AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Sombras en la Sangre [Privado]
2 participantes
Página 1 de 1.
Sombras en la Sangre [Privado]
"Aún recuerdo la tarde en que me enteré del parto de mi hermana
Que al ver a mi sobrina, su cara se había palidecido
No por falta de color, sino por intensidad de recelo
Como si el llanto de Giuseppina despertara su violencia interior"
Ischirione Della Bordella
Que al ver a mi sobrina, su cara se había palidecido
No por falta de color, sino por intensidad de recelo
Como si el llanto de Giuseppina despertara su violencia interior"
Ischirione Della Bordella
Era más fácil gobernar una nación que a una familia. Italia estaba unida; su núcleo familiar, no tanto. Ischirione, el rey más controvertido de los últimos siglos, tomaba las visitas diplomáticas y la dictación de leyes casi como una recreación. Sabía que cuando volviera a ver a su madre y a su hermana, para variar estarían batiéndose entre ellas como toros. Dos mujeres, dos huracanes que no podían dejar de chocar. Fuertes de carácter, testarudas como mulas, discutían hasta por las cosas más insignificantes, sólo para reafirmar quién era la hembra dominante.
«Al final, somos todos animales» pensaba Ischirione en medio de la Corte, escuchando las quejas y necesidades de sus súbditos. Ahí, él era el líder supremo. Eso no generaba catástrofe alguna. La hecatombe explotaba cuando no estaba claro quién era el pez más gordo, como en el caso de Bianca y Orsolina.
Justamente esta última le generó problemas al monarca, al finalizar el día.
— Mandé a llamar a tu sobrina. — anunció en la mesa la mellliza del rey — Hace poco cumplió los quince y ya es tiempo de que se case. No obtendrá mejor pretendiente que viviendo aquí.
Aquello desconcertó a Ischirione. No se le había consultado nada.
— ¿Giuseppina, tu hija? Que yo sepa, está bien posicionada.
— Pero podría estar en la cúspide. Si llega a ser de conocimiento público que la sobrina del rey vive en el palacio, los mejores postores harán fila para desposarla. Se darán cuenta de que, si quieren acceder a ti y a tus favores, tendrán que pasar por ella primero. — dijo Orsolina, orgullosa de sí misma por tener todo calculado.
Pero Ischirione, celoso guardián de su calma, sabía cómo resguardarla.
— No puedo dejar entrar al palacio, y menos a vivir, a nadie sin pasar por mi inspección. — dijo tajante, mientras se llevaba un pedazo de ave a la boca.
— Es mi hija y tu sobrina, ¿qué examen necesita? — reclamó Orsolina.
— Hasta donde recuerdo, tu amada hija era una bastarda en la práctica, aunque no por la ley. ¿Y ahora resulta que la quieres?
— Yo nunca dije que la quisiera, pero es mi deber como madre encaminarla.
— ¿No será que quieres deshacerte de ella?
— ¿Y desde cuándo eso ha sido un problema? ¿Firmar sentencias de muerte te ha convertido en moralista?
— ¡Ya es suficiente, Orsolina!
La viuda se mordió la lengua y bajó el volumen de sus palabras hasta uno tan débil como su templanza. Algo la asfixiaba.
— Desprecias a mi hija.
— No la estoy despreciando.
— Pero a mí sí.
— Soy tu hermano, Orsolina, pero soy el rey.
— Entonces use su poder para darle un futuro a mi hija, Majestad.
— Retírate. Es una orden.
No se hablaría más del tema hasta que la hija pródiga llegara al palacio. Para Orsolina, significaría el comienzo de su libertad, de su desprendimiento total de carga. Ischirione, en cambio, presentía que aquél era el inicio de una nueva era de tormentas.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
Toda una vida recluida –llena de mimos y lujos, claro, pero recluída-, deseando que la convocasen a la corte y ahora que por fin eso sucedía Giuseppina se sentía contrariada con la idea. Por un lado pensaba que era su momento, que solicitaban su presencia entendiendo que debían darle el lugar que le correspondía –después de todo era nieta de un rey y sobrina de otro-, pero por otro lado no sabía si estaba preparada para que repentinamente su vida cambiase. Porque era seguro que iba a cambiar… Estar cerca de su madre, algo que había deseado desde que tenía memoria, la cambiaría y ser parte de la corte también.
Giuseppina no era de las muchachas que temían y retrocedían, ella siempre se destacaba por sus formas avasallantes. ¿Podría controlarse viviendo en el palacio? Porque allí, en la abadía en la que había vivido toda su vida, ella era la reina absoluta, todos se desvivían por complacer sus caprichos y corrían ante sus ordenes, pero ahora en el verdadero palacio ella no sería más que la hija de la hermana del rey.
Por más dudas y temores que tuviera, Giuseppina se marcharía. Los baúles con sus pertenencias viajaron antes que ella, saliendo tres días antes y ella marchó también, no sin antes dar una vuelta de despedida por el lugar que la había visto crecer.
-Tal vez me mandan de regreso más pronto que tarde –le confesó ese temor a su fiel dama de compañía mientras le daba la última mirada al entorno antes de subir al carruaje.
En cuanto llegó al Palacio Real de Italia, le avisaron que esa misma noche habría una cena especial de bienvenida. Su madre se había encargado de organizarla y sería ahí mismo donde volvería a verla. Giuseppina quería decir que estaba cansada, que habían sido dos días de viaje… pero calló, esa era la primera muestra de cómo aquel lugar la iba cambiando.
Se entregó al cuidado de tres mujeres que se ocuparon de que tomase un baño relajante y que durmiera en su espaciosa nueva recámara algunas horas, mientras ellas revisaban sus baúles para elegir el atuendo y las joyas que Giuseppina llevaría esa noche. Perlas, justo las que ella no hubiera elegido, y un vestido tan rojo como la sangre, digno de cualquier princesa.
