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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Lionel Berthier Jue Feb 01, 2018 5:03 am

Lion se estiró todo lo largo que era, se había dormido muy tarde dándole vueltas a la cabeza a lo que Anna despertaba en él. Se pasó la mano por la barba dejada, el pelo despeinado y vio a Lobo bostezar aún hecho un ovillo a los pies de la cama. Frunció el ceño por la luz cegadora que entraba por la ventana y se levantó a correr las cortinas, le motivaba el prepararse un desayuno crujiente y rico como era el Bacon y los huevos revueltos, así que bajó contento hasta la pequeña cocina que tenía. Había ido y viniendo de la ciudad a comprar, e incluso se iba a proponer hacer un pequeño huerto en la parcela de su casa para cultivar algunas cosas.

Por mucho que se mantuviera ocupado, Anna seguía presente en los pensamientos de Lion y ahí seguiría. Desechaba la idea de poder hacerla feliz o que ella fuera feliz a su lado, pero la química había sido palpable en cuanto se encontraron. El guardabosque estaba cansado de aparentar ser algo que no era, no fingía buenos modales, ni un decoro ni quería ser políticamente correcto. Ya lo había sido antaño y no le había servido para nada, así que el hecho de tomar la decisión de alejarse e introducirse al bosque, había sido su exilio personal. Era lo que necesitaba. Y alejado como estaba del mundo y la creciente ciudad de desperdicio y libertinaje, encontró la paz en la finca de la futura pareja Vronsky. Paz que se vio truncada por la figura de Anna y todo lo que ella representaba. Atrapada en un matrimonio concertado, criada entre cuatro paredes, aquella mujer-porque ya había florecido- no necesitaba ser envuelta en más seda, ni en más joyas ni lujos. Aquella mujer como cualquier otra necesita pasión, necesitaba química y sentirse deseada por un hombre. Que le hicieran el amor, que la saciaran y paseara sus miradas y sus manos por todo el cuerpo. Para Lion aquella mujer necesitaba liberarse, y el cazador se había desligado de todo, incluso había establecido su propia ética moral y ya había pagado con creces lo que la sociedad esperaba de él.

Lion decidió intentar desechar los pensamientos sobre Anna, de nuevo y otra vez en vano, así que paseó por la finca para comprobar que todo estaba bien. Salvo el desprendimiento de alguna rama por el temporal de la época estaba todo correcto. No parecía haber ningún rastro de animales peligrosos cerca de la finca, ni rastros de algún sobrenatural extraviado que en el caso de los licántropos era fácil de ubicar, pero en el caso de los vampiros, era casi imposible. Lobo le servía para eso, su olfato estaba desarrollado más que el de los humanos y era un excelente cazador, así que al ver que el cachorro paseaba olisqueando todo despreocupado, Lion volvió a su casa. Empezó a hacer el surco para plantar lo que había encontrado y para su sorpresa, a pesar del frío, el sol caía con justicia sobre él y sobre Lobo, pero el can había encontrado la sombra bajo un árbol y descansaba plácidamente, mientras su amo trabajaba.

Las orejas del perro se giraron para encontrar a la figura de Anna. Lion miró hacia ella no la esperaba, no después de aquella tensión cuando estuvieron resguardados de la tormenta en casa de Lion. Se acercó a lavarse las manos y la cara, se adecentó un poco sabiendo que le molestaba a la princesa verle sin ropa o de forma “poco apropiada” como ella decía y se acercó- Buenos días, princesa- dijo manteniendo la distancia, mientras que Lobo se acercaba y daba vueltas alrededor de ella. Se palpaba la tensión entre los dos, ya simplemente el hecho de cómo Lion la analizaba con la mirada y cómo ella, vergonzosa, intentaba actuar como si le diera igual- No esperábamos verte hoy, princesa. Si lo llego a saber, me hubiera adecentado- aún se notaba cierto reto en sus palabras- Estoy haciendo un pequeño huerto- le indicó, ya que se apreciaba el movimiento de tierra detrás de él- y… ¡Cuidado!- saltó hacia delante, alargando la mano para sujetarla, había un surco justo al lado de ella que estaba embarrado hasta arriba. Casi se precipita, pero tuvo los suficientes reflejos para sujetarla. De nuevo el contacto entre los dos, el que ella luchaba por erradicar, y el que él anhelaba con fervor. Soltó en el momento que la mirada de Anna se cruzó con la de él. No dijo nada, sabía que aquello le molestaba- ¿Has…? ¿Has venido a jugar con Lobo? ¿Aún no ha vuelto el señor?- una pregunta carente de malicia, pero que el fondo le gustaba saber. Si él no era capaz de tener a Anna, le gustaba pensar que nadie podía hacerlo.
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Mensaje por Anna Vronskaya Sáb Feb 03, 2018 9:29 am

