelar mal al prójimo. Ahora el licántropo se lo confirmaba, deseándole a ella que sintiera dolor sin motivo alguno, porque ella no le había hecho nada malo. Le pedía que tejiera el destino de su hija, pero Sólveig le había explicado ya por activa y por pasiva que eso no era posible, que sólo en Yggdrasil se podía tejer y que sólo se podía plasmar en el telar lo que aparecía en las visiones de las nornas cuando estas se reunían.
A punto estuvo de repetirle por enésima vez que lo que le pedía era imposible, cuando la mano ajena empezó a recorrer su cuerpo y ella se tensó por completo. En el pasado había tenido visiones de intimidad, de mujeres jadeando y hombres gruñendo. A ella le había parecido un acto violento entre iguales en el que, al final, ambos parecían exhaustos, y a veces satisfechos. Pero no era algo que deseara experimentar, ya bastante tortura había tenido con el incendio de su sueño. -No sigas…- Se sentía débil y aunque su mente sabía lo que decía, su cuerpo empezaba a reaccionar. El cerebro de la hechicera era como un gran almacén de cosas que había visto, pero jamás había sentido. Y las conexiones neuronales buscaban en esos recuerdos ajenos maneras de asimilar lo que empezaba a sentir. Ahora, con el miedo aún metido en el cuerpo, de manera casi autómata, rodeó el torso ajeno, ocultando el rostro contra su pecho. Recordaba haber visto a niños hacer eso cuando temían aquello que les acechaba en la oscuridad de la noche, cuando cerraban los ojos y se dejaban llevar al mundo de los sueños. No sabía lo que era un abrazo ni la fuerza necesaria para darlo. Tampoco tuvo en cuenta que las muñecas de ambos estaban unidas por los grilletes cuando se aferró con demasiado ímpetu al cuerpo foráneo.
No había lógica en sus acciones. Ese “no sigas” parecía contrario a lo que ahora estaba haciendo. Más no buscaba ni mucho menos sexo en su gesto, sino ser reconfortada y que el fuego de su cabeza se extinguiera.
Sólveig- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 24/01/2018
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
“No sigas” susurró aturdida por la borrachera. Sus palabras sonaban a pura ficción pues lejos de poner distancia entre mi diestra que surcaba su piel inmaculada, sin cicatriz ni impureza, esta buscaba abrazando mi cuerpo el contacto humano.
Presa de la necesidad del calor que desprendía apoyó su frente en mi pecho, ladeé la sonrisa llevando mi mano libre a su mentón alzando su rostro para que me mirara.
-Puedo hacerte olvidar esa pesadilla -susurré calcinando la humedad de sus labios con mi aliento -solo has de tejer el destino de mi hija.
Con esta ultima palabra mis labios acariciaron los suyos, trepé por su piel alzando mi cuerpo sobre el suyo, la respiración de ambos se fundía delante de nuestras bocas en esa distancia mínima que olía a alcohol mientras nuestra nariz se rozaba y nos convertíamos en cíclopes esperando una palabra.
-Por favor -pedí notando sus dedos acariciar mi cuerpo por debajo de la camiseta.
Dibujó con los dedos cada jirón, cada cicatriz como si fuera capaces de recordar haberlas escrito, como si no necesitara que narrara las historias de mi destino.
Mi vientre se contrajo al notar como la yema de su dedo cadenciosa siguió el borde de una herida bastante reciente que aun quedaba marcada por unos puntos bastos dados por mi mismo pues la guerra siempre es complicada.
-Llévate mi vida si es lo que se exige por salvar otra, pero Saga solo es una niña. Es un tajo de espada susurré al sentir como se detenía por unos instantes acariciando los bordes – me la hice defendiendo las fronteras contra una bestia de tres cabezas, uno de esas atrocidades que Randulf hace combinando razas, experimentando.
Empujé mi pelvis contra su centro para que sintiera la dureza de mi abultada verga.
-Estoy seguro que has visto como me hice la herida que tocas, si bajas la mno un poco mas, notaras como me excitas ¿sabes que es eso?
Lamí su labio inferior perfilandolo con la punta de mi lengua.
-Solo teje el destino de mi hija y seras libre de irte o quedarte, haré lo que me pidas, pero solo es una niña -pedí dejando caer mi frente sobre la ajena.
Nuestros alientos impactaban tempestuosos en la boca del otro incitándonos a tomarlo todo, ninguno se apartaba, como si en el fondo lo deseáramos mas allá de lo que le pedía su cuerpo me excitaba. No tardé en atajar la distancia metiendo mi lengua en su cavidad con un gruñido buscando serpentear con la ajena
Presa de la necesidad del calor que desprendía apoyó su frente en mi pecho, ladeé la sonrisa llevando mi mano libre a su mentón alzando su rostro para que me mirara.
-Puedo hacerte olvidar esa pesadilla -susurré calcinando la humedad de sus labios con mi aliento -solo has de tejer el destino de mi hija.
Con esta ultima palabra mis labios acariciaron los suyos, trepé por su piel alzando mi cuerpo sobre el suyo, la respiración de ambos se fundía delante de nuestras bocas en esa distancia mínima que olía a alcohol mientras nuestra nariz se rozaba y nos convertíamos en cíclopes esperando una palabra.
-Por favor -pedí notando sus dedos acariciar mi cuerpo por debajo de la camiseta.
Dibujó con los dedos cada jirón, cada cicatriz como si fuera capaces de recordar haberlas escrito, como si no necesitara que narrara las historias de mi destino.
Mi vientre se contrajo al notar como la yema de su dedo cadenciosa siguió el borde de una herida bastante reciente que aun quedaba marcada por unos puntos bastos dados por mi mismo pues la guerra siempre es complicada.
-Llévate mi vida si es lo que se exige por salvar otra, pero Saga solo es una niña. Es un tajo de espada susurré al sentir como se detenía por unos instantes acariciando los bordes – me la hice defendiendo las fronteras contra una bestia de tres cabezas, uno de esas atrocidades que Randulf hace combinando razas, experimentando.
Empujé mi pelvis contra su centro para que sintiera la dureza de mi abultada verga.
-Estoy seguro que has visto como me hice la herida que tocas, si bajas la mno un poco mas, notaras como me excitas ¿sabes que es eso?
Lamí su labio inferior perfilandolo con la punta de mi lengua.
-Solo teje el destino de mi hija y seras libre de irte o quedarte, haré lo que me pidas, pero solo es una niña -pedí dejando caer mi frente sobre la ajena.
Nuestros alientos impactaban tempestuosos en la boca del otro incitándonos a tomarlo todo, ninguno se apartaba, como si en el fondo lo deseáramos mas allá de lo que le pedía su cuerpo me excitaba. No tardé en atajar la distancia metiendo mi lengua en su cavidad con un gruñido buscando serpentear con la ajena
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
El hombre dejó que ella le abrazara y siguió recorriendo su cuerpo con la yema de sus dedos. El vello de la norna se erizaba tras el paso de la cálida mano ajena que ascendía por sus curvas. El aliento ajeno hacía arder los labios de la hechicera que con la boca entreabierta ya no pensaba. Las palabras foráneas llegaban a sus orejas, pero ella no las escuchaba. La pesadilla aún danzaba en su mente, las llamas aún la rodeaban y quemaban. Él prometía hacerle olvidar la pesadilla, pero lo que le pedía a cambio era un imposible. Ella no prestaba atención as lo que Aúkoc le decía, sólo a lo que con cada gesto le hacía sentir.
Se dejó llevar sin saber muy bien por qué. No tenía aquello que llamaban instinto, no tenía recuerdos propios ni conocimientos sobre el comportamiento humano. Sólo podía sacar información de sus visiones, información a medias, incompletas, porque en ellas sólo había imágenes y la mayoría de las palabras se desdibujaban hasta convertirse en extraños sonidos. Con las manos se coló bajo la ropa del lobo y empezó a perfilar su musculatura, recorriéndole la piel con las yemas. Pudo notar las hendiduras y los salientes de las cicatrices, de las heridas de guerra. Su cabeza daba vueltas aún por los efectos del alcohol, por el miedo que aún parecía estrangularla y por las extrañas sensaciones que la cercanía el hombre le provocaban. Sus ojos habían permanecido cerrados desde que se abrazara al contrario, abriéndolos justo en el instante en que le preguntaba si sabía lo que era eso. -Vuestras vidas se entremezclan en las visiones… rara vez vemos nítidamente lo que ocurre en un lugar concreto de los nueve mundos…- Pronunció en tono bajo, poco más elevado que un susurro. Los ojos marrón claro de la norna se encontraron con los oscuros orbes de Aúkoc que se apegaba aún más a ella, presionando con la pelvis contra la entrepierna de la hechicera. Ella se estremeció, tensando los muslos y dejó escapar un jadeo, lo que dejó la abertura perfecta para que el lobo colara su lengua en la boca de ella. Por un instante, ella reculó, echando hacia atrás la cabeza, pero él insistió, acorralándola sobre el lecho con su cuerpo. Con los brazos ahora tendidos a ambos lados de su tronco, rígida como estaba, notó la húmeda sinhueso abrirse paso en el interior caliente de su cueva. Ella no sabía qué hacer, jamás le habían dado un beso ni nada similar, así que se quedó quieta, paralizada, mientras él actuaba. Las caricias de la lengua foránea que recorrían su paladar y parecían contarle las muelas, pronto se rozaron con el músculo de ella que trémulo se movió, enlazándose de extraños modos con la del hombre. Cerró ambas manos, arrugando entre sus dedos la sábana. Por un lado se sentía incómoda, asustada, pero por otro su corazón se aceleraba, como su respiración y toda su piel se erizaba de un modo asombrosamente agradable. No comprendía nada y no sabía qué hacer a continuación. Eso sí, con su mente ahora ocupada con Aúkoc, ya no recordaba la pesadilla.