Mentiría si dijese que durmió bien, pero cuando Giuseppina ingresó en el enorme salón comedor nadie notó cansancio en su rostro níveo y redondeado. Siguiendo las estrictas normas de protocolo saludó a los miembros de la familia real con una inclinación y no dejó de sorprenderse ante la cantidad de personas que tenían asientos asignados a la mesa del rey esa noche. Otra de las cosas que llamó su atención fue la distante frialdad con la que su madre la saludó, aquello le dolió profundamente.
-Madre, quiero agradecerle que mandara a buscarme. Siempre deseé esto y… -Con un gesto de su mano, como si la rechazase, Orsolina la mandó callar y se alejó de ella.
Ocupó el lugar que le correspondía, angustiada por el rechazo, frente a su madre y a la izquierda de la cabecera. Cuando una potente voz anunció que los convidados debían ponerse de pie porque el Rey ingresaba, Giuseppina imitó a todos, pero por un momento olvidó sus modales y, en lugar de mantener la cabeza inclinada como el resto, ella lo observó ingresar y le sostuvo la mirada hasta que él llegó junto a ella.
Giuseppina no era de las muchachas que temían y retrocedían, ella siempre se destacaba por sus formas avasallantes. ¿Podría controlarse viviendo en el palacio? Porque allí, en la abadía en la que había vivido toda su vida, ella era la reina absoluta, todos se desvivían por complacer sus caprichos y corrían ante sus ordenes, pero ahora en el verdadero palacio ella no sería más que la hija de la hermana del rey.
Por más dudas y temores que tuviera, Giuseppina se marcharía. Los baúles con sus pertenencias viajaron antes que ella, saliendo tres días antes y ella marchó también, no sin antes dar una vuelta de despedida por el lugar que la había visto crecer.
-Tal vez me mandan de regreso más pronto que tarde –le confesó ese temor a su fiel dama de compañía mientras le daba la última mirada al entorno antes de subir al carruaje.
******
En cuanto llegó al Palacio Real de Italia, le avisaron que esa misma noche habría una cena especial de bienvenida. Su madre se había encargado de organizarla y sería ahí mismo donde volvería a verla. Giuseppina quería decir que estaba cansada, que habían sido dos días de viaje… pero calló, esa era la primera muestra de cómo aquel lugar la iba cambiando.
Se entregó al cuidado de tres mujeres que se ocuparon de que tomase un baño relajante y que durmiera en su espaciosa nueva recámara algunas horas, mientras ellas revisaban sus baúles para elegir el atuendo y las joyas que Giuseppina llevaría esa noche. Perlas, justo las que ella no hubiera elegido, y un vestido tan rojo como la sangre, digno de cualquier princesa.
Mentiría si dijese que durmió bien, pero cuando Giuseppina ingresó en el enorme salón comedor nadie notó cansancio en su rostro níveo y redondeado. Siguiendo las estrictas normas de protocolo saludó a los miembros de la familia real con una inclinación y no dejó de sorprenderse ante la cantidad de personas que tenían asientos asignados a la mesa del rey esa noche. Otra de las cosas que llamó su atención fue la distante frialdad con la que su madre la saludó, aquello le dolió profundamente.
-Madre, quiero agradecerle que mandara a buscarme. Siempre deseé esto y… -Con un gesto de su mano, como si la rechazase, Orsolina la mandó callar y se alejó de ella.
Ocupó el lugar que le correspondía, angustiada por el rechazo, frente a su madre y a la izquierda de la cabecera. Cuando una potente voz anunció que los convidados debían ponerse de pie porque el Rey ingresaba, Giuseppina imitó a todos, pero por un momento olvidó sus modales y, en lugar de mantener la cabeza inclinada como el resto, ella lo observó ingresar y le sostuvo la mirada hasta que él llegó junto a ella.
Giuseppina Borghese- Humano Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 07/12/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
¿Cómo distinguiría a su sobrina, si nunca la había visto? Sus sirvientes se encargaron de ese detalle. Le describieron que era una joven de mediana estatura, cabello ondulado y marrón, y de ojos imponentes, imposibles de ignorar. Una mezcla peligrosa, si lo sumaba al carácter de las mujeres de su familia. Era mucho pedir que no fuese una yegua enfurecida, tomando en cuenta su crianza aislada del resto de la familia, pero Ischirione se conformaba con que no se pareciera demasiado a Orsolina. Tener otro frente del cual preocuparse era una pesadilla con la que ni el más diligente de los generales podía salir victorioso.
El rey ingresó al salón a eso de las nueve y media de la mañana. Solemne avanzó entre los miembros de la corte, vislumbrando un mar de cabezas gachas. Todas, excepto una. Un respiro se le quedó atascado en el pescuezo cuando se percató de quién era: su sobrina, Giuseppina, quien audazmente mantenía su cabeza por encima de la de la reina madre y de la princesa.
Ischirione tuvo la impresión de que había en su mirada cierta mezcla de tolerancia y desprecio por esta la frívola ceremonia y los pasos del protocolo. Su canciller se lo hubiera recriminado de no encontrarse en París, mejorando las relaciones. La diplomacia de Ischirione no era magistral, debido al hecho de ser un bastardo legitimado, pero era competente. Giuseppina podía ser sangre de su sangre, pero seguía estando por debajo de Bianca y Orsolina. Ese error podía costarles muy caro como familia. Debía ayudarla, o daría señales de debilidad ante sus enemigos. Así no duraría ni un año en la corte. Y tendría que mandar cuidar que le pusieran veneno a su comida.
Entonces el monarca desvió su camino dirigiéndose directamente a su sobrina, como si aquél hubiese sido su propósito desde un comienzo. Se plató frente a ella y luego miró a sus invitados.
— Es menester que de las gracias a mi familia y a mis vasallos por compartir conmigo este momento: el debut de mi sobrina en sociedad. Que no os confunda su juventud; su preparación es de admirar. Confío en que la haréis sentir como en casa. — dijo solemne ante de posar la vista sobre la joven — Dicho sea esto, doy comienzo al banquete. Giuseppina, bienvenida a la corte.