Lo que la había ocurrido con el guardabosques no se podía definir de una manera que no fuera tensión sexual. Desde el primer momento en que se vieron hubo una especie de vínculo entre ellos, estaba lejos de ser de carácter sentimental pero era fuerte y tensaba a Anna sobre manera. La princesa había tenido ya ligeros romances con jóvenes en su Rusia natal pero jamás había tenido tanto nerviosismo al estar en presencia de un hombre, despertaba en ella todos sus instintos más primarios y eso la desconcertaba. Si bien se conocieron estando ella prometida, ahora ya era una mujer casada y por tanto la señora de la casa en la que él trabajaba; la suya era una relación imposible y del todo reprochable. No podía decir que odiase a su esposo, al contrario, sentía por él un cariño cálido y la era fácil estar cerca de él ya fuera en casa o en eventos sociales; pero no despertaba en ella esa pasión que sí sentía hacia Lionel. Temía convertirse en lo que él mismo odiaba en una mujer, ¿cómo iba a darle lo que quería si eso implicaba ser infiel a su esposo? A él mismo le había ridiculizado socialmente su ex mujer al actuar de esa manera, lo que convertía aquel triángulo en un auténtico caos.

No podía dejar de pensar en la noche que pasaron resguardados días atrás, lo rememoraba una y otra vez, y se maldecía por ello. Aun cuando su marido estaba cenando en la misma mesa que ella, su mente volaba hasta la cabaña de Lion y se descubría sonriendo por los escasos recuerdos que tenía de allí. El matrimonio todavía no se había consumado y la princesa no tenía claro si era porque la veía reticente ante la idea de acostarse con él o porque él mismo quería esquivar aquel encuentro. Fuera como fuera, no habría niños correteando por el jardín en un futuro cercano.

Tras quedarse sola aquella mañana, se decidió a dar un paseo por la magnífica finca que tenía la casa. Cogió el parasol y con paso lento comenzó aquella jornada, dio orden clara de que no quería compañía de nadie –pues alguna vez sí iba con una de las chicas del servicio-. Su parte racional tiraba de ella en una dirección y su parte egoísta y pasional en otra, quedó claro cuál ganó cuando escuchó la voz de Lion nuevamente. -Buenos días Lionel, entiendo que no estés adecentado mientras realizas estas tareas-, saludó y le excusó por la suciedad de su ropa. Posó la sombrilla en uno de los hombros para resguardarse del sol, ahí estaba de nuevo aquella tensión no resuelta, notaba las mismas ganas pero de distinta manera en Lion, él demostraba mucho más aplomo que ella y estaba segura de que estarían en su cama si ella diera pie; pero para Anna, para una mujer todo era siempre más complicado. -Hola pequeño-, saludó también al cachorro que reclamaba incansable la atención de la princesa. -No tenía idea de venir, he salido a pasear para disfrutar de la mañana y he llegado hasta aquí-, en su mente sonaba menos a excusa barata que al decirlo, por “suerte” la conversación se zanjó ahí mismo dado el salto que pegó Lion para evitar que cayera en el agujero del suelo. -Deberías adecentar esto un poco, me podía haber hecho daño-, protestó aunque más era por decir algo para evitar un silencio estando pegados en uno al otro.

-Regresó anoche pero hoy por la mañana ha salido de nuevo, no está tanto en casa como yo-, como todas las parejas. Tampoco tenía ganas de hablar del tema con Lion, no era agradable tener presente que erraba al estar allí con el guardabosques y que tendría que confesarse por todos los pensamientos y sentimientos que despertaba en ella. -Me han comentado que en esta zona de la finca hay algún limonero, ¿me prepararías un vaso de agua con limón?-, no era su obligación directa atender a las peticiones de la señora pero quería que lo hiciera él, disfrutaba viendo como cedía a sus encargos y de verdad que tenía ganas de premiarle por ello. Caminó hasta el porche quedando así resguardada del sol, a veces era agobiante la temperatura a esas horas del día, echaba de menos el frío de San Petersburgo e ir tapada con enormes estolas de pieles. Lobo subió con ella al sofá de mimbre y posó la cabeza en sus piernas antes de ponerse panza arriba para que le acariciase, -eres un mimado-, susurró. Escuchaba el vaivén de Lion en el interior de la casa pero no sabía qué podía estar haciendo para tardar tanto, ¿acaso no era sencillo sacar el jugo a un limón? Vale, no lo había hecho nunca pero se imaginaba cómo debía ser. Al ver que no salía decidió entrar en la casita, -¿va todo bien?-, quizás es que simplemente era una caprichosa y tenía poca paciencia pero…
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Mensaje por Lionel Berthier Dom Feb 11, 2018 11:34 am