Se dejó llevar sin saber muy bien por qué. No tenía aquello que llamaban instinto, no tenía recuerdos propios ni conocimientos sobre el comportamiento humano. Sólo podía sacar información de sus visiones, información a medias, incompletas, porque en ellas sólo había imágenes y la mayoría de las palabras se desdibujaban hasta convertirse en extraños sonidos. Con las manos se coló bajo la ropa del lobo y empezó a perfilar su musculatura, recorriéndole la piel con las yemas. Pudo notar las hendiduras y los salientes de las cicatrices, de las heridas de guerra. Su cabeza daba vueltas aún por los efectos del alcohol, por el miedo que aún parecía estrangularla y por las extrañas sensaciones que la cercanía el hombre le provocaban. Sus ojos habían permanecido cerrados desde que se abrazara al contrario, abriéndolos justo en el instante en que le preguntaba si sabía lo que era eso. -Vuestras vidas se entremezclan en las visiones… rara vez vemos nítidamente lo que ocurre en un lugar concreto de los nueve mundos…- Pronunció en tono bajo, poco más elevado que un susurro. Los ojos marrón claro de la norna se encontraron con los oscuros orbes de Aúkoc que se apegaba aún más a ella, presionando con la pelvis contra la entrepierna de la hechicera. Ella se estremeció, tensando los muslos y dejó escapar un jadeo, lo que dejó la abertura perfecta para que el lobo colara su lengua en la boca de ella. Por un instante, ella reculó, echando hacia atrás la cabeza, pero él insistió, acorralándola sobre el lecho con su cuerpo. Con los brazos ahora tendidos a ambos lados de su tronco, rígida como estaba, notó la húmeda sinhueso abrirse paso en el interior caliente de su cueva. Ella no sabía qué hacer, jamás le habían dado un beso ni nada similar, así que se quedó quieta, paralizada, mientras él actuaba. Las caricias de la lengua foránea que recorrían su paladar y parecían contarle las muelas, pronto se rozaron con el músculo de ella que trémulo se movió, enlazándose de extraños modos con la del hombre. Cerró ambas manos, arrugando entre sus dedos la sábana. Por un lado se sentía incómoda, asustada, pero por otro su corazón se aceleraba, como su respiración y toda su piel se erizaba de un modo asombrosamente agradable. No comprendía nada y no sabía qué hacer a continuación. Eso sí, con su mente ahora ocupada con Aúkoc, ya no recordaba la pesadilla.
Sólveig- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 32
Fecha de inscripción : 24/01/2018
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Mi lengua se abrió paso entre la humedad de sus labios, jadee contra su boca mientras esta tímidamente me abría paso acogiendo mi aliento bañado en alcohol, embebiéndose del candor que desprendía mi cuerpo.
Alcé con mis manos su falda, la tela iba arrugándose, dibujando el sendero de mis dedos que se hundían en su piel hasta que quedó completamente presa por nuestros cuerpos. Abultada mi hombría golpeaba su centro, sus piernas se habían abierto acogiendo mis caderas entre sus muslos.
-te haré mujer, solo borda el destino de mi hija -pedí con la voz ronca trepando por su muslo con mis dedos.
-Notas lo grande y enardecida que que esta, se que has tejido estos momentos ¿quieres saber lo que sienten las mujeres con una de estas en su coño?
Gimió contra mis labios abiertos, no aceptaba, pero no negaba y aun presa de la borrachera movió ligeramente sus caderas a mi encuentro infundiéndome esperanza, mi lengua lamió sus belfos, mordiendo su inferior. Mis ojos eran dos pozos oscuros con el iris amarillo formando un brillante circulo.
Saqué mi verga bajándome el pantalón ligeramente, sus ojos bajaron al ver el trozo de carne en mi mano y se oscurecieron al notar como la sacudía ante sus ojos.
Palpitante la apoyé en su monte de Venus, necesitaba que confirmara que el destino de mi hija sería tejido si la embestía en este momento.
Bajé gateando por su piel, mis dedos se habían enredado en sus bragas y tal y como descendía las arrastraba conmigo. Mordí la media luna de su ombligo, metiendo la lengua en su agujero.
-voy a comerte el coño -susurré devorando sus labios bajos, hundiendo mi cabeza mientras su espalda se arqueaba violentamente y sus dedos atrapaban mi pelo como si fueran brizas de hierba fresca.
-Tócate las tetas -pedí tratando de guiarla.
Mi sinhueso se emborracho de su elixir que resbalaba por la raja hacia su culo, mi saliva chorreaba por las sabanas, gruñía preso de la pasión mientras mi punta rozaba el cate mojandolo de liquido pre-seminal.
Tiré con los dientes de su clítoris, golpeé con mis labios su botón masturbándola con mi boca, follándomela con hambre, notando como sus piernas temblaban necesitadas de correrse.
-esto no es nada comparado con sentir mi polla dentro -susurré golpeando con mi aliento su laberinto.
-¿teje el destino de mi hija -pedí atrapando su mano y llevándola a mi polla para ver si me la cascaba.
Alcé con mis manos su falda, la tela iba arrugándose, dibujando el sendero de mis dedos que se hundían en su piel hasta que quedó completamente presa por nuestros cuerpos. Abultada mi hombría golpeaba su centro, sus piernas se habían abierto acogiendo mis caderas entre sus muslos.
-te haré mujer, solo borda el destino de mi hija -pedí con la voz ronca trepando por su muslo con mis dedos.
-Notas lo grande y enardecida que que esta, se que has tejido estos momentos ¿quieres saber lo que sienten las mujeres con una de estas en su coño?
Gimió contra mis labios abiertos, no aceptaba, pero no negaba y aun presa de la borrachera movió ligeramente sus caderas a mi encuentro infundiéndome esperanza, mi lengua lamió sus belfos, mordiendo su inferior. Mis ojos eran dos pozos oscuros con el iris amarillo formando un brillante circulo.
Saqué mi verga bajándome el pantalón ligeramente, sus ojos bajaron al ver el trozo de carne en mi mano y se oscurecieron al notar como la sacudía ante sus ojos.
Palpitante la apoyé en su monte de Venus, necesitaba que confirmara que el destino de mi hija sería tejido si la embestía en este momento.
Bajé gateando por su piel, mis dedos se habían enredado en sus bragas y tal y como descendía las arrastraba conmigo. Mordí la media luna de su ombligo, metiendo la lengua en su agujero.
-voy a comerte el coño -susurré devorando sus labios bajos, hundiendo mi cabeza mientras su espalda se arqueaba violentamente y sus dedos atrapaban mi pelo como si fueran brizas de hierba fresca.
-Tócate las tetas -pedí tratando de guiarla.
Mi sinhueso se emborracho de su elixir que resbalaba por la raja hacia su culo, mi saliva chorreaba por las sabanas, gruñía preso de la pasión mientras mi punta rozaba el cate mojandolo de liquido pre-seminal.
Tiré con los dientes de su clítoris, golpeé con mis labios su botón masturbándola con mi boca, follándomela con hambre, notando como sus piernas temblaban necesitadas de correrse.
-esto no es nada comparado con sentir mi polla dentro -susurré golpeando con mi aliento su laberinto.
-¿teje el destino de mi hija -pedí atrapando su mano y llevándola a mi polla para ver si me la cascaba.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
La hechicera no se daba cuenta pero, poco a poco, iba relajándose, dejándose llevar. Su cuerpo dejó de estar tan tenso, aunque su respiración y latidos seguían desbocados, esos no disminuían ni se calmaban, ni un ápice siquiera. El sendero que marcaron las manos del lobo hicieron subir la temperatura de la piel de la norna y que esta se erizase lentamente a su paso. De manera instintiva fue abriendo las piernas y entre ellas se fue colocando el hombre, acorralándola contra la cama, convirtiéndose en una prisión de carne y hueso para Sólveig que incapaz de resistirse, se dejaba.
La mujer sentía por primera vez excitación, pero desconocía lo que era, lo que significaba, cuál era su origen o cómo se le ponía fin. Su mente, nublada por la libido, tampoco pensaba en ello, en darle término a aquel agradable sentimiento que la consumía. Jadeó contra la boca ajena cuando la lengua del licántropo acariciaba sus labios. Los ojos cerrados de la hechicera se abrieron despacio al notar que el contrario se apartaba un poco y se removía entre sus piernas, encontrándose con la erección de Aúkoc que de pronto asomaba del interior de su pantalón. Las pupilas de ella se dilataron, oscureciendo así sus orbes que sorprendidos admiraban aquello que en sus visiones a penas se definía como una imagen borrosa. De repente fue como si el tiempo avanzara muy deprisa y ella fuera incapaz de moverse al mismo ritmo. Quedó nuevamente paralizada y lo que la hizo reaccionar fue la sinhueso del lobo al separar los labios de su sexo. Toda la norna se sacudió como si una corriente eléctrica recorriera su figura de pies a cabeza. Arqueó la espalda y soltó la sábana para agarrarse al cabello del hombre, a momentos para tirar de él e intentar apartarle, pero en otros empujando, instándole a seguir de manera automática, sin pensar, sin razonar. Aquel acto ajeno la estaba enloqueciendo y los jadeos pronto se convirtieron en gemidos guturales y desesperados, como el llanto de una sirena que se estremecía. Al ser algo que jamás había experimentado, cualquier roce o atención en la zona era demasiado para ella y enseguida la alcanzó una explosión de placer, el primero de sus orgasmos. Pero lo que ninguno de los dos sabía, era la reacción que aquello podía traer y que una hechicera como Sólveig, la norna de lo que debería ser, podía desatar al dejarse llevar y perderse en un laberinto de emociones exageradas. La energía se concentró en el cuerpo de la mujer, energía de todo aquello que les rodeaba, pues incluso los objetos inanimados la tenían. Como un imán la fue atrayendo a medida que se acercaba el clímax y para cuando un gutural gemido, casi transformado en grito, escapó de lo más profundo de su garganta, una explosión de poder tuvo lugar y todo lo que había en la habitación quedó suspendido en el aire, ellos incluidos, flotando a un palmo de la cama y ésta, a su vez, a dos del suelo. Estuvieron así unos segundos como si el tiempo se detuviera de nuevo, aunque esta vez también para la bruja. Y entonces cayó todo al suelo, formando un gran estruendo. Ella no se había percatado de lo ocurrido, pues al desatar aquella fuerza, sus sentidos se habían enturbiado, dejándola indefensa, claro que eso el lobo no lo sabía.