La comida y el vino comenzaron a circular, así como los cotilleos y las risas de los presentes. Con el peligro disipado, la familia real pudo respirar en paz otra vez. Pero Ischirione aún tenía un par de cosas que decirle a su sobrina antes de aventurarse en el lugar para estrechar sus lazos políticos.
— Sígueme la corriente. — susurró con discreción. Debía enseñarle ciertas reglas básicas que no aprendería de ninguna institutriz, porque nadie enseñaba a ser parte de la realiza. — Te habrán enseñado de lo que se trata, pero la práctica es ruin. Esto puede parecerte difícil por ahora, pero eres joven. Con los años la mente suele ir abriéndose a cosas nuevas. No prometo que llegue a gustarte, pero te amoldarás. Si te confiesas y asistes a misa con regularidad, agradarás a la Iglesia. Tienes una ventaja con ella de la que yo carezco: eres hija de un matrimonio consumado y correctamente constituido. Fuiste educada, según me contaron. Eso está bien visto para alguien de tu posición. Ahora bien, si hablamos de mis vasallos, no les importará cuántos idiomas conozcas ni cuánto exhibas un crucifijo contra tu pecho; ellos se fijarán en tu reputación. Cuídate de los escándalos. Eso aplica para todos, pero especialmente para ti, que eres moza. Hay muchas maneras de mancharte. Como ves, los intereses son especialmente diversos aquí, pero todos aman el oro. Procura que tus arcas nunca estén vacías y tendrás oportunidad, aunque estés debajo de la guillotina. Ahora sonríe. Haz como si estuviésemos platicando del último escándalo entre las damas de mi madre. Dales una buena impresión esta mañana.
No la regañó por el error cometido; de eso se encargarían sus tutores. La intención de Ischirione era guiarla, no suprimirla. Si iba a quedarse, quería que se acostumbrara lo antes posible. Si le quitaba su individualidad, la despojaría de trascendencia. Si le daba demasiada importancia, hasta su propio jefe de espías podía complotar contra ella. En el mundo de la realeza, la vida pendía de un equilibrio en extremo delicado.
El rey ingresó al salón a eso de las nueve y media de la mañana. Solemne avanzó entre los miembros de la corte, vislumbrando un mar de cabezas gachas. Todas, excepto una. Un respiro se le quedó atascado en el pescuezo cuando se percató de quién era: su sobrina, Giuseppina, quien audazmente mantenía su cabeza por encima de la de la reina madre y de la princesa.
Ischirione tuvo la impresión de que había en su mirada cierta mezcla de tolerancia y desprecio por esta la frívola ceremonia y los pasos del protocolo. Su canciller se lo hubiera recriminado de no encontrarse en París, mejorando las relaciones. La diplomacia de Ischirione no era magistral, debido al hecho de ser un bastardo legitimado, pero era competente. Giuseppina podía ser sangre de su sangre, pero seguía estando por debajo de Bianca y Orsolina. Ese error podía costarles muy caro como familia. Debía ayudarla, o daría señales de debilidad ante sus enemigos. Así no duraría ni un año en la corte. Y tendría que mandar cuidar que le pusieran veneno a su comida.
Entonces el monarca desvió su camino dirigiéndose directamente a su sobrina, como si aquél hubiese sido su propósito desde un comienzo. Se plató frente a ella y luego miró a sus invitados.
— Es menester que de las gracias a mi familia y a mis vasallos por compartir conmigo este momento: el debut de mi sobrina en sociedad. Que no os confunda su juventud; su preparación es de admirar. Confío en que la haréis sentir como en casa. — dijo solemne ante de posar la vista sobre la joven — Dicho sea esto, doy comienzo al banquete. Giuseppina, bienvenida a la corte.
La comida y el vino comenzaron a circular, así como los cotilleos y las risas de los presentes. Con el peligro disipado, la familia real pudo respirar en paz otra vez. Pero Ischirione aún tenía un par de cosas que decirle a su sobrina antes de aventurarse en el lugar para estrechar sus lazos políticos.
— Sígueme la corriente. — susurró con discreción. Debía enseñarle ciertas reglas básicas que no aprendería de ninguna institutriz, porque nadie enseñaba a ser parte de la realiza. — Te habrán enseñado de lo que se trata, pero la práctica es ruin. Esto puede parecerte difícil por ahora, pero eres joven. Con los años la mente suele ir abriéndose a cosas nuevas. No prometo que llegue a gustarte, pero te amoldarás. Si te confiesas y asistes a misa con regularidad, agradarás a la Iglesia. Tienes una ventaja con ella de la que yo carezco: eres hija de un matrimonio consumado y correctamente constituido. Fuiste educada, según me contaron. Eso está bien visto para alguien de tu posición. Ahora bien, si hablamos de mis vasallos, no les importará cuántos idiomas conozcas ni cuánto exhibas un crucifijo contra tu pecho; ellos se fijarán en tu reputación. Cuídate de los escándalos. Eso aplica para todos, pero especialmente para ti, que eres moza. Hay muchas maneras de mancharte. Como ves, los intereses son especialmente diversos aquí, pero todos aman el oro. Procura que tus arcas nunca estén vacías y tendrás oportunidad, aunque estés debajo de la guillotina. Ahora sonríe. Haz como si estuviésemos platicando del último escándalo entre las damas de mi madre. Dales una buena impresión esta mañana.
No la regañó por el error cometido; de eso se encargarían sus tutores. La intención de Ischirione era guiarla, no suprimirla. Si iba a quedarse, quería que se acostumbrara lo antes posible. Si le quitaba su individualidad, la despojaría de trascendencia. Si le daba demasiada importancia, hasta su propio jefe de espías podía complotar contra ella. En el mundo de la realeza, la vida pendía de un equilibrio en extremo delicado.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
Giuseppina mentiría si dijese que la cercanía del Rey no la había intimidado, pero claro que ella era dada a las pequeñas mentiras, todo en pos de mostrarse siempre fuerte, poderosa. Uno de sus temores se estaba volviendo casi tangible, en su reclusión –en una perdida bahía del norte- ella era la reina absoluta, sus órdenes no se cuestionaban y sus caprichos se cumplían con inmediatez, pero allí ella no era nadie. Las mujeres importantes eran su madre y abuela, a ella nadie le prestaría la atención que creía merecer, al menos nadie importante…
Comprobó lo equivocada que estaba casi de inmediato, al ver que el mismísimo Rey se plantaba junto a ella y sí que le prestaba atención. Tarde bajó la vista y volvió a hacer la reverencia que ese hombre, su tío, merecía. ¿Por qué se lo había quedado viendo? Quizás no fuese solamente por lo que la impronta real representaba, ciertamente Giuseppina se había mentalizado para eso, la adolescente deseaba saber si había algo de él, de sus rasgos, en ella.