Hacía calor así que la petición de un vaso de limón con agua para la princesa no le pareció extraña. Al parecer la joven que tenía mucho tiempo libre, se dedicó a conocer e interesarse por lo que rodeaba su nueva casa. Lion paseó de un lado a otro mientras lo preparaba todo. Colocó en una especie de bandeja de madera el vaso y sirvió el limón exprimido con sus manos en el interior. Echó un poco de agua fresca y dejó a un lado unas pequeñas pastas de mantequilla. Convencido de que sentía algo de interés por la finca, Lionel cogió un par de flores silvestres que crecían en la finca, también un par de rosas rojas de los rosales y se las ató con mañana para hacer un pequeño y resuelto ramo de flores. Miró el contenido de la bandeja y sonrió “Esto es lo que un buen hombre hace por una mujer” se dijo asimismo mientras empujaba la puerta al exterior y lo dejaba al lado de un mesilla improvisada- Tu refrigerio- indicó con una sonrisa- Esas son algunas de las flores que crecen en tu jardín- indicó el pequeño ramo en la bandeja- Tienes un buen terreno….fértil- empezó a hablar y cuando llegó a esa palabra, las connotaciones sexuales y provocativas le asaltaron la mente- Podrías cultivar lo que quisieras- se había servido el un vaso también de agua con limón, se apoyó en el porche y cruzó las piernas mientras daba sorbos- Pensaba que te esconderías de mi- soltó por fin el cazador. Era evidente que se notaba la tensión entre ellos, las palabras cordiales eran un velo que ocultaba todo lo que no se decían, pero Lionel no quería reprimirse, no con ella- ¿Por qué has vuelto? - necesitaba saber la verdad. ¿Por qué aun sabiendo que estaba mal esa relación, ella volvía a él?

No podía esperar mucho en esa respuesta y Lion sabía que seguir la conversación por ese camino supondría una discusión. Siempre terminaban discutiendo, por el orgullo de él y los prejuicios de ella, terminaban diciéndose todo lo que no debían. Se hacían daño el uno al otro intentando derribar el muro que habían construido para evitar la tensión que se despertaba entre ambos. En solo una mirada, Lion podía desnudarla con la mirada y ella, con una mueca en los labios, o una respiración acelerada, le demostraba que se moría porque lo hiciera. Pero ninguno de los dos se atrevía a dar el paso. Porque era difícil.

-Anna- llamó el cazador y su voz sonó como un susurro, seguido por un suspiro. Se acercó a ella pero en ese momento pasaba el jardinero. Se detuvo un momento- Señora, la estaba buscando. Ha llegado un mensaje de su padre- dijo el jardinero. Ambos le miraron y mantuvieron la distancia. La atención de Lion no se apartó de Anna y después saludó con la mano al jardinero al tiempo que este se acercaba a darle la carta. El jardinero era de la edad de Lion, pero menos agraciado. Tenía una barba poblada y poco acicalada. Llevaba un delantal y un gorro ajados y cargaba una carretilla a pesar de tener un problema para caminar. Lion se fijó en ello y una vez el jardinero se despidió y prosiguió su camino. Lion dirigió la atención a Anna de nuevo que parecía sumida en el papel- Creo que deberías contratar un ayudante para el jardín- le comentó despreocupado Lion- Creo que tiene problemas para caminar y cargar peso…- dijo al tiempo en que se dio cuenta que Anna no le prestaba la mínima atención- ¿Anna?- llamó de nuevo.