Tendida sobre el colchón de nuevo con la respiración descontrolada, se aferró a las sábanas al intentar erguir la espalda y quedar sentada. -¿Qué ha sido eso…?- Inquirió, aunque ella se refería al orgasmo y, seguramente, Aúkoc pensaría que se refería a lo que había ocurrido.
La mujer sentía por primera vez excitación, pero desconocía lo que era, lo que significaba, cuál era su origen o cómo se le ponía fin. Su mente, nublada por la libido, tampoco pensaba en ello, en darle término a aquel agradable sentimiento que la consumía. Jadeó contra la boca ajena cuando la lengua del licántropo acariciaba sus labios. Los ojos cerrados de la hechicera se abrieron despacio al notar que el contrario se apartaba un poco y se removía entre sus piernas, encontrándose con la erección de Aúkoc que de pronto asomaba del interior de su pantalón. Las pupilas de ella se dilataron, oscureciendo así sus orbes que sorprendidos admiraban aquello que en sus visiones a penas se definía como una imagen borrosa. De repente fue como si el tiempo avanzara muy deprisa y ella fuera incapaz de moverse al mismo ritmo. Quedó nuevamente paralizada y lo que la hizo reaccionar fue la sinhueso del lobo al separar los labios de su sexo. Toda la norna se sacudió como si una corriente eléctrica recorriera su figura de pies a cabeza. Arqueó la espalda y soltó la sábana para agarrarse al cabello del hombre, a momentos para tirar de él e intentar apartarle, pero en otros empujando, instándole a seguir de manera automática, sin pensar, sin razonar. Aquel acto ajeno la estaba enloqueciendo y los jadeos pronto se convirtieron en gemidos guturales y desesperados, como el llanto de una sirena que se estremecía. Al ser algo que jamás había experimentado, cualquier roce o atención en la zona era demasiado para ella y enseguida la alcanzó una explosión de placer, el primero de sus orgasmos. Pero lo que ninguno de los dos sabía, era la reacción que aquello podía traer y que una hechicera como Sólveig, la norna de lo que debería ser, podía desatar al dejarse llevar y perderse en un laberinto de emociones exageradas. La energía se concentró en el cuerpo de la mujer, energía de todo aquello que les rodeaba, pues incluso los objetos inanimados la tenían. Como un imán la fue atrayendo a medida que se acercaba el clímax y para cuando un gutural gemido, casi transformado en grito, escapó de lo más profundo de su garganta, una explosión de poder tuvo lugar y todo lo que había en la habitación quedó suspendido en el aire, ellos incluidos, flotando a un palmo de la cama y ésta, a su vez, a dos del suelo. Estuvieron así unos segundos como si el tiempo se detuviera de nuevo, aunque esta vez también para la bruja. Y entonces cayó todo al suelo, formando un gran estruendo. Ella no se había percatado de lo ocurrido, pues al desatar aquella fuerza, sus sentidos se habían enturbiado, dejándola indefensa, claro que eso el lobo no lo sabía.
Tendida sobre el colchón de nuevo con la respiración descontrolada, se aferró a las sábanas al intentar erguir la espalda y quedar sentada. -¿Qué ha sido eso…?- Inquirió, aunque ella se refería al orgasmo y, seguramente, Aúkoc pensaría que se refería a lo que había ocurrido.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
La norna presa de las sensaciones de mi boca, que succionaba su clítoris abriéndose paso en su coño con habilidad y soberbia, gemía sin parar arrugando las sabanas con los dedos.
Sus piernas se tensaban, eran sus tobillos los que la mantenían en vilo llevando su raja a mi boca para que degustara la esencia que escurría por ella como un manjar delicioso.
Excitado por el alcohol y por su cuerpo curvilíneo, mis manos repasaron su sirueta, las elevadas montañas, esos dos pezones que como cristales se trasparentaban por su camisola y cortaban mis dedos que con saña los pellizcaban.
-quiero que te bebas mi leche, tengo los huevos llenos de amor -susurré con una mueca divertida antes de volver a la carga de su sexo húmedo.
Cada vez ms roncos, mas seguidos los rugidos de la norna despuntaron en la habitación, su cuerpo se tenso formando un arco perfecto y una explosión sin sentido manchó mi cara de su corrida elevando la instante todo por los cielos.
-¡Joder! -rugí relamiendome al darme cuenta de que flotábamos de un modo violento para al instante caer de bruces contra el suelo.
Su pregunta me pilló desprevenido, aun trataba con mi borrachera de asumir que cojones había sido eso, su poder era descomunal, algo de lo que me alegraba mucho pues la verdad, necesitaba que tejiera el maldito destino de mi hija.
-Eso ha sido tu poder -aseguré en una respuesta mas o menos certera -y ahora quiero que me la comas, bebe de mi -le dije llevando mi diestra al tronco y sacudiéndolo frente a sus ojos embriagado de las ganas que aun sentía pues mi polla palpitante aun no había explotado.
La norna creo no era capaz de entenderme, así que tomé su pelo y de un tirón suave la llevé contra mi verga quedando esta a cuatro patas.
Apoyé mi glande en sus labios, manchandolos ligeramente de las gotas espesas que salían de mi uretra cuando moví la piel hacia abajo masturbándome.
-Pruebala, te gustará -dije enredando las palabras mientras la observaba fijamente con los ojos ámbar.
Por un momento me había olvidado de todo, solo queria meterla en caliente aquella noche, sentir un poco de consuelo tras el suceso, solo necesitaba desahogarme y esa mujer estaba allí, excitada, y yo..necesitaba follármela.
Sus piernas se tensaban, eran sus tobillos los que la mantenían en vilo llevando su raja a mi boca para que degustara la esencia que escurría por ella como un manjar delicioso.
Excitado por el alcohol y por su cuerpo curvilíneo, mis manos repasaron su sirueta, las elevadas montañas, esos dos pezones que como cristales se trasparentaban por su camisola y cortaban mis dedos que con saña los pellizcaban.
-quiero que te bebas mi leche, tengo los huevos llenos de amor -susurré con una mueca divertida antes de volver a la carga de su sexo húmedo.
Cada vez ms roncos, mas seguidos los rugidos de la norna despuntaron en la habitación, su cuerpo se tenso formando un arco perfecto y una explosión sin sentido manchó mi cara de su corrida elevando la instante todo por los cielos.
-¡Joder! -rugí relamiendome al darme cuenta de que flotábamos de un modo violento para al instante caer de bruces contra el suelo.
Su pregunta me pilló desprevenido, aun trataba con mi borrachera de asumir que cojones había sido eso, su poder era descomunal, algo de lo que me alegraba mucho pues la verdad, necesitaba que tejiera el maldito destino de mi hija.
-Eso ha sido tu poder -aseguré en una respuesta mas o menos certera -y ahora quiero que me la comas, bebe de mi -le dije llevando mi diestra al tronco y sacudiéndolo frente a sus ojos embriagado de las ganas que aun sentía pues mi polla palpitante aun no había explotado.
La norna creo no era capaz de entenderme, así que tomé su pelo y de un tirón suave la llevé contra mi verga quedando esta a cuatro patas.
Apoyé mi glande en sus labios, manchandolos ligeramente de las gotas espesas que salían de mi uretra cuando moví la piel hacia abajo masturbándome.
-Pruebala, te gustará -dije enredando las palabras mientras la observaba fijamente con los ojos ámbar.
Por un momento me había olvidado de todo, solo queria meterla en caliente aquella noche, sentir un poco de consuelo tras el suceso, solo necesitaba desahogarme y esa mujer estaba allí, excitada, y yo..necesitaba follármela.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Parpadeó un par de veces, confusa ante la contestación del hombre que tenía entre las piernas, relamiéndose. -Mi poder nunca me ha hecho sentir… algo así.- Su mente aún divagaba entre los posibles motivos por los que había sentido aquella explosión de satisfacción, el hormigueo que aún permanecía en la yema de sus dedos era un claro recuerdo de ese instante de inmensidad, de blancura, de paz, que había experimentado instantes atrás.
Volvió en si cuando el lobo la tomó del pelo y tiró de ella hacia delante, logrando que la hechicera se colocara de rodillas y a cuatro patas frente a él. Sus orbes se fijaron de inmediato en aquella gruesa erección que no hacía más que emanar calor, pulsante. La lengua de la norna asomó de entre sus labios, seguramente aún afectada por el alcohol que recorría su torrente sanguíneo, dispuesta a probar las gotas que rezumaban de la uretra, tal y como Aúkoc le instaba a hacer. El líquido se unió a su saliva y pronto sintió el sabor impregnando sus papilas gustativas. Entreabrió la boca para hacer recular la sinhueso, rozando el paladar con la punta e hizo ascender su mirada de pupilas dilatadas por su estado de embriaguez, excitación y total incomprensión de lo que allí ocurría o, incluso, de lo que ella misma hacía.