-Alteza –dijo, con la voz algo dubitativa y la mirada baja aún-, gracias por esta bienvenida. Estar aquí hoy, con una celebración en mi honor, me llena de dicha.
Giuseppina no supo cómo ni por qué, pero cuando pudo pensarlo ya estaba inmersa en la instrucción del Rey que no respiraba casi para poder soltarle todos sus consejos. Intentó asimilarlos, lo concerniente a la religión y la devoción que debía mostrar hacia ella era algo que podría manejar. Nunca había sido un problema para ella, aunque sus reparos tenía. En cuanto a la reputación… no entendía bien a qué se refería él, Giuseppina nunca había conocido a nadie que estuviese a su altura, de hecho creía que esa era una de las pocas veces en su vida en la que veía a tantos hombres juntos en un lugar. Y el oro… siempre había sido dada a dar limosnas y ayuda a los necesitados –aunque tampoco podía decirse que había tenido ocasión de hacerlo-, creía que allí las cosas no serían diferentes. Tal vez debía esperanzarse con la idea de vivir definitivamente allí y desempeñarse de manera deslumbrante (porque a menos que eso no aspiraba), creía que podría irle bien después de todo, pero antes debía encontrar algunas certezas.
-Gracias por sus consejos, Alteza. Le aseguro que los atesoraré e intentaré ponerlos por obra –suspiró, intentando llenarse de valor para hacer una pregunta-. Si me lo permite quisiera preguntarle algo, porque debo saber hacia dónde va mi futuro, ¿cree que mi madre consideraría propicio que me quede definitivamente aquí, junto a mi familia?
Había hablado demasiado, abusando quizás de la confianza que él había mostrado con ella. Pero Giuseppina no lo veía como un error, ¿acaso no era ella de la Familia Real? ¿Acaso no era importante ella también? Se giró un poco para observar a su alrededor. Eran muchas las miradas clavadas en ellos, los convidados simulaban hablar entre sí, pero los observaban… todos lo hacían, menos las personas a las que Giuseppina más quería agradar: Orsolina y Bianca reían y bebían sin prestar atención a lo que hacía ella y nada, ni siquiera la amable atención del Rey, podía hacer que ese desprecio de parte de su madre doliese menos.
Comprobó lo equivocada que estaba casi de inmediato, al ver que el mismísimo Rey se plantaba junto a ella y sí que le prestaba atención. Tarde bajó la vista y volvió a hacer la reverencia que ese hombre, su tío, merecía. ¿Por qué se lo había quedado viendo? Quizás no fuese solamente por lo que la impronta real representaba, ciertamente Giuseppina se había mentalizado para eso, la adolescente deseaba saber si había algo de él, de sus rasgos, en ella.
-Alteza –dijo, con la voz algo dubitativa y la mirada baja aún-, gracias por esta bienvenida. Estar aquí hoy, con una celebración en mi honor, me llena de dicha.
Giuseppina no supo cómo ni por qué, pero cuando pudo pensarlo ya estaba inmersa en la instrucción del Rey que no respiraba casi para poder soltarle todos sus consejos. Intentó asimilarlos, lo concerniente a la religión y la devoción que debía mostrar hacia ella era algo que podría manejar. Nunca había sido un problema para ella, aunque sus reparos tenía. En cuanto a la reputación… no entendía bien a qué se refería él, Giuseppina nunca había conocido a nadie que estuviese a su altura, de hecho creía que esa era una de las pocas veces en su vida en la que veía a tantos hombres juntos en un lugar. Y el oro… siempre había sido dada a dar limosnas y ayuda a los necesitados –aunque tampoco podía decirse que había tenido ocasión de hacerlo-, creía que allí las cosas no serían diferentes. Tal vez debía esperanzarse con la idea de vivir definitivamente allí y desempeñarse de manera deslumbrante (porque a menos que eso no aspiraba), creía que podría irle bien después de todo, pero antes debía encontrar algunas certezas.
-Gracias por sus consejos, Alteza. Le aseguro que los atesoraré e intentaré ponerlos por obra –suspiró, intentando llenarse de valor para hacer una pregunta-. Si me lo permite quisiera preguntarle algo, porque debo saber hacia dónde va mi futuro, ¿cree que mi madre consideraría propicio que me quede definitivamente aquí, junto a mi familia?
Había hablado demasiado, abusando quizás de la confianza que él había mostrado con ella. Pero Giuseppina no lo veía como un error, ¿acaso no era ella de la Familia Real? ¿Acaso no era importante ella también? Se giró un poco para observar a su alrededor. Eran muchas las miradas clavadas en ellos, los convidados simulaban hablar entre sí, pero los observaban… todos lo hacían, menos las personas a las que Giuseppina más quería agradar: Orsolina y Bianca reían y bebían sin prestar atención a lo que hacía ella y nada, ni siquiera la amable atención del Rey, podía hacer que ese desprecio de parte de su madre doliese menos.
Giuseppina Borghese- Humano Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 07/12/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
De haber circulado más oxígeno en el salón, Giuseppina se hubiera hecho con él. Pobre chica; quizás cuánto había practicado, y todo para congelarse. Notable fue, sin embargo, que saliera del fango en el que se había metido, pero sólo para tratar temas correctos en el momento equivocado. Era impaciente, como toda adolescente, e incluso menos que la media, pero demasiado para la Corte. Tampoco podía ser condescendiente con ella y decirle “Lo lamento. Hubiera querido ofrecerte algo mejor.” Es que si no la dejaba librar esta primera batalla, no sobreviviría a las siguientes. Así era ese mundo, el único que podía ofrecerle a su familia: o aprendías a la mala, o no lo hacías en absoluto. Le quedaban varias tormentas.
