venit tenebris //privado

por **Eylith Enhydra** Sáb Feb 03, 2018 12:28 pm

"Cae la noche, niebla eterna,
ocultarse ya la luz"

Era difícil conocer todo lo que escondía la noche de París, pero los rumores eran cada vez más sonoros, sobre todo para quien escuchaba escuchar más allá de lo que se decía superficialmente, pero para ello tenía una ligera ventaja el tener alas, pues en forma de halcón la cambiante sobrevolaba la ciudad, observando desde las alturas, vigilando, escuchando los rumores que primeramente se le antojaron de absurdos a imposibles, pero con el tiempo y la fuerza de los rumores se hacía más fuerte hizo que finalmente la cambiante empezase a tomar interés por la confirmación de esos rumores.
La habilidad que tenía la cambiante le hacía fácil investigar ciertas cosas, pues pocos alzaban la vista al cielo en busca de quien estuviera observando, todos demasiado pendientes en su propio ombligo, eso a veces ayudaba a observar sin que nadie captara la presencia de la joven cambiante.
Esos rumores se convirtieron en una ligera obsesión por descubrir que había detrás, pero su condición no le permitía muchas cosas, pasando así largas horas contemplando los cuadros que representaban el apocalipsis, buscando respuestas en ellos, ¿cuatro jinetes en París? ¿Que empujaban a otros susurrar esas palabras?.

El atardecer se pronunciaba y la cambiante tras tirarse horas con la cabeza metida en los libros buscando algo que no se le dio simplemente abandonó la biblioteca, la historia que envolvía a lo mencionado "jinetes del apocalipsis" tenía claramente una cepa religiosa clara, y quizá debía buscar en el sitio más lógico, y aunque muchísimas culturas tenían su propio apocalipsis los datos que le llegaban le daban mas claros indicios de empezar por donde mayor culto a la religión había en París, su catedral, imponente, y hermosa. La cambiante se dirigió a ella, mientras recorría con la mirada el decorado exquisito que ofrecía la ya mencionada catedral, mientras dejaba escapar un pesado suspiro por sus labios, tenía que hacerse con contactos más influyentes que pudieran dar mejores pistas sobre otros sobrenaturales, aunque observar a otros sobrenaturales no siempre era tan apasionado como podía sonar.

No era raro ver a alguien del Louvre repasar las obras de arte que la impresionante catedral tenía, o al menos no creyó que debiera serlo, caminaba escuchando el eco de sus pasos mientras se fijaba en las representaciones religiosas de su interior, el rosetón o la impresionante arquitectura, buscando pistas, más quizá necesitaba algo que le diera ayuda para poder conocer más, el hecho de que se decantara por la catedral era por un rumor que le había llegado y quizá pudiera prever algunos movimientos, y con la esperanza de que pudiera dar con ellos en la noche, sería ser algo enriquecedor para su investigación, quería conocer cuanta verdad ocultaba y con dar con uno de ellos le serviría para rastrear, más no había que mezclar la curiosidad con la estupidez, pues no buscaba un enfrentamiento ni mucho menos.

Se puso en un sitio mas discreto que quedarse ahí parada en mitad de la catedral, apoyada en una de las columnas y sacaba un libro repasando pasajes apocalípticos a ver si algo se le escapaba de entre los dedos, mientras arrugaba de vez en cuando la nariz provocado por el olor a incienso, cosa que hizo que la cambiante buscara el frió que ofrecía las calles Parisinas, así que finalmente decidió devolver sus pasos hacía la entrada donde salió fuera y colocándose a un lateral para no molestar en la entrada de la catedral, y aunque se mantenía rígida como una estatua manteniendo una mano sujetando el libro abierto mientras leía y la otra mano a la espalda recordando la postura a la de un ave posada, repasaba los renglones escritos mientras mantenía una especial atención en lo que a su alrededor acontecía.

por **Armagedon** Mar Feb 06, 2018 5:07 am

"Velad y orad, para que no entréis en tentación;
el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil."
Mateo 26:41

Caía la noche en París y antes de marcharse en busca de las reliquias que necesitaban para desatar el apocalipsis en la tierra, se acercó a Notre Dame a orar. ¿Un vampiro creyente y practicante? cosas más raras se habían visto. Lo verdaderamente extraño es que no perteneciese a la facción de los Condenados de la Inquisición. Su fe era más fuerte que su sed, su necesidad de encontrarse a solas con su dios, era más fuerte que cualquier necesidad carnal incluso para un cuerpo que ya estaba muerto.