-Sabe raro...- Musitó, dejando que su cálido y húmedo aliento impactara sobre el brillante glande que tenía justo contra sus labios. Pudo ver, por el rabillo del ojo, como el falo temblaba entre los dedos del hombre y éstos aferraban con más fuerza la verga. Cualquiera diría que aquel trozo de carne ansiaba escapar de la mano captora y dar rienda suelta a su deseo, su necesidad. Como una criatura hambrienta, buscaba saciar su sed, sed que la mujer no conocía pues, aunque en sus visiones había visto a muchos yacer, ya fuera de manera consentida o a regañadientes, con súplicas y hasta golpes y sometimientos, jamás se había dejado influenciar por los sentimientos. Había sido instruida para obedecer a sus mayores sin rechistar, pero no para vivir.
Apoyada en ambas rodillas y en la diestra, despegó la zurda del colchón, flexionando el brazo por la zona del codo. Con las falanges temblorosas por el orgasmo experimentado minutos antes, acarició el capullo suave y mojado, notando como las yemas se deslizaban sin dificultad por la superficie. Se estaba dejando llevar por la curiosidad ebria y desmedida que la colmaba. No sabía lo que hacía ni por qué. Por primera vez en su existencia, actuaba sin pensar, sin razonar, sin conocer.
Volvió en si cuando el lobo la tomó del pelo y tiró de ella hacia delante, logrando que la hechicera se colocara de rodillas y a cuatro patas frente a él. Sus orbes se fijaron de inmediato en aquella gruesa erección que no hacía más que emanar calor, pulsante. La lengua de la norna asomó de entre sus labios, seguramente aún afectada por el alcohol que recorría su torrente sanguíneo, dispuesta a probar las gotas que rezumaban de la uretra, tal y como Aúkoc le instaba a hacer. El líquido se unió a su saliva y pronto sintió el sabor impregnando sus papilas gustativas. Entreabrió la boca para hacer recular la sinhueso, rozando el paladar con la punta e hizo ascender su mirada de pupilas dilatadas por su estado de embriaguez, excitación y total incomprensión de lo que allí ocurría o, incluso, de lo que ella misma hacía.
-Sabe raro...- Musitó, dejando que su cálido y húmedo aliento impactara sobre el brillante glande que tenía justo contra sus labios. Pudo ver, por el rabillo del ojo, como el falo temblaba entre los dedos del hombre y éstos aferraban con más fuerza la verga. Cualquiera diría que aquel trozo de carne ansiaba escapar de la mano captora y dar rienda suelta a su deseo, su necesidad. Como una criatura hambrienta, buscaba saciar su sed, sed que la mujer no conocía pues, aunque en sus visiones había visto a muchos yacer, ya fuera de manera consentida o a regañadientes, con súplicas y hasta golpes y sometimientos, jamás se había dejado influenciar por los sentimientos. Había sido instruida para obedecer a sus mayores sin rechistar, pero no para vivir.
Apoyada en ambas rodillas y en la diestra, despegó la zurda del colchón, flexionando el brazo por la zona del codo. Con las falanges temblorosas por el orgasmo experimentado minutos antes, acarició el capullo suave y mojado, notando como las yemas se deslizaban sin dificultad por la superficie. Se estaba dejando llevar por la curiosidad ebria y desmedida que la colmaba. No sabía lo que hacía ni por qué. Por primera vez en su existencia, actuaba sin pensar, sin razonar, sin conocer.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Mi falo brillaba frente a sus labios, por mi uretra dos gotas resbalaban codiciosas y eran admiradas por la norna que desconocedora de la esencia y del sabor de esta se mostró curiosa seguramente por lo embriagada de alcohol que estaba.
-Bebetelo -pedí con la voz ronca empujando mi pelvis hacía su boca y sujetando con firmeza mi polla gruñí cuando la punta de su lengua las recogió para introducirlas entre sus belfos.
Las paladeó despacio, como si fuera el mayor manjar probado, ladeé la sonrisa ante su respuesta, sinceramente poco me importaba si estaban buenas ¿que tenia que hacer un hombre borracho y excitado para que se la comieran?
El aliento de la norna golpeó mi miembro que frente a su boca temblaba ansioso de adentrarse en los confines y ser engullido.
-Vamos -pedí sujetándolo con fineza antes de sacudirlo un par de veces contra sus labios animándola a abrirlos
Esta aun reacia llevo su zurda mi capullo deslizando por el la yema de su dedo, prendada de como se deslizaba se le escapó un sutil gemido.
Incapaz de aguantar mucho mas la empujé contra el colchón dejándola boca arriba, expuesta y con las piernas abiertas.
-Voy a enseñarte lo que es un hombre -sentencié gateando por su piel despacio ,dejando un reguero de besos, mordidas y saliva a mi paso.
Mis brazos quedaron anclados a las sabanas a cada lado de su cabeza, miradas que como la lava de dos volcanes a punto de erupcionar se miraban, mi iris ambarino, apenas un anillo cubría mi dilatada pupila, los suyos ansiosos y turbios.
Mi verga acarició su centro, deslizándose por su peligrosa e inexperta trinchera, gimió al sentir como la punta torturaba una y otra vez su abultaba bula, sus labios se llenaban de sangre calientes, insaciables mientras mi pene inalterable, intemporal y completamente endurecido seguía una y otra vez el mismo camino hasta detenerse frente a su oscuro agujero de placer absoluto.
Primero introduje la punta, moviéndome despacio, dejando que su pelvis me buscara necesitada de sentir mas dentro aquel trozo de carne que ahora convertida en su credo reclamaba.
-Así pequeña susurré contra su boca antes de adueñarme de ella, de adentrarme en su cueva y saquearla reclamando como mio los tesoros húmedos de su lengua.
Baile demencial de cuerpos, sus paredes se fueron abriendo mientras friccionaban nuestros pechos.
Una embestida y mi verga la lleno al completo gritó de dolor, de placer y sus uñas se hundieron en mi espalda con saña.
-Shhhh-la calmé llanando su boca de besos, empujando como un péndulo, entrando y saliendo entre roncos gemidos que hicieron suyos las paredes de aquel cuarto.
-Bebetelo -pedí con la voz ronca empujando mi pelvis hacía su boca y sujetando con firmeza mi polla gruñí cuando la punta de su lengua las recogió para introducirlas entre sus belfos.
Las paladeó despacio, como si fuera el mayor manjar probado, ladeé la sonrisa ante su respuesta, sinceramente poco me importaba si estaban buenas ¿que tenia que hacer un hombre borracho y excitado para que se la comieran?
El aliento de la norna golpeó mi miembro que frente a su boca temblaba ansioso de adentrarse en los confines y ser engullido.
-Vamos -pedí sujetándolo con fineza antes de sacudirlo un par de veces contra sus labios animándola a abrirlos
Esta aun reacia llevo su zurda mi capullo deslizando por el la yema de su dedo, prendada de como se deslizaba se le escapó un sutil gemido.
Incapaz de aguantar mucho mas la empujé contra el colchón dejándola boca arriba, expuesta y con las piernas abiertas.
-Voy a enseñarte lo que es un hombre -sentencié gateando por su piel despacio ,dejando un reguero de besos, mordidas y saliva a mi paso.
Mis brazos quedaron anclados a las sabanas a cada lado de su cabeza, miradas que como la lava de dos volcanes a punto de erupcionar se miraban, mi iris ambarino, apenas un anillo cubría mi dilatada pupila, los suyos ansiosos y turbios.
Mi verga acarició su centro, deslizándose por su peligrosa e inexperta trinchera, gimió al sentir como la punta torturaba una y otra vez su abultaba bula, sus labios se llenaban de sangre calientes, insaciables mientras mi pene inalterable, intemporal y completamente endurecido seguía una y otra vez el mismo camino hasta detenerse frente a su oscuro agujero de placer absoluto.
Primero introduje la punta, moviéndome despacio, dejando que su pelvis me buscara necesitada de sentir mas dentro aquel trozo de carne que ahora convertida en su credo reclamaba.
-Así pequeña susurré contra su boca antes de adueñarme de ella, de adentrarme en su cueva y saquearla reclamando como mio los tesoros húmedos de su lengua.
Baile demencial de cuerpos, sus paredes se fueron abriendo mientras friccionaban nuestros pechos.
Una embestida y mi verga la lleno al completo gritó de dolor, de placer y sus uñas se hundieron en mi espalda con saña.
-Shhhh-la calmé llanando su boca de besos, empujando como un péndulo, entrando y saliendo entre roncos gemidos que hicieron suyos las paredes de aquel cuarto.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 28/11/2016
Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Ella se dejaba llevar, explorando, probando cosas nuevas. Sus pupilas dilatadas, su poder a flor de piel, excitada toda ella, su energía incluida. Sus dedos se deslizaron con suma facilidad por aquel suave glande, húmedo y brillante. Entreabrió los labios, suspirando contra éste, bañándolo con su aliento cálido. El lobo, impaciente y enardecido, la tomó de las caderas, tiró de ella y la dejó tendida sobre la cama, con la espalda pegada al colchón y las piernas flexionadas, abiertas, con espacio suficiente para que se colocara él entre ellas. Cada beso era un hormigueo que se extendía, cuya fuerza se diluía en ondas como si se lanzara una piedra sobre aguas calmas. Pronto sintió la elevada temperatura de Aúkoc sobre su cuerpo, así como su peso.