De todas las preguntas que Ischirione esperaba, la que hizo su sobrina la tenía en último lugar. Era como si no le preocupase tanto incomodar a los vasallos de la Corona como a la mujer que le había dado la vida, y eso que difícilmente se conocían. Giuseppina no era tonta, u Orsolina la hubiese mandado a un convento lejano, pero le aquejaba el mal de la inocencia solitaria. No tenía derecho a juzgarla; ¿no había hecho él lo mismo cuando se aproximó al carruaje del Príncipe heredero no siendo más que el bastardo Vercellana? Por recuperar unas gotas de amor fraternal, su sangre adoptaba conductas irracionales. Cómo se notaba que Giuseppina, aun perteneciendo a la dinastía Borghese, era una Della Bordella.
Le diría la verdad, pero a medias, porque no estaba preparada para más.
— Te quedarás el tiempo que estime necesario, y siempre que sea tu voluntad quedarte. Orsolina será tu madre, pero ambas están en mi reino. Y dentro de mis dominios, no tolero la esclavitud.
Se limitó a recitar reglas claras y precisas. La verdad completa era que Orsolina jamás sentiría a Giuseppina como familia, ni mucho menos como la hija que era.
La vista de la joven se perdía entre los rostros que la inspeccionaban, pero tenía que regresar al autocontrol. Ischirione llamó su atención.
— No los mires. Todos ellos son menos importantes que tú. Lo saben, pero les gusta negarlo. Son humanos; necesitan saberse los amos del universo. Comprenderás que el que alguien pueda quitarles la vida con una orden es un suplicio a su ego mortal. Viéndolos más de cerca, son miembros de la Corte; si no los domina la ambición, la envidia lo hace. Ya comienzan a desear ser tú. El peligro está en que no pueden. — dijo con sinceridad, buscando empoderarla, pero sospechaba que no lo haría si no se sacaba antes una espina del pecho. — Puedo llevarte ante tu madre, si en verdad lo deseas, pero no así. Giuseppina, mírame. Eso es. Levanta la cabeza. Eres parte de mi familia, no una criada. Ahora mantén la calma y sígueme; estando yo presente, se comportará.
De todas las preguntas que Ischirione esperaba, la que hizo su sobrina la tenía en último lugar. Era como si no le preocupase tanto incomodar a los vasallos de la Corona como a la mujer que le había dado la vida, y eso que difícilmente se conocían. Giuseppina no era tonta, u Orsolina la hubiese mandado a un convento lejano, pero le aquejaba el mal de la inocencia solitaria. No tenía derecho a juzgarla; ¿no había hecho él lo mismo cuando se aproximó al carruaje del Príncipe heredero no siendo más que el bastardo Vercellana? Por recuperar unas gotas de amor fraternal, su sangre adoptaba conductas irracionales. Cómo se notaba que Giuseppina, aun perteneciendo a la dinastía Borghese, era una Della Bordella.
Le diría la verdad, pero a medias, porque no estaba preparada para más.
— Te quedarás el tiempo que estime necesario, y siempre que sea tu voluntad quedarte. Orsolina será tu madre, pero ambas están en mi reino. Y dentro de mis dominios, no tolero la esclavitud.
Se limitó a recitar reglas claras y precisas. La verdad completa era que Orsolina jamás sentiría a Giuseppina como familia, ni mucho menos como la hija que era.
La vista de la joven se perdía entre los rostros que la inspeccionaban, pero tenía que regresar al autocontrol. Ischirione llamó su atención.
— No los mires. Todos ellos son menos importantes que tú. Lo saben, pero les gusta negarlo. Son humanos; necesitan saberse los amos del universo. Comprenderás que el que alguien pueda quitarles la vida con una orden es un suplicio a su ego mortal. Viéndolos más de cerca, son miembros de la Corte; si no los domina la ambición, la envidia lo hace. Ya comienzan a desear ser tú. El peligro está en que no pueden. — dijo con sinceridad, buscando empoderarla, pero sospechaba que no lo haría si no se sacaba antes una espina del pecho. — Puedo llevarte ante tu madre, si en verdad lo deseas, pero no así. Giuseppina, mírame. Eso es. Levanta la cabeza. Eres parte de mi familia, no una criada. Ahora mantén la calma y sígueme; estando yo presente, se comportará.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
¿Cómo podía alguien sentirse tan extraña, tan ajena, entre personas que poseían su misma sangre? Giuseppina los observaba, pero no se sentía unida a ellos en lo absoluto. Estaba sola en la vida, siempre lo había estado, ¿por qué iba a ser diferente algo en aquel momento? Supo que todas las ilusiones que había albergado habían sido en vano. Nada en su vida cambiaría, sola había nacido y sola vivía. Lo único que esperaba era que no la casasen con un viejo, sería agregarle desprecio al desprecio que ya todos parecían tenerle.
-Mi voluntad es hacer lo que al Rey le agrade –dijo, con estudiada humildad ante él. Esas frases, al menos, no las había olvidado.
Se sentía pequeña e insignificante. ¡Ella, que siempre había sido tratada como el tesoro más valioso del palacete en el que habitaba, recluida! Sí, ella, que siempre se creía importante, bella y poderosa, ahora se sentía poca cosa al lado de la seguridad que mostraba su abuela, de la belleza deslumbrante de su madre y de la inteligencia que su tío –nada menos que el rey- estaba demostrando. ¿Qué tenía Giuseppina para darle a ese reino? Tampoco sabía qué era lo que de ella se esperaba...
Ah pero cuánto más hablaba él más crecía la admiración que ella le tenía. Le habían dicho que se trataba de un hombre solitario, aburrido y estricto, pero con ella no estaba siendo así, sino que se mostraba comprensivo y hasta parecía interesado en ayudarla. Giuseppina decidió que –más allá del título que ostentaba- su tío era su familiar favorito, era al único que parecía importarle conocerla al menos un poco.