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Mensaje por Anna Vronskaya Lun Feb 12, 2018 1:17 pm

Le encontró ya saliendo por lo que tomó asiento de nuevo y recogió su vaso con ganas, la sed apretaba. -Oh…-, se secó los labios con el reverse de los dedos y recogió las flores cuando Lionel lo comentó, -había reparado en los rosales pero no he visto estas otras en mis paseos-, se las acercó para poder olerlas, esa era una de las cosas que sí valoraba y disfrutaba de París, el clima era mucho más suave y la flora era maravillosa. -¿Esconderme de ti? ¿Por qué iba a hacer eso? Si no quisiera verte te despediría-, la verdad es que sí había pasado un tiempo alejada de las zonas que sabía que él transitaba pero no iba a decírselo ni loca. Aquel comentario no hizo sino volver a incomodar a Anna, si ya había acudido allí con los nervios de verle, saber que él se había tomado su tiempo para valorar si la volvería a ver era algo que la revolvía el estómago. -Porque en mi casa estoy sola-, era la explicación más rápida que podía darle aunque el trasfondo era mucho más denso. Su relación no era lo que se entendía por idílica, nunca esperó tal cosa desde que se la dijo que su matrimonio era concertado pero algo fallaba y no quería que públicamente ese fracaso se viera, al menos de momento si se podía cubrir. A pesar de la tensión que sentía alrededor de Lionel en él también encontraba a alguien con quien poder pasar el tiempo sin temer se juzgada, poder pasear o charlar y sí, sentirse deseada. Daba igual que se acabaran matando, al final las ganas de verse ganaban al orgullo y el prejuicio de alguno de los dos y acababan cediendo a ellas.

Se dio cuenta de que estaba ensimismada mirando al frente cuando Lion la llamó la atención. Nervios en el estómago de nuevo. Soltó todo el aire que acababa de retener cuando el jardinero les interrumpió y dio a gracias a Dios por ayudarla a evitar aquel acercamiento, -gracias… pero diga al mayordomo que cuando me llegue correspondencia me la deje en la bandejita de plata de mi habitación, por favor-, le parecía absurdo que se fueran pasando sus cartas de mano en mano hasta dar con ella, cuando bien las podía revisar una vez ella deseara hacerlo; debía imponer sus normas poco a poco y eso lo tenía muy claro. Una vez se retiró Anna abrió la carta detenidamente, ni se dio cuenta de que Lion la estaba hablando, -disculpa, ¿qué?-, la volvió a guardar en el sobre y acto seguido en el bolsillo del vestido para mostrársela más tarde a Octavien. -Sí, ya conocía sus problemas y pensé en no contar con él para el cuidado del jardín pero lleva toda su vida cuidando de esta finca-, le explicó, -pero quizás sea buena idea que tutele a algún muchacho para que aprenda el oficio mientras le ayuda-, sonrió a Lion, -gracias-.

Realmente ahora su cabeza estaba dando vueltas a la carta de su padre y lo que suponía en su vida. -Mi madre se muda con nosotros temporalmente-, sabía que antes o después la bocaza de Lionel iba a preguntarla que ponía en la carta aunque no fuera asunto suyo por lo que se adelantó a ello. -Mi padre tiene que volver a Rusia por temas políticos y mi madre ahora mismo no soportaría el viaje, se quedará aquí hasta que se recupere, después se reunirá con él-, no sabía a qué tenía más miedo si a que su madre descubriese su “amistad” con Lionel o a verla partir y no saber si la volvería a ver alguna vez. Estaba agobiada, los sentimientos le formaban un nudo en el estómago, así como la lista de cosas que debía preparar para la llegada de Anya-su madre- al día siguiente; y a pesar de todo, había sido tan bien entrenada que su rostro permanecía imperturbable con la vista fija en el vaso mientras acariciaba al cachorro.
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Mensaje por Lionel Berthier Dom Mar 11, 2018 11:09 am

Para Lion que la madre de Anna viniera unos días suponía un infierno terrenal. Suponía que debían establecer una serie de márgenes y probablemente distancia entre ambos. Después de todo lo que les había costado recortar esos metros que los separaban, así como el orgullo y los prejuicios de ambos, tenían que tirar todo por tierra – Entiendo… que tengas que ver a tu madre antes de irte. Y entiendo lo que eso significa- rompió una lanza a favor de Anna y el amor de su madre, paro el gusto agridulce por tener que separarse o tener una conversación puramente profesional. Les suponía volver al punto de partida, pero Lion, por ella lo soportaría.