Entonces inició el roce del capullo, separando los labios de su sexo, presionando su clítoris con insistencia. Los muslos de Sólveig se tensaron y temblaron. Estaba nerviosa, expectante y asustada, todo al mismo tiempo. Sensaciones que nunca hasta que conoció al hombre que tenía encima había sentido. No era capaz de identificarlas, menos aún al estar entremezcladas, enredadas como el tejido de una tela de araña en la que se había caído una mosca y horrorizada movía sus alas y patas, intentando escapar. Era un cúmulo de sentimientos, un meteorito cayendo a toda velocidad hacia la tierra, prendiéndose fuego al cruzar la atmósfera.
La penetración fue lenta, incómoda, pero extrañamente incitante, provocando que la hechicera moviera la pelvis, alzara las caderas, despegara su trasero de la cama y buscara que aquella dura verga se adentrara. Pero lo que ella no sabía era que el ritmo cambiaría, que la lentitud se volvería brío y que de un golpe fuerte la tendría metida hasta que los testículos chocaron con sus nalgas. Gimió de dolor, confusa, ida por completo en un arrebato incongruente se abrazó al cuello del licántropo, hincando las uñas en sus omóplatos. Lágrimas surcaron sus mejillas, rodaron por su dermis hasta el cuello y de allí cayeron sobre las sábanas.
-Duele...- Murmuró con la voz quebrada, sonando casi como una súplica. Pero sus extremidades no soltaban al hombre que tenía preso en su abrazo. Él se distanció lo justo para que las miradas de ambos se encontraran de nuevo y llenó de besos sus labios. Como un bálsamo parecieron surtir efecto, eso y que el vaivén de las caderas del lobo se detuvo para iniciar nuevamente despacio. Se notaba que le costaba, que resistía sus impulsos de tomarla con fuerza y deseo, con la necesidad de un ebrio que sólo ansiaba satisfacer su libido.
Entonces inició el roce del capullo, separando los labios de su sexo, presionando su clítoris con insistencia. Los muslos de Sólveig se tensaron y temblaron. Estaba nerviosa, expectante y asustada, todo al mismo tiempo. Sensaciones que nunca hasta que conoció al hombre que tenía encima había sentido. No era capaz de identificarlas, menos aún al estar entremezcladas, enredadas como el tejido de una tela de araña en la que se había caído una mosca y horrorizada movía sus alas y patas, intentando escapar. Era un cúmulo de sentimientos, un meteorito cayendo a toda velocidad hacia la tierra, prendiéndose fuego al cruzar la atmósfera.
La penetración fue lenta, incómoda, pero extrañamente incitante, provocando que la hechicera moviera la pelvis, alzara las caderas, despegara su trasero de la cama y buscara que aquella dura verga se adentrara. Pero lo que ella no sabía era que el ritmo cambiaría, que la lentitud se volvería brío y que de un golpe fuerte la tendría metida hasta que los testículos chocaron con sus nalgas. Gimió de dolor, confusa, ida por completo en un arrebato incongruente se abrazó al cuello del licántropo, hincando las uñas en sus omóplatos. Lágrimas surcaron sus mejillas, rodaron por su dermis hasta el cuello y de allí cayeron sobre las sábanas.
-Duele...- Murmuró con la voz quebrada, sonando casi como una súplica. Pero sus extremidades no soltaban al hombre que tenía preso en su abrazo. Él se distanció lo justo para que las miradas de ambos se encontraran de nuevo y llenó de besos sus labios. Como un bálsamo parecieron surtir efecto, eso y que el vaivén de las caderas del lobo se detuvo para iniciar nuevamente despacio. Se notaba que le costaba, que resistía sus impulsos de tomarla con fuerza y deseo, con la necesidad de un ebrio que sólo ansiaba satisfacer su libido.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
La norna extasiada suplicaba contra mis labios que parara en una dulce danza de caderas que me invita a por el contrario embestir con mas fuerza.
Mis labios silenciaron sus quejas, mi lengua como un explorador recorrió el sendero de su boca, no hubo muela que no conté, ni paladar que no saboree mientras nuestras lenguas se convertían en sierpes ansiosas.
El calor del alcohol me invitaba aquella noche a olvidar todo lo que me acontecía detrás, perderme en su piel, borrar mi desesperación con cada empujón, ella no entendía que pasaba, pero..¿acaso lo podía comprender yo?
Sus piernas encajaron habiendo mas paso a mi pelvis que ruda emprendía de nuevo la silenciosa marcha de la victoria, esto era mi particular cruzada y seguramente implicara su derrota y mi muerte en gesta patriota.
Yo solo necesitaba que curara a mi hija aunque me llevara a Hel después y eso que ahora entre sus piernas encontraba con cada acometida el Valhalla.
Sus uñas marcaron mi piel, no se si para que siguiera o me detuviera a la vez, solo se que gruñimos y jadeamos contra la boca ajena hasta que la noche se torno día.
Mi verga enorme quedo por completo dentro, podía tocar sus entrañas con mi punta, mis huevos golpeaban una y otra vez sus nalgas mientras sus pechos alzados como montañas se aplanaban y botaban con cada nuevo golpe en el yunque.
Mi martillo se sacudió violento, chispas emergieron llenándola de fuego por completo, dos nuevos empujones me convirtieron en vencedor y vencido mientras la leche escurría por su culo.
Caímos al final sobre el lecho exhaustos, le hubiera pedido por mi hija de nuevo pero iba tan ciego en ese momento que solo cerré los ojos y me quedé dormido sobre su pecho.
La lumbre lamia nuestras pieles desnudas, no se bien si aquello estaría permitido por los dioses o si de nuevo desafiaba todo lo moralmente correcto, pero mi vida carecía de sentido si mi hija no estaba conmigo.
Mis labios silenciaron sus quejas, mi lengua como un explorador recorrió el sendero de su boca, no hubo muela que no conté, ni paladar que no saboree mientras nuestras lenguas se convertían en sierpes ansiosas.
El calor del alcohol me invitaba aquella noche a olvidar todo lo que me acontecía detrás, perderme en su piel, borrar mi desesperación con cada empujón, ella no entendía que pasaba, pero..¿acaso lo podía comprender yo?
Sus piernas encajaron habiendo mas paso a mi pelvis que ruda emprendía de nuevo la silenciosa marcha de la victoria, esto era mi particular cruzada y seguramente implicara su derrota y mi muerte en gesta patriota.
Yo solo necesitaba que curara a mi hija aunque me llevara a Hel después y eso que ahora entre sus piernas encontraba con cada acometida el Valhalla.
Sus uñas marcaron mi piel, no se si para que siguiera o me detuviera a la vez, solo se que gruñimos y jadeamos contra la boca ajena hasta que la noche se torno día.
Mi verga enorme quedo por completo dentro, podía tocar sus entrañas con mi punta, mis huevos golpeaban una y otra vez sus nalgas mientras sus pechos alzados como montañas se aplanaban y botaban con cada nuevo golpe en el yunque.
Mi martillo se sacudió violento, chispas emergieron llenándola de fuego por completo, dos nuevos empujones me convirtieron en vencedor y vencido mientras la leche escurría por su culo.
Caímos al final sobre el lecho exhaustos, le hubiera pedido por mi hija de nuevo pero iba tan ciego en ese momento que solo cerré los ojos y me quedé dormido sobre su pecho.
La lumbre lamia nuestras pieles desnudas, no se bien si aquello estaría permitido por los dioses o si de nuevo desafiaba todo lo moralmente correcto, pero mi vida carecía de sentido si mi hija no estaba conmigo.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
No sabía cómo habían llegado a ese punto, por qué había pasado de exigirle algo que no podía darle a ofrecerle sentir como una mortal más los placeres de la carne. Una pequeña parte de su cabeza, bastante embotada y poco centrada, le decía que aquello no estaba bien, que debía apartarse, huir, regresar a las raíces del fresno a donde pertenecía. Que aquel hombre la estaba llevando por el mal camino, que los dioses la castigarían por pecar de ese modo. Si bien los midgardianos tenían por costumbre tener sexo y otro tipo de relaciones, ella era una norna, una bruja suprema destinada a tejer destinos con sus hermanas, a estar siempre solas las unas con las otras. Sin contacto con hombres y menos aún con bestias como lo era Aúkoc, un licántropo, un hombre lobo, un descendiente del mismísimo Fenrir.
Pero fuera como fuere, allí estaba, con aquel ser enterrándose entre sus piernas, embistiéndola hasta lo más profundo se sus entrañas. Había momentos en los que el vaivén de la pelvis ajena se volvía violento y doloroso para ella, hasta el punto de hacerla gritar, arqueando la espalda, y hundir las uñas en los hombros ajenos, en sus omóplatos, arañando, rasgando piel y carne, manchándose de sangre. Pero en otros, aminoraba la marcha, sin verse agotado, sin motivo aparente, sencillamente pasaba a ir más lento a entretenerse en besarla, mordisquear su cuello, el contorno de la mandíbula o en lamerle los pechos. Ella pasaba de sentirse incómoda y desear escapar a notar el placer esparcirse por todo su cuerpo como un electrificante cosquilleo.