-Estoy un poco nerviosa, lo confieso –le dijo con sinceridad-, sé que rompe el protocolo que esté diciéndole esto pero lo prefiero antes que mentirle al Rey. ¿Qué es peor?
El análisis que hizo él de las personas que los rodeaban no hizo más que avivar la admiración de la adolescente y devolverle parte de la seguridad perdida. Al menos sabía que no estaba haciendo todo mal, que había quienes la envidiaban al ver en ella todo lo que no podrían ser jamás.
No quería ir junto a su madre porque no quería vivir el rechazo tan de cerca, pero era el deseo del rey y ella pensaba obedecerle.
-Agradezco mucho la deferencia que está teniendo conmigo –habló mientras lo seguía, pero solo diría eso, no estaba bien dar charla a un rey si éste no lo aprobaba primero.
El trato de Ischirione le había devuelto la seguridad, pero tampoco podía confiarse. Estar cerca de Orsolina la ponía nerviosa, le secaba la boca y humedecía las manos… Aun así, la joven Giuseppina sacó fuerzas de su orgullo realimentado por el rey para realizar una exquisita reverencia ante ambas mujeres –madre y abuela- antes de saludarlas:
-Madre, Reina Madre.
-Mi voluntad es hacer lo que al Rey le agrade –dijo, con estudiada humildad ante él. Esas frases, al menos, no las había olvidado.
Se sentía pequeña e insignificante. ¡Ella, que siempre había sido tratada como el tesoro más valioso del palacete en el que habitaba, recluida! Sí, ella, que siempre se creía importante, bella y poderosa, ahora se sentía poca cosa al lado de la seguridad que mostraba su abuela, de la belleza deslumbrante de su madre y de la inteligencia que su tío –nada menos que el rey- estaba demostrando. ¿Qué tenía Giuseppina para darle a ese reino? Tampoco sabía qué era lo que de ella se esperaba...
Ah pero cuánto más hablaba él más crecía la admiración que ella le tenía. Le habían dicho que se trataba de un hombre solitario, aburrido y estricto, pero con ella no estaba siendo así, sino que se mostraba comprensivo y hasta parecía interesado en ayudarla. Giuseppina decidió que –más allá del título que ostentaba- su tío era su familiar favorito, era al único que parecía importarle conocerla al menos un poco.
-Estoy un poco nerviosa, lo confieso –le dijo con sinceridad-, sé que rompe el protocolo que esté diciéndole esto pero lo prefiero antes que mentirle al Rey. ¿Qué es peor?
El análisis que hizo él de las personas que los rodeaban no hizo más que avivar la admiración de la adolescente y devolverle parte de la seguridad perdida. Al menos sabía que no estaba haciendo todo mal, que había quienes la envidiaban al ver en ella todo lo que no podrían ser jamás.
No quería ir junto a su madre porque no quería vivir el rechazo tan de cerca, pero era el deseo del rey y ella pensaba obedecerle.
-Agradezco mucho la deferencia que está teniendo conmigo –habló mientras lo seguía, pero solo diría eso, no estaba bien dar charla a un rey si éste no lo aprobaba primero.
El trato de Ischirione le había devuelto la seguridad, pero tampoco podía confiarse. Estar cerca de Orsolina la ponía nerviosa, le secaba la boca y humedecía las manos… Aun así, la joven Giuseppina sacó fuerzas de su orgullo realimentado por el rey para realizar una exquisita reverencia ante ambas mujeres –madre y abuela- antes de saludarlas:
-Madre, Reina Madre.
Giuseppina Borghese- Humano Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 07/12/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
Podía explicarle las reglas ilógicas reglas de la corte de cabeza, pero había un llamado más fuerte: el desahogo del cariño. Se trataba de un afecto extraño, pero que Ischirione conocía bien. Típico de los hijos solitarios añorar el calor de los padres ausentes, aunque apenas hubieran dado señales de vida. Había lapsos en que se les odiaba, pero sólo era porque la rabia ayudaba a mitigar el dolor.
Sin emitir palabra, Ischirione indicó a uno de sus hombres que trajera a su madre y a su hermana ante su presencia. Al instante se ubicaron donde se les requirió, moviéndose como un bloque. Orsolina no parecía tan valiente cuando el Rey acompañaba a Giuseppina; le impedía ser arbitrariamente despectiva, honestamente menospreciativa, pero se las arregló para hacerse invisible, disimulando con infame astucia. La reina madre, en cambio, no era abiertamente afectuosa, pero daba señales de querer reparar, en parte, las conocidas faltas de su hija.
— Giuseppina, en buena hora y en mejor sazón has pisado esta corte. Una joven de tu posición y edad ya no está para dedicarse al ocio. ¿No estás de acuerdo, Orsolina? — preguntó Bianca, recibiendo un asentimiento de cabeza a regañadientes.
Y entonces Ischirione sospechó, con profunda decepción hacia su propia sangre, que Orsolina podía ser indigna del noble amor que Giuseppina expresaba en sus ojos.
— Querrás agradecer a las damas presentes su delicadeza, especialmente a tu madre. — intervino el monarca, con un toque de maliciosa disciplina en su mirada. Orsolina quería matarlo —. Puedes verla un tanto fatigada, pero la hubieras visto cómo insistió en tu admisión. Es el momento de los reconocimientos; tenemos una mesa que inaugurar.
¿Qué estaba haciendo? Marcando límites. Orsolina le había saturado los oídos con tantos discursos para que Giuseppina por fin fuera presentada. Ahora que pagara, no con oro, pero sí con la paciencia y la calma que le había arrebatado todos esos días. Y si tenía que hacer que Giuseppina la encarara por el amor negado o el tiempo ausente, que así fuera. Ya estaba harto de que se escondiera tras sus espaldas para escudar sus evidentes faltas.