Notó también la incomodidad de Anna tras recibir la carta- Entremos, aprovechemos la tarde estando a solas y tranquilos- se disponía a entrar, no sin antes coger un par de trozo de madera para avivar el fuego incesante que solía haber en el pequeño salón de Lionel. Avivó el fuego y después se lavó las manos en la cocina, cortó un trozo de bizcocho de chocolate y sirvió un poco de vino caliente con canela. Al ver la mirada ajena por el contenido el cazador sonrió- Es vino caliente con canela. Es típico de aquí- le dijo dando el mismo un sorbo- Si no te gusta, tengo vodka- y sonrió abiertamente cogiendo un pequeño vaso, uno corto y sirvió en él el equivalente a un trago doble de Vodka- Tampoco quiero que salgas de aquí arrastras.

Se sentó junto a ella y Lobo también se tumbó en el pequeño cojín y mantas que él mismo parecía haber conquistado. Lionel sonrió al perro y después centró su atención en Anna- ¿Qué relación tienes con tu madre? - la verdad es que no le interesaba en absoluto la madre de Anna, pero la condesa sí y por tanto quería saber de qué forma o qué relación tenía con su madre. A menudo todas las madres, y más las de buena familia, tendían a ejercer una gran influencia en la toma de decisiones, concepción y prejuicios, sobretodo social. Por tanto, se puede entender que Lion tenía miedo que todo lo que había estado pasando con Anna, toda esa pequeña libertad que había ido adquiriendo de lo que quería o no, se fuera al garete simplemente con una palabra de su madre- Mantendré las distancias contigo, pero quiero que tengas esto, por si alguna vez, te sobrepasa la casa en la que vives- y con eso no se refería solamente a la visita de su madre. Sino a cualquier cosa que le sobrepasara, ya fueran las cuatro paredes, la enorme cama que a menudo estaba vacía.

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Mensaje por Anna Vronskaya Dom Abr 01, 2018 8:35 am

Aunque la relación que mantenía con Octavien era meramente una tapadera, aun no se había acostumbrado a esa doble vida que ambos llevaban e incluso sentía que traicionaba a su marido escabulléndose día tras día a la casita del guardabosques. Si bien Octavien tenía también su vida privada totalmente ajena a su matrimonio, la pareja se quería –de una manera peculiar, sí- pero Anna jamás haría nada que supiera que podía lastimar al hombre que la había regalado una vida de libertad, sinceridad y comprensión. Si el tipo de relación que llevaban se hiciera pública ambos podrían llegar a ser apresados pero Anna creía fervientemente en que su felicidad superaba a la de la mayoría de matrimonios convencionales. Aun no le había confesado a Lionel lo que ocurría en su matrimonio, no era solo cosa suya y exponer a Octavien no era una opción, debería hablarlo con él más adelante… ¿Creería el guardabosques que la condesa era una mujer impura e indecente por ceder a sus deseos? El miedo siempre estaba presente en ese aspecto y en algún momento se lo preguntaría, él sería –si Dios quería- el primer y único hombre con el que compartiría cama y para ello debía estar segura a su lado, enamorada.

Le siguió al interior de la casita en silencio, había sido encantador dando aquella respuesta. La entendía y la apoyaba, no se creía haber encontrado a alguien con quien querer estar a todas horas, aunque a veces quisiera matarle. -Si voy a pasar mi vida en París debería empezar a acostumbrarme…-, cogió el vaso de vino y dio un sorbo, sabía de una forma muy peculiar y el regusto a alcohol mezclado con la temperatura tibia era nuevo para ella, claramente prefería el vodka. Se quedó mirando -durante un periodo de tiempo que no pudo calcular- a Lion y el cachorro, ¿se estaba entregando a él? Estaba aterrada por la situación en la que se encontraba, Lionel ya había pasado por una relación amorosa y había acabado mal, muy mal. Ella ya estaba metida de lleno en un matrimonio falso y no sabía si tenía fuerza suficiente para hacer frente a una posible ruptura sentimental con el cazador. ¡Por dios si ni siquiera eran pareja! Espabiló cuando le subieron los colores a las mejillas por la vergüenza de estar pensando en esas cosas con él sentado a su lado, se abanicó con la mano y echó la culpa a la chimenea.