De repente, las paredes vaginales se estrecharon, tensándose hasta sus muslos, las lumbares y encogiéndose los dedos de los pies y de las manos. De nuevo aquella explosión de sensaciones, esa blancura mental, ese calor irradiado por cada poro de su piel. Había alcanzado otro orgasmo, estrangulando con él el falo del hombre que seguía arremetiendo, ahora ya desbocado, sacudiéndose como un salmón queriendo ir contracorriente. Se sorprendió cuando algo caliente la inundó de pronto, un líquido espeso y algo viscoso. La llenó en varias escupidas y cuando Aúkoc se apartó, notó como el fluido se escurrió entre sus nalgas hasta manchar las sábanas de la cama.
El peso del licántropo cayó sobre ella y un quejido escapó de sus labios, algo resecos de tanto jadear, gemir y gritar. Se pasó la lengua por ellos, cansada. Difícil de comprender cuando, aparentemente, no se había movido nada. Pero estaba exhausta y con un solo intento le bastó para saber que no podría apartar al contrario de encima ni queriendo. Suspiró con los brazos en cruz, sobre uno de los cuales reposaba el dormido lobo. Le miró de reojo e intentó decir algo, pero sólo un ronco sonido salió de su garganta. Tragó saliva con dificultad, notando el dolor que le quemaba en el cuello. Cerró los ojos tras observar durante unos segundos el techo y, sin darse ni cuenta, también se quedó dormida o, mejor dicho, perdió la consciencia.
Pero fuera como fuere, allí estaba, con aquel ser enterrándose entre sus piernas, embistiéndola hasta lo más profundo se sus entrañas. Había momentos en los que el vaivén de la pelvis ajena se volvía violento y doloroso para ella, hasta el punto de hacerla gritar, arqueando la espalda, y hundir las uñas en los hombros ajenos, en sus omóplatos, arañando, rasgando piel y carne, manchándose de sangre. Pero en otros, aminoraba la marcha, sin verse agotado, sin motivo aparente, sencillamente pasaba a ir más lento a entretenerse en besarla, mordisquear su cuello, el contorno de la mandíbula o en lamerle los pechos. Ella pasaba de sentirse incómoda y desear escapar a notar el placer esparcirse por todo su cuerpo como un electrificante cosquilleo.
De repente, las paredes vaginales se estrecharon, tensándose hasta sus muslos, las lumbares y encogiéndose los dedos de los pies y de las manos. De nuevo aquella explosión de sensaciones, esa blancura mental, ese calor irradiado por cada poro de su piel. Había alcanzado otro orgasmo, estrangulando con él el falo del hombre que seguía arremetiendo, ahora ya desbocado, sacudiéndose como un salmón queriendo ir contracorriente. Se sorprendió cuando algo caliente la inundó de pronto, un líquido espeso y algo viscoso. La llenó en varias escupidas y cuando Aúkoc se apartó, notó como el fluido se escurrió entre sus nalgas hasta manchar las sábanas de la cama.
El peso del licántropo cayó sobre ella y un quejido escapó de sus labios, algo resecos de tanto jadear, gemir y gritar. Se pasó la lengua por ellos, cansada. Difícil de comprender cuando, aparentemente, no se había movido nada. Pero estaba exhausta y con un solo intento le bastó para saber que no podría apartar al contrario de encima ni queriendo. Suspiró con los brazos en cruz, sobre uno de los cuales reposaba el dormido lobo. Le miró de reojo e intentó decir algo, pero sólo un ronco sonido salió de su garganta. Tragó saliva con dificultad, notando el dolor que le quemaba en el cuello. Cerró los ojos tras observar durante unos segundos el techo y, sin darse ni cuenta, también se quedó dormida o, mejor dicho, perdió la consciencia.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Las primeras luces del alba se adentraban por los postigos de aquella sombría habitación. Me desemperecé haciendo crujir los huesos de mi cuerpo algo tensos por la posición que habían ocupado en aquel mullido lecho, hacía tiempo que no dormía tantas horas, supongo que porque la preocupación por el estado de mi hija era tal que apenas lograba pegar un par de cabezadas.
Desvié mi cabeza hacia el lado para encontrarme con la norna dormida todavía, entrecerré los ojos, la cabeza iba reventame, apreté la sien con mis dedos notando la boca pastosa y la garganta ligeramente rasposa.
Resoplé buscando con la diestra el vaso que debí haber sobre la mesilla.
Me removí despertando a la mujer que perdida en aquella cama y desnuda me miró abriendo sus dos enormes ojos.
-Mi hija, salvaras a mi hija -rugí cabreado, mas conmigo que con ella pues si mi plan era conseguir que se apiadara de su sino pero lejos de eso parecía haber caído yo en su trampa.
Di un buen trago al agua hasta vaciar el paso y como si el lecho ardiera bajo mi cuerpo me puse en pie resoplando.
-Me cansa tu juego, te levantaras de esa cama y coserás el maldito destino de mi hija.
Pero la norna no reaccionaba, parecía simplemente lidiar con la situación y tratar de comprenderla sin mas.
-Tu quieres volver bajo las raíces de tu precioso fresno, a mi hija el tiempo se le acaba -rugí dando un puñetazo contra la pared -maldita sea mujer, teje y seras libre.
Me calcé los pantalones largandome del cuarto, si me quedaba acabaría dándole un golpe a esa mujer y eso no iba a ayudar en nada a mi hija.
Baje hasta donde estaba i pequeña, reposando inerte sobre un lecho, parecía estar muerta, su tez tenía un color mortecino, respiraba pero la pregunta era ¿por cuanto tiempo?
Me deje caer sobre su lecho abrazándome a ella como si fuera un niño y yo la necesitara a ella, era cuanto me quedaba...ella era todo lo que tenía en esta vida y de nuevo los malditos dioses me arrebataban lo poco que me quedaba.
Cerré los ojos hundiendo mi cabeza en su pelo, si la norna no tejía su destino, tendría que despedirme de mi hija y no iba a consentirlo, si tenía que volver a Asgard y desafiar a un dios, lo haría, de nada valía ya mi vida si la perdía.
Desvié mi cabeza hacia el lado para encontrarme con la norna dormida todavía, entrecerré los ojos, la cabeza iba reventame, apreté la sien con mis dedos notando la boca pastosa y la garganta ligeramente rasposa.
Resoplé buscando con la diestra el vaso que debí haber sobre la mesilla.
Me removí despertando a la mujer que perdida en aquella cama y desnuda me miró abriendo sus dos enormes ojos.
-Mi hija, salvaras a mi hija -rugí cabreado, mas conmigo que con ella pues si mi plan era conseguir que se apiadara de su sino pero lejos de eso parecía haber caído yo en su trampa.
Di un buen trago al agua hasta vaciar el paso y como si el lecho ardiera bajo mi cuerpo me puse en pie resoplando.
-Me cansa tu juego, te levantaras de esa cama y coserás el maldito destino de mi hija.
Pero la norna no reaccionaba, parecía simplemente lidiar con la situación y tratar de comprenderla sin mas.
-Tu quieres volver bajo las raíces de tu precioso fresno, a mi hija el tiempo se le acaba -rugí dando un puñetazo contra la pared -maldita sea mujer, teje y seras libre.
Me calcé los pantalones largandome del cuarto, si me quedaba acabaría dándole un golpe a esa mujer y eso no iba a ayudar en nada a mi hija.
Baje hasta donde estaba i pequeña, reposando inerte sobre un lecho, parecía estar muerta, su tez tenía un color mortecino, respiraba pero la pregunta era ¿por cuanto tiempo?
Me deje caer sobre su lecho abrazándome a ella como si fuera un niño y yo la necesitara a ella, era cuanto me quedaba...ella era todo lo que tenía en esta vida y de nuevo los malditos dioses me arrebataban lo poco que me quedaba.
Cerré los ojos hundiendo mi cabeza en su pelo, si la norna no tejía su destino, tendría que despedirme de mi hija y no iba a consentirlo, si tenía que volver a Asgard y desafiar a un dios, lo haría, de nada valía ya mi vida si la perdía.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Aquella vez, el sueño de la norna había sido la nada. Fue como si su mente se apagara y no quedara rastro de recuerdos, de pesadillas, de ninguna cosa, ni buena ni mala. La oscuridad se había cernido sobre ella, mas no una negativa de las que se usaban para relatar historias de miedo, sino una tranquila que le otorgó paz y permitió que tanto su cuerpo como su pensamiento, descansaran, al fin, por unas horas. Sin embargo, al despertar, todo fueron malas miradas y gruñidos por parte del lobo que, sin pudor alguno, había robado su bien más preciado, aquel que se suponía jamás debía perder, pues en su labor como bruja del fresno, la pureza era algo indispensable, o eso le habían inculcado desde niña como excusa para no permitir que ninguna de las tres hermanas se relacionara con nadie fuera de las raíces del gran Yggdrasil.
El ceño de la hechicera se arrugó con el segundo rugir de queja de aquel hombre que la señalaba con el dedo y le daba órdenes como si fuera su dueño. -Ya te dije que no puedo tejer el destino de nadie yo sola ni aquí fuera. Sólo podemos hacerlo las tres juntas y bajo el fresno, usando las aguas de Urd para hilar.- Era la primera vez que era tan específica en los motivos por los que se negaba a cumplir con los deseos de Aúkoc, tal vez porque su mente se sentía despejada después de un buen descanso, en vez de aturdida por el viaje entre mundos o la borrachera que la había cegado, aún y cuando solamente se había tomado un vaso de cerveza negra. -Las nornas somos herramientas de los dioses, no elegimos sin más lo que tejer... Hay todo un ritual.- Las supuestas normas se las habían aprendido de memoria desde niñas, igual que sus antecesoras, generación tras generación. Les habían dicho que solas eran incapaces de conseguir nada, que se necesitaban las unas a las otras y que, lo más importante de todo, era que no salieran de Yggdrasil o sus poderes no servirían para nada. Negándoles la voluntad, la capacidad de desear algo, anulándolas como personas para convertirlas en meras esclavas. A ninguna se le ocurrió jamás que las estuvieran engañando, que doblegaran su existencia para poseer así sus poderes sin necesidad de violencia. Eran presas sin saberlo, meras marionetas de ese mismo destino que ellas eran capaces de ver, comprender y tejer.