Arrodillado en un reclinatorio, iluminado por las tenues luces que atravesaban el rosetón de la catedral, entrelazó las manos y apoyó la frente en ellas, dialogando a solas con su Creador, reflexionando, preguntando y obteniendo respuestas, todas éstas en su cabeza, sin mover un ápice los labios. Su alma se serenaba cuando la calma de un lugar santo lo tocaba, llenándolo de su gracia. En su Roma natal solía acudir a la Basílica de San Pedro en el Vaticano y quedarse durante horas admirando la obra de Miguel Ángel, La Piedad. El dolor de una madre con el cuerpo inerte de su hijo entre brazos. Así era Dios, un padre piadoso y amoroso, pero para que eso sucediera, los pecadores debían morir y presentarse ante él, y esa misión le correspondía a Armagedon, el jinete de la Muerte.

La música del imponente órgano de Notre Dame lo removía internamente, en general cualquier tipo de música, la única creación perfecta de los humanos, algo que lo llevaba más allá de ese mundo. Caundo el organista acabó, avisaron del cierre de puertas y el vampiro tuvo que abandonar la catedral. Al salir afuera se sintió como escupido de nuevo al frío mundo, a las tinieblas en las que vivía perpetuamente y cerró con candado la llave de su alma, endureciéndose de nuevo y regresando a los pensamientos prácticos del día a día. ¿Qué iba a hacer hoy? ¿A dónde iría a matar y segar almas?

por **Sashura** Jue Mar 22, 2018 5:44 pm

7:1 Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.

Cuatro ángeles. Los cuatro elegidos para sembrar el caos, debían reunirse cuanto antes. Conocía la posición de su hermano Armagedon, el que pasaba más tiempo orando, le conocía lo suficientemene bien para saber su exacta localización, dónde se encontraba la muerte. En su forma equina, atravesó las calles de París, blanco como la nieve, como un haz de luz, iluminaba con su sola presencia.

Y pudo olerlo, el aura del inmortal brillaba con diferencia de los demás sobrenaturales, entre ellos había una conexión especial a pesar de no ser familia. Aún siendo cambiaformas, buscó la entrada hacia la capilla en donde el vampiro descansaba a su modo, tan hermoso como un ángel, una mirada pecadora como el mismo demonio.

A medida que se acercaba hacia él, aminoró el paso para contemplarle. Extraño que un animal visitase ese lugar, buscando a alguien en concreto, sus pasos se detuvieron ante él, dejando que su hocico impactase contra la mano de su hermano, frente a él, dejó su estado de quino atrás para dar paso a la hermosa imagen desnuda de Sashura, su sonrisa iluminó el lugar. De todos, Armagedon era quién más le consentía junto con Debora, Guerra era más impulsivo, más salvaje y rudo, pero su hermano más rebelde y cariñoso a su modo, jamás permitiría que a ninguno de sus tres hermanos les ocurriese algo, más temperamental.

-Buena luna, hermano. Esperaba encontrarte aquí y no me equivocaba ¿pensando en esta noche? Podemos...salir de caza los dos -arrastró las palabras a medida que se acercaba, peinando su cabello, en un gesto tan natural y cariñoso, seguido de ese sentido beso en la mejilla. Rodeó con uno de sus brazos la cintura del inmortal, los labios rosados de la cambiante se entreabrieron apenas para susurrar algo que él ya sabía -No estamos solos -no dejó de peinar su cabello, cruzó una mirada cómplice con el jinete quien esperaba ansioso a la persona que se encontraba tras la puerta.

-Me retrasé, sabes lo puntual que soy pero... ese maldito sacerdote me ha entretenido, fue divertido empalarlo con su propia cruz... las cruces son más útiles de lo que creemos -la dulce risa impacta contra la mejilla del inmortal, a quien deja varios besos, sin apartar la mirada de las columnas que adornaban el lugar.

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