-Nos queremos muchísimo-, sonrió de pensar en esa bendita mujer, -es la persona más generosa que conozco pero estar casada con mi padre la ha relegado a un segundo plano y su opinión nunca ha tenido mucho peso en casa-, no tenía por qué ocultarle la realidad que vivían todas las mujeres, siendo más notable ese segundo plano en las altas esferas. Ambas asistían a fiestas, charlaban y se divertían pero en cuanto Igor Vronsky daba un golpe en el suelo la atención se centraba en él, ellas eran invisibles. -Es… cariñosa y protectora, pero de la misma manera muy correcta y todo lo que salga de lo que la sociedad estipula como correcto la disgusta-. Era todo lo que Lionel necesitaba saber sobre ella y sobre su relación, no les bendeciría y tampoco lo haría con Octavien si descubría el engaño. -No quiero que se vaya, pero si se queda mucho tiempo acabará sospechando de la situación…-, suspiró con pesadez y malestar en el estómago. -Necesito dar un paseo, vayamos a los establos-, se puso de pie como un resorte, no iba a ser capaz de estar tranquila si permanecía sentada en aquel salón, debía ocupar su cuerpo y su mente en alguna tarea y galopar por la finca era exactamente la descarga de adrenalina que necesitaba.
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Mensaje por Lionel Berthier Miér Abr 11, 2018 2:46 pm

Escuchó el discurso amable y lleno de cariño que dio Anna sobre su madre. Era la relación perfecta entre ellas y a su vez, su madre, respondía al estereotipo de mujer inteligente relegada a un segundo plano por su condición. Lionel tenía muchos pensamientos sobre esa situación, pero al final todos sus pensamientos terminaban echando la culpa a la ciudad y esa diferenciación de clases que les hacía más materialistas de lo que eran. El ser humano se distanciaba de lo realmente importante y por eso, después de vivir el “sueño” de la ciudad y la ingenuidad de un matrimonio fracasado, Lion decidió alejarse de la ciudad y el bosque era su refugio. Su mente se había transformado, antes tenía ideales, sueños, ímpetu y el don de una alocada juventud. Pero tras el desengaño y el descubrimiento de los seres sobrenaturales, decidió saborear los pequeños momentos de la vida, de la sencillez de las cosas de que cada día podría ser el último. Esa era la mayor diferencia que tenía con Anna, para él aquella chica estaba presa en un mundo de apariencia y protocolo, mientras su corazón era salvaje. Lionel sabía que con el tiempo y con la relación que tenían, ella sería el contacto con el mundo civilizado y él sería quien inspiraba todos los deseos que ella anhelaba, pero reprimía en un matrimonio falso, como los tiempos que corrían.

Después de todos esos pensamientos, el guardabosque sonrió a la joven afirmando que la idea era buena. Un poco de contacto con la naturaleza mantendría ocupada la mente femenina y además templaría los nervios, acabaría derrotada y probablemente dormiría bien hasta que llegara su madre.

Cuando llegaron al pequeño establo de madera que Lionel estaba reconstruyendo y adecentando sonrió al abrir las puertas- Mandé que trajeran la ropa para montar aquí, la de reserva. Así no tendría que volver a la casa a por ella- le comentó señalando un pequeño probador de madera con suelo también de madera que tenía un mueble con cristal y llave- Lo estoy adecentando, pero aún… me queda trabajo- se excusó. Lo cierto es que no descuidaba su trabajo, pero a primera hora intentaba dar una vuelta por toda la finca, por si alguien o algo se hubiera colado. Los malos tiempos y la vegetación que trepaba por los muros también eran su responsabilidad, la condición de los muros y después las caballerizas y su propio huerto y casa. Después por las noches, cuando tenía algún encargo iba de cacería, lo cual le dejaba pocas horas para dormir.

Paseó la mano por la mandíbula del caballo que montaría y le ofreció una manzana, el caballo la recibió con hambre y este se quedó quieto mientras subía- ¿Necesitas ayuda princesa? - preguntó sacando la lengua de forma pícara al ver, que esta se acercaba a su yegua que era bastante imponente para subir con extrema facilidad- Cabalgarás como una señorita… yo te puedo enseñar a montar a horcajadas. Es más cómodo e irás más rápido- dijo paseando a su lado.

Miró a Anna sobre la yegua y sonrió, ahí estaba con su ropa de montar, pero con una enorme sonrisa en el rostro, para ella esto era un juego, era una forma de evadirse y seguramente le recordaría a sus tiempos en Rusia- ¿Montabas mucho en tu país? No sé por qué me lo imagino todo gélido y helado…- trotó hasta ponerse a su lado y los caballos siguieron la vereda poco a poco. Por un momento se olvidó de Lobo, que iba dando saltos alrededor y entre los caballos, jugando y calibrando la velocidad que tenían. Estaban los tres y por una vez, por muy separado que estuvieran sus mundos, había algo que les unía. El bosque.

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