Pero aún cuando quería explicarle al licántropo lo que ocurría, éste se negaba a escuchar y con un portazo salió de la estancia, dejando a la norna sola con sus pensamientos. Observó a su alrededor, buscando la ropa para ponérsela. Apoyó los pies en el suelo y el frío que éste le transmitió fue agradable. Se vistió con calma y descalza como estaba, salió al pasillo. No se conocía el lugar, así que caminó despacio, examinando las estancias hasta encontrarse con una puerta entreabierta, a través de la que pudo ver a Aúkoc, abrazado a su hija. Sintió que se le encogía algo en el pecho, a donde dirigió su mano como si pudiera cogerlo. Obviamente sus dedos no hicieron más que reposar sobre la tela y el extraño vacío, el confuso dolor, no se deshizo.
El ceño de la hechicera se arrugó con el segundo rugir de queja de aquel hombre que la señalaba con el dedo y le daba órdenes como si fuera su dueño. -Ya te dije que no puedo tejer el destino de nadie yo sola ni aquí fuera. Sólo podemos hacerlo las tres juntas y bajo el fresno, usando las aguas de Urd para hilar.- Era la primera vez que era tan específica en los motivos por los que se negaba a cumplir con los deseos de Aúkoc, tal vez porque su mente se sentía despejada después de un buen descanso, en vez de aturdida por el viaje entre mundos o la borrachera que la había cegado, aún y cuando solamente se había tomado un vaso de cerveza negra. -Las nornas somos herramientas de los dioses, no elegimos sin más lo que tejer... Hay todo un ritual.- Las supuestas normas se las habían aprendido de memoria desde niñas, igual que sus antecesoras, generación tras generación. Les habían dicho que solas eran incapaces de conseguir nada, que se necesitaban las unas a las otras y que, lo más importante de todo, era que no salieran de Yggdrasil o sus poderes no servirían para nada. Negándoles la voluntad, la capacidad de desear algo, anulándolas como personas para convertirlas en meras esclavas. A ninguna se le ocurrió jamás que las estuvieran engañando, que doblegaran su existencia para poseer así sus poderes sin necesidad de violencia. Eran presas sin saberlo, meras marionetas de ese mismo destino que ellas eran capaces de ver, comprender y tejer.
Pero aún cuando quería explicarle al licántropo lo que ocurría, éste se negaba a escuchar y con un portazo salió de la estancia, dejando a la norna sola con sus pensamientos. Observó a su alrededor, buscando la ropa para ponérsela. Apoyó los pies en el suelo y el frío que éste le transmitió fue agradable. Se vistió con calma y descalza como estaba, salió al pasillo. No se conocía el lugar, así que caminó despacio, examinando las estancias hasta encontrarse con una puerta entreabierta, a través de la que pudo ver a Aúkoc, abrazado a su hija. Sintió que se le encogía algo en el pecho, a donde dirigió su mano como si pudiera cogerlo. Obviamente sus dedos no hicieron más que reposar sobre la tela y el extraño vacío, el confuso dolor, no se deshizo.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
No se el tiempo que pasé allí, tumbado, sintiendo la respiración de mi niña menguar despacio, la perdía, su vida escapaba entre mis dedos y yo simplemente mantenía la cordura y a su vez la frustración del que ya no sabe mas que hacer.
Había recorrido el Bifrost, cruzado los mundos y todo para ¿que? Para acostarme con una norna que nada podía hacer por ayudarme.
Fue Hóor quien irrumió en escena, me incorporé frente a aquel que siempre debio ser el rey del norte y no ese maldito tirano que solo traía muerte.
-Höor has de volver a abrir el portal, iré a Asagard, suplicaré a Odin, cambiaré mi vida pro la suya, peor no puedo verla morir -supliqué.
Mi amigo llevó su diestra a su crecida barba de unos días y restregó por allí sus dedos en gesto de clara desesperación.
-Aukoc, hemos hecho mas de lo “políticamente correcto” Akershus tiene una norna presa entre sus muros, no puedo tenerla aquí por mas tiempo, sabes que hay que devolverla, sabes que los dioses no perdonaran esta afrenta, se que lloras la perdida, se que intentas luchar por salvar a tu hija y no veo causa mas justa, soy padre, entiendo tu dolor, comprendo tu pesar, pero no podemos, no puedo arriesgar la vida de toda una nación.
Entendía sus palabras, pero era mi hija la que se apagaba, no podía dejarla ir, lo había perdido todo, no podía rendirme.
-Höor, lo que me pides, que me despida no es lo que haré, si quieres devolver a esa norna, si quieres arrebatar la vida a mi hija tendrás que hacerlo pasando por encima de mi, no tendrás otra opción, no hay otra manera.
Desenvainé la espada frente al conde, eso podía ser traición, desacato y aquí en el norte el águila de sangre era el castigo.
-Aukoc, no me obligues a sacar la espada, por favor envaina -pidió.
Fue la norna la que salio de su escondite para interponerse entre ambos...
Había recorrido el Bifrost, cruzado los mundos y todo para ¿que? Para acostarme con una norna que nada podía hacer por ayudarme.
Fue Hóor quien irrumió en escena, me incorporé frente a aquel que siempre debio ser el rey del norte y no ese maldito tirano que solo traía muerte.
-Höor has de volver a abrir el portal, iré a Asagard, suplicaré a Odin, cambiaré mi vida pro la suya, peor no puedo verla morir -supliqué.
Mi amigo llevó su diestra a su crecida barba de unos días y restregó por allí sus dedos en gesto de clara desesperación.
-Aukoc, hemos hecho mas de lo “políticamente correcto” Akershus tiene una norna presa entre sus muros, no puedo tenerla aquí por mas tiempo, sabes que hay que devolverla, sabes que los dioses no perdonaran esta afrenta, se que lloras la perdida, se que intentas luchar por salvar a tu hija y no veo causa mas justa, soy padre, entiendo tu dolor, comprendo tu pesar, pero no podemos, no puedo arriesgar la vida de toda una nación.
Entendía sus palabras, pero era mi hija la que se apagaba, no podía dejarla ir, lo había perdido todo, no podía rendirme.
-Höor, lo que me pides, que me despida no es lo que haré, si quieres devolver a esa norna, si quieres arrebatar la vida a mi hija tendrás que hacerlo pasando por encima de mi, no tendrás otra opción, no hay otra manera.
Desenvainé la espada frente al conde, eso podía ser traición, desacato y aquí en el norte el águila de sangre era el castigo.
-Aukoc, no me obligues a sacar la espada, por favor envaina -pidió.
Fue la norna la que salio de su escondite para interponerse entre ambos...
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Y allí estaba ella, observando al hombre compungido, aferrándose a su hija como si, realmente, aquello fuera lo único que le importara en la vida. No comprendía por qué anteponía la existencia de otro ser a la suya propia, se suponía que los mortales de Midgard estaban corrompidos y los pecados vagaban libres por la Tierra, arrasando con todo. Había descubierto en carne propia lo que era la lujuria, pero a parte de ese pecado y un poco de soberbia, no había visto nada más brillando en aquellos pardos que, presa del alcohol, habían fulgurado ambarinos.
No supo el tiempo que llevaba allí, perdida en las ideas que aquella imagen llevaba a su cabeza, cuando alguien irrumpió en la estancia y se aproximó a ambos que yacían recostados en la cama. El lobo se levantó y empezó una conversación con aquel al que había vislumbrado en sus visiones en diversas ocasiones. Pronto las palabras alzaron su tono y, tras un par de segundos, Aúkoc desenvainó su espada. Ni siquiera supo por qué o cómo, pero su cuerpo se movió solo y, para cuando quiso darse cuenta, su figura se situaba entre ambos hombres. Sus ojos color avellana se fijaron en los del licántropo. -¿Qué estáis haciendo?- Quiso saber, porque seguía sin comprender muy bien a qué venía la discusión. -Soy una herramienta de los dioses, no te sirvo de nada así, aquí… Retenerme no te devolverá a la niña.- Desvió su mirada hacia la pequeña que permanecía boca arriba con las manos entrelazadas a la altura del pecho. Regresó la vista al rostro ajeno. -No tengo ningún tipo de poder fuera del fresno, soy sólo una mortal más…- En realidad no pensaba eso, porque ni siquiera sabía hacer nada de utilidad como el resto de hombre y mujeres que habitaban Midgard. Ella sólo sabía tener visiones, tejer destinos. Y allí eso no podía hacerlo, lo que la convertía en una completa inútil. -¿Habéis probado con magia negra? ¿Habéis localizado a quien impusiera la maldición sobre la chiquilla?- Si alguien sabía como deshacer un entuerto, o al menos así debería ser, era la misma persona que lo provocaba. Especialmente cuando se trataba de hechizos y encantamientos. Sólo un insensato embrujaría sin saber cómo revertirlo. La mirada de la norna pasó entonces al moreno que estaba al otro lado. -Los dioses no perdonarán lo que habéis hecho, pero yo aclararé que no deben pagar inocentes por vuestros actos.- Ella no era una mala persona y no deseaba ver sufrir a nadie.