Sin emitir palabra, Ischirione indicó a uno de sus hombres que trajera a su madre y a su hermana ante su presencia. Al instante se ubicaron donde se les requirió, moviéndose como un bloque. Orsolina no parecía tan valiente cuando el Rey acompañaba a Giuseppina; le impedía ser arbitrariamente despectiva, honestamente menospreciativa, pero se las arregló para hacerse invisible, disimulando con infame astucia. La reina madre, en cambio, no era abiertamente afectuosa, pero daba señales de querer reparar, en parte, las conocidas faltas de su hija.
— Giuseppina, en buena hora y en mejor sazón has pisado esta corte. Una joven de tu posición y edad ya no está para dedicarse al ocio. ¿No estás de acuerdo, Orsolina? — preguntó Bianca, recibiendo un asentimiento de cabeza a regañadientes.
Y entonces Ischirione sospechó, con profunda decepción hacia su propia sangre, que Orsolina podía ser indigna del noble amor que Giuseppina expresaba en sus ojos.
— Querrás agradecer a las damas presentes su delicadeza, especialmente a tu madre. — intervino el monarca, con un toque de maliciosa disciplina en su mirada. Orsolina quería matarlo —. Puedes verla un tanto fatigada, pero la hubieras visto cómo insistió en tu admisión. Es el momento de los reconocimientos; tenemos una mesa que inaugurar.
¿Qué estaba haciendo? Marcando límites. Orsolina le había saturado los oídos con tantos discursos para que Giuseppina por fin fuera presentada. Ahora que pagara, no con oro, pero sí con la paciencia y la calma que le había arrebatado todos esos días. Y si tenía que hacer que Giuseppina la encarara por el amor negado o el tiempo ausente, que así fuera. Ya estaba harto de que se escondiera tras sus espaldas para escudar sus evidentes faltas.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
Realmente extrañaría el ocio, a veces se aburría y no podía negarlo, pero la inminencia de los cambios en su vida la asustaban y ya extrañaba la relativa calma en la que habitaba hasta hacía unos días. Sabía que pronto comenzarían a buscarle esposo, si es que no lo habían hecho ya, y eso la asustaba pues intuía que no tendrían en cuenta sus opiniones. Eso era justo lo que no quería ser, una carta en un juego que no le habían enseñado a jugar... No le habían dado atención ni cariño en años, ¿qué derecho tenían entonces de usarla ahora para forjar alianzas de poder en base a un matrimonio de importancia?
Giuseppina le sonrió a la reina madre y se inclinó en una estudiada reverencia, una que le hubiera gustado llevar a cabo ante ella más veces en su vida, pues significaría que habría tenido más encuentros con su abuela.
Se volteó hacia su madre mientras el rey hablaba y le dedicó una sonrisa todavía mayor y más sincera. ¿Por qué no aprendía? ¿Por qué no claudicaba y aceptaba que su madre no tenía interés en nada que ella pudiese hacer? ¿Por qué se continuaba humillando de esa forma? Nunca lo sabría, lo cierto era que siempre lo intentaría, que era una muchachita obstinada y que no se cansaba fácilmente, sino que lo intentaba siempre hasta cumplir sus objetivos, en este caso lo que deseaba era la atención y el cariño de la bella Orsolina.
-Gracias por haber pedido por mí, madre –le dijo y se atrevió a tomar sus manos entre las suyas, le parecieron frías y los dedos demasiado delgados-, he esperado ansiosa este momento. No imagina cuán importante es para mí poder compartir con personas tan importantes como ustedes, mi familia, quisiera aprender de usted, madre. Sé que tengo mucho que conocer todavía, pero mi más profundo deseo es que, con la bendición de Nuestro Señor Jesucristo, usted algún día esté orgullosa de mí.
Lentamente, Orsolina retiró sus manos del agarre en que el Giuseppina Borghese las mantenía. La miró a los ojos con frialdad y sus labios no se movieron ni siquiera para mostrar una sonrisa. Nada dijo, ni ella ni la reina madre, y Giuseppina se asustó. ¿Qué sucedía? No había hecho más que ser sincera, correcta en sus modos, pero sincera. ¿Tan malo podía ser eso?
-¿He dicho algo malo? Yo no… Me disculpo si les he incomodado de algún modo –dijo, con angustia en el pecho al sentirse rechazada, y su mirada buscó la de la única persona de su familia con la que había logrado conectar en lo que iba del encuentro, miró al rey buscando respuestas que no sabía si alguien querría darle.
Giuseppina le sonrió a la reina madre y se inclinó en una estudiada reverencia, una que le hubiera gustado llevar a cabo ante ella más veces en su vida, pues significaría que habría tenido más encuentros con su abuela.
Se volteó hacia su madre mientras el rey hablaba y le dedicó una sonrisa todavía mayor y más sincera. ¿Por qué no aprendía? ¿Por qué no claudicaba y aceptaba que su madre no tenía interés en nada que ella pudiese hacer? ¿Por qué se continuaba humillando de esa forma? Nunca lo sabría, lo cierto era que siempre lo intentaría, que era una muchachita obstinada y que no se cansaba fácilmente, sino que lo intentaba siempre hasta cumplir sus objetivos, en este caso lo que deseaba era la atención y el cariño de la bella Orsolina.
-Gracias por haber pedido por mí, madre –le dijo y se atrevió a tomar sus manos entre las suyas, le parecieron frías y los dedos demasiado delgados-, he esperado ansiosa este momento. No imagina cuán importante es para mí poder compartir con personas tan importantes como ustedes, mi familia, quisiera aprender de usted, madre. Sé que tengo mucho que conocer todavía, pero mi más profundo deseo es que, con la bendición de Nuestro Señor Jesucristo, usted algún día esté orgullosa de mí.
Lentamente, Orsolina retiró sus manos del agarre en que el Giuseppina Borghese las mantenía. La miró a los ojos con frialdad y sus labios no se movieron ni siquiera para mostrar una sonrisa. Nada dijo, ni ella ni la reina madre, y Giuseppina se asustó. ¿Qué sucedía? No había hecho más que ser sincera, correcta en sus modos, pero sincera. ¿Tan malo podía ser eso?