No supo el tiempo que llevaba allí, perdida en las ideas que aquella imagen llevaba a su cabeza, cuando alguien irrumpió en la estancia y se aproximó a ambos que yacían recostados en la cama. El lobo se levantó y empezó una conversación con aquel al que había vislumbrado en sus visiones en diversas ocasiones. Pronto las palabras alzaron su tono y, tras un par de segundos, Aúkoc desenvainó su espada. Ni siquiera supo por qué o cómo, pero su cuerpo se movió solo y, para cuando quiso darse cuenta, su figura se situaba entre ambos hombres. Sus ojos color avellana se fijaron en los del licántropo. -¿Qué estáis haciendo?- Quiso saber, porque seguía sin comprender muy bien a qué venía la discusión. -Soy una herramienta de los dioses, no te sirvo de nada así, aquí… Retenerme no te devolverá a la niña.- Desvió su mirada hacia la pequeña que permanecía boca arriba con las manos entrelazadas a la altura del pecho. Regresó la vista al rostro ajeno. -No tengo ningún tipo de poder fuera del fresno, soy sólo una mortal más…- En realidad no pensaba eso, porque ni siquiera sabía hacer nada de utilidad como el resto de hombre y mujeres que habitaban Midgard. Ella sólo sabía tener visiones, tejer destinos. Y allí eso no podía hacerlo, lo que la convertía en una completa inútil. -¿Habéis probado con magia negra? ¿Habéis localizado a quien impusiera la maldición sobre la chiquilla?- Si alguien sabía como deshacer un entuerto, o al menos así debería ser, era la misma persona que lo provocaba. Especialmente cuando se trataba de hechizos y encantamientos. Sólo un insensato embrujaría sin saber cómo revertirlo. La mirada de la norna pasó entonces al moreno que estaba al otro lado. -Los dioses no perdonarán lo que habéis hecho, pero yo aclararé que no deben pagar inocentes por vuestros actos.- Ella no era una mala persona y no deseaba ver sufrir a nadie.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Sabía que ambos tenían razón, ella me había dicho por activa y por pasiva que no podía tejer fuera del fresno destino alguno, Höor no queria a los dioses en contra de su revuelta y mi comportamiento era egoísta, peor ¿que no haría el conde por uno de sus hijos? No podía pedirme que me rindiera, no cuando me jugaba la vida de mi hija.
-Hoy te devolveré a Asagar, allí donde debes estar, asumiremos las culpas de tu secuestro y espero lso dioses perdonen nuestra afrenta, pero no voy a mantenerte aquí por mas tiempo si nada puedes hacer, es mejor marchar ya con tus hermanas. Lo lamento -concluyó Höor al tiempo que bajaba el filo de la espada de su cuello.
No dije palabra alguna, él había tomado su decisión, yo tomaría la miá.
Besé el pelo de mi hija como despedida y me acerqué hasta donde estaba mi armadura, me la calcé y apreté los correajes.
-Voy al castillo de Randulf, pediré por mi hija y si no me concede su salvación , mataré al hechicero aunque en ello pierda la vida, solo te pido Höor que si despierta, si completo mi cometido, que la críes como si fuera tuya.
-Morirás Aukoc -aseguró Höor.
-Y si no voy morirá ella, creo que como padre conoces mis razones.
El conde asintió posando su mano sobre mi hombro.
-Que los dioses te acompañen -dijo dejando un golpe en mi espalda.
La norna me miraba pensativa, ahora ya sabía que era libre de volver a su hogar, me acerqué a ella aun anudando las correas que colgaban a mi espalda la bastarda.
-Lo siento, no era nada personal, necesito que mi hija sobreviva y no me importa enfrentar dioses, demonios o al rey que sume el norte en el caos.
Posé mi frente sobre la suya enredando mi diestra en el pelo de su nuca.
-Buen viaje Solveig.
Permanecimos así unos instantes, con los ojos cerrados, ojala ella hubiera podido ayudarme, pero si no podía tejer, si no podía salvar a mi hija perdía el tiempo allí.
Aflojé el agarre separándome de la norna, una ultima mirada para mi pequeña que como una flor se marchitaba sobre aquel lecho de sabanas blancas.
Caminé hacia la puerta, enfrentaría mi destino fuera cual fuera.
-Hoy te devolveré a Asagar, allí donde debes estar, asumiremos las culpas de tu secuestro y espero lso dioses perdonen nuestra afrenta, pero no voy a mantenerte aquí por mas tiempo si nada puedes hacer, es mejor marchar ya con tus hermanas. Lo lamento -concluyó Höor al tiempo que bajaba el filo de la espada de su cuello.
No dije palabra alguna, él había tomado su decisión, yo tomaría la miá.
Besé el pelo de mi hija como despedida y me acerqué hasta donde estaba mi armadura, me la calcé y apreté los correajes.
-Voy al castillo de Randulf, pediré por mi hija y si no me concede su salvación , mataré al hechicero aunque en ello pierda la vida, solo te pido Höor que si despierta, si completo mi cometido, que la críes como si fuera tuya.
-Morirás Aukoc -aseguró Höor.
-Y si no voy morirá ella, creo que como padre conoces mis razones.
El conde asintió posando su mano sobre mi hombro.
-Que los dioses te acompañen -dijo dejando un golpe en mi espalda.
La norna me miraba pensativa, ahora ya sabía que era libre de volver a su hogar, me acerqué a ella aun anudando las correas que colgaban a mi espalda la bastarda.
-Lo siento, no era nada personal, necesito que mi hija sobreviva y no me importa enfrentar dioses, demonios o al rey que sume el norte en el caos.
Posé mi frente sobre la suya enredando mi diestra en el pelo de su nuca.
-Buen viaje Solveig.
Permanecimos así unos instantes, con los ojos cerrados, ojala ella hubiera podido ayudarme, pero si no podía tejer, si no podía salvar a mi hija perdía el tiempo allí.
Aflojé el agarre separándome de la norna, una ultima mirada para mi pequeña que como una flor se marchitaba sobre aquel lecho de sabanas blancas.
Caminé hacia la puerta, enfrentaría mi destino fuera cual fuera.
Aúkoc Lican- Licántropo Clase Alta
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Re: Bajo el fresno Yggdrasil // Privado - Aúkoc
Las palabras del moreno la reconfortaron, devolverla al fin a Yggdrasil era lo más adecuado para todos. Ella intentaría mediar para que no se les castigara y evitar que un mal medio fuera aún mayor tras su ausencia junto a sus hermanas por demasiado tiempo. Sin embargo, cuando el lobo mostró cuales eran sus intenciones, los ojos de la norna de entornaron y negó de inmediato. Había visto demasiadas veces a hombres intentado derrocar al tirano y ninguno llegaba siquiera a rozarlo. Estaba rodeado de criaturas mutadas de monstruos, engendros y ellos hacían el trabajo sucio, exterminando a cualquiera que intentara aproximársele. -No puedes irte.- Se aferró a la muñeca ajena cuando éste posó su frente sobre la de ella, mas la apartó con sutileza antes de darse la vuelta para marcharse. De nuevo el dolor acuciante en el pecho, pero más fuerte e incesante. Se llevó la mano al esternón y presionó con los dedos un poco más a la izquierda. Sentía el palpitar desbocado de su corazón y le pulsaba en los oídos.
Entonces ocurrió, como si a pesar de estar lejos sus hermanas sintieran ese mismo sufrimiento. Sus mentes se conectaron por un breve instante y tuvo una visión. Sus ojos giraron hasta quedar en blanco y en cuanto volvió a estar en el mundo terrenal, se tambaleó y tuvo que sujetarse al conde para no caerse de rodillas al suelo. -Espera... ¡Espera!- El primer intento salió con la voz quebrada, pero al segundo elevó el tono hasta convertir una petición en un grito, en un reclamo. -No lo he… visto bien, pero hay algo, algo se puede hacer por la niña...- Tuvo que parpadear un par veces para que sus orbes volvieran a la normalidad y con la ayuda de Höor se acercó hasta un confuso Aúkoc. -He visto caballos y celebración… y después he visto a Saga despertando.- Ni siquiera ella entendía lo que estaba diciendo, pero esperaba que para ellos, sus palabras, tuvieran alguna clase de sentido. No sabía por qué había tenido aquel vínculo con el fresno estando en Midgard, pero se alegraba de que hubiera ocurrido antes de que el licántropo partiera a una muerte segura. Ahora faltaba averiguar lo que significaba la visión.
Entonces ocurrió, como si a pesar de estar lejos sus hermanas sintieran ese mismo sufrimiento. Sus mentes se conectaron por un breve instante y tuvo una visión. Sus ojos giraron hasta quedar en blanco y en cuanto volvió a estar en el mundo terrenal, se tambaleó y tuvo que sujetarse al conde para no caerse de rodillas al suelo. -Espera... ¡Espera!- El primer intento salió con la voz quebrada, pero al segundo elevó el tono hasta convertir una petición en un grito, en un reclamo. -No lo he… visto bien, pero hay algo, algo se puede hacer por la niña...- Tuvo que parpadear un par veces para que sus orbes volvieran a la normalidad y con la ayuda de Höor se acercó hasta un confuso Aúkoc. -He visto caballos y celebración… y después he visto a Saga despertando.- Ni siquiera ella entendía lo que estaba diciendo, pero esperaba que para ellos, sus palabras, tuvieran alguna clase de sentido. No sabía por qué había tenido aquel vínculo con el fresno estando en Midgard, pero se alegraba de que hubiera ocurrido antes de que el licántropo partiera a una muerte segura. Ahora faltaba averiguar lo que significaba la visión.
Sólveig- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/01/2018
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