-¿He dicho algo malo? Yo no… Me disculpo si les he incomodado de algún modo –dijo, con angustia en el pecho al sentirse rechazada, y su mirada buscó la de la única persona de su familia con la que había logrado conectar en lo que iba del encuentro, miró al rey buscando respuestas que no sabía si alguien querría darle.
Giuseppina Borghese- Humano Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 07/12/2017
Re: Sombras en la Sangre [Privado]
La lección más importante la enseñaba el fracaso. Y ninguno dejaba tanto como el rechazo del amor primigenio: la madre. El inicio del mundo dentro de un vientre tibio y un corazón frío. Una premisa de lo que sería la adultez o el entrenamiento necesario para sobrevivir en la Corte. La materia prima estaba allí, Ischirione se daba cuenta. Giuseppina no odiaba a su madre, ni tampoco mostraba indiferencia, ambos signos de haberse frustrado en su intento por agradar al ser amado. Quería que torcerle la mano al destino, aunque las puertas se le cerraran en la cara cada vez que procurase un acercamiento. A esa energía había que darle una dirección correcta, pero ¿cómo lograrlo?
El rey sonrió cínicamente mirando hacia la pared. Tenía que poner orden a su gente sin que se notara descaradamente.
— ¿Por qué disculparte si no has ofendido a tu Rey? — preguntó Ischirione, pero para las mujeres presentes, fue un recordatorio: ninguna cabeza estaba por sobre la suya, por lo menos, mientras emplease el nombre de Italia. — Vamos a sentarnos. Se ve que se esmeraron en la comida. Acompáñenme. Hoy nadie comerá a solas.
Las mujeres fueron las primeras en tomar asiento. Ischirione debía ser el último en sentarse, pero eso no le impidió a Orsolina dirigirle una mirada colérica y suplicante a su hermano antes de ponerse en su lugar. Le estaba rogando que se detuviera, que no la humillara delante de Giuseppina, pero poco sospechaba que sus peticiones serían rechazadas, porque lo que Ischirione quería era precisamente bajarle esos humos, antes de que se le olvidara el amor fraternal que lo unía.
Porque te quiero, Orsolina, es que no te dejo en paz todavía.
En la mesa y con los aires más estables, Ischirione distribuyó su atención entre sus consejeros y sus vasallos. Durante el resto de la jornada, otros asuntos urgentes lo reclamaban, pero tenía que abrir un espacio para estabilizar a su familia, un pilar que, de no mediar su oportuna intervención, terminaría por demoler los cimientos que lo protegían, exponiéndolo a él y a toda su dinastía frente a sus enemigos.
Terminaba de conversar con uno de sus comandantes cuando se dio cuenta de que disponía de un minuto. Preciados segundos que utilizó para darle instrucciones a su sobrina.
— Seré breve: es tu primera aparición en público y no ha estado brillante. No te confundas, que con o sin lecciones, te equivocarás igualmente. Eres humana; sólo por eso fallarás, pero cuando lo hagas, por ningún motivo lo hagas notar. Mucho menos frente a los que desean un lugar más avanzado en la línea de sucesión. No hay tiempo para más. Prepárate para mañana; tendremos una charla en los jardines. Eso es todo.
El rey sonrió cínicamente mirando hacia la pared. Tenía que poner orden a su gente sin que se notara descaradamente.
— ¿Por qué disculparte si no has ofendido a tu Rey? — preguntó Ischirione, pero para las mujeres presentes, fue un recordatorio: ninguna cabeza estaba por sobre la suya, por lo menos, mientras emplease el nombre de Italia. — Vamos a sentarnos. Se ve que se esmeraron en la comida. Acompáñenme. Hoy nadie comerá a solas.
Las mujeres fueron las primeras en tomar asiento. Ischirione debía ser el último en sentarse, pero eso no le impidió a Orsolina dirigirle una mirada colérica y suplicante a su hermano antes de ponerse en su lugar. Le estaba rogando que se detuviera, que no la humillara delante de Giuseppina, pero poco sospechaba que sus peticiones serían rechazadas, porque lo que Ischirione quería era precisamente bajarle esos humos, antes de que se le olvidara el amor fraternal que lo unía.
Porque te quiero, Orsolina, es que no te dejo en paz todavía.
En la mesa y con los aires más estables, Ischirione distribuyó su atención entre sus consejeros y sus vasallos. Durante el resto de la jornada, otros asuntos urgentes lo reclamaban, pero tenía que abrir un espacio para estabilizar a su familia, un pilar que, de no mediar su oportuna intervención, terminaría por demoler los cimientos que lo protegían, exponiéndolo a él y a toda su dinastía frente a sus enemigos.
Terminaba de conversar con uno de sus comandantes cuando se dio cuenta de que disponía de un minuto. Preciados segundos que utilizó para darle instrucciones a su sobrina.
— Seré breve: es tu primera aparición en público y no ha estado brillante. No te confundas, que con o sin lecciones, te equivocarás igualmente. Eres humana; sólo por eso fallarás, pero cuando lo hagas, por ningún motivo lo hagas notar. Mucho menos frente a los que desean un lugar más avanzado en la línea de sucesión. No hay tiempo para más. Prepárate para mañana; tendremos una charla en los jardines. Eso es todo.
Ischirione Della Bordella- Realeza Italiana
- Mensajes : 127
Fecha de inscripción : 02/05/2017
Temas similares
» La voz de las sombras [Privado]
» De los árboles sureños cuelga una fruta extraña. Hay sangre en las hojas, hay sangre en la raíz | Privado
» Sombras vacilantes {Privado}
» La sangre traiciona a la sangre | Venganza, Parte I | Privado
» Sangre de mi sangre | Privado
» De los árboles sureños cuelga una fruta extraña. Hay sangre en las hojas, hay sangre en la raíz | Privado
» Sombras vacilantes {Privado}
» La sangre traiciona a la sangre | Venganza, Parte I | Privado
» Sangre de mi sangre | Privado
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour